En la vida muchas veces hacemos puntos en contra. Corremos para el lado equivocado y nos avergonzamos de nosotros mismos. Tal vez al mirar el pasado encuentre vergüenza y no logre levantar la cabeza para seguir adelante. Pero la respuesta de “nuestro entrenador” es siempre la misma: “Hijo, el juego todavía no terminó. Vuelve al campo de juego y juega el mejor partido de tu vida”. El “mayor entrenador” nos mira y nos dice: “Yo creo en ti incluso aunque nadie crea, incluso aunque ni tú mismo creas en ti mismo. Yo creo”. Porque Dios no nos trata por lo que somos, sino por aquello que podemos ser en SUS MANOS. El salmo 103 dice que: “...No nos trata conforme a nuestros pecados ni nos paga según nuestras maldades”. Él nos trata como SANTOS aunque seamos PECADORES por una única razón: ¡Nos ama! Jesús dijo, en Mateo 24, que en el final de los tiempos, o sea, en nuestros días, el amor de casi todos se enfriaría. Pero eso no incluye al amor de Dios porque… La Biblia está llena de orientaciones con respecto al amor porque es el libro del amor. “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna” (Juan 3:16). la mayor respuesta. el mayor ser. el mayor sentimiento. el mayor espacio físico. el mayor modo. el mayor acto. el mayor regalo. el mayor alcance. la mayor confianza. el mayor castigo. la mayor posesión. la mayor recompensa. La Biblia nada más es la narración de un “Entrenador” que nos mira y nos dice incansablemente “el juego aún no terminó”. ¿Sabe por qué aún el juego no terminó en nuestra vida, a veces llena de pecado, heridas y amputaciones? Porque el “Entrenador” ama mucho. ¿Por qué nos creó? ¿Por qué nos hizo? La respuesta es AMOR Pero por amor a nosotros dejó a su hijo solo en la cruz. Jesús debía morir la muerte eterna para librarnos de ella para siempre. La palabra de Dios dice: “No tengan deudas pendientes con nadie, a no ser la de amarse unos a otros” (Romanos 13:8). “Háganlo todo sin quejas ni contiendas” (Filipenses 2:14). “Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8: 38,39). “Dios es amor. Su naturaleza y su ley son amor. Lo han sido siempre, y lo serán para siempre […] Cada manifestación del poder creador es una expresión del amor infinito”. “Pues estoy convencido de que ni la muerte ni la vida, ni los ángeles ni los demonios, ni lo presente ni lo por venir, ni los poderes, ni lo alto ni lo profundo, ni cosa alguna en toda la creación, podrá apartarnos del amor que Dios nos ha manifestado en Cristo Jesús nuestro Señor” (Romanos 8: 38,39). “El gran conflicto ha terminado. Ya no hay más pecado ni pecadores. Todo el universo está purificado. La misma pulsación de armonía y de gozo late en toda la creación. De Aquel que todo lo creó manan vida, luz y contentamiento por toda la extensión del espacio infinito. Desde el átomo más imperceptible hasta el mundo más vasto, todas las cosas animadas e inanimadas, declaran en su belleza sin mácula y en júbilo perfecto, que Dios es amor”. En el Edén, hicimos nuestro primer punto en contra. Allí avergonzamos a nuestro “entrenador”. Delante de tanto amor, de tanta entrega, es momento de dedicar nuestro tiempo, nuestros talentos, nuestros recursos para predicar ese amor. Si el mismo Creador usa todo lo que tiene para bendecirnos, debemos seguir su ejemplo y en amor ser una bendición para nuestros hermanos.