Por la viabilidad energética Javier Treviño Cantú Julio 2014 Diputado Federal por el PRI. Con la reforma constitucional aprobada en diciembre de 2013 y las leyes secundarias respectivas que están en proceso de discutirse y aprobarse en el Congreso, estamos construyendo un nuevo modelo para asegurar la viabilidad energética de México en el siglo XXI. El objetivo primordial de esta reforma transformativa siempre ha sido optimizar el aprovechamiento de los vastos recursos con que contamos en beneficio de la sociedad mexicana y de las generaciones futuras, así como fortalecer la seguridad energética de nuestro país en las próximas décadas para estar en condiciones de impulsar una mayor competitividad económica. Al considerar la tendencia hacia una disminución en la disponibilidad de los recursos energéticos convencionales que históricamente hemos explotado, particularmente en aguas someras (http://bit.ly/1jZ3jot), la capacidad de extraer y aprovechar recursos no convencionales, incluyendo el petróleo y gas de lutitas, o “shale” (http://bit.ly/1yE1yQz), ha sido un componente esencial de la reforma desde su inicio. Y, debido a la extrema complejidad técnica, a la elevada inversión y al riesgo financiero que implica su explotación por las peculiaridades geológicas de este tipo de yacimientos, la reforma precisamente contempló nuevas modalidades de contratos que permitirán atraer la participación de empresas nacionales e internacionales con la experiencia y capacidades necesarias para lograr su máximo aprovechamiento con un enfoque sustentable. Del mismo modo, la reforma contempla el fortalecimiento de Pemex como Empresa Productiva del Estado entre sus objetivos fundamentales, lo cual le permitirá ampliar su participación en el desarrollo de proyectos relacionados con la exploración y explotación de estos recursos energéticos no convencionales, tanto en forma directa como asociada con otras empresas del sector. De acuerdo con diversos estudios, México ocuparía la sexta posición mundial en reservas de gas shale potencialmente recuperables, y la séptima en reservas de petróleo de lutitas también potencialmente recuperables (http://1.usa.gov/OF5sHI). Incluso, análisis geológicos de Pemex ya han identificado seis plays, o conglomerados de yacimientos potenciales de crudo y gas shale, en los estados de Chihuahua, Coahuila, Nuevo León, Tamaulipas y Veracruz (http://bit.ly/1nGf65P). Así, de confirmarse su existencia, estaríamos en una posición envidiable para elevar significativamente nuestra propia producción y contar así con recursos mucho mayores, tanto para el consumo doméstico como para los mercados de exportación. Otros países ya han demostrado la viabilidad tecnológica y comercial de explotar los yacimientos de petróleo y gas shale. En particular, nuestros vecinos de los Estados Unidos, que durante los últimos años han registrado un incremento vertiginoso en su producción energética, gracias sobre todo a la capacidad de acceder a este tipo de recursos no convencionales. De hecho, según la Agencia de Información Energética de Estados Unidos, la producción de shale pasó de representar el 2% de la producción total de gas seco en el año 2000, a más de un 35% actualmente (http://1.usa.gov/1kPXjJY). La “revolución energética” que se vive en el país del norte se debe a varios factores, y uno de ellos por supuesto es los avances tecnológicos para extraer el petróleo y el gas shale mediante lo que ha venido a denominarse como fracking, que sintetiza la fracturación hidráulica de las rocas y la perforación horizontal para extraer los hidrocarburos del subsuelo (http://bit.ly/1mpjLc1). El fracking sin duda ha demostrado ser una práctica controvertida, en especial por el elevado consumo de agua que implica en comparación con la explotación de yacimientos convencionales. Sin embargo, algunos análisis demuestran que, por ejemplo, en el caso de los Estados Unidos dicho consumo es mucho menor al que se presupone (http://bit.ly/1f8PMkV). Incluso, de acuerdo con el especialista Javier Estrada, “el uso de agua para producir shale gas en Texas es menor al 1% del agua extraída en todo el estado” (Desarrollo del gas lutita o shale gas y su impacto en el mercado energético de México: reflexiones para Centroamérica, CEPAL, octubre 2013, http://bit.ly/1raz9Pv). Asimismo, el fracking genera preocupaciones porque al agua que se inyecta para fracturar la roca se le añaden diversos compuestos químicos, y porque naturalmente produce una serie de residuos que deben ser tratados y confinados de manera adecuada (http://bbc.in/UgoKoG). A pesar de que estas inquietudes son lógicas y deben ser atendidas por las autoridades respectivas con puntualidad y transparencia, es necesario considerar dos cuestiones. Por un lado, como también señala Estrada, que “cuando se siguen las mejores prácticas, el riesgo de contaminación es bajo”. Y, por el otro, que la propia reforma energética le dedica una atención especial al fortalecimiento de las instancias regulatorias para asegurar que todas las empresas participantes en el sector, públicas y privadas, se adhieran a las mejores prácticas internacionales en cada uno de los procesos relacionados con la extracción y procesamiento de los hidrocarburos y sus residuos asociados. Sobre todo, es necesario destacar que uno de los puntos centrales de la reforma es el que se refiere a la creación de la nueva Agencia Nacional de Seguridad Industrial y de Protección al Medio Ambiente del Sector Hidrocarburos, como un “órgano administrativo desconcentrado de la secretaría del ramo en materia de medio ambiente, con autonomía técnica y de gestión”. Según el decreto por el que entró en vigor la reforma, esta agencia “tendrá dentro de sus atribuciones regular y supervisar en materia de seguridad industrial, operativa y protección al medio ambiente, las instalaciones y actividades del sector hidrocarburos, incluyendo (…) el control integral de residuos” (http://bit.ly/1jruYNA). De esta forma, se contará con una autoridad específicamente encargada de supervisar que se cumpla estrictamente con la normatividad para asegurar el cuidado del medio ambiente y darle un carácter sustentable al sector energético de nuestro país. La discusión respecto a si debemos o no aprovechar a cabalidad los recursos energéticos con que contamos, incluyendo aquellos no convencionales como el petróleo y el gas shale, ya está resuelta. Ahora, lo que todos debemos hacer --tanto las autoridades de gobierno como la ciudadanía-- es asegurarnos de que se cumpla la normatividad que finalmente se plasme en las leyes secundarias, y trabajar de manera constructiva para traducir nuestro potencial energético en una mayor riqueza que beneficie a todos los mexicanos.