Transparencia, Gobierno Abierto y Modernización del Estado. Reconceptualizando para un nuevo rumbo Por Daniel Garcia Delgado *Director del Área Estado y Políticas Públicas I PARTE Introducción El objetivo de este trabajo es reflexionar sobre algunos de los conceptos más importantes del relato de Cambiemos sobre el Estado y las políticas públicas. En una rápida recorrida se destacan tres, 1. el énfasis en la Transparencia; 2. en el Gobierno Abierto y 3. en la Modernización del Estado. Estos términos forman parte del paradigma, del modelo de gestión pública, concepción de la administración y vinculación con la ciudadanía. En gran parte son herramientas que vienen del New Public Management y se articulan con la economía del neoliberalismo y las perspectivas de gobierno electrónico y auge de las TICs. A su vez son internalizados, difundidos en el sentido común que se constituye por los medios hegemónicos. El trabajo resalta la importancia de la reconceptualización en la medida que las orientaciones de políticas públicas, sobre el Estado y su inserción internacional se consideran hasta el día de hoy como “el único camino posible” a seguir por la sociedad argentina, acercándose a un cierre peligroso, tanto para la capacidad crítica como creatividad de la sociedad de generar alternativas frente a un gobierno elites que ha tendido a generar desigualdad, pobreza y destrucción de la economía real. Este trabajo se va a organizar en dos partes de las cuales, en la primera, se hace una crítica evaluativa de este plexo conceptual y, en el segundo, se presenta una visión propositiva, que intenta superar más que negar este relato. Como mencionamos anteriormente, el aporte que este artículo busca realizar se centra en los conceptos de transparencia, gobierno abierto y de modernización y reforma del Estado, recuperando otras vertientes teóricas a las del new public managment, neoinstitucionalista, como por ejemplo, el enfoques del poder, de la representación de intereses y neo estructurales. Los adjetivos, transparencia, abierto, modernización pueden ser en sí mismo válidos o útiles, pero cuando se articulan a un discurso a una conceptualización y a un dispositivo político ya forman parte de un paradigma. Cuando articulan un proyecto que tiene atrás un bloque social, intereses y sobre todo un dispositivo de poder, deconstruir estos conceptos y políticas que han regido estos 4 años parece importante como contribución de las ciencias políticas a la configuración de otro rumbo posible. 1.La sociedad de la Transparencia: duplicidad y control El concepto de transparencia y su auge se produce en la sociedad posmoderna, neoliberal y en el cambio de la gran transformación a la gran financierización (Polanyi y MacIver, 1944). La idea de una sociedad despolitizada, del fin de la política y de los grandes relatos, de la crisis del Estado bienestar, y su resolución neoliberal, necesitaba de algún valor que ya no fuera la igualdad y el bienestar asegurado por el Estado, los derechos. Necesitaba de la crítica al igualitarismo, a lo colectivo, en ese sentido los tres momentos neoliberales tienen entre sí un hilo conductor: en el ataque al Estado, a los gobiernos populares y en el énfasis en la lucha contra corrupción como claves para gobiernos que promueven la concentración, privatizaciones y endeudamiento. En esta captura del Estado por las elites (Garcia Delgado, Ruiz del Ferrier y Anchorena, 2018), a partir de la victoria de Cambiemos en 2015, es clave el papel que va a jugar la idea de transparencia/corrupción como eje del actuar del gobierno. Así, el concepto de transparencia tiene funciones latentes y manifiestas. Entre las latentes, la primera es que la búsqueda de transparencia se utilizó para el control del sistema político, de la soberanía popular, para legitimar el low-fare, como judicialización de la política, la guerra jurídica y mediática desatada contra los adversarios políticos, para terminar con la oposición real, con “el populismo” y, a la vez, atacar cualquier expresión progresiva, alternativa o con un programa diferenciado al oficial. La duplicidad es la otra característica constitutiva del gobierno de las elites, de decir algo y hacer lo contrario. De no comprometerse con la verdad ni asertividad en sus afirmaciones. De prometer, de reducirla la pobreza, hacer desaparece la grieta y al narcotráfico y hacer todo lo contrario. Esto va más allá de errores de voluntad, ‘de quise y no pude’, trabaja sobre el engaño para hacer directamente algo inverso a lo comprometido. De todas formas, esta experiencia sobre transparencia lucha contra la corrupción-populismo, no fue solo una proceso nacional donde cobran relevancia estos dispositivos sino parte de un plan regional, de una estrategia mediática, judicial y geopolítica, en donde la bandera de la transparencia y la lucha contra la corrupción encaran el formato de nuevas formas de intervención de la región por parte de los EEUU, para erosionarlos y sustituirlos por otros más afín a su agenda. Los casos de Brasil, Ecuador y Argentina tal vez sean los más emblemáticos. Es decir, si antes esas formas de intervención en la sociedad disciplinaria eran los golpes de Estado y la intervención de las fuerzas armadas, ahora son las operaciones judiciales para generar prisiones preventivas y erosión del Estado de Derecho y de los derechos sociales. En segundo lugar, la promesa de un gobierno transparente por parte de CEOS del sector privado exitosos sirvió para cooptar los organismos de regulación y control en nombre y el permitir y legitimar la corrupción estructural de las elites. Permitió el encubrimiento y legalización de delitos económicos, evasión, lavado, de sociedades off-shore o paraísos fiscales. Esto hace referencia a los CEOS en la gestión ministerial, la denominación de esta corrupción también denominada “sistémica” por Aldo Ferrer son varias, “la puerta giratoria”; el estar en los dos lados del mostrador; el intervenir en capacidad de decisión del gobierno en favor de negocios privados; liquidar empresas públicas o hacerlas inviables (ej. Aerolíneas Argentinas), para endeudar y fugar. Todo ello facilitó legitimar la cooptación de los mecanismos de control y de regulación (Procelac, Ufi, OA, IGJ, Vialidad Nacional, Sigen, Agn, etc) por los mismos intereses a ser regulados por los Ceos. De ese modo, en nombre de la sociedad de la transparencia se naturalizó la corrupción estructural, la delictualidad económica off-shore, lo cual forma parte de procesos dominación política e impunidad característicos de la irrupción del capital financiero global y el nuevo papel que juegan los bancos: no prestar para producir, sino para orientar fortunas al exterior y ser mecanismos de especulación financiera. En tercer lugar, la sociedad de la transparencia preconizada se parece en realidad una sociedad del control como lo señalara el filósofo (Han, 2015); de la vigilancia permanente (Snowden, 2019) y de orientación de conductas políticas de los ciudadanos. Así el traspaso de los datos del Anses a la Jefatura de Gabinete. De la potenciación de las fuerzas de seguridad en el sector público. En el capitalismo actual los datos es una parte importante del proceso de acumulación y legitimación. El dispositivo de la utilización de datos privados para utilización política, para la orientación de los comportamientos electorales. Esta multiplicación y resignificación de la información también impacta en nuevos dispositivos de poder y subjetivación, que incluyen potencialmente peligroso como la pérdida de la privacidad, la manipulación de las preferencias que se vinculan con las fake news, el law fare y los denominados ‘golpes blandos’. [1] Asimismo este capitalismo de plataforma implica la creación de dispositivos digitales que poseen una serie de empresas y/o gobiernos de países centrales interesados en vender sus servicios, pero manteniendo un estricto control sobre ellos. La duplicidad es característica de un gobierno que hizo de la posverdad y de la pospolítica sus banderas, por lo que se unen a esta característica de no sentirse nunca responsable de lo que sucede de los que sus políticas generan, sino encontrar siempre la responsabilidad en el otro. Sea la crisis y recesión fruto de ‘la pesada herencia’ del gobierno anterior, o la ‘incertidumbre que en los mercados genera un gobierno con un pensamiento macroeconómico distinto al del ‘único camino posible’. La divisoria de aguas entre “honestos” y “corruptos”, es finalmente un eje de debate no solo falso e ideológico porque tiende precisamente a invisibilizar los distintos proyectos de país en disputa. 2. El ‘Gobierno abierto, como gobierno de elites y del marketing Acumulación y legitimación son los dos aspectos problemáticos en la democracia liberal. Democracia y economía concentrada y legitimación mayoritaria no habían sido posibles lograr para las elites después de los procesos de sustitución de importaciones. Por el otro lado del empate hegemónico (Portantiero, 1999), acumulación con distribución del ingreso lograban legitimación pero los gobiernos populares que se encontraban luego con problema de restricción de divisas, presiones devaluatorias y finalmente golpistas. Cuando la captura del Estado por las elites (2018) supuso de que ya era posible la acumulación y concentración en unos pocos con la legitimación democrático y que la minoría dominara con asentimiento de la mayoría, Cambiemos pensó que había encontrado la piedra filosofal del éxito político, que les posibilitaba restablecer una hegemonía conservadora. Tenían las claves tecnológicas y comunicacional para ello. ¿Cuáles eran? Principalmente la técnica, la construcción de subjetividades y del sentido común de la población (Canelo, 2018) por medio de la comunicación, por expertos en tecnología de última generación, Big, data, trolls, IA, y una gran compresión de la racionalidad instrumental y acercamiento a ciudadanos con datos personales. Creyeron que habían encontrado la fórmula de ganar elecciones y ajustar a la gente en simultáneo. Conjuntamente la idea de un ‘Gobierno abierto’, daría una mayor legitimación al accionar público al proporcionar mediante internet y el gobierno electrónico, los datos del Sector Público a los ciudadanos. Era Gobierno abierto o Estado abierto, esta última conceptualización se constituyó como sinonimia del primero, para adecuarlo a tradiciones políticas diferenciadas, tanto las anglosajonas, de las de la UE, como latinoamericanas. Dice O. Oszlak (2013), “Para quienes estamos habituados a estudiar la problemática del estado, no deja de llamar la atención el hecho de haberse adoptado y popularizado la expresión open government, o “gobierno abierto”, para caracterizar una nueva modalidad de vinculación entre ciudadanía y estado. Así, el término parecería aplicarse exclusivamente al poder ejecutivo. Es cierto que otros poderes del estado, como el legislativo y el judicial, no han demostrado aún una voluntad semejante de hacer más transparente su gestión o promover la participación ciudadana, pero existe suficiente evidencia para suponer que la tendencia también se extenderá cada vez más hacia estos otros ámbitos institucionales”. El gobierno abierto tenía de esta forma también funciones manifiestas y latentes. Entre las primeras la idea de generar una información del sector público a todos los ciudadanos, con facilidad y eficacia digital. Supuestamente esa capacidad informativa sería un signo de una accountability vertical de cuño o’ donelliano, (O Donnell, 1997) y al mismo tiempo suponía una gerencia transparente del sector privado que trasladaban estas cualidades al Estado, eliminado a la política que era la fuente de corrupción, ineficacia y, finalmente de su opacidad ínsita. Fue una propuesta de que todos los problemas sociales se resolverían con el gobierno electrónico, la digitalización de los trámites, y la apertura del Estado. Se presuponía por un lado, que el Gobierno abriría para los ciudadanos la ‘caja negra’ del Estado con una información fiable, transparente sobre licitaciones, contrataciones de personal y asignación del presupuesto, pero por otro, eliminó todas las restricciones de regulación financiera cuenta capital de la balanza de cuenta corriente, y comerciales al mundo para que supuestamente ‘lloviesen las inversiones’[2]. La pregunta que nos hacemos es ¿Pero era tan abierto y accesible? En realidad ponía el acento más que como acceso a la información pública digital, mientras quitaba al Gobierno de las funciones de fiscalización y control. Más que un Gobierno abierto a la participación de los ciudadanos y a colectivos se transformaba en un gobierno cerrado a estos, si distingamos información, de decisión pública. La decisión era de las elites y eso no se concertaba ni discutía con otros actores, ni aún con el supuesto “diálogo” sino se imponía con lógica decisionista, donde lo colectivo o los grupos asociados no existían o eran anatematizados como presumiblemente ‘mafias’, y se hacía más allá de leyes, a través de DNU, más allá del Parlamento, de las protestas multitudinarias, controlando la justicia y más allá también del mismo espíritu republicano que se decía encarar. Si el objetivo era generar un “Estado cercano y que te escucha”, “de diálogo” para facilitarle la vida sino al vecino, de que todo se puede hacer digitalmente, y facilitar trámites fue otra promesa incumplida. No fue abierto a los ciudadanos, sino cerrado para las mayorías. El gobierno abierto se convirtió un gobierno de minorías, de ricos para ricos que apuntó decisivamente a bajar los salarios de los trabajadores y capacidad de negociación de los gremios en favor de las empresas y de su lógica de que de esa forma aumentaba la competitividad del país. El enfoque de modernización supuso una lógica de despolitización, del ciudadano y los colectivos, promover la sociedad de individuos (Badía, 2019), donde cualquier intermediación colectiva de intereses era calificado negativamente. De la eliminación del interés general o en todo caso, se asociaba al libre funcionamiento del mercado, a un estado que no regula ni garantiza derechos. Un gobierno de decisión concentrada, en los CEOS (Castellani, 2016), de fuentes de acumulaciones principales, la financiera, la energética, la sojera, consigue en poco tiempo transformar una sociedad productiva de consumo con industria sustitutiva en una sociedad en emergencia (alimentaria, energética, ocupacional, vivienda), cuatro millones de pobres nuevos, 200.000 millones de dólares en deuda externa, el ‘industricidio’, de la pérdida de más de 200.000 puestos de trabajo industriales en breve tiempo; el volcar hacia la precarización el mercado de trabajo. Y el sentido de soberanía nacional en el manejo económico, con la apertura de la cuenta capital y toda la desregulación financiera en un país bimonetario, fue también disuelta en la política exterior de “volver al mundo”, donde supuestamente se estaba aislado, política que se tradujo inmediatamente en una pérdida económica de la balanza comercial en la destrucción de las instituciones de integración económica, y la adopción acrítica de la agenda de la potencia dominante como propia. Porque fue abrirse cuando cuanto todo los países se protegían. El promover tratados de libre comercio que tienden a profundizar la desindustrialización, cuando los países tienden a proteger su trabajo, tecnología mercado interno. La identificación de los intereses de la potencia dominante con los de la elite dominante. Lo cual significó una cesión total de la soberanía nacional, en el abandono o debilitamiento de reclamos históricos de soberanía como los de Malvinas e Islas del Atlántico sur en relación al territorio y a los recursos naturales, realización de ejercicios militares conjuntos con EEUU, vincular narcotráfico y terrorismo en la Triple Frontera con cuestiones de seguridad nacional, desprotección de recursos naturales estratégicos como agua, minerales, tierra, biodiversidad, etc. En síntesis, el gobierno de las elites, es aparentemente abierto en términos de información descentralizada, para trámites, pero no para asuntos de significación política o económica. También es claro que es un gobierno de marketing, de la comunicación política como clave de legitimidad donde se consideraba así que era posible abolir la política, y la negociación, que era posible disociar indefinidamente el interés del ciudadano de los propios, y aislarlo de los colectivos. La característica central de comunicación del Gobierno planteaba una división de atributos tajante, en la que todos los rasgos negativos quedaban del lado del kirchnerismo y, por contraste, los positivos del lado de Cambiemos. “Se quiso instalar un escenario en el que fuera nítida la distinción entre lo nuevo y lo viejo, lo republicano y lo autoritario, lo racional y lo irracional, entre la humildad y la soberbia, la honestidad y la corrupción, la verdad y la mentira”. Pero el problema para el Gobierno, apareció cuando se constituyó el Frente de Todos, con el retiro del kirchnerismo a un lugar no tan central, y ese movimiento estratégico produjo una reorganización radical de esos atributos positivos y negativos. El pase a un segundo plano de la identidad cuestionada los dejó solos frente a una agenda que los dejaba sin respuesta, y con una economía en recesión con inflación y para pocos.[3] La magia de la técnica, del gobierno electrónico de la comunicación controlada invadió en este mandato a un Gobierno cuya área más importante ya no era la social, el desarrollo, los derechos humanos, sino la comunicacional. Así el marketing se contrapuso a la política, al territorio, a la negociación, a las resistencias colectivas, a los valores comunitarios. Esto llevó a una sobre-exageración, en un nivel de asimetría increíble, de la comunicación por sobre la política. La construcción de una burbuja de irrealidad sobre lo que pasaba culmina cuando el engañador mismo termina por ser engañado en su representación de la realidad. 3. Modernización del Estado como eliminación del enfoque desarrollo, de derechos y del ajuste permanente En estos dos conceptos modernización y desarrollo se traducen dos posiciones teórico políticos en conflicto que devienen en dos modelos de país. La teoría de la modernización, ya en los ‘50 -en la contraposición sociedad tradicional-sociedad moderna, estaba presente esa tajante distinción pasado-presente, perspectiva fundacional y la necesidad de adoptar rápidamente instituciones y paradigmas de las sociedades desarrolladas, tomadas acríticamente, como actualización, como copia y traslado. Por su parte, el desarrollo en la teoría Cepaliana partió de la sospecha de que la modernización en sí como proceso no llevaba necesariamente al desarrollo industrial: que el papel del Estado para lograrlo era clave, y que las sociedades periféricas no estaban desconectadas con las centradas sin vinculadas en una relación asimétrica para sus posibilidades (Chang,2014 ) y que no realizarían el mismo camino que habían realizado los first comers para lograr ser industrializadas y con buena distribución del ingreso, sin heterogeneidad estructural, ni restricción externa (Diamand, 20..) . Para ello el Estado y las políticas públicas eran clave. Entre otras cosas el enfoque de modernización fue utilizado habitualmente en los gobiernos liberales y desplazando al enfoque del desarrollo, de allí las privatizaciones, aperturas irrestrictas, y el reemplazo del concepto de gobierno (goverment), al de Estado. Así, en esta tercera experiencia neoliberal del ciclo, la tardía, del ciclo que comienza a mediados de los ’70 con el golpe militar, sigue en los ‘90 con el Consenso de Washington, el rol del Estado en favor del desarrollo se reemplaza por el rol de impulsar negocios de las elites. La modernización permitía contraponer pasado y un futuro superador con expectativas que reiteradamente se incumplían. Lo que es moderno y lo que ya no lo es, es por tanto desechable, y denostable como se expresa en el relato criticó de los ‘80 años de errores”. Como evaluación se puede decir que los gobiernos neoliberales demuestran que tienen un rumbo económico opuesto al desarrollo, donde la ciencia, la tecnológica y la innovación nacional no son priorizados. No protegen sus mercados internos ni a su agente. Cuanto más se desalientan a las capacidades locales más se insiste en que la modernización y el progreso llegaran de la mano de otros actores y recursos extranjeros los proyectos nacionales populares vienen a dar otra mirada, donde el conocimiento científico tecnológico tiene otro lugar. El gobierno ‘abierto` es precisamente diferente y opuesto al denominado ‘presente’. En éste el Estado debe garantizar derechos individuales, sociales y de tercera generación. Asume la cuestión social en sus diversas manifestaciones, pobreza estructural, precarización, desigualdades, salud, educación pública y ciencia y técnica, no la delega a la sociedad civil ni a la responsabilidad de individuos y familias o grupos filantrópicos. Precisamente el neoliberal se corre de la cuestión social, porque no la considera dentro de una lógica de inclusión, ni de derechos ciudadano sino como asistencialismo, contención y gobernabilidad. Es la de un Estado que busca promover la sociedad de los individuos, los que no deben esperan nada del Estado sino todo del esfuerzo propio. El Estado y su modernización implicaba al mismo tiempo una ruptura con la política pública de inserción internacional y regional, tanto a la de anteriores gobiernos kirchnerista como de la larga tradición de política internacional de Argentina en cuestiones de no intervención en asuntos internos de otros países. El ‘abrirse al mundo’ que tenía la pretensión de pensar el mundo como solo una parte de éste, particularmente al de los mercados financieros y la potencia hegemónica de occidente desarrollado. Se trataba de salirse de la región como algo que fuera más allá del libre mercado, atacar las instituciones de integración politica como la UNASUR y generar intromisiones con los países que se acercaban al estilo de subordinación de dominación que se imponía en otras partes. Este neoliberalismo es así tardío porque no reconoció que intentaba esta apertura económica comercial en un mundo que se cerraba y protegía sus economías, que protección de lo que aquí se rifaba: el trabajo, la industria y la tecnología. Que era un mundo des-globalizado multipolar, donde la pretensión de EEUU de ser hegemónico contrastaba con el conflicto comercial y tecnológico que mantiene con China. De esa forma ideológicamente quedábamos circunscriptos a la agenda de una sola potencia limitando la posibilidad de alianzas más amplias o de complementariedad económica. Se podría concluir que esta política internacional de aperturismo indiscriminado espejada en el gobierno abierto que propuso Cambiemos estos cuatro años, no cuidó a los argentinos ni a sus intereses estratégicos. Más aún, en un mundo de los países desarrollados del norte tienden a la derechización, a la xenofobia, y a la destrucción de bienes ambientales en países periféricos, y erosión de los de Estados de bienestar y a fomentar la desigualdad, esta inserción imitó esa agenda, por lo que el capítulo neoliberal tanto de la transparencia, de gobierno abierto como de modernización y reforma del estado y entrar al mundo debe ser revisados a la luz de otras alternativas conceptuales, valores y principios. [1] Comisión de Estado y Administración Pública :Instituto Patria. Documento para un debate. Agosto, 2019 [2] La visión tecnocrática, del gobierno de expertos, trasunta una fuerte minusvaloración de los ciudadanos y de toda una concepción de la política basada en el enfoque del poder, de la representación de intereses, y dominación. En todo caso donde el Estado es una relación de poder, y particularmente en procesos neoliberales, no es un lugar amigable que suministra información en términos de datos abiertos (DA) para todos, sino que se terminan convirtiendo en una ilusión tecnocrática, en una abstracción de lo que realmente pasa. Este fenómeno, de gobierno electrónico gobierno abierto (GA) es asumida como un nuevo modelo de gestión pública. Al respecto, ver, de Edgar Ruvalcaba-Gomes, “Datos abiertos como política pública dentro del gobierno abierto. En Estado abierto. Revista sobre el estado y la administración y las políticas públicas, INAP, Secretaria de Modernización. Presidencia de la nación, Vol. 3, núm. 2, Buenos Aires, 2019 [3] Ver nota, en Tiempo Argentino. Martín Pique, La derrota de Macri y el ¿final? del reinado de Duran Barba, Tiempo Argentino, 22-08-19