JENOFONTE. CIROPEDIA. INTRODUCCION. TRADUCCIÓN Y NOTAS DE ANA VEGAS SANSALVADOR. GREDOS. 91-3 Estando una vez Astiages cenando con su hija y con Ciro y queriendo que el niño comiera lo más a gusto posible para que no echara de menos su país, hizo que le sirvieran golosinas y toda clase de salsas y manjares, y cuentan que Ciro dijo: -¡Abuelo, cuántos problemas tienes durante la cena si estás obligado a tender tus manos hacia todos estos platos y probar estos variados manjares! -Pero, ¿por qué?, preguntó Astiages. ¿Es que no te parece esta comida mucho mejor que la de los persas? Y se dice que Ciro replicó: -No, abuelo; en mi país el modo de saciar nuestro apetito es más sencillo y rápido que en el vuestro, pues a ello nos encamina la alimentación a base de pan y carne. Vosotros os afanáis por la misma meta que nosotros, pero, después de dar muchas vueltas arriba y abajo, con dificultades alcanzáis el lugar donde nosotros llegamos hace tiempo. -Pero, hijo mío, dijo Astiages, nosotros no damos esos rodeos a disgusto, y si pruebas estos manjares, tú también reconocerás que son agradables. -Pero, dijo Ciro, veo que también a ti, abuelo, te repugnan estos manjares. Y Astiages preguntó: -¿En qué te basas, hijo, para decir eso? -En que veo que, cuando has tocado pan, dijo, no te enjuagas las manos para nada; en cambio, cuando has cogido alguno de estos manjares, en seguida te limpias la mano con las servilletas, como si te desagradara haberla tenido llena de ellos. A esto Astiages replicó: Está bien, si así lo crees, hijo mío; pero, al menos obséquiate con carne en abundancia para que vuelvas a tu país hecho un mozo. Y mientras pronunciaba estas palabras hacía que le sirvieran muchos trozos de carne de venado y de animales domésticos. Cuando Ciro vio tantos trozos de carne, dijo: -¿Me das, abuelo, toda esta carne para que haga con ella lo que quiera? -Por Zeus, dijo su abuelo, claro que si, hijo mío. Entonces, Ciro, después de coger los trozos de carne, los fue distribuyendo entre los sirvientes de su abuelo mientras decía a cada uno de ellos: «A ti te entrego este trozo porque me estás enseñando a montar a caballo con gran interés, a ti porque me regalaste una lanza (pues ahora la tengo en mi poder), a ti porque sirves bien a mi abuelo y a ti porque honras a mi madre.” Y fue haciendo eso hasta que hubo distribuido todos los trozos de carne que había cogido. (8) “Y a Sacas, el escanciador dijo Astiages, al que yo más estimo, ¿no le das nada?” Y ocurría que este Sacas era un hermoso joven que tenía el encargo de conducir ante Astiages a quienes le pedían audiencia, e interceptar el paso a aquellos que no le pareciera conveniente conducir a su presencia. Y Ciro preguntó impetuosamente, como un niño que todavía no se intimida por nada: “Abuelo, y ¿por qué a ese lo estimas tanto?”. Y Astiages bromeando le dijo: “¿No ves qué bien y con cuánta distinción escancia?”. Los escanciadores de estos reyes escancian el vino con elegancia, lo vierten con limpieza y entregan la copa sosteniéndola con tres dedos y la ofrecen del modo que le sea más cómodo cogerla al que va a beber. Entonces, Ciro dijo: “Abuelo, ordena a Sacas que me dé la copa para que también yo, habiendo vertido bien el vino en tu copa, consiga conquistarte, si puedo.” Y Astiages ordenó a Sacas que se la diera. Ciro cogió la copa y después la lavó tan bien como había visto hacer a Sacas, y le ofreció y entregó la copa a su abuelo poniendo una cara tan seria y distinguida, que les hizo reír mucho a su madre y a Astiages. El mismo Ciro, echándose a reír también, se lanzó sobre su abuelo y, al mismo tiempo que lo besaba, dijo: “Estás perdido Sacas, te echaré de tu cargo, pues además de que escanciaré mejor que tú, decía, yo no me beberé el vino.” Pues los escanciadores reales, cada vez que entregan la copa, después de extraer un poco de ella con una taza, lo vierten en la mano izquierda y lo ingieren para que no les reporte beneficio servir veneno. (10) Acto seguido, Astiages bromeando le dijo: -Y ¿por qué, Ciro, ya que imitas en otras cosas a Sacas, no has ingerido un poco de vino? -Por Zeus, dijo, porque temía que hubiera veneno mezclado con el vino en el crater, pues cuando invitaste a tus amigos a las fiestas de tu cumpleaños claramente comprendí que él os vertía veneno. Y, dijo Astiages, ¿cómo te diste cuenta de ello, hijo mío? -Por Zeus, porque os veía vacilantes mental y físicamente; pues, en primer lugar, lo que no nos dejáis hacer a los niños, vosotros sí lo hacíais; chillabais todos a la vez sin entenderos los unos a los otros y cantabais también muy ridículamente y sin escuchar al cantor jurabais que cantaba muy bien. Cada uno de vosotros hablaba de su propia fuerza, pero luego, si os levantabais para ir a bailar, no sólo no bailabais al ritmo, sino que ni siquiera podíais manteneros derechos. Olvidabais por completo, tú que eras rey, y los demás que tú los gobernabas. Entonces, en efecto, por vez primera comprendí que lo que entonces hacíais era ejercer el derecho a expresaos libremente, pues no os callabais nunca.