Subido por Marcelo Sdb

El Camino de la cruz por P. Sergio Checchi, SDB

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(DIAPO 1) Via Crucis viernes Santo. Perez Zeledón
(DIAPO 2)
Introducción: Nosotros, cristianos, somos conscientes de que el vía crucis del Hijo
de Dios no fue simplemente el camino hacia el lugar del suplicio. Creemos que cada
paso del nuestro Señor, cada gesto o palabra suya, así como lo que vieron e hicieron
todos aquellos que tomaron parte en este drama, nos hablan continuamente. En su
pasión y en su muerte, Cristo nos revela también la verdad sobre Dios y sobre el
hombre.
Hoy queremos reflexionar con particular intensidad sobre el contenido de aquellos
acontecimientos, para que nos hablen con renovado vigor a la mente y al corazón, y
sean así origen de la gracia de una auténtica participación. Participar significa tener
parte. Y ¿qué quiere decir tener parte en la cruz de Cristo? Quiere decir experimentar
en el Espíritu Santo el amor que esconde tras de sí la cruz de Cristo. Quiere decir
reconocer, a la luz de este amor, la propia cruz. Quiere decir cargarla sobre la propia
espalda y, movidos cada vez más por este amor, caminar... Caminar a través de la vida,
imitando a Aquel que «soportó la cruz sin miedo a la ignominia y está sentado a la
diestra del trono de Dios» (Hb 12,2).
Este día nos dejaremos ayudar de las reflexiones del P. Sergio Checchi, salesiano. En
lugar de decir cosas de Jesús, vamos a dejar hablar al mismo Jesús, interpretando lo
que él pudo sentir en cada estación.
(DIAPO 3)
En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén
ORACIÓN
(D 4)
Primera Estación - “Jesús es injustamente condenado a muerte”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
He pasado haciendo el bien a todos; pero ellos me condenan a muerte. He abierto los
ojos al ciego, he limpiado la piel del leproso, he saciado el hambre de los pobres; pero
ellos me condenan a muerte. He tratado con bondad al pecador, he enseñado la verdad
a todos, la verdad que hace libres; pero ellos me condenan a muerte. Así son de injustos
los juicios humanos.
Padre, mi corazón se siente aplastado por la ingratitud; pero no les tengas en cuenta
este pecado, que es fruto más de ignorancia, cálculos y prejuicios, que de maldad. Yo
les había dicho: No juzguen y no serán juzgados; pero ellos, en su ceguera, han llegado
a juzgar a su propio Juez.
Acepto con amor este juicio injusto, al fin y al cabo tan esperado, para que en esta vida
se vean libres de la manía de juzgar y condenar a sus semejantes, y en la otra se vean
libres de la sentencia condenatoria del Juicio.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Segunda Estación - “Cargan la cruz sobre los hombros de Jesús”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Gracias, Padre, por esta cruz, esperada y amada. Es tosca, es pesada para estos hombros
llagados por los azotes; pero, aceptada con amor, se me hace yugo suave y carga ligera.
Los hombres me la imponen como vergonzoso patíbulo de malhechores, para
humillarme; yo haré de ella instrumento de redención y liberación, para levantarlos de
su postración y ennoblecerlos. Ellos me la cargan para darme la muerte; yo la abrazo
para darles la vida.
Padre mío, yo quisiera con el peso de esta cruz aliviar la cruz del dolor de tantos
enfermos, de tantos esclavos, de tantos hambrientos, de tantos sumidos en el vicio;
quisiera cargar sobre mis hombros el peso de toda la humanidad. Haz que los hombres,
movidos por mi ejemplo, se ayuden unos a otros a soportar sus cargas.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Tercera Estación - “Jesús cae por primera vez bajo el peso de la cruz”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Realmente la cruz está pesada. Casi no puedo más. Es que no es sólo la madera lo que
pesa. Esos insultos que oigo de la gente grosera, esas palabras hipócritas con que
quieren los escribas justificar su actuación, esa indiferencia con que me miran muchos,
el abandono de quienes por tres años han comido conmigo y a quienes he llamado
amigos, la ingratitud que hay detrás de todo eso…
Padre, todo eso pesa; casi estoy desanimado, como anoche en el huerto. Pero quiero
levantarme y seguir, porque no puedo dejar a medias el sacrificio de amor que he
empezado.
Cuántos discípulos míos, más tarde, necesitarán ver este ejemplo mío de fortaleza,
cuando en el extremo de la resistencia se sientan tentados de abandonar la fidelidad a
su matrimonio, a su sacerdocio, a sus compromisos religiosos, a tus mandamientos,
Padre.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Cuarta Estación - “Jesús encuentra a su santísima Madre”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
¡Hola, mamá! ¿Qué tal estás? ¿Lloras? Siento mucho tener que causarte este dolor. Lo
siento mucho. Realmente no ha sido por mi culpa, tú lo sabes. Les he hecho todo el
bien que me ha sido posible. He tratado de cumplir con responsabilidad la misión que
el Padre me había confiado. Tú misma me enseñaste a ser así: a guardar la voluntad del
Padre y a amar a todos.
Ahora sufres; pero estoy seguro de que en el fondo te sientes contenta, ¿no es verdad?
Y de que sigues queriéndolos como hijos: ahora es cuando más te necesitan.
Yo sigo mi camino. Acompáñame con tu dolor, con tu comprensión, con tu cariño: ¡me
hace tanto bien!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Quinta Estación - “Simón de Cirene ayuda a Jesús a llevar la cruz”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Gracias, buen hombre. Ya me sentía desfallecer. Ahora me siento aliviado.
Verdaderamente, tú al principio consideraste este encuentro conmigo como un
desdichado contratiempo, tu detención como un abuso de autoridad, esta cruz como un
madero infamante. Luego, al encontrarse tus ojos con los míos, tu evidente desagrado
se fue transformando en compasión, en servicio humanitario, en colaboración aceptada
con amor. Ahora ya comprendes el plan de Dios: es Él quien te puso sobre mi camino,
porque te quiere.
Hoy, con este compasivo servicio que me has prestado, ha entrado la salvación a tu
casa: tus hijos Alejandro y Rufo serán mis discípulos, tu nombre será recordado hasta
el fin de los tiempos, y este gesto tuyo servirá de ejemplo para tantas almas generosas
que se dedican a aliviar a sus hermanos, miembros míos dolientes, en sus necesidades
materiales y espirituales. ¡Gracias, Simón!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Sexta Estación - “La Verónica limpia el rostro de Jesús”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Gracias, buena mujer. Simón alivió mi cuerpo, tú alivias mi alma. En medio de tanta
insensibilidad e ingratitud, es delicada y noble tu gratitud por haberte yo curado en
Cafarnaúm de tu flujo de sangre; en medio de tanta cobardía y respeto humano, es
heroico y atrevido tu gesto de abrirte paso y llegarte a mí para ofrecerme este religiosos
servicio.
Ves qué desfigurado y sucio está mi rostro. Dichosa tú que has sabido reconocerme
tras estas apariencias. Tu ejemplo seguramente servirá a muchos para que en sus
hermanos pobres sepan ver y servir a mi misma persona. Dichosa tú porque no te has
avergonzado de mí y me has confesado delante de los hombres; yo también un día te
confesaré delante de mi Padre del Cielo. Llévate una prenda de mi gratitud, llévate mi
rostro impreso en ese lienzo. Gracias, buena mujer.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Séptima Estación - “Jesús cae por segunda vez bajo el peso de la cruz”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Padre mío, ya no tengo fuerzas. El camino es largo, la marcha es lenta, la cruz pesada.
Dame una mano, ayúdame a levantarme, que estoy solo. La gente alrededor no
comprende el misterio de mi amor, sólo están de curiosos. Me vuelven a la mente todas
las escenas de anoche en el huerto cuando sudé sangre; me parece que todo este
sacrificio va a ser inútil¸ que los hombres no comprenderán mi mensaje y que seguirán
en sus pecados.
Pero no, Padre. Quiero levantarme y seguir mi camino. Mi fidelidad hasta la muerte
es condición para que ellos también, muchos, se levanten de sus vicios, se despierten y
reaccionen ante sus actitudes en que se han fatalmente instalado.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Octava Estación - “Jesús encuentra a las piadosas mujeres”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Buenas mujeres, les agradezco mucho esta expresión de su amor. Acepto esas lágrimas
sinceras, brotadas de la fe. Pero atentas, traten de ir al fondo del significado de las
cosas. Mi rostro desfigurado, mi caminar vacilante, mi sufrimiento, la sentencia de
muerte que pesa sobre mí, son sólo el efecto.
Pero, pregúntense, ¿cuál es la causa? ¿Por qué se llegó a este extremo? ¿No son acaso
los pecados? El legalismo, la autosuficiencia, los prejuicios, el orgullo, el desprecio de
los demás, la envidia, el odio ciego, la estrechez de corazón. Eso, todo eso hay que
llorar.
Que mi Padre les conceda comprender esas cosas, para que este dolor las lleve a un
celo auténtico: el de luchar contra el pecado, raíz de todo mal.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Novena Estación - “Jesús cae por tercera vez bajo la cruz”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Ahora sí, ya no más, a pesar de los azotes que me dan para que me levante; ya no más.
El sendero es empinado y pedregoso, fácilmente uno resbala; la cruz la siento siempre
más incómoda, dura, insoportable. Pero, sobre todo, miro al futuro.
Siento que sobre mí pesa todo el mundo y sus pecados. Veo a aquellos jóvenes
aplastados por el peso de las tentaciones: acosados, empujados, arrastrados para que
caigan en el mal. El interés comercial de individuos sin escrúpulos, el mal ejemplo de
los adultos, la invitación de los amigos, la publicidad sucia, la costumbre, la moda, el
respeto humano, las burlas, los prejuicios, el atractivo del placer…: todo, todo los
acobarda, los aturde, y caen. Y no pueden levantarse, están con el rostro en el polvo,
esclavos. Pero ¿cómo pueden levantarse, si yo no me levanto?, ¿quién les dará la
fuerza, si yo no sigo fiel a mi entrega hasta la cruz?
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Decima Estación - “Jesús es despojado de sus vestiduras”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Me lo han quitado todo: Han dejado al descubierto mi cuerpo llagado. Es la hostia para
el sacrificio. Ya no tengo nada mío: pobre nací y pobre muero: tú me bastas, Padre.
Ahora todo está listo. Me dan, compasivamente, vino mezclado con mirra, para que no
sienta el dolor. Así hacen los hombres: no quieren sentir dolor; y evaden, evaden: con
el licor, con las drogas, con las diversiones, con los viajes de placer, con ciertos
espectáculos, con mil inventos fatuos. Quieren olvidar. Y así pierden una preciosa
ocasión para reflexionar, para recapacitar, para entrar en sí mismos y madurar. Les
haría mucho bien.
Padre mío, yo quiero sufrir con plena conciencia y lucidez el tormento de la cruz;
quiero ofrecértelo con todo amor a Ti a favor de los hombres, para que ningún
espejismo los engañe.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Undécima Estación - “Jesús es clavado en la cruz”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Padre mío, perdónalos, porque no saben lo que hacen. Estos clavos desgarran mis
venas, mis nervios, y hacen crujir mis huesos. Estos martillazos retumban en mis oídos.
Estoy sufriendo mucho. Todo el cuerpo se rebela. Pero, aunque los clavos no me
sujetaran a la cruz, mi amor a los hombres me ataría a ella indisolublemente. Desde
hoy yo y la cruz formaremos una sola cosa: no se me podrá encontrar sino clavado en
ella.
Para los Griegos será necedad, para los Judíos escándalo; pero para los que creen,
será tabla de salvación, la única. Y ahora alivia, Padre, por mi sufrimiento, el
sufrimiento de todos aquellos que están clavados en una cama de hospital, en una silla
de inválidos, en la mesa del trabajo, en el puesto de deber. Y como con mi amor he
transformado el sentido de esta cruz, concédeles a ellos transformar sus cruces en
expresión de amor.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Duodécima Estación - “Jesús muere en la cruz”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has abandonado? ¿Por qué no me respondes? ¿Por
qué te quedas lejos? Me siento solo, solo. Mi garganta está seca: ¡tengo sed! Pero más
sed siente mi corazón de amistad, de correspondencia. Soy como la serpiente que
Moisés levantó en el desierto: quien me mira con fe, se salva. Pero qué pocos me miran
con fe: lo hizo este amigo de la derecha, y hoy mismo lo llevaré conmigo al Paraíso;
pero muchos otros siguen insultándome, provocándome a que baje de la cruz. No debo
bajar; quiero entregarme hasta el final.
Padre, estoy suspendido entre el cielo y la tierra, punto focal del universo y de la
historia: atrae hacia mí a todos los hombres, derriba todos los muros de separación; que
en mí reencuentren la unidad perdida por el pecado. Acepta la vida del pastor por la de
las ovejas; la del hermano que se entrega libremente por sus hermanos.
¡Padre, en tus manos pongo mi espíritu!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Decimotercera Estación - “Jesús es bajado de la cruz”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Aquí me tienes, mamá. Como el hijo que vuelve de la guerra, como el hijo que vuelve
a la tarde polvoriento del trabajo. Cansado, ensangrentado, pero victorioso. Debes estar
orgullosa de tu Hijo: he sido fiel a la misión que mi Padre me había confiado. Yo
también estoy orgulloso de ti: te has portado como los valientes bajo la cruz, has sido
fuerte; has sido generosa; has ofrecido al Hijo de tus entrañas por esos otros
innumerables hijos tuyos, desorientados como pródigos por los caminos del mundo.
Ahora yo me voy al Padre; un día te llevaré conmigo. Entre tanto, cuida a esos mis
hermanos: ahora es cuando más necesitan de tus cuidados maternales. ¡Adiós, mamá!
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
Decimocuarta Estación - “Jesús es depositado en el sepulcro”
V. Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos.
R. Pues por tu santa cruz redimiste al mundo
Todo está cumplido, Padre. He anunciado tu nombre a mis hermanos. Ahora vengo a
tu descanso. En el mundo se ha ocultado el Sol; pero no es más que un ocaso de tres
días. Luego estallará la aurora y una gran luz brillará definitivamente en el cielo de la
humanidad, para iluminar y orientar cada vida de hombre que viene a este mundo.
Ya no quedarán huérfanos; ya definitivamente tendrán una puerta, un camino y un
Pastor; no les faltará agua viva y pan del cielo. He aquí que comienzo a hacer nuevas
todas las cosas, porque mi victoria sobre el pecado, el mal y la muerte, ha sido
decretada irrevocablemente y ya ha empezado.
¡Gracias, Padre! Tus planes son siempre magníficos.
Padrenuestro, Avemaría y Gloria.
Jesús, pequé: Ten piedad y misericordia de mí
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(En la siguiente página encontrarás unas sugerencias sobre cómo realizar el Vía Crucis)
Posible esquema
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Una estrofa de un canto penitencial (por ejemplo, “Vengo ante ti, mi Señor”).
Una breve oración introductoria, pidiendo al Señor que nos disponga a seguirlo en su
Pasión, imitando sus ejemplos de humildad, paciencia y perdón.
Antes de cada estación:
- El que dirige: “Te adoramos, oh Cristo, y te bendecimos”
- Todos: “Porque con tu santa Cruz has redimido el mundo”
El que dirige enuncia la Estación: “Primera Estación: Jesús es condenado a muerte”.
Y en seguida el Lector lee la reflexión correspondiente. La leerá con verdadero arte,
sin prisa, haciendo suyos los sentimientos del mismo Jesús.
Al final de cada estación, después de un instante de silencio reflexivo:
- El que dirige: “Cristo dio su vida por nosotros”
- Todos: “También nosotros debemos dar la vida por los hermanos”
Al caminar hacia la siguiente estación, es bueno cantar otra estrofa del canto
penitencial.
Al final de las catorce estaciones, conviene una breve oración conclusiva y el saludo
de despedida.
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