Ciudadanía, sistema político y movimientos sociales | Monografía Final Organización Barrial Túpac Amaru Lucas Ramil 30 de julio de 2020 Objetivo del trabajo En el presente trabajo monográfico abordaremos el caso de la Organización Barrial Túpac Amaru de la provincia de Jujuy, Argentina. El objetivo es describir y analizar qué transformaciones se dieron en la propia organización y en el modo de vinculación con el Estado a partir del nuevo ciclo político abierto en este país con la asunción de Néstor Kirchner en 2003. Para ello, en un primer apartado daremos cuenta del surgimiento de la Túpac Amaru a finales de la década del 90, del contexto en el que fue creada y las características que tenía la organización en esa primera etapa. En el segundo apartado, describiremos muy sucintamente el giro provocado por el nuevo gobierno y sus políticas, bajo la premisa de que esto tuvo un impacto determinante en esta organización. Se tratarán nuevos comportamientos, capacidades, estrategias que adopta la Túpac Amaru en este contexto diferente. Por último, en una tercera sección abordaremos la cuestión del tipo de relación que ésta establece con el Estado. Para esto, enmarcaremos el análisis del caso de la Túpac Amaru en el contexto más amplio del tipo de articulación lograda por el gobierno de Néstor Kirchner con movimientos sociales a partir de una nueva construcción hegemónica. La resistencia La Organización Barrial Túpac Amaru tuvo su origen al final de la década del noventa, al calor de las luchas de sectores populares cristalizadas alrededor del problema de la desocupación, pero en el marco de una severa crisis económica y social. “Durante la segunda quincena de mayo de 1997, con una tasa de desempleo provincial ubicada en un 18 por ciento sobre la población económicamente activa y una subocupación que alcanzaba el 10,4 por ciento, las comisiones de desocupados de Libertador General San Martín, San Pedro, Abra Pampa, Palpalá y San Salvador de Jujuy protagonizaron una veintena de cortes de ruta y calles en articulación con otros actores sociales…” (MANZANO, 2015) El panorama de la provincia era especialmente grave, pero no excepcional. En Argentina, la tasa de desempleo urbano al momento del inicio de las movilizaciones era del 8,8% y se multiplicaba 4 o 5 veces más en los segmentos de trabajadores más jóvenes. La pobreza se encontraba por encima del 40% y en tendencia creciente. Esto con un aumento de la desigualdad que dejó el coeficiente Gini argentino en 0,53, peor “que los peores de Europa Oriental o del Sudeste Asiático” (KLIKSBERG, 2005).1 Esto derivó en estallidos primero y en 1 A su vez, tampoco podemos hablar de Argentina como un caso fuera de lo común. Antes bien, podemos decir que se trata de un ejemplo paradigmático de la tendencia en toda la región. En el texto mencionado en el cuerpo, Kliksberg (2005) da cuenta de indicadores para estos y otros parámetros que demuestran que las promesas de crecimiento y desarrollo no trajeron más que un empeoramiento de la performance de la región, un incremento de la desigualdad y un empobrecimiento en términos generales. 1 la progresiva organización de segmentos de la población, especialmente en los centros urbanos del país, que no encontraban cómo canalizar efectivamente sus demandas. En Jujuy, en 1997, los reclamos detrás de estas movilizaciones incluían, como se ha dicho, el pedido de generación de nuevos puestos de trabajo, sumado a medidas de contención como subsidios para desocupados, exenciones impositivas, jubilaciones anticipadas y asistencia médica. Podemos encuadrar estas manifestaciones en lo que Garretón (2001) describe como “luchas defensivas”, expresadas a veces “en la forma de revueltas salvajes, otras a través de la movilización de actores clásicos ligados al Estado en defensa de sus conquistas previas”. Tiene lugar una dinámica de resistencia, de intentar no perder derechos ganados. Los sectores movilizados buscan amortiguar el impacto del modelo neoliberal sobre su nivel de vida y cantidad y calidad de puestos de trabajo pidiendo por la intervención del Estado. Por desgracia, ese Estado que debía ser, primero, el interlocutor de estos sectores movilizados y, segundo, último responsable de intervenir para proveer soluciones a las problemáticas, se encontraba limitado en su capacidad de acción. La fórmula aplicada por recomendación de los organismos multilaterales de crédito, y en base al Consenso de Washington, había incluido un “adelgazamiento” del aparato estatal, una reducción de su tamaño. Para esta perspectiva, lo público iba asociado con la ineficiencia, la burocratización y un gasto excesivo que dañaba el rendimiento de la economía. En la práctica, la tan mentada modernización del Estado derivó en un achicamiento brutal de la planta de trabajadores estatales, una reducción en los recursos administrados y la pérdida de capacidad de prestar servicios esenciales y de garantizar derechos fundamentales. (KLIKSBERG, 2005). No debe sorprender entonces que, aparentemente por convicción y por sus propias limitaciones, el Estado dispuso una estrategia del “palo y la zanahoria”, es decir, de represión y negociación. Por un lado, se dispuso del uso de la fuerza para levantar los cortes de ruta con los que se llevaba a cabo la protesta, incluso con la amenaza de tratarlo como un delito penal. Por el otro, concedieron ayuda social expresada en alimentos y la creación de un programa con un número de puestas de trabajo, con intervención de la iglesia católica como mediadora. Es en este contexto, que Milagro Sala, Secretaria Gremial de la Asociación del Estado (ATE), en compañía de Fernando Acosta, Secretario General, comenzaron a desarrollar una estrategia gremial para contener y organizar a las personas desocupadas. Con este fin, en 1999 se crea la Organización Barrial Túpac Amaru. Eran años en los que la batalla para conservar más de dos mil planes laborales así como la provisión de raciones alimentarias, se daba a través de la resistencia en las calles y el habitual acampe en la plaza principal de San Salvador de Jujuy. Sala, además, trabajó territorialmente para afianzar la organización de los desocupados a través de la conformación de copas de leche en los barrios. Es interesante cómo este 2 accionar parece dar respuesta a la primera parte de la inquietud expresada por Garretón (2001), quien afirma que: “... los sectores excluidos están fragmentados y sin vinculación entre ellos, lo que dificulta enormemente cualquier acción colectiva. Así, además de la desestructuración de las comunidades políticas, producto de los fenómenos de globalización y de explosión de identidades no nacional-estatales, una enorme masa es expulsada de lo poco que queda de esa comunidad política. La cuestión no es sólo qué modelo económico puede integrar en el espacio de una generación al sector excluido, sino qué tipo de sistema político es capaz de darles participación efectiva y protagónica sin estallar y sin caer en prácticas manipuladoras o populistas.” Si la estrategia gremial de ATE parece reconocer la necesidad de una articulación y representación de tales sectores excluidos -en clave de resistencia- habría que esperar todavía algunos años más para que el sistema político diera un giro que permitiera pensar en nuevas formas de participación. Cambia, todo cambia La llegada al poder de Néstor Kirchner en 2003 se da con un piso de legitimidad electoral sumamente bajo2, una tasa combinada de desempleo y subempleo del 34,4%, el índice de pobreza superando por momentos el 50% de la población y, producto de todo esto, un grado de protestas y tomas de la calle y el espacio público sumamente alto. En pocas palabras, como se ha dicho, el caldo de cultivo para el nacimiento de la Túpac Amaru es representativo de una crisis con similares características a nivel nacional. No obstante, el nuevo gobierno despliega un cambio paradigmático respecto del rol del Estado, al que postula como un actor central y dinamizador del aparato productivo, a la vez que como garante de derechos. Lleva a la práctica una transición a un modelo económico de tracción por parte del mercado interno y aprovecha la capacidad productiva sin utilizar y los precios internacionales de las commodities ventajosos. En un contexto de crecimiento sostenido “a tasas chinas”, desarrolla una serie de políticas públicas de carácter redistributivo. Así, y de la mano con una alineación favorable de factores endógenos y exógenos, comienza a mostrar resultados promisorios y construye rápidamente una posición hegemónica, a la que haremos referencia en el próximo apartado. Kliksberg (2005) encuadra al gobierno de Néstor Kirchner dentro de una transformación del Estado a nivel regional, que toma los ejes de la lucha contra la pobreza y de la soberanía nacional y la integración regional a contrapelo del consenso previo. La contracara de este fenómeno es la de nuevas percepciones y expectativas por parte de la ciudadanía acerca de lo que el sector público representa. El descreímiento respecto de los preceptos del libre 2 El hasta gobernador patagónico, delfín de Eduardo Duhalde, quedó en el segundo lugar en la primera vuelta con un 22.25% de los votos, a sólo dos puntos porcentuales de Carlos Menem, quien no se presentó al ballotage, frente al escenario que se preveía por la imagen negativa que tenía de él el electorado de todos o casi todos sus adversarios. 3 mercado, se instala la noción de que un Estado fuerte, activo y presente puede a través de sus políticas generar condiciones para el desarrollo y el bienestar de su población. Con sus particularidades, el caso de la Organización Barrial Túpac Amaru es paradigmático del nuevo estado de situación: el lugar protagónico que asume el Estado y que pone en práctica con vocación productiva, habilita transformaciones en las estrategias y acciones desplegadas por muchas organizaciones y movimientos. En 2004, la Túpac Amaru solicita participar en el Programa Federal de Emergencia Habitacional, del Ministerio de Planificación Federal, Inversión Pública y Servicios y obtiene la asignación de 200 viviendas para ser construidas. La Organización cumplió satisfactoriamente con el cronograma pautado y continuó ininterrumpidamente con la edificación de viviendas por un total de 3000 en la zona de Alto Comedero (epicentro de la influencia territorial de la Túpac Amaru) y 8000 si se incluyen otras áreas de la provincia. Debemos observar que no se trata sólo del impacto en la situación de vivienda sino, y tanto o más importante, de la creación de nuevos empleos para una población. Puestos de trabajo administrados por la Organización Barrial Túpac Amaru que eventualmente “se abrió camino como otro empleador en la provincia entre la caña de azúcar, el Estado y rubros como el tabaco y la minería” (MANZANO, 20015).3 Se inaugura, así, una etapa completamente distinta para la Túpac Amaru, tanto respecto de su posicionamiento frente al Estado nacional, como de sus propias estrategias, capacidades y objetivos. Si su génesis organizacional había tenido que ver con una postura que podría caracterizarse como defensiva, de organizar a una parte de los sectores populares muy fragmentados a fin de paliar las consecuencias económicas y sociales de la crisis, la década que sigue a la construcción de esas primeras 200 viviendas encuentra a la Túpac Amaru en una situación muy diferente. En ese período, se consolidó como un actor importante en la provincia: colaboró en la extensión de servicios públicos entre los que se incluyen el transporte de pasajeros, el correo postal y el asfaltado de calles. Por medio de este novedoso y fructífero vínculo con el Estado y sus políticas llevaron a cabo múltiples edificaciones. La sede central, por ejemplo, que cuenta con oficinas, consultorios médicos, una radio, gimnasios, piletas climatizadas y hasta un museo de maquetas. También, las instalaciones donde se dictan las clases de un bachillerato de nivel medio, de una escuela de jóvenes y adultos y un instituto terciario. Además, se crearon fábricas metalúrgicas, textiles, de bloques, adoquines y caños. Predios para la realización de múltiples deportes, un centro cultural con salas de teatro y cine. Un puesto de salud y de rehabilitación. Incluso un templo para el ejercicio de ceremonias tradicionales y dos parques de atracciones. La Túpac Amaru proveía servicios de salud: medicina clínica, pediatría, oftalmología, traumatología, odontología, laboratorio dental, masoterapia, fisioterapia, radiología, 3 Manzano refiere que “el impacto de la generación de trabajo, mediante el vínculo entre movimientos sociales y políticas públicas, varía de acuerdo a las regiones argentinas pero ha sido especialmente significativo para el caso de Jujuy”. Esto se explica por la estructura económica provincial con fuerte concentración, en industrias que se desprendieron de trabajadores que el sector público absorbió parcialmente, pero no por completo. 4 ginecología, obstetricia, farmacia, laboratorio, cardiología y psicología. Incluso, de acuerdo a sus comunicaciones institucionales, cubrían el costo de medicamentos y sepelios. Se desplegaron estrategias de prevención y promoción de la salud, acciones entre la juventud contra las situaciones de adicción. Manzano narra que al realizar su trabajo de campo, registró testimonios y observaciones que demuestran cómo los ingresos provenientes de los programas de empleo que administra la organización con fondos solventados por el erario público, funcionan como dinamizadores de la actividad económica local. “Cuando descendimos del colectivo en la esquina de la sede central de la Túpac Amaru, miles de personas esperaban su turno para percibir su paga. A lo largo de esa calle se habían montado puestos de venta de comida, bebidas, DVDs y juguetes infantiles. En un locutorio cercano se formaban filas para recargar el crédito de teléfonos móviles o cancelar deudas de servicios.” (MANZANO, 2015) Además de las obras realizadas por la organización, del sistema benefactor que pone a disposición de los sectores populares que se vinculan ella y del impacto directo e indirecto sobre la actividad económica y el desarrollo local, también tiene peso en otras áreas. En la dimensión política, por ejemplo, cabe destacar que participó activamente junto con organizaciones de derecho humanos para promover los juicios de lesa humanidad en la provincia de Jujuy. Además, hizo recurrentes demostraciones de fuerza por medio de manifestaciones en las calles tanto para efectuar reclamos como para demostrar su apoyo explícito a políticas o posturas del gobierno nacional. Progresivamente, canalizó ese potencial político hacia el sistema formal de representación partidaria, con cuatro diputados electos por el Frente Unidos y Organizados por la Soberanía Popular en el parlamento provincial desde 2013. La Túpac Amaru tenía representación en jornadas de capacitación, en encuentros y certámenes de matemática, olimpiadas de filosofía, concursos de baile, o en torneos de fútbol y Volley. En una clave quizás más simbólica, en fechas especiales (Día de Reyes, Día del Niño, Día del Maestro) desarrollaba celebraciones que incluían la entrega de regalos y alimentos. Esta enumeración no es exhaustiva ni pretende serlo. Simplemente ilustra el contraste entre un primer momento de la organización en la que las expectativas se orientaban a la lucha para resistir en el marco de la crisis y este segundo en el que contaron con un contexto y con un flujo de recursos que les permitió tomar un rol protagónico en el escenario local y ponerse objetivos mucho más ambiciosos. En este caso, el devenir positivo de la articulación entre la organización y el Estado parece darse en el cumplimiento de las dos premisas que De Piero (2010) señala como necesarias al culminar un repaso sobre varios debates que hacen a la cuestión de la participación ciudadana: “Del mismo modo, si la sociedad civil se ha transformado, y sus expresiones ya no son contenidas por las instituciones que se desarrollaron durante el siglo pasado, se 5 hace necesario para los movimientos y organizaciones que pretenden portar esa representación, construir argumentos y prácticas socio-políticas que avalen esa búsqueda. Si no suceden ambas cosas, un Estado que reconstruye su legitimidad y una sociedad civil que reconfigura sus representaciones, las prácticas políticas y participativas pueden nuevamente ocupar en la historia el lugar de una excepción antes que sentar las bases de una ampliación democrática.” Vemos que para que tenga lugar esta complementación, concurren ambas condiciones: la reconstrucción de la legitimidad del Estado, por un lado, y la reconfiguración de la representación de sectores de la sociedad civil, por el otro. Así, la Túpac Amaru se consolidó como un jugador fuerte en la escena jujeña a partir de un trabajo colectivo, sustentado en la apropiación del excedente social que lleva a la práctica el Estado nacional y que redistribuye por medio de políticas públicas. Un nuevo tipo de relación Se desprende de todo lo anterior que tales transformaciones sólo fueron posibles a partir de un Estado renovado en su auto percepción y su acciones, por un lado, y de un muy cambiado vínculo entre la Túpac Amaru y éste, por el otro. En el génesis de la organización, como vimos, se destacó su rol combativo y de resistencia. Pero, ¿qué postura tomó una vez que la administración kirchnerista mostró una vocación distinta? ¿cambia de algún modo el posicionamiento de la Túpac Amaru frente al Estado cuando éste comienza a asignarle recursos y proveer un marco organizacional, regulatorio que le permite alcanzar todos los logros mencionados? Lo cierto es que a partir del este nuevo escenario, efectivamente la Túpac Amaru, al igual que muchas otras organizaciones se acercaron al gobierno de Néstor Kirchner de una manera que hubiera parecido inimaginable poco tiempo atrás. Objetivamente, pasó de una postura opositora, conflictiva con el Estado a incorporarse a lo que sería conocido como el kirchnerismo e incluso a la asignación de cargos públicos para referentes del movimiento. Chavez Solca (2014) revisa de manera crítica el estado del arte sobre esta cuestión -el vínculo entre el Kirchnerismo y los movimientos sociales- para luego proponer una visión diferente. Sostiene que en la vasta mayoría de los trabajos anteriores se ha interpretado este acercamiento en clave de cooptación. En algún caso se lo comprende “como estrategia estatal de contención de la protesta”. En otros casos, como una búsqueda de legitimidad por parte del gobierno que busca así disminuir la protesta social, evitar el accionar represivo y soltar beneficios como prebendas para desactivar la amenaza de la cuestión social. Incluso, revertir a dirigentes de esos movimientos e incorporarlos a su propio aparato con esos mismos fines espurios. 6 El gobierno aparece como un actor manipulador que maquiavélica y unidireccionalmente se sirve de estas organizaciones y sus referentes para ampliar su base de poder y garantizar la gobernabilidad. En el mismo trabajo cita a Svampa y Pereyra (2004, 2012): “La política de Kirchner consistió en poner en acto, simultáneamente, el abanico de estrategias disponibles para integrar, cooptar, disciplinar y/o aislar al conjunto del movimiento piquetero discriminado entre las diferentes corrientes y organizaciones. El balance que puede hacerse de su primer año de gestión indica que tales estrategias han sido transitoriamente “exitosas” tanto en términos de integración e institucionalización de las corrientes afines como de aislamiento de las corrientes opositoras.” Chavez Solca presenta una visión alternativa, que parece ajustarse mejor a nuestro caso de análisis. Explica que el modo en que los movimientos sociales se corren dentro del escenario político obedece a otras razones más allá del clientelismo. Es cierto, las organizaciones son beneficiadas por este nueva escenario y pasan a ser aliados del gobierno, lo que hubiera sido impensado sólo algunos años atrás. Pero el nuevo posicionamiento se explica mejor como una revisión consiciente de su rol, antes que como la manipulación de los actores populares percibidos como faltos de iniciativa. El constructo kircherista de oposición al modelo neoliberal, y de redistribución en el marco de un modelo productivo apalancado por el consumo es atractivo para los conductores de la Túpac Amaru y los invita a repensar sus estragegias políticas. Y en ese sentido, es de suma importancia señalar que los movimientos no son simplemente acallados por medio de la declamación de un discurso que les es afín, sino que, con contradicciones, pudieron sumar sus propias visiones aportando a la conformación de lo que se dio en llamar el kirchnerismo.4 Son relaciones complejas, no unilaterales ni unidimensionales. “Dicho de otro modo, las organizaciones pasaron de la resistencia al empoderamiento institucional y disputan los sentidos al interior del kirchnerismo con otros grupos.” (CHÁVEZ SOLCA, 2014) Dado que el Estado no es más el contricante a enfrentar, sino una arena en la cual se pueden disputar sentidos, influencias, cargos, acciones, recursos, es comprensible entonces que la estrategia de la Túpac Amaru -como de muchos otros movimientos populares y piqueteros- haya cambiado radicalmente. Ya como parte orgánica del kirchnerismo, de una identidad “nacional y popular”, esta organización volvía a manifestarse y tomar las calles pero ahora en apoyo al gobierno, a algunas de sus políticas y como parte de la campaña electoral. Esta relación, que, como se ha dicho, va en ambos sentidos puede comprenderse algo mejor a la luz de los aportes de Laclau (2005). En La razón populista, discute con algunas aproximaciones clásicas a la noción de representación y propone que ésta siempre cuenta con dos dimensiones: la delegación ejercida por los representados al representante por un 4 Algo similar podría pensarse acerca de la estrecha relación que se estableció con algunos de los organismos de Derechos Humanos, que también reconocieron una determinación política que ameritaba acercarse, inmiscuirse, comprometerse con el nuevo gobierno. Y no sería justo decir aquí tampoco, que las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo fueron simplemente cooptadas por el gobierno, sino que sus valores, intereses y revindicaciones se convirtieron en parte del ideario kirchnerista, al tiempo que le legaron una legitimidad invaluable. 7 lado, y aquello que hace el representante con ellos. “Está en la naturaleza de toda representación el hecho de que el representante no sea un mero agente pasivo, sino que deba añadir algo al interés que representa”. Sostiene, a su vez, que no podemos dar por sentada la pre existencia de un pueblo ya constituido y poseedor de una voluntad que el gobernante debe interpretar y ejecutar fielmente. Por el contrario, el representante aporta un sentido al conjunto de demandas que diferentes sectores y actores ponen sobre la mesa y permite encadenarlas en un discuso relativamente totalizador, que no desvanece las contradicciones y diferencias pero les permite ser parte de un todo más amplio. Constituye allí, al “pueblo” que a su vez “delega” en su representante la realización de una voluntad de la que este ya es parte. ¿Cómo se logra esto? Aporta al conjunto de sentidos y demandas desarticuladas un nuevo significante, lo suficientemente “vacío” como para poder ser investido de sentido por numerosos actores y de diversas maneras. Esto permite realizar una cadena equivalencial por medio de la cual todas las otras demandas pueden vincularse entre sí no por ser idénticas o incluso coherentes entre ellas mismas, sino por su anclaje con el significante vacío. En esta línea, Chávez Colca (2012) sostiene que: “Para comprender la complejidad del fenómeno político del kirchnerismo creemos que es pertinente pensar que el discurso presidencial logra construir un nuevo “Pueblo” articulando significantes vacíos como verdad, justicia, igualdad, normalidad, seriedad, que cada sector reinterpreta y apropia a su manera. De esta manera ( sic), las identidades de los sujetos van redefiniéndose, modificando la frontera de la comunidad (incluyendo sectores antes excluidos) y reinscribiendo sus demandas”. Todo esto, también de acuerdo con la teoría laclauseana, en y por oposición a un otro que es radicalmente diferente, que es en alguna medida el anti pueblo, aquello que no es “el” pueblo y que se le enfrenta. En el discurso kirchnerista, estos son el sistema de exclusión neoliberal, los organismos internacionales de crédito, el aparato de justicia heredado del menemismo, las corporaciones, la dictadura militar, los medios hegemónicos en consonancia con los interese de las elítes dominantes. La Organización Barrial Tupác Amaru encuentra en este discurso suficientes alicientes para identificarse: ve que sus demandas e preocupaciones son parte de esta cadena equivalencial, es incluido en el “pueblo” por quién se gobierna y comparte varios de los adversarios elegidos. De cualquier modo, sería erróneo pensar que la relación con el Estado fue de absoluta lealtad o una alianza sin matices. Por el contrario, y habida cuenta de que el Estado lejos está de ser un bloque monolótico y sin contradicciones, podemos ver que existía también un márgen para las tensiones. En primer lugar, la Túpac Amaru consideraba que su participación era necesaria porque existían problemas para los que el Estado no había ofrecido respuestas concretas y satisfactorias. Esto se consigna en algunos de sus materiales de difusión (MANZANO, 2015) 8 y puede entenderse quizás desde la propia historia de gestión de la organización. Pero todavía más, en el imaginario del movimiento, el modo de hacer las cosas de la Túpac Amaru se opone al accionar estatal cualitativamente: aquel es eficaz, provee resultados inmediatos, está cerca de las personas destinatarias de los programas y personaliza su atención. Se propone como un actor que suple el espacio vacante que deja la burocracia gubernamental ineficaz y poco empática con la realidad de los sectores populares. No es ya, de todos modos, un discurso de confrontación sino una concepción de complementariedad y alianza. A contramano de esta mirada, los empleados estatales y funcionarios reconocían valor en la tarea de la Túpac Amaru pero realizaban también críticas. Es el caso del Instituto de la Vivienda y la Urbanización de Jujuy, que también recibió una considerable cantidad de recursos en términos de inversión del Estado Nacional. Desde su perspectiva, el gobierno nacional debería ejercer un mayor control sobre esta organización: auditar su funcionamiento, el empleo de los recursos y fondos administrados, certificar la calidad constructiva de sus obras. Sumado a esto, personas dentro del IVUJ también referían que las avanzadas de la Túpac Amaru habían ocasionado, de manera directa o indirecta el crecimiento de la vagancia.5 Se debe considerar, a su vez, que en esta mirada recelosa convive también una competencia latente, ya que cada año, la Organización Barrial Túpac Amaru recibía la asignación para construir la mitad de las viviendas dispuestas en el Plan Federal. Conclusiones La Organización Barrial Túpac Amaru presenta un caso muy interesante para el análisis. Por un lado, tiene paticularidades únicas que lo han convertido en un caso notorio y que se instala en la agenda pública con bastante frecuencia, por diversas razones. Pero por el otro, en muchos aspectos es un caso paradigmático que permite analizar con bastante precisión la transformación tan significativa que ocurrió en la relación entre el Estado y los movimientos sociales en Argentina con el fin del ciclo de influencia neoliberal y la asunción de Néstor Kirchner en 2003. Su caso presenta el contexto de crisis de fines de los noventa que da surgimiento a un acto de resistencia y su posterior organización. Luego, esos actores encuentran un nuevo interlocutor que articula un discurso que los interpela e incluye y que despliega un conjunto de políticas que los favorece y convoca. Algunos programas concretos son los que permiten este acercamiento -para la Túpac Amaru, la piedra basal fue la construcción de viviendas-. Ese juego entre el conexto nacional y las readecuaciones necesarias por parte de los movimientos sociales nos parece fundamental para su comprensión. 5 Manzano registra comentarios puntuales que apuntan a esas críticas: “Muy ofuscados me señalaban a grupos de personas en actitud de espera en las oficinas del Estado para que les liberen fondos para sus cooperativas: “Esto lo creó la Túpac, no son todos de la Túpac, pero es a lo que dio lugar la Túpac”, enfatizaban y agregaban: “Si trabajaran como dicen, no estarían sentados ahí”. 9 Bibliografía ● Biglieri Paula y Perelló Gloria (2007) “En el nombre del pueblo. El Populismo kirchnerista y el retorno del nacionalismo”, Documento de Trabajo N° 15, UNSAM, Buenos Aires. ● Chavez Solca, Fernando Daniel (2014). "Kirchnerismo y movimientos sociales: Algunas reflexiones críticas para pensar la resignificación del Estado." . ● De Piero, S (2010) “Participación Ciudadana en Políticas Públicas” páginas 64-75. En Bukstein, Ríos y Saviolo (Comp.) Informe sobre desarrollo humano en la Provincia de Buenos Aires 2009-2010. Buenos Aires, EUDEBA.2010 ● Garretón, Manuel Antonio (2001): Cambios sociales, actores y acción colectiva en América Latina, CEPAL, Santiago de Chile. ● Kliksberg, B. (2005). Hacia un nuevo perfil del Estado en América Latina: los cambios en las percepciones y las demandas de la ciudadanía. Revista del CLAD Reforma y Democracia, (32), 1-24. ● Laclau Ernesto (2010) La Razón Populista, FCE, Buenos Aires. Capítulo VI ● Manzano, V. L. (2015). Lugar, trabajo y Bienestar: La Organización Barrial Tupac Amaru en clave de política relacional. 10