7 formas de sanar tu corazón herido Quizás te preguntas si sanar es realmente posible. Aunque sea sanación física, espiritual o emocional, todos estamos buscando desesperadamente alivio. El 05 de noviembre de 2006, un conductor ebrio viajando a más de ochenta millas por hora chocó el lado frontal de nuestra camioneta. En un momento, mi esposo, mis dos hijos y yo estuvimos físicamente rotos, aplastados de múltiples formas. Mi hija, Jen, no tenía un buen pronóstico de supervivencia debido a unas heridas cerebrales traumáticas y múltiples fracturas óseas. Permaneció en coma por cinco semanas, y pasaron meses y meses antes de que pudiésemos reunirnos. Hoy nuestras vidas no lucen de la manera que lo hicieron alguna vez, y nunca lo harán. Los años siguientes luego de nuestro accidente automovilístico, la única cosa que me daba alivio era pensar como Dios pensó que su hijo inocente sufriera y muriera en una cruz por mí. Mientras rogaba a Dios que me diera sanación, comencé a escuchar cuidadosamente las palabras que Jesús dijo cuando estaba en esas horas de sufrimiento final. Siendo la cruz un acto único de redención, las palabras finales de Jesús se habrían vuelto cruciales para mi sanación diaria. Las últimas palabras de Jesús – Una prescripción única para la sanación 1. Preguntarle a Dios “¿Por qué?” “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46; Marcos 15:34). En su deidad, Jesús conocía el corazón y la mente de Dios. No necesitaba preguntar por qué. Pero Jesús también fue un hombre. Sintió dolor como nosotros lo hacemos. Es un consuelo saber que, en su momento de peor sufrimiento, tuvo que preguntarle a Dios ¿Por qué? Pero al preguntar por qué, Jesús nos dio permiso de traer nuestras preguntas duras a Dios. Por este hecho, no necesitamos avergonzarnos de nuestras propias dudas y miedos. Dios no se molestará porque necesitemos respuestas. De hecho, nuestras preguntas más complicadas deben ser lo que nos acerque más a Él. Si estuvieras parada ante Dios ahora mismo, ¿Qué le preguntarías? Satanás controla lo que mantenemos oculto, pero cuando sacamos nuestras heridas a la luz, Satanás ya no tiene poder sobre ellas. ¡Jesús es la luz! Cuando reconocemos nuestro dolor, Él comienza a sanarnos. Adelante ¡Pregúntale! Las respuestas de Dios y su presencia son una forma de sanar tu corazón herido. 2. Escoge perdonar “—Padre —dijo Jesús—, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34). Mientras acercaban los clavos a sus manos, Jesús hablo fuertemente “Padre, perdónales”. Él se negó a que la amargura echara raíces. Sospecho que nos enseñaba que mientras más pronto perdonemos, mejor. Quizás alguien que se suponía que te protegiera y te mantuviera seguro, te hirió. Abuso de ti. Destruyo tu seguridad. Puedes estar pensando, es imposible perdonar. Tienes razón. No creo que podamos perdonar en nuestra propia fortaleza. Necesitamos pedirle a Dios, nuestro padre, que nos ayude. Mi hija Jen dice así “Saca a las personas de tu radar y ponlos en el radar de Dios. De esa manera, estarás liberado” 3. Comparte el evangelio “—Te aseguro que hoy estarás conmigo en el paraíso —le contestó Jesús” (Lucas 23:43). Uno de los criminales colgados al lado de Jesús en la cruz, entendió que su pecado era quejarse de sus problemas y Jesús era su única esperanza. Él dijo “Jesús, recuérdame cuando entres a tu reino” Y Jesús respondió, haré más que recordarte, estaré contigo. Mientras moría, Jesús aún tenía la intención de salvar a otros. Él nos moldeo para ayudar a otros en medio de su propio sufrimiento. Tu dolor te da el derecho de ser escuchado. Cuando compartes el evangelio, tu dolor tiene un propósito. ¿Y si tu dolor terrenal pudiese cambiar la realidad celestial de alguien para siempre? ¿Compartirías el amor de Jesús? 4. Asegura tu espíritu “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lucas 23:46). Esta no es solo una frase que Jesús dijo porque estuviese muriendo. Él estaba citando una frase que los niños judíos repetían antes de irse a dormir, perteneciente a Salmos 31, enseñándonos a usarla a diario también. No puedo describir el alivio que me da saber que mi Padre está sosteniendo mi espíritu frágil en sus manos fuertes y amorosas. Puedo comenzar a respirar otra vez. Puedo comenzar a pensar otra vez. Puedo dar un paso adelante y seguir moviéndome. La próxima vez que Satanás te recuerde las heridas de tu pasado, intenta diciendo “Padre, venda mi herida. Te la doy para que la sostengas” Estás sano y salvo en las manos de tu Padre quien puede sanar tu corazón herido. 5. Encuentren a alguien a quien servir “Dijo a su madre: —Mujer, ahí tienes a tu hijo. Luego dijo al discípulo: —Ahí tienes a tu madre” (Juan 19:26-27). En medio de su dolor, Jesús notó a Su madre parada cerca de la cruz. El escogió cuidarla en vez de enfocarse en Él. ¿No crees que Jesús nos estaba dejando un remedio poderoso para nuestro dolor? Cuando estas sufriendo, mira las necesidades de otros. ¿A quién puedes ayudar? ¿A quién puedes servir? Jesús modelo lo que he descubierto que es cierto por experiencia propia: a veces la única forma de sobrevivir o tener sentido de tu propio dolor es ayudando a alguien más. 6. Ten un horario “Tengo sed” (Juan 19:28). El gran YO SOY lloró “Tengo sed” y cuando lo hizo, nos dio permiso a ti y a mí de pedir ayuda y admitir la debilidad física. Dios creó nuestros cuerpos con la suficiente fragilidad como para necesitar de su ayuda. Sentimientos como la sed, el hambre y la fatiga exponen los límites de nuestra humanidad y nos recuerdan a diario que necesitamos más a Dios. Con esa fragilidad viene nuestra necesidad de descansar y tener un espacio, lo que significa un momento designado para descansar. A menudo estamos tan ocupados ayudando a nuestras familias que olvidamos cuidarnos a nosotros mismos. ¿Qué haces para cuidar tu cuerpo y tu salud mental? ¿Cuál es la cosa segura que podrías agendar a diario o semanal para comenzar a obtener un alivio físico? 7. Intercambia tu quebranto por sanación “Al probar Jesús el vinagre, dijo: —Todo se ha cumplido. Luego inclinó la cabeza y entregó el espíritu” (Juan 19:30). Cuando Jesús dijo, “se acabó”, no fue un llanto de derrota. ¡Sino, un grito de Victoria! En griego, esas palabras componían una sola palabra “tetelestai”, que significada “pago completo” Esta es una variable que cambia nuestra perspectiva. Cuando Jesús por voluntad propia se sacrificó por nosotros no solo era un castigo sustituto –su vida por nuestro pecado. Era un intercambio completo –todo Él por todos nosotros. Él hizo más que pagar un pecado y llevárselo. Jesús nos dio Su derecho, para con Dios. Se llevó todo lo malo y lo intercambio por todo lo que estaba bien en Él. Jesús intercambió nuestro pecado, pena y dolor por su justeza ilimitada, alegría y sanación. No tienes que seguir llevando la misma vergüenza. Dios intercambia tus heridas y tu quebranto por la belleza y entereza de su Hijo. ¿Te ves a ti misma como Dios te ve? Mi experiencia me convence de que Dios te usara de maneras inimaginables debido a lo que has atravesado. Él a menudo permite que nuestras heridas cambien nuestro destino y el destino de otros. Dios no solo sana nuestras heridas, sino que también convierte nuestras cicatrices –los recordatorios de lo que hemos soportado—en hermosas marcas de propósito. Ahora imagina que Jesús mismo está sosteniendo tu cara en sus manos – manos heridas—y que mira directamente a tus ojos. Escúchalo decirte “Te amo. Te veo. Escucho tus súplicas. Te recuerdo. Me llevaré tu dolor. Te sanare.” Deja que esas palabras se incrusten en tu alma. Esperamos que estas 7 formas de sanar tu corazón herido te sean de ayuda y sanidad.