Descartes-Contexto Las vicisitudes históricas de la primera mitad del siglo XVII marcaron el espíritu y las inquietudes intelectuales de Descartes. La inestabilidad en todos los órdenes, originada por las continuas guerras (Guerra de los Treinta años) entre las naciones europeas para mantener su influencia o hegemonía en el nuevo marco político, determinó un talante de inseguridad y escepticismo propenso a la duda y a la necesidad de encontrar cimientos sólidos que sirviesen para asentar firmemente las nuevas situaciones e ideas. Descartes representa un fiel ejemplo de ese talante. Participa en las guerras de su tiempo, alistándose primero en las tropas de Mauricio de Nassau con el objeto, según él, de conocer el mundo y fortalecer el carácter; y, más tarde, en el ejército de Maximiliano de Baviera, época en la que tiene, durante la acampada de invierno en Neuburg, la revelación de los «fundamentos de una ciencia admirable». Los enfrentamientos en todos los órdenes que se dan en la sociedad europea aconsejan a los ciudadanos guiarse con prudencia, pues resulta peligroso aparecer como un reformador o innovador radical en cualquier plano, sobre todo en los relacionados con la religión o la política. Los casos de Giordano Bruno, Miguel Servet y el proceso de Galileo, cercanos en el tiempo o presentes, resultaban aleccionadores. Descartes rehúsa presentarse como un reformador de la filosofía o la ciencia, y nunca le faltó prudencia en la exposición de sus ideas y de su novedoso método. La asimilación de los hechos y la cultura de su tiempo es patente en la vida y la obra de Descartes. La búsqueda del fundamento del conocimiento en la existencia del sujeto pensante es fiel reflejo del espíritu de la época. Ese espíritu se manifiesta en el descubrimiento de la subjetividad como la esencia del hombre; en la pintura de personajes de negocios, de matrimonios en el ámbito interior del domicilio familiar, y también en la Reforma protestante, que sustenta la fe y la interpretación de las Sagradas Escrituras en la conciencia individual. Por otra parte, el descubrimiento de la subjetividad como fundamento de la vida y la realidad crea un estado de incertidumbre y de duda que se refleja en la consideración de la vida como una ficción o un sueño difícil de diferenciar de la verdadera realidad. Así ocurre en la ficción de las obras literarias de algunos contemporáneos de Descartes, sobre todo en el drama calderoniano La vida es sueño, que tal vez le inspiró el fundamento de la segunda fase de la duda: «La imposibilidad de distinguir la vigilia del sueño». Pero es en el terreno científico y filosófico en el que Descartes se sitúa más de lleno en su época, asimilando las inquietudes renovadoras del momento y dándoles una expresión creativa y novedosa: La confianza en la razón como principio del conocimiento, presente en todos los autores renacentistas. La consideración de las matemáticas como el lenguaje adecuado para expresar los fenómenos naturales, tanto celestes como terrestres, de Kepler y Galileo. La preocupación por una ciencia práctica que condujese no sólo al conocimiento de la naturaleza, sino también a su control y dominio, como la concebía Bacon. El interés por un método que condujese de una manera eficaz la investigación científica y alumbrase el descubrimiento de la verdad, presente en Galileo y en otros científicos y pensadores de la época. Descartes fue sensible a todas las inquietudes mencionadas, conoció los logros adquiridos y edificó sobre ellos de manera creativa en el campo de la ciencia y la filosofía, alcanzando logros como la geometría analítica y el sujeto como fundamento y punto de partida para la construcción del pensamiento filosófico y científico, que aún permanecen en la cultura de Occidente.