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Políticas de Gobierno abierto

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POLÍTICAS DE GOBIERNO ABIERTO
ADELA MESA DEL OLMO
Profesora de Ciencia Política y de la
Administración de la Universidad del País Vasco
SUMARIO: I. El paradigma del gobierno abierto.- II. Los pilares del gobierno abierto:
transparencia, participación y colaboración.- III. Las políticas de gobierno abierto en España:
marco normativo y planes. - IV. Mediciones de la transparencia.- V. Retos e interrogantes del
gobierno abierto. Bibliografía.
I.- EL PARADIGMA DEL GOBIERNO ABIERTO
Desde los inicios del siglo XXI, y principalmente durante la segunda década, el
discurso de la transparencia se ha hecho omnipresente, no solamente en el ámbito político y
económico sino que impregna -como discurso dominante-todos los ámbitos de la vida en
sociedad (Han, 2018: 11).
La sociedad de la transparencia –como el mismo Byung-Chul Han expresa- se ha
instalado como un valor positivo (sociedad positiva) y dentro de un paradigma más amplio
como es el gobierno abierto. En esta línea, en el barómetro de septiembre de 2017 del Centro
de Investigaciones Sociológicas (CIS) el 90,3% se mostraba –muy de acuerdo y bastante de
acuerdo- con la siguiente afirmación: «la transparencia es importante para el funcionamiento
de la democracia». Efectivamente, este interés por la transparencia se ve reflejado, asimismo,
en los medios de comunicación, en las redes sociales y ha entrado en la agenda política (véase
acuerdos programáticos de gobiernos como en el caso del Gobierno de Navarra (2015-2019) y
del Gobierno Vasco en 2016 y en el programa electoral del Partido Popular en las Elecciones
Generales de 2016).
La expresión gobierno abierto (Open Government en inglés) no es algo tan reciente.
Sus antecedentes más cercanos podríamos situarlos a mediados del siglo XX. Una de las
primeras referencias al mismo es el artículo de Wallace Parks (1957) titulado: “The open
government principle: applaying the rigth to know under the Constitution”, en el cual el
concepto de transparencia hacía referencia al derecho de acceso a la información
gubernamental y a la responsabilidad (Accountability)(Gascó, 2015: 1). En el cambio de
milenio, Weir y Beetham (1999) conciben el gobierno abierto como pilar básico sustentador
de la democracia representativa refiriéndose al gobierno abierto como al libre ejercicio de los
derechos civiles y políticos. Otras contribuciones como las de Chapman y Hunt (2006)
reforzaron esta idea del gobierno abierto como la facultad de los gobiernos de hacer llegar a la
ciudadanía información acerca de las administraciones públicas, de las normas de las leyes y
de la actividad gubernamental en general. Este planteamiento se mantuvo hasta la década de
los años 90 (Laka, 2017: 8).
El punto de inflexión en la evolución del concepto lo constituye un hecho histórico
como fue la toma de posesión de su cargo de Barack Obama como presidente de los Estados
Unidos (rodeada de no poca expectación al convertirse en el primer presidente afroamericano
de la historia en EEUU). El 21 de enero de 2009, Barack Obama proclamó un memorándum
sobre transparencia y gobierno abierto dirigido a todos los departamentos ejecutivos y
agencias federales para que éstas llevasen a cabo acciones que implementasen los principios
de «transparencia, participación y colaboración». A partir de ese momento, el interés y la
extensión del nuevo paradigma tuvieron un crecimiento exponencial.
1
Con el memorándum de Obama se buscaba el compromiso expreso de los diferentes
organismos públicos en su cumplimiento de dichos principios empleando para ello las nuevas
Tecnologías de la Información y de la Comunicación (fundamentalmente Internet); y para
ello, se daba paso a la utilización de la estrategia de la publicidad.
Tras la iniciativa de Obama, otros gobiernos dentro de la órbita anglosajona siguieron
rápidamente el ejemplo: Gran Bretaña, en 2009 (Gobierno del Primer Ministro Gordon Brown
con el plan Putting the Frontline First: Smarter Government que incluía iniciativas de
expansión de las TIC en el sector público); Australia, con la puesta en marcha en diciembre de
2009 del Open Government Engage: Getting on with Government 2.0 y Nueva Zelanda, con
el NZGOAL Government Open Access and Licensing Framework (2010). Otros países fuera
de dicho ámbito fueron sumándose también a este tipo de iniciativas (Finlandia, Grecia,
México, etc.) (Coroján y Campos, 2011: 29 y ss.).
II.-LOS PILARES DEL GOBIERNO
PARTICIPACIÓN Y COLABORACIÓN
ABIERTO:
TRANSPARENCIA,
En una revisión exhaustiva de la literatura, Cruz-Rubio señala que desde un punto de
vista conceptual, el gobierno abierto aparece mencionado mayoritariamente como nuevo
paradigma y modelo de relación entre gobernantes, administraciones públicas y sociedad
(2015: 47). Otras acepciones consideran el gobierno abierto como nuevo tipo emergente de
organización en el sector público, nueva cultura de comunicación y nuevo modo de
interacción sociopolítica. El autor, sin embargo, opta por la consideración del gobierno abierto
como «…una filosofía político-administrativa» (Cruz-Rubio, 2015:51). Según esta
consideración, el concepto actual de gobierno abierto no se entiende sin la presencia de las
tecnologías de la información y de la comunicación (TIC, en adelante). Esto nos lleva a traer a
colación que lo que se conoce como «gobierno electrónico».
El gobierno electrónico (eGobierno) se extiende a partir del cambio de milenio con el
uso extensivo e intensivo de las TIC, y particularmente de Internet. En un primer término,
significó la presencia masiva de páginas web de las distintas entidades y organismos públicos
para dar paso después a formas más sofisticadas en la utilización de las herramientas TIC.
Recurriendo a la definición de eGobierno de la Comisión Europea (2003:7): «Definimos aquí
la administración electrónica como el uso de las tecnologías de la información y las
comunicaciones en las administraciones públicas, combinando con cambios organizativos y
nuevas aptitudes, con el fin de mejorar los servicios públicos y los procesos democráticos y
reforzar el apoyo a las políticas públicas». Otras definiciones hacen hincapié en el factor de
mejora y «optimización» en la prestación de servicios (Criado, 2009: 43; 6, 2000) y procesos
de reforma administrativa (OCDE, 2003a: 3).
El gobierno electrónico se desglosaba en tres dimensiones: 1) Administración
electrónica (eAdministracón), 2) La democracia electrónica o participativa (eDemocracia), y
3) la gobernanza electrónica (eGobernanza). En la eAdministración o Administración
electrónica es donde el gobierno refleja plenamente su rol de prestador de servicios y ahora
debe adaptar sus estructuras para conformarse según los nuevos cambios y necesidades
introduciendo las TIC (a través de portales oficiales, Intranets, extranets, etc.) (Criado,
Ramilo y Salvador, 2002). Todo ese proceso presenta cuatro fases de desarrollo que suponen,
a su vez, grados cada vez más sofisticados en las interacciones (sistemas de información,
interacción sin autenticación, interacción con autenticación –con firma electrónica- e
integración de servicios). Se contemplan, asimismo, diferentes tipos de interacción según si
éstas se dan entre organismos públicos (G2G), entre el gobierno y las empresas (G2B) y entre
el gobierno y la ciudadanía (G2C) (Coroján y Campos, 2011:17).
2
La eDemocracia, por su parte, implica emplear las TIC para dar paso a nuevos canales
de comunicación e información entre la ciudadanía, los representantes electos, el gobierno y
las Administraciones públicas (correos electrónicos, listas de distribución, foros web, chats
online, encuestas…). La eGobernanza, como tercera dimensión, se refiere al empleo de las
TIC como facilitadoras de un gobierno relacional y, a través de éstas, apoyar y estimular la
buena gobernanza (explicado en otro capítulo de este mismo volumen). Finalmente, no existe
una estrategia única para desarrollar el eGobierno. Las diferentes estrategias han tenido que
ser flexibles y adaptables a las realidades particulares de cada uno de los gobiernos y
departamentos de la administración.
Retomando la temática que aquí corresponde, según la OCDE (2003b), «gobierno
abierto» puede ser definido como plataforma para implantar sólidos marcos jurídicos,
institucionales y políticos que rijan el acceso a la información, la consulta y la participación
pública. Ello contribuiría a mejorar el diseño y la formulación de las políticas públicas, luchar
contra la corrupción e incrementar la confianza de la sociedad en el sector público. Esta
definición encierra un debate en el cual no podemos entrar aquí y que implicaría preguntarnos
por diferentes cuestiones como, por ejemplo, cuáles son los factores (sociales, políticos y
económicos) que conducen a este nuevo marco de funcionamiento institucional, y qué
implicaciones (Villoria, 2012:3 y ss.).
El memorando firmado por Obama en 2009, aun no siendo el origen del Open
Government, sí supone un hito en cuanto al papel que éste va a jugar desde entonces. En dicho
texto se señalan tres ejes fundamentales sobre los que se articula la concepción teórica del
Gobierno abierto: 1) la transparencia (saber); 2) la participación (tomar parte); y 3) la
colaboración (contribuir).En el caso de la primera, la «transparencia» fomenta y promueve la
rendición de cuentas de la Administración ante la ciudadanía. La «participación», en segundo
lugar, está dirigida a favorecer el derecho de la ciudadanía a participar activamente en la
conformación de políticas públicas y anima a la Administración a beneficiarse del
conocimiento y experiencia de los ciudadanos buscando la eficacia y calidad en la toma de
decisiones (Villoria, 2012: 1). En cuanto a la «colaboración», en tercer lugar, ésta implica y
compromete a los ciudadanos y demás agentes a la propia acción pública en los diferentes
niveles de gobierno y administración y con organizaciones privadas; es decir, incorpora a la
ciudadanía a la acción de gobierno (Villoria, 2012:1). Mientras que la transparencia está más
asociada al gobierno, la participación y la colaboración están más vinculadas a los y las
usuarias (Meijer et al, 2012: 18).
La transparencia cumple múltiples finalidades, además de convertirse en un derecho
ciudadano. En este sentido, Mark Fenster ve la transparencia como una virtud de la
democracia, un elemento de derechos humanos y también como herramienta de promoción de
la prosperidad política y económica (2006: 894). La transparencia actúa, asimismo, como
mecanismo de prevención contra la corrupción (Villoria 2013), una de los temas que mayor
preocupación causa en la ciudadanía; de hecho, el segundo tema que más preocupa a la
ciudadanía española después del paro (CIS, 2018: 7). La rendición de cuentas (Accountability)
destaca también como una de las características principales de la transparencia y de muy
compleja delimitación Así, Oszlak advierte de la frecuente traducción de Accountability por
«responsabilidad», expresión a todas luces incompleta puesto que la accountability abarca
más que la mera responsabilidad por la gestión (por ej. la atención o no a las necesidades y
demandas de la ciudanía, que su gestión sea visible, afrontar adecuadamente los retos
tecnológicos, etc.)(Oszlak, 2013:15).
Respecto a los otros dos pilares del gobierno abierto (participación y colaboración) gran
parte de la literatura considera que aún no han quedado debidamente definidos y delimitados
entre sí y ésto lleva a algunos autores a limitar los principios del gobierno solamente a la
transparencia (visión) y a la participación (voz) (Meijer et al, 2012).
3
El principio de participación, que ya aparece recogido en el Libro Blanco de la
Gobernanza Europea de 2001, es un elemento fundamental sobre los que se quiere sostener
este nuevo paradigma. A grandes rasgos, la participación viene a indicar que la ciudadanía
(individual o colectivamente) asume un rol activo y se implica en asuntos colectivos de
carácter público de diversas formas (formulando propuestas, implementando soluciones, etc.).
Siguiendo a Colino, podemos señalar diferentes grados de participación: 1) la obtención,
emisión y difusión de información; 2) la obtención de la opinión a través de la consulta; 3) la
concertación que permite a la Administración contar con las aportaciones (como expertos
interesados) de la ciudadanía (p. ej. La agenda local 21); y 4) la codecisión, que significaría el
tipo más intenso de participación ciudadana y que suplantaría a la autoridad al adoptar una
decisión (p. ej. Los presupuestos participativos) (Colino, 2017:283). Como se observa, existe
una clara gradación (de menor a mayor implicación) en las diferentes formas participativas
señaladas. Herramientas de participación hay muchas. Un ejemplo de utilización de las
mismas en el ámbito local lo tenemos en Criado y Ruvalcaba (2016), que incluyen dentro de
las mismas: línea telefónica, foros públicos, correo electrónico, redes sociales, portal
específico de participación, página institucional, juntas vecinales y/o de barrio y oficinas de
atención a la ciudadanía.
Finalmente, la colaboración (tercer pilar del gobierno abierto) comienza a manifestarse
en forma de co-producción de políticas y de participación en acciones de gobierno: cogestión, (Crowdsourcing), co-diseño, co-creación, co-producción, Crowfunding (financiación
en masa, mecenazgo participativo, interoperabilidad (open Source-cloud computing). Todo
ello aún de forma muy incipiente (Cruz Rubio y Ramírez-Alujas, 2012).
Refiriéndonos ya al planteamiento del gobierno abierto como política pública, éste
requiere de dos ejes sobre los que pivota: el Open Data y el gobierno 2.0 (Open Process). El
open data se asocia a formatos abiertos (de la información) e interoperables (recuérdese aquí
lo relativo al gobierno electrónico). Es decir, que la información sea completa, accesible
gratuita y no restringida. Por otro lado, en lo que respecta al Open process o gobierno 2.0,
proporciona herramientas para colaborar con determinadas tareas administrativas (redes
sociales, encuestas y plataformas de participación ciudadana en general). En consecuencia,
dada la relevancia de las TIC, no debemos dejar de mencionar la necesidad de superar las
diferentes brechas digitales de una parte importante de la población (casi un tercio en España
en 2016 según datos de ONTSI), de modo que los no digitalizados quedan fuera de todo el
avance tecnológico (Mesa y Martínez-Monje: 2015). Adviértase que los portales de
transparencia únicamente podrán ser utilizados por individuos que tengan conexiones a banda
ancha y muestren habilidades para el manejo de las TIC.
Aunque sea brevemente, debemos señalar cómo la idea de gobierno abierto que se está
extendiendo a través de la literatura es el modelo de las dos puertas. La perspectiva de la
puerta trasera sería la correspondiente al modelo clásico del control de la información por
parte del gobierno. Por el contrario, según este modelo, debe priorizarse la perspectiva de la
puerta frontal de modo que sean los ciudadanos y el gobierno quienes conjuntamente
compartan la información como un bien público colaborando y coproduciendo la información
gubernamental, en definitiva, la consecución de un gobierno abierto (Sandoval, 2013: 53-54).
En síntesis, el gobierno abierto puede ser considerado un nuevo paradigma y modelo
de relación entre gobernantes, administraciones públicas y sociedad que se sustenta sobre los
principios de transparencia, participación y colaboración como pilares que se complementan
entre sí incorporando las TIC como herramienta necesaria y configurando, en definitiva, un
modelo de gobernanza que trata de ir al compás de una sociedad en constante (y a veces,
radical) transformación (entendida a veces, como smart society) inclusiva y democrática.
4
III. LAS POLÍTICAS DE GOBIERNO ABIERTO EN ESPAÑA: MARCO
NORMATIVO Y PLANES
Dada la etapa abierta tras el Memorandum de Obama en 2009, España aprueba –con
mucho retraso- la Ley 19/2013, de 9 de diciembre, de transparencia, acceso a la información
pública y buen gobierno (en el panorama europeo era el único país, junto a Malta,
Luxemburgo y Chipre que carecía de una normativa de tales características). En el preámbulo
de dicha norma se indica una triple finalidad: 1) el incremento y refuerzo de la transparencia
en la actividad pública; 2) el reconocimiento y la garantía de acceso a la información y 3) las
obligaciones de buen gobierno que deben cumplir los responsables públicos (a modo de
principios éticos). Expresado de este modo generó unas elevadas expectativas que, por otro
lado, fueron en parte truncadas por un articulado de un alcance menor del que cabía esperar.
Esta norma venía a cubrir unas exigencias de funcionamiento de las estructuras
administrativas en términos de apertura y de acceso a la información y con la extensión de
una cultura positiva hacia la transparencia. En sentido contrario, hay otra corriente que circula
paralelamente y que trata de proteger los datos personales (véase Directiva europea de
protección de datos personales a partir del 25 de mayo de 2018) consecuencia, en gran parte,
del uso intensivo de las TIC y en concreto de Internet.
La ley de transparencia venía a cubrir un vacío difícil de sostener. Fue bien recibida, en
términos generales; pero nace con algunas deficiencias manifiestas (puntos débiles). Así,
Transparencia Internacional, como ONG consolidada y reputada en la medición y lucha
contra la corrupción, puso de relieve las siguientes observaciones en el momento del debate
del proyecto de ley: 1) La norma no contempla sanciones ante las infracciones o
incumplimiento de la norma; 2) en el artículo 20.4 se introduce el silencio administrativo
negativo indicando que «Transcurrido el plazo máximo para resolver sin que se haya dictado
y notificado resolución expresa se entenderá que la solicitud ha sido desestimada», de modo
que la Administración puede desatender cualquier demanda de información sin necesidad de
motivar dicha negativa; 3) define de forma imprecisa los campos en los que se establecen
límites al derecho de acceso a la información (relaciones exteriores, seguridad pública, etc.);
4) se crea un órgano de «vigilancia» de la transparencia vinculado al Ministerio de Hacienda
y Administraciones Públicas mostrando, por tanto, un déficit de independencia. En esta
misma línea, algunos apuntan a que hubiera sido deseable que la ley de transparencia
española, en lugar de ligarse al artículo 105 de la Constitución española de 1978 (referido al
derecho de los ciudadanos a acceder a los archivos y registros públicos) se hubiera vinculado
–como en otros países- a la libertad de expresión (art. 20 CE) (Mayo, 13/03/2015,
Expansión).
A pesar de la tardanza en la aprobación de la ley de transparencia en España,
previamente ya se habían iniciado movimientos aproximándose a los compromisos de
gobierno abierto que estableció la Open Government Partnership (OGP) desde su creación en
septiembre de 2011. Esta alianza de países trata de liderar e impulsar la extensión del
gobierno abierto como práctica en el mundo. Promueve la transparencia en aras a la lucha
contra la corrupción y el fortalecimiento de la gobernabilidad utilizando para ello las TIC.
Como ocurriera anteriormente con la emergencia del gobierno electrónico, las políticas
de gobierno abierto están vinculadas a los procesos de modernización de la gestión pública.
Dicho de otra manera, no se puede entender hoy en día procesos de cambio y modernización
de la Administración fuera de los parámetros del gobierno abierto. Las estrategias de gobierno
abierto constituyen, por tanto, tanto una política propia (en aras a la implantación de dicho
paradigma) como, por otro lado, una estrategia para abordar los procesos de elaboración de
políticas públicas en una nueva era. En ese segundo sentido, introduce un esquema a aplicar
(el qué: uso transparente de los datos; el cómo: mecanismos efectivos de participación en los
5
procesos de políticas públicas; y el por qué: racionalidad en las decisiones y acciones políticas
del gobierno (Ramos et al, 2011: 14).
Dejando al margen proyectos de modernización administrativa pretéritos, como los que
se dieron en España durante la década de los años 90 (basados principalmente en las
propuestas de la Nueva Gestión Pública) los planes de gobierno abierto cuentan con el
antecedente reciente de los planes de sociedad de la información y administración electrónica,
que de alguna manera, fueron allanando el terreno. Centrándonos, por tanto, en los primeros,
podemos citar tres planes de acción para el gobierno abierto en España hasta el momento:
Plan I (2012-2014), Plan II (2014-2016) y el Plan III (2017-2019).
La crisis económica y financiera iniciada en 2008 a escala mundial y con especial
incidencia en España condujo a la implementación de una serie de medidas de racionalización
administrativa (con efecto recentralizador). Con este fin, se creó la Comisión de Reforma de
las Administraciones Públicas (CORA) con la misión de realizar una revisión integral de la
Administración pública y dirigirla a conseguir una mayor eficacia y eficiencia sin aumento de
coste y manteniendo la calidad de los servicios públicos prestados. Estas directrices estaban
contenidas en los compromisos que incluía en el I Plan de gobierno abierto (2012-2014). Este
plan se presentó en la I Conferencia Internacional de la Alianza (OGP) celebrada en Brasil en
2012. Conforme al contexto descrito, las bases sobre las que se sustentó este plan tenían como
reto la recuperación económica y, en consonancia, las reformas necesarias para salir de la
crisis. En definitiva, se estaba tratando de presentar una nueva forma de relación entre la
Administración y la ciudadanía (el aumento de la integridad y de la transparencia pública,
mejorar la interoperabilidad de la información en la administración de justicia, el impulso de
las redes sociales y la agilización de los procedimientos de creación de empresas y
simplificación normativa, fundamentalmente). El colofón de ese período lo constituye la
propia aprobación de la ley de transparencia en 2013 y de este modo, se anclaron los avances.
El II Plan de acción (2014-2016) es el que más recorrido ha tenido por el momento.
Este plan, como estipula el OGP (que ejerce de entidad validadora del proceso) ha sido
evaluado externamente en razón a sus compromisos iniciales con un grado de cumplimiento
muy elevado. Fruto de ello es la apertura del portal de Transparencia (diciembre de 2014), la
aprobación de la Ley orgánica de financiación y control de los partidos políticos (Ley
orgánica 3/2015, de 30 de marzo) y ley del ejercicio del alto cargo de la Administración
General del Estado (Ley 3/2015, de 30 de marzo). Otra de las acciones de este II Plan es el
inicio de la actividad del Consejo de Transparencia y Buen Gobierno (enero de 2015), cuyas
funciones se centran en asesorar, velar y evaluar por el cumplimiento de la ley de
transparencia y promover la formación y la sensibilización acerca de la misma. Sin embargo,
a pesar de los hitos conseguido se destacaba la mayor lentitud en la implementación de los
canales de participación.
Respondiendo a esta recomendación, el III Plan de Acción se presentó como resultado
de un proceso de propuestas plural (de las administraciones del Estado, autonómica y local
con 21 propuestas; por un lado, y de la Sociedad Civil como asociaciones y fundaciones sin
ánimo de lucro con 22, por otro). El III Plan de Gobierno Abierto (2017-2019) pivota sobre 5
grandes ejes como son: la colaboración, la participación, la transparencia, la rendición de
cuentas y la formación. En su conjunto, comprenden 20 medidas. De todas ellas
destacaremos el cumplimiento hasta el momento de dos de éstas. Uno de los cumplimientos
es la creación de un Espacio participativo Web con la aprobación de la «Orden
PRE/1590/2016, de 3 de octubre, por la que se publica el Acuerdo del Consejo de Ministros
de 30 de septiembre de 2016, por el que se dictan instrucciones para habilitar la participación
pública en el proceso de elaboración normativa a través de los portales web de los
departamentos ministeriales». Se aplicará a anteproyectos de ley, proyectos de real decreto
legislativo y proyectos de normas reglamentarias impulsadas desde los ministerios. El canal
6
para poder participar será a través de la web de los ministerios (mediante el acceso a
administración.gob.es) y el portal de transparencia. Los dos mecanismos participativos a que
se da lugar aquí son; por un lado, la «consulta previa», que es un mecanismo ex ante (se
pregunta a cualquiera) y otro es la «Audiencia e información pública»; que se utiliza para
preguntar a los colectivos afectados por un proyecto ya redactado. Resulta evidente que el
alcance de estos mecanismos participativos se pronostica limitado.
Por otro lado, la publicación de la Orden HFP/134/2018, de 15 de febrero, por la que
se crea el Foro de gobierno abierto, cumple también con una de las medidas destinadas a
fomentar la colaboración en aplicación del plan. A través de este Foro se trata de
institucionalizar la colaboración y fortalecer el diálogo permanente entre las AAPP y la
sociedad civil en materias relacionadas con la colaboración, la transparencia, la participación
y la rendición de cuentas.
Debemos realizar -aunque brevemente- una mención a que las estrategias de gobierno
abierto se implementan, asimismo, en los distintos niveles de gobierno y administración del
Estado (Comunidades Autónomas y gobiernos locales) con la aprobación de sus respectivas
iniciativas y proyectando este nuevo paradigma en su acción de gobierno. Ello está dando
lugar a que nos encontremos con diferentes modelos de gobierno abierto que están ya siendo
estudiados (Laka, 2017; López Pagán, 2016).
IV- MEDICIONES DE LA TRANSPARENCIA
Una vez que se han puesto en marcha los diferentes planes de gobierno abierto hay
resaltar la emergencia de diferentes mecanismos de «medición» de los diversos portales de
transparencia (contabilizados por algunos expertos en más de 100.000 en España a fecha de
mayo de 2018). El parámetro de referencia principal son las recomendaciones de la Alianza
para el Gobierno Abierto/Open Government partnership (OGP) a la cual ya nos hemos
referido. Relacionado con estas tareas de medición ha cobrado un gran protagonismo y
reputación reconocida la ONG Transparencia Internacional. Esta entidad, se define como
«…la única organización no gubernamental a escala universal dedicada a combatir la
corrupción, congregando a la sociedad civil, sector privado y los gobiernos en una amplia
coalición global». Transparencia Internacional España nació en 2006 y cuenta con un Plan
estratégico fundamentado en la lucha contra la corrupción y el facilitar a la ciudadanía el
acceso a la información pública. Para ello elabora y publica una serie de índices de
transparencia: a) índice de transparencia de los ayuntamientos; b) índice de transparencia de
las Comunidades Autónomas; Índice de transparencia de la Gestión del Agua; d) Índice de
Transparencia de las Diputaciones y e) Índice de Transparencia de los Parlamentos.
Adicionalmente, hay que señalar que en muchas ocasiones esta entidad asesora a los distintos
organismos en la implementación de su respectivo portal de transparencia.
V.- RETOS E INTERROGANTES DEL GOBIERNO ABIERTO
El paradigma el gobierno abierto ha promovido que la transparencia y la rendición de
cuentas se instalen como valor en la sociedad. Sin embargo, las visitas a los portales de
transparencia son reducidas: el 75% de la ciudadanía desconoce la existencia del portal de
transparencia y solamente el 19,8% de los mismos lo han consultado alguna vez (CIS,
Barómetro de septiembre de 2017). Esto nos lleva a la necesidad de contrastar estos datos con
la confianza de la ciudadanía en las instituciones. De nada sirve abrir el acceso a grandes
cantidades de datos e información si no se trata de información útil y reutilizable (Villoria,
2015). En definitiva, hay que responder a muchos interrogantes sobre qué tipo de
transparencia es deseable. ¿Dónde deben estar sus límites? ¿Transparencia para qué? De no
7
responder a estos interrogantes corremos el riesgo –parafraseando a Han- de quedarnos en
unos meros espectadores de la transparencia y, por ende, en una democracia de espectadores
(Han, 2014).
La participación ciudadana debe afrontar también una serie de retos; entre ellos, cómo
gestionar la sobrerrepresentación de los más motivados. A la participación democrática se le
atribuye el aportar mayor calidad democrática pero debe encontrar la forma de engarzar con la
democracia representativa. Debe despejarle la incógnita que qué papel van a jugar aquí las
TIC y cómo se va a paliar la brecha digital. ¿Dónde se va a poner el énfasis, en la
participación promovida por las instituciones (profesionalización de la participación) o en la
que parte de la ciudadanía? Y muchos más interrogantes.
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