¿Por qué Colombia es un país tan desigual? A lo largo del tiempo, Colombia ha tenido múltiples transformaciones que poco a poco van cambiando el rumbo del país. Entre estos factores determinantes se encuentra la economía, que se define como un proceso dinámico de producción- distribución y consumo, que se ocupa de satisfacer o ayudar en las necesidades ilimitadas, es decir actúa cuando los recursos están escasos. Teniendo en cuenta que la economía es un aspecto fundamental para el manejo de una sociedad, es importante tener claro el manejo de ella. En este campo, la situación es crítica, ya que “el 10% de la población más rica del país gana cuatro veces más que el 40% más pobre”. Con esto, se ve reflejada la desigualdad que trae consigo consecuencias como problemas éticos e implicaciones económicas, que lo posicionan en el segundo país más desigual de América Latina. La manera más acertada de explicar la desigualdad la podemos encontrar partiendo de la educación. Para iniciar los estudios ya sean de la universidad o el colegio, cada estudiante tiene diferentes formas de pago dependiendo del estrato socio-económico al que pertenece; sea cualquiera la manera de pagar sus estudios, le está dando un porcentaje de ese valor al país. Sin embargo, muchos niños dejan las aulas de clase por no tener capacidad de endeudamiento, lo cual es preocupante ya que muchos de ellos recibieron las consecuencias de un Estado negligente y hoy en día trabajan por un mínimo sin poder avanzar a una mejor calidad de vida. Es que una sociedad inequitativa, es también una sociedad menos democrática. No en vano el premio Nobel de economía Joseph Stiglitz, en su libro “El precio de la desigualdad” advierte la consecuencias que deben pagar los países inequitativos ya que este tipo de sociedades no funcionan de forma eficiente y no son sostenibles a largo plazo. Según el autor, “cuando los más ricos utilizan su poder político para beneficiar en exceso a las empresas que ellos mismos controlan, se desvían unos ingresos muy necesarios hacia los bolsillos de unos pocos, en vez de dedicarse al beneficio de la sociedad en general”. Esto ocasiona un círculo vicioso en el que los ricos son más reacios a gastar el dinero en necesidades comunes, o en educación, porque claro, ellos pueden pagar colegios y universidades privadas, ir al club en lugar del parque público y pagar medicina prepagada para no tener que hacer fila en el POS, y al hacerlo, la sociedad se divide más. La inequidad también tiene consecuencias mucho más tenues y macabras. La educación mercantilizada hace que las familias se endeuden en universidades con ánimo de lucro que no garantizan una educación de calidad para conseguir un empleo con el cual devolver el préstamo una vez se termina la carrera; las familias que deben trabajar por más horas en cualquier cargo extra no tienen tiempo calidad con sus hijos; las empresas extractivas acaban con los recursos naturales sin que se les imponga un costo por el daño causado al medio ambiente y lo más importante, cuando hay desigualdad se descuida el más valioso recurso: el ser humano, en su forma más productiva posible, pues la manera como las empresas tratan a sus trabajadores -incluyendo cuánto les pagan– afecta la productividad, lo cual redunda en el desarrollo del país. La sensación de que nuestro sistema es injusto también acaba con la confianza, eso que Robert Putnam define como capital social y que es indispensable para lograr lazos de cooperación entre los distintos actores. Así cuando la confianza se debilita se afecta la economía, la política, se erosiona la cohesión y comienza el conflicto dando lugar a la criminalidad y la inestabilidad social. Nunca conseguiremos un sistema con total igualdad de oportunidades, pero con un nivel más alto de conciencia sobre el problema y con una correcta formulación de políticas económicas podríamos disminuir la brecha. La pregunta de fondo es si a ese 10 % por ciento más rico le interesa el cambio, y si el 90 % restante de la población está dispuesto a pelear por una sociedad más justa. Todos saldríamos ganando, porque preocuparse por los demás, como decía Tocqueville, no solo es bueno para el alma, sino también para los negocios. “Una sociedad inequitativa es menos democrática, menos eficiente y castiga al más valioso recurso de cualquier economía: el ser humano” Margarita M. Orozco Arbelaéz