Carta de algunos grupos de católicos Lésbico, Gay, Transgénero y Bisexual (LGTB) del Brasil dirigida a los Obispos en respuesta a la consulta sobre: Los desafíos pastorales de la familia en el contexto de la evangelización Estimados Señores Obispos, Es la primera vez en la historia, que nosotros sepamos, que a todos los fieles, incluyendo a nosotros católicos LGTB se nos ha invitado a expresarnos como sujetos sobre temas tan importantes para el futuro de nuestra Iglesia. Quienes les escribimos esta carta, lejos de sentirnos con el derecho de hablar en nombre de tantas personas diferentes, sin embargo quedamos honrados por la invitación y deseamos al menos intentar ofrecerles una respuesta digna. Es evidente que nos falta pericia para contestar la mayor parte de las preguntas del cuestionario. Por esto, vamos a limitarnos nada más a aquellas que nos atañen directamente. Pero antes, contando con su comprensión, nos gustaría comentar brevemente cuatro puntos que fluyen en los temas fundamentales de la consulta. El primer apartado es sobre el término Familia. Quisiéramos expresarles que todos nosotros, como personas LGTB, hijas e hijos de Dios, nacimos en el seno de familias, de todos los tipos imaginables. Y todos buscamos vivir en familias, sean electivas o biológicas. Como católicos, sabemos que Nuestro Señor Jesucristo siempre promovía y promueve más la familia electiva que la biológica. Por esto, consideramos que el discurso católico sobre la familia nos cala hondo, sobre todo porque estas palabras de Jesús resuenan con emoción en nuestros oídos: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que escuchan la palabra de Dios y la cumplen” (Lucas 8, 21). Entre nosotros, han existido las más variadas experiencias de vida familiar. Para algunos de nosotros, el hecho de que seamos LGTB fue aceptado tranquilamente por nuestros hermanos, padres, primos y demás. Para otros el hecho provocó, y sigue provocando, mucho sufrimiento, sea para nuestros parientes más cercanos, sea para nosotros mismos. Total, queremos decir que los dramas de la vivencia de la fe en familia no nos son ajenos. Justo por esta razón no podemos dejar de notar que, hasta ahora, el discurso eclesiástico sobre la familia nos trata como si fuésemos sus enemigos, hostiles de algún modo a su sobrevivencia. Sin embargo, ninguna dinámica de familia es saludable donde algún miembro es tratado como la oveja negra (o rosa) de la familia. Y esto nos lleva a pedirles que Ustedes dejen de insistir en “defender” la familia en un tono de contraste que no reconoce los derechos y la estabilidad psíquica y espiritual de las personas LGTB. Estas “defensas” suenan como intentos de inmiscuirse, de manera poca evangélica, en vivencias familiares complejas. Todos salimos ganando cuando estos asuntos son tratados con honestidad, escucha, paciencia y cariño. El segundo apartado es sobre la noción de Ley Natural. Aunque la terminología no sea muy común en nuestro medio, la realidad a la cual apunta nos es muy presente. Gran parte de los avances en el trato digno y humano a las personas LGTB ha sido fruto de una creciente conciencia, tanto en el orden científico como popular, de que nosotros, las personas LGTB somos así no por cualquier defecto o deficiencia, sino sencillamente como algo que es. Siendo así, como con todas las demás personas, nuestro comportamiento digno brota y se sigue de lo que somos. O sea, es a partir de ser y no a pesar de ser LGTB que entramos, imbuidos por la fuerza del Espíritu Santo, en aquella participación consciente y activa que busca llegar a ser aquello que Dios quiere para nosotros, lo que caracteriza la Ley Natural. El aprender, en la práctica, a ser hija o hijo de Dios, teniendo como uno de los aspectos de nuestra identidad el ser LGTB –elemento menor pero no despreciable– es una tarea ardua de humanización para todos nosotros. En esta tarea no quedamos exentos de todas las posibilidades de pecado y de santidad que desafían de manera similar a cualquier persona. Sin embargo, observamos que cuando la autoridad eclesiástica habla de la Ley Natural, da por sentado que somos de alguna manera marginales al tema, somos juzgados de manera siempre negativa por causa de nuestras inclinaciones que supuestamente serían “objetivamente desordenadas”. Pues bien, está quedando cada vez más claro que la versión eclesiástica actual de la Ley Natural no tiene engrenaje con lo real. Por esta razón, les exhortamos, queridos Obispos, a que dejen de utilizar la Ley Natural como arma eclesiástica contra nosotros, y dediquen más atención a la dimensión de la Ley Natural que consiste en aprender por observación aquello que realmente es. Pues solamente de esta manera serán conocidos y respetados los designios de nuestro Padre celestial, Creador de todas las cosas, para con nuestras vidas. Y solamente así Ustedes nos ayudarán a caminar según Su voluntad. El tercer apartado trata del término Pastoral. Nosotros anhelamos ardientemente la existencia de una verdadera pastoral LGTB aquí en el Brasil. Sabemos que ninguna Pastoral produce buenos frutos a no ser que esté fundamentada en la verdad. Y aquí topamos con un problema grave, un dilema. O bien somos personas heterosexuales consideradas defectuosas, o bien somos personas LGTB en todo el sentido del término. En el primer caso, la Pastoral nos enseñaría a vivir una estricta continencia sexual, se opondría a cualquier forma de reconocimiento de nuestra vida en común, sea en lo civil, sea en lo religioso, y hasta llegaría a proponer métodos para “curarnos” del desorden profundo que nos es atribuido. En el segundo caso, la Pastoral tendría la misión de ayudarnos a florecer y a crecer en la fe a partir de lo que somos. Tendría como enfoque, entre otras cosas, la formación y estabilidad de nuestra vida conyugal y familiar, inclusive a través de la adopción de niños, y el fortalecimiento de nuestro compromiso con los más sufridos por medio de proyectos sociales. Y sobretodo se esforzaría por mejorar la vida de tantas personas, especialmente de los estratos más pobres y marginalizados de nuestra sociedad, que padecen toda clase de discriminación en el trabajo, en la escuela, en la salud y en otros ámbitos, por causa de su condición de LGTB, llegando hasta el extremo de ser echadas de su casa por sus familias, y a prostituirse para sobrevivir. La situación real en la Iglesia, hasta ahora, es que la autoridad eclesiástica no consigue siquiera reconocer en público que existe una cuestión sobre este punto acerca de la verdad para que se la mire de frente; aunque, callados, muchos lo saben muy bien. El resultado, que vemos en lo cotidiano, es un mundo donde los laicos se dan cuenta con cada vez mayor facilidad de que no existe ningún desorden objetivo que sea intrínseco al hecho de que alguien sea LGTB. Entre el clero, sin embargo, con todo y los muchos miembros que son de nuestra tribu, no se consigue hablar del asunto honestamente. Mucho menos entre Ustedes, queridos Obispos, pues su habla en esta materia suena, discúlpenos la comparación, a los discursos ficticios de regímenes de épocas pasadas: “Nosotros fingimos enseñar, y el pueblo finge aprender”. En estas condiciones, una verdadera y oficial pastoral católica LGTB resulta imposible. Los esfuerzos pastorales que existen hoy, y a partir de los cuales les escribimos esta carta, sobreviven en la clandestinidad, sin una acogida sincera, abierta y fraterna, y en espacios eclesiales que no son reconocidos como tales. Pedimos entonces, no como mera cuestión académica, sino como urgente ejercicio de corresponsabilidad pastoral que Ustedes busquen la manera de entrar pública y honestamente en el proceso de elucidar con nosotros aquello que realmente es en este campo. Sin miedo a la verdad. Pues sin la verdad, no es posible ninguna Pastoral Católica. El miedo a la verdad, más allá de su escasa eficacia para la acción pastoral, también es inútil. Pues, como leemos en la Declaración Dignitatis Humanae n.1, del Concilio Vaticano II, “La verdad no se impone de otro modo sino por la fuerza de la propia verdad”. El cuarto y último término es la Evangelización. Recibimos con gran alegría el abordaje de este tema por el Papa Francisco en la Exhortación Apostólica Evangelii Gaudium y nos sentimos plenamente convocados a tomar nuestro lugar en esta nueva evangelización. De hecho, muchos de nosotros ya estamos haciéndolo de diversas maneras, exactamente tal y como personas LGTB que tenemos una profunda vivencia de nuestra fe. Claro, sin apoyo alguno de la Iglesia institucional hasta ahora. Pero quedamos muy animados por el Papa cuando nos dijo, en la JMJ 2013 aquí en Brasil, que así tiene que ser, y que días más, días menos, Ustedes, queridos Obispos, van a descubrir que estábamos haciendo lo que convenía hacer, llevando el conocimiento y la presencia de Jesús a diferentes periferias existenciales. Y en este punto nos gustaría resaltar algo: para nosotros, el descubrimiento de que somos personas LGTB amadas como tales por Dios, invitadas a hermanarnos con Jesús y a formar parte de la nueva familia electiva que es la Iglesia es parte de la Buena Nueva de Cristo. En la medida en que Ustedes insisten en tratar todo movimiento a favor de la dignidad y la veracidad de las personas LGTB como algo contrario al Evangelio, en vez de discernir los elementos de Kairós que nos llegan por este movimiento, en esta misma medida condenan la evangelización a ser una repetición estéril, una mera ideología moralista. Nuestra experiencia en el Brasil, ampliamente compartida por nuestros amigos y hermanos LGTB en otros países, tanto católicos como cristianos de otras confesiones, apunta a la misma observación: las generaciones más jóvenes no llegan a entender por qué conocer a Jesús conlleva a una caracterización negativa si no es que denigrante, que saben que es falsa, de las personas LGTB con quienes conviven como amigos, familiares, vecinos y colegas. Para la nueva y verdadera evangelización, llevada a cabo con aquel espíritu de que habla el Papa Francisco en su exhortación apostólica, es imprescindible descubrir el elemento “Buena Nueva” en la vivencia LGTB. Si no, las generaciones más jóvenes simplemente no les van a escuchar. Hechas estas observaciones generales, pasamos a contestar a las preguntas de la 5ª sección del cuestionario. 5.- Sobre las uniones de personas del mismo sexo a) ¿Existe en vuestro país (el Brasil) una ley civil que reconozca las uniones de personas del mismo sexo equiparadas de alguna manera al matrimonio? No existe una ley propiamente tal. Sin embargo, gracias a Dios, el Supremo Tribunal Federal equiparó la unión civil entre personas del mismo sexo al matrimonio civil. Después de esta decisión del STF el Consejo Nacional de Justicia emitió una resolución, con carácter normativo y vinculante, a los registros civiles. Esta resolución obliga a los notarios a registrar tanto las uniones estables como los matrimonios civiles entre las personas del mismo sexo. b) ¿Cuál es la actitud de las Iglesias particulares y locales tanto frente al Estado Civil promotor de uniones civiles entre personas del mismo sexo, como frente a las personas implicadas en este tipo de unión? En nuestra experiencia, tanto la CNBB (Conferencia Nacional de los Obispos del Brasil) como las Iglesias locales fueron obedientemente hostiles a la introducción de estas realidades en nuestro medio. Aunque, dígase de paso, se comportaron de una manera bien menos agresiva y despectiva que los grupos evangélicos neo-pentecostales que tomaron la delantera en la lucha contra nuestros derechos. A un nivel más local, la nueva realidad legal no ha causado tantos problemas. Y como personas, algunas de las cuales estamos implicadas en este tipo de unión, tenemos pocas noticias de maltrato a manos de personas vinculadas a las parroquias, como también pocas noticias de una recepción con júbilo. Huelga decir que existe una dificultad en obtener informaciones más exactas, pues, dada la situación eclesiástica oficial, toda actitud acogedora ha sido clandestina. c) ¿Qué atención pastoral es posible tener hacia las personas que han elegido de vivir según este tipo de uniones? Retomamos nuestro tercero párrafo mencionado arriba, sobre el término Pastoral. Extendemos toda atención pastoral que nos es posible, en medio de la clandestinidad eclesial, y anhelamos el día en que podremos pensar, en diálogo franco y abierto con nuestros Obispos, los tipos de liturgia pública de bendición más acertados para estos casos, como también el acompañamiento más apropiado para las diferentes etapas de la vida de las personas LGTB, tanto en su desarrollo humano como espiritual. d) En el caso de uniones de personas del mismo sexo que hayan adoptado niños, ¿cómo comportarse en vistas de la transmisión de la fe? No hay gran cosa que se pueda hacer mientras la autoridad eclesiástica siga sintiéndose en la obligación de convencer a los niños adoptados por nosotros, gente LGTB, que sus familias no son verdaderas familias, y que sus papás o mamás son personas objetivamente desordenadas que van contra el plan de Dios al formar uniones caracterizadas por actos intrínsecamente malos. Una vez dejadas a un lado estas posiciones, no habrá mucha diferencia en el desafío de la transmisión de la fe, un asunto de por sí difícil para toda pareja con hijos hoy en la actualidad. Ayudar a superar el sentido de abandono en el niño, siendo que muchos han pasado ya por situaciones horripilantes previas a la adopción, va mucho más allá de la mera orientación sexual tanto de los niños en cuestión, como de la pareja adoptiva.