Cuerpos quebrados: testimonios de violencia, desamparos y anhelos Camila Sosa Villada, Las malas. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Tusquets Editores, 2019, 224 pp. La presente obra, “Las malas”, de la escritora, Camila Sosa Villada, fue publicada en el año 2019 y su narrativa ha sido galardonada con importantes premios. En primera instancia por el Premio Sor Juana Inés de la Cruz, que lo otorga la Feria Internacional del Libro de Guadalajara de México, a partir del cual se reconoce la excelencia literaria de esta autora contemporánea. En segunda instancia, el Premio de Narrativa en Castellano, que organiza la librería Finestres de Barcelona, cuyo jurado integrado por Jordi Costa, Mathias Enard, Camila Enrich, Mariana Enríquez y Carlos Zanón destacan el equilibrio entre lo testimonial y la ficción. También ha sido traducida a varios idiomas, tales como alemán, francés, noruego y croata, logrando trascender las fronteras nacionales. La autora, Camila Sosa Villada, es una actriz y escritora argentina transgénero, nacida en La Falda, Córdoba, en el año 1982. Ha incursionado en el teatro, en el cine y en la televisión, pero es a partir de su relato autobiográfico con el que adquiere un enorme reconocimiento. Allí, aborda la cruda y dura realidad del sector travesti en Córdoba y, desde su perspectiva, se puede evidenciar cómo esos cuerpos sumidos en la vida prostibularia y en la experiencia del dolor más descarnado, testimonian no solo la violencia social, psicológica y física y el desamparo más inhumano, sino también los propios anhelos, de quienes intentan sobrevivir en un mundo signado por la indiferencia. A lo largo de la obra se puede visibilizar una realidad borrada por diferentes prácticas y actores sociales, que a través del poder patriarcal no solo van quebrando estos cuerpos, sino que los matan y los desaparecen. En cuanto a su organización, se presenta un prólogo escrito, nada más y nada menos que por Juan Forn, en cuyas palabras nos hace un recorrido por la vida de la autora. Es así, que nos permite reconocer una parte excluida de la sociedad, expulsada de los distintos ámbitos que la conforman, pero que sigue en pie, transformándose a través del miedo, del dolor, de la vergüenza para no doblegarse a los mandatos culturales. 1 Cuerpos quebrados: testimonios de violencia, desamparos y anhelos La autora decide presentar este relato testimonial a través de constantes anacronías, es decir, rompimientos en el tiempo, que admiten observar un presente de la enunciación y un pasado entrelazado a través del recuerdo. A partir de los ojos de la protagonista, de su focalización interna, se hacen visibles distintas temáticas abordadas de las cuales seremos testigos trascendentales. Uno de los aspectos, que se observan a lo largo del desarrollo de la historia, es la importancia del cuerpo como eje central, como esencia de los acontecimientos, ya que de manera permanente su implicancia en la obra da cuenta de la apropiación y del modo en que se tiene ese cuerpo. En este sentido, se puede ver en la obra cómo la relación con el cuerpo es desarmónica, tanto en la narradora como en sus amigas travestis, dado que el cuerpo denuncia algo que escapa a la voluntad de cada una de ellas. El cuerpo como “otro”, que en algún momento puede tornarse como extraño y, alrededor de esa extrañeza hay una reacción interna, personal y una externa, contextual. La autora logra exponer de manera dolorosa cómo estos cuerpos escapan a su propio dominio, porque algo irrumpe en ellos, sobre todo la mirada, tanto la propia como la social. Es decir, que las miradas toman protagonismo, no solo porque van habitándolos cotidianamente al punto de invisibilizarlos, sino porque muestran detalladamente las rúbricas de marginación que van dejando en esos cuerpos. En esa marginación las miradas habilitan prácticas siniestras en el seno familiar y social, realidad a la que no escapa nuestra propia intervención en la historia como lectores conscientes de tales vivencias. En la historia el tema de la mirada es extensiva hacia otras problemáticas planteadas a través del relato. La narradora habla de la mirada “heterosexual”, que tiene el poder de excluir. Al mismo tiempo, tiene añadida comportamientos y conductas, que van logrando la autoexclusión, el exilio de un mundo hermético, que rechaza lo diferente y que provoca la aceptación de algo irreversible. También la propia mirada del cuerpo, el carácter de impropiedad y de extrañeza como un intruso que se manifiesta en un espejo. 2 Cuerpos quebrados: testimonios de violencia, desamparos y anhelos Sin embargo, la mirada ajena es el factor que permite en la obra que los cuerpos queden sumergidos en prácticas violentas. El cuerpo puede conformarse como un bien íntimo, propio, en el que se va construyendo una imagen. Pero la construcción de esa imagen, en el caso de los personajes de la novela, no es gratuita, porque intervienen otros sujetos, en el que los cuerpos quedan expuestos a sus arbitrios. En ocasiones, se consideran dueños de aquello que no les pertenece. Sus más oscuras y siniestras intenciones nos permiten visualizar el ultraje, el maltrato que sufren estos cuerpos. De ese modo se van cristalizando en estas relaciones distintas formas de poder, que conllevan diversas formas de violencia. La palabra violencia, tanto psicológica como física, se materializa a partir de la descripción de acontecimientos crueles y despiadados desde la más temprana edad. De este modo se la pone en el tapete y se la representa con todos sus matices más brutales, porque el violento detenta el poder y lo ejerce sobre los cuerpos, se acerca a ellos porque necesita poseerlos, controlarlos y humillarlos. Los actos de violencia de los otros sujetos, a lo largo del relato, son premeditados, perfeccionados con métodos y dispositivos realmente irreproducibles a través de las palabras, pero que están Los cuerpos de las travestis en la novela autobiográfica son los depositarios de los actos de daño más nefastos, que van dejando huellas implícitas y explícitas, que determinan la forma de vida de estos personajes. Ante tanta violencia habituada, estas excluidas necesitan protegerse, resistir ante el dolor y la vejación, ante tanta injusticia de saberse enmudecidas y con la rabia de no poder siquiera enfrentar tales adversidades. El desamparo se hace presente también en la novela y no es un tema menor. La ausencia de oportunidades laborales y de los medios para cubrir las necesidades más elementales de trabajo, alimentación y salud, provocan que deban sobrellevar una mala calidad de vida, plagada de peligros, en la que “el bicho”, como lo menciona la narradora, es la antítesis de la vida. 3 Cuerpos quebrados: testimonios de violencia, desamparos y anhelos Mirada, violencia y desamparo, tópicos fundamentales a modo de relaciones causales, aparecen vinculadas con la muerte. Una muerte que las atraviesa en la cotidianeidad, cuyo peligro está latente y las acecha desde la infancia como un ente invisible. Y en urgencia de verse solas, sin un destino posible e inmediato, la opción de la vida prostibularia y la consecuente transacción de sus cuerpos con los clientes en el oficio como mercancía miserable, como cuerpo roto, violentado y embolsado para ser desaparecido, como deshecho en los basureros más recónditos de la ciudad. Sin embargo, ante tanta fatalidad, la novela presenta el deseo intenso y el afán de la maternidad, de los sueños y de los deseos más profundos, de ser en un determinado lugar construido socialmente y de pertenecer a él como una pieza pertenece a un rompecabezas. Pese a la negativa existente, al rechazo, a la discriminación, al agravio, aún esos cuerpos anhelan. Anhelan la vida, la familia, el amor en la oscuridad del parque frío. Aullando a voces que quieren escapar del señalamiento social, a la luz del desamparo y de la violencia, de los gritos que claman el fin de los extraños, de los excluidos, de los que no pueden pisar ciertos sectores, porque están vedados para ellos. Camila Sosa Villada ha logrado materializar, a partir de su propia subjetividad, la experiencia opresora, que parte desde la mirada personal y social. Una mirada penetrante y cruel, que estigmatiza a estos cuerpos violentados y segregados. Trata de correr el velo y que nos acerquemos a la ventana de la indiferencia como un retrato congelado en el tiempo. Y así poder resucitar a través de las palabras, concretizadas en cada fonema, al dolor más profundo, a la vergüenza más temible, a la violencia más sangrienta, al desamparo más inhumano, al anhelo más deseado. Esta novela testimonial es una clara muestra de movilización interna, que nos llama y nos interpela a reflexionar acerca de la existencia de un sistema de dominación patriarcal. Allí, estos cuerpos disidentes necesitan ser escuchados y la literatura puede ser el camino para visibilizar estas realidades. Hacernos conscientes, correr el velo y permitirnos entender estos mundos ignorados, sumidos en los más oscuros territorios, puede dar lugar a 4 Cuerpos quebrados: testimonios de violencia, desamparos y anhelos debates futuros, que, gracias a la lectura, pueden también propulsar transformaciones sociales. Y en esa expresión literaria, la autora nos invita, a partir de su subjetividad, a interpretar y no a naturalizar determinadas prácticas, para que estos cuerpos quebrados puedan pertenecer en un ahora y en un para siempre. La literatura puede constituir el espacio para pensar realidades y para pensarnos en ellas, para transformar realidades y para transformarnos con ellas. Paola Antúnez 5