Universidad Nacional de Lanús Departamento de Salud Comunitaria Licenciatura en Enfermería Seminario de Género y sexualidades en educación Trabajo práctico final Docentes: Lic. Ceresani, Viviana; Prof. Jiménez, Federico. Ubicación Curricular: Primer Ciclo, Sexto período. Alumnas: Acosta, Carmen Inés; Ojeda, Oriana Micaela. Cohorte 2017 25 de noviembre de 2019. Índice Introducción ............................................................................................................. 3 Desarrollo ................................................................................................................ 4 Conclusión............................................................................................................. 12 Bibliografía ............................................................................................................ 13 2 Introducción En el presente trabajo intentaremos profundizar sobre intersexualidad en el marco de prácticas sociales heteronormativas y la importancia de la vinculación e integración de la Educación Sexual Integral (E.S.I) en el ámbito educativo del nivel secundario. El abordaje de la educación en sexualidad, debe constituir un espacio de carácter sistemático en donde se articulen contenidos de diversas áreas de manera transversal en los distintos niveles educativos. Los 5 ejes de la E.S.I deben ser trabajados desde edades tempranas a fin de: que los sujetos desarrollen saberes y herramientas en relación con el cuidado de sus cuerpos; fomentando a través de ello la autonomía de los mismos a través de la información sobre su cuidado y la salud, la afectividad, el respeto por la diversidad; y que se reconozca a su vez la perspectiva de género, y el ejercicio y el respeto de los derechos. 3 Desarrollo La intersexualidad es definida como una combinación de características biológicas masculinas y femeninas, las cuales pueden ser cromosómicas o genitales. Hay muchas variaciones de intersexualidad, algunas personas intersexuales tienen órganos sexuales internos o genitales ambiguos (pueden tener tanto tejido ovárico como testicular); otros tienen una combinación cromosómica que no es XY (masculina) y XX (femenina); por ejemplo, XXY; y otras nacen con genitales que aparentan ser totalmente masculinos o totalmente femeninos, pero sus órganos internos o las hormonas que segregan durante la pubertad no coinciden. Los intersexuales, con su sola existencia, cuestionan la vieja y heterosexual normativa dicotómica de sexo/género masculino y sexo/género femenino. Desde el plano biologicista, el orden binarista que lo caracteriza, lo entiende como anormalidad, como falta de definición, por lo que la interpelación médica al nacer un intersexual es la necesidad inmediata de intervenciones quirúrgicas para “corregir” y “definir” el sexo del niño o niña que resultan en terapias que mutilan, menoscaban la dignidad de las personas y producen padecimiento innecesario por el solo hecho de no cumplir la norma establecida por la heteronormatividad impulsada por la ciencia en el ámbito sexual. Las intervenciones normalizadoras inmediatas son necesarias entonces, se argumenta, para sostener el legado de la especie, autorizando y reconociendo sólo un repertorio limitado de identidades posibles, que se articulan luego en el futuro con las consecuencias de vivencias y experiencias traumáticas del cuerpo impuesto por la cultura, los psiquiatras y los médicos, los maestros y los padres, siendo posible evitarlo a partir del proporcionarles la libertad inalienable de que decidan sobre sus propios cuerpos. Las secuelas luego de estos procedimientos son: insensibilidad; cicatrices externas e internas; infecciones urinarias repetidas; hemorragias; traumas postquirúrgicos y hasta la muerte. En las personas intersex, excepto en contadas oportunidades, nunca son consultadas en la modificación quirúrgica de sus genitales, y en muchos casos, de su identidad de género. Las 4 intervenciones quirúrgicas y las terapias hormonales aparecen justificadas desde la urgencia: la urgencia de anclar firmemente el género en un cuerpo que lo autorice, que lo manifieste reafirmándolo en su carácter de verdad natural. En el ámbito de la salud, no existe ninguna norma que prohíba la intervención temprana en personas intersex y que interpele por una moratoria hasta que éstas sean capaces de decidir acerca de su cuerpo y su identidad, el cual es uno de los reclamos fundamentales de las organizaciones y activistas intersex. Las intervenciones y las terapias se siguen realizando en muchos hospitales y clínicas de todo el país, produciendo así violaciones a los derechos de este colectivo, violaciones relacionadas a la falta de respeto a la autonomía, a la identidad personal y a disponer de su cuerpo, ya que en la mayoría de los casos se les ocultan los procedimientos, siendo olvidados en historias clínicas vedadas a los y las pacientes durante gran parte de su vida, involucrando en todos los casos operaciones dolorosas, mutilantes e irreversibles. Estos procedimientos se basan en criterios de no conformidad física y están estrictamente atravesados por criterios culturales normativizados, es decir, se establecen qué mínimo posible para el largo de un pene es culturalmente admisible y cuál es la máxima extensión de un clítoris es culturalmente aceptable. El control sobre los cuerpos está y ha estado relacionado y regulado por dinámicas de poder que se vinculan con normas reguladoras que se crean a partir de la genitalidad de las personas que devienen en la construcción del género como norma cultural en las sociedades. Solamente la sexualidad hegemónica cumple con los principios lógicos de identidad, el varón es un varón y una mujer es una mujer, no hay espacio para otras opciones, por lo que el tercero es excluido y es marginado de la sociedad por no cumplir la norma. A partir de esto, el sujeto asume y adopta a la fuerza una norma según la marca corporal y construye su yo en ese proceso de asumir su identidad a partir de la genitalidad y los medios discursivos que se entretejen en la sociedad. El cuerpo y la sexualidad, desde el punto de vista de las experiencias, producen subjetividad, formas particulares de vincularse con el mundo y con los otros y las otras. Al hablar sobre el respeto hacia la diversidad corporal es intentar explicitar y 5 desnaturalizar las normas sociales que instauran y reproducen cuales son los cuerpos aceptados, normativos, deseables, válidos y legítimos. Las prácticas hegemónicas de la biología y la ciencia, apuntan y afianzan la idea de normalidad vinculándola a ciertas identificaciones sexuadas y repudiando y marginando otras. Es por ello, que las relaciones sociales siguen estando mediadas por inequidades, desigualdades y conflictos por la falta de aceptación a la diversidad sexual, ya que la ciencia y sus prácticas biologicistas se han desenvuelto desde siempre como corset de las identidades de las personas (Maffia, 2008). Es por ello, que los cuerpos que se distancian de este paradigma son marcados por una diferenciación social, apelando a un discurso que construye a la biología como definitoria y a la naturaleza como persistente e inmutable constituyendo las bases de la discriminación. A modo de ejemplo tomamos el caso de Willy Guerrini, un adolescente intersexual de 30 años de edad, al cual, al nacer, le practicaron una sinequia vulvar (la fusión de los labios vaginales menores) ya que su genitalidad parecía una vagina más que un pene. A Willy lo trataban con cremas y medicamentos que contenían hormonas femeninas, éste declara (después de investigar y descubrir todos los tratamientos por los que fue sometido) “Mi cuerpo es medio extraño, decidieron por mi”. La medicina, desde la psiquiatría, la urología pediátrica, la endocrinología y la cirugía han normalizado durante décadas (y normaliza hasta el día de hoy) los genitales “indescifrables” de las personas intersexuales. Somos “inaugurados” e “inauguradas” en el mundo a través de la pregunta primera y esencial: ¿Es nena o varón? La intersexualidad pone en suspenso, en varios casos, la respuesta tan esperada. El entramado de imaginarios culturales, normativas, binarismos genéricos se desplazan en todos los ámbitos de la vida cotidiana. En el caso de nacimientos de personas intersex, las preguntas que se realizan tienen un tinte amargo y desolador para las familias: ¿podrá ser una mujer feliz con ese cuerpo? ¿será feliz la buena mamá que quiere llevarse, al fin, a su hija recién nacida a su casa, será feliz si no se interviene y se le asegura que después del quirófano podrá cambiar 6 sus pañales sin la angustia de la diferencia, que podrá mostrarla desnudita a sus hermanas, y sobrinas, y vecinas, sin sentir el azote de la vergüenza de otro cuerpo, indebido para una niña, un cuerpo fuera de la correcta conjugación de los géneros, capaz de suscitar confusiones, y espanto, y desvío? ¿Será capaz de crecer como una niña entre otras niñas? ¿Será capaz de encontrar, con ese cuerpo, a un hombre que la desee y que la ame –puesto que toda mujer crece para convertirse en el objeto de deseo amoroso y sexual de un hombre cuyas elecciones y posibilidades también son estadísticos? Y qué decir si el recién nacido es un varón, un varón intersex cuyo pene no crecerá, o que manifiesta alteraciones insalvables. Un varón que, de no ser intervenido por cirugía, se formará entonces privado de algunas de las experiencias constitutivas de la masculinidad: orinar parado, cambiarse en el vestuario de varones de la escuela, comparar el tamaño triunfal de su pene con otros adolescentes, privado de penetrar a una mujer cuyo deseo también ha sido reconocido, regulado y limitado desde su nacimiento (Cabral, 2003). La diferencia está basada en supuestos que carecen de una base médica real, las intervenciones quirúrgicas intersex que se realizan durante los primeros días y/o meses de un recién nacido y que se prolongan, en muchos casos, a lo largo de toda la infancia y la adolescencia no sólo no devuelven la supuesta “normalidad” corporal, sino que mutilan la diversidad de los cuerpos; mutilan la sensibilidad genital y la capacidad para el goce sexual, la identidad y, en muchos casos, la capacidad para optar por cirugías deseadas al llegar a ser adultos. Todo lo mencionado anteriormente, no permite a las personas intersex el derecho de decidir aspectos centrales de sus vidas, el sentido de merecer ser queridos y aceptados aún sin cirugías, tal y como lo expresa la Declaración de IGLHRC (Comisión Internacional Gay y Lesbiana de Derechos Humanos) sobre derechos de género: “Hacer de una intervención quirúrgica algo obligatorio viola el artículo 7 del pacto internacional sobre derechos civiles y políticos, según el cual en particular, nadie debe ser sometido a experimentación médica o científica sin su libre consentimiento (…). 7 El orden heteronormativo se constituye como modelo de estabilidad y civilización excluyendo y persiguiendo a la diversidad. Las personas intersex no pueden ser cosificadas y limitadas a las estadísticas, sino que deben ser reconocidas como sujetos de derecho. El colectivo intersex es frecuentemente objeto de violación de sus derechos cuando son sometidos a terapias de supuesta normalización, que afectan la autodeterminación y la dignidad humana. Al querer visibilizar estas circunstancias, no se puede prescindir de entender a la sexualidad como un producto de relaciones sociales y prácticas sobre las que inciden un conjunto de estereotipos y roles sociales dominantes y relegados, que no están ajenos a los procesos de estigmatización. Los reclamos enunciados por la comunidad intersex apuntan hacia la posibilidad de un modelo de atención alternativo, que se base en la autonomía de los sujetos y no en los imperativos corporales de la cultura, un modelo que se sostiene en el acceso pleno a la información; en la distinción entre la necesidad médica y la angustia cultural; en la presencia de grupos de apoyo de pares, que haga visible la existencia de personas intersex y sus experiencias; en la difusión de los verdaderos resultados quirúrgicos obtenidos; en la crítica a los binarios genéricos que sostienen sólo dos formas posibles de encarnar masculinos y femeninos. Hablar de intersexualidad, entonces, en el marco de la educación sexual integral, en instituciones educativas de nivel secundario, es trabajar en uno de los ámbitos específicos y necesarios para avanzar hacia la transformación de prácticas culturales fuertemente arraigadas, que profundizan las desigualdades y obstaculizan el desarrollo integral y pleno de nuestros adolescentes y jóvenes. Para ello, la ESI debe constituir un espacio de carácter sistemático que articule contenidos de diversas áreas de manera transversal con el fin de desarrollar saberes relacionados con el cuidado del cuerpo y la salud, la afectividad, el respeto por la diversidad, reconociendo a su vez la perspectiva de género, y el ejercicio de los derechos. El primer eje se vincula al ejercicio de los derechos y apunta al enfoque de los derechos humanos y la integralidad como orientación para la convivencia social. El foco está puesto en aquellos derechos que se vinculan con el respeto por las otras 8 y los otros en las relaciones interpersonales, el acceso a conocimientos sobre el cuerpo, la expresión de sentimientos y necesidades vinculadas a la sexualidad y la promoción de aprendizajes de prácticas de defensa de derechos (por ejemplo, el derecho a recibir información científicamente validada y a no ser discriminado), entre otros. El segundo eje, apunta a cuidar el cuerpo y la salud, propicia el conocimiento sobre los cambios del cuerpo humano y la identificación de sus partes íntimas en el marco de la promoción de hábitos de cuidado de uno mismo, de los demás y de la salud en general. También promueve la reflexión crítica sobre los modelos y mensajes de belleza que circulan en nuestra sociedad y que pueden influir negativamente en la autoestima y en los vínculos interpersonales. El tercer eje, trabaja sobre la importancia de valorar la afectividad, que los niños y las niñas puedan identificar, expresar, reflexionar y valorar las emociones y sentimientos vinculados a la sexualidad, al mismo tiempo que se promueven valores como el amor, la solidaridad y el respeto a la intimidad propia y ajena. Desde la escuela, se debe trabajar para desarrollar capacidades como la solidaridad, la empatía, la expresión de los sentimientos en el marco del respeto por los y las demás y por sus diferencias. Este aspecto es importante, habitualmente, las competencias emocionales fueron poco abordadas desde la escuela tradicional. Se daba por sentado que se trataba de cuestiones que se aprendían espontáneamente en la familia, y también con la madurez que se da a partir de la experiencia. La posibilidad de diseñar enseñanzas sistemáticas, que apunten a generar formas de expresión de los afectos, que mejoren las relaciones interpersonales y promuevan el crecimiento integral de las personas. Contemplando también, una dimensión relacionada con el saber hacer, en el que se promueva la adquisición de prácticas tales como la posibilidad de decir “no” frente a la coacción de otros y de otras, el fortalecimiento de conductas de respeto y cuidado personal y colectivo de la salud, habilidades psicosociales y como propiciar el diálogo, lograr acuerdos y expresar sentimientos y afectos. El cuarto eje, apunta al género, y busca reconocer que las formas de ser mujeres y varones en nuestra sociedad se han construido social e históricamente. 9 Proponiendo identificar los prejuicios y las prácticas referidas a nociones estereotipadas acerca de las capacidades y aptitudes diferenciadas según género, así como el rechazo a todas las formas de discriminación. El último, pero no menos importante, apunta a respetar la diversidad se refiere al reconocimiento y valoración de las manifestaciones de las múltiples diferencias entre las personas. Constituye un elemento central para el respeto de la diversidad sexual sin ningún tipo de discriminación. Desde el punto de vista pedagógico deben utilizarse materiales que integren los fundamentos de la ESI, el marco normativo, la direccionalidad y la trasposición didáctica. Para lograr los objetivos, es necesario que los equipos de directivos y docentes, se capaciten específicamente en el abordaje de temas y ejes conceptuales con mayor profundidad (por ejemplo, en relación con el enfoque de género, prevención de embarazo no intencional y de violencia de género y diversidad). También, acompañamiento y capacitación para afianzar las prácticas pedagógicas de la ESI de manera transversal en el ámbito escolar. Transversalizar la Educación Sexual Integral en las distintas asignaturas es la principal estrategia planteada en los lineamientos curriculares básicos (LCB). Lo que implica que, en lugar de definir un espacio curricular específico para la ESI (por ejemplo, una materia) se busque incorporar contenidos pertinentes para abordar los ejes centrales (la igualdad entre los géneros, la afectividad, los cuidados, la diversidad y los derechos) en el currículo de Ciencias Sociales, Naturales, Formación Ética y Ciudadana, disciplinas artísticas, Educación Física, etc. Los y las docentes encuentran allí un desafío ya que no siempre reconocen la integralidad de la ESI y, por lo tanto, la manera de introducirla en sus planificaciones áulicas. La iniciativa de trabajar en educación sexual integral debe surgir a partir de la preocupación por problemáticas que atraviesen los y las adolescentes ya que la escuela, es una institución que acompaña el proceso de desarrollo afectivo-sexual de los y las adolescentes y tiene la responsabilidad de hacer de la ESI su tarea dentro del marco normativo nacional y que establezca propósitos y contenidos claros. Tradicionalmente, la educación sexual se ha trabajado en las escuelas 10 convocando a especialistas externos (por lo general, del área médica) para que dieran “charlas” a las alumnas y los alumnos. Pero la Ley Nacional 26.150 conlleva un reposicionamiento de la escuela y también de los servicios de salud en relación con las instituciones educativas, y una transformación de las propias prácticas docentes, entendiendo que los profesores y las profesoras son las personas que deben asumir esta tarea, que es pedagógica y educativa. En todo caso, el mejor apoyo que los y las especialistas pueden dar a los y las docentes se traduce en instancias de formación y/o asesoramiento. El trabajo en forma directa con el alumnado, debe realizarse desde una mirada pedagógica del docente, en el marco de un proceso de trabajo con el curso y la escuela, en el cual la charla con de los especialistas sea un espacio enriquecido por ambas profesiones y se integre a un proyecto pedagógico de Educación Sexual Integral más amplio. Para poder llevar a cabo este modelo, es necesario entonces, asumir en la práctica, no sólo en el ámbito educativo sino también en la sociedad, una perspectiva integral, en el cual se promuevan aprendizajes no sólo desde el punto de vista cognitivo, sino afectivo: el respeto por la diversidad sexual, el derecho a la decisión del goce sexual, información sobre los derechos y las obligaciones; pero sobre todo trabajar sobre los prejuicios y los mitos y creencias que sostienen a partir de ello actitudes discriminatorias. Para el desempeño de este rol, la familia, como primera educadora, constituye uno de los pilares fundamentales a la hora de entablar vínculos, alianzas y estrategias con la escuela. Es importante que la Educación Sexual Integral sea abordada por la escuela con el mayor grado de consenso posible, promoviendo así asociaciones significativas entre la escuela, las familias y la comunidad en general. Esto es una obligación, y también una oportunidad para abordar integralmente la formación de los y las adolescentes. 11 Conclusión A modo de cierre podemos concluir que las personas intersexuales, por lo general, viven un sinfín de experiencias angustiantes y traumáticas, tanto en los aspectos físicos como emocionales y psicológicos. Muchas veces se decide por ellos al momento de nacer y de asignarles un sexo que pertenezca al binarismo, femenino o masculino; y la mayoría de las veces es a través de cirugías en la zona genital. Existen organizaciones que apoyan a estas personas y luchan día a día para que se visibilicen, que se sepa de estas circunstancias por las cuales pasan, para que en algún futuro esas mutilaciones dejen de existir. Además, se debe dar un especial énfasis en la Educación Sexual Integral, para informar y educar a las personas desde que son pequeños para que al momento de la adolescencia les sea mas ameno, seguro y sencillo el recorrido por su sexualidad y por la vida en general. En este punto consideramos que es de extrema importancia el rol que toman los profesionales de la salud y los educadores en las instituciones de aprendizaje, ya que deben guiarlos y acompañarlos durante todo momento con las herramientas adecuadas. 12 Bibliografía Cabral, M. (2013). Pensar la intersexualidad hoy. Alternativas: revista de análisis y reflexión teológica, 45, 169-176. Maffia, D. (2008). Lo que no tiene nombre. Instituto Interdisciplinario de Estudio de Género: Universidad de Buenos Aires. Recuperado de: http://dianamaffia.com.ar/archivos/Lo-que-no-tiene-nombre.pdf Butler, J. (2002). Cuerpos que importan: sobre los límites materiales y discursivos del sexo (1ª ed.) Buenos Aires: Paidós. https://outrightinternational.org/sites/default/files/Declaracion_ONU_2008_or ientacion_sexual_identidad_genero.pdf Argentina. Ministerio de Justicia y Derechos Humanos. Instituto Nacional contra la Discriminación, la xenofobia y el racismo. (2016). Intersexualidad. (1ª ed.) Ciudad Autónoma de Buenos Aires. https://articulos.uno.com.ar/me-llamo-willy-soy-intersexual-y-te-cuento-mihistoria-️-12aea31139ae Marina, Mirta. (2018). Educación Sexual Integral para la educación secundaria, contenidos y propuestas para el aula. Ministerio de Educación de la Nación Argentina (1ª ed.) http://inadi.gob.ar/contenidos-digitales/producto/intersexualidad/ 13