Servidumbre y señorío en la Cataluña medieval 17-jul-2011 Juan Antonio Cantos Bautista Campesino medieval trabajando -Wikimedia Commons / dominio público La población rural catalana, hasta el siglo XI relativamente independiente y libre, perdió sus antiguos derechos por la extensión del régimen feudal. Antes del siglo XI, el campesinado de Cataluña estaba compuesto fundamentalmente por hombres libres, pero esa situación, desde el año 1000, cambió drásticamente por culpa de la rapacidad de la nobleza. La libertad perdida Los campesinos catalanes, antes del año 1000, eran un estamento fuerte y relativamente libre, cuyos miembros explotaban sus propios minifundios, propiedades agrícolas pequeñas y exentas de cargas fiscales, llamadas alodios. Asimismo, existía la institución de la aprision, que suponía el reconocimiento legal de la legítima propiedad de una tierra a su ocupante si era capaz de explotarla ininterrumpidamente durante treinta años, lo que permitió a muchos campesinos pobres crearse pequeños patrimonios, además transmisibles por herencia. Sin embargo, a partir del año 1000, se implantó por toda Cataluña el feudalismo, con todas sus consecuencias, benignas para unos pocos, terribles para la mayoría, que ven extinguirse el sistema alodial. El alodio era teóricamente una micropropiedad autosuficiente, que permitía la mayor parte del tiempo el mantenimiento de un modo de vida autárquico para sus habitantes. Sin embargo, en sus mismas características residía su principal debilidad: dadas sus reducidas dimensiones, era suficiente un par de malas cosechas seguidas para que el campesino se viera obligado a venderlo total o parcialmente, o a hipotecarlo, a cambio de víveres que aseguraran su supervivencia y la de los suyos. Si la situación empeoraba, el campesino lo perdía todo y quedaba reducido a la miseria, posiblemente incluso con deudas. De este empobrecimiento gradual del campesinado, constatado durante todo el siglo XI como demuestran los archivos catalanes, supieron sacar tajada los señores feudales, movidos por su egoísmo personal y su status privilegiado. El campesino catalán, el pagès (en castellano "payés"), empieza progresivamente a convertirse en sujeto de un señorío, perdiendo su libertad original, mientras, coetáneamente, se conformaban grandes familias nobiliarias, cada vez más enriquecidas y privilegiadas, pero también cada vez más codiciosas La codicia nobiliaria Si hasta entonces la sociedad catalana, en todos sus niveles, se había definido por una admirable adscripción a sus leyes tradicionales, que en gran medida velaban por la libertad del pueblo llano, desde el siglo XI se caracterizará por justo lo contrario: al tomar el poder, las grandes familias nobiliarias se empezaron a volver más autoritarias -en determinados casos, casi omnipotentes-, olvidando la legalidad anterior, y haciendo prevalecer en adelante sólo la ley del más fuerte. Y los más fuertes era, indudablemente, los señores de los castillos, "capitales" de los señoríos, tanto banales (jurisdiccionales) como territoriales. El ban, poder señorial de mandar y castigar (en catalán destrènyer, literalmente "forzar", "oprimir"), era un poder de facto que pronto se convirtió en de derecho. El señorío, al cual se adscribirá a las malas el campesino, por la fuerza de las circunstancias (empobrecimiento, necesidad de protección), empezó a plagarse de imposiciones sobre todos aquellos sujetos a él; al principio, pocas, apenas una parte de la cosecha; pero bien pronto se multiplicaron, siempre en provecho del señor. Cuando éste logró aumentar su poder banal y territorial, todos los residentes del señorío bajo la sombra protectora del castillo, quedaron automáticamente sometidos como servi (siervos"), independientemente de si eran o no los teóricos propietarios de sus cultivos. Los derechos de los señores El listado de imposiciones es increíblemente largo, y los nombres de muchas de aquellas cargas a menudo siniestros -no sólo para nuestra sensibilidad moderna, sino también entonces para los desdichados que debían pagarlas-. Las más duras se basaban en exacciones directas y arbitrarias en los recursos de los campesinos: exactiones, forcias (deducciones por la fuerza), toltes (del verbo tollere, "quitar"), ... Algunas incluso llegaban a limitar las libertades del payés en materia de herencias y matrimonio; y en el peor de los casos, se verificaban compraventas de súbditos entre señores, que reducían la humanidad del campesino a la de un artículo comercial. La cosa no mejorará con el paso del tiempo; más bien, tenderá a empeorar. En el siglo XIII constan las instituciones, oficialmente establecidas, de la remença, y de los llamados "malos usos": la exòrquia, la intèstia, la àrsia y la cugucia. La remença, o remensa, se define como la adscripción a la tierra, la obligación para el propietario de un terreno de pagar un permiso a su señor para abandonar su enfiteusis; y como el monto de tal derecho era fijado siempre por el señor, la separación del payés de su tierra era prácticamente imposible. La exòrquia y la intèstia eran derechos señoriales deducidos de la herencia de los campesinos fallecidos sin descendencia o sin haber hecho testamento antes de su muerte. La deducción, en el caso de la exòrquia, suponía cuatro quintas partes de la herencia, mientras que en la intèstia variaba la cantidad a confiscar según si el difunto dejaba viuda e hijos, o si sólo dejaba viuda o hijos. En el primer caso, el señor se quedaba con un tercio; en el segundo con la mitad. Por si todo esto fuera poco, los dos últimos derechos señoriales catalanes resultan, irónicamente, casi delirantes, por su crueldad: la àrsia gravaba al pagès que había perdido su casa en un incendio, como castigo por su presunta negligencia o descuido; la cuantía era una tercera parte de su patrimonio. La cugucia, término derivado de coguç ("cornudo") permitía al señor confiscar todos los bienes de un casa, si la mujer había sido adúltera con consentimiento de su marido; la cantidad se reducía a la mitad si el marido no se había enterado de las veleidades de su esposa (pero aun así, tendría que demostrarlo). También habría que añadir -para colmo- que, con el tiempo, se introduciría una versión del derecho de pernada en Cataluña. De todos estos derechos señoriales, el que más continuidad y extensión tuvo, fue, sin duda, el de la remensa, cuyas infortunadas víctimas, los campesinos sujetos, mencionados a partir del siglo XIII como payeses de remença en los textos, y siempre muy conscientes del abuso feudal, protagonizaron varios levantamientos y revueltas, hasta tiempos de Fernando el Católico de Aragón, quien por fin los liberó (aunque parcialmente) de la servidumbre. Copyright del artículo: Juan Antonio Cantos Bautista. Contacta con el autor de este artículo para obtener su permiso y autorización expresa para poder usar o publicar su contenido de forma total o parcial. Leer más en Suite101: Servidumbre y señorío en la Cataluña medieval | Suite101.net http://juanantonio-cantos-bautista.suite101.net/servidumbre-y-senorio-en-la-cataluna-medievala60604#ixzz1f99w2xlz