Mauricio Osorio Pefaur AUSENCIA Registros, Ritmos, Hallazgos 1 Mauricio Osorio Pefaur AUSENCIA Registros, Ritmos, Hallazgos ausencia. REGISTROS, RITMOS, HALLAZGOS. © Mauricio Osorio Pefaur © Ediciones Ñire Negro 1ª Edición, 2021 RPI: ISBN: 978-956-8647-82-7 Ilustración de portada: Ramón Contreras @Kenacano. Fotografía de solapa: Antonia Osorio Mancilla www.nirenegro.cl nirenegro@gmail.com Impreso en Coyhaique, región de Aysén. Otoño austral 2021. Chile. hay una ausencia germinal. de la que nace el amor. anunciándose como lluvia. repentina. transformándose en búsquedas. intensas llagas, provocación febril. hallazgos, certezas, más ausencia. I REGISTROS 7 Esta pena azul Esta pena azul es una caricia que se acumula da cierto calor que irradia en lágrimas da cierta nostalgia que enciende el alma Esta pena azul es una criatura que se retuerce desgarra su carne como la marea una playa se hace ausencia en el costado 9 En un espacio que es este En un espacio que es este, las horas se estiran y curvan duermo mientras me desintegro y en el sueño paso a ser de este espacio que es otro. En otro espacio aquí enfrente un animal me observa absorto. Mis aleteos le parecen modernos mientras los suyos son solo recuerdo. Memoria débil que escurre en el espacio mismo que olvida. El animal busca comida en mi cuerpo y así, en este espacio despierto. 10 El alma no crece como las plantas El alma no crece como las plantas. Debe soportar alegrías y tristezas así, de un tamaño dado. El alma se ensancha hasta reventar casi, con aquella hija que encuadra el mundo en la belleza. Y se expande con las que a tu lado su propia luz extienden sobre el sol. Por fin el alma se hace trizas con un leve y sonoro balbuceo del hijo que juega sobre sus pies temblorosos que caminan entre el pequeño bosque de plantas. El alma no crece como las plantas, pero está ahí, latiéndonos, explotando y de nuevo volviendo sobre su memoria alada, más alma, indefinible y certera. 11 Llagas azules Un desparramo cesante, de aparejos sin tiempo yace en el corredor. Llagas azules se secan bajo el sauce. Buen provecho tiene la leve brisa arreando moscas sobre el cuajo velludo. La zaranda llena de quesos madura su aroma lejos del sol. Manuel carga uno a uno los sacos de trigo espantando a las gallinas que se ufanan entre la paja en una trillada propia a los granos abandonados La maldad dormita a media tarde, nadie ha podido ver que se alojó entre las parras. Parientes y perros buscan sombra inútilmente, porque fantasmas tristes ocupan todos los reparos. 12 Tu lenta y pesada ausencia, habita los mallines, arde bajo la tierra echa raíces en el aire. Camina corriente arriba. Pastosa fue tu partida. Pampa seca, lejano dolor de bosques rojos. Una estela de otoños, viaja a la deriva, son recuerdos colgados en el viento. 13 Hondazos Piedras en su tamaño, una a una recogía el primo yo creía que la noche las moldeaba con sus manos negras sobre una tabla gruesa de rocío. Los hondazos certeros silbaban la mañana apagando el canto de zorzales distraídos alguna loica teñía de piedra su muerte y los conejos perdían sus patas en la huida. Voy recordando ese sol de mediodía sobre las lomas secas del abuelo, el sonido de las vainas llenas de arvejas, el humo en el fogón oscuro, las aves dentro del perol hirviente. La horqueta se mueve al ritmo desgarbado del primo, del bolsillo sobresalen sus gomas arteras. Todo el cuadro se me aparece ahora como sangre que brota de una herida recién abierta impetuoso, el hondazo silba frente a mi rostro y soy el ave distraída que se desploma. 14 Los pueblos adentro del país Vistos desde buses vacilantes, los pueblos del norte grande son escenarios abandonados donde otra historia, la de un país antiguo dejó de ser vivido. En el sur habitan pueblos sobre un desierto húmedo pasadas de frío sus casas, multitud de ancianas entre los arbustos. En las ciudades crecidas se manifiesta el colectivo humano sobre una realidad imaginaria llamada boom su éxito-miseria, soledad de consumo llamada nuevo siglo. Nuestro patrimonio, ¡ah! ¡Qué belleza abandonada! Si tan solo resonara la memoria, lo vivido, no los restos, no las costras. A fuerza de flashes llenos de nostalgia Se impregna de vida plástica lo perdido. Los pueblos adentro del país respiran ahogados. 15 Cada vez que vuelvo Cada vez que vuelvo, las calles de la ciudad me arañan y colocan sus huevos de nostalgia. Cada vez que vuelvo, las noches se levantan gracias al viento, quieren caminarme en la memoria, abrazarme. Cada vez que vuelvo, las lluvias buscan quedarse en mis zapatos, llenas de hojas que reverdecen mientras los fantasmas de la ciudad se me arriman, sentimentales. Cada vez que vuelvo, Santiago me acaricia las manos Lo tiendo poco a poco en las horas que retornan y espero. 16 El otoño va entrándose Es una época llena de respiración el otoño, en Patagonia se lo traga uno por los ojos y el corazón aviva la paleta derramada desde bosques y planicies. Croma, croma inusitado, ataviado de almas en vuelo, cada vez más denso alimenta la gravedad helada del alma sureña. 17 Voy a ser una fiesta Voy a ser una fiesta de ausencias montado en pelo sobre los Cincuenta. Caballo que corcovea las primeras dolencias y se ríe de ser mitad de un ciento improbable. 18 Los mayores Están los mayores inscritos de ausencia son sólo tinta en los papeles del archivo civil de la nación. Fantasmas que lloran en la in-memoria o ríen también, alejados de la felicidad que tampoco acá conocieron. He recogido sus nombres como iniciales de mi propio olvido: El Juan ardió sobre el secano y en los espinos se retorció su estirpe. El pozo yace seco, los harapos de una vida de trabajo, algún dinero y el vino, suelen flamear con el viento que a veces se acuerda y pasa bajo las higueras. La Rosa, como una vieja niña esperaba a ese nieto deslizado dentro de la hija amada. (Sentí tal vez su mano moribunda y pateé dos veces, asustado). La Elena, mujer construida en el silencio, preparaba unas cazuelas de gallina ¡ah! ¡qué enjundia flotaba entre islas rojas y amarillas! 19 El Obdulio, anegado de nostalgia por una tierra que jamás logró arrastrar desde La Marsellesa a sus manos. Los he tejido sobre tramas y huellas en un telar que canta detrás de bosques arrasados por el fuego. Los he traído ante mí, desde una ausencia tan llana, que me ha permitido inventarles el cariño. 20 Que ya no estés Que ya no estés. Que ni siquiera hables como ayer, despejada tu palabra sobre los cielos de Coyhaique. Que ya no estés. Caminabas a tientas entre tu enfermedad y la alegría abierto tu silencio bajo la crecida humareda. Que a pesar de todo siga insistiendo tu cariño derretir el hielo social de estos días. Adiós nuevamente amigo. Todavía puedo inventarme un abrazo aunque tu cuerpo sea ya materia de barbecho. Que ya no estés. Acá se vive entre tristeza y tristeza una alegría cierta y llena de hijas. 21 Y la memoria regresa Siempre que se camina abrazado por la lluvia las voces antiguas besan la tierra el viento entonces acelera el tiempo y la memoria regresa. 22 Migrante Sentí mi paso migrante en una planicie de diciembre. Un coro gritaba tras de mí ¡locura!, tu lejanía. El pulso se asentó migrante entre los ñires -así les llaman y es un canto este nombreverde, rojo, verde su follaje avanza sobre los años como mis recuerdos hacia el silencio. Mi voz acarició migrante Aysén este refugio abierto, todos los vientos dan forma a sus murallas que caen mudas por los caminos. [Este Aysén ha recibido mis alas cubriendo de nieve sus miserias] Abre surcos la memoria migrante en la espesura de bosques olvidados bajo el fuego y la ausencia recoge historias que crepitan en todos los valles respirados. [Una sola inmensidad migrante gravita en la palabra de sus gentes] 23 En las afueras de Chile He estado en las afueras de Chile sin abandonar su flecadura en el instante de la marea. He abandonado sobre el aire los suelos nacionales llevando en mí la nostalgia que resuma bajo el zapato. Chile no me abandonó entonces, aquello que se llama lejanía nada hizo sobre mi memoria. Mas hay la vez que caminé fuera de Chile estando dentro y la patria volvió a nacer-se en ella misma, distinta. chile Chico le llamaron hace algunas horas atrás. chile lejos, deshecho en pampas e islas abiertas sobre el mar la mar más bien, la mar. chile ciego a su verdad decía la voz de aquella tierra y al oírla, me pareció saberle el timbre en lo profundo me pareció vivida antiguamente chile de nuevo hecho, por almas en resaca sobre el desplaye de la nación. 24 Leo Poemas de Bolaño Leo poemas de Bolaño y la boca se me inunda de sangre no entiendo mucho a Bolaño menos entiendo esa especie de culpa del sistema literario chileno que le cultiva con velitas (la sangre recorre mis dientes, imagino que ellos luchan por no tornarse granates) Leo poemas que no entiendo dice la portada que son de Bolaño. Ayer era Lihn el reverbero de la luz criolla perfectos caballeros de la mejor poesía o la peor, da lo mismo, la sangre jugaba con mi lengua y yo jugaba con las imágenes cinéfilas, narrativa poética de Bolaño. Eran las seis y cincuenta de la mañana apenas estaba amaneciendo Coyhaique, la leve escarcha luchaba con el agua que ya corría entre muchachas ambiguas simpáticas musas ebrias amoratadas pero felices. Leo aquel libro del grande contemporáneo y ya sé que no podré terminarlo que así se debe de leer la mejor literatura dejándola tirada un tiempo a la intemperie inundándose de pasto ovillo, bosta, rocío. La boca ya sabe a sangre cerca de las siete. Visito México DF, Barcelona y ese Chile odioso, 25 el sol en Coyhaique lamenta su utilería: es el fuego que no calienta –me digoentonces a la estufa un palo de la mejor Lenga patagona. 26 Despedida Toda el agua que puedas beber –me dijo- y nunca más me habló. Tomé la botella, la llené como pude y me dispuse a beberla con urgencia. Él en tanto, tomó distancia, corrió ligero y voló junto a la cascada. Yo no alcancé a tragar el amargo líquido. Ya todo estaba enrojecido, cielo y laguna, bosques, valles, escoriales. Enrumbé por la huella y doscientos metros más allá, oriné sobre la suave superficie del río. Recuerdo que también lloré. 27 Peukayal, abuelo Simón Al abuelo Simón Quñinao, lo conocí en 1992. Me habló el abuelo Simón en mapuzungún y no comprendí nada de lo que decía. Cantó para nosotros el abuelo como si cantara con el amor completo a su esposa muerta hacía años. Cantó -les digo- y no le entendí nada más que su ritmo permanente y tranquilo. Nos dio de comer el abuelo Simón: porotos, carne, sopaipillas y sopa, siempre tranquilo, sonriendo ante el encuentro con nosotros, otros imberbes asombrados con la alteridad. Su foto me acompaña sobre la mesa de las imágenes y la memoria, su foto de anciano tierno, junto a dos enormes bueyes que aletargados esperan nuestra partida, dolidos apenas por arrancarles ese último instante de otredad El abuelo Simón tal vez está desde hace años en la wenu mapu pero le siento siempre el ritmo permanente y tranquilo, escucho y me susurra que su vida fue así, simplecita y suave como el agua que escurría por la bella acequia de Collico Bajo. 28 El cielo de Curacautín se destroza El cielo de Curacautín se destroza en lluvias gruesas y allá, en las lejanas costas de Wallmapu el sol reverbera sus llamas enrojecidas. “Viene buen día para mañana” sentencia la abuela que ha mirado dentro su memoria. El aroma es una reunión de hierbas húmedas, leños ardiendo, respiraciones de algún pillán anciano que se acosquilló en la madrugada. Como en tardes antiguas las aguas rodearon los sentidos, anegaron los sueños abiertos de la noche, cantaron sobre todos los techos del pueblo Era cielo toldado desde la cordillera al valle. Sin embargo, vino buen día hoy: nubes altas bajo un espejo azul. El agua comenzaba su ascenso. 29 Del humano arrastro Del humano arrastro todo Infatigable, tranco a tranco sobre las casitas salvajes clavo al humano en su dolor de espiga ¡Yo soy Dios! Le cuelgo el alma impávida ante la carne, su consecuencia ¿Yo soy Dios? 30 Volando Una vez vi un ave, volando. Su pecho acarició la salada superficie del Yacaf. Tornó la vista antes de estrellarse con la marea que volvía. Quise arrancarme los ojos para desaguar esa mirada. El ave aleteaba en los roqueríos y no sabía yo si morir o vivir en la belleza. Volando se alejó la marea inundada y ciega quedó la esperanza. Las factorías flotantes bamboleaban, un vacío millonario las mecía había un hombre que tal vez arrimaba el alma bajo su capa naranja, lanzaba algo que atrapaban miles de peces encerrados. El ave dejó de aletear, pero no de observarme le sonreí y de este modo, dejó escapar un graznido que se trepó sobre los arrayanes. 31 Allí estaban las huellas de otros tiempos, una familia conversaba la mejor manera de disponer las valvas luego de darse el primer festín del día. 32 Soñé con canoeros que me miraban entre risueños y sorprendidos. Yo intentaba hablarles, había aprendido algunas palabras en su idioma, pero ellos no me entendían, hacían como que no me escuchaban. Entonces, descorrí el agua de la mar como si fuera un visillo y desperté. 33 II RITMOS 35 Incluida la maldad en el azul de la memoria todo lo exiguo avanza con esfuerzo principia desde las axilas el silencio caminata en espiral sobre la historia. 37 Soy Otro Soy otro, de tez urgente, luz. Soy otro, mezcla de vaguada y desierto cóndor y tero graznidos contra el viento. Llega la lluvia, a veces y la otredad de mí, falsea el espejo. 38 Nocturna Por las noches claras y amarillas voy camino de la suerte y la fortuna si me asalta el desvarío de la luna la tajeo con toda clase de cuchillas. Y todo el mundo observa aquella escena la luna con la cabeza rasguñada que se sonríe de verse tan obscena y se pasea como loca desgreñada. A su derecha bufa una silueta que se sostiene apoyada al infinito con la diestra empuña una muleta y la siniestra se prepara de a poquito para ensartar la hedionda epifanía en el tumulto que mira el horizonte como esperando asir la sinfonía de los colgados en la cima de los montes. 39 El viento mece a esa hora moribunda varios cuerpos salpicados de orificios carroñeros de pelaje sobre el cielo abundan con sus picos rojos de tanto sacrificio. Porque trabajo han tenido por semanas es mucha muerte la que vida les regala y sin descanso han comido carne y ensalada gordos y brillosos se pasean con sus alas. Salpica sangre blanca en mi cabeza es dios, me dice el diablo y se solaza está sangrando así desde hace siglos y toda la tierra tiembla y se apelmaza. 40 El hombre-gusano me adhiero a mi henchida bolsa y me chupo: Diminuto y pálido, voraz gusano. Gonzalo Millán Él se fue lleno de alimañas se alojó en las aves desplumadas despertó tan vacío de montañas y regresó bajo una lluvia de chupallas que sin respeto caían en secano como anunciando al agua condensada a la impostura de una lluvia desbocada a la desdicha de ese pobre hombre-gusano con un silencio comido y defecado siguió mirando ciego el horizonte como buscando amigos polizontes que le dijeran: ahí vas iluminado nada de eso pudo pasar aquella noche porque era parte de una nube de mañana y sin querer se acurrucó sobre la almohada por si escuchaba la llegada de aquel coche el sobresalto leve en el oleaje recuperó todo su sueño envenenado le despertó, su cuerpo estaba transpirado, el fantasmal chirrido de un carruaje 41 De la muerte consentida ¿Dónde se va la vida Encerrada en un cristal Encajada al memorial De la muerte consentida? Tantas veces pregunté a ese dios que existe arriba y al no entender me desvelé, ¿dónde se va la vida? Por respuesta recibía el sol consistorial la lluvia lenta que caía encerrada en un cristal No contento y con alergia le gritaba al principal ¡oiga pare’ con su ausencia!, encajada al memorial Ya en la noche, azul y bella respondió una voz tranquila: la vida sólo es una estrella de la muerte consentida 42 El agua me ayudó A fuerza de terrones en los ojos la vista se me fue aclarando si ciego creí estar caminando locura había de paisajes rojos. El agua me ayudó desde un arroyo subiendo entre mis manos rotas en sueños y calzando ojotas era feliz al saltar escollos. Y nada, nada me carcomía ni la envidia, ni siquiera el odio ni el alegre rostro del vil demonio porque de amor mi alma vivía. 43 Por razón Tengo por razón a la memoria lamentable viscosidad en los sesos pensar en ella, dando pasos de gigante en el desierto enloqueciendo de aguas su lógica allá sí, allá no. De aguas va cayendo la oscura desmemoria, vida sin razón. 44 Dentro del ojo Me hundo en la foresta inexistente quemada a fuegos viejos me hundo en el humus azul del presente se escuchan gritos en el barro seco aullidos, monedas que van y vienen paquetes de este barro sin luz enrumban sobre el desierto de lloviznas tapo mis oídos y me hundo aún más abajo (hay un abajo siempre) hay otros que reclaman por mi peso muerto el argumento hay otros que reclaman arriba (se acaba el arriba a veces) el tapiz reverbera, su volumen ha sido vano un tejido estampa, brilloso dentro del ojo 45 III HALLAZGOS Después de todo la patria, la verdadera, se construye de puras ausencias 47 Cuando cumpla 50 Habré hundido mis pies en tu tierra, abuelo. Habré escalado toda la ausencia del siglo que me vio nacer y callar. Cuando cumpla 50 miraré el pasado al frente y todas sus lágrimas que hicieron crecer la palabra. Miraré dentro de la luz, para buscar la sonrisa que me acompañe para lo que depara del otro lado. Cuando cumpla 50 seguiré desconfiando de ese mal dicho "hay que vivir el presente", el pasado seguirá habitándome entonces. No habrá eso sí, ausencias como bosques muertos cuando cumpla 50. 49 Cerezas en el patio Con la excusa de descolgar la ropa salimos al patio a comer cerezas, cómplices y furtivos. Te bajé una rama alta que parecía inalcanzable y recogiste la fruta fresca, llena del viento de la tarde. Yo también escogí cerezas y nos llenamos la boca mientras conversábamos de amor, la tibieza de la tierra se apagaba. 50 El Baker Si le arrojo toscas negras el Baker sólo me sonríe y se las traga. Unos remolinos antiguos sobre su lomo turquesa juegan a reflejar bosquetes. Si camino a su lado, trato de emular la calma de su viaje hacia la sal. El Baker se tiende ante la ambigüedad del cielo, rumorea una historia rizada mientras juguetea con enormes troncos que parecen palillos viejos de una abuela que ya no teje, pero sigue con la vista pegada a la ventana. Afuera, el inexorable cambio de todo lo conocido. Lágrimas alimentan al Baker entonces lágrimas que ya no encuentran pañuelos bordados que ya no encuentran consuelo bordado al agua de río tranquilo. El gigante aniñado se retuerce y arriba, ya no cóndores buscando la víscera helicópteros sí, bajando el ojo experto para posar la herida total en el río niño, en el gigante río niño. 51 Texto tejido El año se inicia después de la fiesta Nadie sabe que nos deparará Todos despiertan a medias tintas ¡Cómo vendrá esta vez el trigo o la cosecha de vinos! Tintos y espumosos los paladares Se preguntan al mismo tiempo millones de extraños desgreñados y rostros /desfigurados, ensimismados observando fijamente el piso sin recordar cómo terminó el año anterior, buscan en cada trozo de basura, la clave. El año se inicia perfecto. 52 Soñé aquella vez que los versos caminaban Soñé aquella vez que los versos caminaban entre mis sesos. Aparecían las imágenes poéticas entrecruzándose cual complejo textil y al toparse, las vocales producían hermosos sonidos, mezcla así de madera y metal denso relamía el sueño con una lengua cristalina entonces, entonces anotaban mis sesos las bellas arquitecturas poéticas y me solazaba: al despertar escribiría todo de golpe, a borbotones me solazaba. Ahora sólo recuerdo: soñé aquella vez que los versos caminaban. 53 En el Mal[l] Veo al frente un hombre vestido. Lo desnudo con la mirada prenda a prenda le arranco. Y voy con ellas vistiéndome maniquí en la vitrina queda quedo, respirando lento. Afuera el tráfico arrecia y sobre él arrecia el sol apocalíptico Desde el pasillo más alto del edificio emprende el vuelo otro hombre, vestido. Sus alas no le responden… adentro, siguen todos vistiendo y desvistiendo cuerpos. Un plástico negro cubre al hombre desnudo Seguridad ya ha llamado al camión de la basura. Más allá está la tienda de helados. 54 El sin remedio ¡No tiene remedio, no insista más! Se le metió el diablo por los ojos y ahí lo ve usted Hablando de paisaje para el pueblo, de paisaje para el pueblo La prensa recogió la nota triste, porque alcanzaba justo para rellenar el minuto antes de la tanda y el huequito abandonado por no pago de publicidad. 55 Todo un invierno Por los inviernos de la desconocida y solitaria Patagonia, el Olvido hace años se paseaba ¿Qué era la nieve?, preguntan los infantes cuando dices que tal vez caerá esta tarde inquietos ellos, sospechan la mentira. Comenzó entonces arrobada de silencio a precipitarse Copiosa Copiosa Copiosa nos llenó la mirada durante un día y medio más todo un invierno se nos quedó como piel helada afligidos los que creían era chiste verla endurecida y luminosa afuera. 56 Un ciprés me brotó dentro Estaba ya hecha la mañana de toda su luz. Pero a mí algo de sueño me quedaba. Un tropel de gorriones jugaba en el entretecho de la cabaña. No me importó eso, pues algo de sueño me quedaba. Cerré otra vez los ojos y soñé de nuevo el sueño que me quedaba. Entonces, un bello ciprés brotó del piso, abriendo un pequeño cuadrado en la madera. Surgió su figura, rizoma verde y perfecto. Creció lo justo para mí. Lo justo y su belleza se desvaneció. Un ciprés me brotó dentro. 57 Notas de octubre ya Hacia las cinco de la tarde comenzaba a cruzar la plaza y un niño chillaba adolorido en alguna parte. Su hermana algo mayor que él intentaba abrazos de consuelo. El niño sangraba y lloraba, la niña se asustaba. Me acerqué para ayudarles, me acerqué porque pensé que podían ser mis hijas, que eran mis hijas. Me acerqué y le dije a la niña que llevara a su hermano a los baños públicos (¡Oh! Los maravillosos baños públicos) para enjugarle la boca, para que se limpiara la herida. Le pregunté dónde padre o madre. La abuela en un mistral azul, me dijo nerviosa. Dónde -pensaba yo- estará esa abuela, en esas diez calles de locura y daba vueltas al revés de las manecillas del reloj viendo tres o cuatro de esos inmundos autos de tercera, que son la ostentación de una riqueza vana. De la abuela nada y los dos pequeños en el baño de mujeres, él llorando ella a su lado y dándole sorbitos de agua. Me acerqué al acceso y la mujer del baño, indolente miraba el techo. Y otra mujer entra divertida con la tragedia de los niños: ¡Ah! se mordió la lengua, laralí, laralá, y se encierra a evacuar sus orines cantando. Entonces, me doy cuenta que el asunto empeoraba, el niño mordió su lengua, la sangre brotando largo rato. Me meto al baño. Mejor lleva a tu hermano a donde esté tu abuela. Pero dónde está tu abuela. Y la niña asustada todavía más, me dice no se preocupe, no se preocupe yo voy sola, sé donde está mi abuela. 58 En segundos esa niña temió de un hombre que quiso ayudarle, Temió, porque hay que temer y desconfiar. Temió porque ni madre ni padre estaban allí, sino un hombre extraño, extrañamente preocupado por ellos, mientras todos los demás ojeaban la escena indolentes, un niño sangra y llora, nada menos importante. Ese hombre siente la derrota, la insanía instalada entre las gentes, siente que todo puede ser mejor en solitario. 59 La felicidad que no se encuentra Uno se pone el sombrero sale a la calle y piensa en la felicidad que no encuentra. Una muchacha le sonríe afuera, el mocoso de la esquina le lanza un garabato divertido y uno sigue con la mente distraída en la felicidad a la que no llega. Un perro marca el cerezo de la plaza, la pareja de la cuadra se besa en los columpios. Y la tarde alza una brisa suave mientras uno pierde la memoria. 60 A propósito de aquella otra nata La nata es un desperdicio que cuaja toda mi memoria y la mastico con fruición, directa dureza alada entre mis dientes fluorados. La nata es la mitad de mi corazón anémico, la media naranja de mi vómito la degusto lentamente dentro de mi cavidad oscura, la nata es blanca dentro de mi caverna con estalactitas carcomidas años ha, por el azúcar la nata. Es el despojo que reflota de la leche antes que se derrame por tus pechos entetillados y adoloridos a punta de mordiscos de ángel de niño pintarrajeado de nata desperdicio. La cuchara rescata una nata superior a todas desde el centro de la leche derramada y aún caliente sorbo con orgullo la telita transparente y la mastico luego. 61 Un poquito más creceré con esta nata y no podré acordarme ya de cómo era aquella otra nata que cuajaba sobre la leche humeante. 62 Es la Nada Sábado, domingo, lunes, suicidios: un piquero limpio y femenino al río Aysén, un cinturón de cuero para el despechado, una soga para el paco. Nada más. Es la luz, es ese niño llorón, son esos horizontes infinitos, ajenos. La Patagonia muere a ratos, muere y este hombre piensa que es mejor entonces cruzar la plaza, cruzar la ausencia. 63 Dos preguntas ¿Será que uno termine leyéndose el ombligo? que entre el humo de cigarros no fumados distinga el ojo a la palabra descolgándose precisa de sus hojas. ¿Será que uno retome la escritura para ahogar el grito y la ausencia? entre los apiñados paisajes que definen la carretera para que nadie los vea, en la ceguera promisoria del tour, abierto el ataúd de codo donde yace la memoria. En el primero encontrará sin duda una pequeña luz de intriga, esa biología alguna vez le unió a un útero que pensó conocía y luego del corte, cerró como herida de guerra. En la segunda, el silencio es una música imposible por no creada, digo imposible. Aunque tal vez la escuchara en el mar aquel amniótico-hipnótico. 64 Un hilo de mi vida Entre Santiago y Valparaíso se extiende un hilo de mi vida. Su tensión es a ratos profunda, a ratos aérea. Mientras el paisaje avanza tras la ventana, recojo el hilo con ternura y formo un ovillo que se humedece entre mis manos. Lo guardo con cuidado en el bolsillo de la camisa -más bien en el corazón que es un bolsillo de ausencias-. El mar o la cordillera no me alcanzan. 65 Aquí arriba no existen las tardes, ni las noches. No existe uno en su memoria. Aquí arriba lo que no fue jamás parece una música turbulenta, una cosa quebrada dentro del corazón. Aquí arriba la niebla se hace mar y todos gritan en silencio yo no duermo, pero sueño con todos los pasados. Es Santiago el que sopla abajo. Sopla hacia sus adentros como llamando a ese hijo breve que desgarró su piel y huyó al sur, por arriba, hasta verse bajo los bosques. 66 ÍNDICE I Registros 7 II Ritmos35 III Hallazgos47 67 68