1. ¿De qué recursos se vale el autor de la obra para ilustrar, comentar o denunciar algunos temas relacionados con la sociedad en la que vivió o que retrata en su obra? En el género de la novela podría considerarse una función ético social como confirmación, modificación o negación de las normas o valores vigentes en una sociedad. El lector puede sentirse identificado o rechazar el mundo ficcional. En cualquier caso, la obra ofrece una muestra de cada etapa histórica y cultural, así como la posibilidad de conocer a quienes la vivieron. La reacción crítica de los autores frente a la sociedad es más frecuente en determinados momentos históricos. En la última década del siglo XIX, las élites intelectuales atacaban a la moral victoriana por su hipocresía y férrea defensa de los valores tradicionales. Oscar Wilde encabezó este enfrentamiento. La crítica inglesa de la época, que analizaba las obras por su carácter moral, arremetió contra su única novela, El retrato de Dorian Gray (1980), la obra más representativa del decadentismo y una de sus más fuertes bases teóricas. Además, se considera uno de los más complejos manifiestos del esteticismo de su época y contiene una feroz crítica a la moral victoriana, por su represión, su puritanismo e hipocresía. A continuación, analizaremos los recursos de los que se sirve para ello. En primer lugar, a través de un prefacio compuesto por aforismos, en el que enfrenta arte y moral, denostando cualquier intento de relacionar la calidad de la obra literaria con cuestiones morales: “No hay nada parecido a un libro moral o inmoral. Los libros están bien escritos o mal escritos. Eso es todo”. Uno de los mayores ataques de la crítica de la época contra El retrato de Dorian Gray, tuvo que ver con la relación homosexual sugerida entre dos de los personajes principales, el pintor, Basil y su modelo, Dorian. De hecho, se citaron pasajes de la novela durante el proceso contra Oscar Wilde por “burda indecencia” (la homosexualidad era considerada delito en aquel entonces). En segundo lugar, a través de los espacios en los que transcurre la acción. Se aprecia la inclusión de variedad de contextos sociales que sirven al protagonista para su búsqueda insaciable y desenfrenada de sensaciones, pero también nos ofrecen una panorámica del Londres de finales de siglo. Por un lado, entornos que recrean la aristocracia y la clase alta inglesa (interiores y jardines de casas, salones de té, clubs, ópera, monterías en el campo…), en cuyas descripciones destaca la inclusión de objetos preciosos y valiosos, que refuerzan la idea de pertenencia social y el esteticismo. Por otro, los bajos fondos, miserables calles londinenses, zonas deprimidas y sórdidos espacios cerrados (mercado central, fumadero de opio, teatro de mala muerte en el que actúa Sibyl). La fachada de dignidad que convive con la miseria y la degradación, violento contraste que propicia la duplicidad encarnada por el propio Dorian Gray: la intransigencia y la opresión social empujan al individuo a llevar una doble vida. Otro recurso empleado para introducir la crítica a la sociedad de la época en la novela son los personajes, tanto principales como secundarios, a través de sus actos y palabras. En los contextos escénicos que recrean el entorno social típico de las clases altas, se mantienen un determinado tipo de diálogos que tratan principalmente de política, cuestiones de actualidad, costumbres de la época… Fundamentalmente en boca de Lord Henry, asistimos a una crítica voraz que alcanza multitud de temas: la caridad (en la primera conversación que mantiene con Dorian lo disuade de su dedicación a la filantropía), la prensa sensacionalista, la Cámara de los Comunes, la Iglesia… expresándose de manera directa y explícita, sin escatimar adjetivos (represivo, austero, puritano, repulsivo). Para su ácido cuestionamiento de las instituciones y normas sociales también emplea la ironía y la paradoja, que caracteriza las intervenciones del personaje. Un tema recurrente a lo largo de toda la obra es el matrimonio, una muestra perfecta de la hipocresía de la época. Desde el primer capítulo, Lord Henry afirma que lleva implícito el engaño y más adelante afirma: “Hoy en día todos los hombres casados viven como solteros, y todos los solteros como casados”. Su matrimonio, sin ir más lejos, es una impostura que termina en el penúltimo capítulo con el abandono de su mujer por otro hombre. Los personajes secundarios asistentes a las reuniones sociales son un reflejo de esa sociedad moralizante que oprime las pasiones e imposibilita el individualismo defendido por Oscar Wilde. Es el caso de Lady Narborough, dama aristocrática que porta un abanico raído, objeto delicado que otorga distinción a las mujeres de la alta sociedad, pero que en su caso enfatiza la vulgaridad y la mediocridad. Casa a sus dos hijas con hombres mayores de buena posición, que encarnan los preceptos victorianos, sin embargo, genera rechazo en el lector, al que contribuye Lord Henry aludiendo a su fealdad. Por último, las corrientes estéticas que impregnan la novela son un instrumento literario a través del cual criticar a una sociedad burguesa intolerante con la sensibilidad artística. El decadentismo va unido a una forma de vida hedonista, de excesos de diversa índole. En un monólogo interior, Dorian reconoce que, tal como Lord Henry había profetizado, un nuevo hedonismo le salvaría de “ese puritanismo grosero y bronco” de la época. El culto a los sentidos se censuraba socialmente, lo que conllevaba a una autotortura y autonegación de la que lucha por liberarse. El joven acusa de fingir moralidad a quienes lo juzgan por sus pecados: “vivimos en el país natal de la hipocresía”. Por eso lleva una doble vida, de la que solo quedan evidencias en el cuadro de Basil. Dorian Gray se debate entre la fealdad de las acciones pecaminosas y criminales y la belleza y ejemplaridad que la sociedad espera. Oculta su alma corrupta (al igual que hace la hipócrita sociedad victoriana) en el retrato. Pero no hay forma de ocultar la verdad. Oscar Wilde la deja al descubierto en su obra.