Snips and snails and puppy dog tails1 Patrick Califia (2000) Entonces, ¿quién o qué cosa es importante? Descontando aquel que todo el mundo elige, y aquel que no existe, tenemos estos tres caminos: Leather y Duro, que están abiertos a todo, o a casi todo, y aquel otro que queda, que es La Cosa Real. Una persona puede, por supuesto, elegir más que un camino. Los puristas, por ejemplo, a menudo son Duros. Rara vez de hecho me he encontrado a alguien que no le gustara de esa manera. Pero llegan a ser como cachorritos, como oseznos, como jóvenes jugando: meramente duros. La ventaja principal que nos dejan es que podemos relajarnos con ellos, y son excelentes para disponer de las cosas. -William Carney, The Real Thing (New York: G.P. Putnam’s Sons, 1968, p. 29) Nunca confundas sensibilidad con amabilidad. -Una misma La novela de William Carney publicada en 1968, The Real Thing (La Cosa Real), es un vistazo preStonewall de una escena de desclasados sexuales que se habrían reído a carcajadas del término “comunidad Leather”. Esta correspondencia didáctica y unidireccional entre un Sádico autodidacta y consagrado, y su sobrino principiante es el equivalente a los Urban Aboriginals de su década. (Aquel libro fue una etnografía de la comunidad de hombres Leather de fines de los ‘70, escrito de manera poética por Geoff Mains, quien murió poco tiempo después de la publicación de su segundo libro, una novela). Cuando me encontré hacia finales de los ’70 con The Real Thing, gracias al fetiche bibliográfico que tenía una masoquista un poco más grande que yo, sentí el alivio de hallar una voz curtida de experiencia que espejaba la mía. El narrador de Carney le concedía poco espacio a las mujeres, a pesar de que elogiaba a regañadientes la estamina y la tolerancia al dolor de ellas. Pero hablaba con tanta pasión y dedicación acerca del arte antisocial de la dominación y la tortura erótica que me pareció cautivador. En la obsesión por las etiquetas, las reglas, los grados, los rangos, las divisiones y clasificaciones del “Camino” sostenida por el narrador anónimo, vislumbré un reflejo de mi propia necesidad de llevar un poco de orden o al menos algo de formalidad a un mundo caótico y convulsionado. También reconocí nuestra necesidad mutua de sentirnos importantes, a pesar de nuestro estatus en el mundo real como objetos de ridículo, horror y 1 N. de T.: El título de este ensayo recupera una parte de “What are little boys made of?” (“¿De qué están hechos los niños?”), una famosa canción de cuna inglesa de principios del siglo XIX, que fantasea (y de paso instruye a su audiencia) de forma muy estereotipada y normativa sobre las diferencias de género. Parte de la canción se dedica a develar las cosas “suaves y bonitas” que “hacen” a las niñas (de allí el “azúcar, flores y muchos colores” que algun*s conocimos en las Chicas Superpoderosas), mientras que en la parte que les toca a los niños se le da la bienvenida al reino de lo rústico y lo asqueroso: “pedacitos, caracoles y colitas de perro”. patología. Es un clásico mecanismo de defensa – poder convertir el estigma en superioridad, la marginalización en elitismo. Afortunadamente, desde 1968, la expresión pública del sadomasoquismo ha cambiado notoriamente. He intentado conducir un par de literat*s desviad*s y más jóvenes a la obra maestra de Carney, pero a la mayoría de ell*s le ha resultado aburrida o demasiado perturbadora para ser instructiva. La visión que posee su héroe es la de un verdadero descastado que va más allá de ser un poquito sociópata. (El epónimo “cosa real” le regala un nuevo significado a la frase “como corderos al matadero”). A pesar de que su voz abunda en ironía y observaciones mordaces sobre la naturaleza humana, tiene un punto de vista demasiado lúgubre para la mayoría de “las personas Leather” modernas que abrazan una imagen sana, segura y consensual del S/M: un intercambio de poder mutuamente placentero entre iguales. Siendo uno de l*s activistas que acercó un poco más el sadomasoquismo a la luz del día, procurando volverlo más entendible, enfatizando el consenso, la seguridad y el juego de rol de fantasía entre pares, pienso que es irónico que hoy en día encuentre tanta verdad acerca de mi propia sexualidad en The Real Thing. Éste es un mundo en donde tops2 y bottoms3 no están del mismo lado, donde la degradación es genuina, donde producir dolor no se ve embellecido por una charla sobre sensaciones intensas, y donde el hombre top paga un enorme precio emocional por su estatus señorial. A los Leathermen de Carney no les interesa la pedagogía o el activismo. Su reino es oculto, para impedir la necesidad de relaciones públicas. L*s pervers*s, inclusive l*s pervers*s radicales, tienen dificultades para encontrarse dentro de su propia historia. No obstante, creo que es importante recordar que hubo un tiempo en donde una afición por la restricción, el dolor o la sumisión sólo eran gratificadas cuando se encontraba un antro de puertas remotas y bien resguardadas del Cerbero de la policía, los titulares periodísticos y l*s psicoanalistas freudian*s. Existía otra opción, primariamente al alcance de hombres que buscaban las atenciones no-tan-amorosas de otros hombres – yirarse a tipos hétero en busca de sexo duro. Incluso en 1999 sabés de lo que estoy hablando, porque aún continúa siendo un básico de la pornografía – obreros, soldados y marineros, policías, motoqueros, físicoculturistas, cowboys. De hecho, cualquier tipo hétero con una actitud ruda, un cinturón de cuero y un deseo ardiente de que le chupen la verga y castigar al puto que cubriese sus necesidades. Ser un duro es la excusa perfecta que un hombre hétero tiene para hacerse de un polvo queer durante diez minutos. De Phil Andros a Jack Fritscher y otros, éste es un escenario probado y cierto que logra que incluso el 2 N. de T.: una posible traducción sería “activo”, pero elegí conservar la acepción inglesa porque top implica, más allá de la actividad sexual específica (ponerla o no ponerla), toda una sensibilidad, grados complejos de asertividad, autoridad, proposición, responsabilidad, control e ingeniería erótica (ser aquel que “rige el garche”) que el término “activo” no necesariamente cubre. 3 N. de T.: lo anterior también vale para bottom, que podría traducirse coloquialmente a “pasivo”. Elegí conservar este término para ir más allá de posiciones y actividades sexuales, e implicar un estado subjetivo, una habilidad y una pasión por ponerse bajo el comando, las instrucciones y la iniciativa erótica del top. circuito de conejitas de gym y fiesta lampiñas a quienes no les gusta el S/M se agarren la verga y lo entreguen todo. El atractivo casi universal que han tenido para los hombres gay las fantasías de intercambios duros también nos habla de la determinación de sobrevivir en un entorno homofóbico. Las instituciones pre-Kinsey argumentaban que la homosexualidad era algo tan raro como pernicioso; pero los hombres gay sabían desde sus corazones y pubis cuántos hombres ostensiblemente hétero obtenían placer en los baños de subte y descansos de ruta. Calentarse con cogerse a héteros es una forma de burlarse de quienes odian a los gays, fetichizándolos y extrayendo placer ilícito a sus expensas. Esto es lo que dificulta desentrañar el sentido de tales encuentros. Desde afuera pareciera ser que el pibe hétero está usando o abusando a su víctima gay subordinada, incluso quizás autodespreciada. Pero si el chupapijas está saboreando cada momento del encuentro, encendido con un deleite que el “top” putativo considera repulsivo y perturbador de conocer, entonces ¿quién es el que está siendo precisamente explotado? El sexo duro -y, por extensión, un montón del sexo casual vainilla y anónimo- es también una forma de aislarse del rechazo que los hombres gays encuentran rutinariamente el uno como el otro, como si cualquier atisbo de deseo de intimidad con otro hombre o aprobación de su parte tuviera que ser desterrado sin misericordia. Al erotizar al “Hombre” o a la masculinidad en general, uno se vuelve más inmune a la rudeza o inaccesibilidad de un hombre en particular. De manera perversa, un objeto sexual que se ve hétero tal vez pueda ofrecer un mejor aislante para el ego que una persona masculina (butch) queer, porque el guión ya está predeterminado. No habrá secuela romántica. Por supuesto que el hombre hétero te rechaza. No puede lastimarte porque vos no esperás nada más. Además, es un ingenuo de la verdadera naturaleza de lo que ha sucedido, un títere, un rústico al que le bajaron la bragueta y le robaron guasca. Históricamente, el sexo duro fue parte de una matriz cultural que creó la posibilidad de masculinidad para los hombres gay. El estereotipo de conducta masculina, especialmente en el territorio sexual, es el de agresión, egoísmo y brutalidad. Si vos ponés a dos “hombres de verdad” juntos, ¿qué otra cosa podés conseguir sino sexo duro al cuadrado, incluso si uno de ellos es un homosexual confeso? No es accidental que muchos de los atributos físicos que se ligan a las características sexuales masculinas forman parte de las semióticas rapsódicas del sexo duro: barbas que restriegan como lija la piel hasta dañarla, para que el efebo que experimenta ese contacto abrasivo sea rehecho y reformado en un nuevo ser; callos, especialmente en las manos, una marca del áspero tratamiento propio que prefigura la expectativa de que la víctima será trabajada aún más fuerte; una afinidad por la penetración rápida desprovista del fastidioso juego previo que se encomienda ante la presencia del romance o de una mujer, y una cogida veloz y dura, un ritmo que se vuelve necesario a partir del supuesto desprecio que un hombre top “hétero” tiene por el puto; la fuerza física que se requiere para respaldar una amenaza, particularmente una amenaza de violación o devastación. Pero aquí está lo que distancia a este paradigma de la imitación de la díada polarizada masculino/femenino. El sexo duro es una afirmación de identidad masculina para ambas partes. Tenés que ser lo suficientemente macho para ponerla, y lo suficientemente macho como para bancártela. Es así como llegamos a los íconos de Tom de Finlandia, denotados como queers y bottoms por sus tetillas enormes y culos de manzana, pero que a pesar de eso, son hombres masculinos. En la ficción S/M de comienzos de los ’60, proliferan las burlas hacia las “reinas de sweater” demasiado femeninas para lidiar con la dinámica butch-por-butch. Eventualmente incluso los orificios que parecerían estar inextrincablemente ligados a la femeneidad, podrían aspirar a un estatus viril. Esta rudeza se manifiesta en una habilidad para tolerar la penetración extrema. El tipo cuyo ojete, al menos en el porno, se traga 25 centímetros de mástil sin lubricación alguna, o que se estira lo suficiente como para acomodarse a un puño y un cuarto de Crisco, estaba “bancándosela como un macho”. Como un macho de verdad, nen*. ¡Sí! (Todo esto dicho en un tono bajo profundo desvergonzado mientras invade el ambiente una música de video adulto incongruentemente amable). Como Ian Phillips señaló en aquella deliciosa sátira lasciva “Man on Man” que aparece en la colección de historias cortas ganadora del premio Lambda Literary, See Dick Deconstruct, la cruza entre masculinidad y agujeros abiertos es bastante compleja. Parece estar constantemente reforzada a través del modificador hombre/macho/muchacho, de modo que abundan avisos personales con términos como ‘concha de pibe’, ‘agujero de hombre’, ‘concha de macho’, etc. Incluso las botas, los bigotes y los pechos peludos deben reforzar su precaria homomasculinidad con estos especificadores que suenan tan extraños. No es sorpresa que el activismo haya transformado a estos mecanismos de supervivencia enrevesados y severos en algo mucho más humano y directo. Balanceándonos en el filo del milenio, un pibe gay que quiere acercarse a la comunidad Leather probablemente adopte la ruta cuidadosa y bien examinada de leer autoridades modernas como Guy Baldwin o Race Bannon, inscribirse en un club y yirar en bares Leather, etc. Probablemente sea iniciado por un Master letrado, amable y suscriptor a largo plazo de la revista Dungeonmaster. Quiero dejarlo en claro: no volvería el reloj atrás. No me gustaría volver a un tiempo en el que aquel pibe seguramente descubriría sus necesidades sexuales de rodillas en callejones oscuros, bares peligrosos o sucios antros de strip, sabiendo que cuenta con una probabilidad 50-50 de recibir una paliza de verdad o perder su vida sólo por querer complacer y servir a otro hombre. No quisiera abandonar las tiendas Leather llenas de miles de artefactos costosos y bien hechos para escenas de temporada, o darle la espalda a estanterías llenas de docenas de manuales instructivos sobre seguridad y técnica para principiantes. Pero para mí, el S/M siempre ha sido un asunto inherentemente riesgoso. Incluso cuando una escena es domesticada y simplificada al punto que no existen riesgos físicos reales, todavía existe un riesgo psicológico y emocional. La cosa más peligrosa que suele sucederle a alguien que sigue este Camino es la adquisición de autoconocimiento. Una nariz rota podrá sanar, pero un* no puede deshacer una erección que apunta hacia algo inexplicable. Este tipo de revelaciones es difícil de deshacer – especialmente para un* Sádic*. Una de las maneras en las que comunidad S/M moderna intenta expiar su culpa colectiva es enfocándose en el bienestar y en la gratificación de la persona bottom. Ni siquiera existe un énfasis en procurar de manera similar que l*s top obtengan lo que necesiten de una escena, mucho menos en una relación S/M. Pienso que como grupo aún tenemos miedo de preguntarnos qué es lo que l*s Sádic*s, sus amig*s y sus relaciones están buscando, qué es lo que l*s hace latir. Carney no es ni un poco mojigato con esto. Le tengo mucho cariño al concepto de elección como base de la preferencia sexual. Este punto de vista no es muy popular en una época en la que cada reclamo por derechos gay se respalda en un lamento pseudocientífico sobre cómo no podemos evitar ser queer; porque simplemente nacimos así. Gracias, pero no quisiera que se me otorguen derechos civiles como si éstos fuesen un polvo de caridad concedido por mis superiores genéticos. En lo que respecta al sadismo, creo que escojo desplegar mis talentos en un área que se define por los límites del bottom… y mi propia hambre. Si soy amable, tengo consideración o me muestro servicial, es porque mis caprichos me llevan a estos lugares. Aquí existe una cierta cantidad de autopreservación, no tengo interés en que se me encarcele. La violencia genuina no me interesa demasiado, porque es simplemente una cuestión de empleo de las leyes de la física. El uso de la fuerza no requiere demasiada inteligencia. Pese a que pueda llegar a tener cierta belleza cruda, la fuerza no tiene demasiada sensualidad aparejada. Soy una especie de maestro de ceremonias en el artesanato del sexo, y quiero que mi circo tenga un poco más de payasos, trapecistas y aros llameantes extras que toda la parafernalia tonta de simple brutalidad á lo Punch-and-Judy. El sufrimiento humano es todavía mucho más sabroso cuando está revestido con la necesidad, expiación y trascendencia de la víctima. Adquiere una estética compleja, un deleite bien afinado que estremece al estómago, me otorga la ilusión de que soy un connoisseur más que un matón. O, podríamos decir, más que meramente un matón. Pero no todo bottom quiere ser encapuchado y encadenado por alguien como yo. Muchos, si no la mayoría, prefieren un top entrenado como un halcón cautivo al puño. De hecho, algunos bottoms apenas pueden tolerar pensar que hay otra persona en el cuarto junto a ellos y sus preciosas fantasías. El placer que buscan es uno narcisista -masturbación asistida, éxtasis egocéntrico sin las partes solitarias. Yo solía decir que únicamente haría este tipo de escena por plata, y hoy en día no existe dinero suficiente en el mundo para pagarme por perder mi tiempo. A medida que l*s Sádic*s van creciendo, nos volvemos cada vez menos temeros*s de decir ‘no’. Hemos hecho a un lado la esperanza de ser amad*s o admirad*s. Lo que queremos es autenticidad, incluso la oportunidad de revelar una parte de nosotr*s mism*s a alguien que no va retroceder o despreciarnos. Dado que el miedo primal de cada bottom es que nunca llegue a existir realmente alguien que quiera hacerles todas esas cosas tan dulces y tan terribles, me pregunto porqué poc*s están dispuest*s a ver más allá de su propia tumescencia por un solo segundo y notificarme saboreando su predicamento. ¿No es que l*s bottoms desean estar fuera de control? Entonces, ¿por qué desdeñar mi autoridad? Más allá de su cháchara sobre la confianza, he entendido que confianza no implica “permitirme” usar mi propio juicio sobre lo que es mejor para ell*s. Estoy demasiado grande para escenas de coloreardonde-corresponde. Sé mi lienzo deseoso, adorá la vulnerabilidad de esperar que te desarmen mis herramientas, o andate al carajo. Acá está la plata para el taxi, cariño. Quizás Carney y Gilles Deleuze, en el brillante ensayo “Lo frío y lo cruel” 4 que acompaña la edición de Venus in Furs de Zone Books en 1989, tienen razón cuando dicen que l*s Sádic*s y l*s masoquistas no comparten una agenda común, y que están condenad*s a verse en tensión perpetua entre sí. En ese caso, un* debería abandonar la búsqueda por la propia contraparte y simplemente jugar el juego como una liaison un poco más peligrosa. El hombre top de Carney, aislado, superior y misantrópico, nunca se detendría para explicarse o justificarse frente a un hombre bottom. Él cree que un elemento de misterio, los aires de ser un ser de otro orden, son esenciales para la conducta correcta que supone el Trabajo. Nos guste o no, l*s pervers*s modern*s todavía se comportan como si aquello fuese verdad. Creo que aún estamos esclavizad*s a ciertas dinámicas básicas que hacen que la fantasía del sexo duro sea algo tan confortable: el top tiene auténtico poder en el mundo real, y ésta es la fuente de su atractivo sexual y control. Él es un tipo diferente de persona que su víctima. Su deseo de usar, herir, dominar o destruir será auténtico y peligroso. Existirá una posibilidad real de que las cosas se vayan de las manos. No importa cuánto se eduque sobre técnica y seguridad S/M, creo que siempre existirá una categoría amplia, menos organizada de experiencias nombradas como sexo duro que funcionan como una suerte de precursoras o subyacentes al S/M, un primo inicial del sexo Leather. Existen muchas más personas que practican sexo duro que lo que existen individu*s que asumen las identidades estigmatizadas que componen la taxonomía de una familia Leather (y no tod*s ell*s son putos o chicos hétero). Estas experiencias no son pensadas ni planeadas cuidadosamente. La única negociación quizás sea un cachetazo, un sacudón brusco y una mano sobre la garganta acompañada por un susurro sardónico, “¿te gusta esto, no es así?”. El consentimiento aquí se expresa por el fracaso del bottom para escapar. El rechazo de la víctima a gritarse la vida es el equivalente de una palabra clave. El sexo duro es clandestino, acelerado, el miedo a ser descubiertos lo vuelve más excitante. Todo esto contrasta fuertemente en relación a los días de limpieza y planificación que requiere incluso una escena S/M moderadamente compleja. Todo dolor se provee con el simple expediente de un golpe o una mordida. Si la restricción es lograda por medios mecánicos, el equipamiento tiene que ser material que un* esperaría tener a mano esposas, sogas de granjero, la bandana de un motociclista o el músculo apretado de un convicto. Al 4 N. de T.: recomiendo con pasión. no pretender saludable o políticamente correcto, el sexo duro puede proceder de una manera más fluida, sin las tediosísimas interrupciones de aquellas polémicas que sobresazonan a de Sade y a John Norman hasta volverlos intragables. El protagonista de Carney considera despectivamente lo Duro como si fuera un centro Leather de atención a pervers*s con problemas de aprendizaje o como si fuera una ciénaga primitiva de la cual quizás pueda asomar algo realmente interesante. Es el primer criterio para contener la manada, y sirve para separar a quienes están realmente desorientad*s de aquell*s que tal vez contengan alguna chispa de potencial. Pero quienes aspiran a Trabajo más serio aún, fugan rápidamente hacia otra área de contención todavía más pequeña. En su desprecio, el narrador pasa por alto o ignora voluntariamente una fractura en la estética Leather que existió ciertamente desde los ‘50 en adelante. Esta división fue mayormente articulada por el fallecido Louie Weingarden de Stompers Gallery 5 , un habitué del Mineshaft 6 que explicaba esta cuestión haciendo referencia al Leather “militar de escupida y pulida” versus el Leather “motoquero sucio”. Todo aquello a lo que el Sádico/pedante Carney presta vida está contenido definitivamente en este último campo. Así como aquí está, creo yo, la mayor parte de la comunidad Leather moderna. Creemos que la existencia de burocracia, códigos, reglas, procedimientos, precedentes y rangos pueden llegar a domesticar el corazón salvaje de la experiencia que buscamos y nos posibilitan obtener nuestro pedazo de pastel y comerlo también. Invitamos a Dionisio al templo de Apolo como si pudiéramos educarlo y limitarlo sin disminuir nuestro disfrute de la intoxicación que ofrece. De este modo suceden situaciones arbitrarias como personas expulsadas de bares Leather o fiestas sado por ser demasiado exuberantes y ruidosas – por estar, en efecto, divirtiéndose demasiado. A menudo se me ha acusado del singular crimen de estar practicando S/M en un evento S/M. Pero esto no es chiste – la consternación que ha evocado más de una vez un látigo desenfundado en la sección Leather de una Marcha del Orgullo Gay deja en claro que en nuestra comunidad existe una división profunda sobre tales cosas, un conflicto que quizás nunca lleguemos a resolver. A pesar de toda la educación pública que realicé en beneficio de mi comunidad, a veces me pregunto si no hay algo en el S/M que jamás será aceptado entre las filas tiranas del vainillismo hegemónico. Me pregunto también si, cuando nos montamos sobre nuestras mejores y más relucientes apologías Leather y cepillamos las hebillas para la gala de nuestras relaciones públicas, no estamos convirtiendo a nuestra comunidad en un lugar al cual yo, por ejemplo, no pertenezco. 5 N. de T.: El Stompers Gallery fue una galería de arte queer en Nueva York célebre por exhibir tempranamente los trabajos de Robert Mapplethorpe o Tom de Finlandia. 6 N. de T.: The Mineshaft fue un famoso jardín sexual Leather neoyorquino que existió entre 1976 y cerró en 1985. Su ingreso estaba restringido fuertemente a etiqueta masculina, icónicamente ruda, contaba con habitaciones que reconstruían los interiores de celdas o la parte trasera de un camión, abundaban los slings, glory-holes y los pegotes rancios en su alfombra, y las instalaciones desembocaban en una bañadera en donde confluían todos los líquidos de estación sobre cuerpos gozantes; se alentaba la desnudez, el fisting y el erotismo promiscuo; y entre sus habitúes más notables encontrábamos gente como Vincent Minelli, Fr eddie Mercury, Rainer Werner Fassbinder, Michel Foucault, Rock Hudson, Jack Fritscher, Annie Sprinkle y Robert Mapplethorpe. Ah, y la peli Cruising de William Friedkin fue filmada allí. Tanto l*s tops y bottoms modernos esperan ser capaces de jugar con el fuego del sadomasoquismo sin llegar jamás a quemarse. Más de una vez he escuchado a algún participante traumatizado por no poder digerir el hecho de que habían ido más lejos que lo que pensaban que podían o que querían algo que pensaban que no deberían desear. Un poquito más de experiencia con la impredecibilidad e intensidad del sexo duro quizá sea un bien para estas personas. El S/M no es una sitcom. Si se sigue el guión hasta la última letra, un* no está jugando de verdad. Se está celebrando un funeral para Eros, exprimiendo un módico de placer resinoso de su cadáver. La inspiración es un estado salvaje y con fauces. Todo el dominio del sexo extremo nos atrae porque nos sabemos enferm*s y sobre-civilizad*s. Hemos sido envenenad*s con imágenes, nos ahogan los nombres de marcas, nos devastaron los trabajos de 9 a 17 hs. Así y todo, allí es seguro. Es aburrido, predecible y falso, pero seguro como una casa (bueno, a menos que haya un terremoto, de todas maneras). Si golpeás las puertas del amor rudo, no deberías enojarte o quejarte de que sus garras estén afiladas y su aliento sea un poco fétido. Los predadores son así. No pueden evitarlo y no lo harán. Como tu mayor y superior, te aconsejo sinceramente quedarte en casa y mirar imágenes televisadas de tigres cazando y copulando. No vayas voluntariamente hacia ellos y les ofrezcas tu propia carne para su consumo o instrucción. Hacer una cosa así sería bastante chiflado.