II Guerra Mundial y Guerra Fría (1939-1958) Al Papa Pío XII le toco vivir en los primeros años de su pontificado los horrores de la II Guerra Mundial. Él no escribió ninguna encíclica propiamente sobre el tema social, pero, al contrario, pronunció muchos discursos y envió mensajes radiales donde pudo exponer y analizar una riquísima doctrina de carácter social. En tiempos de guerra, cuando el correo se hace muy dificil de organizar y hacerlo llegar a sus destinatarios, el Papa, con gran sabiduría, supo aprovechar la Radio Vaticana para hablar directamente a los fieles católicos y a los hombres de buena voluntad, y darles las orientaciones fundamentales para construir la anhelada paz. Al finalizar la guerra en 1945, Pío XII se enfrentó a otra guerra, la llamada Guerra Fría, que creó un ambiente de desconfianza entre las potencias vencedoras, favoreció el ejercicio del espionaje, e hizo vivir a la humanidad en el temor de una catástrofe nuclear, por el desmedido apetito de poder de los bloques enfrentados. Durante la guerra fueron muy orientadores los discursos y los radiomensajes de Navidad que pronunció en italiano pero que iban dirigidos a toda la Iglesia: 4.1 Discurso "La solennitá" En medio del conflicto bélico Pío XII quiso hacer memoria significativa del 50° aniversario de la publicación de la Rerum novarum, y pronunció, el 1 de junio de 1941, su famoso discurso La Solennitá en el cual afirmó que la Rerum novarum es la Carta magna de la actividad social cristiana. De este documento son los siguientes planteamientos: «Todo hombre, como viviente dotado de razón, tiene de hecho, por naturaleza, el derecho fundamental de usar los bienes materiales de la tierra aunque se haya dejado a la voluntad humana y a las formas jurídicas de los pueblos el regular más particularmente su realización práctica»". «La riqueza económica de un pueblo no consiste propiamente en la abundancia de bienes medida según el cómputo mera y estrictamente material de su valor, sino más bien en que tal abundancia represente y ofrezca real y eficazmente la base material suficiente para el debido bienestar personal de sus miembros»". 4.2 La posguerra y la guerra fría Después de la guerra vino la reconstrucción de Europa. Fue una época que vio el ascenso del totalitarismo comunista en la Unión Soviética y en los países satélites del este de Europa. Se construyeron, así, dos bloques de países separados por "la cortina de hierro": el este comunista con regímenes totalitarios, y el oeste europeo junto con Estados Unidos y Canadá que buscaban organizarse democráticamente. Todos estos países fueron los protagonistas de la guerra fría. En el terreno social, Pío XII continuó, durante estos años, con un fecundo magisterio social en discursos y radiomensajes; magisterio que supo recoger Juan XXIII en sus encíclicas sociales. Sería muy largo analizar los innumerables discursos de contenido político y social que Pío XII dirigió, entre 1945 y 1958, a diversidad de grupos que acudían al Vaticano para recibir sus orientaciones, y los mensajes que envió para conmemorar acontecimientos importantes en diversos países. Presento, solamente, unos pocos textos de su fecundo magisterio: Después de casi año y medio de finalizada la guerra, todavía no se encuentran los medios que aseguren una paz estable y duradera: "La profunda postración en que la horrible guerra ha sumido a la humanidad, exige imperiosamente ser superada y curada por medio de una paz moralmente elevada e indiscutible, que enseñe a las futuras generaciones a desterrar todo espíritu de violencia brutal y a dar a la idea del derecho la primacía que inicuamente le había sido arrebatada” Cuando era ya un hecho comprobado, la persecución religiosa y concretamente a la Iglesia católica en la Unión Soviética y en los países satélites, el Papa lo deplora con tristeza: «Las duras pruebas que la Iglesia ha sufrido con motivo de la guerra y de la posguerra, las dolorosas pérdidas y los graves daños que la han afligido, tan solo han conseguido hacer más vigorosa y alentadora su energía y su fortaleza... En todos los pueblos donde profesan la fe católica equivale, en realidad, a sufrir persecuciones; se han encontrado y se encuentran siempre millares de valientes que, impávidos en medio de los sacrifi-cios, de las proscripciones y de los tormentos, intrépidos ante las cadenas y ante la muerte no doblan su rodilla ante el Baal del poder y de la fuerza bruta»". Pocos días después de la aprobación por la ONU de la Declaración Universal de los Derechos Humanos (10 de diciembre de 1948), el Papa manifiesta su complacencia por tal acto: «El cristiano católico, convencido de que todos los hombres son prójimo suyo y de que todos los pueblos son miembros, con igualdad de derechos, de la familia de las Naciones, se asocia de todo corazón a aquellos generosos esfuerzos, cuyos primeros resultados pueden ser muy modestos y cuyas manifestaciones chocan frecuentemente con fuertes oposiciones y obstáculos, pero que tienden a sacar a cada uno de los Estados de la estrechez de una mentalidad egocéntrica, mentalidad que ha tenido una parte preponderante en la responsabilidad de los conflictos del pasado y que, si no fueses finalmente vencida o a lo menos refrenada, podría conducir a nuevas conflagraciones, tal vez mortsales para la civilizacion humana» Para que los católicos sean elementos positivos en la construcción de una nueva sociedad, el Papa manifiesta su confianza en la efectividad de los planteamientos de la DSI: «Un buen número de hombres, industriales, católicos y no católicos, han declarado expresamente en muchas ocasiones que la doctrina social de la Iglesia —y solamente ella— es la que puede proporcionar los elementos esenciales para una solución de la cuestión social. Pero es cierto que la práctica y la aplicación de esta doctrina no puede ser obra de un día. Su realización exige de todos los participantes una cordura clarividente y previsora, una fuerte dosis de sentido común y de buena voluntad. Ella les exige, sobre todo, una reacción radical contra la tentación de buscar cada uno su propio provecho a costa de los demás participantes —cualquiera que sea la naturaleza y la forma de su participación— y en detrimento del bien común. Ella requiere un desinterés tal, que sólo pude inspirarlo una auténtica virtud cristiana sostenida por la ayuda y la gracia de Dios». El Papa dirige también su mirada a la organización de la sociedad moderna, sociedad que se va poco a poco fraguando durante la posguerra y alerta a los católicos sobre los peligros de la "despersonalización": «En no pocas naciones, el Estado moderno se va convirtiendo en una gigantesca máquina administrativa. Extiende sus manos sobre casi toda la vida: la escala completa de los sectores político, económico, social, intelectual, hasta el nacimiento y la muerte, quiere que sea materia de su administración. No es, pues, de maravillar que en este clima de lo impersonal, que tiende a penetrar en toda la vida y a envolverla, el sentimiento del bien común se embote en la conciencia de los individuos, y que el Estado piada cada vez más el carácter primordial de una comunidad moral de ciudadanos. Y así se explica el origen y el punto de partida de la corriente que arrastra al hombre moderno a un estado de angustia: su despersonalización. Se le ha quitado en gran parte el rostro y el nombre; en muchas de las más importantes actividades de la vida ha quedado reducido a mero objeto de la sociedad, porque ésta, a su vez, se ha transformado en un sistema impersonal, en una fría organización de fuerzas»". Con la muerte del papa Pío XII en 1958 se cierra un capítulo importante de la vida de la Iglesia católica. Su sucesor'', el papa Juan XXIII, le va a dar un giro total a la vida interna de la Iglesia y a su relación con la sociedad, como se verá más adelante. Lectura para la reflexión personal «Cuarenta años después de la Resum novarum, cuando el desarrollo de la sociedad industrial había llevado ya una enorme y siempre creciente concentración de fuerzas y de poder en el mundo económico-social y encendido una cruel lucha de clases, Pío XI sintió el deber y la responsabilidad de promover un mayor conocimiento, una más exacta interpretación y una urgente aplicación de la ley moral reguladora de las relaciones humanas en ese campo, con el fin de superar el conflicto de clases y llegar a un nuevo orden social basado en la justicia y en la caridad. Dada esta atención al nuevo contexto histórico, su encíclica Quadragesimo anno aporta novedades: ofrece una panorámica conjunta de la sociedad industrial y de la producción; subraya la necesidad de que tanto el capital como el trabajo contribuyan a la producción y a la organización económica; establece las condiciones para el restablecimiento del orden social; busca un nuevo enfoque de los problemas surgidos, para afrontar los "grandes cambios" ocasionados por el nuevo desarrollo de la economía y del socialismo; no duda en tomar posición sobre los intentos, realizados en aquellos años, por superar con el sistema corporativista la antinomia social, mostrándose favorable a los principios de solidaridad y de colaboración que lo inspiraban, pero advirtiendo que la falta de respeto a la libertad de asociación y de acción podía comprometer el éxito deseado. En su largo pontificado, Pío XII no escribió ninguna encíclica social. Pero, en total continuidad con la doctrina de sus predecesores, intervino con autoridad, en los problemas sociales de su tiempo con numerosos discursos. Entre éstos son especialmente importantes los radiomensajes en los que precisó, formuló y reivindicó los principios ético-sociales orientados a promover la reconstrucción tras las ruinas de la Segunda Guerra Mundial. Por su sensibilidad e inteligencia para captar los "signos de los tiempos", Pío XII puede ser considerado como el precursor inmediato del concilio Vaticano fi y de la enseñanza social de los Papas que le han sucedido. Los puntos de la Doctrina Social que mejor concretó y los problemas de su tiempo a los que mejor aplicó dicha doctrina fueron los siguientes: el destino universal y el uso de los bienes; los derechos y deberes de los trabajadores y de los empresarios; la función del Estado en las actividades económicas; la necesidad de la colaboración internacional para llevar a cabo una mayor justicia y asegurar la paz; el restablecimiento del derecho como regla de las relaciones entre las clases y entre los pueblos; el salario mínimo familiar. En los años de la guerra y de la posguerra el Magisterio Social de Pío XII representó para muchos pueblos de todos los continentes y para millones de creyentes y de no creyentes la voz de la conciencia universal interpretada y proclamada en íntima conexión con la Palabra de Dios. Con su autoridad moral y su prestigio, Pío XII llevó la luz de la sabiduría cristiana a un número incontable de hombres de toda categoría y nivel social, a gobernantes, hombres de la cultura, profesionales, empresarios, dirigentes, técnicos y obreros. Con el deseo de ratificar la tradición de la Rerum novarum trabajó por la formación de una conciencia ética y social que inspirase la actuación de los pueblos y de los Estados. A través de él, pasó sobre la Iglesia aquel soplo del Espíritu regenerador que, como él mismo decía a propósito de la Rerum novarum, no ha cesado de derramarse benéficamente sobre la humanidad entera»". Cuestionario para la reflexión personal I. Analice cada uno de los 3 aspectos o componentes que integran la DSI. 2. ¿Qué significa que la DSI es teórica, histórica y práctica? 3. Defina el principio de solidaridad y el de subsidiariedad. 4. ¿Por qué se dice que la DSI no es una "tercera vía" entre el capitalismo liberal y el colectivismo marxista? 5. ¿Cuáles son las circunstancias o hechos que configuran la importancia de la encíclica Rerum novarum? 6. ¿Qué quiere decir Pío Xl cuando afirma que la economía capitalista "no es condenable por sí misma"? 7. Describa los tres tipos de totalitarismos que en la década de los 30 se presentaron en Europa, y cómo respondió el papa Pío Xl a ellos. 8. ¿Cómo contribuyó Pío XII a la reconstrucción de la sociedad europea después de la II Guerra Mundial? Temas para la discusión en grupo 1. El concilio Vaticano II afirmó: "La interdependencia, cada vez más estrecha, y su progresiva universalización hacen que el bien común —esto es, el conjunto de condiciones que hacen posible a las asociaciones y a cada uno de sus miembros el logro más pleno y más fácil de las propia perfección— se universalice cada vez más, e implique por ello derechos y obligaciones que miran a todo el género humano" (Constitución pastoral Gaudium et spes, 26). 2. El papa Pío XI afirmó en la encíclica Mit brennen Sorge (1937) contra el nazismo: "En vuestras regiones, venerables hermanos, se alzan voces en coro cada vez más fuertes, que incitan a salir de la Iglesia; y entre los voceadores hay algunos que, por su posición oficial, intentan producir la impresión que tal alejamiento de la Iglesia, y consiguientemente la infidelidad a Cristo Rey, es testimonio particularmente convincente y meritorio de su fidelidad al actual régimen. Con presiones ocultas y manifiestas, con intimidaciones, con perspectivas de ventajas económicas, profesionales, cívicas o de otra especie, la adhesión de los católicos a la fe —y singularmente de la de algunas clases de funcionarios católicos— se halla sometida a una violencia tan ilegal como inhumana" (Mit brennender Sorge 24).