LA CAÍDA DE CONSTANTINOPLA ENTRADA A LA ETERNIDAD DEL EMPERADOR CONSTANTINO XI S.E.R. Vladyka TEOFANO, Juan Manuel Garayalde (*) Icono de S.M.R. CONSTANTINO XI Paleólogo I – GLORIA Y OCASO DE UN IMPERIO CRISTIANO ORTODOXO. El Imperio Romano de Oriente, heredero del antiguo imperio que dominó el Mediterráneo y sus regiones aledañas, había alcanzado en diversos momentos los viejos límites del imperio pagano, habiendo sido difusor y organizador de la Cristiandad en todo el mundo, a través de la convocatoria de los Santos Concilios Ecuménicos, y de la difusión de la cultura heleno-cristiana. Hasta el siglo XI, fue el defensor de Europa contra la embestida del Islam. Sin embargo, el occidente europeo comenzó a atacar sus fronteras por lo que el imperio en algunos momentos tuvo ayuda de los pueblos normandos (“hombres del norte”, o comúnmente llamado vikingos), los cuales aprovecharon para enriquecerse y luego asestar golpes brutales contra sus antiguos aliados. Así fue lo acontecido en Italia en el siglo XI, donde los bizantinos perdieron el control de la península. La situación se complicó para el Imperio cuando el Patriarcado de Roma, rompe la comunión con el resto de los patriarcados orientales, el mismo tiempo que el papado llamaba a la guerra santa contra el Islam dejando a un lado el papel histórico del Imperio Romano de contener dicha expansión musulmana. Finalmente, el golpe de gracia lo dio la cuarta cruzada en el 1204 que entró en Constantinopla a saquearla y poner un gobierno servil a los intereses “latinos”, aquellos en comunión con el papado. A pesar de durar medio siglo la ocupación latina en Constantinopla, nunca más el Imperio Romano de Oriente volvería a recuperar sus antiguas fronteras. Ello solo favoreció la expansión del imperio otomano, que en el año 1453, aún a costa de perder casi todo su ejército, el Sultán Mehmed II se adueña de la ciudad y pone fin a más de doce siglos del mayor imperio cristiano de la Historia. Seis siglos le costarán a la Europa Romana -junto a sus diversas subdivisiones religiosas- expulsar al Imperio Otomano y reducirlo a cenizas (1923), más sin embargo, sigue bajo su poder, la ciudad de Constantinopla (hoy Estambul), como símbolo de una cristiandad condenada al olvido y al martirio. La caída de Constantinopla, sepultará a toda la cristiandad ortodoxa bajo imperios no cristianos. Sin embargo, décadas después, a finales del siglo XV, el Príncipe Ivan III de Moscú, da por terminado el vasallaje de la Horda de Oro expulsando a los mongoles a las lejanas estepas siberianas, desmantelándose la misma en 1481 cuando el Khan Ahmed es asesinado por un grupo rival. Comenzaba así a surgir Moscú, como la “Tercera Roma”, nueva esperanza de la Cristiandad Ortodoxa. II – CAMBIO DE ÉPOCA Se considera al acontecimiento de la caída del Imperio Romano de Oriente como uno de los hechos clave que da por finalizada la Edad Media, dando comienzo a la Era Moderna. En ello, coincidimos plenamente. Otro evento mencionado, es el descubrimiento de América, y con ello, la consecuente expansión de la romanidad, de la mano del Imperio Español. Poco duró el poderío de la iglesia de Roma sobre Europa. En Italia surgirá la corriente humanista, que sentará las bases de la ruptura con el cristianismo y la antigüedad. Los acontecimientos fueron escribiéndose solos: en 1517, Martín Lutero difunde sus noventa y cinco tesis de Wittenberg, produciendo el mayor cisma dentro de la iglesia romana, que alentará en siglos posteriores, el surgimiento de otra cantidad de divisiones y subdivisiones de la fe cristiana, que inundará todo occidente europeo y americano. En palabras de Nicolas Berdiaeff: “La rebelión y la protesta inherentes a la Reforma engendraron esa revolución de la historia moderna que termina en las “luces” del siglo XVIII, en el racionalismo, en la Revolución y sus últimos efectos: el positivismo, el socialismo, el anarquismo. (…) Las “luces” son el castigo temporal del Renacimiento, el rescate de los pecados del orgullo humanista, de esa autoafirmación que ha traicionado los orígenes divinos del hombre” (Nicolás Berdiaeff – “Hacia una nueva edad media” Ed. Apolo, Barcelona 1951, págs. 26 y 27). Finalmente, acontecieron tres revoluciones que transformaron el mundo conocido, sepultando para siempre en el mundo cristiano, aquellos sistemas políticos que ponían a Dios como fuente de toda razón y justicia: la Revolución Americana de 1776, la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Bolchevique de 1917. Se inicia de esta manera, el reinado del Anticristo, el apogeo del Nihilismo, el dominio de la ciencia profana y anticristiana en todos los ámbitos de los saberes terrenales. Se daba inicio a la ERA DEL PARIA, un tiempo en que los gobiernos carecen de cualquier meta, causa final; un sistema que ha “extirpado cualquier meta espiritual y trascendente” (…) “Es el Estado que idealiza el mero presente, pero comprendido como instante fugaz y placentero, el que debe ser vivido de la mejor manera sin importar lo de antes ni lo de después de uno mismo” (Marcos Ghio, "La era del paria” Ed. Heracles, Buenos Aires 2007, Págs. 22-23) Ingreso del Sultán MEHMED II, “El Conquistador” – Acontecimiento que para los historiadores marco el final de la Edad Media III – DIPLOMACIA DE LA HUMILLACIÓN La dinastía de los Paleólogos, intentó en diversos momentos de los últimos dos siglos de vida del Imperio, hallar aliados para enfrentar al enemigo islámico y por otro lado, evitar que otros principados cristianos desangraran las fronteras de su Imperio. Encontrar aliados en occidente no era empresa fácil: la cicatriz sangrante del cisma, la ocupación y saqueo de los cruzados de la capital del Imperio, hacían que dichos esfuerzos caigan en el vacío. Uno de esos intentos desesperados, tuvo como protagonista al Emperador Juan VIII, hermano del futuro Constantino XI. Aquel, en búsqueda de una cruzada que aleje a los otomanos de sus fronteras, aprovechando una crisis en la iglesia Romana, que por entonces poseía dos papas en pugna, durante la celebración del Concilio de Florencia (residencia por entonces del Papa Eugenio IV) acuerdan la unión de ambas iglesias, cediendo en su gran mayoría a las innovaciones teológicas (herejías) de la iglesia romana; como la alteración del Credo NicenoConstantinopolitano (adhesión de la filioque) y entre otros renunciamientos: el reconocimiento de la existencia del purgatorio, y la aceptación de la primacía del Papa de Roma por sobre los demás patriarcas de la cristiandad. Esta acción diplomática sólo generó rechazo en la Iglesia Ortodoxa, en los ciudadanos del imperio, y comunidades ortodoxas bajo el islam. (1) El sometimiento al concilio de Florencia, le traería resultados favorables, en un principio, al Imperio Romano Ortodoxo, puesto que se realizaría una nueva cruzada convocada por el Papa Eugenio IV. Sin embargo, eran tiempos de un cisma dentro de la misma iglesia Romana, y la cruzada no tendrá muchos adherentes, y toda esperanza será sepultada en el desastre de Varna (1444) donde el imperio otomano logra una victoria a alto costo a orillas del Danubio. Así es: las cruzadas en el siglo XV, no podían lograr siquiera expulsar a los otomanos de Europa. Dentro de este contexto fuertemente adverso al Imperio Romano de Oriente, asumirá Constantino XI el trono, en 1448, a la muerte de su hermano Juan VIII. IV – EL CAMINO A LA ETERNIDAD Ese 29 de mayo de 1453, no sólo caía un símbolo viviente de la Cristiandad Ortodoxa sino también, entre los miles que dejaron sus vidas en esas murallas y calles de Constantinopla, un guerrero de la cristiandad, que buscó denodadamente encontrar una salida a tan trágico fin: el emperador Constantino XI Paleólogo. El último emperador, Constantino XI, en los pocos años que gobernó, emprendió un viaje por Europa para intentar lograr aliados en la defensa del Imperio. Los otomanos, ya habían puesto sus pies en Europa y circundaban ya en el río Danubio, cerrando sus tenazas sobre la ciudad de Constantinopla. Aunque fue muy bien recibido el Emperador, en Francia e Inglaterra, por ejemplo, no logró la misión su propósito. Extenso e intrincado sería detallar la decadencia moral, el ocaso de la búsqueda de un imperio universal cristiano para toda Europa. A veces, sentirse amenazado, ameritaba para algunos reyezuelos, solicitar ayuda al infiel. Así, normandos y otomanos, por ejemplo, participaban en las rencillas de los príncipes europeos. En tanto los primeros lo hacían para acrecentar sus tesoros personales, los segundos lo hacían dentro de un marco de una geopolítica expansiva sobre el occidente cristiano. De esta manera, el Emperador Constantino XI tuvo que buscar ejércitos mercenarios para ocupar las murallas de su gran capital, y por otro lado, financiaba la rebelión de algunas provincias del imperio otomano contra el nuevo y joven sultán, Mehmed II, quién no olvidará estas afrentas de los bizantinos. Teniendo todavía esperanza que del occidente cristiano vinieran en su ayuda, Constantino XI ratificó en 1452 la unión de la Iglesia Romana y la de Constantinopla. La promesa fue una flota que rompería el bloqueo naval que el sultán Mehmed II había puesto sobre Constantinopla. Pero en el fondo, ya no había intensión de salvarla; mezquindades, intereses ocultos, más allá de los visible, habían condenado a la muerte a la ciudad, y al primer y último imperio universal ortodoxo. A principios de abril de 1453, el sultán Mehmed II se presentó frente a las puertas de Constantinopla con un ejército que alcanzaba la cifra de 100.000 soldados, acompañado por los cañones más grandes que viera el mundo antiguo, algunos de ellos, fabricados por ingenieros cristianos al servicio del sultán (2). La ciudad de Constantinopla contaba con apenas una población de 50.000 almas, y un ejército de 8.000 combatientes (de los mismos, 5000 bizantinos, y el resto extranjeros). A principios de año, se sumó el aventurero genovés Giovanni Giustiniani Longo, quién con sus 700 genoveses cumplió un papel destacado en la defensa de la ciudad. Mapa de la defensa de la ciudad de Constantinopla el 29 de mayo de 1453 Sin embargo, la suerte de la Ciudad y del Imperio estaban selladas, hasta por los cielos: el 24 de mayo, un eclipse de luna oscureció la ciudad, y otros acontecimientos en el interior de las iglesias, anunciaron el trágico destino. Esperando la ayuda de occidente, con las arcas del tesoro vacías, el Emperador Constantino XI, se puso al frente de la defensa de las murallas el 29 de mayo de 1453, cuando el Sultán lanzó su ataque general contra la ciudad. Uno de los puntos débiles de la gran muralla que defendía Constantinopla, era la que se extendía sobre el valle de Lykos; en ese punto la altura de las murallas descienda notablemente, convirtiéndolo en uno de los blancos de la artillería e infantería otomana (3). Por un descuido de los defensores, un grupo de jenízaros -ejército de elite del Sultán- logran introducirse en un sector poco defendido en la muralla de Blaquernas, por una poterna llamada Kerkoporta, sorprendiendo a los defensores concentrados en la Puerta de San Romano, que ven izar una bandera turca a pocos cientos de metros. En esa confusión, cae herido de muerte Giustiniani, se retira del frente de batalla (4). En ese momento, la moral de los defensores decayó notablemente. Hízose presente Constantino con sus colaboradores más allegados, e intentó reorganizar las tropas en retirada. En algún momento de toda esa confusión, el Emperador entendió que todo estaba perdido: Constantinopla iba caer y el Imperio Romano iba sucumbir con ella. El mundo que vendría después, ya no valía la pena vivirlo. ¡Cómo no entenderlo! Y en el final, Constantino se preparó para su ultimó combate, arrojando sus insignias imperiales, para no ser diferente a ninguno de sus hermanos en armas, y se lanzó a conquistar la inmortalidad, entregando su vida. Antiguo fresco del Monasterio de Moldovita en Rumania, que representa la Caída de Constantinopla. Algunos han interpretado que la puerta blanca representa la tristemente famosa kerkoporta V – HACIA LOS ALTARES ¿Por qué el l Emperador Constantino XI no ha sido declarado mártir de la Iglesia Ortodoxa? Sobre él pesa el reconocimiento al concilio de Florencia, la unión -finalmente fallida- de la Iglesia Romana y la Ortodoxa. Para algunos, la caída de Constantinopla fue la condena de Dios a su Emperador y a su ciudad por reconocer la herejía romana y someterse a ella. Para otros, ante el surgimiento de un enemigo de la fe, había que encontrar la unión en las diferencias para salvar la cristiandad. Este debate, hasta el presente persiste, aunque el enemigo ya no es el Islam, sino el mundo cristiano que ha abandonado la FE. El enemigo actual del mundo cristiano, ha sido la modernidad materialista y atea, que se desarrolló dentro de las murallas, y no fuera de las mismas. Pareciera que Dios se encuentra más a resguardo en otras tradiciones religiosas, que en la propia cristiana; la cual que se ha convertido, principalmente en occidente, en una espiritualidad superficial que busca prolongar la vida biológica en “armonía”, con un Cristo mas cercano al arrianismo, pero sin relación alguna con lo sobrenatural. Retornando al tema que nos ocupa, el Emperador Constantino XI no es hoy un mártir de la ortodoxia, en tanto ha predominado en la misma, la tendencia “Canonófila”, que cierra su fe en torno a los dogmas y cánones de la Iglesia, sin permitir que lo imperceptible del ser humano, sea parte de ella. Si el Zar Nicolas II y su familia son hoy venerados por la Iglesia ortodoxa, por su mansedumbre en aceptar el trágico destino que les tocó en medio de la furia asesina bolchevique, ¿por qué aquel que murió luchando y muriendo junto a su ciudad en defensa de la cristiandad no puede ser elevado a los altares? Lo cierto es que, quiérase o no, decretado o no, el Emperador Constantino XI Paleólogo, es MÁRTIR de la Iglesia Ortodoxa, y más: mártir del Imperio Cristiano Ortodoxo que quiso llevar a Cristo a todos los rincones del mundo conocido; y ciertamente LO LOGRÓ, porque la Iglesia Ortodoxa, hoy, a pesar de los problemas terrenales que pueda tener, demostró que en sus recintos, Dios, Uno y Trino estará presente para acompañar a quién busque la Salvación, la Eternidad junto al Pantocrator. Su Majestad Imperial San Constantino XI: MEMORIA ETERNA, MEMORIA ETERNA, MEMORIA ETERNA Pintura que muestra los terribles cañones de el ingeniero húngaro Urban, que fueron los principales protagonistas de la caída de Constantinopla Notas: (1) Ver Runciman Steven, “La Caída de Constantinopla”, Cap, IV, “El precio de la ayuda occidental” – Editorial Espasa Calpe S.A., Madrid 1973. (2) Nos referimos al ingeniero húngaro Urban, que al no poder el emperador de Constantinopla pagar sus servicios, se vendió al Sultán, convirtiéndose al Islam. Murió en el asedio de Constantinopla al explotar una de sus creaciones. https://www.labrujulaverde.com/2019/12/orbon-el-ingeniero-que-fabrico-el-monstruosocanon-con-que-los-otomanos-conquistaron-constantinopla (3) Lykos, el “Río perdido de Estambul” - https://turquistan.wordpress.com/2012/06/04/el-rioperdido-de-estambul/ (4) Giovanni Giustiniani Longo será retirado del combate, y llevado a un barco con el que escapará de la venganza de los otomanos. Fallecerá pocos días después a causa de sus heridas el 01 de junio de 1453 en la isla de Khíos en el mar Egeo. (*) Vladyka TEOFANO, Juan Manuel Garayalde, nacido en la ciudad de Concordia, Argentina, en 1973. Realizó sus estudios en la ciudad de Buenos Aires, obteniendo su título en la licenciatura en Ciencia Política (1998-Universidad del Salvador), cursando posteriormente una especialización en Políticas Sociales (1999-Univ. de General San Martin) y la Maestría en Estudios Estratégicos (2000-Escuela de Guerra Naval). Entre el año 2004 y 2010, estudia en el Patriarcal Ateneo San Marcos, institución fundada en San Pablo, Brasil, por SB Athanasios 1° Aloysios (1948-2018), 3° Patriarca de la Iglesia Ortodoxa Bielorrusa Eslava en el Extranjero. En el año 2007, es ordenado sacerdote en la misma iglesia. En el año 2009, por economía eclesiástica, es elevado al Episcopado, siendo obispo coadjutor del Archieparca de San Vicente, Vladyka FRANCISCO, Franc Primozic. Desde el año 2013, es responsable de la Secretaria de Asuntos Externos del Patriarcado. Desde el año 2014, es responsable para Argentina del Patriarcal Ateneo San Marcos y asesor académico del Santo Sínodo de la Iglesia.