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01 - From Blood and Ash

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El futuro de todo el reino descansa sobre los hombros de Poppy
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Jennifer L. Armentrout Latinoamérica
(Sombra Literaria)
Créditos
MODERADORAS
-Patty & Lucia BJ
TRADUCTORAS
Loulo
Lucia BJ
Diana Torres
Evares
VivianaG2509
Fernanda González
Página | 3
CORRECCION & REVISION FINAL
-Patty
Diseño y Formato
Evares & Patty
SINOPSIS
Una doncella...
Elegida desde el nacimiento para marcar el comienzo de una nueva era,
la vida de Poppy nunca ha sido la suya. La vida de la doncella es solitaria.
Nunca ser tocada. Nunca ser vista. Nunca para ser hablada. Nunca
experimentar placer. Esperando el día de su Ascensión, preferiría estar con
los guardias, luchando contra el mal que se llevó a su familia, en lugar de
prepararse para ser digna de los dioses. Pero la elección nunca ha sido suya.
Un deber…
El futuro de todo el reino descansa sobre los hombros de Poppy, algo que
ni siquiera está segura de querer para sí misma. Porque una doncella tiene un
Página | 4 corazón. Y un alma Y anhelos. Y cuando Hawke, un honor de guardia de ojos
dorados destinado a asegurar su Ascensión, entra en su vida, el destino y el
deber se enredan con el deseo y la necesidad. Él incita su ira, la hace
cuestionar todo lo que ella cree y la tienta con lo prohibido.
Un reino...
Abandonado por los dioses y temido por los mortales, un reino caído se
está levantando una vez más, decidido a recuperar lo que ellos creen que es
suyo a través de la violencia y la venganza. Y a medida que la sombra de esos
malditos se acerca, la línea entre lo que está prohibido y lo que está bien se
vuelve borrosa. Poppy no solo está a punto de perder su corazón y ser
encontrada indigna de los dioses, sino también de su vida cuando cada hilo
empapado de sangre que mantiene unido su mundo comienza a
desmoronarse.
CONTENIDO
Página | 5
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Capítulo 20
Capítulo 21
Capítulo 22
Capítulo 23
Capítulo 24
Capítulo 25
Capítulo 26
Capítulo 27
Capítulo 28
Capítulo 29
Capítulo 30
Capítulo 31
Capítulo 32
Capítulo 33
Capítulo 34
Capítulo 35
Capítulo 36
Capitulo 37
Capitulo 38
Capitulo 39
Capitulo 40
Sobre la Autora
1
Traducido por: Loulo
Corregido por: -Patty
—Encontraron a Finley esta víspera, a las afueras del Bosque de
Sangre, muerto.
Levanté la vista de mis cartas y a través de la superficie pintada
de carmesí a los tres hombres sentados en la mesa. Elegí este lugar
Página | 6
por una razón. Yo... no sentí nada de ellos mientras me movía entre
las mesas llenas de gente antes.
Sin dolor, físico o emocional.
Normalmente, no debía saber si alguien tenía dolor. Hacerlo sin
razón se sintió increíblemente invasivo, pero en las multitudes, era
difícil controlar cuánto me permitía sentir. Siempre había alguien
cuyo dolor era tan profundo, tan intenso, que su angustia se
convertía en una entidad palpable que ni siquiera tenía que abrir mis
sentidos para sentir, no podía solamente ignorar y alejarme.
Proyectaban su agonía en el mundo que los rodeaba.
Se me prohibió hacer otra cosa que ignorar. Nunca hablar del
regalo que me otorgaron los dioses, nunca sentir, y nunca hacer algo
al respecto.
No es que siempre hiciera lo que se suponía que debía hacer.
Obviamente.
Pero estos hombres estaban bien cuando abrí mis sentidos para
evitar a los que sufrían mucho, lo cual fue sorprendente, dado lo que
hacían para ganarse la vida. Eran guardias de Rise1: el muro
montañoso construido con piedra caliza y hierro extraído de los picos
del Elíseo. Desde que la Guerra de los Dos Reyes terminó hace
cuatro siglos, Rise había encerrado a todo Masadonia, y todas las
ciudades del Reino de Solís estaban protegidas por una subida.
Versiones más pequeñas rodeaban aldeas y puestos de
entrenamiento, las comunidades agrícolas y otras ciudades
escasamente pobladas.
Lo que los guardias veían regularmente, lo que tenían que
hacer, a menudo los dejaba angustiados, más bien por lesiones o por
algo más profundo que la piel desgarrada y los huesos magullados.
Esta noche, no solo estaban ausentes de angustia, sino también
de sus armaduras y uniformes. En cambio, se pusieron camisas
sueltas y pantalones. Aun así, sabía que, incluso fuera de servicio,
Página | 7 estaban atentos a las señales de la temida niebla y el horror que la
acompañaba, y de aquellos que trabajaban contra el futuro del reino.
Todavía estaban armados hasta los dientes.
Como lo estaba yo.
Escondido debajo de los pliegues de la capa y la delgada bata
que llevaba debajo, la fría empuñadura de una daga que no
calentaba hasta mi piel estaba enfundada contra mi muslo. Dada a
mí en mi decimosexto cumpleaños, no era la única arma que había
adquirido o la más mortal, pero era mi favorita. El mango estaba
hecho de los huesos de un lobo extinto hace mucho tiempo, una
criatura que no había sido ni hombre ni bestia, sino ambos, y la
cuchilla hecha de piedra de sangre afilada con un filo fatal.
Es posible que más de una vez haya estado en el proceso de
hacer algo increíblemente imprudente, inapropiado y totalmente
prohibido, pero no era tan tonta como para entrar a un lugar como
1
Alzamiento, en el original.
Red Pearl2
sin protección, la habilidad para usarla y los medios
para llevarlo a cabo. Armas y habilidad. Las usaría sin dudarlo.
—¿Muerto? —dijo el otro guardia, uno más joven con cabello castaño
y una cara suave. Pensé que su nombre podría ser Airrick, y no
podría ser mucho mayor que mis dieciocho años—. No solo estaba
muerto. Finley fue drenado de sangre, su carne masticada como si
los perros salvajes lo atacaran, y luego estaba en pedazos.
Mis cartas se nublaron mientras se formaron pequeñas bolas de
hielo en la boca de mi estómago. Los perros salvajes no hicieron eso.
Sin mencionar que no había perros salvajes cerca del Bosque de
Sangre, el único lugar en el mundo donde los árboles sangraban,
manchaban la corteza y dejaban las hojas de un color carmesí
profundo. Hubo rumores de otros animales, roedores y carroñeros
demasiado grandes que se aprovechaban de los cadáveres de
aquellos que permanecían demasiado tiempo en el bosque.
Página | 8
—Y sabes lo que eso significa —continuó Airrick—. Deben estar
cerca. Un ataque...
—No estoy seguro de que sea correcto tener esta conversación —
interrumpió un guardia mayor. Lo conocía. Phillips Rathi. Había
estado en ascenso durante años, lo cual era una novedad. Los
guardias no tenían una larga vida. Él asintió en mi dirección—.
Estás en presencia de una dama.
¿Una dama?
Solo las Ascendidas se llamaban Damas, pero tampoco era
alguien que nadie, especialmente aquellos en este edificio, esperaría
encontrar dentro de Red Pearl. Si me descubrieran, estaría en...
bueno, más problemas de los que ya había estado antes y enfrentaría
una severa reprimenda.
N/C: Red Pearl: En español; Perla Roja. Lo colocare en varios lugares tanto en
español como en inglés.
2
El tipo de castigo que a Dorian Teerman, el duque de
Masadonia, le encantaría impartir. Y, por supuesto, a su confidente
cercano, Lord Brandole Mazeen, le encantaría ayudar.
La ansiedad surgió cuando miré al guardia de piel oscura. No
había forma de que Phillips pudiera saber quién era yo. La mitad
superior de mi cara estaba cubierta por la máscara de dominó
blanca que encontré descartada en los Jardines de la Reina hace
mucho tiempo, y llevaba una capa azul clara de petirrojo que tome
prestado de Britta, una de las muchas sirvientas del castillo de las
que había escuchado hablar sobre la Perla Roja. Con suerte, Britta
no descubriría su abrigo perdido antes de que se lo devolviera por la
mañana.
Sin embargo, incluso sin la máscara, podía contar con una
mano cuántas personas en Masadonia habían visto mi cara, y
ninguna de ellas estaría aquí esta noche.
Página | 9
Como una Doncella, la Elegida, un velo generalmente me cubría
la cara y el cabello en todo momento, excepto los labios y la
mandíbula.
Dudaba que Phillips pudiera reconocerme únicamente por esas
características, y si lo hubiera hecho, ninguno de ellos estaría
sentado aquí. Y yo estaría en el proceso de ser arrastrada de regreso,
aunque con cuidado, a mis guardianes, el duque y la duquesa de
Masadonia.
No había razón para entrar en pánico.
Obligué a los músculos a lo largo de mis hombros y cuello a
relajarse, sonreí.
—No soy una dama. Eres más que bienvenido a hablar sobre lo
que quieras.
—Sea como sea, un tema menos morboso sería bienvenido —
respondió Phillips, enviando una mirada aguda en dirección a los
otros dos guardias.
Airrick levantó su mirada hacia la mía.
—Mis disculpas.
—Disculpas innecesarias, pero aceptadas.
El tercer guardia agachó la barbilla, mirando atentamente sus
cartas mientras repetía lo mismo. Sus mejillas se habían tensado,
algo que encontré bastante adorable. Los guardias que trabajaban en
Rise se sometían a un entrenamiento cruel, convirtiéndose en
expertos en todo tipo de armamento y combate cuerpo a cuerpo.
Ninguno de los que sobrevivieron a su primera aventura fuera del
Rise regresó sin derramar sangre y ver la muerte.
Y sin embargo, este hombre se sonrojó.
Me aclaré la garganta, queriendo preguntar más sobre quién era
Finley, si era un guardia de Rise o un Huntsman, una división del
ejército que transportaba la comunicación entre las ciudades y
escoltaba a los viajeros y los bienes. Pasaban la mitad del año fuera
de la protección de Rise. Era, como mucho, una de las ocupaciones
Página | 10 más peligrosas, por lo que nunca viajaban solos. Algunos nunca
regresaron.
Desafortunadamente, unos pocos que lo hicieron, no volvieron
igual. Regresaron con la muerte esparcida desenfrenadamente
golpeando sus talones.
Maldito.
Sintiendo que Phillips silenciaría cualquier otra conversación,
no dije ninguna de las preguntas bailando en la punta de mi lengua.
Si otros hubieran estado con él y hubieran sido heridos por lo que
probablemente había matado a Finley, lo descubriría de una forma u
otra.
Solo esperaba que no fuera a través de gritos de terror.
La gente de Macedonia no tenía una idea real de cuántos
regresaron desde fuera del maldito Rise. Solo vieron algo aquí y allá,
y no era la realidad. Si lo veían, el pánico y el miedo seguramente
encenderían a una población que realmente no tenía idea del horror
fuera de Rise.
No como mi hermano Ian y yo.
Por eso, cuando el tema de la mesa cambió a cosas más
mundanas, luché para que el hielo que cubría mis entrañas se
descongelara. Incontables vidas fueron dadas y tomadas por el
esfuerzo de mantener a salvo a los que estaban dentro de Rise, pero
estaba fallando, había fallado, no solo aquí, sino en todo el Reino de
Solís.
Muerte…
La muerte siempre encontraba la manera de entrar.
Detente, me ordené a mí misma, ya que la sensación general de
inquietud amenazaba con hincharse. Esta noche no era sobre todas
las cosas de las que estaba al tanto de que probablemente no debería
estarlo. Esta noche era sobre vivir, sobre... no estar despierta toda la
noche, no sobre dormir sola y sentirme como... como si no tuviera
control, no sobre... sobre que no tenía idea de quién era aparte de lo
Página | 11 que era.
Se repartió otra mano pobre y jugué suficientes cartas con Ian
para saber que no había recuperación de las que tenía. Cuando
anuncié que estaba fuera, los guardias asintieron cuando me
levanté, cada uno ofreciéndome una buena noche.
Moviéndome entre las mesas, tomé la copa de champán que me
ofrecía un servidor con una mano enguantada e intenté recuperar los
sentimientos de emoción que me habían zumbado en las venas
mientras corría por las calles esa misma tarde.
Me ocupé de mis asuntos mientras escaneaba la habitación,
manteniendo mis sentidos para mí misma. Incluso fuera de aquellos
que lograron proyectar su angustia en el aire a su alrededor, no
necesité tocar a alguien para saber si estaban lastimados. Solo
necesitaba ver y concentrarme. El aspecto que tenían no cambió si
experimentaban algún tipo de dolor, y su apariencia no cambió
cuando me concentré en ellos. Simplemente sentí su angustia.
El dolor físico casi siempre era caliente, pero ¿el dolor del tipo
que no se podía ver?
Casi siempre era frío.
Gritos y silbidos obscenos me sacaron de mi propia mente. Una
mujer vestida de rojo se sentó en el borde de la mesa al lado de la
que yo había dejado. Llevaba un vestido hecho de retazos de satén
rojo con una falda que apenas cubría sus muslos. Uno de los
hombres agarró un puñado de la faldita diáfana.
Alejando su mano con una sonrisa descarada, ella se recostó, su
cuerpo formando una curva sensual. Sus gruesos rizos rubios se
derramaban sobre monedas y fichas olvidadas.
—¿Quién quiere ganarme esta noche? —Su voz era profunda y llena
de humo mientras deslizaba sus manos por la cintura del corsé con
volantes—. Les puedo asegurar chicos, duraré más que cualquier
olla de oro.
Página | 12
—¿Y qué pasa si es un empate? —preguntó uno de los hombres, el
fino corte de su abrigo sugirió que era un comerciante acomodado o
un empresario de algún tipo
—Entonces será una noche mucho más entretenida para mí —
dijo, bajando una mano por su estómago, deslizándose aún más
abajo entre ella...
Con las mejillas calientes, rápidamente aparté la vista mientras
tomaba un sorbo del champán burbujeante. Mi mirada encontró su
camino hacia el deslumbrante resplandor de una lámpara de araña
de oro rosa. La Perla Roja debe irle bien y los propietarios deben
estar bien conectados. La electricidad era costosa y estaba
fuertemente controlada por la Corte Real. Me hizo preguntarme
quién era parte de su clientela para que el lujo estuviera disponible.
Debajo del candelabro, otro juego de cartas estaba en progreso.
También había mujeres allí, con el pelo retorcido en peinados
elaborados adornados con cristales, y su ropa mucho menos atrevida
que las mujeres que trabajaban aquí. Sus vestidos eran vibrantes
tonos de púrpura y amarillo y tonos pastel de azul y lila.
Solo se me permitía vestir de blanco, ya fuera en mi habitación o
en público, lo cual no era frecuente. Entonces, me fascinó cómo los
diferentes colores complementaban la piel o el cabello de la persona.
Me imaginaba que parecía una fantasma casi todos los días,
deambulando por los pasillos del castillo Teerman en blanco.
Estas mujeres también usaban máscaras de dominó que cubrían
la mitad de sus caras, protegiendo sus identidades. Me preguntaba
quiénes eran algunas de ellas. ¿Esposas atrevidas que se quedan
solas demasiado? ¿Mujeres jóvenes que no se habían casado o que
habían enviudado? ¿Siervas o mujeres que trabajaban en la ciudad,
fuera por la noche? ¿Había damas y señores en Wait3 entre las
mujeres enmascaradas en la mesa y entre la multitud? ¿Vinieron
aquí por las mismas razones que yo?
¿Aburrimiento? ¿Curiosidad?
Página | 13
¿Soledad?
Si es así, entonces éramos más parecidas de lo que pensaba,
aunque fueran segundas hijas e hijos, entregados a la Corte Real al
cumplir los trece años durante el Rito anual. Y yo... yo era
Penellaphe del Castillo Teerman, pariente de los Balfours, y la
favorita de la Reina.
Yo era la Doncella.
La Elegida.
Y en poco menos de un año, en mi decimonoveno cumpleaños,
Ascendería, como lo harían todas las Damas y Señores en espera.
Nuestras Ascensiones serían diferentes, pero sería la más grande
desde la Bendición de los primeros dioses que ocurrió después del
final de la Guerra de los Dos Reyes.
En español: En Espera… Como, en espera de Ascender. Lo colocare en ambos
idiomas.
3
A ellos les pasaría muy poco si los atraparan, pero a mí... me
estaría enfrentando al disgusto del duque. Mis labios se adelgazaron
cuando un núcleo de ira echó raíces, mezclándose con un residuo
pegajoso de asco y vergüenza.
El Duque era una peste de manos demasiado familiares y tenía
una sed antinatural de castigo.
Pero tampoco pensaría en él. O me preocuparía por ser
disciplinada. Podría volver a mis aposentos si fuera a hacer eso.
Arrastrando mi mirada de la mesa, noté que había mujeres
sonrientes y risueñas en la Perla que no usaban máscaras, no
ocultaban identidades. Se sentaron a la mesa con guardias y
hombres de negocios, se pararon en rincones oscuros y hablaron con
mujeres enmascaradas, hombres y también aquellos que trabajaban
para la Perla Roja. No tenían vergüenza ni miedo de ser vistas.
Quienquiera que fueran, tenían una libertad que codiciaba
Página | 14 profundamente.
Una independencia que perseguí esta noche, porque
enmascarada y desconocida, nadie más que los dioses sabrían que
estaba aquí. Y en lo que respecta a los dioses, hace mucho tiempo
decidí que tenían cosas mucho mejores que hacer que pasar el
tiempo observándome. Después de todo, si hubieran estado
prestando atención, ya me habrían llevado por numerosas cosas que
ya había hecho que me estaban prohibidas.
Entonces, podría ser cualquiera esta noche.
La libertad en eso era una sensación mucho más intensa de lo
que imaginaba. Incluso más que las semillas de amapola inmaduras
proporcionadas por quienes las fumaron.
Esta noche, no era la doncella. Yo no era Penellaphe. Era
simplemente Poppy4, un apodo que recordaba que usaba mi madre,
algo que solo mi hermano Ian y muy pocos me llamaron.
4
En español: Amapola. Pero suena más cool en inglés.
Como Poppy, no había reglas estrictas que seguir o expectativas
que cumplir, ni una Ascensión futura que llegará más rápido de lo
que estaba preparado. No había miedo, ni pasado ni futuro. Esta
noche, podría vivir un poco, incluso unas pocas horas, y acumular
tanta experiencia como pudiera antes de regresar a la capital, a la
Reina.
Antes de que me dieran a los dioses.
Un escalofrío me recorrió de puntillas: incertidumbre, junto con
un bocado de desolación. Lo aplasté, negándome a darle vida. Vivir
por lo que estaba por venir y que no podía ser cambiado no tenía
ningún propósito.
Además, Ian había ascendido hace dos años y, según las cartas
mensuales que recibí de él, era el mismo. La única diferencia era
que, en lugar de contar historias de él, lo hacía con relatos. El mes
pasado, escribió sobre dos niños, un hermano y una hermana, que
nadaron hasta el fondo del Mar de Stroud, haciendo amistad con la
Página | 15
gente del agua.
Sonreí al levantar la flauta de champaña, sin tener idea de
dónde se le ocurrieron esas cosas. Hasta donde yo sabía, era
imposible nadar hasta el fondo del Mar de Stroud, y no había tal
cosa como la gente del agua.
Poco después de su Ascensión, por orden de la Reina y el Rey, se
había casado con Lady Claudeya.
Ian nunca habló de su esposa. ¿Era feliz en absoluto en su
matrimonio? La curva de mis labios se desvaneció cuando mi mirada
se posó en la bebida burbujeante y rosada. No estaba segura, pero
apenas se conocían antes de casarse. ¿Cómo fue eso el tiempo
suficiente cuando presumiblemente pasarías el resto de tu vida con
una persona?
Y los Ascendidos Vivian durante mucho, mucho tiempo.
Todavía era extraño para mí pensar en Ian como un Ascendido.
No era un segundo hijo, pero como yo era la Doncella, la Reina había
pedido a los dioses una rara excepción al orden natural, y le habían
permitido Ascender. No me enfrentaría a lo que Ian tenía, casarme
con un extraño, con otro Ascendido, uno que seguramente codiciaría
la belleza por encima de todo, porque el atractivo se consideraba
divino.
Y a pesar de que era la Doncella, la Elegida, nunca sería vista
como divina. Según el duque, no era hermosa.
Fui una tragedia.
Sin darme cuenta, mis dedos rozaron el encaje rasposo del lado
izquierdo de la máscara. Aparté mi mano.
Un hombre que reconocí como guardia se levantó de una mesa y
se volvió hacia una mujer que llevaba una máscara blanca como yo.
Extendió una mano hacia ella, diciendo palabras demasiado bajas
para que yo las oyera, pero ella respondió con un asentimiento y una
sonrisa antes de poner su mano en la suya. Ella se levantó, la falda
Página | 16 de su vestido de color lila cayó como líquido alrededor de sus piernas
mientras él la conducía desde la habitación hacia las dos únicas
puertas accesibles por los invitados, una en cada extremo de las
cámaras interconectadas. La derecha daba hacia afuera. La puerta
izquierda conducía al piso de arriba, a más habitaciones privadas
donde Britta había dicho que ocurrían todo tipo de cosas.
El guardia llevó a la mujer enmascarada a la izquierda.
Le había preguntado. Ella había dicho que sí. Lo que sea que
hicieron arriba, sería bien recibido y elegido por ambos,
independientemente de si duraba unas pocas horas o toda la vida.
Mi atención permaneció en la puerta mucho después de que se
cerró. ¿Era esa otra razón por la que había venido aquí esta noche?
¿Para... experimentar placer con alguien de mi elección?
Podría si quisiera. Había escuchado conversaciones entre las
Damas en Wait, a las que no se esperaba que permanecieran
intactas. Según ellos, dónde estaban... muchas cosas que una mujer
podía hacer que le proporcionaban placer mientras conservaban su
pureza.
¿Pureza?
Odiaba esa palabra, el significado detrás de ella. Como si mi
virginidad determinara mi bondad, mi inocencia, y su presencia o
falta de ella fuera de alguna manera más importante que las cien
elecciones que hacía todos los días.
Incluso había una parte de mí que se preguntaba qué harían los
dioses si no fuera una doncella real. ¿Pasarían por alto todo lo
demás que hice o no hice simplemente porque ya no era virgen?
No estaba segura, pero esperaba que ese no fuera el caso. No
porque planeara tener relaciones sexuales ahora o la próxima
semana o... alguna vez, sino porque quería poder tomar esa decisión.
Sin embargo, no estaba muy segura de cómo me encontraría en
una situación en la que incluso surgiría esa opción. Pero me imagino
Página | 17
que habría participantes dispuestos que querrían hacer las cosas de
las que escuché hablar a las Damas en Wait aquí en Red Pearl.
Un aleteo nervioso palpitó en mi pecho cuando me obligué a
tomar otro sorbo de champán. Las dulces burbujas cosquillearon la
parte posterior de mi garganta, aliviando algo de la repentina
sequedad en mi boca.
A decir verdad, esta noche había sido una decisión espontánea.
La mayoría de las noches, no podía dormirme hasta que casi
amanecía. Cuando lo hacía, casi deseaba no haberlo hecho. Tres
veces esta semana, me desperté de una pesadilla, con mis gritos
sonando en mis oídos. Y cuando venían así, en grupos, se sentían
como un presagio . Un instinto muy parecido a la capacidad de
sentir el dolor, gritando una advertencia.
Respirando con dificultad, miré hacia donde había estado
mirando antes. La mujer de rojo ya no estaba sobre la mesa. En
cambio, estaba en el regazo del comerciante que había preguntado
qué pasaría si ganaban dos hombres. Estaba inspeccionando sus
cartas, pero su mano estaba donde la de ella se había dirigido antes,
profundizada entre sus muslos.
Oh, mi...
Mordiéndome el labio, me aparté de donde estaba antes de que
toda mi cara se incendiara. Me metí en el siguiente espacio que
estaba separado por un muro parcial, donde se jugaba otra ronda de
juegos.
Había más guardias aquí, algunos incluso reconocí que
pertenecían a la Guardia Real, soldados como aquellos que
trabajaron en el Ascenso pero que en cambio protegieron a los
Ascendidos. Por eso los Ascendidos también tenían guardias
personales. La gente había intentado secuestrar a miembros de la
Corte antes para pedir un rescate. Por lo general, nadie resultó
herido demasiado en esas situaciones, pero hubo otros intentos que
surgieron de razones muy diferentes y más violentas.
Página | 18
Parada cerca de una planta en maceta frondosa que lucía
pequeños brotes rojos, no estaba seguro de qué hacer a partir de ahí.
Podría unirme a otro juego de cartas o entablar una conversación
con cualquiera de las numerosas personas que se quedaban
alrededor de las mesas, pero no era tan buena para conversar con
extraños. No había duda en mi mente de que soltaría algo extraño o
haría una pregunta al azar que tendría poco sentido para la
conversación. Así que eso estaba fuera de la mesa.
Tal vez debería volver a mis habitaciones. Seguramente ya era
tarde y...
Una extraña conciencia se apoderó de mí, comenzando como
una sensación de hormigueo en la parte posterior de mi cuello e
intensificándose con cada segundo que pasaba.
Se sentía como... como si estuviera siendo observada.
Al escanear la habitación, no vi a nadie que me prestara mucha
atención, pero esperaba encontrar a alguien cerca. Así de potente era
el sentimiento. La inquietud floreció en la boca de mi estómago.
Comencé a girar hacia la entrada cuando las notas suaves y
extraídas de algún tipo de instrumento de cuerda llamaron mi
atención hacia la izquierda, mi mirada aterrizó en las cortinas de
color rojo sangre que se balanceaban suavemente por el movimiento
de otros en el establecimiento...
Me detuve, escuchando el ascenso y la caída del ritmo al que
pronto se unió el fuerte golpe de un tambor. Olvidé la sensación de
ser observada. Olvidé muchas cosas. La música era... no se parecía a
nada que hubiera escuchado antes. Era más profundo, más grueso.
Disminuía la velocidad y luego aceleraba. Era... sensual. ¿Qué había
dicho Britta, la sirvienta, sobre el tipo de baile que tenía lugar en el
Red Pearl? Bajó la voz cuando habló de eso, y la otra criada con la
que Britta había estado hablando parecía escandalizada.
Caminando por las afueras de la habitación, me acerqué a las
cortinas, extendiendo la mano para separarlas.
Página | 19
—No creo que quieras entrar allí.
Sorprendida, me volví al oír la voz. Una mujer estaba parada
detrás de mí, una de las damas que trabajaban para la Perla Roja. La
reconocí. No porque ella había estado en el brazo de un comerciante
o hombre de negocios cuando entré, sino porque era completamente
hermosa.
Su cabello era de un negro intenso, muy rizado y su piel era de
un marrón intenso y rico. El vestido rojo que llevaba no tenía
mangas, le cortaba el pecho, y la tela se pegaba a su cuerpo como un
líquido.
—¿Lo siento? —dije, sin saber qué más decir mientras bajaba la
mano—. ¿Por qué no lo haría? Sólo están bailando.
—¿Solo bailando? —Su mirada se desvió sobre mi hombro hacia la
cortina—. Algunos dicen que bailar es hacer el amor.
—Yo... no había escuchado eso —lentamente, miré detrás de mí.
A través de las cortinas, pude distinguir las formas de los cuerpos
que se agitaban al ritmo de la música, sus movimientos llenos de
hipnotizante y fluida carrera. Algunos bailaron solos, sus curvas y
formas claramente delineadas, mientras que otros...
Respiré profundamente, mis ojos volvieron a la mujer que tenía
delante.
Sus labios pintados de rojo se curvaron en una sonrisa.
—Esta es tu primera vez aquí, ¿no?
Abrí la boca para negar esa afirmación, pero podía sentir el
calor extendiéndose por cada parte visible de mi cara. Eso solo era
revelador.
—¿Es tan obvio?
Ella se rió y el sonido era gutural.
—No para la mayoría. Pero para mí, sí. Nunca te había visto
aquí antes.
Página | 20 —¿Cómo sabrías si lo hubieras hecho? —toqué mi máscara sólo para
asegurarme de que no se hubiera resbalado.
—Tu máscara está bien —había un brillo extraño y sabio en sus
ojos, que eran una mezcla de oro y marrón. No exactamente
avellana. El oro era demasiado brillante y cálido para eso. Me
recordaron a otro que tenía los ojos del color de la citrina profunda—
. Conozco una cara, ya sea medio oculta o no, y la tuya es una que
no he visto aquí antes. Esta es tu primera vez.
En verdad, no tenía idea de cómo responder a eso.
—Y también es la primera vez de la Perla Roja —se inclinó,
bajando la voz—. Como nunca hemos tenido a la Doncella
atravesando las puertas.
Una ola de conmoción me atravesó mientras apretaba la
resbaladiza copa de champán.
—No sé a qué te refieres. Soy una segunda hija...
—Eres como una segunda hija, pero no en la forma en que
pretendes —interrumpió, tocando ligeramente mi brazo envuelto—.
Está bien. No hay nada que temer. Tu secreto está a salvo conmigo.
La miré por lo que pareció un minuto entero antes de recuperar
el uso de mi lengua.
—Si eso fuera cierto, ¿por qué ese tipo de secreto estaría a
salvo?
—¿Por qué no sería así? —ella volvió—. ¿Qué tendría que ganar
diciéndole a alguien?
—Te ganarías el favor del duque y la duquesa —mi corazón latía
con fuerza.
Su sonrisa se desvaneció cuando su mirada se endureció.
—No necesito el favor de un Ascendido.
Página | 21
Por la forma en que dijo eso, fue como si le hubiera sugerido que
estaba cortejando el favor con una pila de lodo. Casi le creí, pero
nadie que viviera dentro del reino desperdiciaría la oportunidad de
ganarse la estima de un Ascendido a menos que ellos...
A menos que no reconocieran a la Reina Ileana y al Rey Jalara
como los verdaderos gobernantes legítimos. A menos que apoyaran al
que se hacía llamar Príncipe Casteel, el verdadero heredero del reino.
Excepto que no era príncipe ni heredero. No era más que un
remanente de Atlantia, el reino corrupto y retorcido que había caído
al final de la Guerra de los Dos Reyes. Un monstruo que había
causado estragos y causado derramamiento de sangre, la
encarnación del mal puro.
Él era el oscuro.
Y sin embargo, hubo quienes lo apoyaron y a su reclamo.
Descenters que habían sido parte de disturbios y la desaparición de
muchos Ascendidos. En el pasado, los Descentros solo causaban
discordia a través de pequeñas manifestaciones y protestas, e
incluso entonces, eso había sido muy escaso debido al castigo que se
aplicaba a los sospechosos de ser Descenters. Las pruebas ni
siquiera podrían llamarse así. No hay segundas oportunidades. No
encarcelamiento a largo plazo. La muerte era rápida y definitiva.
Pero las cosas habían cambiado últimamente.
Muchos creían que los Descenters habían sido responsables de
las misteriosas muertes de guardias reales de alto rango. Varios en
Carsodonia, la capital, habían caído inexplicablemente de Rise. Dos
habían muerto con flechas en la nuca en Pensdurth, una ciudad más
pequeña en la costa del mar de Stroud, cerca de la capital. Otros
simplemente habían desaparecido mientras estaban en las aldeas
más pequeñas, para nunca ser vistos o escuchados de nuevo.
Hace solo unos meses, un levantamiento violento había
terminado en un derramamiento de sangre en Three Rivers, una
ciudad comercial más allá del Bosque de Sangre. Goldcrest Manor, la
sede real en Three Rivers, había sido quemada, arrasada junto con
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los templos. El duque Everton había muerto en el incendio, junto
con muchos sirvientes y guardias. Fue solo por algún milagro que la
duquesa de Three Rivers había escapado.
Los Descenters no eran solo atlanticos que estaban escondidos
entre la gente de Solís. Algunos de los seguidores del Oscuro ni
siquiera tenían una gota de sangre atlántica en ellos.
Mi mirada se agudizó y se centró en la hermosa mujer. ¿Podría
ser ella una Descenter? No podría entender cómo alguien podría
apoyar el reino caído, sin importar cuán duras fueran sus vidas o
cuán infelices puedan ser. No cuando los Atlánticos y el Oscuro
fueron responsables de la niebla, de lo que se encontraba dentro de
ella. Porque lo que probablemente había acabado con la vida de
Finley había tomado innumerables vidas más, incluidas la de mi
madre y la de mi padre, y había dejado mi cuerpo acribillado con el
recordatorio del horror que prosperó dentro de la niebla.
Dejando a un lado mis sospechas por el momento, me abrí para
sentir si había un gran dolor dentro de ella, algo que iba más allá de
lo físico y provenía del dolor o la amargura. El tipo de dolor que hacía
que las personas hicieran cosas horribles para tratar de aliviar la
angustia.
No había indicio de que irradiara de ella.
Pero eso no significaba que ella no fuera una Descenter.
La cabeza de la mujer se inclinó.
—Como dije, no tienes nada de qué preocuparte cuando se trata
de mí. ¿Él? Esa es otra historia.
—¿Él? —lo repetí.
Se movió hacia un lado cuando se abrió la puerta principal, y
una repentina ráfaga de aire frío anunció la llegada de más clientes.
Entró un hombre, y detrás de él había un señor mayor con cabello
rubio arenoso y una cara desgastada, teñida por el sol.
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Mis ojos se abrieron cuando la incredulidad tronó a través de
mí. Era Vikter Wardwell. ¿Qué estaba haciendo en el Perla Roja?
Me vino a la mente una imagen de las mujeres con vestidos
cortos y senos parcialmente expuestos, y pensé en por qué estaba
aquí. Mis ojos se abrieron.
Oh, Dioses
Ya no quería pensar en el propósito de su visita. Vikter era un
miembro experimentado de la Guardia Real, un hombre en su cuarta
década de vida, pero para mí era más que eso. La daga atada a mi
muslo había sido un regalo de él, y fue él quien rompió con la
costumbre y se aseguró de que no sólo supiera cómo usarla, sino
también cómo empuñar una espada, golpear un objetivo invisible
con una flecha, e incluso sin armas, cómo derribar a un hombre dos
veces mi tamaño.
Vikter fue como un padre para mí.
También era mi guardia personal y lo había sido desde que
llegué a Macedonia. Sin embargo, no era mi único guardia.
Compartió deberes con Rylan Keal, quien reemplazó a Hannes
después de que falleciera mientras dormía hace poco menos de un
año. Había sido una pérdida inesperada, ya que Hannes tenía treinta
y pocos años y gozaba de buena salud. Los curanderos creían que
había sido una desconocida enfermedad del corazón. Aún así, era
difícil imaginar cómo se podía ir a dormir sano... y entero y no volver
a despertar nunca más. Rylan no sabía que estaba tan bien
entrenada como el, pero sabía que podía manejar una daga.
No sabía dónde Vikter y yo desaparecíamos con demasiada
frecuencia fuera del castillo. Era amable y a menudo relajado, pero
no estábamos tan cerca como Vikter y yo. Si hubiera sido Rylan el
que estuviera aquí, podría haberme escapado fácilmente.
—Maldita sea —juré, volviéndome de lado cuando extendí la
mano y me tapé la cabeza con la capucha. Mi cabello era de un tono
bastante notable de cobre quemado, pero incluso con eso ahora
oculto y toda mi cara oscurecida, Vikter me reconocería.
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Tenía un sexto sentido que solo pertenecía a los padres y se
daba a conocer cuando su hijo no era bueno.
Eché un vistazo hacia la entrada y me dio un vuelco el estómago
cuando lo vi sentado en una de las mesas frente a la puerta, la única
salida.
Los dioses me odiaban.
En verdad lo hicieron, porque no había duda en mi mente de
que Vikter me vería. No me denunciaría, pero prefiero arrastrarme
por un agujero lleno de cucarachas y arañas que intentar explicarle
a él, de todas las personas, por qué estaba en la Perla Roja. Y sería
una conferencia. No el discurso y castigo que el Duque amaba
pronunciar, sino el tipo de charla que se mete debajo de tu piel y te
hace sentir terrible durante días.
Principalmente porque te atraparon haciendo algo por lo que
merecías una reprimenda.
Y, francamente, no quería ver la cara de Vikter cuando
descubriera que me di cuenta de que estaba aquí. Robé otro vistazo
y...
¡Oh, dioses, una mujer se arrodilló a su lado, una mano en su
pierna!
Necesitaba frotar mis ojos.
—Esa es Sariah —explicó la mujer—. Tan pronto como él llega,
ella está a su lado. Creo que ella lleva una antorcha para él.
Lentamente, miré a la mujer a mi lado.
—¿Viene aquí a menudo?
Un lado de sus labios se curvó hacia arriba.
—A menudo es suficiente para saber qué sucede más allá de la
cortina roja y...
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—Eso es suficiente —la interrumpí. Ahora necesitaba frotar mi
cerebro—. No necesito escuchar nada más.
Su risa era suave.
—Tienes el aspecto de alguien que necesita un escondite. Y sí,
en Red Pearl, esa es una apariencia fácilmente reconocible —ella
hábilmente tomó mi copa de champán—. Arriba, actualmente hay
habitaciones desocupadas. Prueba la sexta puerta a la izquierda.
Encontrarás santuario allí. Vendré por ti cuando sea seguro.
La sospecha se levantó cuando encontré su mirada, pero la dejé
tomar mi brazo y guiarme hacia la izquierda.
—¿Por qué me ayudarías?
Ella abrió la puerta.
—Porque todos deberían poder vivir un poco, incluso por unas
pocas horas.
Mi boca se abrió cuando ella repitió lo que había pensado para
mí hace unos minutos. Aturdida, me quedé allí.
Me guiñó un ojo y cerró la puerta.
Que ella descubriera quién era yo no podría ser una
coincidencia. ¿Repitiéndome lo que había estado pensando antes? No
había manera. Una risa áspera escapó de mis labios. La mujer puede
ser una Descenter, o al menos, no era fanática de los Ascendidos.
Pero ella también podría ser una vidente.
No pensé que quedara ninguno de ellos.
Y todavía no podía creer que Vikter estuviera aquí, que viniera
aquí con tanta frecuencia que a una de las damas de rojo le gustaba.
No estaba seguro de por qué estaba tan sorprendida. No era como si
a los guardias reales se les prohibiera buscar placer o incluso
casarse. Muchos eran bastante... promiscuos ya que sus vidas
estaban llenas de peligro y, a menudo, eran demasiado cortas. Era
Página | 26 solo que Vikter tenía una esposa que falleció mucho antes de que yo
lo conociera, muriendo en el parto junto con el bebé. Todavía amaba
a su Camilia tanto como ella cuando vivía y respiraba.
Pero lo que se podía encontrar aquí no tenía nada que ver con el
amor, ¿verdad? Y todos se sentían solos, sin importar si su corazón
pertenecía a alguien que ya no podían tener o no.
Un poco triste por eso, me di la vuelta en la estrecha escalera
iluminada por apliques de pared de aceite. Exhalé pesadamente.
—¿En qué me he metido?
Solo los dioses lo sabían, y ya no había vuelta atrás.
Deslicé mi mano dentro de la capa, manteniéndola cerca de la
empuñadura de la daga mientras subía los escalones hacia el
segundo piso. El pasillo era más ancho y sorprendentemente
silencioso.
No sabía lo que esperaba, pero pensé que oiría... sonidos.
Sacudiendo mi cabeza, conté hasta llegar a la sexta puerta a la
izquierda. Probé el mango y lo encontré desbloqueado. Empecé a
abrir la puerta pero me detuve. ¿Qué estaba haciendo? Cualquiera o
cualquier cosa podría estar esperando más allá de esta puerta. Esa
mujer de abajo...
El sonido de una risa masculina llenó el pasillo cuando la
puerta a mi lado se abrió. En pánico, rápidamente retrocedí en la
habitación frente a mí, cerrando la puerta detrás de mí.
Con el corazón palpitante, miré a mí alrededor. No había
lámparas, solo un árbol de velas en una repisa. Un sofá se
encontraba frente a una chimenea vacía. Sin siquiera mirar detrás
de mí, supe que el único otro mueble tenía que ser una cama.
Respiré hondo, captando el aroma de las velas. ¿Canela?
Pero había algo más, algo que me recordaba a las especias
oscuras y al pino. Empecé a girar...
Página | 27
Un brazo se enroscó alrededor de mi cintura, tirando de mí
contra un cuerpo muy duro y muy masculino.
—Esto —susurró una voz profunda—, es inesperado.
2
Traducido por: Loulo
Corregido por: -Patty
Tomada por sorpresa, miré hacia arriba. Un error que Vikter me
había enseñado a nunca hacer.
Debería haber ido por mi daga, pero en lugar de eso, me quedé
Página | 28 allí mientras el brazo alrededor de mi cintura se apretaba, y su mano
se posó en mi cadera.
—Pero es una sorpresa bienvenida —continuó, deslizando su
brazo.
Saliendo de mi estupor, me di la vuelta para mirarlo, la capucha
de la capa permaneció en su lugar mientras mi mano buscaba la
daga. Miré hacia arriba... y luego hacia arriba un poco más.
Oh, mis dioses.
Me congelé, una conmoción total me recorrió, cortando todo
sentido común cuando vi su rostro en el suave resplandor de la luz
de las velas.
Sabía quién era, aunque nunca había hablado con él.
Hawke Flynn.
Todos en Castle Teerman sabían cuándo él llegó a la Guardia de
la Ascensión de Carsodonia, la capital, hace unos meses. Yo no
había sido diferente.
Quería mentirme a mí misma y decir que se debía a su altura
sorprendente, colocándolo casi un pie más alto que yo. O era porque
se movía con la misma gracia y fluidez inherente y depredadoras que
pertenecían a los grandes y grises gatos de las cavernas que
normalmente deambulaban por los Yermos, pero que yo lo había
visto una vez en el palacio de la Reina cuando era niño. El temible
animal salvaje había sido enjaulado, y la forma en que merodeaba
continuamente en el recinto demasiado pequeño me había fascinado
y horrorizado igualmente. Había visto a Hawke pasearse de la misma
manera en más de una ocasión, como si él también estuviera
enjaulado. Podría haber sido la sensación de autoridad que parecía
sangrar de sus poros a pesar de que no podía ser mucho mayor que
yo, tal vez la misma edad que mi hermano o uno o dos años mayor.
O tal vez era su habilidad con la espada.
Una mañana, mientras estaba de pie junto a la duquesa en uno
de los muchos balcones del castillo de Teerman, con vistas al patio
de entrenamiento de abajo, me dijo que Hawke había venido de la
Página | 29 capital con recomendaciones brillantes y que estaba en camino de
convertirse en uno de los más jóvenes. Guardias reales. Su mirada
estaba fija en los brazos resbaladizos de Hawke.
También la mía.
Desde su llegada, me había encontrado escondida en los
oscuros rincones más de unas pocas veces, viéndolo entrenar con los
otros guardias. Aparte de las sesiones semanales del Ayuntamiento
celebradas en el Gran Salón, fue la única vez que lo vi.
Mi interés podría ser simplemente porque Hawke era... bueno, él
era hermoso.
No era frecuente decir eso de un hombre, pero no se me ocurrió
una palabra mejor para describirlo. Tenía el cabello oscuro y grueso
que se enroscaba en la nuca y a menudo caía hacia adelante,
cepillando cejas igualmente oscuras. Los planos y ángulos de su
rostro me hicieron añorar un poco de talento con un pincel o un
bolígrafo. Sus pómulos eran altos y anchos, la nariz
sorprendentemente recta; como guardias muchos de ellos habían
sufrido al menos una nariz rota. Su mandíbula cuadrada era firme y
su boca bien formada. Las pocas veces que lo había visto sonreír, el
lado derecho de su labio se curvaba y aparecía un hoyuelo profundo.
Si tenía uno que aparecía en su mejilla izquierda, no lo sabía. Pero
sus ojos eran, como mucho, su característica más cautivadora. Me
recordaron a la miel fresca, un color llamativo que nunca había visto
antes, y él tenía esta forma de mirarte que te dejaba completamente
desnuda. Sabía esto porque sentí su mirada durante dos onzas de
segundo en el Gran Comedor, a pesar de que nunca antes había
visto mi cara o mis ojos. Estaba segura de que su consideración se
debía al hecho de que era la primera Doncella en siglos. La gente
siempre me miraba cuando estaba en público, ya fueran guardias,
señores y damas en espera, o plebeyos.
Su mirada también podría ser producto de mi imaginación,
impulsada por mi pequeño y oculto deseo de que tuviera tanta
curiosidad por mí como yo por él.
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Quizás fueron todas esas razones por las que captó mi interés,
pero había otra que me daba un poco de vergüenza reconocer.
A propósito, me ponía en contacto con mis sentidos cuando lo
veía. Sabía que estaba mal hacerlo cuando no había una buena
razón. Nada que justifique la invasión. Y no tenía más excusa que
preguntarme qué a menudo lo hacía caminar como un gato de las
cavernas enjaulado.
Hawke siempre tenía dolor.
No del tipo físico. Era más profundo que eso, se sentía como
pedazos de hielo afilado contra mi piel. Estaba crudo y se sentía
interminable. Pero la angustia que parecía seguirlo como una
sombra, nunca lo abrumaba. Si no hubiera pinchado, nunca lo
habría sentido. De alguna manera, mantuvo ese tipo de agonía bajo
control, y no sabía de nadie más que pudiera hacer eso.
Ni siquiera un Ascendido.
Solo porque nunca sentí nada de ellos, aunque sabía que
sentían dolor físico. El hecho de que nunca tuve que preocuparme
por recoger el dolor residual de ellos debería hacerme buscar su
presencia, pero en cambio, me dio escalofríos.
—No te esperaba esta noche —dijo Hawke. Me estaba dando esa
media sonrisa suya, la que no mostraba dientes, hizo que apareciera
el hoyuelo en su mejilla derecha, pero nunca llegó a sus ojos—. Solo
han pasado unos días, cariño.
¿Cariño?
Abrí la boca y luego la cerré de golpe cuando me di cuenta.
Parpadeé ¡Pensó que era alguien más! Alguien que obviamente había
conocido aquí antes. Eché un vistazo a mi capa, la prenda prestada.
Era bastante distintivo, un azul pálido con un ribete de pelaje
blanco.
Britta.
¿Creía que yo era Britta?
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Ella y yo teníamos aproximadamente la misma altura, un poco
por debajo del promedio, y la capa ocultaba la forma de mi cuerpo,
que no era tan delgado como el de ella. No importa cuán activo
estuviese, no podía lograr el marco de la duquesa Teerman o algunas
de las otras damas.
Inexplicablemente, había una pequeña parte de mí, la misma
parte que estaba oculta, que estaba... decepcionada, y tal vez incluso
un poco envidiosa de la bella doncella.
Mi mirada recorrió a Hawke. Llevaba la túnica negra y los
pantalones que todos los guardias llevaban debajo de su armadura.
¿Había venido directamente aquí después de su turno? Le di un
vistazo rápido a la habitación. Había una pequeña mesa al lado del
sofá, donde había dos vasos.
Hawke no había estado solo aquí antes de que yo llegara.
¿Podría haber estado con otra persona? Detrás de Hawke, la cama
estaba hecha y no parecía que alguien hubiera... dormido en ella.
¿Qué tengo que hacer? ¿Girar y correr? Eso sería extraño. Se
aseguraría de preguntarle a Britta al respecto, pero mientras le
devolviera la capa y la máscara sin que ella lo supiera, estaría libre.
Excepto que Vikter probablemente todavía estaba abajo, y la
mujer también...
Dioses, ella tenía que ser una vidente. El instinto me dijo que
sabía que esta habitación estaba ocupada. Ella me había enviado
aquí a propósito. ¿Sabía que Hawke estaba aquí y que
probablemente me confundiría con Britta?
Parecía demasiado irreal para creer.
—¿Pence te dijo que estaba aquí? —preguntó.
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Se me cortó la respiración cuando mi corazón comenzó a latir
como un martillo contra mis costillas. Sabía que Pence era un
guardia de Rise, uno de la edad de Hawke. Un rubio, si lo recordaba
correctamente, pero no lo había visto abajo. Sacudí mi cabeza.
—¿Me has estado observando, entonces? ¿Siguiéndome? —preguntó,
chasqueando suavemente por lo bajo—. Tendremos que hablar de
eso, ¿no?
Había una extraña amenaza en su voz, una que me dio la
impresión de que no estaba tan contento con la idea de que Britta lo
siguiera.
—Pero no esta noche, parece. Estás extrañamente callada —
observó. Por lo que sabía de Britta, rara vez era recatada.
Pero en el momento en que hablé, él sabría que no era la criada,
y yo... no estaba lista para que él lo descubriera. No estaba segura de
para qué estaba lista. Mi mano ya no estaba en la daga, y no sabía lo
que eso significaba. Todo lo que sabía era que mi corazón todavía
estaba acelerado.
—No tenemos que hablar —cogió el dobladillo de su túnica, y
antes de que pudiera respirar de nuevo, se lo puso sobre la cabeza y
lo arrojó a un lado.
Mis labios se separaron y mis ojos se abrieron. Había visto el pecho
de un hombre antes, pero nunca había visto el suyo. Los músculos
que se flexionaron y agruparon debajo de las camisas más delgadas
en las que entrenaron los guardias ahora estaban en exhibición. Era
ancho de hombros y pecho, todos los músculos delgados definidos
por años de intenso entrenamiento. Había una fina capa de pelo
debajo de su ombligo que desaparecía detrás de sus pantalones. Mi
mirada bajó aún más y el calor volvió, un tipo diferente que no solo
enjuagaba mi piel sino que también invadía mi sangre.
Incluso a la luz de las velas, pude ver cuán apretados eran sus
pantalones, cómo enguantaban su cuerpo, dejando muy poco a la
imaginación.
Y tenía una gran imaginación gracias a la frecuente tendencia
de las Damas a compartir demasiado y mi frecuente tendencia a
escuchar las conversaciones.
Página | 33
Una extraña sensación rizada me golpeó la parte inferior del
estómago. No fue desagradable. De ningún modo. Fue cálido y
hormigueante, recordándome mi primer sorbo de champán
burbujeante.
Hawke dio un paso hacia mí y mis músculos se tensaron para
correr, pero me quedé quieta por pura voluntad. Sabía que debería
haberme alejado. Debería haber hablado y revelado que no era
Britta. Debería haberme ido de inmediato. La forma en que
merodeaba hacia mí, sus largas piernas devorando la distancia entre
nosotros, me dijo su intención, incluso si no se había quitado la
túnica. Y aunque tenía poca, está bien, absolutamente ninguna
experiencia, sabía que si él me alcanzaba, me tocaría. Él puede hacer
aún más. Él podría besarme.
Y eso estaba prohibido.
Yo era la Doncella, la Elegida. Sin mencionar que él pensó que
yo era otra mujer, y obviamente él había estado en esta habitación
con otra persona antes de que yo llegara aquí. Eso no significaba que
hubiera estado con alguien, pero podría haberlo hecho.
Todavía no me moví ni hablé.
Esperé, mi corazón latía tan rápido que me sentí débil. Pequeños
temblores me atormentaron las manos y las piernas.
Y nunca temblaba.
¿Qué estás haciendo? susurró la voz razonable y sensata en mi
cabeza.
Viviendo, le susurré de vuelta.
Y siendo increíblemente estúpida, la voz respondió.
Lo estaba siendo, pero de nuevo, me quedé allí.
Sintiéndome súper consiente, vi como Hawke se detenía frente
a mí y levantaba sus manos, agarrando la parte trasera del abrigo
con una. Por un momento, pensé que podría retirarlo, y la farsa
terminaría, pero eso no fue lo que hizo. La capucha solo retrocedió
Página | 34 un par de pulgadas.
—No sé de qué tipo de juego se trata esta noche —su voz
profunda era ronca—. Pero estoy dispuesto a averiguarlo. ¿Me has
estado
observando,
entonces?
¿Siguiéndome?
—preguntó,
chasqueando suavemente por lo bajo—. Tendremos que hablar de
eso, ¿no?
Su otro brazo me rodeó la cintura. Un jadeo me dejó mientras
me arrastraba hacia su pecho. Esto no se parecía en nada a los
breves abrazos que había recibido de Vikter. Nunca me había
retenido un hombre como este. No había una pulgada entre su pecho
y el mío. El contacto fue una sacudida para mis sentidos.
Me levantó sobre las puntas de mis dedos de los pies y luego me
levanto. Su fuerza era asombrosa ya que no era exactamente liviano.
Aturdida, mis manos aterrizaron sobre sus hombros. El calor de su
piel dura parecía arder a través de mis guantes y la capa y la delgada
bata blanca en la que generalmente dormía.
Su cabeza inclinada, y sentí el calor de su aliento en mis labios.
Un estremecimiento de anticipación se enroscó en mi columna
vertebral en el mismo momento en que mi estómago se hundió con
incertidumbre. No había tiempo para que las dos emociones en
guerra pelearan. Se giró y avanzó con el mismo tipo de gracia felina
que había visto de él antes. En cuestión de unos pocos latidos
tartamudeantes, nos estaba guiando hacia abajo, su agarre fuerte
pero cuidadoso, como si fuera consciente de su fuerza. Él cayó sobre
mí, su mano aún detrás de mi cabeza, su peso fue un shock cuando
me presionó contra la cama, y luego su boca estaba sobre la mía.
Hawke me besó.
No había nada dulce o suave, como había imaginado que sería
un beso. Fue duro y abrumador; un reclamo, y cuando contuve el
aliento, él se aprovechó y profundizó el beso. Su lengua tocó la mía,
sorprendiéndome. El pánico estalló en la boca de mi estómago, pero
también lo hizo otra cosa, algo mucho más poderoso, un placer que
Página | 35 no había experimentado antes. Sabía al licor dorado que una vez
había cogido, y sentí el golpe de su lengua en cada parte de mí. Fue
en los escalofríos que estallaron por toda mi piel, en la inexplicable
pesadez en mi pecho, en esa sensación rizada y apretada debajo de
mi ombligo e incluso más abajo aún donde había un pulso repentino
y palpitante entre mis piernas.
Me estremecí, mis dedos se hundieron en su carne, y de repente
deseé no haber usado guantes porque quería sentir su piel, y dudé
de estar en forma para concentrarme en lo que estaba sintiendo. Su
cabeza se inclinó y sentí el roce de su extrañamente dura...
Sin previo aviso, rompió el beso y levantó la cabeza.
—¿Quién eres tú?
Pensamientos extrañamente lentos y piel zumbando, abrí los
ojos parpadeando. Cabello oscuro cayó sobre su frente. Sus rasgos
estaban sombreados por la luz suave y parpadeante, pero pensé que
sus labios se veían tan hinchados como los míos.
Hawke actuó demasiado rápido para que pudiera seguir el
movimiento, tirando de mi capucha hacia atrás, exponiendo mi
rostro enmascarado. Sus cejas se levantaron cuando la neblina
desapareció de mis pensamientos. Mi corazón dio un vuelco en mi
pecho por una razón completamente diferente, a pesar de que mis
labios todavía hormigueaban por el beso.
Mi primer beso.
La mirada de ojos dorados de Hawke se elevó a mi cabeza, y él
movió su mano detrás de mí cuello. Me tensé cuando él recogió un
mechón de mi cabello y lo sacó para que brillara un profundo
castaño a la luz de las velas. Su cabeza se inclinó hacia la izquierda.
—Definitivamente no eres quien pensé que eras —murmuró.
—¿Cómo supiste? —solté.
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—Porque la última vez que besé a la dueña de esta capa, ella
casi me chupó la lengua por la garganta.
—Oh —susurré. ¿Se suponía que debía haber hecho eso? No
parecía que fuera algo agradable.
Me miró fijamente, evaluando su mirada mientras permanecía
con la mitad de su cuerpo sobre el mío. Una de sus piernas estaba
empujada entre las mías, y no tenía idea exactamente cuándo
sucedió eso.
—¿Te han besado antes?
Mi cara se incendió. Oh, dioses, ¿era tan obvio?
—¡Lo han hecho!
Un lado de sus labios se levantó
—¿Siempre mientes?
—¡No! —inmediatamente mentí.
—Mentirosa —murmuró, su tono casi burlón.
La vergüenza inundó mi sistema, sofocando el placer
estremecedor como si me hubieran empapado en agua fría. Empujé
su pecho desnudo.
—Deberías bajarte.
—Estaba planeando hacerlo.
La forma en que lo dijo hizo que mis ojos se estrecharan.
Hawke se echó a reír, y fue... fue la primera vez que lo escuché
hacerlo. Cuando lo vi en el Salón, estaba callado y estoico como la
mayoría de los guardias, y solo había visto esa media sonrisa
mientras entrenaba. Pero nunca una risa. Y con la angustia que
conocía persistía debajo de la superficie, no estaba muy segura de
que él alguna vez se riera.
Página | 37
Pero lo había hecho ahora, y sonaba real, profundo y agradable,
y retumbó a través de mí, hasta la punta de los pies. Tardé en darme
cuenta de que esto era lo máximo que le había escuchado hablar.
Tenía un ligero acento, una tendencia casi musical a su tono.
No podía ubicarlo del todo, pero solo había estado en la capital y
aquí, y no era frecuente que muchos me hablaran o me rodearan si
sabían que estaba presente. El acento podría ser bastante común
para todo lo que sabía.
—Realmente deberías moverte —le dije, a pesar de que me
gustaba el peso de él.
—Estoy bastante cómodo donde estoy —agregó.
—Bueno, yo no lo estoy.
—¿Me dirás quién eres, princesa?
—¿Princesa? —lo repetí. No había princesas o príncipes en todo el
reino más allá del Oscuro, que se llamaban así. No desde que
Atlantia había gobernado.
—Eres bastante exigente —levantó un hombro encogiéndose de
hombros—. Me imagino que una princesa es exigente.
—No soy exigente —dije—. Bájate de mí.
Él arqueó una ceja.
—¿De Verdad?
—Decirte que te muevas no es ser exigente.
—Tendremos que estar en desacuerdo sobre eso —el pauso—.
Princesa.
Mis labios se torcieron con humor irónico, pero logré sofocar la
sonrisa.
—No deberías llamarme así.
—Entonces, ¿cómo debería llamarte? ¿Un nombre, tal vez?
—Soy... no soy nadie —le dije.
—¿Nadie? Que nombre tan extraño. ¿Las niñas con un nombre como
Página | 38 ese a menudo tienen la costumbre de usar la ropa de otras
personas?
—No soy una niña —espeté.
—Espero que no —hizo una pausa, los labios se curvaron en las
esquinas—. ¿Cuántos años tienes?
—Lo suficientemente mayor como para estar aquí, si eso es lo
que te preocupa.
—En otras palabras, lo suficientemente mayor como para
hacerse pasar por otra persona, permitir que otros crean que eres
otra persona y luego permitir que te bese...
—Entiendo lo que dices —lo interrumpí—.
suficientemente mayor para todas esas cosas.
Sí,
soy
lo
Una ceja se levantó.
—Te diré quién soy, aunque tengo la sensación de que ya lo
sabes. Soy Hawke Flynn.
—Hola —dije, sintiéndome tonta por hacerlo.
El hoyuelo en su mejilla derecha se profundizó.
—Esta es la parte en la que me dices tu nombre.
Mis labios ni mi lengua se movieron.
—Entonces tendré que seguir llamándote Princesa —ahora tenía
los ojos mucho más cálidos y quería ver si el dolor había disminuido,
pero me las arreglé para resistir. Pensé que tal vez su dolor había
desaparecido. Si es así…
—Lo menos que puedes hacer es decirme por qué no me
detuviste —dijo antes de que pudiera ceder a la curiosidad y alcanzar
mis sentidos.
No tenía idea de cómo podría responder eso cuando no lo
entendía completamente.
Página | 39
Un lado de sus labios se arqueó.
—Estoy seguro de que es más que mi buen aspecto desarmador.
Arrugué la nariz.
—Por supuesto.
Otra risa corta y sorprendida lo abandonó.
—Creo que me insultaste.
Disgustada, hice una mueca.
—Eso no es lo que quise decir.
—Me has herido, Princesa.
—Lo dudo mucho. Tienes que ser más que consciente de tu
apariencia.
—Lo soy. Ha llevado a muchas personas a tomar decisiones de
vida cuestionables.
—Entonces, ¿por qué dijiste que estabas insultado? —al darme
cuenta de que me estaba tomando el pelo y sintiéndome tonta por no
ver eso de inmediato, empujé su pecho una vez más—. Todavía estás
sobre mí.
—Lo sé.
Tomé un respiro.
—Es bastante grosero de su parte continuar haciéndolo cuando
dejé en claro que me gustaría que te movieras.
—Es muy grosero de su parte irrumpir en mi habitación
vestida como...
—¿Tu amante?
Él levantó una ceja.
—No la llamaría así.
Página | 40 —¿Cómo la llamarías?
Hawke pareció reflexionar sobre eso mientras todavía estaba
tendido a mitad de camino a través de mí.
—Una buena amiga.
Una parte de mí se sintió aliviada porque no se había referido a
ella como algo despectivo como había escuchado antes en otros
hombres cuando hablaban de mujeres con las que habían tenido
relaciones íntimas, pero ¿una buena amiga?
—No sabía que los amigos se comportaban de esta manera.
—Estoy dispuesto a apostar que no sabes mucho sobre este tipo
de cosas.
La verdad en su declaración fue difícil de ignorar.
—¿Y apuestas todo esto en un solo beso?
—¿Solo un beso? Princesa, puedes aprender muchas cosas con solo
un beso.
Mirándolo fijamente, no pude evitar sentirme... muy inexperta.
Lo único que podía decir de su beso era lo que me había hecho
sentir. Como si estuviera tratando de poseerme.
—¿Por qué no me detuviste? —su mirada recorrió la máscara y luego
bajó, hacia donde me di cuenta de que la capa se había abierto,
dejando al descubierto el vestido demasiado delgado y su escote
bastante atrevido. Honestamente, no sabía lo que había estado
pensando cuando me puse la prenda. Era casi como si me hubiera
estado preparando inconscientemente para... algo. Se me revolvió el
estómago. Lo más probable es que el vestido fuera una falsa valentía.
La mirada de Hawke encontró la mía.
—Creo que estoy empezando a entender.
—¿Eso significa que vas a levantarte para que pueda moverme?
¿Por qué no lo has hecho levantarse? susurró esa voz estúpida,
muy razonable y muy lógica. Esa era una gran pregunta. Sabía cómo
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usar el peso de un hombre contra ellos. Más importante aún, tenía
mi daga y acceso a ella. Pero no lo había hecho, ni había intentado
realmente poner espacio entre nosotros. ¿Qué significaba eso? Yo...
supuse que me sentía segura. Al menos, por el momento. Puede que
sepa muy poco sobre Hawke, pero no era un extraño, al menos no
me sentía así, y no le tenía miedo.
Hawke sacudió la cabeza.
—Tengo una teoría.
—Estoy esperando eso.
Ese hoyuelo en su mejilla derecha apareció una vez más.
—Creo que viniste a esta misma habitación con un propósito en
mente.
Tenía razón sobre eso, pero dudaba que tuviera razón sobre la
razón real.
—Es por eso que no hablaste o intentaste corregir mi
suposición de quién eras. Quizás la capa que tomaste prestada
también fue una decisión muy calculada —continuó—. Viniste aquí
porque quieres algo de mí.
Comencé a negar lo que él sugirió, pero ninguna palabra llegó a
la punta de mi lengua. El silencio no fue una negación o acuerdo,
pero mi estómago volvió a hundirse.
Se movió muy ligeramente, su mano se posó sobre mi mejilla
derecha, sus dedos extendidos.
—Tengo razón, ¿verdad, Princesa?
Con el corazón saltando por todos lados, traté de tragar, pero mi
garganta se había secado.
—Tal vez... tal vez vine aquí para... para conversar.
—¿Hablar? —alzó las cejas—. ¿Acerca de...?
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—Muchas cosas —dije.
Su expresión se suavizó.
—¿Me dirás?
Mi mente estuvo inútilmente vacía durante varios segundos, y
luego dejé escapar lo primero que se me ocurrió.
—¿Por qué elegiste trabajar en Rise?
—¿Has venido aquí esta noche para preguntar eso?
Ni una sola cosa acerca de su tono o su mirada dijo que me
creía, pero asentí mientras agregaba que este era otro ejemplo más
de cómo era realmente mala para entablar conversación con la gente.
Se quedó callado y luego dijo—: Me uní a Rise por la misma
razón que la mayoría.
—¿Y qué es eso? —pregunté, aunque sabía la mayoría de las
razones.
—Mi padre era agricultor, y esa no era la vida para mí. No hay
muchas otras oportunidades ofrecidas que unirse al Ejército Real y
proteger a Rise, Princesa.
—Tienes razón.
Sus ojos se entrecerraron cuando la sorpresa parpadeó en sus
rasgos.
—¿Qué quieres decir con eso?
—Quiero decir, no hay muchas oportunidades para que los
niños se conviertan en algo más que lo que fueron sus padres.
—¿Quiere decir que no hay muchas oportunidades para que los
niños mejoren sus estaciones en la vida, para hacerlo mejor que los
que los precedieron?
Asentí lo mejor que pude.
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—El... el orden natural de las cosas no lo permite exactamente.
El hijo de un granjero es un granjero o ellos...
—¿Eligen convertirse en guardia, donde arriesgan sus vidas por un
salario estable que probablemente no vivirán lo suficiente para
disfrutar? —terminó—. No parece una opción, ¿verdad?
—No —admití, pero ya lo había pensado. Había trabajos por los
que Hawke podría haberse esforzado. Comerciante y cazador, pero
también eran peligrosos, ya que requerían salir con frecuencia de
Rise. Simplemente no era tan peligroso como unirse al Ejército Real e
ir a Rise. ¿Era la fuente de su angustia debido a lo que había visto
cómo guardia?—. Puede que no haya muchas opciones, pero sigo
pensando, no, lo sé, que unirse a la guardia requiere un cierto nivel
de fuerza y coraje innatos.
—¿Crees eso de todos los guardias? ¿Qué son valientes?
—Lo hago.
—No todos los guardias son buenos hombres, Princesa.
Mis ojos se entrecerraron.
—Yo sé eso. La valentía y la fuerza no equivalen a bondad.
—Podemos estar de acuerdo en eso —su mirada cayó a mi boca,
y mi pecho se sintió inexplicablemente apretado.
—Dijiste que tu padre era granjero. ¿Está él... ha ido a los
dioses?
Algo se deslizó por su rostro, se fue demasiado rápido para que
yo lo descifre.
—No. Él está vivo y bien. ¿Los tuyos?
Sacudí la cabeza ligeramente.
—Mi padre, mis dos padres se han ido.
—Lamento escuchar eso —dijo, y sonó genuino—. La pérdida de
uno de los padres o un miembro de la familia persiste mucho
Página | 44 después de que se hayan ido, el dolor disminuye pero nunca se
desvanece. Años después, todavía te encontrarás pensando qué
harías cualquier cosa para recuperarlos.
Tenía razón, y pensé que tal vez esa era la fuente del dolor que
sentía.
—Suenas como si supieras de primera mano.
—Lo hago.
Pensé en Finley. ¿Hawke lo había conocido bien? La mayoría de
los guardias estaban cerca, desarrollando un vínculo más grueso que
la sangre, pero incluso si no hubiera conocido a Finley, seguramente
había otros que sabía que se habían perdido.
—Lo siento —dije—. Lo siento por quien sea que hayas perdido.
La muerte es...
La muerte es una constante.
Y vi mucho de eso. Se suponía que no debía hacerlo, tan
protegida como estaba, pero veía la muerte con demasiada
frecuencia.
Su cabeza se inclinó, enviando una caída de mechones oscuros
sobre su frente.
—La muerte es como un viejo amigo que visita, a veces cuando
menos se espera y otras cuando la estás esperando. No es la primera
ni la última vez que hará una visita, pero eso no hace que ninguna
muerte sea menos dura o implacable.
La tristeza amenazaba
desplazando el calor.
con
establecerse
en
mi
pecho,
—Así es.
Bajó la cabeza de repente, sus labios se acercaron a los míos.
—Dudo que la necesidad de conversación te haya llevado a esta
Página | 45 habitación. No has venido aquí para hablar de cosas tristes que no
se pueden cambiar, Princesa.
Sabía por qué vine aquí esta noche, y Hawke tenía razón, una
vez más. No era para hablar. Vine a vivir aquí. Experimentar. Elegir.
Ser otra persona que no sea yo. Ninguna de esas cosas incluía
hablar.
Pero tuve mi primer beso esta noche. Podría parar allí o esta
noche podría ser una noche de muchas primicias, todas de mi
elección.
¿Estaba yo...? ¿Realmente estaba considerando esto, sea lo que
sea? Dioses, realmente lo estaba.
Pequeños temblores me sacudieron. ¿Podía sentirlos? Se
amontonaron en mi estómago, formando pequeños nudos de
anticipación y miedo.
Yo era la Doncella. La Elegida. Mis convicciones anteriores sobre
que los dioses se preocuparían se debilitaron. ¿Me encontrarían
indigna? El pánico no me atrapó como debería. En cambio, una
chispa de esperanza lo hizo, y eso me inquietó más que nada. El
pequeño destello de esperanza se sintió traidor y totalmente
preocupante, dado que ser considerado indigno resultaba en una de
las consecuencias más graves.
Si me encontraran indigna, me enfrentaría a una muerte segura.
Sería exiliada del reino.
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3
Traducido por: Loulo
Corregido por: -Patty
Hasta donde yo sabía, sólo había una persona que había sido
encontrada indigna en Ascensión. Su nombre había sido borrado de
nuestras historias, así como cualquier información sobre quién era y
cualesquiera hechos que hubieran causado su exilio. Se le había
Página | 47 prohibido vivir entre mortales y, sin familia, apoyo o protección, se
enfrentaban a una muerte segura. Incluso las aldeas y los
agricultores con sus pequeños ascensos y guardias sufrieron tasas
de mortalidad asombrosas.
Si bien mi Ascensión era diferente de las demás, aún podía ser
encontrada indigna, e imaginé que mi castigo sería igual de grave,
pero no tenía la capacidad mental para lidiar con eso.
No.
Eso era una mentira.
No quería lidiar con eso. Debería, pero no estaba saliendo de la
habitación. No estaba deteniendo a Hawke.
Ya había tomado una decisión, incluso si no entendía por qué él
todavía estaba aquí, conmigo.
Me humedecí el labio inferior con la lengua, me sentí mareada e
incluso un poco débil, y nunca me sentí débil . Esas pestañas
imposiblemente gruesas bajaron, y su mirada estaba tan
concentrada en mi boca que fue como una caricia. Me estremecí.
Esos ojos suyos parecían aún más brillantes que antes cuando
su dedo trazó el contorno de mi máscara, hasta el lugar donde la
cinta de raso desapareció bajo la caída de mi cabello.
—¿Puedo eliminar esto?
Incapaz de hablar, negué con la cabeza.
Hawke se detuvo por un momento, y luego apareció la media
sonrisa, esta vez sin hoyuelos. Alejó su dedo de la máscara, luego lo
pasó por la línea de mi mandíbula y bajó por mi garganta, hasta
donde estaba sujeta la capa.
—¿Qué tal esto?
Asentí.
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Sus dedos eran hábiles, y apartó la capa a un lado y luego
arrastró solo la punta de un dedo a lo largo del escote, siguiendo el
rápido ascenso y caída de la hinchazón de mi pecho. Una avalancha
de sensaciones siguió a su dedo, tantas que no pude entender todas.
—¿Qué quieres de mí? —preguntó, jugando con el pequeño lazo
entre mis senos—. Dime, y eso hare.
—¿Por qué? —solté—. ¿Por qué harías eso? No me conoces y
pensaste que era otra persona.
Un destello de diversión cruzó sus rasgos llamativos.
—No tengo dónde estar en este momento, y estoy intrigado.
Mis cejas se alzaron.
—¿Porque no tienes dónde estar en este momento?
—¿Prefieres que me vuelva poético acerca de cómo me encanta tu
belleza, aunque solo puedo ver la mitad de tu cara? Lo cual, por
cierto, por lo que puedo ver es agradable. ¿Prefieres que te diga que
estoy cautivado por tus ojos? —son de un bonito tono verde por lo
que puedo ver.
Empecé a fruncir el ceño.
—Bueno no. No quiero que mientas.
—Ninguna de esas cosas era mentira —tiró de la proa mientras
bajaba la cabeza, rozando sus labios sobre los míos. El contacto
suave envió una ola de conciencia a través de mí—. Te dije la verdad,
Princesa. Estoy intrigado por ti y es bastante raro que alguien me
intrigue.
—¿Entonces?
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—Entonces —repitió con una sonrisa mientras sus labios se
deslizaban a lo largo de mi mandíbula—. Has cambiado mi noche.
Había planeado volver a mis habitaciones. Tal vez tenga una buena,
aunque aburrida, noche de sueño, pero sospecho que esta noche
será cualquier cosa menos aburrida si la paso contigo.
Respiré hondo, extrañamente halagada, y aún confundida por
sus motivaciones. Desearía que alguien estuviera aquí para
preguntar, pero incluso si lo supiera, sería extraño, e incómodo.
Los dos vasos junto al sofá aparecieron en mi mente.
—¿Estabas... estabas con alguien antes que yo?
Levantó la cabeza y me miró.
—Esa es una pregunta al azar.
—Hay dos vasos por el sofá —señalé.
—También es una pregunta aleatoria y personal hecha por
alguien cuyo nombre ni siquiera sé.
Mis mejillas se calentaron. Tenía un punto.
Estuvo callado durante tanto tiempo que la duda apareció. Tal
vez no me importaría si hubiera estado con alguien más esta noche,
pero lo hacía, y si eso me decía algo, gritaba que era un error. Estaba
en mi cabeza. No sabía nada de él, de lo que era...
—Estaba con alguien —respondió, y la decepción aumentó—. Un
amigo que no es como el dueño de la capa. Una que no había visto
en mucho tiempo. Estábamos poniéndonos al día, en privado.
La consternación disminuyó y decidí que debía estar diciendo la
verdad. No tenía que mentir para tenerme cuando podía tener
cualquier otra que quisiera intrigarlo.
—Entonces, Princesa, ¿me dirás lo que quieres de mí?
Tomé otro aliento desigual.
—¿Cualquier cosa?
—Cualquier cosa —luego movió su mano, ahuecando mi pecho
mientras pasaba su pulgar por el centro.
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Fue un toque tan ligero, pero jadeé cuando rayos de placer
pasaron a través de mí. Mi cuerpo reaccionó solo, arqueándose ante
su toque.
—Estoy esperando —dijo, deslizando su pulgar una vez más y
dispersando mis pensamientos ya inconexos—. Dime qué disfrutas,
para que pueda hacer que te encante.
—Yo… —me mordí el labio—. No lo sé.
La mirada de Hawke voló hacia la mía, y pasó un momento tan
largo que comencé a preguntarme si había dicho algo incorrecto.
—Te diré lo que quiero —su pulgar se movió en círculos lentos y
apretados en la parte más sensible—. Quiero que te quites la
máscara.
—Yo... —una emoción aguda y pulsante recorrió mi cuerpo,
seguido rápidamente por mi embriagadora maravilla. Lo que sentí...
nunca había sentido algo así antes. Afilado y dulce, un tipo diferente
de angustia—. ¿Por qué?
—Porque te quiero ver.
—Puedes verme ahora.
—No, princesa —dijo, bajando la cabeza hasta que sus labios
rozaron el escote de mi vestido—. Realmente quiero verte cuando
hago esto sin tu vestido entre tú y mi boca.
Antes de que pudiera preguntar a qué se refería, sentí el
deslizamiento húmedo y cálido de su lengua a través del delgado y
sedoso vestido. Jadeé, sorprendida por el acto y por la oleada de
calor líquido que provocó, pero luego su mirada se levantó hacia la
mía cuando su boca se cerró sobre la punta de mi pecho. Chupó
profundo y largo, y el jadeo se convirtió en un grito que seguramente
me avergonzaría más tarde.
—Quítate la máscara —levantó la cabeza mientras deslizaba una
mano sobre mi cadera—. Por favor.
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No me reconocería si lo hiciera. Hawke nunca sabría con quién
estaba con o sin la máscara, pero...
Si me quitara la cubierta facial, ¿diría lo que el duque solía
hacer? ¿Qué fui una obra maestra y una tragedia? Y cuando sintiera
las rebanadas desiguales de piel esparcidas por mi estómago y mis
muslos, ¿apartaría su mano con horror?
Mi piel se enfrió.
No había pensado en esto.
En absoluto.
El maravilloso y estimulante calor se atenuó. Hawke no era un
Ascendido, pero era como ellos en apariencia, casi perfecto. Nunca
antes me había avergonzado de las cicatrices. No cuando eran
prueba del horror que había sobrevivido. Pero si él...
La mano de Hawke se deslizó por mi muslo derecho externo
hasta donde se separó el vestido y se detuvo, justo sobre la
empuñadura de la daga.
—¿Qué…?
Antes de que pudiera tomar otro respiro, desenvainó la hoja y
sus dedos se acercaron precariamente a una de las cicatrices. Me
senté, pero él fue más rápido, balanceándose hacia atrás.
La luz de las velas brillaba en la hoja roja.
—Piedra de sangre y hueso de lobo.
—Devuélveme eso —exigí, poniéndome de rodillas.
Su mirada pasó de la daga a mí.
—Esta es un arma única.
—Lo sé —mi cabello cayó hacia adelante, sobre mis hombros.
—Del tipo que no es barato —continuó—. ¿Por qué estás en
posesión de esto, Princesa?
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—Fue un regalo —lo cual era cierto—. Y no soy tan tonta como
para venir a un lugar como este desarmada.
Me miró por un momento y luego volvió a enfocarse en la daga.
—Llevar un arma y no tener idea de cómo usarla no es sabio.
La irritación se encendió en la vida tan ardientemente como el
deseo que me había provocado hace unos momentos.
—¿Qué te hace pensar que no sé cómo usarla? ¿Por qué soy mujer?
—No puede sorprenderte el que me sorprenda. Aprender a usar
una daga no es exactamente común para las mujeres en Solís.
—Tienes razón —y él lo hacía. No era socialmente apropiado que las
mujeres supieran manejar un arma o poder defenderse, algo que
siempre me molestó. Si mi madre hubiera sabido defenderse, todavía
podría estar aquí—. Pero sí sé cómo usarlo.
El lado derecho de sus labios se curvó hacia arriba.
—Ahora estoy realmente intrigado.
Se movió increíblemente rápido, empujando la daga hacia la
cama. Jadeé, preguntándome qué pensarían los dueños de la Perla
Roja de eso, pero luego se abalanzó. Me llevó de vuelta al colchón, su
peso me cubrió una vez más, y me presionó de una manera que hizo
que todas las partes interesantes se encontraran. Su boca alineada
con la mía...
Un puño golpeó la puerta, silenciando todo lo que estaba a
punto de preguntar.
—¿Hawke? —sonó una voz masculina—. ¿Estás ahí?
Se puso rígido sobre mí, su cálido aliento contra mis labios
mientras cerraba los ojos.
—Es Kieran —el hombre gritó un nombre que no reconocí.
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—Como si ya no supiera eso —murmuró Hawke por lo bajo, y
una pequeña risita me dejó. Abrió los ojos y apareció esa media
sonrisa.
—¿Hawke? —Kieran golpeó un poco más.
—Creo que deberías responderle —susurré.
—Maldición —maldijo. Mirando por encima del hombro, gritó—:
Estoy completamente, felizmente ocupado en este momento.
—Lamento escuchar eso —respondió Kieran mientras Hawke se
reenfocaba en mí. Kieran llamó de nuevo—. Pero la interrupción es
inevitable.
—La única cosa inevitable que veo es tu mano que pronto se
romperá si golpeas esa puerta una vez más —advirtió Hawke, y mis
ojos se abrieron—. ¿Qué, Princesa? —su voz bajó—. Te dije que
estaba realmente intrigado.
—Entonces debo arriesgarme a una fractura en la mano —
respondió Kieran.
Un gruñido de frustración retumbó desde lo profundo de la
garganta de Hawke, el sonido extrañamente animal. Se me puso la
piel de gallina.
—El... enviado ha llegado —agregó Kieran a través de la puerta.
Las sombras se deslizaron por la cara de Hawke. Sus labios se
movieron como si murmurara algo, pero el sonido era demasiado
bajo para que yo lo oyera.
Un escalofrío ahuyentó parte del calor.
—¿Un... enviado?
El asintió.
—Los suministros que hemos estado esperando —explicó—.
Necesito ir.
Asentí con la cabeza a cambio, entendiendo que tenía que irse
cuando extendí la mano entre nosotros, agarrando el borde de la
Página | 54 capa.
Durante un largo momento, Hawke no se movió, pero luego se
apartó de mí, de pie. Llamó a Kieran mientras agarraba su túnica del
suelo. Saqué la daga olvidada del colchón, envainándola
rápidamente mientras se ponía la túnica sobre la cabeza y se ponía
un algo sobre los hombros, asegurándose el cinturón en la cintura.
Había dos fundas a sus costados para armas, armas que no había
conocido hasta ahora.
Tomó dos espadas cortas del cofre cerca de la puerta, y pensé
que tal vez necesitaba estar más consciente de mi entorno la próxima
vez que entrara en una habitación.
Sus cuchillas estaban afiladas hasta un punto perverso y
mortal, destinadas a la lucha de contacto cercano, y cada lado
estaba aserrado, diseñado para cortar carne y músculo.
También sabía cómo usarlos, pero me lo guardé para mí.
—Volveré tan pronto como pueda —envainó las espadas a los
costados—. Lo juro.
Asentí una vez más.
Hawke me miró fijamente.
—Dime que me esperarás, Princesa...
Mi corazón dio un vuelco.
—Voy a...
Girándose, caminó hacia la puerta y luego se detuvo. El me
enfrentó.
—Espero verte cuando vuelva.
No dije nada cuando salió de la habitación, abriendo la puerta
sólo lo suficiente como para que se deslizara. Cuando la puerta se
cerró detrás de él, solté el aliento que había estado conteniendo y
Página | 55 miré la parte delantera de mi vestido. El área de mi seno todavía
estaba húmeda, el material blanco casi transparente. Mis mejillas se
sonrojaron ardientemente cuando salí de la cama y me puse sobre
mis rodillas sorprendentemente débiles.
Mi mirada se alzó hacia la puerta y cerré los ojos, sin saber si
estaba decepcionada o aliviada por la interrupción. A decir verdad,
era una mezcla de ambos, porque le había mentido a Hawke.
No estaría aquí cuando volviera.
—¿Qué hiciste ayer por la noche?
La pregunta desvió mi atención de la galleta que estaba
devorando actualmente a la Dama de la espera que estaba sentada
frente a mí.
Tawny Lyon era la segunda hija de un exitoso comerciante, dada
a la Corte Real a la edad de trece años durante el Rito. Alta y ágil,
con rica piel morena y hermosos ojos marrones, era absolutamente
envidiable. A algunas de las Damas y Señores en espera se les
asignaron tareas fuera de la preparación para unirse a la Corte
después de la Ascensión, y ya que teníamos la misma edad, fue
asignada como mi compañera poco después de su Rito. Su deber iba
desde hacerme compañía hasta ayudarme con mi baño o vestirme si
lo requería.
Tawny era una de las pocas personas que podía hacerme reír
por las cosas más tontas. En realidad, ella era una de las pocas
personas a las que incluso se les permitía hablar conmigo. Ella era lo
más cercano que tenía a una amiga, y me preocupaba mucho por
ella.
Creía que ella también se preocupaba por mí, o al menos que le
caía bien, pero estaba obligada a estar conmigo a menos que la
Página | 56 despidiera por el día. Si no se le hubiera encomendado la tarea de
ser mi compañera, nunca habríamos hablado. Ese hecho no era un
reflejo de ella como persona, sino porque sería como todos los
demás, ya sea prohibido socializar conmigo o desconfiar de mi
presencia.
El conocimiento a menudo estaba pesado en mi pecho, otro
trozo de hielo, pero aunque sabía que nuestra amistad estaba
enraizada en el deber, confiaba en ella.
Al menos, hasta cierto punto.
Sabía que estaba entrenada, pero no sabía las cosas con las que
a veces ayudaba a Vikter, y no tenía conocimiento de mis dones. Me
guardé esas cosas para mí porque compartir esa información pondría
a otros o a ella en peligro.
—Estaba aquí —limpiándome migajas mantecosas de mis
dedos, hice un gesto hacia la cámara bastante escasa. Estábamos en
la pequeña antesala que se abría a la habitación. Solo había dos
sillas junto a la chimenea, un armario y un arcón, una cama, una
mesita de noche y una alfombra de piel gruesa bajo nuestros pies.
Otros tenían más... comodidades. Tawny tenía una hermosa silla en
su habitación y un montón de lujosos revestimientos para el piso, y
sabía que algunas de las otras Damas y Señores en espera tenían
tocadores o escritorios, paredes llenas de estanterías e incluso
electricidad.
Con los años, esos artículos habían sido despojados de mi
cámara por una infracción u otra.
—No estabas en tu habitación —dijo Tawny. Un simple moño
intentaba, y fallaba, mantener la masa de rizos marrones y dorados
barridos de su rostro. Más de unos pocos se habían escabullido
libremente para descansar contra sus mejillas—. Te revisé poco
después de la medianoche y no estabas aquí.
Mi corazón se saltó un latido. ¿Había ocurrido algo donde el
duque o la duquesa habían enviado a Tawny por mí? Si es así,
Tawny no podría mentir, pero imaginé que si eso hubiera sucedido,
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ya lo sabría.
Ya me habrían convocado a la oficina privada del duque.
—¿Por qué me estabas mirando? —yo pregunté.
—Creí escuchar que tu puerta se abría y cerraba, así que decidí
investigar, pero no había nadie aquí —ella hizo una pausa—. Nadie.
Incluyéndote.
No había forma de que me hubiera escuchado regresar. Había
utilizado el acceso de los viejos sirvientes, y aunque esa puerta era
tan chirriante como una bolsa de huesos, su habitación estaba al
otro lado de donde estaba mi cama. Esa puerta fue una de las
razones por las que nunca pedí que me trasladaran a las partes más
nuevas y renovadas de la fortaleza. Por allí, podía acceder a casi
cualquier parte del castillo y podía entrar y salir sin ser vista.
Compensaba con creces la falta de electricidad y la constante
corriente de aire frío que parecía entrar siempre por las ventanas, sin
importar cuán soleado fuera el día.
Mis palmas se humedecieron mientras miraba la puerta cerrada
del pasillo. ¿Alguien me había estado buscando? De nuevo, ya lo
sabría, así que probablemente Tawny pensó que había escuchado
algo.
Conociendo a Tawny como yo, sabía que ella no lo dejaría pasar
si no le daba algo.
—No pude dormir anoche.
—¿Pesadillas?
Asentí, sintiéndome un poco culpable por la simpatía que se
deslizó en sus ojos.
—Has estado teniendo muchas de ellas últimamente —ella se
recostó en la silla—. ¿Estás segura de que no quieres probar uno de
los borradores para dormir que el Sanador te hizo?
—Sí. No me gusta la idea de...
Página | 58
—¿Ser noqueada sin sentido? —ella terminó por mí—. Realmente no
es tan malo, Poppy. Descansas profundamente y, sinceramente, con
tan poco sueño como consigues, creo que sería bueno al menos
intentarlo.
La mera idea de tomar algo que me durmiera tan profundamente
que haría que un ejército marchara por mi cámara para despertarme
me hizo sudar. Me dejaría completamente indefensa, y eso era algo
que nunca permitiría que sucediera.
—¿Entonces qué hiciste? —una pausa—. O debería preguntar, ¿a
dónde fuiste? —sus ojos se entrecerraron cuando me embelesé en el
fino ribete de la servilleta—. Te escapaste, ¿no?
En ese momento, Tawny demostró que ella me conocía tan bien
como yo la conocía a ella.
—No sé por qué piensas eso.
—¿Porque no tienes un historial de hacer eso? —ella se rió cuando la
miré—. Vamos, dime qué hiciste. Estoy segura de que es más
emocionante que lo que estaba haciendo, que era escuchar a la
Señora Cambria parlotear sobre cuán inapropiada es esta Dama o
Señor de la Espera. Me invente un dolor estomacal para poder
alejarme.
Me reí, sabiendo que Tawny habría hecho exactamente eso.
—Las Amantes son mucho para manejar.
—Eso es ser demasiado amable —comentó.
Sonriendo, tomé la taza de café con crema. Las Amantes eran
sirvientas de la Duquesa, que la ayudaban a administrar la casa
pero también hacían un seguimiento de las Damas en espera. La
señora Cambria era una mujer que incluso me asustaba.
—Me escabullí —admití.
—¿A dónde fuiste sin mí?
Página | 59
—Creo que podrías estar molesta cuando escuches dónde.
—Es lo más probable.
La miré.
—La Perla Roja.
Sus ojos se abrieron al tamaño de los platillos esparcidos por el
carrito entre nosotros.
—¿En serio?
Asentí.
—No puedo… —ella pareció respirar profundamente—. ¿Cómo?
—Tomé prestada una de las capas de la sirvienta y usé la
máscara que encontré.
—Tú... pequeña ladrón tortuosa.
—Devolví la capa esta mañana, así que no creo que me puedas
llamar ladrón.
—A quién le importa si lo devolviste —ella se inclinó hacia
delante—. ¿Cómo fue?
—Interesante —le dije, y cuando ella rogó por más detalles, le
dije lo que había visto. Estaba cautivada, pendiente de cada palabra
que dije como si estuviera compartiendo con ella el ritual real que
completó la Ascensión.
—No puedo creer que no me hayas llevado contigo —se dejó caer
en su silla con un puchero, pero luego saltó hacia adelante una vez
más—. ¿Viste a alguien allí que reconociste? Loren dice que va allí
casi cada dos noches.
Loren, otra dama en espera, reclamó muchas cosas.
—No la vi, pero… —me detuve, insegura de si debía hablarle de
Hawke.
No me había ido más de diez minutos después de que Hawke lo
hubiera hecho, aliviada al descubrir que Vikter tampoco estaba a la
Página | 60
vista. Tampoco la extraña mujer que sabía más de lo que debería.
Había hecho todo lo posible para no pensar en lo que había sucedido
en esa habitación con él.
Lo que significaba que fallé en el momento en que regresé a mi
cama. Estuve allí hasta que el agotamiento me reclamó, repitiendo
todo lo que había dicho... todo lo que había hecho. Me había
despertado con la más extraña frustración, un dolor en el pecho y la
parte baja del abdomen.
—¿Pero qué? —preguntó.
Quería decírselo. Dioses, ¿alguna vez quise compartir lo que
había sucedido con Hawke con alguien? Tuve un centenar de
preguntas estallando para dejarlas salir, pero anoche fue diferente.
Había cruzado una gran línea, y aunque no sentía que me
hubiera degradado a mí misma o había hecho algo realmente malo,
sabía que mis guardianes no estarían de acuerdo. Tampoco los
sacerdotes y sacerdotisas. Ir a la Perla Roja era una cosa.
Compartirme de cualquier forma con otro era un asunto totalmente
diferente. Ese conocimiento podría ser un arma.
Confiaba en Tawny, pero como dije antes, solo hasta cierto
punto.
Y aunque la sola idea de Hawke hizo que mi estómago se
tensara en docenas de pequeñas espirales, no era algo que pudiera
volver a suceder. Cuando lo vi durante las sesiones del Consejo de la
Ciudad, no sabía que había sido yo a quien había llamado Princesa.
No tenía idea de que había sido mi primer beso.
Lo que habíamos hecho... me pertenecía solo a mí.
Tenía que seguir así.
Exhalé lentamente, ignorando el repentino nudo rasposo en mi
garganta.
—Pero muchos llevaban máscaras. Ella podría haber estado
Página | 61 allí, y no lo habría sabido. Cualquiera podría haber estado.
—Si alguna vez vas a la Perla Roja sin mí otra vez, haré agujeros
en la parte inferior de tus zapatos —advirtió, jugando con las
cuentas blancas que salpican el escote de su vestido de color rosa.
Una risa conmocionada me dejó.
—Woah.
Ella se rio.
—Honestamente, me alegra que no hayas venido conmigo —
cuando frunció el ceño, agregué rápidamente—: Realmente no
debería haber ido allí yo misma.
—Sí, ir a la Perla Roja está prohibido, y estoy segura de que está
tan prohibido como estar entrenada para usar una daga o una
espada como un guardia en Rise.
Eso era algo que no había podido ocultarle a Tawny, y ella
nunca lo había compartido, lo cual fue una de las razones por las
que sabía que podía confiar en ella con la mayoría de las cosas.
—Sí, pero...
—Al igual que una vez te escapaste para ver un anillo de lucha.
O cuando me convenciste de bañarme en el lago...
—Esa fue tu idea —corrigí, y su disposición a ayudarme a hacer
cosas prohibidas era la otra razón por la que tenía casi toda mi
confianza—. Y también fue idea tuya hacerlo sin ropa.
—¿Quién se baña con sus ropas? —preguntó ella, abriendo los ojos
inocentemente—. Y esa fue una idea mutua, muchas gracias. Creo
que deberíamos hacer eso de nuevo y poco antes de que haga
demasiado frío para salir a caminar. Pero podría pasar toda la
mañana haciendo una lista de las cosas que has hecho que están
prohibidas por el Duque y la Duquesa o prohibidas por la Doncella, y
Página | 62 hasta ahora, no ha pasado nada. Los dioses no han aparecido y te
han considerado indigna.
—Eso es cierto —reconocí mientras alisaba un pliegue de la
falda de mi vestido.
—Por supuesto que lo es —cogió un pastelito pequeño y redondo
y se lo metió en la boca. De alguna manera, ella no recibió ni una
pizca de azúcar. Mientras tanto, si respiraba en la dirección de esos
pasteles, terminaba con una fina capa de polvo blanco en lugares
que no tenían sentido—. Entonces, ¿cuándo volvemos?
—Yo... no creo que deba.
—¿No quieres?
Abrí la boca, luego la cerré e intenté no caerme por la
madriguera del conejo. El problema era que quería volver.
Cuando estaba acostada en la cama y no había estado
obsesivamente rebobinando el tiempo que pasé con Hawke,
reviviendo el anhelo y la emoción que su beso me había arrastrado,
me preguntaba si había regresado como lo había prometido, y si
había hecho lo correcto al irme.
Por supuesto, a los ojos de mis guardianes y los dioses, había
sido lo correcto, pero ¿había sido así para mí? ¿Debería haberme
quedado y experimentar infinitamente más antes de que no haya
más oportunidades?
Mi mirada se alzó hacia las ventanas que daban a la parte oeste
de Rise. Las formas oscuras de los guardias que patrullaban la
repisa eran el único movimiento. ¿Estaba Hawke por ahí? ¿Por qué
me preguntaba eso?
Porque había algo más que una pequeña parte de mí que
deseaba haberme quedado, y sabía que pasaría mucho tiempo antes
de que dejara de preguntarme qué pasaría si hubiera esperado.
¿Habría llevado a cabo lo que hubiera querido?
Ni siquiera sabía qué implicaría eso. Tuve ideas Tenía mi
Página | 63 imaginación Tenía historias de otras personas sobre sus
experiencias, pero no eran mías. Eran copias delgadas y
transparentes de la cosa real.
Y sabía que si volvía, volvería con la esperanza de que él
estuviera allí. Por eso no debería volver.
Mirando el armario abierto, vi primero el velo blanco con sus
delicadas cadenas de oro, y una pesadez se apoderó de mí. Ya podía
sentir su peso sustancial, a pesar de que el material estaba hecho de
la seda más fina y ligera. Cuando se me pasó por la cabeza por
primera vez a los ocho años, había entrado en pánico, pero después
de diez años, ya debería haberme acostumbrado.
Si bien ya no sentía que no podía respirar o ver mientras lo
usaba, todavía me sentía pesada.
Colgando a su lado estaba el único color en mi guardarropa, un
toque de rojo entre un mar de blanco. Era un vestido ceremonial
diseñado para el próximo Rito. El vestido había llegado la mañana
anterior y aún no me lo había probado. Sería la primera vez que se
me permitía asistir, se me permitía vestir algo que no fuera blanco y
que me vieran sin el velo. Por supuesto, estaría enmascarada, como
todos los demás.
La única razón por la que se me permitió asistir a este Rito
cuando todos los demás habían sido prohibidos, fue porque sería el
último Rito antes de mi Ascensión.
Cualquier emoción que sentía por el Rito se atenuó por el hecho
de que sería el último.
Tawny se levantó y se dirigió a una de las ventanas.
—La niebla no ha llegado en mucho tiempo.
Tawny tenía la costumbre de saltar de un tema a otro, pero este
cambio era discordante.
—¿Qué te hizo pensar en eso?
Página | 64
—No lo sé —ella recogió un rizo suelto—. En realidad, lo hago.
Escuché a Dafina y Loren hablando anoche —dijo—. Afirmaron que
escucharon de uno de los cazadores que la niebla se ha ido
acumulando más allá del Bosque de Sangre.
—No había escuchado eso —se me hizo un nudo en el estómago
al recordar a Finley, y deseé no haber comido tantas rebanadas de
tocino.
—Probablemente no debería haberlo mencionado —ella se
apartó de la ventana—. Es solo que... han pasado décadas desde que
la niebla se acercaba a la capital. No es algo de lo que debamos
preocuparnos allí.
No importa dónde estábamos, la niebla era algo de qué
preocuparse. El hecho de que no se hubiera acercado en décadas no
significaba que no lo haría, pero no dije eso.
Se apartó de la ventana y regresó a la mesa para arrodillarse
junto a donde estaba sentada.
—¿Puedo ser honesto contigo por un momento?
Mis cejas se alzaron.
—¿No lo eres siempre?
—Bueno, sí, pero esto... es diferente.
Más que curiosa por saber en qué estaba pensando, asentí para
que continuara.
Tawny respiró hondo.
—Sé que nuestras vidas son diferentes, como lo fueron nuestros
pasados y nuestro futuro, pero tratas a la Ascensión como si bien
pudiera ser tu muerte cuando es exactamente lo contrario. Es la
vida. Es un nuevo comienzo. Es una bendición...
—Estás empezando a sonar como la duquesa —bromeé.
—Pero es la verdad —ella se acercó y agarró mi mano—. En
unos meses, no estarás muerta, Poppy. Estarás viva y ya no estarás
Página | 65 obligada por estas reglas. Estarás en la capital.
—Me habrán dado a los dioses —la corregí.
—¿Y qué asombroso es eso? Experimentarás algo que muy pocas
personas hacen. Lo sé... sé que temes no volver de ellos, pero eres la
Doncella favorita de la Reina.
—Soy su única Doncella.
Ella puso los ojos en blanco.
—Sabes que no es por eso.
Yo lo hacía.
La Reina había hecho más por mí de lo que alguna vez se le
exigió, pero eso no cambió que mi Ascensión no se parecería en nada
a la suya.
—Y cuando regreses, Ascendida, estaré a tu lado. Solo piensa en
las travesuras que podemos hacer —Tawny me apretó la mano y vi
que realmente creía que eso sucedería.
Podría.
Pero no era una certeza. No tenía idea de lo que realmente
significaba ser dada a los dioses.
Aunque cada pequeño detalle parecía estar documentado sobre
la historia del reino, había algunas cosas sobre las que no se había
escrito. Nunca pude encontrar nada sobre doncellas anteriores, y le
pregunté a la sacerdotisa Analia más de cien veces qué significaba
dar a los dioses, y la respuesta siempre fue la misma.
Una Doncella no cuestiona los planes de los dioses. Ella tiene fe
en ellos sin saber de ellos.
Tal vez realmente no era digna de ser una Doncella, porque me
resultaba difícil tener fe en algo sin saberlo.
Pero Tawny lo hacía. Al igual que Vikter y Rylan, y literalmente
todos los demás que conocía.
Página | 66
Incluso Ian
Sin embargo, ninguno de ellos había sido entregado a los dioses.
Busqué en los ojos de Tawny, buscando el menor indicio de
miedo.
—No tienes miedo en absoluto, ¿verdad?
—¿De la Ascensión? —Ella se levantó, juntando sus dedos frente a
ella—. ¿Nerviosa? Sí. ¿Temerosa? No. Estoy emocionada de comenzar
un nuevo capítulo.
Para comenzar una vida propia, donde pudiera despertarse y
comer cuando quisiera, pasar sus días como quisiera, y con quien
quisiera en lugar de ser mi sombra perpetua.
Por supuesto, ella no tenía miedo. Y aunque no sentía lo
mismo, no había tenido en cuenta lo que significaba para ella.
En su mayor parte, Tawny siempre estuvo más que dispuesta a
participar en cualquier aventura que conjurara, y a menudo me
sugirió algunas. Pero si los dioses la observaban, especialmente tan
cerca de la Ascensión, podrían encontrarla indigna de participar. Eso
no era algo en lo que acababa de pensar, pero no me había golpeado
con tanta claridad antes que mi actitud hacia la Ascensión pudiera
arruinar su entusiasmo.
La culpa emergió, el sabor agrio en el fondo de mi garganta.
—Soy tan egoísta.
Tawny parpadeó, desconcertada.
—¿Qué te hace decir eso?
—Lo más probable es que haya empañado tu emoción con todo
mi pesimismo —le dije—. Realmente no he pensado en lo
emocionada que debes estar.
—Bueno, cuando lo pones de esa manera —dijo y luego se echó
a reír, el sonido suave y cálido—. Honestamente, Poppy, no lo has
Página | 67 hecho. Cómo te sientes acerca de la Ascensión no ha afectado cómo
me siento.
—Me alivia escuchar eso, pero aún así, debería estar más
emocionado por ti. Eso es lo que… —repuse un poco— eso es lo que
hacen los amigos.
—¿Has estado emocionado por mí? ¿Contenta? —ella preguntó—.
¿Aunque estás preocupada por ti misma?
Asentí.
—Por supuesto.
—Entonces has hecho lo que hace un amigo.
Tal vez eso era cierto, pero me prometí a mí misma que sería
mejor, comenzando por no arriesgar más su Ascensión al
involucrarla en mis escapadas. Podría vivir con las terribles
consecuencias de ser encontrada indigna porque sería mi vida y mis
propias acciones lo que me llevó a ello, pero no le haría eso a Tawny.
No podría vivir con eso.
Después de cenar en mi habitación ese mismo día, Vikter llamó
a mi puerta. Cuando levanté la vista hacia su cara, dorada y
resistida por la vida en la subida y los años al sol, no pensé en saber
dónde estaba la noche anterior y la incomodidad posterior. Vi su
expresión y supe que algo había sucedido.
—¿Qué ha pasado? —susurré.
—Hemos sido convocados —dijo, y mi corazón dio un vuelco en
mi pecho. Solo había dos razones por las que nos convocarían. Uno
sería el duque, y el otro era igualmente terrible, pero por razones
muy diferentes—. Hay una maldición.
Página | 68
4
Traducido por: Loulo
Corregido por: -Patty
Sin perder un segundo innecesario, salimos de mi habitación y
del castillo a través del acceso de los antiguos sirvientes. Luego nos
movimos como fantasmas por la ciudad hasta que nos encontramos
frente a una puerta vieja y maltratada.
Página | 69
El pañuelo blanco pegado justo debajo del mango era la única razón
por la cual la casa en el Barrio Inferior de Masadonia se distinguía de
las otras casas estrechas y estrechas apiladas una encima de la otra.
Mirando por encima del hombro hacia donde dos guardias de la
ciudad conversaban bajo el resplandor amarillo de una farola, Vikter
rápidamente sacó el pañuelo de la puerta y lo metió en un bolsillo
dentro de su capa oscura. La pequeña tela blanca era un símbolo de
la red de personas que creían en la muerte, por violenta o destructiva
y que merecía dignidad.
También fue evidencia de alta traición y deslealtad a la Corona.
Descubrí accidentalmente en qué participó Vikter cuando tenía
quince años. Había dejado una denuestras sesiones de
entrenamiento a toda prisa una mañana, y al sentir que algo estaba
sucediendo debido al dolor mental que el mensajero había estado
provocando, lo seguí.
Obviamente, Vikter no estaba contento. Lo que estaba haciendo era
considerado traición, y ser atrapado no era el único peligro. Sin
embargo, siempre me ha molestado la forma en que normalmente se
manejan estas cosas. Le exigí que me permitiera ayudar. Él había
dicho que no, lo había repetido probablemente cien veces, pero yo
había sido implacable y, además, estaba especialmente preparada
para ayudar en tales asuntos. Vikter sabía lo que podía hacer, y su
empatía por los demás había ayudado a mi deseo de ayudarlo.
Llevamos haciendo esto unos tres años.
No éramos los únicos. Había otros, algunos eran guardias. Unos
pocos eran ciudadanos. Nunca conocí a ninguno. Por lo que sabía,
Hawke podría ser uno.
Se me hizo un nudo en el estómago y luego rodó antes de dejar de
pensar en Hawke.
Vikter golpeó suavemente los nudillos en la puerta y luego volvió la
mano enguantada a la empuñadura de su espada. Un par de
segundos después, las bisagras crujieron cuando la vieja puerta
Página | 70 golpeada se abrió de golpe, revelando la cara pálida, redonda y los
ojos rojos e hinchados de una mujer. Ella podría haber tenido entre
20 y 30 años, pero el tenso pellizco de su frente y las líneas de
expresión de su boca la hicieron parecer décadas mayor. La causa de
su aspecto desgastado tenía que ver con el tipo de dolor que era más
profundo que el físico y fue causado por el olor que salía del edificio
detrás de ella. Bajo el espeso y empalagoso humo del incienso
terroso, estaba el inconfundible olor agrio y repugnantemente dulce
de podredumbre y descomposición.
De una maldición.
—¿Necesitas ayuda? —dijo Vikter por lo bajo.
La mujer jugueteó con el botón de su blusa arrugada, su mirada
cansada pasó de Vikter a mí.
Le abrí los sentidos. El dolor profundo del alma irradiaba de ella en
oleadas que no podía ver, pero era tan fuerte que era casi una
entidad tangible que la rodeaba. Podía sentirlo cortando mi capa y
ropa y raspando contra mi piel como uñas oxidadas y heladas. Se
sentía como alguien que estaba muriendo pero que no había sufrido
una sola lesión o enfermedad. Así de crudo y potente era su dolor.
Luchando contra el impulso de dar un paso atrás, me estremecí
dentro de mi capa pesada. Cada instinto en mí exigía que pusiera
distancia entre nosotras, que me alejara lo más posible. Su dolor
formó grilletes de hierro alrededor de mis tobillos, pesándome
mientras me apretaba el cuello. La emoción me obstruyó la garganta,
sabiendo a... como amarga desesperación y agria desesperanza.
Retiré mis sentidos, pero me había abierto durante demasiado
tiempo. Estaba sintonizada con su angustia ahora.
—¿Quién es ella? —dijo ella, su voz ronca con las lágrimas que sabía
que habían hinchado sus ojos.
—Alguien que puede ayudarte —respondió Vikter de una manera con
la que estaba muy familiarizada. Usó ese tono tranquilo cada vez que
estaba a segundos de actuar con ira y hacer algo completamente
Página | 71 imprudente, lo que, según Vikter, era demasiado frecuente—. Por
favor. Permítanos entrar.
Dedos quietos alrededor del botón debajo de su garganta, ella asintió
y luego dio un paso atrás.
Seguí a Vikter al interior, escaneando la habitación tenuemente
iluminada, que resultó ser una cocinay sala de estar combinadas. No
hay electricidad en el hogar, solo lámparas de aceite y velas gordas y
cerosas. Eso no fue exactamente sorprendente de ver, a pesar de que
se había proporcionado electricidad al área del Barrio Inferior, para
iluminar las calles y algunos de los negocios. Solo los ricos lo tenían
dentro de sus hogares, y no los encontrarían en el Barrio Inferior.
Estarían más cerca del centro de Masadonia, cerca del castillo de
Teerman y lo más lejos posible de Rise.
Pero aquí, Rise se alzaba.
Respirando con dificultad, traté de no concentrarme en cómo el dolor
de la mujer pintaba las paredes y los pisos de un negro aceitoso. Su
dolor se había acumulado aquí, entre las baratijas y platos de arcilla,
mantas acolchadas con bordes deshilachados y muebles cansados.
Juntando mis manos debajo de la capa, tomé otro respiro, este más
profundo, y miré a mi alrededor.
Había una linterna sobre una mesa de madera, junto a varios palitos
de incienso. Rodeando el hogar de ladrillo había varias sillas. Me
concentré en la puerta cerrada al otro lado de la chimenea. Mi
cabeza encapuchada se inclinó mientras entrecerraba los ojos. En la
repisa de la chimenea, más cercana a la puerta, había una espiga
estrecha de una hoja del color de borgoña en la luz tenue.
Sanguinaria.
Esta mujer había estado preparada para manejar esto ella misma, y
con la forma en que se sentía, eso sería desastroso.
—¿Cuál es tu nombre? —preguntó Vikter mientras estiraba la mano
para bajar la capucha de su capa. Él siempre hizo esto. Mostró su
rostro para consolar a familiares o amigos, para tranquilizarlos.
Página | 72
Un mechón de cabello rubio cayó sobre su frente cuando se volvió
hacia la mujer.
No me revelé a mí misma.
—A-Agnes —respondió ella, su garganta trabajando en un trago—.
Yo... escuché sobre el pañuelo blanco, pero yo... no estaba segura de
si alguien vendría. Me preguntaba si era algún tipo de mito o un
truco.
—No es un truco —Vikter puede ser uno de los guardias más
mortales de toda la ciudad, incluso del reino, pero sabía que cuando
Agnes lo miró a los ojos azules, todo lo que vio fue amabilidad—.
¿Quién está enfermo?
Agnes tragó una vez más, la piel alrededor de sus ojos se frunció
mientras los cerraba brevemente.
—Mi esposo, Marlowe. Él es un Cazador de la Ascensión, y... y
regresó a casa hace dos días... —contuvo el aliento y exhaló
pesadamente—. Se había ido por meses. Estaba tan feliz de verlo. Lo
había extrañado terriblemente, y con cada día, temía que hubiera
muerto en el camino. Pero regresó.
Mi corazón se apretó como si hubiera sido atrapado en un puño.
Pensé en Finley. ¿Había sido un cazador, una parte de este grupo
que involucraba a Marlowe?
—Al principio parecía un poco deprimido, pero eso no es raro. Su
trabajo es agotador —continuó—. Pero él comenzó... comenzó a
mostrar signos esa noche.
—¿Esa noche? —Solo una pequeña nota de alarma se había
infiltrado en el tono de Vikter, y mis ojos se abrieron con un carro
lleno de consternación—. ¿Y has esperado hasta ahora?
—Esperamos que fuera algo más. Un resfriado o gripe —su mano
revoloteó hacia los botones. Los hilos comenzaban a mostrarse a lo
largo de los discos de madera—. Yo... no sabía hasta anoche que era
algo más. No quería que lo supiera. Marlowe es un buen hombre,
Página | 73 ¿entiende? No estaba tratando de ocultarlo. E-él planeó cuidarse
solo, pero...
—Pero la maldición no lo permitiría —terminó Vikter por ella, y ella
asintió.
Miré hacia la puerta. La maldición progresaba de manera diferente
para todos. Se apoderaba de algunos en cuestión de horas, mientras
que para otros, podría tomar uno o dos días. Pero no conocía ningún
caso que fuera más allá de tres. Tenía que ser solo cuestión de
tiempo antes de que sucumbiera, posiblemente horas... o minutos.
—Está bien —le aseguró Vikter, pero realmente no lo estaba—.
¿Dónde está ahora?
Presionando su otra mano sobre su boca, ella sacudió su barbilla
hacia la puerta cerrada. La manga de su blusa estaba manchada con
alguna sustancia oscura.
—Sigue siendo él —sus palabras fueron un poco apagadas—. Él
está... todavía está allí. Así es como él quiere ir a los dioses. Como él
mismo.
—¿Hay alguien más aquí?
Ella sacudió la cabeza y dejó escapar otro suspiro irregular.
—¿Te has despedido? —pregunté.
La mujer se sacudió ante el sonido de mi voz, sus ojos se abrieron.
Mi capa no tenía forma, así que imaginé que se sorprendió al
escuchar que yo era mujer. Una mujer sería lo último que
alguienesperaría en situaciones como estas.
—Eres tú —susurró.
Me calme.
Vikter no lo hizo. Por el rabillo del ojo, vi su mano volver a la
empuñadura de la espada.
Agnes se movió de repente, y Vikter fue a desenvainar su arma, pero
antes de que él o yo pudiéramos reaccionar, se arrodilló ante mí.
Página | 74 Bajando la cabeza, cruzó las manos debajo de la barbilla.
Mis ojos se abrieron debajo del capó mientras miraba lentamente a
Vikter.
Él arqueó una ceja.
—Hablaron de ti —susurró, balanceándose en movimientos cortos y
espasmódicos. Mi corazón podría haberse detenido—. Dicen que eres
la hija de los dioses.
Parpadeé una vez y luego el doble de piel de gallina. Mis padres eran
de carne y hueso.
Definitivamente no era una hija de los dioses, pero sabía que mucha
gente de Solís veía a la Doncella como tal.
—¿Quién ha dicho esto? —preguntó Vikter, lanzándome una mirada
que decía que esto era algo de lo que hablaríamos más tarde.
Agnes levantó las mejillas manchadas de lágrimas y sacudió la
cabeza.
—No quiero meter a nadie en problemas. Por favor. No hablaron para
difundir rumores o mala voluntad. Es solo que... —se detuvo, su
mirada se desvió hacia mí. Su voz se redujo a apenas un susurro—.
Dicen que tienes el don.
Alguien definitivamente había estado hablando. Un sutil escalofrío se
deslizó por mi columna vertebral, pero lo ignoré cuando el dolor de la
mujer latió y estalló.
—No soy nadie importante.
Vikter inhaló ruidosamente.
—Agnes. Por favor —debajo de la capa, me quité los guantes y los
guardé en un bolsillo. Deslicé mi mano por la abertura de los
pesados pliegues, ofreciéndola mientras le echaba una rápida mirada
a Vikter.
Sus ojos se entrecerraron sobre mí.
Página | 75 Iba a escuchar sobre esto más tarde, pero cualquier conferencia que
tuviera que recibir valdría la pena.
La mirada de Agnes se posó en mi mano y luego, lentamente, levantó
su brazo y colocó su palma contra la mía. Cuando se levantó, rodeé
con los dedos su mano fría y pensé en la arena dorada y brillante
que rodeaba el Mar de Stroud, en el calor y la risa. Vi a mis padres,
sus rasgos ya no eran claros, sino perdidos en el tiempo, difusos e
indefinidos. Sentí la brisa cálida y húmeda en mi cabello, la arena
bajo mis pies.
Fue el último recuerdo feliz que tuve de mis padres.
El brazo de Agnes tembló cuando respiró bruscamente y con
dificultad.
—¿Qué…? —ella se apagó, su boca se relajó cuando bajó los
hombros. La angustia sofocante se retrajo, colapsando como una
casa de cerillas en una tormenta de viento. Sus pestañas
humedecidas parpadearon rápidamente, y el color rosado impregnó
sus mejillas.
Solté su mano en el momento en que la habitación se sintió más...
abierta y ligera, más fresca.
Todavía había un filo de dolor en las sombras, pero ahora era
manejable para ella.
Para mí.
—Yo no… —Agnes puso una mano sobre su pecho, sacudiendo un
poco la cabeza. Su ceño se pellizcó mientras miraba su mano
derecha. Casi tentativamente, ella volvió su mirada hacia mí—.
Siento que puedo respirar de nuevo —la comprensión se deslizó por
su rostro, seguida rápidamente por el brillo de asombro en sus
ojos—. El don.
Deslicé mi mano debajo de mi capa, consciente de la bola de tensión
que se gestaba dentro de mí.
Página | 76
Agnes tembló. Por un momento, temí que volviera a caer al suelo,
pero no lo hizo.
—Gracias. Muchas gracias. Mis dioses, gracias...
—No hay nada por lo que debas agradecerme —le interrumpí—. ¿Te
has despedido? —pregunté una vez más. El tiempo se nos escapaba,
el tiempo que no teníamos.
Las lágrimas brillaron cuando ella asintió, pero el dolor no se
apoderó como antes. Lo que había hecho no duraría. El dolor
resurgiría. Con suerte, para entonces, ella podría procesarlo. Si no,
el dolor siempre perduraría, un fantasma que perseguiría cada
momento feliz de su vida hasta que se convirtiera en todo lo que ella
sabía.
—Lo veremos ahora —anunció Vikter—. Sería mejor si te quedaras
aquí.
Cerrando los ojos, Agnes asintió.
Vikter me tocó el brazo cuando se volvió, y yo lo seguí. Mi mirada se
posó en el sofá máscercano al hogar cuando Vikter llegó a la puerta.
Una muñeca de peluche con cabeza floja y cabello amarillo hecho de
hilo yacía parcialmente escondida detrás del delgado cojín. Se me
pusieron pequeños escalofríos en la piel cuando la inquietud se hizo
un nudo en la boca del estómago.
—¿Podrías…? —Agnes gritó—. ¿Va a facilitar su fallecimiento?
—Por supuesto —dije, volviéndome hacia Vikter. Puse una mano
sobre su espalda y esperé a que él bajara la cabeza. Mantuve mi voz
baja mientras decía—: Hay un niño aquí.
Vikter se detuvo con la mano en la puerta e incliné la cabeza hacia el
sofá. Su mirada lo siguió.
No podía sentir a la gente, solo su dolor una vez que los vi. Si un
niño estuvo aquí, él o ella deben estar escondidos y posiblemente
completamente inconscientes de lo que estaba sucediendo.
Página | 77
Pero entonces, ¿por qué Agnes no había admitido que el niño estaba
aquí?
La inquietud se expandió, y el peor de los casos jugó en mi mente.
—Yo me encargaré de esto. Tú manejas eso.
Vikter vaciló, sus ojos azules cautelosos mientras se alzaban hacia la
puerta.
—Puedo hacerme cargo de mí misma —le recordé lo que ya sabía. El
hecho de que podía defenderme descansaba únicamente en sus
hombros.
Un fuerte suspiro lo sacudió mientras murmuraba—: Eso no
significa que siempre tengas que hacerlo —sin embargo, dio un paso
atrás, frente aAgnes—. ¿Sería demasiado problema pedir algo
caliente para beber?
—Oh, no. Por supuesto que no —respondió Agnes—. Podría hacer un
poco de té o café.
—¿Quizás tienes chocolate caliente? —preguntó Vikter, y yo sonreí.
Si bien eso era algo que un padre podría tener a mano y podría verse
como él en busca de evidencia adicional de un hijo, también era la
mayor debilidad de Vikter.
—Lo tengo —Agnes se aclaró la garganta y escuché el sonido de un
armario abriéndose.
Vikter asintió hacia mí y yo di un paso adelante, colocando mi mano
en la puerta y abriéndola.
Si no hubiera estado preparada para el hedor demasiado dulce y
amargo, me habría derribado. Mi reflejo nauseoso amenazó con
activarse cuando mi mirada se adaptó a la habitación iluminada por
velas. Tendría que... no respirar tan a menudo.
Parecía un plan sólido.
Barrí la habitación con una rápida mirada. Excepto por la cama, un
armario alto y dos mesas auxiliares de aspecto desvencijado, la
habitación estaba vacía. Aquí se quemó más incienso, pero no pudo
reprimir el olor. Mi atención volvió a la cama, a la forma que yacía
Página | 78
imposiblemente inmóvil en el centro.
Al entrar, cerré la puerta detrás de mí y comencé a avanzar,
deslizando mi mano derecha nuevamente dentro de la capa, hacia mi
muslo derecho. Mis dedos se curvaron sobre la empuñadura siempre
fría de mi daga mientras me enfocaba en el hombre. O lo que
quedaba de él.
Era joven, eso podía verlo, con cabello castaño claro y hombros
anchos que temblaban. Su pielhabía adquirido una palidez gris, y
sus mejillas estaban hundidas como si su estómago no
hubieraestado lleno en semanas. Sombras oscuras florecieron bajo
los párpados que se esparcían cada dos segundos. El color de sus
labios era más azul que rosa. Respirando profundamente, camine
una vez más.
Tenía mucho dolor, tanto físico como emocional. No era lo mismo
que Agnes, pero no menos potente o pesado. Aquí, la angustia no
dejaba espacio para la luz, y era más allá de sofocarse. Se ahogaba y
arañaba al saber que no había forma de salir de esto.
Un temblor me recorrió mientras me obligaba a sentarme a su lado.
Desenvainé la daga, la mantuve oculta debajo de mi capa mientras
levantaba mi mano izquierda y cuidadosamente bajaba la sábana.
Su pecho estaba desnudo, y los escalofríos aumentaron cuando el
aire más frío de la habitación alcanzó su piel cerosa. Mi mirada
recorrió la longitud de su estómago cóncavo.
Vi la herida que le había escondido a su esposa.
Estaba sobre su cadera derecha, cuatro lágrimas desiguales en su
piel. Dos, una al lado de la otra, una pulgada más o menos por
encima de dos heridas idénticas.
Había sido mordido.
Quien no lo supiera mejor pensaría que algún tipo de animal salvaje
se ha apoderado de él, pero esta no fue la herida de un animal. Se
filtraba sangre y algo más oscuro, engrasador. Unas tenues líneas de
color azul rojizo irradiaban de la picadura, se extendían por la parte
Página | 79 inferior del estómago y desaparecían debajo de la sábana.
Un gemido devastado atrajo mi mirada hacia arriba. Sus labios se
abrieron hacia atrás, revelando lo cerca que estaba de un destino
peor que la muerte. Le sangraron las encías y le chirriaban los
dientes.
Dientes que ya estaban cambiando.
Dos en la parte superior, dos en la parte inferior, sus caninos, ya se
habían alargado. Miré hacia donde descansaba su mano al lado de
mi pierna. Sus uñas también se habían alargado, volviéndose más
animalistas que mortales. En una hora, tanto sus dientes como sus
uñas se endurecerían y afilarían. Podrían cortar y masticar la piel y
los músculos.
Se convertiría en uno de ellos.
Un Craven.
Impulsado por un hambre insaciable de sangre, mataría a todos a la
vista. Y si alguien sobreviviera a su ataque, eventualmente se
volvería como él.
Bueno, no todos.
Yo no lo hice
Pero se estaba convirtiendo en lo que existía fuera de Rise, lo que
vivía dentro de la niebla espesa y antinatural: la inmundicia con la
que el reino caído de Atlantia había maldecido estas tierras. Unos
cuatrocientos años después de que terminó la Guerra de los Dos
Reyes, seguían siendo una plaga.
Los Craven fueron creaciones de los Atlánticos, producto de su beso
venenoso, que actuó como una infección, convirtiendo a hombres,
mujeres y niños inocentes en criaturas hambrientas cuyo cuerpo y
mente se retorcieron y decayeron por el hambre incesante.
Página | 80
A pesar de que la mayoría de los atlánticos habían sido perseguidos
hasta la extinción, muchos todavía existían, y solo era necesario que
hubiera un atlántico vivo para que hubiera una docena deCraven, si
no más. No estaban completamente sin sentido. Podrían ser
controlados, pero solo por el
Oscuro.
Y este pobre hombre se defendió y escapó, pero debe haber sabido lo
que significaba la mordedura. Desde el nacimiento, todos lo
sabíamos. Era una parte de la historia empapada de sangre del
reino. Estaba maldito y no había nada que se pudiera hacer. ¿Había
regresado para despedirse de su esposa? ¿Del niño? ¿Había pensado
que sería diferente? ¿Bendecido por los dioses?
¿Elegido?
No importaba.
Suspirando, volví a colocar la sábana, dejando al descubierto la
parte superior de su pecho.
Intentando no respirar demasiado, puse la palma de mi mano sobre
su piel. Su carne... se sentía mal, como el cuero frío. Me concentré
en las playas de Carsodonia, la capital, y las deslumbrantes aguas
azules de Stroud. Recordé las nubes, cuán gordas y esponjosas eran.
Cómo se veían como la paz debe sentirse. Y pensé en los Jardines de
la Reina a las afueras de Castle Teerman, donde simplemente podía
estar y no pensar ni sentir nada, donde todo, incluida mi propia
mente, estaba en silencio.
Pensé en el calor que habían provocado esos breves momentos con
Hawke.
Los temblores de Marlowe disminuyeron, y la contracción detrás de
sus ojos disminuyó. La piel arrugada en las comisuras de sus ojos se
suavizó.
Página | 81
—¿Marlowe? —dije, ignorando el dolor sordo que comenzó a florecer
detrás de mis ojos. Un dolor de cabeza eventualmente vendría. Uno
siempre lo hacía cuando repetidamente me abría o usaba mi regalo.
El pecho debajo de mi mano se alzó profundamente, y las pestañas
agitadas revolotearon. Abrió los ojos y me tensé. Eran azules.
Principalmente. Rayos rojos dispararon a través de los iris. Pronto,
no quedaría azul. Solo el color de la sangre.
Sus labios secos se separaron.
—¿Estás... eres Rhain? ¿Has venido a llevarme a mi final?
Pensaba que yo era el Dios del Hombre Común y los finales, un dios
de la muerte.
—No. No lo soy —sabiendo que su dolor se aliviaría el tiempo
suficiente para que esto se completara, levanté mi mano izquierda e
hice lo único que me prohibieron expresamente. No solo por el duque
y la duquesa de Masadonia, o por la reina, sino también por los
dioses. Hice lo que Hawke había pedido con respecto a la máscara,
pero me negué. Me bajé la capucha y luego me quité la máscara de
dominó blanca que llevaba en caso de que mi capa se deslizara,
revelando mi cara.
Supuse, o esperaba, que los dioses harían una excepción en casos
como este.
Su mirada carmesí recorrió mis rasgos, comenzando donde
mechones de cabello cobrizo quemado se enroscaban contra mi
frente, luego el lado derecho de mi cara, seguido por mi lado
izquierdo.
Su mirada permaneció allí, sobre la evidencia de lo que podían hacer
las garras de un Craven. Me preguntaba si él pensaba lo mismo que
siempre hacía el duque.
Es una pena.
Esas tres palabras parecían ser las favoritas del Duque. Eso y: me
has decepcionado.
—¿Quién eres tú? —él soltó un gruñido.
—Mi nombre es Penellaphe, pero mi hermano y algunos otros me
Página | 82 llaman Poppy.
—¿Poppy? —susurró.
Asentí.
—Es un apodo extraño, pero mi madre solía llamarme así. De alguna
manera se quedó.
Marlowe parpadeó lentamente.
—¿Por qué son…? —Las comisuras de su boca se agrietaron, las
nuevas heridas filtraron sangre y oscuridad—. ¿Por qué estás aquí?
Forzando una sonrisa, apreté mi empuñadura en la empuñadura de
la daga e hice otra cosa que debería terminar en que me llevaran al
Templo, pero aún no lo había hecho porque esta no era la primera
vez que me revelaba a los moribundos.
—Soy la Doncella.
Su pecho se alzó con una inhalación aguda, y cerró los ojos. Un
temblor lo recorrió.
—Ustedes son los Elegidos, “nacidos en la mortaja de los dioses,
protegidos incluso dentro del útero, velados desde su nacimiento”.
Esa era yo.
—Tú... estás aquí por mí —abrió los ojos y noté que el rojo se había
extendido hasta que solo quedó un toque de azul—. Usted... me dará
dignidad.
Asentí.
Cualquier persona maldecida por la mordedura de un Craven no
murió en sus camas en silencio y de la manera más pacífica posible.
No se les ofreció esa amabilidad o simpatía. En cambio,
generalmente fueron arrastrados a la plaza del pueblo para ser
quemados vivos frente a una masa de ciudadanos. No importaba que
la mayoría se maldijera, ya sea protegiendo a quienes aplaudieron su
horrible muerte o trabajando para mejorar el reino.
Página | 83
La mirada de Marlowe se dirigió a la puerta cerrada detrás de mí.
—Ella es... es una buena mujer.
—Ella dijo que eres un buen hombre.
Esos ojos espeluznantes volvieron a mí.
—No voy a ser un… —su labio superior se curvó, revelando un diente
afilado mortal—.No voy a ser un buen hombre por mucho tiempo.
—No, no lo serás.
—Yo... intenté hacerlo yo mismo, pero...
—Está bien —lentamente, saqué la daga de debajo de mi capa. El
resplandor de la vela cercana brilló en la hoja de color rojo oscuro.
Marlowe miró la daga.
—Sanguinaria.
Antes de cualquier signo de la maldición, un mortal podía ser
asesinado de muchas maneras, pero una vez que había signos, solo
el fuego y la piedra de sangre podían matar la maldición. Solo la
piedra de sangre o la madera afilada en una estaca del Bosque de
Sangre podría matar a un Craven completamente convertido.
—Yo solo... solo quería despedirme —Él se estremeció—. Eso era
todo.
—Entiendo —le dije, aunque deseaba que no hubiera regresado aquí,
pero no tenía que estar de acuerdo con sus acciones para
comprenderlos. Su dolor comenzaba a regresar, aumentando en
pulsos agudos y luego disminuyendo—. ¿Estás listo, Marlowe?
Su mirada se dirigió a la puerta cerrada una vez más, y luego cerró
los ojos. El asintió.
Con el pecho pesado e inseguro de si fue mi pena o la suya lo que me
pesó, me moví muy ligeramente. Había dos formas de matar a un
Craven o alguien maldecido siempre que tuvieras una hoja de piedra
de sangre o madera de un árbol del Bosque de Sangre. Penetra en el
Página | 84 corazón o destruye el cerebro. Lo primero no era inmediato. Podría
tomar minutos sangrar, y fue doloroso... y desordenado.
Colocando mi mano izquierda contra su mejilla demasiado fría, me
incliné sobre él.
—No era... no era el único —susurró.
Mi corazón se detuvo.
—¿Qué?
—Ridley... él estaba... también fue mordido —un aliento jadeante lo
dejó—. Quería despedirse desu padre. No... Sé si se cuidó a sí mismo
o no.
Si este Ridley hubiera esperado hasta que la maldición comenzará a
mostrar signos, no había forma de que pudiera hacerlo. Lo que sea
que estuviera en la sangre del Craven, de un atlántico,
desencadenaba algún tipo de instinto de supervivencia primario.
Dioses.
—¿Dónde vive su padre?
—A dos cuadras más. Tercer hogar. Azul... creo que persianas
azules, pero Ridley... vive en los dormitorios con... los demás.
Dioses buenos, esto podría ser malo.
—Has hecho lo correcto —le dije, deseando haberlo hecho antes—.
Gracias.
Marlowe hizo una mueca y sus ojos se abrieron una vez más. No
había más azul. Él estaba cerca.
Segundos.
—No tengo...
Golpeé tan rápido como las víboras negras que se escondieron en los
valles que conducían a los Templos. La punta de la daga se hundió
en el punto blando en la base de su cráneo. Angulada hacia adelante
Página | 85 y entre las vértebras, la cuchilla perforó profundamente, cortando el
tallo cerebral.
Marlowe se sacudió.
Eso fue todo. Había tomado su último aliento antes de darse cuenta.
La muerte fue tan instantáneacomo pudo ser.
Saqué la hoja mientras me levantaba de la cama. Los ojos de
Marlowe estaban cerrados. Eso... eso era una pequeña bendición.
Agnes no vería lo cerca que había estado de convertirse en una
pesadilla.
—Que Rhain te acompañe al paraíso —le susurré, limpiando la
sangre de mi daga con una pequeña toalla que había estado sobre la
mesa—. Y que encuentres la paz eterna con los que han pasado
antes que tú.
Me aparté de la cama, envainé la daga y luego volví a ponerme la
máscara y levanté la capucha, tirando de ella sobre mi cabeza.
Ridley.
Me dirigí hacia la puerta.
Si Ridley todavía estaba vivo, tenía que estar a los pocos minutos de
girar. Era de noche, y si él estaba en ese dormitorio donde otros que
estaban fuera de servicio dormían...
Me estremecí.
No importa cuán bien entrenados estuvieran, eran tan
vulnerables como cualquier otra persona mientras dormían. La
preocupación por un cierto guardia de Rise surgió, y el miedo
atravesó mi pecho y estómago.
Una masacre podría estar a unos minutos de suceder.
Peor aún, la maldición se extendería, y yo más que nadie sabía lo
rápido que podría devastar una ciudad hasta que nada más que
sangre se acumulara en las calles.
Página | 86
5
Traducido por: Loulo
Corregido por: -Patty
Dejamos a Agnes en el dormitorio, con la mano inerte de su
marido presionada sobre su pecho, cuidadosamente le apartó el pelo
de la cara.
Página | 87
Era una imagen que no olvidaría por mucho tiempo.
Pero no pude detenerme en eso entonces. Había aprendido de Vikter
que había una hija, pero afortunadamente, ella se estaba quedando
con amigos, porque le habían dicho que su padre estaba enfermo.
Vikter no vio razón para no creerle a Agnes. Me alivió saber que mi
peor miedo no se había hecho realidad. Que la niña tampoco había
sido maldecida. Una vez que alguien había sido maldecido, una
mordida de ellos transmitiría la maldición, y aunque Marlowe no se
había vuelto completamente un Craven, había sido propenso a ira y
sed incontrolables desde el momento en que había sido mordido.
Pero ahora estaba parado afuera de otra pequeña casa, en las
sombras del callejón estrecho y lleno de tierra, escuchando otra
tragedia. En el momento en que compartí con Vikter lo que Marlowe
me había dicho, fuimos directamente a la casa del padre, ya que
estaba más cerca que los dormitorios.
Estaba más que contenta de no poder ver al hombre porque podía
escuchar el corazón roto en mi voz cuando le conté a Vikter lo que
había sucedido, y el dolor en mi cabeza ahora palpitaba. Si hubiera
visto al pobre padre, habría querido aliviar su dolor de alguna
manera. El viejo sabía exactamente por qué Vikter estaba allí cuando
le preguntó si había visto a su hijo.
Ridley no había podido cuidarse solo.
Sin embargo, su padre sí.
Le había mostrado a Vikter dónde había enterrado a Ridley en el
patio trasero, debajo de un peral.
Había acabado con la vida de su hijo el día anterior.
Todavía estaba pensando en eso cuando Vikter y yo salimos del
Barrio Inferior, usando el área muy boscosa fuera de la Ciudadela
para evitar a los Guardias de la Ciudad. Hace muchos años, los
animales como el venado y el jabalí habían sido abundantes en
Wisher’s Grove, pero solo quedaban las criaturas más pequeñas y las
grandes aves depredadoras después de años de caza. El Grove ahora
servía más o menos como un límite entre los que tienen y los que no
Página | 88
tienen, la línea de árboles gruesos casi borra los arreglos de vivienda
para la gran mayoría de Masadonia de aquellos que vivían en
hogares que triplican el tamaño del que a donde Agnes ahora lloraba.
Una parte de la arboleda, más cerca del centro de la ciudad, había
sido limpiada, creando un parque donde se celebraban ferias y
celebraciones, la gente a menudo montaba sus caballos, vendía
productos y hacía un picnic en los días más cálidos. El Grove corría
directamente hacia los muros interiores del castillo de Teerman.
Literalmente.
Muy pocos viajaron por Grove, creyendo que serían perseguidos por
cualquiera que hubiera muerto allí. ¿O fueron perseguidos por los
espíritus de los guardias? ¿O fueron los espíritus de los animales
cazados los que deambulaban entre los árboles? No estaba segura
Había tantas versiones diferentes.
De cualquier manera, funcionaba para nosotros porque
podíamos salir fácilmente de los Jardines de la Reina y entrar en la
Arboleda sin que nos vieran mientras vigilamos a los guardias de
patrulla. Desde el Grove, uno podría ir a cualquier parte.
—Tenemos que discutir lo que sucedió en esa casa —anunció Vikter
mientras navegábamos por el suelo del bosque con solo un poco de
luz de luna para guiarnos—. La gente ha estado hablando de ti.
Sabía que esto iba a suceder.
—Y usar tu regalo allí no ayudó mucho —agregó, manteniendo la voz
baja a pesar de que era poco probable que nos oyeran algo más que
un mapache o una zarigüeya—. Todos confirmaron quién eras tú.
—Si la gente habla, no han dicho nada —respondí—. Y tuve que
hacer algo. El dolor de esa mujer era... era insoportable para ella.
Ella necesitaba un descanso.
—¿Y se volvió insoportable para ti también? —él supuso. Cuando no
dije nada, agregó—: ¿Te duele la cabeza ahora?
Página | 89 —No es nada —descarté.
—Nada —gruñó—. Entiendo por qué quieres ayudar. Respeto eso.
Pero es un riesgo, Poppy. Nadie ha dicho nada, todavía. Tal vez se
sientan en deuda contigo, pero eso podría cambiar, y debesser más
cuidadosa.
—Tengo cuidado —le dije. Aunque no pude ver su expresión, ya que
él también se había levantado la capucha para cubrirse la cara,
sabía que me lanzó una mirada de incredulidad. Sonreí, pero se
desvaneció rápidamente—. Sé cuáles son los riesgos.
—¿Y estás preparado para enfrentar las consecuencias si el Duque
alguna vez descubre lo que estás haciendo? —él desafió.
Mi estómago se hundió mientras jugueteaba con un hilo suelto de mi
capa.
—Lo estoy.
Vikter maldijo por lo bajo. En cualquier otra situación, me habría
reído.
—Eres tan valiente como cualquier guardia de Rise.
Tomando eso como un gran cumplido, sonreí.
—Bueno, gracias.
—Y tan tonta como cualquier nuevo recluta.
Mi sonrisa se puso boca abajo.
—Retiro mi agradecimiento.
—Nunca debí haberte permitido comenzar a hacer esto —cogió una
rama baja, moviéndola a un lado—. Salir entre la gente representa
un riesgo demasiado grande de descubrimiento.
Me sumergí debajo de la rama y lo miré.
—No me permitiste —le recordé—. No podías detenerme.
Se detuvo, me agarró del brazo y me giró para que lo enfrentara.
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—Entiendo por qué quieres ayudar. No podías cuando tu madre y tu
padre yacían muriendo.
Me estremecí.
—No tiene nada que ver con ellos.
—Eso no es cierto, y lo sabes. Estás tratando de compensar lo que
no pudiste hacer de niña —su voz bajó tanto que apenas podía
escucharlo por la brisa que agitaba las hojas sobre nosotros—. Pero
es más que eso.
—¿Y qué es eso?
—Creo que quieres que te atrapen.
—¿Qué? ¿En serio piensas eso? —Di un paso atrás, liberándome de
su agarre—. Sabes lo que haría el duque si alguna vez se enterara.
—Créeme lo sé. No es probable que olvide alguna de esas veces que
tuve que ayudarte a caminar de regreso a tu habitación —su voz se
endureció y el calor golpeó mis mejillas.
Odiaba eso.
Odiaba lo que sentía por algo que alguien me había hecho.
Absolutamente odiaba la vergüenza que amenazaba con ahogarme.
—Asumes demasiados riesgos, Poppy, incluso sabiendo que no es
solo al Duque o incluso a la Reina a quien deberías responder —
continuó—. A veces, me pregunto si quieres ser encontrada indigna.
La irritación estalló en la vida, y una parte de mí reconoció que era
porque Vikter estaba raspandoviejas heridas y acercándose
demasiado a una verdad oculta en la que no quería profundizar y
descubrir.
—Ya sea que me atrapen o no, ¿no sabrían los dioses lo que hago?
No habría razón para tomar riesgos adicionales cuando no se les
oculta nada.
—No hay ninguna razón para que corras ningún riesgo.
Página | 91 —Entonces, ¿por qué has pasado los últimos cinco años más o
menos entrenándome? —exigí.
—Porque sé por qué necesitas sentir que puedes defenderte —
respondió él—. Después de lo que sufriste, con lo que tienes que
vivir, puedo entender la necesidad de tomar tu protección en tus
propias manos. Pero si hubiera sabido que te llevaría a ponerte en
situaciones en las que te arriesgabas a estar expuesta, nunca te
habría entrenado.
—Bueno, es demasiado tarde para ese cambio de opinión.
—Eso es —él suspiró—. Y es una forma de evitar lo que acabo de
decir.
—¿Evitar qué? —pregunté, fingiendo ignorancia.
—Sabes exactamente de lo que estoy hablando.
Sacudiendo mi cabeza, me di vuelta y comencé a caminar.
—No ayudo a esas personas porque quiero que los dioses me
encuentren indigna. No ayudé a Agnes porque esperaba que ella le
dijera a alguien, y que saliera. Los ayudo porque ya es una tragedia
que no necesita agravarse obligándolos a ver morir quemados a sus
seres queridos —pasé por encima de una rama de un árbol caído, mi
dolor de cabeza empeoró. Sin embargo, no tuvo nada que ver con mi
regalo y todo que ver con la conversación—. Lamento arruinar tu
teoría, pero no soy una sádica.
—No —dijo detrás de mí—. Tú no lo eres. Solo tienes miedo.
Me di la vuelta y lo miré boquiabierto.
—¿Miedo?
—De tu ascensión. Sí. Tienes miedo. No hay vergüenza en admitir
eso —él se adelantó, deteniéndose frente a mí—. Al menos no para
mí.
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Pero para otros, como mis guardianes o los sacerdotes, no sería algo
que pudiera admitir. Verían ese miedo como un sacrilegio, como si la
única razón por la que tuviera que tener miedo fuera por algo
horrible y no por el hecho de que no tenía idea de lo que me pasaría
en mi Ascensión.
Si yo fuera a vivir.
O a morir.
Cerré mis ojos.
—Entiendo —repitió Vikter—. No tienes idea de lo que sucederá. Lo
entiendo. Sí, pero Poppy, tanto si tomas estos riesgos innecesarios a
propósito como si no, independientemente de si tienes miedo o no, el
resultado final no cambiará. Todo lo que harás es incurrir en la ira
del duque. Eso es todo.
Abrí los ojos y no vi nada más que oscuridad.
—Porque no importa lo que hagas, no te encontrarán indigna —dijo
Vikter—. Ascenderás
Las palabras de Vikter me mantuvieron despierta la mayor parte de
la noche, y terminé omitiendo nuestra sesión de entrenamiento
matutina normal que se celebró en una de las viejas habitaciones en
la parte casi abandonada del castillo. Como era de esperar, Vikter no
había llamado a la puerta de los viejos sirvientes.
Si eso no fuera suficiente evidencia de cuán bien me conocía, no
sabía qué sería.
No estaba enojada con él. Honestamente, podría estar molesta e
irritada con él cada dos días, pero nunca estaba enojada con él. No
pensé que él sintiera que yo era. Él solo... había golpeado un nervio
Página | 93 la noche anterior, y estaba al tanto de eso.
Tenía miedo de mi Ascensión. Lo sabía. Vikter lo sabía. ¿Quién no
sería? Aunque Tawny creía que regresaría como Ascendido, nadie
podía estar seguro. Ian no era como yo. No se le impusieron reglas
cuando estuvimos en la capital o mientras crecimos aquí. Había
ascendido porque era el hermano de la Doncella, la Elegida, y porque
la Reina había solicitado la excepción.
Entonces, sí, tenía miedo.
Pero, ¿estaba empujando a propósito y bailando alegremente sobre la
línea con la esperanza de ser encontrada indigna y despojada de mi
estado?
Eso era... eso sería increíblemente irracional.
Yo podría ser bastante irracional.
Como cuando vi una araña, me comporté como si fuera del tamaño
de un caballo con el cálculofrío de un asesino. Eso fue irracional.
Pero ser encontrada indigna significaba exilio, y eso también erauna
sentencia de muerte. Si tenía miedo de morir en Ascensión, entonces
exiliarme no mejoraría exactamente la situación.
Y tenía miedo de morir, pero mi cautela ante la Ascensión era más
que eso.
No era mi elección.
Había nacido en esto, de la misma manera que todos los segundos
hijos e hijas. Aunque ninguno de ellos parecía temer su futuro,
tampoco fue su elección.
No había mentido ni tratado de ocultar una agenda oculta cuando
ayudaba a Agnes o me exponía a Marlowe. Lo hice porque pude,
porque fue mi elección. Me entrené para usar una espada y un arco
porque fue mi elección. ¿Pero había otro motivo detrás de
escabullirse para ver peleas o nadar desnuda? ¿Visitar casas de
juego o estar al acecho en partes del castillo prohibidas y escuchar
conversaciones que se suponía que no debía escuchar? ¿O cuando
Página | 94 salí de mis aposentos sin Vikter o Rylan solo para poder espiar en el
Gran Comedor y observar a la gente en Wisher’s Grove?
¿Qué hay de la Perla Roja? ¿Dejar que Hawke me bese? hacerme
todas esas cosas que hizo, lo hice porque fueron mi elección, pero...
¿Pero podría ser también lo que Vikter había sugerido?
¿Qué pasa si, en el fondo, no sólo estaba tratando de vivir y
experimentar todo lo que podía antes de mi Ascensión? ¿Qué pasa si
estaba, en algún tipo de nivel inconsciente, tratando de asegurar que
la Ascensión nunca sucediera?
Estos pensamientos me preocuparon durante todo el día, y por una
vez, no estaba tan inquieta enmi encierro. Al menos no hasta que el
sol comenzó a ponerse. Después de despedir a Tawny horasantes de
la cena, ya que no había razón para que se sentara mientras yo no
hacía nada más que mirar malhumoradamente por las ventanas,
finalmente me molesté y abrí la puerta.
Solo para encontrar a Rylan descansando al otro lado del pasillo.
Me detuve inmediatamente.
—¿Vas a alguna parte, Pen? —preguntó.
Pen.
Rylan era el único que me llamaba así. Me gustó. Solté la puerta y
ésta retrocedió lentamente, golpeándome el hombro.
—No lo sé.
Me sonrió mientras pasaba una mano sobre su cabello castaño claro.
—Es hora, ¿no?
Al mirar detrás de mí hacia las ventanas, vi que estaba
anocheciendo. La sorpresa parpadeó a través de mí. Había
desperdiciado un día entero en autorreflexión.
La sacerdotisa Analia estaría encantada de escuchar eso, pero no las
razones. De cualquier manera, quería golpearme en la cara.
Página | 95
Pero ya era hora. Asentí y comencé a salir.
—Creo que te estás olvidando de algo —dijo, golpeándose la mejilla
barbuda con un dedo.
Mi velo.
Dioses, casi había salido al pasillo sin él o sin capucha. Aparte de
mis guardianes, el duque y la duquesa, y Tawny, solo Vikter y Rylan
podían verme sin mi velo. Bueno, la Reina y el Rey podían, y a Ian se
le permitió, pero obviamente, no estaban aquí. Si alguien más
hubiera estado en el pasillo, posiblemente se habría caído
desmayado.
—¡Ya vuelvo!
Su sonrisa aumentó cuando me di la vuelta y corrí de regreso a la
habitación, deslizando el velo sobre mi cabeza. Tomó un poco más de
un par de minutos apretar todas las pequeñas cadenas para
asegurarlas en su lugar. Tawny era mucho más rápida que yo.
Empecé a salir...
—Zapatos, Pen. Deberías ponerte unos zapatos.
Mirándome, solté un gemido muy poco femenino.
—¡Dioses! Un momento.
Rylan se rió entre dientes.
Totalmente disimulado, toqué con los pies mis zapatos gastados, que
no eran más que satén y una suela fina de cuero, y luego volví a
abrir la puerta.
—¿Teniendo un mal día? —Rylan reflexionó mientras se unía a mí en
mi habitación.
—Teniendo un día extraño —respondí, dirigiéndome al acceso de los
viejos sirvientes—. Uno olvidadizo.
—Debe ser para ti no darte cuenta del tiempo.
Página | 96
Rylan tenía razón. A menos que algo sucediera, tanto él como Vikter
siempre estaban listos para mí justo antes del anochecer.
Nuestro ritmo fue rápido mientras bajábamos apresuradamente la
escalera estrecha y polvorienta.
Se vació en un área al lado de la cocina, y aunque tomamos el viejo
acceso para evitar ser vistos lo más posible, no era completamente
evitable. Los sirvientes de la cocina se detuvieron a medio paso
cuando Rylan y yo los pasamos, su atuendo marrón y sus gorros
blancos los hacían casi indistinguibles el uno del otro. Escuché una
canasta de papas golpear el piso y la reprimenda dura y mordaz. Por
el rabillo del ojo, vi caras borrosas inclinar sus cabezas como si
estuvieran rezando.
Me tragué un gemido mientras Rylan hacía lo que siempre hacía y
fingía que no había nada de extraño en su comportamiento.
Eres la hija de los dioses.
Las palabras de Agnes volvieron a mí. La única razón por la que
pensaron eso fue por el velo y las pinturas y varias obras de arte que
representan a la Doncella.
Eso y con qué frecuencia era que no me veían.
Comenzamos hacia el salón de banquetes. Desde allí, podríamos
ingresar al vestíbulo y acceder al Jardín de la Reina. Habría más
sirvientes, pero realmente no había otra forma de acceder desde el
castillo que no requiriera escalar una pared. Llegamos a la mitad de
la larga mesa cuando una de las muchas puertas a cada lado se
abrió detrás de nosotros.
—Doncella.
Una oleada de piel de gallina se extendió sobre mi piel en repulsión.
Reconocí esa voz y quise seguir caminando, fingir que de repente
había perdido la audición.
Página | 97
Pero Rylan se había detenido.
Si siguiera caminando, no terminaría bien para mí.
Inhalando profundamente, me volví para mirar a Lord Brandole
Mazeen. No vi lo que estaba segura que vi más, un hombre de cabello
oscuro que parecía tener veintitantos años, guapo y alto. Vi a un
matón.
Vi a un hombre cruel que hace mucho tiempo había olvidado lo que
era ser mortal.
A diferencia del duque, que parecía despreciarme sin causa, sabía
exactamente por qué Lord Mazeen se regocijaba al acosarme.
Ian.
Y todo surgió de la cosa más vana e intrascendente posible. Un año
antes de que mi hermano Ascendiera, había vencido a Lord Mazeen
en un juego de cartas, al que el Lord había acusado sin gracia a Ian
de hacer trampa. Yo, que probablemente no debería haber estado
presente en el juego, me había reído. Principalmente porque el Lord
era completamente terrible en el póker. Desde ese momento, el Lord
había tratado de irritarnos tanto a Ian como a mí cada vez que tenía
la oportunidad.
Solo empeoró una vez que Ian Ascendió, y el Lord comenzó a...
ayudar al Duque con sus lecciones.
Juntando mis manos, no dije nada mientras él caminaba hacia mí,
sus largas piernas encerradas en pantalones negros. Llevaba una
camisa de vestir negra, y la oscuridad de su ropa creaba un
contraste sorprendente contra su piel pálida y sus labios del color de
las bayas maduras. Sus ojos…
No me gustaba mirarlos. Parecían insondables y vacíos.
Como todos los Ascendidos, eran de un negro tan oscuro que las
pupilas no eran visibles. Me preguntaba cuál había sido el color de
sus ojos antes de ascender o si incluso lo recordaba. Puede que el
Lord solo parezca estar en su segunda década de vida, pero sabía
Página | 98 que había Ascendido después de la Guerra de los Dos Reyes, junto
con el Duque y la Duquesa. Tenía cientos de años.
Lord Mazeen esbozó una sonrisa tensa y de labios cerrados cuando
no respondí.
—Estoy sorprendido de verte aquí.
—Ella está dando su paseo nocturno —respondió Rylan, con tono
plano—. Como ella lo tiene permitido.
Ojos como fragmentos de obsidiana se estrecharon en la guardia.
—No te hice una pregunta a ti.
—Estoy caminando —entré, respondiendo antes de que Rylan dijera
otra palabra.
Esa mirada inquietante e insondable se dirigió hacia mí.
—¿Vas al jardín? —un lado de sus labios se arqueó cuando la
sorpresa me atravesó—. ¿No es a donde siempre vas a esta hora del
día?
Lo es.
Y era más que un poco desconcertante que el Lord lo supiera.
Asentí.
—Ella debe estar en camino ahora —intervino Rylan—. Como sabe,
la Doncella no debe quedarse.
En otras palabras, no se me permitía interactuar, ni siquiera con los
Ascendidos. El Lord lo sabía.
Pero lo ignoró.
—La Doncella también debe ser respetuosa. Deseo hablar con ella, y
estoy seguro de que el Duque estaría muy decepcionado al saber que
no estaba dispuesta a hacerlo.
Mi columna se enderezó cuando una ola de ira me atravesó tan
rápidamente que casi alcancé la daga atada a mi muslo. La reacción
Página | 99 me sorprendió de alguna manera. ¿Qué hubiera hecho con él si no
me hubiera detenido? ¿Lo apuñaló? Casi me reí.
Pero nada de esto fue divertido.
Su amenaza apenas velada de hablar con el Duque había sido
efectiva. El Lord nos había acorralado a Rylan y a mí en una esquina
porque, aunque no se suponía que debía interactuar, el Duque no
mantuvo a Lord Mazeen con las mismas reglas que los demás. Si me
fuera, sería castigada.
Igual que Rylan. Y aunque mi castigo no era algo para tomar a la
ligera, no sería nada comparado con lo que Rylan enfrentaría.
Podría ser retirado de la Guardia Real, y el Duque se aseguraría de
que se supiera que había caído en desgracia. Rylan pronto estaría
desempleado y, por lo tanto, deshonrado. No sería lo mismo que ser
exiliado, pero su vida sería mucho más difícil.
Cuadré mis hombros.
—No me gustaría nada más que hablar contigo.
Una expresión de engreimiento se asentó en sus rasgos hermosos, y
no quería nada más que patearlo en la cara.
—Ven —extendió la mano y curvó su brazo sobre mis hombros—.
Deseo hablar en privado.
Rylan dio un paso adelante.
—Está bien —le dije, aunque en realidad no lo estaba. Mirándolo, le
pedí que escuchara—. En verdad, está bien.
La mandíbula de Rylan se endureció mientras miraba al Lord, y me
di cuenta de que no estaba ni remotamente feliz por esto, pero
asintió secamente.
—Estaré justo aquí.
—Sí, lo estarás —respondió el Lord.
Dioses.
Página | 100 No todos los Ascendidos eran como el Lord, que ejercía su poder y su
posición como una espada con punta de veneno, pero Lord Mazeen
ni siquiera era el peor ejemplo.
Me condujo hacia la izquierda, casi haciendo que un criado dejara
caer la cesta que ella llevaba.
Parecía completamente inconsciente de ella mientras avanzaba.
Cualquier esperanza que tuviera de que planeara hablarme a unos
pasos terminó rápidamente cuando nos llevó a uno de los rincones
oscuros entre las puertas.
Debería haberlo sabido.
Él hizo a un lado las gruesas cortinas blancas y casi me empujó
hacia el espacio angosto donde la única fuente de luz era una
pequeña lámpara sobre una silla acolchada. No tenía idea de cuál
era el propósito de estas habitaciones medio ocultas, pero en más de
una ocasión, me encontré atrapada en ellas.
Di un paso atrás, un poco sorprendida de que el Lord lo permitiera.
Me miró, la sonrisa regresó cuando me posicioné para estar cerca de
una de las cortinas. Se sentó en el diván, estirando las piernas
mientras cruzaba los brazos sobre el pecho.
Con el corazón palpitante, elegí mis palabras con cuidado.
—Realmente no puedo demorarme. Si alguien me viera, estaría en
problemas con la sacerdotisa Analia.
—¿Y qué pasaría si la buena Sacerdotisa de los Templos escuchara
que te demoras? —preguntó, su cuerpo parecía suelto y relajado,
pero lo sabía mejor.
Las apariencias pueden ser engañosas. Los Ascendidos era rápidos
cuando querían serlo. Los había visto moverse de una manera que
los hacía nada más que un borrón.
Página | 101
—¿Informaría ella de tal mal comportamiento al duque? —él
continuó—. Disfruto mucho sus lecciones.
El asco era una hierba que echaba raíces dentro de mí. Por
supuesto, disfrutaba las lecciones del Duque.
—No estoy segura de qué haría ella.
—Podría valer la pena descubrirlo —reflexionó distraídamente—. Al
menos para mí.
Mis dedos se curvaron hacia adentro.
—No deseo desagradar al Duque o la Sacerdotisa.
Sus pestañas bajaron.
—Estoy seguro de que no lo harías.
Un dolor agudo y punzante irradió desde donde mis uñas se clavaron
en mis palmas.
—¿De qué quieres hablar conmigo?
—No hiciste tu pregunta adecuadamente.
En busca de moderación y calma, agradecí el velo. Si pudiera ver mi
rostro en su totalidad, sabría exactamente lo que estaba sintiendo.
Lo cual era candente, ardiente odio.
No sabía por qué el Lord encontró tanta diversión al acosarme. Por
qué encontró tanto placer al incomodarme, pero había estado así los
últimos años. Sin embargo, era peor con los sirvientes. Había
escuchado las advertencias susurradas al nuevo personal. Evite
llamar su atención o su disgusto. No importa qué, había un límite en
cuanto a lo lejos que podía llegar conmigo. Con los sirvientes, no
creía que él sintiera que había incluso una línea que cruzar.
Levanté la barbilla.
—¿Qué le gustaría discutir conmigo, Lord Mazeen?
Apareció una sonrisa fría.
—Me di cuenta de que había pasado un tiempo desde la última vez
Página | 102 que te vi.
Habían pasado dieciséis días desde la última vez que me arrinconó.
Entonces, no lo suficiente.
—Te he extrañado —agregó.
Dudoso.
—Mi Lord, debo estar en camino —contuve el aliento cuando él se
levantó. Un segundo, estaba tendido en el diván. Al siguiente, estaba
directamente frente a mí.
—Me siento insultado —dijo—. Te dije que te extrañé, ¿y tú única
respuesta fue decir que debes irte? Me hieres.
El hecho de haber dicho casi las mismas palabras que Hawke había
pronunciado hace no más dedos noches no pasó desapercibido.
Tampoco las reacciones muy diferentes que tuve ante ellos. Mientras
Hawke se había encontrado con bromas, Lord Mazeen pronunció las
palabras como advertencia. No me encantó. Me rebelaron.
—No era mi intención —forcé a salir.
—¿Estás segura? —preguntó, y sentí su dedo contra mi mandíbula
antes de siquiera verlo mover su mano—. Tengo la clara impresión
de que fue exactamente tu intención.
—No fue así —me recosté
Él curvó sus dedos alrededor de mi barbilla, sosteniendo mi cabeza
en su lugar. Cuando tomé mi próximo aliento, pensé que sus dedos
olían a... una flor, almizclada y dulce.
—Deberías tratar de ser más convincente si deseas que crea eso.
—Lo siento si no soy tan convincente como debería ser —me costó
mucho mantener la voz firme—. No deberías tocarme.
Él sonrió mientras arrastraba su pulgar frío por mi labio inferior. La
sensación de miles de pequeños insectos deslizándose sobre mi piel
siguió.
Página | 103
—¿Y por qué es eso?
El Lord sabía exactamente por qué.
—Soy la Doncella —dije, no obstante.
—Sí, lo eres —pasó sus dedos por mi barbilla sobre el encaje rasposo
que cubría mi garganta. Su mano continuó, rozando mi clavícula.
Mi palma prácticamente ardía con la necesidad de sentir la
empuñadura de la daga contra ella, y mis músculos se tensaron con
el conocimiento y la habilidad para reaccionar, para hacer que se
detuviera. Un temblor me recorrió mientras luchaba contra el deseo
de contraatacar. No valdría la pena lo que sucedería. Seguía
diciéndome eso mientras sus dedos se deslizaban por el centro de mi
vestido. No era solo el miedo al castigo. Si mostraba de lo que era
capaz, el Duque se enteraría de que había sido entrenada, y dudaba
que tomara un gran salto de lógica para determinar que Vikter era el
responsable. Una vez más, lo que sea que enfrente no sería nada
comparado con lo que Vikter haría.
Pero no podía tolerar tanto.
Di un paso atrás, poniendo distancia entre nosotros.
Lord Mazeen inclinó la cabeza y luego se rió suavemente. El instinto
se encendió y me moví para salir de la cortina, pero no había sido lo
suficientemente rápida. Me agarró por la cadera y me giro.
No hubo ni un segundo para reaccionar cuando su brazo se cerró
alrededor de mi cintura, y me arrastró hacia él. Su otra mano
permaneció donde estaba, entre mis senos. El contacto de su cuerpo
contra el mío, su sensación, envió una ola de repulsión a través de
mí.
—¿Recuerdas tu última lección? —Su aliento estaba helado contra
mi piel justo debajo del velo—. No puedo imaginar que lo hayas
olvidado.
No me había olvidado de ninguno.
Página | 104 —No emitiste ningún sonido y sé que tenía que doler —su agarre se
apretó en mi cintura, e incluso en mi conocimiento demasiado
limitado de las cosas, sabía lo que sentía en mi contra—. Es cierto
que me has impresionado.
—Emocionada de escuchar eso —gruñí.
—Ah, ahí está —murmuró—. Hay ese tono impropio de la Doncella.
El mismo que te ha metido en problemas una o dos veces, o una
docena. Me preguntaba cuándo aparecería. Estoy seguro de que
también recuerdas lo que sucedió la última vez que salió.
Por supuesto, también lo recordaba.
Mi temperamento había sacado lo mejor de mí. Le había respondido
bruscamente al duque, y él me había golpeado con tanta fuerza que
había perdido el conocimiento. Llegué a eso, solo para sentir que un
caballo me había atropellado y encontré al Duque y al Lord
tumbados en el sofá, y ambos parecían haber bebido una botella
mientras yo yacía en el suelo. Durante días, sentí que había
contraído la gripe. Me imagino que tuve un poco de conmoción
cerebral.
Aun así, al ver que la conmoción se ensanchaba, la mirada sin
emociones del duque había valido la pena.
—Tal vez iré al duque
irrespetuosa que has sido.
yo
mismo
—reflexionó—.
Decirle
lo
La furia hirvió mi sangre mientras miraba las piedras grises de la
pared.
—Déjame ir, Lord Mazeen.
—No preguntaste lo suficientemente bien —sus caderas se
presionaron contra mí, y mi piel se puso roja de ira—. No dijiste por
favor.
No habría forma de decir por favor. Malditas consecuencias, ya había
tenido suficiente. Yo no era su juguete. Yo era la Doncella, y aunque
Página | 105 era increíblemente más rápido y más fuerte, sabía que podía
lastimarlo. Tenía el elemento sorpresa a mi lado y mis piernas
estaban libres. Abrí mi postura al sentir algo húmedo y húmedo
contra mi mandíbula.
Un grito atravesó la alcoba, asustando al Lord lo suficiente como
para que aflojase su agarre. Me liberé y giré para enfrentarlo, con el
pecho agitado mientras deslizaba mi mano por la ranura de mi
vestido, hasta la empuñadura de la daga.
El Lord murmuró algo en voz baja cuando volvieron los gritos,
agudos y llenos de terror.
Aprovechando la distracción, salí de detrás de la cortina en lugar de
desenvainar la daga y cortar lo que estaba seguro era la posesión
más preciada del Lord.
El Lord arrojó a un lado las cortinas cuando salió furioso, pero los
gritos hicieron que otros corrieran al salón de banquetes. Servicio.
Guardias reales. No había nada más que Lord Mazeen pudiera hacer
ahora. A través del velo, mi mirada se encontró con la suya. Lo sabía.
Sus fosas nasales se dilataron. Él lo sabía.
Los gritos volvieron a sonar, sonando desde una de las habitaciones
cercanas, llamando mi atención. Dos puertas más abajo, la puerta
estaba abierta.
Rylan estaba a mi lado.
—Pen...
Bordeé su alcance y me dirigí hacia el sonido. Lo que sucedió en ese
nicho con el Lord cayó al costado mientras mis dedos se enroscaban
alrededor del mango de mi daga. Los gritos nunca fueron una buena
señal.
Una mujer salió corriendo, la criada que llevaba la canasta. Su
rostro se tiñó de todo color cuando su mano se abrió y cerró contra
su garganta. Ella retrocedió, sacudiendo la cabeza.
Página | 106 Llegué a la habitación al mismo tiempo que Rylan y miré dentro.
La vi de inmediato.
Estaba acostada sobre un sofá de color marfil, su vestido azul pálido
arrugado y apretado alrededor de su cintura. Un brazo colgaba
flácido a un lado, su piel del color de la tiza. No tuve que abrir los
sentidos para saber que no sentía dolor.
Que nunca volvería a sentir nada.
Levanté la mirada. Su cabeza descansaba contra una almohada, el
cuello torcido en un ángulo antinatural y...
—No deberías ver esto —Rylan me agarró, y esta vez, no me moví
fuera de su alcance. No lo detuve cuando me alejo, pero ya lo había
visto.
Vi las heridas punzantes y profundas.
6
Traducido por: Diana
Corregido por: -Patty
Rylan rápidamente me acompañó de regreso a mi habitación
mientras Lord Mazeen estaba parado en la puerta, flanqueado por
varios otros, su mirada fija en la chica muerta. Quería empujarlo a
un lado y cerrar la puerta. Incluso si no fuera por el estado de su
Página | 107 desnudez, con tanta carne expuesta, era una falta de dignidad
descartada por una curiosidad morbosa.
Ella era una persona, y aunque lo que quedó atrás no era más
que un caparazón, era la hija, la hermana y la amiga de alguien.
Más que cualquier otra cosa, la gente hablaba de cómo fue
encontrada, con la falda de su vestido levantada y el corpiño en la
cintura. Nadie más necesitaba dar testimonio. Sin embargo, no me
habían dado una oportunidad.
Y ahora Castle Teerman estaba en un encierro ya que en cada
espacio de las más de cien habitaciones fueron buscando al culpable
o a más víctimas.
Caminando frente a la chimenea, Tawny no dejaba de mover los
pequeños botones de perlas de su corpiño.
—Fue un Craven —dijo ella, con el vestido violeta oscuro que se
cernía sobre sus piernas—. Tiene que ser un Craven.
Miré a Rylan, que se apoyaba contra la pared con los brazos
cruzados. Normalmente, él no se quedaba dentro de mi habitación,
pero esta noche era diferente. Vikter estaba ayudando con la
búsqueda, pero imaginé que volvería pronto. Con mi velo fuera, la
mirada de Rylan se encontró con la mía. Había visto a esa chica.
—¿Crees que era un Craven?
Rylan no dijo nada.
—¿Qué más podría haber sido? —Tawny se volvió hacia donde
estaba sentada en la silla—. Tú misma dijiste que fue mordida...
—Dije que parecía una mordida, pero... no parecía una mordida
de Craven —le dije.
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—Sé que has visto lo que un Craven puede hacer. —Ella se
sentó frente a mí, sus dedos todavía torciendo la perla tal como
Agnes había hecho con el botón de su blusa—. ¿Pero cómo puedes
estar segura?
—Los Craven tienen cuatro caninos alargados —le expliqué, y
ella asintió. Esto era de conocimiento común—. Pero ella solo tenía
dos marcas, como si...
—Como si dos colmillos afilados hubieran penetrado en su
garganta —terminó Rylan.
La cabeza de Tawny giró en su dirección. —¿Y si fuera un
maldito? ¿Alguien que aún no se había vuelto completamente en un
Craven? —preguntó ella.
—Entonces parecerían marcas de dientes normales o una
mordida de un Craven —respondió Rylan, sacudiendo la cabeza
mientras miraba por la ventana hacia Rise—. Nunca había visto algo
así.
Tenía que estar de acuerdo con él. —Ella... estaba pálida, y no
era solo el manto de la muerte. Era como si no tuviera sangre en ella,
e incluso si fuera un Craven de dos colmillos... —Mi nariz se
arrugó—. Hubiera sido... más desordenado y no tan preciso. Ella
parecía...
—¿Parecía qué?
Mi mirada cayó a mis manos cuando reapareció la imagen de la
mujer. Ella había estado con alguien, dispuesta o no, y hasta donde
yo sabía, el Craven no estaba interesado en nada más que sangre. —
Parecía que alguien había estado en esa habitación con ella.
Tawny se recostó. —Si no fuera un Craven, ¿quién haría algo
así?
Había mucha gente dentro y fuera del castillo: sirvientes,
guardias, visitantes... los Ascendidos. Pero eso tampoco tenía
sentido. —Esa herida parecía estar justo sobre su yugular. Debería
haber sangre por todas partes, y ni siquiera vi una gota de ella.
—Eso... eso es más que un poco extraño.
Página | 109
Asentí. —Y su cuello estaba claramente roto. No sé de ningún
Craven que haga eso.
Tawny se cruzó de brazos. —Y no quiero saber de ninguna
persona capaz de eso.
Yo tampoco, pero todos sabíamos que las personas eran capaces
de todo tipo de atrocidades, y así eran los Ascendidos. Después de
todo, ellos también habían sido mortales en algún momento, y la
capacidad de crueldad parecía ser uno de los pocos rasgos que
algunos transmitían. Mis pensamientos vagaron hacia Lord Mazeen.
Era cruel, un matón y, según nuestra última interacción, sospeché
que podría ser mucho peor. ¿Pero era capaz de lo que se hizo? Me
estremecí. Incluso si lo fuera, ¿por qué lo haría y cómo? No tenía una
respuesta para eso.
Solo había una cosa en la que podía pensar que podía hacer eso,
pero parecía demasiado irreal para creer.
—¿Tú... la reconociste? —preguntó Tawny suavemente.
—No lo hice, pero tengo que pensar que ella era una Dama en
Espera o tal vez una visitante basada en su vestido —le dije.
Tawny asintió en silencio, volviendo a torcer la perla en su
corpiño.
El silencio se deslizó en el espacio, y Vikter llegó poco después,
entrando en la habitación para hablar en voz baja con Rylan.
Me escabullí hasta el borde de mi asiento cuando él se alejó de
Rylan, suspirando mientras él se sentaba en el borde del arcón que
descansaba al pie de mi cama.
—Se investigó cada centímetro de este castillo y no encontramos
otras víctimas ni un Craven —dijo, inclinándose hacia adelante—. El
comandante Jansen cree que los terrenos están a salvo. —Hizo una
pausa, entrecerrando los ojos mientras levantaba la mirada—. Es
decir, Relativamente hablando.
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—¿Tú... la viste? —pregunté, y él asintió—. ¿Crees qué fue un
ataque de Craven?
—Nunca había visto algo así —respondió, repitiendo lo que
Rylan había dicho.
—¿Qué significa eso?
—No lo sé —dijo, frotándose la frente con la mano.
Mi atención se centró en él, notando cómo masajeaba la piel
sobre su frente y cómo había entrecerrado los ojos cuando miró
hacia donde estábamos sentados cerca de las lámparas de aceite.
A veces, Vikter tiene dolores de cabeza. No como los que obtuve
después de abrir mis sentidos o usar mis dones demasiado, pero si
mucho más severos, donde la luz y el sonido le daban náuseas y le
latía la cabeza.
Abrí mis sentidos e inmediatamente sentí el dolor punzante
detrás de mis ojos. Rápidamente corté la conexión, y fue como
visualizar un cable que me conectándome con él siendo cortado en
dos. Lo último que quería era terminar con otro dolor de cabeza
punzante que me mantuviera despierta.
—Si no se trataba de un Craven, ¿hay sospechosos? —preguntó
Tawny.
—El duque cree que fue obra de un Descendente.
—¿Qué? —exigí mientras me levantaba
—¿Aquí? ¿En el castillo? —gritó Tawny.
—Eso es lo que él cree. —Vikter levantó la cabeza cuando
caminé hacia él, su mirada cautelosa.
—¿Y qué crees? —preguntó Rylan desde donde todavía estaba
parado junto a la puerta—. Porque no estoy seguro de cómo un
Descendente podría haber infligido heridas como esa sin dejar
sangre.
Página | 111
—Estoy de acuerdo —murmuró Vikter, mirándome—. No habría
forma de limpiar algo así, especialmente cuando la víctima había
sido vista menos de una hora antes.
—Entonces, ¿por qué insistiría el duque en que era un
Descendente? —preguntó Tawny—. No es tonto. Tendría que darse
cuenta de eso también.
Casualmente puse mi mano en la parte posterior del cuello de
Vikter mientras alcanzaba una pequeña colcha de piel. Su piel era
cálida y seca mientras pensaba en las playas y la risa de mi madre.
Sabía que su dolor se alivió en el momento en que respiró hondo y
tembloroso.
—No estoy seguro de por qué el duque cree esto, pero debe tener
sus razones.
La mirada de Vikter estaba agradecida cuando aparté mi mano y
caminé de regreso a la silla, colocando mi mano en mi regazo.
Tawny me miró y luego respiró hondo antes de volver a
centrarse en Vikter. —¿Sabes quién era ella?
Sentado derecho, definitivamente tenía los ojos más claros
cuando volvió a hablar. —Ella fue identificada por uno de los
sirvientes. La víctima se llamaba Malessa Axton.
El nombre no me era familiar, pero Tawny susurró—: Oh.
Me giré hacia ella. —¿La conocías?
—No mucho. Quiero decir, sé de ella. —Ella sacudió un poco la
cabeza, enviando varios rizos libres de su peinado—. Creo que ella
vino a la corte al mismo tiempo que yo, pero a menudo estaba con
una de las Damas que vive en Radiant Row. Creo que es Lady
Isherwood —agregó.
Radiant Row era el apodo dado a la hilera de casas más
cercanas al castillo y al parque Wishers ’Grove. Muchas de las casas
opulentas eran propiedad de los Ascendidos.
Página | 112
—Era muy joven. —Tawny bajó la mano a su regazo—. Y tenía
mucho que esperar.
Me acerqué con mis sentidos y descubrí que su tristeza se hizo
eco de la mía. No fue el profundo dolor de la pérdida lo que vino
cuando era alguien que conocías, sino la tristeza que acompaña a
cualquier muerte, especialmente una tan insensata.
Rylan le pidió a Vikter que saliera. Después de unos momentos,
Tawny se excusó para regresar a su habitación. Me las arreglé para
evitar tocarla. Sabía que si lo hacía, tomaría su dolor, aunque lo
había hecho antes sin que ella se diera cuenta.
Terminé en la ventana, mirando el brillo constante de las
antorchas más allá de Rise cuando Vikter volvió a entrar.
—Gracias —dijo mientras se unía a mí junto a la ventana—. El
dolor en mi cabeza estaba empezando a tomar lo mejor de mí.
—Me alegro de poder ayudar.
—No tenías que hacerlo. Tengo el polvo que el Sanador hizo para
mí.
—Lo sé, pero estoy segura de que mi regalo te trajo un alivio
mucho más rápido sin los mareos y somnolencia —dije.
Esos fueron solo dos de los muchos efectos secundarios que el
polvo blanco parduzco a menudo causaba.
—Eso es verdad.
Vikter se quedó callado por unos momentos, y supe que sus
pensamientos eran tan problemáticos como los míos. Me costaba
mucho creer que había sido un Descendente, aunque imaginé que
algo así como un pica hielo podría haber hecho esas heridas. Sin
embargo, la posibilidad de apuñalar a alguien en la yugular y no
obtener sangre en todas partes parecía muy poco probable, pero el
motivo era aún más desconcertante. ¿Qué indicó la creación de ese
tipo de heridas que fue de algún beneficio para su causa? Porque lo
único que sabía que podía hacer ese tipo de heridas iba en contra de
todo lo que los Descendientes creían.
Página | 113
—Rylan me habló.
Miré a Vikter con las cejas arqueadas.
—¿Si? —Su mirada color marfil parpadeó sobre mi cara.
—Rylan me habló de Lord Mazeen. —Se me encogió el estómago
cuando aparté la vista. No era como si hubiera olvidado mi
encuentro con el Lord, pero simplemente no fue lo más preocupante
o traumático que sucedió en las últimas horas—. ¿Hizo algo, Poppy?
—preguntó.
Un calor sofocante y punzante se deslizó por mi cara, y presioné
mi mejilla contra el cristal de la ventana. No quería pensar en eso.
Nunca lo hacía. Las náuseas se agitaron, y hubo una... vergüenza
extraña que hizo que mi piel se sintiera pegajosa y sucia.
No entendía por qué me sentía así. Sabía que no había hecho
nada para llamar la atención del Lord, e incluso si lo hubiera hecho,
todavía estaba equivocado. Pero cuando pensé en cómo se sentía con
derecho a tocarme, quise rascarme la piel.
Y no quería pensar en cómo había estado agradecida por los
gritos del sirviente, sin tener idea de cuál había sido la causa. Dejé
todo eso a un lado para que luego pudiera aparecer en primer plano,
muy probablemente cuando estuviera tratando de dormir.
—No hizo nada más que ser una molestia.
—¿De verdad?
Asentí, aunque eso parecía demasiado lejos de la verdad, pero
estaba de acuerdo con mentir.
¿Qué podría hacer Vikter con la verdad?
Nada.
Era lo suficientemente inteligente como para saber eso.
Un músculo palpitaba en su mandíbula. —Necesita dejarte sola.
—Estoy acuerdo, pero soy capaz de manejarlo.
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Más o menos.
Realmente no quería pensar en lo cerca que estuve de hacer algo
absolutamente imperdonable. Si hubiera desenvainado mi daga y la
hubiera usado, no habría habido esperanza para mí. Pero, dioses, no
habría sentido una gota de culpa por ello.
—No deberías tener que hacerlo —respondió Vikter—. Y él
debería saberlo mejor.
—Debería, y creo que lo sabe, pero no creo que le importe —
admití, volviéndome, así que descansé contra la repisa de la
ventana—. Sabes que la vi en esa habitación. Vi cómo estaba... en la
esquina. Me hizo pensar que estaba con alguien, voluntariamente o
no.
El asintió. —La Sanadora que miró su cuerpo creía que había
habido cierto nivel de relaciones físicas antes de su muerte, pero no
encontró ninguna señal de que ella hubiera estado luchando. No
tiene sangre o piel seca debajo de las uñas, pero nadie puede estar
seguro.
Presioné mis labios juntos.
—Estaba pensando que no tendría sentido que un Descendente
dejara heridas como esa, incluso si pudieran hacerlo sin que fuera...
desordenado. ¿Qué tipo de mensaje envía eso? Porque lo único que
puede hacer lo que le hicieron es...
La mirada de Vikter se encontró con la mía. —Un atlántico.
Aliviada de que él lo dijera y no yo, asentí. —El duque tiene que
saber eso. Cualquiera que viera esas heridas tendría que pensar eso
y preguntarse por qué un Descendente imitaría algo que fácilmente
podría atribuirse a un Atlántico.
—Por eso no creo que haya sido un Descendente —dijo, y la
presión se cerró sobre mi pecho—. Creo que fue un Atlántico.
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Un Descendente que se movía libremente por el Castillo de
Teerman era preocupante, pero la posibilidad de que un Atlántico
pudiera obtener acceso sin que nadie fuera enterado era algo
realmente aterrador.
Quería encontrar algo que proporcionara algún tipo de evidencia
de que Vikter y yo estábamos paranoicos, así que al amanecer,
cuando el castillo estaba más tranquilo, y Rylan resguardaba la
habitación afuera, me escabullí al piso principal y pase la cocina
misteriosamente silenciosa.
Una vez que salió el sol, no tuve que preocuparme por
encontrarme con Lord Mazeen o cualquier Ascendido. Al entrar en el
salón de banquetes, me dirigí hacia la izquierda, hacia la segunda
puerta, donde a menudo me encontraba con la sacerdotisa Analia
para mis clases semanales.
Cuando entré, miré a través del pasillo débilmente iluminado
hacia la habitación donde habían encontrado a Malessa. La puerta
estaba cerrada. Apartando la mirada, cerré la puerta silenciosamente
y me apresuré hacia la silla de madera desnuda, espiando el libro
que nunca preví leer por mi propia voluntad. Principalmente porque
parecía que había leído la historia de la guerra de los dos reyes y el
Reino de Solís cerca de un millón de veces.
Lo llevé a la ventana solitaria y rápidamente lo abrí,
sosteniéndolo bajo el débil rayo de sol. Hojeé cuidadosamente las
páginas delgadas, sabiendo que si rasgaba una, la sacerdotisa Analia
estaría muy disgustada.
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Encontré la sección que estaba buscando. Fue solo un puñado
de párrafos que describieron cómo se veían los atlánticos, sus rasgos
y de lo que eran capaces. Desafortunadamente, todo lo que hizo fue
confirmar lo que ya sabía.
En realidad nunca había visto a un atlántico; al menos, no creía
que lo hubiera hecho, y ese era el problema. Los atlánticos parecían
mortales. Incluso el lobo extinto, que una vez había vivido junto a los
Atlánticos en Atlantia, fácilmente podría confundirse con mortales, a
pesar de que nunca lo habían sido.
La capacidad de los Atlánticos de mezclarse con la población
que se sabía que subyugaban y cazaban los convertía en
depredadores mortales y expertos. Uno podría pasar a mi lado y no
lo sabría. Tampoco los Ascendidos. Por alguna razón, los dioses no
habían tenido en cuenta nada de eso cuando iniciaron la Bendición.
Al escanear los párrafos, una palabra se destacó, haciendo que
mi estómago se hundiera.
Colmillos.
Aunque sabía lo que diría, leí las oraciones de todos modos.
Entre los años 19 y 21, aquellos descendientes de sangre
atlántica dejan el estado vulnerable de inmadurez, en donde los malos
espíritus en su sangre se activan. Durante este período se observa un
aumento inquietante de la fuerza y la capacidad de recuperarse de la
mayoría de las heridas mortales a medida que continúan madurando.
También debe tenerse en cuenta que antes de la Guerra de los Dos
Reyes y la extinción del lobo, se realizó un ritual de vinculación entre
un atlántico de cierta clase y un lobo. No se sabe mucho acerca de
este vínculo, pero se cree que el lobo en cuestión tenía el deber de
proteger al Atlántico.
Para un verdadero atlántico, dos caninos superiores formarán
colmillos, se alargarán y afilarán, pero no serán demasiado visibles
para el ojo inexperto.
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Pensé en las dos heridas punzantes en el cuello de Malessa.
Es posible que los colmillos de un atlántico no estén tan
crecidos y notables como los de un Craven, pero el duque podría
ordenar que se revisen las bocas de todos en el castillo.
Es cierto que eso sería invasivo. Seguí leyendo.
Al aparecer los colmillos, comienza la siguiente fase de su
madurez, en la que comienzan a tener sed. Mientras se cumplan sus
demandas anormales, su envejecimiento disminuye drásticamente. Se
cree que un año para los mortales equivale a tres décadas para un
atlántico. El atlántico más antiguo conocido fue Cillian Da’Lahon, que
vio 2.702 años de calendario antes de su muerte.
Lo que significa que un atlántico podría parecer tener veinte
años, pero en realidad, tendría más de cien años, posiblemente
incluso más cerca de doscientos o más.
Pero aún envejecían, a diferencia de los Ascendidos, aquellos
bendecidos por los dioses, que se detuvieron a la edad que tenían
cuando recibieron la Bendición. Solo el mayor de los Ascendidos
parecía mayor que alguien de unos treinta años, y podían vivir por
una eternidad.
Sin embargo, tanto los Atlánticos como los Ascendidos aún
viven una cantidad de tiempo insondable, lo más cercano a la
inmortalidad, a los dioses.
Ni siquiera podía imaginar vivir tanto tiempo.
Sacudí la cabeza y seguí leyendo.
En este momento, los Atlánticos son capaces de transmitir los
malos espíritus en su sangre a los mortales, creando una criatura
violenta y destructiva conocida como Craven, que comparte algunos
de los rasgos físicos de sus creadores.
Esta maldición se transmite a través de un beso venenoso...
Página | 118
Un beso venenoso no hacía referencia a dos labios que entraban
en contacto entre sí. Los Atlánticos hacen lo que hacen los Craven,
aunque no tan... desordenadamente.
Los atlánticos muerden y beben la sangre de los mortales, algo
que tienen que hacer para sobrevivir.
Sus enormes vidas, su fuerza y sus habilidades curativas se
derivaron de alimentarse de los mortales, su principal fuente de
alimento.
Me estremecí. Tenía que ser un Atlántico que había mordido y
alimentado de Malessa, lo que explicaba que no había un aparente
derramamiento de sangre y por qué se veía tan increíblemente
pálida.
Lo que no explicaba era por qué el Atlántico le había roto el
cuello, matándola efectivamente antes de que la maldición pudiera
extenderse.
¿Por qué el Atlántico no le permitiría cambiar?
Por otra parte, la mordida no estaba exactamente en un lugar
que pudiera ocultarse fácilmente.
El mordisco en sí mismo fue la advertencia para todos los que lo
vieron.
Un atlántico estaba en lo profundo de nuestro lugar. Cerrando
el libro, lo coloqué cuidadosamente en el taburete, pensando en
cómo ocurriría mi Ascensión en mi decimonoveno cumpleaños y
cómo los Atlánticos alcanzaron una cierta mayoría alrededor de esa
edad.
No era exactamente sorprendente. Después de todo, nuestros
dioses habían sido sus dioses alguna vez.
Pero los dioses ya no apoyaban a los atlánticos.
Saliendo de la habitación, me dirigí a las cocinas cuando mi
mirada aterrizó en la habitación donde habían encontrado a Malessa.
Página | 119
Tenía que volver a mis aposentos antes de que el personal se
levantara, pero eso no fue lo que hice.
Crucé el espacio y fui a la puerta, encontrándola abierta
cuando gire la manija.
Antes de que realmente pudiera pensar en lo que estaba
haciendo y dónde estaba, me deslicé dentro, agradecida de que los
candelabros de la pared emitieran un brillo suave por toda la
habitación.
El sofá se había ido, el espacio vacío. Las sillas de diseño
permanecieron, al igual que la mesa de café redonda con algún tipo
de arreglo floral cuidadosamente colocado en el centro.
Me arrastré hacia adelante, insegura de lo que estaba
buscando, y preguntándome si sabría si lo encontrará.
Aparte de los muebles faltantes, nada parecía fuera de lugar,
pero la sala se sentía extrañamente fría, como si hubiera abierto una
ventana, pero no había ventanas a este lado del salón de banquetes.
¿Qué había estado haciendo Malessa aquí?
¿Leyendo un libro o esperando a una de las otras Damas en
espera o tal vez a Lady Isherwood?
¿O se había metido allí para encontrarse con alguien en quien
confiaba?
¿Había sido sorprendida por el ataque?
Un escalofrío bailó por mi columna vertebral.
No estaba segura de lo que era peor: ser traicionada o ser ciega.
En realidad, lo sabía. Ser traicionada sería peor. Di un paso
adelante, deteniéndome mientras miraba hacia abajo.
Algo estaba detrás de la pata de una de las
Agachándome, busqué debajo de la silla y recogí el objeto.
sillas.
Mi cabeza se inclinó mientras pasaba un pulgar sobre la
Página | 120 superficie blanca, suave y lisa.
Era... un pétalo. Mis cejas se fruncieron cuando el olor me
alcanzó.
Jazmín.
Por alguna razón, mi estómago se revolvió, lo cual era extraño.
Normalmente me gustaba el olor.
Levantándome, miré al florero y encontré la fuente.
Varios lirios blancos estaban espaciados en todo el arreglo.
No jazmines
Frunciendo el ceño, miré el pétalo. ¿De dónde viene esto?
Sacudí mi cabeza mientras me acercaba al ramo, colocando el
pétalo con el resto de las flores mientras le daba a la habitación una
última mirada.
No había sangre en la alfombra color crema, algo que
definitivamente se habría manchado si se hubiera derramado.
No tenía idea de lo que estaba haciendo. Si se había encontrado
evidencia, se había eliminado, e incluso si no se hubiera encontrado,
no tenía experiencia en esto.
Solo quería poder hacer algo o encontrar algo que pudiera
calmar nuestros peores temores.
Pero no había nada que hacer o encontrar aquí aparte de lo que
probablemente era la realidad, y ¿qué creía yo sobre la verdad? Que
a menudo puede ser aterradora, sí.
Pero con la verdad viene el poder.
Y nunca fui alguien que se esconde de la verdad.
Página | 121
Regresé a mi habitación esa mañana sin problemas y terminé
permaneciendo en ella todo el día, lo que no era exactamente tan
diferente de cualquier otro día.
Tawny se detuvo brevemente, hasta que una de las amantes la
llamó.
Nadie fue secuestrado, pero pensé que el ataque al menos
retrasaría los preparativos para el Rito.
Obviamente, ese era un pensamiento tonto.
Dudaba que un temblor de la Tierra se interpusiera en el
camino del Rito.
Pasé mucho tiempo pensando en lo que le había pasado a
Malessa. Y cuanto más pensaba en por qué el duque mentiría sobre
que el atacante era un Descendente, más empezaba a tener sentido.
Al igual que Phillips, el guardia de Rise, no había querido hablar
sobre la muerte de Finley para detener el pánico y que el miedo se
propagará y echará raíces. Pero no explicaba por qué el duque no
estaba siendo honesto con la Guardia Real.
Si hubiera un atlántico entre nosotros, los guardias
necesitaban estar preparados. Porque mientras los Ascendidos eran
poderosos y fuertes, los Atlánticos también lo eran, si no más.
Poco antes del anochecer, Rylan llamó a mi puerta.
—¿Quieres salir al jardín? pensé en preguntarte.
—No lo sé. —Eché un vistazo a las ventanas—. ¿Crees que todo
estará bien?
Página | 122
Rylan asintió con la cabeza. —Claro.
Realmente podría usar el aire fresco y el tiempo lejos de mis
propios pensamientos. Simplemente parecía... que no estaba segura.
Como si no hubieran pasado ni veinticuatro horas después de
que Malessa hubiera sido asesinada, fue como cualquier otra tarde.
—No tienes que quedarte aquí —dijo Rylan, y volví a mirarlo—.
No, a menos que eso sea lo que quieras hacer. Lo que sucedió
anoche, con la pobre chica y con el Lord, no tiene nada que ver con
lo que encuentras alegría.
Una pequeña sonrisa tiró de mis labios. —Y probablemente
estás cansado de estar parado en el pasillo.
Rylan se rio entre dientes. —Posiblemente.
Sonreí mientras retrocedía. —Déjame ponerme el velo.
Me tomó solo unos minutos ponerme el tocado y estar lista.
Esta vez no hubo interrupciones mientras nos dirigíamos al
jardín. Sin embargo, había sirvientes que hacían lo de parar y mirar,
pero a medida que continuaba por el camino de uno de mis lugares
favoritos en los terrenos del castillo, mis preocupaciones y
pensamientos obsesivos desaparecieron como siempre lo hacían.
Mientras estaba en el extenso jardín, mi mente se calmó, y todo
y cualquier cosa dejó de molestarme.
No estaba pensando en Malessa y el Atlántico que había
obtenido acceso al castillo.
No me persiguió la imagen de Agnes sosteniendo la mano floja
de su esposo o lo que había sucedido en Red Pearl con Hawke.
Ni siquiera estaba pensando en la próxima Ascensión y en lo
que Vikter había dicho.
En el Jardín de la Reina, simplemente estaba... presente en
lugar de quedar atrapada en el pasado o en el futuro lleno de cosas
Página | 123
que pasarían.
No estaba segura de por qué los jardines se llamaban como se
llamaban.
Hasta donde yo sabía, había pasado mucho tiempo desde que la
reina había estado en Masadonia, pero supuse que el duque y la
duquesa lo llamaron así como una especie de homenaje.
Ni una sola vez, mientras vivía con la Reina, la había visto pisar
los exuberantes jardines del palacio.
Miré a Rylan. Normalmente, la única amenaza que puede
enfrentar es una lluvia inesperada, pero esta noche estaba más
alerta de lo que lo había visto en el jardín. Su mirada recorría
continuamente los numerosos caminos.
Solía pensar que estos viajes lo aburrían, pero nunca se había
quejado.
Vikter, por otro lado, se habría quejado literalmente de
cualquier otra cosa que pudiéramos haber estado haciendo. Ahora
que lo pienso, Rylan podría disfrutar estas salidas, y no solo porque
no estaba parado en el pasillo afuera de mi habitación.
Un viento fresco azotó el jardín, agitando las muchas hojas y
levantando el borde de mi velo.
Deseaba poder quitarme el tocado. Era lo suficientemente
transparente como para que yo lo viera, pero hizo un poco difícil
viajar al anochecer y más allá en lugares con poca luz. Pasé junto a
una gran fuente de agua que representaba una estatua de mármol y
piedra caliza de una doncella velada.
Página | 124
El agua que fluía sin cesar de la jarra que sostenía, el sonido me
recordó a las olas, chocando dentro y fuera de las calas del Mar de
Stroud. Muchas monedas brillaban bajo el agua, una muestra de los
dioses con la esperanza de que se otorgara lo que quisiera el
simpatizante.
Me acerqué a la mayoría de las partes externas, que se
alimentaban de un pequeño pero grueso afloramiento de árboles de
jacarandá que camuflaban las paredes internas que mantenían al
Castillo Teerman separado del resto de la ciudad.
Los árboles eran altos, alcanzaban más de cincuenta pies, y en
Masadonia, flores audaces, color lavanda y trompeta florecían todo el
año.
Solo durante los meses más fríos, cuando la nieve amenazaba,
caían las hojas, cubriendo el suelo en un mar de color púrpura.
Eran impresionantes, pero los aprecié no solo por su belleza
sino también por lo que me proporcionaron. Los árboles de
jacarandá ocultaban la sección desmoronada del muro que Vikter y
yo solíamos usar tras dejando los terrenos sin ser vistos para
acceder a Wisher’s Grove.
Me detuve frente a la masa de enredaderas entrelazadas que se
arrastraban por encima de enrejados de madera tan anchos como los
árboles de jacarandá eran altos.
Al levantar la vista hacia el cielo que se oscurecía rápidamente,
fijé mi mirada hacia adelante.
Rylan vino a pararse detrás de mí. —Lo logramos a tiempo.
Las comisuras de mis labios se inclinaron antes de que mi
sonrisa se desvaneciera. —Lo hicimos esta noche.
Solo pasaron unos momentos, y luego el sol concedió la derrota
a la luna.
Los últimos rayos de luz solar alejados de las vides.
Cientos de brotes esparcidos sobre las vides temblaron y luego se
abrieron lentamente, revelando exuberantes pétalos a la sombra de
una medianoche sin estrellas.
Página | 125
Rosas de floración nocturna.
Cerrando los ojos, inhalé el aroma ligeramente dulce.
Estaban más fragantes al abrir y luego otra vez al amanecer.
—Son bastante hermosos —comentó Rylan—. Me recuerdan...
Sus palabras terminaron en un gruñido estrangulado. Con los
ojos abiertos, me di la vuelta y un grito de horror se hizo un nudo en
mi garganta cuando Rylan se tambaleó hacia atrás, una flecha
sobresalía de su pecho.
Una expresión de incredulidad marcó sus rasgos mientras
levantaba la barbilla. —Corre —jadeó, la sangre goteaba de la
esquina de sus labios—. ¡Corre!.
7
Traducido por: Diana Torres
Corregido por: -Patty
—¡Rylan! —Me apresuré a su lado, rodeándolo con un brazo
mientras sus piernas se encogían.
Página | 126
Su peso era demasiado, y cuando cayó, caí con él, mis rodillas
se golpearon cuando golpearon el pavimento.
El impacto no se registró cuando presioné mis manos alrededor
de la herida de Rylan, tratando de detener el flujo de sangre.
Le abrí los sentidos, esperando sentir dolor.
—Rylan…
Cualquier palabra que estaba a punto de decir murió en mi
lengua, con un sabor a ceniza.
Yo... no sentí nada, y eso no estaba bien.
Tendría que tener tanto dolor, y podría ayudarlo.
Podía tomar su dolor, pero no sentí nada, y cuando miré su
rostro, no quise ver lo que vi.
Tenía los ojos abiertos, la mirada fija pero invisible en el cielo.
Sacudí mi cabeza, pero debajo de mis manos, su pecho no se
movió.
—No —le susurré, la sangre se convirtió en hielo y aguanieve—.
¡Rylan!
No hubo respuesta. Debajo de él, un charco de sangre se
extendió por el camino, filtrándose en los símbolos grabados en la
piedra.
Un círculo con una flecha perforando el centro. Infinito. Poder.
La cresta real.
Presioné su pecho, mis manos temblorosas empapadas de
sangre, negándome a creer...
Un paso resonó como un trueno detrás de mí.
Me di la vuelta. Un hombre estaba parado a unos metros de mí,
con un arco a su lado.
Una capa con capucha le cubría el rostro. —Vas a hacer lo que
te digo, doncella —dijo el hombre con una voz que sonaba como
Página | 127 gravilla agitada—. Y entonces, nadie saldrá herido.
—¿Nadie? —Jadeé.
—Bueno, nadie más será herido —corrigió.
Miré al hombre y... y el pecho de Rylan todavía no se movía
debajo de mis palmas.
Dentro de mi mente, sabía que nunca volvería a moverse. Había
estado muerto incluso antes de tocar el suelo.
Él se había ido.
El dolor, tan agudo y tan real, me atravesó.
Algo caliente golpeó mis venas y se vertió en mi pecho, llenando
el espacio vacío.
Mis manos dejaron de temblar. El agarre del pánico y la
conmoción disminuyó, reemplazado por la ira.
—Ponte de pie —ordenó.
Me levanté cuidadosamente, consciente de mi vestido, pegajoso
con la sangre de Rylan, se pegaba a mis rodillas.
Mi corazón se desaceleró cuando mi mano se deslizó en la
ranura a lo largo del lado del vestido.
¿Era esta la misma persona que había matado a Malessa? Si es
así, él era un atlántico, y tendría que ser rápida si quería tener
alguna esperanza.
—Vamos a salir de aquí —dijo—. No vas a hacer un sonido, y no
me vas a dar ningún problema, ¿verdad, doncella? —Mis dedos se
cerraron alrededor del mango suave y frío de la daga. Sacudí mi
cabeza—. Bueno. —Dio un paso hacia mí—. No quiero tener que
lastimarte, pero si me das cualquier motivo, no dudaré.
Permanecí completamente quieta, el calor de mi furia creciendo
en mí, rebosando a la superficie.
Página | 128
Rylan había muerto por mi culpa.
Ese era su deber como mi guardia personal, pero estaba muerto
porque este hombre pensó que podía llevarme.
Malessa posiblemente había sido asaltada y luego asesinada, ¿y
para qué?
Si él fuera un atlántico o un descendiente, no me usaría como
rescate. Sería usado para enviar un mensaje, al igual que los tres
Ascendidos que habían sido secuestrados de Three Rivers. Fueron
devueltos en pedazos.
Por el momento, no me importaba cuál era la agenda del
hombre.
Todo lo que importaba era que él había matado a Rylan, quien
encontró las rosas de la noche tan hermosas como yo.
Y él podría haber sido quien mató a Malessa, dejando su cuerpo
en exhibición de una manera tan descuidada e irrespetuosa.
—Esto es bueno —dijo—. Te estás comportando. Eso es
inteligente de tu parte. Sigue siendo inteligente, y esto será sin dolor
para ti.
Me alcanzó Desenvainando la daga, disparé hacia adelante,
sumergiéndome bajo su brazo. —¿Que-?
Me levanté detrás de él, apretando el dorso de la capa del
hombre.
Empujé la daga en su espalda, apuntando donde Vikter me
había enseñado.
El corazón.
Incluso tomado por sorpresa, fue rápido, se tambaleó hacia un
lado, pero no fue lo suficientemente rápido como para evita la daga
por completo.
La sangre caliente brotó cuando la hoja se hundió
Página | 129 profundamente en su costado, fallando a su corazón por solo unos
centímetros. Gritó de dolor, el sonido me recordó a un perro.
Sacudiendo la daga, un sonido muy diferente salió de su
garganta. Un gruñido retumbante que levantó los pequeños pelos de
mi cuerpo y provocó mi instinto a toda marcha. Ese fue un... sonido
inhumano.
Apreté la daga mientras me movía
profundamente en su espalda una vez más.
para
empujarla
Se dio la vuelta y no vi su puño hasta que el dolor explotó en mi
mandíbula y en la esquina de mi boca, afectando mi puntería. Probé
algo metálico.
Sangre.
La daga cortó su costado, cortando profundamente, pero no lo
suficiente.
—Perra —gruñó, esta vez golpeando su puño contra un lado de
mi cabeza.
El golpe fue repentino, deslumbrante.
Al tambalearme hacia atrás, las luces bailaron en mis ojos
cuando las esquinas de mi visión se oscurecieron. Casi me caigo,
logrando permanecer de pie por pura voluntad, solo si me caía, sabía
que no iba a volver a levantarme.
Vikter también me había enseñado eso.
Parpadeando rápidamente, traté de borrar las luces de mi
visión mientras el hombre giraba sobre mí. La capucha de su capa se
había caído.
Era joven, probablemente solo un puñado de años mayor que yo,
y su cabello oscuro era tupido.
Presionó su mano a su lado. La sangre se filtró entre sus dedos.
Salía de él rápidamente.
Debo haber golpeado algo vital. Bien.
Página | 130
Sus labios se despegaron en un gruñido salvaje mientras su
mirada se alzaba hacia la mía. Incluso a la luz de la luna, pude ver
sus ojos. Eran del color del agua helada. Un azul pálido y luminoso.
—Pagarás por eso —gruñó, su voz aún más abrasiva, como si su
garganta se estuviera llenando de guijarros.
Me preparé, el instinto me decía que si corría, me perseguiría
como lo haría cualquier depredador.
Y si me acercaba de nuevo, más vale que no falle.
—Da un paso más hacia mí y no voy a fallar a tu corazón por
tercera vez.
Él se rió y un escalofrío me recorrió. Sonaba demasiado
profundo, demasiado cambiado.
—Voy a disfrutar arrancando la piel de tus huesos débiles y
frágiles. No me importa lo que haya planeado para ti. Me bañaré en
tu sangre y me daré un festín con tus entrañas.
El miedo amenazaba con echar raíces, pero no podía ceder. —
Eso suena delicioso.
—Oh, lo será. —Entonces sonrió, con los dientes manchados de
sangre, y dio un paso hacia mí—. Tus gritos…
Un silbido agudo y penetrante vino de algún lugar en lo
profundo de los árboles, silenciándolo. Él se detuvo, sus fosas
nasales se dilataron. El sonido volvió a aparecer y él pareció vibrar
de rabia.
La piel alrededor de su boca se puso blanca cuando dio un paso
atrás.
Mi agarre estaba firme en la daga, pero un temblor comenzó en
mis piernas mientras lo miraba, negándome a parpadear. Levantó el
arco caído, haciendo una mueca cuando se enderezó. Su mirada se
encontró con la mía una vez más.
Página | 131
—Te veré de nuevo muy pronto.
—No puedo esperar —gruñí.
Él sonrió de lado. —Prometo que me aseguraré de que tu boca
inteligente sea recompensada.
Dudaba que fuera el tipo de recompensa que estaría ansiosa por
recibir.
Retrocediendo hasta que estuvo más allá de las rosas, se dio la
vuelta y salió rápidamente. Desapareciendo en las pesadas sombras
que se reunieron debajo de los árboles.
Me quedé donde estaba, respirando en breves y rápidos
estallidos, lista en caso de que fuera algún truco en el que esperaba
que me diera la espalda. No estaba segura de cuánto tiempo estuve
allí, pero los temblores se habían extendido a mi mano cuando me di
cuenta de que no volvería.
Lentamente, bajé la daga, mi mirada se enganchó en la
salpicadura de sangre donde él se había parado. Otro breve suspiro
me dejó mientras levantaba la mirada hacia las rosas. Gotas de
sangre brillaban sobre los pétalos de color ónix.
Un escalofrío me sacudió de la cabeza a los pies. Forcé a mi
cuerpo a darse la vuelta. Rylan se quedó donde había caído, con los
brazos flojos a los costados y los ojos apagados. Abrí la boca para
hablar, pero no había palabras, y no tenía idea de lo que habría
dicho de todos modos.
Bajé la mirada hacia mi daga y sentí un grito en la garganta
que me arañó.
Componte. Componte.
Tenía que encontrar a alguien para ayudar a Rylan. No debería
acostarse así, y ellos no podrían mírame con una daga
ensangrentada. No podían saber que había luchado contra el
atacante.
Página | 132
Mis labios temblaron cuando los presioné juntos.
Componte.
Luego, como si se hubiera activado un interruptor, los
temblores se detuvieron y mi corazón se desaceleró.
Todavía no podía respirar lo suficiente, pero caminé hacia
adelante, sumergiéndome y limpiando la espada en los pantalones de
Rylan.
—Lo siento —susurré, mis acciones causaron que la culpa
hiciera que mi piel rasgara, pero tenía que hacerse.
Con la cabeza y la cara palpitantes, envainé la daga.
—Voy a buscar a alguien para ti. —No hubo respuesta. Nunca la
habría.
Empecé a caminar por el camino sin darme cuenta de lo que
estaba haciendo.
Un entumecimiento había invadido mi cuerpo, penetrando a
través de mis poros y estableciéndose en mis músculos.
Las luces de las ventanas del castillo me guiaron hacia adelante
mientras me acercaba a la fuente de agua, deteniéndome
repentinamente.
Unos pasos sonaron delante de mí. Mi mano se deslizó hacia la
daga, los dedos se curvaron alrededor...
—¿Doncella? Escuchamos gritos —gritó una voz.
Era una Guardia Real que a menudo vigilaba a las Damas y los
Lores en espera. Sus ojos se abrieron al verme.
—¿Es eso, buenos dioses, qué le pasó?
Fui a responder, pero no pude lograr que mi lengua formara
palabras. Otro guardia maldijo, y luego hubo una figura más alta con
el cabello dorado rozando a los dos guardias, su cara desgastada y
Página | 133 estoica.
Vikter.
Su mirada me recorrió, demorándose en mis rodillas y manos, y
luego en la parte descubierta de mi cara.
—¿Estás herida? —Él agarró mis hombros, su agarre gentil, y su
voz aún más—. Poppy, ¿estás herida?
—Es Rylan. Él está...
Miré a Vikter, deteniéndome repentinamente cuando lo que
Hawke había dicho sobre la muerte apareció sin previo aviso. Era
algo que ya sabía, pero aún así me sorprendió.
La muerte es como un viejo amigo que visita, a veces cuando
menos se espera y otras cuando la estás esperando.
La muerte había hecho una visita inesperada.
—¿Cómo pasó esto? —exigió la duquesa Teerman. La flor de
piedras preciosas que sujetaba su cabello castaño brillaba bajo la
lámpara de araña mientras paseaba por la habitación generalmente
reservada para recibir a los invitados—. ¿Cómo llegó alguien al jardín
y estuvo tan cerca de llevársela?
Probablemente de la misma manera que alguien entró en el
castillo y mató a la Dama de Wait el día anterior.
—Los otros están explorando el muro interior mientras
hablamos —dijo Vikter en su lugar. Se paró detrás de donde yo
estaba sentada al borde del sofá de terciopelo, medio temeroso de
Página | 134 que pudiera derramar sangre sobre los cojines dorados—. Pero
imagino que el culpable llegó a través de la sección que ha sido
dañada por los árboles de jacarandá.
La misma sección en la que Vikter y yo solíamos pasar
desapercibidos en los terrenos del castillo.
Los oscuros ojos de la duquesa brillaron de ira.
—Quiero que todos sean derribados —ordenó.
Jadeé.
—Lo siento, mi señora —murmuró el Sanador, frotando un paño
húmedo debajo de mi labio y luego entregándole el material a Tawny,
quien le proporcionó uno limpio.
La habían convocado tan pronto como me habían colocado en la
sala de estar.
—Está bien —le aseguré al hombre de cabello plateado.
Lo que causó la reacción no fue lo que el Sanador había estado
haciendo. De acuerdo, el astringente picaba, pero era lo que la
duquesa Teerman había exigido.
—Esos árboles han estado aquí por cientos de años. Y han
vivido una vida larga y saludable.
La duquesa se volvió hacia mí. —No lo has dicho, Penellaphe. —
Se dirigió hacia mí, la falda de su vestido carmesí se reunió alrededor
de sus tobillos, recordándome la sangre que se había acumulado
alrededor de Rylan. Quería alejarme pero no deseaba ofender—. Si
este hombre no se hubiera asustado, te habría llevado, y lo último
por lo que te habrías preocupado es por esos árboles.
Ella tenía un punto allí.
Solo Vikter sabía lo que había sucedido: que había logrado herir
al hombre antes de que se lo señalaran. Si bien los detalles no se
pudieron compartir porque corríamos el riesgo de exposición, Vikter
Página | 135 notificaría a los Sanadores en la ciudad para estar atentos a
cualquier herido de esa manera. Pero los arboles... Pueden haber
causado el deterioro de la pared, pero había sido así desde que tengo
memoria. No había duda en mi mente de que el duque y la duquesa
sabían sobre el muro y simplemente no habían ordenado su
reparación.
—¿Qué tan grave está? —le preguntó al Sanador—. Heridas
superficiales, su gracia. Tendrá algunos moretones y algunas
molestias, pero nada duradero. —El abrigo largo y oscuro del viejo
Sanador colgaba de sus hombros encorvados mientras se levantaba
sobre las articulaciones rígidas y crujientes—. Eres increíblemente
afortunada, joven doncella.
No fue suerte. Yo había estado preparada. Y por eso me senté
aquí solo con una sien dolorida y un labio adolorido. Pero asentí.
—Gracias por su asistencia.
—¿Puedes darle algo para el dolor? —preguntó la duquesa.
—Sí. Por supuesto. —Se arrastró hacia donde estaba su cartera
de cuero sobre una pequeña mesa—. Tengo la cosa correcta para
darte. —Desordenando hasta que encontró lo que estaba buscando,
reveló un vial de polvo blanco rosado—. Esto ayudará con cualquier
dolor, pero también la adormecerá. Tiene un pequeño efecto sedante.
No tenía ninguna intención de tomar lo que había en ese vial,
pero se lo entregué a Tawny, quien lo deslizó en el bolsillo de su
vestido.
Una vez que el Sanador se fue, la Duquesa se volvió hacia donde
yo todavía estaba sentada.
—Déjame ver tu cara.
Exhalando cansadamente, alcancé las cadenas, pero Tawny se
movió a mi lado. —Permíteme —murmuró ella.
Comencé a detenerla, pero mi mirada se encontró con mis
manos. Habían sido limpiados tan pronto como me colocaron en la
Página | 136
sala de estar, pero la sangre se había infiltrado debajo de mis uñas, y
los copos todavía salpicaban mis dedos. ¿Estaba el cuerpo de Rylan
todavía en el patio junto a las rosas?
El cuerpo de Malessa había estado en esa habitación durante
horas y luego fue retirado. Me preguntaba si ella había sido devuelta
a su familia, o si su cuerpo había sido quemado por precaución.
Tawny desenganchó el velo, quitándolo cuidadosamente para
que no se enredara en los mechones de cabello que habían escapado
del nudo en el que lo había recogido esa mañana.
La duquesa Teerman se arrodilló ante mí, sus dedos fríos
rozaron la piel alrededor de mis labios y luego mi sien derecha.
—¿Qué estabas haciendo en el jardín?
—Estaba mirando las rosas. Lo hago casi todas las noches. —
Levanté la vista—. Rylan siempre va conmigo. Él no... —Me aclaré la
garganta—. Ni siquiera vio al atacante. La flecha lo golpeó en el
pecho antes de darse cuenta de que había alguien allí. Sus ojos sin
fondo buscaron los míos.
—Parece que no estaba tan alerta como debería haber estado.
Nunca debería haber sido tomado por sorpresa.
—Rylan era muy hábil —le dije—. El hombre estaba escondido
—¿Tu guardia era tan hábil que fue derribado por una flecha? —
preguntó ella suavemente—. ¿Era este hombre parte fantasma que
no hizo ningún sonido? ¿No dio ninguna advertencia?
Mi espalda se puso rígida al pensar en el sonido que había
hecho el hombre y en cómo no se parecía a nada humano.
—Rylan estaba alerta, Su Gracia.
—¿Qué has dicho?
Sus cejas delicadamente arqueadas se alzaron. Luchando por
Página | 137 tener paciencia, respiré hondo. —Rylan estaba alerta, Jacinda —
modifiqué, usando su primer nombre. Pocas veces lo requería, y
nunca sabía cuándo querría que usara el nombre o no—. El
hombre... estaba callado, y Rylan…
—No estaba preparado. —terminó Vikter por mí.
Mi cabeza giró tan rápido que envió una llamarada de dolor a
través de mi sien. La incredulidad se apoderó de mí.
Los ojos azules de Vikter se encontraron con los míos. —
Disfrutaba de sus paseos nocturnos en el jardín. El nunca pensó que
habría una amenaza y, desafortunadamente, se volvió demasiado
complaciente. Anoche debería haber cambiado eso.
Anoche había cambiado eso. Rylan había estado escaneando los
terrenos constantemente.
Mis hombros cayeron, y luego mi cerebro cambió de marcha.
Ian.
—Por favor no le digas nada a mi hermano. —Mi mirada se
movió entre la duquesa y Vikter—. No quiero que se preocupe, y lo
hará a pesar de que estoy bien.
—Necesitaré informar a la Reina de lo que sucedió, Penellaphe.
Sabes eso. —respondió ella—. Y no puedo controlar a quién le
cuenta. Si siente que Ian necesita saber, se lo dirá.
Me hundí más en mí misma. Las yemas de sus dedos fríos
tocaron mi mejilla, la izquierda. Me volví hacia ella.
—¿Entiendes lo importante que eres, Penellaphe? Eres la
doncella. Fuiste Elegida por los dioses. Las ascensiones de cientos de
Damas y Señores en Wait, en todo el reino, están vinculadas a la
tuya. Será la Ascensión más grande desde la primera Bendición.
Rylan y todos los guardias reales saben lo que está en juego si algo
te sucediera a ti.
Me gustaba la duquesa. Era amable, no se parecía en nada a su
Página | 138 esposo, y por un pequeño momento allí, pensé que en realidad
estaba preocupada por mí como persona, pero era lo que significaba
lo que más le preocupaba. Lo qué se perdería si algo me sucediera.
No era solo mi vida, sino el futuro de cientos de aquellos que estaban
a punto de Ascender. La peor parte era la punzada de tristeza
cuando debería haberlo sabido mejor.
—Si los Descendedores detuvieran de alguna manera esa
Ascensión, sería su mayor triunfo. —Se levantó y se pasó las manos
por el vestido—. Sería un golpe tan cruel contra nuestra reina, el rey
y los dioses.
—¿Usted... cree que era un Descendente, entonces? —preguntó
Tawny—. ¿Que no estaban tratando de tomarla por un rescate?
—La flecha utilizada en Rylan estaba marcada —respondió
Vikter—. Llevaba la promesa del Oscuro.
Su promesa.
El aire se alojó en mi garganta cuando mi mirada se dirigió a la
de Tawny. Sabía lo que eso significaba.
De sangre y ceniza5.
Nos levantaremos.
Fue su promesa a su pueblo y sus seguidores, a los dispersos
por todo el reino, que se levantarían una vez más.
Una promesa que había sido garabateada en escaparates
destrozados en todas las ciudades y había sido tallada en el
caparazón de piedra de lo que quedaba de Goldcrest Manor.
—Debo ser franca contigo —dijo la duquesa, mirando hacia
Tawny—. Y confío en que lo que voy a decir no se convertirá en
susurros en los labios de los demás.
—Por supuesto —prometió Tawny mientras asentía.
—Hay... razones para creer que el asaltante de anoche fue un
atlántico —dijo, y Tawny contuvo el aliento. No tuve ninguna
reacción a las noticias ya que Vikter y yo ya lo sospechábamos—. No
Página | 139 es una noticia que queramos difundir ampliamente. El tipo de pánico
que podría causar... bueno, a ninguno de nosotros nos haría ningún
favor.
Miré a Vikter y lo encontré observando de cerca a la Duquesa.
—¿Cree que fue quien vino por mí esta noche? ¿El mismo
hombre responsable de la muerte de Malessa?
—No puedo decir si fue el mismo hombre, pero creemos que el
responsable del trato vergonzoso de Nuestra Señora de Wait fue
parte de un grupo que visitó ayer —explicó, caminando hacia el bar a
lo largo de la pared del fondo. Se sirvió una bebida clara de la jarra
de vidrio—. Después de que se verificó el castillo en busca de
personas que no pertenecieran, creímos que el autor se había ido, y
que el acto era para mostrar lo fácil que era para ellos tener acceso.
Creíamos que la amenaza inmediata había pasado. —Tomó un sorbo
de su bebida, sus labios se torcieron mientras tragaba—.
5
From Blood and Ash…
Obviamente, estábamos equivocados. Puede que ya no estén en el
castillo, pero están en la ciudad.
Ella me enfrentó, su piel de alabastro ya más pálida.
—El Oscuro ha venido por ti, Penellaphe. —Me estremecí
cuando mi corazón dio un vuelco—. Te protegeremos —continuó—.
Pero no me sorprendería que una vez que el Rey y la Reyna se
enteren de lo que sucedió, tomen medidas drásticas para garantizar
tu seguridad. Podrían enviarte a la capital.
Página | 140
8
Traducido por: Diana Torres
Corregido por: -Patty
Página | 141
—No creo que el hombre que vi en el jardín fuera el Oscuro. —le
dije a Vikter mientras salíamos de la sala de estar, pasando bajo las
grandes pancartas blancas en relieve con la cresta real en oro.
Nos estaba escoltando a Tawny y a mí a mi habitación.
—Cuando dijo que básicamente iba a darse un festín con las
partes de mi cuerpo, hizo referencia a otra persona, diciendo que no
le importaba lo que él había planeado.
Si el Oscuro está detrás de esto, imagino que el que tiene los
planes sería él.
—Sospecho que quien estaba en el jardín era un Descendente —
admitió Vikter, con la mano en la empuñadura de su espada corta
mientras escudriñaba el amplio salón como si Descendentes
acecharan detrás de los lirios y estatuas en macetas.
Varias Damas de Wait se unieron, sus voces se callaron cuando
pasamos. Algunas se cubrieron la boca con las manos.
Si no habían escuchado lo que había sucedido, ahora sabían
que algo más había sucedido en función de la cantidad de sangre
que manchó mi vestido.
—Deberíamos habernos ido por la vieja usanza —murmuré.
Era raro que alguno de ellos me viera alguna vez, y verme así
sería el chisme de la semana.
—Ignóralas. —Tawny se movió, por lo que bloqueó la vista de la
mayoría de mí cuando cruzamos el pasillo. Todavía llevaba consigo el
vial blanco que sabía que no tenía planes de usar.
—Puede ser bueno para ellos ver. —Vikter decidió después de
un momento—. Lo que sucedió anoche y justo ahora podría servir
como un recordatorio oportuno de que estamos en un momento de
inquietud. Todos deberíamos estar en guardia. Nadie está realmente
a salvo.
Un escalofrío me recorrió de puntillas por la columna. El
entumecimiento todavía estaba allí, y todo esto se sintió surrealista
hasta que pensé en Rylan.
Página | 142
Me dolía el pecho más que la mandíbula y la sien magulladas.
—¿Cuándo... cuándo Rylan será puesto a descansar?
—Muy probablemente en la mañana. —Vikter me miró—. Sabes
que no puedes ir.
No se esperaba que los Ascendidos, así como los Señores y
Damas en espera, asistieran al funeral de un guardia. De hecho,
simplemente no se hace.
—Era mi guardia personal, y él era... era un amigo. No me
importa lo que se hace y no se hace. No asistí al funeral de Hannes
por protocolo, y quería estar allí.
La culpa de eso todavía me comía, generalmente a las tres de la
mañana cuando no podía dormir. —Quiero estar allí para Rylan. —
Tawny parecía como si quisiera discutir el punto pero lo sabía mejor.
Vikter simplemente suspiró. —Sabes que Su Gracia no lo
aprobará.
—Raramente aprueba algo. Esto puede ser otra cosa que puede
agregar a su creciente lista que contiene todas las formas en que lo
decepcioné.
—Poppy
—advirtió
Vikter,
apretando
la
mandíbula,
recordándome nuestra discusión de anoche—. Tú puede seguir
actuando como si enojar al duque no es la gran cosa, pero sabes que
eso no disminuirá el peso de su ira.
Lo sabía, pero ese conocimiento no cambiaba nada. Estaba más
que dispuesta a lidiar con las consecuencias que surgieran, tal como
lo estaba cuando ayudaba a aquellos que habían sido infectados por
los Craven.
—No me importa. Rylan murió justo en frente de mí, y no había
nada que pudiera hacer. Limpié... —Mi voz se quebró—. Limpié mi
espada en su ropa.
Vikter se detuvo cuando entramos en el vestíbulo, colocando su
Página | 143 mano sobre mi hombro. —Hiciste todo lo que pudiste". Él lo apretó
suavemente—. Hiciste lo que necesitabas hacer. No eres responsable
de su muerte. Estaba cumpliendo con su deber, Poppy. Lo mismo
que si yo muriera defendiéndote.
Mi corazón se detuvo. —No digas eso. Nunca digas eso. No
morirás.
—Pero algún día moriré. Puedo tener suerte, y el dios Rhain
vendrá a por mí mientras duermo, pero puede ser por una espada o
por una flecha. —Sus ojos se encontraron con los míos, incluso a
través del velo, y un nudo se alojó en mi garganta—. No importa
cómo o cuándo ocurra, no será tu culpa, Poppy. Y no quiero que
pierdas ni un momento en la culpa.
Las lágrimas borraron sus rasgos. Ni siquiera podía pensar en
algo que le pasara a Vikter. Perdiendo a Hannes y ahora a Rylan,
ambos que no eran tan cercanos a mí como Vikter, ya era bastante
difícil. Además de Tawny, Vikter era la única persona en mi vida que
sabía lo que me mantenía despierta por la noche y por qué
necesitaba sentir que podía protegerme.
Sabía más que mi propio hermano. Sería como perder a mis
padres nuevamente, pero peor, porque los recuerdos de mi madre y
mi padre, sus rostros y el sonido de sus voces, se habían
desvanecido con el paso del tiempo. Fueron capturados para siempre
en el pasado, simples fantasmas de quiénes fueron alguna vez, y
Vikter estaba en el ahora, brillante y con vívidos detalles.
—Dime que entiendes eso. —Su voz se había suavizado. No lo
hacía, pero asentí porque eso era lo que necesitaba ver—. Rylan era
un buen hombre. —Su voz se espesó y, por un momento, el dolor
llenó su mirada. Demostrando que fue afectado por la muerte de
Rylan. Solo era demasiado habilidoso para demostrarlo—. Sé que no
sonaba como lo que pensaba cuando estábamos con Su Gracia.
Mantengo lo que dije. Rylan se volvió demasiado complaciente, pero
eso puede pasarnos al mejor de nosotros. Era un buen guardia y se
preocupaba por ti. No querría que te sintieras culpable. —Me apretó
el hombro una vez más—. Ven. Necesitas limpiarte.
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En el momento en que llegamos a mi habitación, Vikter revisó el
espacio, asegurándose de que el acceso a las escaleras de los viejos
sirvientes estuviera cerrado.
Era más que un poco inquietante pensar que sentía la necesidad
de revisar mi suite, pero me imaginé que estaba operando con la
mentalidad de mejor seguro que lamentable. Antes de que nos
dejara, recordé una parte de lo que había dicho la duquesa. —El
grupo del que habló la duquesa... ¿Sabes quiénes son?
—No estaba al tanto de ningún grupo. —Vikter miró hacia
donde Tawny llevaba un puñado de toallas limpias a la cámara de
baño. A menudo hablaba abiertamente delante de ella, pero esto...
todo esto se sentía diferente—. Pero no estoy al tanto de las idas y
venidas, por lo que no es exactamente sorprendente.
—Entonces, el duque solo estaba tratando de evitar el pánico —
supuse—. La duquesa siempre ha sido más comunicativa, pero
imagino que probablemente le dijo la verdad al Comandante.
Su mandíbula se endureció. —Debería haberme dicho de
inmediato. —Debería haberlo hecho, y no importaba que ya
sospecháramos la verdad. —Intenta descansar un poco. —Puso su
mano sobre mi hombro—. Estaré afuera si necesitas cualquier cosa.
—Asentí.
Rápidamente prepare un baño caliente, colocándome cerca de la
chimenea, y luego Tawny tomó la bata sucia.
Nunca quería volver a verla.
Me hundí en el agua humeante y me puse a fregarme las manos
y los brazos hasta que se pusieron rosadas por el calor y la fricción.
Sin previo aviso, la imagen de Rylan apareció en mi mente, la
expresión de sorpresa en su rostro mientras miraba su pecho.
Cerrando los ojos con fuerza, bajé más y dejé que el agua se
deslizara sobre mi cabeza.
Página | 145
Me quedé allí hasta que me ardieron los pulmones y ya no vi la
cara de Rylan. Solo entonces me permití resurgir.
Allí me quedé, con las rodillas magulladas pegadas al pecho,
hasta que mi piel se arrugó y el agua comenzó a enfriarse. Me
levanté de la bañera, me puse una túnica gruesa que Tawny había
dejado en un taburete cercano y puse los pies descalzos sobre la
piedra calentada por el fuego hasta el espejo solitario.
Usando mi palma para limpiar un poco de vapor, miré fijamente
mis ojos verdes.
Mi padre nos había heredado ese color a Ian y a mí. Nuestra
madre tenía ojos marrones. Me acordaba de eso. La Reina me había
dicho una vez que, excepto por mis ojos, yo era una réplica de mi
madre cuando tenía mi edad.
Tenía sus cejas gruesas y su cara ovalada, pómulos angulosos y
boca llena. Incliné mi mejilla. La piel ligeramente roja y magullada a
lo largo de mi sien y la esquina de mi boca apenas se notaban. Lo
que sea que el Sanador había rozado sobre la piel había acelerado
enormemente el proceso de curación.
Tenía que ser la misma mezcla que había usado para curar las
ronchas que con demasiada frecuencia marcaban mi espalda. Aparté
ese pensamiento de mi cabeza mientras miraba mi mejilla izquierda.
Esa también se había curado pero había dejado una marca.
No miraba las cicatrices a menudo, pero lo hice ahora. Estudié
la raya irregular de la piel, un rosa más pálido que el tono de mi piel,
que comenzaba debajo de la línea del cabello y cortaba mi sien,
pasando por poco mi ojo izquierdo.
La herida curada terminaba en mi nariz. Otra herida más corta
estaba más arriba, cortando mi frente y mi ceja. Levanté mis dedos
húmedos, presionándolos contra la cicatriz más larga. Siempre pensé
que mis ojos y mi boca parecían demasiado grandes para mi rostro,
pero la Reina había dicho que mi madre había sido considerada una
gran belleza.
Página | 146
Cada vez que la reina Ileana hablaba de mi madre, lo hacía con
doloroso cariño.
Habían sido cercanas, y sabía que lamentaba haberle concedido
a mi madre lo único que le había pedido.
Permiso para rechazar la Ascensión.
Mi madre había sido una dama de compañía, entregada a la
corte durante su rito, pero mi padre no había sido un Lord.
Ella había elegido a mi padre sobre la Bendición de los dioses, y
ese tipo de amor... era, bueno, no tenía ninguna experiencia con eso.
Probablemente nunca lo haría, y dudaba que la mayoría de la
gente lo hiciera, sin importar su futuro. Lo que mi madre había
hecho era inaudito. Ella había sido la primera y la última en hacerlo.
La reina Ileana había dicho más de una vez que si mi madre
hubiera ascendido, podría haber sobrevivido a esa noche, esa noche
tal vez nunca hubiera llegado. Y si no hubiera pasado no estaría
parada aquí. Ni tampoco Ian. No se habría casado con nuestro padre
y, si hubiera ascendido, no tendría hijos.
Las creencias de la reina eran irrelevantes. Pero cuando la
niebla había venido por nosotros esa noche, si mis padres hubieran
sabido defenderse, ambos podrían estar vivos. Era por eso que
estaba parada aquí en un lugar cautiva por un hombre decidido a
derribar a los Ascendidos y más que dispuesto a derramar sangre
para hacerlo.
Si Malessa hubiera sabido defenderse, su resultado podría
haber sido el mismo, pero al menos habría tenido una oportunidad.
Mi mirada una vez más se encontró con la de mi reflejo.
El Oscuro no me llevaría.
Es un voto por el que mataría y moriría por defender. Bajé la
mano y luego me aparté lentamente del espejo. Me puse un vestido,
dejé una lámpara encendida junto a la puerta y me metí en la cama.
No pudieron haber pasado más de veinte minutos antes de que un
suave golpe sonara en la puerta contigua, y la voz de Tawny llamó.
Página | 147 Gire hacia la entrada.
—Estoy despierta.
Tawny entró con facilidad y cerró la puerta detrás de ella.
—Yo... no podía dormir.
—Yo aún no lo he intentado —admití.
—Puedo volver a mi habitación si estás cansada —ofreció.
—Sabes que no me quedaré dormida pronto.
Palmeé el lugar a mi lado. Apresurándose a través de la corta
distancia, agarró el borde de la manta y se metió debajo.
Cambiando de lado, me miró. —Sigo pensando en todo y ni
siquiera estuve allí. No puedo imaginar lo que está pasando en tu
cabeza. —Ella hizo una pausa—. En realidad, probablemente algo
que implique una venganza sangrienta.
Sonreí a pesar de todo lo que había sucedido. —Eso no es del
todo falso.
—Esta es mi cara sorprendida —respondió ella, y luego su
sonrisa se desvaneció—. Sigo pensando en lo irreal que se siente
todo esto. Primero con Malessa, y ahora con Rylan. Lo vi justo
después de la cena. Él estaba vivo y bien. Había visto a Malessa ayer
por la mañana. Ella estaba sonriendo y parecía feliz, llevando un
ramo de flores. Es como... No puedo procesar que se hayan ido.
Están en un momento y el siguiente ya no, sin previo aviso.
Tawny era una de las pocas que no había sido tocada
íntimamente por la muerte. Sus padres y su hermano y hermana
mayores estaban vivos. Aparte de Hannes, nadie a quien conocía
bien o veía a menudo había muerto. Pero a pesar de que yo estaba
demasiada familiarizada con eso, la muerte aún fue un shock, y
como Hawke también había dicho, no menos dura o implacable.
Página | 148
Yo tragué. —No sé cómo fue para Malessa. —Lo que sí sabía era
que tenía que ser aterrador, aunque decir eso no ayudaría—. Pero
para Rylan, fue rápido. Veinte o treinta segundos —dije—. Y luego se
fue. No hubo mucho dolor, y el que pudo sentir terminó
rápidamente.
Inhaló profundamente, cerrando los ojos. —Me gustaba. No era
tan severo como Vikter ni tan distante como Hannes y el resto.
Podrías hablar con él.
—Lo sé —susurré alrededor de la quemadura en mi garganta.
Tawny guardó silencio por unos momentos y luego dijo—: El
Oscuro. —Sus ojos se abrieron—. Me parecía más como un...
—¿Un mito?
Ella asintió. —No es que no creyera que fuera real. Es solo que
se ha hablado de él como si fuera el hombre del saco. —Se acurrucó
y se llevó la manta a la barbilla—. ¿Qué pasa si ese era el Oscuro en
el jardín, y lograste herirlo?
—Eso sería... bastante sorprendente, y lo presumiría hasta el
final a ti y Vikter. Pero, como dije, no creo que fuera él.
—Gracias a los dioses que sabías qué hacer. —Se movió en la
cama, encontró mi mano y la apretó—. Si no...
—Lo sé.
En momentos como este, era difícil recordar que era el deber el
que nos unía, y creaba nuestro vínculo.
Apreté su mano hacia atrás. —Me alegra que no estuvieras
conmigo.
—Me gustaría decir que desearía estar allí para que no tuvieras
que enfrentar eso sola, pero en verdad, me alegro de no haberlo
hecho —admitió—. No habría sido más que una distracción chillona.
—No es verdad. Te he mostrado cómo usar una daga...
Página | 149
—Que te enseñen los conceptos básicos de cómo usar una
cuchilla y luego usarla en otra persona viva y que respira son dos
cosas muy diferentes. —Ella retiró la mano—. Definitivamente me
habría parado allí y gritado. No me da vergüenza admitir eso, y mis
gritos probablemente habrían llamado la atención de los guardias
antes. —Te habrías defendido. —Lo creía totalmente—. He visto lo
cruel que eres cuando solo queda un pastel dulce.
La piel alrededor de sus ojos se arrugó mientras se reía.
—Pero ese es un pastel dulce. Empujaría a la duquesa por un
balcón para tener el último.
Solté una breve carcajada. Otra sonrisa rápida apareció y luego
se desvaneció mientras jugaba con un hilo suelto de la manta.
—¿Crees que el Rey y la Reina te enviara a la capital?
Los músculos se tensaron a lo largo de mis hombros. —No lo sé.
Eso no era cierto.
Si pensaran que ya no estaba a salvo en Masadonia, exigirían
que volviera a la capital, casi un año antes de mi Ascensión.
Pero eso no era lo que causó que el frío en mi pecho se filtrara
en cada parte de mí. La duquesa había demostrado antes que
asegurarse de que la Ascensión no se frustrara era la mayor
preocupación. Había una manera de asegurar eso.
La Reina podría pedirles a los dioses que apuraran la
Ascensión.
Página | 150
Poco después del amanecer, cuando el sol brillaba más de lo
que recordaba durante una mañana tan cercana al invierno, me paré
al lado de Vikter.
Estábamos al pie de las Colinas Eternas y debajo de los
Templos de Rhahar, el Dios Eterno, e Ione, la Diosa del
Renacimiento. Los Templos se alzaban sobre nosotros, cada uno
construido con la piedra más negra del Lejano Oriente y ambos tan
grandes como el Castillo Teerman, proyectando sombras en la mitad
del valle, pero no donde estábamos parados.
Era como si los dioses nos iluminaran. Estuvimos en silencio
mientras vimos el cuerpo envuelto en lino de Rylan Keal ser
levantado sobre la pira.
Vikter se había rendido cuando me uní a él, no preparada para
entrenar, sino vestida de blanco y velada. Sabía que no iba a
hablarme de esto y no dijo nada mientras caminábamos hacia donde
se celebraban los funerales para todos los que residían en
Masadonia. Si bien mi presencia había atraído muchas miradas
conmocionadas, nadie me había pedido saber por qué estaba
presente mientras hacíamos la caminata hacia la pira. E incluso si
hubieran dicho algo, no habría cambiado mi decisión.
Le debía a Rylan estar aquí.
Rodeados por miembros de la Guardia Real y los guardias de
Rise, nos paramos cerca de la parte trasera de la pequeña multitud.
No quería acercarme por respeto a los guardias.
Rylan era mi guardia personal, era un amigo, pero era su
hermano y su muerte los afectó de manera diferente.
Mientras el Sumo Sacerdote de túnica blanca hablaba de la
fuerza y la valentía de Rylan, de la gloria que encontraría en
compañía de los dioses, de la vida eterna que lo esperaba, el dolor
Página | 151 helado en mi pecho creció.
Rylan parecía tan pequeño en la pira, como si se hubiera
reducido de tamaño mientras el Sacerdote rociaba con aceite y sal el
cuerpo.
Un dulce aroma llenaba el aire.
El comandante de la Guardia Real, Griffith Jansen, dio un paso
adelante, con el manto blanco colgando de sus hombros ondeando
en la brisa mientras llevaba la antorcha solitaria. El comandante
Jansen se volvió en nuestra dirección y esperó.
Me tomó un momento darme cuenta de por qué. Vikter Como
había trabajado más de cerca con Rylan, se le encargaría la tarea de
encender la pira. Comenzó a dar un paso adelante, pero se detuvo,
su mirada se dirigió hacia mí. Estaba claro que no quería alejarse de
mí, ni siquiera cuando estaba rodeada de docenas de guardias, y era
muy poco probable que ocurriera algo.
Oh dioses, me sorprendió que mi presencia interfiriera con su
deseo o necesidad de presentar sus respetos.
No pensé ni por un segundo que por eso había resistido
inicialmente la idea de que viniera la noche anterior, pero ni siquiera
había considerado cómo le afectaría.
Sintiéndome como una mocosa egoísta, comencé a decirle que
estaría a salvo mientras él pasaba. —La tengo —dijo una voz
profunda detrás de mí, una que no debería ser familiar, pero lo era.
Mi estómago se hundió como si estuviera parado en una repisa,
mientras que al mismo tiempo, mi corazón se aceleró. Arriba. Ni
siquiera tuve que darme la vuelta para saber quién era.
Hawke Flynn.
Oh Dioses.
Después de todo lo que había sucedido, casi me había olvidado
de Hawke.
Casi siendo una palabra clave, porque esta mañana, me había
Página | 152 despertado, deseando haber esperado a que regresara a la Perla
Roja.
Posiblemente ser tomada y utilizada de cualquier manera
terrible que mis enemigos consideraran, o ser asesinada antes de
que tuviera la oportunidad de experimentar todas las cosas de las
que la gente solo susurraba parecía una realidad demasiado
aterradora.
La mirada gris acerada de Vikter se movió sobre mi hombro. Un
momento largo y tenso pasó, varios guardias observaron.
—¿Seguro?
—Con mi espada y con mi vida —respondió Hawke, acercándose
a mi hombro.
El movimiento de inmersión regresó a mi estómago en
respuesta a su promesa, a pesar de que yo sabía que eso era lo que
todos los guardias decían, sin importar si eran de Rise o si protegían
a los Ascendidos.
—El Comandante me dice que eres uno de los mejores en Rise.
—La mandíbula de Vikter se endureció mientras hablaba en voz baja
para que solo Hawke y yo pudiéramos escucharlo—. Dijo que no ha
visto tu nivel de habilidad con un arco o espada en demasiados años.
—Soy bueno en lo que hago.
—¿Y qué es eso? —lo desafió Vikter.
—Asesinato.
La respuesta simple y corta de los labios que se habían sentido
tan suaves como firmes, fue un shock.
Pero la única palabra no me asustó.
Tuve la reacción opuesta, y eso probablemente debería haberme
molestado. O, al menos, preocupado.
—Ella es el futuro de este reino —advirtió Vikter, y me retorcí en
una extraña mezcla de vergüenza y cariño.
Página | 153
Había dicho lo que dirían todos, desde la duquesa hasta la
reina, pero sabía que decía esas palabras por quién era y no por lo
que representaba—. Es por lo que estás parado.
—Sé para quién estoy parado —respondió Hawke.
Una risita histérica subió por mi garganta.
Honestamente no tenía idea de quién era. Por la gracia de los
dioses, pude detener esa risa.
—Ella está a salvo conmigo —agregó Hawke. Lo estaba. Y no lo
estaba.
Vikter me miró y todo lo que pude hacer fue asentir. No pude
hablar. Si lo hiciera, Hawke podría reconocer mi voz, y luego...
dioses, ni siquiera podría comenzar a comprender lo que ocurriría.
Con una última mirada de advertencia en dirección a Hawke,
Vikter giró sobre sus talones y caminó hacia el guardia que sostenía
la antorcha.
Mi corazón no se había desacelerado mientras me atrevía a
echar un vistazo rápido en dirección a Hawke.
Inmediatamente deseé no haberlo hecho.
En el brillante sol de la madrugada, con el pelo negro azulado
recogido de su rostro, sus rasgos eran más duros, más duros y de
alguna manera aún más hermosos. La línea de sus labios era firme.
No hay indicio de un hoyuelo para ser visto. Llevaba el mismo
uniforme negro que había usado la noche en el Red Pearl, excepto
que ahora también llevaba la armadura de cuero y hierro del Rise, su
espada a su lado, la hoja de piedra de sangre de un rubí profundo.
¿Por qué había dado un paso adelante para cuidarme?
Había guardias reales presentes.
Docenas de ellos que deberían haberlo hecho. Mi mirada barrió
a la multitud, y me di cuenta de que ninguno de ellos miró mucho en
mi dirección, y me pregunté si era porque era tan raro que alguna
Página | 154
vez me vieran, o si temían el castigo del Duque o de los dioses por
siquiera mirarme.
Su deber dictaba que dieran su vida por alguien a quien se
consideraría una grave falta de respeto mirar demasiado tiempo o
acercarse sin permiso.
La inquietante ironía en eso se apoderó de mis hombros. Pero
Hawke era diferente. No había forma de que supiera que había sido
yo en el Perla Roja.
Nunca me había escuchado hablar antes, y dudaba que mi
mandíbula y mi boca fueran tan reconocibles. La duquesa había
dicho que venía de la capital con recomendaciones brillantes y que
probablemente se convertiría en uno de los guardias reales más
jóvenes.
Si eso era lo que Hawke quería, intensificar así seguramente
ayudaría.
Después de todo, hubo una repentina e inesperada apertura en
la Guardia Real ahora.
¿Y no era una suposición oscura?
Un músculo se flexionó
momentáneamente fascinante.
a
lo
largo
de
su
mandíbula,
Entonces recordé por qué estaba aquí, y eso no era para mirar a
Hawke detrás de mí velo.
Cambié mi mirada hacia donde Vikter se acercaba a la pira.
Respirando con dificultad, quise mirar hacia otro lado, cerrar los ojos
cuando bajó la antorcha.
No lo hice.
Vi como las llamas lamían a lo largo de la yesca y el sonido del
crujir de la madera llenaba el silencio.
Página | 155
Mi interior se retorció cuando el fuego se encendió rápidamente,
extendiéndose sobre el cuerpo de Rylan cuando Vikter cayó sobre
una rodilla ante la pira, inclinando la cabeza.
—Le haces un gran honor al estar aquí —dijo Hawke en voz
baja, pero sus palabras me sorprendieron. Mi cabeza giró en su
dirección. Me estaba mirando con ojos tan brillantes que parecían
que los dioses habían pulido el ámbar y los habían colocado allí—.
Nos haces a todos un gran honor al estar aquí.
Abrí la boca para decirle que a Rylan y a todos ellos se les debía
mucho más que el honor de mi presencia, pero me detuve.
No podía arriesgarme.
La mirada de Hawke recorrió mi mandíbula inferior,
deteniéndose en la esquina de mi boca, donde sabía que la piel
estaba inflamada. —Te lastimaste. —No era una pregunta, sino una
declaración pronunciada en un tono duro como el granito—. Puedes
estar segura de que nunca volverá a suceder.
9
Traducido por: Diana Torres
Corregido por: -Patty
El sudor humedecía mi piel mientras me agachaba y daba
vueltas, la larga y gruesa trenza de cabello me azotaba. Pateé y mi
pie descalzo se conectó con el costado de la espinilla de Vikter.
Página | 156
Tomado por sorpresa, se tambaleó hacia un lado mientras yo me
disparaba a su lado.
Comenzó a devolver el golpe pero se congeló. Su mirada cayó a
donde sostuve la daga en su garganta.
Las comisuras de sus labios se doblaron.
Sonreí. —Yo gano.
—No se trata de ganar, Poppy.
—¿No? —Bajé la daga, retrocediendo.
—Se trata de sobrevivir.
—¿Pero no es eso ganar?
Me lanzó una mirada de soslayo mientras se pasaba el brazo por
la frente. —Supongo que puedes míralo de esa manera, pero nunca
es un juego.
—Yo sé eso. —Envainé la daga en mi muslo. Vestida con un par
de leggings gruesos y con una vieja túnica de Vikter, crucé el suelo
de piedra hacia una vieja mesa de madera. Tomé un vaso de agua y
tomé un largo trago.
Si pudiera vestirme así todo el día, todos los días, sería una niña
feliz.
—Pero si fuera un juego, todavía habría ganado.
—Solo tuviste la ventaja dos veces, Poppy.
—Sí, pero en ambas ocasiones, te habría cortado el cuello.
Tuviste ventaja tres veces, pero no habrían sido más que heridas de
carne.
—¿Heridas de carne? —Él soltó una breve y rara risa—. Solo tú
pensarías que dar una herida de carne es miserable. Eres una
perdedora muy pobre.
—¿Pensé que esto no era un juego?
Página | 157
Él se burló.
Sonriendo, me encogí de hombros mientras lo enfrentaba.
El polvo bailaba a la luz del sol que se filtraba a través de las
ventanas abiertas. El cristal había sido retirado hace mucho tiempo,
y la habitación con corrientes de aire y casi helada en invierno, o
insoportablemente calurosa en verano. Pero nadie nos buscaba aquí,
por lo que las variaciones de temperatura extrema fueron más que
manejables.
Era la mañana después del funeral de Rylan, demasiado
temprano para que gran parte del castillo se moviera. Casi todo el
personal y los habitantes de la fortaleza siguieron el cronograma de
los Ascendidos, y los sirvientes, así como el duque y la duquesa,
creyeron que todavía estaba en cama.
Solo Tawny sabía dónde estaba. Rylan ni siquiera lo sabía, ya
que Vikter siempre tenía deberes matutinos conmigo.
—¿Cómo se siente tu cabeza? —preguntó.
—Bien.
Él arqueó una ceja clara.
—¿Estás diciendo la verdad?
Todo lo que quedaba era un moretón levemente azulado
púrpura sobre mi sien. La piel alrededor de mi boca ya no estaba
roja. Había un corte superficial a lo largo del interior de mi mejilla en
el que parecía entrar cualquier cantidad de sal, pero aparte de eso,
estaba bien. No es que lo admitiría, pero Vikter sugirió que lo tome
con calma y descanse ayer, probablemente tuvo mucho que ver con
eso.
Después del funeral de Rylan, había pasado el día en mi
habitación, leyendo uno de los libros que Tawny me había traído.
Era una historia de dos amantes, alejados por las estrellas pero
predestinados.
Página | 158
El título había caído en la pila de cosas que Penellaphe tiene
prohibido leer, que era prácticamente todo lo que no implicaba algún
tipo de material educativo o las enseñanzas de los dioses.
Había terminado la novela anoche y me preguntaba si Tawny
podría traerme otra.
Era dudoso.
La preparación para el próximo Rito estaba consumiendo gran
parte de su tiempo libre.
Cuando Tawny no podía traerme un libro
simplemente me escabullía en el ateneo y le ayudaba.
para
leer,
Además, con el intento de secuestro y lo que le había sucedido
a Malessa, no quería que estuviera allí deambulando.
Lo que significaba que tampoco debería estar deambulando sin
vigilancia, pero el ateneo no estaba demasiado lejos. A solo unas
cuadras más allá del castillo y de fácil acceso a través de Grove.
Disfrazada, nadie sabría que yo era la Doncella, pero todavía se
sentía demasiado arriesgado y tonto para hacer algo así tan rápido
después del ataque.
—Anoche me dolió un poco, pero no desde que me desperté. —
Me detuve—. El hombre tuvo un golpe débil.
Vikter resopló mientras se acercaba a mí, deslizando su espada
corta en su vaina. —¿Dormiste bien?
Pensé en mentir. —¿Parece que no he dormido?
Se detuvo frente a mí.
—Raramente duermes bien. Me imagino que lo que sucedió con
Rylan ha exacerbado tus ya pobres patrones de sueño.
—Aw, ¿estás preocupado por mí? —bromeé—. Eres un buen
padre.
Su expresión se volvió suave.
Página | 159
—Deja de desviarte, Poppy.
—¿Por qué? Soy muy buena en eso.
—Pero en realidad no lo eres.
Poniendo los ojos en blanco, suspiré. —Me tomó un tiempo
conciliar el sueño, pero no he tenido una pesadilla en mucho tiempo.
La mirada de Vikter buscó la mía como si tratara de determinar
si estaba mintiendo, y el hombre probablemente podría saberlo.
No estaba mintiendo... exactamente. No había tenido un terror
nocturno desde que fui a la Perla Roja, y no estaba segura de por
qué. Quizás quedarme dormida pensando en lo que había sucedido
en la Perla Roja había cambiado de alguna manera los engranajes de
mi cerebro del trauma pasado. Si es así, a caballo regalado no se le
miraba el diente.
—¿Quién crees que reemplazará a Rylan? —Cambié de tema
antes de que pudiera continuar por ese camino de preguntas.
—No estoy seguro, pero supongo que se decidirá bastante
pronto.
Mi mente inmediatamente se dirigió a Hawke, a pesar de que
posiblemente no podría estar en la carrera, no cuando había tantos
otros de Rise que habían estado aquí más tiempo. Pero la pregunta
se me cayó de todos modos.
—¿Crees que sería el que vino de la capital recientemente? ¿El
guardia que estuvo a mi lado en el funeral? ¿Quién me aseguró que
no volverían a lastimarme?
—¿Estás hablando de Hawke? —preguntó Vikter, asegurando su
otra espada.
—Oh, ¿ese es su nombre?
Levantó su mirada hacia la mía.
—Eres una mentirosa terrible.
Página | 160
—¡No lo soy! —fruncí el ceño—. ¿Sobre qué supuestamente estoy
mintiendo?
—¿No sabías su nombre?
Rezando para que mis mejillas sonrojadas no me delataran,
crucé los brazos sobre mi pecho.
—¿Por qué lo haría?
—Cada mujer en esta ciudad sabe su nombre.
—¿Qué tiene eso que ver con esto?
Sus labios se torcieron como si estuviera luchando contra una
sonrisa. —Es un joven muy guapo, más o menos, me han dicho, y no
hay nada de malo en que te des cuenta de él. —Él apartó la vista—.
Mientras eso sea todo lo que hagas.
Mis mejillas se sonrojaron entonces porque había hecho mucho
más que simplemente prestarle atención a Hawke.
—¿Cuándo exactamente habría tenido la oportunidad de hacer
otra cosa que no sea darme cuenta, podría recordarte, que está
estrictamente prohibido?
Vikter se rió una vez más, y mi ceño aumentó. —¿Cuándo te ha
detenido algo prohibido?
—Eso es diferente —dije, preguntándome si los dioses me
golpearían por mentir tan descaradamente—. ¿Y cuándo tendría la
oportunidad de hacer algo así? —
En realidad me alegro de que hayas mencionado eso. Tus
pequeñas aventuras deberán llegar a su fin.
Mi estómago saltó. —No tengo idea de lo que estás hablando.
Él ignoró eso.
—No he dicho mucho en el pasado sobre ti y Tawny
escapándose, pero después de lo que sucedió en el jardín, eso tiene
Página | 161 que terminar. —Cerré la boca de golpe—. ¿Creías que no lo sabía? —
Su sonrisa era lenta y presumida—. Te estoy mirando incluso
cuando tú crees que no.
—Bueno, eso es... espeluznante.
Ni siquiera quería saber si él sabía que había estado en el Red
Pearl.
—Espeluznante o no, solo recuerda lo que dije la próxima vez
que pienses en escaparte en mitad de la noche.
Antes de que pudiera responder, dijo—: Y con respecto a Hawke,
diría que su edad haría dudosa que se convirtiera en tu guardia
personal. —¿Pero?
Mi corazón comenzó a latir con fuerza y apenas me di cuenta de
que Vikter me quitaba el vaso. —Pero él es excepcionalmente hábil,
más que muchos de los Guardias Reales ahora. No estaba
acariciando su ego ayer cuando dije eso. Vino aquí, muy apreciado
por la capital, y parece estar cerca del comandante Jansen. —
Terminó mi vaso de agua—. No estaría tan sorprendido si fuera
promovido por encima de otros. —Ahora mi corazón se golpeaba
contra mis costillas—. Pero...
—Pero, para convertirse en mi Guardia personal, seguramente,
alguien que esté más familiarizado con la ciudad encajaría mejor.
—En realidad, alguien nuevo y menos propenso a ser
complaciente sería el mejor —dijo—. Vería las cosas de manera
diferente a muchos de nosotros que hemos estado aquí por años o
más. Vería las debilidades y amenazas que podemos pasar por alto
en la monotonía. Y ayer demostró que él no tiene ningún problema
para avanzar mientras todos los demás estaban a la espera.
Todo eso tenía sentido, pero... pero no podía convertirse en mi
Guardia Real personal. Si lo hiciera, eventualmente tendría que
hablar con él, y si lo hiciera, me reconocería en algún momento.
¿Y entonces qué?
Página | 162
Si estaba cerca del Comandante y decidía ascender en las filas,
se asegurarían de informarme. Después de todo, los guardias de más
alto rango que tenían la oportunidad de vivir para ver una jubilación
bien financiada, eran los guardias reales que protegían al duque y la
duquesa de Masadonia.
Durante el día, cuando el sol estaba alto, el Gran Salón, donde
se celebraban los ayuntamientos semanales y las grandes
celebraciones, era una de las salas más hermosas de todo el castillo.
Las ventanas más altas que la mayoría de las casas de la ciudad
estaban espaciadas cada veinte pies más o menos, permitiendo que
el sol cálido y brillante empapara las paredes y pisos de piedra caliza
blanca pulida.
Las ventanas ofrecían vistas de los jardines a la izquierda y los
Templos en lo alto de las Colinas Eternas. Pesados tapices blancos
colgaban a lo largo de las ventanas y entre ellas.
La cresta real de oro en relieve el centro de cada estandarte.
Pilares de color blanco cremoso adornados con motas de oro y plata
estaban espaciados a lo largo de la cámara larga y ancha. Flores de
jazmín blancas y moradas salieron de urnas plateadas, perfumando
el aire con su aroma dulce y terroso.
El techo pintado a mano era la verdadera obra maestra del
Gran Salón. Arriba, se podía ver a todos los dioses vigilándonos. Ione
y Rhahar. La ardiente pelirroja Aios, la diosa del amor, la fertilidad y
la belleza. Saion, el dios del cielo y del suelo de piel oscura, era la
Tierra, el Viento y el Agua. A su lado estaba Theon, el Dios del
Acuerdo y la Guerra, y su gemela Lailah, la Diosa de la Paz y la
Venganza. La diosa de pelo oscuro de la caza, Bele, armada con su
arco. Estaba Perus, el pálido y canoso Dios del Rito y la Prosperidad.
Página | 163 A su lado estaba Rhain, el dios del hombre común y los finales. Y
luego estaba mi tocaya, Penellaphe, la Diosa de la Sabiduría, la
Lealtad y el Deber, lo cual me pareció muy irónico.
Todos sus rostros fueron capturados con detalles llamativos y
vívidos, todos excepto Nyktos, el Rey de todos los dioses, que había
hecho la primera Bendición. Su rostro y forma no eran más que la
brillante luz plateada de la luna. Pero mientras estaba de pie en el
estrado elevado a la izquierda de la duquesa sentada, no entraba la
luz del sol a través de las ventanas, solo la noche oscura. Varios
apliques y lámparas de aceite colocadas para proporcionar la mayor
cantidad de luz posible emiten un brillo dorado en todo el salón.
Los dioses no caminaron al sol. Entonces, tampoco lo hacia el
Ascendido.
¿Cómo se había adaptado Ian a eso? Si fuera un día soleado,
podría ser encontrado afuera, garabateando en uno de sus diarios,
registrando las historias que su mente había acumulado.
¿Escribía ahora a la luz de la luna?
Más pronto que tarde sabría si me volverían a llamar a la
capital.
La ansiedad floreció, y aparté ese pensamiento antes de que la
inquietud pudiera extenderse.
Examiné la multitud de personas que habían llenado el Gran
Comedor, fingiendo que no estaba buscando una cara en particular y
fallando miserablemente.
Sabía que Hawke estaba aquí. Siempre lo está, pero todavía no
lo había visto. Llena de energía nerviosa, me enganche y luego me
retorcí las manos cuando alguien, un banquero, continuó alabando a
los Teerman.
—¿Estás bien? —Vikter inclinó la cabeza y mantuvo la voz lo
suficientemente baja para que solo yo pudiera escucharlo.
Me giré un poco hacia la izquierda y asentí.
Página | 164
—¿Por qué preguntas?
—Porque has estado inquieta como si tuvieras arañas en tu
vestido desde que esto comienzo —respondió.
¿Arañas en mi vestido? Si tuviera arañas en mi vestido, no
estaría inquieta. Estaría gritando y desnudándome hasta la nada. No
me importaría en absoluto quién lo presenciara.
No estaba segura exactamente de qué me tenía tan
increíblemente inquieta. Bueno, había una miríada de cosas,
considerando todo lo que había sucedido recientemente, pero se
sentía como... más que eso.
Comenzó después de dejar a Vikter, un breve dolor de cabeza
que atribuí al golpe y posiblemente exagerado durante el
entrenamiento.
No es que lo admitiría, pero después del almuerzo, se había
desvanecido, solo para ser reemplazado por una gran cantidad de
energía nerviosa. Me recordó la mezcla de granos de café que Ian
había enviado desde la capital. Tawny y yo solo habíamos bebido
media taza, y ninguna de las dos podíamos quedarnos sentadas al
otro día.
Haciendo un esfuerzo más consciente por permanecer quieta,
mi mirada se desvió hacia la izquierda, hacia los jardines, donde
había encontrado tanta paz antes. Me dolía el pecho. No había ido a
los jardines anoche ni a ninguna hora hoy. El área no me había sido
prohibida, pero sabía que si salía, estaría rodeado de guardias.
Ni siquiera podía imaginar cómo sería el próximo Rito. Pero no
pensé que podría volver a los jardines, por mucho que los quisiera a
ellos y a las rosas. Incluso ahora, solo mirando el contorno sombrío
del jardín a través de las ventanas apareció una imagen de la mirada
en blanco de Rylan.
Página | 165
Respirando con dificultad, atraje mi atención del jardín al frente
del Salón. Los miembros de la corte, los que habían ascendido, se
pararon más cerca, flanqueando el estrado.
Detrás de ellos estaban las Damas y los Lores en espera. Los
guardias reales estaban entre ellos, sus hombros con mantos
blancos con la cresta real. Comerciantes y hombres de negocios,
aldeanos y trabajadores abarrotaron el salón, todos allí para pedirle
a la Corte una cosa u otra, expresar sus quejas o pedir el favor de Su
Gracia. Muchas de las caras que nos miraban tenían los ojos muy
abiertos y la boca abierta de asombro.
Para algunos, esta era la primera vez que veían a la bella de
cabello castaño, la duquesa Teerman, o al duque guapísimo, cuyo
cabello era tan rubio que era casi blanco. Para muchos, esta era la
primera vez que habían estado tan cerca como estaban de un
Ascendido. Parecían estar en presencia de los propios dioses, y en
cierto modo, supuse que lo estaban.
Los Ascendidos eran descendientes de los dioses, por sangre, si
no por nacimiento.
Y luego estaba... yo.
Casi ninguno de los plebeyos que estaban en el Gran Salón
había visto a la Doncella antes. Solo por eso, fui sometida a muchas
miradas curiosas y rápidas.
Me imaginé que la noticia de la muerte de Malessa y mi intento
de secuestro también había viajado mucho por ahora, y estaba
segura de que había ayudado en la curiosidad y el zumbido de
energía ansiosa que parecía impregnar el Salón.
A excepción de Tawny. Parecía media dormida mientras estaba
parada allí, y me mordí el interior de la mejilla cuando sofocó un
bostezo. Ya habíamos estado aquí por casi dos horas, y me
preguntaba si también los culos de los Teerman dolían tanto como
mis pies.
Probablemente no.
Ambos parecían poderosamente cómodos.
Página | 166
La duquesa estaba vestida de seda amarilla, e incluso podía
admitir que el duque tomo una figura bastante elegante en sus
pantalones negros y su abrigo. Siempre me recordaba a la serpiente
pálida con la que una vez me topé cerca de la playa cuando era niña.
Hermoso a la vista, pero su mordisco es peligroso y, a menudo,
mortal.
Tragando un suspiro cuando el banquero comenzó a hablar de
su gran liderazgo, comencé a mirar hacia los Templos.
Y lo vi.
Hawke.
Un extraño y divertido enganche se instaló en mi pecho al
verlo.
Se levantó entre dos pilares, los brazos cruzados sobre su
amplio pecho. Como ayer, no había media sonrisa burlona en su
rostro, y sus rasgos se habrían considerado severos si no fuera por
los mechones rebeldes de cabello color medianoche cayendo sobre su
frente, suavizando su expresión.
Una sensación de hormigueo de conciencia recorrió mi columna
vertebral, extendiendo pequeños bultos por toda mi piel. La mirada
de Hawke se alzó hacia el estrado, donde estaba parada, e incluso
desde el otro lado del pasillo y desde detrás del velo, juré que
nuestras miradas estaban conectadas.
El aire salió de mis pulmones, y todo el Salón pareció
desvanecerse, quedando en silencio mientras nos mirábamos el uno
al otro.
Mi corazón latía con fuerza cuando mis manos se abrieron y
luego se cerraron. Me estaba mirando, pero también muchos otros.
Incluso los Ascendidos a menudo miraban.
Era una curiosidad, un espectáculo secundario que se exhibía
una vez por semana para servir como un recordatorio de que los
Página | 167 dioses podían intervenir activamente en los nacimientos y en las
vidas.
Pero mis piernas todavía se sentían extrañas, y mi pulso se agitó
como si hubiera pasado la última hora practicando diferentes
técnicas de combate con Vikter.
Magnus, un mayordomo del duque, anunció el siguiente en
hablar, llamando mi atención.
—El Señor y la señora Tulis han pedido una palabra.
Vestida con ropa simple pero limpia, la pareja rubia salió de un
grupo de personas que esperaban hacia la parte de atrás. El esposo
tenía su brazo alrededor de los hombros de su esposa más baja,
manteniéndola acurrucada a su lado.
El cabello recogido de su rostro sin sangre, la mujer no llevaba
joyas, pero sostenía un pequeño bulto envuelto en sus brazos. El
bulto se agitó cuando se acercaron al estrado, con pequeños brazos y
piernas estirando la manta azul pálido. Sus miradas estaban fijadas
en el suelo, las cabezas ligeramente inclinadas. No levantaron la
vista, hasta que la duquesa les dio permiso para hacerlo.
—Pueden hablar —dijo, su voz inquietantemente femenina e
infinitamente suave.
Ella sonaba como alguien que nunca levantó la voz o la mano
con ira. Ninguno de los dos era falso, y por lo que tenía que ser la
centésima vez, me preguntaba exactamente qué tenían en común
ella y el duque. No podía recordar la última vez que los había visto
tocarse entre sí, no como si eso fuera necesario para que los
Ascendidos se casaran.
A diferencia de otros, el Sr. y la Sra. Tulis claramente
compartieron una gran cantidad de sentimientos el uno por el otro.
Era la forma en que el Sr. Tulis abrazó a su esposa, y en la
forma en que ella levantó la mirada, primero hacia él y luego hacia la
duquesa.
Página | 168
—Gracias. —La mirada nerviosa de la esposa se dirigió al Royal
masculino—. Su gracia.
Duque Teerman inclinó la cabeza en reconocimiento. —Es un
placer —le dijo—. ¿Qué podemos hacer por usted y su familia?
—Estamos aquí para presentar a nuestro hijo —explicó,
girándose para que el paquete se enfrentara al estrado. La carita
estaba arrugada y rojiza mientras parpadeaba con los ojos grandes.
La duquesa se inclinó hacia delante, con las manos restantes
cruzadas sobre su regazo.
—Él es querido. ¿Cuál es nombre?
—Tobías —respondió el padre—. Él salió a mi esposa, tan lindo
como un botón, si me atrevo a decirlo yo mismo, su gracia.
Mis labios se curvaron en una sonrisa.
—Eso es. —La duquesa asintió—. ¿Espero que todo esté bien
contigo y el bebé?
—Es... Estoy perfectamente sano, como él, y ha sido una alegría,
una verdadera bendición.
La Señora Tulis se enderezó, sosteniendo al bebé cerca de su
pecho. —Le queremos mucho.
—¿Es su primer hijo? —preguntó el duque.
La manzana de Adán del señor Tulis se balanceó como una
golondrina. —No, Su Excelencia, no lo es. Es nuestro tercero hijo.
La duquesa aplaudió. —Entonces, Tobías es una verdadera
bendición, alguien que lo hará recibe el honor de servir a los dioses.
—Por eso estamos aquí, Su Excelencia. —El hombre deslizó su
brazo alrededor de su esposa—. Nuestro primer hijo, nuestro querido
Jamie, él ... falleció hace no más de tres meses. —El señor Tulis se
aclaró la garganta—. Era una enfermedad de la sangre, nos dijeron
los Sanadores. Llegó muy rápido, ya ve. Un día, estaba bien,
persiguiendo y metiéndose en todo tipo de problemas. Y luego, a la
Página | 169
mañana siguiente, no se despertó. Se demoró unos días, pero nos
dejó.
—Lamento muchísimo escuchar eso. —La tristeza llenó la voz de
la duquesa cuando se recostó en su asiento—. ¿Y qué hay del
segundo hijo?
—Lo perdimos por la misma enfermedad que afectó a Jamie. —
La madre comenzó a temblar—. No más de un año en su vida.
¿Habían perdido dos hijos? Mi corazón ya estaba sufriendo por
ellos. Incluso con la pérdida que había experimentado en mi vida, ni
siquiera podía comenzar a comprender el tipo de angustia que un
padre debe sufrir cuando pierde un hijo, y mucho menos dos.
Si lo sentía, sabía que me gustaría hacer algo al respecto, y no
podía.
Aquí no.
Cerré mi don.
—Eso es realmente una tragedia. Espero que encuentres
consuelo al saber que tu querida Jamie está con los dioses, junto
con tu segundo hijo.
—Lo hacemos. Es lo que nos ayudó a superar su pérdida. —La
señora Tulis meció suavemente al bebé—. Venimos hoy a esperar, a
preguntar...
Ella se apagó, pareciendo incapaz de terminar. Fue su esposo
quien se hizo cargo de ella. —Vinimos aquí hoy para pedir que
nuestro hijo no sea considerado para el Rito cuando sea mayor de
edad.
Un jadeo resonante hizo eco a través de la cámara, viniendo de
todos lados a la vez. Los hombros del señor Tulis se tensaron, pero
siguió adelante. —Sé que es mucho pedirles a ustedes y a los dioses.
Él es nuestro tercer hijo, pero perdimos a nuestros dos primeros, y
mi esposa, por mucho que desee más bebés, los Sanadores dijeron
que no debería tener más. Él es nuestro único hijo restante. Será el
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último.
—Pero él sigue siendo su tercer hijo —respondió el duque, y mi
pecho se ahuecó—. Si tu primero prosperó o no, no cambia que tu
segundo hijo y ahora el tercero esté destinado a servir a los dioses.
—Pero no tenemos otro hijo, Su Gracia. —El labio inferior de la
señora Tulis tembló cuando su pecho subió y bajó rápidamente—. Si
quedara embarazada, podría morir. Nosotros…
—Entiendo eso. —El tono de la voz del duque no cambió—. Y
entiendes que si bien los dioses nos han dado un gran poder y
autoridad, el tema del Rito no es algo que podamos cambiar.
—Pero puede hablar con los dioses.
El Sr. Tulis se movió para acercarse pero se detuvo cuando
varios guardias reales se adelantaron.
Un murmullo bajo surgió de la audiencia. Miré hacia donde
estaba Hawke. Estaba viendo lo que yo creía que era la tercera
tragedia de los Tulis que se desarrollaba ante nosotros, con la
mandíbula tan dura como la piedra caliza a nuestro alrededor.
¿Tenía un segundo o tercer hermano o hermana que había sido
entregado al Rito? ¿Alguien que pueda continuar sirviendo a la corte
y recibir la bendición de los dioses, y otro que nunca podrá ver de
nuevo?
—Puede hablar con los dioses en nuestro nombre. ¿No puede?
—preguntó el Sr. Tulis, su voz áspera como la arena—. Somos
buenas personas.
—Por favor. —Las lágrimas rodaron por la cara de la madre, y
mis dedos picaron para alcanzarla y tocarla, para aliviar su dolor
aunque fuera por un momento—. Le rogamos que al menos lo
intente. Sabemos que los dioses son misericordiosos. Hemos rezado
a Aios y Nyktos cada mañana y cada noche por este regalo. Todo lo
que pedimos es que...
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—Lo que pides no puede ser otorgado. Tobías es tu tercer hijo, y
este es el orden natural de las cosas —declaró la duquesa.
Un sollozo penetrante dejó a la mujer.
—Sé que es difícil y duele ahora, pero tu hijo es un regalo para
los dioses, no un regalo de ellos.
Es por eso que nunca les pediríamos eso a ellos.
¿Por qué no? ¿Qué daño puede haber al preguntar?
Seguramente, había suficientes al servicio de los dioses que un
niño no alteraría el orden natural de las cosas.
Y además, se habían hecho algunas excepciones en el pasado.
Mi hermano fue prueba de eso.
Muchos en la audiencia parecían enraizados por el shock como
si no pudieran creer la audacia de lo que se les pedía.
Sin embargo, había otros cuyos rostros estaban empapados de
simpatía y marcados con ira. Sus miradas se fijaron en el estrado, en
el Duque y la Duquesa Teerman, y en mí.
—Por favor. Te lo ruego. Te lo ruego.
El padre cayó de rodillas, con las manos cruzadas como si
rezara. Jadeé, mi pecho apretándose. No estaba segura de cómo
sucedió o por qué, pero mi control sobre mi regalo se rompió y mis
sentidos se abrieron. Respiré profundamente mientras el dolor se
vertía en olas heladas. La fuerza sacudió mis rodillas, y apenas podía
respirar a su alrededor. Un momento después, sentí la mano de
Vikter en mi espalda, y supe que estaba preparado para agarrarme
en caso de que fuera con ellos. Se necesitó todo en mí para estar allí
y no hacer nada.
Aparté mi mirada del Sr. Tulis y expulsé profundamente las
respiraciones. Mis grandes ojos recorrieron la multitud cuando
imaginé una pared en mi mente, una tan grande como el Rise, tan
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alta y gruesa que el dolor de nadie podría romperla.
Eso siempre había funcionado en el pasado, y funcionó ahora.
Las garras del dolor aflojaron su agarre, pero... Mi mirada se clavó en
un hombre rubio. Retrocedió varias hileras, con la barbilla inclinada
y gran parte de su rostro oscurecido por la cortina de cabello que
caía hacia adelante. Sentí... algo quemándose a través de la pared
que había construido, pero no parecía angustia. Se sentía caliente,
como dolor físico, pero esto era... tenía un sabor amargo en el fondo
de mi garganta como si hubiera tragado ácido. Tenía que estar
sufriendo, pero... Inquieta, cerré los ojos y reconstruí la pared hasta
que todo lo que sentí fue el latir de mi corazón.
Después de unos segundos, pude respirar más profundo y
fuerte, y finalmente, la extraña sensación desapareció.
Abrí los ojos cuando el padre suplicó. —Por favor. Amamos a
nuestro hijo —gritó—. Queremos criarlo para que sea un buen
hombre, para...
—Será criado en los Templos de Rhahar e Ione, donde será
atendido mientras esté al servicio de los dioses, como se ha hecho
desde la primera Bendición. —La voz del duque no admitió
discusión, y los sollozos de la mujer se intensificaron—. A través de
nosotros, los dioses protegen a todos y cada uno de ustedes de los
horrores fuera de Rise. De lo que viene en la niebla. Y todo lo que
debemos hacer es brindarles servicio. ¿Estás dispuesto a enojar a los
dioses para mantener a un niño en casa, envejecer o posiblemente
enfermar y morir?
El Sr. Tulis negó con la cabeza, su rostro se volvió de todo color.
—No, Su Excelencia, no queremos arriesgarnos, pero él es nuestro
hijo...
—Eso es lo que preguntas, sin embargo. —El duque lo
interrumpió—. A un mes desde su nacimiento, lo entregarás a los
sumos sacerdotes, y tendrás el honor de hacerlo.
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Incapaz de mirar las caras llenas de lágrimas por más tiempo,
cerré los ojos una vez más y deseé poder ahogar de alguna manera
los sonidos de su sufrimiento.
Sin embargo, incluso si pudiera, no los olvidaría. Y,
sinceramente, necesitaba escuchar su dolor. Necesitaba dar
testimonio de ello y recordar. Servir a los dioses en los Templos es un
honor, pero aún así será una pérdida.
—Cesa las lágrimas —imploró la duquesa—. Sabes que esto es
lo correcto y lo que los dioses han pedido.
Pero esto no se sentía bien. ¿Qué daño vendría pedir que un
niño permanezca en casa con sus padres? ¿Crecer, vivir y convertirse
en un miembro útil de la sociedad?
Ni el duque ni la duquesa se inclinarían para conceder un favor
tan simple. ¿Cómo podría alguien mortal no sentirse impactado por
las súplicas de la madre, sus gritos y la desolada desesperanza de su
esposo?
Pero ya sabía la respuesta a eso.
Los Ascendidos ya no eran mortales
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10
Traducido por: Diana Torres
Corregido por: -Patty
Sofoque un bostezo cuando Tawny me ayudó a asegurar mi velo
en su lugar, sintiendo que no había descansado ni un momento.
Mi mente no se cerró anoche. No podía dejar de pensar en
Página | 175 Malessa y Rylan, la amenaza del Oscuro, y lo que había sucedido con
la familia Tulis. La absoluta desesperanza que había empapado el
rostro de la madre cuando su esposo la había sacado de la cámara
me perseguía, al igual que la audiencia que se separaba y les daba
una gran distancia.
Era como si su pedido hubiera dejado a los Tulis con una
mancha contagiosa. Cuando se fueron, acunando a su bebé, su
angustia se había proyectado, convirtiéndose en una entidad
tangible y persistente.
Pero esa no fue la única parte de esto que se aprovechó de mi
mente. La mirada que se había asentado en la cara de Hawke
mientras observaba a la pareja rota también seguía resurgiendo. La
ira endureció su mandíbula y presionó sus labios en una línea firme
e inflexible. Y no fue el único que asistió que soportó lo que
fácilmente podría interpretarse como una marca de resentimiento.
Pensé en el hombre rubio que había visto y en lo que había
sentido de él. Tenía que ser algún tipo de dolor, ya que era lo único
que podía sentir de los demás. Pero me recordó la ira que se había
asentado en los rasgos de Hawke y en otras. Hombres y mujeres de
diferentes clases que no miraban a los Tulis con disgusto, sino que
miraban el estrado, incapaces de ocultar su disgusto y amargura.
Si algunos de ellos hubieran entregado terceros hijos e hijas a
los sacerdotes, o pronto verían a sus segundos hijos e hijas ir a la
corte después de su Rito.
¿Habían notado el duque y la duquesa esas miradas?
Dudaba que lo hicieran, pero estaba segura de que los Guardias
Reales sí. Como había dicho Vikter, este era un momento de
inquietud y se estaba extendiendo. No pensé que todo podría
atribuirse a los Descendentes. Parte de la falla podría ser puesta a
los pies del orden natural de las cosas: el Rito, que comenzaba a
sentirse poco natural cuando se ignoraban circunstancias
atenuantes como la difícil situación de los Tulis.
¿Podría ser cambiado? ¿Cómo se harían las cosas? Esa era
Página | 176 otra cosa que me mantuvo despierta. Seguramente, los dioses tenían
suficientes hijos e hijas para servirles. Tenían todo el reino, y tal vez
podría convertirse en una base de caso por caso cuando se trataba
de aquellos que servían a los dioses en el momento de su Rito.
Muchos padres tuvieron el honor de que sus hijos lo hicieran,
y para algunos, una vida de servidumbre a los dioses era una vida
mucho mejor que la que tendrían si se hubieran quedado en casa.
¿Podría cambiar el orden de las cosas una vez que regrese a la
capital, antes de ascender? ¿Tenía ese tipo de poder?
Seguramente lo tenía más que las Damas y los Lores en Espera,
ya que era la Doncella.
Podía hablar con la Reina en nombre de los Tulis, y si terminaba
volviendo de los dioses como uno de los Ascendidos, podría
continuar solicitando un cambio.
Al menos podía intentarlo, que era más de lo que el duque y la
duquesa estaban dispuestos a hacer.
Eso era lo que había decidido antes de que finalmente me
durmiera, solo para despertarme unas horas más tarde para
reunirme con Vikter.
—Suenas como si necesitaras una siesta —comentó Tawny
mientras aseguraba la cadena final del velo.
—Si tan solo pudiera hacer eso. —suspiré.
—No tengo idea de cómo no puedes tomar una siesta durante el
día. —Se puso a mi lado, metiendo los extremos del velo para que la
longitud cayera por el centro de mi espalda—. Dame una silla
cómoda y…
—Quedaras dormida en minutos. Me pone muy celosa. —Puse
los pies en las zapatillas blancas con suelas demasiado delgadas—.
Una vez que sale el sol, no puedo dormir.
—Eso es porque no puedes soportar estar inactiva —respondió
ella—. Y dormir requiere una cierta cantidad de ociosidad, que es
Página | 177
algo en lo que sobresalgo.
Me reí. —Todos tenemos que ser buenos en algo.
Ella me lanzó una mirada justo antes de que sonara un fuerte
golpe, y luego sonó la voz de Vikter. Dirigiéndome a la puerta del
pasillo, gemí a pesar de que esperaba su llegada. Debía reunirme con
la sacerdotisa Analia para orar, pero en realidad, el tiempo
generalmente se pasaba con la sacerdotisa criticando todo, desde mi
postura hasta las arrugas de mi vestido.
—Si quieres salir corriendo, le diré a Vikter que saltaste por la
ventana —ofreció Tawny.
Resoplé. —Eso solo me daría un plazo de cinco segundos.
—Cierto.
Tawny llegó a la puerta delante de mí, casi abriéndola.
En el momento que vi la cara de Vikter, me tensé. Profundos
surcos de tensión le rodeaban la boca.
—¿Qué pasó? —pregunté.
—Has sido convocado para reunirte con el duque y la duquesa
—anunció, y se le formaron nudos de temor.
Tawny me envió una mirada rápida y nerviosa.
—¿Para qué?
—Creo que tiene que ver con quién reemplazará a Rylan —dijo,
y en lugar de sentir alivio como sabía que Tawny hizo, dado que sus
hombros se aflojaron, mi inquietud creció.
—¿Sabes quién será? —Lo seguí al pasillo.
Sacudió la cabeza, enviando un mechón de cabello rubio
arenoso sobre su frente. —No me han dicho.
Eso no era exactamente raro, pero creo que porque Vikter
estaría trabajando estrechamente con quien reemplazará a Rylan, él
Página | 178 sería uno de los primeros en saberlo.
—¿Y la sacerdotisa Analia? —pregunté, ignorando las cejas
levantadas que Tawny me dirigió mientras ella llegaba a mi lado. Y
sí, me sorprendió que preguntara, ya que saltar por una ventana
sería casi preferible a pasar una tarde escuchando todas las cosas
que estaban mal conmigo.
Pero un mal sentimiento de ansiedad había echado raíces en mi
estómago.
—Le han informado que no habrá sesión esta semana —
respondió Vikter—. Estoy seguro de que estás decepcionada de
escuchar eso.
Tawny ahogó una risita cuando saqué la lengua a la espalda de
Vikter. Nos dirigimos al final del ala del castillo, que de otro modo
estaría vacía, y nos dirigimos al estrecho pasillo que daba acceso a la
escalera principal. Los anchos escalones de piedra alimentaban un
gran vestíbulo donde los sirvientes desempolvaban estatuas de
Penellaphe y Rhain.
Las estatuas de piedra caliza de ocho pies de altura se
encontraban en el centro del espacio circular y se limpiaban todas
las tardes.
Cómo podría haber una mota de polvo o suciedad en cualquier
parte de la estatua estaba más allá de mí.
El vestíbulo conducía al frente del castillo, donde se ubicaban
el Gran Comedor, las salas de estar y el atrio. Sin embargo, Vikter
nos condujo a la derecha de las estatuas, a través del arco adornado
con una guirnalda verde y exuberante.
La gran mesa para banquetes diseñada para acomodar a
docenas estaba libre de todos, excepto el jarrón dorado en el centro,
que contenía varias rosas de tallo largo y flor de noche.
Con el aire atrapado en mi garganta, mi mirada se aferró a las
rosas mientras bordeábamos la mesa, caminando hacia una de las
puertas a la derecha que había quedado entreabierta.
Página | 179
La vista de las flores, el aroma... Prácticamente pude oler la
sangre.
Tawny me tocó ligeramente el hombro, llamando mi atención.
Exhalé, forzando una sonrisa. Su mirada preocupada se demoró
cuando Vikter abrió la puerta de uno de los muchos espacios de
oficinas de los Teerman en el castillo, este utilizado para reuniones
menos íntimas.
Mi mirada recorrió la habitación y mi corazón se detuvo. No fue
porque el duque se sentó detrás de su escritorio pintado de negro,
con la cabeza pálida inclinada mientras fregaba el papel que tenía en
la mano.
Tampoco fue porque la duquesa estaba a la derecha de su
escritorio, hablando con el comandante Jansen.
Lo que causó la reacción fue el joven de cabello oscuro parado
al lado del Comandante, vestido de negro y con armadura de cuero y
hierro.
Mis labios se separaron cuando mi corazón dio un vuelco hasta
la boca del estómago mientras Tawny se detuvo de repente,
parpadeando rápidamente como si acabara de entrar en la
habitación para encontrar a uno de los dioses. Lentamente, me miró
y las comisuras de sus labios se alzaron. Parecía curioso y divertido,
y estaba segura de que si pudiera ver mi cara, probablemente
parecería que estaba a cinco segundos de salir corriendo de la
habitación.
En ese momento, realmente deseaba haberle hablado a Tawny
sobre Hawke y la Perla Roja.
No podía pensar en otra razón por la cual Hawke estaría aquí
con el Comandante, pero me aferré desesperadamente a la esperanza
de que Vikter se hubiera equivocado y que no tuviera nada que ver
con el reemplazo de Rylan.
Pero, ¿qué otra razón podría haber?
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Un nuevo miedo repentino echó raíces.
¿Y si Hawke hubiera descubierto que era yo en Red Pearl?
Oh mis dioses. Eso parecía improbable, pero ¿Qué Hawke no se
estaba convirtiendo en mi guardia era igual de improbable?
Mi corazón pareció reiniciarse y ahora estaba en una carrera
consigo mismo. El duque levantó la vista de su periódico, su cara fría
y hermosa no me dio ninguna indicación de lo que estaba a punto de
ocurrir.
—Por favor, cierra la puerta, Vikter.
La majestuosa habitación se destacaba con detalles demasiado
vívidos mientras Vikter se movía para obedecer la solicitud.
La cresta real pintada en oro en una pared de mármol blanco
detrás del duque era cegadora, y las paredes desnudas estaban
enmarcadas en contraste con los rieles negros de las sillas que
corrían a lo largo y ancho de la habitación. Solo había una silla
además de la que se sentaba el duque. Era una lujosa silla
acolchada de color crema que la duquesa solía ocupar. Las únicas
otras opciones de asientos eran bancos de piedra caliza pulida
colocados en tres filas ordenadas.
La habitación estaba tan fría como el duque, pero era mucho
mejor que la cámara que solía preferir.
A la que me habían convocado con demasiada frecuencia.
—Gracias. —Teerman asintió con la cabeza a Vikter, con una
sonrisa de labios cerrados mientras bajaba el papel al escritorio. Sus
ojos negros e insondables se movieron hacia donde yo estaba, justo
dentro de la puerta. Su boca se apretó mientras me hacía un gesto
hacia adelante—. Por favor, siéntate, Penellaphe.
Con las piernas extrañamente adormecidas, me obligué a
cruzar la corta distancia, totalmente consciente de la mirada de
Hawke siguiendo cada paso.
Página | 181
No necesitaba mirar para saber que él miraba.
Su mirada siempre era tan intensa.
Me senté en el borde del banco central, cruzando las manos en
mi regazo. Tawny tomó el banco detrás de mí, mientras Vikter se
movía para pararse a mi derecha, así que se interpuso entre el
Comandante y Hawke.
—Espero que te sientas bien, Penellaphe? —dijo la duquesa
mientras se sentaba en la silla al lado del escritorio. Esperando que
solo me aceptaran un simple sí y ninguna pregunta, asentí.
—Me alivia escuchar eso. Me preocupaba que asistir al
Ayuntamiento tan pronto después de tu ataque sería demasiado —
dijo.
Por una vez, estaba más que agradecida por el velo. Porque si
mi cara fuera visible, no habría ocultando cuán ridícula era esa
preocupación.
Me habían magullado. No herido de gravedad o disparado a
través del pecho con una flecha, como le habían hecho a Rylan.
Estaría bien, estaba bien. Rylan nunca estaría bien.
—Lo que sucedió en el jardín es el por qué estamos todos aquí
—asumió el duque, y los músculos a lo largo de mi cuello y espalda
comenzaron a tensarse—. Con la muerte de... —Su ceño se pellizcó
justo cuando la incredulidad giró a través de mí—. ¿Cuál era su
nombre? —le preguntó a la duquesa, cuya frente se arrugó—. ¿El
guardia?
—Rylan Keal, Su Excelencia —respondió Vikter antes de que
soltara su nombre.
El duque chasqueó los dedos. —Ah, sí. Ryan, con la muerte de
Ryan, estás sin un Guardia menos.
Mis manos se cerraron en puños. Rylan. Se llamaba Rylan. No
Ryan Nadie lo corrigió. —Una vez más —agregó el duque después de
Página | 182
una pausa, un leve giro de sus labios formando una burla de
sonrisa—. Dos guardias se perdieron en un año. Espero que esto no
se convierta en un hábito. —Lo dijo como si de alguna manera fuera
mi culpa—. De todos modos, con el próximo Rito, y mientras te
acercas a tu Ascensión, no se puede espera que Vikter sea el único
que te vigile de cerca —continuó Teerman—. Necesitamos reemplazar
a Ryan. —Me mordí el interior de la mejilla—. Lo cual, como estoy
seguro de que te das cuenta ahora, explica que el por qué el
comandante Jansen y el guardia Flynn están aquí. —Podría haber
dejado de respirar—. El guardia Flynn tomará el lugar de Ryan, de
inmediato —dijo el duque, confirmando lo que ya había adivinado en
el momento en que entré en la habitación.
Pero escucharlo decirlo en voz alta era algo completamente
diferente. —Estoy seguro de que esto es sorprendente, ya que es
nuevo en nuestra ciudad y bastante joven para ser un miembro de la
Guardia Real. —Me preguntaba exactamente eso. El duque parecía
que él también lo estaba cuestionando—. Hay varios Guardias Rise
en fila para ser promovidos, y traer a Hawke no es nada
desagradable para ellos. —El duque se recostó, cruzando una pierna
sobre la otra—. Pero el Comandante nos aseguró que Hawke se
adapta mejor a esta tarea.
No podía creer que esto estuviera sucediendo. —El guardia
Flynn puede ser nuevo en la ciudad, pero eso no es una debilidad. Él
es capaz de mirar posibles amenazas con ojos nuevos —dijo el
comandante Jansen, casi repitiendo lo que Vikter había dicho
antes—. Cualquier número de guardias habría pasado por alto el
potencial de una brecha en los Jardines de la Reina. No por falta de
habilidad...
—Debatible —murmuró el duque.
El Comandante continuó sabiamente sin reconocer el
comentario. —Pero porque hay una falsa sensación de seguridad y
complacencia que a menudo viene con estar dentro de una ciudad
durante demasiado tiempo. Hawke no tiene tanta familiaridad.
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—Él también tiene experiencia reciente con los peligros fuera
de Rise —dijo la duquesa, y mi mirada se agudizó en ella—. Tú
Ascensión está a poco menos de un año a partir de ahora, pero
incluso si es convocado antes de lo esperado o en el momento de tu
Ascensión, tener a alguien con ese tipo de experiencia es invaluable.
No tendremos que retirarnos de nuestros cazadores para
asegurarnos de que su viaje a la capital sea lo más seguro posible.
Los Descendentes y el Oscuro no son las únicas cosas a las que
temer, como sabes.
Lo sabía.
Y lo que dijo tenía sentido.
Había menos cazadores y no había muchos guardias
adecuados para viajar fuera de Rise. Los que tenían que sobresalir
en... Asesinar. ¿No era en eso lo que Hawke había dicho que era
realmente bueno?
—La posibilidad de que te llamen a la capital inesperadamente
juega un papel en mi decisión —declaró Jansen—. Planeamos viajes
fuera de Rise con al menos seis meses de anticipación, y podría
existir la posibilidad de que cuando la Reina solicite su presencia en
la capital, y si tenemos que esperar, tendremos que esperar a que
regresen los cazadores. Con Hawke asignado a usted, podríamos, en
su mayor parte, evitar esa situación.
Los dioses me odiaban y eso no fue exactamente sorprendente
teniendo en cuenta que todas las cosas que hacía regularmente que
estaban prohibidas. Tal vez habían estado observando, y este era mi
castigo. Porque, ¿cómo demonios no pensó el Comandante que un
solo Guardia de Rise era más adecuado o calificado? ¿Hawke era tan
bueno?
Entonces mi cabeza se movió sin ninguna orden de mi cerebro.
Miré hacia donde estaba Hawke y encontré su mirada fija en mí.
Un escalofrío me recorrió la espalda. Él inclinó la cabeza en
señal de reconocimiento, y juré que había un tenue destello en sus
Página | 184 ojos ambarinos como si le divirtiera todo esto.
Pero seguramente esa tenía que ser mi paranoia.
—Como miembro del personal de la Guardia Real de la
Doncella, es probable que ocurra una situación en la que la veas
desvelada. —El tono de la duquesa era suave, incluso un poco
comprensivo, y luego me llamó la atención. Sabía lo que ocurriría
ahora. —Puede ser una distracción ver la cara de alguien por
primera vez, especialmente una Elegida, y eso podría interferir con
tu capacidad de protegerla. Por eso los dioses permiten esta
violación.
Por alguna razón, estaba tan atrapada por el miedo a ser
descubierta que había olvidado lo que sucedió cuando Rylan fue
contratado para trabajar con Vikter.
—Comandante Jansen, si quiere, por favor salga —dijo el
duque, y mi amplia mirada se disparó hacia él.
Había una sonrisa en su rostro, totalmente complacida y nada
forzada y quebradiza. Ni siquiera me di cuenta de que el
Comandante se había ido hasta que el clic de la puerta que se cerró
detrás de él me sacudió.
—Estás a punto de ser testigo de lo que solo unos pocos
selectos han visto, una Doncella revelada —anunció Teerman a
Hawke, pero su mirada se centró en mí, hacia donde mis manos
temblaban en mi regazo. Una verdadera sonrisa apareció en su
rostro, me revolvió el estómago—. Penellaphe, por favor, revélate.
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11
Traducido por: VivianaG2509
Corregido por: -Patty
Había un puñado de veces en mi vida donde la realidad se
sentía más como un sueño.
La noche que escuché los gritos de mi madre y los de mi padre
mientras corría era uno de ellos.
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Todo se sentía confuso, como si estuviera otra vez allí, pero
desconectada de alguna manera de mi cuerpo. El asesinato de mis
padres fue mucho más grave y traumático que lo que estaba
sucediendo en este momento. Pero aun así, estaba a punto de ser
descubierta. Y si Hawke le decía al Duque dónde había estado...
Mi boca se secó como si un puño oprimiera profundamente en
mi pecho.
Tal vez había algo de verdad en lo que Vikter había dicho acerca
de que yo quería ser encontrada indigna. Pero incluso si eso fuera
cierto, me gustaría estar lo más lejos posible del Duque si eso
ocurriera.
Hawke no había visto mi rostro completo la noche en el Red
Pearl, pero había visto lo suficiente como para provocar el
reconocimiento. En algún momento, él estaba obligado a saberlo.
Probablemente después de que me escuche hablar. Sin embargo, no
había considerado que ese momento ocurriera aquí delante del
Duque y la Duquesa.
—Penellaphe. —El tono del Duque llevaba un hilo de
advertencia. Me estaba tomando demasiado tiempo—. No tenemos
todo el día.
—Dale un momento, Dorian. —La Duquesa se volvió hacia su
marido—. Sabes por qué ella duda. Tenemos tiempo.
No dudaba por la razón que ellos creían, el Duque sonrió con
tanto gusto. Por supuesto, estaba incómoda dejando al descubierto
mi cara, mis cicatrices frente a Hawke. A decir verdad, esa era la
menor de mis preocupaciones en este momento, pero el Duque
probablemente estaba gritando internamente con una alegría
retorcida.
El hombre me odiaba por completo.
Dorian Teerman fingía que no, que creía que yo era un milagro,
una Elegida, tal como creía su esposa. Pero lo sabía mejor. El tiempo
que pase en su otra oficina demostraba exactamente lo que sentía
Página | 187 por mí.
No estaba segura de qué era lo que odiaba de mí, pero tenía que
haber algo. Hasta donde yo sabía, él era al menos algo decente con
las Damas y los Lores en Wait. ¿Pero yo? No amaba nada más que
descubrir algo que me incomodara, solo para luego explotarlo. Y si
realmente quisiera alegrarle el día, le daría algo por lo que
decepcionarse, una razón para continuar sus lecciones.
Con la cara ardiendo como si estuviera en llamas, por la ira y la
frustración más que por la vergüenza; alcancé los broches a lo largo
de las cadenas en el mismo momento en que Tawny se levantó, casi
desgarrándolas mientras los desenganchaba. El velo se aflojó, y
antes de que este pudiera caer, Tawny agarró los costados y ayudó a
quitarse el tocado.
El aire frío besó mis mejillas y la nuca. Miré fijamente al Duque.
No estaba segura de lo que vio en mi cara, pero su sonrisa se
desvaneció y sus ojos se convirtieron en fragmentos de obsidiana.
Apretó la mandíbula y supe que no debía, pero no pude evitarlo...
Sonreí.
Era solo una indirecta, una sonrisa que probablemente no era
visible para nadie más que para el Duque, pero la vio. Sabía que lo
hizo.
Estaba segura de que lo pagaría más tarde, pero en ese
momento no me importó.
Alguien se movió a mi derecha, terminando mi mirada épica con
el Duque y recordándome que no éramos los únicos dos en la
habitación.
Él no era el único que me miraba.
El lado derecho de mi cara era visible para Hawke, el lado que el
Duque solía decir que era hermoso. El lado que imaginé coincidía
con el de mi madre.
Respirando con dificultad, volví la cabeza hasta enfrentar
Página | 188 completamente a Hawke. Sin perfiles laterales. Sin escondite ni
máscara que cubriera las dos cicatrices. Mi cabello estaba asegurado
en una trenza y luego envuelto en un nudo, por lo que tampoco tenía
cortina. Vio todo lo que había sido descubierto en la Perla Roja y algo
más.
Él vio las cicatrices. Me preparé. Al igual que el Duque sabía que
lo haría, porque en el fondo, si Teerman sabía el por qué o no, la
reacción de Hawke me afectaría.
Eso dolería más de lo que debería.
Pero me condenaría si se lo dejara ver.
Levantando la barbilla, esperé la expresión de sorpresa o
repulsión, o peor aún, lástima. No esperaba nada menos. La belleza
era muy codiciada y adorada, la perfección aún más.
Porque la belleza se consideraba divina.
La mirada dorada de Hawke recorrió mi rostro, su mirada tan
potente que se sintió como una caricia a lo largo de las cicatrices,
mis mejillas y luego mis labios.
Un escalofrío bailó sobre mis hombros cuando sus ojos volvieron
a los míos. Nuestras miradas se encontraron. Sostenidas. El aire
parecía ser absorbido por la habitación, y me sentí sonrojada, como
si hubiera estado sentada al sol durante demasiado tiempo.
No sabía lo que vi cuando le devolví la mirada, pero no había
ninguna impresión grabada en su expresión, ni repulsión, y
especialmente ninguna lástima. Su cara no estaba vacía,
exactamente. Había algo allí, en sus ojos y en la boca, pero no tenía
idea de qué era.
Pero entonces el Duque habló, su tono engañosamente
agradable. —Ella es realmente única, ¿no?
Me puse rígida.
Página | 189
—La mitad de su rostro es una obra maestra —murmuró el
Duque, y mi piel paso a fría y luego a caliente cuando mi estómago
se retorció—. La otra mitad una pesadilla.
Un temblor me recorrió los brazos, pero mantuve la barbilla alta
y resistí el impulso de levantar algo, cualquier cosa y arrojarla a la
cara del Duque.
La Duquesa habló, aunque lo qué dijo, no estaba segura.
La mirada de Hawke permaneció fija en la mía mientras daba un
paso adelante. —Ambas mitades son tan hermosas como ella.
Mis labios se separaron en una inhalación aguda. Ni siquiera
podía mirar para ver cuál era la reacción del Duque, aunque estaba
segura de que no era nada menos que cataclísmica.
Hawke puso una mano sobre la empuñadura de su espada
ancha y se inclinó ligeramente, su mirada nunca dejando la mía.
—Con mi espada y con mi vida, prometo mantenerte a salvo,
Penellaphe —dijo con voz profunda y suave, recordándome el rico y
decadente chocolate—. Desde este momento hasta el último, soy
tuyo.
Cerrando la puerta de mi habitación detrás de mí, me apoyé
contra ella y exhalé irregularmente. Había dicho mi nombre cuando
hizo su voto como mi guardia. No por lo que yo era, sino por quién
era, y eso fue...
Esa no era la forma en que se suponía que debía ser.
Con mi espada y con mi vida, prometo mantenerte a salvo,
Doncella, la Elegida. Desde este momento, hasta el último, soy tuyo.
Página | 190
Así fue como Vikter había jurado, al igual que Hannes y luego
Rylan.
¿No había informado el comandante a Hawke de las palabras
correctas? No podía imaginar que lo olvidara. La mirada en la cara
del Duque una vez que Hawke se enderezó podría haber prendido
fuego a la hierba mojada.
Tawny se giró para mirarme, el vestido azul pálido que llevaba
se balanceaba alrededor de sus pies. —Hawke Flynn es tu guardia,
Poppy.
—Lo sé.
—¡Poppy —repitió mi nombre, prácticamente gritándolo—. ¡Ese!
—señaló a la sala—, es tu guardia.
Mi corazón se derrumbó sobre sí mismo. —Mantén tu voz baja. —Me
aparté de la puerta y tomé su mano, llevándola más adentro de la
habitación—. Probablemente esté parado afuera
—Como tú guardia personal —declaró por tercera vez.
—Lo sé. —El corazón golpeando, la atraje hacia la ventana.
—Y sé que esto va a sonar terrible, pero tengo que decirlo. No
puedo contenerlo. —Sus ojos estaban muy abiertos por la emoción—.
Es una gran mejora.
—Tawny —repliqué, deslizando mi mano libre de la de ella.
—Lo sé. Reconozco que fue terrible, pero tenía que decirlo. —
Presionó su mano contra su pecho mientras miraba hacia la
puerta—. Es bastante... emocionante a la vista.
En efecto.
—Y está claramente interesado en ascender en las filas.
Sus cejas se fruncieron cuando se volvió hacia mí. —¿Por qué
dirías eso?
Página | 191
La miré, preguntándome si había prestado atención a lo que
había dicho el Duque. —¿Alguna vez has oído hablar de un Guardia
Real tan joven?
La nariz de Tawny se arrugó.
—No. No lo haces. Eso es que él entabló una amistad con el
Comandante de la Guardia Real —señalé con el corazón palpitante—.
No puedo creer que no hubiera otro Guardia Real tan calificado.
Abrió la boca, la cerró y luego entrecerró los ojos. —Estás
teniendo una reacción muy extraña e inesperada.
Me crucé de brazos. —No sé a qué te refieres.
—¿No lo haces? Lo has visto entrenar en el patio…
—¡No lo hago! —Totalmente me tuvo con eso.
Tawny ladeó la cabeza hacia un lado. —Estuve contigo en más
de una ocasión mientras observabas a los guardias entrenar desde el
balcón y no observabas a ningún guardia. Lo estabas mirando a él.
Cerré la boca de golpe.
—Pareces casi enfadada porque él sea nombrado tu guardia, y a
menos que haya algo que no me hayas dicho, entonces no tengo idea
de por qué.
Había muchas cosas que no le había dicho.
La sospecha en su mirada creció mientras me estudiaba. —
¿Qué no me has dicho? ¿Te ha dicho algo antes?
—¿Cuándo habría tenido la oportunidad de que él me hablara?
—pregunté débilmente.
—Por mucho que te deslices por este castillo, estoy segura de
que hay muchas cosas que escuchas que en realidad no requieren
que hables con alguien —señaló y luego dio un paso adelante. Su voz
bajó—. ¿Lo escuchaste decir algo malo?
Sacudí mi cabeza.
Página | 192
—Poppy…
Lo último que quería era que pensara que Hawke había hecho
algo mal. Por eso solté lo que hice. O tal vez fue porque tenía que
decir algo. —Lo besé.
Sus labios se separaron. —¿Qué?
—O él me beso —corregí—. Bueno, nos besamos. Hubo un beso
mutuo…
—¡Lo entiendo! —ella chilló y luego respiró profundamente—.
¿Cuándo pasó esto? ¿Cómo pasó esto? ¿Y por qué acabo de
enterarme de esto?
Me dejé caer en una de las sillas con respaldo de ala junto a la
chimenea. —Fue... fue la noche que fui a la Perla Roja.
—Lo sabía. —Tawny pisoteó su zapatilla—. Sabía que algo más
había sucedido. Actuabas demasiado rara, demasiado preocupada
por estar en problemas. Oh! Quiero arrojarte algo. No puedo creer
que no hayas dicho nada. Estaría gritando esto desde lo alto del
castillo.
—Tú lo estarías gritando porque podrías. No te pasaría nada.
¿Pero a mí?
—Lo sé. Lo sé. Está prohibido y todo eso. —Se apresuró hacia la
otra silla y se sentó, inclinándose hacia mí—. Pero soy tu amiga. Se
supone que debes decirles a tus amigos este tipo de cosas.
Amiga.
Tenía tantas ganas de creer que lo éramos, que lo seríamos si
ella no estuviera unida a mí. —Lamento no haber dicho nada. Es
solo que... he hecho muchas cosas que no debería hacer, pero esto...
esto es diferente. Pensé que, si no decía nada, podría, no sé...
Página | 193
—¿Desaparecer? ¿Que los dioses no lo sabrían? —Tawny
sacudió la cabeza—. Si los dioses lo supieran ahora, ellos lo sabrían
entonces, Poppy.
—Lo sé —susurré, sintiéndome terrible, pero no podía decirle por
qué me lo había guardado. No quería lastimarla, y sentí que esto lo
haría. No necesitaría mi toque para saber eso.
—Te perdonaré por no decirme si me cuentas lo que sucedió
con detalles muy, muy gráficos —dijo.
Esbocé una sonrisa, y luego hice exactamente eso. Bueno, casi
eso. Mientras lentamente desabrochaba mi velo y lo cubría con mi
regazo, le conté cómo había llegado a estar en la habitación con él y
cómo él pensó que yo era Britta. Le dije cómo él se ofreció a hacer lo
que yo quisiera antes de que se diera cuenta de que no era ella, y
que me había pedido que esperara a que volviera. Pero no le dije
cómo me había besado en otra parte.
Tawny me miró con más asombro que incluso Agnes cuando se
dio cuenta de que yo era la Doncella. —Oh, mis dioses, Poppy.
Asentí lentamente.
—Ojalá te hubieras quedado.
—Tawny. —suspiré.
—¿Qué? No puedes decir que no deseabas haberte quedado.
Solo un poquito.
No podría decir eso.
—Apuesto a que ya no serías una Doncella si lo hubieras hecho.
—¡Tawny!
—¿Qué? —Ella rió—. Estoy bromeando, pero apuesto a que
apenas serías una Doncella. Dime, ¿lo… disfrutaste? ¿Los besos?
Me mordí el labio, casi deseando poder mentir. —Sí. Lo hice.
—Entonces, ¿por qué estás tan molesta que él sea tu guardia?
—¿Por qué? Tus
Página | 194 pensamiento racional.
hormonas
deben
estar
nublando
tu
—Mis hormonas siempre están nublando mi pensamiento
racional, muchas gracias.
Resoplé. —Me va a reconocer. Tiene que hacerlo una vez que me
oiga hablar, ¿verdad?
—Lo imagino.
—¿Qué si va al Duque y le dice que yo estaba en la Perla Roja?
¿Que yo... permití que me besara? —Y hacer más, pero en este
punto, los besos serían lo suficientemente malos—. Tiene que ser
uno de los guardias reales más jóvenes, si no el más joven. Está
claro que está interesado en avanzar, y qué mejor manera de
asegurarlo que ganar el favor del Duque. ¡Sabes cómo son tratados
sus guardias o personal favorito! Prácticamente son tratados mejor
que los de la corte.
—No creo que tenga interés en ganar el favor de Su Gracia —
argumentó—. Dijo que eras hermosa.
—Estoy segura de que solo estaba siendo amable.
Ella me miró como si hubiera admitido estar comiendo el pelo de
perro. —Primero, eres hermosa. Tú lo sabes…
—No dije eso para pescar cumplidos.
—Lo sé, pero sentí la abrumadora necesidad de recordarte eso.
—Ella me dio una sonrisa rápida y amplia—. Él no tuvo que decir
nada en respuesta a que el Duque estaba siendo un imbécil general.
Mis labios se torcieron.
—Podría haberlo ignorado y continuar con el juramento de la
Guardia Real, que, por cierto, hizo sonar como... sexo.
—Sí —admití, pensando que no me habría dado cuenta antes de
la noche en la Perla Roja—. Sí, lo hizo.
—Casi necesitaba abanicarme, para que lo sepas. Pero
Página | 195 volvamos a la parte más importante de este desarrollo. ¿Crees que ya
te ha reconocido?
—No lo sé. —Dejé caer mi cabeza contra el asiento—. Llevaba
una máscara esa noche, y él no me la quitó, pero creo que
reconocería a alguien dentro o fuera de una máscara.
Ella asintió. —Me gustaría pensar que
definitivamente espero que lo haga un Guardia Real.
lo
haría,
y
—Entonces eso significa que eligió no decir nada. —Él no había
dicho nada ya que tanto Vikter como él nos habían acompañado a
mis habitaciones—. Aunque, él podría no haberme reconocido.
Estaba tenuemente iluminado en esa habitación.
—Si no lo hizo, entonces imagino que lo hará cuando hables,
como dijiste. No es como si pudieras estar completamente en silencio
cada vez que estás cerca de él —afirmó—. Eso sería sospechoso.
—Obviamente.
—Y extraño.
—De acuerdo. —Jugué con las cadenas en el velo—. No lo sé. O
no lo hizo, o lo hizo y decidió no decir nada. Tal vez está planeando
enloquecer mi cabeza o algo así.
Sus cejas se cerraron
increíblemente suspicaz.
de
golpe.
—Eres
una
persona
Empecé a negar eso, pero me di cuenta de que no podía.
Sabiamente me moví. —Probablemente no me reconoció. — Una
extraña mezcla de alivio y decepción se mezcló con una emoción de
anticipación—. ¿Sabes qué?
—¿Qué?
—No sé si estoy aliviada o decepcionada de que no me haya
reconocido. O si estoy emocionada de que lo haya hecho. —
Sacudiendo mi cabeza, me reí—. Simplemente no lo sé, pero no
importa. Lo que... lo que pasó entre nosotros fue solo una vez. Era
solo esta... cosa. No puede volver a suceder.
Página | 196
—Claro —murmuró ella.
—No es que esté pensando que él quiera volver a hacer nada de
eso, especialmente ahora que sabe que soy yo. Si es que lo hace.
—UH Huh.
—Pero lo que estoy tratando de decir es que ni siquiera es algo
para considerar. Lo que él hace con el conocimiento es lo único que
importa —terminé asintiendo.
Tawny parecía estar a segundos de aplaudir. —¿Sabes lo que
pienso?
—Tengo miedo de escucharlo.
Sus ojos marrones brillaron. —Las cosas están a punto de
volverse mucho más emocionantes por aquí.
12
Traducido por: VivianaG2509
Corregido por: -Patty
Temprano en la tarde, al día siguiente, me senté en el espacioso
y soleado atrio con Tawny y no una sino dos Damas en espera,
preguntándome cómo había terminado en esta situación.
Mis viajes fuera de mis habitaciones siempre eran oportunos,
Página | 197 especialmente cuando llegaba al atrio, por lo que nadie más que yo
estaría en la habitación. Cuando llegué hace unos treinta minutos,
estaba vacío, como siempre.
Eso había cambiado a los pocos minutos de sentarme y comer
los pequeños bocadillos que Tawny había confiscado de otra
habitación. Loren y Dafina habían llegado, y mientras yo estaba
sentada como había sido preparada para hacer, las manos unidas
ligeramente en mi regazo, los tobillos cruzados y los pies metidos
detrás del dobladillo de marfil de mi vestido; no debería estar en la
habitación.
No mientras las Damas en Wait estaban presentes, ya que se
habían sentado en la mesa donde Tawny y yo nos habíamos sentado.
La situación podría interpretarse fácilmente mientras yo
interactuaba con ellas, que era una de las muchas cosas
expresamente prohibidas por los Sacerdotes y Sacerdotisas. La
interacción era, en sus palabras, demasiado familiar.
Sin embargo, no estaba interactuando. Me imaginé que era la
imagen de una serenidad bien educada. O podría confundirme
fácilmente con una de las estatuas de las Doncellas veladas. Puedo
parecer tranquila por fuera, pero internamente, no era más que una
exhausta, agotada bola de nervios. Parte de esto tenía que ver con la
falta de un sueño reparador la noche anterior, bueno, para ser
honesta, durante los últimos días. También se debió en parte al
hecho de que sabía que iba a ser culpada por la presencia de Dafina
y Loren. Ni siquiera sabía si me permitían estar en el atrio. Nunca
había sido un problema antes, y nadie me había hablado de eso. Sin
embargo, nadie más que un sirviente o guardia perdido se había
presentado en el atrio mientras yo había estado aquí antes. Sin
embargo, no fueron las únicas razones por las que era un desastre
de energía ansiosa e inquieta.
La causa principal se encontraba en el rincón diagonalmente
opuesto desde donde me sentaba, con la mano apoyada en la
empuñadura de su espada, los ojos de color ámbar constantemente
alertas.
Página | 198
Hawke.
Era extraño mirar y verlo allí parado. Y no era solo porque
generalmente era Rylan quien vigilaba los almuerzos de la tarde,
cuando Tawny y yo, visitábamos el atrio.
Era lo diferente que era con Hawke estar aquí. Normalmente,
Rylan había mirado hacia el jardín o había pasado la mayor parte del
tiempo hablando con uno de los otros Guardias Reales que estaban
cerca mientras él se demoraba justo dentro de la entrada. No Hawke.
Encontró la única área en la habitación donde tenía una vista de
todo el espacio brillantemente iluminado y los jardines fuera del
atrio.
Afortunadamente, las ventanas no daban a las rosas.
Desafortunadamente, a menudo me encontraba mirando la
fuente de la Doncella velada.
En solo un día, se había vuelto casi dolorosamente evidente
cuán laxo se había vuelto Rylan en términos de seguridad. Por
supuesto, no había ocurrido un intento antes, pero se había
suavizado. Odiaba incluso reconocer eso. Se sintió como una traición
hacerlo, pero eso no fue lo único que hizo que este desayuno tardío
fuera tan diferente de los anteriores.
Otra cosa que lo hizo tan diferente fue la aparición de las dos
Damas en Wait. Sospeché que esta era la primera vez que habían
estado en el atrio desde que llegaron al castillo de Teerman después
de sus Ritos.
Dafina, la segunda hija de un rico comerciante, agitó un abanico
plegable de seda color lila como si intentara acabar con la vida de un
insecto que solo ella podía ver. Mientras el sol de la mañana entraba
por las ventanas, el atrio todavía estaba fresco, y dudaba que Dafina
se hubiera sobrecalentado entre comer bocadillos de pepino y tomar
té.
A su lado, Loren, la segunda hija de un comerciante exitoso,
había renunciado a coser los diminutos cristales en su máscara que
se usaría durante el próximo Rito, y se había comprometido
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totalmente a observar cada movimiento hecho por el Guardia Real de
cabello oscuro. Estaba segura de que ella sabía cuántas
respiraciones tomó Hawke en un minuto.
En el fondo, sabía por qué no me había levantado y salía de la
habitación como se suponía que debía hacerlo, como sabía que
Tawny esperaba que lo hiciera. Comprendí por qué estaba tan
dispuesta a arriesgarme a ser censurada por simplemente sentarme
y ocuparme de mi propio negocio.
Estaba cautivada por las travesuras de las dos Damas en Wait.
Loren ya había hecho varias cosas para llamar la atención de
Hawke. Había dejado caer su bolsa de cristales, que Hawke la había
ayudado valientemente a recuperar; mientras pretendía estar absorta
con un pájaro de alas azules saltando a lo largo de las ramas de un
árbol cerca de las ventanas. Eso había provocado que Dafina fingiera
un desmayo, debido a qué, no tenía idea. De alguna manera, el
escote de su vestido azul se había deslizado tanto que me pregunté
cómo ella se las arregló para no caerse.
No podría caerme de mi vestido si estuviera en llamas.
Mi vestido tenía mangas sueltas, cuentas pequeñas y un corpiño
que casi llegaba a mi cuello. El material era demasiado delgado y
delicado para que pudiera envainar la daga en mi muslo. Tan pronto
como pudiera cambiarme a otra cosa, la hoja volvería a donde
pertenecía.
Como caballero, Hawke había acompañado a Dafina a la
tumbona y le había traído un vaso de agua de menta. Para no
quedarse atrás, Loren se desmayó de un dolor de cabeza repentino e
inexplicable del que se había recuperado rápidamente una vez que
Hawke había blandido una sonrisa, la que mostraba el hoyuelo en su
mejilla derecha.
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No hubo dolor de cabeza, como tampoco hubo desmayo. Abrí
mis sentidos por curiosidad y no sentí dolor ni angustia por parte de
ninguna de ellos, excepto un hilo de tristeza. Pensé que podría
deberse a la muerte de Malessa, aunque ninguna hablaba de ella.
—¿Sabes lo que escuché? —Dafina chasqueó su abanico
mientras arrastraba los dientes sobre su labio inferior, mirando
hacia Hawke—. Alguien… —ella dijo la palabra y luego bajó la voz—,
ha sido un visitante bastante frecuente de una de esas... —Su
mirada se dirigió a mí—. Una de esas guaridas de la ciudad.
—¿Guaridas? —preguntó Tawny, dejando de fingir que no
estaban allí. No es que pueda culparla. Ella era amiga de ellas, y
aunque las Damas en Wait estaban conscientes de que
probablemente no deberían estar sentadas conmigo, Tawny parecía
tan entretenida como yo por sus payasadas.
Dafina le dirigió una mirada significativa. —Ya sabes el tipo,
donde hombres y mujeres suelen ir a jugar a las cartas y otros
juegos.
Las cejas de Tawny se levantaron. —¿Estás hablando de la
Perla Roja?
—Estaba tratando de ser discreta. —suspiró Dafina y su mirada
se dirigió rápidamente hacia mí—. Pero sí.
Casi me reí del intento de Dafina de protegerme del
conocimiento de ese lugar. Me preguntaba qué haría si supiera que
había estado allí.
—¿Y qué has oído que se hace en un lugar así? —Tawny me
empujó con el pie debajo de la mesa—. Me imagino que él está allí
para jugar a las cartas, ¿verdad? ¿O tú...? —Presionando una mano
sobre su pecho, se dejó caer en su silla y suspiró. Un rizo se liberó
del elaborado giro que intentaba y fallaba en contener su cabello—.
¿O tú crees que se dedica a otros... juegos más ilícitos?
Tawny sabía exactamente lo que Hawke hizo en la Perla Roja.
Quería patearla... como una Doncella, por supuesto.
—Estoy segura de que jugar a las cartas no es todo lo que hace.
—Loren arqueó una ceja mientras presionaba su abanico amarillo y
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rojo contra el azul profundo de su vestido. El contraste del abanico y
el vestido era... atroz y también interesante. Mi mirada bajó a su
máscara. Cristales de todos los colores ya estaban cosidos en el
material. Estaba segura de que parecería que un arco iris había
vomitado en su rostro una vez que terminara—. Si eso es todo lo que
hace, sería una... decepción.
—Me imagino que hace lo que todos hacen cuando van allí —
dijo Tawny, el humor goteaba como el jarabe de sus palabras—.
Encuentra a alguien con quien pasar... tiempo de calidad. —Su
mirada traviesa se deslizó hacia la mía.
Iba a reemplazar los azúcares que a Tawny le encantaba verter
en su café con sal gruesa.
Ella sabía que no intervendría, que no podía. No se me permitía
hablar con las Damas, y todavía no había hablado con Hawke o
alrededor de él. Y aparte de Hawke preguntando si deseaba hacer
algo después de la cena de anoche, a lo que había negado con la
cabeza, tampoco me había hablado.
Como antes, no estaba segura si estaba aliviada o decepcionada.
—No deberías sugerir tales cosas en la compañía actual —
sugirió Dafina.
Tawny se atragantó con el té y, tras el velo, rodé los ojos.
—Me imagino que si la señorita Willa estuviera viva hoy, lo
habría atrapado en su red —dijo Loren, y mi interés se despertó.
¿Estaba hablando ella de la Willa Colyns?—. Y luego escribiría sobre
él en su diario.
Ella lo haría.
La señorita Willa Colyns era una mujer que había vivido en
Masadonia hace unos doscientos años. Aparentemente había tenido
una vida amorosa muy... activa. La señorita Colyns había detallado
sus asuntos bastante escandalosos de manera bastante explícita en
su diario, y había sido archivada en el ateneo de la ciudad como una
especie de relato histórico. Tomé una nota mental para pedirle a
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Tawny que recuperara ese diario por mí.
—Escuché que ella solo escribió sobre sus más hábiles...
compañeros —susurró Dafina con una risita—. Así que, si él llegó a
esas páginas, ya sabes lo que eso significa.
Sabía lo que eso significaba.
Por su culpa.
Mi mirada se desvió hacia donde estaba Hawke. Los pantalones
negros y la túnica se moldearon en su cuerpo como una segunda
piel, y no podía culpar a Dafina o Loren por cómo sus miradas
parecían encontrar su camino de regreso a él cada dos minutos. Era
alto, con músculos magros, y la espada enfundada en su cintura,
junto con la que estaba a su lado, decía que estaba preparado para
algo más que desmayarse. El manto blanco de la Guardia Real era
una nueva adición, que cubría la parte posterior de sus hombros.
Pero también llenó el aire con cierto tipo de tensión no
cuantificable, como si la habitación estuviera electrificada.
Cualquiera a su alrededor tenía que ser consciente de eso.
Mi mirada se movió sobre su pecho, y el recuerdo de lo duro
que se había sentido, incluso sin la armadura, envió calor a mis
mejillas. Una pesadez recién familiar se instaló en mi pecho,
haciendo que la seda de mi vestido se sintiera gruesa contra mi piel
repentinamente sensible y enrojecida.
Quizás uno de esos estúpidos aficionados sería útil.
Tragando un gemido, quería golpearme en la cara. Pero como
esa no era exactamente una opción, tomé un sorbo de mi té,
tratando de aliviar la inexplicable sequedad en mi garganta, y me
concentré en Dafina y Loren una vez más. Hablaban del Rito, su
emoción era un zumbido embriagador. La celebración estaba a solo
una semana de distancia, en la noche de Harvest Moon.
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Su entusiasmo era contagioso. Siendo mi primer Rito, estaría
allí, enmascarada y no en blanco. La mayoría no tendría idea de que
yo era la Doncella. Bueno, los dos guardias que estaban seguros de
estar conmigo en todo momento probablemente me delatarían a
aquellos que estaban prestando atención. Aun así, una emoción de
incertidumbre cargada de anticipación se elevó a través de mí,
mientras mi mirada lentamente regresaba a Hawke.
Se me revolvió el estómago.
Si me viera en la máscara, ¿sabría que fui yo quien estuvo en la
habitación con él? ¿Importaría eso? En el momento del Rito, él
tendría que saber que yo era la misma, ¿no? Si no se hubiera dado
cuenta ya.
Estaba de pie con los pies separados al ancho de los hombros,
su mirada en nuestro pequeño grupo. La luz del sol casi parecía
atraída hacia él, acariciando sus pómulos y cejas como un amante.
Su perfil era perfecto, la línea de su mandíbula tan cincelada como
las estatuas que adornaban el jardín y el vestíbulo del castillo.
—Sabes que tiene que significar que él está cerca —decía
Loren—. Príncipe Casteel.
Mi cabeza giró en su dirección en estado de shock. No tenía
idea de qué estaba hablando o cómo había surgido el tema, pero no
podía creer que en realidad hubiera dicho su nombre en voz alta. Mis
labios se separaron. Nadie más que los Descenters se atreverían a
pronunciar su nombre real, y dudaba que alguno de ellos lo dijera en
el castillo. Era traicionero llamarlo un príncipe. Él era el Oscuro.
Dafina frunció el ceño. —Debido a ell... —Ella me miró con el
ceño fruncido—. ¿Por el ataque?
Fue solo entonces que me di cuenta de que debían haber estado
hablando sobre el intento de secuestro mientras yo había estado...
Bueno, mientras yo había estado haciendo exactamente lo que
habían estado haciendo antes, mirar y pensar en Hawke.
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—Aparte de eso. —Loren volvió a enhebrar un cristal rojo sangre
en su máscara—. Escuché a Britta decir eso esta mañana.
—¿La criada? —resopló Dafina.
—Sí, la criada. —La Dama de cabello oscuro de Wait levantó la
barbilla—. Ellas lo saben todo.
Dafina rio. —¿Todo?
Ella asintió mientras bajaba la voz. —La gente habla de
cualquier cosa frente a ellas. No importa cuán íntimo o privado. Es
casi como si fueran fantasmas en una habitación. No hay nada que
no escuchen.
Loren tenía un punto. Lo había visto yo misma con la Duquesa
y el Duque.
—¿Qué dijo Britta? —Tawny colocó su taza sobre la mesa.
Los ojos oscuros de Loren miraron hacia mí y luego volvieron a
Tawny. —Ella dijo que el Príncipe Casteel había sido visto en Three
Rivers. Que fue él quien inició el incendio que le quitó la vida al
Duque Everton.
—¿Cómo podría alguien afirmar eso? —exigió Tawny—. Nadie
que haya visto al Oscuro hablaría de su aspecto o vivió lo suficiente
como para dar una descripción de él.
—No sé sobre eso —argumentó Dafina—. Escuché de Ramsey
que es calvo y tiene orejas puntiagudas y está pálido, como... ya
sabes qué.
Resistí el impulso de resoplar. Los Atlanticos se parecían a
nosotros.
—Ramsey? ¿Uno de los mayordomos de Su Gracia? —Tawny
arqueó una ceja—. Debería haber dicho mentiras, ¿cómo podría
alguien creíble afirmar eso?
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—Britta afirma que los pocos que han visto al Príncipe Casteel
dicen que en realidad es bastante guapo —agregó Loren.
—¿Oh enserio? —reflexionó Dafina.
Loren asintió mientras anudaba el cristal a su máscara. —Ella
dijo que así fue como obtuvo acceso a la Mansión Goldcrest. —Su voz
bajó—. Esa Duquesa Everton desarrolló una relación de naturaleza
física con él sin darse cuenta de quién era, y así fue como pudo
moverse libremente por la mansión.
Britta seguramente habló mucho, ¿no?
—Casi todo lo que dice resulta ser cierto. —Loren se encogió de
hombros mientras trabajaba un cristal verde esmeralda junto al
rojo—. Entonces, ella podría tener razón sobre el Príncipe Casteel.
—Realmente deberías dejar de decir ese nombre —aconsejó
Tawny—. Si alguien te escucha, serás enviada a los Templos más
rápido de lo que puedes decir `lo sabía mejor´.
La risa de Loren fue ligera. —No estoy preocupada. No soy tan
tonta como para decir cosas en las que pueda ser escuchada, y dudo
que alguien presente diga algo. —Su mirada se dirigió a mí, breve,
pero lo sabía. Ella sabía que no podía decir una palabra porque
tendría que explicar cómo era parte de la conversación.
Lo cual, para que conste, no lo haría.
Solo estaba sentada aquí.
—¿Qué... qué pasa si él realmente estaba aquí? —Loren se
estremeció delicadamente—. ¿En la ciudad ahora? ¿Y si así fue como
obtuvo acceso al castillo de Teerman? —Sus ojos se iluminaron—. Se
hizo amigo de alguien aquí o quizás de la pobre Malessa.
—No suenas tan preocupada por la perspectiva. —Tawny recogió
su taza—. Para ser franca, suenas emocionada.
—¿Emocionada? No. ¿Intrigada? Posiblemente. —Bajó la
máscara a su regazo, suspirando—. Algunos días son tan
terriblemente aburridos.
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La sorpresa de su declaración me hizo olvidar quién era y dónde
estaba. Todo lo que pude hacer fue mantener la voz baja cuando
hablé. —Entonces, ¿una buena vieja rebelión puede animar las cosas
para ti? ¿Los hombres muertos, las mujeres y los niños son una
fuente de entretenimiento?
La sorpresa apareció en los rostros de ella y de Dafina.
Probablemente fue la primera vez que me escuchaba hablar.
Loren tragó saliva. —Supongo que yo... pude haber hablado
mal, Doncella. Me disculpo.
No dije nada.
—Por favor ignoren a Loren —suplicó Dafina—. A veces, ella
habla sin pensar y no quiere decir nada con eso.
Loren asintió enfáticamente, pero no dudé de que ella hubiera
querido decir exactamente lo que dijo. Una rebelión rompería la
monotonía de su día, y no había pensado en las vidas afectadas o
perdidas porque simplemente no le había importado.
Sucedió entonces, una vez más sin previo aviso, haciendo que
mi cuerpo se sacudiera hacia adelante y mi columna vertebral se
pusiera rígida. Mi don se extendió por sí solo, y antes de darme
cuenta de lo que estaba sucediendo, ese vínculo invisible se formó
entre Loren y yo. Una sensación llegó a través de la conexión, una
mezcla que me recordó el aire fresco en un día cálido y luego algo
ácido como el melón amargo. Me concentré en las sensaciones
mientras mi corazón latía contra mis costillas. Ellas se sintieron
como... emoción y miedo, cuando Loren me miró como si quisiera
decir algo adicional.
Pero eso no podría ser lo que estaba captando de Loren. No
tenía ningún sentido. Esas emociones tenían que venir de mí y, de
alguna manera, influir en mi don.
Dafina agarró el brazo de su amiga. —Ven, deberíamos estar en
camino.
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Sin muchas opciones, Loren fue sacada de su asiento y
rápidamente escoltada fuera de la habitación con Dafina susurrando
en su oído.
—Creo que las asustaste —dijo Tawny.
Levantando una mano temblorosa, tomé un sorbo rápido de la
bebida de limón dulce. No tenía idea de lo que acababa de pasar.
—Poppy. —Tawny me tocó el brazo ligeramente—. ¿Estás bien?
Asentí mientras colocaba cuidadosamente la taza. —Sí, solo
estoy... —¿Cómo podría explicarlo? Tawny no sabía sobre el don,
pero incluso si lo supiera, no estaba segura de haberlo dicho con
palabras, o de que algo realmente hubiera sucedido.
La miré y abrí mis sentidos. Como al principio con Dafina y
Loren, todo lo que sentí fue una punzada de tristeza. Sin dolor
profundo ni nada que no debería sentir.
Mi corazón se desaceleró y mi cuerpo se relajó. Me recosté,
preguntándome si era solo el estrés lo que hacía que mi don se
comportara tan extrañamente.
Tawny me miró fijamente, la preocupación arrastrándose en su
expresión.
—Estoy bien —le dije, manteniendo la voz baja—. No puedo
creer lo que dijo Loren.
—Yo tampoco, pero ella siempre ha sido... divertida con las
cosas más morbosas. Como dijo Dafina, no quiere decir nada con
eso.
Asentí, pensando que si ella quería decir algo con eso no
importaba exactamente. Tomé otro sorbo de la bebida, aliviada al
descubrir que mi mano no temblaba. Sintiéndome mucho más
normal, atribuí la rareza al estrés y la falta de sueño. Mis
pensamientos volvieron al Oscuro. Él podría estar detrás de los
ataques y muy bien podría estar detrás de mí, pero nada de eso
significaba que estuviera realmente dentro de la ciudad. Sin
embargo, si él fuera...
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La inquietud me atravesó mientras pensaba en la Mansión
Goldcrest. No era imposible que sucediera algo así aquí,
especialmente teniendo en cuenta que un Atlántico y un Descenter
ya se habían infiltrado en los terrenos del castillo.
—¿Qué vas a hacer? —susurró Tawny.
—¿Sobre el Oscuro posiblemente en la ciudad? —Le respondí
confundida.
—¿Qué? No. —Ella me apretó el brazo—. Sobre él.
—¿Él? —Miré a Hawke.
—Sí. Él. —Suspirando, soltó mi brazo—. A menos que haya otro
chico con el que te hayas besado mientras tu identidad estaba
oculta.
—Sí. Hay muchos. Tienen un club actual —respondí secamente,
y ella puso los ojos en blanco—. No hay nada que yo pueda hacer.
—¿Has hablado con él? —Se tocó la barbilla y lo miró.
—No.
Ella inclinó la cabeza. —Te das cuenta de que tendrás que
hablar delante de él en algún momento.
—Estoy hablando en este momento —señalé, a pesar de que
sabía que eso no era lo que ella había querido decir.
Sus ojos se entrecerraron. —Estás susurrando, Poppy. Yo
apenas puedo escucharte.
—Puedes oírme bien —le dije.
Parecía que quería patearme debajo de la mesa otra vez.
—No tengo idea de cómo no lo has enfrentado todavía. Entiendo
los riesgos involucrados, pero tendría que saber si él me reconoció. Y
si lo hizo, ¿por qué no ha dicho nada?
—No es que no quiera saber. —Miré a Hawke—. Pero hay…
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Me puse rígida cuando la mirada de Hawke se conectó con la
mía y la sostuve. Me estaba mirando directamente, y aunque sabía
que no podía ver mis ojos, todavía sentía que podía. No había forma
de que pudiera oírnos a Tawny y a mí, no desde donde estaba parado
y con la voz tan silenciosa como yo estaba hablando, pero su mirada
era penetrante como si pudiera ver no solo a través de mí, sino
también dentro de mí.
Traté de eliminar la sensación, pero cuanto más tiempo sostenía
mi mirada, más aumentaba la sensación. Debían ser sus ojos y su
color. Un extraño y sorprendente tono dorado. Uno podría imaginar
todo tipo de cosas mientras mira esos ojos.
Rompió el contacto visual, girando hacia la entrada. Mi aliento
me dejó en una exhalación irregular, mi corazón latía como si
estuviera corriendo por el Rise una vez más.
—Eso fue... intenso —murmuró Tawny.
Parpadeé, sacudiendo la cabeza mientras me giraba hacia ella.
—¿Qué?
—Eso. —Sus cejas estaban levantadas—. Tú y Hawke mirándose
el uno al otro. Y no, no puedo ver tus ojos, pero sé que ustedes dos
estaban involucrados en algo bastante acalorado.
Podía sentir el calor en mis mejillas. —Él solo está haciendo su
trabajo, y yo... acabo de perder la noción de lo que estaba diciendo.
Tawny levantó la ceja. —¿Es eso así?
—Por supuesto. —Alisé mis manos sobre el regazo de mi vestido.
—Entonces, solo se estaba asegurando de que sigas viva y…
—¿Respirando? —sugirió Hawke, sorprendiéndonos a las dos.
Se encontraba a un pie de donde estábamos sentados, moviéndose
con el sigilo de un guardia entrenado y el silencio de un fantasma—.
Como soy responsable de mantenerla viva, asegurarme de que
respire sería una prioridad.
Mis hombros se tensaron. ¿Cuánto había escuchado?
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Tawny hizo un pobre intento de sofocar su risita con una
servilleta. —Me alivia escuchar eso.
—Si no, sería negligente en mi deber, ¿no?
—Ah, sí, tu deber. —Ella bajó la servilleta—. Entre proteger a
Poppy con tu vida y extremidades y recoger cristales derramados,
estás muy ocupado.
—No se olvide de llevar a las damas débiles en Wait a la silla
más cercana antes de que se desmayen —sugirió. Esos ojos extraños
e hipnotizantes brillaron con un toque de travesura, y yo estaba...
tan paralizada con él como lo habían estado las Damas en Wait. Este
era el Hawke que había conocido en la Perla Roja. Un pozo de dolor
escondido detrás de una personalidad encantadora y burlona—. Soy
un hombre de muchos talentos.
—Estoy segura de que sí —respondió Tawny con una sonrisa
mientras luchaba contra el impulso de alcanzar mis sentidos.
Su mirada se dirigió hacia ella y apareció el hoyuelo en su mejilla
derecha. —Tu fe en mis habilidades calienta mi corazón —dijo,
mirando hacia mí—. ¿Poppy?
Mis ojos se abrieron detrás del velo mientras cerraba mi boca.
Tawny suspiró. —Es su apodo. Solo sus amigos la llaman así. Y
su hermano.
—Ah, ¿el que vive en la capital? —preguntó, todavía mirándome.
Asentí.
—Poppy —repitió de una manera que lo hizo sonar como si mi
nombre estuviera envuelto en chocolate y se saliera de su lengua—.
Me gusta.
Le di una sonrisa tensa para que coincidiera con la sensación
repentina de los músculos de la parte inferior de mi estómago.
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—¿Hay una amenaza de cristales extraviados que debamos
tener en cuenta, o hay algo que necesitas, Hawke? —preguntó
Tawny.
—Hay muchas cosas que necesito —respondió mientras su
mirada se deslizaba hacia mí. Tawny se inclinó hacia adelante como
si no pudiera esperar a escuchar cuáles eran esas cosas—. Pero
tendremos que discutir eso más tarde. Has sido convocada por el
Duque, Penellaphe. Tengo que escoltarte hasta él de inmediato.
Tawny se quedó tan quieta que no estaba segura de si ella tomó
otro respiro. El hielo empapó mis entrañas. ¿Convocada por el
Duque tan rápido después de ayer? Sabía que no era para una
conversación ociosa. ¿Lord Mazeen cumplió su amenaza e ir al
Duque? ¿O fue por cómo le devolví la mirada al Duque y sonreí
cuando me dieron a conocer? ¿Había descubierto que había
apuñalado al hombre que intentó secuestrarme? Si bien la mayoría
celebraría que pude frustrar el secuestro, Duque Teerman se
centraría únicamente en el hecho de que llevaba una daga. ¿Podría
alguien haberme visto aquí y ya haberle informado? ¿Se había
enterado de la Perla Roja? Mi estómago cayó mientras miraba a
Hawke. ¿Había dicho algo?
Dioses, las opciones eran realmente ilimitadas, y ninguna de
ellas era buena. Con el estómago revuelto como si hubiera tragado
leche en mal estado, logré poner una sonrisa en mi rostro mientras
me levantaba de la silla.
—Te esperaré en tus habitaciones —dijo Tawny, y asentí.
Hawke esperó hasta que lo alcance antes de dar un paso
ligeramente detrás de mí, una posición que le permitió reaccionar a
las amenazas de frente y de atrás. Nos conduje al pasillo, donde
colgaban de las paredes tapices blancos y dorados relucientes, y
sirvientes con vestidos marrones y túnicas se apresuraron, llevando
a cabo varias tareas que mantuvieron funcionando a la gran casa.
No me condujo hacia el salón de banquetes. Apuntó hacia la
escalera, y mi estómago se hundió aún más.
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Cruzamos el vestíbulo y nos habíamos acercado al pie de las
anchas escaleras antes de que él preguntara, —¿Estás bien?
Asentí.
—Tanto tú como tu criada parecían perturbadas por la
convocatoria.
—Tawny no es una criada —espeté e inmediatamente maldije
una tormenta en mi mente. Fue una tontería haber intentado no
hablar, pero hubiera sido mejor que ocurriera cuando no estábamos
en el vestíbulo, rodeados de muchas personas.
Y me hubiera gustado haber durado al menos un día entero.
Me preparé mientras le echaba un vistazo.
Me miro con expresión completamente ilegible. Si reconoció mi
voz, no mostró señal alguna.
Esa extraña mezcla de desilusión y alivio me golpeó una vez más
mientras miraba al frente. ¿Realmente no sabía que había sido yo en
esa habitación? Por otra parte, ¿debería estar sorprendida? Al
principio creyó que había sido Britta y no tuve problemas para
continuar cuando se dio cuenta de que no era ella. ¿Quién sabía
cuántas mujeres al azar él...
—¿Ella no lo es? —preguntó—. Ella puede ser una Dama en
Wait, pero me dijeron que estaba obligada a ser la criada de tus
damas. Tu compañera.
—Lo es, pero ella no está... — Lo miré mientras la escalera de
piedra se curvaba. Una mano descansaba sobre la empuñadura de la
espada en su cintura—. Ella es... —Tenía el deber de ser mi
compañera—. No importa. Nada está mal.
Entonces me miró, bueno, me miró, aunque yo estaba un paso
más arriba que él. Seguía siendo más alto, lo que parecía injusto.
Una ceja oscura se alzó, su mirada inquisitiva.
—¿Qué? —pregunté, con el corazón acelerado mientras
Página | 213 levantaba mi pie, pero no lo suficientemente alto. Tropecé. Hawke
reaccionó rápido, curvando su mano sobre mi codo, estabilizándome.
La vergüenza inundó mi sistema mientras murmuraba—. Gracias.
—No se requieren ni se necesitan agradecimientos sinceros. Es
mi deber mantenerte a salvo. —El pauso—. Incluso de las
traicioneras escaleras.
Tomé una respiración profunda y pareja. —Mi gratitud no fue
poco sincera.
—Mis disculpas entonces.
No tuve que mirarlo para saber que estaba sonriendo, y
apostaría que ese estúpido hoyuelo estaba adornando el mundo con
su presencia. Entonces se calló y llegamos al rellano del tercer piso
en silencio. Una sala conducía al ala vieja, a mis habitaciones y a
muchos miembros del personal de la casa. A la izquierda estaba el
ala más nueva. Con el estómago lleno de pequeñas bolas de plomo,
giré a la izquierda. Mi mente ahora estaba tan obsesionada con lo
que me esperaba que no estaba tan concentrada en la aparente falta
de reconocimiento de Hawke o en lo que significaba si se daba
cuenta de que era yo y simplemente no estaba diciendo nada.
Hawke llegó a las amplias puertas de madera al final del pasillo,
su brazo rozó mi hombro mientras abría un lado. Esperó hasta que
entré en la estrecha escalera de caracol. La luz del sol entraba a
través de las numerosas ventanas de forma ovalada. —Cuida tu
paso. Si tropiezas y caes aquí, es probable que me lleves en tu
camino hacia abajo.
Resoplé —No voy a tropezar.
—Pero acabas de hacerlo.
—Eso fue una rareza.
—Bueno, entonces, me siento honrado de haber sido testigo de
ello.
Me alegré de que no pudiera ver mi rostro en ese momento, y no
Página | 214 por temor a ser reconocida, sino porque estaba segura de que mis
ojos estaban tan abiertos que ocuparon toda mi cara superior. Me
estaba hablando de una manera que ningún otro guardia lo hizo,
además de Vikter. Ni siquiera Rylan había sido tan... familiar. Era
como si nos hubiéramos conocido por años en lugar de horas... o
días. Lo que sea. La forma cómoda en que me estaba hablando era
desconcertante.
Pasó junto a mí y llegó a la entrada del cuarto piso. —Te he
visto antes, ya sabes.
Se me cortó la respiración, y solo por la gracia de los dioses no
volví a tropezar.
—Te he visto en los balcones inferiores. —Manteniendo abierta
la puerta, me hizo un gesto para que entrara—. Mirándome entrenar.
El calor golpeó mis mejillas. Eso no había sido lo que esperaba
que dijera. —No te estaba mirando. Yo estaba…
—¿Tomando el aire fresco? Esperando a tu criada, ¿quién no es
una criada? —Hawke me agarró del brazo cuando pasé junto a él,
deteniéndome. Bajó la cabeza hasta que sus labios quedaron a
escasos centímetros de mi oreja cubierta de velo y susurró—: Tal vez
me equivoqué, y no fuiste tú.
Rodeado por el aroma terroso y amaderado de él, me quedé sin
aliento. No estábamos tan cerca como la noche de la Perla Roja, pero
si inclinaba la cabeza hacia la izquierda unos centímetros, su boca
tocaría la mía. El movimiento ondulado dentro de mí regresó, esta
vez estableciéndose aún más en mi estómago. —Te equivocas.
Soltó mi brazo, y cuando levanté la vista, vi que la comisura de
sus labios estaba inclinada. Mi corazón estaba haciendo cosas
divertidas y extrañas en mi pecho cuando entré en el amplio salón,
mi pulso latiendo.
Dos guardias reales estaban estacionados fuera de las
habitaciones privadas del Duque y la Duquesa. Había varias
Página | 215
habitaciones en este piso utilizadas para saludar a varios miembros
de la casa y la corte. Ambos tenían sus propios espacios y suites que
conectaban con las habitaciones, pero según el lugar donde se
encontraban los Guardias Reales, sabía que el Duque estaba en la
suite principal.
La inquietud regresó, deslizándose por mis venas. Por un breve
momento, me olvidé de por qué podría haber sido convocada.
—¿Penellaphe? —dijo Hawke detrás de mí.
Solo entonces me di cuenta de dos cosas. Primero, me detuve
por completo en el pasillo, y estaba segura de que eso le parecía
extraño. Y en segundo lugar, me había llamado por mi nombre dos
veces en lugar de Doncella. Él no era Vikter. No era Tawny. Ellos dos
solo me llamaban por mi nombre cuando estábamos solos.
Sabía que debía corregir su uso de mi nombre de pila, pero no
pude. No quería hacerlo, y eso me asustó tanto como lo que me
esperaba en la oficina del Duque.
Respirando hondo, junté las manos mientras estiraba los
hombros y comenzaba a avanzar.
Los Guardias Reales evitaron el contacto visual mientras se
inclinaban ante nuestro acercamiento. El de piel oscura se hizo a un
lado, su mano en la puerta. Él comenzó a abrirla.
Por alguna razón, volví a mirar a Hawke. Por qué, no tenía idea.
—Te espero aquí —aseguró.
Asentí y luego volví a mirar hacia adelante, forzando un pie
frente al otro, diciéndome a mí misma que me estaba preocupando
por nada.
Al entrar en la suite, lo primero que noté fue que las cortinas
habían sido corridas. El suave brillo de varias lámparas de aceite
parecía ser absorbido por los paneles de madera oscura y los
muebles hechos de caoba y terciopelo carmesí. Mi mirada cayó al
gran escritorio y luego a la credenza detrás de él, donde varias
Página | 216 botellas de cristal de varios tamaños estaban llenas de licor ámbar.
Entonces lo vi.
El Duque sentado en el sofá, con un pie sobre la mesa delante
de él y un vaso de licor en la mano. Me recorrieron escalofríos
cuando me miró con ojos tan oscuros que la pupila era casi
indistinguible.
Me hizo pensar que la próxima vez que viera a Ian, sus ojos ya
no serían verdes como los míos. Serían como los del Duque. Negro
como el carbón. Sin fondo. ¿Pero serían tan escalofriantes?
De repente me di cuenta de que el Duque no estaba solo.
Frente a él estaba Lord Mazeen, sentado en una extensión
arrogante. No sostenía ninguna bebida en sus manos, pero sus
dedos golpeaban ociosamente su rodilla doblada. Había una sonrisa
en sus labios bien formados, y cada instinto en mí gritaba que
necesitaba correr porque no había lucha contra lo que se avecinaba.
La puerta se cerró detrás de mí, lo que me hizo saltar un poco.
Odiaba esa reacción, esperaba que el Duque no la hubiera visto, pero
supe que sí cuando lo vi sonreír.
Teerman se levantó del sofá en un movimiento fluido y
desgarbado.
—Penellaphe, estoy tan increíblemente decepcionado de ti.
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Corregido por: -Patty
Fría hasta la médula, respiré hondo y calmado mientras lo veía
tomar un trago de su vaso. Sabía que tenía que elegir mis palabras
con cuidado. No cambiaría lo que estaba por venir, pero podría
determinar la gravedad. —Lamento haberte decepcionado —
comencé—. Yo…
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—¿Sabes lo que has hecho que me ha decepcionado?
Los músculos de mis hombros se tensaron, y mi mirada se
dirigió rápidamente desde el silencioso Lord hacia la esquina de la
suite, donde varias piezas estrechas de madera marrón rojiza
estaban apoyadas contra una estantería. Fueron creados a partir de
un árbol que creció dentro del Bosque de Sangre. Cuando volví a
mirar a Lord Mazeen, vi que estaba sonriendo. Estaba empezando a
pensar que él le había informado algo al Duque, pero si me
equivocaba al respecto, eso solo aumentaría mis problemas.
Y Lord Mazeen sabía esto mientras me miraba. No dio ninguna
indicación del papel que jugó en esto. Incluso si su parte fuera solo
para dar testimonio. Raramente hablaba cuando asistía a estas
lecciones. Si bien su silencio normalmente me aliviaba, solo
aumentaba ahora mi ansiedad.
Forcé las siguientes palabras a pesar de que salieron de mi
lengua todo mal. —No lo sé, pero estoy segura, sea lo que sea, tengo
la culpa. Nunca estás decepcionado de mí sin causa.
Eso no era tan cierto.
Parecía haber momentos en que la forma en que caminaba o
cómo cortaba la comida en la cena era una decepción para el Duque.
Estaba segura de cuántas respiraciones que tomé en un minuto
podrían ofenderlo.
—Tienes razón. No me decepcionarías sin razón alguna," —
acordó—. Pero esta vez, me encuentro sorprendido por lo que me han
dicho.
Mi estómago se revolvió cuando el sudor me salpicó la frente.
Queridos dioses, ¿se había enterado de mi tiempo en la Perla Roja?
Temía que Hawke dijera algo, me había obsesionado y estresado
por eso. Sin embargo, una parte de mí no debe haber querido creer
que era posible, porque la sensación madura de traición sabía a
comida en mal estado en el fondo de mi garganta. Lo más probable
es que Hawke no tuviera idea de lo que sucedía en esta habitación,
Página | 219 pero tenía que haber sabido que habría consecuencias. ¿No lo haría?
Probablemente pensó que no recibiría nada más que una severa
conferencia. Después de todo, yo era la Doncella, la Elegida.
Recibiría una reprimenda.
Pero dudaba que Hawke tuviera idea de que las lecciones del
Duque no eran... normales.
Teerman dio un paso hacia mí y todos mis músculos se
tensaron. —Quítate el velo, Penellaphe.
Dudé solo por unos segundos, a pesar de que no era raro que el
Duque o la Duquesa pidieran algo así en su presencia. No les
gustaba hablar a media cara. No podía culparlos, pero normalmente,
el Duque me obligaba a mantenerlo puesto cuando Lord Mazeen
estaba presente.
—No quieras poner a prueba mi paciencia. —Su agarre se había
apretado sobre su vaso.
—Lo siento. Es solo que nosotros... no estamos solos, y los
dioses me prohibieron mostrar mi rostro —le dije, sabiendo muy bien
que había hecho esto antes, pero en situaciones muy diferentes.
—Los dioses no encontrarán fallas en los procedimientos de hoy
—interrumpió el Duque.
Por supuesto, no.
Dispuesta mis manos estables, las levanté y desabroché los
finos cierres del velo cerca de mis oídos. El tocado se aflojó de
inmediato. Manteniendo mi mirada baja como sabía que él prefería,
me la quité, donde mi cabello había sido atado en un simple nudo en
la nuca. Mis mejillas y cejas expuestas se erizaron. Teerman se
adelantó, me quitó el velo y lo dejó a un lado. Junté mis manos y
esperé. Odiaba hacerlo.
Pero esperé.
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—Levanta los ojos —exigió en voz baja, y yo hice exactamente
eso. Su mirada de ébano rastreó lentamente mis rasgos, centímetro a
centímetro, sin perderse nada, ni siquiera los mechones de cabello
cobrizo quemado que podía sentir contra mi sien. Su lectura duró
una eternidad—. Te vuelves más bella cada vez que te veo.
—Gracias, Su Gracia —murmuré, la repulsión burbujeando en
mi estómago. Sabía lo que vendría después.
Las puntas de sus dedos presionaron la piel debajo de mi
barbilla, inclinando mi cabeza hacia la izquierda y luego hacia la
derecha.
Se chasqueó la lengua. —Es una pena.
Y ahí estaba.
No dije nada cuando mi atención se centró en la gran pintura al
óleo de los Templos, donde las mujeres con velo se arrodillaron ante
un ser que era tan brillante que rivalizaba con la luna.
—¿Qué piensas, Bran? —le preguntó al Lord.
—Como dijiste, es una pena.
No me importaba el culo de Craven lo que Lord Mazeen pensaba.
—Las otras cicatrices son fáciles de ocultar, ¿pero esto? —El
Duque suspiró casi con simpatía—. Llegará un momento en que no
habrá velo para ocultar este desafortunado defecto.
Tragué saliva, resistiendo la necesidad de alejarme cuando sus
dedos dejaron mi barbilla para seguir las dos hendiduras irregulares
que comenzaron en mi sien izquierda y continuaron hacia abajo,
bordeando mi ojo para terminar justo al lado de mi nariz.
—¿Sabes lo que dijo ese nuevo guardia suyo?
El Lord no habló, pero imaginé que negó con la cabeza.
—Dijo que era hermosa —respondió el Duque—. La mitad de ella
es realmente impresionante. —Hubo una pausa—. Te pareces mucho
a tu madre.
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Mi mirada voló hacia la de él en estado de shock. ¿Conocía a mi
madre? Nunca, ni una sola vez mencionó eso antes. —¿La conocías?
Sus ojos se encontraron con los míos, y fue difícil mirar hacia la
interminable oscuridad. —Lo hacía. Ella era... especial.
Antes de que pudiera siquiera preguntar eso, dijo—: ¿Te das
cuenta de que el guardia no habría dicho lo contrario? No habría
dicho la verdad.
Me estremecí cuando mi pecho se hundió.
Al ver la reacción, la sonrisa del Duque regresó. —Supongo que
es una pequeña bendición. El daño a tu cara podría haber sido
mucho peor.
El daño podría haber incluido un ojo perdido, o peor, la muerte.
Pero no dije eso.
Mi mirada regresó a la pintura, preguntándome cómo sus
palabras aún podrían picar después de todos estos años. Cuando era
más joven, me dolían. Sus palabras habían cortado profundamente.
Pero en los últimos años, no hubo nada más que una entumecida
resignación. Las cicatrices no eran algo que pudiera cambiar. Lo
sabía. Pero hoy, me atravesaron como lo habían hecho cuando tenía
trece años.
—Tienes unos ojos tan bonitos. —Quitó sus dedos de las
cicatrices y presionó uno en mi labio inferior—. Y una boca bien
formada. —Hizo una pausa y juré que podía sentir su mirada más
baja y prolongada—. La mayoría encontrará tu cuerpo agradable.
La bilis obstruyó mi garganta y se arrastró por mi piel como
miles de arañas. Solo por pura voluntad pude mantenerme
completamente quieta.
—Para algunos hombres, esas cosas serán suficientes. —
Teerman arrastró su dedo por mi labio inferior antes de bajar su
mano—. La Sacerdotisa Analia vino a verme esta mañana.
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Espera. ¿Qué?
Mi corazón comenzó a disminuir a medida que surgía la
confusión. ¿La Sacerdotisa? ¿Qué podría tener ella que decir sobre
mí?
—¿No tienes nada que agregar? —preguntó Teerman, alzando
una ceja pálida.
—No. Lo siento. —Sacudí mi cabeza—. No sé qué diría la
Sacerdotisa Analia. La vi por última vez hace una semana, en el
salón del segundo piso, y todo parecía estar bien.
—Estoy seguro de que así fue, ya que solo pasaste media hora
allí antes de irte inesperadamente —dijo—. Me dijeron que no
recogiste una vez tu juego de bordado, ni entablaste ninguna
conversación con las sacerdotisas.
La irritación estalló, pero sabía que no debía ceder ante ella.
Además, si esto era por lo que estaba molesto, era mucho mejor de lo
que temía. —Mi mente estaba ocupada con mi próximo Rito —mentí.
La verdadera razón por la que no participé en su conversación fue
porque las mujeres pasaron todo el tiempo hablando mal de las
Damas en Wait y de cómo no merecían la bendición de los dioses—.
Debo haber estado soñando despierta.
—Estoy seguro de que estás muy entusiasmada con el Rito, y si
esta hubiera sido solo una situación, habría pasado por alto
fácilmente tu mala conducta.
Él estaba mintiendo. El Duque nunca pasó por alto ninguna
mala conducta percibida.
—Pero he sabido que estabas en el atrio —continuó, y mis
hombros se desplomaron.
—Sí. Lo estaba. No sabía que se suponía que no debía estar —
dije, y eso no era una mentira—. No voy a menudo, pero…
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—Pasar tiempo en el atrio no es el problema, y eres lo
suficientemente inteligente como para saberlo. No juegues tímida
conmigo.
Abrí la boca y luego la cerré.
—Estabas hablando con dos de las Damas en Wait —continuó—
. Sabes que eso no está permitido.
Sabiendo que esto iba a pasar, me quedé en silencio. No me
había dado cuenta de que lo descubriría tan rápido. Alguien debe
haber estado mirando. Quizás su mayordomo o uno de los otros
guardias reales.
—¿No tienes nada que decir? —preguntó.
Bajando la barbilla, miré al suelo. Podría decirle la verdad. Que
no había dicho más de una frase a las Damas y que, por lo que
sabía, era la primera vez que visitaban el atrio. Sin embargo, no
importaría. La verdad no funcionaba con el Duque.
—Una Doncella tan recatada —murmuró el Lord.
Prácticamente podía sentir que mi lengua se agudizaba, pero
suavicé mis palabras tanto como pude. —Lo siento. Debería haberme
ido cuando entraron, pero no lo hice.
—¿Y por qué no?
—Estaba… curiosa. Estaban hablando sobre el próximo Rito —
le dije, mirando hacia arriba.
—No me sorprende escuchar eso. Siempre fuiste una niña activa
con una mente curiosa que se movía de una cosa a otra, algo que le
advertí a la Duquesa de que no podrías salir fácilmente —continuó,
con los rasgos tensos, un destello de anticipación formándose en sus
ojos—. La Sacerdotisa Analía también me informó que teme que tu
relación con la criada se haya vuelto demasiado familiar.
Mi columna se puso rígida cuando se volvió, enderezando el velo
que había puesto sobre una silla. La parte posterior de mi cráneo se
estremeció cuando dije—: Tawny ha sido una doncella maravillosa, y
Página | 224 si mi amabilidad y agradecimiento se han confundido con algo más,
me disculpo.
Él deslizó una larga mirada en mi dirección. —Sé que puede ser
difícil mantener límites con alguien con quien pasas tanto tiempo,
pero una Doncella no busca intimidades del corazón o de la mente
con quienes les sirven, ni siquiera con aquellos que se convertirán en
miembros de la Corte. Nunca debes olvidar que no eres como ellos.
Fuiste Elegida por los dioses al nacer, y ellos son elegidos en su Rito.
Nunca serás igual. Nunca serán amigas.
Las palabras que forcé a pasar por mis labios arañaron mi
corazón. —Entiendo.
Teerman tomó otro trago.
¿Cuánto había consumido ya? Mi ritmo cardíaco se triplicó.
Una vez, cuando había molestado al Duque, su lección se había
llevado a cabo después de que se había entregado a lo que había
escuchado a los guardias llamar "Ruina Roja", un licor preparado en
los Acantilados de Hoar. El Lord había estado tomado entonces.
Ese fue el momento en que él me golpeó, y pasaron varios días
antes de que pudiera reanudar el entrenamiento con Vikter.
—No creo que lo hagas. —Su tono se endureció—. Fuiste Elegida
al nacer, Penellaphe. Solo otro ha sido Elegido por los dioses. Fue
por eso que el Oscuro envió al Craven tras tu familia. Fue por eso
que mataron a tus padres.
Me estremecí una vez más, mi estómago se encogió.
—Eso duele, ¿no? Pero es la verdad. Esa debería haber sido la
única lección que necesitabas. —Colocando su vaso sobre la mesa,
me miró mientras el Lord desplegaba sus piernas—. Pero entre tu
falta de conciencia sobre los límites excesivos, tu falta de atención
con la Sacerdotisa Analía, su descarado desprecio hoy por lo que se
espera de ti y... —alargó la voz, disfrutando el momento— la actitud
que mostraste ayer hacia mí. ¿Qué? Pensaste que no abordaría tu
comportamiento mientras discutíamos el reemplazo de Ryan.
Página | 225
El aire que inhalé no hizo nada para inflar mis pulmones. Ese
no era su nombre.
—Me devolviste la mirada como si quisieras hacerme daño físico.
—Él se rió entre dientes, divertido por la idea de que yo podría hacer
tal cosa—. La reunión habría terminado enormemente diferente si
otros no hubieran estado presentes, y no estuviéramos allí para
discutir sobre Hawke reemplazando a Ryan…
—Rylan —le espeté—. Se llama Rylan. No Ryan.
—Ahí está —Lord Mazeen se hizo eco de las palabras que había
dicho la noche en que habían encontrado a Malessa. Se rio entre
dientes—. No tan recatada ahora.
Lo ignoré
Teerman ladeó la cabeza. —¿Quieres decir que su nombre era
Rylan?
Tomé aire que parecía no ir a ninguna parte.
—¿Y realmente importa? Era solo un Guardia Real. Le habría
honrado que incluso pensara en él.
Ahora, realmente quería infligir daño físico.
—De cualquier manera, acabas de demostrar que debo duplicar
mis intentos de fortalecer mi compromiso para prepararte más que
lista para tu Ascensión. Aparentemente, he sido demasiado
indulgente contigo. —El brillo en sus ojos se iluminó—.
Desafortunadamente, eso significa que necesitas otra lección más.
Con suerte, será la última, pero de alguna manera, lo dudo.
Mis dedos temblaron donde los retorcí. La ira se levantó tan
rápidamente que me sorprendió no respirar cuando exhale. Eso fue
lo último que esperaba Teerman. Si no podía encontrar una razón
para darme una lección, entonces tendría un desglose completo.
—Sí —mordí la palabra, mi control se deslizaba—. Ojalá.
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Me lanzó una mirada aguda y pasó un momento largo y tenso.
—Creo que cuatro latigazos deberían ser suficientes.
Antes de que pudiera recordarme quién era, qué era Teerman, la
furia ardía en mi sangre, tomando el control. Nada de lo que me
había llevado a la tarea importaba. Nada de eso tenía nada que ver
con que los Descenters y el Oscuro estuvieran detrás de mí intento
de secuestro y el asesinato de Rylan. ¿Los dioses bendijeron a los
Ascendidos con casi inmortalidad y una fuerza insondable, y
pasaban su tiempo preocupándose con quién estaba hablando?
No pude evitarlo.
—¿Estás seguro de que es suficiente? No quisiera que sientas
que no has hecho lo suficiente.
Su mirada se endureció. —¿Cómo suenan siete?
La aprensión parpadeó en mí, pero había recibido diez antes.
—Veo que ese número está de acuerdo contigo —dijo—. ¿Qué
piensas, Bran?
—Creo que eso es suficiente. —No había duda de la ansiedad en
su tono.
El Duque me miró. —Tú sabes dónde ir.
Manteniendo mi barbilla en alto, me costó todo pasar junto a él
y no acostarlo boca arriba. Esa fue la peor parte mientras caminaba
hacia la superficie brillante y despejada de su escritorio. Los
Ascendidos eran más fuertes que incluso el guardia más hábil, pero
ni Teerman ni Mazeen habían levantado una mano en combate desde
la Guerra de los Dos Reyes. Podría golpearlo fácilmente sobre su
espalda.
¿Pero entonces, qué?
Habría más lecciones, y la noticia volvería a la Reina Ileana. Ella
estaría decepcionada, de verdad, y a diferencia del Duque, me
importaba lo que la Reina pensara y sintiera. No porque yo fuera su
favorita, sino porque había sido ella quien me había cuidado como
Página | 227 una niña herida y aterrorizada. Sus manos habían cambiado mis
vendajes y me abrazaron cuando grité y lloré por mi madre y mi
padre. Y fue la reina Ileana quien se sentó conmigo cuando no pude
dormir, aterrorizada por la oscuridad. Había hecho cosas que
ninguna reina necesitaba hacer. Sin que ella me cuidara como lo
hubiera hecho mi propia madre, me habría perdido de una manera
que dudaba que alguna vez pudiera recuperarme.
Me detuve frente al escritorio, las manos temblando con rabia
apenas desatada. Creía en mi corazón que, si la Reina Ileana supiera
lo que el Duque hizo en esta habitación, las cosas no terminarían
bien para los Ascendidos.
Por el rabillo del ojo, vi al Lord inclinarse hacia adelante cuando
Teerman recogió el bastón rojo y estrecho, alisando su mano a lo
largo.
Pero la reina no lo sabría.
Las cartas enviadas a la capital siempre se leían, y no la vería
hasta que volviera. ¿Pero entonces? Entonces, le diría todo.
Porque si él me hizo esto, estaba seguro de que también se lo
hizo a otros. Incluso si nadie habló de eso.
Llegó a pararse a mi lado, ese brillo de ansiedad ahora brillaba
en sus ojos. —No estás lista, Penellaphe. Deberías saber mejor en
este punto.
Cerrando la mandíbula, aparté la vista mientras levantaba las
manos hacia la fila de botones. Mis dedos solo temblaron una vez y
luego se calmaron mientras desabrochaba el corpiño, muy
consciente de que Mazeen había elegido su asiento con conocimiento
de lo que estaba por venir. Tenía una vista sin obstáculos.
El Duque permaneció a mi lado, observando cómo el corpiño de
mi vestido se abría, revelando la ropa interior demasiado delgada
debajo. Ambos se deslizaron por mis hombros hasta que la ropa se
agrupó en mi cintura. El aire frío me cubría la espalda y el pecho, y
quería quedarme allí como si no me hubiera afectado por completo la
terrible experiencia. Ojalá pudiera ser fuerte, valiente e inmóvil. No
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quería que vieran lo humillante que era, cuánto me molestaba que
me vieran así, y no por alguien de mi elección, alguien digno.
Pero no pude.
Con las mejillas ardiendo y los ojos escociendo, crucé un brazo
sobre mi pecho.
—Esto es por tu propio bien —dijo Teerman, su voz se volvió
oscura y áspera mientras caminaba detrás de mí—. Esta es una
lección necesaria, Penellaphe, para asegurarte de que tomas tus
preparativos en serio y te comprometes con ellas para que no
deshonres a los dioses.
Casi sonaba como si creyera lo que dijo, como si no estuviera
haciendo esto simplemente porque lo excitaba a infligir dolor. Pero lo
sabía mejor. Sabía lo que Mazeen haría si pudiera, y había visto la
mirada en los ojos del Duque. Lo vi demasiadas veces antes cuando
cometí el error de mirar. El tipo de mirada que me decía que, si no
fuera la Doncella, él infligiría un tipo diferente de dolor. Justo como
sabía que Mazeen haría. No pude reprimir el estremecimiento que
siguió a ese pensamiento.
Un momento después, sentí su mano sobre mi hombro
desnudo, y todo en mí retrocedió. No fue solo el toque de su piel
demasiado fría contra la mía, sino también lo que no sentí.
No sentí nada.
No hay rastro de angustia que todas las personas llevaran
dentro, no importa cuánto tiempo atrás la fuente de la herida que
había infligido el daño. No hubo dolor de ningún tipo, y fue así para
todos los Ascendidos. Si bien eso debería brindarme algún tipo de
alivio que no sentiría en el dolor, solo me dejó con la sensación de
piel hormigueando.
Fue un recordatorio de cuán diferentes eran los Ascendidos de
los mortales, lo que hizo la Bendición de los dioses.
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—Prepárate, Penellaphe.
Planté una palma en el escritorio.
La habitación estaba en silencio, excepto por el sonido de las
respiraciones profundas del Lord, y luego escuché el suave silbido
del bastón cortando el aire un segundo antes de que golpeara mi
espalda baja. Todo mi cuerpo se sacudió cuando el dolor ardiente me
recorrió la piel. El primer golpe siempre era un shock, no importa
cuántas veces haya sucedido antes o que supiera lo que vendría.
Otro golpe cayó sobre mis hombros, empujando una ráfaga de aire
mientras el fuego los barría.
Cinco más.
Otro golpe aterrizó, y mi cuerpo tembló cuando levanté la
mirada. No haré un sonido. No haré un sonido. Mis caderas golpearon
el escritorio con el siguiente golpe.
El sofá crujió cuando Lord Mazeen se levantó.
Con la piel ardiendo, me mordí el labio hasta que probé sangre.
Miré a través de la bruma de las lágrimas la pintura de los fieles
velados, preguntándome cuán horribles debieron haber sido los
Atlánticos para que hombres como el Duque de Masadonia y Lord
Mazeen recibieran la Bendición de la Ascensión de los dioses.
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Traducido por: VivianaG2509
Corregido por: -Patty
Los dioses me habían otorgado un pequeño favor cuando salí de
la suite del Duque. Hawke no me había estado esperando, y eso
había sido una bendición. No tenía idea de cómo podría haber
ocultado lo que había sucedido.
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En cambio, fue Vikter quien permaneció en silencio junto a los
dos Guardias Reales. Ninguno de los dos me miró mientras salía al
pasillo, con la piel pálida y cubierta de un sudor frío.
¿Sabían lo que había sucedido en la cámara del Duque? No
había emitido ningún sonido, ni siquiera cuando Lord Mazeen había
venido a pararse al lado del escritorio y alejó mi brazo de mi pecho
para colocarlo junto al otro. Ni siquiera cuando los golpes sexto y
séptimo se sentían como un rayo en mi espalda, y Mazeen había
visto cada latigazo absorbido por mi cuerpo con ojos ansiosos.
Si los guardias estaban al tanto, no había nada que pudiera
hacer al respecto o el amargo bocado de vergüenza que de alguna
manera me quemaba más que la espalda.
Pero Vikter lo sabía. El conocimiento estaba en las líneas
profundas que se encerraban en su boca mientras caminábamos
hacia la escalera, cada paso tirando de la piel inflamada. Esperó
hasta que la puerta de la escalera se cerró detrás de nosotros y luego
se detuvo en el rellano, la preocupación se instaló en sus ojos azul
claro mientras me miraba.
—¿Qué tan malo es?
Me temblaban las manos cuando las presioné contra la falda
de mi vestido. —Estoy bien. Solo necesito descansar.
—¿Bien? —Sus mejillas bañadas por el sol se motearon—. Tu
respiración es rápida y caminas como si cada paso fuera un desafío.
No tienes motivos para fingir conmigo.
Realmente no lo hacía, pero admitiendo como de mal era que se
sentía, era como si le estuviera dando a Teerman lo que quería. —
Podría haber sido peor.
Las fosas nasales de Vikter se dilataron. —No debería suceder
en absoluto.
No podría discutir con eso.
—¿Te rompió la piel? —el demando.
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—No. Solo hay ronchas.
—Sólo ronchas. —Su risa fue dura y sin humor—. Hablas como
si no fueran más que rasguños. ¿Por qué te castigaron esta vez?
—¿Necesita una razón? —Mi sonrisa estaba cansada y se sentía
quebradiza, como si me partiera toda la cara—. Estaba molesto por
mi falta de compromiso con el tiempo que pasé con las sacerdotisas.
Y hoy, mientras estaba en el atrio, aparecieron dos Damas en Wait.
No estaba contento con eso.
—¿Cómo es tu culpa?
—¿Tiene que ser mi culpa?
Vikter me miró fijamente, en silencio por un momento. —
Entonces, ¿por eso te llevó el bastón?
Asentí, mi mirada cayó hacia la ventana ovalada más cercana.
El sol se había alejado mientras yo estaba en la suite, el hueco de la
escalera no era tan brillante y aireado como antes. —Y no le gustó mi
actitud durante la reunión de ayer. No es la ofensa más pequeña por
la que me ha castigado.
—Es por eso que dije que debes tener cuidado, Poppy. Si te
ataca por estar en una habitación mientras otros entran, ¿qué crees
que haría si se enterara de tus pequeñas aventuras?
—¿O si se enteró de que he estado entrenando como un
guardia durante años? —Mis hombros se tensaron, el movimiento
tirando de mi piel—. Me llamarían, por supuesto. Probablemente
más de siete latigazos.
La piel dorada de Vikter palideció.
—Puede pedirle a la Reina que me encuentre indigna. Y tal vez
los dioses ya lo hacen —continué—. Pero como has dicho antes, mi
Ascensión ocurrirá sin importar lo que haga. ¿Tú, sin embargo?
¿Qué te sucedería, Vikter, si alguna vez se descubriera que me has
estado entrenando?
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—No importa lo que puedan o no hacer. —No hubo un segundo
de vacilación allí—. El riesgo lo vale, sabiendo que puedes protegerte.
Con mucho gusto tomaría cualquier castigo que recibiera, y no me
arrepentiría de lo que he hecho.
Levanté la barbilla, sosteniendo su mirada. —Y poder defender
mi hogar, los que me importan y mi vida vale la pena el riesgo de lo
que pueda suceder.
Estuvo callado por un momento y luego sus ojos azules
invernales se cerraron. Él podría haber estado pensando en una
oración por paciencia, algo que sabía qué hacía muchas veces antes.
Eso trajo otra pequeña sonrisa a mis labios. —Tengo cuidado,
Vikter.
—Tener cuidado no parece importar. —Sus ojos se abrieron—.
Agradezco la idea de que la Reina te llame a la capital más temprano
que tarde.
Me estremecí cuando comencé a bajar las escaleras. —¿Porque
entonces no podría estar sujeta a las lecciones del Duque?
—Exactamente.
Eso era algo que esperar, especialmente porque planeaba
contarle todo a la Reina.
—¿Estaba solo? Pregunté a los guardias, pero actuaron como si
no supieran quién estaba en la habitación con él —dijo.
Siempre supieron quién estaba con el Duque. Simplemente no
querían que Vikter lo supiera, y yo... yo tampoco. —Él estaba solo.
Él no respondió, y no estaba segura de si eso significaba que él
me creía o no. Decidí que era hora de cambiar de tema. —¿Cómo
sabías dónde estaba?
Vikter se movió solo un paso detrás de mí. —Hawke envió a
uno de los mayordomos del Duque por mí. Estaba... preocupado por
Página | 234 ti.
Mi corazón se saltó un latido. —¿Sobre qué?
—Dijo que tanto tú como Tawny parecían angustiadas por la
convocatoria del Duque —explicó Vikter—. Pensó que podía explicar
por qué.
—¿Y lo hiciste?
—Le dije que no había nada de qué preocuparse, y que me
quedaría como tu escolta por el resto del día. —La frente de Vikter se
arrugó cuando casualmente me tomó del brazo, prestándome su
apoyo—. No era exactamente receptivo, así que tuve que recordarle
que yo era de mayor rango que él.
Mis labios se torcieron ante eso. —Estoy segura de que todo
salió bien.
—Tanto como una avalancha.
Rodeamos el siguiente piso, el saber que me estaba acercando a
mi cama me mantenía en marcha mientras reflexionaba sobre lo que
Hawke había hecho. —Él es... bastante observador, ¿no es así? E
intuitivo.
—Sí. —suspiró Vikter, obviamente pensando que no era algo
bueno—. Sí, lo es.
Tres docenas de antorchas ardían más allá de Rise, sus llamas
eran un faro de luz en la vasta oscuridad, una promesa de seguridad
para la ciudad dormida.
Página | 235
Lancé una mirada ansiosa hacia la cama, dejando escapar un
suspiro cansado mientras giraba los extremos de mi trenza. Las
pesadillas de una noche diferente me habían sacado del sueño,
dejando mi piel resbaladiza por el sudor frío y mi corazón latiendo
como un conejo atrapado en una trampa.
Por suerte, no había despertado a Tawny con mis gritos. Había
estado despierta hasta tarde las últimas dos noches. La primera
noche, había pasado una buena parte de la noche haciendo todo lo
posible para asegurarse de que las ronchas sanasen, y anoche, las
Amantes6 la habían convocado para ayudarla con los preparativos
para el Rito.
Tawny había usado un brebaje con el que los Sanadores
juraban y que los guardias usaban con frecuencia por sus
numerosas heridas, frotando la mezcla de pino y árnica con aroma a
salvia y miel sobre la piel inflamada de mi espalda. Eran las mismas
cosas que el Sanador había usado la noche del secuestro. La pomada
6
Sirvientas de la Duquesa.
había enfriado mi piel y alivió el dolor casi de inmediato. Aun así,
sabíamos por experiencia previa que tenía que aplicarse casi cada
dos horas para lograr el efecto deseado.
Y había funcionado. Ayer por la noche, solo había una punzada
de incomodidad, a pesar de que la piel aún estaba más rosada de lo
normal.
No había estado mintiendo cuando le dije a Vikter y luego a
Tawny que podría haber sido peor. Las ronchas probablemente
desaparecerían por la mañana, y habría poco o ningún dolor. Tuve la
suerte de que siempre sané rápidamente, y aún más afortunada de
que Teerman no hubiera estado bebiendo Red Ruin la tarde de mi
convocatoria.
El Duque conocía a mi madre. ¿Cómo? Hasta donde yo sabía,
ella nunca había estado en Masadonia, así que eso tenía que
significar que el Duque la había conocido en la capital. Era raro que
los Ascendidos viajaran, especialmente una distancia tan grande,
Página | 236
pero obviamente se habían encontrado.
Había una mirada tan extraña en el rostro de Teerman cuando
habló de ella. Nostalgia mezclada con... ¿qué? ¿Ira, tal vez?
Decepción. ¿Las interacciones que había tenido con ella habían
causado la forma en que se comportaba conmigo?
¿O solo estaba buscando una razón para su tratamiento, como
si tuviera que haber algo para explicar su crueldad?
No sabía mucho sobre la vida, pero sabía que, a veces, no había
razón. Una persona, ya sea Ascendida o no, era quien era sin
explicación.
Suspirando, cambié mi peso de un pie a otro. Me habían
escondido en mi habitación los últimos dos días, principalmente
porque el descanso aseguraba que la pomada funcionara lo más
rápido posible, y también porque estaba evitando, bueno... a todos.
Pero especialmente Hawke.
No lo había visto desde que había entrado en la oficina privada
del Duque, y saber que había sentido que algo andaba mal me dejó
con una sensación de ansiedad y vergüenza, aunque lo que Teerman
había hecho no fue mi culpa. Simplemente no quería que Hawke
descubriera que algo andaba mal, y él era lo suficientemente atento
como para hacerlo.
De acuerdo, permanecer en mi habitación durante dos días
probablemente también enviaría una bandera roja, pero al menos no
había sido testigo de cuán cuidadosamente tuve que moverme
mientras me curaba la espalda.
No quería que Hawke me viera tan débil, aunque como la
Doncella, él esperaría exactamente eso.
Y tal vez tenía que ver con la extraña mezcla de alivio y
decepción que sentía cada vez que no mostraba reconocimiento de
que me había conocido en el Pearl.
Página | 237
Arrastrando mi mirada de la cama, volví a mirar las antorchas
más allá de Rise. Los fuegos estaban tranquilos esta noche, como lo
habían estado durante varias noches, ¿pero cuando las llamas
bailaban como espíritus locos, conducidos por los vientos del
crepúsculo? Significaba que la niebla no estaría muy lejos. Y una
muerte espantosa y terrible siguió a la espesa niebla blanca.
Ausente, mi mano se deslizó a través de los delgados pliegues
de la bata hasta el mango de hueso de la daga atada a mi muslo. Mis
dedos se curvaron alrededor de la empuñadura fría, recordándome
que estaría lista si y cuando cayera el Rise.
Justo como estaría lista si el Oscuro intentara venir por mí
otra vez.
Mi mano se movió del mango a unos centímetros por encima de
mi rodilla, rozando el parche de piel desigual en mi muslo interno.
Hawke había estado tan increíblemente cerca de tocar la cicatriz.
¿Qué habría hecho si lo hubiera hecho? ¿Habría apartado su mano?
¿O fingido que no había sentido nada?
Aparté mi mano. No iba a pensar en eso. Enrosqué mis dedos
en un puño mientras cortaba esos pensamientos. No había razón
para seguir ese camino. Nada bueno vendría de hacerlo. No
importaba si él me reconocía o no, si yo era solo una de las tantas
chicas a las que había besado en habitaciones con poca luz.
Tampoco importaba si había vuelto a la Perla Roja como había
prometido…
Sacudí la cabeza como si pudiera dispersar mis pensamientos,
pero no funcionó. Una cosa que descubrí en los últimos dos días de
casi aislamiento fue que podía seguir diciéndome a mí misma que no
importaba, una y otra vez, pero lo hacía.
Hawke había sido mi primer beso, incluso si no lo sabía.
Página | 238
La luz plateada de la luna se filtró a través de la cámara
mientras yo me arrastraba silenciosamente hacia las ventanas del
oeste. Colocando mis dedos sobre el cristal frío, conté las antorchas.
Doce en la subida. Veinticuatro a continuación. Todo en llamas.
Bueno.
Eso era bueno.
Presioné mi frente contra el delgado cristal que hacía muy poco
para evitar que el frío entrara al castillo. En el oeste, donde
Carsodonia estaba enclavada entre el Mar de Stroud y las Llanuras
de Sauce, no había necesidad de ventanas de vidrio. El verano y la
primavera eran eternos allí, donde el otoño y el invierno reinaban
para siempre aquí. Era una de las cosas que esperaba con ansias
cuando regresé a la capital. El calor. El sol brilla. El aroma de la sal
y el mar, y todas las brillantes bahías y calas.
Tawny, que nunca había visto las playas, las amaría
absolutamente. Una sonrisa cansada tiró de mis labios. Cuando fue
llamada por una de las Amantes, Tawny me envió una mirada que
decía que podría haber estado más feliz fregando las cámaras de
baño que pasar la noche intentando complacer lo desagradable.
A menudo sentía lo mismo cuando era hora de reunirme con la
Sacerdotisa. Prefiero pasar la noche arrancando mi propio vello
corporal de áreas muy sensibles que pasar horas con ese dragón de
mujer.
Tal vez necesitaba ser mejor para ocultar cómo me sentía
cuando se trataba de ella y las otras Sacerdotisas.
Todavía no podía creer que ella hubiera ido al Duque, todo
porque no me pasaba la mitad del día escuchándola y los demás se
quejaban de todos los demás.
Envolviendo mis brazos alrededor de mí, deseé lo que se sintió
como la centésima vez que mi hermano todavía estuviera en
Masadonia. Ian también tenía pesadillas, y si todavía estuviera aquí
en este momento, me distraería con cuentos tontos e inventados.
¿Todavía tenía pesadillas después de su Ascensión? Si no, ¿no
era algo más que esperar?
Página | 239
Mi mirada viajó a lo largo de Rise, al ver a un guardia
patrullando a lo largo de la parte superior de la pared.
Prefiero estar ahí afuera que aquí.
Los Ascendidos se sorprenderían al escuchar tal cosa, como la
mayoría de los demás. Incluso pensarlo, que yo, la Doncella, la
Elegida, que iría a los dioses, quisiera intercambiar lugares con un
plebeyo, un guardia, sería una deshonra no solo para los Ascendidos
sino también para los dioses mismos. En todo el Reino, la gente
haría cualquier cosa para estar en presencia de los dioses. Yo era…
Era privilegiada sin importar lo que sufrí, pero al menos si
estuviera allí afuera, en Rise, podría estar haciendo algo productivo.
Protegería la ciudad y a todos aquellos que me permitieron tener una
vida tan cómoda. En cambio, estaba aquí, alcanzando un nuevo nivel
de autocompasión cuando, en realidad, mi Ascensión haría más que
proteger una ciudad.
Aseguraría todo el futuro del reino.
¿No era eso hacer algo?
No estaba segura, y no quería nada más que poder cerrar los
ojos y encontrar el sueño, pero sabía que no vendría. No por horas.
En noches como esta, cuando sabía que el sueño me evadiría,
cedí al impulso de escabullirme y explorar la ciudad silenciosa y
oscura hasta que encontré lugares que no dormían, lugares como la
Perla Roja. Desafortunadamente, ese sería el colmo de la estupidez
después del intento de secuestro. Incluso yo no era tan imprudente
y...
Una llama más allá de Rise comenzó a bailar, empujándome
hacia adelante. Presioné ambas palmas contra la ventana, mirando
el fuego y negándome a parpadear. —No es nada —le dije a la
habitación vacía—. Es solo una brisa…
Otro destello se movió, y luego otro y otro, toda la línea de
antorchas más allá de la pared se agitó salvajemente, escupiendo
Página | 240 chispas cuando el viento se levantó. Tomé un respiro, pero parecía
no ir a ninguna parte.
El que estaba en el medio fue el primero en ser apagado,
enviando mi corazón golpeando contra mis costillas. Los otros lo
siguió rápidamente, lanzando la tierra más allá de Rise a la
repentina oscuridad.
Di un paso atrás desde la ventana.
Docenas de flechas ardientes se dispararon en el aire,
formando un arco por encima del Rise y luego corriendo hacia abajo,
golpeando las trincheras llenas de yesca. Un muro de fuego estalló,
corriendo a lo largo de toda el Rise. Las llamas no eran defensa
contra la niebla o lo que venía con ella.
El fuego hizo visible lo que estaba en la niebla.
Volviendo a la ventana, tiré el pestillo y la abrí. El aire frío y
una especie de silencio sobrenatural entraron en la cámara cuando
agarré la repisa de piedra y me asomé, entrecerrando los ojos.
El humo flotaba y se tejía
derramándose en el aire y en el suelo.
a
través
de
las
llamas,
El humo no se movía así.
El humo no se arrastraba bajo la yesca, un blanco espeso y
turbio contra el negro de la noche. El humo no cubría las llamas, las
asfixiaba hasta que se extinguían y todo lo que quedaba era una
niebla espesa y antinatural.
La niebla no estaba vacía.
Estaba llena de formas retorcidas que alguna vez habían sido
mortales.
Página | 241
Los cuernos resonaban desde las cuatro esquinas de Rise,
rompiendo el silencio tenso. En cuestión de segundos, las pocas
luces que habían brillado a través de las ventanas se oscurecieron.
Se emitió una segunda llamada de advertencia y todo el castillo
pareció estremecerse.
Poniéndome en acción, agarré la ventana y la cerré en su lugar
antes de girar. Tendría aproximadamente tres minutos, posiblemente
menos, antes de que todas las salidas se sellaran. Comencé a
avanzar…
Un momento después, la puerta contigua se abrió, y Tawny
irrumpió, su camisón blanco fluyó a su alrededor y la masa de rizos
marrones y dorados se derramó sobre sus hombros.
—No. —Tawny se detuvo y el blanco de sus grandes ojos
contrastaba con su piel morena—. No, Poppy.
Ignorándola, corrí hacia el arcón, abrí la pesada tapa y
hurgando alrededor hasta encontrar el arco. Levantándome, lo tiré
sobre la cama.
—No puedes estar planeando salir —exclamó.
—Lo estoy.
—¡Poppy!
—Estaré bien. —Lo coloqué a lo largo de mi columna vertebral.
—¿Bien? —Ella me miró boquiabierta cuando me volví hacia
ella—. No puedo creer que tenga que señalar lo obvio, pero aquí
estoy. Eres la Doncella. La Elegida. No puedes salir por ahí. Si no te
matan, Su Gracia lo hará si te atrapa.
—No me atrapará. —Cogí una capa negra con capucha y me la
puse, asegurándola en mi cuello y pecho—. El Duque se esconderá
en su habitación detrás de una docena de guardias reales, si no más,
justo al lado de la Duquesa.
—Los Guardias Reales vendrán por ti.
Recuperé el arco curvado por la empuñadura. —Estoy segura
de que Vikter se fue a Rise en el momento en que escuchó los
cuernos.
—¿Y Hawke? Su deber es protegerte.
Página | 242
—Vikter sabe que puedo protegerme, y Hawke ni siquiera sabrá
que salí de mi habitación. —Me detuve—. No sabe acerca de la
entrada de los sirvientes.
—Estás herida, Poppy. Tu espalda…
—Mi espalda está casi completamente curada. Tú lo sabes.
—¿Y qué hay del Oscuro? ¿Qué pasa si esto es una
estratagema…
—Esto no es una estratagema, Tawny. Los vi en la niebla —le
dije, y su rostro estaba gris—. Y si el Oscuro trata de venir por mí, yo
también estaré lista para él.
Ella me siguió mientras cruzaba la habitación. —Penellaphe
Balfour, ¡detente!
Sorprendida, di media vuelta y la encontré parada justo detrás
de mí. —Tengo menos de dos minutos, Tawny. Si no, Estaré
atrapada aquí…
—Donde es seguro —razonó.
Agarré su hombro con mi mano libre. —Si rompen los muros,
tomarán la ciudad y encontrarán la manera de entrar al castillo. Y
entonces no habrá quien los detenga. Eso lo sé. Llegaron a mi
familia. Llegaron a mí. No me sentaré y esperaré a que eso vuelva a
suceder.
Sus ojos buscaron frenéticamente los míos. —Pero no tenías el
Rise para protegerte entonces.
Eso era cierto, pero... —Nada es infalible, Tawny. Ni siquiera el
Rise.
—Y tú tampoco —susurró ella, su labio inferior temblando.
—Lo sé.
Ella respiró hondo, su hombro se hundió bajo mi mano. —Todo
bien. Si viene alguien, les diré que estás enferma de miedo y que te
Página | 243 has encerrado en la cámara de baño.
Puse los ojos en blanco. —Por supuesto que lo harás. —Le solté
el hombro—. Hay varias dagas de piedra de sangre en el cofre, y una
espada debajo de las almohadas…
—Por favor, dime que tu cabeza no descansa sobre una espada
todas las noches —exigió Tawny, con voz sonando con
incredulidad—. No es de extrañar que tengas pesadillas. Solo los
dioses saben qué tipo de mala suerte es usar una espada como
almohada…
—Tawny —la interrumpí antes de que ella realmente se pusiera
en marcha—. Si el castillo es penetrado, usa las armas. Sabes cómo.
—Lo sé. —Y lo hacía solo porque la hice aprender en secreto, tal
como Vikter me había enseñado—. La cabeza o el corazón.
Asentí.
—Cuídate, Poppy. Por favor. Estaré muy decepcionada si me
asignan a servir a la Duquesa. O, peor aún, dada al Templo al
servicio de los dioses. No es que no sea un honor servirlos —agregó,
colocando su mano sobre su corazón—. Pero todo el asunto del
celibato...
Esbocé una sonrisa. —Voy a volver.
—Será mejor que lo hagas, Poppy.
—Lo prometo. —Le di un beso rápido en la mejilla, me di la
vuelta y me dirigí a la puerta de los viejos criados junto a la cámara
de baño. Esta fue la razón por la que rogué y supliqué que me
trasladaran a esta habitación en la parte más antigua y más fea del
castillo. Estos caminos y accesos ya no se usaban, pero se
conectaban a casi todas las habitaciones en la parte antigua de la
fortaleza, incluido el puente de piedra que conducía directamente a
la parte sur de Rise.
Las bisagras viejas crujieron cuando abrí la puerta. Los
caminos me permitieron moverme sin ser detectada por todo el
Página | 244 castillo. En los últimos años, los había usado para reunirme con
Vikter en una de las habitaciones viejas y sin usar para entrenar, y
también fue cómo pude salir del castillo sin ser vista.
Pero, lo más importante, las viejas escaleras y pasillos podrían
proporcionar un escape rápido si es necesario.
—Poppy —gritó Tawny, deteniéndome—. Tu cara.
La confusión aumentó solo por un momento, y luego me di
cuenta de que mi cara estaba descubierta.
—Correcto. —Levanté la pesada capucha y la puse en su lugar
antes de salir a la estrecha y sinuosa escalera.
La piedra se deslizó contra el metal cuando las gruesas puertas
de hierro se sacudieron y comenzaron a descender mientras corría
por los escalones de piedra agrietados y desiguales. Mis zapatillas no
eran el mejor calzado para tal cosa, pero no había tenido tiempo de
sacar las únicas botas que poseía de su escondite, escondidas debajo
de la cabecera de la cama. Si las criadas las encontraran,
seguramente hablarían, y eventualmente, cualquier cosa que dijeran
volvería a alguien.
Tenía menos de un minuto para salir.
El polvo y las pequeñas rocas flotaban desde arriba mientras el
castillo seguía temblando. La luz de la luna se abrió paso a través de
las ventanas rotas y polvorientas cuando doblé el último tramo de
escalones, deslizándome sobre los dos inferiores y casi saliendo a la
despensa vacía. El movimiento no causó nada más que una
llamarada de dolor donde las ronchas se estaban curando.
Página | 245
Metiendo el arco en los pliegues de la capa, me lancé a la
caótica cocina donde los sirvientes clamaban por el acceso a las
habitaciones
ocultas
y
seguras
que
funcionaban
como
almacenamiento de alimentos. Los guardias se apresuraron hacia la
entrada principal, donde el escudo más grande se trabaría en
segundos. Nadie me hizo caso mientras corría hacia el pasillo de
atrás, donde una de las puertas de hierro ya estaba a medio camino.
Escupiendo una maldición a la que Vikter se habría puesto
rojo, y Rylan habría... él habría sonreído si todavía estuviera aquí,
aceleré y luego me sumergí. Las zapatillas de seda y satén ayudaron
en el descenso. Me deslicé debajo de la puerta, casi perdiendo el
equilibrio mientras salía al aire nocturno. La pesada puerta gimió
mientras se acomodaba en su lugar. Retrocedí y luego me di la
vuelta, mis labios se curvaron en una amplia sonrisa que Tawny
habría encontrado no solo preocupante sino también inquietante.
Había llegado al puente.
Sin perder el tiempo, corrí a través del angosto paseo por
encima de las casas y tiendas. No me atreví a mirar a mis costados
ya que no había barandilla. Un desliz, y bueno...
Lo que estaba en la niebla ya no sería una preocupación.
Al llegar a la cornisa más amplia de Rise, arrojé el arco a la
cima y luego me subí. La piel curanda de mi espalda se estiró,
haciéndome hacer una mueca mientras la capa y la bata se
separaron, revelando casi toda la longitud de mi pierna. Anhelaba los
pantalones delgados que a menudo se usan debajo de ciertos estilos
de vestidos, pero no había tenido tiempo suficiente.
Agarré el arco y comencé a caminar hacia el muro occidental,
llegando cuando la niebla parecía convertirse en una masa sólida,
llevando consigo el olor a metal y descomposición. Adelante, los
arqueros esperaban en sus nidos de piedra, como aves rapaces, con
sus arcos y flechas firmes. Sabía que no debía acercarme demasiado,
ya que un guardia de Rise seguramente se daría cuenta y haría
preguntas. Y aunque Tawny había exagerado la parte de matarme,
enfrentaría otra lección del Duque.
Eché un vistazo rápido a mi alrededor. La ciudad se había vuelto
completamente tranquila y oscura, a excepción de los Templos. Sus
llamas nunca se extinguieron. Aparté mi mirada de ellos y la
sensación de inquietud que a menudo provocaban, busqué una
almena vacía hasta que encontré una. Si fuera vigilado por un
Página | 246 guardia, alguien ya estaría en él.
Manteniéndome cerca de las sombras que se aferraban a las
paredes, me metí dentro del recinto. Mi sonrisa volvió cuando vi
varios estuches de flechas descansando cerca de la pequeña
escalera. Perfecto. Las flechas Piedras de Sangre, sus flechas de
madera del Bosque de Sangre, no eran fáciles de encontrar cuando
eras una Doncella que no se suponía que las necesitara. Agarrando
varios de los carcajes, subí corriendo la escalera.
Parcialmente escondida detrás del muro de piedra, puse el
carcaj a mi lado y saqué una flecha. Un sonido llegó entonces,
levantando los pelos de todo mi cuerpo.
Comenzó como un aullido bajo, recordándome el viento durante
la parte más fría del invierno, pero los gemidos dieron paso a
chillidos agudos. La piel de gallina me erizó la piel, y mi estómago se
retorció de náuseas incluso cuando clavé una flecha. Nunca olvidaría
ese sonido. Atormentaba mis sueños, obligándome a despertar,
noche tras noche.
Los gritos estallaron desde el suelo, una llamada al fuego.
Aspirando un soplo de asombro, vi el cielo iluminarse con flechas
ardientes. Atravesaron la niebla invasora mientras los fuegos
volvieron a la vida una vez más, todo alrededor de Rise, convirtiendo
la noche en un crepúsculo plateado.
Los Guardias esperaban a pie frente al Rise, su armadura
negra los hacía casi indistinguibles mientras buscaba la familiar
capa blanca de una Guardia Real. Ahí. Encontré cabello rubio pálido
y una cara curtida del color de la arena. Mi corazón se saltó un
latido. Hacia el centro estaba Vikter. Esperaba verlo donde la muerte
ahora se reunía, pero un nudo de miedo todavía se acumulaba en mi
pecho. Vikter era el hombre más valiente que conocía.
¿Qué hay de Hawke? No tenía idea si él estaba en el castillo,
estacionado afuera de mi puerta, creyendo que yo estaba adentro, o
en el Rise. O, como Vikter, tal vez estaba más allá. El nudo se
expandió, pero no podía dejar que se apoderará de mí.
Página | 247
Manteniendo un ojo en Vikter, enrosqué mis dedos alrededor
de la cuerda, tirando hacia atrás mientras él se ponía el casco. Se
elevó otra descarga de flechas, que llegaron más lejos. Cuando
atravesaron la niebla, escuché los gritos.
Y luego los vi.
Sus cuerpos pálidos de un blanco lechoso, lixiviados de todo
color, sus caras hundidas y huecas, sus ojos ardiendo como carbón
ardiente. Las bocas se abrieron de par en par, revelando dos juegos
de dientes aserrados. Sus dedos se alargaron en garras, y tanto sus
colmillos como sus garras podían desollar la piel como la mantequilla
más suave.
Tenía las cicatrices para demostrarlo.
Eran en lo que se convertirían Marlowe y Ridley si sus vidas no
hubieran terminado antes de que fuera demasiado tarde.
Salieron de la niebla, la fuente de mis pesadillas, las criaturas
enviadas por el Oscuro hace más de una década para robarnos a
nuestros hermanos y a mí de nuestros padres en una masacre
empapada de sangre. Eran los malvados que casi me mataron antes
de mi sexto cumpleaños, arañando y mordiéndome en un frenesí de
sed de sangre.
Los Craven estaban aquí.
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15
Traducido por: VivianaG2509
Corregido por: -Patty
Y ahora, rodearon a los guardias fuera de Rise, chocando
contra ellos en una ola que no conocía el miedo a la muerte. Gritos
de dolor y terror atravesaron la noche y me quedé sin aliento. En
cuestión de segundos, perdí de vista a Vikter.
Página | 249
—No —susurré, los dedos temblando alrededor de la cuerda.
¿Dónde estaba él? No pudo haberse caído. No tan rápido. No,
Vikter…
Lo encontré, manteniéndose firme mientras cortaba su espada
en el aire, cortando la cabeza de un Craven cuando otro se lanzó
contra él. Se dio la vuelta, evitando por poco un golpe que habría
desgarrado su peto.
No había tiempo para el alivio. Mi mirada cambió cuando la
flecha de piedra de sangre de un arquero se estrelló contra la cabeza
de un Craven, tirándolo hacia atrás. Sangre oscura y tinta
manchada por la parte posterior de su cráneo. Me concentré en otro
Craven, calmando mi respiración hasta que fue profunda y lenta
como Vikter me había enseñado. Años de entrenamiento
estabilizaron mi mano, pero también la experiencia. Esta no era la
primera vez que ayudaba a los guardias en Rise.
"Una vez que tus dedos agarran la cuerda, el mundo que te
rodea debe dejar de existir." Las instrucciones de Vikter hicieron eco
en mi mente. "Solo eres tú, el tirón de la cuerda y tu puntería. Nada
más importa."
Y eso era todo lo que podía ser.
Confiando en mi puntería, solté una flecha. Voló por el aire,
golpeando a un Craven en el corazón. Antes de lo que una vez fue el
hijo o el padre de alguien, siquiera golpeara la tierra. Encontré a
otro, un Craven que tenía un guardia en la espalda, desgarrando su
armadura. Solté la cuerda del arco, sonriendo cuando el proyectil
atravesó la cabeza del Craven. Al cargar la siguiente flecha, vi a
Vikter, su espada manchada de sangre oscura cuando la empujó
profundamente en el estómago de un Craven y luego la levantó con
un grito…
Un Craven corrió a Vikter por detrás mientras sacaba la
espada. Tiré de la cuerda hacia atrás. El rayo atravesó el aire,
atrapando a la criatura en la parte posterior de su cráneo de pelo
irregular. La cosa cayó hacia adelante, muerta incluso antes de tocar
Página | 250
el suelo.
La cabeza de Vikter se giró y juré que me miró directamente,
sabía quién había enviado esa flecha. Y aunque no podía ver su
rostro, sabía que tenía la expresión que siempre hacía cuando estaba
orgulloso pero irritado.
Sonriendo, preparé otra flecha y... y por lo que pareció una
pequeña eternidad, me perdí en el asesinato, derribando a un Craven
tras otro. Pasé por dos carcaj antes de que uno de los Craven
rompiera la línea de guardias. Golpeando la pared, sus manos con
garras se clavaron en la piedra, ganando agarre.
Por un breve latido, me quedé paralizada mientras eso soltaba
su mano libre y luego lo golpeaba de nuevo, más alto, tirando de la
pared.
—Mis dioses —susurré.
El Craven dejó escapar un gemido chirriante, sacándome de mi
estupor. Apunté, disparando la flecha directamente hacia su cráneo.
El impacto lo derribó de la pared…
Un grito a mi derecha me sacudió la cabeza. Un arquero cayó
hacia adelante, el arco se le escapó de las manos cuando un Craven
lo agarró por los hombros y hundió los dientes aserrados en el cuello
del guardia.
Dioses, habían llegado a la cima.
Girando, puse una flecha y la solté rápidamente. La flecha no
dio un golpe fatal, pero el impacto liberó al Craven del guardia y lo
envió de vuelta al suelo. No fue el único que cayó. El guardia cayó de
espaldas en nada más que aire. Me tragué un grito, diciéndome que
el hombre ya estaba muerto antes de que el fuerte y carnoso golpe
me hiciera cerrar los ojos brevemente.
Las mentes de los Craven pueden estar podridas, pero tenían el
Página | 251 sentido suficiente para ir por los arqueros. Vikter había dicho una
vez que lo único que rivalizaba con su sed de sangre eran sus
instintos de supervivencia.
Un grito agudo me puso en acción. A mi derecha, otro Craven
había llegado al borde de Rise, agarrando a un arquero. El guardia
dejó caer su arco y abrazó al Craven, empujando hacia adelante.
Cayó al suelo fuera de Rise, llevándose al Craven con él.
Una ronda de flechas ardientes se alzó una vez más en el aire,
alcanzando muy por encima de la pared. Bajaron, golpeando a
mortales y monstruos por igual. Sobre el sonido de aullidos y gritos
sobrenaturales, los cascos golpearon el adoquín y la tierra, pero aún
miraba hacia dónde había caído el arquero, su cuerpo rodeado por
Craven.
El guardia se había sacrificado a sí mismo. Este hombre
desconocido y sin nombre había elegido la muerte antes que permitir
que el Craven llegara al otro lado de Rise.
Parpadeando para contener las repentinas lágrimas, sacudí la
cabeza sin palabras mientras estallaban los gritos de batalla,
obligándome a ponerme en movimiento. Levantándome lo suficiente
para ver por encima del borde, miré por encima del hombro mientras
más guardias a caballo salían de la puerta, blandiendo cuchillas de
hoz. Se dividieron en dos direcciones, intentando sellar el acceso a
Rise. Tan pronto como despejaron la entrada, las puertas se cerraron
detrás de ellos.
Un Craven se lanzó contra un guardia, avanzando por el aire
como lo haría un gran gato de la jungla. Se estrelló contra el guardia,
tirándolo de su caballo. Ellos golpearon el suelo.
—Maldita sea —siseé, apuntando al Craven, que ahora estaba a
mitad de camino de la subida.
Página | 252
Lo atrapé en la parte superior de su cráneo de pelo irregular,
tirándolo de la pared. Rápidamente apunté otra flecha, buscando a
los Craven que estaban en Rise. Eran la clara amenaza.
Rápidamente se hizo evidente que estos Craven eran diferentes.
Parecían menos... monstruosos. Aun así, su apariencia era nada
menos que carne de pesadilla, pero sus caras eran menos huecas,
sus cuerpos menos arrugados. ¿Estaban recién convertidos? Posible.
La batalla de abajo estaba disminuyendo, los cuerpos caían uno
encima del otro. Al ver a Vikter mientras empujaba su espada a
través de la cabeza de un Craven caído, me arrodillé sobre una
rodilla para poder mirar por encima de la pared. La capa se separó,
exponiendo casi todo el largo de mi pierna desde mi pantorrilla hasta
mi muslo al aire helado.
Solo quedaba un puñado de Craven, la mitad de ellos
alimentándose y destrozando a los guardias heridos, sin darse
cuenta de nada a su alrededor. No pude ver más cerca de Rise.
Colocando una flecha contra la proa, apunté a una que había
atravesado la armadura y había entrado en la cavidad de un
estómago, dejando al descubierto gruesas entrañas. La bilis obstruyó
mi garganta. El guardia ya estaba muerto, pero no podía dejar que el
Craven continuara profanando al hombre caído.
Centrándome en la boca manchada de sangre y gore, envié la flecha
volando directamente hacia ella. El contacto hizo retroceder al
Craven. Cualquier satisfacción que sentía fue atenuada por la
tristeza. La niebla había comenzado a disiparse, revelando la
carnicería dejada atrás. Muchos habían caído esta noche.
Demasiados.
Con la piedra fría debajo de mi rodilla desnuda, alcancé otra
flecha mientras buscaba…
—Debes ser la diosa Bele o Lailah con forma mortal —dijo una
voz profunda detrás de mí.
Respirando bruscamente, me di la vuelta sobre mi rodilla, la
capa y el vestido girando alrededor de mis piernas. Mi flecha
bloqueada y lista, apunté a…
Página | 253
Hawke
Oh, dioses...
Mi estómago se revolvió de alivio y consternación mientras
miraba hacia abajo. Estaba de pie bajo un rayo de luz de luna como
si los propios dioses lo hubieran bendecido con luz eterna. La sangre
manchada como tinta salpicó sus pómulos anchos y altos y la línea
recta de su mandíbula. Sus amplios y expresivos labios se separaron
como si solo fuera capaz de respirar, y esos extraños y hermosos ojos
parecían brillar casi a la luz de la luna.
Sostuvo su espada empapada de sangre a su lado. Su cuero
había sido arañado, mostrando lo cerca que había estado de caer.
Hawke había estado más allá de Rise, y como Vikter, como
Guardia Real, eso no era necesario. Pero salió allí, no obstante. El
respeto floreció en mi pecho, calentándome, y reaccioné sin pensar,
extendiendo mis sentidos para ver si estaba herido.
Sentí el más mínimo indicio de la angustia que permanecía en
él. La batalla lo había aliviado, dándole una salida de la misma
manera que lo haría mi toque. Temporal, pero aún efectivo. No
resultó herido.
—Tú eres... —Su mirada era intensa y sin parpadear mientras
envainaba su espada a su lado—. Eres absolutamente magnífica.
Hermosa.
Me sacudí, sorprendida. Había dicho que era hermosa antes de
que me viera la cara, y sonaba como si lo hubiera querido decir
entonces. ¿Pero ahora? Había pronunciado palabras que con
demasiada frecuencia no significaban nada y muy raramente
significaban todo. Y las dijo de tal manera que había una sensación
de tensión en mi estómago, aunque no tenía idea de con quién
hablaba. Mi capucha pesada se mantuvo en su lugar.
Necesitaba alejarme.
Página | 254
Miré detrás de él, buscando el camino más fácil para escapar.
Tragué fuerte. Puede que Hawke aún no se haya dado cuenta de que
yo era la chica que había estado en el Red Pearl, pero no había forma
de que pudiera hacerle saber que era yo aquí arriba ahora. No tenía
idea de qué haría si se diera cuenta de que yo era la que estaba en el
Rise.
—Lo último que esperaba era encontrar a una mujer
encapuchada con talento para el tiro con arco manejando una de las
almenas. —El hoyuelo apareció en su mejilla derecha, y sentí el tirón
bajo en mi estómago.
¿Por qué tenía que tener una... sonrisa encantadora? Era del
tipo que sabía que muchas otras habían sido víctimas.
Dudaba que alguna de ellas lamentara esa caída.
Sabía que no.
Extendió su mano enguantada. —¿Puedo ser de ayuda?
Tragando un resoplido, bajé el arco y lo moví a una mano. Me
quedé en silencio en caso de que reconociera mi voz, indicándole que
retrocediera. Con un arco de una ceja oscura, colocó la mano
ofrecida sobre su corazón y dio un paso atrás.
Hawke se inclinó.
Realmente se inclinó, con tal floritura elaborada que una risa se
deslizó por mi garganta. Me las arreglé para aplastarla mientras
colocaba el arco en la repisa inferior, apoyándolo contra la pared.
Manteniendo mi mirada en él, me escabullí hacia la escalera y bajé
lentamente, sin darle la espalda.
Página | 255
Los sonidos de las peleas casi habían cesado abajo. Necesitaba
volver a mi habitación, pero no había forma de que pudiera entrar al
castillo como había salido, no con Hawke aquí. Eso despertaría
sospechas. Deslicé el arco debajo de mi capa, enganchándolo a mi
espalda. Me estremecí mientras descansaba contra las ronchas
todavía curativas.
—Eres una... —Se detuvo, una mirada extraña se acomodó en
sus rasgos. No pude descifrar de qué se trataba. ¿Sospecha?
¿Desconcierto? ¿Algo completamente diferente? Sus ojos se
entrecerraron.
Abajo, las pesadas puertas gruñeron cuando se reabrieron para
que los heridos y los muertos fueran recuperados. Los Craven serían
quemados donde yacían. Me moví para salir de la almena…
Hawke suavemente bloqueó mi camino, y mi corazón dio un
vuelco mientras mis manos se apretaban en puños. Forcé a mis
dedos a relajarse. La luz juguetona en sus ojos se había desvanecido.
—¿Qué estás haciendo aquí?
Cualquier paciencia que su curiosidad había traído se había
ido. Al pasar junto a él, supe que tendría que ir al suelo y perderlo
entre la multitud cuando la gente comenzara a abandonar sus
hogares para hacer un balance de las pérdidas.
No llegué lejos.
Hawke me agarró del brazo. —Yo creo que…
El instinto se encendió, tomando el control. Me di la vuelta y me
retorcí debajo del brazo que sostenía el mío, ignorando la leve
quemadura a lo largo de mi espalda. El shock que parpadeaba sobre
su rostro trajo una sonrisa salvaje a mis labios. Apareciéndome
detrás de él, me sumergí y pateé, sacando sus piernas de debajo de
él. Él dejó caer mi brazo para lanzar sus manos, deteniendo su
caída.
Su maldición sonó en mis oídos mientras despegaba, saliendo
de la almena y corriendo hacia la repisa interior del Rise. Las
escaleras más cercanas eran varios metros…
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Algo atrapó mi capa. La fuerza me hizo girar y me empujó contra
la pared. Empecé a alejarme, pero no lo hice más que unas pocas
pulgadas. Mirando hacia abajo, vi una daga incrustada
profundamente en la pared, atrapando mi capa. Aturdida, mi boca se
abrió.
Hawke se dirigió hacia mí con la barbilla bajada. —Eso no fue
muy agradable.
Bueno, tampoco iba a pensar que esto era muy bueno.
Agarré el mango de la daga, liberándola. Le di la vuelta para
sostenerlo por la cuchilla, eché el brazo hacia atrás.
—No —advirtió, deteniéndose.
Le arrojé la daga directamente a su cara molesta y hermosa.
Giró, como sabía que lo haría…
Cogió la daga por el mango, sacándola del aire como si no fuera
nada, y eso fue... impresionante. Y yo estaba celosa. De ninguna
manera podría haber hecho eso. Ni siquiera pensé que Vikter
pudiera.
Con los ojos brillantes como pedazos de oro, chasqueó
suavemente y comenzó a caminar hacia mí una vez más.
Empujándome de la pared, comencé a correr de nuevo, viendo
las escaleras más adelante. Si pudiera llegar a ellas…
Una forma oscura cayó delante de mí. Mis pies se deslizaron y
me resbalé, perdiendo el equilibrio. ¡Malditas zapatillas y su suela
lisa y suave! Bajé con fuerza sobre mi cadera, tragando el grito de
dolor mientras se elevaba por mi espalda baja. Al menos no había
aterrizado sobre mi espalda.
Hawke se levantó agachado, con la daga en la cadera. —Ahora
eso realmente no fue agradable en absoluto.
¿Cómo había él...? Mi mirada se dirigió a la estrecha cresta de la
pared de arriba. ¿Había corrido a lo largo de eso? No podría ser más
ancho que unas pocas pulgadas.
Estaba loco.
—Soy consciente de que mi cabello necesita un corte, pero tu
puntería está mala —dijo—. Realmente deberías trabajar en eso ya
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que soy bastante parcial con mi cara.
Mi objetivo había sido acertado.
Con un gruñido silencioso, esperé hasta que estuvo lo
suficientemente cerca, y luego lo pateé, atrapándolo en la parte
inferior de la pierna. Él gruñó cuando salté sobre mis pies, ignorando
el dolor de lo que seguramente era una cadera y una parte posterior
magulladas. Me di vuelta hacia la derecha, y él saltó para
bloquearme, pero me lancé hacia la izquierda. Volvió a mirarme y lo
expulsé una vez más…
Hawke me agarró por el tobillo. Jadeé, con los brazos
revoloteando hasta que me estabilicé. Con los ojos muy abiertos, lo
miré fijamente. Levantó las cejas mientras su mirada recorría la
longitud de mi pierna desnuda. —Escandalosa —murmuró.
Un gruñido de molestia estalló en mí.
Él rió. —Y esas pequeñas zapatillas delicadas. ¿Satén y seda?
Están tan finamente diseñadas como tu pierna. El tipo de zapatilla
que ningún guardia de Rise usaría.
Qué astuto de su parte.
—A menos que estén equipados de manera diferente a la mía. —
Hawke me dejó caer el tobillo, pero antes de que pudiera correr, me
agarró del brazo y tiró de mí hacia adelante. De repente, estaba en
contra de él y contra la pared.
El aire se apoderó de mis pulmones ante el repentino contacto.
Mis pechos estaban aplastados contra el cuero duro y el hierro de su
estómago. El calor de su cuerpo parecía sangrar a través de su
armadura, hundiéndose a través de mi capa y la delgada bata
debajo. Un destello de calor me atravesó mientras respiraba hondo.
Más allá de la podredumbre de la sangre de Craven, olía a especias
oscuras y humo exuberante. Un rubor se deslizó por mis mejillas.
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Sus fosas nasales se dilataron, y por loco que pareciera, el tono
de sus ojos parecía profundizarse a un llamativo color ámbar.
Levantó su otro brazo. —Sabes lo que creo…
La cuchilla presionando la piel de su garganta lo silenció. Sus
labios se adelgazaron mientras me miraba. No se movió ni me soltó,
así que presioné la punta de la daga lo suficiente. Una gota de
sangre se hinchó justo debajo de su garganta.
—Corrección —dijo, y luego se echó a reír cuando el goteo de
sangre se filtró por su cuello. No fue una risa áspera o
condescendiente. Sonaba divertido—. Eres una pequeña criatura
absolutamente impresionante y asesina. —Deteniéndose, miró hacia
abajo—. Bonita arma. Piedra de Sangre y hueso de lobo. Muy
interesante... —Su mirada se alzó—. Princesa.
16
Traducido por: Lucia BJ
Corregido por: -Patty
La daga. Maldición. Había olvidado que había visto el cuchillo en
la Perla Roja. Dioses, ¿cómo pude olvidar eso? Aparté la hoja, pero
ya era demasiado tarde.
Y también fue un error.
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La otra mano de Hawke se movió a la velocidad del rayo, atrapando
la muñeca de la mano que sostenía el arma. —Tú y yo tenemos
mucho de qué hablar.
—No tenemos nada de qué hablar —espeté, irritada conmigo misma
por no hacer uno, ni dos, sino tres movimientos increíblemente
tontos. Y más allá frustrada con Hawke porque había ganado la
delantera.
—¡Ella habla!—Abrió mucho los ojos fingiendo shock y luego bajó la
barbilla haciéndome sentir tensa—. Pensé que no te gustaba hablar,
princesa.—Hizo una pausa—. ¿O es solo cuando estás en la Perla
Roja?
No dije nada a eso.
—No vas a pretender que no tienes idea de lo que estoy hablando,
¿verdad?—preguntó—. ¿Que no eres ella?
Tiré de mis brazos.—Déjame ir.
—Oh, no lo creo.—Se giró bruscamente y, de repente, mi espalda
estaba contra la pared de piedra de Rise. El contacto envió una ola
de fuego sobre la curación que tenía en mi espalda, pero él presionó,
enjaulando mi cuerpo con el suyo. Apenas había una pulgada entre
nosotros—. ¿Después de todo lo que compartimos? ¿Me arrojas una
daga en la cara?
—¿Todo lo que compartimos? Fueron unos pocos minutos y unos
cuantos besos —dije, y la verdad me sorprendió con una claridad
alarmante. Eso fue todo lo que habíamos compartido. Dioses, estaba
tan… protegida. Porque en mi experiencia limitada, se había
convertido... en mucho más para mí. La llamada de atención de que
solo eran unos pocos besos fue completamente brutal.
—Fueron más que unos pocos besos. —Su voz bajó—. Si lo has
olvidado, estoy más que dispuesto a recordarte.
Pequeñas bobinas de tensión se formaron en mi estómago. Una parte
de mí quería que me recordara lo que por supuesto no había
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olvidado. Gracias a los dioses, la parte más inteligente y lógica de mí
ganó. —No hay nada que valga la pena recordar.
—¿Ahora me insultas después de tirarme una daga en la cara?
Heriste mis tiernos sentimientos.
—¿Sentimientos tiernos?—resoplé—. No seas demasiado dramático.
—Es difícil no serlo cuando arrojaste una daga a mi cabeza y luego
me cortaste el cuello.—Se disparó hacia atrás, su agarre sobre mí
sorprendentemente gentil en comparación con la dureza de su tono.
—Sabía que te moverías fuera del camino.
—¿Lo sabías? ¿Es por eso que trataste de cortarme el cuello? —Sus
ojos dorados ardían debajo de pesadas y gruesas pestañas.
—He cortado tu piel—corregí—. Porque me agarraste y no me
soltaste. Obviamente, no has aprendido nada acerca de eso.
—De hecho, he aprendido mucho, princesa. Es por eso que tus
manos y tu daga están yendo hacia cualquier lado excepto a mi
cuello. —Su pulgar se deslizó sobre el interior de mi muñeca como
recordatorio, y mis dedos se contrajeron alrededor del mango de mi
arma—. Pero si sueltas la daga, hay un montón de lugares en mí a
los que dejaré que tus manos se acerquen.
Me ahogué con mi próximo aliento. ¿No se dio cuenta con quién
estaba hablando? ¿Era tan común el sonido de mi voz que no tenía
idea de que era yo? Pero si aún no lo había descubierto, eso
significaba que todavía tenía la ventaja. Una pequeña ventaja, pero
la tenía—. Qué generoso de tu parte —repliqué.
—Una vez que me conozcas, descubrirás que puedo ser bastante
benevolente.
—No tengo intención de conocerte.
—Entonces, ¿solo tienes el hábito de colarte en las habitaciones de
los hombres jóvenes y seducirlos antes de salir corriendo?
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—¿Qué?—Jadeé—. ¿Seducir a los hombres?
—¿No es eso lo que me hiciste, princesa?—Su pulgar hizo otro lento
barrido por el interior de mi muñeca.
—Eres ridículo. —farfullé.
—Lo que soy es un hombre intrigado.
Gimiendo, tiré de mis brazos, y él se echó a reír en respuesta, sus
ojos me recordaron charcos de cálida miel. —¿Por qué insistes en
sostenerme así?
—Bueno, además de lo que ya comentamos, que es que todo es
parcial para mi cara y mi cuello, también estás en un lugar donde se
supone que no debes estar. Estoy haciendo mi trabajo deteniéndote y
cuestionándote.
—¿Normalmente cuestionas así a los que están en Rise y no
conoces? —Lo desafié—. Qué método de interrogación tan extraño.
—Sólo a mujeres bonitas con piernas bien formadas y desnudas. —
Se inclinó, y cuando tomé mi próximo aliento, mi pecho se encontró
con el suyo—. ¿Qué haces aquí arriba durante un ataque de Craven?
—Disfrutando de un relajante paseo nocturno—espeté.
Sus labios se curvaron hacia un lado, pero no había hoyuelos.
—¿Qué estabas haciendo aquí, princesa? —repitió.
—¿Qué parecía que estaba haciendo?
—Parecía que estabas siendo increíblemente tonta e imprudente.
—¿Disculpa?—La incredulidad tronó a través de mí—. ¿Cómo fui
imprudente cuando maté a varios Craven y…?
—¿No estoy informado de la nueva política de reclutamiento donde
ahora se necesitan damas vestidas con capas en Rise?—preguntó—.
¿Necesitamos desesperadamente protección?
Página | 262 La ira golpeó mi sangre como un incendio forestal.
—¿Desesperadamente? ¿Por qué mi presencia en Rise indicaría
desesperación cuando, como has visto, sé cómo usar un arco? Oh
espera. ¿Es porque tengo senos?
—He conocido mujeres con senos que son menos hermosos que
podrían cortar a un hombre sin siquiera pestañear—dijo—. Pero
ninguna de esas mujeres está aquí en Masadonia.
Me hubiera gustado saber dónde vivía este grupo de mujeres que
sonaban bastante sorprendentes. Espera. ¿Senos menos hermosos?
—Y eres increíblemente hábil—continuó, volviendo mi atención hacia
él—.No solo con una flecha. ¿Quién te enseñó a luchar y usar una
daga?’
Cerrando la boca, me negué a responder.
—Estoy dispuesto a apostar que fue la misma persona que te dio esa
espada.—El hizo una pausa—. Lástima que sea quien sea no te
enseño cómo evitar ser capturada. Bueno, qué mal para ti, eso es.
La ira inundó mi sistema una vez más, abrumándome. Empujé mi
rodilla hacia arriba, apuntando a una parte muy sensible de él, la
que de alguna manera lo hacía más calificado que yo para luchar.
Hawke sintió mi movimiento y se movió, bloqueando mi rodilla con
su muslo. —Eres increíblemente violenta. —Hizo una pausa—. Creo
que me gusta.
—¡Déjame ir! —Me enojé.
—¿Y ser pateado o apuñalado?—Empujó su pierna entre las mías,
evitando futuras patadas—. Ya hemos cubierto eso, princesa. Más de
una vez.
Levanté mis caderas de la pared, intentando tirarlo, pero todo lo
que logré fue presionar una parte muy sensible de mi cuerpo contra
la dura longitud de su muslo. La fricción creó una repentina y
discordante oleada de calor que fue tan poderosa como ser alcanzada
por un rayo. Conteniendo una respiración sobresaltada, me quedé
quieta. Hawke había hecho lo mismo contra mí, su gran cuerpo lleno
Página | 263
de tensión. Su pecho subió y cayó contra el mío. ¿Qué... qué estaba
pasando? Sentí calor a pesar de lo lejos que estábamos y de que
estábamos parados en el frío aire nocturno. Mi piel parecía zumbar
como si bailaran finas corrientes de energía a lo largo de mi carne, y
el fuerte calor había reemplazado la dolorosa frialdad de mi cuerpo.
Unos momentos demasiados largos se extendieron entre nosotros y
luego dijo—: Regresé por ti esa noche.
El ruido de abajo comenzaba a calmarse. En cualquier
momento, alguien podría venir aquí, pero fui tan increíblemente
imprudente y tonta porque dejé que mis ojos se cerraran mientras
sus palabras me atravesaban. Él había regresado.
—Tal como te dije que lo haría. Regresé por ti y no estabas allí.—
continuó—. Me lo prometiste, princesa.
Una pizca de culpa se formó dentro de mí, y no estaba segura de sí
era por mentirle o por arrojarle la daga en la cara. Probablemente
ambos. —Yo... no pude.
—¿No pudiste?—Su voz había bajado de nuevo, volviéndose más
baja, más gruesa—. Tengo la sensación de que si hay algo que
quieres tanto, nada te detendrá".
Una risa áspera y amarga se me escapó. —No sabes nada.
—Tal vez.—Me soltó el brazo, y antes de que supiera lo que estaba
haciendo, su mano se deslizó dentro de mi capucha. Sus dedos fríos
tocaron la piel no marcada de mi mejilla derecha. Jadeé ante el
contacto y comencé a retroceder, pero no había a dónde ir—. Tal vez
sé más de lo que te das cuenta.
Una pequeña medida de inquietud se arrastró por mi piel. Hawke
inclinó la cabeza y presionó su mejilla en el lado izquierdo de mi
capucha. —¿De verdad crees que no tengo idea de quién eres?
Todos los músculos de mi cuerpo se tensaron y mi boca se
secó.
Página | 264
—¿No tienes nada que decir a eso?—Hizo una pausa, y su voz
apenas era un susurro cuando dijo—: ¿Penellaphe?
Maldita sea.
Exhalé ruidosamente, sin saber si estaba aliviada o asustada de no
tener que preguntarme si él lo sabía. La confusión aumentó mi
irritación hacia territorios inexplorados.—¿Ahora te estás dando
cuenta de eso? Si es así, me preocupa que seas uno de mis guardias
personales.
Él se rió profundamente, el sonido exasperantemente contagioso. —
Lo supe en el momento en que te quitaste el velo.
Mis labios se separaron en una inhalación delgada. —¿Por qué... por
qué no dijiste algo entonces?
—¿A ti? —preguntó—. ¿O al duque?
—Cualquiera de los dos. —susurré.
—Quería ver si lo mencionabas. Aparentemente, ibas a fingir que no
eres la misma chica que frecuenta la Perla Roja.
—No frecuento la Perla Roja—corregí—. Pero escucho que tú lo
haces.
—¿Has estado preguntando por mí? Me halaga.
—No lo he hecho.
—No estoy seguro si puedo creerte. Dices muchas mentiras,
princesa.
—No me llames así—exigí.
—Me gusta más de cómo se supone que debo llamarte. Doncella.
Tienes un nombre y no es ese.
—No pregunté qué te gustaba—le dije, a pesar de que estaba
totalmente de acuerdo con su disgusto por cómo se suponía que
tenían que llamarme.
—Pero me preguntaste por qué no le conté al duque sobre tus
Página | 265 pequeñas exploraciones—respondió—.¿Por qué habría de hacer eso?
Soy tu guardia. Si te traicionara, entonces no confiarías en mí, y eso
definitivamente haría que mi trabajo de mantenerte a salvo sea
mucho más difícil.
Su razonamiento era muy lógico, por no decir nada, trajo un amargo
bocado de desilusión, y ni siquiera quería entender por qué.
—Como puedes ver, puedo mantenerme a salvo.
—Puedo ver eso. —Él retrocedió, frunciendo el ceño, y luego sus ojos
se abrieron solo una fracción como si hubiera descubierto algo.
—¡Hawke!—una voz gritó desde el piso de abajo, haciendo que mi
corazón se disparara—. ¿Todo bien allá arriba?
Su mirada buscó en la oscuridad mi capucha por un momento, y
luego miró por encima del hombro. —Todo está bien.
—Necesitas dejarme ir—susurré—. Alguien está obligado a venir
aquí...
—¿Y atraparte? ¿Forzarte a revelar tu identidad?’—Esos ojos ámbar
se deslizaron hacia mí—. Tal vez eso sería algo bueno.
Contuve el aliento.—Dijiste que no me traicionarías.
—Dije que no te traicioné, pero eso fue antes de saber qué harías
algo como esto. —El hielo empapó mi piel—. Mi trabajo sería mucho
más fácil si no tuviera que preocuparme de que te escapes para
luchar contra los Craven... o para encontrarte con hombres al azar
en lugares como la Perla Roja—continuó—. Y quién sabe qué más
haces cuando todos creen que estás instalada de forma segura en tu
habitación.
—Yo…
—Me imagino que una vez que atrajera la atención del duque y la
duquesa, tu inclinación por armarte con un arco y subir a Rise sería
una cosa menos de la que tenía que preocuparme.
Página | 266
Mi pecho se encogió de pánico y solté—: -No tienes idea de lo que
haría si fueras a él. Él... —Me interrumpí.
—¿Él qué?
Tomando un lento y profundo respiro, levanté la barbilla y dije—:No
importa. Haz lo que sientas que necesitas hacer.
Hawke me miró durante tanto tiempo que parecía que hubiera
pasado una pequeña eternidad y luego me soltó, retrocediendo. El
aire frío sopló entre nosotros.
—Será mejor que te apresures a tus aposentos, princesa. Tendremos
que terminar esta conversación más tarde.
La confusión me retuvo por unos momentos, pero luego salí de allí.
Alejándome de la pared, corrí, y aunque no miré hacia atrás, supe
que no me quitó los ojos de encima.
Al deslizarme por el acceso de los viejos sirvientes, no me sorprendí
cuando descubrí que Tawny todavía estaba en mis aposentos, a
pesar de que me había tomado casi una hora antes de que se
levantaran las puertas y pudiera entrar a escondidas.
Ella jadeó. —Pensé que nunca ibas a volver.
Cerré la puerta chirriante detrás de mí y la enfrenté, levantando
lentamente la tapa para bajarla.
Tawny se detuvo en seco. —¿Estás... estás bien?—Su mirada buscó
la mía, y vi un leve temblor irradiar a través de ella—. ¿Fue malo?
¿El ataque?
Página | 267
Al abrir la boca, no tenía idea de por dónde empezar, recordando
todo lo que había sucedido. Me apoyé contra la puerta. Mi
confrontación con Hawke todavía hacia latir mi corazón con fuerza.
Mi mente era un desastre confuso, y mi estómago se revolvió con el
conocimiento de que el Craven había alcanzado la cima del Rise.
—¿Poppy? —susurró ella.
Decidí comenzar con lo más importante.—Había muchos de ellos.
Docenas.
Su pecho se movió mientras respiraba profundamente. —¿Y?
No estaba segura de si realmente quería saberlo, pero estar en la
oscuridad era mucho más peligroso que el miedo a la verdad.—Y
varios de ellos llegaron a la cima del Rise.
Los ojos de Tawny se abrieron de golpe. —Oh mis dioses.—Presionó
una mano en su pecho—. Pero los escudos se levantaron...
—Fueron detenidos, pero muchos... muchos guardias murieron esta
noche. —Me aparté de la puerta mientras me desabrochaba la capa
con los dedos fríos, dejándola caer al suelo. Fui a la chimenea y me
quedé allí durante varios minutos, permitiendo que el calor venciera
algo del frío—. Había tantos de ellos que básicamente invadieron la
línea del frente. Si hubiera habido más...
—¿Habrían roto el muro?
—Es más que posible.—Alejándome del fuego, desenganché la capa,
dejándola caer en un charco desordenado. Me deslicé del arco,
colocándolo cuidadosamente en el cofre antes de cerrar la tapa—.
Enviaron a los jinetes, pero al menos dos Craven ya habían llegado a
la cima del Rise para entonces. Si se quedan esperando así de nuevo,
podría ser demasiado tarde. Pero no creo... no imagino que ellos
esperaban que pudieran hacer eso.
Tawny se sentó en el borde de la cama. —¿Tú... mataste a algunos
de ellos?
Me quité los zapatos y la miré.—Por supuesto.
Página | 268
—Bueno.—Su mirada se dirigió hacia la ventana, donde las
antorchas ahora brillaban en la oscuridad—. Habrá muchas
banderas negras levantadas mañana.
Si, las habría. Cada casa que había perdido un hijo, un padre, un
esposo o un amigo alzaría la bandera en memoria. El comandante
Jansen visitaría a todos y cada uno durante el día siguiente. Se
encenderían muchas piras.
Y temía que algunos de los que enfrentaron valientemente al Craven
esta noche regresarían a sus hogares o a los dormitorios, mordidos.
Sucedía cada vez después de un ataque. Me dejé caer en la cama,
captando el aroma de la madera quemada en mi cabello. Antes de
que pudiera decir cualquier otra cosa, alguien llamó a la puerta.
—Yo voy. —Tawny se levantó y no la detuve, imaginándome que era
Vikter u otro Guardia Real que nos vigilaba. Mientras ella caminaba,
agarré el borde de mi trenza, rápidamente la desenredé cuando
escuché a Tawny abrir la puerta y decir—:La Doncella está
durmiendo...
—Dudoso.
Con el corazón golpeando contra mis costillas, salté de la cama y me
di la vuelta justo cuando Hawke entraba por la puerta. Mi boca se
abrió, reflejando la expresión de Tawny. Hawke cerró la puerta de un
puntapié detrás de él.
—Es momento de hablar, princesa.
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17
Traducido por: Lucia BJ
Corregido por: -Patty
La sangre había sido borrada de la cara de Hawke, y su
cabello oscuro estaba húmedo, rizado contra sus sienes y frente. Su
espada ancha estaba ausente, pero las dos espadas más cortas
todavía estaban atadas a su cintura. De pie en mis aposentos con
sus pies calzados, separados al ancho de los hombros, y con la curva
Página | 270 de su mandíbula dura, Hawke me recordó mucho a Theon, el dios
del Acuerdo y la Guerra. Parecía no menos peligroso de lo que había
parecido en Rise.
Y estaba claro por lo ardiente que era su mirada ámbar que no
estaba aquí para hacer las paces. Miró hacia donde estaba Tawny,
tan silenciosa y quieta como yo.
—Sus servicios ya no son necesarios esta noche. —La boca de
Tawny se abrió.
Saliendo de mi estupor, tuve una reacción muy diferente. —¡No
tienes la autoridad para despedirla!
—¿No? —Él levantó una ceja oscura—. Como su Guardia Real
personal, tengo la autoridad para eliminar cualquier amenaza.
—¿Amenaza? —Tawny frunció el ceño—. No soy una amenaza.
—Tu representas la amenaza de inventar excusas o mentir en
nombre de Penellaphe. Justo como dijiste que estaba dormida
cuando sé con certeza que estaba en Rise —respondió él, y Tawny
cerró la boca.
Ella se giró hacia mí. —Tengo la sensación de que me estoy
perdiendo un pedazo de información importante.
—No tuve la oportunidad de decírtelo —le expliqué—. Y no era
tan importante.
Tawny levantó las cejas. A su lado, Hawke resopló. —Estoy
seguro de que fue una de las cosas más importantes que te ha
pasado en mucho tiempo.
Mis ojos se entrecerraron. —Tienes un sentido demasiado
inflado de participación en mi vida si realmente piensas eso.
—Creo que tengo una buena comprensión
participación desempeño dentro de tu vida.
de
cuanta
—Dudoso —dije de vuelta.
Página | 271
—Me pregunto si realmente crees la mitad de las mentiras que
dices. —La mirada de Tawny se movió de un lado a otro entre
nosotros.
—No estoy mintiendo, muchas gracias.
Él sonrió, mostrando el hoyuelo en su mejilla derecha. —Lo que
sea que necesites decirte a ti misma, princesa.
—¡No me llames así! —Pisoteé con mi pie.
Hawke levantó una ceja. —¿Eso te hizo sentir mejor?
—¡Sí! Porque la única otra opción es patearte a ti.
—Tan violenta —se rió entre dientes.
Oh mis dioses. Mis manos se cerraron en puños. —No deberías
estar aquí.
—Soy tu guardia personal —respondió—. Puedo estar donde
siento que soy necesario para mantenerte a salvo.
—¿Y de qué crees que necesitas protegerme aquí? —exigí,
mirando a mí alrededor—. ¿Una pata rebelde de la cama en la que
podría golpearme el dedo del pie? Oh, espera, ¿estás preocupado de
que me desmaye? Sé lo bueno que eres manejando tales
emergencias.
—Te ves un poco pálida —respondió—. Mi habilidad para atrapar
mujeres frágiles y delicadas puede ser útil.
Contuve el aliento.
—Pero hasta dónde puedo determinar, aparte de un intento de
secuestro al azar, Tu, princesa, eres la mayor amenaza para ti
misma.
—Bueno... —dijo Tawny alargando su voz, cuando le lancé una
mirada que debería haberla enviado corriendo fuera de la habitación,
ella se encogió de hombros—. Él tiene un punto allí.
Página | 272
—No eres de ninguna ayuda. —dije
—Penellaphe y yo necesitamos hablar —dijo Hawke, su mirada
nunca dejando la mía—. Puedo asegurarte que está a salvo conmigo,
y estoy seguro de que sea lo que sea que estoy a punto de discutir
con ella, ella te lo contará más tarde.
Tawny se cruzó de brazos. —Sí, lo hará, pero eso no es tan
entretenido como presenciarlo.
Suspiré. —Está bien, Tawny. Te veré en la mañana.
Ella me miró fijamente. —¿En serio?
—En serio —confirmé—. Tengo la sensación de que si no te vas,
él solo se quedará allí y drenará el precioso aire de mi habitación.
—Mientras se ve excepcionalmente guapo. —agregó Hawke—.
Olvidaste mencionar eso.
Una risita corta y ligera salió de Tawny. Ignoré el comentario. —
Y me gustaría descansar un poco antes de que salga el sol.
Tawny
Princesa.
exhaló
ruidosamente.
—Bien
—Miró
a
Hawke—.
—Oh, mis dioses. —murmuré, con un dolor sordo que latía
detrás de mis ojos.
Hawke observó a Tawny, esperando hasta que se hubiera
deslizado por la puerta contigua antes de decir—: Me gusta ella.
—Es bueno saberlo —le dije—. ¿De qué quieres hablar que no
podría esperar hasta la mañana?
Su mirada se deslizó hacia mí. —Tienes un precioso cabello.
Parpadeé. Mi cabello estaba suelto y, sin verlo, supe que era un
desastre de ondas onduladas. Resistí el impulso de tocarlo. —¿Es
eso de lo que querías hablar?
—No exactamente. —Luego su mirada bajó y vagó lentamente,
comenzando por mis hombros, moviéndose todo el camino hasta la
Página | 273 punta de los dedos de mis pies. Su mirada era pesada, casi como un
toque, y un rubor siguió a su paso. Fue en ese preciso momento que
recordé que no solo mi rostro estaba descubierto, sino que también
llevaba puesto un delgado vestido de dormir. Sabía que con la luz del
fuego y las lámparas de aceite detrás de mí, muy poco de la forma de
mi cuerpo se ocultaba a Hawke. El rubor se profundizó, se volvió
más llamativo. Me puse a buscar la bata que estaba al pie de la
cama. Los labios de Hawke se torcieron en una media sonrisa de
complicidad que envió un rayo de irritación a través de mí. Me
detuve, encontrando su mirada y sosteniéndola. Puede que Hawke
no haya visto todas las áreas oscuras visibles debajo de la endeble
bata blanca, pero él había hecho algo más que sentir algunas de
ellas con sus manos. Había una pequeña parte de mí que pensaba
en mover mi cabello para cubrir el lado izquierdo de mi cara, pero él
ya había visto las cicatrices y no me avergonzaba. Me negué por
completo a permitir que me afectara lo que el duque había dicho
sobre Hawke diciendo que era hermosa para tener algún de impacto
en mí. Ocultar mi cara o cubrirme no tenía sentido, pero lo más
importante, juré que vi un desafío en su mirada. Como si esperara
que yo hiciera las dos cosas. Yo no lo haría. Pasó un momento largo
y tenso.
—¿Era eso todo lo que llevabas debajo de la capa?
—Eso no es de tu incumbencia —le dije mientras sostenía mis
brazos a los costados. Algo parpadeó en su rostro, recordándome la
mirada que Vikter me daba a menudo cuando lo superaba, pero
desapareció demasiado rápido para estar seguro.
—Se siente como si así debería ser —dijo. La voz ronca de su voz
causó una oleada de piel de gallina sobre mi piel.
—Eso suena como tu problema, no el mío. —Me miró con esa
extraña expresión de nuevo. La que me hizo pensar que él estaba
atrapado entre la diversión y la curiosidad.
—Eres... no eres para nada como esperaba.
La forma en que dijo eso sonaba tan genuina que algo de mi
Página | 274 irritación disminuyó. —¿Lo dices por mi habilidad con una flecha o
la espada? ¿O fue el hecho de que te llevé al suelo?
—Apenas me pusiste en el suelo —corrigió. Su barbilla se
hundió y sus pestañas bajaron, protegiendo sus ojos extraños—.
Todas esas cosas. Pero olvidaste agregar al Perla Roja. Nunca espere
encontrar a la Doncella allí.
Resoplé. —Me imagino que no.
Sus pestañas se levantaron, y había una gran cantidad de
preguntas en su mirada. No pensé que habría que evitarlas esta vez.
De repente, demasiado cansada para estar allí y discutir, caminé
hacia una de las dos sillas junto al fuego, muy consciente de cómo se
separaron los lados de mi vestido, revelando casi todo el largo de mi
pierna. Y muy consciente de cómo Hawke siguió cada paso con su
mirada.
—Esa fue la primera vez que estuve en la Perla Roja. —Me senté,
dejando caer mis manos sobre mi regazo—. Y la razón por la que
estaba en el segundo piso fue porque entró Vikter. —Arrugué la nariz
y me estremecí un poco—. Me habría reconocido, con máscara o no.
Subí las escaleras porque una mujer me dijo que la habitación
estaba vacía. —Todavía sentía como si ella me hubiera tendido una
trampa, pero eso no tenía nada que ver en ese ni en este momento—.
No te estoy diciendo esto porque siento que necesito explicarme, solo
estoy... diciéndote la verdad. No sabía que estabas en la habitación.
Se quedó dónde estaba parado. —Pero sabías quién era yo —
dijo, y esa no era una pregunta.
—Por supuesto. —Cambié mi mirada al fuego—. Tu llegada
había despertado un poco de... curiosidad.
—Halagado —murmuró.
Mis labios se torcieron mientras veía las llamas enroscarse y
ondear sobre los gruesos troncos de madera. —Por qué decidí
quedarme en la sala no está en discusión.
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—Sé por qué te quedaste en la habitación —dijo.
—¿Lo sabes?
—Tiene sentido ahora.
Pensé en esa noche y recordé lo que había dicho. Parecía sentir
que estaba allí para experimentar, para vivir. Ahora que él sabía lo
que era, tendría sentido.
Pero eso todavía no era algo que estaba dispuesta a discutir. —
¿Qué vas a hacer con respecto a que yo estaba en el Rise?
No respondió por un largo momento, y luego caminó hacia
donde yo estaba sentada, merodeando con fluidez y gracia con sus
largas piernas. —¿Puedo? —Hizo un gesto hacia el asiento vacío.
Asentí.
Sentado frente a mí, se inclinó hacia adelante, apoyando los
codos sobre las rodillas dobladas. —Fue Vikter quien te entrenó,
¿no?
Mi pulso saltó, pero mantuve mi cara en blanco.
—Tenía que ser él. Ustedes dos son cercanos, y él ha estado
contigo desde que llegaron a Masadonia.
—Has estado haciendo preguntas.
—Sería estúpido si no tratara de aprender todo lo que pudiera
sobre la persona por la cual debo morir para proteger.
Tenía un muy buen punto allí. —No voy a responder tu
pregunta.
—¿Porque tienes miedo de que pueda ir donde el Duque,
inclusive aunque no lo hice antes?
—Dijiste en el Rise que deberías haberlo hecho —le recordé—.
Que eso facilitaría tu trabajo. No voy a traer abajo a nadie más
conmigo.
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Él inclinó la cabeza. —Dije que debería, no que lo haría.
—¿Hay alguna diferencia?
—Deberías saber que la hay —Su mirada parpadeó sobre mi
cara—. ¿Qué haría Su Gracia si hubiera ido con él?
Mis dedos se curvaron hacia adentro. —No importa.
—Entonces, ¿por qué dijiste que yo no tenía idea de lo que él
haría? Parecía que ibas a decir más, pero te detuviste.
Miré hacia el otro lado, al fuego. —No iba a decir nada.
Hawke guardó silencio durante un largo momento. —Tanto tú
como Tawny reaccionaron de manera extraña a su convocatoria.
—No esperábamos saber de él. —La mentira salió de mi lengua.
Hubo otra pausa.
—¿Por qué estuviste en tu habitación durante casi dos días
después de haber sido convocada por él?
Un dolor agudo y punzante irradió del lugar donde mis uñas se
habían clavado en las palmas de mis manos. Las llamas estaban
muriendo, parpadeando suavemente.
—¿Qué te hizo? —preguntó, su voz demasiado suave. La
vergüenza sofocante subió por mi garganta, con un sabor ácido.
—¿Por qué te importa?
—¿Por qué no me importaría? —preguntó, y de nuevo, sonó
increíblemente sincero. Volví la cabeza antes de darme cuenta de lo
que estaba haciendo. Se había sentado atrás, con las manos
enroscadas alrededor de los brazos del sillón.
—No me conoces.
—Apuesto a que te conozco mejor que la mayoría.
El calor se arrastró en mis mejillas. —Eso no significa que me
conoces, Hawke. No lo suficiente como para que te importe.
Página | 277
—Sé que no eres como los otros miembros de la Corte.
—No soy miembro de la Corte —señalé.
—Eres la Doncella. Los plebeyos te ven como una hija de los
dioses. Te ven como si eres más alta que un Ascendido, pero sé que
eres compasiva. Esa noche en la Perla Roja, cuando hablamos de la
muerte, realmente sentiste simpatía por las pérdidas que había
experimentado. No fue una delicadeza forzada.
—¿Cómo lo sabes?
—Soy un buen juez de las palabras de las personas —comentó—
. No hablarías por miedo a que te descubrieran, hasta que me referí
a Tawny como tu sirvienta. La defendiste corriendo el riesgo de
exponerte. —El pauso—. Y te vi.
—¿Viste qué?
Volvió a inclinarse hacia delante, bajando la voz. —Te vi
durante el Ayuntamiento. No estabas de acuerdo con el Duque y la
Duquesa. No podía ver tu cara, pero podía decir que estabas
incómoda. Te sentiste mal por esa familia.
—Lo mismo hizo Tawny.
—Sin ofender a tu amiga, pero ella parecía medio dormida
durante la mayor parte de eso. Dudo que ella supiera lo que estaba
pasando.
No podía discutir exactamente ese punto, pero lo que él había
visto era que perdía brevemente el control de mi regalo. Sin embargo,
eso no cambia el hecho de que no estaba de acuerdo con lo que le
estaba sucediendo a la familia Tulis.
—Y sabes cómo pelear, y pelear bien. No solo eso. Obviamente
eres valiente. Hay muchos hombres, hombres entrenados, que no
saldrían al Rise durante un ataque de Craven si no tuvieran que
hacerlo. Los Ascendidos podrían haber salido, y tendrían una mayor
probabilidad de sobrevivir, pero no lo hicieron. Tú lo hiciste.
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Sacudí mi cabeza. —Esas cosas son solo rasgos. No significa que
me conoces lo suficiente como para preocuparte por lo que me pasa y
lo que no me pasa.
Sus ojos se fijaron en los míos. —¿Te importaría lo que me
pase?
—Bueno, sí. —Mis cejas se fruncieron en un ceño—. Lo haría…
—Pero no me conoces.
Cerré la boca de golpe. Maldición
—Eres una persona decente, princesa. —Él se recostó—. Por eso
te importa.
—¿Y tú no eres una persona decente?
Hawke bajó la mirada. —Soy muchas cosas. Decente rara vez es
alguna una de ellas.
No tenía idea de cómo responder a ese poco de honestidad.
—No vas a decirme lo que hizo el duque, ¿verdad? —suspiró, su
espalda se inclinó ligeramente en la silla—. Sabes, lo descubriré de
una forma u otra.
Casi me río. Estaba segura de que era algo de lo que nadie
hablaría. —Si tú lo piensas.
—Lo sé —respondió, y un latido pasó—. Es raro, ¿no?
—¿El qué?
Su mirada se encontró con la mía de nuevo, y sentí un nudo en
el pecho. No pude mirar hacia otro lado. Me sentí... atrapada.
—Como se siente que te he conocido hace mucho tiempo. Tú
también sientes eso.
Quería negarlo, pero tenía razón, y era extraño. No dije nada de
eso porque no quería reconocerlo. Hacerlo me pareció el comienzo
por un camino en el cual no quería viajar. Saber eso causó una
Página | 279 sensación profunda y retorcida en mi pecho, y tampoco quería
reconocer eso. Porque se parecía mucho a la decepción. ¿Y eso no
significaba que ya había comenzado a recorrer ese camino? Rompí el
contacto visual, mi mirada cayó a mis manos.
—¿Por qué estabas en Rise? —preguntó, cambiando de tema.
—¿No era obvio?
—Tu motivación no era la razón. Al menos dime eso. Dime qué
te llevó a ir allí para luchar contra ellos.
Al abrir mis dedos, deslicé dos de ellos debajo de la manga de
mi brazo derecho. Ellos rozaron mi piel hasta que las puntas rozaron
dos lágrimas irregulares. Había otras, a lo largo de mi estómago y
mis muslos. Sería fácil mentir, plantear cualquier cantidad de
razones, pero no estaba segura de si había algún daño en la verdad.
¿Fueron tres en lugar de dos que sabían la devastadora verdad de
alguna manera? No pensé que fuera así.
—La cicatriz en mi cara. ¿Sabes cómo lo conseguí?’
—Tu familia fue atacada por algunos Craven cuando eras una
niña —respondió.
—Vikter... ¿Te ha contado? —Una leve y cansada sonrisa tiró de
mis labios—. No es la única cicatriz. —Cuando no dijo nada, me
saqué la mano de debajo de la manga—. Cuando tenía seis años, mis
padres decidieron abandonar la capital para ir a Niel Valley. Querían
una vida mucho más tranquila, o eso me han dicho. No recuerdo
mucho del viaje aparte de que mi madre y mi padre estuvieron
increíblemente tensos durante todo el asunto. Ian y yo éramos
jóvenes y no sabíamos mucho sobre los Craven, por lo que no
teníamos miedo de estar allí o de detenernos en una de las aldeas
más pequeñas, un lugar que me dijeron más tarde que no había
visto un ataque de Craven en décadas. Solo había una pared corta,
como la mayoría de las ciudades pequeñas, y nos quedamos en la
posada solo por una noche. El lugar olía a canela y clavo. Yo
recuerdo eso. —Cerré mis ojos—. Vinieron de noche, en la niebla. No
hubo tiempo una vez que aparecieron. Mi padre... salió a la calle
Página | 280 para tratar de defenderse mientras mi madre nos escondía, pero
entraron por la puerta y las ventanas antes de que ella pudiera
siquiera salir. —El recuerdo de los gritos de mi madre me obligó a
abrir los ojos. Tragué—. Una mujer, alguien que se hospedaba en la
posada, fue capaz de agarrar a Ian y llevarlo a esta habitación oculta,
pero no había querido dejar a mi madre y solo... —Oscuros y
desarticulados destellos de esa noche intentaron recomponerse.
Sangre en el piso, en las paredes, corriendo por los brazos de mi
madre. Perdí el control sobre su mano resbaladiza y luego agarré mis
manos y chasqueé los dientes. Las garras... Y luego el ardiente y
desgarrador dolor del alma hasta que, finalmente, no había nada—.
Me desperté días después, de vuelta en la capital. La reina Ileana
estaba a mi lado. Ella me contó lo que había pasado. Que nuestros
padres se habían ido.
—Lo siento —dijo Hawke, y asentí—. Realmente lo siento. Es un
milagro que hayas sobrevivido
—Los dioses me protegieron. Eso es lo que me dijo la reina. Que
fui elegida. Llegué a enterarme después de que esa era una de las
razones por las que la Reina había rogado a mi madre y a mi padre
que no abandonaran la seguridad de la capital. Que si... que si el
Oscuro se daba cuenta de que la Doncella estaba desprotegida,
enviaría al Craven detrás de mí. Él me quería muerta entonces, pero
aparentemente, me quiere viva ahora. —Me reí y me dolió un poco.
—Lo que le sucedió a tu familia no es tu culpa, y podría haber
varias razones por las que atacaron esa aldea —Se pasó una mano
por el pelo y apartó los mechones de su frente que ahora estaban
secos—. ¿Qué más recuerdas?
—Nadie... nadie en esa posada sabía cómo pelear. Ni mis
padres, ninguna de las mujeres, ni siquiera los hombres. Todos
confiaron en el puñado de guardias. —Me froté los dedos juntos—. Si
mis padres hubieran sabido defenderse, podrían haber sobrevivido.
Podría haber existido una pequeña oportunidad, no obstante, pero al
menos una podría haber sido suficiente.
Página | 281
La comprensión parpadeó en la cara de Hawke. —Y tú quieres
tener esa oportunidad.
Asentí. —Yo... me niego a estar indefensa.
—Nadie debería estarlo.
Respirando un poco, detuve mis dedos. —Viste lo que pasó esta
noche. Llegaron a la cima del Rise. Si uno lo hace, más lo seguirán.
El Rise no es impenetrable, e incluso si lo fuera, los mortales
regresan de fuera del Rise, malditos. Sucede más de lo que la gente
se da cuenta. En cualquier momento, esa maldición podría
extenderse en esta ciudad. Si caigo...
—Caerás luchando —terminó por mí.
Asentí.
—Como dije, eres muy valiente.
—No creo que sea valentía. —Volví a mirarme las manos—. Creo
que es... miedo.
—El miedo y la valentía son a menudo lo mismo. Te hacen un
guerrero o un cobarde. La única diferencia es la persona que reside
dentro.
Mi mirada se alzó hacia él en asombrado silencio. Me tomó un
momento formular una respuesta. —Suenas muchos años más viejo
de lo que pareces.
—Solo la mitad del tiempo —dijo—. Salvaste vidas esta noche,
princesa.
Ignoré el apodo. —Pero muchos murieron.
—Demasiados —estuvo de acuerdo—. Los Craven son una
plaga interminable.
Apoyando mi cabeza contra el respaldo de la silla, moví los
dedos hacia el fuego. —Mientras un Atlántico viva, habrán Cravens.
—Eso es lo que dicen —dijo, Y cuando volví a mirarlo, un
Página | 282 músculo se flexionó a lo largo de su mandíbula mientras miraba el
fuego menguante—. Dijiste que vuelven más de fuera del Rise
maldito de lo que la gente cree. ¿Cómo sabes eso?
Abrí la boca. Maldición ¿Cómo sabría eso?
—He escuchado rumores. —Mierda.
Su mirada se deslizó hacia mí. —No se habla mucho de eso, y
cuando lo hacen, solo se susurra.
La inquietud dentro de mí se agitó. —Necesitas ser más
detallado.
—He oído que la hija de los dioses ha ayudado a los malditos —
dijo, y me tensé—. Que ella los ha ayudado, les ha dado la muerte
con dignidad
No sabía si debería sentir alivio porque eso era todo lo que él
había escuchado y que no se había mencionado mi regalo. Pero el
hecho de que él, alguien que no había estado en la ciudad durante
tanto tiempo, hubiera escuchado tales rumores no era exactamente
tranquilizador. Si Vikter descubriera que Hawke había escuchado
algo así, no estaría feliz. Por otra parte, dudaba si Vikter me
permitiría ayudarlo después de la última vez de todos modos.
—¿Quién ha dicho tales cosas? —pregunté.
—Algunos de los guardias —me dijo, y mi estómago se hundió
aún más—. No les creí al principio, para ser honesto.
Mostré mis rasgos. —Bueno, deberías haberte quedado con tu
reacción inicial. Se equivocan si piensan que cometería una traición
total contra la Corona.
Su mirada parpadeó sobre mi cara. —¿No te acabo de decir que
era un buen juez de carácter?
—¿Y?
—Y Entonces, sé que estás mintiendo —respondió—. Me
preguntaba qué era exactamente lo que le hacía creer que era de mí
Página | 283 de quien los guardias habían estado hablando. Y entiendo por qué lo
harías. Esos hombres hablan de ti con tanto asombro que incluso
antes de conocerte, casi esperaba que fueras una hija de los dioses.
Nunca te denunciarían.
—Ese puede ser el caso, pero los escuchaste hablar sobre eso.
Otros también podían escucharlos.
—Quizás debería ser más claro en lo que dije sobre escuchar
rumores. En realidad estaban hablando de mí —aclaró—. Desde que
también yo he ayudado a los malditos a morir con dignidad. Lo hice
en la capital y aquí también.
Mis labios se separaron cuando mi estómago se estabilizó, pero
mi corazón dio un vuelco y cayó como un pez fuera del agua.
—Los que regresan malditos ya han dado todo por el reino. Ser
tratados como algo más que los héroes que son, y ser arrastrados
frente al público para ser asesinados es lo último por lo que ellos o
sus familias deberían pasar.
No sabía qué decir mientras lo miraba. Él estaba diciendo mis
propios pensamientos, y sabía que había otros por ahí que creían lo
mismo. Obviamente. Pero saber que estaba dispuesto a arriesgarse a
una alta traición para hacer lo correcto...
—Te he mantenido despierta el tiempo suficiente.
Yo arqueé una ceja. —¿Eso es todo lo que tienes que decir sobre
mí estando en el Rise?
—Solo te pido una cosa.
Se levantó y me preparé para que me dijera que me mantuviera
alejada de Rise. Probablemente le diría que lo haría. Por supuesto,
no lo haría, y no pensé que me creería.
—La próxima vez que salgas, usa mejores zapatos y ropa más
gruesa. Es probable que esas zapatillas sean la causa de tu muerte y
ese vestido... la causa de la mía.
Página | 284
18
Traducido por: Lucia BJ
Corregido por: -Patty
Hawke no había informado de mi presencia, pero sí se lo
contó a alguien. Descubrí eso cuando me desperté solo unas horas
después de que se había ido y fui a ver si Vikter estaba listo para
entrenar. No había una sola parte de mí que se sorprendiera al
encontrarlo esperándome y más que listo para ponernos en forma.
Página | 285 Quería hablar con él sobre lo que había sucedido con el Craven
llegando a la cima de Rise.
Vikter quería hablar sobre lo que Hawke le había dicho.
Aparentemente, después de salir de mi habitación, fue directamente
a Vikter. No estaba exactamente enojada por eso. Sobre todo molesta
con Hawke por sentir la necesidad de decirle algo a Vikter. Pero
confirmó que Hawke sospechaba que Vikter estaría al tanto de mi
presencia en Rise, o al menos, no estaría sorprendido o enojado por
ello.
Hawke había calculado mal toda la parte de no estar enojado.
Vikter frunció el ceño mientras merodeaba a mí alrededor,
observando mi postura. Estaba comprobando para asegurarse de
que mis piernas estaban apuntaladas, y mis pies estaban plantados
a la altura de los hombros.
—No deberías haber estado en Rise.
—Pero lo estuve.
—Y fuiste atrapada. —Vikter se detuvo frente a mí—. ¿Qué
hubieras hecho si hubiera sido otro guardia quien te descubriera?
—Si se tratara de alguien más, no me habrían atrapado.
—Esto no es una broma, Poppy.
—No dije nada gracioso —dije—. Estoy siendo honesta. Hawke
es... es rápido y está muy bien entrenado.
—Por eso estamos trabajando en tu combate cuerpo a cuerpo.
Mis labios se fruncieron en una línea delgada. —Mis habilidades
de lucha cuerpo a cuerpo no son malas.
—Si eso fuera cierto, él no te habría atrapado. Ve. —ordenó
Vikter.
Manteniendo la barbilla baja, lancé un puñetazo. Él bloqueó con
Página | 286 su antebrazo, y yo retrocedí, buscando una abertura, aunque no
encontré ninguna. Entonces, hice una. Me moví como para patear, y
sus brazos cayeron una fracción de pulgada. Mi apertura apareció, y
me balanceé, golpeando mi puño contra su estómago. Él gruñó
suavemente.
—Buen movimiento.
Dejé caer mis brazos, sonriendo. —Lo fue, ¿no? —Vikter sonrió,
pero se desvaneció rápidamente.
—Sé que probablemente estás cansada de que yo diga esto —
comenzó—, pero voy a decirlo de nuevo. Necesitas ser más
cuidadosa. Y estás lanzando golpes con tu brazo en lugar de tu
núcleo.
Me estaba cansando de escucharlo decir eso. —Soy cuidadosa y
estoy lanzando los golpes como me enseñaste.
—Tus movimientos son débiles. Flojos. No es así como te
enseñé. —Me agarró del brazo y lo sacudió como un fideo mojado—.
No tienes mucha fuerza en la parte superior del cuerpo. Tu fuerza
está aquí. —Puso su mano delante de mi estómago—. Harás mucho
más daño de esta manera. Cuando lanzas un golpe, tu torso y tus
caderas deben moverse contigo.
Asentí e hice lo que dijo. Fallé, pero pude sentir la diferencia en
el balanceo. —Hawke no me va a reportar a Su Gracia.
—¿En serio piensas eso? —Él bloqueó mi próximo golpe—.
Mejor.
—Si iba a decir algo, se habría ido directamente al duque.
—Podría haber cientos de razones por las que todavía no ha
dicho nada.
Página | 287
Hace unos días, yo hubiera estado de acuerdo, pero ya no. No
después de lo que había confesado la noche anterior. —No creo que
vaya a hacerlo, Vikter. No tengo nada de qué preocuparme, y tú
tampoco. No le dije que fuiste tú quien me entrenó.
—Poppy —dijo.
Lo dijo de la misma manera que cuando le pregunté si pensaba que
podía esconder un sable bajo mi velo. Todavía creía que podía. Solo
necesitaba posicionarlo correctamente.
—No lo conoces.
—Lo sé. —Crucé los brazos cuando Vikter retrocedió—. Pero tú
tampoco lo conoces.
—No sabes cuáles son sus motivaciones, por qué no diría nada.
Sabía lo que había dicho sobre la Perla Roja, y estaba seguro de
que también se aplicaba a Rise. Pero fue más que eso. El hecho de
que Hawke estuviera dispuesto a arriesgarse a ser acusado de alta
traición para ayudar a aquellos que habían sido maldecidos decía
mucho de quién era él como persona. Sin embargo, no me pareció
correcto compartir eso con Vikter. Había una razón por la que no
conocíamos las identidades de otros en la red.
Entonces, dije—: Dijo que si lo hubiera hecho, sabía que no
confiaría en él, lo que haría su trabajo más difícil. Tienes que admitir
que tiene razón.
—Lo hace, pero eso no significa que no debas tener cuidado. —
Vikter guardó silencio por un momento—. - Y yo lo entiendo. Lo
hago.
—¿Entiendes qué?
—Como dije antes, es un joven atractivo.
—Eso no tiene nada que ver con esto.
—Y has estado rodeado de viejos como yo.
—No eres tan viejo.
Él parpadeó. —Gracias. —Una pausa—. Creo.
—No tiene nada que ver con su aspecto. No digo que no creo que
Página | 288 sea atractivo. Lo hago, pero no es por eso que confío en él. — Y esa
era la verdad. Mi fe no surgió de su aspecto—. No soy tan tonta.
—No estoy sugiriendo que lo seas. —Se pasó una mano por el
pelo—. Entonces, ¿confías en él?
—Yo... le dije por qué necesitaba estar en Rise. Le conté sobre la
noche en que mi familia fue atacada. ¿Sabes cómo respondió?
Aunque al principio dijo que no debía haber estado allí, él escuchó
mis razones, y lo único que dijo fue que necesitaba usar mejores
zapatos. —Pensé mantener para mí el comentario de mi vestido—.
Confío en él, Vikter. ¿Hay alguna razón por la que no debería?
Vikter suspiró profundamente mientras miraba hacia otro lado.
—No nos ha dado ninguna razón para dudar de él. Yo sé eso. Es solo
que no lo conocemos, y tú eres importante para mí, Poppy. No
porque seas la Doncella, sino porque eres...tú.
Un nudo de emoción se formó en mi pecho y se abrió paso
hasta mi garganta. No le di la oportunidad de darse cuenta de lo que
estaba haciendo. Me lancé hacia él, envolviendo mis brazos alrededor
de su cintura y abrazándolo con fuerza.
—Gracias —murmuré contra su pecho. Vikter estaba tan rígido
como un guardia en Rise por primera vez, pero luego puso sus
manos en mi espalda. Y me dio unas palmaditas. Yo sonreí.
—Sabes que nunca reemplazaré a tu padre, ni lo intentaré
nunca, pero eres como una hija para mí.
Lo abracé más fuerte. Me dio otra palmadita.
—Me preocupo por ti. En parte porque es mi trabajo, pero sobre
todo porque eres tú.
—Tú también eres importante para mí. —Mis palabras fueron
amortiguadas contra su pecho—. Aunque creas que mis golpes son
débiles.
Su risa fue áspera cuando dejó caer la barbilla en la parte
Página | 289 superior de mi cabeza. —Tus golpes son débiles cuando no los estás
haciendo correctamente. —Se echó hacia atrás, apretando mis
mejillas—. Pero, niña, tu puntería es mortal. Nunca lo olvides.
—Los dioses no nos han fallado. Los Ascendidos no te han
fallado. —La voz del duque llegó desde donde estaba parada en el
balcón de la pared del castillo esa noche. Debajo de él, una masa de
personas llenó el patio abierto, y bajo el resplandor de las lámparas
de aceite y las antorchas, pude ver varias personas vestidas de
negro, el sombrío color de la muerte. Entre ellos estaban guardias a
caballo, vigilando a la multitud nerviosa.
Nunca había visto a Su Gracia dirigirse a la gente así. Él y la
duquesa nunca estuvieron frente a tantas personas, ni siquiera
durante los Consejos o el Rito. No podría haber estado más
sorprendida cuando Vikter y Hawke llegaron después de la cena para
acompañarme al balcón. Por otra parte, ¿cuántos años habían
pasado desde que un movimiento tan significativo de Craven llegó al
Rise? Se habían levantado banderas negras sobre demasiadas casas,
y se habían encendido demasiadas piras funerarias al amanecer. El
aire todavía estaba ahogado con cenizas e incienso.
—Debido a la bendición de los dioses —continuó Teerman—, el
Rise no cayó anoche.
Al retroceder, junto a Tawny, y flanqueado por Vikter y Hawke,
me pregunté exactamente cómo la bendición de los dioses había
evitado que la pared se cayera. Habían sido los guardias, hombres
como el arquero, quienes habían elegido la muerte antes que
permitir que los Craven llegaran a la cima.
—¡Llegaron a la cima! —gritó un hombre—. Casi lograron
superar el Rise. ¿Estamos a salvo?
Página | 290
—¿Cuándo sucederá de nuevo? —respondió la duquesa, su
suave voz silenciando los murmullos—. Porque volverá a suceder.
Detrás del velo, mis cejas se levantaron. Sobre mi hombro
derecho, escuché a Hawke murmurar secamente—: Eso seguramente
aliviará los temores.
Mis labios se torcieron.
—La verdad no está diseñada para calmar los temores —
respondió Vikter.
—¿Es por eso que decimos mentiras, entonces? —preguntó
Hawke, y apreté mis labios.
Desde que llegaron para escoltarnos a Tawny y a mí, ellos
habían estado haciendo esto. Uno de ellos diría algo. Cualquier cosa.
El otro estaría en desacuerdo, solo para que el que hubiera hablado
primero pudiera tener la última palabra. Comenzó con Hawke
comentando que esta noche estaba sorprendentemente cálido y que
debería disfrutarlo, a lo que Vikter había contestado que las
temperaturas seguramente bajarían demasiado rápido para eso.
Hawke procedió a preguntarle a Vikter dónde había obtenido tal
conocimiento profético del clima.
En el lapso de una hora, solo había seguido progresando desde
allí, ya que siguieron intentando burlarse uno del otro.
Hawke estaba ganando, por al menos tres remontadas. Incluso
después de haberlo defendido ante Vikter, y no había mentido
cuando le dije que confiaba en Hawke, todavía había una pequeña
parte de mí que no podía creer lo que él había dicho.
No me había dicho que nunca volviera al Rise. No me había
pedido que me quedara en mi habitación, donde era teóricamente
más seguro. En cambio, escuchó las razones de por qué necesitaba
estar allí y las aceptó, solo pidiendo que usara zapatos más
adecuados. Y ropa adicional.
Este último me molestó y excitó, lo cual fue completamente
Página | 291 confuso. Y definitivamente no era algo que había compartido con
Vikter esa mañana.
Mi mirada se deslizó hacia la duquesa cuando ella dio un paso
adelante.
—Los dioses no te han fallado —repitió, colocando sus manos
en la barandilla junto a la cintura de su marido—. No te fallamos.
Pero los dioses no están felices. Es por eso que el Craven llegó a la
cima de Rise.
Un murmullo de consternación se extendió por la multitud
como una tormenta.
—Hemos hablado con ellos. No están satisfechos con los eventos
recientes, aquí y en ciudades cercanas —dijo, escaneando a
continuación las caras pálidas y canosas—.Temen que las buenas
personas de Solís hayan comenzado a perder la fe en sus decisiones
y estén recurriendo a aquellos que desean ver comprometido el
futuro de este gran reino. —Los susurros se convirtieron en gritos
de denuncia, asustando a los caballos. Los guardias rápidamente
calmaron los nerviosos saltos de los equinos.
—¿Qué pensaron que sucedería cuando los que apoyan al
Oscuro y conspiran con él están parados entre ustedes en este
momento? —preguntó el duque—. Mientras hablo, en este mismo
momento, los Descenters me devuelven la mirada, emocionados de
que el Craven se haya llevado tantas vidas anoche. En esta misma
multitud, hay Descenters que rezan por el día en que venga el
Oscuro. Esos que celebraron la masacre de Three Rivers y la caída
de Goldcrest Manor. Miren a su izquierda ya su derecha, y tal vez
puedan estar viendo a alguien que ayudó a conspirar para secuestrar
a la Doncella.
Me moví incómodamente cuando docenas y docenas de miradas
cayeron sobre mí. Luego, uno por uno, como si las caras fueran
fichas de dominó apiladas una al lado de la otra, se miraron como si
vieran vecinos y caras conocidas por primera vez.
Página | 292
—Los dioses escuchan y saben todo. Incluso lo que no se habla
sino que reside en el corazón —dijo el duque, y mi estómago se
retorció con inquietud—. ¿Qué es lo que cualquiera de nosotros
puede esperar? —repitió—. ¿Cuándo aquellos por los cuales los
dioses han hecho todo para protegerlos, vengan ante nosotros,
cuestionando el Rito?
Me tensé inmediatamente, la imagen del Sr. y la Sra. Tulis se
formó en mi mente. No había dicho sus nombres, pero bien podría
haberlos gritado desde lo alto del castillo de Teerman. No los vi en la
multitud, pero eso no significaba que no estaban allí.
—¿Qué podemos esperar cuando hay quienes desean vernos
muertos? —preguntó Teerman, levantando las manos—. Cuando
somos la figura de los dioses y lo único que se interpone entre
ustedes y el Oscuro y la maldición que su gente ha echado sobre esta
tierra.
Y, sin embargo, ninguno de los Ascendidos, ni el duque ni la
duquesa ni ninguno de los señores o damas, había levantado una
mano para defender el Rise. Todos ellos eran más rápidos y más
fuertes que cualquier guardia. Me imaginé que podrían haber
derribado el doble de Cravens que yo con un arco, y al igual que
Hawke había dicho, tenían una mayor probabilidad de sobrevivir a
un ataque.
—¿Qué creen que hubiera pasado si los Craven hubieran
alcanzado el Rise? —Teerman bajó las manos—. Muchos de ustedes
nacieron dentro de estas paredes y nunca han experimentado el
horror de un ataque de Craven. Sin embargo, algunos de ustedes lo
saben. Vienen de ciudades menos vigiladas o fueron atacados en las
carreteras. Saben lo que hubiera pasado si solo un puñado lograra
pasar a nuestros guardias, si los dioses hubieran dado la espalda a
la gente de Solis. Habría sido la mayor matanza de cientos de
ustedes. Sus esposas. Sus niños. Ustedes mismos. Muchos de
ustedes no estarían parados aquí. —Hizo una pausa y la multitud se
hinchó.
Página | 293
Pasó de nuevo.
Sentí mis sentidos extenderse fuera de mí, y eso no era
demasiado sorprendente. Con una multitud como esta, fue difícil
mantenerme controlada, pero no... No sentía dolor. Algo tocó el fondo
de mi garganta, recordándome lo que había sentido en el atrio con
Loren.
Terror.
Sentí que el terror crecía y crecía, viniendo de tantas
direcciones diferentes mientras mi mirada se deslizaba de cara en
cara. Otra sensación me llegó. Era ácida y caliente. No era dolor
físico. Era ira. Mi corazón comenzó a latir con fuerza. No sentía
dolor, pero yo... tenía que estar sintiendo algo. No tenía sentido, pero
podía sentirlo presionando contra mi piel como un hierro caliente. Mi
garganta se secó cuando tragué fuerte. La gente juntó las manos
debajo de la barbilla y rezó a los dioses. Di un pequeño paso atrás.
Otros miraban fijamente, sus expresiones duras.
La mano de Vikter toco mi hombro mientras murmuraba—:
¿Estás bien?
¿Sí?
¿No?
No estaba segura. La adrenalina cargada de ansiedad inundó mi
sistema mientras fríos dedos de fantasmas bailaban a lo largo de la
parte posterior de mi cuello. La presión se cerró sobre mi pecho. Yo
quería correr. Necesitaba alejarme lo más lejos posible de la gente.
Pero no podía. Cerrando los ojos, me concentré en mi respiración
mientras luchaba por reconstruir mis paredes mentales. Seguí
respirando, adentro y afuera, tan profunda y lentamente como pude.
—Y, si tienen suerte, irán por su garganta, y será una muerte
rápida —decía el duque—. La mayoría de ustedes no serán tan
afortunados. Les desgarrarán la carne y el tejido, festejarán con su
sangre mientras gritan por los dioses en los que has perdido la fe.
Página | 294
—Este quizás es el discurso menos tranquilizador que se haya
dado después de un ataque —murmuró Hawke por lo bajo.
Su comentario me sacó de mi espiral de pánico, la total
sequedad de sus palabras cortó el cordón que me conectaba con la
gente. Mis sentidos retrocedieron y fue como si una puerta se cerrara
de golpe. Sentí... no sentí nada más que mi corazón palpitante y el
brillo del sudor en mi frente. Lo que él había hecho fue más que
quitar de encima de mí el miedo que el público estaba sintiendo, no
solo creó una grieta en su agarre, sino que lo borró. Los sentimientos
habían desaparecido tan rápido que casi me pregunté si los había
sentido en absoluto. Como si solo hubiera sido mi mente haciéndome
bromas mientras los rostros ante mí se aclaraban una vez más, Un
ataque continuo de diferentes tonos de miedo y pánico.
Mi mirada se agudizó cuando volví a ver a la multitud,
centrándome en los rostros que no mostraban emoción. Inquieta por
sus rostros en blanco, un hilo de desconfianza se deslizó por mi
columna vertebral. Me concentré en uno de los hombres. Era más
joven, el cabello rubio le caía sobre los hombros. Estaba demasiado
lejos para distinguir el color de sus ojos, pero miraba al duque y a la
duquesa, con los labios apretados firmemente, tenía una mandíbula
firme y ancha, mientras que los que estaban a su alrededor
intercambiaban miradas de terror.
Lo reconocí.
Había estado en el Ayuntamiento.
Había tenido esa misma expresión entonces, y otra vez esta cosa
había sucedido: El extraño torrente de sensaciones que no debería
sentir.
O que no sabía que podía sentir.
Eché un vistazo a la multitud una vez más, detectando
fácilmente a personas como él. Había al menos una docena que pude
ver. Mi mirada volvió al hombre rubio mientras pensaba en lo que
había sentido cuando estuve con Loren. Lo que había sentido con
ella tenía sentido ahora, dado lo que había sucedido. Ella había
Página | 295
estado entusiasmada con la posibilidad de que el Oscuro estuviera
cerca, tan perturbador como eso fuera. Y ella tendría motivos para
temer que yo dijera algo. Es posible que este hombre no muestre
emoción en sus rasgos, pero si no hubiera estado de acuerdo con lo
que se le estaba haciendo a la familia Tulis, no sería una sorpresa
que sintiera ira ahora.
Tal vez todo estaba en mi cabeza. Quizás algo le estaba
pasando a mi regalo. ¿Estaba posiblemente evolucionando para que
pudiera sentir otras emociones además del dolor? No lo sabía, y
necesitaba averiguarlo, pero tenía que decir algo ahora por si acaso.
Gire mi cabeza hacia la derecha, hacia Vikter.
—¿Lo ves? —susurré, describiendo al hombre rubio.
—Sí. —Vikter se acercó—. Hay otros como él.
Me enfrenté a la audiencia.
—Los veo —dijo—. Debes estar alerta, Hawke. Allí…
—¿Podría haber un problema? —lo interrumpió Hawke—. He
estado siguiendo al rubio por veinte minutos. Ha estado avanzando
lentamente hacia el frente. Otros tres también se han acercado.
Mis cejas se alzaron. Él era muy observador.
—¿Estamos a salvo? —preguntó Tawny, manteniendo su
atención enfocada en la multitud.
—Siempre —murmuró Hawke.
Asentí cuando su mirada se encontró brevemente con la mía,
esperando que se tranquilizara. Mi mano rozó mi muslo. Mi daga
estaba enfundada debajo de la túnica blanca que llegaba hasta el
suelo. La sensación del hueso del mango ayudó a aliviar cualquier
pánico que tuviera. El duque seguía cautivando a la multitud con
historias de sangre y horror, mientras yo me concentraba en el
hombre rubio. Llevaba una capa oscura sobre sus anchos hombros,
y cualquier cantidad de armas podía ocultarse debajo. Lo supe por
Página | 296 experiencia personal.
—Pero hemos hablado con los dioses en sus nombres —La voz
de la duquesa sonó—. Les hemos dicho que la gente de Solis,
especialmente aquellos que viven en Masadonia, son dignos. No se
han rendido con ustedes. Nos aseguramos de eso. —Sonaron vítores,
el ambiente de la multitud cambió rápidamente, pero el hombre
rubio aún no mostró reacción.
—Y honraremos su fe en la gente de Solis porque no han
protegido a los que son sospechosos de apoyar al Oscuro, que no
buscan nada más que destrucción y muerte —dijo—. Serán
recompensados enormemente en esta vida y en la que está más allá.
Eso lo podemos prometer.
Hubo otra ronda de vítores, y luego alguien gritó—: ¡Los
honraremos durante el Rito!
—¡Lo haremos! —grito la duquesa, alejándose de la repisa—.
¿Qué mejor manera de mostrarles a los dioses nuestra gratitud que
celebrar el Rito?
Él y Su Gracia retrocedieron desde el balcón y luego, uno al
lado del otro, casi tocándose, pero no del todo, cuando ambos
levantaron sus manos en lados opuestos a los cuerpos de la multitud
y comenzaron a saludar, se escuchó una voz
—¡Mentiras! —alguien gritó desde la multitud. Era el hombre
rubio—. Mentirosos.
El tiempo pareció detenerse. Todos se congelaron. —¡No hacen
nada para protegernos mientras se esconden en sus castillos, detrás
de sus guardias! ¡No hacen nada más que robar niños en nombre de
dioses falsos! —él gritó—. ¿Dónde están los terceros y cuartos hijos e
hijas? ¿Dónde están realmente?
Luego se escuchó un sonido, una fuerte respiración que
provenía de todas partes, tanto dentro como fuera de mí. La capa del
hombre rubio se separó cuando él tiró de su mano. Hubo un grito,
un grito de advertencia, desde abajo. Un guardia se giró estando a
horcajadas sobre un caballo, pero no fue lo suficientemente rápido.
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El hombre rubio echó el brazo hacia atrás y...
—¡Atrápenlo! —gritó el comandante Jansen.
El hombre arrojó algo. No era una daga o una roca. Tenía una
forma demasiado extraña para eso, ya que rasgó el aire y se dirigió
directamente hacia el duque de Masadonia. Se movió increíblemente
rápido, volviéndose casi nada más que un borrón cuando Vikter me
hizo retroceder. El brazo de Hawke se dobló alrededor de mi cintura,
y me arrastró contra él cuando el objeto voló más allá de nosotros,
chocando contra la pared.
El objeto cayó al suelo, y mi mirada bajó a donde estaba. Era...
era una mano.
Vikter se arrodilló, levantándola y poniéndose en pie, la línea de
su boca se tensó. —¿Qué en nombre de los dioses? —murmuró.
Pero no era una mano cualquiera. Era una mano gris con
garras de un Craven. Miré al hombre rubio. Un Guardia Real lo tenía
de rodillas, con los brazos torcidos en la espalda. La sangre manchó
su boca.
—De sangre y cenizas —gritó, incluso cuando el guardia se
apoderó de la parte posterior de su cabeza—. ¡Nos levantaremos! ¡De
sangre y cenizas, nos levantaremos!
Una y otra vez, gritó las palabras, inclusive cuando los guardias
lo arrastraban a través de la multitud. El duque se volvió hacia la
multitud y se echó a reír, el sonido era frío y seco.
—Y justo así, los dioses han revelado al menos a uno de
ustedes, ¿no?
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19
Traducido por: Lucia BJ
Corregido por: -Patty
Hawke nos hizo pasar rápidamente a Tawny y a mí al
interior del castillo, mientras Vikter se movía para hablar con el
Comandante.
—¿En qué lugar del mundo consiguió ese hombre la mano de un
Página | 299 Craven? —preguntó Tawny, la piel alrededor de su boca apretada
mientras pasábamos por el Gran Comedor y debajo de las pancartas.
—Pudo haber estado fuera de Rise y cortársela a uno de los que
fueron asesinados anoche —respondió Hawke.
—Eso es... —Tawny se llevó la mano al pecho—. Realmente no
tengo palabras para eso.
Yo tampoco, pero el apéndice podría haber sido de un maldito
que se había convertido dentro de Rise. Me lo guardé para mí al
pasar junto a varios sirvientes.
—No puedo creer lo que dijo con respecto a los niños, acerca de
los terceros y cuartos hijos e hijas.
—Yo tampoco —dijo Tawny.
Qué cosa tan terrible para reclamar. Esos niños, muchos de los
cuales ya eran adultos, estaban en los Templos, sirviendo a los
dioses. Si bien no estaba de acuerdo con que no hubiera
excepciones, insinuar que fueron robados para fines nefastos fue
indignante. Solo se necesitaban unas pocas palabras para crear una
infección, contaminando la mente de una persona. Ni siquiera quería
imaginar lo que los padres de esos niños estaban pensando ahora.
—No me sorprendería que más personas pensaran de esa
manera —comentó Hawke,
Y tanto Tawny como yo giramos en su dirección. Caminó a mi
lado, solo un paso atrás.
Él levantó las cejas. —Ninguno de esos niños ha sido visto.
—Han sido vistos por los Sacerdotes y Sacerdotisas y los
Ascendidos —corrigió Tawny.
—Pero no por la familia. —Su mirada parpadeó sobre las
estatuas mientras nos dirigíamos hacia las escaleras—. Quizás si la
gente pudiera ver a sus hijos de vez en cuando, creencias como esa
podrían ser fácilmente descartadas. El miedo seria disipado.
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Tenía un punto, pero... —Nadie debería hacer afirmaciones
como esa sin ninguna evidencia —sostuve—. Todo lo que hace es
causar preocupación y pánico innecesarios, pánico que los
Descenters han creado y luego explotarán.
—Estoy de acuerdo. —Él miró hacia abajo—. Cuida tu paso. No
quisiera que continuaras con tu nuevo hábito, princesa.
—Resbalarse una vez no es un hábito —respondí—. Y si estás de
acuerdo, ¿por qué dirías que no estuvieras sorprendido de que más
personas se sintieran de la misma manera?
—Porque estar de acuerdo no significa que no entienda por qué
algunos pensarían eso —respondió, y cerré la boca de golpe—. Si los
Ascendidos están realmente preocupados por la creencia de esas
afirmaciones, todo lo que necesitan hacer es permitir que los niños
sean vistos. No puedo imaginar que eso interfiera demasiado con su
servidumbre a los dioses.
No.
No pensé que lo haría.
Al mirar a Tawny, la vi observar a Hawke mientras
caminábamos por el pasillo del segundo piso, hacia la parte más
antigua del castillo. —¿Qué piensas? —pregunté. Tawny parpadeó
mientras me miraba.
—Creo que los dos están diciendo lo mismo.
Una media sonrisa se formó en la cara de Hawke, y no dije
nada mientras subíamos la escalera. Hawke nos detuvo cerca de la
puerta de Tawny.
—Si no te importa, necesito hablar con Penellaphe en privado
por un momento.
Página | 301
Mis cejas se alzaron detrás del velo mientras Tawny lanzó una
pobre mirada oculta entre nosotros mientras las comisuras de sus
labios se alzaban. Luego esperó a que le indicara si estaba bien o no.
—Está bien —le dije.
Tawny asintió y luego abrió la puerta, deteniéndose el tiempo
suficiente para decir—: Si me necesitas, toca. —Ella hizo una
pausa—. Princesa.
Gruñí. Hawke se rio entre dientes. —Realmente me agrada.
—Estoy segura de que le encantaría escuchar eso.
—¿Te gustaría escuchar que realmente me gustas? —preguntó.
Mi corazón dio un vuelco, pero ignoré al estúpido órgano.
—¿Estarías triste si dijera que no?
—Estaría devastado.
Resoplé. —Estoy segura que sí. —Llegamos a mi puerta—. ¿De
qué necesitabas hablar?
Hizo un gesto hacia la habitación y, pensando que lo que tenía
que decir era algo que no quería que alguien más escuchara, fui a
abrir la puerta...
—Debería entrar primero, princesa. —Él me esquivó fácilmente.
—¿Por qué? —Fruncí el ceño a su espalda—. ¿Crees que alguien
podría estar esperándome?
—Si el Oscuro vino por ti una vez, lo hará de nuevo.
Un escalofrío bailó por mi columna cuando Hawke entró en la
habitación. Habían dejado encendidas dos lámparas de aceite, una
en la puerta y otra en la cama, y se habían agregado leña a la
chimenea, proyectando un resplandor suave y cálido en la
habitación. No miré demasiado tiempo a la cama, lo que significaba
que de alguna manera terminé mirando la espalda ancha de Hawke
mientras escaneaba la habitación. Los bordes de su cabello rozaban
el cuello de su túnica, y esos mechones se veían tan... suaves. No los
había tocado esa noche en el Red Pearl, y deseé haberlo hecho.
Necesitaba ayuda
—¿Está bien que entre? —pregunté, juntando mis manos—. ¿O
Página | 302 debería esperar aquí mientras inspeccionas si hay conejitos de polvo
malos debajo de la cama?
Hawke miró por encima de su hombro. —No me preocupan los
conejos de polvo. ¿Pisadas, por otro lado? Sí.
—Oh mis dioses…
—Y el Oscuro seguirá viniendo hasta que tenga lo que quiere —
dijo, mirando hacia otro lado. Me estremecí—. Tu habitación siempre
debe ser revisada antes de entrar.
Crucé mis brazos sobre mi pecho, que estaba helado a pesar del
fuego. Vi como él volvía en círculo hacia la puerta, cerrándola
silenciosamente. Hawke me miró, con una mano en la empuñadura
de una espada corta, y el movimiento de mi pecho se dobló. Su
rostro estaba tan sorprendentemente construido. Desde el amplio
conjunto de sus labios, la inclinación hacia arriba de sus cejas,
hasta los huecos sombríos debajo de sus altos y anchos pómulos,
podría haber sido el mozo de las pinturas que colgaban en el ateneo
de la ciudad.
—¿Estás bien? —preguntó Hawke.
—Sí. ¿Por qué preguntas?
—Algo pareció sucederte cuando el Duque se dirigió a la gente.
Tomé una nota mental para recordar exactamente cuán
observador era Hawke.
—Estaba… —comencé a decir que había estado bien, pero sabía
que él no lo creería—. Me mareé un poco. Supongo que hoy no he
comido lo suficiente. —Su intensa mirada recorrió lo que se podía ver
de mi rostro, e incluso con el velo, me sentí insoportablemente
expuesta cuando me miraba de esa manera.
—Odio esto.
—¿Odias qué? —pregunté confundida.
Hawke no respondió de inmediato. —Odio hablar con el velo.
Página | 303
—Oh. —La comprensión me recorrió cuando extendí la mano y
toqué la longitud que ocultaba mi cabello—. Me imagino que la
mayoría de la gente no lo disfruta.
—No puedo imaginar que tú lo hagas.
—No lo hago —admití y luego miré alrededor de la habitación
como si esperara que la sacerdotisa Analia se escondiera en algún
lugar—. Quiero decir, preferiría que la gente pudiera verme.
Él inclinó la cabeza hacia un lado. —¿Cómo se siente?
El aire se enganchó en mi garganta. Nadie... nadie me había
preguntado eso antes, y aunque tenía muchos pensamientos y
sentimientos sobre el velo, no estaba segura de cómo ponerlos en
palabras a pesar de que confiaba en Hawke.
Algunas cosas, una vez dichas, les das vida propia. Me acerqué
a una de las sillas y me senté en el borde mientras trataba de
averiguar qué decir. De repente, mi cerebro escupió lo único que se
me ocurrió. —Se siente sofocante.
Hawke se acercó. —Entonces, ¿por qué lo llevas puesto?
—No me di cuenta de que tenía una opción. —Lo miré.
—Tienes una opción ahora. —Se arrodilló frente a mí—. Solo
somos tú y yo, paredes y un suministro de muebles patéticamente
inadecuado.
Mis labios se torcieron.
—¿Te pones el velo cuando estás con Tawny? —preguntó.
Negué con la cabeza.
—Entonces, ¿por qué lo llevas puesto ahora?
—Porque... se me permite estar sin mi velo con ella.
—Me dijeron que se suponía que debías estar con el velo en todo
momento, incluso con aquellos aprobados para verte.
Página | 304
Él estaba, por supuesto, en lo correcto. Hawke arqueó una ceja.
Suspiré. —No uso el velo cuando estoy en mi habitación, y no espero
que nadie venga aparte de Tawny. Y no lo uso porque me siento...
más en control. Puedo tener…
—¿La opción de no usarlo? —terminó por mí.
Asintiendo, estaba más que un poco aturdida de que lo hubiera
captado.
—Tienes una opción ahora.
—Lo hago. —Pero era difícil explicar que el velo también servía
como barrera. Con eso, recordé quien era y la importancia de usarlo.
Sin él, bueno, era fácil querer... simplemente querer algo.
Su mirada buscó en el velo y pasó un largo momento. Luego
asintió y se levantó lentamente. —Estaré afuera si necesitas algo.
Un nudo extraño se formó en mi garganta, haciéndome
imposible hablar. Me quedé donde estaba cuando él salió de la
habitación, mirando la puerta cerrada una vez que se fue. No me
moví. No me quité el velo. No por mucho tiempo. No hasta que ya no
quisiera tenerlo.
La noche siguiente, me paré frente a la sala de recepción de
la duquesa en el segundo piso. Estaba en el extremo opuesto del
pasillo del Duque, y mantuve mi espalda a su habitación. No quería
verlo, y mucho menos pensar acerca de él. Dos guardias reales
estaban parados afuera de la habitación de Jacinda mientras Vikter
esperaba a mi lado. Le había dicho esa mañana lo que realmente
había sucedido durante el discurso de la duquesa y el duque a la
gente, y de cómo no estaba segura de si realmente había sentido algo
o no. Me sugirió que hablara con la duquesa, ya que era poco
probable que la sacerdotisa me diera información útil, y la duquesa,
Página | 305 dependiendo de su estado de ánimo, era con quien tenía más
probabilidades de hablar abiertamente.
Solo esperaba que estuviera de buen humor. Ni Vikter ni yo
hablamos en presencia de los otros Guardias Reales, pero sabía que
estaba preocupado por lo que compartía. Sobre lo que podría
significar si mi regalo estaba evolucionando, o si era solo mi mente.
‘‘Podría ser el estrés de todo lo que ha sucedido —había dicho—.
"Puede ser mejor esperar hasta estar segura de que es tu regalo, antes
de alertar a alguien".
Sabía que a Vikter le preocupaba que mi mente, de alguna
manera se volviera en mi contra, pero no quería esperar hasta que
volviera a suceder. Prefiero saber ahora si era mi regalo o no para
poder reaccionar mejor.
Se abrió la puerta y salió uno de los guardias reales.
—Su Gracia la verá ahora.
Vikter permaneció afuera como estaba planeado, ya que se
suponía que el conocimiento de mi don se limitaría al duque y la
duquesa y el clero del templo. Rompí tantas reglas, no era de
extrañar que Hawke pareciera sorprendido cuando no me quite el
velo la noche anterior. Eso es lo que estaba pensando cuando entré
en la sala de recepción. Archivé esos pensamientos mientras miraba
a mí alrededor. Siempre me ha gustado esta habitación con sus
paredes de marfil y muebles de color gris claro. Había algo pacífico al
respecto, y también era cálido y acogedor a pesar de que no había
ventanas. Tenían que ser obra de todos los candelabros
deslumbrantes. Mi mirada encontró a la duquesa sentada en una
pequeña mesa circular donde ella estaba bebiendo de una taza
pequeña. Vestida con un vestido de color amarillo pálido, me recordó
a la primavera en la capital.
Ella levantó la vista, con una leve sonrisa en su eterno rostro. —
Ven. Toma asiento.
Página | 306
Caminando hacia adelante, tomé la silla frente a ella, notando
el plato de pasteles. Todo lo que quedaba eran los utensilios con las
nueces. Los bollos de chocolate fueron probablemente los primeros
en ser devorados. La duquesa tenía la misma debilidad que Vikter.
—¿Querías hablar conmigo? —Ella colocó la delicada y floreada
taza en su platillo a juego.
Asentí. —Sí. Sé que está muy ocupada, pero esperaba que
pudieras ayudarme con algo.
Su cabeza se inclinó, enviando ondas suaves de color rojizo para
que cayeran sobre su hombro. —Debo admitir que estoy llena de
curiosidad. No recuerdo la última vez que acudiste a mí en busca de
ayuda.
Yo si lo recordaba. Fue cuando le pedí que trasladaran mis
habitaciones a la parte más antigua del castillo, algo de lo que estaba
segura ella aún no entendía. —Quería hablar contigo... —Respiré
profundamente—. Quería hablarte sobre mi regalo.
Hubo un ligero ensanchamiento de sus ojos completamente
negros. —No esperaba que eso fuera un tema. ¿Alguien ha
descubierto tu regalo?
—No, su gracia. Eso no es en absoluto lo que ha sucedido.
Recogió la servilleta de su regazo y se limpió los dedos. —
¿Entonces qué ha sucedido? Por favor, no me mantengas en
suspenso.
—Creo que algo está sucediendo con él —le dije—. Ha habido
algunas situaciones en las que yo... creo que sentí algo más que
dolor.
Lentamente, colocó la servilleta sobre la mesa. —¿Has estado
usando tu regalo? Sabes que los dioses te han prohibido hacerlo. No
hasta que seas encontrada digna de usarlo.
—Lo sé. No lo hice —mentí fácilmente. Probablemente un poco
demasiado fácil—. Pero, a veces, simplemente sucede. Cuando estoy
Página | 307
en una gran multitud, tengo problemas para controlarlo.
—¿Has discutido esto con la sacerdotisa?
Buenos dioses, no. —No sucede a menudo. Lo juro, y solo ha
sucedido recientemente. Duplicaré mis esfuerzos para controlarlo,
pero cuando sucedió antes, creo que... creo que sentí algo más que
dolor.
La duquesa me miró fijamente, sin pestañear por lo que pareció
una pequeña eternidad, y luego se levantó. Desde su asiento. Un
poco nerviosa, la vi ir al armario blanco que estaba contra la pared.
—¿Qué crees que sentiste?
—Ira —respondí—. Durante el Ayuntamiento y anoche, sentí ira.
—No hablaría de Loren. No le haría eso a ella—. Fue ese hombre
quien...
—¿El Descenter?
—Sí. Al menos, eso creo —modifiqué—. Creo que estaba
sintiendo enojo por parte de él.
Sirvió una bebida de una jarra. —¿Has sentido algo más que te
parezca anormal?
—Yo... creo que también he sentido miedo. Cuando el duque
hablaba sobre el ataque de Craven.El terror es muy similar al dolor,
pero se siente diferente, y pensé que podría haber sentido algo así
como... No lo sé. ¿Emoción? O anticipación. —fruncí el ceño—.
Supongo que esas dos cosas son más o menos lo mismo. En cierto
modo, en...
—¿Sientes algo ahora? —Se volvió hacia mí, con un vaso de lo
que pensé que podría ser jerez en su mano.
Parpadeé detrás del velo. —¿Quieres que use mi regalo contigo?
Ella asintió.
Página | 308
—Pensé…
—No importa lo que pienses —interrumpió ella, y yo me puse
rígida—. Quiero que uses tu regalo ahora y dime qué, si al acaso,
sientes.
A pesar de encontrar su pedido más que extraño, hice lo que
ella pidió. Abrí mis sentidos, sentí que el cordón se extendía entre
nosotros y... y me conecté con nada más que un gran vacío. Un
escalofrío bailó sobre mi piel.
—¿Sientes algo, Penellaphe?
Cerrando la conexión, sacudí la cabeza. —No siento nada, Su
Excelencia.
La duquesa exhaló bruscamente por la nariz, y luego se bebió
toda la copa de una vez. Mis ojos se abrieron mientras mi mente
procesaba rápidamente su reacción. Era casi como si ella...esperaba
que sintiera algo por parte de ella, pero nunca había sido capaz de
hacerlo. No pensé que alguna vez sería capaz hacerlo.
—Bien —ella respiró, las faldas moviéndose alrededor de sus
tobillos mientras se volvía hacia el gabinete, colocando el vaso hacia
abajo.
—Me preguntaba si realmente estaba sintiendo algo o... —me
detuve cuando ella me miró.
—Creo que tu regalo está... madurando —dijo, viniendo hacia
mí. La luz brillante sobre ella hacia resplandecer el anillo de
obsidiana en su dedo mientras agarraba el respaldo de la silla—.
Tiene sentido que suceda cuando te estas acercando a tu Ascensión.
—¿Entonces esto... es normal?
Movió su lengua por la parte superior de su boca. Por un
momento, pareció que estaba a punto de decir algo, pero luego
cambió de opinión. —Sí, creo que sí, pero yo... no hablaría con Su
Gracia sobre esto.
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La tensión se apoderó de mis hombros ante la advertencia
apenas desvelada. Nunca estuve segura si la duquesa sabía sobre
las... predilecciones de su esposo. No podía imaginar cómo podía
estar completamente ciega ante ellas, pero había una parte de mí
que esperaba que ella lo estuviera. Porque si ella lo sabía y no hacía
nada para detenerlo, ¿la hacía mejor? ¿O incluso estaba siendo justa
con ella? El hecho de que ella fuera una Ascendida no significaba
que tuviera poder sobre su esposo.
—Sería... recordarle a la primera Doncella —susurró.
Sorprendida, la miré. No esperaba que ella mencionara a la
primera Doncella, la que estaba antes de mí, la única otra Doncella
que conocía. —¿Esto... sucedió con la Doncella anterior?
—Así fue. —Sus nudillos comenzaron a ponerse blancos, y
asentí. Solo habían existido dos doncellas elegidas por los dioses—.
¿Qué sabes sobre la primera Doncella?
—Nada —admití—. No sé su nombre o siquiera en que tiempo
vivió. —O lo que le sucedió en su Ascensión. O por qué importaba si
mi regalo en desarrollo le recordaba o no al duque.
—Hay una razón para eso.
¿Había una? La sacerdotisa Analia nunca me había dicho nada.
Ella ignoró cualquier pregunta sobre ella o mi Ascensión.
—No hablamos de la primera Doncella, Penellaphe —dijo—. No
es que simplemente elijamos no hacerlo. Es que no podemos.
—Los dioses... ¿lo prohibieron? —Sospeché.
Ella asintió mientras su mirada parecía penetrar mi velo.
—Romperé la regla solo una vez y rezaré para que los dioses me
perdonen, pero te diré esto con la esperanza de que tu futuro no
termine igual que el de la primera Doncella.
Tenía un mal presentimiento sobre a dónde iba esto.
—No hablamos de ella. Nunca. Su nombre no es digno de
nuestros labios ni del aire que respiramos. Si fuera posible, tendría
Página | 310 su nombre y su historia borrados en su totalidad.
La silla se quebró bajo la mano de la duquesa Teerman,
sorprendiéndome. Mi corazón casi se detuvo en mi pecho. —¿Fue
ella... encontrada indigna por los dioses?
—Por algún pequeño milagro, no fue así, pero eso no significa
que fuera digna.
Si no la habían encontrado indigna, ¿por qué nunca se habló de
ella? Seguramente, no podría haber sido tan mala si no la hubieran
encontrado indigna.
—Al final, su valía no importó. —La duquesa Teerman levantó
los dedos. La silla estaba deformada, astillada—. Sus acciones la
pusieron en un camino que terminó con su muerte. El Oscuro la
mató.
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Traducido por: Lucia BJ
Corregido por: -Patty
‘’Después de años de destrucción que habían diezmado ciudades
enteras, dejando al campo y aldeas en ruinas, y terminando con
cientos de miles de vidas, el mundo estaba al borde del caos cuando,
en la víspera de la Batalla de los huesos rotos, Jalara Solis de Vodina
Isles reunió a sus fuerzas fuera de la ciudad de Pompay, la última
Página | 312 fortaleza atlántica." —Me aclaré la garganta, muy incómoda. No era
solo la oración más larga en la historia del hombre, siempre odié leer
en voz alta, pero especialmente cuando tenía a Hawke como
audiencia. No lo había visto desde que comencé a leer. Aun así,
estaba casi segura de que estaba haciendo todo lo que estaba en su
poder para mantenerse alerta y no aburrirse tanto como para
quedarse dormido mientras estaba de pie—. "‘Que se sentó al pie de
las montañas de Skotos... "
—Skotos —interrumpió la sacerdotisa Analia—. Se pronuncia
como Skotis. Ya sabes cómo se pronuncia, doncella. Hazlo
correctamente.
Mis dedos se apretaron alrededor de la encuadernación de
cuero. La historia deLa Guerra de los Dos Reyes y el Reino de Solís
tenía más de mil páginas, y cada semana, me veía obligada a leer
varios capítulos durante mis sesiones con la Sacerdotisa.
Probablemente había leído todo el tomo en voz alta más de una
docena de veces, y juré que cada vez, la Sacerdotisa cambiaba la
forma en que se pronunciaba Skotos.
Pero no lo dije en voz alta. En cambio, respiré hondo y
profundamente e intenté ignorar el impulso casi abrumador de
arrojarle el libro a la cara. Le haría daño. Probablemente le rompa la
nariz. La imagen de ella agarrando su rostro ensangrentado me
provocó una cantidad inquietante de alegría.
Sofoqué un bostezo mientras me concentraba en el texto.
Después de haber pasado la mayor parte de la noche pensando en lo
que me había dicho la duquesa, había dormido muy poco. Y como le
había dicho a Vikter, había recibido pocas respuestas. Pero había
sido un alivio saber que lo que estaba sucediendo no era algo que mi
mente estaba conjurando. Mis habilidades estaban madurando, lo
que sea que eso signifique. La duquesa no había querido discutirlo
más a fondo. Entonces, aunque sabía que lo que estaba sucediendo
era algo normal, también se me dio a conocer que la primera
Doncella había hecho algo que la había llevado a un camino para
interactuar con el Oscuro, quien la había matado.
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Eso no fue exactamente tranquilizador.
Tampoco sabía que la primera Doncella estaba de alguna
manera conectada con el Duque. ¿Fue por eso que él me trata como
lo hacía? Quizás no tenía nada que ver con mi madre.
Tomé una respiración superficial. — "Que se sentó al pie de las
montañas Skotis…
—En realidad se pronuncia Skotos —llegó la interrupción desde
la esquina de la habitación.
Mis ojos se abrieron detrás del velo mientras miraba a Hawke.
Su rostro estaba casi sin ninguna expresión. Miré a la Sacerdotisa,
que estaba sentada frente a mí en un taburete de madera igualmente
duro y sin cojines. No tenía idea de cuántos años tenía la
sacerdotisa. Su rostro estaba desnudo y sin maquillaje, pero pensé
que podría estar al final de su tercera década de vida. No había
mechones grises en su cabello castaño, que estaba recogido
bruscamente y se sostenía con un moño en su nuca, lo que hacía
que su rostro me recordara a los halcones que a veces veía en lo alto
de los Jardines de la Reina. Un vestido rojo sin forma la cubría desde
justo debajo de su cuello, dejando solo sus manos visibles.
Nunca había visto sonreír a la mujer. Y definitivamente no estaba
sonriendo ahora mientras miraba por encima de su hombro a
Hawke. —¿Y cómo lo sabrías? —Decisión goteaba de su tono como
ácido.
—Mi familia se origina en las tierras de cultivo no muy lejos de
Pompay, antes de que el área fuera destruida y se convirtiera en
Wastelands como lo conocemos hoy —explicó—. Mi familia y otras
personas de esa área siempre han pronunciado la cadena montañosa
como dijo la Doncella por primera vez. —El pauso—. El lenguaje y el
acento de los del lejano oeste puede ser difícil... para que algunos lo
puedan dominar. La Doncella, sin embargo, parece no caer en ese
grupo.
Estaba segura de que mis ojos estaban a punto de salir de mi
cara en respuesta al obvio insulto. Me mordí el labio para evitar
Página | 314
sonreír. Los ya rígidos hombros de la sacerdotisa Analia
retrocedieron mientras miraba a Hawke. Prácticamente podía ver el
vapor saliendo de sus oídos.
—No me di cuenta en que momento pregunte que pensabas —
habló, con un tono tan fulminante como su mirada.
—Mis disculpas. —Él inclinó la cabeza en sumisión, pero fue el
intento más pobre en demostrarlo porque sus ojos color ámbar casi
bailaban con diversión.
Ella asintió. —Disculpa…
—Simplemente no quería que la Doncella pareciera sin
educación si surgiera alguna discusión sobre las Montañas Skotos —
agregó.
Oh mis dioses…
—Pero me quedaré callado de aquí en adelante —dijo Hawke—.
Por favor, continúa, doncella. Tienes una voz de lectura tan
encantadora que incluso yo me encuentro fascinado con la historia
de Solís.
Quería reírme. Se estaba acumulando en mi garganta,
amenazando con estallar, pero no podía dejarla salir. Mi agarre se
aflojó en los bordes del libro. — "Que se sentó al pie de las montañas
de Skotos, los dioses finalmente habían elegido un lado”. —Cuando
la Sacerdotisa no dijo nada, continué—: “Nyktos, el Rey de los dioses,
y su hijo Theon, el Dios de la Guerra, comparecieron ante Jalara y su
ejército. Habiendo desconfiado del pueblo atlántico y su sed
antinatural de sangre y poder, buscaron ayudar a acabar con la
crueldad y la opresión que habían cosechado estas tierras bajo el
gobierno de Atlantia”. —Tomé un respiro—. "Jalara Solís y su ejército
fueron valientes, pero Nyktos, en su sabiduría, vio que no podían
vencer a los Atlánticos, que se habían convertido en dioses fuertes a
través de la sangría de inocentes..."
Página | 315
—Mataron a cientos de miles durante el tiempo de su reinado.
Flebotomía7 es una descripción suave de lo que realmente hicieron.
Mordieron a la gente —explicó la sacerdotisa Analia, y cuando la
miré, había un brillo extraño en sus ojos marrones oscuros—.
Bebieron su sangre y se emborracharon con poder, con fuerza y casi
inmortalidad. Y aquellos a los que no mataron se convirtieron en la
peste que ahora conocemos como los Craven. Es contra quienes
nuestro amado Rey y Reina tomaron valientemente una postura y se
prepararon para morir por derrocarlos.
Asentí.
Sus dedos se estaban volviendo rosados por lo fuerte que había
apretado sus manos que descansaban en su regazo. —Sigue.
7Flebotomía:
Procedimiento en el que se utiliza una aguja para extraer sangre de una
vena. Se realiza desde una vena de la parte interior del codo, o también de la arteria
posterior de la mano. También puede asociarse con la palabra ‘’Sangría’’ que es
básicamente también una extracción de sangre. Podemos deducir que lo que hicieron
fue extraer la sangre de los pueblos que atacaron.
No me atreví a mirar a Hawke. — "Reacio a ver el fracaso de
Jalara de las Islas Vodina, Nyktos dio la primera bendición de los
dioses, compartiendo con Jalara y su ejército la sangre de los dioses”.
—Me estremecí. Ese fue también otro término amable para beber la
sangre de los dioses—. ¨Animados con la fuerza y el poder, Jalara
delas Islas Vodina y su ejército fueron capaces de derrotar a los
Atlánticos durante la Batalla de los Huesos Rotos, por lo que se
terminó el reinado del reino corrupto y miserable".
Comencé a pasar la página, sabiendo que el próximo capítulo
trataba sobre la Ascensión de la Reina y la construcción de la
primera Ascensión.
—¿Por qué? —exigió la sacerdotisa.
Confundida, la miré. —¿Por qué, qué?
—¿Por qué te estremeciste cuando leíste la parte sobre la
Bendición?
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No me había dado cuenta de que mi acción había sido tan
notable. —Yo... —No sabía qué decir para no irritar a la Sacerdotisa
y terminar con ella corriendo hacia el Duque.
—Parecías perturbada —señaló, su tono se suavizó. Sabía que
no debía confiar en eso—. ¿Qué tiene la Bendición que te afectaría
tanto?
—No estoy perturbada. La bendición es un honor...
—Pero te estremeciste —insistió ella—. A menos que encuentres
placentero el acto de la Bendición, ¿Voy a asumir que no te
perturba?
¿Placentero? Mi cara ardía al rojo vivo, y estaba agradecida por
el velo. —Es solo que... la Bendición parece ser similar a cómo los
Atlánticos se volvieron tan poderosos. Bebieron la sangre de los
inocentes, y los Ascendidos beben la sangre de los dioses.
—¿Cómo te atreves a comparar la Ascensión con lo que los
Atlánticos han hecho? —La sacerdotisa se movió rápidamente,
inclinándose hacia adelante y agarrando mi barbilla entre sus
dedos—. No es la misma cosa. Tal vez te hayas encariñado con el
bastón y te esfuerces deliberadamente por decepcionar no solo a mí
sino también al duque.
En el momento en que su piel tocó la mía, encerré mis sentidos.
No quería saber si ella sentía dolor o algo más. —No dije que así
fuera —dije, viendo a Hawke dar un paso adelante. Tragué—. Solo
que me recordó a...
—El hecho de que pienses en esas dos cosas en el mismo
pensamiento me preocupa mucho, Doncella. Los Atlánticos tomaron
lo que no se les dio. Durante la Ascensión, la sangre es ofrecida
libremente por los dioses. —Su agarre se apretó, casi doloroso, y mi
regalo se estiró contra mi piel, casi como si quisiera ser utilizado—.
Eso no es algo que deba explicar al futuro del reino, al legado de los
Ascendidos.
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Desde que tengo memoria, todos dijeron eso, incluso Vikter,
irritando mis nervios y sentándose como una roca sobre mis
hombros. —¿El futuro de todo el reino depende de que yo sea
entregada a los dioses en mi decimonoveno cumpleaños?
Sus labios ya delgados se volvieron casi inexistentes. —¿Qué
pasaría si no Ascendiera? —exigí, pensando en la primera Doncella.
No había sonado como si hubiera Ascendido, y todos todavía estaban
aquí—. ¿Cómo impediría eso que los otros Ascendieran? ¿Se
negarían los dioses a dar su sangre tan libremente...?
Contuve un agudo jadeo cuando la Sacerdotisa levantó la mano
hacia atrás. No sería la primera vez que me había golpeado, pero esta
vez, el punzante golpe no había llegado.
Hawke se había movido tan rápido que no lo había visto salir de
la esquina. Pero ahora, tenía la muñeca de la Sacerdotisa en sus
manos. —Quita los dedos de la barbilla de la Doncella. Ahora.
Los ojos de la sacerdotisa Analia se habían ensanchado
mientras miraba a Hawke. —¿Cómo te atreves a tocarme?
—¿Cómo te atreves a poner un solo dedo sobre la Doncella? —
Su mandíbula se flexionó mientras miraba a la mujer—. Quizás no
fui lo suficientemente claro para ti. Retira tu mano de la Doncella, o
actuaré sobre tu intento de dañarla. Y puedo asegurarte que tocarla
será la menor de tus preocupaciones.
Podría haber dejado de respirar mientras los miraba. Nadie
había intervenido nunca durante una de las diatribas de la
sacerdotisa. Tawny no pudo. Si lo hiciera, se enfrentaría a algo peor,
y nunca esperaría ni querría eso. Rylan a menudo había girado en la
otra dirección, al igual que Hannes. Incluso Vikter nunca había sido
tan audaz. Por lo general, encontraba una manera de interrumpir,
para evitar que la situación empeorara. Pero me habían abofeteado
en más de una ocasión delante de él, y no había nada que él pudiera
hacer.
Pero Hawke ahora se interponía entre nosotras, claramente
preparado para cumplir con su amenaza. Y aunque sabía que
Página | 318 probablemente yo pagaría por esto más tarde, al igual que él, quería
saltar y abrazarlo. No porque él me hubiera protegido. Me habían
abofeteado con más fuerza las ramas perdidas mientras caminaba
por Wisher’s Grove. Había una razón mucho más pequeña. Ver que
la presunción habitual de la Sacerdotisa se desvanecía bajo el peso
de la conmoción y ser testigo de la forma en que su boca se abrió y
cómo sus mejillas estaban manchadas de rojo fue casi tan
satisfactorio como tirarle el libro en la cara. Vibrando de rabia, me
soltó la barbilla y yo me recosté. Hawke le soltó la muñeca, pero él
permaneció allí. Su pecho subía y bajaba debajo de la bata mientras
colocaba ambas manos sobre sus piernas.
Ella giró su cabeza hacia mí. —El simple hecho de que incluso
hables algo así demuestra que no respetas el honor que se te ha
otorgado. Pero cuando vayas a los dioses, serás tratada con todo el
respeto que has mostrado hoy.
—¿Qué significa eso? —pregunté.
—Esta sesión ha terminado —respondió ella, levantándose de su
asiento—. Tengo mucho que hacer con El Rito a solo dos días de
distancia. No tengo tiempo para perderlo con alguien tan indigno
como tú.
Vi los ojos de Hawke entrecerrarse, y me puse de pie, colocando
el libro en el taburete mientras hablaba antes de que Hawke lo
hiciera. —Estoy lista para regresar a mis aposentos —le dije y luego
asentí a la Sacerdotisa—. Buen día.
Ella no respondió, y comencé a caminar hacia la puerta,
aliviada cuando Hawke dio un paso detrás de mí. Esperé hasta que
estuvimos a medio camino del salón de banquetes antes de hablar.
—No deberías haber hecho eso —le dije.
—¿Debería haber permitido que te golpeara? ¿En qué mundo
habría sido aceptable?
—En un mundo donde terminas castigado por algo que ni
siquiera hubiera hecho daño.
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—No me importa si ella golpea como un ratón bebé, este mundo
está jodido si alguien lo considera aceptable.
Con los ojos muy abiertos, me detuve y lo miré. Sus ojos eran
como fragmentos de ámbar, su mandíbula igual de dura. —¿Vale la
pena perder tu posición y ser condenado al ostracismo 8?
Me fulminó con la mirada. —Si inclusive tienes que preguntar
eso, entonces no me conoces en absoluto.
—Apenas te conozco —susurré, irritada por el aguijón que
dejaron sus palabras.
—Bueno, ahora sabes que nunca voy a estar esperando y
viendo como una persona te golpea a ti o a cualquier otra por la
simple razón de que sienten que pueden hacerlo —respondió.
8Ostracismo:
Aislamiento voluntario o forzoso de la vida pública que sufre una
persona, generalmente motivado por cuestiones políticas. En la Antigua Grecia, era un
destierro al que se condenaba a los ciudadanos que se consideraban sospechosos o
peligrosos para la ciudad.
Empecé a decirle que estaba siendo ridículo y que estaba
perdiendo el punto, pero no estaba siendo ridículo. Este mundo en el
que vivíamos estaba en mal estado, y los dioses sabían que no era la
primera vez que pensaba eso. Pero nunca antes me había golpeado
con tanta claridad.
Silenciosa, me aparté de él y comencé a caminar. Estaba justo a
mi lado. Pasaron varios momentos. —No es que esté de acuerdo con
cómo me trata. Tomó todo en mí para no tirarle el libro.
—Ojalá lo hubieras hecho.
Casi me reí. —Si lo hubiera hecho, ella me habría reportado.
Probablemente te reporte a ti.
—¿Al duque? Déjala. —Él se encogió de hombros—. No puedo
imaginar que él esté de acuerdo con que ella golpee a la Doncella.
Resoplé. —No conoces al duque.
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—¿Qué quieres decir?
—Probablemente la aplaude —le dije—. Comparten una falta de
control cuando se trata de su temperamento.
—Te ha pegado —declaró Hawke—. ¿A eso se refería cuando te
dijo que te habías encariñado con el bastón? —Me agarró del brazo y
me giró para mirarlo—. ¿Ha usado el bastón contigo?
—La
incredulidad y la ira que llenaban esos ojos dorados enviaron una ola
de náuseas a través de mí. Oh dioses, Al darme cuenta de lo que
básicamente había admitido, sentí que la sangre se me escapaba de
la cara y luego volvía a entrar rápidamente.
Tiré de mi brazo y él me soltó. —No dije eso.
Él estaba mirando al frente, con la mandíbula flexionada. —¿Qué
estabas diciendo?
—S-solo que el Duque tiene más probabilidades de castigarte a
ti que a la Sacerdotisa. No tengo idea de lo que quería decir con el
bastón —continué apresuradamente—. A veces dice cosas que no
tienen sentido.
Hawke me miró con las pestañas bajas. —Debo haber leído mal
lo que dijiste entonces.
Asentí, aliviada. —Sí. Simplemente no quiero que te metas en
problemas.
—¿Y qué hay de ti?
—Estaré bien —me apresuré a decir cuando comencé a caminar
de nuevo, consciente de las miradas que los sirvientes que pasaban
nos enviaron—. El duque solo... me dará un discurso, lo convertirá
en una lección, pero tú te enfrentarás...
—No enfrentaré nada —dijo, y no estaba tan segura de eso—.
¿Ella siempre es así?
Suspiré. —Sí.
Página | 321
—La Sacerdotisa parece una... —Hizo una pausa, y lo miré. Sus
labios estaban fruncidos—. Una perra. No digo eso a menudo, pero lo
digo ahora. Orgullosamente.
Casi ahogándome en mi risa, aparté la vista. —Ella... ella es
algo, y siempre está decepcionada de mi... compromiso de ser la
Doncella.
—Exactamente, ¿cómo se supone que debes demostrar que lo
estás? —preguntó—. Mejor aún, ¿con qué se supone que debes
comprometerte?
Casi salté sobre él en ese momento y envolví mis brazos
alrededor de él. No lo hice, porque sería muy inapropiado. En
cambio, le di un asentimiento tranquilo. —No estoy muy segura. No
es como si estuviera tratando de huir o de escapar de mi Ascensión.
—¿Lo harías?
—Pregunta divertida —murmuré, mi corazón aún latía con
fuerza por lo que casi había expuesto.
—Fue en serio.
Mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando me detuve en el
estrecho y corto pasillo y me acerque a una de las ventanas que
daban al patio. Miré a Hawke, y todo sobre él decía que era, de
hecho, una investigación genuina.
—No puedo creer que preguntes eso.
—¿Por qué? —Se paró detrás de mí.
—Porque no podría hacer eso —le dije—. No lo haría.
—Me parece que este honor que se te ha otorgado tiene muy
pocos beneficios. No tienes permitido mostrar tu cara ni viajar a
ningún lado fuera de los terrenos del castillo. Ni siquiera pareciste
tan sorprendida cuando la Sacerdotisa se movió para golpearte. Eso
me lleva a creer que es algo bastante común —dijo, sus oscuras
cejas sobre sus ojos—. No se te permite hablar con la mayoría, y
nadie debe hablarte. Estás encerrada en tu habitación la mayor
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parte del día, tu libertad está restringida. Todos los derechos que
otros tienen son privilegios para ti, recompensas que parecen
imposibles para que las reclames.
Abrí la boca, pero no sabía qué decir. Él había señalado todo
lo que no tenía, y lo dejó tan dolorosamente claro. Miré hacia otro
lado.
—Entonces, no me sorprendería si intentaras escapar de este
honor —finalizó.
—¿Me detendrías si lo hiciera? —pregunté.
—¿Vikter lo haría?
Fruncí el ceño, sin estar segura de querer saber por qué había
preguntado eso, pero respondí honestamente de todos modos. —Sé
que Vikter se preocupa por mí. Es como... es como me imagino que
mi padre habría sido si todavía estuviera vivo. Y soy como la hija de
Vikter, que nunca pudo respirar. Pero él me detendría.
Hawke no dijo nada.
—Entonces, ¿lo harías? —Le repetí.
—Creo que estaría demasiado curioso para descubrir como
planeas escaparte exactamente como para detenerte.
Solté una breve carcajada. —Sabes, realmente creo eso.
—¿Ella te reportara al duque?’’- preguntó después de un
momento.
La presión se apoderó de mi pecho mientras lo miraba. Él
estaba mirando por la ventana. —¿Por qué lo preguntas?
—¿Lo hará? —preguntó en su lugar.
—Probablemente no —dije, mintiendo con demasiada facilidad.
—La sacerdotisa probablemente fue directamente al duque—. Está
demasiado ocupada con el Rito. Todo el mundo lo está. —Como lo
estaría el duque, podría tener suerte y al menos tener un retraso
Página | 323 entre ahora y cuando inevitablemente me convocarían. Con suerte,
eso significaba que Hawke también tendría suerte también. Si fuera
removido de su puesto, era poco probable que lo volviera a ver.
La tristeza que produjo el pensamiento significaba que ya era hora
de cambiar de tema—. Nunca he estado en un Rito.
—¿Y nunca te has metido en uno?
Bajé la barbilla. —Me ofende que incluso sugieras tal cosa.
Se rio entre dientes. —Qué extraño que pudiera pensar que tú,
que tienes un historial de mal comportamiento, harías tal cosa.
Sonreí ante eso.
—No te has perdido mucho, para ser honesto. Se habla mucho,
hay muchas lágrimas y se bebe demasiado. —Su mirada se deslizó
hacia la mía—. Es después del Rito donde las cosas pueden
ponerse... interesantes. Tú sabes cómo es.
—No sé -— le recordé, a pesar de que tenía una idea de lo que
hablaba. Tawny me había dicho que una vez que se había
completado el ritual del Rito, y las Señoras y los mayordomos habían
tomado a las nuevas Damas y Señores en espera, y los Sacerdotes se
fueron con las terceras hijas e hijos, la celebración cambió.
Se volvió más... frenética y cruda. O al menos eso fue lo que
interpreté de lo que Tawny me había contado, pero parecía
demasiado extraño imaginarse al Ascendido involucrado en algo así.
Siempre fueron tan... fríos.
—Pero sabes lo fácil que es ser uno mismo cuando usas una
máscara. —Su voz era baja mientras su mirada sostenía la mía. —Cómo todo lo que quieres se puede lograr cuando puedes
fingir que nadie sabe quién eres.
El calor me infundió las mejillas. Sí, lo sabía, y qué amable era
de su parte recordarme. —No deberías mencionar eso.
Página | 324
Su cabeza se inclinó. —Nadie está lo suficientemente cerca
como para escuchar.
—Eso no importa. Tú... no deberíamos hablar de eso.
—¿Nunca?
Empecé a decir que sí, pero algo me detuvo. Aparté mi mirada
de la suya. Fuera de la ventana, los arbustos de mariposas de color
violeta se agitaban suavemente con la brisa. Hawke guardó silencio
durante varios minutos antes de decir:
—¿Te gustaría volver a tu habitación? —preguntó.
Sacudí mi cabeza. —No particularmente.
—¿Te gustaría salir por ahí en su lugar?
—¿Crees que sería seguro?
—Entre tú y yo, creo que sí.
Las comisuras de mis labios se alzaron. Me gustó que me
hubiera incluido, reconociendo que podía defenderme sola. —Solía
amar el patio. Era el único lugar donde, no sé, mi mente estaba en
silencio, y podía estarlo. Sin pensar y sin preocuparme... por nada.
Lo encontraba muy pacífico.
—¿Pero ya no más?
—No —susurré—. Ya no. Es extraño cómo nadie habla de Rylan
o Malessa. Es casi como si nunca hubieran existido.
—A veces recordar a los que murieron significa enfrentar tu
propia mortalidad —dijo.
—¿Crees que los Ascendidos se sienten incómodos con la idea
de la muerte?
—Inclusive ellos —respondió—. Pueden ser divinos, pero pueden
ser asesinados. Pueden morir.
Ninguno de los dos habló durante varios minutos mientras los
sirvientes y otros pasaban detrás de nosotros. Varias Damas en
espera se habían detenido y fingían disfrutar de la vista del jardín
Página | 325 mientras hablaban sobre el Rito, pero sabía que se estaban
quedando cerca de donde estábamos, no por las impresionantes
flores y la exuberante vegetación o porque era muy raro para mí ser
vista, era por el hermoso hombre que estaba a mi lado. Parecía no
darse cuenta de ellas, y aunque mantuve mi mirada hacia adelante,
pude sentir su mirada en algunos momentos. Finalmente, llegó una
de las Señoras, ahuyentando a las damas y nos dejaron solos una
vez más.
—¿Estás emocionada por asistir al Rito?
—Tengo curiosidad —admití. El Rito estaba a solo dos días de
distancia.
—Tengo curiosidad por verte. —Mis labios se separaron en una
inhalación suave. No me atreví a mirarlo. Si lo hiciera, temía hacer
algo increíblemente estúpido. Algo que la primera Doncella podría
haber hecho que hizo a la duquesa sentir que era indigna—. Serás
presentada.
—Sí. —Tampoco estaría esperando vestir de color blanco. Sería
casi como ir a la Perla Roja porque podría mezclarme y nadie sabría
quién era, o qué era—. Pero estaré enmascarada.
—Prefiero esa versión tuya —dijo.
—¿La versión enmascarada de mí? —le pregunté, suponiendo
que estaba pensando en nuestro tiempo en la Perla Roja.
—¿Honestamente? —Su voz sonó más cerca, y cuando respiré
profundamente, el olor a cuero y pino me rodeó—. Prefiero la versión
de ti que no lleva máscara ni velo.
Abrí la boca, pero se estaba volviendo común en lo que respecta
a Hawke, que no sabía qué decir. Sentía que debería desalentar tales
declaraciones, pero esas palabras tampoco saldrían a la superficie,
como no lo habían hecho antes. Entonces, hice lo único que se me
ocurrió. Cambié de tema.
Página | 326
—Recuerdo que dijiste que tu padre era agricultor. —Me aclaré
la garganta—. ¿Tienes otros hermanos? ¿Algún Lord en espera en la
familia? ¿Una hermana? O... —seguí divagando—. Solo esta Ian
para mí, quiero decir, solo tengo un hermano. Estoy emocionada por
verlo de nuevo. Lo extraño.
Hawke estuvo en silencio durante tanto tiempo que tuve que
mirarlo para asegurarme de que él todavía estaba allí y aún
respiraba. Lo hacía. Me miró fijamente, sus ojos ámbar estaban fríos.
—Tenía un hermano.
—¿Tenías? —Mis sentidos se estiraron y ni siquiera tuve la
oportunidad de controlarlos. Me abrí con mis sentidos y cerré las
piernas para evitar dar un paso atrás. No sentí nada extraño, pero
sentí la angustia de Hawke, el dolor amargo y frío que me golpeó la
piel. Fue más agudo. Aquí era de dónde provenía su dolor. Había
perdido un hermano. Reaccioné sin pensar en lo que él pensaría o en
el hecho de que no estábamos solos. Fue un impulso incontrolable,
como si el regalo en sí me atrapara. Toqué solo su mano con la mía y
la apreté con la esperanza de que se interpretara como un gesto de
simpatía.
—Lo siento —dije, y pensé en playas cálidas y aire salado. Esos
pensamientos cambiaron rápidamente a cómo me había sentido
cuando Hawke me besó. Las líneas tensas de la expresión de Hawke
se suavizaron mientras miraba por la ventana. Parpadeó, no una
sino dos veces. Levantando mis dedos de los suyos, junté mis
manos, esperando que no se hubiera dado cuenta de que había
hecho algo.
Se quedó allí, sin embargo, como si lo hubiera dejado inmóvil.
Alcé las cejas.
—¿Estás bien?
Él parpadeó de nuevo. Esta vez, se rió suavemente. —Sí. Es...
tuve la sensación más extraña.
—¿Sí? —Lo observé de cerca. Hawke asintió mientras se frotaba
la palma de la mano sobre el pecho.
Página | 327
—Ni siquiera sé cómo explicarlo.
Ahora estaba empezando a preocuparme de haber hecho algo
más que aliviar su dolor. Qué fue, no estaba segura, pero si mis
dones evolucionaban, todo era posible. Me acerqué con mis sentidos
una vez más, y todo lo que sentí a cambio fue calidez.
—¿Es un mal presentimiento? ¿Deberíamos encontrar un
sanador?
—No. De ningún modo. —La risa de Hawke era más fuerte
entonces, menos incierta. Sus ojos, ahora una cálida miel, se
encontraron con los míos—. Mi hermano no está muerto, por cierto.
Por lo tanto, no hay necesidad de simpatía.
Ahora era mi turno de parpadear repetidamente. —¿Oh? Solo
pensé... —me detuve.
—¿Estás segura de que no te gustaría visitar el jardín?
Pensando que ya era hora de que me encerrara antes de hacer
otra cosa imprudente, sacudí la cabeza. —Creo que me gustaría
volver a mi habitación ahora.
Dudó por un momento pero luego asintió. Ninguno de
nosotros habló mientras nos hacíamos nuestro camino.
Aparentemente, Hawke estaba tratando de descubrir por qué
se sentía... más feliz, más ligero. Y yo estaba preguntándome qué le
había pasado exactamente a su hermano para causar ese tipo de
reacción, especialmente si su hermano todavía estaba vivo.
Página | 328
21
Traducido por: Evares
Corregido por: Evares & -Patty
Me tomó menos de veinticuatro horas, una vez más, para
hacer algo completamente imprudente. Esta vez, sin embargo, puedo
terminar arrepintiéndome. De todas las maneras en que pensé que
podría morir, nunca se me había ocurrido que podría suceder
mientras tomaba prestado un libro de Atheneum.
Página | 329
Habían cosas mucho más peligrosas que había hecho en mis
dieciocho años de vida, veces en las que habría sido más probable
que muriera en el proceso. Un montón de ejemplos en los que
incluso me había sorprendido un poco de que hubiera marchado con
las extremidades y la vida intactas. Pero aquí estaba, a un paso
equivocado de caer en picada hacia mi muerte, agarrando el
supuesto diario de una señorita Willa Colyns, el libro del que Loren y
Dafina habían estado hablando. Obviamente, el libro definitivamente
sería el tipo de material de lectura que la sacerdotisa Anaia
prohibiría expresamente. Y si me atraparan con él en mi poder, sería
una razón más para que ella creyera que no era respetuosa a mis
deberes como la Doncella.
Entonces, por supuesto, tenía que leerlo. Estuve muy aburrida
todo el día.
Ya había leído todos los libros que Tawny me había colgado al
menos tres veces, y no pude hacerme leer otra página demasiado
familiar ni una vez más. La duquesa y las señoras se habían
apoderado de ella una vez más, y sabía que tal vez ni siquiera la
vería a la mañana siguiente. Entonces, tuve otro día mirando
ininterrumpidamente, excepto por mi entrenamiento con Vikter,
cuatro paredes de piedra. Y cuanto más tiempo me quedaba en mi
habitación sin nada que ocupara mi mente, más pensaba en lo que
Hawke había dicho sobre todos los derechos que me habían sido
despojados.
No era como si ya no lo supiera, pero no era algo que otros
parecieran siquiera reconocer. Tal vez fue porque estaban conmigo
constantemente, por lo que todo se había convertido en la
normalidad. Pero para Hawke, que era nuevo, nada de esto era
normal.
Y eso fue lo que me llevó a viajar sin compañía por Wisher’s Grove
al Atheneum mientras Hawke estaba parado afuera de la puerta de
mi habitación, pensando que estaba adentro. Vikter estaba... bueno,
no tenía idea de dónde estaba. Tenía la sensación de que sus ojos se
veían cansados y tristes esta mañana, que lo habían llamado la
noche anterior para que cuidara a uno de los malditos y que no me
había invitado.
También tuve la sensación de que no iba a involucrarme en el
futuro, lo que me irritó. Por supuesto, planeé discutir eso con él en la
Página | 330
próxima oportunidad que tuviera. No me cortarían cuando tenía la
oportunidad de ayudar a la gente. Y él tendría que lidiar con eso.
Pero en este momento, necesitaba concentrarme en no morir, o
peor aún, en ser atrapada.
El aire frío de la noche me envolvió mientras estaba pegada a la
pared de piedra, rezando a cualquier dios para que la repisa de un
pie en la que me encontraba no se derrumbara bajo mi peso. Cuando
se construyó, dudé de que hubieran tenido en cuenta que, en algún
momento, una Doncella completamente estúpida se encontraría
parada sobre ella.
¿Cómo esto había salido tan mal?
Entrar a escondidas en el Atheneum no había sido difícil. Con mi
capa negra sin forma, mi máscara de confianza en su lugar y mi
rostro escondido debajo del capó, dudaba que alguien en las calles
de Masadonia hubiera podido decir si era hombre o mujer, y mucho
menos la Doncella mientras me apresuraba por el callejón hacia la
entrada trasera de la biblioteca. Moverse a lo largo de la cuadrícula
de pasillos estrechos y escaleras sin ser visto también fue fácil.
Sabía cómo ser un fantasma cuando era necesario, tranquila y
quieta.
El problema comenzó cuando encontré el diario encuadernado en
cuero de Miss Colyns. En lugar de irme y volver al castillo como
sabía que debería, me metí en una habitación vacía.
Yo solo... me estaba volviendo loca en esa habitación y temía
volver. Y los sofás acolchados me llamaron. Sin embargo, el gabinete
de licores abastecido, algo que encontré extraño descubrir en una
biblioteca, me confundió. Pero me senté junto a los grandes
ventanales que daban a la ciudad y abrí el libro gastado. Mis mejillas
se habían escaldado al final de la primera página, al descubrir lo que
ocurre cuando alguien besa a alguien, no en la boca o en el pecho
como... como había hecho Hawke antes de saber quién era yo, pero
en un lugar mucho más íntimo.
No podía dejar de leer, prácticamente devorando las páginas color
crema.
La señorita Willa Colyns vivió una vida muy interesante con
Página | 331 muchas, muchas otras... personas fascinantes. Había llegado a la
parte en la que ella habló de su breve aventura con el Rey, que ni
siquiera pude comenzar a imaginar, ni quise, cuando escuché voces
fuera de la habitación, una en particular que nunca pensé escuchar
en el Atheneum.
El duque.
Al escuchar su voz significaba que había estado tan atrapada en
el diario que ni siquiera me había dado cuenta de que el sol se había
puesto.
No me habían convocado para reunirme con él la noche anterior o
hoy. Con los preparativos para el Rito, me dieron un aplazamiento
temporal, y asumí que Hawke también lo había hecho, ya que
todavía estaba en guardia. Pero ese aplazamiento llegaría a su fin si
el Duque me descubriera.
Por eso ahora estaba encaramada en una repisa fuera de lo que
resultó ser la habitación personal del Duque en el Atheneum. La
única gracia que me dieron fue que la ventana por la que había
salido no era la que daba a la calle, sino la que estaba bloqueada por
Wisher’s Grove.
Solo los halcones podían verme... o presenciar mi caída.
El sonido del hielo chocando contra el vidrio me hizo tragar un
gemido. Él ya había estado en la habitación durante al menos treinta
minutos, y estaba apostando a que estaba en su segundo vaso de
whisky. No tenía idea de lo que estaba haciendo. Con el Rito
comenzando en solo unas horas, imaginé que estaba ocupado
reuniéndose con las nuevas Damas y Lores en Wait, y los padres que
darían a sus terceros hijos e hijas a los Templos. Pero no, él estaba
aquí, bebiendo whisky por él mismo...
Sonó un golpe en la puerta. Cerré los ojos, golpeando ligeramente
la parte posterior de mi cabeza contra la pared. ¿Compañía? ¿Iba a
tener visitas?
Tal vez los dioses me habían estado observando todo este tiempo,
y este era otro castigo más.
—Adelante —gritó, y escuché que la puerta se cerraba unos
momentos después—. Llegas tarde.
Página | 332
Oh, diablos. Reconocí ese tono frío y plano. El duque no estaba
contento.
—Mis disculpas, su alteza. Vine tan pronto como pude —fue la
respuesta. Era una voz masculina, una que no reconocí de
inmediato, lo que significaba que podría ser cualquier número de
personas.
Señores
Ascendidos,
mayordomos,
comerciantes,
guardias.
—No muy pronto —respondió el duque, y me estremecí por quien
seguramente estaba en el extremo receptor de una mirada muy
desaprobadora—. Espero que tengas algo para mí. Si es así, eso
ayudaría mucho a restaurar mi fe en ti.
—Sí, su alteza. Tomó un tiempo, como sabe, el hombre no era
hablador.
—No, nunca lo son una vez que los sacas del ojo público donde
no pueden causar un espectáculo con sus palabras —comentó el
duque—. Supongo que tenías que ser extremadamente convincente
para hablar.
—Sí. —Hubo una risa áspera y luego—. No es un atlántico. Eso
ha sido confirmado.
—Vergüenza —dijo el duque, y fruncí el ceño. ¿Por qué serían
malas noticias?
—Aprendí su nombre. Lev Barron, el primer hijo de Alexander y
Maggie Barron. Tenía dos hermanos, el segundo murió de una
enfermedad antes de su Rito, y el tercero fue entregado a los Templos
hace tres años. No era una persona conocida de interés, y no se
esperaba su comportamiento en la asamblea.
Hablaban sobre el Descenter, el que había arrojado la mano de
Craven mientras el Duque y la Duquesa habían hablado con la gente
después del ataque.
—¿Has investigado a su familia? —preguntó el duque.
—Sí. El padre ha fallecido. La madre vive sola en el Barrio
Inferior. Ella fue útil para que hablara.
Página | 333
El duque se echó a reír y el sonido me revolvió el estómago. —
¿Qué más has aprendido?
—No creo que estuviera muy conectado con la comunidad de
Descenters. Afirma que nunca ha conocido al Oscuro ni cree que
esté dentro de la ciudad.
Una gran cantidad de alivio se elevó y se extendió a través de mí
incluso cuando el viento levantó los bordes de mi capa.
—¿Y le creíste? —preguntó el duque.
—Le di buenas razones para no mentir —respondió el hombre,
que supuse que era uno de los guardias. Pensé en la madre del
hombre. ¿Había sido ella una de las razones por las que él hablara?
Si es así, el conocimiento se sintió pesado en la boca de mi
estómago. Los Descenters debían tratarse con dureza, pero no estaba
seguro de cómo me sentía acerca de los miembros de la familia que
se usaban para coaccionar información.
—¿Y te dijo algo sobre la afirmación que hizo? ¿Sobre los terceros
hijos e hijas?
—Todo lo que él dijo es que él sabía la verdad, que no estaban
sirviendo a los dioses, y que todos pronto aprenderían eso.
—¿No dijo lo que creía que era verdad?
Giré la cabeza hacia la ventana, casi sin contener el aliento. Me
encantaría saber qué pensó que estaba sucediendo.
—No, su alteza. La única información adicional que pude obtener
de él fue cómo llegó a estar en posesión de la mano de un Craven —
dijo, y eso fue, bueno... algo bueno saber—. Aparentemente, se lo
quitó del cuerpo a uno de los guardias que se había infectado y
regresó a la ciudad. Ayudó a la familia a bajar la guardia después de
que él se cambió.
—Muerte con dignidad —El duque se burló y mis ojos se
abrieron. Él... ¿sabía eso? ¿Sobre nosotros?—. Estos corazones
sangrantes serán la muerte de toda la ciudad uno de estos días.
Esa declaración fue un poco excesiva, pero no había considerado
que podría haber Descentros en la red.
Página | 334
—¿Te dijo quién estuvo involucrado en sofocar al recién
convertido Craven? — preguntó.
—No. No lo hizo.
—Eso también es una pena. Me encantaría saber quién no nos
contactó y por qué —El duque suspiró como si eso fuera lo peor
posible sin respuesta—. ¿Tienes algo más que informar?
—No, su alteza.
No hubo una respuesta inmediata, pero luego el duque preguntó:
—¿Todavía respira el Descenter?
—Por ahora.
—Bien —Parecía que se había puesto de pie, y esperaba que eso
significara que se iba. Por favor, dioses, que eso signifique que se va.
—Creo que lo visitaré yo mismo.
Mis cejas se alzaron.
Ahora eso me sorprendió.
—Como desee. —Hubo un momento de silencio—. ¿Habrá una
prueba para la que tengamos que prepararnos?
Casi me reí. Los Descenters no recibieron una prueba real.
Fueron exhibidos públicamente mientras sus cargos fueron dirigidos
contra ellos. La ejecución siguió rápidamente.
—No habrá necesidad después de mi visita con él —dijo el duque,
y mi boca se abrió.
El significado fue claro. Si no habría juicio, eso significaba que no
habría ejecución pública, y la única razón por la que podría ocurrir
sería si el Descentro ya estaba muerto. Eso había sucedido antes
mientras habían sido encarcelados. Normalmente, se creía que había
sido por sus propias manos o por un guardia excesivamente celoso.
¿Pero podría ser que el duque estaba imponiendo justicia él mismo?
¿El mismo Ascendido del que dudaba que hubiera tenido una
mancha de sangre en sus manos desde la Guerra de los Dos Reyes?
No debería sorprenderme por eso. Tenía una veta cruel y viciosa
Página | 335 dentro de él una milla de ancho, pero siempre lo mantenía bien
escondido bajo una máscara de cortesía. Tampoco debería
molestarme la idea de que el Descentro sea asesinado sin la farsa de
un juicio. Apoyaron al Oscuro, e incluso si algunos de ellos no se
habían involucrado en los disturbios y el derramamiento de sangre,
solo sus palabras habían sembrado las semillas que habían
derramado sangre en más de una ocasión.
Pero me... me molestaba la idea de que alguien fuera asesinado
en una celda oscura y húmeda, a manos de un Ascendido que era
apenas mejor que un Atlántico.
Finalmente, la puerta se abrió y se cerró, y no hubo nada más
que silencio. Esperé, esforzándome por escuchar cualquier sonido.
No escuché nada Preguntándome por qué el duque había decidido
tener esta reunión aquí y sorprendida por lo consciente de la red que
era. Avancé lentamente por la repisa hacia la ventana. Agarrando el
diario contra mi pecho con dedos entumecidos, me acerqué a la
ventana.
Hubo un chasquido desde el interior de la habitación. Me quedé
helada. ¿Se estaba cerrando la puerta? ¿O se estaba bloqueando?
Oh, Dios mío, si estuviera cerrada, tendría que atravesarla; espera,
la puerta solo podía cerrarse por dentro. ¿Alguien más había entrado
en la habitación? ¿Fue el duque? No había forma de que supiera que
estaba aquí a menos que él pudiera ver de repente a través de las
paredes. ¿Quién más...?
—¿Todavía estás ahí afuera, princesa?
Mis labios se separaron cuando mis ojos se abrieron al escuchar
su voz. Hawke Era Hawke. En esa habitación. No lo podía creer.
—¿O has caído hacia tu muerte? —él continuó. Discutí
brevemente los méritos del salto—. Realmente espero que ese no sea
el caso, ya que estoy bastante seguro de que eso se reflejaría mal en
mí desde que asumí que estabas en tu habitación —Una pausa—.
Comportándote. Y no en una repisa, a varias docenas de pies en el
aire, por razones que ni siquiera puedo comenzar a comprender, pero
me muero por escuchar.
—Maldición —susurré, mirando a mí alrededor como si pudiera
encontrar otra ruta de escape. Lo cual fue estúpido. A menos que de
repente brotaran alas, el único punto de salida era a través de la
Página | 336 ventana.
Un instante después, Hawke asomó la cabeza y me miró. El suave
resplandor de la lámpara se reflejó en su pómulo cuando levantó una
ceja.
—¿Hola? —Chillé.
Me miró un momento. —Entra.
No me moví.
Con un suspiro tan fuerte que debería haber sacudido las
paredes, extendió su mano hacia mí. —Ahora.
—Podrías decir por favor —murmuré.
Sus ojos se entrecerraron. —Hay muchas cosas que podría
decirte que deberías estar agradecida de, que me esté guardando
para mí.
—Lo que sea —me quejé—, retrocede.
Esperó, pero cuando no tomé su mano, desapareció de nuevo en
la habitación, quejándose entre dientes. —Si te caes, tendrás
muchos problemas.
—Si me caigo, estaré muerta, así que no estoy muy segura de
cómo también estaría en problemas.
—Poppy —espetó, y no pude evitarlo. Yo sonreí.
Página | 337
¿Había sido la primera vez que me había llamado así? Pensé eso
mientras me movía cuidadosamente por la repisa. Agarrando el
alféizar superior, me agaché. Hawke estaba de pie junto al sofá, pero
en el momento en que me vio, se movió increíblemente rápido.
Sorprendida, retrocedí, pero no me caí. Tenía un brazo alrededor de
mi cintura. Un segundo después, estaba dentro de la habitación, con
los pies en tierra firme, y el diario pegado entre su pecho y el mío.
Todavía había mucho contacto de cuerpo completo. Mi estómago y
mis piernas estaban presionados contra las suyas, y cuando respiré,
prácticamente pude saborear su especia oscura y su aroma a pino
en la lengua. Antes de que pudiera decir una palabra, él extendió la
mano y apretó la parte posterior de mi capucha.
—No —comencé.
Demasiado tarde.
Lo tiró hacia abajo. —Una máscara. Esto trae viejos recuerdos —
Su mirada vagó, parpadeando sobre los mechones de cabello que
habían escapado de mi trenza y ahora caían contra mis mejillas.
Me sonrojé mientras trataba de alejarme. No me soltó. —Entiendo
que probablemente estés molesto.
—¿Probablemente? —Él rió.
—Está bien. Definitivamente estás molesto —modifiqué—. Pero
puedo explicarlo.
—Espero que sí, porque tengo muchas preguntas —dijo, con los
ojos dorados brillando mientras miraba los míos—. Comenzando con,
¿cómo saliste de tu habitación y terminando con por qué en los
dioses estabas en la repisa?
Lo último que quería contarle era la entrada de los viejos
sirvientes. Traté de poner espacio entre nosotros. —Puedes dejarme
ir.
—Puedo, pero no sé si debería hacerlo. Puedes hacer algo aún
más imprudente que subir a una repisa que no puede tener más de
un pie de ancho.
Mis ojos se entrecerraron. —No me caí.
—¿Como si eso de alguna manera mejorara toda esta situación?
—No dije eso. Solo estoy señalando que tenía la situación
completamente bajo control.
Hawke parpadeó y luego se echó a reír: se rió profundamente y el
sonido retumbó en mí, provocando una fuerte ola de
estremecimientos calientes y apretados. Afortunadamente, no
parecía darse cuenta de la reacción. —¿Tenías la situación bajo
control? Odiaría ver qué sucede cuando no la tienes.
Página | 338
No dije nada de eso porque dudaba que lo que fuera o pudiera
decir me hiciera algún favor. Y tampoco nuestra proximidad. Al igual
que en Rise, la forma en que me abrazaba me recordó nuestro
tiempo en Red Pearl, y eso era algo que no necesitaba ayuda para
recordar. Era difícil pensar con claridad cuando me abrazaba así tan
cerca. Me moví, tratando de liberarme, pero resultó en que nuestros
cuerpos inferiores estaban más en contacto
El brazo de Hawke se apretó a mí alrededor, y su agarre se sintió
como si hubiera cambiado. Como si ya no me mantuviera en su
lugar, sino... Sosteniéndome. Abrazándome Mi estómago se hundió
mientras lentamente levantaba mi mirada hacia la suya.
Abrazándome.
Mi estómago se hundió mientras lentamente levantaba mi mirada
hacia la suya.
Me miró fijamente, las líneas alrededor de su boca tensas
mientras el silencio se extendía entre nosotros. Sabía que debía
exigirle que me dejara ir. Mejor aún, debería hacerlo. Sabía cómo
escapar de una bodega, pero yo... no me moví. Ni siquiera cuando
levantó su otra mano y colocó sus dedos justo debajo de la máscara.
Estar aquí, permitiendo esto, fue posiblemente la tortura más dulce
que jamás haya sufrido. Él dudó y me pregunté si estaba esperando
ver qué haría, qué diría. Cuando todavía no hice nada, sus ojos
cambiaron a un feroz y ardiente ámbar. Sus dedos salieron de la
máscara y lentamente trazaron la curva de mi pómulo. Mi piel
zumbó cuando su mirada siguió el camino que tomaron sus dedos.
Los deslizó por mi cara y sobre mis labios abiertos. Respiré
profundamente, mi pecho de repente se sentía demasiado apretado.
Su barbilla se hundió y me quedé sin aliento cuando bajó la
cabeza. Cada músculo de mi cuerpo parecía tensarse con una mezcla
embriagadora de pánico y anticipación. Había intención en la forma
en que sus pestañas bajaban y en cómo se inclinaba. Me iba a besar.
Los latidos de mi corazón bailaron cuando sus labios se deslizaron
por mi mejilla, dejando un rastro de fuego a su paso. Sabía lo que
debía hacer, pero no lo sabía. Tal vez Hawke había tenido razón
cuando dijo cómo podía tener lo que quisiera cuando, con una
máscara, podría fingir que nadie sabía quién era. Tenía que serlo.
Porque mis ojos se cerraron y no me moví. Hawke había sido mi
primer beso, pero si me besaba ahora, este... este sería nuestro
Página | 339 verdadero primer beso. Él sabía quién era ahora. Me había visto
desvelada. Él lo sabía.
Y quería esto, lo quería a él.
22
Traducido & Corregido por: Evares
Mi corazón latía tan fuerte cuando sus dedos se movieron
hacia mi barbilla. Echó la cabeza hacia atrás y sentí que me estaba
cayendo. Su boca se movió hacia mi oído, y su cálido aliento me
envió un hormigueo.
—Poppy —murmuró, la palabra sonaba áspera, gruesa.
Página | 340
—¿Si? —Susurré, apenas reconociendo mi propia voz.
Sus dedos se deslizaron por mi garganta. —¿Cómo saliste de la
habitación sin que te viera?
Mis ojos se abrieron de golpe. —¿Qué?
—¿Cómo dejaste tus habitaciones? —él repitió.
Me tomó un momento darme cuenta de que no estaba tratando
de besarme. Él solo estaba tratando de distraerme. Sintiéndome
como siete tipos diferentes de tonta, maldije por lo bajo y tiré de su
agarre. Esta vez, lo dejó ir.
Con la cara en llamas, retrocedí. Me retiré varios pasos, bajando
el diario mientras respiraba profundamente.
Era tan increíblemente... estúpida.
Desesperada por no dejarle ver lo cerca que había estado de dejar
que me besara o el hecho de que pensaba que iba a hacerlo, levanté
la barbilla. Sin embargo, la crudeza aún estaba allí, y no sentí alivio.
—Tal vez pasé junto a ti.
—No, no lo hiciste. Y sé que no saliste por una ventana. Eso
hubiera sido imposible —respondió—. ¿Entonces, cómo lo hiciste?
La frustración se disparó cuando me volví hacia la ventana,
dando la bienvenida al aire fresco que entraba. Tal vez fui lo
suficientemente tonta como para ser atrapada, pero no fui lo
suficientemente estúpida como para darme cuenta de que podía
escapar sin decírselo. —Hay un antiguo servicio de acceso a mis
cámaras — Apreté el diario—. Desde allí, puedo llegar al piso
principal sin ser vista.
—Interesante. ¿Dónde se vacía en el piso principal?
Resoplé cuando me volví hacia él. —Si quieres saber eso, tienes
que averiguarlo por ti mismo.
Él levantó una ceja. —Todo bien.
Manteniendo su mirada, no pude evitar reconocer que todavía no
había ningún alivio. Solo había... dioses, solo había una decepción
por no haberme besado. Y si eso era una indicación de algo, era que
Página | 341 necesitaba controlarme.
—Así es como llegaste a Rise sin ser vista —afirmó, y me encogí
de hombros—. Supongo que Vikter sabe todo sobre esto. ¿Y Rylan?
—¿Importa?
Él ladeó la cabeza. —¿Cuánta gente sabe acerca de esta entrada?
—¿Por qué preguntas? —Lo desafié.
Hawke dio un paso hacia mí. —Porque es un problema de
seguridad, princesa. En caso de que lo hayas olvidado, el Oscuro te
quiere. Una mujer ya ha sido asesinada y ya se sabe de un intento
de secuestro. Poder moverse sin ser visto a través del castillo,
directamente a sus cámaras, es el tipo de conocimiento que él
encontraría valioso.
Un escalofrío me recorrió los hombros. —Algunos de los sirvientes
que han estado en Castle Teerman durante mucho tiempo lo saben,
pero la mayoría no. No es una preocupación. La puerta se cierra
desde el interior. Alguien tendría que derribar la puerta, y estaría
lista si eso sucediera.
—Estoy seguro de que lo estarías —murmuró Hawke.
—Y no he olvidado lo que le sucedió a Malessa o que alguien
intentó secuestrarme.
—¿No lo has hecho? Entonces supongo que no tomaste nada de
eso en cuenta cuando decidiste ir callejeando por la ciudad a la
biblioteca.
—No callejeando por la ciudad. Pasé por Wisher’s Grove y estuve
en la calle por menos de un minuto —le dije—. También tenía mi
capa y esta máscara puesta. Nadie podía ver ni una pulgada de mi
cara. No me preocupaba que me arrebataran, pero también vine
preparada, por si acaso.
—¿Con tu pequeña daga de confianza? —El hoyuelo reapareció.
—Sí, con mi pequeña daga de confianza —espeté, a unos dos
segundos de tirarle la daga a la cara. De nuevo—. No me ha fallado
antes.
Página | 342
—¿Y así fue como escapaste del secuestro la noche en que Rylan
fue asesinado? —él supuso—. El hombre no se asustó al acercarse a
los guardias.
Exhalé ruidosamente. No tenía sentido mentir sobre esto ahora.
—Sí. Más de una vez. Fue herido cuando fue suspendido. Espero que
haya muerto.
—Eres tan violenta —ronroneó Hawke.
—Sigues diciendo eso, pero realmente no lo soy.
Hawke volvió a reír, el sonido profundo y real. —Realmente no
eres tan consciente de ti misma.
—Lo que sea —murmuré—. ¿Cómo te diste cuenta de que me
había ido?
—Te revisé —dijo, pasando una mano por el respaldo del sofá—.
Pensé que querrías compañía, y me pareció estúpido estar en el
pasillo aburrido de mi mente contigo dentro de tu habitación, muy
probablemente aburrida de la tuya. Lo cual, obviamente, estabas
antes de que te fueras.
Lo que dijo me tomó por sorpresa. —¿De verdad?
Sus cejas se alzaron.
—Quiero decir, ¿realmente me revisaste para preguntarme si yo...
quería compañía?
Hawke asintió con la cabeza. —¿Por qué mentiría sobre eso?
—Yo... —No sabía cómo explicar que ni siquiera Vikter hizo eso
cuando estaba de servicio. A mis guardias no se les permitió, ya que
el duque lo viera como demasiado familiar. Pero nadie revisó el ala
vieja. Aun así, Vikter se quedó afuera, y yo me quedé adentro, pero
Hawke era diferente. Lo había demostrado desde el principio. Sacudí
mi cabeza—. No importa.
Hawke estaba callado, y cuando lo miré, vi que estaba más cerca,
apoyado en el sofá. —¿Cómo terminaste en la cornisa?
—Bueno, esa es una especie de historia divertida...
Página | 343
—Me imagino que lo es. Así que, por favor, no escatimes detalles.
—Él se cruzó de brazos.
Suspiré. —Vine a buscar algo para leer, y me detuve dentro de
esta habitación. Yo... todavía no quería volver a la mía, y no me di
cuenta de que nada de esta habitación era especial —Miré el
gabinete de licores. Eso solo debería haber sido una advertencia—.
Estaba aquí, y escuché al duque afuera en el pasillo. Por lo tanto,
esconderse en una repisa era una opción mucho mejor que hacer
que me atrapara aquí.
—¿Y qué hubiera pasado si lo hubiera hecho?
Me encogí de hombros una vez más. —No lo hizo, y eso es todo lo
que importa —Rápidamente seguí adelante—. Tuvo una reunión aquí
con un guardia de la prisión. Al menos, creo que así era. Hablaban
del Descenter que arrojó la mano Craven. El guardia consiguió que el
hombre hablara. Dijo que el Descenter no creía que el Oscuro
estuviera en la ciudad.
—Esas son buenas noticias.
Algo sobre su tono llamó mi atención. Lo miré. —¿No le crees?
—No creo que el Oscuro haya sobrevivido tanto tiempo como él al
permitir que su paradero sea ampliamente conocido, incluso por sus
partidarios más fervientes —respondió.
Desafortunadamente, tenía un punto. —Creo que... creo que el
Duque va a matar al Descentro él mismo.
Él inclinó la cabeza ligeramente. —¿Eso te molesta?
—No lo sé.
—Yo creo que te molesta, y solo no quieres decirlo.
Era tan irritante lo correcto que era... y con qué frecuencia. —
Simplemente no me gusta la idea de que alguien muera en un
calabozo.
—¿Morir por ejecución pública es mejor?
Lo miré fijamente. —No exactamente, pero al menos se está
haciendo de una manera que se siente...
Página | 344
—¿Se siente como qué?
Inhalé fuertemente. —Al menos, entonces no parecería que esté
siendo algo oculto.
Hawke me devolvió la mirada, casi con curiosidad. —Interesante.
Las comisuras de mis labios se doblaron. —¿Que es interesante?
—Tú.
—¿Yo?
Él asintió y luego se movió, su mano golpeando. Antes de que
supiera lo que estaba haciendo, él tenía el libro.
—¡No —sin preparación, mis dedos se deslizaron sobre la
encuadernación de cuero, y luego se liberó de mi mano. ¡Lo tenía!
Oh, Dios mío, él tenía el diario, y eso fue peor que caer hacia mi
muerte. Si él viera de qué se trataba...
—¿El diario de la señorita Willa Colyns? —sus cejas se fruncieron
cuando lo giró—. ¿Por qué ese nombre me suena familiar?
—Devuélvelo —Lo alcancé, pero Hawke se alejó bailando—.
¡Devuélvemelo ahora!
—Lo haré si me lo lees. Estoy seguro de que esto tiene que ser
más interesante que la historia del reino —Él abrió el libro.
Quizás no podía leer.
Por favor, que no pueda leer.
La sonrisa desapareció lentamente de su rostro.
Por supuesto, él podía leer. ¿Por qué la vida era tan injusta?
Sus cejas oscuras se levantaron mientras pasaba las páginas.
Sabía lo que había en la primera página. La señorita Willa Colyns
había sido dolorosamente detallada sobre el beso íntimo. —Qué
material de lectura tan interesante.
Me ardía la cara con el fuego de miles de soles, y me pregunté qué
tan enojado estaría Hawke si le tiraba mi daga a la cara.
Página | 345
De nuevo.
La sonrisa volvió, y también el hoyuelo. —Penellaphe —dijo mi
nombre con tanta conmoción que me rodarían los ojos si no
estuviera increíblemente mortificada—. Esto es... un material de
lectura escandaloso para la Doncella.
—Cállate.
—Muy traviesa —reprendió, sacudiendo la cabeza.
Molesta en un tiempo record, levanté la barbilla. —No hay nada
malo en que yo lea sobre el amor.
—No dije que lo hubiera —Hawke me miró—. Pero no creo que lo
que está escribiendo tenga algo que ver con el amor.
—Oh, ¿eres un experto en esto ahora?
—Más que tú, me imagino.
Cerré la boca de golpe. La verdad en esa declaración dolió, y
arremetí. —Así es. Tus visitas a la Perla Roja han sido el tema de
conversación de muchos sirvientes y Damas de Espera, así que
supongo que tienes mucha experiencia.
—Alguien suena celosa.
—¿Celosa? —Reí mientras rodaba los ojos—. Como dije antes,
tienes un sentido de importancia demasiado inflado en mi vida.
Él resopló mientras volvía a hojear el libro.
Irritada, me volví hacia el gabinete de licores. Quedaba un vaso
corto. —El hecho de que tengas más experiencia con... lo que sucede
en Red Pearl, no significa que no sé qué es el amor.
—¿Has estado enamorada? —preguntó—. ¿Te llamó la atención
uno de los mayordomos del duque? ¿Uno de los señores? ¿O tal vez
un valiente guardia?
Sacudí mi cabeza. —No he estado enamorada.
—Entonces, ¿cómo lo sabrías?
Página | 346
—Sé que mis padres se amaban profundamente —Jugué con la
parte superior de la jarra con joyas—. ¿Qué pasa contigo? ¿Has
estado enamorado, Hawke?
No esperaba una respuesta, así que cuando me dio una después
de unos momentos, me sorprendió mucho. —Sí.
Hubo un extraño movimiento de torsión en mi pecho que no
entendía del todo cuando lo miré por encima del hombro, lo que me
hizo darme cuenta de que la frialdad dolorida había disminuido. No
tenía idea de qué en él me hizo sentir eso. Probablemente tenía que
ver con el hecho de que él me irritaba. —¿Alguien de tu casa?
¿Todavía la amas?
Esa fue la segunda pregunta que surgió a la superficie, pero por
la gracia de los dioses, me las arreglé para no hacer esa pregunta.
—Lo era. —Seguía mirando el libro—. Sin embargo, fue hace
mucho tiempo.
—¿Hace mucho tiempo? ¿Cuándo eras qué? ¿Un niño? —
Pregunté, sabiendo que no podía ser más de un puñado de años
mayor que yo, a pesar de la forma en que lo hizo sonar como si fuera
hace una eternidad
Él se rió entre dientes, y luego sus labios se curvaron en una
pequeña media sonrisa. El hoyuelo apareció en su mejilla derecha,
haciendo que aumentara el movimiento de torsión dentro de mí. —
¿Cuánto de esto has leído?
—Eso no es de tu interés.
—Probablemente no, pero necesito saber si llegaste a esta parte
—Se aclaró la garganta.
Espera.
¿Iba a leerlo?
No.
Por favor no.
Página | 347
—Solo leí el primer capítulo —dije apresuradamente—. Y parece
que estás en el medio del libro, así que...
—Bueno. Entonces esto será fresco y nuevo para ti. Déjame ver,
¿dónde estaba? —Arrastró un dedo sobre la página y luego tocó el
centro—. Oh sí. Aquí. "Fulton había prometido que cuando terminara
conmigo no podría caminar derecha por un día, y tenía razón" Huh.
Impresionante.
Mis ojos se abrieron.
—Las cosas que el hombre hizo con su lengua y sus dedos solo
habían sido superadas por su asombrosamente grande, pulsante
decadente y palpitante malvadamente... —Hawke se rió entre
dientes—. Esta mujer tiene un don para los adverbios, ¿verdad?
—Puedes parar ahora.
—'Edad viril'.
—¿Qué? —Jadeé.
—Ese es el final de esa oración —explicó, y cuando levantó la
vista, inmediatamente supe que lo que estaba a punto de salir de su
boca me iba a quemar viva—. Oh, puede que no sepas lo que quiere
decir con virilidad. Creo que ella está hablando de su polla. Prick.
Dick9. Su...
—Oh, mi Dios —susurré.
—Su, aparentemente, extremadamente grande, palpitante y
pulsante...
—¡Lo entiendo! Entiendo completamente.
—Sólo quería asegurarme. No quisiera que te avergüences
demasiado de preguntar y pensar que ella estaba haciendo referencia
a su amor por ella o algo así.
—Te odio.
—No, no lo haces.
—Y estoy a punto de apuñalarte. —le advertí—. De una manera
muy violenta.
Página | 348
La preocupación cruzó por su rostro mientras bajaba el libro. —
Ahora eso, creo.
—Devuélveme el diario.
—Pero por supuesto. —Me lo ofreció, y se lo arrebaté rápidamente
de la mano, sosteniéndolo contra mi pecho—. Todo lo que tenías que
hacer era preguntar.
—¿Qué? —Mi boca se abrió—. He estado preguntando.
—Lo siento. —No parecía en absoluto arrepentido—. Tengo
audiencia selectiva.
—Eres... Eres lo peor.
—Te equivocaste en tus palabras —Pasando junto a mí, me dio
unas palmaditas en la parte superior de la cabeza. Yo arremetí,
fallando por poco—. Querías decir que soy el mejor.
—Escogí bien mis palabras.
9
Tanto Prick como Dick se refiere al “polla”.
—Ven. Necesito llevarte de regreso antes de que algo más que tu
propia tontería te ponga en riesgo —Se detuvo junto a la puerta—. Y
no olvides tu libro. Espero un resumen de cada capítulo mañana.
Él y yo nunca volveríamos a hablar sobre este diario.
Pero lo traje conmigo cuando lo seguí hasta la puerta. Fue solo
cuando alcanzó el mango que recordé algo. —¿Cómo sabías dónde
estaba?
Hawke me miró por encima del hombro, con una leve sonrisa en
sus labios. —Tengo increíbles habilidades de rastreo, princesa.
—¨Tengo increíbles habilidades de rastreo¨. —murmuré por lo
bajo la tarde siguiente.
Página | 349
—¿Qué? —Tawny se giró hacia mí, con el ceño fruncido.
—Nada. Solo estoy hablando conmigo. —dije, tomando un respiro
profundo y empujando mis pensamientos sobre Hawke fuera de mi
cabeza—. Te ves hermosa.
Y eso era cierto.
El cabello de Tawny estaba retorcido con unos pocos rizos
apretados que enmarcaban su rostro. Sus labios combinaban con su
máscara y su vestido, un tono rojo intenso y vibrante. El delgado
vestido sin mangas abrazaba su forma ágil. Ella no era simplemente
hermosa mientras caminaba hacia donde estaba parada junto a la
chimenea. Estaba segura y a gusto con su cuerpo y ella misma, y yo
estaba asombrada de ella.
—Gracias. —Enderezó el material a lo largo de su hombro y luego
dejó caer su mano—. Te ves absolutamente impresionante, Poppy.
Un aleteo estalló en mi pecho y se extendió hasta mi vientre. —¿lo
hago?
—Dioses, sí. ¿Todavía no te has mirado a ti misma?
Sacudí mi cabeza.
Tawny me miró fijamente. —Entonces, te pones el vestido, este
vestido absolutamente hermoso, hecho a medida, ¿y ni siquiera te
has mirado a ti mismo? No solo eso, me dejas que te peine. Podría
haberlo hecho parecer un nido para pájaros.
Una risita nerviosa me dejó. —Realmente espero que no lo hayas
hecho.
Ella sacudió su cabeza. —Eres tan rara a veces.
Lo era. Ciertamente. Pero era difícil explicar por qué no me había
mirado todavía. Era tan raro que me veía en algo que no fuera
blanco, e incluso cuando me vestía de manera diferente para
escabullirme, realmente no me miraba. Y esto todavía era diferente
porque estaba permitido. Porque algunos que me conocían me
verían.
Hawke me miraría.
Página | 350
El aleteo se convirtió en grandes rapaces que comenzaron a
picotear mis entrañas. Estaba tan... nerviosa.
—Venga. —Tawny me agarró la mano y me arrastró a la cámara
de baño donde se encontraba el único espejo. Me llevó directamente
a donde el espejo casi de cuerpo entero estaba apoyado contra la
esquina—. Mira.
Casi cerré los ojos, por tonto que fuera, pero miré. Observé mi
reflejo, no muy seguro de reconocerme, y no tenía nada que ver con
la falta de velo y la máscara de dominó roja que se había entregado
junto con el vestido.
—¿Qué piensas? —Tawny preguntó, su reflejo apareciendo detrás
de mí.
¿Qué pensé? Me sentía... desnuda.
El vestido era hermoso. Sin duda alguna. Las mangas de gasa
carmesí, sombreadas lo suficiente para ocultar las cicatrices en mis
brazos internos, eran largas y fluidas, y tenían un delicado borde de
encaje en los puños. La endeble tela era opaca en el pecho y hasta
los muslos, el vestido rozaba mis curvas y protegía esas áreas. La
falda estaba suelta, y una banda más gruesa de telaraña creaba la
ilusión de niveles cada pocos centímetros, pero todo lo demás era tan
translúcido como un camisón.
Realmente debería haberme probado el vestido. Había estado
colgando en mi armario por suficiente tiempo. No tenía idea de por
qué no lo había hecho.
Mentiras.
Sabía que si lo probaba, probablemente lo habría enviado de
vuelta.
Tawny me había convencido de mantener la mayor parte de mi
cabello suelto. Solo los lados fueron retirados de mi cara, asegurados
por pequeños alfileres. El resto cayó a la mitad de mi espalda en olas
sueltas.
Hawke me vería con este vestido.
—¿Tal vez podría usar mi cabello como una capa? —Sugerí,
Página | 351 juntando los hilos en dos secciones y tirando de ellos sobre mis
hombros.
—Oh por los dioses. —Tawny se echó a reír, alejando mis manos.
Ella hizo retroceder las pesadas olas—. No se puede ver nada.
—Lo sé, pero... —Puse mis manos frías contra mis mejillas
sonrojadas.
—Nunca se te ha permitido usar algo como esto — terminó por
mí—. Entiendo. Está bien estar nerviosa —Dio un paso atrás y buscó
en la pequeña bolsa que había traído con ella—. Pero te ves hermosa,
Poppy.
—Gracias —murmuré, mirando mi reflejo. Me sentía hermosa en
este vestido. Cualquiera lo haría.
Tawny regresó a mi lado, un bote en una mano y un cepillo
delgado en la otra. —Mantén los labios separados y quédate quieta.
Hice lo que me ordenó y me quedé completamente quieta
mientras pintaba mis labios del mismo tono que mi vestido. Cuando
terminó, se hizo a un lado. Mis labios eran... brillantes.
Nunca antes había usado pintura en mis labios u ojos.
Obviamente, no estaba permitido para mí. ¿Por qué? Se suponía que
mi piel era tan pura como mi corazón o algo así. No tenía ni idea.
Una vez, la duquesa me lo había explicado, pero podría haberme
alejado a la mitad de esa conversación.
—Perfecto —murmuró Tawny, colocando el bote y el cepillo en su
bolso—. ¿Estás lista?
No.
De ningún modo.
Pero necesitaba estarlo. El Rito comenzaría al anochecer y el sol
ya se estaba poniendo.
Golpeando el pulso, asentí. Tawny me sonrió y creo que le devolví
la sonrisa. O al menos esperaba haberlo hecho mientras la seguía a
la cámara principal. Me sentí un poco mareada cuando ella alcanzó
la puerta y la abrió. Hawke estaría allí con Vikter, y quería volver y
correr, hacia donde no tenía idea. Tal vez a la cama, donde podría
Página | 352 envolver la manta.
Vikter estaba solo.
Miré hacia arriba y hacia abajo por el pasillo, esperando ver a
Hawke, pero el corredor estaba vacío.
—Ambas se ven encantadoras —dijo Vikter. Era... extraño verlo
en otra cosa que no fuera negro y sin el manto blanco de una
Guardia Real. Estaba vestido para el Rito con una túnica sin mangas
carmesí y pantalones que combinaban.
—Gracias —dijo Tawny, enroscando su brazo alrededor del mío
mientras murmuraba lo mismo.
Las comisuras de sus labios se elevaron mientras se enfocaba en
mí. —¿Estás seguro de que estás lista, Poppy?
—Lo está —respondió Tawny, dándome palmaditas en el brazo.
—Lo estoy —dije, dándome cuenta de que Vikter no avanzaría si
no dijera nada.
Él asintió, y luego los tres comenzamos a caminar por el pasillo.
¿Hawke no estaba trabajando esta noche? Pensé que ambos estarían
de guardia conmigo en el Rito, pero ¿y si hubiera asumido mal? Pero
había dicho que tenía... curiosidad por verme. ¿No significa eso que
incluso si no estuviera de servicio, estaría aquí?
Mi corazón latía con fuerza mientras bajábamos las escaleras
hasta el segundo piso. No debería importarme si él estaba aquí o lo
que dijo. No estaba vestida para él.
¿Pero dónde estaba él?
Me dije que no preguntara. Me lo recordé una y otra vez, pero lo
solté de todos modos. —¿Dónde está Hawke?
—Tenía que reunirse con el Comandante, creo. Nos encontrará en
el Rito.
El alivio me invadió, y sobre sus talones vino la casi dulce
emoción de anticipación. Exhalé bruscamente. Si mi pregunta o
reacción le pareció extraña a Vikter, no lo demostró. Tawny, por otro
Página | 353 lado, me apretó el brazo. La miré.
Ella sonrió, y si la máscara no hubiera cubierto sus cejas, sabía
que una de ellas estaría levantada.
Nos dirigimos al vestíbulo, y había muchas personas plebeyas y
Damas y Señores, ambos totalmente Ascendidos y aquellos en
Espera, y el personal, todos formando un mar de color carmesí.
Colonia y perfumes mezclados con los sonidos de la risa y la
conversación.
Era... mucho que asimilar cuando pasamos una de las estatuas.
Lo primero que hice fue cerrar mi regalo, fortificar mis paredes. Pero
mi corazón aún latía con fuerza cuando entramos en el salón de
pancartas. El arco del Gran Comedor se alzaba delante,
brillantemente iluminado.
El aire parecía entrar y salir de mis pulmones cuando entramos
en el Gran Comedor.
Dioses…
Había tanta gente. Cientos se pararon ante el estrado elevado,
entre los pilares y en los huecos con ventanas. Normalmente, estaría
en el estrado, retirada de la multitud, pero no esta noche. Todavía
me sorprendía que el duque y la duquesa no hubieran exigido que
me uniera a ellos, pero simplemente no había ningún espacio. No
cuando había al menos media docena de clérigos del Templo en el
estrado, incluida la sacerdotisa Analia, y la misma cantidad de
guardias reales.
Miré a mí alrededor, tratando de controlar mi respiración. Los
estandartes blancos y dorados que generalmente colgaban entre las
ventanas y detrás del estrado habían sido reemplazados por los
estandartes carmesí profundos del Rito, en relieve con la Cresta Real.
Flores rojas profundas fluían de las urnas, variaciones de rosas y
otras flores de tonos similares. Arriba, en el estrado, hubo una
ruptura en el color, un toque de blanco entre el rojo. Por una vez, no
fui yo quien se destacó. Vestidos con túnicas y vestidos blancos, los
segundos hijos e hijas estaban con sus familias. Detrás de ellos, los
padres de los terceros hijos e hijas se apiñaban, sus hijos en sus
brazos. Todos ellos, incluso los padres, llevaban coronas de rosas
Página | 354 rojas y cordeles en la cabeza.
—Si nunca veo otra rosa, viviré feliz —comentó Tawny, siguiendo
mi mirada—. No tienes idea de cuántas espinas tuve que sacar de
mis dedos mientras hacía esas coronas.
—Sin embargo, son hermosas —le dije mientras Vikter escaneaba
la multitud que continuaba archivando.
La mayoría no nos prestó atención mientras caminábamos entre
ellos. Solo unos pocos hicieron una doble toma cuando sus miradas
pasaron sobre nosotros. Los ojos se giraron alrededor de sus
máscaras cuando reconocieron a Tawny o Vikter, sabiendo que tenía
que ser yo el que los separara. Mis mejillas se calentaron, pero había
tan pocas que se dieron cuenta. Para todos los demás, yo era... como
ellos. En su mayor parte, me estaba mezclando. No era nadie.
La presión disminuyó en mi pecho cuando mi pulso disminuyó.
Respirar se volvió mucho más fácil, y las paredes mentales que
bloqueaban mi regalo ya no se sentían como si estuvieran a
segundos de derrumbarse.
No era la Doncella en este momento.
Yo era Poppy.
Cerrando brevemente los ojos, los músculos se tensaron cuando
un arco se relajó. Esto... esto era lo que había estado esperando,
cuando podía ser Poppy.
Y eso hizo que este momento, esta noche, fuera un poco mágica.
Al abrir los ojos, volví a mirar el estrado, ignorando el extremo
izquierdo del escenario donde estaba la sacerdotisa. Vi a la duquesa
hablando con uno de los guardias reales que reconocí. Generalmente
lo vi fuera de la oficina del duque. Escaneé el estrado, pero no vi al
duque. Me preguntaba dónde estaba cuando uno de los sacerdotes
se unió a la duquesa y la Guardia Real. Mi mirada se posó en los que
estaban ante el estrado, y mi emoción disminuyó al pensar en la
familia Tulis. Tenían que estar allí con su hijo, preparándose para
despedirse de otro niño. Esta noche no sería una celebración para
ellos, no...
—Doncella.
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Los pelos de mi nuca se levantaron cuando miré por encima de
mi hombro, ya sabiendo a quién vería.
Lord Brandole Mazeen.
23
Traducido por: Evares
Corregido por: Evares & -Patty
Además del duque y el oscuro, él era la última persona que
quería ver detrás de mí. Al igual que Vikter, su túnica roja no tenía
mangas, y detrás de su máscara, sus ojos negros parecían brillar. Me
las arreglé para mantener mi nivel de voz mientras decía—: Mi Lord.
Una sonrisa sardónica con los labios apretados torció su boca
Página | 356 cuando su mirada parpadeó sobre mí, deteniéndose de una manera
que realmente me hizo desear estar cubierta de pies a cabeza en un
saco. Finalmente, apartó la mirada y asintió con la cabeza a Tawny y
Vikter. Entonces su atención volvió a concentrarse en mí. —Escuché
que cierta Sacerdotisa está muy descontenta contigo.
La tensión regresó, hundiendo sus rígidas garras en mi cuello
mientras lo miraba.
El Señor se acercó, demasiado cerca para cualquier nivel de
propiedad. —Creo que te espera otra lección, querida.
Inhalé bruscamente, casi vencida por algún tipo de colonia
espesa y almizclada. Mi mirada voló hacia la de él cuando su olor
provocó un recuerdo. No había olido a colonia la noche en que me
había atrapado en una alcoba, la noche en que Malessa había sido
asesinada.
Había olido a algo más, a algo dulce y almizclado.
Jazmín.
Había olido a jazmín
Mi mente se dirigió inmediatamente al pétalo que había
encontrado debajo de la silla en la habitación en la que habían
encontrado a Malessa. No había jazmín en esa habitación, a menos
que hubiera sido reemplazado por los lirios, ¿pero no, Tawny...?
—Disculpe —intervino Vikter, colocando una mano sobre mi
brazo—. Necesitamos...
—No hay necesidad de salir corriendo —La mirada de Mazeen
permaneció fija en la mía—. Voy a seguir mi camino ahora. Disfruta
el rito —Y con eso, se deslizó a nuestro alrededor y bajó las escaleras
hacia el piso principal del Gran Comedor.
—¿Qué fue eso? —Vikter preguntó, su voz baja.
—No fue nada. —Mis pensamientos corrieron cuando me volví
hacia Tawny—. Dijiste que viste a Malessa el día que murió. Esa
mañana, ¿correcto?
Los labios de Tawny se apretaron. —Sí. Yo hice.
Página | 357
—¿Llevaba un ramo de flores? ¿Recuerdas qué tipo de flores
tenía?
Ella parpadeó. —Yo... no lo sé. Sé que eran blancas.
El pétalo en la habitación había sido blanco, y definitivamente
había sido jazmín. Se me encogió el estómago.
Su mirada buscó la mía. —¿Porque lo preguntas?
—Esa es una buena pregunta —intervino Vikter.
—No sé... —Miré a la masa de personas, incapaz de encontrar al
Lord. Pensé en cómo se había parado en esa puerta, mirando e
inmóvil. Había estado allí cuando Rylan me había acompañado de
regreso a mis habitaciones. Y había salido de una de las
habitaciones. Cuál, no podía estar segura, pero ¿qué significaba eso
de todos modos?
Podría haber estado con Malessa antes de que ella muriera, o
podría ser una coincidencia, pero un Atlántico la había matado. Eso
estaba claro. Nada más podría haber causado tal herida sin llevar
sangre a todas partes.
—Poppy. —Vikter me tocó el brazo ligeramente mientras el
sacerdote se movía hacia el centro de la tarima—. ¿Está todo bien?
Asentí. Más tarde hablaría con él sobre eso, pero ni siquiera
estaba segura de lo que estaba pensando.
—¿Dónde está el duque? —susurró Tawny—. El Rito está
comenzando.
Y él todavía no estaba aquí. La duquesa seguía caminando a su
izquierda donde se podía acceder al estrado por la entrada trasera.
—Estamos reunidos aquí esta noche para honrar a los dioses —
habló el sacerdote, haciendo callar a la multitud reunida en el piso
de abajo—. Para honrar el Rito.
—Disculpen —una voz suave vino de detrás de nosotros.
Me volví al mismo tiempo que Vikter, y otra sorpresa me saludó al
reconocer a la mujer parada allí.
Página | 358
Era Agnes.
Oh por los dioses…
Mis ojos se abrieron cuando ella miró nerviosamente entre Vikter
y yo. Vestía rojo, como todos los demás, una falda y una blusa
teñidas para combinar. Se veía mejor que la última vez que la había
visto, pero había sombras profundas debajo de sus ojos que me
decían que su duelo no había sido fácil.
—Lamento interrumpir —dijo, manteniendo la mirada baja—. Te
vi... y tuve que venir.
—Está bien. —Vikter me envió una mirada—. ¿Te gustaría hablar
conmigo en algún lugar privado?
Ella asintió sin levantar la vista, y ni por un segundo pensé que
no se daba cuenta de quién era yo.
La mirada de Vikter se encontró con la mía. —Ya vuelvo.
—En realidad, me gustaría hablar con ella —dijo Agnes cuando el
sacerdote se lanzó a una oración—. Si está bien —Su mirada se
levantó brevemente hacia la mía—. Solo sería por un momento.
Vikter comenzó a negar su pedido, pero la gente comenzaba a
prestar atención, enviando miradas de reprensión en nuestra
dirección. —Está bien —dije rápidamente—. Podemos salir.
¿Quién es ella? Tawny articuló con la boca y forcé un
encogimiento de hombros casual. —Estaré aquí —dijo.
Vikter rápidamente acompañó a Agnes al corredor casi vacío.
Hubo algunos rezagados cuando se apresuraron hacia el Salón. Nos
condujo a un nicho cerca de uno de los arcos abiertos que conducían
al jardín. —Es muy imprudente que te acerques a nosotros —
comenzó casi de inmediato.
—Lo sé. Lo siento. No debería haberlo hecho, pero yo... —Me miró
con los ojos muy abiertos—. No pensé que estarías aquí.
—¿Cómo sabías que era yo? —Yo pregunté.
La cabeza de Víctor se sacudió en mi dirección, su máscara hacía
muy poco para ocultar su incredulidad. El hecho de que me hubiera
identificado cuando no había visto mi cara valió la pena los riesgos.
Página | 359
—No lo hice hasta que escuché que Ascendió, quiero decir, el
Lord, hablando con usted —dijo—. No esperaba verte aquí —dijo de
nuevo.
—Maldición —murmuró Vikter por lo bajo.
Bueno, esa era otra cosa por la que podría odiar a Lord Mazeen.
No es que tuviera que haber otra razón.
—¿De qué querías hablar con ella?
La garganta de Agnes trabajó en tragar. —Si pudiera hablar con
ella en privado...
—Eso no va a suceder. —La suavidad había desaparecido del
tono de Vikter—. En absoluto.
La inquietud parpadeó en la cara sonrojada de la mujer.
—No lo es —dije—. Todo lo que necesites decirme se puede decir
frente a Vikter.
Ella juntó las manos. —Tú... yo solo... quería agradecerte por lo
que hiciste —Miró a su alrededor antes de continuar—. Lo que
hiciste por mi esposo y por mí.
—No hay gracias necesarias —le aseguré, preguntándome por qué
había querido hablar conmigo solo sobre eso.
Obviamente, Vikter se preguntaba lo mismo por la forma en que
entrecerró los ojos.
—Lo sé. Has sido muy amable. Ustedes dos. No lo creo, no, sé que
no podría haberlo tratado yo solo. Yo solo... —se interrumpió,
apretando los labios.
Una alegría se elevó dentro, y miré hacia la entrada. Se
anunciaban nombres. Damas y Señores en Espera, que serían
entregados al personal.
—¿Tu solo qué? —Preguntó Vikter.
—Es solo que... —Su pecho se levantó con una respiración
Página | 360 pesada—. Escuché lo que te sucedió, lo que ha estado sucediendo
aquí. Esa... esa pobre chica. Y que alguien trató de llevarte. Hay
rumores.
—¿Qué rumores? —Exigió Vikter
Agnes humedeció sus labios. —La gente ha dicho que era el
Oscuro viniendo por ti —Eso no era exactamente una noticia, pero
todavía se me puso la piel de gallina.
—No sé sobre esa pobre niña —continuó Agnes—. Yo solo... no
pensé que estarías aquí esta noche. Cuando te vi, sentí que
necesitaba decirte lo que escuché.
—Gracias —dije mientras otra alegría estalló desde adentro—. Lo
aprecio.
Agnes se encontró brevemente con mi mirada. —Solo quiero
asegurarme de que estás a salvo.
—Como yo lo hago —Vikter se enderezó en toda su estatura.
Ella asintió. —Especialmente en multitudes como esta. Hay tanta
gente, y si él... llegó aquí una vez antes, podría hacerlo de nuevo.
Otros también podrían hacerlo.
—Llegó aquí dos veces antes —corregí—. O al menos dos que lo
apoyan lo hicieron.
Abrió la boca, pero luego la cerró.
—Creo que ya te has dado cuenta de que soy su Guardia Real
personal —dijo Vikter, y Agnes asintió—. Es mi único deber
mantenerla a salvo. Agradezco tu disposición a decirme lo que has
escuchado.
Ella asintió una vez más.
—Estaríamos siempre en deuda con usted si pudiera contarnos
todo lo que sabe —continuó—. Y siento que hay más cosas que no
estás compartiendo.
Miré bruscamente a Vikter.
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—No estoy segura de lo que quieres decir.
—¿No lo estás? —preguntó suavemente
Ella sacudió su cabeza. —He tomado demasiado de tu tiempo.
Debería irme. —Ella comenzó a retroceder—. Lo siento. Solo que... —
Su mirada se encontró con la mía—. Ten cuidado. Por favor.
Agnes se volvió y se apresuró hacia el frente del castillo. Vikter
comenzó a ir detrás de ella pero se detuvo—. Maldición —gruñó—.
¿Dónde está Hawke?
—No lo sé. —Miré a mi alrededor, mi mirada se enganchó en uno
de los arcos del jardín y en la oscuridad que había más allá—. ¿Qué
crees que no nos estaba diciendo?
—No estoy seguro. —Se pasó una mano por el pelo—. Es solo un
sentimiento. Tal vez solo estoy siendo paranoico. Venga. —Puso una
mano en mi espalda—. Estoy seguro de que no es nada.
No estaba tan segura si él realmente creía eso, pero dejé que me
guiara de regreso al Gran Comedor y al lado de Tawny.
—¿Está todo bien? —ella preguntó.
—Sí. —O al menos, eso esperaba. No tenía idea de qué hacer con
lo que Agnes había dicho.
Tawny miró a Vikter y luego dijo—: Ya casi terminaron con los
terceros hijos e hijas.
Revisé el estrado. —¿El duque aún no ha llegado?
—No —susurró ella—. Extraño, ¿verdad?
Fue muy extraño. ¿Había pasado algo cuando fue a ver el
Descenter la noche anterior? Si es así, entonces se habría anunciado
algo. Entre el duque desaparecido, mis sospechas sobre Lord Mazeen
y la inesperada presencia de Agnes, mi mente estaba por todos lados
mientras la ceremonia continuaba. Honesta con los dioses, parecía
que el Sacerdote hablaba un idioma diferente. Quizás lo fue. No pude
prestar atención, y eso fue una lástima porque siempre había sentido
curiosidad por...
Página | 362
La parte posterior de mi cuello hormiguea, y la sensación más
fuerte de conciencia se apoderó de mí. No podía explicarlo, pero
sabía que cuando mirara por encima del hombro, lo vería.
Hawke
Y tenía razón.
El siguiente aliento que tomé parecía no ir a ninguna parte
cuando mi mirada recorrió los pantalones de color carmesí y la
túnica roja que mostraban solo un toque de piel debajo de su
garganta, así como la línea tallada de su mandíbula y sus
exuberantes labios. La curva de la máscara de dominó roja atrajo la
atención hacia el aumento de sus pómulos. Un mechón de cabello
oscuro cayó sobre su frente, rozando la tela rígida.
Él era…
Hawke parecía como me imaginaba que serían los dioses que
esperaban en los Templos, impactante e inalcanzable, atractivo de
una manera un poco aterradora.
Y sabía que me estaba mirando tan intensamente como yo. Una
oleada de escalofríos siguió su mirada mientras me recorría con
tanta concentración que parecía una caricia. Cada centímetro de mi
piel, lo que estaba expuesto y lo que no, se volvieron súper
conscientes. El aleteo regresó con venganza.
—Hola —dije, e inmediatamente deseé haber mantenido la boca
cerrada.
Un lado de sus labios se alzó, y ese hoyuelo suyo apareció. —Te
ves... encantadora —dijo, y mi estómago se hundió de la manera más
agradable posible. Se giró hacia Tawny—. Igual que tú.
Tawny sonrió. —Gracias.
Miró a Vikter. —Tú también.
Vikter resopló y sonreí mientras Tawny se reía. —Te ves
excepcionalmente guapo esta noche —dijo, y juré que las mejillas de
Vikter se profundizaron en color cuando me volví hacia el estrado.
—Perdón por el retraso —dijo Hawke mientras se paraba detrás
de mí.
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—¿Está todo bien?—pregunté mientras miraba la tarima. Si Lord
Mazeen sabía lo que había sucedido con la sacerdotisa Analia,
entonces definitivamente había ido al duque como se esperaba.
Dudaba que hubiera dejado de lado lo que Hawke había hecho.
—Por supuesto —respondió—. Fui arrastrado para ayudar con los
barridos de seguridad. No pensé que llevaría tanto tiempo.
Quería preguntar si alguien le había dicho algo sobre lo que había
sucedido con la Sacerdotisa. Aun así, si lo dijera frente a Vikter,
tendría preguntas y no quería que se preocupara.
Cuando los que fueron entregados a la corte y a los templos
fueron sacados, la duquesa se bajó del estrado, deteniéndose para
hablar con las familias y luego con otros miembros de la corte. Junto
al estrado, la música comenzó a sonar, y los sirvientes entraron por
las puertas de acceso, llevando bandejas de champán. Damas y
Señores, junto con los de Espera, se dividieron en grupos más
pequeños. Los comerciantes y otros plebeyos se unieron a ellos.
Vikter estaba mirando al frente antes de volverse hacia mí. —
Necesito hablar con el Comandante —dijo. Cuando asentí, se volvió
hacia Hawke.
—La tengo —respondió Hawke antes de que Vikter pudiera
siquiera hablar, y ese movimiento estúpido y divertido volvió a
golpearme el estómago....
Esperando que Vikter desafiara la declaración, me sorprendió
cuando aceptó la respuesta. ¿Le iba a gustar Hawke? ¿Confiando en
él? ¿O simplemente quería atrapar al Comandante antes de perderlo
de vista?
Probablemente la última.
—¿Me he perdido algo? —Hawke se movió a mi derecha, de pie a
unos treinta centímetros detrás de mí.
—No lo has hecho —respondió Tawny—. A menos que esperaras
un montón de oraciones y despedidas con ojos llorosos.
Página | 364
—No particularmente —comentó secamente.
Eso me recordó algo. Miré a Tawny. —¿Llamaron a la familia
Tulis?
Su ceño se frunció. —Sabes, no creo que lo hayan hecho.
¿Eso significaba que no habían venido? Si es así, eso se
consideraría traición. Los guardias irían a su casa, el niño aún sería
enviado a servir a los dioses, y el Sr. y la Sra. Tulis probablemente
serían encarcelados.
La única forma en que tendrían una oportunidad era si salían de
la ciudad, pero nadie entraba y salía de la ciudad sin que los Reales
lo supieran. Tendrían que estar increíblemente bien conectados
incluso para intentar tal hazaña, e incluso si lo hicieran, ¿a dónde
irían? Se enviaría un mensaje a todas las ciudades y pueblos de los
alrededores para estar atentos a ellos.
Sabiendo todo eso, todavía entendía por qué se arriesgarían. Era
su único hijo.
Mi atención cambió cuando la duquesa se acercó, flanqueada por
varios guardias reales que, como Vikter y Hawke, habían cambiado
sus mantos blancos y su atuendo negro típico.
—Penellaphe —dijo, con su sonrisa bien practicada en su lugar.
—Su Alteza —murmuré lo más recatada posible.
Ella asintió con la cabeza a Tawny y Hawke, su mirada se detuvo
en él por unos segundos. Me mordí el interior de la mejilla para
evitar sonreír. —¿Estás disfrutando el Rito?
Considerando que solo vi unos minutos de ella, asentí. —¿No está
asistiendo su Alteza?
—Creo que está llegando tarde —respondió suavemente, pero las
comisuras de sus labios se apretaron. Ella se acercó, bajando la
voz—. Recuerda quién eres, Penellaphe. No debes mezclarte ni
socializar.
—Lo sé —le aseguré.
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Sus ojos oscuros se encontraron brevemente con los míos, y luego
estaba en camino, como un colibrí enjoyado, zumbando de un grupo
de personas al siguiente. La risa resonó en el suelo, llamando mi
atención. Vi a Loren y Dafina.
—Tengo una pregunta —dijo Hawke.
Incliné mi cabeza. —¿Si?
—Si no se supone que te mezcles o socialices, que son lo mismo,
por cierto —dijo, y yo sonreí—. ¿Cuál es el punto de que se te
permita asistir?
Mi sonrisa se desvaneció.
—Esa es realmente una buena pregunta —comentó Tawny, con
las manos ligeramente juntas delante de ella.
—No estoy segura de cuál es el punto, para ser honesta —admití.
Durante varios minutos, ninguno de nosotros habló. Perdí de
vista a la duquesa, y el duque todavía no había aparecido por lo que
podía ver.
Suspiré mientras miraba a Tawny
Realmente se veía absolutamente hermosa esta noche, el rojo
complementaba la riqueza de su piel morena. Sabía en qué estaba
tan vívidamente enfocada sin seguir su mirada. Su expresión solo
podía describirse como melancólica mientras veía parejas
emparejarse por un vals que probablemente nunca hubiera podido
dominar, incluso si me lo hubieran permitido. Sus ojos seguían sus
movimientos fervientemente, y sabía con certeza que ella conocía
cada paso de ese baile. ¿Por qué estaba ella aquí y no allá afuera con
el resto de ellos?
Por supuesto, sabía la respuesta.
Era por mi culpa.
La culpa se asentó en mi pecho como una piedra. —¿Tawny?
Ella se giró hacia mí. —¿Si?
—No tienes que quedarte aquí a mi lado. Puedes ir y divertirte.
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—¿Qué? —Su nariz se arrugó contra la máscara—. Me estoy
divirtiendo. ¿No lo estás tú?
—Por supuesto, pero no tienes que estar justo a mi lado. Deberías
estar ahí afuera. —Hice un gesto hacia los bailarines y más allá,
hacia donde las personas se agrupaban en grupos de tres y cuatro—.
Está bien.
—Estoy bien —Ella plasmó una sonrisa brillante, y mi corazón se
apretó. —Prefiero estar aquí contigo que afuera sin ti.
—Eres la mejor —le dije, deseando poder abrazarla. En cambio,
extendí la mano entre nosotros y apreté su brazo—. Realmente lo
eres, pero no necesito que seas mi sombra esta noche. Ya tengo dos
de ellos.
La mirada de Tawny se movió sobre mi hombro. —Realmente solo
tienes uno. Vikter todavía está con el Comandante.
—Y uno es todo lo que necesito. Por favor. —Apreté su brazo otra
vez—. Tawny, ve. Por favor.
Su mirada buscó la mía, y me di cuenta de que estaba gimiendo.
Antes de que ella pudiera decidir no hacerlo, le mentí: —En realidad
me siento muy cansada. No dormí tan bien anoche, así que no
planeo estar aquí por mucho más tiempo.
—¿Estas segura?
Asentí.
El cuerpo entero de Tawny prácticamente vibró con el esfuerzo
requerido para no lanzar sus brazos alrededor de mí, pero ella logró
asentir con la cabeza cuando solté su mano. Ella me dio una última
mirada larga y luego bajó las escaleras, cruzando el piso hacia donde
Dafina y Loren estaban parados con tres Señores en Espera.
Sonreí, aliviada. Esperaba que ella se permitiera disfrutar de su
noche, y para asegurar eso, sabía que tenía que irme. Si me quedaba
aquí por algún tiempo, parada entre los enormes geranios rojos, ella
volvería.
Sentí que Hawke se acercaba incluso antes de hablar, y una
Página | 367 temblorosa ola de calor bailó sobre mi piel. Gire mi cabeza hacia la
derecha, hacia donde él estaba parado no más de unos centímetros
detrás de mí.
—Eso fue amable de tu parte —comentó mientras miraba por el
suelo.
—No particularmente. ¿Por qué debería quedarse aquí y no hacer
nada solo porque eso es todo lo que puedo hacer?
—¿Es eso realmente todo lo que puedes hacer?
—Estabas parado aquí cuando Su Alteza me recordó que no debía
mezclarme o...
—O fraternizar.
—Ella dijo socializar —corregí.
—Pero no tienes que quedarte aquí.
—Yo no —Me volví hacia el suelo, tragando otro suspiro. Tenía
que irme. La idea de regresar a mis habitaciones tenía poco atractivo,
pero si no lo hacía, Tawny volvería a mi lado—. Me gustaría volver a
mi habitación.
—¿Estás segura?
No. —Por supuesto.
—Después de ti, princesa.
Me volví, entrecerrando los ojos cuando él se hizo a un lado. —
Necesitas dejar de llamarme así.
—Pero me gusta.
Pasé junto a él, levanté el dobladillo de mi falda mientras subía a
la ligera elevación. —Pero yo no.
—Eso es una mentira.
Sacudí mi cabeza mientras rodeaba los grupos de caras
sonrientes y enmascaradas. Ninguno miró en mi dirección, la
mayoría lo pensó dos veces antes de ver a la duquesa hablar
Página | 368
conmigo.
El aire era mucho más fresco fuera del Gran Comedor, cortesía de
la brisa que entraba por las entradas abiertas del jardín. Eché un
vistazo rápido al jardín antes de comenzar por el pasillo.
—¿A dónde vas? —Hawke preguntó.
Deteniéndome, me volví hacia él confundido. —De vuelta a mis
habitaciones, como yo... —me detuve.
Los ojos ambarinos de Hawke se evaluaron mientras
deambulaban sobre mí, deteniéndose donde mi cabello descansaba
sobre mis hombros. Su mirada recorrió el pequeño encaje festoneado
a lo largo del corpiño de mi vestido. El escote no era tan bajo como
había visto usar algunas de las Damas en Espera, y solo se veían las
hinchazones superiores de mis senos, pero eso fue mucho para mí,
considerando que mis vestidos normales tenían un escote hasta la
garganta.
—Me equivoqué antes cuando dije que te veías encantadora —
dijo.
—¿Qué?
—Te ves absolutamente exquisita, Poppy. Hermosa —dijo,
sacudiendo un poco la cabeza—. Yo solo... necesitaba decirte eso.
Sus palabras provocaron una emoción tan aguda e hinchada que
mi control sobre mi regalo se rompió y mis sentidos se extendieron
antes de que pudiera detenerlos. No sentí dolor de él más que el
zumbido de la tristeza. Mi mirada voló a su cara. Sentí algo más. Dos
emociones separadas. Uno me recordó a limón, agrio contra mi
lengua. La otra sensación era más pesada y... picante, un poco de
ahumado. Pensé que lo primero podría ser confusión o quizás
incertidumbre. Como si no estuviera segura de algo. El otro…
Dioses.
A mis sentidos les llevó unos momentos concentrarse en lo que
era. Me hizo sentir calor y... y dolor. Se sintió como una excitación.
—Tengo una idea—dijo, levantando lentamente esa intensa
mirada suya a la mía.
Página | 369
—¿Lo haces? —Me sentí extrañamente sin aliento cuando busqué
mi regalo y lo cerré.
El asintió. —No implica regresar a tu habitación.
La anticipación y la emoción aumentaron, pero... —Estoy segura
de que a menos que me quede en el Rito, se esperaría que regrese a
mi habitación.
—Estás enmascarada, como yo. No estás vestida como la
Doncella. Para usar tu propia ideología de la noche anterior, nadie
sabrá quiénes somos.
—Sí, pero…
—A menos que quieras volver a la habitación. Tal vez estés tan
absorta en ese libro...
—No estoy absorta en ese libro. —Mis mejillas se sonrojaron.
—Sé que no quieres estar encerrada en tus habitaciones —
Cuando abrí la boca, agregó—: No hay razón para mentirme.
—Yo... —no podía mentir. Nadie me creería—. ¿Y a dónde me
sugieres que vaya?
—¿A dónde vamos? —La luz de los apliques brillaba en la curva
de su máscara mientras inclinaba la barbilla hacia el jardín. Mi
corazón dio un vuelco en el mismo momento en que se retorció. —No
lo sé. Eso…
—Solía ser un lugar de refugio —dijo—. Ahora, se ha convertido
en un lugar de pesadillas. Pero solo puede permanecer así si lo dejas.
—¿Si lo dejo? ¿Cómo cambio el hecho de que Rylan murió allá
afuera?
—No lo haces.
Lo miré fijamente. —No estoy siguiendo a dónde vas con esto.
Se acercó y bajó la barbilla. —No se puede cambiar lo que sucedió
allí. Al igual que no puedes cambiar el hecho de que el patio solía
darte paz. Simplemente reemplaza su último recuerdo, uno malo,
Página | 370 con uno nuevo, uno bueno, y sigue haciéndolo hasta que el inicial ya
no supere al reemplazo.
Abrí la boca, pero realmente pensé en lo que había dicho. Mi
mirada viajó a la oscuridad más allá de la puerta. Lo que había dicho
en realidad tenía sentido. —Lo haces sonar tan fácil.
—No lo es. Es difícil e incómodo, pero funciona —extendió su
mano desnuda, y yo miré hacia abajo, mirándolo como si un animal
peligroso descansara en su palma, uno esponjoso y lindo que quería
acariciar—. Y no estarás sola. Estaré allí contigo, y no solo cuidando
de ti.
Estaré allí contigo, y no solo cuidando de ti.
Mi sobresaltada mirada se alzó hacia su rostro. Sus palabras
tocaron un acorde que intenté no tocar nunca. Dioses, ni siquiera
podía comenzar a saber la cantidad de veces que me había sentido
sola desde que Ian se había ido, a pesar de que rara vez estaba sola.
Pero quienes más me rodeaban a veces solo estaban allí porque
tenían que estar. Incluso Tawny y Vikter. Ese reconocimiento no
disminuyó cuánto sabía que se preocupaban por mí y cuánto me
preocupaba por ellos, pero tampoco cambió que mientras estaban
conmigo, a veces no estaban presentes. Tampoco cambió el hecho de
que sabía que estaba en mi cabeza. Esa pequeña parte muy insegura
de mí misma que temía que nuestra amistad no existiría si Tawny no
fuera la criada de mi señora, nunca se fue realmente. Me preocupaba
que fuera como Dafina y Loren y las otras Damas en espera.
¿Cómo lo sabía Hawke? ¿O él sabía que me sentía así? Quería
preguntar, pero de nuevo, era algo que no me gustaba tocar o hablar.
La soledad a menudo traía consigo una pesada y gruesa capa de
pena, y una capa construida de vergüenza.
Pero con Hawke, incluso en el poco tiempo que lo conocía, no me
sentía sola. ¿Podría ser simplemente su presencia? Cuando estaba
en una habitación, parecía convertirse en el centro de la misma. ¿O
era más? No podía negar que me atraía, prohibido o no.
Y no quería volver a mi habitación, dejando pensamientos
confusos sobre los que no podía actuar. No quería pasar otra noche
deseando estar viviendo en lugar de hacerlo realmente
¿Era sabio, sin embargo, si tenía razón sobre lo que sentía de él?
Página | 371 Podría haber estado equivocada, ¿pero si no lo estaba? ¿Tenía la
fuerza de voluntad para recordar lo que era? Ni siquiera debería
intentar averiguarlo
Pero yo... yo quería.
Respirando con dificultad, alcancé su mano pero me detuve. —Si
alguien me vio... te vio a ti.
—¿Nos vio? ¿Tomados de la mano? Queridos dioses, el escándalo.
—Otra sonrisa rápida apareció, y esta vez, apareció el hoyuelo—. No
hay nadie aquí. —Echó un vistazo alrededor del pasillo—. A menos
que veas personas que yo no puedo.
—Sí, veo los espíritus de aquellos que han tomado malas
decisiones de vida —respondí secamente.
Se rió entre dientes. —Dudo que alguien nos reconozca en el
patio. No con los dos enmascarados, y solo la luz de la luna y
algunas lámparas para iluminar el camino. —Él movió los dedos—.
Además, tengo la sensación de que alguien estará demasiado
ocupada para preocuparse.
Mi vasta imaginación llenó lo que podría causar que otros estén
demasiado ocupados para preocuparse.
—Eres una mala influencia —murmuré mientras colocaba mi
mano en la suya
Hawke curvó sus dedos alrededor de los míos. El peso y el calor
de su mano fue un shock agradable. —Solo lo malo puede ser
influenciado, princesa.
Página | 372
24
Traducido por: Evares
Corregido por: Evares & -Patty
—Eso me parece una lógica defectuosa —le dije.
Él se rió entre dientes mientras se dirigía hacia el arco del jardín.
—Mi lógica nunca es defectuosa.
—Siento que eso no es algo de lo que uno se daría cuenta si lo
Página | 373 fuera —señalé, sonriendo levemente.
El aire frío de la noche nos saludó cuando salimos, y mi corazón
dio un vuelco al familiar y dulce aroma de las flores y la tierra rica y
húmeda.
Mi mirada se movió un poco salvajemente mientras buscaba algo
que fuera, que fuera diferente a la última vez que había estado aquí.
Tenía que haberlo. Las linternas de aceite estaban espaciadas a lo
largo del camino principal, pero las secciones que se bifurcaban
estaban oscuras: la luz de la luna ni siquiera podía penetrarlas. Mis
pasos disminuyeron cuando la suave brisa sacudió los arbustos y
levantó mechones de mi cabello.
Hawke habló suavemente. —Uno de los últimos lugares que vi a
mi hermano fue en uno de mis lugares favoritos.
Eso llamó mi atención, y dejé de mirar cada ramo de flores que
pasamos, buscando qué, no tenía idea. Era como si esperara ver
pétalos marchitos goteando sangre, o esperaba que el duque
finalmente apareciera. La angustia anterior de Hawke por su
hermano me había dado la impresión de que esto era algo que no
quería discutir, por lo que el tema me sorprendió.
—En casa, hay cavernas ocultas que muy pocas personas
conocen —continuó, sus dedos aun firmemente entrelazados con los
míos—. Tienes que caminar bastante lejos en este túnel en
particular. Es apretado y oscuro. No mucha gente está dispuesta a
seguirlo para encontrar lo que le espera al final.
—¿Pero tú y tu hermano lo hicieron?
—Mi hermano, un amigo nuestro, y yo lo hicimos cuando éramos
jóvenes y teníamos más valentía que sentido común. Pero me alegro
de haberlo hecho porque al final de los túneles, estaba esta enorme
caverna llena del agua más azul, burbujeante y cálida que jamás
había visto.
—¿Como una fuente termal? —Silenciosas conversaciones
surgieron de las áreas llenas de sombras, se calmaron cuando
pasamos
—Sí y no. El agua en casa... Realmente no hay comparación.
—¿De dónde...? —Al mirar por un sendero donde escuché suaves
Página | 374 sonidos, tragué saliva y rápidamente aparté la vista. Me hice aún
más consciente de la sensación de su mano contra la mía, los callos
ásperos en sus palmas y la fuerza en su agarre. Pensé en esa
sensación pesada, picante y humeante que había sentido de él
antes—. ¿De dónde... de dónde eres?
—Un pequeño pueblo del que estoy seguro nunca has oído hablar
—dijo, apretando mi mano—. Nos escabullíamos a la caverna cada
vez que teníamos la oportunidad. Nosotros tres. Era como nuestro
pequeño mundo, y en ese momento, sucedían muchas cosas, cosas
que eran demasiado adultas para que las entendiéramos en ese
momento —Su voz había adquirido una calidad lejana como si
estuviera en un espacio y tiempo diferentes—. Necesitábamos ese
escape, a dónde podríamos ir y no preocuparnos por lo que podría
estar estresando a nuestros padres, y preocuparnos por todas las
conversaciones susurradas que no entendíamos del todo. Sabíamos
lo suficiente como para saber que eran un presagio de algo malo. Fue
nuestro refugio. —Se detuvo y me miró—. Al igual que este jardín era
tuyo.
La fuente velada de la Doncella estaba a solo unos metros de
nosotros, el sonido del agua goteando a nuestro alrededor. —Los
perdí a los dos —dijo, con los ojos ensombrecidos, pero su mirada no
era menos poderosa—. A mi hermano cuando éramos más jóvenes, y
luego a mi mejor amigo unos años después de eso. El lugar que una
vez estuvo lleno de felicidad y aventura se había convertido en un
cementerio de recuerdos. Ni siquiera podía pensar en volver allí sin
ellos. Era como si el lugar estuviera embrujado.
No necesitaba abrir mis sentidos para saber que el dolor estaba
encontrándose en él, y no era exactamente una buena idea usar mi
habilidad dos veces sobre él, especialmente cuando estaba
evolucionando. Pero a través de nuestras manos conectadas, me
detuve en el pozo demasiado superficial de pensamientos felices y
dejé que fluyera brevemente a través de él.
Sentí su mano temblar ligeramente, y luego hablé, con la
esperanza de distraerlo. —Entiendo. Sigo mirando alrededor,
pensando que el jardín debería verse diferente. Asumiendo que
habría un cambio visible para representar cómo me siento ahora.
Hawke se aclaró la garganta. —Pero es lo mismo, ¿no?
Página | 375
Asentí.
—Me llevó mucho tiempo trabajar en el nerviosismo para volver a
la caverna. Yo también me sentía así. Como si el agua seguramente
se hubiera vuelto fangosa en mi ausencia, sucia y fría. Pero no fue
así. Seguía tan tranquilo, azul y cálido como siempre.
—¿Reemplazaste los tristes recuerdos con los felices? —Yo
pregunté.
Una media sonrisa apareció en la franja de luz de luna que le
cruzaba la cara cuando sacudió la cabeza. Las líneas de su rostro se
habían relajado. —No he tenido la oportunidad, pero planeo hacerlo.
—Espero que sí —dije, sabiendo que como Guardia Real,
probablemente no sería posible en muchos años. La brisa arrojó un
mechón de cabello sobre mis hombros y mi pecho—. Lamento lo de
tu hermano y amigo.
—Gracias. —Levantó la vista hacia el cielo cubierto de estrellas y
dijo—: Sé que no es como lo que sucedió aquí, a Rylan, pero entiendo
cómo se siente.
Bajé la mirada hacia donde su mano todavía sostenía la mía. Mi
agarre era flojo pero rígido, los dedos sobresalían en lugar de
agarrarse. Quería rizar los dedos alrededor de los suyos. —A veces,
creo... creo que es una bendición que fuera joven cuando Ian y yo
perdimos a nuestros padres. Mis recuerdos de ellos son débiles, y
debido a eso, hay esto... No sé, ¿nivel de desapego? Tan equivocado
como suena, tengo suerte de alguna manera. Hace que lidiar con su
pérdida sea más fácil porque es casi como si no fueran reales. No es
así para Ian. Tiene muchos más recuerdos que yo.
—No está mal, princesa. Creo que es la forma en que funcionan la
mente y el corazón —dijo—. ¿No has visto a tu hermano desde que se
fue a la capital?
Sacudí mi cabeza. —Escribe tan a menudo como puede. Por lo
general, una vez al mes, pero no lo he visto desde la mañana en que
se fue. —Al presionar mis labios, curvé mis dedos alrededor de los
suyos, y mi estómago se hundió un poco. Ya no sostenía mi mano.
Estábamos tomados de la mano. Para mucha gente, eso no sería
nada. Algunos probablemente incluso lo encontrarían tonto, pero fue
Página | 376 enorme para mí, y lo aprecié. —Le extraño. —Levanté la mirada y
descubrí que Hawke me estaba mirando. —Estoy segura de que
extrañas a tu hermano, y espero... espero que lo veas de nuevo".
Su cabeza se inclinó ligeramente, y su boca se abrió como si
estuviera a punto de decir algo, pero luego se cerró. Pasó un
momento y él levantó su otra mano, atrapando un mechón de mi
cabello. Contuve el aliento, sobresaltado, mientras una ola de
escalofríos seguía el deslizamiento de sus nudillos sobre la piel
desnuda sobre mi pecho. Esos escalofríos no se detuvieron allí.
Bajaron hasta debajo de mis senos y más abajo.
Enrojecida, solté su mano y retrocedí, dándome la vuelta. Con el
pulso acelerado, junté los dedos. ¿Era normal tener una respuesta
tan fuerte al cepillado de la piel? No estaba segura, pero no podía
imaginar que lo fuera. Di unos pasos, buscando algo que decir.
Cualquier cosa.
—Yo... —Me aclaré la garganta—. Mi lugar favorito en el jardín
son las rosas que florecen de noche. Hay un banco allí —continué—.
Solía salir casi todas las noches para verlos abiertos. Eran mi flor
favorita, pero ahora me cuesta trabajo incluso mirar las cortadas y
colocadas en ramos de flores.
—¿Quieres ir allí ahora? —Hawke preguntó, no más de un pie
detrás de mí.
Pensé en ello, en los pétalos negros y sedosos y en las profundas
flores violetas de los árboles de jacarandá... y la sangre que se había
acumulado en el camino. La forma en que había llenado las grietas
en la piedra me recordó a una noche diferente. —Yo... no lo creo.
—¿Te gustaría ver mi lugar favorito?
Eché un vistazo por encima del hombro cuando él se paró a mi
lado. —¿Tienes un lugar favorito?
—Sí. —Extendió su mano una vez más—. ¿Quieres ver?
Sabiendo que no debería, pero de alguna manera incapaz de
detenerme, puse mi mano en la suya. Hawke guardó silencio
mientras me guiaba por la fuente y bajaba por el sendero principal.
No fue hasta que se desvió a la izquierda, donde el suave y dulce
aroma de la lavanda llenó el aire, que supe a dónde me llevaba.
Página | 377
El sauce.
En el borde del lado sur del Jardín de la Reina había un gran
sauce llorón de varios cientos de años. Sus ramas casi llegaron al
suelo, creando un dosel grueso. En los meses más cálidos, pequeñas
flores blancas se aferraban a las hojas.
—¿Eres fanático del sauce llorón? —Pregunté cuando apareció a
la vista. Varias linternas colgaban de postes fuera del sauce, las
llamas aún dentro de los recintos de vidrio.
El asintió. —Nunca vi uno hasta que llegué aquí.
No me sorprendió que no hubiera visto uno en la capital. Se sabía
que los árboles, con sus raíces poco profundas, atravesaban el suelo,
pero me preguntaba en qué pueblo había vivido que tenía granjas y
cavernas, pero no sauces llorones. —Ian y yo solíamos jugar adentro.
Nadie podría vernos.
—¿Jugar? ¿O te refieres a esconderse? —preguntó—. Porque eso
es lo que hubiera hecho.
Esbocé una sonrisa. —Bueno, sí. Me escondería,
acompañaría como cualquier buen hermano mayor.
e
Ian
—¿Te has metido debajo? Hay bancos, pero no puedes verlos
ahora.
Yo fruncí el ceño. —En realidad, cualquiera podría estar allí
ahora, y no lo sabríamos.
—No hay nadie ahí abajo.
Mis cejas se levantaron sobre la máscara. —¿Cómo puedes estar
seguro?
—Yo solo lo estoy. Venga. —Tiró de mi mano mientras avanzaba—
. Cuida tu paso.
Me preguntaba si su certeza tenía que ver con sus excelentes
habilidades de rastreo. Navegué fácilmente por la pared baja de
piedra, arrastrándome detrás de él cuando pasamos una de las
linternas. Hawke extendió su mano libre y apartó varias de las ramas
frondosas. Entré y, en unos pocos segundos, nos arrojaron a una
oscuridad casi completa cuando las ramas volvieron a su lugar. La
luz de la luna no pudo atravesar la fuerte caída, y solo el más leve
Página | 378 resplandor de las linternas cercanas se filtró en el sauce.
Miré a mí alrededor, viendo solo el contorno del baúl. —Dioses,
olvidé lo oscuro que está aquí de noche.
—Se siente como si estuvieras en un mundo diferente aquí —
comentó—. Como si hubiéramos atravesado un velo y entrado en un
mundo encantado.
Sonreí, sus palabras me recordaron a Ian. —Deberías verlo
cuando hace más calor. Las hojas florecen, ¡oh! O cuando nieva y al
anochecer. Los copos desempolvan las hojas y el suelo, pero no
mucho aquí dentro. Entonces realmente es como un mundo
diferente.
—Quizás lo veamos.
—¿Eso crees?
—¿Por qué no? —preguntó, y sentí su cuerpo inclinado hacia el
mío. Cuando habló a continuación, sentí su aliento contra mi
frente—. Nevará, ¿no? Nos escabulliremos justo antes del anochecer
y saldremos aquí.
Totalmente consciente de lo cerca que estaba ahora, humedecí
nerviosamente mis labios. —¿Pero estaremos aquí? La Reina podría
convocarme a la capital antes de eso —dije, reconociendo algo en lo
que había tratado de no pensar.
—Posiblemente. Si es así, supongo que tendremos que encontrar
diferentes aventuras, ¿no? —él dijo—. ¿O debería llamarlos
desventuras?
Me reí entonces. —Creo que será difícil escabullirse en cualquier
lugar de la capital, no conmigo... no conmigo estando tan cerca de la
Ascensión.
—Debes tener más fe en mí si crees que no puedo encontrar una
manera de escaparnos. Te puedo asegurar que cualquier cosa en la
que nos involucremos no terminará contigo en una repisa —En la
oscuridad, pensé que sentía las yemas de sus dedos acariciar mi
mejilla izquierda, pero el toque era demasiado suave y demasiado
breve para estar segura—. Estamos aquí en la noche del Rito,
escondidos dentro de un sauce llorón.
Página | 379
—No parecía tan difícil.
—Eso es solo porque estaba liderando el camino.
Me reí de nuevo. —Seguro.
—Tu duda me hiere —Su mano tiró de la mía cuando se dio la
vuelta. —¿Dijiste que había bancos aquí? Espera. Los veo.
Observé la forma sombría de lo que asumí que era la parte
posterior de su cabeza. —¿Cómo en el mundo ves esos bancos?
—¿Tú no puedes?
—Uh no. —Entrecerré los ojos en la penumbra.
—Entonces debo tener una mejor vista que tú.
Puse los ojos en blanco. —Creo que solo estás diciendo que
puedes verlos, y probablemente estamos a un segundo de tropezar...
—Aquí están. —Hawke se detuvo. Increíblemente, se sentó como
si pudiera ver perfectamente los asientos.
Me quedé mirando, con la boca abierta. Entonces me di cuenta de
que era muy posible que me viera boquiabierto como un pez
moribundo, así que cerré la boca. Quizás su vista era mejor que la
mía.
O mi vista era más pobre de lo que pensaba.
—¿Te gustaría sentarte? —preguntó.
—Lo haría, pero a diferencia de ti, no puedo ver en la oscuridad
—jadeé cuando él tiró de mi mano, tirando de mí hacia abajo. Antes
de darme cuenta, estaba sentada en su regazo, su regazo.
—¿Cómoda? —preguntó, y sonó como si estuviera sonriendo.
No tenía palabras Él todavía sostenía mi mano, y yo estaba
sentada en su regazo, y lo único en lo que podía pensar era en esa
parte del diario de Willa Colyns, donde ella describía estar en el
regazo de un hombre. Había habido menos ropa...
—No puedes estar cómoda. —Uno de sus brazos se cruzó
Página | 380 alrededor de mi espalda superior, tirando de mi costado contra su
pecho—. Allí. Eso tiene que ser mucho mejor.
Lo era.
Y no lo era.
—No quiero que tengas demasiado frío —agregó, su aliento cálido
contra mi sien. Era mucho más alto, incluso sentado tan erguido
como yo, mi cabeza todavía no alcanzaba su barbilla—. Siento que
esa es una parte importante de mi deber como tu Guardia Real
persona.
—¿Es eso lo que estás haciendo ahora? ¿Protegiéndome del frío
empujándome a tu regazo?
—Exactamente. —Su mano estaba contra mi costado, el peso
como el acero10.
En inglés está como “Brand” lo que en español significa marca y también hierro o
acero. Pero en este caso, deduzco que se refiere a peso, por lo que vendría bien la
traducción de acero.
10
Observé lo que pensé que podría ser su garganta—. Esto es
increíblemente inapropiado.
—¿Más inapropiado que leer un diario sucio?
—Sí —insistí, el calor arrastrándose en mi cara.
—No. —Su risa profunda retumbó a través de mí—. Ni siquiera
puedo mentir. Esto es inapropiado.
—¿Entonces por qué?
—¿Por qué? —Su barbilla rozó la parte superior de mi cabeza—.
Porque yo quería.
Parpadeé una vez y luego dos veces. —¿Y si yo no quisiera?
Otra risa envió un escalofrío agudo a través de mí. —Princesa,
estoy segura de que si no quisieras que hiciera algo, estaría acostado
boca arriba con una daga en la garganta antes de tomar mi próximo
aliento. Incluso si no puedes ver una pulgada frente a ti.
Página | 381
Bien…
—Tienes tu daga encima, ¿no?
Suspiré. —La tengo.
—Lo sabía. —Me soltó la mano y yo dejé la mía caer sobre mi
regazo—. Nadie puede vernos. Nadie sabe que estamos aquí. Por lo
que nadie sabe, estás en tu habitación.
—Esto sigue siendo imprudente por una multitud de razones. Si
alguien entra aquí...
—Los escucharía antes que ellos —dijo. Antes de que pudiera
expresar que su audición no podía ser tan especial como su vista,
agregó—: Y si alguien lo hiciera, no tendrían idea de quiénes somos".
Eché la cabeza hacia atrás, dejando espacio entre la parte
superior de mi cuerpo y la suya. —¿Es por eso que me guiaste a este
lugar?
—¿Qué es esto, princesa?
—Ser... inapropiado.
—¿Y por qué iba a hacer eso? —preguntó, su voz bajaba mientras
su mano tocaba mi brazo.
—¿Por qué? Creo que es bastante obvio, Hawke. Estoy sentada en
tu regazo. Dudo que así sea como normalmente mantienes
conversaciones inocentes con la gente.
—Muy raramente es algo que hago inocente, princesa.
—Impresionante. —murmuré.
—Entonces, ¿estás sugiriendo que te conduje hasta aquí, en
lugar de ir a una habitación privada con una cama —arrastró las
puntas de sus dedos por mi brazo derecho—, para participar en un
tipo particular de comportamiento inapropiado?
—Eso es exactamente lo que estoy diciendo, aunque mi
habitación hubiera sido una mejor opción —Mi corazón ya había
comenzado a latir con fuerza en el momento en que mi trasero
terminó en su regazo. Ahora, sentía como si fuera a explotar fuera de
mi pecho.
Página | 382
—¿Qué pasa si digo que no es cierto?
—Yo... —Mi estómago revoloteó cuando sus dedos encontraron su
camino hacia mi cadera—. No te creería.
—Entonces, ¿qué pasa si digo que no comenzó de esa manera? —
Su pulgar se movió contra mi cadera—. Pero luego estaba la luz de la
luna y tú, con el pelo suelto, con este vestido, y luego se me ocurrió
la idea de que este sería el lugar perfecto para un comportamiento
muy inapropiado.
—Entonces yo... diría que es más probable.
Su mano se deslizó sobre el delgado material de gasa del vestido.
—Entonces, ahí lo tienes.
—Al menos, eres honesto —Me mordí el labio cuando el aleteo se
profundizó. Esto era peligroso. Incluso si nadie nos descubriera, se
sentía como un destino tentador con los dioses. Algunos besos
robados, está bien, un poco más que unos besos robados,
posiblemente eran perdonables. ¿Pero esto?
Incluso esos besos robados no eran perdonables, al menos según
el duque y la duquesa, y la reina. Por otra parte, si los dioses
intervinieran, ¿no lo habrían hecho ya? Pensé en lo que Tawny había
dicho una vez acerca de no estar seguro de si las reglas impuestas
sobre mí eran un decreto de los dioses.
Y si hubiera interpretado correctamente lo que la duquesa había
dicho sobre la primera doncella, habría hecho muchas cosas
prohibidas.
No la habían encontrado indigna.
—Te diré algo. Te haré un trato.
—¿Un trato?
—Si hago algo que no te gusta... —La mano de Hawke se deslizó
por mi muslo, haciendo que me cortara la respiración. A través del
vestido, su mano se cerró sobre la daga. —Te doy permiso para
apuñalarme.
Página | 383
—Eso sería excesivo.
—Esperaba que me solo me hicieras una herida de carne
miserable —agregó—. Pero valdría la pena descubrirlo.
Yo sonreí. —Eres una mala influencia.
—Creo que ya hemos establecido que solo los malos pueden ser
influenciados.
—Y creo que ya te dije que tu lógica es defectuosa —repetí,
cerrando los ojos mientras sus dedos seguían el contorno de la hoja
envainada.
Otro escalofrío fuerte y apretado se deslizó por mi columna
vertebral, y tuve la repentina urgencia de apretar las piernas. De
alguna manera, me abstuve.
Me resistí a él, a pesar de saber que hubiera dejado que me
besara la noche anterior.
—Soy la Doncella, Hawke —le recordé, o a mí misma, no estaba
segura.
—Y no me importa.
Mis ojos se abrieron en estado de shock. —No puedo creer que
hayas dicho eso.
—Lo hice. Y lo diré de nuevo. No me importa lo que eres —La
mano de Hawke se deslizó de mi espalda. Un momento después,
sentí su palma aplanarse contra mi mejilla con infalible precisión—.
Me importa quién eres.
Oh.
Oh Dioses.
Mi pecho se hinchó tan rápido y lleno, fue un pequeño milagro
que no floté directamente de su regazo hacia el sauce. Lo que había
dicho...
Tenía que ser lo más dulce y perfecto que alguien pudiera decir.
—¿Por qué? —Exigí, casi deseando que no hubiera dicho esas
Página | 384 palabras—. ¿Por qué dirías eso?
—¿En serio me preguntas eso?
—Sí, lo estoy. No tiene sentido.
—Tú no tienes sentido.
Le pegué en el hombro o en el pecho. Una parte extremadamente
dura de él.
Hawke gruñó. —Ay.
No le pegué lo suficiente para eso. —Estás bien.
—Estoy magullado.
—Eres ridículo —respondí—. Y eres tú quien no tiene sentido.
—Soy el que está sentado aquí siendo honesto. Tú eres el que me
golpea. ¿Cómo no tengo sentido?
—Porque todo esto no tiene sentido —La frustración aumentó
rápidamente a través de mí, y comencé a ponerme de pie, pero la
mano en mi cadera me detuvo. O dejo que me detenga. No estaba
segura Y eso fue aún más irritante—. Podrías pasar tiempo con
cualquiera, Hawke, cualquier cantidad de personas con las que no
tendrías que esconderte en un sauce para estar.
—Y, sin embargo, estoy aquí contigo. Y antes de que empieces a
pensar que es por mi deber hacia ti, no lo es. Podría haberte
acompañado a tu habitación y quedarme en el pasillo.
—Ese es mi punto. No tiene sentido. Puede tener una gran
cantidad de participantes dispuestas en... lo que sea que sea esto.
Sería fácil —dije. La hermosa Britta vino a mi mente. Estaba segura
de que la había tenido—. No me puedes tener. Soy... soy intenible 11.
—Estoy seguro de que ni siquiera es una palabra.
—Ese no es el punto. No tengo permitido hacer esto. Cualquiera
cosa de estas. No debería haber hecho lo que hice en la Perla Roja —
continué—. No importa si quiero...
—Y tú sí quieres —Su susurro bailó sobre mi mejilla—. Lo que
quieres es a mí.
Página | 385
Me quedé sin aliento. —Eso no importa.
—Lo que quieres siempre debe importar.
Una risa corta y áspera me dejó. —No lo hace, y esa es otra cosa
que no es el punto. Tú podrías...
—Te escuché la primera vez, princesa. Tienes razón. Podría
encontrar a alguien que sería más fácil —Sus dedos trazaron la línea
de mi máscara desde mi oreja derecha y a lo largo de mi mejilla. No
tenía idea de cómo podía ver—. Señoras o Lores en Espera, que no
están cargadas de reglas o limitaciones, que no son doncellas que he
jurado proteger. Hay muchas formas en las que podría ocupar mí
tiempo que no incluyen explicar con gran detalle por qué elijo estar
donde estoy, con quién elijo.
Las comisuras de mis labios comenzaron a doblarse.
—La cosa es —continuó— ninguna de ellas me intriga. Tú lo
haces.
En inglés “un-have-able” tiene como traducción “incapaz”, pero la traducción literal
sería Intenible está más acorde al texto.
11
Me intrigas.
—¿Es realmente así de simple para ti? —Pregunté, queriendo
creerle, y también no.
Su frente descansaba contra la mía, sorprendiéndome. —Nada es
nunca simple. Y cuando lo es, rara vez vale la pena.
—¿Entonces por qué?
—Estoy empezando a creer que esa es tu pregunta favorita.
—Tal vez. —Mis labios se torcieron—. Es solo que... dioses, hay
muchas razones por las que no entiendo cómo puedes estar tan
intrigado. Tú me has visto .—Mi cara se calentó, y sinceramente
esperaba que no pudiera verlo. Odiaba decirlo, pero era una
realidad—. Has visto cómo me veo...
—Sí, y creo que ya sabes lo que pienso. Lo dije delante de ti,
delante del duque, y te lo dije fuera del Gran Comedor...
Página | 386
—Sé lo que dijiste, y no mencionaré lo que parezco para que me
llenes de cumplidos. Es solo que... —Dioses, desearía no haber dicho
nada. Sacudí mi cabeza—. No importa. Olvida que dije eso.
—No puedo. No lo haré.
—Genial —murmuré.
—Estás acostumbrada a idiotas como el duque —dijo, y lo que
sonó como un gruñido bajo retumbó de él—. Puede ser un
Ascendido, pero no vale nada.
Se me cayó el corazón. —No deberías decir cosas así, Hawke.
Tú...
—No tengo miedo de decir la verdad. Puede ser poderoso, pero es
solo un hombre débil, que demuestra su fuerza al intentar humillar
a los más poderosos que él. Alguien como tú, ¿con tu fuerza? Lo hace
sentir incompetente, lo cual es. ¿Y tus cicatrices? Son un testimonio
de tu fortaleza. Son prueba de lo que sobreviviste. Son evidencia de
por qué estás aquí cuando tantas personas de tu edad no lo estarían.
No son feas. Lejos de eso. Son hermosas, Poppy.
Poppy.
—Esta es la tercera vez que me llamas así —le dije.
—Cuarta —corrigió, y parpadeé—. Somos amigos, ¿no? Solo tus
amigos y tu hermano te llaman así, y tú puedes ser la Doncella, y yo
soy un Guardia Real, pero a fin de cuentas, espero que tú y yo
seamos amigos.
—Lo somos. —Y nosotros lo éramos.
Su mano se aplastó contra mi mejilla, y un suspiro lo estremeció.
—Y no estoy... no estoy siendo un buen amigo o guardia en este
momento. No estoy... —Su mano se deslizó, y sus dedos se curvaron
alrededor de mi nuca por unos segundos antes de apartar su mano—
. Realmente debería llevarte de regreso a tu habitación. Se está
haciendo tarde.
Exhalé irregularmente. —Lo está.
Iba a llevarme de regreso a esa habitación donde yo era la
Doncella, la Elegida. De vuelta a donde no era Poppy, sino la sombra
de una persona a la que no se le permitía experimentar, necesitar,
Página | 387 vivir o desear. Ya no sería quien él vio.
—¿Hawke? —susurré, mi corazón se rompió como un trueno—.
Bésame. Por favor.
25
Traducido por: Evares
Corregido por: Evares & -Patty
Hawke se había quedado tan quieto contra mí que no estaba
segura de sí siquiera respiraba. Mi pedido lo había conmocionado,
sorprendiéndome.
Creo que podría haber dejado de respirar.
Página | 388
—Dioses —suspiró, y una mano volvió a mi mejilla—. No tienes
que preguntarme dos veces, princesa, y nunca tienes que rogar.
Antes de que tuviera oportunidad de responder, sus labios
rozaron los míos. Jadeé por el contacto suave, y juré que podía sentir
sus labios curvarse contra los míos en una sonrisa. Desearía poder
verlo porque parecía una sonrisa completa, del tipo que levantaba
ambos lados de su boca y hacía aparecer ambos hoyuelos, pero luego
movió su boca a lo largo de la mía, minuciosamente lenta como si
estuviera trazando la curva de mis labios con los suyos. Me quedé
completamente quieta, mi corazón se sentía como una mariposa
atrapada mientras volvía sobre el camino que acababa de hacer.
Pequeños escalofríos golpearon cada parte de mi cuerpo. Temblé
cuando mis manos se curvaron en la parte delantera de su túnica,
sin duda arrugando el fino material.
Este toque fue apenas un beso, pero los dioses, la gentileza, la
dulzura me sacudieron, me sacudieron hasta el centro.
Entonces Hawke inclinó la cabeza, aumentando la presión,
profundizando el beso. De repente, todo cambió. Este beso, su
crudeza, me dejó sin aliento. Resultó en que ambos nos quedamos
sin aliento cuando nos separamos, nuestros pechos subían y
bajaban rápidamente. No podía ver sus ojos en la oscuridad, pero
podía sentir su mirada penetrante.
No estaba pensando en lo que era en esos segundos. No estaba
pensando en lo que estaba prohibido y lo que estaba bien. No estaba
pensando en absoluto, la verdad sea dicha, y no sabía quién se
movió primero. ¿Hawke? ¿Yo? ¿Ambos en el mismo momento?
Nuestros labios se tocaron nuevamente, y esta vez, no hubo dudas.
Solo había necesidad, mucha, y otras cien cosas poderosas y
prohibidas que me atravesaron. Sus labios quemaron los míos,
calentaron mi sangre y prendieron fuego a mis sentidos. Sus manos
se movieron hacia mis hombros, deslizándose por mis brazos. Hawke
se estremeció, y un sonido surgió de la parte posterior de su
garganta, como un gruñido, un gemido. Me envió pequeños
escalofríos de placer y pánico a través de mí cuando él separó mis
labios. El hambre detrás de nuestro beso debería haberme asustado,
y tal vez lo hizo un poco porque parecía demasiado y no lo suficiente
al mismo tiempo. Gemí cuando sus manos se deslizaron por mis
costados. Se sentía como si mi cuerpo estuviera chispeando,
encendiéndose...
Página | 389
Me agarró por la cintura, levantándome y volviéndome a
acomodar para que mis rodillas cayeran a ambos lados de sus
caderas presionándome contra él. Sus pantalones y mi vestido no
sirvieron como barrera real. Podía sentirlo y me estremecí cuando un
dolor agudo y pulsante me palpitó. Su gemido de respuesta, otro
sonido profundo y áspero, hizo añicos cualquier duda que tenía.
Puse mis manos sobre su pecho, maravillada por la forma en que su
cuerpo se sacudió mientras los deslizaba sobre sus hombros y luego
alrededor de su cuello. Hice lo que deseé haber hecho en el Red
Pearl. Hundí mis dedos en su cabello, y los mechones eran tan
suaves como pensé que serían. Ninguna otra parte de él se sentía
así. Era todo un calor duro contra mí.
Los brazos de Hawke se movieron a mi alrededor, tirándome con
tanta fuerza contra él que apenas había espacio entre nosotros. Me
besó de nuevo, siguió besándome, y supe que esto era más que un
beso. Fue más allá de eso, más allá de cómo se sintió y cómo me hizo
sentir.
Sus palabras habían tocado la parte más profunda de mí, y fue
emocionante. Me sentí viva, como si finalmente estuviera
despertando.
Y nunca quise que se detuviera.
No con la avalancha de sensaciones que fluyen a través de mí.
Sabía en el fondo de mi mente que había perdido el control de mi
don. Mis escudos estaban bien abiertos, y no había forma de saber si
lo que sentía pertenecía a él, a mí o a los dos.
El instinto se hizo cargo, guiando mi cuerpo, mis caderas para
empujar y rodar, y él se estremeció de nuevo, atrapando mi labio
inferior entre los suyos. Agarró los puños de la falda de mi vestido,
levantándola hasta que sus manos tocaron mis pantorrillas. Un
temblor me recorrió como un rayo.
—Recuerda —dijo contra mis labios mientras sus palmas se
deslizaban hacia la curva de mis rodillas—. Cualquier cosa que no te
guste, di la palabra, y me detendré.
Asentí, buscando su boca en la oscuridad. Cuando lo encontré,
me pregunté cómo había logrado tanto tiempo sin besarlo
nuevamente.
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Me preguntaba cómo podría continuar sin hacerlo más.
Ese pensamiento amenazaba con amortiguar el calor, pero sus
manos se movían de nuevo, rozando mi piel y enviando una oleada
de sangre caliente a cada parte de mi cuerpo. Me moví hacia
adelante hasta que nuestras caderas se fusionaron. Me moví. Nos
movimos. Y pensé que susurraba su nombre antes de besarlo
nuevamente, deslizando mi lengua entre sus labios, contra sus
dientes...
Hawke echó su cabeza hacia atrás, jadeando mientras
descansaba su frente contra la mía. —Poppy —dijo de una manera
que hizo que mi nombre sonara como una oración y una maldición.
—¿Si? —Mis dedos se abrieron y cerraron alrededor de la sedosa
suavidad de su cabello.
—Esta fue la quinta vez que dije tu nombre, en caso de que sigas
haciendo un seguimiento.
Yo sonreí. —Lo estoy.
—Bueno. —Me quitó las manos de debajo de la bata y una de
ellas llegó a mi mejilla. Trazó el borde de mi máscara,
sorprendiéndome una vez más con su vista. —No creo que fuera
honesto hace unos momentos.
—¿Acerca de? —Solté mi agarre en su cabello, bajando mis
manos a sus hombros.
—Acerca de detenerme —admitió en voz baja, pasando sus dedos
por mi mejilla y sobre mi mandíbula—. Me detendría, pero no creo
que tú me detendrías.
—No entiendo exactamente lo que estás diciendo —Dejo que mis
ojos se cierren. A pesar de estar confundida por sus palabras y el
hecho de que no nos estábamos besando, me gustó la intimidad de lo
cerca que estábamos, cómo su cabeza descansaba contra la mía.
Deslizó las puntas de sus dedos por el costado de mi cuello. —
¿Quieres que sea franco?
—Siempre quiero que seas honesto.
Página | 391
Mis sentidos aún estaban abiertos. Lo supe porque sentí una
sensación extraña viniendo a través de la conexión, pero fue
demasiado breve para que descubriera qué era.
Y luego besó mi sien, y pensé en la extraña sensación cenicienta
que me cubría la garganta. —Estuve a segundos de llevarte al suelo y
convertirme en un muy, muy mal guardia.
El aire quedó atrapado en mi garganta cuando un pulso de calor
cálido me atravesó. No sabía mucho, pero sabía lo suficiente como
para saber a qué se refería. —¿De verdad?
—En serio —respondió con seriedad.
Debería haber sentido alivio de que se hubiera detenido, y lo hice.
Pero tampoco lo hice. Lo que sentí fue un desastre confuso. Pero
sabía una cosa con seguridad.
—No creo que te hubiera detenido —susurré. Le dejaría que me
llevara al suelo, y me hubiera gustado lo que haría, condenen las
consecuencias.
El cuerpo de Hawke se sacudió cuando gimió. —No estás
ayudando.
—Soy una mala doncella.
—No. —Besó mi otra sien—. Eres una chica perfectamente
normal. Lo que se espera de ti es lo que es malo —Él pauso—. Y sí,
también eres una doncella muy mala.
Página | 392
En lugar de ofenderme, porque no había manera, incluso si no
contaba esta noche, de que pudiera negarlo, me reí y fui
recompensado por su brazo que me rodeaba. Hawke me atrajo hacia
su cuerpo, deslizando su mano hacia mi nuca. Acomodé mi mejilla
contra su hombro cuando su agarre se apretó brevemente, y luego
sus dedos se movieron, trabajando los músculos de mi cuello. No
estaba segura de cuánto tiempo estuvimos allí así, tranquilos y
escondidos bajo el sauce, pero sabía que había pasado el punto en
que mi sangre se había enfriado y mi corazón se había ralentizado.
Entonces no me moví, y tampoco Hawke. Pensé que tal vez... tal vez
ser abrazado así, tan cerca y tan apretado, se sentía tan bien como
los besos y los toques.
Quizás incluso mejor, pero de una manera diferente.
Pero se estaba haciendo tarde y, como era de esperar, Hawke era
el responsable. Besó la coronilla de mi cabeza, haciendo que mi
corazón se apretara de una manera tan dulce, casi dolorosa.
—Necesito recuperarte, princesa.
—Lo sé. —Pero aun así, me aferré a él.
Él se rió entre dientes y yo sonreí en su hombro. —Sin embargo,
tienes que dejarme ir.
—Lo sé. —Suspiré, pero me quedé donde estaba, pensando que
en el momento en que saliéramos del sauce, estaríamos de vuelta en
el mundo real, ya no en nuestro refugio donde estaba Poppy, y quién
me importaba—. No quiero.
Estuvo en silencio durante tanto tiempo que temí haber dicho
algo incorrecto, pero luego su brazo se apretó a mi alrededor
nuevamente. Cuando habló, su voz era extrañamente áspera. —Yo
tampoco.
Casi pregunté por qué teníamos que hacerlo, pero me las arreglé
para detenerme. Hawke se levantó entonces, llevándome con él, y de
mala gana bajé las piernas. Nos quedamos allí por otro momento
demasiado corto, su brazo a mi alrededor, mis brazos estirados sobre
mí y nuestros cuerpos aún conectados.
Luego respiré hondo, abrí los ojos y di un paso atrás. No podía
verlo, pero no me sorprendió cuando su mano encontró la mía, y me
condujo hacia las ramas de sauce.
Él se detuvo. —¿Lista?
En absoluto, pero dije que sí, y salimos de debajo del sauce, mi
pecho amenazaba con volverse pesado. Me negué a dejar que eso
sucediera. Al menos no en este momento. Tenía toda la noche para
que todo lo que sentía se convirtiera en recuerdos.
Tenía muchas noches por delante para eso.
Regresamos a la pasarela iluminada por una lámpara de gas, el
jardín silencioso excepto por el sonido del viento y nuestros pasos.
Página | 393 Miré por los caminos sombríos, preguntándome qué habría pasado
con las conversaciones silenciosas y los gemidos suaves. Doblamos
la esquina, acercándonos a la fuente.
Y se encontró cara a cara con Vikter, sin máscara
Mi corazón dio un vuelco en mi pecho cuando retrocedí un paso.
Hawke se giró como para atraparme, pero gané el equilibrio. —Oh,
mis dioses —susurré, mirando a Vikter—. Me diste un ataque al
corazón.
Me miró durante un largo momento y luego se volvió hacia
Hawke. Un músculo de su mandíbula se apretó mientras miraba
hacia donde Hawke todavía sostenía mi mano.
Oh, mierda.
Lentamente, Vikter levantó la vista mientras trataba de liberar mi
mano. Hawke aguantó por un momento y luego lo soltó. Junté mis
manos, mis ojos muy abiertos detrás de mí máscara.
—Es hora de volver a tu habitación, doncella —Vikter mordió, voz
baja.
Hice una mueca por su tono.
—Estaba en el proceso de escoltar a Penellaphe de regreso a su
habitación —respondió Hawke.
La cabeza de Vikter se giró en su dirección —Sé exactamente lo
que estabas haciendo.
Mi boca se abrió.
—Dudoso —murmuró Hawke.
Lo que era incorrecto decir. —¿Crees que no lo sé? —Vikter entró
en el espacio de Hawke, y aunque Hawke era una pulgada o dos más
alto, estaban cara a cara—. Solo hace falta una mirada a los dos
para saber.
¿Una mirada a los dos? Parpadeando, llevé mis dedos a mis
labios que todavía zumbaban y me sentí hinchada. Mi mirada voló a
la boca de Hawke. Sus labios parecían hinchados.
Página | 394
Hawke se mantuvo firme y la mirada de Vikter, y realmente no
tenía idea de lo que podía decir.
—No pasó nada, Vikter.
Bien…
—¿Nada? —Vikter gruñó—. Chico, puede que haya nacido de
noche, pero no nací anoche.
Parpadeé.
—Gracias por señalar lo obvio —respondió Hawke—. Pero estás
cruzando la línea.
—¿Yo lo estoy? —Vikter se echó a reír, pero no había humor en el
sonido—. ¿Entiendes lo que ella es? —exigió, su voz tan baja que
apenas era audible—. ¿Entiendes lo que podrías haber causado si
alguien más que yo hubiera venido a ustedes dos?
Di un paso adelante. —Vikter...
—Sé exactamente quién es ella —respondió Hawke—. No es lo
que ella es. Tal vez hayas olvidado que ella no es solo un maldito
objeto inanimado cuyo único propósito es servir a un reino, pero no
lo he hecho.
—Hawke —Me giré hacia él.
—Oh, sí, eso es rico, viniendo de ti. ¿Cómo la ves, Hawke? —
Vikter intervino más. De repente, estaban tan cerca como Hawke y
yo habíamos estado bajo el sauce—. ¿Otra muesca en tu cama?
Jadeé, girando de nuevo. —Vikter.
—¿Es porque ella es el último desafío? —Vikter continuó y mis
labios se separaron.
La barbilla de Hawke se hundió. —Entiendo que la protejas.
Entiendo eso. Pero te diré solo una vez más, estás fuera de lugar.
—Y te prometo esto... será sobre mi cadáver antes de que pases
otro momento a solas con ella.
Hawke sonrió entonces, un lado de sus labios se curvó. No hubo
Página | 395 hoyuelos. Sus rasgos parecían agudizarse a la luz de la luna,
creando sombras debajo de sus ojos y en sus pómulos. —Ella piensa
en ti como un padre —dijo, su voz tan suave que me dio escalofríos—
. Le dolería mucho si te sucediera algo desafortunado.
—¿Es eso una amenaza? —Las cejas de Vikter se alzaron.
—Solo les estoy haciendo saber que esa es la única razón por la
que no estoy haciendo realidad tu promesa en este mismo momento
—advirtió—. Pero necesitas dar un paso atrás. Si no lo haces,
alguien saldrá lastimado y ese alguien no seré yo. Entonces Poppy se
enojará —se volvió hacia mí— y esa es la sexta vez que lo digo —
agregó, y todo lo que pude hacer fue mirarlo—. No quiero verla
molesta, así que un paso. A la mierda. Atrás.
—Ambos necesitan detenerse —susurré, agarrando el brazo de
Vikter, pero él no se movió—. Seriamente. Esto se está intensificando
por nada. Por favor.
No alejaron la mirada el uno del otro, y fue casi como si yo no
estuviera allí. Finalmente, Vikter dio un paso atrás. No sabía si vio
algo en la cara de Hawke, o si fui yo tirando de su brazo, pero él dio
un paso más lejos, su piel inusualmente pálida a la luz de la luna.
—La estaré vigilando por el resto de la noche —dijo Vikter—.
Estás despedido.
Hawke sonrió, y le lancé una mirada que ni siquiera pareció
notar. No dijo nada cuando Vikter me tomó del brazo y se volvió. Fui
con él, habiendo dado solo un par de pasos antes de mirar por
encima del hombro.
El espacio donde había estado Hawke estaba vacío.
Miré a mi alrededor rápidamente, sin verlo. ¿Dónde había él...?
—Ni siquiera sé qué decirte en este momento —dijo Vikter—.
Dioses. Después de que terminé de hablar con el Comandante, no
pude encontrarte, pero me encontré con Tawny. Ella dijo que
regresaste a tu habitación. Fui a ver cómo estabas, y cuando no
estabas allí, pensé que podrías estar aquí. Pero no esperaba
encontrar esto.
Parecía que sabía exactamente lo que quería decir.
Página | 396
—Maldición, Poppy, lo sabes mejor que esto. Sabes lo que está en
riesgo, y no estoy hablando del maldito reino.
El escucharlo maldecir me llamó la atención. Levanté la vista
mientras él avanzaba, llevándome con él.
—Si alguien te hubiera visto con él, perder algunos días de
entrenamiento habría sido el menor de mis temores —continuó, y mi
estómago se cayó—. Y Hawke lo sabe mejor. Maldición, nunca
debería haber echado una mano...
—No pasó nada, Vikter.
—Tonterías, Poppy. Parecía que te habían besado a fondo. Espero
que eso haya sido todo.
—Oh, mis dioses —exclamé, con la cara llameante.
—No me mientas.
—Regresábamos para ir a mi habitación.
Vikter se detuvo y me miró con los ojos muy abiertos y las cejas
arqueadas.
—No es lo que estás pensando —insistí, y esa era la verdad—. Por
favor. Solo déjame explicarte lo que sucedió, —dije, tratando
desesperadamente de encontrar la manera de arreglar esto.
—No creo que quiera saber.
Ignoré eso. —Después de que te fuiste a hablar con el
Comandante, me sentí mal porque Tawny no se iba de mi lado. Sabía
que mientras me quedara en el Rito, ella sentiría como si tuviera que
quedarse conmigo. Entonces, le dije que iba a volver a mi habitación
para que ella pudiera divertirse.
—Eso no explica cómo terminaste aquí con él.
—Estaba llegando a eso —dije, tratando de ser paciente—. Hawke
sabía que no quería volver a mi habitación, y sabía cuánto solía
amar los jardines. Entonces, él me sacó para que yo pudiera... para
poder pasar lo que pasó aquí con Rylan. Por eso estábamos aquí
afuera.
—Siento que estás dejando mucho afuera.
Página | 397
En este punto, sabía que no podía seguir mintiendo, al menos no
sobre todo. —Caminamos y Hawke me mostró un lugar que
disfrutaba en el jardín. Yo... le pedí que me besara.
Vikter miró hacia otro lado, con la mandíbula apretada.
—Y nos besamos. ¿Bien? Sucedió, pero eso fue todo. Lo detuvo
antes de que siguiera adelante —le dije, diciendo la verdad—. Sé que
no debería haberle preguntado...
—No debería haber estado tan dispuesto a obligarte.
—Ese no es el punto.
—Ese es el punto, Poppy.
—No, no lo es. —Solté mi brazo y cerré las manos en puños antes
de levantar algo y tirarlo—. ¡Él no es el maldito punto!
El shock parpadeó sobre su rostro.
Hice un esfuerzo por bajar la voz. —Toda esta estupidez es el
punto. El hecho de que no puedo hacer nada es el punto. Que no
puedo tener una noche para hacer algo normal, divertido y
agradable. Que no puedo experimentar nada sin ser advertida de
recordar lo que soy. Que cada privilegio que tienes, y Tawny tiene, y
todos los demás tienen, yo no tengo —Mi voz se quebró cuando el
fondo de mi garganta comenzó a arder—. No tengo nada.
Su expresión se suavizó. —Poppy...
—No. —Di un paso atrás, sus rasgos borrosos—. No lo entiendes.
No puedo celebrar mis cumpleaños porque eso es impío. No se me
permite ir de picnic al Grove o cenar con otros porque soy la
Doncella. No se me permite defenderme porque eso sería indecoroso.
Ni siquiera sé montar a caballo. Casi todos los libros están
prohibidos para mí. No puedo socializar o hacer amigos porque mi
único propósito es servir al reino yendo a los dioses, algo que nadie
explicará. ¿Qué significa eso realmente?
Respirando con dificultad, traté de controlar mis emociones, pero
no pude. Algo en mí se rompió, se abrió de par en par y no pude
parar. —Ni siquiera sé si tendré un futuro más allá de mi Ascensión.
En menos de un año o incluso antes, puedo perder todas las
Página | 398
posibilidades de hacer todo lo que los demás dan por sentado. No
tengo vida, Vikter. Nada.
—Poppy —susurró.
—Me han quitado todo, mi libre albedrío, mi elección, mi futuro, y
todavía tengo que sufrir las lecciones del duque —escupí,
estremeciéndome—. Todavía tengo que estar allí y dejar que me
pegue. ¡Que me mire y me toque! Haz lo que él o el Lord quieran... —
Conteniendo un aliento ardiente y doloroso, levanté las manos,
agarré los mechones de mi cabello y los aparté cuando Vikter cerró
los ojos—. Tengo que pararme allí y tomarlo. Ni siquiera puedo gritar
o llorar. No puedo hacer nada. Así que lamento que elegir algo que
quiero para mí sea una gran decepción para ti, el reino, todos los
demás y los dioses. ¿Dónde está el honor de ser la doncella? ¿De qué
exactamente debería estar orgullosa? ¿Quién querría esto?
Apúntame en su dirección y con mucho gusto cambiaré de lugar con
ellos. No debería sorprenderme que quiera ser encontrada indigna.
En el momento en que esas palabras salieron de mi boca, golpeé
mis labios con mis manos. Los ojos de Vikter se abrieron de golpe y,
por un largo momento, nos miramos el uno al otro, la verdad era un
arma de doble filo entre nosotros.
—Poppy. —Vikter miró a su alrededor y luego me alcanzó—. Está
bien. Va a estar bien.
Bailé fuera de su alcance, apretando mis dedos contra mi boca.
No estaba bien. No iba a estar bien. Lo dije. La verdad. En voz alta.
Con el corazón palpitante y el estómago revolviéndose, me di vuelta y
comencé a caminar hacia el castillo. Pensé que podría estar enferma.
—Quiero volver a mis habitaciones —susurré, bajando mis manos.
Vikter comenzó a hablar—. Por favor. Solo quiero volver a mi
habitación.
No respondió, gracias a los dioses, pero me siguió directamente
detrás de mí. Todo en lo que podía concentrarme era en poner un pie
delante del otro. Si no lo hiciera, la bola de emoción enojada,
desordenada y violenta alojada en mi garganta estallaría. Yo haría
erupción. Así fue como me sentí. Explotaría en todas partes en una
lluvia de chispas y llamas, y no me importaba cómo lucía cuando
entramos al pasillo y salimos a la luz, o lo que la gente veía si me
Página | 399
miraban y se daban cuenta de que yo era la Doncella. Todo mi
cuerpo temblaba con la fuerza para mantener...
Un sonido fuerte y crujiente que me recordó a las astillas de
madera nos detuvo. Nos dirigimos al Gran Comedor justo cuando
sonó un grito, seguido de gritos, gritos penetrantes, uno tras otro. Se
me cayó el corazón.
Alguien, una Dama de Espera, salió del Gran Comedor, con su
vestido rojo ondeando alrededor de sus pies mientras se llevaba las
manos a la boca.
Vikter comenzó a caminar hacia la entrada pero se detuvo. Se
volvió hacia mí y supe que me iba a llevar de regreso a mi habitación,
pero los gritos seguían llegando, seguidos de gritos de pánico y
horror. Otro se unió a la Dama en espera. Luego otro, un criado que
llevaba una bandeja vacía. Se volvió y vomitó....
—¿Qué pasó? —Exigí, pero nadie respondió. Nadie podía
escucharme por encima de los gritos. Mi amplia mirada se encontró
con la de Vikter—. Tawny está allí.
El conjunto de su mandíbula decía que no podía importarle
menos. Se movió para agarrarme, pero fui rápida porque me había
enseñado cómo ser cuando necesitaba velocidad. Eludí su alcance
mientras corría hacia la entrada, su maldición murmurando
resonando en mis oídos.
Un torrente de personas salió de la entrada, golpeándome en el
hombro. Un borrón de rostros enmascarados vino desde todas las
direcciones. Fui empujada hacia un lado, mis pies resbaladizos
resbalando sobre los pisos pulidos, pero empujé hacia adelante.
Tawny todavía estaba allí. Eso era todo lo que podía pensar cuando
me abrí paso entre la multitud en pánico.
Me detuve, mi mirada aterrizó en el estrado, hacia lo que estaba
detrás del estrado. —Oh, mis dioses —susurré.
Sabía lo que había hecho el crujido. Una de las varillas de madera
que sostenía las pesadas pancartas se había roto. La pancarta de
Rito se había caído y se había acumulado en el piso de la tarima,
pero el rojo todavía rayaba la pared.
Página | 400
Vi lo que había roto la barra, lo que colgaba del restante. La
cuerda estiraba los brazos hacia afuera, y tanta piel pálida con rayas
rojas. Sabía quién era. Sabía por qué la duquesa se encontraba en el
centro del Gran Comedor, con los brazos a los costados, y por qué
todos los demás estaban congelados en estado de shock. Era el
cabello tan rubio que casi parecía blanco.
Era el duque.
Incluso desde donde estaba parada, sabía lo que había sido
empujado en su pecho, a través de su corazón. Lo reconocería en
cualquier parte.
Era el bastón con el que me había azotado.
Y encima de él, escrito en rojo, con sangre, estaba la marca del
Oscuro.
De sangre y ceniza...
Nos levantaremos.
26
Traducido por: FerGonz
Corregido por: -Patty
El Duque de Masadonia estaba muerto.
Asesinado.
No pude quitarle la mirada, ni siquiera cuando me di cuenta de
que Vikter estaba de pie a mi lado. Dijo algo, pero no pude
Página | 401
escucharlo por el latido de mi corazón.
El Duque había sido atravesado en el pecho de la misma
manera en la que los malditos12 o los Craven hubieran sido
asesinados, con madera hecha de un árbol que había crecido en el
Bosque de la sangre. Con el mismo bastón que a menudo acariciaba
antes de hacerlo silbar en el aire, lastimándome la espalda o incluso,
a veces partiéndome la piel. Tontamente, me preguntaba cómo
alguien podría atravesar el bastón en el pecho del duque.
Los extremos no eran afilados, sino lisos y redondeados. El
esfuerzo y la fuerza que habría requerido... Sin mencionar que el
Duque habría luchado a menos que hubiera sido incapacitado de
antemano. Solo un Atlántico podría haber logrado eso.
Vikter me tocó el brazo y, lentamente, aparté la mirada de los
restos del duque.
—Está muerto —le dije—. Está realmente muerto.
12
Recuerden: Aquellos que tienen la maldición, cuando son mordidos por un Craven.
Una risita muy inapropiada brotó, y cerré la boca con fuerza
mientras volvía a donde estaba empalado el Duque. No pensaba que
fuera gracioso. De ningún modo. No me gustaba el hombre,
francamente, lo odiaba con cada fibra de mí ser, pero un Atlántico
había entrado en el Castillo Teerman una vez más, y era aterrador.
Por eso, no era divertido. Tampoco era triste. Dioses, de verdad que
no era digna, y probablemente era una persona terrible, pero suspiré
suavemente, un sonido de... alivio pasó por mis labios.
No más lecciones.
No más miradas y toques persistentes.
No más dolor en sus manos.
No más vergüenza.
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Mi mirada se dirigió hacia donde un Ascendido alto y de cabello
oscuro se unió a la Duquesa. No más Lord Mazeen… Sin el duque,
tenía poco poder sobre mí, y casi sonreí otra vez.
El movimiento a mi izquierda captó mi atención, y me di vuelta,
viendo a Tawny empujándose a través de un grupo de Ascendidos,
Lores y Damas en espera. Se apresuró a cruzar la habitación, con los
ojos muy abiertos detrás de su máscara.
Los rizos rebotaron en sus mejillas mientras sacudía la cabeza.
—No puedo creer lo que estoy viendo. —Ella agarró mis manos,
mirando hacia la tarima. Temblando, rápidamente me miró—. Esto
no puede ser real.
—Es real. —Me volví hacia el estrado una vez más. Los guardias
intentaban descolgar al duque, pero él estaba demasiado lejos en la
pared—. Necesitan una escalera.
—¿Qué? —susurró Tawny.
—Una escalera. No van a poder alcanzarlo —señalé. Podía sentir
la mirada de Tawny sobre mí—. ¿Crees que estuvo allí durante todo
el Rito? ¿Todo el tiempo?
—Ni siquiera sé qué pensar. —Se dio la vuelta para estar de
espaldas al estrado—. En absoluto.
—Al menos sabemos por qué no se presentó —dije.
—Poppy —exclamó en voz baja.
—Lo siento. —Vi a la duquesa volverse hacia el lord, sus labios
moviéndose rápidamente—. La duquesa no parece tan desgarrada,
¿verdad?
Vikter entró entonces. —Creo que es hora de que vuelvan a sus
habitaciones.
Probablemente lo era, así que asentí y comencé a girar. Vidrio
se hizo añicos. Me giré hacia el sonido mientras las piezas volaban
por el aire. Era una de las ventanas que daban al jardín.
Tawny me apretó el brazo. Se rompió otra ventana, esta vez a
nuestra izquierda, y ambas nos dimos la vuelta para ver los
Página | 403 fragmentos penetrantes, cortando al grupo que estaba allí de pie; la
reunión de la que Tawny había sido parte.
Los gritos de conmoción dieron paso a otros de dolor cuando
trozos irregulares de vidrio cortaron la piel. Una niña salió del grupo
disperso, sus manos temblando mientras las levantaba hacia su
rostro ensangrentado. Numerosos pequeños cortes marcaron sus
mejillas y cejas.
Era Loren. Se dobló, gritando cuando la chica rubia frente a ella
se dio la vuelta lentamente. El cristal sobresalía de su ojo y el rojo
corría por su rostro. Ella se arrugó como una bolsa de papel.
—¡Dafina! —gritó Tawny, soltando mi brazo y comenzando a
caminar hacia ella. Salí del susto y me lancé hacia adelante,
agarrando el brazo de Tawny cuando un Lord cayó de rodillas hacia
adelante. ¿También lo había golpeado el cristal? No estaba segura.
Giró la cabeza—. ¿Qué? Tengo que ir con ella. Necesita ayuda...
—No. —La aparté mientras Loren se acercaba a su amiga,
tratando de hacerla ponerse de pie, que se moviera. Otra ventana
explotó—. No puedes acercarte a las ventanas. Lo siento. No puedes.
Los ojos de Tawny brillaron. —Pero…
Algo zumbó en el aire, golpeando a un lord. El impacto lo hizo
girar, y Tawny gritó.
Una flecha lo había golpeado en el ojo. Era un Ascendido, pero
cayó, muerto antes de tocar el suelo. La sangre se acumuló debajo de
él. Los Ascendidos podían morir. Su cabeza y su corazón eran tan
vulnerables como los de un mortal, y quien había soltado esa flecha
lo sabía.
Espada corta desenvainada, Vikter empujó a Tawny y a mí
detrás de él mientras la duquesa, rodeada de guardias reales,
gritaba—: ¡Sácala de aquí! ¡Ahora! Consigue...
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Una flecha atravesó a la Guardia Real que estaba delante de
ella. La sangre brotó de su cuello cuando alcanzó la flecha, con la
boca abierta y cerrándose sin hacer ruido. Dioses... me tambaleé
hacia Tawny cuando Vikter nos dio la vuelta y nos condujo hacia la
abertura. Comenzamos a avanzar cuando alcancé la daga en mi
muslo. Los gritos que provenían del exterior del Gran Comedor se
detuvieron por solo unos segundos.
Los sonidos... dolor. Terror. Muerte. Entonces una ola de
personas se apresuró al Gran Salón, Ascendidos y mortales, plebeyos
y Reales igualmente, todos corriendo hacia nosotros. Los vestidos y
las túnicas de algunos ahora eran de un rojo más profundo, con
rostros de color o salpicados de rojo. Algunos cayeron antes de llegar
a los escalones, flechas y... cuchillos incrustados profundamente en
la espalda. Otros cayeron por las escaleras en su carrera de pánico.
Estábamos a punto de ser invadidos. Ni siquiera alcancé mi daga. No
podía luchar contra ellos. No eran el enemigo.
—Mierda —gruñó Vikter, girando hacia mí mientras Tawny
estaba congelada. Mis ojos se encontraron con los suyos y supe lo
que estaba por suceder. Se me cayó el corazón—. ¡Protege a la
doncella! —gritó.
Agarrando a Tawny por ambos brazos, la tiré contra mí y la
rodeé con mis brazos, abrazándola tan fuerte como pude. Los brazos
de Vikter me rodearon. Los guardias presionaron, y debido a lo cerca
que sostuve a Tawny de mi cuerpo, se vieron obligados a formar una
barricada a nuestro alrededor.
—Tengo miedo —susurró Tawny contra mi mejilla.
—Está bien —mentí mientras me obligaba a abrir los ojos,
aunque quería cerrarlos. Mi corazón se estrelló contra mis costillas.
Por un breve segundo, recé a los dioses. Envié una oración para que
Hawke no estuviera cerca de aquí. Se había ido para desahogarse a
la ciudad—. Prepara tú…
Fue como ser golpeado por la caída de rocas. Los cuerpos se
estrellaron contra los guardias aparentemente desde todas las
Página | 405 direcciones, empujándolos hacia Tawny y hacia mí. Hileras de
espadas se partieron en costillas y otros huesos. Los codos golpearon
contra la carne. Jarrones destrozados. La gente se rompió. La
aglomeración de la multitud, de los cientos que habían huido del
Gran Comedor y ahora regresaron, fue demasiado.
Fue como si una ola masiva rodara por el suelo, liberando a un
guardia y luego a otro y otro hasta que sentí que Vikter se aflojaba. Y
luego se fue, y algo, alguien, me golpeó con fuerza, se estrelló contra
Tawny y conmigo. Ella fue arrancada, arrastrada por la ola de gritos
y chillidos de personas que huían de lo que fuera que las había
asustado. Ese fue mi último pensamiento cuando la habitación
pareció voltearse. Mis pies dejaron el piso y experimenté un
momento sin huesos y lleno de aire. Vi a los dioses pintados en el
techo, luego rostros aterrorizados, sangre y espuma. Volví a bajar,
resbalando y las rodillas crujiendo en el suelo duro. Traté de
levantarme, sabiendo que no podía quedarme abajo.
—¡Tawny! —grité, buscándola, pero todo lo que vi fue rojo... por
todas partes. Una rodilla se conectó con mis costillas y me dejó sin
aire. Un pie con una bota aterrizó en mi espalda, golpeándome
contra el suelo. El dolor bajó por mi columna. Me revolví ciegamente
sobre la comida derramada, las rosas aplastadas y los dioses... oh,
dioses, sobre cuerpos húmedos y cálidos mientras intentaba
pararme. Algo atrapó mi falda y me hizo caer hacia adelante. Me
encontré cara a cara con Dafina, y parecía que el tiempo se detenía
mientras miraba su hermoso ojo azul abierto y vidrioso. Esa máscara
suya, tan llamativa como la de Loren, más roja que cualquier otro
color ahora que estaba empapada en sangre. Llegué hacia adelante,
queriendo limpiar la sangre de los cristales. Entonces vi a Loren
acurrucada detrás de Dafina, con los brazos sobre la cabeza. Me
adelanté, agarrando su brazo. Su cabeza se alzó bruscamente. Viva.
Ella estaba viva.
—Levántate —dije, tirando de ella mientras luchaba por
pararme, pero algo me detuvo. Miré por encima del hombro y deseé
no haberlo hecho. Era un cuerpo. Agarré mi falda, rasgándola. Me
volví hacia Loren cuando percibí el más leve olor a algo sulfúrico,
Página | 406 algo ácido. Se me cayó el estómago—. Levántate. Levántate.
¡Levántate!
—No puedo —gritó—. No puedo. No puedo... —Gritando cuando
alguien cayó sobre mí, agarré a Loren por su vestido, su brazo, su
cabello, cualquier cosa que pudiera agarrar y tiré de ella sobre
Dafina. Mis sentidos se habían abierto de par en par, y el terror y el
dolor vinieron de ella, vinieron de todas partes. Me puse de pie,
arrastrando a Loren a sus pies. Vi un pilar y me dirigí hacia él.
—¿Ves el pilar? —le pregunté a Loren—. Podemos quedarnos
allí. Podemos aferrarnos a eso.
—Mi brazo —jadeó—. Creo que está roto.
—Lo siento. —Cambié mi agarre para que estuviera alrededor de
su cintura.
—Necesito encontrar a Dafina —dijo—. Necesito ir a buscarla.
Ella no debería quedarse así. Necesito encontrarla. Un nudo se alojó
en mi garganta mientras seguía tirando de Loren hacia el pilar. No
podía pensar en Dafina y esa máscara y ese hermoso ojo restante. No
podía pensar en los cuerpos por los que me arrastraba. No podía.
—Casi estamos allí. —Alguien cayó sobre nosotras, pero yo me
aferré a Loren y casi llegamos. Solo unos pocos pasos más, y
estaríamos fuera del choque. Loren se sacudió, y algo húmedo y
cálido roció el lado derecho de mi cara y mi cuello. Los brazos de
Loren se aflojaron y la atrapé, su repentino peso tirando de la piel
sensible alrededor de mis costillas—. Espera —le dije—. Ya casi
llegamos... —Miré hacia abajo, la miré porque estaba cayendo y no
podía sostenerla. Cayó y no podía creer lo que estaba viendo. Me
negué a conciliar lo que vi cuando me empujaron a la izquierda y
luego a la derecha. No podía haber una flecha en la parte posterior
de su cabeza—. Ya casi llegamos —susurré.
Un silbido penetrante sonó desde afuera, seguido de otro y otro.
Lentamente, levanté la barbilla y contemplé las sombras del jardín,
algunas más profundas y oscuras que otras. Se acercaron. Acababa
Página | 407 de estar ahí fuera con Hawke. ¿Había salido a tiempo? ¿O lo habían
derribado? No podía pensar así. Debió haberse ido. Tuvo que
hacerlo.
Alguien me agarró del brazo y me hizo girar. —La entrada
lateral. —La cara del comandante Jansen apareció frente a mí—.
Debemos llegar a la entrada lateral ahora, Doncella. —parpadeé
lentamente, aturdida.
—Vikter, Tawny. Debo encontrarlos...
—No importan ahora. Necesito sacarte
maldijo cuando me di la vuelta, buscando
gente que me importaba. Me agarró, pero mi
resbaladizo. Perdió su agarre mientras yo
masa de gente.
de aquí. Maldita sea —
desesperadamente a la
brazo estaba demasiado
corría hacia la agitada
—¡Tawny! —grité, empujando a un hombre mayor—. ¡Vikter!
Tawny...
—¡Poppy! —Unas manos me agarraron la espalda y me di la
vuelta. Tawny me agarró, su máscara se había ido y su peinado
estaba medio caído—. ¡Oh dioses, Poppy!
Sosteniéndola, miré por encima de su hombro y me encontré
con la mirada helada de Lord Mazeen. —Es bueno ver que todavía
estás viva —dijo. Antes de que pudiera responder, Vikter se abrió
paso, apartándome de Tawny.
—¿Estás herida? —gritó, limpiando la sangre de mi cara—.
¿Estás lastimada?
Mis labios se separaron. Vi a la duquesa detrás de nosotros,
rodeada de guardias. Más allá de ellos, vi al duque. Las llamas se
arrastraban y le lamían sus piernas, trepando sobre su torso y
extendiéndose sobre sus brazos.
—Mis dioses —dijo Tawny. Creí que vio lo que vi, pero luego me
di cuenta de que estaba viendo el frente de la entrada. Giré.
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Se pararon en la entrada y en las ventanas rotas, docenas
vestidos con el atuendo ceremonial del Rito, sus rostros protegidos
con máscaras de plata. Lobos. Sus máscaras habían sido diseñadas
con las características del lobo: orejas, hocicos, colmillos alargados.
Los que estaban en la entrada estaban armados con dagas y hachas
de batalla. Aquellos en las ventanas habían sido los que dispararon
las flechas.
Había descendientes, posiblemente incluso Atlanticos entre los
enmascarados. Me di cuenta entonces. Habían estado entre nosotros
toda la noche. Pensé en Agnes, en lo que había dicho y lo nerviosa
que se había visto, y cómo Vikter se había sentido como si hubiera
habido más que no nos había contado. ¿Lo había sabido y tratado de
advertirme?
Los guardias y los plebeyos que yacían heridos y muertos en el
suelo. Los Ascendidos que habían caído. Loren y Dafina, que nunca
habían hecho daño a una sola persona. Mis manos se cerraron en
puños.
—De sangre y cenizas —gritó uno de ellos.
Otro gritó—: ¡Nos levantaremos!
—¡De sangre y cenizas! —gritaron varios mientras bajaban las
escaleras—. ¡Nos levantaremos!
Vikter me agarró mientras yo tomaba la mano de Tawny. —
Necesitamos movernos rápido —dijo, asintiendo con la cabeza al
Comandante, que ahora estaba al lado del lord. Los guardias reales
rodearon a la duquesa y a nosotros, empujando a través de las
masas. Cada parte de mí estaba enferma mientras nos guiaban a
través de la multitud hacia la puerta abierta, donde la gente estaba
siendo arrojada hacia atrás. Estábamos escapando, y ellos estaban
siendo retenidos.
—Esto no está bien —dije, y luego lo grité por encima de los
gritos mientras me sacaban por la puerta—. Van a ser masacrados.
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Delante de mí, la cabeza de la duquesa se giró y sus ojos negros
se encontraron con los míos. —Los Reales se encargarán de ellos.
Normalmente, me habría reído de eso. ¿Los Reales? ¿Los
Ascendidos, que nunca parecieron levantar una mano, se
encargarían de ellos? Pero había algo en sus ojos, casi donde
estarían sus pupilas si pudiera verlas. Era como carbón encendido.
Cruzamos la puerta y... y otros salieron al Gran salón. No eran
guardias. Eran Ascendidos, hombres y mujeres, sus ojos con esa
misma luz impía. Mientras avanzaba, miré por encima del hombro
cuando el último de los Ascendidos entró por la puerta, su vestido
carmesí como una capa. Un Guardia Real cerró la puerta detrás de
ella y luego se puso de pie con la espalda presionada contra ella, con
sus espadas cortas cruzadas. Los guardias pasaron junto a nosotros
mientras corríamos por el vestíbulo, alrededor de las estatuas, y miré
a cada uno de ellos, esperando y temiendo ver a Hawke.
Cada rostro que pasaba delante de mí, no me era familiar. Y
luego los gritos del Gran salón cesaron. Mis pasos vacilaron. Tawny
también miró hacia atrás. Los gritos simplemente... se detuvieron.
—Ven, Poppy —instó Vikter. Nos derramamos en el salón de
banquetes.
Un guardia vino corriendo, la cara y brazos manchados de
sangre. —Están en la entrada trasera, rodeando todo el maldito
castillo. La única salida es a través de ellos.
—No —argumentó la duquesa—. Los esperamos. Aquí. Esta
habitación servirá. —Ella acechó hacia adelante—. No llegarán a
nosotros.
—Su excelencia —comenzó Vikter.
—No. —La duquesa se volvió hacia él, ese mismo fuego extraño
que había visto antes en sus ojos—. No llegarán a nosotros. —Su
mirada se dirigió a mí—. Trae a Penellaphe.
La piel alrededor de la boca de Vikter se tensó, e
intercambiamos miradas. Sacudió la cabeza. Me aferré a la mano de
Tawny cuando cruzamos la habitación y entrábamos a una de las
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salas de reunión. En el fondo de mi mente, al menos estaba
agradecida de que no hubiera sido la habitación donde Malessa
había sido asesinada. Porque había una buena posibilidad de que
todos muriéramos aquí.
El Comandante permaneció afuera, con la espada
desenvainada, y supe que volvería a la sala. Mi daga prácticamente
ardía contra mi muslo.
Cuando la puerta se cerró detrás de nosotros, solté la mano de
Tawny y miré a mi alrededor. Solo había una ventana, pero era
demasiado pequeña para que alguien
más que un niño la
atravesara. La duquesa se dejó caer en un sofá, sus labios
presionados en una línea firme. Lord Mazeen fue hacia ella y vi que
varios guardias reales permanecían dentro.
—Querida niña, parece que estás a punto de desmayarte por el
susto —le dijo la duquesa a Tawny—. Estaremos bien aquí. Te lo
aseguro. Ven. Ella palmeó el asiento—. Siéntate conmigo.
Tawny me miró y le di un asentimiento discreto. Respiró hondo
y luego se unió a la duquesa, que se volvió hacia el lord. —Bran,
¿por qué no nos sirves un poco de whisky?
Cuando el lord se levantó para obedecer a la duquesa, miré a
Vikter y le susurré—: Esto es increíblemente estúpido. —Su
mandíbula se flexionó—. Si logran entrar aquí, somos blancos
fáciles. —Mantuve mi voz baja—. Eso si no somos quemados vivos.
Se apartó de la duquesa mientras asentía. —¿Estás armada?
—Sí.
—Bueno. —Su mirada fija en la puerta—. Si alguien llega aquí,
no dudes en usar lo que te enseñaron. —Mi mirada se alzó hacia la
de él en cuestión—. No me importa quién te vea —susurró—.
Defiéndete.
Exhalando lentamente, asentí, y luego solo se oyó el ruido del
vidrio chocando contra el vidrio y luego nada más. Los guardias
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permanecieron concentrados en la puerta, y yo me quedé cerca de
Vikter, vigilando a Tawny de vez en cuando. Estaba mirando al
frente, la bebida prácticamente olvidada en su mano. Cada vez que
miraba, el lord me miraba fijamente. Qué injusto que todavía
respirara cuando tantos otros no. No me importaba lo indigno que
fuera ese pensamiento. Lo decía en serio.
No sabía cuánto tiempo pasó, pero mis pensamientos vagaron
hacia Hawke. El miedo se filtró en mi sangre como el hielo. Tocando
ligeramente la espalda de Vikter, esperé hasta que me miró. —¿Crees
que Hawke está bien? —susurré.
—Es bueno para matar —respondió, volviendo a centrar la
atención en la puerta—. Estoy seguro de que está bien.
Muchos de los guardias que habían caído habían sido buenos
para matar. Todo el talento en el reino no significaba nada cuando
una flecha salía de la nada. Me obligué a tomar un profundo y lento
respiro.
El duque estaba muerto. Masadonia se había convertido en la
siguiente mansión de Goldcrest, pero Tawny estaba bien. Igual que
Vikter. Y Hawke tenía que estarlo. Esto... esto no iba a resultar como
la noche en que los Craven llegaron, cuando mi madre...
Algo golpeó la puerta y Tawny jadeó. Se tapó la boca con la
mano. Vikter se llevó el dedo a los labios. Contuve el aliento. Podría
haber sido cualquier cosa. No hay necesidad de entrar en pánico. Sí,
éramos peces en un barril, pero estábamos...
La puerta tembló con el siguiente impacto, sacudiendo las
bisagras. Tawny se levantó, al igual que la duquesa. Los guardias se
movieron para bloquear la entrada y sacaron sus espadas. La
madera se agrietó y se astilló cuando el filo mortal de un hacha de
guerra rompió el portal.
—¿Qué dijo, Su Excelencia? —dijo el lord, suspirando—. ¿Que
no llegarían hasta nosotros?
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—Cállate —siseó ella—. Estamos bien.
Un trozo de madera cayó. No estábamos bien. Vikter me miró
por encima del hombro. Nuestros ojos se encontraron, y solté el
aliento que había estado conteniendo. Me di la vuelta, plantando mi
pie en el asiento de una silla vacía. Me levanté mi falda…
—Ahora, esto se está poniendo interesante —comentó el Lord.
Mi mirada se encontró con la suya mientras desenvainaba la daga,
deseando poder clavársela en su corazón. Debe haberlo visto en mi
mirada porque sus fosas nasales se dilataron.
—Penellaphe —jadeó la duquesa—. ¿Qué haces con una daga?
¿Y nada menos que debajo de tu falda? ¿Todo este tiempo?
Una risita alta y llena de pánico salió de la mano de Tawny
donde cubría su boca, y sus ojos se abrieron de par en par. —Lo
siento. Lo siento.
La duquesa Teerman sacudió la cabeza. —¿Qué estás haciendo
con una daga, Penellaphe?
—Hago lo que puedo para no morir —le dije. Su boca se abrió.
Sabiendo que oiría sobre esto más tarde, si hubiera un más tarde,
volví a la puerta.
El pasillo se había calmado. Nada se movía más allá de la herida
en la madera. Uno de los guardias reales se arrastró hacia adelante y
se inclinó para mirar. Su cabeza se inclinó hacia un lado.
—Mierda —exclamó, volviéndose—. ¡Atrás!
Salté, al igual que Vikter, pero dos de los guardias no fueron lo
suficientemente rápidos. La puerta se desprendió de sus bisagras y
chocó contra ellas, derribando a uno de ellos mientras que el otro
estaba atrapado por el pecho por el ariete. Escuché un crujido
repugnante.
Vikter balanceó su espada, cortando huesos y tejidos. El ariete
golpeó el suelo, junto con un brazo. Un hombre gritó, tropezando
hacia atrás mientras la sangre bombeaba de la extremidad cortada.
Página | 413 Cayó a un lado, y luego se apiñaron, tragándose a Vikter y los
guardias.
No había tiempo para ceder al pánico o al miedo cuando uno de
los descendidos avanzó, moviendo el hacha de batalla en su mano.
No tenía idea de si estaban aquí por mí, o simplemente para
derramar sangre, pero con la máscara y cómo estaba vestida, no
tenían idea de que era la Doncella.
El hombre detrás de la máscara de lobo se rió entre dientes. —
Bonita daga.
No tenía idea de que sabía cómo usarla. Levantó el hacha de
batalla y pensé que la duquesa gritaba. Quizás fue Tawny. No estaba
segura, pero los sonidos que hicieron se desvanecieron en el fondo
cuando dejé que el instinto se hiciera cargo. Esperando a que la hoja
del hacha silbara en el aire, entonces disparé hacia adelante,
lanzándome bajo su brazo. Me di la vuelta detrás de él justo cuando
él se volvió, clavando la daga en la parte posterior de su cuello, justo
en el área que usé para terminar con el de la maldición. Estaba
muerto antes de darse cuenta de que lo había matado. Cuando cayó
hacia delante, vi a la duquesa mirándome fijamente, con la boca
abierta.
—Detrás de ti —gritó Tawny. Girándome, golpeé el suelo
mientras otra hacha se deslizaba por el aire. Le di una patada y le
arranqué la pierna al hombre de debajo de él. Cayó justo cuando
Vikter se volvió, con su espada arqueando el aire mientras la bajaba.
Me puse de pie cuando un descendido se movió para empujar una
daga en la espalda de Vikter. Grité una advertencia, y Vikter echó el
codo, atrapando al hombre debajo de la barbilla y rompiéndole el
cuello. Un Descenter se precipitó sobre mí, balanceando el hacha.
Me lancé a la izquierda justo cuando algo -un vidrio- chocó contra la
máscara de metal del Descenter. .
Miré por encima del hombro para ver a Tawny sin cristal, pero
no estuvo con las manos vacías por mucho tiempo. Agarró la jarra,
sosteniéndola como una espada. Disparé hacia adelante, clavando la
daga en el pecho del descendido. Cayó, llevándome con él. Aterricé
Página | 414 sobre él con un gruñido y comencé a levantarme. Un pie con una
bota pateó, atrapando mi mano. Un ardiente dolor estalló cuando la
daga se me escapó de las manos. Me dolió y sacó el aire de mis
pulmones. Dioses, picaba. Me levanté, cayendo sobre mi trasero.
Miré hacia arriba, luchando hacia atrás. Mi dolorida mano frotó el
mango de un hacha. Sobre mí, el Descendido levantó una espada
con las dos manos, preparada para derribarla. Mi corazón dio un
vuelco en mi pecho.
—¡Ella es la doncella! —chilló la duquesa—. ¡Ella es la Elegida!
—¿Que…? —El Descendido vaciló. Apretando la mano alrededor
del mango del hacha, disparé hacia adelante, arrastrando el arma
pesada por el aire. Intentó retroceder, pero lo atrapé por el estómago.
La sangre salpicaba mientras gritaba, dejando caer la espada para
acunar su sección media, su... La bilis golpeó la parte posterior de
mi garganta mientras bajaba el hacha sobre su cuello, terminando lo
que seguramente habría sido una muerte dolorosa por
destripamiento. Con dolor de mano, agarré el hacha mientras un
Descenter derribaba a uno de los guardias y se dirigía hacia Tawny,
con su espada chorreando sangre.
Levantando el hacha sobre mi cabeza, hice lo que Vikter me
había enseñado. Me aseguré de que la cuchilla estuviera
perfectamente recta mientras la volvía a poner sobre mi cabeza y
luego la levanté hacia adelante, soltándola. Voló por el aire,
golpeando al descenter en la espalda. Él cayó hacia delante, su
espada cayó al suelo.
—Dioses —pronunció Lord Mazeen, mirándome con los ojos
muy abiertos.
—Recuerda eso —advertí, barriendo para recoger la espada corta
caída—. Y esto —escupí. Ligero y de doble filo, abrí la garganta del
siguiente Descenter.
Respirando pesadamente, me volví hacia la puerta justo cuando
Vikter empujaba su espada a través del último Descenter. Sólo
Página | 415 quedaba un guardia más en pie.
Bajé la espada, mi pecho subiendo y bajando mientras pasaba
por encima de las partes del cuerpo... —¿Eso es todo?
Vikter echó un vistazo a la sala. —Creo que sí, pero no
deberíamos quedarnos aquí.
No había forma de que me quedara en esta habitación. La
Duquesa y el Lord podían hacer lo que quisieran. Me
volví
hacia
Tawny.
—¿Cómo? —exigió la Duquesa, sus manos y ropa libres de
sangre, mientras yo tenía que estar nadando en ella—. ¿Cómo
es
posible? —exigió ella, mirando fijamente el desorden—. ¿Cómo?
—Yo la entrené —respondió Vikter, sorprendiéndome—. Nunca
he estado tan contento de haberlo hecho como ahora.
—No creo que ella necesite ningún Guardia Real —comentó el
Lord secamente, arrugando la nariz mientras sacaba algo de su
túnica—. Pero es muy impropio de una Doncella.
Estaba a dos segundos de mostrarle lo impropia que podía ser.
Vikter me tocó el brazo, atrayendo mi atención hacia él. Más tarde,
articuló. —Ven. —Miró a Tawny—. Esto no es seguro.
—¿De Verdad? —susurró Tawny, que seguía sosteniendo la jarra
mientras se acercaba—. Nunca me habría dado cuenta de eso.
La mirada de Vikter volvió a mí y, aunque sus mejillas estaban
más rojas que doradas, sonrió. —Me enorgulleces.
Quería arrojarle algo mientras estábamos en el jardín, pero
ahora quería abrazarlo. Di un paso hacia él justo cuando Tawny
gritó. El tiempo se ralentizó y, sin embargo, no hubo tiempo
suficiente para detener nada de lo que sucedía. Vikter giró la cintura,
de cara a la puerta, mirando hacia donde un descenter herido se
había puesto de pie, con la espada en alto. Zumbaba por el aire, la
hoja brillaba con sangre.
—¡No! —grité, pero ya era demasiado tarde. La espada encontró
Página | 416 su objetivo. El cuerpo de Vikter se sacudió, su espalda se inclinó
cuando la espada atravesaba su pecho, justo por encima de su
corazón. La sorpresa se apoderó de su rostro mientras miraba hacia
abajo. Lo miré también, incapaz de procesar lo que estaba viendo. El
Descendido liberó la espada, y mi propia arma se deslizó de mi mano
mientras trataba de atrapar a Vikter. No podía caerse. No podía
bajar. Se tambaleó cuando envolví mis brazos alrededor de él,
abriendo y cerrando su boca.
Sus piernas se movieron de debajo de él y se cayó.
Se cayó.
No recordaba haberme unido a él cuando presioné ambas
manos contra la herida. Levanté la vista e intenté pedir ayuda. Sin
previo aviso, la cabeza del Descendido voló en la dirección opuesta de
su cuerpo, y vi a Hawke parado allí, con los ojos color ámbar
ardiente, las mejillas manchadas de sangre y... y hollín. Detrás de él
había más guardias. Cuando la mirada de Hawke recorrió la
habitación, cayó sobre nosotros y luego se detuvo. Vi la expresión de
su rostro, en sus ojos dorados mientras bajaba su espada
ensangrentada.
—No —le dije. Hawke cerró los ojos—. No. No. No. —Me dolía la
garganta cuando presioné mi mano contra la herida de Vikter, y la
sangre brotó de mi palma, bajando por mi brazo—. No. Dioses no.
Por favor. Tienes que estar bien. Por favor...
—Lo siento —exclamó Vikter, colocando su mano sobre la mía.
—¿Qué? —jadeé—. No puedes disculparte. Tú vas a estar bien.
Hawke. —Giré mi cabeza hacia arriba—. Tienes que ayudarlo.
Hawke se arrodilló al lado de Vikter, colocando una mano en su
hombro. —Poppy —dijo en voz baja.
—Ayúdalo —exigí. Hawke no dijo nada, no hizo nada—. ¡Por
favor! Ve a buscar a alguien. ¡Haz algo!
El agarre de Vikter se apretó en mi mano, y cuando miré hacia
Página | 417 abajo, vi el dolor asentarse en sus rasgos.
Sentí su dolor a través
del regalo. Estaba tan sorprendida, tan confundida, que ni siquiera
había pensado en usarlo. Intenté quitarle el dolor, pero no me pude
concentrar, no pude encontrar esos felices y cálidos recuerdos. No
pude hacer nada.
—No. No. —dije, cerrando los ojos. Tenía este don por una
razón. Podía ayudarlo. Podía quitarle su dolor, y eso ayudaría a
calmarlo hasta que llegara la ayuda.
—Poppy —resopló—. Mírame. —Al abrir los ojos, me estremecí
por lo que vi. La sangre oscureció las comisuras de sus labios
demasiado pálidos—. Lo siento, por... no... protegerte. —Su rostro se
desdibujó mientras lo miraba. La sangre no manaba de la herida tan
libremente ahora.
—Me has protegido. Aún lo harás.
—Yo... no lo hice. —Su mirada recorrió mi hombro hasta donde
se encontraba Lord Mazeen—. Yo... te fallé... como hombre.
Perdóname.
—No hay nada que perdonarte —lloré—. No has hecho nada
malo. —Sus ojos apagados se fijaron en mí—. Por favor. Te perdono.
—Me balanceé hacia adelante, dejando caer mí frente a la suya—. Te
perdono. Te perdono. Te perdono. —Vikter se estremeció—. Por favor
no —susurré—. Por favor no me dejes. Por favor. No puedo... no
puedo hacer esto sin ti. Por favor.
Su mano se deslizó de la mía. Tomé aire, pero no fue a ninguna
parte cuando levanté la cabeza y lo miré. Busqué frenéticamente su
rostro. Tenía los ojos abiertos, los labios entreabiertos, pero no me
miró. Ya no vio nada. —¿Vikter? —Presioné su pecho, sintiendo su
corazón, solo por un latido. Eso es todo lo que quería sentir. Solo un
latido del corazón. Por favor—. ¿Vikter? —Mi nombre fue susurrado
suavemente. Era Hawke Puso su mano sobre la mía. Lo miré y
sacudí la cabeza—. No.
—Lo siento —dijo, levantando suavemente mi mano—. Lo siento
mucho.
Página | 418
—No —repetí, mi respiración ahora viene en pantalones cortos y
rápidos—. No.
—Creo que nuestra Doncella también ha cruzado cierta línea
con sus Guardias Reales. No creo que sus lecciones hayan sido
efectivas. —Una ola de hielo barrió la parte superior de mi cráneo y
bajó por mi columna mientras Hawke miraba al lord. Su boca se
movió, y pensé que dijo algo, pero el mundo simplemente se
desvaneció. No podía escuchar a Hawke sobre el zumbido en mis
oídos, sobre la absoluta rabia ardiente que latía en mis venas.
Perdóname. Te fallé.
Perdóname. Te fallé.
Me estaba moviendo, mi mano encontró metal. Me levanté de la
sangre, me di la vuelta. Vi a Lord Mazeen parado allí, apenas una
mota de sangre sobre él, apenas un mechón de cabello fuera de
lugar. El me miró. Perdóname. Él sonrió con suficiencia. Te fallé.
—No voy a olvidar eso pronto —dijo, asintiendo con la cabeza a
Vikter. Perdóname. El sonido que se desprendió de mí fue un volcán
de furia y dolor que cortó tan profundo, que irrevocablemente agrietó
algo dentro de mí. Fui rápida, tal como Vikter me había enseñado a
ser. Balanceé la espada. Lord Mazeen no estaba preparado para el
ataque, pero se movió tan rápido como cualquier Ascendido, su
mano se soltó como si planeara atraparme el brazo, y apuesto a que
pensó que podía. La sonrisa todavía estaba allí, pero la ira era más
rápida, más fuerte, más mortal.
La furia era poder puro, y ni siquiera los dioses podían escapar
de ella, y mucho menos un Ascendido. Le corté el brazo, el tejido, los
músculos y luego los huesos. El apéndice cayó al suelo, inútil como
el resto de él.
La oleada de satisfacción fue de felicidad mientras aullaba
como un animal lastimado y herido. Mire fijamente el géiser de
sangre del muñón justo por encima del codo. Sus ojos oscuros se
Página | 419 agrandaron. Hubo gritos y chillidos, muchos gritos, pero no me
detuve allí. Bajé la espada sobre su muñeca izquierda, cortándole la
mano que había sostenido la mía sobre el escritorio del duque,
arrancando la última pizca de modestia que tuve cuando el duque
me bajaba el bastón en la espalda.
Te fallé.
El lord tropezó contra la silla, sus labios se abrieron cuando un
sonido diferente salió de ellos, uno que sonó como el viento cuando
entra la niebla. Girando la espada, la barrí en un amplio arco. Esta
espada, la espada de Vikter, encontró su objetivo.
Perdóname.
Corté la cabeza de Lord Brandole Mazeen de sus hombros. Su
cuerpo se deslizó al suelo, mientras levantaba la espada y la bajaba,
cortando su hombro y su pecho. No me detuve. No lo haría hasta que
él no fuera más que pedazos. Ni siquiera cuando los gritos y los
chillidos se convirtieron en todo lo que conocía.
Un brazo me rodeó por detrás, arrastrándome mientras la
espada era arrancada de mis manos. Capté el aroma a pino y
bosque, y supe quién me sostenía, supe quién me retiraba de lo que
quedaba del lord. Pero luché, arañando, balanceándome para ser
libre. El agarre era irrompible. —Detente —dijo Hawke, presionando
su mejilla contra la mía—. Dioses, detente. Detente. —Pateando
hacia atrás, lo atrapé en la espinilla y luego en el muslo. Me levanté,
haciendo que tropezara.
Perdóname.
Hawke cruzó sus brazos a mí alrededor, levantándome y luego
bajándome para que mis piernas quedaran atrapadas debajo de mí.
—Detente. Por favor —dijo—. Poppy.
Te fallé.
Los gritos eran tan fuertes que me dolían los oídos, la cabeza y
la piel.
Página | 420
En una parte distante y que aún funcionaba de mi cerebro,
sabía que era yo quien gritaba así, pero no podía detenerme.
Un destello de luz explotó detrás de mis ojos, y el olvido me
alcanzó.
Caí en la nada.
27
Traducido por: FerGonz
Corregido por: -Patty
Descansando en la cornisa interior, miré por la ventana a
las antorchas más allá del Rise, con los ojos doloridos y cansados
por la presión de las lágrimas que no caían.
Deseaba poder llorar, pero era como si se hubiera cortado el
Página | 421 cordón que me había conectado a mis emociones.
No era que la muerte de Vikter no doliera. Dioses, me dolía y
latía cada vez que pensaba en su nombre, pero eso era casi todo lo
que había sentido en la semana y media desde su muerte.
Un agudo dolor que me atravesó el pecho. Sin lamentos. Sin
temor. Solo dolor e ira... tanta ira.
Tal vez fue porque no había ido a su funeral.
No había asistido a ninguno de los funerales, y había tantos
muertos que se llevaron a cabo diez o más a la vez, o eso había dicho
Tawny. No había sido mi elección no asistir a los servicios. Había
estado durmiendo. Había estado durmiendo mucho esta semana.
Días enteros desaparecieron en un sueño borroso y conciencia
drogada. Ni siquiera recordaba que Tawny me ayudara a lavar la
sangre, y cómo volví a la cama.
Sabía que ella me había hablado, pero no podía recordar nada
de lo que había dicho. Tenía la extraña impresión de que no había
estado sola mientras dormía. Hubo una sensación de palmas
callosas contra mi mejilla, dedos apartándome el cabello de la cara.
Tenía el más leve recuerdo de Hawke hablándome, susurrando
cuando la habitación estaba llena de luz solar y cuando había dicho
que Tawny me ayudara a lavar la sangre tomada por la noche.
Incluso ahora, podía sentir el toque contra mi cara, mi cabello.
Había sido la única conexión a tierra que había tenido mientras
dormía.
Apreté mis párpados hasta que las sensaciones fantasmales se
desvanecieron, y luego volví a abrirlos. No fue hasta
aproximadamente cuatro días después del ataque al Rito que supe
que Hawke había usado algún tipo de punto de presión en mi cuello
para dejarme inconsciente.
Me desperté un poco más tarde en mi habitación, incapaz de
usar mi voz.
Los gritos... me habían destrozado la garganta. Hawke había
Página | 422 estado allí, así como Tawny, la duquesa y un curandero. Me
ofrecieron un somnífero para dormir, y por primera vez en mi vida lo
tomé. Podría haber seguido tomándolo si no hubiera sido porque
Hawke sacó el polvo de mi habitación hace cuatro días. Fue entonces
cuando supe que el ataque contra Rise no había sido el único esa
noche.
Los Descenters habían incendiado varias de las casas opulentas
a lo largo de Radiant Row, atrayendo a los guardias de Rise y del
castillo. Ahí fue donde Hawke había estado después de abandonar el
jardín, lo que explicaba el hollín en su rostro. Los incendios habían
sido un movimiento inteligente de los Descenters. Tenía que darles
eso. Con los guardias distraídos, los Descenters fueron capaces de
moverse durante la noche, sacando guardias estacionados alrededor
del castillo antes de que supieran que estaban allí.
Pudieron comenzar la masacre antes de que los guardias que
habían ido a Radiant Row pudieran ser convocados. Nadie podía
estar seguro de qué mensaje debía enviar el ataque contra el Rito, ni
siquiera si me hubieran estado buscando.
Ninguno de los Descenters fue capturado con vida esa noche, y
ninguno de los que habían escapado, había vuelto a las sombras. Los
Ascendidos habían hecho lo que la duquesa dijo que harían. Se
ensuciaron las manos, pero su ayuda había llegado demasiado tarde.
La mayoría de los que habían quedado en esa habitación habían
muerto. Solo unos pocos habían sobrevivido, la mayoría tan
traumatizados que ni siquiera podían recordar lo que había
sucedido. Más de cien habían muerto esa noche. Dioses, preferiría
estar dormida que despierta.
Al menos cuando dormía, no pensaba en el Duque quemándose
de donde lo habían colgado y empalado. No podía pensar en el único
ojo azul de Dafina, ni en cómo Loren había tratado de volver con su
amiga, solo para ser abatida. No recordaría cómo se sintió
arrastrarse sobre personas que estaban muertas o muriendo,
incapaz de hacer nada para ayudarlos.
Las máscaras de lobo de metal no me quitaban el sueño.
Página | 423 Tampoco esa sonrisa que Vikter me había dado, o cómo me había
dicho que estaba orgulloso. Mientras dormía, no pensé en cómo las
últimas palabras que había dicho eran una súplica de perdón por
que él no me protegió. Y no podía recordar cómo mí donde me había
fallado cuando más lo necesitaba. Deseaba no haber dicho nunca lo
que dije en ese jardín. Deseaba... deseaba no haber ido nunca al Rito
o haber salido al sauce.
Si hubiera estado en mi habitación
donde se esperaba que estuviera, no nos habríamos metido en el lío.
El ataque aún habría ocurrido, y la gente aún habría muerto, pero
tal vez Vikter aún estaría aquí. Sin embargo, una pequeña voz en el
fondo de mi mente me susurró que en el momento en que Vikter se
enterara de lo que estaba pasando, habría bajado allí de todos
modos, y yo lo habría seguido.
La muerte había venido por él, y esa voz también susurró que la
muerte habría encontrado un camino.
En los días que pasé perdida en la nada profunda, no podía
reconocer lo que le había hecho a Lord Mazeen y cómo me sentía
ahora. O cómo
arrepentimiento.
no me
sentía. No había
ni
una
pizca
de
Mis uñas se clavaron en las palmas de mis manos.
Lo haría de nuevo.
Dioses, deseaba poder hacerlo, y eso me perturbaba. Cuando
estaba fuera de sí, no pensaba, y no me importaba nada. Pero ahora
estaba despierta, y todo lo que tenía eran mis pensamientos, el dolor
y la ira. Quería encontrar a todos los Descenters y hacerles lo que le
había hecho al lord. Lo intenté la segunda noche que estuve
despierta.
Me puse mi capa y mi máscara y agarré la espada corta que
Vikter me había dado años atrás desde que mi daga se perdió en el
caos de esa habitación la noche del Rito. Había planeado hacerle una
visita a Agnes. Ella lo sabía.
Nada podía convencerme de lo
contrario. Lo sabía, y sus intentos de advertirme no habían sido
Página | 424 suficientes.
La sangre que se había derramado esa noche estaba en sus
manos. La sangre de Vikter manchó su piel. Mi mentor y amigo, que
había bebido su chocolate caliente y la consoló. Ella podría haber
detenido todo esto. Hawke me había alcanzado a mitad de camino a
través de Wisher's Grove y casi me arrastró de vuelta al castillo. El
cofre de armas había sido retirado de mi habitación en ese momento,
y el acceso de los sirvientes estaba prohibido en las escaleras. Y así,
me senté.
Esperé.
Cada noche que estuve despierta, esperé a que la Duquesa me
llamara. Para que me diera un castigo. Porque había hecho algo tan
expresamente prohibido que hacía que todo lo que había hecho antes
fuera un pensamiento tardío.
Había matado a un ascendido.
Doncella o no, tenía que haber algún tipo de castigo por eso.
Tenía que ser considerada indigna. Un golpe atrajo mi mirada
desde la ventana.
La puerta se abrió, y Hawke entró, cerrando la
puerta detrás de él. Estaba vestido con el uniforme de los guardias,
todo negro excepto por el blanco manto de la Guardia Real. Nadie
había reemplazado la posición de Vikter todavía. No sabía por qué.
Tal vez después de ver de lo que era capaz, la Duquesa se dio cuenta
de que ya no necesitaba tanta protección. Pero protegerme a mí
misma sería algo difícil de hacer sin acceso a ninguna arma. O
tal
vez fue el hecho de que ya había pasado por tres guardias en un año.
O podría ser porque muchos habían muerto durante el ataque,
y estaban escasos de personal. Mi espalda se tensó mientras Hawke
y yo nos mirábamos desde el otro lado de la habitación. Las cosas
habían sido raras entre nosotros. No estaba segura de sí era por lo
que había pasado en el jardín y luego con Vikter, o si había sido por
lo que había hecho en esa habitación después de la muerte de
Vikter. Podría haber sido todo eso. Pero él estaba tranquilo cuando
estaba cerca de mí, y no tenía ni idea de lo que sentía o pensaba. Mi
don estaba escondido detrás de una pared tan gruesa que ni siquiera
Página | 425 se podía romper.
No dijo nada mientras estaba allí. Sólo cruzó sus brazos sobre
su pecho y me miró fijamente. Había hecho eso una vez o quinientos
desde que me desperté.
Probablemente porque cuando intentó
hablarme, todo lo que hice fue mirarlo fijamente.
Lo que también fue probablemente el motivo por el que las cosas
eran raras. Mis ojos se entrecerraron mientras el silencio se extendía
entre nosotros. —¿Qué?
—Nada.
—¿Entonces por qué estás aquí? —exigí.
—¿Necesito una razón?
—Sí.
—No lo creo.
—¿Estás comprobando que no he encontrado una forma de
salir de la habitación? —Lo desafié.
—Sé que no puedes salir de esta habitación, princesa.
—No me llames así —espeté.
—Voy a tomarme un segundo para recordarme que esto es un
progreso.
Fruncí las cejas. —¿Progresar con qué?
—Contigo —respondió—.
No estás siendo muy amable, pero
al menos estás hablando. Eso es progreso.
—No estoy siendo mala —respondí—. Simplemente no me gusta
que me llames así.
—Uh-Huh —murmuró.
—Lo que sea.
Aparté mi mirada de la suya, sintiendo... no sabía lo que estaba
sintiendo. Me retorcí, incómoda, y no tenía nada que ver con lo duro
Página | 426 que era la piedra debajo de mí. No estaba enfadada con Hawke. Sólo
estaba enfadada con... todo.
—Lo entiendo —dijo en voz baja. Cuando lo miré, vi que se
había acercado, y no lo había escuchado.
Ahora estaba sólo a
unos metros de mí.
—¿Lo entiendes? —Levanté las cejas—. ¿Lo haces?
Hawke me miró fijamente, y en ese momento, sentí algo más que
ira y dolor. La vergüenza me quemó como un ácido. Por supuesto,
Hawke lo sabía, al menos hasta cierto punto.
Pero
aún
así,
probablemente sabía mejor que mucha otra gente. —Lo siento.
—¿Por qué? —La dureza se había atenuado de mi tono.
—Te dije esto antes, poco después de todo, pero creo que no me
escuchaste —dijo.
Pensé en esas vagas sensaciones de él estando
a mi lado—.
Debí haberlo dicho antes. Siento todo lo que ha
pasado.
Vikter era un buen hombre. A pesar de las últimas
palabras que intercambiamos, lo respeté, y lamento no haber podido
hacer nada.
Cada músculo de mi cuerpo se bloqueó. —Hawke...
—No sé si el hecho de estar ahí, como debería haber estado,
habría cambiado el resultado —continuó—, pero lamento no haber
estado. Que no había nada que pudiera hacer cuando llegué allí. Lo
siento...
—No tienes nada de qué disculparte.
—Me levanté de la
cornisa, con las articulaciones rígidas por estar sentada tanto
tiempo—. No te culpo por lo que pasó. No estoy enfadada contigo.
—Lo sé.
—Miró por encima de mí y por la ventana al Rise—.
Pero eso no cambia el hecho de que desearía haber hecho algo
que pudiera haber evitado esto.
—Hay muchas cosas que desearía haber hecho de otra manera
—admití, mirándome las manos—.
Si
hubiera
ido
a
mi
Página | 427
habitación...
—Si hubieras ido a tu habitación, esto todavía habría pasado.
No te pongas esto encima. —Un latido más tarde, sentí sus dedos
bajo mi barbilla. Levantó mi mirada hacia la suya.
—No tienes la
culpa de esto, Poppy. En absoluto.
En todo caso, yo...
—Se
cortó con una baja maldición—. No asumas la culpa que pertenece
a otros.
¿Entiendes?
Lo hacía, pero eso no cambiaba nada, así que dije—: Diez.
Sus cejas se fruncieron. —¿Qué?
—Diez veces me has llamado Poppy.
Un lado de sus labios se inclinó hacia arriba. Apareció el más
leve rastro del hoyuelo.
—Me gusta llamarte así, pero me gusta
más llamarte princesa.
—Impresionante —respondí.
Bajó la barbilla.
—Está bien, ¿sabes?
—¿Qué?
—Todo lo que estás sintiendo —dijo—. Y todo lo que no.
Mi aliento se atrapó mientras mi pecho se apretaba, y no fue
sólo el dolor lo que hizo eso. Era algo más ligero, algo más cálido. El
cómo lo supo fue una prueba de que, de alguna manera, había
estado donde yo estaba ahora.
No sabía si yo me movía o si él lo hacía, pero de repente mis
brazos estaban alrededor de él, y me abrazaba tan fuerte como yo. Mi
mejilla estaba pegada a su pecho, debajo de su corazón, y cuando su
barbilla cayó sobre mi cabeza, me estremecí de alivio.
El tierno abrazo no arregló el mundo.
El dolor y la ira seguían ahí.
Pero Hawke era tan cálido, y su abrazo era... dioses, se sentía
como una esperanza, como una promesa de que no siempre me
Página | 428 sentiría así. Nos quedamos allí durante algún tiempo antes de que
Hawke se retirara, y mientras lo hacía, me alisó los rebeldes
mechones de pelo de mi cara, enviando un escalofrío de
reconocimiento a través de mí.
—Vine aquí con un propósito —dijo—. La
hablar contigo.
Duquesa
necesita
Parpadeé.
Entonces, era el momento.
—¿Y me lo dices ahora?
—Pensé que lo que teníamos que decirnos era mucho más
importante.
—No creo que la Duquesa esté de acuerdo —le dije, y la
expresión de su cara decía que no le importaba—. Es hora de que
averigüe cómo seré castigada por lo que... por lo que le hice al lord,
¿no es así?
Hawke me frunció el ceño. —Si pensara que te estoy entregando
como castigo, no te llevaría allí.
La sorpresa me atravesó, demostrando que era otra emoción
más que podía sentir. —¿A dónde me llevarías?
—A algún lugar lejos de aquí —dijo, y yo le creí. Él haría lo que
nadie más haría, ni siquiera... ni siquiera Vikter—.
Están siendo
convocados porque ha llegado la noticia de la capital.
Se sintió extraño cuando Tawny llegó para ayudarme con el
velo, para llevarlo puesto después de todo, y darse cuenta de que el
castillo se veía igual que antes del ataque.
Página | 429
Todo excepto el Gran Salón.
Había sido atrincherado por lo que pude reunir.
Una breve mirada a la habitación en la que Vikter había
muerto me dijo que la puerta había sido reemplazada. Eso era todo
lo que necesitaba saber.
La Duquesa vestía de blanco, como yo, pero mientras yo vestía
la ropa de la Doncella, ella llevaba el color del luto.
Se sentó detrás de lo que había sido el escritorio del Duque,
mirando un papel. No el escritorio que había estado en la oficina más
privada del Duque. Si nos hubiéramos reunido allí, no tenía ni idea
de lo que habría hecho. Todavía no podía creer cómo habían matado
al Duque. Seguramente, el arma fue una coincidencia, pero aún así
picoteaba algo en el fondo de mi mente.
La Duquesa levantó la vista cuando la puerta se cerró detrás de
nosotros. Se veía... diferente.
No era el color, o que su pelo fuera
recogido bruscamente de su cara en un simple giro.
Era
otra
cosa, pero no pude ubicarla mientras pasaba junto a los bancos.
Había otras dos personas en la sala, el comandante y un
guardia real.
Su mirada parpadeó sobre mí, y me pregunté si podía decir que
había dejado mi pelo suelto bajo el velo.
—Espero que lo estés
llevando bien. —Ella hizo una pausa—.
O al menos mejor que la
última vez que te vi.
—Estoy bien —dije, y eso no parecía ni una mentira ni la
verdad.
—Bien. Por favor. Toma asiento.
Hizo un gesto hacia el banco, y yo hice lo que me pidió. Tawny
se sentó a mi lado, pero Hawke permaneció de pie a mi izquierda.
Hice todo lo que estaba a mi alcance para no pensar en cómo
Vikter pertenecía aquí.
—Han pasado muchas cosas mientras has estado...
descansando —comenzó la Duquesa—.
La Reina y el Rey han
Página | 430
sido notificados de los recientes acontecimientos. —Golpeó con un
dedo largo en el pergamino. El mensaje debe haber sido enviado a
través de una paloma mensajera a la capital, pero sólo un Cazador
entregaría un mensaje Real aquí. Tuvo que haber cabalgado día y
noche, cambiando de caballo en el camino para volver.
Generalmente tomaba varias semanas para viajar esa
distancia—. Después del intento de secuestro y el ataque al Rito, ya
no creen que sea seguro para ti aquí —anunció la Duquesa—.
Te
han convocado de nuevo a Carsodonia.
Sabía que esto iba a pasar. Desde el intento de secuestro,
acepté que había una gran posibilidad de que la Reina me convocara
a la capital, y sabía que eso podía significar una ascensión antes de
lo esperado.
Probablemente por eso no me sorprendió, pero eso no explicaba
la falta de temor y miedo. Todo lo que sentí fue... aceptación. Tal vez
incluso un poco de alivio porque este castillo era ahora el último
lugar en el que quería estar, y no pensaba en lo que podría pasar
cuando llegara a la capital. Ni siquiera pensaba en volver a ver a Ian.
Sin embargo, sabía qué más sentía. Y eso era confusión.
—Lo siento —dije en voz alta—.
castigada?
¿Cómo
es
que
no
estoy
Hawke se volvió hacia mí, y sin mirar, supe que probablemente
tenía la misma expresión en su cara que Vikter habría tenido. La
Duquesa no respondió por un largo momento hasta que dijo—:
Asumo que estás hablando de Lord Mazeen. —Mi estómago se apretó
mientras asentía. Su cabeza se inclinó—. ¿Crees que deberías ser
castigada? —Empecé a responder como lo habría hecho hace dos
semanas antes del ataque, cuando todavía intentaba con tanta
fuerza ser lo que empezaba a creer que no estaba destinada a ser.
—No creo que pueda responder a esa pregunta.
—¿Por qué no? —La curiosidad marcó sus rasgos.
Página | 431
—Porque... había una historia allí. —Me decidí por eso,
consciente de cómo Tawny se movió para que su pierna se apoyara
en la mía. Respiré profundamente—. Sé que debo ser castigada.
—Deberías —estuvo de acuerdo—.Era un ascendido, uno de los
más antiguos. —La tensión irradiaba de Hawke cuando sentí que se
movía un poco hacia mí—. Lo cortaste como lo haría un carnicero
con un trozo de carne —continuó. Debería haber sentido horror o
asco, cualquier cosa que no fuera la oleada de gratificación que me
inundó—. Pero estoy segura de que tenías tus razones. —Mi boca se
abrió. La duquesa se inclinó hacia atrás mientras cogía una pluma—
.
Conozco a Bran desde hace muchos, muchos años, y hay muy
poco sobre su... personalidad que yo no sepa.
Esperaba que él lo
supiera mejor dado lo que eres. Aparentemente, me equivoqué.
Me incliné hacia adelante.
—¿Usted...?
—Yo no haría esa pregunta —interrumpió, su mirada
inquebrantable fijándose en la mía—. No te gustaría mi respuesta, ni
tampoco lo entenderías.
Tampoco esperaría que lo hicieras.
Tómate esto como una lección muy necesaria, Penellaphe. Algunas
verdades no hacen más que destruir y descomponer lo que no
destruyen. Las verdades no siempre lo liberan a uno. Sólo un tonto
que ha pasado toda su vida alimentándose de mentiras cree eso.
Con el pecho subiendo y bajando, cerré la boca y me recosté.
Ella lo sabía.
Siempre supo lo del lord y el Duque.
Tal vez no lo que habían hecho exactamente, pero ella lo sabía.
Mis dedos se clavaron en la falda de mi vestido. —Eres la
Doncella —continuó—.
Por eso no serás castigada. Cuenta tus
bendiciones, y no vuelvas a hablar de ellas nunca más —Un músculo
se movió bajo su ojo—.
Y hazte un favor. No pierdas otro
momento pensando en ninguno de los dos. Sé que no lo haré.
La miré fijamente mientras su agarre de nudillos blancos en la
pluma se suavizaba. Entonces me di cuenta.
Si el Duque me
Página | 432 había tratado como lo hizo, ¿por qué asumí que trataría a su esposa
de manera diferente? Después de todo, nunca había visto que
fueran cariñosos el uno con el otro, y eso iba más allá de la
naturaleza casi fría de los ascendidos. Nunca los había visto tocarse.
Ser un ascendido no significaba que ya no estuvieras en
posición de ser abusado. Bajando mi mirada, asentí con la cabeza.
—¿Cuándo... cuándo me voy a la capital?
—Mañana por la mañana —respondió—.
salida del sol.
Te
irás
con
la
28
Traducido por: FerGonz
Corregido por: -Patty
—No voy a dejar a Tawny aquí —dije, enfrentándome a
Hawke—. No hay manera.
—Ella no viene con nosotros.
—Sus ojos brillaban con un
ámbar ardiente—.
Lo siento, pero no.
Página | 433
Estuvimos en mi despacho no más de treinta minutos después
de salir de la oficina de la Duquesa. También tuvimos una audiencia.
Tawny estaba allí.
También el Comandante, pero era como
si no estuvieran en el mismo edificio. Hawke y yo habíamos estado
discutiendo durante los últimos diez minutos.
—Es bueno que no seas tú el que está a cargo —señalé,
dirigiéndome al Comandante—. Necesito...
—Lo siento, Doncella, pero no voy a viajar contigo. —El
comandante Jansen entró en la habitación desde la puerta—. Sólo
un pequeño grupo va a ir, pero Hawke es su Guardia Real personal.
Él toma la delantera.
—¿Cómo puede tomar el liderazgo? —Casi grité—. Ni
ha sido mi Guardia Real durante tanto tiempo.
siquiera
—Pero él es su única Guardia Real. —Esa declaración amenazó
con picar, así que me di la vuelta con Hawke e hice lo único
completamente inmaduro que pude. Me desquité con él.
—¿En
serio esperas que la deje aquí? ¿Dónde los Descenters están
asesinando gente a diestra y siniestra?
—¿En serio esperas que la lleve más allá del Amanecer?
Tawny dio un paso adelante. —Si me permite...
—¡Sí! —exclamé—. Me estás llevando más allá del Rise.
—Exactamente. Sólo un puñado de guardias puede ahorrarse
el escoltarte.
Todos ellos se centrarán en mantenerte a salvo.
Ella no.
—Puedo...
—Sé que puedes protegerte. Todos en esta sala lo saben,
créeme, pero vamos a salir, princesa. Afuera, más allá del Rise.
¿Sabes el camino que tendremos que tomar? —exigió—. Tendremos
que viajar a través de las Llanuras Estériles y el Bosque de Sangre.
—La trepidación hizo que mi estómago se hundiera.
Página | 434
—Lo sé.
—Y también viajaremos a través de áreas muy pobladas por
Descenters. Este no será un viaje tranquilo, y no arriesgaré tu
seguridad —dijo mientras me miraba con desprecio. Se había ido el
Hawke que me había abrazado tan fuerte y tan tiernamente sólo
unas horas antes.
En su lugar estaba... En su lugar estaba un
Guardia Real del que Vikter habría estado orgulloso.
No
había
forma de detener ese aguijón.
Hawke no era mi amigo o... o lo que
fuera para mí en este momento. Era su deber de la Guardia Real de
mantenerme viva y entregarme a salvo a la Reina y al Rey. Bajó su
barbilla, los ojos clavados en los míos. —Si llevamos a Tawny con
nosotros, podemos enviarla por delante y usarla como cebo para los
Craven.
Lo miré boquiabierta. —Esa fue posiblemente la declaración más
absurda de la historia.
—No es más absurdo que estar aquí discutiendo con la mitad
de tu cara —replicó.
Alcé mis manos. —Eso suena como tu problema, no el mío.
La mandíbula trabajando mientras me miraba fijamente, soltó
una breve carcajada y luego se volvió hacia donde estaba Tawny. —
Sé que quieres acompañarla.
Lo entiendo, pero esto no va a ser
como una caravana normal.
No habrá docenas de guardias y no
nos quedaremos en las mejores posadas. Nuestro paso será rápido y
duro, y hay una probabilidad muy alta de que el Rito no sea la
última vez que veas un derramamiento de sangre.
Me volví hacia Tawny, pero antes de que pudiera hablar, me
dijo—: Lo sé.
Lo entiendo. —Ella se adelantó—.
Aprecio que
quieras que vaya contigo, Poppy, pero no puedo.
Una pluma podría haberme derribado. —¿Tú... no quieres?
Había estado tan emocionada de ver la capital. Pero si yo no
estuviera aquí, su tiempo se convertiría en el suyo, al menos la
mayor parte.
Presioné mis labios juntos. —Quiero hacerlo.
Página | 435 Mucho.
—Se detuvo delante de mí, agarrándome las manos—. Y
espero que lo creas, pero la idea de salir así me aterroriza. —Yo...
quería creerle. Ella llevó nuestras manos unidas hasta su pecho—.
No sólo eso, sino que lo que Hawke dijo es verdad. Muchos
guardias se... se han ido. Y los que van contigo no pueden estar
concentrados en mí. No puedo luchar. No como tú puedes. No
puedo hacer lo que tú hiciste.
¿Lo que hice?
le hice al Lord?
¿Se refería a cuando me defendí o... o a lo que
—No puedo ir —susurró. Cerrando los ojos, exhalé
irregularmente. Ella tenía razón.
También lo tenía Hawke.
Sería irresponsable e ilógico que Tawny viajara con nosotros. Y
mientras me preocupaba por dejarla atrás en una ciudad en tan mal
estado, discutía porque... porque... dejaba atrás todo lo que me era
familiar. Habían pasado tantas cosas.
Tantas pérdidas.
Y mientras no tenía el espacio cerebral o la capacidad
emocional para preocuparme por la posibilidad de que la Ascensión
ascendiera o incluso de que los dioses me consideraran indigna, no
tomaba prestados los problemas del mañana.
Pero todo seguía
cambiando y cambiando, y Tawny era... era lo último de lo que solía
ser. ¿Y si no la volvía a ver? Respirando con dificultad, no podía
permitirme pensar así. No podía dejar que Tawny pensara eso.
Abrí los ojos.
—Tienes razón.
Las lágrimas se acumularon en sus ojos —Odio tener razón.
—Gracias a los dioses, hay alguien racional en esta habitación
—murmuró Hawke.
Mi cabeza se disparó en su dirección. —Nadie te pidió tu opinión.
El comandante Jansen silbó por lo bajo.
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—Bueno, lo tienes, princesa. —Él sonrió cuando solté las manos
de Tawny y me volví hacia él. Se dirigió hacia la puerta y luego se
detuvo—. Y tengo más información para ti. Empaca con cuidado. Y
no te molestes en llevar ese maldito velo. No lo llevarás puesto.
Con los ojos cerrados y la barbilla levantada hacia el sol
naciente, me deleité con la sensación del aire fresco de la mañana
besando mis mejillas desnudas y mi frente mientras estaba de pie
junto a los negros muros del Rise.
Era algo tan pequeño, pero habían pasado años desde que el
sol y el viento habían tocado cada parte de mi cara. Mi piel se erizó
agradablemente, e incluso la razón por la que pude hacerlo no
empañó el momento. El velo me convertía en un blanco móvil muy
obvio mientras viajábamos a Carsodonia.
La mejor manera de
evitar a los Descenters y al Oscuro era asegurarnos de que nadie con
quien entráramos en contacto se diera cuenta de quién era yo, por lo
que nuestro grupo se reunía cerca del Rise, y yo llevaba una simple
capa marrón oscura con un pesado jersey debajo, y mi único par de
pantalones y botas. No tenía ni idea de lo que la gente pensaría
cuando me vieran, pero definitivamente no pensarían en la Doncella.
También fue la razón por la que me despedí de Tawny en mi
habitación.
El poco personal del castillo que se movería podría reconocer a
Tawny como mi compañera, y Hawke no se arriesgaría al ignorar la
posibilidad de que los Descenters pudieran estar aún entre los que
trabajaban en el castillo. Y eso hacía aún más difícil despedirse de
Tawny.
Cualquier cosa podría pasar desde ahora hasta que se uniera a
mí en la capital, y no tendría ni idea hasta que alguien decidiera
decírmelo.
Página | 437
Eso causó que mi estómago se retorciera de impotencia porque
no había nada que pudiera hacer al respecto. Sólo podía esperar
volverla a ver. Podía creer que lo haría. Pero no rezaría. Los dioses
nunca antes habían respondido a mis plegarias. Y ya no me parecía
correcto pedirles nada cuando... ya no podía negar lo que Vikter
había afirmado. Que yo quería ser encontrada indigna. Suspiré,
concentrándome en la sensación del viento levantando los mechones
de pelo de mi frente y mi sien. La Duquesa no había venido a
despedirse. No me sorprendió. Y no dolió como antes. Ni
siquiera
hubo decepción, y no estaba segura de si eso era algo bueno o malo.
—Parece que te estás divirtiendo. —Abriendo los ojos al sonido
de la voz de Hawke, me di la vuelta y casi deseé haber mantenido los
ojos cerrados. Hawke no estaba vestido como un guardia mientras
estaba de pie junto a un enorme caballo negro.
Sus pantalones marrón oscuro abrazaban sus largas piernas,
mostrando la fuerza de su cuerpo. Su túnica era pesada y de manga
larga, adecuada para el frío, al igual que la capa forrada de piel.
A la luz del sol, su pelo era del color de las alas de un cuervo.
De alguna manera, se veía aún más llamativo vestido como un
plebeyo. Y me miraba fijamente, una ceja levantada mientras yo
estaba... bueno, sólo lo miraba embobada. Mis
mejillas
se
calentaron. —Se siente bien.
—¿Que el aire te toque la cara? —preguntó, averiguando de qué
estaba hablando. Asentí con la cabeza—. Sólo puedo imaginar que lo
hace. Su mirada parpadeó hacia mí—. Prefiero esta versión.
Mordiéndome el labio, me estiré y froté ligeramente el lado del
hocico del caballo. —Es hermoso. ¿Tiene nombre?
—Me han dicho que es Setti.
Sonreí. —¿Nombrado por el caballo de guerra de Theon? —Setti
me dio un empujón—. Tiene grandes pezuñas que llenar.
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—Sí —respondió Hawke—.
caballo.
Asumo que no puedes montar a
Sacudí mi cabeza. No. —No he estado en uno desde... —Mi
sonrisa se amplió—. Dioses, fue hace tres años. Tawny y yo nos
escabullimos a los establos y nos las arreglamos para subir a uno
antes de que llegara Vikter. —Mi sonrisa se desvaneció cuando dejé
caer mi mano y di un paso atrás—.
Así que, no, no puedo montar.
—Eso será intrigante. —Hizo una pausa—.
vas a cabalgar conmigo.
Y tortuoso, ya que
Mi corazón saltó sobre sí mismo mientras lo miraba.
por qué es eso intrigante? ¿Y tortuoso?
—¿Y
Un lado de sus labios se curvó hacia arriba. Apareció
el
hoyuelo. —Además del hecho de que me permitirá vigilarte muy de
cerca...
Usa tu imaginación, Princesa.
Mi imaginación no me falló entonces.
le dije.
—Eso es inapropiado —
—¿Lo es? —Bajó la barbilla—.
Poppy, desvelada y sin carga.
No eres la Doncella aquí. Eres
Mi mirada se encontró con la suya, y la oleada de anticipación y
alivio demostró que bajo el dolor y la ira, otras emociones se
cocinaron a fuego lento.
—¿Y qué pasará cuando llegue a la
capital? Me convertiré en la Doncella una vez más.
—Pero eso no es ni hoy ni mañana —dijo, volviendo a una de las
alforjas de su caballo—.
He traído algo para ti.
Esperé, preguntándome qué podía ser, ya que lo único que
había podido empacar era ropa interior y dos suéteres, túnicas
adicionales. Abriendo una de las bolsas de cuero, metió la mano
dentro y sacó algo doblado en una tela.
Lo desenvolvió cuando se volvió hacia mí. Mi corazón se detuvo
y se aceleró cuando vi lo que tenía en la mano, reconociendo el
mango de color marfil y la hoja de color rojo-oscuro. —Mi daga.
—
Página | 439 Mi garganta se obstruyó—. Creí... creí que se había perdido.
—Lo encontré más tarde esa noche. —Una funda yacía bajo
ella—.
No quise dártela cuando tenía que preocuparme de que te
escaparas y la usaras, pero la necesitarás para este viaje.
El hecho de que se asegurara de que yo estuviera equipada
para defenderme en caso de que fuera necesario significaba el
mundo para mí. Pero el hecho de que encontrara la daga y la
mantuviera a salvo para mí... —No sé qué decir. —Me limpié la
ronquera de mi garganta cuando me la entregó. En el momento en
que mis dedos se enroscaron alrededor del mango, dejé salir un
aliento tembloroso—. Vikter me dio esto en mi decimosexto
cumpleaños.
Ha sido mi favorita.
—Es un arma hermosa.
La obstrucción se disipó, y todo lo que pude hacer fue asentir
con la cabeza mientras envainaba cuidadosamente la daga y luego la
aseguraba a mi muslo derecho. Me tomó un momento para hablar.
—Gracias.
Hawke no respondió. Cuando levanté la vista, vi que se
acercaba un pequeño grupo.
Dos hombres desconocidos a
caballo y otros seis hombres, dirigiendo sus monturas hacia
nosotros. Reconocí a dos de los guardias inmediatamente.
Había
jugado a las cartas con ellos en el Red Pearl. Phillips, y creí que el
otro se llamaba Airrick.
Si me reconocieron, no lo mostraron cuando me saludaron con
bruscos asentimientos, sin mirarme. Mis cicatrices hormigueaban,
pero resistí el impulso de tocarlas o de girar para que no fueran
visibles. Me sorprendió verlos, sabiendo que no eran Cazadores, pero
supuse que no había habido suficientes disponibles para unirse a
nosotros, y me alegró ver a Phillips.
Era alguien que se había
enfrentado a los Craven una y otra vez y todavía estaba en pie.
—La fiesta ha llegado —murmuró Hawke, y luego más fuerte,
comenzó a hacer presentaciones. Dijo nombres, la mayoría borrosos
más allá de los dos que yo conocía, pero luego dijo otro nombre que
Este es Kieran. Vino de la capital conmigo y
Página | 440 me hizo recordar—.
está familiarizado con el camino que debemos recorrer.
Era el guardia que había llamado a la puerta la noche en el
Red Pearl. Fue como una reunión, pensé cuando finalmente pude
verlo. Parecía tener la misma edad que Hawke, su pelo oscuro
recortado cerca del cráneo. Sus ojos eran de un llamativo tono azul
pálido, que me recordaban el cielo en invierno, un contraste
sorprendente con su cálida piel beige, que me recordaba a Tawny. —
Un placer conocerte —dijo Kieran mientras montaba su caballo.
—Lo mismo —murmuré, señalando que tenía el mismo acento
ligero que Hawke, una inclinación que todavía no podía colocar.
Miró hacia Hawke, los ángulos de su cara afilados y más que
agradables a la vista. —Tenemos que seguir nuestro camino si
tenemos alguna esperanza de cruzar las llanuras al anochecer.
Hawke se volvió hacia mí.
—¿Lista?
Miré hacia el oeste, hacia el centro de Masadonia.
El Castillo Teerman llegaba a lo alto del Lower Ward y la
Ciudadela, una extensa estructura de piedra y cristal, de bellos
recuerdos y pesadillas inquietantes.
En algún lugar de allí, Tawny
vagaba, y la Duquesa asumía el control de la ciudad.
En algún lugar de allí, mi presente se había convertido en el
pasado. Me volví hacia el Rise. En algún lugar ahí fuera, mi futuro
me esperaba.
Página | 441
29
Traducido por: FerGonz
Corregido por: -Patty
A las pocas horas de nuestro viaje a través de las Llanuras
Estériles, ya no tuve que confiar en mi imaginación para saber lo que
Hawke quiso decir cuando dijo que iría con él. Había poco espacio
entre nuestros cuerpos. No había empezado de esa manera cuando
las pesadas puertas del Rise se abrieron y pasamos las antorchas.
Página | 442
Consciente de que los hombres que viajaban con nosotros
sabían quién era yo, me senté derecha e ignoré desesperadamente la
sensación del brazo de Hawke alrededor de mi cintura, pero el ritmo
era duro. No era una carrera sin salida, pero sin estar
acostumbrada a cómo se mueve un caballo, la posición rígida se
volvió rápidamente incómoda y dolorosa.
Con cada hora que pasaba, terminaba más cerca de Hawke
hasta que mi espalda estaba presionada contra su pecho, y mis
caderas estaban acunadas por sus muslos.
La capucha de mi capa se había deslizado en algún momento, y
la dejé abajo, en parte porque quería sentir el viento en mi cara. Y en
parte porque podía sentir el cálido aliento de Hawke contra mi
mejilla cada vez que se inclinaba para hablarme.
Había estado en lo cierto.
Para una doncella, esto era totalmente inapropiado.
O,
al
menos, la forma en que se sentía ser sostenida por él era
inapropiada para una Doncella. Pero después de un tiempo, me
relajé y aprecié la sensación de estar en sus brazos, sabiendo que
cuando llegáramos a nuestro destino, esto terminaría, no importa lo
buenas que Hawke creyera que sus habilidades fueran. Las cosas
serían diferentes en la capital. Me quedé mirando la tierra vacía. En
un tiempo, había habido granjas aquí, y posadas donde la gente
podía parar y descansar.
Pero ahora, no había nada más que
hierba sin fin, árboles doblados y retorcidos, y altos juncos trepando
sobre las ruinas rotas de granjas y tabernas. Estaba convencida de
que todos los que pasábamos estaban embrujados.
Página | 443
Los Craven habían destruido las llanuras, contaminando el
suelo fértil con sangre, y matando a cualquiera que se atreviera a
echar raíces fuera del Rise. Y tan cerca del Bosque de Sangre.
Mantuve los ojos abiertos para ver el bosque por primera vez e hice
todo lo posible para no pensar en dónde estaba el sol y dónde
terminaríamos cuando cayera la noche. Hawke se movió, y de alguna
manera, la mitad de su brazo terminó deslizándose entre los pliegues
de mi capa.
Mi boca se secó mientras el caballo disminuía la velocidad. La
palma de Hawke estaba contra mi cadera, y aunque el suéter de lana
y mis pantalones separaban nuestra piel, el peso de su mano era
como una marca.
—¿Estás bien? —preguntó, su aliento bailando sobre mi mejilla.
—Realmente no puedo sentir mis piernas —admití.
Se rió entre dientes.
—Te acostumbrarás en un par de días.
—Genial —dije, respirando profundamente mientras sentía su
pulgar moverse sobre mi cadera. Mi agarre en el cuerno de la silla
de montar se apretó—. ¿Segura que has comido suficiente?
Habíamos comido queso y nueces mientras cabalgábamos, y
aunque ya había almorzado mucho más, no estaba segura de poder
aprender a comer mientras me empujaba el caballo.
Asentí,
notando que Kieran y Phillips, que estaban al frente, también habían
disminuido la velocidad.
Habían estado hablando entre ellos de
vez en cuando, pero habían estado demasiado lejos de mí para
escuchar lo que decían. —¿Nos estamos deteniendo? —pregunté.
—No.
Fruncí las cejas. —Entonces, ¿por qué vamos más despacio?
—Es el camino... —Airrick, que cabalgaba a nuestra izquierda, se
interrumpió, y yo sonreí. Sabía que estaba a punto de llamarme
Doncella. Algo que había hecho tantas veces en las últimas horas
que Hawke amenazó con tirarlo del caballo si lo hacía una vez más.
Afortunadamente, esta vez se había atrapado a sí mismo—. El
camino se hace irregular aquí, y hay un arroyo, pero es difícil ver a
través del crecimiento.
—Eso no es todo —añadió Hawke, con el pulgar aún en
movimiento, cogiendo la lana y arrastrándola en un círculo lento y
constante.
Página | 444
—¿No lo es?
—¿Ves a Luddie? —Hawke hablaba de uno de los Cazadores que
cabalgaba a nuestra derecha. El hombre no había dicho mucho
desde que nos fuimos—.
Está pendiente de los barrats.
Mi labio se rizó.
Los Barrats no eran roedores comunes y corrientes. Se
rumoreaba que eran del tamaño de un jabalí, eran las cosas de las
pesadillas. —Pensé que se habían ido todos.
—Son la única cosa que los Craven no comerán. ¿No te dice eso
algo?
Me estremecí.
—¿Cuántos crees que hay aquí?
—No lo sé. —El brazo de Hawke se apretó alrededor de mi
cintura, y tuve la sensación de que sabía exactamente cuántos.
Miré a Airrick. Él desvió su mirada. —¿Sabes cuántos, Airrick?
—Eh, bueno, sé que solía haber más —dijo, enviando una
mirada nerviosa a Hawke. Inmediatamente miró hacia adelante—. No
solían ser un problema, ¿sabes? O al menos eso fue lo que mi abuelo
me dijo cuando era un niño.
Vivía aquí. Uno de los últimos que
se quedaron.
—¿En serio?
Airrick asintió con la cabeza mientras el pulgar de Hawke seguía
moviéndose.
—Cultivó maíz y tomates, frijoles y papas. —
Apareció una leve sonrisa—.
Me decía que los barrats no eran
más que una molestia.
—No puedo imaginarme que ratas que pesan casi 200 libras
sean sólo una molestia.
—Bueno, eran sólo carroñeros y tenían más miedo de la gente
de lo que nosotros les temíamos —explicó Airrick. Estaba segura de
que les tendría miedo, tanto si dejaban a la gente en paz como si
Página | 445 no—. Pero con todos mudándose, perdieron su...
—¿Fuente de alimento?
—Terminé por él.
Airrick asintió con la cabeza mientras escudriñaba el horizonte.
—Ahora, cualquier cosa que encuentren es comida.
Incluyéndonos a nosotros.
Esperaba que Luddie tuviera una vista perfecta y un sexto
sentido cuando se tratara de barrats. —Eres intrigante —comentó
Hawke mientras Setti trotaba delante de Airrick.
—Intrigante es tu palabra favorita —le dije.
—Lo es cuando estoy cerca de ti.
Me dejé sonreír porque nadie estaba mirando, y yo quería
hacerlo.
—¿Por qué soy intrigante ahora?
—¿Cuándo no eres intrigante? —dijo—. No
le
temes
a
Descenters o a los Craven, pero te estremeces como un gatito
mojado ante la mera mención de un barrats.
—Los Craven y los Descenters no se escabullen corriendo a
cuatro patas, y no tienen pelo.
—Bueno, los barrats no se escabullen —respondió—. Corren,
tan rápido como un perro de caza encerrado a una presa.
Otro escalofrío se abrió paso a través de mí. —Eso no ayuda.
Se rió.
—¿Sabes lo que me encantaría en este momento?
—¿Que no se hable de ratas gigantes y come-personas?
Hawke me apretó, y sentí una caída en mi pecho. —Además de eso.
Resoplé.
—Hazme un favor y mete la mano en la bolsa por tu pierna izquierda.
Pero ten cuidado. Agarra el pomo.
—No me voy a caer. —Me aferré, sin embargo, estirándome hacia
adelante y levantando la solapa de la bolsa.
Página | 446
—Uh-Huh.
Ignoré eso y me metí dentro.
Mis dedos rozaron algo liso y de cuero. Frunciendo el ceño, lo agarré
y lo saqué. En el momento en que vi la cubierta roja, jadeé y la metí de
nuevo en la bolsa. —Oh, Dios mío. Me senté derecha, con los ojos bien
abiertos.
Hawke estalló en carcajadas, y adelante, Kieran nos miró por encima
del hombro. ¿Pudo ver lo roja que estaba mi cara?
—No puedo creerlo. —Me giré en la cintura, y por un momento, me
perdí en ese hoyuelo de la mejilla derecha de Hawke. El izquierdo también
estaba empezando a aparecer.
Y entonces recordé lo que había en la bolsa.
—¿Cómo encontraste ese libro?
—¿Cómo encontré ese travieso diario de Lady Willa Colyns? Tengo
mis métodos.
—¿Cómo?
La última vez que lo vi, estaba metido bajo mi almohada, y con todo
lo que había pasado, ni siquiera se me ocurrió que alguien pudiera
encontrarlo y tener preguntas. Muchas preguntas.
—Nunca lo diré —respondió, y le golpeé el brazo—. Tan violenta. —
Puse los ojos en blanco—. ¿No vas a leerme?
—No. Absolutamente no.
—Tal vez te lea más tarde. —Eso era aún peor.
—Eso no es necesario.
—¿Estás segura?
—Positivo.
Su risa era baja y suave contra mi cuello. —¿Hasta dónde llegaste,
princesa?
Página | 447
Presioné mis labios y luego suspiré. —Casi lo termino.
—Tendrás que contármelo todo.
No era probable que eso sucediera. No podía creer que no sólo hubiera
encontrado ese maldito libro sino que también lo hubiera empacado. De
todo lo que podía haber traído, había cogido el diario. Las comisuras de
mis labios se movieron, y antes de darme cuenta, estaba sonriendo y luego
me estaba riendo. Cuando su brazo volvió a apretarse a mí alrededor, me
relajé contra él.
Hawke era... intrigante.
Nuestro ritmo se aceleró después de eso, y casi se sentía como si
estuviéramos corriendo en la luna. No tenía que mirar hacia otras para
saber que estábamos alejándonos.
Y entonces lo vi.
El hielo empapó mi piel al primer vistazo de rojo. Y luego se elevó a la
vista. Un mar de color carmesí se extendía hasta donde el ojo podía ver.
Habíamos llegado al Bosque de Sangre.
Los caballos nos llevaron adelante a pesar de que cada instinto de mi
cuerpo gritaba en señal de advertencia. No podía apartar los ojos del
bosque, aunque parecía una visión que perseguiría mis sueños durante
muchos, muchos años. Nunca lo había visto de cerca, habiendo llegado a
Masadonia por una ruta diferente que habría añadido días a nuestro viaje.
Lo que vi fue una masa retorcida de color rojo y una sombra más
profunda que me recordó a la sangre seca.
Bajo los golpes de las pezuñas, el suelo se volvió más rocoso. Algo
crujió y se rompió. ¿Eran ramitas? ¿Ramas? Empecé a mirar hacia abajo...
—No —ordenó Hawke—. No mires hacia abajo.
No pude detenerme. Mi estómago se agitó. El suelo estaba lleno de
huesos blanqueados por el sol.
Cráneos que pertenecían a ciervos y
otros animales más pequeños. ¿Tal vez conejos? También había huesos
más largos, demasiado largos para un animal, y... Respirando hondo,
aparté la mirada.
—Los huesos...
—dije, tragando—. No son todos huesos de
Página | 448 animales, ¿verdad?
—No.
Mi mano fue al brazo alrededor de mi cintura.
Me agarré. —¿Son los huesos de los Craven que murieron?
Si no se alimentaban, se marchitaban hasta que no quedaba nada
más que huesos.
—Algunos. —Un temblor me atravesó—. Te dije que no miraras.
—Lo sé. —Pero tenía qué. Al igual que no podía cerrar los ojos ahora.
Las hojas rojas brillaban en el sol que se desvanecía, como si un
millón de hojas hubieran capturado pequeños charcos de sangre. Era una
vista tan horrorosa como perturbadoramente hermosa. Los caballos
disminuyeron la velocidad y la montura de Airrick se alzó, sacudiendo la
cabeza, pero él empujó hacia adelante. Avanzamos, mi corazón latía con
fuerza mientras las ramas se extendían hacia nosotros, sus hojas
resbaladizas ondulaban suavemente, pareciendo que nos hacían señas
para que avanzáramos. La temperatura bajó en el momento en que
pasamos bajo las primeras ramas, y casi todo el sol que quedaba no podía
penetrar las hojas.
Se me puso la piel de gallina cuando miré hacia
arriba. Algunas de las ramas estaban tan bajas que pensé que podría
alcanzar y tocar una de las hojas con forma de arce. Pero no lo hice.
Nadie habló mientras nos alineábamos, de dos en dos, uno al lado
del otro, siguiendo el camino que se había desgastado en el suelo. Todos
mantenían los ojos abiertos. Como no había crujidos, me sentí segura
mirando hacia abajo.
—Sin hojas —dije—. ¿Qué?
Hawke se inclinó hacia mí, manteniendo su voz baja. Escaneé el suelo
del bosque que se oscurecía rápidamente.
—No hay hojas en el suelo. Es sólo hierba. ¿Cómo es posible?
—Este lugar no es natural —respondió Phillips.
—Eso sería un eufemismo —añadió Airrick, mirando a su alrededor.
Página | 449
Hawke se inclinó hacia atrás. —Tendremos que parar pronto. Los
caballos necesitan descansar.
La presión se redujo en mi pecho, y mi agarre en el brazo de Hawke
aumentó. Sabía que mis uñas comenzaban a clavarse en su brazo, pero no
podía soltarme. Exhalé con dificultad y vi mi aliento en el aire. Cabalgamos
por otra hora, y luego no había nada más que plateados rayos de luz de
luna cuando Hawke hizo la señal al grupo.
Los caballos disminuyeron la velocidad al trote y luego se
detuvieron, con la respiración agitada. —Este parece ser un mejor lugar
que muchos para acampar —comentó Hawke.
La extraña necesidad de reír me golpeó, pero no había nada divertido
en lo que estábamos a punto de hacer. Íbamos a pasar la noche aquí,
dentro del Bosque de Sangre, donde vagaban los Craven.
30
Traducido por: FerGonz
Corregido por: -Patty
Nunca pensé que hubiera estado tan frío antes. El saco de
dormir no hizo nada para evitar que el frío se filtrara del suelo, y la manta,
por muy pesada que fuera la piel, no podía combatir el hielo en el aire.
Mis dedos se sentían como cubitos de hielo dentro de los guantes, y
ningún escalofrío calentó mi piel. Tenía que estar al menos veinte grados
Página | 450 más frío por la noche dentro del Bosque de Sangre, e imaginé que si llovía,
se convertiría en nieve aquí.
Durante los últimos veinte minutos más o menos, había intentado
dormirme. Porque si estuviera inconsciente, no me preocuparía tanto de
convertirme en un trozo de hielo. Pero cada crujido de la hierba y cada
movimiento del viento, mi mano iba hacia la daga guardada bajo la bolsa
que estaba usando como almohada. Entre el frío, la posibilidad de barrats
deambulantes y la amenaza de un ataque de los Craven, no había forma
de que pudiera dormir esta noche. No sabía cómo lo haría alguien.
Apenas había podido comer algo durante nuestra rápida y tranquila cena.
Cuatro guardias dormían. Cuatro guardias vigilaban a varios metros
de distancia, uno en cada esquina del campamento. Hawke había estado
hablando con uno de ellos, pero ahora estaba caminando hacia mí.
Una pequeña parte de mí pensó que debía fingir que estaba dormida,
pero tenía la sensación de que él lo sabría. Deteniéndose frente a mí,
Hawke se arrodilló. —Estás fría.
—Estoy bien —murmuré, con los dientes castañeteando. Un momento
después, sentí sus dedos sin guantes rozando mi mejilla.
Me puse tensa. —Corrección. Te estás congelando.
—Me calentaré. —Eso esperaba—. Eventualmente.
Dejó que su mano colgara entre
acostumbrada a este tipo de frío, Poppy.
sus
rodillas.
—No
estás
—¿Y tú?
—No tienes ni idea de a lo que estoy acostumbrado. —Eso era cierto.
Observé la sombra de su mano. Para unas manos tan ásperas y
callosas, sus dedos eran bastante largos y gráciles. Dígitos que pertenecían
a un artista y no a un guardia. Un asesino. Hawke se levantó, y por un
momento, pensé que podría irse para unirse a los otros que vigilaban, pero
no lo hizo. Sosteniendo la gruesa manta lo más cerca posible de mí, lo vi
desenganchar la manta enrollada de su bolsa y luego dejarla caer al suelo.
Sin decir una palabra, pasó por encima de mí como si yo no fuera
más que un tronco. Antes de que pudiera tomar mi próximo aliento, estaba
acostado detrás de mí. Giré la cabeza. —¿Qué estás haciendo?
Página | 451
—Asegurándome de que no mueras congelada. —Desenrolló
la
pesada manta de piel, arrojándola sobre sus piernas—. Si lo hicieras, eso
me convertiría en un muy mal guardia.
—No voy a morir congelada. —Mi corazón comenzó a latir
erráticamente.
Estaba tan cerca que si me ponía de espaldas, mi hombro tocaría el
suyo. —Lo que vas a hacer es atraer a todos los Craven en un radio de
cinco millas con tu temblor. —Se puso de lado, mirando hacia mi
espalda.
—No puedes dormir a mi lado —siseé.
—No lo hago.
Con el borde de su manta en la mano, la cubrió, junto con su brazo,
sobre mí. El pesado peso de su brazo se asentó en mi cintura,
aturdiéndome por unos preciosos momentos.
—¿Cómo llamas a esto, entonces?
—Me acuesto contigo.
Mis ojos se abrieron de par en par. —¿Cómo es eso diferente?
—Hay una gran diferencia. —Su aliento cálido se deslizó sobre mi
mejilla, causando que mi pulso bajara y luego subiera.
Miré a la oscuridad, cada parte de mi cuerpo se centró en la
sensación de su brazo alrededor de mí. —No puedes dormir conmigo,
Hawke.
—Y no puedo dejar que te congeles o te enfermes. Es demasiado
peligroso encender una fogata, y a menos que prefieras que alguien más
duerma contigo, no hay muchas otras opciones.
—No quiero que nadie más se acueste conmigo.
—Ya lo sabía —respondió, su tono burlón y engreído.
El calor golpeó mis mejillas. —No quiero que nadie se acueste
conmigo.
En la oscuridad, su mirada encontró la mía, y cuando volvió a hablar,
Página | 452 su voz era aún más baja. —Sé que tienes pesadillas, Poppy, y sé que
pueden ser intensas. Vikter me advirtió sobre ellas.
La pena atravesó la vergüenza antes de que pudiera formarse,
destrozándola. —¿Lo hizo? —Mi voz era gruesa, ronca.
—Lo hizo.
Mis ojos se apretaron contra el ardor del dolor. Por supuesto, Vikter le
habría puesto al corriente a Hawke. Probablemente lo hizo la primera
noche que Hawke tuvo que vigilarme. Sabía en mi corazón que Vikter
había compartido esta información para mi beneficio en lugar de preparar
a Hawke para la noche en que una de las pesadillas me sacara del sueño.
Lo había hecho para que Hawke no reaccionara de una manera que
me causara vergüenza o estrés. Vikter era... dioses, lo extrañaba.
—Quiero estar lo suficientemente cerca para intervenir en caso de
que tengas una pesadilla —continuó, y abrí los ojos—. Si gritas...
No necesitaba terminar. Si gritaba, podía atraer Craven cercanos.
—Así que, por favor, relájate y trata de descansar. Tenemos un día
duro por delante mañana si tenemos alguna esperanza de no ser forzados
a pasar dos noches en el Bosque de Sangre.
Cien rechazos llegaron a la punta de mi lengua, pero tenía frío, y si
tenía una pesadilla, alguien tenía que estar cerca para detenerme antes de
que empezara a gritar asesinato sangriento. Y el calor de Hawke... el calor
de su cuerpo ya se filtraba a través de la manta que nos envolvía,
hundiéndose en mi piel y huesos helados. Además, todo lo que hacía era
dormir a mi lado. O durmiendo conmigo, como había dicho. Pero ninguna
de esas cosas estaba prohibida. Y no era como si no hubiéramos hecho ya
cosas que debería haber protestado o evitado. Comparado con la noche en
la Perla Roja y durante el Rito, esto era extraordinariamente casto, sin
importar que ahora me estremeciera por una razón totalmente diferente al
frío.
—Duérmete, Poppy —me instó.
Exhalando tan fuerte y desagradable como pude, dejé caer mi
mejilla en la bolsa e hice una mueca. El material se había enfriado
Página | 453 significativamente mientras tenía la cabeza en alto. Terminé mirando al
frente, concentrándome en la forma vaga de uno de los guardias parado a
la luz de la luna. Cerré los ojos, e inmediatamente, todo mi enfoque se
dirigió a donde el cuerpo de Hawke tocó el mío. El brazo de Hawke estaba
casi enroscado alrededor de mi cintura, pero su mano no me tocaba.
Debe haberla colgado en el espacio delante de mí.
Eso fue sorprendentemente... cortés de su parte.
Su pecho descansaba junto a mi espalda, y con cada respiración
que tomaba, ponía su cuerpo más en contacto con el mío. El único sonido
aparte de mi corazón palpitante -que me preguntaba si había oído- era el
cascabel del viento que agitaba las hojas, recordándome los huesos secos
que se frotaban entre sí, y el suave relincho de los caballos.
¿Estaba Hawke ya dormido? Si lo estaba, iba a estar muy irritada.
—Esto es salvajemente inapropiado —murmuré.
Su risa en respuesta acarició mis nervios en todos los sentidos.
—
¿Más inapropiado que tú haciéndote pasar por una criada totalmente
diferente en el Red Pearl? —Mi mandíbula se cerró tan rápido y con tanta
fuerza, que me sorprendió no haberme roto una muela—. O más
inapropiado que la noche del Rito, cuando me dejaste...
—Cállate —siseé.
—Aún no he terminado —dijo, con su pecho presionando mi
espalda—. ¿Qué hay de escabullirse para luchar contra los Craven en el
Rise? O ese diario...
—Te entiendo, Hawke. ¿Puedes dejar de hablar ahora?
—Tú eres la que empezó esto.
—En realidad, no, no lo hice.
—¿Qué? —Dejó escapar una risa baja—. Tú dijiste, y cito, 'esto es
salvajemente, groseramente, irrefutablemente...
—¿Acabas de aprender lo que es un adverbio hoy? Porque eso no es lo
que dije.
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Hawke suspiró. —Lo siento. —No parecía arrepentirse en absoluto—.
No me di cuenta de que habíamos vuelto a fingir que no habíamos hecho
todas esas otras cosas inapropiadas —dijo—. No es que me sorprenda.
Después de todo, eres una doncella pura, intacta e intachable. La Elegida.
—Oh, dioses míos...—, que se está reservando para un marido real. Quien,
por cierto, no será puro, intacto o intocado.
Me moví para pincharlo con el codo, pero olvidé que estaba envuelto
en una manta y cubierto con otra. Todo lo que logré fue descubrir la
parte delantera de mi cuerpo, revelándolo al aire frío.
Hawke se rió. —Te odio.
Me esforcé por doblarme de nuevo en mi capullo de manta.
—Ves, ese es el problema. No me odias. —No tuve respuesta a eso—.
¿Sabes lo que pienso?
—No. Y no quiero saberlo.
Ignoró eso.
—Te gusto. —Mis cejas se fruncieron mientras contemplaba el
pequeño claro—. Suficiente para ser salvajemente inapropiada conmigo. —
Una pausa—. En múltiples ocasiones.
—Dioses, preferiría morir congelada en este momento.
—Oh, claro. Fingimos que nada de eso sucedió. Siempre lo olvido.
—Sólo porque no lo mencione cada cinco minutos no significa que
esté fingiendo que no sucedió.
—Pero mencionarlo cada cinco minutos es muy divertido.
Las comisuras de mis labios se levantaron cuando levanté los bordes
de la manta sobre mi barbilla. —No pretendo que nada de eso haya pasado
—admití en voz baja—. Es sólo que...
—¿Que no debería haber pasado?
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No quería decir eso. Sentí que una vez que lo hiciera, no podría
retractarme.
—Es sólo que se supone que no debo... hacer nada de eso.
Ya
lo
sabes. Soy la Doncella.
Hawke estuvo callado por varios momentos. —¿Y cómo te sientes al
respecto, Poppy?
Después de varias salidas en falso cuando traté de responderle,
cerré los ojos y sólo respondí con la verdad.
—No lo quiero.
No quiero que me entreguen a los dioses y
después, si hay una parte posterior, no quiero casarme con alguien que no
conozco, que probablemente...
¿Probablemente qué? —Su voz era tranquila, incluso relajante.
Tragué con fuerza. —Que probablemente será... —Suspiré—.
Ya
sabes cómo son los Reales. La belleza está en el ojo del espectador, y los
defectos, bueno, son inaceptables. —El calor finalmente se deslizó en mis
mejillas. Las palabras sabían a ceniza—. Si termino como una ascendida,
estoy segura de que con quien me empareje la Reina será lo mismo.
Hawke no dijo nada durante un largo momento, y yo estaba tan
agradecida, que casi me revolqué y lo abracé. Nada de lo que pudiera
haber dicho haría que lo que dije fuera menos humillante de admitir.
—El Duque Teerman era un cabrón —dijo—. Y me alegro de que esté
muerto.
Una risa de sorpresa me brotó, tan fuerte que vi al guardia de paso
detenerse. —Oh, dioses, eso fue fuerte.
—Está bien. —Sonaba como si sonriera.
Con una sonrisa en la manta, dije—: Definitivamente era eso, pero
es... aunque no tuviera estas cicatrices, no me emocionaría. No
entiendo
cómo lo hizo Ian. Apenas conocía a su esposa, y yo... no creo que sea feliz.
Nunca habla de ella, y eso es triste, porque nuestros padres se amaban. Él
debería tener eso.
Yo debería tener eso, Doncella o no.
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—Escuché que tu madre se negó a ascender.
—Es verdad. Mi padre fue un hijo primogénito. Era rico, pero no fue
elegido —dije—. Mamá era una Dama en Espera cuando se conocieron.
Fue un accidente. Su padre, mi abuelo, era cercano al Rey Jalara. Mi padre
fue al castillo con él una vez, y fue entonces cuando vio a mi madre.
Supuestamente, fue amor a primera vista. —Mi sonrisa se desvaneció—.
Sé que suena tonto, pero lo creo. Sucede, al menos para algunos.
—No es una tontería. Existe. —Fruncí los labios ligeramente.
Su voz sonaba apagada. No podía explicarlo exactamente, pero me
hizo preguntarme si había visto a alguien y se había enamorado de ella
después de una sola conversación. Pensé en cómo había admitido estar
enamorado antes. El centro de mi pecho se quemó.
—¿Es por eso que estabas en el Red Pearl? ¿Buscando amor?
—No creo que alguien vaya a buscar el amor allí.
—Nunca sabes lo que encontrarás allí.
Estuvo callado por un momento. —¿Qué encontraste, Poppy? —Su
pregunta era tan suave, que era casi... seductora.
—Vida.
—¿Vida?
Volví a cerrar los ojos. —Sólo quiero experimentar cosas antes de mi
ascensión. —Antes de lo que pase durante la Ascensión—. Hay
tantas
cosas que no he experimentado. Ya lo sabes.
No fui allí buscando nada
en particular. Sólo quería experimentar...
—La vida —respondió—. Ya lo entiendo.
—¿Lo haces? ¿En serio?
No creí que ni siquiera Tawny lo entendiera.
—Lo entiendo.
Todos a tu alrededor pueden hacer básicamente lo
que quieran, pero tú estás encadenada a reglas arcaicas.
—¿Estás diciendo que la palabra de los dioses es arcaica?
—Tú lo dijiste, no yo.
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Mi nariz se arrugó. —Nunca he entendido por qué es así. —Abrí los
ojos—. Todo por la forma en que nací.
—Los dioses te eligieron antes de que nacieras. —Se sentía más cerca,
como si, si no estuviéramos envueltos, sentiría su aliento en la nuca—.
Todo porque naciste en el sudario de los dioses, protegido incluso dentro
del útero, velada desde el nacimiento.
—Sí —susurré, abriendo los ojos—. A
veces,
desearía...
desearía
ser...
—¿Qué?
—Alguien diferente. Alguien que no sea la Doncella. —Pensarlo era
una cosa. Decirlo en voz alta era otra.
Estuve a punto de admitirlo ante
Vikter, pero eso fue lo más cerca que me permití llegar con esas palabras.
Ya era hora de cambiar de marcha—. No importa. Y no duermo bien. Esa
es otra razón por la que estaba en el Pearl.
—¿Pesadillas?
—A veces.
Otras veces, mi cabeza no... Se queda quieta. Repite las
cosas una y otra vez —dije, y el escalofrío se alivió un poco.
—¿Por qué tu mente es tan ruidosa? —preguntó. La pregunta me
tomó desprevenida. Nadie más que Tawny -ni siquiera Vikter- me había
preguntado eso. Ian lo habría hecho si todavía estuviera cerca.
—Últimamente, ha sido la Ascensión.
—Imagino que estás emocionada por conocer a los dioses.
Resoplé como un lechón. —Lejos de eso. En realidad es aterrador...
Contuve el aliento,
voluntariamente en voz alta.
sorprendida
de
haberlo
admitido
tan
—Está bien —dijo, pareciendo sentir mi incredulidad—. No sé mucho
sobre la Ascensión y los dioses, pero me aterraría conocerlos.
—¿Tú? —La incredulidad se agrava por encima de sí misma—.
¿Aterrorizado?
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—Lo creas o no, algunas cosas me asustan. El secreto del actual
ritual de la Ascensión es una de ellas. Tenías razón ese día cuando estabas
con la Sacerdotisa. Es tan similar a lo que hacen los Craven, pero ¿qué se
hace para detener la enfermedad del envejecimiento por lo que tiene que
ser una eternidad a los ojos de un mortal?
Mi estómago se movió con inquietud. —Son los dioses, su bendición.
Se hacen ver durante la Ascensión. Incluso mirarlos te cambia —expliqué,
pero mis palabras sonaban incómodamente huecas.
—Deben ser un espectáculo para la vista. —Mientras
yo
sonaba
vacía, él sonaba tan seco como toda una franja de las Tierras Baldías—.
Estoy sorprendido.
—¿Sobre?
—Ti.
—Su pecho tocó mi espalda de nuevo cuando respiró
profundamente—. No eres lo que esperaba.
No lo era. La mayoría esperaría con ansias conocer a los dioses,
para posiblemente convertirse en un ascendido. Ian lo hizo, como Tawny, y
todas las Damas y Señores en la Espera, pero no yo o mi madre, y eso nos
hizo diferentes. No de una manera única. No de una manera especial. Pero
de una forma que hizo... difícil ser quienes éramos, incluso si nuestras
razones eran muy diferentes. Sacudí la cabeza
—Debería estar dormida. Y tú también.
—El sol saldrá antes de lo que pensamos, pero no te vas a dormir
pronto. Estás tan tensa como una cuerda de arco.
—Bueno, dormir en el duro y frío suelo del Bosque de Sangre,
esperando que un Craven intente arrancarme la garganta, o un barrat que
se coma mi cara, no es precisamente tranquilizador.
—Un Craven no te llegará. Ni tampoco un barrat.
—Lo sé. Tengo mi daga bajo mi bolso.
—Por supuesto que sí. —Sonreí a la noche—. Apuesto a que puedo
relajarte lo suficiente para que duermas como si estuvieras en una nube,
tomando el sol. —Resoplé de nuevo, poniendo los ojos en blanco—.
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¿Dudas de mí?
—No hay nada que nadie ni nada en este mundo pueda hacer para
que eso suceda.
—Hay tanto que no sabes.
Mis ojos se entrecerraron. —Puede que sea cierto, pero eso es algo
que sí sé.
—Te equivocas. Y puedo probarlo.
—Lo que sea. —Suspiré.
—Puedo, y cuando termine, justo antes de que te vayas a dormir con
una sonrisa en la cara, me dirás que tengo razón —me dijo.
—Dudoso —dije, deseando que pudiera hacerlo... La mano que había
estado colgando en el aire, de repente, estaba apoyada contra la parte
superior de mi estómago, asustándome.
La cabeza me dio una sacudida. —¿Qué estás haciendo?
—Relajándote —dijo, y todo lo que pude decir fue que su cabeza
estaba baja.
—¿Cómo me está relajando esto?
—Espera, y te lo mostraré. —Empecé a decirle que no necesitaba
mostrarme nada, pero entonces su mano empezó a moverse en círculos
pequeños y lentos.
Mi boca se cerró.
De alguna manera, había metido esa mano entre los pliegues de mi
manta, a través de la capa, y bajo el suéter para moverse contra mi
delgada camiseta. Movió esos dedos en círculos, primero en pequeños y
apretados arcos, y luego más grandes hasta que sus dedos llegaron debajo
de mi ombligo y su pulgar casi rozó la parte inferior de mis pechos.
Todo lo que hacía era frotar mi vientre, pero era nuevo y diferente y
se sentía como... como más que eso. Una cálida y temblorosa sensación
irradiaba de su mano.
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—No creo que esto me haga relajarme.
—Lo haría si dejaras de intentar forzar tu cuello. —De repente, su
cabeza bajó, y sus labios tocaron mi mejilla—. Recuéstate, Poppy. —Hice
lo que dijo sólo por lo cerca que estuvo su boca de la mía—. Cuando me
escuches, creo que las estrellas caerán. —Me siguió hasta abajo, así que
habló justo encima de mi oreja—. Desearía poder capturar este momento
de alguna manera.
—Bueno, ahora quiero volver a levantar la cabeza.
—¿Por qué no me sorprende? —El alcance de su tacto se desplazó
más abajo, ahora debajo de mi ombligo—. Pero si lo hicieras, entonces no
averiguarías lo que he planeado. Y si sé algo sobre ti, es que tienes
curiosidad.
Un calor de respuesta floreció bajo su mano y se extendió más
abajo. Envié una mirada nerviosa al guardia. —Yo... no creo que esto deba
suceder.
—¿Qué es esto? —Sus dedos rozaron la banda de mis pantalones,
causando que me sacudiera—. Tengo una pregunta mejor para ti. ¿Por qué
fuiste al Red Pearl, Poppy? ¿Por qué me dejaste besarte bajo el sauce? —
Abrí mi boca, pero sus labios rozaron la curva de mi mejilla, robando mis
palabras—. Estabas allí para vivir. ¿No es eso lo que dijiste? Dejaste que
te arrastrara a esa habitación vacía para experimentar la vida. Me dejaste
besarte bajo el sauce porque querías sentir. No hay nada malo en ello.
Nada en absoluto.
Sus labios se acercaron a mi mejilla, enviando un fino escalofrío
sobre mi piel. —¿Por qué no puede ser esta noche eso? —Mis ojos se
cerraron brevemente y luego se volvieron a abrir, fijos en el guardia—.
Déjame mostrarte un poco de lo que te perdiste al no volver al red Pearl.
—Los guardias —susurré, y no se me pasó por alto que eran mi
preocupación. No los dioses. No las reglas. No lo que yo era.
—Nadie puede ver lo que estoy haciendo. —Su
mano
se
movió,
deslizándose hacia abajo y entre mis muslos.
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Jadeé mientras me tomaba por los pantalones que ya no se sentían
gruesos en absoluto. —Pero sabemos que están ahí.
Apenas podía respirar alrededor del agudo remolino de sensaciones
que se asentó en mi estómago y que hizo que mi pecho se sintiera pesado,
dolorido.
—No tienen ni idea de lo que está pasando. No tienen ni idea de que
mi mano está entre los muslos de la Doncella. —Su voz era un susurro
caliente mientras me tiraba hacia atrás y se apretaba contra mí, haciendo
que otra bocanada de aire se escapara de mis labios.
Mi trasero se acurrucó en la cuna de sus caderas. Hizo un profundo
y estruendoso sonido que envió un destello de calor a través de mí. —No
tienen ni idea de que te estoy tocando. —Y entonces ya no estaba sólo
palmeándome. Me estaba tocando, frotando dos de sus dedos sobre la
costura del pantalón, sobre el centro mismo de mí.
Una ráfaga de calor húmedo me inundó. Mi mirada se desplomó, y
casi esperaba ver lo que estaba haciendo bajo la manta. No vi nada en la
oscuridad. Pero sentí todo. ¿Cómo llegamos aquí? No pude averiguarlo, y
no estaba segura de querer hacerlo. Ya había probado antes lo que sentía
ahora, y una simple burla me pareció muy injusta. ¿Y no era eso lo que
significaba vivir? Tomar más que un sorbo por aquí y un pequeño
mordisco por allá. Se trataba de tragar tanto como se pudiera. Quería
sentir todo lo que pudiera, especialmente después de no sentir nada más
que dolor y rabia durante tanto tiempo.
No sentí nada de eso ahora. Pronto estaría en la capital, y era muy
posible que mi ascensión ocurriera antes de lo esperado. Y si volvía de ella,
sabía más allá de toda duda que con quien terminara no me haría sentir ni
la mitad de lo que Hawke siempre parecía obtener de mí, ya fuera
irritación y enojo, risa y diversión, o esta consumidora y ondulante ola de
placer agudo.
Sus dedos jugueteaban con las costuras, empujando con tanta
fuerza que sentía el toque hasta la punta de los dedos de los pies. Cada
parte de mi cuerpo se volvió hiperconsciente. ¿Cómo pensaba que esto me
iba a ayudar a dormir? Estaba muy despierta ahora, con el pulso y el
corazón acelerados, y él me estaba tocando, frotándome de una manera
que causaba que mis caderas se movieran. Arrastró su mano por la parte
delantera de los pantalones.
Su palma rozó la carne desnuda de la parte inferior de mi estómago.
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Esos largos dedos se asentaron sobre un punto palpitante y se
movieron en círculos lentos y firmes. —Apuesto a que estás suave y
mojada y lista. —Su voz era un exuberante gruñido en mi oído—. ¿Debería
averiguarlo? —Me estremecí, medio temerosa de que lo hiciera. En parte
con miedo de que no lo hiciera. La fricción de sus dedos, el material rugoso
contra mi carne... y sus palabras... Oh, dioses, eran decadentes,
puramente pecaminosas, y nunca quise que terminara—. ¿Te gustaría
eso? —preguntó, y mis caderas rodaron instintivamente, buscando su
toque. Hizo ese sonido de nuevo, ese estruendo de aprobación que era tan
crudo y primitivo—. Haría más que esto.
Con los ojos abiertos sólo por una rendija, observé la forma no muy
distante de uno de los guardias patrullando lentamente el lado norte del
campamento, mi piel y mi cuerpo ardían con un calor prohibido mientras
mis caderas se movían de nuevo. Esta vez, no fue sólo una reacción que no
pude controlar. Las moví a propósito, meciéndolas contra ese lento y
constante círculo de sus dedos. Me deleité con el placer punzante y
mordaz que siguió. No debería permitir esto. Ni siquiera en la privacidad
de una habitación, y seguramente no donde alguien podría darse la vuelta.
Imaginé que si prestaban suficiente atención, sabrían que algo
estaba pasando. Estaba casi segura de que el guardia más cercano a
nosotros, el que miraba incluso ahora, era Kieran. Parecía tan alerta como
Hawke. Esto estaba mal. Pero cómo podía... ¿cómo podía sentirse tan bien,
entonces? ¿Tan bien? Me estaba convirtiendo en un ser de fuego líquido,
pulsante, todo debido a sólo dos largos y gráciles dedos.
—¿Sientes lo que estoy haciendo, Poppy? —Asentí con la cabeza—.
Imagina cómo se sentirían mis dedos sin nada entre ellos y tu piel. —Me
estremecí—. Yo haría esto. —Sus dedos se presionaron, un poco más
duros, un poco más ásperos, y mis piernas se sacudieron—. Me metería
dentro de ti, Poppy. Te probaría. Apuesto a que eres tan dulce como el
melón.
Oh, dioses... Me mordí el labio mientras mi agarre se desprendía de la
manta. Me agaché, poniendo mi mano sobre su antebrazo. Se
detuvo.
Esperó.
Sin decir nada, levanté mis caderas hasta su mano mientras
mis dedos se clavaban en su piel. El
dolor
se
estaba
volviendo
insoportable.
—Sí —respiró—. Te gustaría eso, ¿verdad?
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—Sí —susurré, forzando a que la palabra pasara por mis labios.
Sus dedos empezaron a moverse de nuevo, y casi grité.
—Trabajaría en otro dedo. Estarías apretada, pero también estás
lista para más. —Mi aliento salía en trompicones rápidos y poco profundos
al sentir los tendones de su brazo flexionarse bajo mi mano, mientras mis
caderas se movían en los mismos círculos que él hacía contra mí—. Te
metería y sacaría los dedos. —Sus labios rozaron la piel justo debajo de mi
oreja—. Los montarías como estas montando mi mano ahora mismo.
Eso es lo que estaba haciendo, descaradamente.
Agarrando su brazo, me balanceé contra su mano, persiguiendo esa
increíble tensión que se fue acumulando y apretando. —Pero no lo
haremos esta noche. No podemos. Porque si me meto en ti, cada parte de
mí estaría en ti, y quiero oír cada sonido que hagas cuando eso ocurra.
Antes de que pudiera sentirme decepcionada, antes de que
realmente pudiera procesar la sedosa promesa en sus palabras, bajó la
mano, presionando sus dedos contra el centro de mí mientras su pulgar se
movía sobre la parte que palpitaba. No había nada de lento en sus
movimientos entonces. Sabía exactamente lo que hacía con toda esa
tensión ineludible y arremolinada.
Hawke se movió a mi lado, de alguna manera, pasando su otro
brazo bajo mis hombros. Me arrastró a ras de su frente, y yo ya no me
movía sólo contra su mano, sino contra él, los rollos de mis caderas
erráticos y afilados. Suaves y bajos gemidos escaparon de mis labios.
Me sentí atrapada, maravillosamente atrapada entre su mano y la
dura e inflexible longitud de su cuerpo.
Algo... algo estaba sucediendo.
Era lo que sus besos y breves toques antes habían insinuado y
prometido. Mi cuerpo de repente se puso tan tenso como una cuerda de
arco al apuntar, y mis labios se separaron un segundo antes de que
Hawke pusiera su mano sobre mi boca, silenciando el gemido que no
hubiera podido reprimir.
Su boca caliente se movió contra el lado de mi garganta, sus labios,
sus dientes.Hubo una perversa agudeza... La tensión se rompió.
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Me rompí.
El placer se desató, intenso y repentino. Fue como estar en una
cornisa y luego ser empujada. Me caí, temblando en olas pulsantes y
palpitantes, y seguí cayendo hasta que la mano entre las piernas se
ralentizó y luego se detuvo.
No estaba segura de cuánto tiempo había pasado, o cuando los
dedos de Hawke se deslizaron de mis muslos o su mano se alejó de mi
boca. Mi corazón sólo empezaba a detenerse cuando me di cuenta de que
su mano presionaba mi estómago y su brazo se enroscaba alrededor de
mis hombros, manteniendo mi cuerpo deshuesado pegado al suyo. Pensé
que quizás debería decir algo pero... ¿qué?
Gracias me pareció inapropiado.
Y pensé que no era del todo justo que me diera esto, mientras que
yo no le di nada. Además, pensé que probablemente debería mirar si
Kieran o alguno de los otros guardias se había dado cuenta de lo que
Hawke había hecho, lo que habíamos hecho bajo las mantas, pero no pude
mantener los ojos abiertos.
No pude sacar ninguna palabra. —Sé que no lo vas a admitir —dijo
Hawke, con voz baja y gruesa—. Pero tú y yo siempre sabremos que yo
tenía razón.
Mis labios se curvaron en una sonrisa débil y somnolienta.
Él tenía razón.
De nuevo.
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Traducido por: Evares
Corregido por: -Patty
Cuando me desperté justo antes del amanecer, no podía creer
lo sólidamente y profundamente que había dormido. Era como si no
hubiera estado tumbada en el suelo duro, sino en la más exuberante
cama.
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No pensé que habría despertado sola si no hubiera sido por el
sonido de una conversación silenciosa cerca de mí.
—Llegamos más lejos de lo que pensaba —dijo Hawke, con la voz
baja—. Deberíamos llegar a Three Rivers antes del anochecer.
—No podemos quedarnos allí —fue la respuesta, y reconocí la voz
de Kieran—. Tú lo sabes.
Hubo mucha actividad de Descenter en Three Rivers, por lo que
tenía sentido. Parpadeé para abrir los ojos. A través de la penumbra,
los vi a unos metros de mí. Me sonrojé cuando mi mirada se alzó
hacia Hawke. No pude ver mucho de su rostro, pero pensé en lo que
habíamos hecho.
—Lo sé. —Los brazos de Hawke estaban cruzados—. Si nos
separamos a medio camino de Three Rivers, podemos cabalgar por la
noche y llegar a New Haven por la mañana.
—¿Estás listo para eso? —preguntó Kieran, y mis cejas se
fruncieron.
—¿Por qué no lo estaría?
—¿Crees que no me he dado cuenta de lo que está pasando?
Mi corazón golpeó contra mi pecho. Inmediatamente, mi mente
evocó la imagen de Kieran patrullando mientras Hawke me
susurraba palabras tan indecentes y malvadas en mi oído. ¿Nos
había visto Kieran?
Oh dioses Mi piel se erizó y se puso caliente, pero bajo la
vergüenza, me sorprendió descubrir que no había una pizca de
pesar. No me arrepentía ni un segundo de lo que sentía.
Hawke no respondió, y mi mente rápidamente se dirigió a los
peores escenarios. ¿Se arrepintió? Lo que habíamos hecho no solo
estaba prohibido para mí. Si bien no estaba al tanto de las reglas
exactas establecidas para la Guardia Real, estaba bastante segura de
que lo que Hawke y yo habíamos hecho, lo que habíamos estado
haciendo, no era algo que el Comandante pasaría por alto.
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Pero Hawke tenía que saber eso.
Justo como yo lo sabía. Y aun así, aún lo hice.
—Recuerda cuál es tu tarea —dijo Kieran cuando Hawke no
respondió.
Kieran miró a Hawke y repitió—: Recuerda cuál es tu tarea.
—No lo he olvidado por un segundo —Su voz se endureció—. Ni
uno.
—Bueno saberlo.
Hawke comenzó a girarse hacia mí y cerré los ojos, no queriendo
que se dieran cuenta de que había escuchado su conversación. Lo
sentí detenerse, seguido un momento después por el toque de sus
dedos en mi mejilla.
Abrí los ojos y no tenía idea de qué decir mientras lo miraba.
Todos los pensamientos se dispersaron mientras arrastraba su
pulgar a lo largo de la curva de mi mejilla y luego sobre mi labio
inferior, enviando una temblorosa ola de conciencia a través de mí.
—Buenos días princesa.
—Buenos días —susurré.
—Dormiste bien.
—Lo hice.
—Te lo dije.
Sonreí incluso cuando mis mejillas se calentaron ya pesar de la
conversación que había escuchado. —Tenías razón.
—Siempre estoy en lo correcto.
—Dudoso.
—¿Tengo que demostrártelo de nuevo? —preguntó.
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Mi cuerpo despertó y estaba totalmente de acuerdo con esa idea.
Sin embargo, mi cerebro también comenzó a funcionar. —No creo
que sea necesario.
—Una pena —murmuró—. Tenemos que ponernos en movimiento.
—Bueno. —Me senté, haciendo una mueca por la rigidez en mis
articulaciones—. Solo necesito un par de minutos.
La mano de Hawke encontró la mía después de que me liberé de la
manta. Me ayudó a levantarme, enderezando la túnica que llevaba.
Sus manos se demoraron en mis caderas de una manera familiar e
íntima que tiraba de mi pecho. Mi mirada se alzó hacia la suya, e
incluso en las sombras del Bosque de Sangre, la intensa forma en
que miraba hacia abajo me atrapó.
—Gracias por lo de anoche —dijo, su voz baja para que solo yo lo
oyera.
La sorpresa parpadeó a través de mí. —Siento que debería
agradecerte.
—Si bien le agrada a mi ego saber que te sientes así, no necesitas
hacer eso —Sus dedos se enroscaron con los míos—. Confiaste en mí
anoche, pero lo más importante, sé que lo que compartimos es un
riesgo.
Lo era.
Se acercó a mí y lo único que pude oler fue su pino y su especia
oscura. —Y es un honor que corras ese riesgo conmigo, Poppy. Así
que gracias.
Ese movimiento dulce e hinchado me atravesó, pero había una
extraña pesadez en su voz. Con nuestras manos unidas, abrí los
sentidos, algo que no había hecho desde la noche del Rito.
Sentí la tristeza ahora familiar como una cuchilla de afeitar que
cortaba tan profundamente dentro de él, pero había algo más. No me
arrepentía, pero sabía a limón. Me concentré hasta que sus
emociones se volvieron mías, y pude filtrarlas y entender lo que
Página | 469 estaba sintiendo. Confusión. Eso fue lo que sentí. Confusión y
conflicto, lo cual no fue sorprendente. Yo misma sentía mucho de
eso.
—¿Estás bien?—Hawke preguntó.
Cortando la conexión, asentí mientras soltaba su mano. —Debería
prepararme.
Sintiendo su mirada sobre mí cuando me puse a un lado, levanté
la vista. La más tenue luz gris se filtraba a través de las ramas
pesadas de hojas. Mi mirada se conectó con la de Kieran.
Nos había estado observando todo el tiempo, y el conjunto de su
mandíbula dijo que no estaba contento.
Kieran parecía preocupado.
Cualquier preocupación que tenía sobre que la conversación con
Kieran cambiaría el comportamiento de Hawke se desvaneció antes
de si quiera tomara forma. El alivio girando a través de mí debería
haber sido una advertencia de que las cosas estaban... bueno,
estaban escalando.
Ya se habían intensificado.
No debería ser consolada. En todo caso, a los dos que nos
recordaban que nuestras obligaciones eran muy necesarias, pero no
solo me sentí aliviada. Estaba emocionada y esperanzada.
Pero, ¿para qué podría tener esperanza? No había futuro para
nosotros. Puede que ahora sea Poppy, pero seguía siendo la
Doncella, e incluso si se descubriera que no era digna de la
Ascensión, eso no significaba que hubiera un feliz por siempre con
Hawke. Lo más probable es que me exiliaran, y nunca esperaría que
alguien más sufriera eso.
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No era como si pensara que lo que éramos o lo que significamos el
uno para el otro había crecido hasta un lugar donde Hawke se
exiliaría conmigo. Eso era una tontería. Eso era…
Eso sonaba como el tipo de amor épico que mi madre había
sentido por mi padre.
De cualquier manera, la noche anterior se había sentido como un
sueño. Esa era la única forma en que podía describirlo. Y no iba a
dejar que lo que sucediera o las consecuencias arruinaran el
recuerdo y lo que había significado para mí. Cruzaría ese puente
cuando llegara el momento de hacerlo.
En este momento, todo en lo que realmente podía concentrarme
era en no caerme de Setti.
Mis mejillas picaban por el viento helado mientras viajábamos por
el Bosque de Sangre, las hojas rojas de arce y la corteza de color gris
carmesí se veían borrosas.
Nos habíamos mudado al corazón del bosque, donde los árboles
eran menos densos, permitiendo que entraran más rayos de luz. Sin
embargo, el sol no calentó el aire. En todo caso, se enfrió cuanto más
avanzamos, los árboles aún más extraños.
Troncos y ramas retorcidas, en espiral hacia arriba, sus ramas se
enredan. No pudo ser el viento. Todos los árboles estaban erguidos, y
la corteza... parecía mojada, casi como si la savia estuviera goteando.
Había estado en lo cierto antes sobre la caída de nieve si llovía. A
las pocas horas de viaje, las ráfagas de viento se arremolinaban y
flotaban, cubriendo la exuberante y vibrante hierba verde a ambos
lados del camino trillado. Me volví a poner los guantes, pero no
pensé que mis dedos se hubieran descongelado por la noche. Me
aseguré la capucha, pero solo podía protegerme la cara hasta cierto
punto, y no tenía idea de cuánto tiempo más teníamos que ir. El
bosque parecía interminable.
Disminuimos la velocidad a medida que las raíces gruesas y
nudosas se liberaron del suelo y se cruzaron en nuestro camino
como si trataran de recuperar el trozo de tierra utilizado por los
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vivos.
Aflojando mi agarre sobre el pomo, miré hacia abajo, algo
impresionada por la fuerza de las raíces mientras los caballos
navegaban cuidadosamente la obstrucción. Algo en el suelo me llamó
la atención. Miré a mi derecha, más allá del caballo de Airrick. Al
lado de uno de los árboles había una pila de rocas colocadas de
manera tan ordenada que no podía imaginar que, naturalmente,
hubieran llegado de esa manera. Unos metros más allá, había otra
agrupación de piedras. Pero esta vez, no estaban en una pila sino
colocados en un patrón perfecto. A mi izquierda, vi otro círculo
prístino de piedras. Había más, algunas con una roca colocada en el
centro, otras vacías, e incluso algunas donde las piedras habían sido
colocadas de una manera que parecía una flecha que atravesaba el
círculo.
Como la cresta real.
La inquietud goteó por mi columna vertebral. No había forma de
que estas piedras hubieran caído en estos patrones naturalmente.
Me giré en la silla para señalarle a Hawke:
De repente, uno de los caballos al frente se levantó, casi tirando a
Kieran de su asiento. Se aferró al plomo, calmando al caballo
mientras le frotaba el cuello.
—¿Qué es? —preguntó Noah, un cazador que cabalgaba frente a
nosotros cuando todos nos detuvimos.
Phillips levantó su dedo, silenciando al grupo. Conteniendo la
respiración, miré a mí alrededor. No escuché ni vi nada, pero sentí
que los músculos de Setti se contraían bajo mis piernas. Comenzó a
brincar, retrocediendo. Puse mi mano sobre su cuello, tratando de
calmarlo mientras Hawke tiraba de las riendas. Los otros caballos
comenzaron a moverse nerviosamente.
Hawke golpeó suavemente el área donde estaba atada mi daga, y
Página | 472 asentí. Metiendo la mano en mi capa, desenvainé la espada y la
agarré. Escaneé los árboles, aún...
Vino de la nada. Una explosión de negro y rojo, saltando en el aire
y chocando contra el costado de Noah. Asustado, el caballo se
levantó y Noah cayó, golpeando el suelo con fuerza. De repente, la
cosa estaba encima de él, chasqueando la cara con dientes dentados
mientras luchaba por contenerlo.
Era un barrat.
Me las arreglé para sofocar el grito que había subido a mi
garganta. La cosa era enorme, más grande que un jabalí. Su pelaje
liso y aceitoso se alzaba a lo largo de su columna curva. Las orejas
señalaron y hocicaron hasta la mitad de mi brazo, sus garras se
clavaron en la hierba, arrancándola del suelo mientras intentaba
alcanzar al Cazador.
Phillips se volvió en su asiento, arco en mano y flecha marcada. Lo
dejó ir, el proyectil silbando en el aire, golpeando a la criatura en la
nuca. La cosa chilló cuando Noah se la arrojó, pateando las piernas
mientras rodaba, intentando soltar el perno.
Poniéndose de pie, Noah liberó su corta espada. La piedra de
sangre brillaba en el rayo de sol mientras la bajaba, silenciando a la
bestia.
—Dioses —gruñó, secándose el chorro de sangre de la frente. Se
volvió hacia Kieran, que aún sostenía su arco, con una nueva flecha
marcada—. Gracias hombre.
—No lo menciones.
—Si hay uno, hay una horda —aconsejó Hawke—. Necesitamos...
Desde todas las direcciones, sonaba como si el bosque hubiera
cobrado vida. Un susurro se hizo más fuerte, viniendo desde la
derecha.
Me eché hacia atrás, casi pegándome a Hawke cuando la horda
Página | 473 llegó. Noah maldijo mientras saltaba hacia una rama baja,
levantando las piernas mientras los roedores salían de los arbustos y
se movían entre los árboles.
No atacaron.
Nos pasaron corriendo, corriendo entre los caballos agitados.
Había docenas de ellos, parloteando y chirriando mientras cruzaban
las raíces y luego desaparecían entre la maleza y los árboles.
Nada de lo que acababa de pasar me alivió. Si estaban corriendo,
era porque estaban corriendo de algo.
Al mirar al suelo, vi gruesos zarcillos de niebla que se
acumulaban. Pequeños pelos en todo mi cuerpo se levantaron. El
olor repentino...
Olía a muerte.
—Tenemos que salir de aquí. —Kieran había notado lo mismo que
yo—. Ahora.
Noah cayó al suelo agachado, sus pies desaparecieron en la niebla
cada vez más espesa. Mi corazón saltó a mi garganta mientras me
inclinaba hacia adelante, agarrando el pomo. Sentí a Setti tensarse
debajo de mí cuando Noah corrió hacia su caballo, agarrando las
riendas cerca del cuello del caballo con una mano y su espada con la
otra. Levantó la espada en el aire.
El Craven era tan rápido como la flecha que había golpeado la
barra, saliendo de entre los árboles. Su ropa rasgada y desigual se
agitó cuando atrapó a Noah, clavando los dedos con garras en el
pecho del cazador mientras se enganchaba en su cuello. Carmesí se
derramó por el frente de Noah mientras gritaba y retrocedía, dejando
caer su espada mientras su caballo corría, pasando a los guardias al
frente de nuestro grupo.
Un aullido convirtió mi sangre en hielo, y mi estómago se encogió
cuando otro y otro respondieron...
Página | 474
—Mierda —gruñó Hawke cuando Luddie dio la vuelta a su caballo,
atrapando al Craven que había derribado a Noah en la cabeza con
una lanza de piedra de sangre.
—No lo lograremos si corremos —Luddie volteó la hoja de su arma
hacia arriba—. No con estas raíces.
Con el corazón palpitante, sabía lo que eso significaba. La niebla
estaba ahora de rodillas y nuestra suerte se había acabado.
—Sabes qué hacer —me dijo Hawke—. Hazlo.
Asentí bruscamente, y luego apartó una pierna de Setti y se dejó
caer sobre las raíces. Me deslicé del caballo, bajando para no estar
en la masa retorcida. Eché un vistazo para ver a los demás haciendo
lo mismo. Airrick vio la daga en mi mano, con las cejas levantadas.
—Sé cómo usarlo —le dije.
Me dio una sonrisa infantil. —Por alguna razón, no estoy
sorprendido.
—Ellos están aquí. —Kieran levantó su espada.
Él estaba en lo correcto.
Volaron de los árboles, una masa de carne gris, hundida, y ropa
podrida. No había tiempo para sentir pánico. A pesar de ser casi
nada más que piel y huesos, eran espantosamente rápidos.
—No dejes que lleguen a los caballos— gritó uno de los guardias
cuando Hawke dio un paso adelante, empujando su espada a través
del pecho de un Craven.
Página | 475
Me preparé, viendo nada más que colmillos manchados de sangre,
y luego uno vino directamente hacia mí. Avanzando bruscamente,
golpeé una mano en su hombro, ignorando cómo la piel y el hueso
parecían hundirse debajo de mi palma, y luego empujé la daga
contra su pecho. La sangre podrida brotó cuando liberé la espada. El
Craven cayó y yo me di la vuelta, agarrando la camisa rota de otro
Craven que estaba corriendo hacia Setti. Empujando la daga en la
base de su cráneo,
hice una mueca mientras sacaba la espada.
Miré hacia arriba, mi mirada se enganchó con la de Hawke. Me dio
una sonrisa tensa que insinuó el hoyuelo. —Nunca pensé que
encontraría algo relacionado con el Craven sexy —Se balanceó,
cortando la cabeza del más cercano a él—. Pero verte pelear contra
ellos es increíblemente excitante.
—Tan inapropiado —murmuré, dejando ir al Craven. Me di vuelta
y bailé fuera del alcance de otro. Disparé hacia él mientras agarraba
mi capa, golpeando la daga contra su pecho. Se cayó, casi
llevándome con él
Mi espada fue efectiva. Desafortunadamente, sin embargo,
requirió un contacto cercano. Rápidamente escaneé el área y vi a
Kieran moverse con la gracia de un bailarín, con una espada en cada
mano mientras derribaba a un Craven tras otro. Luddie estaba
haciendo un gran uso de su lanza, al igual que Phillips con su arco.
Airrick se quedó cerca de mí, la niebla ahora en nuestros muslos.
Gimiendo, un Craven me apresuró. Apreté con fuerza el mango de
hueso de lobo, esperé hasta que estuviera al alcance de la mano y
luego me lancé a la izquierda mientras empujaba la piedra de sangre
debajo de la barbilla. Respirando hondo, di un paso atrás queriendo
que mi estómago se calmara. El olor…
—Princesa. Tengo un arma mejor para ti —Cogiendo la espada de
piedra caída de Noah, Hawke me la arrojó y la atrapé.
—Gracias. —Envainando la daga, me di vuelta y golpeé, cortando
el cuello del Craven más cercano.
Me encantaba la daga, pero la espada liviana de piedra de sangre
fue mucho más útil en esta situación. Capaz de mantener un poco
de distancia, corté otro Craven mientras mi corazón latía contra mi
pecho. La parte posterior de mi pierna chocó con algo, y me giré
hacia mi derecha, bajando el pie. Mi bota se deslizó hacia las raíces
cuando salí, atrapando al Craven en el pecho. No fue un golpe
limpio. Extrañaba su corazón. Saqué la espada y moví mis piernas
para prepararme mientras iba por su cuello.
Página | 476
Me había olvidado de las raíces.
Con el pie enganchado, tropecé e intenté desesperadamente
recuperarme, pero me caí cuando alguien se estrelló contra mí,
liberándome de las raíces. Airrick Atrapó al Craven cuando caí,
abordándolo mientras ambos desaparecían bajo la niebla.
Mi cabeza se deslizó bajo la niebla, y por un momento, no hubo
nada que ver excepto una película blanca. El pánico explotó en mi
estómago. Mi mano libre golpeó el suelo. Estaba demasiado
resbaladizo debajo de mi palma. Me volvieron atrás a través de los
años, cuando era pequeña y asustada, mi control sobre mi madre
estaba desesperado y resbalando.
Escuché la voz de Vikter en mi mente. Una advertencia que me
había dado en el entrenamiento desde el principio. Nunca caigas en
pánico. Si lo haces, mueres. Había estado en lo cierto. El miedo
podía aumentar
los sentidos, pero el pánico ralentiza todo.
Yo no era una niña.
Ya no era pequeña e indefensa.
Sabía cómo defenderme, sabía cómo protegerme.
Con un grito, me liberé del recuerdo y me puse de pie justo
cuando un Craven sin pelo me alcanzó. Apreté la espada hacia
adelante, cortando en su corazón. Ni siquiera gimió tanto como sus
ojos sin alma se encontraron con los míos. Todo lo que hizo fue
estremecerse y luego caer hacia atrás. Me di vuelta para encontrar a
Airrick, dándome cuenta de que la niebla se había retirado,
deslizándonos por las piernas y adelgazando. Esa fue una buena
señal mientras avanzaba hacia un Craven ahora visible y herido que
se arrastraba por el suelo hacia uno de los caballos. Planté mi bota
en su espalda, empujándola al suelo mientras aullaba. Golpeé con la
espada, silenciando. La niebla ya casi había desaparecido.
Respirando pesadamente cuando Hawke empujó su espada a
través del pecho del último Craven restante, me di vuelta para
examinar el daño. Solo cinco guardias estaban de pie, sin incluir a
Hawke. Vi a Kieran y Luddie sobre un cazador que estaba
Página | 477 claramente muerto. Vi al guardia cuya espada sostenía, y supe que
Noah se había ido en el momento en que el Craven había hundido los
dientes en su cuello. Seguí girando hasta que mi mirada encontró a
Phillips. Se arrodilló al lado...
Airrick.
No.
Estaba de espaldas, sus manos y las de Phillips presionadas
contra su estómago. Su piel pálida hacía que su cabello castaño
pareciera mucho más oscuro, y había... había tanta sangre. Bajando
la espada, caminé hacia donde estaba Airrick, rodeando al caído
Craven.
—¿Está... ella... está bien? —La sangre salió de su boca mientras
miraba a Phillips—. Los…
Phillips me miró, su piel marrón adquirió un tono gris. Sus
ojos estaban sombríos mientras asentía. —Ella está más que bien.
—Bueno. —Soltó un jadeo jadeante—. Eso es bueno.
Con el corazón hundido, me puse de rodillas y coloqué la espada a
mi lado. —Me salvaste.
Sus ojos miraron hacia mí y soltó una risa sangrienta y débil. —
No... Creo que... necesitaras ayuda.
—La necesitaba —le dije, mirando su estómago. Garras cobardes
la habían atrapado, cavando en lo profundo, demasiado profundo.
Sus entrañas ya no estaban adentro. Escondí mi estremecimiento
cuando Hawke se acercó—. Y tú estabas allí para mí. Me salvaste,
Airrick.
Hawke se arrodilló junto a Phillips, su mirada se encontró con la
mía. Él negó con la cabeza, no es que necesitara que me lo dijeran.
Esta no era una herida sobrevivible, y tenía que ser muy dolorosa.
No necesitaba mi regalo para decirme eso, pero abrí los sentidos,
estremeciéndome de la agonía cruda que latía a través de la
conexión.
Página | 478
Manteniendo mi atención enfocada en Airrick, tomé su mano y
doblé las mías alrededor. No podía salvarla, pero podía hacer lo que
no había podido hacer con Vikter. Podría ayudar a Airrick y hacer
esto más fácil. Estaba prohibido y no era exactamente sabio hacerlo
cuando había testigos, pero no me importó. No podía sentarme aquí
y no hacer nada cuando sabía que podía ayudar.
Entonces, pensé en las playas y en cómo Hawke me hizo reír,
cómo me hizo sentir como si estuviera viviendo, y empujé esa calidez
y felicidad a través del vínculo hacia Airrick.
Lo supe en el momento en que golpeó a la guardia. Las líneas de
su rostro se relajaron y su cuerpo dejó de temblar.
Me miró con los ojos muy abiertos. Se veía tan terriblemente
joven. —Ya no... me duele más.
—¿No lo hace? —Forcé una sonrisa mientras mantenía la
conexión abierta, bañándola en oleadas de luz y calor. No quería que
se me escapara el más mínimo dolor.
—No —Una mirada de asombro se instaló en su expresión—. Sé
que no lo estoy, pero me siento... me siento bien.
—Me alivia escuchar eso.
Me miró y supe que Phillips y Hawke estaban mirando. Sabía sin
siquiera mirarlos que se dieron cuenta de que su alivio repentino no
tenía nada que ver con las etapas de la muerte. Nadie con ese tipo de
herida se escapó pacíficamente.
—Te conozco —dijo Airrick, su pecho se alzó pesadamente y luego
se asentó lentamente—. No pensé... que debería decir algo, pero nos
hemos conocido —Más sangre salió de su boca—. Jugamos a las
cartas.
Sorprendida, la sonrisa se hizo real. —Si lo hicimos. ¿Cómo
supiste?
—Son... tus ojos —me dijo. Hubo demasiados momentos entre
cuando su pecho se asentó y cuando se levantó nuevamente—.
Página | 479
Estabas perdiendo.
—Lo estaba. —Me incliné, manteniendo a raya su dolor—.
Normalmente, soy mejor en las cartas. Mi hermano me enseñó, pero
seguí recibiendo malas manos.
Se rió de nuevo, el sonido aún más débil. —Sí... eran malas
manos. Gracias... —Su mirada se movió a mi hombro. Lo que sea
que vio estaba más allá de mí, más allá de todos nosotros. Fue
bienvenido. Los labios de Airrick temblaron mientras sonreía—.
¿Mamá?
Su pecho no se calmó. Se levantó, pero no volvió a bajar. Airrick
pasó unos segundos más tarde, sus labios aún curvados en una
sonrisa, sus ojos ahora apagados pero brillantes. No sabía si ella vio
a su madre, vio algo, pero esperaba que lo hiciera. Le deseé que su
madre hubiera venido por ella y no por el dios, Rhain. Fue agradable
pensar que los seres queridos estaban allí para saludar a los que
pasaban. Quería creer que la esposa de Vikter y su hijo lo habían
estado esperando.
Lentamente, bajé su mano y la puse sobre su pecho. Miré hacia
arriba y encontré a Phillips y Hawke mirándome.
—Le hiciste algo —dijo Hawke, su mirada buscó la mía.
No dije nada.
No necesitaba hacerlo. Phillips lo dijo por mí. —Es verdad. Los
rumores. Los escuché, pero no lo creí. Dioses. Tienes el toque.
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32
Traducido por: Evares
Corregido por: -Patty
Nuestro grupo cabalgó con fuerza, el ritmo era agresivo y
discordante, y estábamos a tres guardias de cuando salimos de
Masadonia. Unas horas más tarde, encontramos el caballo de Noah
pastando, y una vez que estuvo atado a la montura de Luddie,
estábamos en camino una vez más.
Página | 481
Después de habernos detenido a las afueras de Three Rivers por
unas pocas horas para descansar a los caballos, viajamos toda la
noche. Mi corazón estaba pesado, mis piernas entumecidas y
doloridas, y estaba preocupada.
Phillips no habló de lo que había hecho una vez que los demás se
unieron a nosotros, pero siguió mirándome. Cada vez, me miraba
como si no estuviera seguro de que fuera real, recordándome las
miradas que los sirvientes me enviaban cada vez que me veían con
velo.
Me hizo sentir incómoda, pero no se parecía en nada a la
respuesta de Hawke a mi regalo.
Me había mirado sobre el cuerpo de Airrick como si fuera un
rompecabezas sin todas las piezas del borde. Obviamente, estaba
sorprendido, no es que yo pudiera culparlo. Me imaginé que tendría
preguntas. Cuando nos detuvimos afuera de Three Rivers, traté de
hablar con él sobre lo que había hecho, pero todo lo que hizo fue
sacudir la cabeza. Solo me dijo "más tarde" y me dijo que descansara
un poco. Yo, por supuesto, me resistí, lo que terminó con él fingiendo
quedarse dormido a mi lado o realmente durmiendo.
No sabía si estaba enojado o molesto o... molesto porque no se lo
había dicho, pero no me arrepiento de haber usado mi regalo para
facilitar el fallecimiento de Airrick. Hawke y yo hablaríamos, y más
tarde podría venir antes de lo que él quería. Pero logré resistirme a
usar mi don para determinar cómo se sentía. Prefiero que me diga a
que haga trampa.
Porque leer sus emociones ahora mismo parecería una trampa.
Para cuando llegamos a New Haven, el anochecer se apoderó
rápidamente de nosotros. Pasamos por el pequeño Rise con poco
problema. Hawke desmontó y caminó hacia delante para hablar con
uno de los guardias antes de volver a subir al caballo detrás de mí,
abriéndome camino a través de la calle adoquinada.
Kieran había tomado el lugar de Airrick, cabalgando a nuestro lado
Página | 482 mientras viajábamos por la tranquila ciudad rodeada de una zona
muy boscosa. Pasamos negocios cerrados, cerrados por la noche, y
luego entramos en un área residencial. Las casas eran tan pequeñas
como las del Barrio Inferior, pero no tan apiladas una encima de la
otra. También estaban en mejores condiciones. La pequeña ciudad
comercial era obviamente rentable, y el Real que gobernaba esta
ciudad, aparentemente tenía un mejor control del mantenimiento
que los Teerman.
Estaba a una manzana del barrio cuando se abrió la puerta de la
primera casa y salió un hombre mayor de piel morena. No dijo nada,
simplemente asintió con la cabeza a Kieran y Hawke cuando
pasamos. Detrás del hombre, un niño salió corriendo a la casa de al
lado. Golpeó la puerta y las persianas se abrieron. Delante de
nosotros, la mano de Phillips se movió hacia su espada cuando otro
muchacho asomó la cabeza. —Mi papá está...— se interrumpió,
abriendo mucho los ojos al ver nuestra pequeña caravana. Él gritó, y
con una sonrisa de dientes, desapareció de nuevo en la casa,
gritando por su padre.
El niño de la primera casa corrió dos puertas hacia abajo,
convocando a otro niño, esta chica con el pelo más rojo que el mío.
Sus ojos se abrieron como platos cuando nos vio.
Luego, al otro lado de la calle, se abrió otra puerta, esta vez
revelando a una mujer de mediana edad con un niño pequeño en la
cadera. Ella sonrió y el niño saludó. Levantando una mano, le devolví
el saludo torpemente y luego me di cuenta de que el primer chico
había ganado una gran tripulación. Un grupo entero de niños siguió
nuestro progreso en la acera ahora, y más y más puertas se abrieron
cuando la gente de New Haven salió a mirar. Ninguno de ellos llamó.
Algunos saludaron. Otros sonrieron. Solo unos pocos miraban
irónicamente desde sus antepechos.
Me recliné y susurré—: Esto es un poco extraño.
Página | 483
—No creo que reciban muchos visitantes —respondió Hawke,
apretando mi cintura, y mi estúpido corazón saltó un poco en mi
pecho en respuesta.
—Este es un día emocionante para ellos —comentó Kieran
secamente.
—¿Lo es? —murmuró Hawke.
—Se comportan como si la realeza estuviera entre ellos.
Hawke resopló. —Entonces realmente no deben recibir muchos
visitantes.
Kieran lo miró de soslayo, pero Hawke parecía haberse relajado
detrás de mí, y lo tomé como una buena señal.
—¿Has estado aquí antes? —pregunté.
—Solo brevemente.
Miré a Kieran. —¿Tu?
—He pasado por un tiempo o dos.
Alcé una ceja, pero entonces apareció Haven Keep. Situado cerca
del bosque, no empleaba una pared secundaria como lo hizo el
Castillo Teerman, pero tampoco estaba cerca de su tamaño. Con solo
dos pisos de altura, la estructura de piedra gris verdosa parecía
haber sobrevivido a una era diferente.
Apenas.
Avanzamos justo cuando algo frío tocó la punta de mi nariz. Miré
hacia arriba. Los copos de nieve cayeron al azar cuando cruzamos el
patio, en dirección a los establos. Varios guardias de negro
esperaron, asintiendo con la cabeza cuando entramos en el espacio
abierto que olía a caballo y heno.
Exhalé irregularmente, cerrando brevemente los ojos mientras
aflojaba la silla. La caminata a través del reino no estaba completa,
pero al menos por la noche, teníamos una cama, cuatro paredes y un
techo.
Página | 484
Cosas que ya no daría por sentado.
Hawke se dejó caer detrás de mí y se volvió, levantando los brazos
mientras movía los dedos. Arqueé una ceja y luego me deslicé del
otro lado del caballo.
Hawke suspiró.
Sonriendo, froté el cuello de Setti, con la esperanza de que él
pudiera tener una barriga llena del mejor heno y descansar un poco.
Se lo merecía.
Con la alforja sobre su hombro, Hawke vino a mi lado. —Quédate
cerca de mí.
—Por supuesto.
Me lanzó una mirada que decía que mi rápido acuerdo no era de
fiar. Una vez que los demás se unieron a nosotros, salimos. La nieve
caía un poco más fuerte ahora, sacudiendo el suelo. Me puse la capa
a mi alrededor cuando se abrió la entrada principal, revelando a otro
guardia, un rubio alto con pálidos ojos de color azul invernal.
Kieran saludó al guardia con un apretón de manos. —Es bueno
verte —dijo el guardia, su mirada parpadeó hacia Hawke y luego
hacia mí. Su atención se demoró unos segundos en el lado izquierdo
de mi cara antes de volver a Kieran. —Es bueno verlos a todos.
—Lo mismo, Delano —respondió Kieran cuando Hawke puso su
mano en mi espalda baja—. Ha pasado mucho tiempo.
—No lo suficiente —retumbó una voz profunda desde el interior de
la fortaleza.
Me di vuelta para ver un área abierta iluminada por lámparas de
aceite. Un hombre alto, barbudo, de cabello oscuro y hombros
anchos salió de dos grandes puertas de madera. Llevaba pantalones
oscuros y una túnica pesada. Tenía una espada corta atada a la
cintura a pesar de que no estaba vestido como guardia.
Kieran sonrió y pestañeé. Esta era la primera vez que lo veía
sonreír, y había pasado de ser fríamente guapo a sorprendentemente
Página | 485 atractivo mientras lo hacía. —Elijah, me extrañaste más que nadie.
Elijah se encontró con Kieran a mitad de camino, capturando al
hombre más joven en un abrazo de oso que levantó al guardia de sus
pies. Ojos que eran avellana, más dorados que marrones, aterrizaron
donde Hawke y yo estábamos parados.
Un lado de los labios del hombre se levantó cuando soltó a Kieran.
O más bien, lo dejó caer. Kieran retrocedió un paso y se contuvo
mientras sacudía la cabeza. —¿Qué tenemos aquí? —Preguntó
Elijah.
—Necesitamos refugio para pasar la noche —respondió Hawke.
Por alguna razón, este Elijah encontró divertida la respuesta de
Hawke. Echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír. —Tenemos
mucho refugio.
—Es bueno escucharlo —La mano de Hawke se quedó mientras yo
miraba alrededor de la entrada, confundida.
Varias personas habían venido más allá de las puertas, hombres y
mujeres. Al igual que la gente del pueblo, había diferentes grados de
apariencia. La mayoría sonrió, pero unos pocos miraron de una
manera que me recordó al rubio Descenter que había arrojado la
mano de Craven.
¿Dónde estaba el Señor o la Señora que supervisaba la ciudad? El
sol todavía estaba arriba, pero el espacio no tenía ventanas y, por lo
tanto, no sería una afrenta a los dioses si se movían. No vi ningún
ascendido entre la gente reunida. ¿Quizás este hombre era uno de
los mayordomos del Señor y el Señor estaba ocupado de otra
manera? Noté que Kieran miraba a su alrededor con una mirada
entrecerrada, probablemente pensando lo mismo que yo.
—Tenemos un montón de... de que ponernos al día —dijo Elijah,
dándole una palmada en el hombro a Kieran con una mano pesada
que hizo que mis cejas se levantaran.
Página | 486
Una mujer de cabello negro con una túnica de color verde bosque
profundo, hasta la rodilla y pantalones a juego se adelantó, con un
chal color crema sobre sus hombros. Inmediatamente, mi mirada fue
atraída hacia su calzado.
Eran botas.
Se acercó y noté que su color de ojos era muy similar al de Elijah,
si no exacto. ¿Estaban relacionados? Parecía al menos una década
más joven, más cercana a la de Hawke y mi edad. ¿Tal vez una
sobrina? Ella nos dio a todos una sonrisa de labios cerrados, su
mirada, como la de Delano, cayendo y atrapando mis cicatrices
visibles. No había piedad en su rostro, solo... curiosidad, que era
mucho mejor que la anterior.
—Debo hablar con algunas personas, pero Magda te llevará a tu
habitación —Hawke se volvió hacia la mujer de cabello oscuro antes
de que pudiera responder—. Asegúrate de que tenga un cuarto para
bañarse y que le envíe comida caliente.
—Sí... —Ella comenzó a sumergirse, casi como si se estuviera
hundiendo en una especie de reverencia, pero luego se detuvo a
medio camino. Sus mejillas se sonrojaron bellamente mientras me
miraba—. Lo siento. Estoy un poco fuera de balance algunos días —
Ella palmeó su estómago ligeramente redondeado—. Culpo al bebé
número dos.
Felicidades —le dije, esperando que esa fuera la respuesta
apropiada cuando me volví hacia él—. Hawke...
—Más tarde —dijo, y luego se giró, alejándose para unirse a donde
Kieran estaba con Elijah, ahora unido por Phillips, que estaba
mirando cada centímetro de la fortaleza.
—Ven. —Magda me tocó ligeramente el brazo—. Tenemos una
habitación en el segundo piso que tiene su propia cámara de baño.
Te enviaré agua caliente y podrás bañarte mientras Cook prepara tu
cena.
Insegura de qué más hacer, seguí a Magda desde la entrada y a
través de la puerta lateral que daba a una escalera. Sorprendida de
Página | 487 que Hawke me hubiera dejado sola, supuse que era porque sabía que
estaba más que preparada para defenderme, pero aún así parecía
extraño. A menos que se sintiera seguro de que no habría Descentros
aquí.
Pero incluso si ese fuera el caso, no explicaba cómo Hawke había
sabido el nombre de esta mujer cuando solo había estado
brevemente en la ciudad, y no nos habían presentado.
La habitación era sorprendentemente grande y bien ventilada a
pesar de que la única fuente de luz natural era una ventana pequeña
y estrecha que daba al patio. Me gustaron las vigas de madera
expuestas en el techo, y la cama parecía la cosa más acogedora que
jamás había visto.
No me atreví a acercarme a ella, no cuando mi capa y ropa
estaban manchadas con sangre, suciedad y sudor de Craven.
Coloqué mi capa sobre una silla pesada de madera y luego me
aseguré de que mi suéter cubriera mi daga.
Se encendió un fuego y la comida, un rico y sabroso estofado de
ternera, había llegado antes que el agua caliente. Me comí cada gota
del estofado y las galletas que lo acompañaban, y probablemente
habría lamido el tazón si no hubiera sido por el pequeño ejército de
sirvientes comandados por Magda.
Mientras la bañera se llenaba con agua hirviendo, Magda colgó
una bata azul claro en un gancho en la cámara de baño. La miré, mi
garganta de repente se atascó de emoción.
No era blanco
Cerré mis ojos.
Página | 488
—Poppy —dijo la mujer, y abrí los ojos de golpe. Me había
preguntado antes cómo llamarme, y ese era el nombre que le había
dado—. ¿Estás bien?
—Si —Parpadeé—. Ha tomado... mucho para llegar aquí.
—Me puedo imaginar —respondió ella, aunque dudaba que
pudiera—. Si dejas tu ropa aquí junto a la puerta, me aseguraré de
que la limpien esta noche.
—Gracias.
Ella sonrió. —En su baño se ha colocado jabón y toallas frescos.
¿Hay algo más que usted necesite?
Quería preguntar dónde estaba Hawke, pero no creía que ella lo
supiera. Sacudí la cabeza y ella se dirigió hacia la puerta. Entonces
pensé en el Ascendido. —¿Magda? —La llamé—. ¿Quién es el Señor y
la Señora en residencia aquí?
—Lord Halverston se fue a cazar con algunos de los hombres —
respondió ella—. Él hubiera estado aquí para saludarte, pero ya se
estaba preparando para irse con tan cerca del anochecer.
—Oh. —¿El Señor fue a cazar con los hombres? La gente aquí
era... extraña.
—¿Hay algo más?
—Esta vez, sacudí la cabeza y no la detuve. Me desvestí
rápidamente, dejé mi ropa junto a la puerta y luego corrí por el suelo
helado que el fuego aún no había calentado, con la daga en la mano.
La bañera grande tenía que ser la segunda mejor cosa que había
visto en mi vida.
Mis músculos doloridos inmediatamente dieron la bienvenida al
agua caliente, y me quedé más tiempo del necesario, frotándome con
el jabón con aroma a lila y lavándome el cabello dos veces antes de
preocuparme de que me arrugaría como una ciruela si me quedara
Página | 489
un minuto más. Con la toalla seca, me puse la bata tibia y me puse
descalzo hasta el pequeño tocador, complacida de encontrar un
peine. Salí a la habitación, peinándome ociosamente los nudos y
enredos en mi cabello, y coloqué la daga en la mesa del fondo.
Cuando terminé con ello, no había nada que hacer más que esperar.
Me senté en el borde de la cama, preguntándome qué estaría
haciendo Tawny en este momento. ¿Se estaba haciendo amiga de las
otras Damas y Señores en Espera? La tristeza tiró de mi pecho, y le
di la bienvenida. Eso fue mucho mejor que sentir solo ira y dolor,
pero la extrañaba.
Extrañaba a Vikter.
El nudo de emoción regresó a mi garganta mientras pasaba mi
mano sobre el suave material
azul. Me ardían los ojos, pero las lágrimas... no vendrían. Casi deseé
que lo hicieran. Suspiré, mirando hacia la cabecera de la cama.
Había dos almohadas como si la cama fuera para dos personas...
Un golpe en la puerta me sobresaltó. Salté de la cama y estaba en
el proceso de pasar a la mesa auxiliar cuando se abrió la puerta.
Cogiendo la daga, me di la vuelta.
—Hawke —respiré.
Él levantó las cejas. —Pensé que estarías dormida.
—¿Es por eso que irrumpiste?
—Desde que llamé, no considero que cuente como irrumpir. —
Cerró la puerta detrás de él y salió a la luz. Se había bañado y
cambiado, su cabello húmedo rizándose contra sus mejillas—. Pero
me alegra ver que estabas preparada por si acaso no era alguien a
quien querías ver.
—¿Qué pasa si eres alguien que no quiero ver?
Esa media sonrisa apareció. —Tú y yo sabemos que ese no es el
caso —Su mirada vagó sobre mí—. En absoluto.
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—Tu ego nunca deja de sorprenderme —Coloqué la daga hacia
atrás y luego miré a mi alrededor. Como el único otro lugar para
sentarse era la silla de aspecto muy incómodo, la cama era la única
opción. Me senté en el borde.
—Nunca dejó de sorprenderte —respondió.
Sonreí. —Gracias por probar lo que acabo de decir.
Él se rió entre dientes mientras avanzaba. —¿Comiste?
Asentí. —¿Tu?
—Mientras me bañaba.
—Multitarea en su máxima expresión.
—Soy hábil. —Se quedó donde se había detenido, a varios metros
de mí—. ¿Por qué no estás dormida? Tienes que estar exhausta.
—Sé que la mañana llegará más temprano que tarde, y volveremos
allí, pero no puedo dormir. Aún no. Te estaba esperando. —De
repente nerviosa, jugué con la faja de la bata—. Este lugar es...
diferente, ¿no?
—Me imagino que si uno estuviera acostumbrado solo a la capital
y a Masadonia, lo sería. —respondió—. Las cosas son mucho más
simples aquí, sin pompa y circunstancia.
—Me di cuenta. No he visto una sola cresta real.
Su cabeza se inclinó. —¿Esperaste para que hablara de los
estandartes reales?
—No —Suspiré, soltando la faja—. Esperé para hablar contigo
sobre lo que le hice a Airrick.
Hawke no dijo nada.
Mi nerviosismo dio paso a la irritación. —¿Es
suficientemente tarde para ti? ¿Un buen momento?
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esto
lo
Había ese rizo de sus labios. —Este es un buen momento,
princesa. Es lo suficientemente privado, que es lo que pensé que
necesitaríamos.
Abrí la boca y luego la cerré de golpe. Maldición ¿Era por eso que
lo había empujado? Si es así, eso tenía sentido.
—¿Vas a explicar por qué ni tú ni Vikter mencionaron que tenías
este... toque?
Mi mandíbula se desbloqueó. —No lo llamo así. Solo unos pocos
que han escuchado... los rumores al respecto lo hacen. Es por eso
que algunos piensan que soy hija de un dios. ¿Tú, que pareces
escuchar y saber todo, no has escuchado ese rumor?
—Sé mucho, pero no, nunca he escuchado eso —respondió—. Y
nunca he visto a nadie hacer lo que sea que hiciste.
Mi mirada buscó la suya, y pensé que veía la verdad en su mirada.
—Es un regalo de los dioses. Es por eso que soy Elegida —O al
menos uno de los motivos—. La Reina me ha ordenado que nunca
hable de eso o que lo use. No hasta que se me considere digno. En
su mayor parte, he obedecido eso.
—¿En la mayor parte?
—Sí, en su mayor parte. Vikter lo sabía, pero Tawny no. Tampoco
Rylan o Hannes. La duquesa lo sabe, y el duque lo sabía, pero eso
era todo —le dije—. Y no lo uso a menudo...
—¿Qué es este regalo?
Solté un largo suspiro. —Puedo... sentir el dolor de otras
personas, tanto físicas como mentales. Bueno, comenzó de esa
manera. Parece que cuanto más me acerco a mi Ascensión, más
evoluciona. Supongo que debería decir que ahora puedo sentir las
emociones de las personas —corregí, tirando de la manta a mi lado—
. No necesito tocarlos. Solo puedo mirarlos, y es como... como si me
abriera a ellos. Por lo general, puedo controlarlo y mantener mis
sentidos en secreto, pero a veces es difícil”.
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—¿Como en las multitudes?
Sabiendo que estaba pensando cuando el duque se dirigió a la
ciudad, asentí. —Sí. O cuando alguien proyecta su dolor sin darse
cuenta. Esos tiempos son raros. No veo nada más de lo que tú o
cualquier otra persona vería, pero siento lo que hacen
—¿Tú... solo sientes lo que ellos sienten?
Lo miré.
Me estaba mirando con los ojos ligeramente abiertos. —Entonces,
¿sentiste el dolor que sintió Airrick, quien había recibido una lesión
muy dolorosa?
Asentí.
Hawke parpadeó. —Eso tenía que ser...
—¿Agonía? —Yo suministré—. Lo era, pero no es lo peor que he
sentido. El dolor físico siempre es cálido y agudo, pero el dolor
mental y emocional es como... como bañarse en hielo el día más frío.
Ese tipo de dolor es mucho peor.
Hawke se acercó y se sentó en la cama a mi lado. —¿Y puedes
sentir otras emociones? ¿Te gusta la felicidad o el odio? ¿Alivio... o
culpa?
—Puedo, pero es nuevo. Y a menudo no estoy segura de lo que
siento. Tengo que confiar en lo que sé, y bueno... —Me encogí de
hombros—. Pero para responder a tu pregunta, sí.
—Por primera vez desde que conocí a Hawke, parecía sin palabras.
—Eso no es todo lo que puedo hacer —añadí.
—Obviamente.
—Ignoré la sequedad en su tono. —También puedo aliviar el dolor de
otras personas con el tacto. Por lo general, no es algo que la persona
nota, a menos que esté experimentando una gran cantidad de dolor
Página | 493 obvio.
—¿Cómo?
—Pienso en... momentos felices y alimentarlo a través del vínculo
que mi regalo establece a través de la conexión —le expliqué.
Hawke me miró un poco más. —¿Tienes pensamientos felices y
eso es todo?
—Bueno, no lo diría así. Pero sí.
Algo parpadeó sobre su rostro, y luego su mirada se disparó hacia
la mía. —¿Has sentido mis emociones antes?
Quería mentir. No lo hice. —Sí.
Él se recostó.
—No lo hice a propósito al principio, bueno, está bien, lo hice,
pero solo porque siempre parecías... No lo sé. Un animal enjaulado
cada vez que te veía por el castillo, y tenía curiosidad por saber por
qué. Me doy cuenta de que no debería haberlo hecho. No lo hice...
mucho. Me obligué a parar. Más o menos —añadí, y sus cejas se
alzaron sobre su frente—. En la mayor parte. A veces, simplemente
no puedo evitarlo. Es como si estuviera negando que la naturaleza
no...
No usar con lo que había nacido.
Por eso a veces era difícil de controlar. Claro, la curiosidad a
menudo me llevó a usarlo, pero se sentía como ir en contra de la
naturaleza negarlo y mantenerlo encerrado. Fue sofocante.
Al igual que el velo y todas las reglas y las expectativas y... el
futuro que nunca elegí para mí.
¿Por qué toda mi vida parecía tan mal?
—¿Qué sentiste de mí?
Alejándome de mis pensamientos, lo miré. —Tristeza.
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El shock rodó por su expresión.
—Profundo dolor y pena —Bajé la mirada hacia su pecho—.
Siempre está ahí, incluso cuando estás bromeando o sonriendo. No
sé cómo lidias con eso. Supongo que mucho tiene que ver con tu
hermano y amigo. —Cuando Hawke no dijo nada, pensé que había
dicho demasiado—. Lo siento. No debería haber usado mi regalo
contigo, y probablemente debería haber mentido...
—¿Has aliviado mi dolor antes?
Aplané mis manos sobre mis piernas. —Lo he hecho.
—Dos veces. ¿Verdad? Después de que estuvieras con la
Sacerdotisa y la noche del Rito.
Asentí.
—Bueno, ahora entiendo por qué me sentí... más ligero. La
primera vez que duró, maldición, duró un tiempo. Dormí lo mejor
posible en años. —Soltó una breve carcajada y yo lo miré—. Lástima
que no pueda ser embotellado y vendido.
No estaba segura de qué decir.
—¿Por qué? —el demando—. ¿Por qué tomaste mi dolor? Sí, lo
hago... Siento tristeza. Extraño a mí hermano con cada respiración
que tomo. Su ausencia me persigue, pero es manejable.
—Lo sé. No dejas que interfiera con tu vida, pero a mí... no me
gustaba saber que estabas sufriendo —admití—. Y podía ayudar, al
menos temporalmente. Yo solo quería...
—¿Qué?
—Yo quería ayudar. Quería usar mi don para ayudar a la gente.
—¿Y lo haces? ¿Más que solo Airrick y yo?
—Lo hago. ¿Los que están malditos? A menudo alivio su dolor. Y
Vikter tenía terribles dolores de cabeza. A veces lo ayudaba con eso.
Y Tawny, pero ella nunca lo supo.
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—Así comenzaron los rumores. Lo estás haciendo para ayudar a
los malditos.
—Y sus familias a veces. A menudo sienten tanta pena que tengo
que sentirlo.
—Pero no está permitido.
—No, y parece tan estúpido que no pueda. —Alcé las manos—.
Eso se supone que no debo hacerlo. La razón ni siquiera tiene
sentido. ¿Acaso los dioses no me habrían encontrado digna de
haberme dado este regalo? —Razoné.
—Uno pensaría que sí —El pauso—. ¿Puede tu hermano hacer
esto? ¿Alguien más en tu familia?
No. Soy solo yo, y la última Doncella. Las dos nacimos en una
mortaja —le dije—. Y mi madre se dio cuenta de lo que podía hacer
alrededor de los tres o cuatro años.
Frunció el ceño y volvió a mirarme como si me faltara un
rompecabezas.
—¿Qué?
Sacudiendo la cabeza, su expresión se suavizó. —¿Me estás leyendo
ahora?
—No. Intento seriamente no hacerlo, incluso cuando realmente
quiero. Hacerlo se siente como hacer trampa cuando es alguien a
quien me... —Me detuve. Iba a decir—: cuando es alguien que me
importa.
Mi estómago se retorció cuando mi mirada de ojos abiertos se
volvió hacia él. Me preocupaba Hawke. Mucho. Sin embargo, no de la
misma manera que me importaba Tawny o Vikter. Era diferente.
Oh Dioses
Eso probablemente no era algo bueno, pero no se sintió mal. Se
sentía como anticipación y esperanza, emoción y cientos de otras
cosas que no estaban mal.
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—Ahora, desearía tener tu regalo porque me encantaría saber lo
que estás sintiendo en este momento.
No podría estar más agradecida de que él no lo supiera. —No
siento nada de los Ascendidos —espeté—. Absolutamente nada,
aunque sé que sienten dolor físico.
—Eso es…
—Extraño, ¿verdad?
—Iba a decir inquietante, pero claro, es extraño.
—¿Sabes? —Me incliné, bajando la voz—. Siempre me molestó que
no pudiera sentir nada. Debería ser un alivio, pero nunca lo fue.
Simplemente me hizo sentir... fría.
—Puedo ver eso —Él avanzó lentamente, bajando su voz
también—. Debería agradecerte.
—¿Por qué?
—Por aliviar mi dolor.
—No tienes que hacerlo.
—Lo sé, pero quiero —dijo, su boca tan increíblemente cerca de la
mí—. Gracias.
—No es nada. —Mis ojos se cerraron a la mitad. Olía a pino y
jabón, y su aliento era tan cálido en mis labios.
—Yo tenía razón.
—¿Acerca de?
—Sobre que eres valiente y fuerte —explicó—. Arriesgas mucho
cuando usas tu regalo.
—No creo que haya arriesgado lo suficiente, —admití—. No pude
ayudar a Vikter. Estaba demasiado... abrumada. Tal vez si no
estuviera luchando tanto, al menos habría tomado su dolor.
—Pero tomaste la de Airrick. La ayudaste —Bajó la cabeza y su
Página | 497 frente besó la mía—. No eres nada como yo esperaba.
—Sigues diciendo eso. ¿Qué esperabas?
—Sinceramente, ya no lo sé.
Mis ojos se cerraron, descubriendo que me gustaba esta cercanía.
Me gustaba ser... tocada cuando era mi elección.
—¿Poppy?
También me gustó la forma en que dijo mi nombre. —¿Si?
Me tocó la mejilla con los dedos. —Espero que te des cuenta de
que no importa lo que alguien te haya dicho, eres más digna que
cualquiera que haya conocido.
Mi corazón se apretó de la mejor manera. —Entonces no has
conocido a suficientes personas.
—He conocido a muchos. —Levantó la barbilla y besó mi frente. Se
echó hacia atrás, deslizando su pulgar por mi mandíbula—. Te
mereces mucho más de lo que te espera.
Lo hacía.
Mis ojos se abrieron.
Realmente lo hacía.
Yo no era una mala persona. Bajo el velo y detrás de mi título y mi
regalo, era como cualquier otra persona. Pero nunca fui tratada
como tal. Como Hawke había señalado antes, cada privilegio que
todos los demás tenían era algo que ni siquiera podía ganar. Y yo
estaba…
Estaba tan cansada de eso.
Hawke retrocedió, su voz pesada cuando dijo: —Gracias por
confiar en mí con esto.
Incapaz de responder, estaba demasiado atrapada en lo que
estaba sucediendo dentro de mí porque algo estaba cambiando. Algo
enorme pero también pequeño. Mi corazón comenzó a latir como si
Página | 498 acabara de luchar por mi vida, y... queridos dioses, eso es lo que
estaba haciendo. Ahora mismo. Luchando no por mi vida sino por
poder vivirla. Eso era lo que estaba haciendo clic dentro de mí.
Doncella o no, buena o mala, elegida o abandonada, merecía vivir
y existir sin estar enclaustrada por reglas que nunca acordé.
Miré a Hawke, realmente lo miré, y lo que vi fue más allá de lo
físico. Siempre había sido diferente conmigo, y nunca intentó
detenerme. Desde la noche en Rise en el bosque de sangre cuando
me arrojó la espada, no solo me protegió. Él creía en mí y respetaba
mi necesidad de defenderme. Y como había dicho antes, era como si
nos hubiéramos conocido por años. Él... él me entendió, y pensaba
que podría entenderlo. Porque era valiente y fuerte, y sentía y
pensaba profundamente. Había sufrido pérdidas y sobrevivió y
continuó haciéndolo incluso con la agonía que sabía que llevaba
consigo. Él me acepto.
Y confié en él con mi vida.
Con todo.
—No deberías mirarme así. —Su voz se había engrosado.
—¿Cómo?
—Sabes exactamente cómo me estás mirando. —Él cerró los
ojos—. En realidad, es posible que no, y es por eso que debería irme.
—¿Cómo te estoy mirando, Hawke?
Sus ojos se abrieron. —Como si no mereciera que me miraran. No
por ti.
—No es cierto —le dije.
—Desearía que ese fuera el caso. Dioses, lo hago. Necesito irme. —
Se levantó y retrocedió, su mirada persistente. No pensé que quisiera
irse en absoluto. Tomó un respiro profundo. —Buenas noches,
Poppy.
Lo vi salir hacia la puerta, su nombre en la punta de mi lengua.
Página | 499 No quería que se fuera. No quería pasar esta noche sola. No quería
que creyera que no lo merecía.
Lo que quería era vivir.
Lo que quería era a él.
—¿Hawke?
Se detuvo pero no se volvió.
Mi corazón latía una vez más.
—¿Quieres... te quedarás conmigo esta noche?
33
Traducido por: Evares
Corregido por: -Patty
Hawke no respondió, y no estaba segura de sí estaba siquiera
respirado, recordándome la noche del Rito con nosotros bajo el sauce. Ese
recuerdo no trajo consigo la punzada de dolor.
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Luego habló. —No quiero nada más que eso, pero no creo que te des
cuenta de lo que sucederá si me quedo.
Me sentí un poco mareada. —¿Qué pasaría?
Entonces se volvió, su mirada penetrante. —No hay forma de que pueda
estar en esa cama contigo y no estar sobre ti en diez segundos. Ni siquiera
llegaríamos a la cama antes de que eso sucediera. Conozco mis
limitaciones Sé que no soy lo suficientemente bueno como para recordar
mi deber y el tuyo o que soy tan indigno de ti que debería ser un pecado.
Incluso sabiendo eso, no hay forma de que no te quite esa túnica y haga
exactamente lo que te dije que haría cuando estuvimos en el bosque.
El calor me atravesó mientras lo miraba. —Lo sé.
Respiró hondo. —¿Lo haces?
Asentí.
Hawke se alejó un paso de la puerta. —No solo voy a abrazarte. No
pararé de besarte. Mis dedos no serán lo único dentro de ti. Mi necesidad
por ti es demasiado grande, Poppy. Si me quedo, no saldrás por la puerta
como la Doncella.
Me estremecí ante la brusquedad de sus palabras. No fueron un
shock, pero su necesidad sí. No me veía como alguien que pudiera ser
objeto de algo tan feroz. Nunca me lo habían permitido.
—Lo sé —repetí.
Dio un paso más hacia mí. —¿De verdad, Poppy?
Lo hacía.
Y era extraño conocerme a mí misma y estar tan segura cuando había
pasado tanto tiempo sin conocerme a mí misma, nunca se me permitió
descubrir quién era, qué me gustaría o no, qué querría o necesitaría. Pero
ahora lo sabía.
Lo supe en el momento en que le pedí que se quedara. Sabía cuáles
podrían ser las consecuencias. Sabía lo que era y lo que se esperaba de mí,
y sabía que ya no podía ser eso. No era lo que quería en la vida. Nunca
había sido mi elección.
Pero esto... esto lo quería.
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Hawke era a quien quería.
Esta era mi elección.
Estaba reclamando mi vida, y había comenzado mucho antes que él.
Cuando exigí que me enseñaran a pelear, y cuando hice que Vikter me
incluyera cuando salió a ayudar a los malditos. Esos fueron pasos
significativos, pero hubo otros más pequeños en el camino. En cierto
modo, eran aún más importantes. Había estado cambiando, evolucionando
como el regalo que tenía prohibido usar pero que estaba decidido a usar.
Fue en cada aventura y riesgo que tomé. Estaba en mi deseo de
experimentar lo que me habían dicho que no era para mí.
Por eso inicialmente me había quedado en la habitación del Red Pearl
con Hawke.
Fue la forma en que me encontré con la mirada del duque y le sonreí
cuando me descubrieron.
Fue cuando hablé con Loren por primera vez, y cuando salí al Rise. Mi
evolución me mantuvo en silencio mientras el Duque daba sus lecciones, y
cuando corté el brazo, la mano y la cabeza de Lord Mazeen de su cuerpo,
había estado cortando las cadenas que nunca elegí usar. Simplemente no
me había dado cuenta entonces. Hubo tantos pequeños pasos a lo largo de
los años y especialmente en las últimas semanas. No sabía cuándo había
sucedido finalmente, pero sabía una cosa con certeza.
Hawke no era el catalizador.
Él era la recompensa.
Levanté mis manos sorprendentemente firmes a la faja. No aparté la
vista mientras desataba el nudo. La bata se separó y luego se deslizó sobre
mis hombros. Lo dejo encharcarse a mis pies.
Hawke no miró hacia otro lado por un segundo. Ni siquiera parpadeó
mientras me miraba, sus ojos fijos en los míos. Lentamente, su mirada
recorrió todo mi cuerpo. Sabía que había suficiente luz para que lo viera
todo. Todas las inmersiones y oleajes, las sombras, las áreas ocultas y
todas las cicatrices. Las lágrimas irregulares en mis brazos y sobre mi
estómago, y las de mis piernas que parecían heridas de uñas afiladas pero
eran prueba de que los dioses me habían elegido.
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Porque esas marcas en mis piernas no eran de garras sino de colmillos
que me habían rasgado la piel. Me habían mordido esa noche.
Pero no estaba maldita.
Hawke no vería la verdad en esas cicatrices. Dos de los que sabían ya se
habían ido, y solo la Reina y el Rey, la Duquesa y mi hermano lo sabían
ahora. Por primera vez en mi vida, quería decirle a alguien la verdad detrás
de ellos. Quería decirle a Hawke.
Pero ahora no era el momento para eso.
No cuando su mirada volvía lentamente a la mía. No cuando me miraba
como si estuviera empapando cada centímetro de mí. No pude evitar
temblar cuando sus ojos finalmente se encontraron con los míos.
—Eres tan hermosa, —susurró, su voz gruesa—. Y tan malditamente
inesperada.
Luego se movió de esa manera que siempre hacía difícil creer que no era
un Ascendido. En un instante, estaba en sus brazos, y su boca estaba
sobre la mía. No había nada lento y dulce en la forma en que me besaba.
Era como ser devorado, y yo quería eso. Le devolví el beso, sujetándolo con
fuerza, y justo cuando sentí el toque de su lengua contra la mía, se apartó.
Las cosas se volvieron borrosas entonces. Su túnica salió con mi ayuda,
y luego sus botas y sus pantalones. Temblé a la primera vista de él.
Él era... hermoso.
Toda la piel bañada por el sol y músculos largos y delgados. Su pecho y
estómago se definieron por años de entrenamiento, y no se podía confundir
el poder y la fuerza de su cuerpo. Tampoco había duda de cómo su vida
había dejado su huella en forma de pequeñas muescas y cicatrices más
largas en su carne. Él era un luchador como yo, y ahora realmente vi lo
que había estado demasiado nerviosa como para notar antes. Su cuerpo
también era un registro de todo lo que había sobrevivido, y la cicatriz más
profunda y más roja justo debajo de la cadera en la parte superior del
muslo era prueba de que probablemente tenía sus propias pesadillas.
Parecía una marca de algún tipo, como si algo caliente y doloroso hubiera
sido presionado en su piel.
Página | 503
—La cicatriz en tu muslo, —le pregunté—. ¿Cuándo lo conseguiste?
—Hace muchos años, cuando era lo suficientemente tonto como para
ser atrapado, —respondió.
Era tan extraño cómo a veces hablaba como si hubiera vivido docenas
de años más de lo que estaba segura de que había vivido. Sabía que, para
algunos, un año podría parecer una vida. Mi mirada se desvió y mis ojos
se abrieron.
Oh mi...
Me mordí el labio, sabiendo que probablemente no debería mirar.
Parecía indecente hacerlo, pero quería hacerlo.
—Sigue mirándome así, y esto terminará antes de que comience.
Con las mejillas calientes, aparté la mirada. —Yo... eres perfecto.
Su expresión se endureció. —No, no lo soy. Te mereces a alguien que lo
es, pero soy demasiado egoísta para permitir eso.
Sacudí la cabeza, sin saber cómo no podía ver que se lo merecía. —No
estoy de acuerdo con todo lo que acabas de decir.
—Como no —dijo, y luego me rodeó con el brazo.
En un instante, estaba en la cama, y él estaba encima de mí, el pelo
áspero de sus piernas abrasivo contra el mío de la manera más
sorprendente y agradable. Pero la sensación de él contra mi cadera
provocó un trago nervioso y también trajo un recordatorio de una
consecuencia muy real que podría derivarse de esto.
—¿Estás...?
—¿Protegido? —Sus pensamientos obviamente siguen el mismo camino
que el mío—. Tomo la ayuda mensual.
Estaba hablando de la hierba que hizo que tanto hombres como mujeres
fueran temporalmente infértiles. Se podía beber o masticar, y escuché que
sabía a leche agria.
—Supongo que no —agregó.
Resoplé.
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—¿No sería eso un escándalo? —dijo, pasando su mano por mi brazo.
—Lo sería. —Yo sonreí—. Pero esto…
Esos ojos se encontraron con los míos. —Esto lo cambia todo.
Lo hacía.
Realmente lo hacía.
Y estaba lista para eso.
Hawke me besó y no pensaba en nada más que en cómo sus labios
tenían un efecto casi drogadicto. Nos besamos hasta que mi corazón latía
con fuerza y mi piel zumbaba de placer. Entonces, solo cuando me sentí
sin aliento, comenzó a explorar.
Sus dedos se arrastraron sobre cada centímetro de piel expuesta, y
cuando su mano se movió entre mis muslos, grité, descubriendo
rápidamente que lo que había hecho con sus dedos en el bosque, sobre
mis pantalones, no era absolutamente nada comparado con su piel contra
la mía.
Se abrió camino hacia abajo, usando su boca y luego su lengua para
seguir el camino que sus manos habían abierto. Se quedó en áreas
particularmente sensibles, retorciéndome con sonidos que me hicieron
preguntarme brevemente cuán gruesas eran las paredes, y luego se
demoró sobre las cicatrices en mi estómago, besándolas, adorándolas
hasta que estuve segura de que no las encontró inquietantes o feas de
cualquier manera.
Pero luego se movió aún más abajo, más allá de mi ombligo.
Mi corazón se detuvo cuando sentí su aliento contra donde me dolía con
tanta fuerza. Abrí los ojos para encontrarlo sentado entre mis piernas, su
mirada dorada clavada en la mía.
—Hawke —susurré.
Un lado de sus labios se curvó en una media sonrisa malvada y
humeante. —¿Recuerdas la primera página del diario de la señorita Willa?
—Sí. —Nunca olvidaría esa primera página.
Luego, con la mirada fija en la mía, bajó la boca.
Página | 505
Mi espalda se inclinó al primer toque de sus labios, y mis dedos se
clavaron en las sábanas al deslizar su lengua. Pensé que mi corazón
podría detenerse, que tal vez ya lo había hecho. El alboroto de sensaciones
que evocaba parecía insondable hasta ese momento. Era casi demasiado, y
no podía quedarme quieta. Levanté mis caderas, y su rugido de aprobación
fue casi tan bueno como lo que estaba haciendo.
Dioses…
Mi cabeza cayó hacia atrás contra el colchón, y me di cuenta de que me
estaba retorciendo, retorciéndome, y no había sentido del ritmo detrás de
mis movimientos. Pero ese fuerte apretamiento dentro de mí se estaba
enrollando y retorciendo, y luego todo se deshizo, aturdiéndome con su
intensidad. Podría haber dicho su nombre. En realidad podría haber
gritado algo incoherente. No lo sabía, y tomó lo que se sintió como una
pequeña eternidad antes de que pudiera abrir los ojos.
Hawke levantó la cabeza, los labios hinchados y brillantes a la luz de las
velas. La intensidad en su mirada chamuscó mi piel cuando su mirada
atrapó y sostuvo la mía. Nunca parecía más orgulloso de sí mismo cuando
su boca se separó y la punta de su lengua se deslizó sobre sus labios. —
Gotas de miel —gruñó—. Tal como dije.
Se me cortó la respiración y me estremecí. No se movió tanto mientras
merodeaba por la longitud de mi forma deshuesada. Lo miré, incapaz de
mirar hacia otro lado mientras la dureza de su cuerpo acariciaba el mío,
incapaz de detener el escalofrío cuando los pelos ásperos de sus piernas le
hacían cosquillas en la piel sensible.
—Poppy —suspiró, sus labios tocaron los míos. Me besó y mi piel se
calentó por su sabor, mi propio sabor y esos dientes extrañamente afilados
suyos. Mis sentidos giraron al sentir que él se acomodaba entre mis
piernas, pinchando, presionando solo un poco—. Abre tus ojos.
¿Estaban cerrados? Sí. Lo estaban. Los abrí para ver que un lado de sus
labios estaba curvado, pero la inclinación burlona normalmente presente
había desaparecido. No dijo nada mientras me miraba, con las caderas y el
cuerpo quietos. —¿Qué?
—Quiero tus ojos abiertos —dijo.
—¿Por qué?
Él se rió entre dientes y jadeé por cómo se sentía el sonido con él tan
Página | 506 cerca de donde palpitaba. —Siempre tantas preguntas.
—Creo que te decepcionaría si no tuviera ninguna.
—Cierto —murmuró, arrastrando su mano por la longitud de mi cuello y
luego más abajo. Su mano se enroscó alrededor de mi pecho.
—¿Entonces por qué? —Yo persistí.
—Porque quiero que me toques —dijo—. Quiero que veas lo que me
haces cuando me tocas.
Un escalofrío bailó sobre mi piel. —¿Cómo... cómo quieres que te toque?
—Como quieras, princesa. No puedes hacerlo mal, —susurró con voz
ronca.
Desenrollando los dedos de la sábana, levanté una mano y le toqué la
mejilla. Su mirada permaneció pegada a la mía mientras dibujaba mis
dedos a lo largo de la curva de su mandíbula, sobre sus suaves labios y
luego hacia su garganta. Todavía sentía demasiado para que mi regalo
fuera remotamente funcional mientras deslizaba las puntas de mis dedos
sobre su pecho. Su respiración la empujó contra mi mano, y seguí
explorando, empapándome de la sensación de los músculos tensos,
enroscados de la parte inferior de su estómago, y sacudiendo el cabello
debajo de su ombligo y luego más abajo. Mis dedos rozaron la dureza
sedosa, y todo su cuerpo se sacudió. Yo dudé.
—Por favor. No te detengas —gruñó, con la mandíbula apretada
mientras sus dedos se calmaban en mi pecho. —Queridos dioses, no
pares.
Me concentré en su rostro mientras lo tocaba. Hubo tantas pequeñas
reacciones en todo su cuerpo. Su mandíbula explotó y sus labios se
separaron ligeramente. Las líneas de su rostro se volvieron más agudas, y
los tendones de su cuello se estiraron mientras yo lo rodeaba con la mano.
Echó la cabeza hacia atrás y su cuerpo grande y poderoso tembló. Noté lo
rápida que se había vuelto su respiración mientras deslizaba mi mano
hacia donde nuestros cuerpos estaban casi unidos. Entonces dio un
escalofrío de cuerpo completo, y me sorprendió lo mucho que mi toque lo
afectó. Apreté mi agarre, volviéndome más confiada.
—Dioses —gruñó.
Página | 507
—¿Está bien?
—Cualquier cosa que hagas está más que bien. —Su voz se había
profundizado aún más—. Pero especialmente eso. Totalmente eso.
Me reí suavemente, y luego lo hice de nuevo, levantando mi mano de
arriba abajo. Sus caderas se movieron entonces, al igual que las mías,
rodando contra mi palma, contra mí. Él emitió un sonido, un retumbar
profundo y oscuro que envió una oleada de placer a través de mí.
—¿Ves lo que tu toque me hace? —preguntó, sus caderas siguiendo mi
mano.
—Sí —susurré.
—Eso me mata. —Su cabeza cayó, y esos ojos... Parecían casi luminosos
mientras me miraba, y luego sus gruesas pestañas bajaron, protegiéndolas
de la vista—. Me mata de una manera que creo que nunca entenderás.
Mi mirada buscó su rostro. —¿En un... en el buen sentido?
Las facciones de Hawke se suavizaron cuando levantó su mano para
acunar mi mejilla. —De una manera que nunca antes me había sentido.
—Oh.
Bajó la cabeza y me besó mientras se movía sobre su brazo izquierdo.
Su mano dejó mi mejilla y se deslizó a lo largo de mi cuerpo hasta que
estuvo entre nosotros. —¿Estás lista?
Respirando, asentí.
—Quiero oírte decirlo.
Las comisuras de mis labios se alzaron. —Sí.
—Bien, porque podría haber muerto si no lo estuvieras.
Me reí, sorprendida por el sonido de la risa en un momento tan tenso e
importante.
—Crees que estoy bromeando. Poco sabes —bromeó, besándome de
nuevo antes de empujar un poco. Se detuvo y volvió a hacer ese sonido—.
Oh, sí, estás tan lista.
Todo mi cuerpo se sonrojó y tembló.
Página | 508
La mirada de Hawke se alzó hacia la mía una vez más. —Me
impresionas.
—¿Cómo? —Susurré confundido. No había hecho casi nada mientras
él... me destrozó con el tipo de besos sobre los que solo había leído.
—Puedes estar delante de un Craven sin miedo. —Arrastró sus labios
sobre los míos—. Pero te sonrojas y tiemblas cuando hablo de lo hábil y
maravillosa que te sientes contra mí.
Definitivamente me estaba sonrojando aún más ahora. —Eres tan
inapropiado.
—Estoy a punto de volverme realmente inapropiado, —prometió—. Pero
primero, puede doler.
Sabía lo suficiente sobre sexo para saber eso. —Lo sé.
—¿Leyendo libros sucios otra vez?
Un aleteo comenzó en mi estómago y se extendió. —Posiblemente.
Él se rió entre dientes, pero terminó en un gemido cuando comenzó a
moverse.
Hubo presión y un momento en que no estaba segura de cómo podía ir
más lejos, y luego un aguijón repentino y agudo me robó el aliento cuando
cerré los ojos. Con los dedos cavando en sus hombros, me tensé. Sabía
que habría algo de dolor, pero todo el lánguido calor se convirtió en
pedazos de hielo.
Hawke se quedó quieto sobre mí, respirando con dificultad. —Lo siento.
—Sus labios tocaron mi nariz, los párpados de mis ojos, mis mejillas—. Lo
siento.
—Está bien.
Me besó de nuevo, suavemente, y luego apoyó su frente contra la mía.
Una respiración superficial me levantó el pecho. Eso fue todo. Había
cruzado la última línea prohibida. No hubo conmoción de culpa ni estallido
de pánico. A decir verdad, había cruzado esa línea cuando Hawke me besó
antes de saber quién era yo, y todo lo que condujo a este mismo momento
Página | 509 había borrado lentamente esa barrera hasta que ya no existía. No había
regresado desde la noche en el Red Pearl, y esto... esto se sentía
demasiado bien para que no estuviera, de alguna manera, destinado. Sentí
que se suponía que debía estar aquí, en este mismo momento, con Hawke,
donde importaba quién era y no qué era. No importaba si los dioses me
encontraban indigna porque yo era digna de esto: de la risa y la emoción,
de la felicidad y la anticipación, de la seguridad y la aceptación, del placer
y la experiencia, de todo lo que Hawke me hizo sentir. Y era digna de las
consecuencias que se derivaran de esto porque no se trataba solo de él. Lo
supe desde el momento en que le pedí que se quedara.
Se trataba de mí.
Lo que quería.
Mi elección.
Respiré hondo y el ardor disminuyó. Hawke permaneció quieto sobre mí,
esperando. Tentativamente, levanté mis caderas contra las suyas. Picaba,
pero no tan severamente como antes. Lo intenté de nuevo. Hawke se
estremeció, pero no se movió. No hasta que me aflojé el agarre de sus
hombros y me quedé sin aliento por una razón completamente diferente.
Hubo una fricción ardiente, pero no era lo mismo. Los músculos bajos de
mi estómago se tensaron cuando una oleada de placer me atravesó.
Solo entonces Hawke se movió, y lo hizo con tanto cuidado, tan
suavemente que sentí que las lágrimas pinchaban mis ojos. Los cerré
mientras enroscaba mis brazos alrededor de su cuello, dejándome perder
una vez más en la locura, en el creciente aumento de sensaciones. Una
especie de instinto primario se apoderó, guiando mis caderas para seguir
las suyas. Nos movíamos juntos, el único sonido en la habitación era el de
mis suspiros más suaves y sus gemidos más profundos. Esa exquisita,
casi dolorosa sensación en espiral regresó. Mis piernas se levantaron por
su propia cuenta, rodeando sus caderas. La presión aumentaba dentro de
mí una vez más, pero esta vez era más potente.
Hawke pasó su brazo por debajo de mi cabeza y curvó su mano
alrededor de mi hombro mientras el agarre de su otra mano apretaba mi
cadera. Comenzó a moverse más rápido, más profundo, sus empujes más
fuertes mientras me sostenía en su lugar debajo de él. Me aferré a él, mi
boca encontró la suya a ciegas cuando su mano se deslizó entre nosotros.
Su pulgar encontró esa área sensible, y cuando sus caderas se agitaron
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contra las mías en círculos apretados, la tensión explotó una vez más.
Grité cuando la sensación se apoderó de mí, más intensa y penetrante que
antes. La liberación que me había dado antes de alguna manera no se
parecía a nada en comparación con esto. Me estaba rompiendo en pedazos
de la mejor manera posible, y fue solo cuando la última ola pareció haber
alcanzado su punto culminante que me di cuenta de esos intensos ojos
dorados fijos en mi cara cuando deslizó su mano debajo de mí. Supe de
inmediato que había estado mirando todo el tiempo.
Puse una mano temblorosa en su mejilla. —Hawke, —susurré,
deseando poder poner en palabras lo que acababa de sentir, lo que todavía
sentía.
Sus facciones se volvieron rígidas y su mandíbula se tensó, y luego él...
parecía perder el control que le quedaba. Su cuerpo golpeó contra el mío,
moviéndonos a través de la cama. Debajo de mis manos, sus músculos se
flexionaron y rodaron, y luego su cabeza se echó hacia atrás y gritó,
estremeciéndose.
Bajó la cabeza hacia la mía, hacia el espacio sensible a lo largo del
costado de mi garganta. Sentí sus labios contra mi pulso mientras el
movimiento de sus caderas disminuía. Hubo un roce de sus dientes que
envió un escalofrío a través de mí, y luego la presión de sus labios.
No sabía cuánto tiempo estuvimos así, nuestra piel húmeda se enfrió y
nuestra respiración se ralentizó mientras pasaba mis dedos por su cabello.
Sus músculos se habían relajado y su peso estaba sobre sus codos, pero
lentamente me di cuenta de la tensión en su cuerpo. Era el regalo,
lentamente hurgando entre mis emociones embriagadoras.
Los labios de Hawke rozaron mi mejilla y luego encontraron los míos.
Me besó suavemente, dulcemente. —No olvides esto.
Toqué su mandíbula. —Creo que nunca podría.
—Prométeme —dijo, pareciendo no escucharme mientras levantaba la
cabeza. Su mirada se enganchó con la mía—. Prométeme que no olvidarás
esto, Poppy. Que pase lo que pase mañana, al día siguiente, la semana que
viene, no olvidarás esto, no olvides que esto fue real.
No pude mirar hacia otro lado. —Lo prometo. No lo olvidaré.
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34
Traducido por: Evares
Corregido por: -Patty
Algunas horas después, un ruido me sacó del sueño. Estaba de mi
lado, y un cuerpo largo y cálido estaba envuelto alrededor del mío. Me
empujaron una pierna entre los muslos y me enredaron en los brazos.
Aunque todavía estaba medio dormida, cada parte de mí inmediatamente
se dio cuenta de las sensaciones desconocidas de estar en manos de
Página | 512 alguien. La sensación de piel contra piel, los pelos ásperos y cortos contra
mi carne, los bíceps debajo de mi cabeza, y el cálido aliento que brota de
mi mejilla. Todo era maravilloso y nuevo. Incluso con las telarañas del
sueño que aún nublaban mis pensamientos, sabía que este sentimiento no
sería algo fácil de abandonar.
Lo último que recordaba era acostarme frente a Hawke, él jugando con
mi cabello mientras me contaba cómo había conseguido algunas de sus
cicatrices más pequeñas. La mayoría de ellas se habían ganado luchando,
aunque algunas eran de cuando era un niño imprudente y aventurero.
Tenía la intención de compartir con él la verdad sobre algunos de los míos,
pero debo haberme quedado dormida.
Hawke se movió detrás de mí, levantando la cabeza cuando el sonido
volvió. Fue un suave golpe en la puerta. Con cuidado, deslizó su pierna
entre las mías. Se quedó quieto por un segundo, y luego sentí las yemas de
sus dedos en mi brazo. Bajaron y luego sobre la llamarada de mi cadera
hasta donde estaba la manta. Tiró de él sobre mi pecho mientras se
liberaba, asegurándose de que la almohada había reemplazado su brazo
debajo de mi cabeza. Una sonrisa somnolienta y complacida tiró de mis
labios.
La cama se hundió cuando se levantó, y lo escuché detenerse a los pies
de la cama. Parpadeé para abrir los ojos. Una de las lámparas de aceite
todavía ardía, proyectando un suave brillo mantecoso alrededor de la
habitación. Todavía estaba completamente negro más allá de la pequeña
ventana, aunque vi a Hawke enderezarse mientras se ponía los pantalones,
dejándolos desabrochados. Mi estómago se hundió ante la vista. Fue hacia
la puerta así, sin camisa y medio desnudo. ¿No haría eso obvio para quien
fuera lo que había sucedido aquí?
Esperé a que apareciera el pánico, la preocupación y el miedo a ser
descubiertos en una posición prohibida y muy comprometedora.
No vino
Tal vez fue porque todavía estaba medio despierta. Quizás la agradable
languidez en mis músculos se había infiltrado de alguna manera en mi
cerebro y había derretido mi sentido común.
Tal vez simplemente no me importaba ser atrapada.
Hawke abrió la puerta y el que estaba afuera habló demasiado bajo para
Página | 513 que yo lo oyera. No capté la respuesta de Hawke, pero vi que aceptó algo
que le habían entregado. Estuvo solo en la puerta por un par de momentos
antes de cerrarla de nuevo, colocando lo que llevara en la silla.
Al ver que estaba despierta, él vino a mi lado. Sin palabras, se agachó,
cogió un mechón de cabello y me lo apartó de la cara.
—Hola, —susurré, cerrando los ojos y presionando mi mejilla contra su
palma—. ¿Es hora de levantarse?
—No.
—¿Está todo bien?
—Todo está bien. Solo necesito ir a manejar algo —respondió. Abrí mis
ojos. Me miró mientras arrastraba su pulgar por mi mejilla, justo debajo
de la cicatriz—. No necesitas levantarte todavía.
—¿Estás seguro? —Yo bostecé.
Una leve sonrisa apareció. —Lo estoy, princesa. Duerme. —Metió la
manta a mí alrededor una vez más y luego se levantó—. Volveré tan pronto
como pueda.
Quería decir algo, de alguna manera reconocer lo que había sucedido
entre nosotros y lo que significaba para mí, pero no estaba segura de cómo
decirlo, y mis ojos se estaban poniendo pesados. Me volví a dormir, pero
no me quedé allí mucho tiempo. Desperté por segunda vez, la lámpara aún
ardía y la cama estaba vacía a mi lado.
Estirando mis extremidades, apreté mis labios por el extraño y sordo
dolor entre mis piernas. No necesitaba el recordatorio de anoche, pero ahí
estaba. Eché un vistazo alrededor de la habitación, mi mirada se enganchó
en la silla. Mi ropa estaba doblada allí. ¿Había sido Magda quien había
venido a la puerta? ¿O alguien más? De cualquier manera, fuera quien
fuese, el estado de desnudez en que Hawke había respondido a la puerta
reveló todo.
Me mordí el labio mientras yacía allí, mirando la pequeña ventana.
Como antes, no había pánico ni temor. La gente hablaba De una forma u
otra, lo que había sucedido aquí viajaría más allá de las calles
empedradas. Eventualmente llegaría a la capital, y luego a la Reina.
Incluso si por casualidad no fue así, los dioses tenían que saber que ya no
era una doncella real. Si eso significaba o no que aún era la Doncella en
Página | 514
sus ojos, no tenía idea.
Pero ya no era la Doncella.
No podría volver a esa vida.
Un breve estallido de miedo atravesó mi pecho, pero eso estaba bien
porque una oleada de determinación rápidamente lo apagó como el agua
hace arder las llamas.
No volvería a esa vida sin derechos, de esconder mi don y ser incapaz de
ayudar a las personas, de permitir que otros hagan lo que quieran conmigo
y conmigo porque no tenía otra opción o estaba constantemente en una
posición donde tenía que aceptar todo lo que se hizo por miedo a alguien
más. Porque aunque sabía que la Reina nunca me trataría mal, aún se
esperaría que ocultara mi regalo, que fuera callada e invisible, amigable y
apaciguadora. Cada una de esas cosas iban en contra del núcleo de mi
naturaleza.
No pude ascender.
Y eso significaba que había dos opciones por delante. Intentar
desaparecer y esconderme; vivir detrás del velo durante tanto tiempo sería
un beneficio aquí, ya que muy pocas personas sabían cómo era yo. Sin
embargo, había suficientes que podrían dar una descripción. Estaba
seguro de que todas las ciudades y pueblos serían notificados para
vigilarme, pero sabía cómo permanecer oculto.
¿Pero a dónde iría? ¿Cómo sobreviviría? ¿Y qué le pasaría a Hawke si
desapareciera mientras se suponía que me estaba escoltando?
No asumí que mi futuro incierto, ahora muy desconocido, incluyera a
Hawke. Sin embargo, mi pecho todavía revoloteaba. Lo que habíamos
compartido anoche tenía que significar algo más que simplemente buscar
gratificación física. Podía encontrar eso en cualquier lugar, pero me había
elegido.
Y lo elegí a él.
Eso tenía que significar algo que iba más allá de anoche, algo que nunca
pensé que tendría la oportunidad de experimentar.
Si Hawke era o no parte de mi vida o no, la única otra opción era ir a la
Reina y ser honesta. Ahora eso me asustó porque yo... no quería
Página | 515 decepcionarla. Pero ella tenía que entender. Ella hizo con mi madre, y yo
era la favorita de la reina. Tenía que entender que no podía ser esto. Y si
no lo hacía, tenía que obligarla.
Sentándome, mantuve la manta envuelta alrededor de mí.
Sabía lo que no podía hacer, pero no sabía lo que eso significaba a largo
plazo para el reino o para mí. El cielo fuera de la ventana comenzó a
aclararse. Hablaría con Hawke al respecto, y no esperaría. Necesitaba
saber, y yo quería saber qué pensaba.
Lo que él diría.
Sabiendo que el amanecer se acercaba rápidamente, me levanté y me
preparé, usando el agua restante para lavarme rápidamente. El agua
estaba fría, pero como no tenía idea de cuándo tendríamos acceso a agua
limpia nuevamente, no me estaba quejando. Aliviada de llevar ropa limpia,
me até la daga al muslo. Estaba terminando de trenzarme el pelo cuando
llamaron.
Pensando que Hawke habría entrado, me acerqué con precaución. —
¿Si?
—Es Phillips —era la voz familiar.
Abrí la puerta y él entró corriendo, obligándome a retroceder mientras
cerraba la puerta detrás de él. Se giró, su capa se abrió para revelar su
mano en la empuñadura de su espada.
Las campanas de advertencia sonaron cuando retrocedí un paso.
—¿Estás sola? —exigió, su mirada yendo al baño.
—Sí. —Mi corazón dio un vuelco—. ¿Ha pasado algo?
Se volvió hacia mí, con los ojos muy abiertos. —¿Dónde está Hawke?
—Yo... no lo sé. ¿Qué está pasando?
—Algo sobre este lugar no está bien.
Mis cejas se alzaron.
—Las cosas no han estado bien sobre todo este maldito asunto. Debería
haber escuchado mis instintos. Me han mantenido vivo todo este tiempo,
Página | 516 pero no lo escuché esta vez, —dijo entre dientes mientras se dirigía a
donde se colocó una pequeña alforja—. Hice un poco de búsqueda por
aquí. No vi a un solo Ascendido. ¿Y lord Halverston? No he visto evidencia
de la Realidad.
—Me dijeron que estaba cazando con sus hombres —le aseguré—. Le
pregunté a Magda dónde estaba ayer.
Con el bolso en la mano, él me miró con las cejas oscuras arqueadas. —
¿Qué Ascendido conoces que iría a cazar?
—No sé nada de eso, pero no conocemos a todos los Ascendidos.
—¿Sabes a quién no conocemos? Este compañero, Kieran. —Se detuvo
frente a mí—. No sabemos nada de él.
Confundida por dónde iba con todo esto, sacudí la cabeza. —No conozco a
ninguno de ustedes.
Excepto por Hawke. A él lo conocía.
—No estás entendiendo lo que digo. Nunca he visto a Kieran. No fue
hasta la mañana que apareció en el Rise. No podía obtener de él nada más
que trabajar en la capital. Todo lo demás fue breve, respuestas vagas.
Recordé cómo los había visto hablar a menudo durante todo el viaje.
Aún así, la falta de voluntad de Kieran para responder preguntas de un
extraño no significaba nada. —Muchos guardias están en ascenso.
¿Conoces a todos?
—Sé lo suficiente como para sospechar que una nueva transferencia es
parte del equipo encargado de escoltar a la Doncella —afirmó—. Hawke lo
solicitó personalmente, otra transferencia relativamente nueva que, de
alguna manera, en cuestión de meses, se convirtió en una de las personas
más importantes de la Guardia Real de todo el reino.
Contuve el aliento. —¿De qué estás hablando?
—Hawke es otro del que nadie sabe casi nada. Pero él apareció, y ahora
te bajas no uno sino dos guardias reales personales.
Se me cayó la boca. —Estaba allí cuando Rylan y Vikter fueron
asesinados...
—Y sé que no es normal que varios guardias pasaron por alto para
convertirse en tu guardia a favor de un chico que apenas es un hombre —
Página | 517 me interrumpió—. No me importa con qué recomendaciones vino a
Masadonia, o lo que sea que el Comandante haya dicho sobre él. Hawke
solicitó a Kieran, y aquí estamos, en una fortaleza donde no se puede
encontrar ningún Ascendido.
—¿Qué estás tratando de decir, Phillips?
—Estoy tratando de decir que esto es una trampa. Salimos de la ciudad
con ellos y nos metimos en una maldita trampa.
—¿Ellos? —Susurré.
—Kieran —respondió—. Hawke.
Por un momento, todo lo que pude hacer fue mirarlo.
—Sé que no quieres escuchar esto. Tú y Hawke parecen... cercanos,
pero te digo, doncella, que algo no está bien en este lugar o en ellos, y...
—¿Y qué?
—Evans y Warren están desaparecidos. —Hizo referencia a los dos
guardias mientras miraba hacia la puerta. —Ni Luddie ni yo los hemos
visto desde aproximadamente una hora después de que llegamos aquí.
Fueron a sus habitaciones asignadas y ahora han desaparecido. Sus
camas no han sido tocadas, y no se las ha visto en ninguna parte de la
fortaleza.
Eso... Si era cierto, no era bueno. Pero lo que estaba sugiriendo era
increíble. No conocía a Kieran, pero conocía a Hawke, y si Hawke confiaba
en Kieran, entonces yo también. Entonces, ¿qué ganaría Phillips al decir
estas cosas?
Mi piel se enfrió cuando la única opción se formó en mi mente. Phillips
tenía que ser un Descendente. Sorprendida, no quería creerlo, pero
recordé cómo los Descentros en el Rito habían sido vestidos para la
celebración. Habían estado mezclándose con todos todo el tiempo. No era
imposible.
Porque nada lo era.
Y si Phillips era un Descendente, entonces esto... esto era malo. Estaba
excepcionalmente bien entrenado. Peor aún, él sabía que yo también
estaba armada y entrenada, así que no tuve el elemento sorpresa.
Página | 518 Tampoco me gustó la idea de estar en esta habitación sola con él,
especialmente donde no sabía quién estaba cerca.
Necesitaba estar rodeada de personas.
—Bueno. Has... has estado en Masadonia durante mucho tiempo. Y
Vikter... siempre tenía nada más que cosas buenas que decir sobre ti —le
dije. Hasta donde puedo recordar, Vikter nunca había mencionado a
Phillips, pero necesitaba que él me creyera. Abrí mis sentidos entonces. —
¿Que se supone que haga?
—Gracias a los dioses, eres inteligente. Tenía miedo de tener que
sacarte de aquí. Miró hacia la puerta una vez más mientras sus emociones
se filtraban a través de mí—. Necesitamos salir de aquí y rápido.
—¿Y entonces qué? —Me tomó un momento dar sentido a lo que sentía.
No hubo dolor notable, pero probé el sabor de... miedo.
—Ven. —Me hizo un gesto hacia la puerta, con la mano todavía en la
empuñadura de su espada. Abrió la losa y miró hacia afuera, demasiado
rápido como para que me aprovechara de él dándome la espalda—. Está
vacío. —Sus ojos se encontraron con los míos—. Quiero creer que sabes
que te estoy diciendo la verdad, pero no soy estúpido. Sé que
probablemente estés armado, y sé que puedes usarlo. Entonces, quiero
que mantengas tus manos donde pueda verlas. No quiero hacerte daño,
pero te incapacitaré si eso significa sacarte de este lugar y a un lugar
seguro.
Ser amenazada no me hizo sentir exactamente segura, pero estaba
asustada.
Estaba asustada. Lo supe cuando se hizo a un lado y me di cuenta de
que me quería delante de él. Mi mano se movió para alcanzar la daga. ¿De
qué tenía miedo? ¿Siendo atrapad?
—Luddie y Bryant nos esperan en los establos. Están preparando los
caballos.
Asentí, saliendo al pasillo justo cuando la puerta del otro extremo del
pasillo se abría.
Kieran salió cuando el aire frío se extendió por el pasillo. Sin mi capa,
no llegaría lejos. ¿Phillips no se dio cuenta de eso? ¿O eso no era
relevante? Kieran se detuvo con las cejas arqueadas. —¿Qué estás
Página | 519 haciendo aquí?
Antes de que pudiera responder, escuché a Phillips desenvainar su
espada. Mi corazón comenzó a latir con fuerza.
—¿Qué estás haciendo aquí? —exigió Phillips—. No es hora de irse.
Él comenzó a avanzar. —Iba a mi habitación. Su mirada regresó a mí.
No pensé que se diera cuenta de que Phillips había preparado su espada—.
Y no respondiste mi pregunta.
Phillips estaba detrás de mí, y sabía que tenía que tener cuidado. Puede
querer mantenerme con vida, pero yo era tan eficaz como un mensaje si
estuviera muerta. Él tendría la espada en mi espalda antes de que pudiera
agarrar mi daga.
Miré a Kieran en silencio, esperando que los dioses pudieran ver lo que
yo no podía decir.
Se adelantó, su mano yendo casualmente hacia la espada a su lado. —
¿Que está pasando aquí?
Phillips me agarró del brazo y tiró de mí hacia atrás. Él fue rápido
mientras empujaba su espada hacia adelante. También Kieran. Él desvió el
golpe, pero la punta mortal de la espada solo se desvió del rumbo. En
lugar de penetrar su pecho, le cortó el estómago y la pierna. Grité cuando
Kieran se miró a sí mismo...
El sonido que provenía de Kieran cuando tropezó hacia atrás levantó
cada vello de mi cuerpo. Me quedé helada. Comenzó como un ruido sordo
que ni siquiera era remotamente un sonido que un mortal debería hacer.
Lo había escuchado antes, la noche en que Rylan había sido asesinado en
el Jardín de la Reina. El Descentro había hecho ese mismo sonido.
El estruendo se levantó, convirtiéndose en un gruñido profundo que me
robó el aliento. Cuando levantó la cabeza, mi corazón casi se detuvo.
Sus pálidos ojos azules...
Brillaban iridiscentes en la tenue luz.
—Realmente no deberías haber hecho eso. —La voz que salió de él era
confusa y estaba completamente mal, como si su garganta estuviera llena
Página | 520 de grava—. En absoluto.
Kieran arrojó su espada a un lado y esta cayó del suelo de madera. No
podía entender por qué arrojaría su arma, pero entonces vi por qué.
Él había cambiado.
Su piel parecía adelgazarse y oscurecerse. Su mandíbula apareció,
alargándose junto con su nariz. Los huesos se agrietaron y reformaron
cuando el pelaje de color leonado brotó de cada centímetro de piel que
pude ver. La túnica que llevaba se partió en el pecho. Sus pantalones se
rasgaron cuando sus rodillas se doblaron. Se lanzó hacia adelante, con los
dedos creciendo, las garras reemplazando las uñas. Las orejas se
alargaron cuando abrió la boca en un gruñido frío y violento. Los colmillos
salieron de su mandíbula cuando sus manos, sus patas, golpearon el
suelo.
Tomó segundos, solo segundos, y un hombre ya no estaba frente a
nosotros. Una enorme criatura estaba a cuatro patas, casi tan alta como
Phillips en una sólida masa de músculos y pelaje elegante. Lo que vi era
imposible, lo que vi era algo que se había extinguido durante siglos,
asesinado durante la Guerra de los Dos Reyes.
Pero sabía lo que era Kieran.
Oh mis dioses.
Kieran era un lobo.
—¡Corre! —Phillips gritó, agarrándome del brazo.
No necesitaba que me lo dijeran dos veces.
Phillips estaba completamente equivocado acerca de Hawke, pero no lo
estaba cuando se trataba de Kieran. Obviamente había algo increíblemente
incorrecto en él.
Las garras de Kieran rasparon la madera mientras se tambaleaba hacia
nosotros, barriendo y extrañando por poco la capa de Phillips. Corrí más
rápido que nunca en toda mi vida. Miré por encima del hombro cuando
Phillips abrió la puerta de un tirón. Cada instinto dentro me gritaba que
no lo hiciera, pero no pude evitarlo. Me miraba.
El lobo saltó, retorciéndose en el aire. Aterrizó en la pared. Las garras se
clavaron en la piedra, y luego se lanzó, aterrizando a medio camino en el
Página | 521
pasillo.
—¡Vamos! —Phillips me tiró de la escalera frente a él.
El espacio estaba oscuro con solo la más leve luz para abrir el camino.
Mis botas resbalaron sobre la piedra. Agarré la barandilla mientras me
balanceaba en el rellano, casi cayendo. Pero no me detuve.
Volamos por el último tramo de escaleras y salimos corriendo por la
puerta, mi cerebro finalmente arrojó algo útil, recordándome que tenía un
arma. Sanguinaria. Podría matar a un lobo si el corazón o la cabeza fueran
golpeados, como un Craven.
Mis pies golpearon el suelo congelado cuando tiré de la daga.
—Los establos. —Phillips corrió, su capa ondeando detrás de él como
olas de agua negra.
Hawke.
¿Kieran le había hecho algo a Hawke? Mi corazón dio un vuelco.
El aullido desde arriba hizo añicos el silencio de la madrugada,
sacudiendo mi cabeza justo cuando el lobo llegó por la barandilla.
Aterrizó en el suelo detrás de nosotros, dejando escapar otro aullido de
hormigueo.
Desde el bosque o desde la fortaleza, escuché una respuesta. Un rugido
que envió un rayo de terror frío a través de mí.
Había más de uno.
—Dioses. —Jadeé, empujando más fuerte que nunca. No había manera
de que me fuera de aquí sin Hawke, pero necesitaba alejarme lo más
posible de esa cosa. Eso era todo en lo que podía concentrarme porque si
bajaba la velocidad por medio segundo, él estaría sobre mí.
Doblamos la esquina, Phillips resbaló pero recuperó el equilibrio
mientras corríamos hacia los establos, sin un solo guardia a la vista, y eso
no estaba bien. Debería haber guardias afuera en este momento.
Vi a Luddie y al otro guardia.
—¡Cierra las puertas! —Phillips gritó cuando explotamos en los establos,
sorprendiendo a los caballos ensillados—. ¡Cierra las malditas puertas!
Página | 522
Los dos hombres se volvieron cuando yo me detuve, patinando. Lo supe
en el momento en que vieron al lobo.
—Mierda, —susurró Bryant, la sangre drenándose de su rostro.
Kieran nos estaba ganando.
Salté hacia un lado de las puertas justo cuando Luddie y Bryant
salieron de su sorpresa. Agarrando un lado junto con Luddie, lo cerramos
un segundo antes de que Bryant y Phillips cerraran su lado.
—¡Bar! —gritó Luddie, y los otros dos se giraron, agarrando el pesado
soporte de madera. La bajaron y la madera gimió en su lugar.
Jadeando, retrocedí; seguí retrocediendo hasta que entré en uno de los
postes. La empuñadura de la daga presionó mi palma. Lo miré, al hueso
de lobo...
Salté cuando las grandes puertas dobles se estremecieron cuando el
lobo se estrelló contra ellas.
—¿Es lo que creo que es? —Alguien preguntó. Creo que fue Bryant—.
¿Un lobo?
—A menos que sepas de otra gran criatura parecida a un lobo, entonces
sí. —Phillips se volvió cuando Kieran volvió a golpear la puerta, sacudiendo
la losa de madera—. Esa puerta no va a durar. ¿Hay otra salida?
—Hay una puerta trasera. —Luddie se adelantó—. Pero los caballos no
pasarán por él.
—A la mierda los caballos. —Bryant recogió su espada—. Primero
salimos de aquí.
—¿Han visto a Hawke? Fue llamado a mitad de la noche, —les dije. Tres
pares de ojos se posaron en mí y no me importó lo que pensaran—.
¿Alguno de ustedes lo ha visto?
Una tabla de madera se astilló cuando una mano cubierta de piel y
garras atravesó. Kieran agarró el trozo de madera y lo arrancó.
—Tenemos que irnos. —Phillips comenzó a ir a por mí.
Me aparté de su camino. —No me iré hasta que encuentre a Hawke...
Página | 523
—¿Acabas de ver lo que vi? —Exigió Phillips, con las fosas nasales
dilatadas—. Me dijiste que entendías lo que te estaba diciendo. Hawke es
uno de ellos.
—Hawke no es un lobo, —discutí. "Él no es parte de eso. —Señalé la
puerta cuando el lobo sacó otra sección—. Tenías razón sobre Kieran pero
no sobre Hawke. ¿Alguno de ustedes lo ha visto?
—Lo he visto.
Mi cabeza se sacudió hacia el sonido de la voz. Un hombre estaba
parado en las sombras, y algo... algo dentro de mí se encogió.
Salió a la luz. Cabello castaño peludo. Un rastro de barba. Pálidos ojos
azules de invierno. Un destello de ira pura y no adulterada me atravesó.
Era él.
El hombre que había matado a Rylan estaba aquí, y él sonrió. —Te dije
que volvería a verte.
Mi mirada se movió sobre él y mis cejas se levantaron cuando los tres
guardias le apuntaron con sus espadas. —Parece que te falta una mano.
Ojalá hubiera hecho eso.
Levantó su brazo izquierdo que terminaba en un muñón justo por
encima de su muñeca. —Me las arreglo. —Esos espeluznantes ojos pálidos
me miraron cuando los sonidos de Kieran cesaron detrás de nosotros. Solo
podía esperar que fuera algo que pusiera las probabilidades de que
saliéramos de esto a nuestro favor. —¿Recuerdas mi promesa?
—Bañarte en mi sangre. Deleitarte con mis entrañas —dije—. No lo he
olvidado.
—Bien, —retumbó, dando un paso adelante—. Porque estoy a punto de
cumplir esa promesa.
—¡Quedarte atrás! —exigió Phillips.
—Es un lobo —advertí, ahora sabiendo que había al menos tres en la
fortaleza.
—Chica inteligente, —dijo el hombre.
Phillips se mantuvo firme. —No me importa qué tipo de criatura impía
seas, das un paso más y será el última.
Página | 524
—¿Impío? —Echó la cabeza hacia atrás y se echó a reír, levantando los
brazos a los costados—. Somos creados a la imagen de los dioses. No
somos nosotros quienes somos los impíos.
—Lo que sea que necesites para decirte a ti mismo para sentirte mejor
—le respondí, apretando mi puño—. La cabeza o el corazón, ¿verdad,
Phillips?
—Sí. —Phillips bajó la barbilla—. Cualquiera de las dos...
Detrás de nosotros, la losa se astilló cuando las puertas se
desprendieron de sus bisagras, chocando contra los lados del granero. Los
caballos se criaron, pero atados, no tenían a dónde ir. Me giré de lado,
manteniendo mi daga apuntando al lobo mientras miraba, esperando ver a
Kieran rasgando la paja.
Lo que vi casi me puso de rodillas.
—¡Hawke! —Grité, demasiado aliviada para estar avergonzada de cómo
sonaba cuando comencé a caminar hacia él. —Gracias a los dioses, estás
bien.
—Aléjate de él. —Phillips me agarró del brazo.
Fui a liberarme de Phillips cuando vi que Hawke llevaba algo en la
mano. Parecía un arco curvo, pero estaba montado en un mango de algún
tipo, y un perno ya estaba sujeto, de alguna manera en su lugar. Lo que
sea. Funcionaría —¡Mátalo! —Grité, liberándome de Phillips—. Él era el...
Una forma descomunal apareció detrás de él, tan grande que casi llegó
al pecho de Hawke. Kieran se acercó a él. Mis latidos tartamudearon. —
¡Hawke, detrás de ti! —grité.
Phillips me atrapó por la cintura y me arrastró hacia atrás cuando
Hawke levantó el extraño arco. Kieran estaba casi sobre él, y no vi ninguna
piedra de sangre en la proa. No lo mataría.
La mirada de Hawke se encontró con la mía. —Está bien.
Sin previo aviso, Phillips fue arrancado de mí. Caí hacia adelante,
aterrizando de rodillas. Mi trenza se deslizó sobre mi hombro mientras
miraba detrás de mí, casi esperando ver al lobo con Phillips en sus manos.
El lobo del Jardín de la Reina no se había movido, pero Phillips...
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Phillips estaba apoyado contra el poste, con la espada sobre la paja.
Espera. Estaba inclinado porque sus pies ni siquiera tocaban el suelo, y
algo oscuro goteaba sobre la paja. Miré hacia arriba.
Ni siquiera podía gritar cuando mi estómago se revolvió. Hawke había
disparado la proa. Ni siquiera lo había visto hacerlo, pero lo hizo. El rayo
había atravesado la boca de Phillips y atravesó el poste, inmovilizándolo
allí.
Temblando, escuché a Luddie gritar. Aparté mi mirada de Phillips
cuando me volví hacia Hawke.
En forma de lobo, Kieran pasó junto a él, con su gran cabeza baja hacia
la paja mientras olfateaba el aire. Luddie lo acusó, pero perdió el equilibrio
y cayó hacia adelante.
Respiré, pero la presión me lo quitó.
Luddie no se había tropezado.
El rayo negro lo había atrapado en la espalda. Saliendo de detrás de uno
de los caballos estaba el guardia que nos había recibido en la puerta el día
anterior. Delano También tenía esos ojos pálidos. Los ojos que ahora
conocía pertenecían al lobo. Bajó el arco.
Bryant salió disparado.
Dándose la vuelta, echó a correr, pero no llegó lejos. Kieran se agachó y
luego se lanzó al aire. Tan elegante y rápido como cualquier flecha, y tan
preciso. Aterrizó en la espalda de Bryant, llevándolo a la paja. El guardia
ni siquiera tuvo la oportunidad de gritar. El lobo mostró sus dientes y se
abalanzó.
Giré la cabeza por el crujido húmedo que resonó en el granero.
Luego se hizo el silencio.
Vi al hombre que había matado a Rylan a zancadas hacia adelante, con
su paso de piernas largas relajado y relajado. Él me sonrió. —Estoy muy
contento de estar aquí para presenciar este momento.
—Cállate, Jericho —respondió Hawke, con tono plano.
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Lentamente, miré a Hawke. Estaba parado donde se había detenido, el
viento levantaba y sacudía esos mechones oscuros de su rostro llamativo.
Parecía como lo había hecho cuando salió de la habitación en medio de la
noche, como lo había hecho horas antes cuando me besó, me tocó y me
abrazó.
Pero se quedó allí con un lobo ensangrentado junto a él.
—¿Hawke? —susurré, mi mano libre agarrando la paja húmeda debajo
de mí.
Me miró y mi regalo cobró vida. El cable invisible se extendió, formando
una conexión, y sentí...no sentí nada de él. Sin dolor. Sin tristeza Nada.
Retrocedí, mi pecho subía y bajaba. Algo tenía que estar mal con mi
regalo. Solo los Ascendidos carecían de emociones. No mortales. No
Hawke. Pero era como si la conexión hubiera golpeado una pared de
ladrillos tan gruesa como Rise.
Tan formidable como el muro que construí a mí alrededor cuando
intenté mantener mi regalo encerrado dentro. ¿Estaba él... me estaba
bloqueando? ¿Era eso posible?
—Por favor, dime que puedo matarla —dijo Jericho—. Sé exactamente
qué piezas quiero cortar y enviar de vuelta.
—Tócala, y perderás más de una mano esta vez. —La frialdad en el
tono de Hawke me heló hasta el alma—. La necesitamos a ella —Su mirada
nunca me dejó—. Viva.
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Traducido por: Evares
Corregido por: -Patty
De rodillas, miré a Hawke, escuché sus palabras y vi lo que estaba
sucediendo, pero era como si mi cerebro no pudiera procesar nada de eso.
O mi cerebro lo procesaba y mi corazón... mi corazón lo negaba.
La necesitamos a ella.
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Viva.
Nosotros.
—No eres divertido, —murmuró Jericho—. ¿Te he dicho eso antes?
—Una vez o una docena, —respondió Hawke, y me estremecí. Todo mi
cuerpo retrocedió. Apretó la mandíbula y miró hacia otro lado, escaneando
el granero—. Este desastre necesita ser limpiado.
A su lado, el lobo se sacudió, muy parecido a un perro después de llegar
de la lluvia. Y luego se levantó sobre sus patas traseras y se movió, el
pelaje se curvó hacia adentro para revelar la piel que se estaba
engrosando. Las piernas se enderezaron y los dedos volvieron a su tamaño
normal. La mandíbula volvió a su lugar. Con la camisa perdida en alguna
parte, Kieran estaba con pantalones rotos, la herida en su estómago por la
espada de Phillips no era más que una marca rosa.
Me recosté.
Kieran torció el cuello de izquierda a derecha, rompiéndolo. —Este no es
el único desastre que necesita ser limpiado.
Un músculo se flexionó en la mandíbula de Hawke mientras me miraba.
—Tú y yo necesitamos hablar.
—¿Hablar? —Se me escapó una risa, y todo sonó mal.
—Estoy seguro de que tienes muchas preguntas —respondió, y escuché
un tono del tono burlón con el que estaba familiarizado.
Me hizo estremecerme de nuevo. —¿Dónde... dónde están los otros dos
guardias?
—Muertos, —respondió sin una pizca de vacilación mientras
descansaba el arco sobre su hombro—. Fue una desafortunada necesidad.
Soy bueno en lo que hago
—¿Y qué es eso?
—Asesinato.
Sabía sin lugar a dudas que cuando salió de la habitación, eso fue lo
que hizo. Hubo un zumbido en mis oídos cuando me di cuenta de que
otros se reunían detrás de él en el patio, sus cuerpos aún bajo el sol
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filtrado de la mañana.
Dio un paso hacia mí. —Vamos a...
—No. —Me puse de pie, sorprendentemente estable—. Dime qué está
pasando aquí.
Hawke se detuvo. Cuando habló, su voz se había suavizado solo una
fracción. —Sabes lo que está pasando aquí.
El siguiente aliento que tomé me quemó la garganta y los pulmones
porque me di cuenta de que sí. Dios mío, sabía lo que estaba pasando
aquí. El zumbido aumentó cuando vi a Elijah parado afuera, con los
brazos cruzados sobre el pecho del cañón. Vi a Magda, con una mano
acunando protectoramente su panza mientras miraba fijamente el granero,
su rostro pellizcado con... con simpatía y lástima.
Te mereces mucho más de lo que te espera.
Eso fue lo que me dijo anoche. Y yo, estúpida, ingenua, pensé que se
refería a mi Ascensión. No.
Se refería a esto.
Magda se volvió y pasó junto a Elijah mientras volvía a la fortaleza.
—Phillips tenía razón —dije, con la voz temblorosa mientras lo decía,
mientras daba vida a lo que ya sabía.
—¿Lo tenía? —cuestionó Hawke, entregando la extraña reverencia a uno
de los hombres que habían aparecido detrás de él.
—Creo que Phillips había comenzado a resolver las cosas, —respondió
Kieran mientras miraba su estómago. Las débiles marcas rosadas ya se
habían ido—. Salían de la habitación cuando subí a verla. Sin embargo, no
parecía creer lo que fuera que él le había dicho.
No lo hacía.
No le había creído a Phillips en absoluto porque le creía a Hawke. Confié
en él, confié en él con mi vida y con...
Hubo un dolor repentino en mi pecho que se sintió como si alguien me
hubiera clavado una daga. Miré hacia abajo porque se sentía demasiado
real, pero no había cuchilla, ni herida sangrienta que igualara la agonía
Página | 530 que irradiaba a través de mí. Cuando levanté la vista, un músculo se
flexionó en la mandíbula de Hawke.
—Bueno, él no va a estar resolviendo nada otra vez —Jericho agarró el
cerrojo y lo soltó. Phillips se desplomó. Jericho empujó el cuerpo del
guardia con su bota—. Eso es seguro.
Me volví hacia Hawke, sintiendo como si el suelo se estuviera dividiendo
y moviendo debajo de mí.
—Eres un Descenter.
—¿Un Descenter? —Elijah se rió profundamente, haciéndome sacudir.
Kieran sonrió.
—Y aquí dije que eras inteligente, —dijo Jericho.
Los ignoré. —Estás trabajando contra los Ascendidos.
Hawke asintió con la cabeza.
Otra fisura se formó en mi pecho. —¿Tú... sabías esto... esta cosa que
mató a Rylan?
—¿Cosa? —se rió Jericho—. Estoy insultado.
Hawke no dijo nada.
—Eso suena como tu problema, no el mío —Me enfrenté completamente
a Hawke—. Pensé que los lobos estaban extintos.
Hawke se encogió de hombros informalmente. —Hay muchas cosas que
pensaste que eran ciertas que no lo son. Sin embargo, aunque los lobos no
están extintos, no quedan muchos.
—¿Sabías que mató a Rylan? —Grité
—Pensé que podría acelerar esto y atraparte, pero sabemos cómo
resultó —intervino Jericho.
Mi cabeza se giró en dirección a Jericho. —Sí, recuerdo claramente
cómo resultó eso para ti.
Su labio superior se curvó cuando un gruñido de advertencia envió una
oleada de piel de gallina a través de mí.
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—Sabía que iba a crear una abertura —respondió Hawke, atrayendo mi
mirada hacia él.
—¿Para ti... convertirte en mi Guardia Real personal?
—Necesitaba acercarme a ti.
Contuve el aliento tembloroso cuando mi corazón pareció abrirse. —
Bueno, tuviste éxito en eso, ¿no?
Ese músculo en su mandíbula se flexionó nuevamente. —Lo que estás
pensando... no podrías estar más lejos de la verdad.
—No tienes idea de lo que estoy pensando, —respondí, mi mano
apretando dolorosamente alrededor de la daga—. Y todo esto fue... ¿qué?
¿Un truco? ¿Te enviaron aquí para acercarte a mí?
Las cejas de Kieran se levantaron. —Expedido...
Hawke lo calmó con una mirada, y Kieran puso los ojos en blanco.
Sabía lo que iba a decir. —Fuiste enviado por el Oscuro.
—Vine a Masadonia con un objetivo en mente —respondió Hawke—. Y
ese eras tú.
Me estremecí. —¿Cómo? ¿Por qué?
—Te sorprendería cuántos de tus seres queridos apoyan a Atlantia, que
quieren ver el reino restaurado. Muchos que me abrieron el camino.
—¿Comandante Jansen? —Sospeché.
—Ella es inteligente —dijo Hawke—. Como les dije a todos.
El dorso de mis ojos ardía, junto con mi garganta y mi pecho. —¿Incluso
trabajaste en la capital? —Entonces algo me golpeó cuando mi mirada se
lanzó hacia Kieran—. La noche en la...
No pude decir "la Perla Roja”.
—Sabías quién era yo desde el principio.
—Te estuve mirando mientras me estabas mirando a mí —dijo en voz
baja—. Incluso más largo.
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Ese golpe casi me mata. Era como si mi pecho se hubiera roto. Comencé
a alejarme, pero vi a Jericho, que había creado un espacio para que Hawke
obtuviera un acceso más personal e íntimo para mí.
Se hizo clic con un temblor que casi me hizo soltar mi daga. —Tú...
estabas planeando esto por un tiempo.
—Para un muy largo tiempo.
—Hannes. —Mi voz era gruesa, ronca—. No murió de una enfermedad
cardíaca, ¿verdad?
—Creo que su corazón se rindió con él —respondió Hawke—. El veneno
que bebió en su cerveza esa noche en el Red Pearl seguramente tuvo algo
que ver con eso.
El zumbido era casi demasiado. —¿Cierta mujer allí lo ayudó con su
bebida? ¿El mismo que me envió arriba?
Hawke no respondió. Delano, por otro lado, dijo: —Siento que me faltan
piezas vitales aquí.
—Te contaré más tarde, —comentó Kieran.
Yo estaba temblando. Lo pude sentir. Justo como podía sentir las
paredes del granero cerrándose sobre mí. Era tan increíblemente ingenua.
—¿Vikter?
Hawke sacudió la cabeza.
—¡No me mientas! —grité—. ¿Sabías que habría un ataque contra el
Rito? ¿Es por eso que desapareciste? ¿Por qué no estabas allí cuando
mataron a Vikter?
Los huecos de sus mejillas se hicieron más agudos. —Lo que sé es que
estás molesta. No te culpo, pero también he visto lo que sucede cuando te
enojas mucho —dijo, dando un paso hacia mí y levantando las manos—.
Hay mucho que necesito decir...
El dolor surgió de mí como la noche del Rito cuando encendí a Lord
Mazeen. No tenía control sobre mí mismo. Me moví por instinto,
levantando mi brazo y arrojando la daga.
Esta vez, apunté a su pecho.
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Hawke dejó escapar una maldición cuando se hizo a un lado y arrebató
la daga del aire. Alguien
detrás de él dejó escapar un silbido bajo cuando Hawke se giró hacia mí, la
expresión de incredulidad en su rostro era casi cómica. Pero en el fondo de
mi mente, sabía que lo atraparía. Todo lo que necesitaba era una
distracción para poder sumergirme y recoger la espada caída de Phillips.
Salí, apuntando al bastardo que había matado a Rylan. Jericho saltó hacia
atrás, pero no fue lo suficientemente rápido. Lo volví a cortar, esta vez en
el estómago.
—Perra, —gritó Jericho, apretando la mano restante sobre la herida que
brotaba.
Me di la vuelta justo cuando alguien se estrelló contra mí por un lado y
luego por el otro. Mi brazo estaba torcido. Algo caliente me atravesó el
estómago cuando retrocedí, usando el peso de mi atacante contra ellos.
Cayeron, con los brazos todavía a mi alrededor. Rompí mi cabeza,
rompiendo mi cráneo en su cara. Hubo un grito, y el agarre se soltó lo
suficiente como para que yo pudiera soltarme. Agarré la espada de la paja
y la empujé a ciegas. Solo vi un destello de sorpresa en los ojos marrones
de un hombre no mucho mayor que yo mientras miraba hacia abajo. Tiré
de la espada y la giré, cara a cara con Hawke.
Yo dudé.
Como una completa idiota, dudé, aunque sabía que estaba trabajando
para el Oscuro. Él era un Descendente. Gracias a él, muchas personas
inocentes estaban muertas. Hannes, Rylan, Loren, Dafina, Malessa,
dioses, ¿la había matado?
Vikter.
—Eso fue muy travieso —reprendió Hawke, arrebatándome la espada de
la mano como si no la hubiera estado sosteniendo—. Eres increíblemente
violenta —Bajó la barbilla y susurró—: Todavía me excita.
Un grito de furia salió de mí mientras empujaba mi codo hacia arriba y
hacia arriba, tirando la cabeza de Hawke hacia atrás. —Maldita sea —dijo,
tosiendo, no, riendo. Él se estaba riendo—. No cambió lo que acabo de
decir.
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Me di la vuelta y corrí hacia las puertas, pero me detuve cuando Elijah
apareció frente a mí, moviéndose en un abrir y cerrar de ojos. Él negó con
la cabeza, chasqueando suavemente por lo bajo.
Al girar, vi a Kieran, que parecía aburrido, y me di la vuelta, viendo una
abertura entre los polos. Me quité...
Los brazos me atraparon por la cintura y reconocería el olor en
cualquier lugar. Pino. Especia oscura. Hawke. Y el duro suelo de tierra
corrió hacia mi cara. Esto iba a doler. Malo.
El impacto nunca llegó.
Tan ágil como un gato, Hawke se retorció, por lo que se llevó la peor
parte de la caída, pero el aterrizaje aún me sorprendió. Por un momento,
no pude moverme.
—De nada —gruñó Hawke.
Chillando, golpeé el talón de mi pie pateado contra su espinilla. Su
jadeo de dolor trajo una sonrisa salvaje a mi cara mientras rodaba,
retorciéndome hasta que mi estómago gritó en protesta, pero pude girar en
su agarre aflojado. Lo monté a horcajadas
Hawke me sonrió, apareciendo el hoyuelo en su mejilla derecha. —Me
gusta hacia dónde se dirige esto.
Lo golpeé en la cara, justo en el maldito hoyuelo. El dolor cruzó mis
nudillos, pero retiré mi brazo.
Hawke agarró mi muñeca y me tiró hacia abajo hasta que mi cuerpo
estuvo casi al ras con el suyo. —Golpeas como si estuvieras enojado
conmigo.
Me moví, apretando mi rodilla entre sus piernas y apuntando a un área
muy sensible. Anticipó el movimiento, y mi rodilla lo golpeó en el muslo.
—Eso habría hecho algún daño me dijo.
—Bien —gruñi.
—Ahora. Te decepcionarías más tarde si no pudiera usarlo.
Por un momento, no podía creer que él realmente hubiera dicho eso,
pero lo había hecho. Él lo hizo totalmente. —Prefiero cortarlo de tu cuerpo.
—Mentirosa —susurró.
El sonido que vino dentro de mí me habría asustado si hubiera venido
Página | 535 de alguien más. Salté, rompiendo su agarre. Fui a ponerle el pie sobre la
garganta, pero Hawke lo atrapó y tiró. Bajé, aterrizando de costado. El
dolor estalló, pero lo ignoré cuando golpeé mi puño contra su costado.
—Maldición —Kieran corrió la voz.
—¿Deberíamos intervenir? —Preguntó Delano, sonando preocupado.
—No —respondió Elijah con una sonrisa—. Esto es lo mejor que he visto
en mucho tiempo. ¿Quién hubiera pensado que la Doncella podría
derribar?
—Es por eso que no se mezclan los negocios con el placer, —comentó
Kieran.
—¿Es ese el caso? —Elijah silbó—. Mi dinero está en ella entonces.
—Traidores —jadeó Hawke, rodando hasta que estuvo arriba. Fui por su
cara, pero él atrapó mis muñecas—. Para.
Traté de levantar mis caderas, y cuando eso no funcionó, empujé la
parte superior de mi cuerpo hacia arriba. Se llevó todo dentro de mí, y él
simplemente clavó mis muñecas en la paja.
—¡Quítate de encima de mí!
—Basta —repitió— Poppy. Detente...
—¡Te odio! —grité al escuchar mi nombre, soltando una mano en mi ira.
Le di un puñetazo en la cara—. ¡Te odio!
Hawke atrapó mi mano y la tiró al suelo mientras sus labios
ensangrentados se despegaban. —¡Para!
Me detuve.
Me quedé completamente quieao mientras lo miraba, el shock me robó
la capacidad de hablar por varios momentos. Lo vi, lo vi por lo que
realmente era.
No era un Descenter cualquiera siguiendo al Oscuro.
—Por eso nunca sonreíste realmente —susurré.
Porque, ¿cómo podría él?
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Tenía que esconder los afilados dientes.
Dos de ellos.
Colmillos
Recordé la sensación de ellos contra mis labios, mi cuello, recordando lo
extrañamente afilados que se habían sentido.
Dioses.
Ahora entendía cómo podía moverse tan rápido, por qué parecía tener
una mejor audición y vista que cualquiera que hubiera conocido, y por qué
a veces sonaba como si hubiera vivido décadas más que yo. Fue por eso
que se apresuró a romper un beso cada vez que me acercaba a sentir sus
caninos.
Había estado tan ciega.
No era mortal.
No era un lobo.
Hawke era un atlántico.
Me estremecí cuando algo profundo dentro de mí se marchitó. —Eres un
monstruo.
Los ojos de Hawke brillaron con un dorado intenso, y no eran normales.
Nunca habían sido naturales. —Finalmente me ves por lo que soy.
Lo hice.
Era una pesadilla escondida bajo la apariencia de un sueño, y me había
enamorado de él. Me caí muy fuerte.
La pelea salió de mí.
Él siendo un Descendente ya era bastante malo, pero ¿un Atlántico? Su
gente creó las criaturas que me habían quitado a mi madre y a mi padre,
que casi me mataron.
Hawke pareció sentirlo porque se movió rápidamente y me puso de pie.
—Delano llamó—. Tómala.
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Me entregaron como una bolsa de papas y Delano mantuvo los brazos a
los costados.
—¿Dónde debería ponerla? —preguntó Delano.
El pecho de Hawke se alzó bruscamente. —En algún lugar donde no
pueda escapar y no pueda lastimarse —El pauso—. O lastimar a alguien
más, lo cual es más probable que el anterior.
—¿Estamos reteniendo a su prisionero? —Alguien exigió—. ¿La
mantenemos viva? ¿Alimentaremos y protegeremos eso?
Eso.
Como si yo fuera el monstruo, el que apoyaba al Oscuro y podía crear a
Craven. Estas personas estaban más allá de la ayuda.
—Ella es la Doncella —gritó otro—. ¡Ella necesita morir!
Sonó una ronda de acuerdos, y alguien más dijo—: Envíenla de regreso
a su Reina y Rey falsificados. Solo su cabeza para que sepan lo que les
espera.
—¡De sangre y cenizas! —gritó un niño mientras empujaba al frente del
grupo. Era el niño del día anterior, el que había corrido de casa en casa.
Mis piernas se debilitaron.
Voces respondieron—: ¡Nos levantaremos!
—Nadie la toca. —Hawke examinó al grupo en el patio y los silenció—.
Nadie —repitió al volverse—. Nadie más que yo.
En el momento en que vi las células húmedas y sombrías debajo de la
torre del homenaje, y la masa blanca y retorcida de huesos que cubrían
todo el techo, la lucha en mí regresó. No había forma de que me permitiera
ubicarme en un lugar donde parecía que la gente nunca se iba. Ni siquiera
cuando murieron.
Delano no estaba preparado.
Rompí su agarre y llegué al final del pasillo solo para darme cuenta de
Página | 538 que la única salida era la entrada. Me enfrenté con él, pero estaba
acorralada, y con el respaldo en forma de otro que tenía ojos que eran casi
tan dorados como los de Hawke, fui arrastrado a la celda que tenía un
delgado colchón en el piso y luego encadenada, el frío hierro chasqueando
sobre mis muñecas
Y luego estaba sola.
Me di la vuelta, sin ver salida. Los espacios en las barras eran
demasiado estrechos, y cuando tiré de las cadenas, el gancho al que
estaban conectadas no se movió.
El pánico burbujeó cuando di un paso atrás. ¿Cómo había sucedido
esto? ¿Cómo pasé de anticipar un futuro que sería todo mío, donde
controlaba lo que hacía y lo que me pasó a esto? ¿A estar encadenado en
una celda, rodeado de gente que quería cortarme en pedazos?
Sabía la respuesta.
Hawke.
La rebanada de agonía que atravesaba mi pecho eclipsó el dolor en mi
estómago. Me ardían la garganta y los ojos. Hawke... ni siquiera era
mortal. Era un atlántico, su gente había creado los Cravens que se habían
convertido en una plaga imparable en esta tierra, las mismas criaturas que
habían asesinado a mis padres y casi me mataron. Apoyó al Oscuro, que
había matado a la última Doncella y estaba detrás de mí. Hawke y el lobo
eran la encarnación de cualquier cosa contra la que los dioses se habían
vuelto y contra los que los humanos se habían alzado. Eran por qué los
Ascendidos habían sido bendecidos por los dioses.
¿Cómo no lo había visto por lo que era? ¿Podría ser tan tonta? ¿O era
simplemente así de listo?
¿O una mezcla de ambos?
Porque Hawke había sido bueno. Él había dicho y hecho todas las cosas
correctas, y había estado tan desesperada por hacer una conexión real con
alguien, experimentar la vida y sentirme viva. Tan desesperada que
cualquier cosa que haya servido como advertencia ni siquiera fue
reconocida. Había venido a Masadonia con una orden: tener acceso a mí.
Había hecho eso y más. Gané mi amistad, mi confianza, mi...
Página | 539
Una palpitante ira y pena me invadió. Quería gritar, pero el sonido no
pudo superar el nudo de emoción en mi garganta.
¿Por qué tenía que... hacer lo que tenía que hacer? Todo lo que había
dicho y hecho no era más que ingenioso artificio. Cuando me dijo que era
valiente y fuerte. Cuando dijo que era hermosa. Su enfoque aparentemente
decidido no se había basado en el deber sino en las órdenes. Y lo creí. Me
había enamorado de eso.
¿Fue algo cierto?
Su dolor era.
Eso lo sabía, pero ¿la fuente de eso? Ya no podía estar segura.
Me llevé las manos temblorosas a la cara y recogí el cabello que se me
había escapado de la trenza. ¿Pero por qué tuvo que ir tan lejos? ¿Por qué
tuvo que meterse debajo de mi piel y dentro de mi corazón? No solo confié
en él. Me había entregado a él. Todo de mí.
Y había sido una mentira.
Sabía desde el principio quién era yo, desde la primera noche en la Perla
Roja, y sin saberlo, le había expuesto mucho sobre mí.
Moviéndome hacia la esquina de la celda, me senté en el colchón y
lentamente me apoyé contra la pared, exhalando un aliento lento y medido
mientras un dolor ardiente cortaba mi estómago. Eché un vistazo a mi
mano derecha. Los nudillos estaban magullados e hinchados por el golpe
que había dado. Mi sonrisa se desvaneció rápidamente. Dudaba que
Hawke mostrara algún signo de lesión. Él era un atlántico.
Se me revolvió el estómago.
Una parte de mí no podía creerlo. Parecía tan... mortal, pero ¿por qué
debería sorprenderme eso? Los atlánticos podrían pasar por mortales, tal
como lo hicieron los lobos. Había besado a un atlántico.
Me había acostado con un atlántico.
Cerré los ojos con fuerza mientras la bilis subía por mi garganta. No
pude pensar en eso. Hizo que gritos resonaran en mi mente. Necesitaba
concentrarme.
¿Qué iba a hacer?
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Todo este pueblo estaba lleno de Descentros y Atlánticos que me
querían muerta, y no podría estar más agradecida de que Tawny se
hubiera quedado atrás. Obviamente, estaba retenida hasta que el Oscuro
llegara o enviara órdenes. El Oscuro había matado a la última Doncella, y
aquí estaba yo, capturada y lista para él. Necesitaba salir de aquí, pero no
había salida.
Miré hacia arriba, temblando. Los huesos corpulentos y retorcidos me
recordaron las raíces en el Bosque de Sangre. Se subieron y se
superpusieron entre sí, las costillas y los fémures, las espinas y los
cráneos. Cualquier persona detenida aquí tenía que ver esto,
probablemente un recordatorio de lo que les había sucedido a los
prisioneros alojados aquí. ¿Quién crearía tal cosa? ¿Quién se aferró a la
cordura mirando eso?
No sabía cuánto tiempo había pasado antes de que se abriera la puerta
y se acercaran pasos. Tenían que ser horas en función de lo vacío que se
sentía mi estómago. Me tensé, solo relajándome minuciosamente cuando
vi que era Delano.
Se acercó a los barrotes y me tendió una pequeña bolsa. —
¿Hambrienta?
Sí. Lo estaba, pero no respondí.
Arrojando el saco, aterrizó a mis pies con un golpe suave. Lo miré
fijamente.
—Es un poco de queso y pan, —explicó Delano—. Te hubiera traído un
poco de estofado, pero temía que me lo hubieras arrojado a la cara, y el
estofado es demasiado bueno para desperdiciarlo.
Lo miré.
—No tiene nada de malo. No está envenenado ni nada.
—¿Por qué confiaría en algo que digas? —Mi labio se curvó—. ¿Por qué
esperar? El Oscuro me va a matar eventualmente.
Esos ojos pálidos se encontraron con los míos. —Si el Príncipe te
quisiera muerta, ya estarías muerta. Deberías comer.
El Príncipe. El hecho de que los Descentros creyeran que Casteel era el
heredero legítimo, no lo hizo realidad.
Página | 541
Mi mirada cayó al saco. Tenía hambre y necesitaba mi fuerza... y
posiblemente un sanador porque si bien la herida había dejado de sangrar,
probablemente se infectaría aquí.
Me moví con cautela, recogiendo el saco. —¿Vas a pararte allí y verme
comer?
—No quisiera que te ahogaras.
Tuve la extraña necesidad de reír, pero abrí la bolsa y me comí el queso
y el pan. La comida se asentó en mi estómago vacío como montones de
piedra.
Delano no habló después de eso. Yo tampoco, y volví a apoyarme contra
la pared. Algún tiempo después, la puerta se abrió una vez más, y miré a
pesar de que no quería. Vi la forma alta, demasiado reconocible, vestida de
negro, que se parecía tanto al... como al guardia que me había molestado
por el diario de la señorita Willa Colyns. Mi corazón se apretó como si
fuera capturado en un puño.
Hawke se detuvo frente a la puerta enrejada, su rostro llamativo tanto
familiar como el de un extraño.
—Vete —ordenó Hawke, y Delano dudó solo un momento antes de
emitir un breve asentimiento y se fue. Luego solo estábamos nosotros,
separados por barras.
—Poppy —suspiró Hawke, y me estremecí—. ¿Qué voy a hacer contigo?
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Traducido por: VivianaG2509
Corregido por: -Patty
Como si ya no lo supiera.
—No me llames así. —Empujándome sobre mis pies, las
cadenas golpearon el piso de piedra mientras ignoraba el tierno tirón
de piel alrededor de mi herida. De pie herida, pero no lo dejaría ver
Página | 543 eso.
—Pero pensé que te gustaba cuando lo hago.
—Te equivocaste —le respondí, y él sonrió—. ¿Qué deseas?
Su cabeza se inclinó y un latido pasó. —Más de lo que puedas
imaginar.
No tenía idea de qué quería decir con eso, y no me importaba.
De ningún modo. —¿Estás aquí para matarme?
—Ahora, ¿por qué haría eso? —preguntó.
Levantando mis manos, sacudí las cadenas. —Me tienes
encadenada.
—Lo hago.
La furia me sacudió por su respuesta deslumbrante. —Todos
afuera me quieren muerta.
—Eso es verdad.
—Y tú eres un Atlántico —escupí—. Eso es lo que tú haces. Tú
matas. Tú destruyes. Tú maldices.
Él resopló. —Irónico viniendo de alguien que ha sido rodeada
por los Ascendidos toda su vida.
—No asesinan a inocentes y no convierten a las personas en
monstruos…
—No —me interrumpió—. Simplemente obligan a las mujeres
jóvenes que las hacen sentir inferiores a desnudar su piel a un
bastón y los dioses solo saben qué otra cosa hacerles. Sí, princesa,
son ejemplos verdaderamente destacados de todo lo que es bueno y
justo en este mundo.
Contuve la respiración cuando mis labios se separaron. No. Me
estremecí. De ninguna manera.
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—¿Pensaste que no sabría cuáles fueron las lecciones del
Duque? Te dije que lo haría.
Di un paso atrás, la humillación de él enterándose de la verdad
me atravesaba peor que cualquier azote que el Duque hubiera
entregado.
—Usó un bastón cortado de un árbol en el Bosque de Sangre, y
te hizo desnudarte parcialmente. —Agarró los barrotes cuando mi
corazón tronó contra mis costillas—. Y él te dijo que te lo merecías.
Que fue por tu propio bien. Pero en realidad, todo lo que hizo fue
satisfacer su enferma necesidad de infligir dolor.
—¿Cómo? —susurré.
Un lado de sus labios se curvó. —Puedo ser muy convincente.
Miré hacia otro lado y, de repente, vi al duque en el ojo de mi
mente, con los brazos estirados y el bastón empujado a través de su
corazón. Un temblor me sacudió cuando mi mirada volvió a Hawke.
—Tú lo mataste.
Hawke sonrió entonces, y fue una sonrisa que nunca antes
había visto de él. No estaban cerrados sus labios esta vez. Incluso
desde donde estaba parada, pude ver el indicio del colmillo. Otro
temblor me recorrió.
—Lo hice —respondió—. Y nunca disfruté viendo la vida
escaparse de los ojos de alguien más que cuando veía morir al
Duque.
Lo miré fijamente.
—Lo esperaba, y confía en mí cuando digo que su muerte muy
lenta y muy dolorosa no tuvo nada que ver con que él fuera un
Ascendido. Eventualmente habría llegado al Lord —agregó—. Pero te
encargaste de ese bastardo enfermo tú misma.
Yo no... yo no sabía qué pensar de eso. Había matado al Duque
y habría matado al Lord porque…
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Cortando esos pensamientos, sacudí mi cabeza. No podía
entender por qué se habría sentido impulsado a hacer lo que había
hecho, considerando dónde estábamos parados ahora. No necesitaba
entenderlo. Al menos eso es lo que me dije. No importaba. Tampoco
la parte profunda y oculta de mí que estaba encantada de saber que
existía la posibilidad de que lo que me había hecho había jugado un
papel en la desaparición final del Duque.
—Solo porque el Duque y el Lord eran horribles y malvados,
eso no te hace alguien mejor —le dije—. Eso no hace a todos los
Ascendidos culpables.
—No sabes absolutamente nada, Poppy.
Mis manos se cerraron en puños mientras resistía el impulso de
gritar, pero luego él abrió la puerta. Cada músculo en mí se tensó.
Lo fulminé con la mirada cuando entró en la celda. Deseé que
hubiera algún tipo de arma, aunque sabía que incluso si estuviera
armada hasta los dientes, habría muy poco que pudiera hacer. Era
más rápido, más fuerte y podía llevarme con un movimiento de su
muñeca.
Pero me iría peleando.
—Tú y yo necesitamos hablar —dijo mientras cerraba las
puertas detrás de él.
—No, no lo hacemos.
—Bueno, realmente no tienes otra opción, ¿verdad? —Su
mirada cayó a las esposas alrededor de mis muñecas. Dio un paso
hacia mí y luego se detuvo. Sus fosas nasales como las pupilas de
sus ojos se dilataron—. Estás herida.
Mi sangre. Él olió mi sangre. Con la boca seca, retrocedí. —
Estoy bien.
—No, no lo estás. —Su mirada me recorrió, deteniéndose en mi
sección media—. Estas sangrando.
—Apenas —le dije.
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En un abrir y cerrar de ojos, él estaba directamente frente a
mí. Jadeando, me tropecé con la pared. ¿Cómo había ocultado tal
velocidad antes? Alcanzó el borde de mi túnica, y el pánico explotó.
—¡No me toques! —Lo puse de lado, haciendo una mueca
cuando el dolor irradió por mi costado. Él se puso rígido, mirándome
mientras mi corazón golpeaba contra mis costillas—. No lo hagas.
Él arqueó una ceja. —No tuviste ningún problema conmigo
tocándote anoche.
El calor inundó mi piel cuando mis labios se apartaron en un
gruñido. —Eso fue un error.
—¿Lo fue?
—Sí —siseé—. Desearía que nunca sucediera.
Dioses, esa era la verdad. No quería nada más que olvidar cómo
lo que habíamos hecho se había sentido hermoso y que altera la
vida, cómo se había sentido tan increíblemente bien.
Fui una tonta.
Su mandíbula se endureció y pasó un largo momento. —Sea
como sea, todavía estás herida, Princesa, y me permitirás mirarlo.
Respirando pesadamente, levanté la barbilla. —¿Y si no lo hago?
Su risa me recordó la de antes, pero ahora estaba teñida de
diversión fría. —Como si pudieras detenerme —dijo suavemente, y la
verdad de lo que dijo fue alucinante—. Puedes permitirme ayudarte
o...
Mis dedos hormiguearon por lo fuerte que había apretado mis
manos en puños. —¿O, me obligarás?
Hawke no dijo nada.
Una quemadura comenzó en mi pecho mientras lo miraba,
odiándolo, odiándome a mí misma por sentir lo que había prometido
que nunca volvería a sentir.
Indefensa.
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Podría negarme y hacer esto muy difícil, pero ¿qué bien haría
eso al final? Él me dominaría, y todo lo que lograría es lastimarme
aún más. Estaba lo suficientemente furiosa como para hacer eso,
pero no era estúpida.
Mirando hacia otro lado, forcé un largo suspiro de mis
pulmones. —¿Por qué te importa si me desangro?
—¿Por qué crees que te quiero muerta? Si lo hiciera, ¿por qué
no habría aceptado lo que se exigía afuera? —preguntó, y mi cabeza
se volvió hacia él—. No eres buena para mí muerta.
—Entonces, ¿soy tu rehén hasta que llegue el Oscuro? Todos
planean usarme contra el Rey y la Reina.
—Chica inteligente —murmuró—. Eres la Doncella favorita de la
Reina.
No sabía por qué, y no quería que lo hiciera, pero el
conocimiento de que él quería atender mi herida solo porque
planeaba usarme me dolía profundamente.
—¿Me dejas revisarte ahora?
No le respondí porque lo que había dicho no era realmente una
pregunta. No hubo elección. Parecía estar satisfecho de que
entendiera porque él me alcanzó, y esta vez, mi cuerpo se puso
rígido, pero no me moví.
Las manos de Hawke se curvaron alrededor del dobladillo de la
túnica oscura. Levantó la tela, y me mordí el interior de la mejilla
cuando la parte posterior de sus nudillos rozaron mí bajo estómago y
cadera. ¿Lo había hecho a propósito? Observé sus brillantes ondas
oscuras mientras él continuaba subiendo la camisa. Se detuvo justo
debajo de mis senos, exponiendo lo que probablemente dejaría otra
cicatriz.
Si viviera tanto tiempo.
Porque después de cumplir con el propósito que tenían en
mente, dudé de que me dejaran en libertad. No tenía sentido que eso
Página | 548 ocurriera.
Hawke me miró fijamente, al corte sangriento y penetrante,
durante demasiado tiempo. Se me aceleró el pulso y pude recordar
muy fácilmente cómo se habían sentido sus dientes —no, sus
colmillos— contra mi piel. Me estremecí. ¿Fue repulsión? ¿Miedo?
¿Un vestigio, una sensación no deseada que activó la memoria?
Quizás todos ellos. No tenía ni idea.
—Dioses —dijo, su voz gutural cuando las pestañas gruesas se
levantaron, y su mirada se encontró con la mía. Sus pómulos
parecían más nítidos cuando las sombras florecieron debajo de
ellos—. Podrías haber sido destripada.
—Siempre has sido tan observador.
Él ignoró ese comentario mientras me miraba como si yo no
fuera más que una niña tonta. —¿Por qué no dijiste nada? Esto
podría infectarse.
Me costó todo mantener los brazos a los costados. —Bueno,
realmente no había mucho tiempo, considerando que estabas
ocupado traicionándome.
Sus ojos se entrecerraron. —Eso no es excusa.
Solté una risa áspera y me pregunté si ya estaba teniendo
fiebre. —Por supuesto no. Tonta por no darme cuenta de que la
persona que participó en el asesinato de las personas que me
importan, que me traicionó e hizo planes con el que ayudó a matar a
mi familia para usarme por algún medio infame, se preocuparía de
que me hirieran.
Esos ojos ambarinos se volvieron luminosos, llenándose de un
fuego dorado. Sus rasgos se volvieron duros, y la piel de gallina me
erizó la piel. El hielo golpeó mis venas ante el lento recordatorio de
que no era como siempre había supuesto. Mortal. Me negué a
retroceder, a pesar de que quería correr.
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—Siempre tan valiente —murmuró. Me soltó la camisa y se dio
la vuelta, llamando a Delano, quien aparentemente no había ido
demasiado lejos porque estaba frente a la celda en cuestión de
segundos.
Me apoyé contra la pared, en silencio mientras Hawke esperaba
que Delano regresara con los artículos que había solicitado. El hecho
de que me haya dado la espalda durante tanto tiempo dijo todo lo
que necesitaba saber sobre si me veía o no como una amenaza.
Delano apareció con una canasta, y me hizo preguntarme
exactamente por qué esas cosas se mantenían a mano. Mi mirada
parpadeó sobre la celda. ¿Estaban en el negocio de mantener
saludables a sus prisioneros? Mejor aún, ¿era aquí donde todos los
Ascendidos y el Lord de la fortaleza habían terminado?
Cuando Hawke me enfrentó, estábamos una vez más solos. —
¿Por qué no te…? —Echó un vistazo alrededor de la celda, su mirada
se centró en el colchón raído como si acabara de darse cuenta de que
no había cama. Sus hombros se tensaron—. ¿Por qué no te
acuestas?
—Estoy bien de pie, gracias.
La impaciencia rebosaba justo debajo de la superficie mientras
caminaba hacia mí, con la cesta en la mano. —¿Prefieres que me
arrodille?
Una terrible sonrisa nítida atrajo mis labios cuando comencé a
estar de acuerdo…
—No me importa. —Su mirada cayó mientras se mordía el labio
inferior—. Hacerlo me pondría a la altura perfecta para algo que sé
que disfrutarías. Después de todo, siempre anhelo la miel.
El aire salió de mis pulmones en estado de shock, pero la ira
rápidamente se estrelló contra él. Me aparté de la pared, corriendo
hacia el catre. Me senté más lento de lo que me puse de pie mientras
le disparaba una mirada helada. —Eres repulsivo.
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Riéndose entre dientes, caminó hacia el catre y se arrodilló. —Si
tú lo dices.
—Lo sé tanto.
Una media sonrisa apareció mientras colocaba la canasta en el
suelo. Una rápida mirada mostró que había vendas y pequeños
frascos. Nada que pueda convertirse en un arma ineficaz. Me hizo un
gesto para que me reclinara, y después de murmurar una maldición,
hice lo que me pidió.
—Lenguaje —murmuró, y cuando alcanzó mi túnica una vez
más, la levanté—. Te agradezco.
Apreté los dientes.
Una pequeña sonrisa apareció cuando se puso de rodillas,
sacando una botella transparente de la canasta. Desenroscó la tapa
y un olor amargo y agudo golpeó el aire rancio.
—Quiero contarte una historia —dijo, con las cejas bajas
mientras miraba la herida.
—No estoy de humor para la hora del cuento… —jadeé cuando
él agarró mi camisa. Agarré su muñeca con ambas manos, apenas
sintiendo el frío de la cadena contra mi estómago—. ¿Qué estás
haciendo?
—La maldita cuchilla casi te arrancó la caja torácica —dijo, con
los ojos brillando de nuevo con un oro profano—. Se extiende hasta
el costado de las costillas.
La herida no fue tan grave, pero sí se arrastró por mi costado.
—¿Supongo que esto sucedió cuando te arrancaron la espada?
—preguntó.
No respondí, y cuando no solté sus muñecas, esperaba
simplemente que se soltara de mi agarre, pero en lugar de eso,
suspiró. —Lo creas o no, no estoy tratando de desnudarte para poder
aprovecharme de ti. No estoy aquí para seducirte, Princesa.
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Lo que debería haber sido un alivio tuvo el efecto contrario. La
quemadura en mi pecho se deslizó en mi garganta, formando un
nudo que apenas podía respirar mientras lo miraba. Por supuesto, él
no estaba tratando de seducirme. No porque ya lo había logrado,
haciendo que no solo bajara la guardia, sino que también confiara en
él. Me había abierto a él, había compartido con él mis sueños de
convertirme en otra cosa, mi temor a volver a la capital y —oh,
Dioses— mi regalo. Había compartido mucho más que solo palabras.
Lo dejé entrar a mi habitación, a mi cama y luego dentro mío. Él
había susurrado que mi toque lo había consumido, y había adorado
mi cuerpo, mis cicatrices. Me había dicho que me hacían aún más
bella, y yo...
Me había gustado.
Había hecho más que solo gustado.
Dioses, me había enamorado de él a pesar de que estaba
prohibido. Me había enamorado de él lo suficiente como para saber
que en el fondo había jugado un papel en mi decisión de decirle a la
Reina que rechazaría la Ascensión. Un temblor recorrió mis dedos
mientras la quemadura en mi garganta llenaba el fondo de mis ojos.
—¿Era algo cierto? —La pregunta surgió de mí con una voz
ronca que apenas reconocí, y en el momento en que las palabras
fueron liberadas, quise recuperarlas porque sabía... ya sabía la
respuesta.
Hawke se quedó tan quieto como las estatuas que adornaban
el vestíbulo del castillo de Teerman. Aparté mis manos. Un músculo
se apretó en su mandíbula mientras sus labios seguían presionados
firmemente.
Un sollozo irregular y quebradizo subió por mi garganta, y me
costó todo para mantenerlo dentro. Eso hizo muy poco para aliviar la
vergüenza que se encontraba en el centro de mi pecho como un
carbón caliente. No lloraré. No lloraré.
Incapaz de mirarlo por más tiempo, cerré los ojos. No sirvió de
Página | 552 nada. Inmediatamente vi cómo me había mirado, con los labios
hinchados y brillantes. La ira y la vergüenza, y un dolor profundo
que nunca antes había experimentado me pincharon los párpados.
Entonces sentí sus manos moverse, levantando cuidadosamente la
túnica, deteniéndose antes de exponer todo mi pecho. Esta vez, sus
nudillos no me rozaron la piel y, como antes, incluso en la
penumbra, supe que se veían manchas de carne cicatrizada casi
pálidas, casi brillantes, especialmente a los ojos de un Atlántico.
Anoche, me desnudé por él y le había dejado que me viera hasta el
cansancio, creyendo lo que había dicho. Había sido tan convincente,
y mi estómago se revolvió al pensar en lo que realmente debía haber
pensado.
Cómo se sintió realmente cuando tocó las cicatrices, las besó.
Entonces habló en el silencio, sorprendiéndome. —Esto puede
arder.
Pensé que su voz sonaba más ronca de lo normal, pero luego
sentí que se acercaba y el primer chorro de líquido tibio golpeó la
herida. El aire siseó entre mis dientes cuando un dolor abrasador
recorrió el lado derecho de mi estómago y subió por mis costillas. El
olor astringente amargo se elevó cuando el líquido burbujeó en el
corte, y le di la bienvenida al aguijón, enfocándome en él en lugar del
dolor punzante en mi pecho.
Inclinando la cabeza hacia atrás, mantuve los ojos cerrados
mientras más líquido salpicaba la herida, creando más espuma y
enviando otra oleada de dolor estremeciéndome la sección media.
—Perdón por eso —murmuró, y casi creí que lo estaba—.
Necesitará asentarse un poco para quemar cualquier infección que
ya haya estado llegando allí.
Grandioso.
Tal vez quemaría mi estúpido corazón.
Se hizo el silencio, pero no duró mucho. —Los Craven fueron
nuestra culpa —dijo, sorprendiéndome—. Su creación, eso es. Todo
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esto. Los monstruos en la niebla. La guerra. ¿Qué ha sido de esta
tierra? Tú. Nosotros. Todo comenzó con un acto de amor
increíblemente desesperado y tonto, muchos, muchos siglos antes de
la Guerra de los Dos Reyes.
—Lo sé —dije, aclarándome la garganta—. Sé la historia.
—¿Pero conoces la verdadera historia?
—Sé la única historia. —Mis ojos se abrieron y aparté mi
mirada de las cadenas y los huesos retorcidos.
—Solo sabes lo que los Ascendidos han llevado a todos a creer,
y no es la verdad. —Extendió la mano, tirando de la cadena que
cruzó una parte de mi estómago. Me tensé cuando él la apartó
cuidadosamente—. Mi gente vivió junto a los mortales en armonía
durante miles de años, pero luego el Rey O’Meer Malec…
—Creó a los Craven —lo interrumpí—. Como dije…
—Te equivocas. —Se movió para sentarse, con una pierna
levantada y el brazo apoyado sobre la rodilla—. El Rey Malec se
enamoró irremediablemente de una mujer mortal. Se llamaba Isbeth.
Algunos dicen que fue la reina Eloana quien la envenenó. Otros
afirman que fue un amante despechado del Rey quien la apuñaló
porque aparentemente tenía bastante historia de ser infiel. Pero, de
cualquier manera, ella estaba herida de muerte. Como dije, Malec
estaba desesperado por salvarla. Cometió el acto prohibido de
Ascenderla, lo que se conoce como la Ascensión.
Mi corazón se alojó en algún lugar de mi garganta, junto al
nudo desordenado de la emoción.
Su mirada se levantó y se encontró con la mía. —Sí. Isbeth fue
la primera en Ascender. No tu falso Rey y Reina. Ella se convirtió en
el primer vampiro.
Mentiras. Mentiras absolutas e increíbles.
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—Malec bebió de ella, solo se detuvo una vez que sintió que su
corazón comenzaba a fallar, y luego compartió su sangre con ella. —
Su cabeza se inclinó, esos ojos dorados brillaban—. Quizás si tu acto
de Ascensión no estuviera tan bien protegido, los detalles más finos
no te sorprenderían.
Comencé a sentarme, pero recordé la herida y el líquido
burbujeante. —La Ascensión es una bendición de los dioses.
Él sonrió de lado. —Está lejos de eso. Más bien como un acto
que puede crear casi la inmortalidad o hacer realidad las pesadillas.
Nosotros los Atlánticos nacemos casi mortales. Y permanece así
hasta el sacrificio.
—¿El sacrificio? —pregunté antes de poder detenerme.
—Es cuando cambiamos. —Su labio superior se curvó, y la
punta de su lengua pinchó un afilado canino. Lo sabía. Estaba en los
libros de historia—. Aparecen los colmillos, que se alargan solo
cuando nos alimentamos, y cambiamos en... otras formas.
—¿Cómo? —La curiosidad me había atrapado, y pensé que
cualquier cosa que pudiera aprender ayudaría si lograba salir de
esto.
—Eso no es importante. —Cogió una tela—. Podemos ser más
difíciles de matar que los Ascendidos, pero podemos ser asesinados
—continuó. Yo también lo sabía. Los Atlánticos podrían ser
asesinados como un Craven—. Envejecemos más lentamente que los
mortales, y si nos cuidamos, podemos vivir miles de años.
Quería señalar que todo era importante, especialmente cómo los
Atlánticos cambiaron de otras maneras, pero la curiosidad se
apoderó de mí. —¿Cuántos... cuántos años tienes?
—Mayor de lo que parezco.
—¿Cientos de años mayor? —pregunté.
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—Nací después de la guerra —respondió—. He visto ir y venir
dos siglos.
¿Dos siglos?
Dioses…
—El Rey Malec creó el primer vampiro. Ellos son... una parte de
todos nosotros, pero no son como nosotros. La luz del día no nos
afecta. No como lo hace al vampiro. Dime, ¿cuál de los Ascendidos
has visto a la luz del día?
—No caminan al sol porque los dioses no lo hacen —respondí—.
Así es como ellos lo honran.
—Qué conveniente para ellos, entonces. —La sonrisa de Hawke
se volvió engreída—. Los vampiros pueden ser bendecidos con lo más
parecido posible a la inmortalidad, como nosotros, pero no pueden
caminar a la luz del día sin que su piel comience a deteriorarse.
¿Quieres matar a un Ascendido sin ensuciarte las manos?
Bloquéalos afuera sin refugio posible. Estarán muertos antes del
mediodía.
Eso no puede ser cierto. Los Ascendidos eligieron no ir al sol.
—También necesitan alimentarse, y por alimentación, estoy
hablando de sangre. Necesitan hacerlo con frecuencia para vivir,
para evitar cualquier herida mortal o enfermedad que sufrieron antes
de que regrese. No pueden procrear, no después de la Ascensión, y
muchos experimentan sed de sangre cuando se alimentan, a menudo
matando a los mortales en el proceso.
Pasó el paño por la herida, con cuidado de no ejercer
demasiada presión mientras absorbía el líquido asentado. —Los
Atlánticos no se alimentan de los mortales.
—Lo que sea —espeté—. ¿Esperas que realmente crea eso?
Su mirada se alzó hacia la mía. —La sangre mortal no nos
ofrece nada de valor real porque nunca fuimos mortales, Princesa.
Los lobos no necesitan alimentarse, pero nosotros sí. Nos
alimentamos cuando lo necesitamos, de otros Atlánticos.
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Sacudí mi cabeza. ¿Cómo podía honestamente esperar que crea
eso? Su tratamiento de los mortales, cómo los usaron virtualmente
como ganado, es lo que llevó a los dioses a abandonarlos, y a que la
población mortal se revelara.
—Podemos usar nuestra sangre para curar a un mortal sin
convertirlo, algo que un vampiro no puede hacer, pero la diferencia
más importante es la creación del Craven. Un Atlántico nunca ha
creado uno. Los vampiros lo hacen. Y en caso de que no hayas
estado siguiendo, los vampiros son lo que ustedes conocen como los
Ascendidos.
—Eso es una mentira. —Mis manos se apretaron inútilmente a
mis costados.
—Es la verdad. —Las
miraba la herida, me miró
vampiro no puede hacer
Ascensión. Cuando drenan
cejas bajaron en concentración mientras
solo cuando dejó la tela a un lado—. Un
otro vampiro. No pueden completar la
a un mortal, crean un Craven.
—Lo que dices no tiene sentido.
—¿Cómo no?
—Porque si alguna parte de lo que dices es verdad, entonces los
Ascendidos son vampiros, y no pueden hacer la Ascensión. —La ira
me quemó el pecho, peor que el líquido que había usado para limpiar
mi herida—. Si eso es cierto, entonces, ¿cómo han hecho otros
Ascendidos? ¿Cómo mi hermano?
Su mandíbula se endureció, sus ojos se volvieron glaciales. —
Porque no son los Ascendidos quienes están dando el regalo de la
vida. Están usando un Atlántico para hacerlo.
Solté una risa áspera. —Los Ascendidos nunca trabajarían con
un Atlántico.
—¿Me exprese mal? No creo que lo haya hecho. Dije que están
usando un Atlántico. No trabajando con uno. —Cogió una jarra,
desenroscando la tapa—. Cuando los compañeros del Rey Malec
descubrieron lo que había hecho, levantó las leyes que prohibían el
Página | 557 acto de Ascensión. A medida que se crearon más vampiros, muchos
no pudieron controlar su sed de sangre. Drenaron a muchas de sus
víctimas, creando la peste conocida como los Craven, que barrieron
el reino como una plaga. La Reina de Atlantia, la Reina Eloana, trató
de detenerlo. Ella prohibió el acto de Ascensión una vez más y
ordenó que todos los vampiros fueran destruidos en un acto para
proteger a la humanidad.
Vi como metía la mano en el frasco y luego lo dejaba a un lado.
Una sustancia espesa, de color blanco lechoso cubría sus largos
dedos. Reconocí el olor. Era el mismo ungüento que había usado en
mí antes. —¿Milenrama?
El asintió. —Entre otras cosas que ayudarán a acelerar tu
curación.
—Puedo… —Me sacudí cuando la pomada helada tocó mi piel.
Hawke extendió la mezcla sobre mi estómago, calentando el bálsamo
y mi carne.
Y luego a mí.
Mis nudillos comenzaron a dolerme cuando un escalofrío de
conciencia no deseado patinó sobre mi piel. Él te traicionó, me
recordé a mí misma. Él te la jugó. Lo odiaba. Lo hago. El nudo en mi
garganta se expandió incluso cuando un intenso rubor me atravesó.
Hawke parecía estar completamente concentrado en lo que
estaba haciendo, y eso fue una bendición. No quería que él viera
cómo su toque me afectaba. —Los vampiros se rebelaron —dijo
después de sacar más pomada—. Eso es lo que desencadenó la
Guerra de los Dos Reyes. No fueron los mortales los que lucharon
contra los Atlánticos inhumanos, sino los vampiros que lucharon.
Mi mirada voló de su mano a su cara. Algo de lo que dijo me
resultó familiar, pero era una versión retorcida y oscura de lo que
sabía que era verdad.
—El número de muertos por la guerra no fue exagerado. De
hecho, muchas personas creen que los números fueron mucho más
altos. No fuimos derrotados, Princesa. El Rey Malec fue derrocado,
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divorciado y exiliado. La Reina Eloana se volvió a casar, y el nuevo
Rey, Da’Neer, retiró sus fuerzas, llamó a su pueblo a casa y puso fin
a una guerra que estaba destruyendo este mundo.
—¿Y qué pasó con Malec e Isbeth? —Le pregunté, a pesar de
que no creía mucho de lo que había dicho.
—Tus registros dicen que Malec fue derrotado en la batalla,
pero la verdad es que nadie lo sabe. Él y su Ama simplemente
desaparecieron —afirmó Hawke, devolviendo la tapa al frasco—. Los
vampiros tomaron el control de las tierras restantes, ungiendo a su
propio Rey y Reina, Jalara e Ileana, y lo renombraron Reino de Solís.
Se autodenominaron los Ascendidos, usaron a nuestros dioses, que
hace mucho tiempo se habían ido a dormir, como una razón por la
cual se convirtieron en la forma en que lo hicieron. En los cientos de
años que han pasado desde entonces, han logrado borrar la verdad
de la historia, que la gran mayoría de los mortales en realidad
lucharon junto a los Atlánticos contra la amenaza común de los
vampiros."
Ni siquiera podía hablar por lo que pareció un minuto entero. —
Nada de eso suena creíble.
—Me imagino que es difícil creer que perteneces a una
sociedad de monstruos asesinos, que se llevan a las terceras hijas e
hijos durante el Rito para alimentarse. Y si no los drenan, ellos se
convierten en…
—¿Qué? —Jadeé, mi incredulidad se convirtió en ira—. Has
pasado todo este tiempo diciéndome nada más que falsedades, pero
ahora has ido demasiado lejos.
Colocando un vendaje limpio sobre la herida, alisó los bordes
hasta que se adhirió a mi piel. —No te he dicho nada más que la
verdad, al igual que el hombre que arrojó la mano de Craven.
Me senté, tirando de mi camisa. —¿Estás diciendo que los que
están al servicio de los dioses ahora son Craven?
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—¿Por qué crees que los Templos están fuera del alcance de
nadie más que los Ascendidos y los que controlan como los
Sacerdotes y Sacerdotisas?
—Porque son lugares sagrados que incluso la mayoría de los
Ascendidos no violan —argumenté.
—¿Has visto a un niño que ha sido entregado? ¿Solo uno,
Princesa? ¿Conoces a alguien que no sea un Sacerdote o Sacerdotisa
o un Ascendido que haya afirmado haber visto uno? Eres inteligente.
Sabes que nadie lo ha hecho. —desafió—. Eso se debe a que la
mayoría está muerta antes de aprender a hablar.
Abrí la boca
—Los vampiros necesitan una fuente de alimento, Princesa,
una que no despierte sospechas. ¿Qué mejor manera que convencer
a un reino entero de que entregue a sus hijos con el pretexto de
honrar a los dioses? Han creado una religión a su alrededor, de
modo que los hermanos se volverán contra ellos si alguno de ellos se
niega a regalar a su hijo. Han engañado a un reino entero, han
usado el miedo de lo que han creado contra la gente. Y eso no es
todo. ¿Alguna vez pensaste que es extraño cuántos niños pequeños
mueren durante la noche de una misteriosa enfermedad de la
sangre? Al igual que la familia Tulis, ¿quién perdió a su primer y
segundo hijo? No todos los Ascendidos pueden seguir una dieta
estricta. La sed de sangre por un vampiro es un problema muy real y
común. Son ladrones en la noche, roban niños, esposas y esposos.
—¿De verdad piensas que creo algo de esto? ¿Que los
Atlánticos son inocentes y que todo lo que me han enseñado es
mentira?
—No particularmente, pero valió la pena intentarlo. No somos
inocentes de todos los crímenes…
—¿Cómo asesinato y secuestro? —Le arrojé a él.
—Eso entre otras cosas. No quieres creer lo que estoy diciendo.
No porque parezca demasiado tonto para creer, sino porque hay
cosas que ahora estás cuestionando. Porque significa que tu precioso
Página | 560 hermano se está alimentando de inocentes…
—No.
—Y convertirlos en Craven.
—Cállate —gruñí, poniéndome de pie. El movimiento brusco y
repentino apenas me causa dolor.
Levantándose en un movimiento fluido, rápidamente se alzó
sobre mí. —No quieres aceptar lo que estoy diciendo, aunque sea tan
lógico como parece, porque significa que tu hermano es uno de ellos,
y la Reina que te cuidó ha asesinado a miles de personas…
No me detuve a pensar en lo que hice después. Estaba tan
furiosa y asustada porque tenía razón, lo que dijo había provocado
preguntas. Como porqué ninguno de los Ascendidos fue visto
durante el día, o cómo nadie más ha entrado en los Templos. Pero,
peor aún, planteó la pregunta de por qué Hawke inventaría todo
esto. ¿Cuál sería el punto de inventar está elaborada mentira cuando
tenía que saber lo difícil que sería convencerme?
No, no pensé en nada de eso.
Yo solo actué.
La cadena se deslizó por el suelo cuando me balanceé sobre él,
mi mano se cerró en un puño.
La mano de Hawke se levantó, atrapando la mía antes de que
se conectara con su mandíbula. Dioses, se movió increíblemente
rápido, retorciéndome el brazo mientras me daba vueltas. Me tiró
hacia atrás contra la pared dura de su pecho, atrapando mi brazo
entre nosotros mientras agarraba mi otra mano. Un grito de
frustración me arrancó de la garganta cuando fui a levantar la
pierna…
—No lo hagas. —Su voz era una suave advertencia en mi oído,
una que envió un escalofrío por mi columna vertebral.
No escuché
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Él gruñó cuando el talón de mi pie se conectó con la parte
delantera de su pierna. Levantando mi pierna, pateé hacia atrás.
De repente, me encontré presionada contra la pared con Hawke
a mi espalda. Luché, pero fue inútil. No había una pulgada de
espacio entre él o la pared fría y húmeda.
—Dije que no. —Su cálido aliento flotaba sobre mi sien—. Lo
digo en serio, Princesa. No quiero lastimarte.
—¿No lo haces? Ya me lastimas… —Me interrumpí.
—¿Qué? —Movió mi brazo para que ya no quedara atrapado
entre nosotros. Sin embargo, no lo soltó. En cambio, presionó mi
mano contra la pared, tal como lo hizo con la otra.
Cerrando la boca, me negué a decirle que ya me había hecho
daño. Admitir eso significaba que había algo que lastimar, ser
explotado, y él ya tenía suficiente para usar contra mí.
—Sabes que no puedes lastimarme seriamente —dijo, apoyando
su mejilla contra la mía.
Me tensé —Entonces, ¿por qué estoy encadenada?
—Debido a que recibir patadas, puñetazos o arañazos
todavía no se siente bien —respondió—. Y aunque a los demás se les
ha ordenado que no te toquen, no significa que sean tan tolerantes
como yo.
—¿Tolerante? —Traté de alejarme de la pared, pero no llegué
a ninguna parte—. ¿Llamas a esto tolerante?
—Considerando que acabo de pasar tiempo limpiando y
cubriendo tu herida, lo diría. Y un agradecimiento sería bueno.
—No te pedí que me ayudaras —dije.
—No. Porque eres demasiado orgullosa o demasiado tonta
para hacerlo. Te hubieras permitido pudrirte en lugar de pedir ayuda
—dijo—. Entonces, no voy a recibir un agradecimiento, ¿verdad?
Echar la cabeza hacia atrás fue mi respuesta. Sin embargo, lo
Página | 562 anticipó y no pude golpearlo. Forzó mi mejilla contra la pared. Me
retorcí, tratando de romper su agarre.
—Eres excepcionalmente hábil para ser desobediente —gruñó—.
Solo superado por tu talento de volverme loco.
—Olvidaste una última habilidad.
—¿Lo hice?
—Sí —gruñí—. Soy experta en matar a Craven. Me imagino que
matar Atlanticos no es diferente.
Hawke se rio profundamente y sentí el sonido a lo largo de mi
espalda. —El hambre no nos consume, así que no nos distraemos
tan fácilmente como un Craven.
—Todavía puedes ser asesinado.
—¿Es eso una amenaza?
—Tómalo como quieras.
Estuvo callado por un momento. —Sé que has pasado por
mucho. Sé que lo que te dije es mucho, pero es toda la verdad. Cada
parte, Poppy.
—¡Deja de llamarme así! —Me retorcí
—Y deberías dejar de hacer eso —dijo, su voz más áspera, más
profunda—. Entonces otra vez. Por favor continua. Es el tipo perfecto
de tortura.
Por un momento, no entendí lo que quería decir, pero luego lo
sentí contra mi espalda baja y me quedé sin aliento cuando una ola
de conciencia se apoderó de mí. —Estás enfermo.
—Y retorcido. Perverso y oscuro. —El áspero rastrojo de su
barbilla se arrastró sobre mi mejilla, y mi columna se arqueó en
respuesta. Parecía acercarse aún más cuando sus dedos se
extendieron sobre los míos—. Soy muchas cosas…
Página | 563
—¿Asesino? —susurré, insegura de si se lo recordaba a él o a mí
misma—. Mataste a Vikter. Mataste a todos los demás.
Se quedó quieto, y el siguiente aliento que tomó empujó su
pecho contra mi espalda. —He matado. También lo han hecho
Delano y Kieran. Yo y el que llamas Oscuro tuvimos una mano en las
muertes de Hannes y Rylan, pero no esa pobre chica. Fue uno de los
Ascendidos, muy probablemente atrapado en la sed de sangre. Y
estoy dispuesto a apostar que fue el Duque o el Lord.
El Lord.
¿Quién olía a la flor que Malessa había llevado ese día?
—Y ninguno de nosotros tuvo nada que ver con el ataque al
Rito y lo que le sucedió a Vikter.
Dioses, quería creer eso. Necesitaba creer que no me había
acostado con el hombre que había jugado un papel en la muerte de
Vikter. —Entonces, ¿quién lo hizo?
—Eran los que llamas Descenters. Nuestros partidarios —dijo,
su voz apenas por encima de un susurro—. Sin embargo, no se dio
ninguna orden para atacar el Rito.
—¿Realmente esperas que crea que la cosa a la que siguen los
Descentros que no les ordenó atacar el Rito?
—El hecho de que sigan al Oscuro no significa que sean
guiados por él —respondió—. Muchos de los Descenters actúan por
su cuenta. Ellos saben la verdad. Ya no quieren vivir con miedo de
que sus hijos sean convertidos en monstruos o robados para
alimentar a otros. No tuve nada que ver con la muerte de Vikter.
Me estremecí, creyendo lo que dijo sobre su participación y sin
saber por qué. Pero si el Oscuro lideraba activamente a los
Descentros o no, seguía siendo la causa de la muerte de Vikter.
Habían recogido su causa y habían actuado sobre ella.
—Pero los otros que reclamas. Los mataste. Tenerlo no lo
Página | 564 cambia.
—Tenía que suceder. —Su barbilla se movió de mi mejilla, y
luego dijo—: Al igual que necesitas entender que no hay forma de
salir de esto. Me perteneces.
Mi corazón dio un vuelco lentamente. —¿No quieres decir que
pertenezco al Oscuro?
—Quise decir lo que dije, Princesa.
—No pertenezco a nadie.
—Si crees eso, entonces eres una tonta —se burló,
presionando su cabeza contra la mía antes de que pudiera
arremeter—. O te estás mintiendo a ti misma. Perteneciste a los
Ascendidos. Tú lo sabes. Es una de las cosas que odiaste. Te
mantuvieron en una jaula.
Nunca debería haberle dicho nada. —Al menos esa jaula era
más cómoda que esta.
—Cierto —murmuró, y un latido pasó—. Pero nunca has sido
libre.
—Verdad o no. —Y era dolorosamente cierto—. Eso no significa
que dejaré de pelear contigo —advertí—. No me voy a someter.
—Lo sé. —Había un tono extraño en su voz, uno que sonaba
como... admiración. Pero eso no tenía sentido.
—Y todavía eres un monstruo —le dije.
—Lo soy, pero no nací de esa manera. Fui hecho de esta
manera. Me preguntaste sobre la cicatriz en mi muslo. ¿La miraste
de cerca o estabas demasiado ocupada mirando a mi compañero…?
—Cállate —grité.
—Deberías haber notado que era la Cresta Real marcada en mi
piel —dijo, y jadeé. Se parecía a la Cresta Real—. ¿Quieres saber
cómo tengo un conocimiento tan íntimo de lo que sucede durante tu
Página | 565 jodida Ascensión, Poppy? ¿Cómo sé lo que no sabes? Porque estuve
recluido en uno de esos templos durante cinco décadas, y me
cortaron en rodajas, cortaron y me alimentaron. Mi sangre se vertió
en cálices dorados que los segundos hijos e hijas bebieron después
de ser drenados por la Reina o el Rey u otro Ascendido. Yo era el
maldito ganado.
No.
No podía creer esto.
—Y no solo me usaban para comer. Proporcioné todo tipo de
entretenimiento. Sé exactamente lo que es no tener otra opción —
continuó, y el horror siguió a sus palabras—. Fue tu Reina quien me
marcó, y si no hubiera sido por la estúpida valentía de otro, todavía
estaría allí. Así es como conseguí esa cicatriz.
Sin previo aviso, sus manos se deslizaron de las mías y se
apartó. Temblando, no me moví. No por varios largos momentos.
Cuando me di la vuelta, él ya estaba fuera de la celda.
Si lo que dijo era cierto...
No. No puede ser. Dioses, no podría ser.
De repente, insoportablemente fría, me crucé de brazos y crucé
las cadenas.
Hawke me miró a través de los barrotes. —Ni el príncipe ni yo
queremos verte lastimada. Como he dicho, te necesitamos viva.
—¿Por qué? —susurré—. ¿Por qué soy tan importante?
—Porque tienen el verdadero heredero del reino. Lo capturaron
cuando me liberó.
Pensé que el Oscuro era el único heredero del trono Atlántico.
Si lo que dijo Hawke era cierto, solo podría significar... —¿El Oscuro
tiene un hermano?
El asintió. —Eres la favorita de la Reina. Eres importante para
Página | 566 ella y para el reino. No sé por qué. Tal vez tenga algo que ver con tu
don. Quizás no lo hace. Pero te liberaremos de nuevo con ellos si
liberan al Príncipe Malik.
Todo lo que acababa de decir se filtró lentamente en mi cerebro.
—Planeas usarme como rescate.
—Eso es mejor que enviarte de vuelta en pedazos, ¿no?
La incredulidad tronó a través de mí, seguido rápidamente por
ese dolor pulsante que vino de mi pecho. —¿Acabas de pasar todo
este tiempo diciéndome que la Reina, los Ascendidos y mi hermano,
son todos vampiros malvados que se alimentan de mortales, y que
solo vas a enviarme de vuelta con ellos una vez que liberes al
hermano del Oscuro?
Hawke no dijo nada.
Una risa rota, que sonaba demasiado húmeda me dejó. Si lo
que dijo era cierto, confirmaba lo que ya se estaba haciendo evidente.
No le importaba mi seguridad o mi bienestar más allá de
asegurarse de que estaba respirando cuando llegue el momento de
hacer el intercambio.
Levanté mi mano hacia mi pecho para aliviar el latido cuando
otra risa se apoderó de mí.
La mandíbula de Hawke se flexionó. —Se hará un arreglo para
que puedas dormir más cómoda.
No sabía qué decir a eso, pero seguramente no estaba recibiendo
mi agradecimiento.
Levantó la barbilla. —Puedes elegir no creer nada de lo que he
dicho, pero debes hacerlo para que lo que voy a decir no te
sorprenda. Me iré pronto para reunirme con el Rey Da’Neer de
Atlantia para decirle que te tengo a ti.
Mi cabeza se enderezó.
Página | 567
—Sí. El Rey vive. También la Reina Eloana. Los padres del que
llamas el Oscuro y el Príncipe Malik.
Sorprendida, no pude moverme cuando él se giró para irse, pero
se detuvo.
Y Hawke no miró hacia atrás cuando dijo—: No todo fue
mentira, Poppy. No todo.
37
Traducido por: VivianaG2509
Corregido por: -Patty
No todo fue mentira.
¿Qué parte?
¿La historia sobre el hermano de Hawke? ¿El resto de su familia?
¿Cultivando sus tierras y las cavernas que solía explorar de niño?
Página | 568
¿Que había estado enamorado antes y que había perdido? ¿O todas
las cosas que había dicho sobre mí?
Lo que él dijo que era cierto no importaba. No debería ser tan
rápido como me lo permitieron las cadenas, que no estaba muy lejos.
Después de que él se fue, me senté en el colchón e intenté
separar la verdad de la ficción, lo que me había parecido imposible.
De alguna manera, aún más improbable, me había quedado
dormida. Mi mente no se había cerrado, pero mi cuerpo simplemente
se había rendido. Había dormido hasta que las pesadillas me
despertaron, y mis gritos resonaron en los muros de piedra.
Había pasado tanto tiempo desde que el recuerdo de la noche de
la muerte de mis padres me había encontrado dormida. Que me
encontrara aquí no fue nada sorprendente.
Me aparté varios mechones sueltos de la cara mientras me
giraba, con cuidado de no enredarme en las cadenas.
Tal vez... tal vez los Ascendidos eran vampiros, creados
accidentalmente por los Atlánticos. Podría creer eso. Parecía una
mentira demasiado elaborada para no ser real. Y podía creer que
Lord Mazeen había sido la causa de la muerte de Malessa. No era
como si él no fuera capaz de tanta crueldad.
Y dioses, creí lo que Hawke había dicho sobre cómo había
conseguido la marca. Tal vez no lo era la parte donde la Reina había
sido quien lo había entregado, ni para qué lo habían retenido, pero la
crudeza en su voz no podía ser forzada. Había sido retenido en
contra de su voluntad, y lo habían utilizado de formas que incluso yo
no podía comprender.
Creer eso no significaba que todo lo demás que afirmaba era
verdad. Que los Ascendidos se alimentaban de mortales, los
secuestraban en templos y los robaban de casas en medio de la
noche para crear a Craven de los que no drenaron completamente.
¿Cómo habrían podido mantener eso en secreto? La gente lo
Página | 569 descubriría.
La gente ya podría haberse enterado.
Eso es si ese conocimiento es lo que llevó a los Descenters a
apoyar el reino caído de Atlantia.
Sacudí mi cabeza.
Pero eso significaría que todos los Ascendidos sabían lo que
estaba sucediendo. Que ninguno había rechazado la Ascensión una
vez que aprendió lo que costaría. Ni siquiera mi hermano.
Sin embargo, nuestra madre había rechazado la Ascensión.
Mi corazón tropezó sobre sí mismo.
Ella se había negado porque había amado a mi padre. No porque
había aprendido la verdad y había pasado sobre ello. Ella se había
negado por amor, y el Oscuro todavía la había matado.
A menos que... a menos que la Duquesa haya mentido sobre
eso. ¿Pero por qué? ¿Por qué habría mentido ella? El Oscuro, el
Príncipe Casteel, controlaba al Craven.
¿Excepto que los Craven parecían estar controlados por algo
más que hambre? Nunca los había visto detenerse en medio de un
ataque o mostrar un verdadero nivel de pensamiento cognitivo.
Pero si eso no era cierto, si el Oscuro no podía controlarlos, ¿eso
significaba que los Ascendidos los estaban usando para controlar a
la población? ¿Para evitar que hagan demasiadas preguntas y hacer
que estén dispuestos a entregar a sus hijos para que los dioses no se
enojen, exponiendo sus ciudades a un ataque de Craven?
Casi sentí que me derribarían por cuestionar eso. Porque Hawke
tenía razón. Era una religión.
Empecé a pasear de nuevo.
Página | 570
¿Cómo llegaron los Craven a una ciudad que no había visto un
ataque en décadas en el momento en que llegué con mi familia a
menos que el Oscuro los hubiera enviado?
No tenía sentido, y todo esto de un lado a otro estaba
empezando a hacer que me doliera la cabeza. Incluso si algo de lo
que Hawke había afirmado era cierto, no cambió que aún fueran
responsables de tanta muerte.
No podía ser todo cierto, porque no había forma de que mi
hermano suave y gentil hubiera Ascendido si supiera lo que se
estaba haciendo. No había manera.
Hawke estaba... solo estaba jugando con
haciéndome débil e insegura. No lo dejaría pasar.
mi
cabeza,
Me detuve, mirándome las manos. Iba a devolverme a las
mismas personas que, según él, abusaron de él. ¿Qué tan horrible
era eso?
La humedad presionó el fondo de mis ojos, pero respiré hondo.
No lloraría. No derramaría una sola lágrima por Hawke, por lo que le
hayan hecho y por lo que me ha hecho a mí. No permitiría que me
rompa. No cuando ya había destrozado mi corazón.
La puerta al final del pasillo se abrió, y levanté la cabeza. Delano
apareció a la vista, junto con otro hombre con rica piel morena. Sus
ojos eran del mismo marrón dorado que algunos de los otros.
Atlántico.
—Me alegro de que estés despierta —dijo Delano—. No quería
molestarte antes cuando te revisé.
Ni siquiera quería pensar en el hecho de que él había estado
aquí abajo mientras dormía.
—Voy a abrir esta puerta, y Naill y yo vamos a escoltarte a
arreglos más cómodos —explicó, y mis cejas se levantaron—. Y no
vas a hacer nada tonto. ¿Correcto?
—Correcto —repetí, con la esperanza encendida.
Página | 571
Delano sonrió. —Eso no fue ni remotamente convincente.
—Realmente no fue así —acordó Naill—. No es que pueda
culparla. Si ese fuera yo, estaría pensando que esta es una buena
oportunidad para escapar.
La esperanza fracasó.
La sonrisa de Delano se desvaneció. —Necesitas entender algo,
Doncella. Soy un lobo.
—Ya me di cuenta de eso.
—Entonces debes saber que la única razón por la que superaste
a Kieran el día anterior es porque él no quería atraparte. Yo querré
atraparte.
Un escalofrío recorrió mi piel.
—Tengo habilidades de seguimiento impecables. No hay ningún
lugar donde puedas correr que no te encuentre —continuó.
—La verdad es que —dijo Naill, dirigiendo mi mirada a sus
pómulos altos y afilados—, soy aún más rápido que él, y ninguno de
nosotros quiere hacerte daño. Desafortunadamente, eso sucederá si
corres porque tengo la sensación de que de alguna manera
convertirás el aire vacío en un arma, y tendremos que defendernos.
Dudo que él haga una distinción entre nosotros queriendo lastimarte
y que nos veamos obligados a hacerlo tratando de defendernos."
Mis fosas nasales se dilataron con el aliento irregular que
exhalé. No me importaba lo que él quisiera, hiciera o pensara.
—Nos tenía clavados en las paredes del salón, y a los dos nos
gusta respirar y tener todas las partes de nuestro cuerpo. Entonces,
por favor, sé amable —dijo Delano, abriendo la puerta—. Porque,
aunque perder mi mano o una muerte segura sería terrible,
aborrezco la idea de tener que golpear una hembra. —Entró en la
celda—. Incluso alguien tan aparentemente peligroso como tú.
Página | 572
Le sonreí, y no era exactamente una buena expresión. Llegó
porque me alegraba que supieran que era peligrosa.
Pero tampoco era estúpida. No podría huir de ellos. Lo sabía. No
tenía sentido que me lastimara solo para dificultar las cosas. Incluso
yo podría reconocer eso.
Levanté mis muñecas, sacudiendo las cadenas.
Delano me miró mientras sacaba una llave del bolsillo de su
túnica y desenganchaba los grilletes. Se resbalaron, resonando en el
suelo abarrotado.
Naill se giró primero, su cabeza girando hacia la entrada, y luego
Delano hizo lo mismo. Y allí estaba, con los ojos fijos en la espada
unida a la cintura de Delano y mis manos desatadas.
—Mierda —dijo Naill, y eso me llamó la atención.
Delano dejó escapar un leve rugido de advertencia que hizo que
mi piel se erizara. —¿Qué coño estás haciendo aquí, Jericho?
Se me cortó la respiración cuando vi la figura alta salir de las
sombras.
—Dando un paseo —dijo.
—Mierda —escupió Naill—. Estás aquí abajo solo. Estás aquí
por ella.
Me tensé cuando Jericho me miró. —Estás equivocado —dijo—.
Y tienes razón.
Pasaron pasos desde la entrada, y escuché a Delano maldecir
de nuevo.
—Estoy aquí por ella —dijo Jericho—. Pero, no estoy sólo.
No, no lo estaba. Había seis hombres con él, todos cerca de las
sombras.
—Estás siendo
Página | 573 bloqueando la puerta.
increíblemente
estúpido
—señaló
Naill,
Jericho me miró a través de los barrotes. —Quizás.
—Sé que crees que se te debe tu libra de carne. Ella te cortó.
—Dos veces —intervine.
Delano me envió una mirada que decía que no estaba ayudando.
Jericho se burló. —No te olvides de la mano. —Levantó su brazo
izquierdo—. Ahí está eso.
—Eso depende de ti —respondió Delano—. No de ella.
—Sí, bueno, no puedo desquitarme con el Príncipe, ¿verdad? —
dijo Jericho, y fruncí el ceño, pensando que había sido Hawke quien
le había tomado la mano.
—¿Entiendes que él tendrá tu cabeza si la lastimas? ¿Todas sus
cabezas? —dijo Delano—. Dijo que nadie debe lastimarla. Intentas
hacer lo que quieres hacer, todos ustedes morirán. ¿Es eso lo que
quieres, Rolf? ¿Iván? —Él recitó los nombres de los que estaban
ocultos—. Él verá esto como una traición, pero aún tienes la
oportunidad de alejarte de esto con tu vida. Tú no lo harás si alguno
de ustedes da un paso adelante.
Ninguno de ellos se movió para irse.
Uno avanzó, un hombre mayor con ojos marrones. —Ella es la
jodida Doncella, Delano. Fue criada como Ascendida, por la propia
Reina, prácticamente. Los Ascendidos se llevaron a mi hijo en medio
de la maldita noche.
—Pero ella no se llevó a tu hijo —respondió Naill.
—Entiendo que el Príncipe quiere usarla para liberar a su
hermano, pero tú y yo sabemos que Malik probablemente esté
muerto —dijo Jericho—. Y si no lo está, probablemente no sea algo
bueno. Ahora tiene que estar tan jodido que no tiene idea de quién
es.
Página | 574
—Pero si la enviamos de vuelta a los Reales chupadores de
sangre, enviamos un mensaje poderoso —argumentó otro—. Los
sacudirá. Necesitamos esa ventaja.
—Y nosotros lo queremos —dijo el que se llamaba Rolf—. Tú
tienes que. Esos bastardos mataron a toda tu guarida, Delano. Tu
madre. Tu padre. Tus hermanas no tuvieron tanta suerte. Esperaron
un rato antes de matarlas…
—Sé exactamente lo que se hizo a mi familia —gruñó Delano, y
sentí que mi estómago se retorcía—. Pero eso no cambia el hecho de
que no permitiré que la lastimes.
—Ella estaba parada al lado del Duque y la Duquesa Teerman —
llegó una voz, enviando un escalofrío por mi columna vertebral—.
Ella se quedó allí cuando nos dijeron a mi esposa y a mí que nuestro
hijo debía ser entregado a los dioses. Ella simplemente se quedó allí
parada y no hizo nada.
Di un paso atrás cuando el hombre que habló salió de las
sombras. Era el Señor Tulis. Tan sacudida por su apariencia, no
pude hacer nada más que mirarlo.
Entonces me miró con odio en los ojos. —No puedes decirme
que no sabías lo que estaban haciendo. ¡No puedes decirme que no
tenías idea de lo que les pasó a nuestros hijos! —gritó—. ¿Lo qué les
estaba pasando a las personas que se fueron a la cama y nunca se
despertaron? Tenías que saber cuáles eran ellos.
Abrí la boca y lo único que pude decir fue—: ¿Está tu hijo
contigo ahora?
—Los Ascendidos nunca tendrán en sus manos a Tobías —
prometió—. No perderemos otro por ellos.
Sacudida mientras mi don cobraba vida, apenas pude prestar
atención a lo que dijo Delano. —¿Y traicionarías al Príncipe, que
ayudó a tu familia a escapar? ¿Quién se aseguró de que tu hijo
pudiera crecer y prosperar?
El Sr. Tulis no me quitó los ojos de encima. —Haría cualquier
cosa para sentir la sangre del Ascendido fluyendo en mis manos.
Página | 575
—No soy un Ascendido —susurré.
—No —se burló, blandiendo un cuchillo—. Tu eres solo todo su
futuro.
Quería decirle que planeaba ir a la Reina en su nombre, pero no
tuve la oportunidad. No es que hubiera marcado la diferencia. No
con ese tipo de odio irradiando de él.
—No hagas esto —advirtió Delano, desenvainando su espada.
—Lo superará —dijo Jericho—. Y si tenemos que matarlos a
ambos para asegurarnos de que nunca se entere, entonces que así
sea. Es tu tumba. No la mía.
Todo sucedió muy rápido.
Rolf empujó al Sr. Tulis hacia atrás cuando Naill golpeó como
una víbora enrollada, agarrando al hombre más grande por el pecho.
Naill hundió los dientes en su cuello, desgarrando, arrancando….
Un hombre chocó contra Naill, liberándolo de Rolf, que tropezó
con los barrotes. La sangre se derramó y el hombre se echó a reír. —
Tú me mordiste. —Extendió los brazos mientras su espalda se
inclinaba, rasgada—. En realidad me mordiste —dijo, la última de
sus palabras se convirtió en grava mientras doblaba las rodillas. Él
gruñó, bajando a cuatro patas.
Naill pateó al hombre, dejando al descubierto sus colmillos con
un silbido que sonaba tan parecido a un gato que pensé en el
depredador que había visto en la jaula hace tantos años.
El gato de las cavernas que Hawke siempre me recordó.
Naill voló hacia el hombre y lo llevó al suelo cuando Delano se
volvió hacia mí. —Mata a cualquiera de ellos que se te acerque. —Me
lanzó su espada, y la atrapé sorprendida cuando se volvió hacia los
que estaban reunidos en la puerta de la celda.
Delano se movió, dividiéndose la camisa por la espalda
Página | 576 mientras caía hacia adelante, sus manos alargadas golpeando contra
el suelo mientras el pelaje blanco brotaba en un destello cegador
sobre su forma gigantesca.
En un instante, un enorme lobo estaba a mi lado justo cuando
otros aparecían en el pasillo.
—Es una fiesta —dijo Jericho, y cualquier esperanza que tuviera
de que iban a ayudar terminó allí mismo. Él me guiñó—. Eres
popular.
—Y tengo dos manos —respondí.
La sonrisa desapareció de su rostro.
Rolf entró en el recinto y Delano se estrelló contra él. Rodaron
por la celda, una bola de pelaje marrón y blanco. Delano ganó la
delantera, chasqueando sus dientes a centímetros de los de Rolf.
Naill agarró a uno de los hombres en una carrera. Se giró,
golpeando al hombre contra los barrotes con tanta fuerza que rompió
el hierro. Ese hombre cayó y no volvió a levantarse.
El Atlántico se giró, alcanzando a uno de los otros que había pasado
por la celda. Una rápida mirada a los ojos —ni azul hielo ni ámbar
dorado— me dijo que estaba enfrentando a un mortal. El que había
hablado primero.
—No quiero lastimarte —dije.
—Está bien —dijo, sosteniendo una espada en forma de hoz
malvada—. Pero yo quiero lastimarte.
Cargó hacia adelante con un grito, y fue demasiado fácil
hacerse a un lado. Me di la vuelta, bajando la empuñadura de la
espada en la parte posterior de su cabeza, noqueándolo. Quizás
haciendo un poco más de daño. No quería reconocer que sus
palabras me habían afectado tanto que no había dado un golpe fatal
a propósito.
Lo que ocurrió después no fue mortal. Era un gran lobo de
color atigrado. Los labios se despegaron, vibrando con su gruñido
Página | 577 mientras mostraba enormes dientes.
—Joder —susurré.
El lobo se lanzó contra mí. Salté hacia atrás, balanceándome. El
filo de la espada cortó el costado de la criatura cuando golpeó la
pared e inmediatamente saltó. Gire en pánico, arqueándome con la
espada. Esta vez atrapó a la enorme bestia en el estómago. Tirando
de la espada, ésta no se movería mientras el lobo gimoteaba y
fichaba su salida. Solté la espada, pero no fui lo suficientemente
rápida. Garras atraparon el frente de mi túnica, justo debajo del
cuello. La tela se rasgó, y un dolor agudo y punzante recorrió todo mi
frente.
Al tambalearme hacia atrás, miré hacia abajo y vi que la mitad
de mi camisa se abría y salpicaba mi piel expuesta.
Naill se apresuró hacia adelante. —¡La espada de hoz! —
grito—. Consigue la…
Un hombre derribó una especie de garrote en la parte posterior
de su cabeza. Todo el cuerpo de Naill se contrajo cuando sus ojos se
volvieron hacia atrás. Cayó mientras yo me zambullía en busca de la
espada de hoz.
Hubo un grito cuando me levanté. Era Delano. La sangre
enmarañaba su pelaje blanco, y recé para que fuera de Rolf.
Delano se tambaleó hacia un lado y supe que no era así. Era de
Delano. Una de sus piernas se derrumbó debajo de él, y cayó
mientras Rolf rondaba hacia él, sacudiendo su gran cabeza.
No sabía por qué hice lo que hice a continuación. Necesitaba
concentrarme en los otros que estaban decididos a asesinarme, pero
salí disparada hacia adelante, balanceando la espada falciforme
hacia abajo a lo largo de la parte posterior del cuello del lobo. La
cuchilla era tan afilada que cortaba tendones y huesos como un
cuchillo a través de la mantequilla.
Rolf ni siquiera gritó. No había tiempo para eso.
Página | 578
Y no hubo tiempo para evitar el golpe que cayó en el centro de
mi espalda y me tiró al suelo. Mi espalda ardía, pero me aferré a la
espada, respirando a través del fuego que parecía haberse
encendido—
Grité. Dagas afiladas se clavaron en mi hombro, volteándome
sobre mi espalda bruscamente. No dagas. Garras. Balanceé la hoz, y
la corté en el costado del lobo. Gruñendo, se alejó de mí, y rodé, la
visión parecía borrosa por un segundo mientras empujaba mi rodilla.
Nunca vi venir la bota.
El dolor explotó a lo largo de mis costillas cuando el aire salió de
mis pulmones. Caí a mi lado mientras un ardiente dolor surgía a lo
largo de mi brazo izquierdo. Me escabullí hacia atrás mientras
miraba hacia arriba.
Jericho se adelantó. —¿Qué te prometí?
—Bañarte en mi sangre. —Jadeé, pensando que mis costillas
estaban definitivamente rotas—. Deleitarte con mis entrañas.
—Sí. —Se arrodilló—. Si yo…
Me deslicé con la espada. Jericho retrocedió rápidamente,
cayendo de culo. Gritó, su cuerpo retorciéndose y enderezándose.
—Perra —escupió, levantando la cara. La hoz le había abierto la
mejilla y la frente.
Su ojo.
—Te voy a partir en dos.
—¿Te ayudará eso a recuperar esa mano? —pregunté,
poniéndome de pie. Eso duele—. ¿O el ojo? —Me arrastré a su
alrededor, dándole un amplio espacio mientras me giraba…
Vi al Sr. Tulis, y lo más extraño sucedió cuando mis ojos se
encontraron con los suyos. El siguiente aliento que tomé pareció ser
arrastrado por una explosión de dolor que salió de mi estómago.
Todo mi cuerpo se contrajo, y solté la espada.
Página | 579
Confundida, miré hacia abajo. Algo estaba en mi estómago.
Una daga. La espada de una daga. Levanté la cabeza. —Yo... yo
estaba... aliviada cuando no los vi a usted y a su hijo en el Rito.
Los ojos del Señor Tulis se abrieron cuando me agaché, tirando
de la daga libre, arrancando un grito de mi garganta. Di un paso
atrás, tratando de recuperar el aliento mientras la sangre corría por
mis piernas. Me di vuelta, oyendo a Jericho ponerse de pie. Su mano
derecha... ya no parecía humana, y cuando ésta chasqueó, ni
siquiera podía moverme lo suficientemente rápido. Sus garras
cortaron la tela y la carne, y mi pie resbaló en el piso ahora
manchado de sangre —mi sangre.
Mi pierna izquierda cedió y caí. Traté de extender mis brazos
para atraparme, pero no respondían a las órdenes que mi cerebro
exigía. Me caí, apenas sintiendo el impacto.
Alguien se rio.
Levántate.
Lo intenté. Todavía sostenía la daga. Podía sentirla contra mi
palma.
Hubo... hubo vítores. Escuché una ovación de alguien.
Levántate.
Nada se movió.
Me estremecí ante el creciente sabor metálico en el fondo de mi
garganta. Sabía lo que eso significaba. Sabía lo que significaba no
poder mover mis brazos o permanecer de pie.
La cara sangrante de Jericho apareció por encima de mí, su
cabello peludo enmarañado con sangre. —¿Sabes con qué parte voy
a comenzar? Tu mano. —Levantó mi brazo—. Creo que lo guardaré
como recuerdo. —El destello de una espada apareció—. También sé
exactamente cómo voy a usarla. ¿Qué piensan todos ustedes? —
preguntó.
Página | 580
La risa la saludó y alguien sugirió otras partes para guardar.
Partes que provocaron más risas.
Yo estaba muriendo.
Todo lo que podía hacer era esperar que fuera rápido, que no
fuera consciente de lo que estaba por venir.
—¡Mejor empezar!"—Jericho se rio mientras bajaba la hoja.
El golpe nunca aterrizó.
Al principio, pensé que era simplemente porque me había
adormecido, pero luego me di cuenta de que Jericho ya no estaba
parado sobre mí. Hubo sonidos —gritos y gruñidos. Aullidos agudos,
y luego sentí una cálida bocanada de aire contra la parte superior de
mi cabeza, sobre mi mejilla. Giré la cabeza y vi unos ojos azul pálido
y un pelaje tan blanco como la nieve. El lobo me acarició la mejilla
con la nariz húmeda y luego levantó la cabeza y aulló.
Parpadeé y, de repente, una sombra cayó sobre mí. Por
encima de mí, Kieran se alzaba. —Mierda —dijo—. Consigue al
Príncipe. Tráelo ahora.
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Traducido por: Loulo
Corregido por: -Patty
Brazos suaves me levantaron del piso de tierra. Kieran Su
rostro se volvió borroso y hubo zumbidos en mis oídos. Todo a mi
alrededor se desvaneció hasta que no hubo nada, y no sentí dolor.
Me quedé allí hasta que lo escuché llamarme. Hawke
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—Abre los ojos, Poppy. Vamos —insistió él, y sentí unos dedos
apartar la daga de mi mano. Se cayó del piso a mi lado. Su mano se
curvó a lo largo de mi barbilla—. Necesito que abras los ojos. Por
favor.
Por favor.
Nunca lo había escuchado decir la palabra así por favor. Mi ritmo
cardíaco lento se aceleró cuando la conciencia volvió, trayendo
consigo un dolor ardiente y ardiente. Forcé mis ojos a abrirse.
—Ahí esta —apareció una sonrisa, pero todo estaba mal y
forzado.
No había hoyuelos profundos, ni calor ni luz de risa en sus ojos
dorados. Por falta de fuerza de voluntad o estupidez, hice lo que no
había hecho desde que descubrí la verdad sobre él. Me acerqué con
mis sentidos debilitados y sentí el zumbido de angustia de él. Corría
más profundo que antes, ya no se sentía como trozos de hielo contra
mi piel sino como dagas.
Como garras.
Respiré y sabía a metal.
—Duele.
—Lo sé —al interpretar mal lo que dije, su mirada se clavó en la
mía—. Voy a arreglarlo. Haré que el dolor desaparezca. Haré que
todo desaparezca. No llevarás una cicatriz nunca más.
La confusión me invadió. No sabía cómo podía hacer nada de eso.
Hubo demasiadas heridas. Había perdido demasiada sangre. Podía
sentirlo en la frialdad subiendo por mis piernas.
Yo estaba muriendo.
—No, no lo estás —argumentó, y me di cuenta de que había dicho
la última parte en voz alta—. No puedes morir. No lo permitiré.
Luego se llevó el brazo a la boca y vi esos dientes afilados que
había sentido antes, vi con incredulidad cómo se mordía la muñeca y
le rasgaba la piel. Grité, tratando de levantar mi mano para cubrir la
Página | 583 herida. Me había secuestrado. Había matado para llegar a mí, me
había traicionado y él era el enemigo. Por eso, me volví indefensa una
vez más. Me estaba muriendo, no debería importarme que estuviera
sangrando.
Pero lo hacía.
Porque yo era una imbécil.
—Voy a morir como una imbécil —murmuré.
Sus cejas fruncidas.
—No vas a morir —repitió, las líneas de su boca se tensaron—. Y
estoy bien. Solo necesito que bebas.
¿Beber? Mi mirada cayó a su muñeca. No podía decir...
—Casteel, ¿tú…? —interrumpió la voz de Kieran.
¿Casteel?
—Sé exactamente lo que estoy haciendo, y no quiero tu opinión o
tu consejo —sangre roja profunda le recorrió el brazo—. Y tampoco lo
necesito.
Kieran no respondió a eso mientras lo miraba, atrapado en el
horror fascinado. Hawke bajó su muñeca rota hacia mí, hacia mi
boca.
—No —me aparté, sin llegar muy lejos con su brazo alrededor de
mi espalda como una banda de acero—. No.
—Tienes que. Morirás si no lo haces.
—Prefiero... morir que convertirme en un monstruo —juré.
—¿Un monstruo? —él se rió entre dientes, pero fue un sonido
áspero—. Poppy, ya te dije la verdad sobre el Craven. Esto solo te
hará mejor.
No le creí. No pude Porque si lo hiciera, eso significaba... eso
Página | 584 significaba que todo lo que había dicho era verdad, y los Ascendidos
eran malvados. Ian estaría...
—Harás esto —repitió—. Tu beberás. Tú vivirás. Toma esa
decisión, princesa. No me obligues a hacerlo por ti.
Me di la vuelta, inhalando bruscamente. Capté un olor extraño. El
olor... no olía a sangre, a Craven. Me recordó a cítricos en la nieve,
frescos y agrios. ¿Cómo... cómo podía oler la sangre así?
—Penellaphe —habló Hawke, y había algo diferente en su voz.
Más suave y profundo como si llevara un eco—. Mírame.
Casi como si no tuviera control sobre mi cuerpo, levanté la
mirada hacia él. Sus ojos... el tono de miel se agitó, arremolinándose
con manchas doradas más brillantes. Mis labios se separaron. No
pude mirar hacia otro lado. ¿Qué... qué estaba haciendo?
—Bebe —susurró o gritó, no estaba seguro, pero su voz estaba en
todas partes, a mí alrededor y dentro. Y sus ojos... todavía no podía
apartar la mirada de ellos. Sus pupilas parecían expandirse—. Bebe
de mí.
Una gota de sangre cayó de su brazo a mis labios. Se filtró entre
ellos, agrio y dulce contra mi lengua. Mi boca hormigueó. Presionó
su muñeca más completamente contra mis labios, y su sangre corrió
por mi boca, bajando por mi garganta, espesa y cálida. En una parte
distante de mi cerebro, pensé que no debería permitir esto. Que
estuvo mal. Me convertiría en un monstruo, pero el sabor... no se
parecía a nada que hubiera probado antes, un completo despertar.
Tragué, atrayendo más.
—Eso es —la voz de Hawke era más profunda, más rica—. Bebe.
Y así lo hice.
Bebí mientras su mirada permanecía fija en mí, sin perder nada.
Bebí, y mi piel comenzó a zumbar. Bebí, agarrando su brazo
ensangrentado y sosteniéndolo contra mí antes de darme cuenta de
Página | 585 lo que estaba haciendo. El sabor de su sangre... era puro pecado,
decadente y exuberante. Con cada trago, los dolores y molestias
disminuyeron, y el ritmo de mi corazón se desaceleró, volviéndose
más uniforme. Bebí hasta que mis ojos se cerraron. Hasta que me
rodeó un caleidoscopio de azules vívidos y brillantes, el color me
recordó al Mar de Stroud. Este azul tenía una claridad sorprendente
como si fuera un cuerpo de agua que el hombre no había tocado.
Pero esto no era un océano. Había roca fría y dura debajo de mis
pies, y sombras presionando contra mi piel. Una risa suave atrajo mi
mirada del estanque de agua hacia el cabello oscuro...
—Suficiente —mordió Hawke—. Eso es suficiente.
No podría ser suficiente. Aún no. Sujetado a su muñeca, bebí con
avidez. Me alimentaba como si me estuviera muriendo de hambre, y
así era como me sentía. Que este sustento era lo que había estado
extrañando toda mi vida.
—Poppy —gimió, rompiendo mi agarre y alejando su muñeca
devastada.
Empecé a seguir porque quería más, pero mis músculos eran
líquidos y mis huesos blandos. Me hundí en su abrazo y sentí que
estaba flotando, un poco perdido en la forma en que mi piel seguía
zumbando, y el calor se vertió en mi pecho. No tenía idea de cuánto
tiempo había pasado. Podrían haber pasado minutos, o podrían
haber pasado horas antes de que Hawke me llamara.
Mis ojos se abrieron para encontrarlo mirándome. Sus rasgos
estaban un poco desenfocados, borrosos en los bordes. Estaba
recostado contra una pared, con la cabeza apoyada contra ella, y
parecía completamente relajado en ese momento, como si fuera él
quien hubiera probado la magia y no yo.
—¿Cómo te sientes? —preguntó.
No estaba seguro de cómo responder esa pregunta. ¿Estaba
ardiendo mi cuerpo como si estuviera ardiendo? ¿Picaba y latía? No.
—No tengo frío. Mi pecho... no hace frío.
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—No deberías tenerlo.
El no entendió.
—Me siento diferente.
Una pequeña sonrisa apareció.
—Bueno.
—Siento que mi cuerpo... no está apagado.
—Eso desaparecerá después de unos minutos. Solo relájate y
disfrútalo.
—Ya no me duele —traté de calmar mis pensamientos, pero
estaban girando—. No entiendo.
—Es mi sangre —levantó su mano, quitando mechones de cabello
de mi mejilla. Su toque envió un escalofrío de conciencia a través de
mí, y me gustó la sensación. Me gustó la forma en que me hizo
sentir. Siempre lo había hecho, pero no se suponía que lo hiciera
ahora—. La sangre de un atlántico tiene propiedades curativas. Te lo
dije.
—Eso... eso es increíble —susurré.
—¿Lo es? —Estirándose, tomó mi brazo—. ¿No fuiste herida aquí?
Mi mirada siguió la suya hasta mi antebrazo interno. La sangre
seca y la suciedad manchaban la superficie, pero donde las garras
habían rasgado el tejido, la piel ahora estaba lisa bajo la mugre.
—¿Y aquí? —preguntó, moviendo su mano para que su pulgar
girara alrededor de mi brazo, justo debajo de mi hombro—. ¿No
estabas arañada aquí?
Mi mirada se enganchó en la pálida cicatriz del viejo ataque
Craven, justo dentro de mi codo. Forcé mi mirada hacia donde su
pulgar continuaba deslizándose en pequeños círculos. No hubo
marcas nuevas. No hay heridas abiertas. Me quedé maravillado.
Página | 587
—Hay... no hay nuevas cicatrices.
—No habrá nuevas cicatrices —dijo—. Eso es lo que prometí.
Él lo hizo.
—Tu sangre... es increíble.
Y lo era. Mi mente profundizó lentamente en todo lo que podía
lograrse con él. Las heridas que podrían curarse y las vidas que
podrían salvarse. La mayoría de la gente estaría en contra de beber
sangre, pero...
Espere.
Mi mirada volvió a la suya.
—Me hiciste beber tu sangre.
—Lo hice.
—¿Cómo?
—Es una de esas cosas que ocurren durante la madurez. No
todos podemos... obligar a otros.
—¿Lo has hecho antes? ¿Sobre mí?
—Probablemente desearías poder culpar a tus acciones anteriores
de eso, pero yo no, Poppy. Nunca lo necesité ni quise.
—Pero lo hiciste ahora.
—Lo hice.
—Ni siquiera suenas remotamente avergonzado.
—No lo estoy —respondió, y apareció un toque de sonrisa
burlona—. Te dije que no te permitiría morir, y tú habrías muerto,
princesa. Te estabas muriendo. Te salvé la vida. Algunos sugerirían
un agradecimiento como la respuesta apropiada.
—No te pedí que lo hicieras.
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—Pero estás agradecida, ¿verdad?
Cerré la boca de golpe porque lo estaba.
—Solo tú discutirías conmigo sobre esto.
No había querido morir, pero tampoco quería convertirme en un
Craven.
—No voy a convertirme.
—No —suspiró, colocando mi brazo hacia atrás para que
descansara sobre mi estómago—. Te dije la verdad, Poppy. Los
Atlánticos no hicieron a el Craven. Los Ascendidos lo hicieron.
Mi corazón dio un vuelco cuando mi mirada se movió hacia las
vigas de madera expuestas del techo. No estábamos en la celda. Giré
la cabeza y vi una cama rústica con gruesas sábanas y una pequeña
mesa al lado.
—Estamos en un dormitorio.
—Necesitábamos privacidad.
Recordé haber escuchado la voz de Kieran, pero la habitación
ahora estaba vacía.
—Kieran no quería que me salvaras.
—Porque está prohibido.
Me tomó unos minutos recordar lo que me había dicho antes, y
mi estómago cayó.
—¿Me convertiré en un vampiro?
Él rió.
—¿Qué pasa con eso es gracioso?
—Nada —el otro lado de sus labios ahora inclinado—. Sé que
todavía no quieres creer la verdad, pero en el fondo, sí. Por eso
hiciste esa pregunta.
Tenía un punto, pero no tenía la capacidad intelectual o
Página | 589 emocional para ir allí. No ahora.
—Para transformarte, necesitarías mucha más sangre que eso —
volvió a descansar la cabeza contra la pared—. También requeriría
que yo fuera más un participante activo.
Los músculos bajos de mi cuerpo se apretaron, demostrando que,
de hecho, no eran suaves.
—¿Cómo... cómo serías más un participante activo?
La sonrisa de Hawke se convirtió en humo y se volvió tan
pecaminosa como su sangre.
—¿Prefieres que te enseñe en lugar de decírtelo?
Mi piel se puso caliente.
—No.
—Mentirosa —susurró, cerrando los ojos.
El calor en mi piel comenzó a extenderse como si fuera una
chispa, y me moví, sintiéndome menos... flotante y más... pesado.
Intente ignorarlo.
—¿Están... Naill y Delano, bien?
—Estarán bien, y estoy seguro de que estarán felices de saber que
preguntaste por ellos.
Dudaba eso, pero algo estaba sucediendo, cambiando.
Mi cuerpo no se sentía como si fuera mío, no cuando el calor se
filtraba en mis músculos, enrojecía mi piel y se acumulaba en mi
núcleo. Me imaginé que era él, la sangre de Hawke lentamente
atravesando cada parte de mi cuerpo.
Él estaba dentro de mí.
Me sentí fuera de control, como la noche en el Bosque de Sangre,
y cuando estábamos en la habitación de arriba de la taberna.
Página | 590
De repente me dolió el pecho y se volvió pesado, pero no fue por
dolor, falta de aire o frío. No. Fue como cuando Hawke me tocó,
cuando me desnudó y me besó, me besó en todas partes. Me sentí
suelto Mi interior se estremeció, justo cuando mi piel zumbaba. La
lujuria afilada como una cuchilla pulsaba directamente a través de
mí, un deseo oscuro que ardía.
Las fosas nasales de Hawke se dilataron cuando inhaló, y luego
su pecho pareció dejar de moverse. Sus rasgos aún eran confusos,
pero cuanto más lo miraba, más ardiente me sentía.
—Poppy —mordió
—¿Qué? —mi voz sonaba llena de miel.
—Deja de pensar lo que estás pensando.
—¿Cómo sabes lo que estoy pensando?
Su barbilla bajó, y su mirada era una caricia.
—Lo sé.
Temblando, moví mis caderas, y el brazo de Hawke se apretó a mi
alrededor.
—No lo sabes.
Él no respondió, y me pregunté si podía sentir el fuego líquido en
mis venas y el calor húmedo de mi núcleo.
Mordiéndome el labio, probé su sangre y gemí, cerrando los ojos.
—¿Hawke?
Él hizo un sonido, y tal vez dijo algo, pero fue indescifrable.
Me estiré, tomando respiraciones rápidas y superficiales. La
camisa y los pantalones gruesos rasparon mi piel y las puntas
sensibles y endurecidas de mis senos.
—Hawke —respiré.
—No —dijo, endureciéndose—. No me llames así.
Página | 591
—¿Por qué no?
—Simplemente no.
Había muchas cosas que no debería hacer o decir, pero todo en
mí estaba centrado en la forma en que todo mi cuerpo ardía y
palpitaba de necesidad. Mi mano se movió, deslizándose por mi
estómago, sobre la camisa arruinada y con garras, hasta mi pecho.
Guiado solo por el instinto y la necesidad, cerré mis dedos sobre la
carne temblorosa, moldeándola hasta mi palma. Un estremecimiento
dolorido se abrió paso a través de mí.
—Poppy —gruñó Hawke—. ¿Qué estás haciendo?
—No lo sé —susurré, arqueando la espalda mientras me
acariciaba la camisa delgada y gastada—. Estoy encendida.
—Es solo la sangre —dijo con voz gruesa, y el instinto me dijo que
me estaba mirando, y eso me puso aún más caliente—. Pasará, pero
deberías... debes dejar de hacerlo.
No me detuve. No pude Mi pulgar rodó sobre la dureza de
guijarros y aspiré aire. Me recordó lo que Hawke había hecho, pero
había usado más que solo sus manos. Quería que volviera a hacer
eso. Un dolor intenso y pulsante entre mis piernas me retorció el
interior. Moviendo las caderas, presioné mis muslos juntos, pero eso
no ayudó. La presión solo lo empeoró.
—¿Hawke?
—Poppy, por el amor de los dioses.
Con el corazón palpitante, abrí los ojos y tenía razón. Su mirada
estaba fija en mí, por otro lado, la que tenía mente propia y se
deslizaba por mi estómago.
—¿Bésame?
Líneas tensas se formaron alrededor de su boca.
—No quieres eso.
Página | 592
—Lo hago —mis dedos llegaron a mi cintura, donde los
pantalones se abrieron—. Lo necesito.
—Solo piensas eso en este momento —su rostro se aclaró, y no
había duda de la forma en que sus rasgos se habían agudizado—. Es
la sangre.
—No me importa —las puntas de mis dedos rozaron la piel
desnuda debajo de mi ombligo—. ¿Tócame? ¿Por favor?
Hawke hizo un sonido bajo en el fondo de su garganta.
—¿Crees que me odias ahora? Si hago lo que me pides, querrás
asesinarme —hizo una pausa y sus labios se curvaron hacia arriba—
. Bueno, querrás asesinarme más de lo que ya lo haces. No tienes
control de ti mismo en este momento.
Lo que decía tenía sentido, pero tampoco lo era.
—No.
—¿No? —levantó las cejas, pero no apartó la vista de mi mano.
—No te odio —le dije, y hubo un giro doloroso en el corazón que
me dijo que era la verdad. Debería estar molesto por eso.
Volvió a hacer ese sonido, y cuando su mano se cerró sobre mi
muñeca, casi lloré de alegría. Me iba a tocar.
Excepto que no hizo nada más que sostener mi mano en su lugar.
—¿Hawke?
—Conspiré para sacarte de todo lo que sabías, y lo hice, pero eso
no está ni cerca del peor de mis crímenes. He matado gente, Poppy.
Hay tanta sangre en mis manos que nunca estarán limpias.
Derrocaré a la Reina que te cuidó, y muchos más morirán en el
proceso. No soy un buen hombre —él tragó saliva—. Pero estoy
tratando de serlo en este momento.
Página | 593
Un aleteo nervioso llenó mi estómago. Sus palabras... deberían
enfurecerme, pero yo... lo quería, y pensar era... bueno, fue todo lo
que hice. Ya no quería hacerlo.
—No quiero que seas bueno —sin siquiera darme cuenta, había
levantado mi otra mano, apretando el frente de su camisa—. Te
deseo.
Hawke sacudió la cabeza, pero cuando tiré de la mano que
sostenía, se inclinó sobre mí. Apreté mi camisa cuando se detuvo con
su boca a escasos centímetros de la mía.
—En unos minutos, cuando pase esta tormenta, volverás a odiar
mi propia existencia, y por una buena razón. Vas a odiar que me
suplicaras que te bese, que haga más. Pero incluso sin mi sangre en
ti, sé que nunca has dejado de quererme. Pero cuando vuelva a estar
dentro de ti, y lo estaré, no podrás culpar a la influencia de la sangre
ni a ninguna otra cosa.
Lo miré, algo de la niebla de la lujuria desapareció de mi mente
cuando él levantó mi mano y se la llevó a la boca. Presionó un beso
en el centro de mi palma, sorprendiéndome. Fue un acto tan ...
tierno, uno que imaginé que los amantes hacían todo el tiempo.
Tiré de mi mano y él me soltó. Lo puse contra mi pecho. El
hormigueo se estaba desvaneciendo de mi piel, pero el dolor del
deseo no gastado todavía estaba allí. No casi tan agotador como
minutos antes, pero la parte de mí que sentía que estaba empezando
a despertar sabía que decía la verdad. Lo que sentía por él no tenía
nada que ver con la sangre.
Lo que sentí fue... era desordenado y crudo. Lo odiaba y... no lo
hice. Me preocupaba por él, por idiota que fuera. Y lo quería, su
beso, su toque. Pero también quería lastimarlo.
No éramos amantes.
Éramos enemigos, y nunca podríamos ser otra cosa. Estaba
rodeado de gente que me odiaba.
—Nunca debería haberme ido —dijo—. Debería haber sabido que
algo así podría suceder, pero subestimé su deseo de venganza.
Página | 594
—Ellos... me querían muerta —le dije.
—Pagarán por lo que hicieron.
Me moví, sintiéndome menos... flotante y más sólida. Moví mi
brazo a lo largo de mi pierna, todavía sorprendida de que no hubiera
dolor.
—¿Qué harás? ¿Matarlos?
—Lo haré —dijo, y mis ojos se abrieron—. Y mataré a cualquiera
que piense seguir su camino.
Lo miré fijamente, sin dudar que quisiera decir lo que dijo. Hawke
no podía cuestionar a cada uno de sus partidarios ni a los de su
especie. No estaba a salvo aquí.
—Y yo... ¿qué vas a hacer conmigo?
Levantó su mirada de la mía. Un músculo se apretó en su
mandíbula.
—Ya te dije. Te usaré para intercambiar con la Reina para liberar
al Príncipe Malik. Te lo juro, no te harán más daño.
Empecé a hablar, pero luego recordé el nombre que Kieran le
había llamado. Todo mi cuerpo pareció encogerse mientras miraba
esos hermosos ojos.
—¿Casteel?
Se congeló contra mí.
—Kieran... Kieran dijo el nombre Casteel —mi mirada recorrió sus
rasgos llamativos cuando las palabras de Loren volvieron a mí.
Afirmó que había oído que el Oscuro era guapo, y su aspecto le había
hecho entrar en Goldcrest Manor, lo que le permitió seducir a Lady
Everton...
Página | 595
Y las propias palabras de Hawke volvieron a mí, las que me había
hablado en el Red Pearl. Han llevado a algunas personas a tomar
decisiones de vida cuestionables.
Mi corazón parecía detenerse, pero ahora se aceleró, acelerando.
Las cosas comenzaron a encajar en su lugar. Cosas inconsecuentes
como pequeños comentarios que hizo aquí y allá, cosas más grandes
como cómo me había silenciado cuando grité su nombre la noche
que... la noche que hicimos el amor. La forma en que todos siguieron
sus órdenes, cómo Jericho lo había obedecido en el granero,
pareciendo no querer cruzarlo, a pesar de que no lo había detenido.
Cómo Kieran y los demás dijeron su nombre como si fuera una
broma.
Porque Hawke no era su nombre.
Y no habíamos hecho el amor. Me había jodido.
—Oh, mis dioses —con el estómago revuelto, me puse la mano en
la boca—. Tú eres él.
Él no dijo nada.
Pensé que podría estar enfermo mientras arrastraba mi mano
hacia mi pecho, para rasgar la camisa ya rota.
—Eso es lo que le pasó a tu hermano. El por qué sientes tanta
tristeza por él. Él es el Príncipe con el que esperas usarme para
intercambiar. Tu nombre no es Hawke Flynn. ¡Eres el! Eres el
Oscuro.
—Prefiero el nombre Casteel o Cas —respondió entonces, su tono
duro y distante—. Si no quieres llamarme así, puedes llamarme
Príncipe Casteel Da’Neer, el segundo hijo del Rey Valyn Da’Neer,
hermano del Príncipe Malik Da’Neer.
Me estremecí.
—Pero no me llames el Oscuro. Ese no es mi nombre.
El horror rodó a través de mí. ¿Cómo podría ahora estar
resolviendo esto? Las señales habían estado allí. Había sido tan, tan
estúpida. No solo una vez. No me había vuelto más sabia después de
Página | 596
enterarme de que era un atlántico. No había visto lo que estaba justo
en frente de mi cara.
Que todo realmente había sido una mentira.
Reaccioné sin pensar, golpeando mi puño contra su pecho. Lo
golpeé. Me dolió la palma de la mano por la bofetada que le di en la
mejilla, y él me dejó. Lo tomó mientras yo lo empujaba por los
hombros. Le grité cuando las lágrimas nublaron mi visión. Golpeo
una y otra vez
—Para —me agarró por los hombros, me atrajo hacia su pecho y
cruzó sus brazos alrededor de mí, atrapando el mío a mis costados—.
Basta, Poppy.
—Déjame ir —exigí, mi garganta ardiendo.
Mi corazón se apretó con el tipo de angustia que estaba
acostumbrado a sentir por los demás. Casi me acerqué a él para ver
si se había irradiado de él o si había estallado desde lo más profundo
de mí, pero me detuve.
Te usaré
El dolor... el dolor era mío. No me había salvado porque se
preocupaba por mí. No había prometido que no me vendrían más
daños porque se preocupaba por mí. ¿Cómo seguí olvidando esto?
Hawke.
Hawke.
Ese ni siquiera era su nombre. Era Casteel.
Y tenía una agenda. Todas nuestras conversaciones, cada vez que
me había besado, me tocaban y me decían que era valiente y fuerte,
que lo intrigaba y que era como nadie que hubiera conocido. Hizo
esas cosas no solo bajo una falsa personalidad sino también bajo un
nombre falso, para ganar mi confianza. Para hacerme bajar la
guardia a su alrededor, todo para salir de Masadonia con él
voluntariamente y entrar en un pozo de víboras que querían usarme
porque yo era la Doncella, la Elegida, la favorita de la Reina, o me
Página | 597 querían muerta. Por las mismas razones.
Apreté mis ojos cerrados.
Era peor que Jericho y los otros que me querían muerta. Al
menos no había pretensiones con ninguno de ellos. Todo sobre
Hawke, todo sobre Casteel, desde su nombre hasta la primera noche
en el Red Pearl, había sido una mentira diseñada para ganar mi
confianza.
Había tenido éxito, pero ¿a qué costo?
Rylan estaba muerto.
Phillips y Airrick y todos los guardias y cazadores estaban ahora
muertos.
Vikter estaba muerto.
Mis padres estaban muertos.
Me quitó a todos los que me importaban, ya sea por su mano o
por sus órdenes, a través de la separación o la muerte. Todo para
poder reunirse con su hermano, otro Príncipe, algo con lo que
incluso yo podía entender, podría simpatizar. Pero también se llevó
mi corazón.
Y me hizo enamorarme del Oscuro.
Era quien era, incluso si todo lo demás que afirmaba en realidad
parecía ser cierto. Incluso si la historia que me habían enseñado
fuera una mentira. Incluso si los Ascendidos fueran vampiros
responsables de los Craven, de lo que les había sucedido a mis
padres y a mí. Incluso si mi hermano fuera ahora uno de ellos.
—¿Poppy?
Con los ojos ardiendo, me puse de lado. Necesitaba espacio.
Necesitaba alejarme de aquí, de él. No estaba a salvo, no de nadie
aquí, y definitivamente no de él.
Porque cuanto más tiempo me mantuviera aquí con él, más difícil
sería para mí recordar la verdad. Cuanto más quisiera
Página | 598
desesperadamente creer que era especial para él porque solo quería
ser especial para alguien. Nadie. Ser algo más que un peón. Cuanto
más tiempo estuviera con él, más probabilidades tendría de
olvidarme de toda esa sangre que tenía en las manos.
Y que ya me había roto el corazón dos veces porque eso estaba
sucediendo de nuevo. Incluso después de la primera traición, todavía
me preocupaba por él. Aunque quería odiarlo. Necesitaba odiarlo,
pero no pude. Lo sabía ahora porque sentía que me estaba muriendo
otra muerte. ¿Cómo podría ser tan estúpida?
No podía dejar que lo volviera a hacer. No podría olvidar eso.
El pánico se apoderó de mí y me obligó a abrir los ojos. Mi mirada
salvaje rebotó alrededor de la habitación.
—Déjame ir.
—Poppy —repitió mi nombre, colocando sus dedos en mi cuello.
Me tensé antes de darme cuenta de que estaba revisando mi pulso—.
Tu corazón está latiendo demasiado rápido.
No me importaba No me importaba si mi corazón explotaba fuera
de mi pecho.
—¡Déjame ir! —grité
Su agarre se aflojó lo suficiente como para alejarme y sentarme.
Su brazo todavía estaba en mi cintura. Puse mi mano en el suelo
para aprovechar mi peso, pero mi palma se apartó de la daga.
La daga con la que el Sr. Tulis me había apuñalado. Era piedra de
sangre.
Con el corazón desbocado, miré la hoja. El dolor se hinchó,
cerrándome la garganta. No podía respirar alrededor, sabiendo que
yo... amaba al hombre que había intervenido en la muerte de tantos.
Quien me había dejado aquí con estas personas, su gente, que me
querían muerta.
Quien me mintió sobre todo, incluso sobre quién era realmente.
Página | 599
Mi corazón se abrió de par en par, vertiendo granizado helado en
mi pecho. Siempre tendría frío, desde aquí hasta el final.
—Poppy...
Me giré en sus brazos, moviéndome por instinto. No sentí la
empuñadura fría en mi mano, pero sentí la hoja hundirse en su
pecho. Sentí su sangre cálida salpicar contra mi puño cuando la
empuñadura de la daga se enrojeció con su piel.
Lentamente, levanté mi mirada hacia la suya.
Sus ojos color ámbar se abrieron de sorpresa cuando sostuvo mi
mirada por un momento y luego miró hacia abajo.
Hacia donde la daga sobresalía de su pecho.
De su corazón.
39
Traducido por: Loulo
Corregido por: -Patty
Con las manos temblorosas, solté la daga y me caí de su
regazo. Me escabullí hacia atrás, incapaz de apartar la vista del brillo
de la conmoción que se asentaba sobre sus rasgos.
—Lo siento —susurré, y no estaba segura de por qué incluso me
Página | 600 disculpé. No estaba segura de por qué mis mejillas se sentían
húmedas. ¿Era sangre? ¿Su sangre?
Levantó su mirada hacia la mía.
—Estás llorando —una fina gota de sangre se filtró por la
comisura de su boca.
Estaba llorando. No había llorado desde que había visto morir a
Vikter, pero las lágrimas ahora corrían por mi rostro mientras me
levantaba con las piernas entumecidas. Me puse a un lado. No sabía
lo que estaba haciendo ni a dónde iba, pero llegué a la puerta. Fue
desbloqueado.
—Lo siento —dije de nuevo, temblando.
Una risa ahogada y húmeda lo sacudió mientras se inclinaba
hacia adelante, golpeando su mano contra el suelo.
—No — jadeó—. No, tú no lo sientes...
Pero lo sentía.
Me di vuelta, tambaleándome ciegamente por la puerta hacia el
camino vacío que conectaba con otra puerta al final. El aire frío y
húmedo entró a través de la pared abierta, pero apenas lo sentí. No
tenía plan. No tengo idea de cómo salir de la fortaleza. Seguí
caminando.
A mitad del pasillo, fue como si un interruptor hubiera sido
accionado dentro de mí.
Todo el horror y la tristeza cesaron, y el instinto se hizo cargo.
Respirando con dificultad, abrí la puerta y corrí por la estrecha
escalera, luego salí a través de una puerta abierta, hacia...
En la nieve
Por un momento, me sorprendió la belleza de los espesos copos
de nieve que descendían lentamente. Una capa delgada ya cubría el
suelo y cubría los árboles desnudos. Estaba tan silencioso, y todo
estaba limpio e intacto.
Página | 601
Una voz desde el interior de la fortaleza me puso en acción.
Despegando a través de la hierba cubierta de nieve, corrí hacia el
bosque. En el fondo de mi mente, sabía que no estaba preparada
para escapar. La ropa que llevaba puesta era demasiado delgada,
incluso si no estaba hecha trizas. No tenía idea de dónde estaba
exactamente ni a dónde ir desde aquí. Podría haber Craven en estos
bosques. Definitivamente habría Descentros. También podría haber
lobos, que seguramente podrían seguir mis movimientos, pero aun
así, corrí, las suelas delgadas de mis botas resbalando en el suelo
espolvoreado del suelo del bosque. Corrí porque...
Lo apuñalé.
Lo apuñalé en el corazón.
Él ya estaría muerto.
Lo había matado.
Un sollozo irregular me dejó mientras soplaba nieve mezclada con
mis lágrimas. Oh, dioses, tenía que hacerlo. Todo sobre él, sobre
nosotros era una mentira. Todo. Tuve que hacerlo. Tuve que...
No hubo advertencia, ni sonido, nada.
Un brazo rodeó mi cintura, atrapándome a mitad de carrera. Grité
cuando mis pies se deslizaron debajo de mí, pero no me caí. Fui
arrastrado hacia atrás y golpeado contra un arcón duro y cálido. Mis
pies colgaban a casi un pie del suelo.
La conmoción me robó el aliento de mis pulmones. Sabía quién
era antes de que él incluso hablara. Era su aroma a exuberante
especia y pino. Fue el estallido de angustia e incredulidad que
reflejaba la mía, surgiendo de mis sentidos que no había cerrado. Por
primera vez desde que lo conocí, sus emociones lo abrumaron y, por
lo tanto, a mí.
Este no era el Hawke del que me había enamorado tan rápido que
Página | 602 me sostuvo contra él.
No era el guardia el que juró su vida para mantenerme a salvo,
quien ahora envolvió su puño en mi cabello y echó mi cabeza hacia
atrás y hacia un lado.
No era el aliento caliente de Hawke lo que acarició mi garganta
expuesta.
Era el.
Príncipe Casteel Da’Neer of Atlantia.
El Oscuro.
—Un atlántico, a diferencia de un lobo o un ascendido, no puede
ser asesinado con una puñalada en el corazón —gruñó, tirando de
mi cabeza más atrás—. Si quisieras matarme, deberías haber
apuntado a la cabeza, princesa. Pero peor aún, lo olvidaste.
—¿Olvidaste qué?
—Que fue real.
Luego golpeó.
Dos ráfagas gemelas de dolor ardiente recorrieron mi cuello,
haciendo que todo mi cuerpo se sacudiera. La quemadura recorrió
todo mi cuerpo, aturdiéndome en su intensidad. No pude moverme.
Ni siquiera podía gritar por el dolor.
Su brazo alrededor de mi cintura era como un tornillo de banco
de hierro mientras se estiraba mucho de la herida que habían creado
sus colmillos. Sacudí, los ojos bien abiertos cuando mis manos
cayeron sobre su brazo. Mis uñas se clavaron. La quemadura, el
profundo y asombroso tirón contra mi garganta mientras mi sangre
fluía libremente de mí hacia él acortó todo mi sistema. El grito del
edificio arañó el dolor...
Y luego, a los pocos segundos de haber hundido sus colmillos en
mí, todo cambió.
El dolor intenso se convirtió en otra cosa, algo abrumador de una
Página | 603 manera totalmente diferente. Un nuevo dolor surgió dentro de mí,
calentando mi sangre hasta que sentí que cada parte de mí se estaba
llenando de lava fundida.
Mis grandes ojos no se veían cuando el calor llenó mi pecho, mi
estómago y se acumuló en el espacio entre mis muslos. Su boca tiró
de mi garganta una vez más, y esta vez, ese tirón fue directo a mi
núcleo. Mi cuerpo se sacudió con una avalancha de excitación.
Él gimió, su brazo se apretó a mi alrededor, y lo sentí, duro y
grueso contra mi trasero. Agarré su brazo mientras la tensión se
enroscaba dentro de mí...
Sin previo aviso, arrancó su boca de mi cuello. Me soltó y yo
tropecé hacia adelante, casi cayendo. Temblando de confusión y el
deseo aún chispeando dentro de mí, me volví hacia él.
Estaba parado a varios pies de mí, su pecho subía y bajaba con
respiraciones rápidas y cortas. Sus ojos estaban muy abiertos. Rojo
manchó sus labios.
Levanté mi mano, presionándola contra mi cuello. Calidez
húmeda saludó mis dedos. Di un paso atrás.
—No puedo creerlo —dijo, y se pasó la lengua por el labio inferior.
Sus ojos se cerraron brevemente mientras se estremecía, dejando
escapar un retumbar que me recordó al lobo. Sus pestañas se
abrieron y sus pupilas estaban tan dilatadas que solo se veía una
delgada franja de ámbar—. Pero debería haberlo sabido.
Antes de que pudiera entender lo que quería decir o lo que
sucedería después, estaba sobre mí, moviéndose tan rápido que no
podía rastrearlo.
Su boca se estrelló contra la mía cuando una mano empujó mi
cabello, su otro brazo sujetó mi cintura. No solo me besaron.
Estaba devorando.
Probé mi sangre en sus labios, en su lengua. Lo probé
Página | 604
No estaba segura exactamente cuándo le devolví el beso. ¿Fue
después de unos segundos, o lo había estado besando desde el
momento en que su boca tocó la mía? No lo sabía. Todo lo que sabía
era que estaba muerta de hambre por él, bien o mal, lo quería.
Por eso no peleé con él cuando me trajo al suelo. El contraste de
la nieve fría contra mi espalda y el calor de su cuerpo presionado
contra mi frente me dejó sin aliento. No pensé que lo hubiera
escuchado, ya que estaba atrapado en sus hambrientos besos, y me
di cuenta de que se había estado conteniendo cuando me besó todo
el tiempo. Ahora, no estaba ocultando quién era.
Se meció contra mí mientras deslizaba su mano sobre mi cintura
hasta mi cadera. Nos movimos, esforzándonos y jadeando. Sus
dientes atraparon mi labio inferior. Una breve picadura se registró, y
él se estremeció, gimiendo cuando el sabor metálico se renovó.
Rompiendo el beso, se levantó lo suficiente como para mirarme.
—Dime que quieres esto —sus caderas aún se agitaban contra las
mías—. Dime que necesitas más..
—Más —susurré antes de que pudiera siquiera pensar en lo que
estábamos haciendo, lo que habíamos hecho, quién era él.
—Gracias a la mierda —gruñó, y luego se estiró entre nosotros, su
dedo enganchó la parte delantera de mis pantalones. Tiró de ellos lo
suficientemente fuerte como para levantar mis caderas. Los botones
se soltaron, arrojándose a la nieve cercana.
—Dios mío —murmuré.
Él soltó una risa corta y áspera cuando me bajó los pantalones
hasta que una pierna quedó completamente libre y los calzones se
engancharon en el otro tobillo.
—Sabes que esta camisa era irreparable, ¿verdad?
—¿Qué...?
El sonido del desgarro de tela fue mi única explicación. Bajé la
barbilla al ver mis senos. Él también estaba mirando, su mano
Página | 605 rasgándose sus propios pantalones mientras sus ojos seguían las
vetas de sangre secadas a lo largo de mi estómago, moviéndose sobre
las puntas endurecidas de mis senos.
—Los mataré —susurró—. Los mataré a todos.
No pensé que estaba hablando de las viejas cicatrices.
Entonces no estaba pensando en absoluto.
Me besó mientras se acomodaba sobre mí, entre mis piernas, y
luego las cosas... giraron. Esta vez no hubo seducción lenta, ni
caricias y besos largos y prolongados. Hubo una pizca de
incomodidad, pero rápidamente dio paso al placer doloroso y
pulsante, y no había espacio en mi cuerpo o mente o entre nosotros
para que hubiera algo más que lo que sentíamos. Solo éramos él y
yo, el sabor de mi sangre y la suya en nuestros labios, y esta
necesidad no la entendía del todo.
A nuestro alrededor, la nieve cayó más pesada a través de los
árboles, empapando su espalda y mi cabello mientras nos
agarrábamos y nos agarrábamos el uno al otro. Solo había sonidos
de nuestros besos húmedos, nuestros cuerpos uniéndose y
separándose, y nuestros gemidos.
Se produjo un beso largo y arrastrante, y luego su boca se movió
de la mía a mi barbilla y luego bajó, sus labios y esos afilados dientes
se deslizaron sobre mi garganta. Sus acciones provocaron un
escalofrío que se enroscó en mi columna vertebral mientras se
calmaba sobre mí. ¿Estaba... iba a morderme otra vez? En lugar de
miedo, hubo una oleada de calor perverso. El dolor de sus colmillos
había sido breve, y lo que vino después...
Apreté sus hombros, demasiado perdido para siquiera
preguntarme si no quería que lo hiciera, demasiado lejos como para
pensar en las consecuencias si lo hiciera.
Sentí su lengua contra mi piel, dando vueltas y vueltas sobre la
marca sensible que había dejado atrás. Luego levantó la cabeza. Vi
sus ojos el tiempo suficiente para ver que sus pupilas se habían
Página | 606
contraído antes de que sus pestañas bajaran, y su boca estuviera
sobre la mía una vez más.
Y luego se movió de nuevo.
Sus caderas retrocediendo y luego empujando hacia atrás,
rodando y moliendo mientras sus dedos jugaban con mi pecho. Se
movía lentamente ahora, tan perezosamente que sentí como si me
estuvieran colgando. Me estremecí debajo de él, deslizando mi mano
en su cabello húmedo por la nieve.
La tensión estaba aumentando de nuevo, enroscándose hasta que
no pude soportar sus movimientos lentos y medidos por más tiempo.
Sus burlas muelen y ruedan. Levanté mis caderas, tratando de
instarlo a moverse más rápido, ir más profundo, pero él se contuvo
hasta que grité y tiré de su cabello.
Se rió a medias, gruñó a medias mientras levantaba la cabeza.
—Sé lo que quieres, pero...
Con el corazón fuera de control, me retorcí bajo su peso.
—¿Pero qué?
—Quiero que digas mi nombre.
—¿Qué?
Sus
caderas
continuaron
enloquecedoramente lentos.
moviéndose
en
círculos
—Quiero que digas mi nombre real.
Mis labios se separaron en una inhalación aguda.
Se calmó una vez más, sus ojos luminosos.
—Eso es todo lo que pido.
¿Todo lo que pido? Era mucho.
—Es un reconocimiento —dijo, con el pulgar girando y tirando—.
Eres tú admitiendo que eres plenamente consciente de quién está
Página | 607 dentro de ti, a quién deseas tanto, aunque sabe que no debería
hacerlo. Aunque no quieras nada más que no sentir lo que haces.
Quiero oírte decir mi verdadero nombre.
—Eres un bastardo —susurré.
Un lado de sus labios se curvó.
—Algunos me llaman así, sí, pero ese no es el nombre que estoy
esperando escuchar, Princesa.
Quería negarlo. Dioses, ¿alguna vez lo hice?
—¿Qué tanto lo quieres, Poppy? —preguntó.
Apreté mi cabello con fuerza mientras tiraba de su cabeza hacia
abajo. Hubo un destello de sorpresa en esos ojos brillantes.
—Malo —gruñí—. Su Alteza.
Su boca se abrió, pero levanté mis piernas y las enrosqué
alrededor de sus caderas. Aprovechando su sorpresa y aprovechando
mi propia ira, lo hice rodar sobre su espalda, con la intención de
dejarlo allí, pero no había previsto lo que haría el movimiento cuando
me balanceara.
Me
hundí
en
su
longitud,
mi
cuerpo
se
sonrojó
sorprendentemente con el suyo. Mi grito terminó en su gemido
cuando planté mis manos en su pecho. Dioses. La plenitud era casi
demasiado.
—Oh —susurré, tomando respiraciones desiguales.
Su pecho se movía de manera desigual bajo mis manos.
— ¿Sabes qué?
—¿Qué? —mis dedos se curvaron dentro de mis botas.
—No necesito que digas mi nombre —dijo, con los ojos
entrecerrados—. Solo necesito que lo vuelvas a hacer, pero si no
comienzas a moverte, podrías matarme.
Página | 608
Una risita sobresaltada estalló en mí.
—Yo... no sé qué hacer.
Algo en sus facciones se suavizó a pesar de que la cruda
necesidad brillaba a través de las delgadas hendiduras de sus ojos.
—Sólo muévete —sus manos fueron a mis caderas. Me levantó
unos centímetros y me hizo bajar. Un sonido profundo irradió de él—
. Como eso. No puedes hacer nada malo. ¿Cómo no has aprendido
eso todavía?
No estaba seguro de qué quería decir con eso, pero reflejé su
movimiento, moviéndome hacia arriba y hacia abajo mientras la
nieve caía sobre su camisa. Mi palma se deslizó, inclinándome hacia
adelante. Un punto profundo en mí fue tocado, enviando rayos de
intenso placer en olas.
—¿Cómo eso? —respiré
Sus manos se apretaron en mis caderas.
—Así.
Con cada movimiento de mis caderas, ese punto fue tocado, y
más rayas de dicha se dispararon a través de mí. Antes de darme
cuenta, me estaba moviendo más rápido sobre él, y sabía que me
estaba mirando mientras mis ojos se cerraban y mi cabeza caía hacia
atrás. Sabía que su mirada estaba fija en mis senos y en dónde nos
uníamos, y ese conocimiento era demasiado.
La tensión se desvaneció, destrozándome. Grité cuando me
estremecí, el cuerpo se contrajo cuando los intensos fragmentos de
éxtasis me atravesaron.
Luego se movió, me hizo rodar de nuevo debajo de él y empujó
sus caderas contra las mías. Su boca reclamó la mía mientras su
cuerpo hacía lo mismo, golpeando contra mí, dentro de mí hasta que
el placer pareció aliviarse una vez más, la ferocidad fue impactante
cuando parecía perder toda sensación de control. Su gran cuerpo se
movió sobre el mío, dentro de mí hasta que se presionó con fuerza
contra mí, su grito se tragó en nuestros besos mientras se
Página | 609 estremecía.
No sabía cuánto tiempo estuvimos allí tumbados en la nieve que
cae, nuestros corazones y respiraciones lentos para estabilizarse, mi
agarre aún apretado sobre sus hombros, su frente presionada contra
la mía. Después de un tiempo, me di cuenta de que su pulgar se
movía a lo largo de mi cintura en barridos inactivos hacia arriba y
hacia abajo.
El calor de la pasión se enfrió y, a su paso, hubo confusión. No
me arrepiento. No es vergüenza. Solo... confusión.
—No... No entiendo —susurré, con la voz ronca.
—¿No entiendes qué? —se movió sobre mí.
—Nada de esto. ¿Cómo sucedió esto? —hice una mueca cuando él
comenzó a relajarse.
Se detuvo con el ceño fruncido—. ¿Estás bien?
—Sí. Si —cerré los ojos mientras él permanecía quieto por varios
momentos antes de moverse a mi lado.
—¿Estás segura? —preguntó.
Asentí.
—Mírame y dime que no estás herida.
Mis ojos se abrieron y lo miré. Se levantó sobre un codo,
aparentemente inconsciente de la nieve que caía a nuestro alrededor.
—Estoy bien.
—Hiciste una mueca. Te vi.
Sacudí la cabeza con incredulidad. Mi regalo era completamente
inútil ya que sentía demasiado para concentrarme, así que ni
siquiera podía... hacer trampa.
—Eso es lo que no entiendo. A menos que haya imaginado
completamente los últimos días.
—No, no te imaginaste nada —su mirada recorrió mi rostro
Página | 610 mientras yo parpadeaba la nieve de mis pestañas—. ¿Deseas que
esto, aquí mismo, no haya sucedido?
Podía mentir, pero no lo hice.
—No. ¿Y tú?
—No, Poppy. Odio que incluso tengas que preguntar eso —miró
hacia otro lado, con la mandíbula flexionada—. Cuando nos
conocimos, fue como... No lo sé. Me atrajo hacia ti. Entonces podría
haberte llevado, Poppy. Podría haber evitado mucho de lo que
sucedió, pero yo... perdí de vista muchas cosas. Cada vez que estaba
cerca de ti, no podía evitar sentir que te conocía. Creo que sé por qué
ha sido así.
Dijo esto como si fuera la respuesta a cómo habíamos pasado de
mí apuñalándolo en el corazón a arrancarnos la ropa. Me estremecí
en el aire frío y húmedo mientras sacudía la cabeza de nuevo.
Ser atraído el uno al otro no explica nada de eso.
—Estas fria —poniéndose de pie en un movimiento suave, se
abrochó los pantalones con el único botón que le quedaba y luego
extendió la mano—. Necesitamos salir de este clima.
Lo hicimos. Pues lo hice. Probablemente no lo hizo, considerando
que podría ser apuñalado en el pecho y estar bien minutos después.
Puse mi mano en la suya y le dije lo que sentía que necesitaba
recordar.
—Traté de matarte.
—Lo sé —me puso de pie—. Realmente no puedo culparte.
Me quedé boquiabierta cuando él se abalanzó, tirando de mis
pantalones mientras se levantaba.
—¿No lo haces?
—No. Te mentí. Te traicioné y jugué un papel en la muerte de las
Página | 611 personas que amas —dijo, enumerando las razones como si fuera
una lista de compras—. Me sorprende que era la primera vez que lo
intentaste.
Seguí mirando.
—Y dudo que sea la última vez que lo intentes —las comisuras de
sus labios se doblaron mientras trataba de asegurar los pantalones
pero descubrió que los botones estaban en algún lugar del suelo
nevado—. Maldita sea —murmuró, alcanzando mi camisa. Fue
rasgado directamente por el medio. Agarró los lados y los juntó como
si eso reparara el material. Maldijo nuevamente, rindiéndose.
Levantó la mano y se quitó la otra camisa sobre la cabeza—. Aquí.
Me quedé allí, preguntándome si estaba sufriendo pérdida de
sangre o felicidad postorgásmica. Tal vez una combinación de ambos
porque no podía creer esto.
—¿No estás... enojado?
Levantó una ceja cuando su mirada se encontró con la mía.
—¿Todavía estás enojada conmigo?
No tuve que pensar en eso.
—Sí. Todavía estoy enojada.
—Y todavía estoy enojado porque me apuñalaste en el pecho —
dio un paso hacia mí—. Levanta tus brazos.
Levanté mis brazos.
—No extrañaste mi corazón, por cierto. Lo tienes bastante bien —
continuó, poniéndome la camisa sobre mi cabeza, tirando de ella
sobre mis brazos rígidos—. Por eso te tomó un minuto ponerte al día.
—Tomó más de un minuto —mi voz fue amortiguada cuando mi
cabeza quedó atrapada por un momento en su camisa antes de
soltarse.
Un lado de su labio se levantó cuando tiró de la otra manga hacia
Página | 612 abajo.
—Tomó un par de minutos.
Miré la camisa y vi la lágrima irregular en el frente. No se alineaba
con mi pecho, sino con mi estómago. Mi mirada fue a su pecho
desnudo. Había una herida, la piel rosada y rota a su alrededor. Con
el estómago revuelto, sacudí la cabeza.
—¿Sanará?
—Estará bien en unas pocas horas. Probablemente antes.
—Sangre atlántica —susurré y tragué grueso.
—Mi cuerpo comenzará a repararse inmediatamente de cualquier
herida no mortal —explicó—. Y me alimenté. Eso ayudó.
Me alimenté.
Mi mano revoloteó hacia mi garganta, hacia las dos pequeñas
heridas que se sentían como si ya hubieran comenzado a sanar. Un
leve pico de placer me atravesó. Aparté mi mano.
—¿Me pasará algo de... de tu alimentación?
—No, Poppy. No tomé suficiente, y tú no tomaste suficiente de la
mía antes. Probablemente estarás un poco cansada más tarde, pero
eso es todo.
Volví a mirar su herida.
—¿Duele?
—Apenas —murmuró.
Página | 613
No le creí. Colocando mi palma contra su pecho, a unos
centímetros de la herida, traté de aprovechar mi regalo. Sentí que se
estiraba, así que abrí mis sentidos. Se quedó muy quieto. La
angustia que siempre sentí estaba allí, aumentada y más fuerte que
antes, a pesar de que él había logrado controlarla en algún momento.
Ya no lo abrumaba, pero había un tipo diferente de dolor debajo.
Hacía calor. Dolor físico. La herida podría sanar, pero dolía, y no fue
menor.
Hice lo que pude sin pensar una vez más. Tomé su dolor, los dos,
y esta vez no pensé en las playas del Mar de Stroud. Pensé en cómo
me sentía cuando él estaba en mí, moviéndose dentro de mí.
Y todo eso no hizo más que confundirme aún más.
Puso su mano sobre la mía, y cuando levanté la vista, vi que las
líneas de tensión blanca alrededor de su boca se habían
desvanecido. Había asombro en sus ojos.
—Debería haberlo sabido entonces —me llevó la mano manchada
de sangre a la boca y me dio un beso en los nudillos.
—¿Saber qué? —pregunté, tratando de ignorar cómo el acto tiró
de mi corazón.
—Sabía por qué te querían tanto que te convirtieron en la
Doncella.
No seguía exactamente lo que decía, pero eso podría haber tenido
más que ver con mi cerebro lleno de niebla que con cualquier otra
cosa.
—Ven —tiró de mi mano y comenzó a caminar.
—¿A dónde vamos?
—¿Ahora? Volveremos a entrar para que podamos limpiarnos y...
—se detuvo con un suspiro al notar que estaba agarrando el costado
de mis pantalones para mantenerlos en alto. Antes de que supiera de
qué se trataba, me levantó y me sostuvo en sus brazos, contra su
pecho, como si yo no pesara más que un gatito mojado—. Y,
aparentemente, encontrarte unos pantalones nuevos.
—Estos eran mi único par.
Página | 614
—Te conseguiré unos nuevos —él se adelantó—. Estoy seguro de
que hay un niño pequeño por aquí que estaría dispuesto a
desprenderse de sus pantalones por unas pocas monedas.
Mis cejas se fruncieron.
Su boca era suave, y una leve sonrisa se dibujó en sus labios
cuando dio un paso alrededor de una extremidad caída.
—¿Y después de eso? —yo pregunté.
—Te llevaré a casa.
Mi corazón casi se detuvo por centésima vez ese día.
—¿Casa? —no esperaba
Masadonia? ¿O a Carsodonia?
que
dijera
eso—.
¿De
vuelta
a
—Ninguno —miró hacia abajo, sus ojos una gran cantidad de
secretos. Él sonrió entonces, uno ancho que me robó el aliento. De
hecho, tenía dos hoyuelos, uno en cada mejilla, y entonces vi por qué
solo había media sonrisa antes. Vi los dos finos puntos de sus
caninos—. Te llevaré a Atlantia.
40
Traducido por: Loulo
Corregido por: -Patty
Me depositaron en la misma habitación donde me había dado su
sangre, y luego lo apuñalé. A él. Observé la marca húmeda en el piso
de madera, donde se había limpiado la sangre.
A él.
Página | 615
Necesitaba dejar de referirme a él de esa manera. Él tenía un
nombre. Dos. Puede que nunca lo diga cuándo y cómo quisiera, pero
necesitaba dejar de pensar en él como si fuera Hawke o de alguna
manera sin nombre.
Se llamaba Casteel. Cas.
Aquí fue donde me había salvado la vida y la cámara donde
intenté tomar la suya.
Él tuvo éxito.
Yo fallé.
Mi mirada se dirigió hacia donde estaba Kieran junto a la puerta,
mirándome como si esperara que corriera hacia la ventana y me
tirara por ella. Él arqueó una ceja y yo aparté la vista.
Se había ido, para hacer que los dioses solo supieran qué,
dejando a Kieran como centinela. Bueno, sabía que había hecho
algo. Después de que él se fue, una docena de sirvientes llenaron la
bañera de latón en la cámara de baño con agua caliente, y otro
colocó un nuevo par de calzones negros y una túnica en la cama.
Una parte de mí se sorprendió de que me hubiera traído de vuelta
aquí y no a las celdas. No estaba seguro de qué significaba eso o si
debería importar si significaba algo.
Mis pensamientos todavía se tambalean por todo, no sabía nada
en este momento, y él no había respondido ninguna de las preguntas
que le había hecho en el camino de regreso. Digamos, por ejemplo,
¿Atlantia seguía siendo un lugar real?
Porque hasta donde yo sabía, había sido casi nivelado durante la
guerra.
Por otra parte, todo lo que creía saber estaba resultando ser falso.
Me pasé la mano por la mejilla mientras miraba a Kieran.
—¿Sigue existiendo Atlantia?
Página | 616
Si mi pregunta al azar lo pilló desprevenido, no lo demostró.
—¿Por qué no lo haría?
—Me dijeron que los Yermos...
—¿Alguna vez fueron Atlantia? —intervino—. Eran una vez un
puesto avanzado, pero esa tierra nunca fue la totalidad del reino.
—Entonces, ¿Atlantia todavía existe?
—¿Alguna vez has estado más allá de las montañas de Skotos?
Las comisuras de mis labios se doblaron.
—¿Siempre respondes una pregunta con una pregunta?
—¿Yo?
Le di una mirada graciosa.
Una leve sonrisa apareció y luego se escapó.
—Nadie ha estado más allá de las montañas de Skotos —le dije—.
Es solo más montañas.
—¿Montañas que se extienden tanto y tan anchas que las cimas
se pierden en la niebla más profunda? Esa parte es cierta, pero las
montañas no duran para siempre, Penellaphe, y la niebla allí puede
no contener a Craven, pero tampoco es natural —dijo, y un escalofrío
bailó sobre mis hombros—. La niebla es una protección.
—¿Cómo?
—Es tan grueso que simplemente no ves nada. Crees que lo ves
todo —una luz extraña llenó sus pálidos ojos azules—. La niebla que
cubre las montañas de Skotos está allí, por lo que cualquiera que se
atreva a pasar querrá volver.
—¿Y los que no regresan?
—No lo logran.
Página | 617
—Porque... ¿porque Atlantia está más allá de los Skotos? —
pregunté.
—¿Qué piensas?
Lo que pensé fue que hablar con Kieran era un ejercicio de
paciencia y energía, dos cosas que me faltaban.
—¿Te vas a bañar? —preguntó.
Quería. Mi piel no solo estaba sucia, también estaba fría, y
todavía llevaba su camisa ensangrentada.
Pero también quería ser difícil porque estaba muy confundida por
todo, y como me había advertido, estaba cansado.
—¿Qué pasa si no lo hago?
—Esa es tu elección —respondió—. Pero hueles a Casteel.
Me sacudí al oír su nombre. Su nombre real.
—Estoy usando su camisa.
—Ese no es el tipo de olor del que estoy hablando.
Me tomó un minuto obtener lo que estaba haciendo referencia.
Cuando lo hice, mi boca se abrió.
—¿Puedes oler...?
La sonrisa de Kieran solo podía describirse como lobuna.
—Me voy a bañar.
Se rio entre dientes.
—Cállate —espeté, recogiendo la ropa nueva y corriendo al baño.
Cerré la puerta detrás de mí, molesta cuando vi que no había
cerradura.
Maldiciendo por lo bajo, miré a mi alrededor y encontré varios
ganchos en la pared. Colgué la túnica y los calzones allí. Me desnudé
rápidamente y me metí en la bañera, ignorando la punzada de dolor
Página | 618 en un área muy privada mientras me hundía en el agua perfumada
de lavanda. No me permití pensar en nada mientras me limpiaba la
sangre y... y la suya. Se me revolvió el estómago mientras usaba la
barra de jabón para lavarme el cabello. Cuando la espuma me corría
por la nuca, me sumergí bajo el agua y me mantuve allí.
Me quedé hasta que me ardieron los pulmones y la garganta, y las
manchas blancas surgieron detrás de mis ojos cerrados. Solo
entonces rompí la superficie, jadeando por aire.
¿Qué iba a hacer con él? ¿Sobre todo?
Una risa estrangulada y ronca se me escapó. No sabía por dónde
empezar a empezar a resolver este desastre. Acababa de enterarme
de que el reino de Atlantia todavía existía, y que parecía lo menos
loco que había descubierto. Dioses, aún no entendía cómo había
pasado de saber quién era realmente, apuñalándolo en el corazón,
para luego caer voluntariamente en sus brazos.
Apretando los ojos, arrastré mis manos por mi cara. No podía
culpar a la mordedura, a pesar de que tuvo algún tipo de efecto
excitante, al igual que su sangre. ¿Y quién, por cierto, alguna vez
hubiera pensado que se sentiría bien?
Pero maldita sea, tenía...
Me estremecí cuando un movimiento de rizado apretado floreció
en mi estómago.
Eso era lo último en lo que tenía que pensar en este momento si
tenía alguna esperanza de descubrir lo que tenía que hacer.
Y necesitaba idear algún tipo de plan y rápidamente porque,
aunque no parecía sostener mi intento de matarlo contra mí, no
estaba a salvo aquí. No estaría a salvo en ninguna parte con su
gente. Me odiaban, y si la mitad de lo que él y Kieran afirmaban
sobre los Ascendidos y lo que habían hecho era cierto, no podría
culparlos, a pesar de que no les había hecho nada. Era lo que yo
representaba.
Página | 619
Aún así, era demasiado creer que los Atlánticos eran la parte
inocente, y los Ascendidos eran la tiranía violenta que de alguna
manera había logrado apartar un reino entero de la verdad.
Pero…
Pero nunca había visto a ninguno de los hijos e hijas tercero y
cuarto que fueron entregados a los dioses durante el Rito.
Nunca pude entender cómo aquellos como Duque Teerman y Lord
Mazeen habían recibido una bendición de los dioses.
Pero nunca había visto a un Ascendido levantar un solo dedo
para luchar contra los Craven, lo único que la gente de Solís temía
más que la muerte misma.
La única cosa que harían, cualquier cosa y creerían cualquier
cosa para mantenerse a salvo.
Afirmó que los Reales usaron al Craven para mantener a las
personas bajo control, y si eso era cierto, funcionó. Renunciaron a
sus propios hijos para mantener a raya a las bestias.
Tenía que ser verdad.
Peor aún, otros deben estar involucrados en esto Los Sacerdotes y
Sacerdotisas. Amigos cercanos de la Corte, que no habían Ascendido.
¿Mis padres?
Dioses, ya no podía mentirme a mí misma.
Lo que había sucedido con él era prueba suficiente. Su sangre me
había curado, no me había convertido. Sus besos nunca me habían
maldecido. Y hasta ahora, ninguno tenía su mordisco.
Los Ascendidos eran vampiros, eran la maldición que había
plagado esta tierra. Usaron el miedo para controlar a las masas, y
eran el mal escondido a la vista, alimentándose de aquellos que
habían jurado a los dioses que protegieran.
Y mi hermano ahora era uno de ellos.
Tirando de mis rodillas hacia mi pecho, envolví mis brazos
Página | 620 alrededor de mis piernas. Cerré los ojos contra el ardor de las
lágrimas, apoyando la mejilla contra la rodilla. No podría ser como el
Duque. La Duquesa no estuvo tan mal. Tampoco la Reina, pero...
Pero si se alimentaban de niños, casi agotaban a personas
inocentes y creaban a Craven, no eran mejores que el duque.
Apreté mis labios, luchando contra las lágrimas que querían
liberarse. Ya lloré lo suficiente hoy, pero Ian... Dioses, Ian no podría
ser como ellos. Era amable y gentil. Simplemente no podía creer que
él haría esas cosas. No pude
Y luego estaba yo. Si todo fuera una mentira, nunca me darían a
los dioses. ¿Qué habían planeado para mí? ¿Por qué me hicieron la
Elegida y vinculó todas estas Ascensiones a mí? ¿Fueron mis
habilidades? Pensé en lo que había dicho después de haberme
tomado el dolor. Él sabía algo.
Algo que necesitaba decirme.
No estaba a salvo aquí, y seguramente no estaba a salvo entre los
Ascendidos. Si logré escapar, ¿cómo podría volver a ellos, sabiendo lo
que sabía ahora? ¿Cómo podría quedarme y permitirle que me
llevara a Atlantia cuando representaría a un reino que había matado
a innumerables números de su gente, que habían esclavizado a su
Príncipe para usarlo para hacer más vampiros?
¿Cómo podría quedarme con él?
No importaba lo que sintiera por él, nunca podría confiar en él, y
lo que sentía por él también era algo que ya no podía fingir que no
existía. Le amaba.
Estaba enamorada de él.
E incluso si por alguna pequeña oportunidad hubiera podido
superar el hecho de que había venido a Masadonia con la intención
de tomarme y usarme como herramienta de negociación, nunca
podría superar la sangre que se había derramado por su culpa.
Página | 621 Nunca podría olvidar que Rylan y Vikter, Loren y Dafina, y tantos
otros estaban muertos, ya sea por su mano, por su comando o por lo
que él representaba. Nunca podría confiar en lo que dijo cuándo se
trataba de nosotros.
Sin embargo, ¿qué había afirmado sobre nosotros?
Me había llevado a creer que sentía algo por mí. Que yo era
cualquier cosa menos alguien a quien necesitaba proteger como
Hawke, y necesitaba usar para sus propios medios como Príncipe de
Atlantia. Había estado intrigado desde el principio porque yo no era
quien él esperaba que fuera, lo que aparentemente era una inmoral y
malcriada defensora de los Ascendidos. Había sido amable e
interesado porque necesitaba descubrir todo lo que podía sobre mí, y
tal vez porque se sentía atraído por mí. ¿Pero qué significaba eso
realmente?
Lo que sucedió en el bosque puede haber demostrado que se
sentía atraído por mí, y eso no era una farsa, pero la lujuria no era
amor, no era lealtad y no era duradera.
Ni como Hawke ni Casteel habían reclamado nada sobre nosotros.
La realidad era discordante y dolía. Se cortó profundamente
porque me había hecho sentir cálida, pero era realidad, y tenía que
ser tratado.
Reflexioné sobre las opciones en mi cabeza. Escapar. Encontrar a
mi hermano porque tenía que saber si era el mismo y luego... ¿qué?
¿Desaparecer? Pero primero, necesitaba descubrir cómo escapar.
El lobo podía rastrearme, y él...
Escapar de él sería casi imposible.
Pero tenía que intentarlo, y tenía que haber una manera. Tal vez
cuando mi cabeza no se sintiera llena de telarañas, sabría qué hacer.
Cansada, dejé que mis pensamientos vagaran. Debo haberme
quedado dormida de alguna manera, todavía acurrucada contra la
bañera, porque lo siguiente que escuché fue que me llamaban.
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—Penellaphe.
Levantando la cabeza, parpadeé rápidamente cuando el rostro de
Kieran apareció a la vista.
—¿Que…?
—Bueno —estaba arrodillado al otro lado de la bañera, ¡la bañera
en la que estaba completamente desnudo!—. Me preocupaba que
estuvieras muerta.
—¿Qué? —puse una mano sobre mi pecho y apreté mis piernas
todo lo que pude. Ni siquiera quería pensar en lo que podía ver
debajo de la línea de agua—. ¿Qué estás haciendo aquí?
—Llamé tu nombre y no respondiste —respondió, con un tono tan
plano como una tabla—. Has estado aquí por un tiempo. Pensé que
debería asegurarme de que estabas viva.
—Por supuesto que estoy viva. ¿Por qué no lo estaría?
Una ceja se levantó.
—Estás rodeada de personas que intentaron asesinarte, en caso
de que lo hayas olvidado.
—No lo he olvidado. ¡Dudo que alguno de ellos se esté
escondiendo en el agua del baño!
—Uno nunca puede estar tan seguro —no hizo ningún intento de
pararse e irse.
Lo miré fijamente.
—No deberías estar aquí, y no debería tener que explicarte eso.
—No tienes nada que temer de mí.
—¿Por qué? ¿Por su culpa? —yo escupí.
—¿Por Cas? —dijo, y parpadeé, escuchando el apodo por primera
vez de alguien que no era él—. Le molestaría encontrarme aquí.
No estaba segura de sí debería sentirme bien al escuchar eso o
Página | 623 más molesta.
Apareció el fantasma de una sonrisa.
—Y luego estaría... intrigado.
Mi boca se abrió, pero mi mente tomó eso y saltó con él. No tenía
nada que decir Absolutamente nada, pero pensé en lo que había
leído sobre los lobos y los atlánticos. Hubo un vínculo entre algunos
de ellos, y aunque no se sabía mucho sobre lo que implicaba ese
vínculo, estaba seguro de que un Príncipe era de la clase a la que se
unirían los lobos. Quería preguntar, pero considerando que estaba
en una bañera y desnuda, ahora no era el momento.
La mirada de Kieran cayó, bajando por mis brazos hasta la curva
de mi estómago y muslo.
—Entre mi gente, las cicatrices son veneradas. Nunca están
ocultos.
La única cicatriz que pudo ver fue la que estaba a un lado de mi
cintura. Al menos eso esperaba.
—Entre mi gente, no es cortés mirar a una mujer desnuda en una
bañera.
—Tu gente suena increíblemente aburrida.
—¡Sal! —grité.
Riéndose, Kieran se levantó con casi la misma gracia y fluidez con
la que se movió.
—El Príncipe no querría que te sientes en agua fría y sucia.
Probablemente deberías terminar tu baño.
Mis uñas estaban cavando en la piel de mis piernas.
—No me importa lo que quiera.
—Deberías —respondió, y apreté los dientes—. Porque él te quiere
a pesar de que lo sabe mejor, aunque sabe que terminará en otra
tragedia.
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FIN.
SOBRE LA AUTORA
Jennifer L. Armentrout
Jennifer vive en Shepherds town, Virginia
Occidental. Todos los rumores que has escuchado
sobre su estado no son ciertos. Cuando no está
trabajando duro escribiendo. Ella pasa su tiempo
leyendo, viendo películas de zombies realmente
malas, y pretendiendo escribir. A principios de
2015, Jennifer fue diagnosticada con retinitis
pigmentosa, un grupo de trastornos genéticos raros
que implican un colapso y la muerte de las células
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en la retina, lo que eventualmente resulta en pérdida de visión, entre otras
complicaciones. Debido a este diagnóstico, educar a las personas sobre los
diversos grados de ceguera se ha convertido en una pasión para ella, junto
con la escritura, lo que planea hacer todo el tiempo que pueda.
Encuéntranos en: El Rincón de Winnie. // Jennifer L. Armentrout Latinoamérica.
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