Subido por Ysidmar Yepez

Los Jóvenes como actores sociales y gestores de cultura

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Los Jóvenes como actores sociales y
gestores de cultura
América Latina está constituida mayoritariamente por una población de Jóvenes. Según
UNICEF al menos el 46,2% por debajo de los 25 años de edad. Por lo que retomando lo
expresado por el Sínodo de la Amazonía podemos afirmar: Es una Iglesia con rostro
Joven. Ahora bien, el documento de la Asamblea Eclesial para Latinoamérica y el Caribe
nos moviliza a revisar ese concepto que tenemos del joven no solo como el portador de la
alegría, del dinamismo y de la rebeldía que tanto bien nos hace como iglesia, sino que nos
propone pensar en los jóvenes como actores sociales y gestores de Cultura.
El Papa nos dice que “hoy los adultos corremos el riesgo de hacer un listado de
calamidades, de defectos de la juventud actual” (Christus Vivit, 66). En este sentido,
estamos invitados a cambiar nuestra mirada sobre la juventud y dejarnos evangelizar por
ellos.
Para pensar en los jóvenes como actores sociales y gestores de cultura se deben destacar
3 elementos importantes:
1.
La sociedad cambia, y los jóvenes son quienes impulsan estos cambios por medio
de su insistencia, su rebeldía, su curiosidad, y sus cuestionamientos, porque pareciera
que los adultos nos vamos acomodando a las realidades existentes, por el contrario, el
joven siempre busca lo nuevo. Es decir, necesitamos este ímpetu y pasión del joven de
atreverse a la novedad y arriesgarse al cambio.
Ahora bien, ¿cómo hacer, para que esta construcción social se nutra de la sabiduría y
experiencia de quienes ya han caminado más? Este es un desafío que nos motiva a
superar las divisiones generacionales entre el ayer y el hoy, es decir, implica caminar
juntos, el adulto mayor con el joven. “De ese modo podremos aprender unos de otros,
calentar los corazones, inspirar nuestras mentes a la luz del Evangelio y dar nueva fuerza
a nuestras manos”. (Christus Vivit,199)
Caminar juntos significa que les ayudamos a profundizar su mirada sobre el mundo, sobre
las realidades que vive la sociedad y que demandan una respuesta urgente, mientras que
ellos nos abren nuevas alternativas de una sociedad que cambia y se transforma
continuamente, por medio de los recursos tecnológicos actuales (el zoom, el tick tok,
Instagram, telegram), las subculturas emergentes, los cambios de paradigmas. Caminar
juntos no significa forzarles a mirar con nuestro mismo lente, sino ayudarles a que
descubran en su propia experiencia lo que pueden transformar.
Aquí quisiera recordar todas las iniciativas sencillas y a veces silenciosas que nuestros
jóvenes han realizado para ayudar a los más desfavorecidos, siempre inspirados por este
modelo de Alejandro e Inés, que los impulsa a ser misioneros en salida: La jornada de
recolección de útiles, desayunos para personas de la calle, ayudas para familias que se
encuentran en necesidad, Apoyo pedagógico en comunidades indígenas, el apoyo al
cuidado de la casa común y el acompañamiento a otros jóvenes que en esta pandemia se
encuentran decaídos, desanimados y confundidos. Todo esto en medio de una gran
alegría de darse a los demás, en el apostolado más importante como lo menciona Mons.
Alejandro “el apostolado de acogida paciente y amable”. (Crónica Huaorani pág. 23)
Los jóvenes tienen la disposición y el corazón para abrirse a las necesidades de los otros,
solo hace falta que les demos espacios para formarse, para mostrar lo que pueden hacer,
es decir, dejar de tratarlos como niños, y creer en su capacidad de dar. ¿y cómo lo
hacemos si no le acompañamos integralmente? Esta pregunta nos lleva al segundo
aspecto.
2.
La promoción Humana del Joven: Un elemento que destaca la Asamblea Eclesial
es que en la actualidad la gran mayoría de los jóvenes, tanto en los contextos rurales
como en las zonas urbanas, vive en condiciones muy precarias y, a causa de la pandemia,
ven su futuro muy incierto. Y en la Amazonía se agrava esta situación, por la falta de
oportunidades para estudiar, de recursos, o acceso al empleo, y vemos con dolor a
muchos jóvenes desorientados, perdidos, presa de los vicios, y con un alto índice de
suicidio en nuestra realidad amazónica.
Y en virtud de esto nos hace un llamado esta Asamblea Eclesial:
Como discípulos misioneros estamos llamados a
comprometernos con la promoción humana y la
defensa de los derechos de los jóvenes.
Y esta es una llamada imperativa para todos los que trabajamos con jóvenes, como
misioneros, como Vicariato, como Iglesia, <<si estamos convencidos de que los jóvenes
también son actores sociales debemos trabajar por esta promoción humana, para que
puedan prepararse, tener un proyecto de vida, con oportunidades de estudio, de
trabajo>>. Aquí resaltaría con insistencia uno de los tantos clamores que hemos repetido
durante tanto tiempo ¡Universidad para Orellana!
Solo promoviendo al joven como persona podremos hacer que descubra lo valiosa que es
su vida para Dios. ¡Esto es evangelización!
3.
El joven como gestor de Cultura, se convierte en un gestor de la identidad cultural
de la región y de la Iglesia. Y es difícil hablar de un rostro Amazónico en medio de la
diversidad que nos caracteriza. Entonces hablaremos un rostro que tiene muchos colores.
que se gesta no solo desde la cultura, sino con interculturalidad, y como se hace?, desde
el encuentro, sin prejuicios, sin etiquetas, y para eso son expertos los jóvenes, para el
encuentro. Esta experiencia, rememora la alegría del encuentro de Monseñor con el
pueblo Huaorani. La misma experiencia de encuentro, que le supuso a Monseñor
Alejandro y a la Hna. Inés un proceso de despojarse de aquello que les impedía
presentarse frente al otro como hermano.
“Me desnudé completamente y besé las manos de mi padre y de mi madre Huaorani
y de mis hermanos, reafirmando que somos una verdadera familia. Comprendí que
debía despojarme del hombre viejo y revestirme más y más de Cristo en estas
Navidades. Todo se desarrolló en un ambiente de naturalidad y emoción profunda,
tanto para ellos como para mí, sin poder adivinar todo el compromiso que este acto
puede entrañar para todos” (Crónica Huaorani, pág. 29)
Es la misma experiencia que hacen los jóvenes, que, al conocerse, relacionarse y
formarse, son capaces de mirarse como hermanos al descubrir el propio valor de su
cultura y el valor de la cultura del otro. Les aseguro, que en esto los jóvenes nos pueden
enseñar mucho a los adultos.
Esto me lleva a pensar, en el camino que hemos venido haciendo en la Pastoral Juvenil
desde hace algunos años entre los jóvenes mestizos, los jóvenes indígenas, y
recientemente los jóvenes afro, la alegría del encuentro entre ellos, el ver como los jóvenes
indígenas enriquecen con la enseñanza de su lengua, de sus mitos, de sus bailes, y en
esta interacción, la alegría y entusiasmo del joven mestizo al recibir esto y compartir lo
suyo, le ayuda a cada uno a descubrir su identidad y valorarla. Y de esta forma la
interculturalidad deja de ser una amenaza para convertirse en una riqueza, que va
fortaleciendo las raíces de los jóvenes.
Sin duda, estos tiempos de escucha y reflexión son una oportunidad para cuestionarnos
sobre nuestra percepción del papel del joven en su accionar como Iglesia de Dios.
¿Realmente estamos convencidos de esto que nos plantea la Asamblea Eclesial?
¿Somos capaces en la iglesia de apostar por caminos que impulsen a los jóvenes
como actores sociales y gestores de cultura? ¿estos caminos los construimos
para ellos o junto a ellos?
Sin duda, en nuestro Vicariato vamos dando pasos, pero aún nos falta un largo camino
por recorrer. Pidamos al señor, que nos permita mirar a los jóvenes no como algo que
ocurrirá en el futuro, sino como ese “ahora de Dios” (Christus Vivit CAP III), ese presente
de nuestra iglesia, que nos invita a seguir cambiando, renovándonos y descubriendo
nuevos caminos para la evangelización como lo hicieron Alejandro e Inés. Amén.
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