1 EL BAUTISMO DE JESÚS BAUTISMO DE JESÚS (MT 3,13 ss.) El bautismo es un antiquísimo ritual, más antiguo que el cristianismo. Muchas religiones conocen una iniciación mediante un ritual de agua por inmersión. Pertenece más bien a los usos y costumbres de la sociedad, es la ceremonia que celebra un acontecimiento. Hace poco me contó una mujer que a la edad de tres años tuvo una experiencia muy profunda que la acompañó a lo largo de toda su vida. Siendo niña, sabía que pertenecía "a otro lugar", que su patria estaba en "otro lugar", pero ese "otro lugar" no se refería a un lugar del espacio. Sabía que sus padres sólo tenían que ocuparse de ella, pero que ella era mucho más que la hija de sus padres. Como esta experiencia la acompañó hasta su edad adulta, hay que pensar que no se trata sólo de una caprichosa fantasía infantil. En un primer momento, sus padres se extrañaron cuando lo oyeron y, después, se escandalizaron cuando además les soltó: "No sois mis padres verdaderos. No os pertenezco" Esa mujer experimentó, ya siendo niña, que ella no era solamente el cuerpo con alma y espíritu que le habían dado los seres humanos, sino Rué era mente que se había creado y escogido un cuerpo. El bautismo es una iniciación en la que se nos confirma que somos más que carne y hueso. Nos sacude para despertarnos a esa otra realidad que denominamos Dios y que es nuestra patria verdadera. El que quiera entrar en esa dimensión de lo divino necesariamente tiene que pasar la línea fronteriza. Cuando se entra en un templo budista, hay que pasar claramente por encima de una viga, lavarse las manos, agua bendita y se santigua. Cuando se recibe el bautismo, se realiza una iniciación. Se lleva a cabo el cruce de la frontera. La persona se incorpora a la fila de aquellos cuya meta en la vida consiste en buscar con todo su ser esa Realidad originaria, Dios. Mediante la iniciación, el individuo queda marcado para siempre. La persona no se adhiere a una comunidad, sino a la Realidad originaria misma. 2 Las religiones mistéricas castigaban el abandono del camino con la pena de muerte. El que ha sido bautizado puede abandonar la Iglesia pero, en el fondo, no puede abandonar el cristianismo. Ha quedado marcado. No se puede entrar a medias. Es como estar plantado en un lugar, para crecer y madurar allí. Esto es válido también para la ordenación de un monje o un sacerdote, así como para todos los sacramentos. Algo parecido ocurre cuando nos convertimos en discípulos/as para andar por un camino espiritual. Generalmente, lo mismo ocurre con una iniciación. A veces, las personas reciben en la iniciación un traje nuevo, en señal de que una vida completamente nueva ha comenzado. Estuve presente en la iniciación de un sannyasin en la India. El aspirante entró en el río, se quitó la ropa y la dejó flotar en el agua. Luego se sumergió por tres veces en señal de la muerte del hombre viejo. Cuando se volvió a incorporar, entonó el OM cara al sol naciente y salió del agua para recibir el hábito del sannyasin de manos de su maestro. Es la señal exterior del hecho de haberse vuelto un apátrida en esta tierra, y de que su patria verdadera se encuentra en lo más íntimo de él mismo. Los monjes benedictinos tenemos un ritual muy parecido cuando somos ordenados. Exactamente lo mismo se ha llevado a cabo en nuestro bautismo. En el fondo, en esa ocasión se recibe también un traje blanco. Estos días he recibido una postal desde Riva S. Vitale, un lugar en la orilla sur del lago de Lugano, en la que se ve una pila bautismal. Es una pila grande, en la que uno podía sumergirse en el bautismo. En la noche pascual, el individuo entraba en la pila por el lado occidental, que debía recordar el sepulcro de Jesús, se sumergía tres veces y salía por el lado oriental. Allí recibía un traje blanco, que llevaba hasta el "Weisse Sonntag"(1) (Domingo Blanco), que recibió su nombre de este acontecimiento. La triple inmersión en el agua, con sus correspondientes salidas, simbolizaba la muerte y resurrección de Jesucristo. También en nuestro rito bautismal se celebra la muerte y la resurrección. A veces creo que deberíamos repetir nuestro bautismo como adultos -quizás en la Noche Pascual- para captar su significado profundo. Jesús entró en el río Jordán. Probablemente se sumergió en él, como era costumbre. En los primeros siglos del cristianismo se realizaba en muchos 3 lugares el bautismo de esta forma, y aún hoy día se celebra así el ritual en las iglesias africanas. Cuando Jesús salió del agua, se oyó una voz sobre él. "¡Este es mi Hijo amado, en quien me complazco!" Sobre cada bautizado se oye esa voz: "Este es mi Hijo amado, ésta es mi Hija amada". Pertenecemos a la familia Dios. Dios es, por así decir, nuestro apellido. No hay diferencia entre Jesús y nosotros, como predicaba el maestro Eckhart: "¿De qué me serviría si yo tuviera un hermano que fuese un hombre rico mientras yo fuera pobre? ¿De qué me serviría si tuviera un hermano que fuera un hombre sabio mientras yo fuera un necio?" (Edhasa, pág. 305). Con esto quiere decir que somos Hijos e Hijas de Dios, igual que Jesucristo. Pero esto no significa solamente que Dios mora en nosotros, sino más bien que Dios vive a través de nosotros. Dios se manifiesta en la flor como flor, en el árbol como árbol y en el ser humano como ser humano. Dios se manifiesta en todos y cada uno de nosotros. Esto nos parecerá muy poco probable a la vista de nuestra imperfección humana, pero es lo que nos anuncia el Evangelio. NOTAS: (1). N. del T. Weisser Sonntag en Alemania es el domingo después de la Pascua de Resurrección, en el que suele celebrarse la Primera Comunión en la Iglesia Católica.