1 LA PLANEACIÓN URBANA DE LAS ZONAS METROPOLITANAS Joaquín Segarra Idiazábal Las llamadas Zonas Metropolitanas pueden definirse como el resultado de la agregación, por crecimiento territorial indiscriminado, de dos o más centros de población. En su mayoría, a partir de ciudades hoy medianas y grandes generadas en nuestro país antes del siglo XIX. En ellas, como en ningún otro lugar, es donde mejor se manifiestan la diversidad y la idiosincrasia ciudadana, y donde con más frecuencia se da la máxima paradoja urbana. Aquí se encuentran algunos de los más excelsos valores ciudadanos; es donde mejor suele sintetizarse el temperamento urbano, tanto de las ciudades mismas (en su aspecto morfológico) como de sus habitantes; pero es, también, donde más se pierden las particularidades que dan carácter e identidad a la urbe y sus habitantes. Como ocurre en otros muchos ámbitos urbanos -sobre todo en los últimos lustros- las zonas metropolitanas se han visto sometidas al embate constante y avasallador de fuerzas políticas y –especialmente- económicas, sustentadas en intereses personales las unas y en la especulación inmobiliaria las otras. Veracruz y su zona de influencia no son ajenos al fenómeno. Si en los inicios de los cincuentas se inicia una tímida expansión de la ciudad hacia el sur, es a partir de la década de los sesentas cuando empieza a experimentar un crecimiento acelerado que, desde esos años, lo une físicamente –en el aspecto urbanocon el municipio de Boca del Río (aunque no aún con su cabecera municipal). Para la década de los años ochenta, la especulación urbana y la acción incontrolada de fraccionadores (o desarrolladores urbanos, como prefieren llamarse a sí mismos) extienden indiscriminadamente la mancha urbana más allá de sus tradicionales límites físico-geográficos (dunas hacia el poniente, vías de ferrocarril hacia el norte, pantanos y otros humedales hacia el suroeste), y la zona crece de manera inusitada. A partir de los años noventa, y hasta la fecha, el proceso continúa sin una planeación y un control efectivos, generando un crecimiento territorial anárquico y, por ende, una fragmentación –y sedimentación social- del fenómeno urbano. Se trata, evidentemente, de un proceso recurrente en el que los recursos y la acción pública, por sí solos, siempre serán insuficientes para remediar los problemas. Para entender y tratar de explicar este complejo proceso, es necesario analizar varios factores. Entre los más importantes: ___________________________________ Joaquín Segarra Idiazábal ___________________________________ 2 • • • • • • la falta de planeación urbana adecuada, o bien, una planeación parcial, incompleta, generalmente a muy corto plazo y, muchas veces, fundamentada en intereses privados el trazo y construcción de vialidades primarias sin considerar apropiadamente las consecuencias que en la orientación del crecimiento urbano producen; de hecho, en muchas ocasiones, esas vialidades se hacen pasar por terrenos previamente adquiridos por promotores particulares, a partir de criterios de especulación el “libre juego” del mercado del suelo urbano en el que la oferta, a partir de la adquisición de enormes extensiones de terrenos de bajo costo, se genera en lugares alejados –y casi siempre inconexos- de la mancha urbana existente las presiones sociales de importantes grupos poblacionales que, manipulados por intereses económicos –y eficaces campañas publicitarias- buscan obtener una vivienda –no importa dónde- como “patrimonio” y como imagen de posición social el fenómeno de las “invasiones”, a veces espontáneas (las menos), a veces simuladas, a veces planeadas y concertadas, de predios rurales que forzadamente incorporan al mercado inmobiliario terrenos sin infraestructura ni servicios (y que en muy corto plazo se convierten en focos de presión social que los demandan) la irresponsabilidad –y a veces corrupción- de funcionarios que toleran y autorizan la construcción de nuevos asentamientos en zonas inadecuadas, de riesgo o de reserva ecológica Esporádicamente aparecen ciudadanos y grupos de ciudadanos genuinamente preocupados por esta situación, los cuales, de diferentes maneras, han tratado de evitar ese deterioro; a veces, es cierto, con visiones un tanto limitadas de los problemas y de sus posibles soluciones, pero ciertas, sin lugar a dudas. Muchas de esas ideas e iniciativas, sin embargo, pueden y deben ser rescatadas e integradas en la planeación urbana, pues representan una parte importante de la vox populi que busca, sinceramente, devolver a sus conciudadanos (y, en general, a quienes por una u otra causa usan las ciudades) su derecho a disfrutar de la historia, la belleza y el orgullo que en sus calles, muros y plazas aún se conserva. Quizás el factor más importante sea la antes mencionada falta de verdadera participación ciudadana en los asuntos de la ciudad, hecho que resulta altamente revelador de una situación latente y poco tomada en cuenta; incluso, ocultada o soslayada. El no considerar al ciudadano en las decisiones que atañen a su ciudad es un mal secular en México cuyo origen debe buscarse, tal vez, en herencias prehispánicas de poder absoluto y, más actualmente, en razones económico-políticas utilizadas por grupos económicos de poder y personajes a cargo de gobiernos citadinos, que a veces son los mismos. La pasividad, por su parte, obedece, en buena medida, a razones históricas. En el pasado, y durante muchos siglos, la gente se interesó por su ciudad; aunque se tratara a veces de grupos dominantes, expresaban su propio interés por el aspecto morfológico -y social- de su entorno, que consideraban en última instancia como algo propio de todos. Esta situación, que no ha desaparecido todavía en muchas de ___________________________________ Joaquín Segarra Idiazábal ___________________________________ 3 nuestras actuales ciudades pequeñas y medianas, sin embargo, está decayendo ocasionada por la ya mencionada fragmentación urbana. Poco a poco se ha pasado a tener una actitud de indiferencia, alimentada también por la ya extendida costumbre de delegar -por desidia, pereza o comodidadintereses colectivos y funciones en representantes políticos, sociales, laborales, etc., quienes no siempre cumplen cabalmente su encargo, o se involucran en prácticas de corrupción; y en peritos, técnicos y expertos que no contemplan o entienden cabalmente1 los intereses comunitarios. Pocas son las veces en las que el ciudadano común tiene la oportunidad de participar en la planeación de su ciudad, pero cuando lo intenta, casi nunca es tomado en cuenta. Como bien dice el respetado sociólogo francés Henri Lefebvre: “Se le evoca, se le invoca, pero casi nunca se le convoca...", salvo quizás, cuando se le necesita para legitimar acciones o respaldar decisiones políticas tomadas de antemano. Solucionar los problemas de las zonas metropolitanas requiere del concurso de todos. Es necesario sentarse a una mesa de análisis, colectiva e incluyente, de discusión y propuestas -sobre todo propuestas ciudadanas- para llegar, de manera consensuada, a soluciones viables a corto, mediano y largo plazo; plantearse qué ámbito urbano se quiere en el futuro -cercano y lejano- para los nuestros, para otros conciudadanos, para quienes nos visitan, para todos; y actuar en consecuencia. Las coincidencias siempre serán más que las diferencias; los puntos de interés común siempre serán más que las divergencias. Los tres sustentos fundamentales para lograr el éxito son simples y están a nuestro alcance: la ya mencionada participación ciudadana, la información y la honestidad. Participación ciudadana amplia y verdaderamente responsable, comprometida socialmente y representativa (y no de grupos de poder o de cuates del gobernante en turno); información veraz, completa, oportuna y accesible a todos y en todo tiempo; y, por encima de todo, honestidad -en funcionarios, en representantes sociales, en ciudadanos- que sirva de freno, se oponga y combata a la más terrible y enquistada enfermedad de nuestra sociedad: la corrupción. Las acciones para una recuperación social, económica y política plena de las zonas metropolitanas tienen que ir más allá de poner luminarias, retirar ambulantes o construir vialidades para los automóviles. La estrategia debe partir de una concepción integral que analice causas y efectos, atacando y erradicando aquellos y no simplemente pretendiendo subsanar éstos. Si lo que se quiere es, por ejemplo, liberar áreas urbanas de la presencia de vendedores ambulantes, no basta con reubicarlos (ya sabemos que en plazos muy cortos, casi inmediatamente, aparecen otros); hay que atender y remediar las causas económicas que propician el fenómeno. Si lo que se quiere es generar ambientes urbanos agradables, no basta con pintar fachadas o colocar luminarias. 1 Habría que cuestionar aquí qué se les enseña a esos técnicos, peritos y expertos, y con qué criterios... ___________________________________ Joaquín Segarra Idiazábal ___________________________________ 4 Devolver el espacio público (la ciudad toda) a la gente, lograr que lo use más por gusto que por obligación, no es cuestión de obra pública de “relumbrón”, ni de resanes y pintura. Es cuestión de propiciar y alentar la organización ciudadana para que sean los habitantes y usuarios de las ciudades, junto con los gobernantes, los que decidan qué hacer, dónde y cuándo. Y juntos, cumplir las metas propuestas. No es tiempo de esperar para las zonas metropolitanas –ni siquiera para las ciudades medias o pequeñas- dádivas oficiales de fuentes, plantas de ornato o calles pavimentadas, de obra pública inconexa o parcial a cambio de reconocimiento o votos; no es tiempo –ni ético tampoco- el publicitar la obra pública como logros de una administración cualquiera, ni de promoverse políticamente como individuos tomándola como sustento. Es tiempo, sí, de la realización de obra pública útil y planeada, como obligación de las autoridades y corresponsabilidad de la ciudadanía, y del reconocimiento a una administración que se lo haya ganado con el cumplimiento del deber. Pero llegar a ello no es fácil, ni inmediato. Implica desprenderse de prejuicios y extirpar intereses personales, y de hacer uso de enormes dosis de buena voluntad y creatividad. Requiere de convencerse, de convencernos todos que si las acciones que se emprendan benefician –en primera instancia- a los menos favorecidos económica y socialmente, y a nosotros, a la ciudad en su conjunto, por consecuencia lógica e inevitable, a todos nos irá bien, o aún mejor. No olvidemos que una buena situación económica generalizada ayuda, entre otros asuntos importantes, a generar fuentes de trabajo, a mejorar los ingresos, a disminuir la pobreza y la delincuencia y, consecuentemente, a tener una mejor ciudad, sin importar su tamaño. Es deber y tarea de nuestras autoridades y representantes –en todos los niveles políticos y administrativos- propiciar y alentar esa participación ciudadana, esa información, esa honestidad; pero lo es también, fundamentalmente, de la ciudadanía, organizándose y buscando y reclamando espacios para ejercerlas responsablemente. Es tiempo de regresar a diseñar, a gobernarla y a administrar colectivamente la ciudad. De pensarla a futuro y actuar en consecuencia. De planearla adecuadamente y de que cada cual haga lo necesario para vivir mejor todos. ___________________________________ Joaquín Segarra Idiazábal ___________________________________