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LA LITERATURA DE ALMANAQUE
Ra q u e l G utiérrez Seb a stiá n
Universidad de Cantabria
Los procesos de alfabetización y de aproximación del
pueblo a la cultura letrada y a la literatura que se dieron a
lo largo de los siglos XIX y XX en España estuvieron muy
ligados a la prensa periódica. Prueba de ello son estas pa­
labras de un espectador de lujo de la actualidad cultural de
su época, como Clarín, que indicaba que el público español
a fines del XIX «empieza a leer de veras pero en vez de em­
pezar por Pepita Jim énez y Sotileza como debiera, empieza
por los papeles de actualidades políticas y de todo género
que le ofrecen a perra chica por la calle.» (Botrel, 1996:50)*.
Las razones de la difusión en la prensa de la literatura
destinada a las masas menos alfabetizadas hemos de buscar­
las en la facilidad de acceso material y económico a los pe­
riódicos por parte del pueblo. Y dentro de las publicaciones
periódicas, los almanaques y calendarios, en los que cen­
traré este trabajo, constituyen un elemento esencial, porque
responden a los intereses literarios y culturales de ese sec­
tor de público que habitualmente no puede adquirir otras
publicaciones. En su origen, este tipo de textos tenía una
* Este trabajo forma parte del Proyecto de Investigación «Análisis de la
Literatura Ilustrada del siglo XIX», dependiente del Plan Nacional de I+D+i , 20122014 (referencia: FFI2011-26761)
finalidad práctica, mostrar pronósticos del tiempo en una
sociedad agraria en la que eran muy necesarios, pero fue­
ron adquiriendo progresivamente una función de culturizar,
y supusieron, además, la fijación por escrito de elementos
literarios de la cultura popular que en muchos casos no se
hubieran conservado por su naturaleza oral.
Entre estos elementos literarios encontramos frecuente­
mente refranes, cuentecillos, máximas o textos de divulga­
ción de ideas políticas, morales y sociales propias del sistema
de valores burgués que las élites pretendían que calasen
en el pueblo. Además se acompañaban de imágenes, cuya
función era, en líneas generales, captar la atención de ese
público escasamente alfabetizado.
Imagen 1. Almanaque de La Iberia (1889).
Imagen 2. La primavera por Picolo en Almanaque de
La Iberia (1889).
Un significativo ejemplo de los elementos constitutivos
de un almanaque al uso, lo encontramos en la enumeración
de los mismos que Pedro Calvo Asensio1 hace en la intro­
1
Pedro Calvo Asensio (1821-1863) fue un afamado periodista y dramaturgo
vallisoletano que dirigió el periódico satírico El Cínife (1845) y fundó y dirigió
I.a Iberia (18541. Se destacó además como político vocacional de ideología
progresista. Escribió varios dramas y comedias, y tiene una interesante obra en
prensa (Un recorrido por su figura y su obra puede leerse en Ojeda y Vallejo:
2001 ).
ducción al almanaque de La Iberia para el año 1860: el libro
fundamental de una sociedad:
Un Almanaque es ojeado constantemente durante un
año por el hombre de estudio, por el artista, por el artesano
por la madre de familia, por el niño que deletrea, por el
estudiante, por el fám ido y por toda persona de cualquiera
clase, sexo o edad que sabe leer: y si ese libro contiene
artículos curiosos, amenos e instructivos se guarda después
con aprecio para ser consultado en muchas ocasiones: en
una palabra, ese libro form a el paladar literario y político
del niño, y da campo a la meditación en las inteligencias ya
form adas (Calvo Asensio, 1860:18).
El almanaque era, desde luego, un medio de instrucción
popular, y la consideración que las élites burguesas tenían de
su importancia como tal se manifiesta, por ejemplo, en la apa­
rición de almanaques de signos políticos divergentes, que in­
tentan inculcar al pueblo determinadas ideas. Así, en 1864 en
Barcelona, la edición de A lm a n a q u e del Ateneo Catalán de
clara tendencia conservadora, provocó la aparición del Alma­
naque democrático pa ra el año (bisiesto) de 1864 p o r varios
socios del Ateneo catalán en el que aparecen artículos sobre
la libertad popular, las cooperativas obreras o la organización
política de Suiza2 y en el que también se incluye un romance
de tono sarcástico en el que se alude al otro almanaque:
2
Este Almanaque democrático para el año (bisiesto) de 1864 por varios
socios del Ateneo catalán se creó bajo los auspicios de un grupo de intelectuales,
entre los que se contaban el novelista Antonio Altadill, cuya obra ilustrada por
Eusebio Planas ha estudiado Miralles (Miralles: 2011:491-508) y el inventor del
Ictíneo o barco-pez, antecedente del submarino, Narciso Monturiol.
Como sobran los chismosos
y no faltan marrulleros,
han dado en decir algunos
que este almanaque plebeyo
de otro, de un círculo ilustre,
iba a ser el contrapeso:
que esto es grilla, de seguro
lo conocerá el más lerdo,
si a cierto almanaque aluden
que parió cierto Ateneo,
porque aquel pesa ocho reales
y este sólo DOS REALEJOS!!!
Libro es aquel, fijo-dalgo
y este es un libro pechero,
y si aquí los sabios faltan
no allí los re-sabios NEOS;
por lo cual, todo pagano
que se pique de discreto,
con las dos pesetas, compre
cuatro ejemplares del nuestro,
y, de fijo, ganancioso
saldrá en honra y en provecho.
Lector, acepta confiado
este gratuito consejo,
que tan cara ilustración
no puede pagarla el pueblo
con las sobras que le dejan
los consumos y otros pechos.
Con que así, buen ciudadano,
(si form as entre los buenos)
SALUD y FRATERNIDAD
y... adiós, hasta el AÑO NUEVO.
Hemos de añadir que esta publicación fue prohibida
y sus autores editaron un pequeño folleto titulado Los au­
tores del Almanaque Democrático a sus conciudadanos, en
el que defendían la libertad de expresión y el derecho a un
pensamiento independiente de la religión.
Desde los años 60 hasta finales del XIX los almanaques
siguieron siendo un instrumento propicio para la lucha ideo­
lógica y la difusión cultural, pero su oferta se fue diversifi­
cando, paralelamente al aumento de los periódicos que los
editaban, y se intensificaron además sus contenidos literarios.
En la culminación de ese proceso de «elitización» de los
almanaques encontramos un libro como Los Meses en cuyo
análisis centraré la segunda parte de este texto y que me ha
interesado porque puede ser una muestra de la permeabi­
lidad de formas y géneros que se produce entre la llamada
literatura popular y la culta.
Imagen 3. Portada del libro Los Meses.
226
En 1889 la casa editorial Henrich y Cía. presentó Los
Meses, un volumen de gran tamaño en edición monumental.
De su carácter selecto dan cuenta tanto la cuidada encua­
dernación y la portada con gofrados en dorado y rojo,
firmada por J. Pascó y Campillos y los grabados y cromoli­
tografías que acompañaron a los textos, como el minoritario
sector de lectores a los que se dirigía, pues fue un libro de
elevadísimo precio para la época, 80 pesetas, lo que supo­
nía multiplicar por 20 el importe de un volumen en rústica
de la misma editorial y que fue en realidad un ruinoso
negocio para la misma. Precisamente José María de Pereda,
uno de los colaboradores en la obra, lamentaba el fracaso
comercial3 de esta iniciativa y su escasa difusión en carta a
Yxart del 15 de febrero de 1890:
Veo con pesadumbre que lo de Los meses ha sido un
fracaso, aquí por lo menos, y en Madrid según mis noticias; y
no por culpa del público sino por la desatinada ocurrencia de
haber publicado la obra en edición monum ental únicamente,
a onza de oro el ejemplar, cuando es público y notorio que
no queda un solo español que posea esa cantidad. (González
Herrán, 2006: 41).
Tal ocurrencia, la de publicar un libro de lujo en el que
siguiendo ciertas convenciones de los almanaques se inclu­
yeran textos e imágenes de una selección de los mejores
escritores y dibujantes del momento, se debió al periodista
y crítico de arte Luis Alfonso y Casanovas (1845-1892) y
3
Sería esta una de las varias tentativas comerciales poco lucrativas que
llevarían a la decadencia de la casa editorial Henrich y cía. hacia 1910.
desde los inicios de esa aventura editorial estuvo clara la fi­
liación burguesa o aristocrática del público al que se dirigía
Como firmas literarias se contó con Campoamor, Echegaray
Núñez de Arce, Castelar, Cánovas, Valera, Antonio de Trueba, Manuel del Palacio, Emilio Ferrari, que sustituyó a Zorri­
lla, Pérez Galdós, Pereda y Alarcón, además de con Mañé y
Flaquer, autor del prólogo en sustitución de Menéndez Pelayo, al que Luis Alonso había intentado convencer infruc­
tuosamente para que colaborase, primero en el prólogo y
posteriormente en el texto relativo a julio, como muestra el
epistolario entre ambos autores4. Los artistas gráficos eran
también sumamente conocidos: José Benlliure y Gil, Domín­
guez, Alejandro Ferrant, Baldomero Galofre, Salvador Mar­
tínez Cubells, Arcadi Mas y Fontdevila, Apeles Mestres, José
Moreno Carbonero, José Luis Pellicer, Plasència, Alexandre
de Riquer, José Villegas Cordero y Ricardo de Villodas5.
La calidad que esta nómina de relevantes nombres del pa­
norama artístico y literario del momento suponía en una publi­
cación, fue refrendada por la casa editorial responsable de la
obra, Henrich y cía., continuadora de la razón social Sucesores
de Narcís Ramírez, cuyo edificio de la calle Córcega de Barce­
4 En carta de Luis Alfonso a don Marcelino, fechada en Barcelona el 25 de
abril 1889 le indica: -Mi muy estimado amigo: logré al cabo una vacante para V. en
el libro Los doce meses. Como V. se negó en redondo, á escribir la Introducción
temíame, y no poco que saliese el Añalejo sin el nombre de V. Ya no sucederá
así, por fortuna, pues supongo que accederá V. desde luego á lo que le pido,
encargándose de Julio que es el mes que nos queda libre y que se presta mucho
á una buena monografía. Esta no conviene que pase de 30 cuartillas y es necesario
que este corriente para fines de Mayo, El precio, como le indiqué á V., cincuenta
duros.» (Menéndez Pelayo: Epistolario: volumen 9: Carta 636).
5 Este notorio elenco de artistas, literatos y pintores estaba formado
por colaboradores habituales en los almanaques de La Ilustración Española y
Americana.
lona fue el más grande de su género en España y contaba con
talleres de fotograbado, litografía, grabado al acero, fototipia,
encuadernación e impresión de relleno (Vélez, 1986: 263-264).
Asimismo, en la Barcelona de finales de los 80, el
ambiente cultural entre las élites intelectuales burguesas
favorecía este tipo de iniciativas en torno al libro6 y no cabe
duda tampoco del interés del promotor del volumen, el
citado Luis Alfonso, en presentar una obra de calidad, y de
las dificultades que conllevó aunar estética y temporalmente
los esfuerzos de tantos artistas. Prueba de ello fue el largo
proceso de gestación de la obra, ya que muchos de sus tex­
tos como los de Antonio de Trueba, Pereda o Galdós llevan
fecha de 1887 y en las páginas finales los editores piden
disculpas por ciertas incongruencias entre las palabras del
prólogo, en las que se indicaba una nómina de colaborado­
res, y los que verdaderamente participaron, incongruencias
imputables a las dificultades que entrañaba un libro de
estas características y a que transcurrió un lapso de tiempo
notable, dos años, entre los primeros encargos de trabajos y
la edición del volumen. En este sentido podemos aducir dos
ejemplos significativos, la alusión en el prólogo de Mañé y
Flaquer a la colaboración de Zorrilla, momento que apro­
vecha el prologuista para exaltar su figura literaria, alusión
que debe aclarar en nota a pie de página indicando que ha
sido sustituido por Ferrari, y la referencia en la nota final de
los editores a la muerte de Trueba antes de que el volumen
6
Años después, en 1898, se creó la Institución Catalana de las Artes del
Libro que aglutinó a los mejores profesionales del ramo de la industria tipográfica,
supuso una importante reorganización del mundo de editores, impresores y libreros
y promovió una serie de actividades entre las que destacaron las conferencias, las
visitas a fábricas o formación de los profesionales del sector (Vélez: 1986).
viera la luz, en 1889, es decir, dos años después de que este
hubiera escrito su colaboración.
El resultado de estas fatigas y demoras fue una obra
que podríamos calificar como almanaque de lujo, dividida
en doce partes, una para cada mes del año, con colabora­
ción de un escritor y un artista para cada uno de los meses.
El formato y género de los textos literarios en ella incluidos
es diverso: aparecen cuentos en prosa, como las colabora­
ciones de Galdós o Pereda, narraciones versificadas, entre
las que destacan las escritas por Campoamor, Núñez de
Arce o el relato en verso de Manuel del Palacio que glosa
las últimas horas de Quevedo, y escritos misceláneos en los
que se recrean temas diversos relacionados con cada uno
de los meses, como fiestas religiosas, referencias climato­
lógicas, reflexiones filosóficas y literarias, mezcladas con
fragmentos de artículos costumbristas o alusiones eruditas a
la Antigüedad grecolatina.
En cuanto a las imágenes y su distribución en los tex­
tos, advertimos un criterio uniforme que obedece al hecho
de que la obra fue concebida desde su origen para ser
ilustrada, pues como indican los editores en la advertencia
final del volumen, su propósito era rendir homenaje a las
letras y las artes gráficas, aspecto muy interesante porque
revela la similar importancia que tiene para ellos la literatura
y el dibujo:
Este (se refiere al propósito de la publicación) no fu e otro
que ofrecer un libro de índole excepcional y extraordinaria,
por la excepcional y extraordinaria reputación de sus autores,
la más brillante muestra de cuanto le es dable alcanzar en
nuestra patria al arte de la tipografía y de la imprenta, así como
al del grabado y la litografía. Exornando y reproduciendo
con todo el esmero y con toda la esplendidez que merecen
las valiosas concepciones de nuestros primeros escritores y de
nuestros más celebrados artistas, reunidas en un solo volumen,
hemos pretendido tributar justísimo homenaje al Alte y a la
Literatura españolas (Los Meses, 1889: 287).
Cada uno de los textos de cada mes va encabezado por una
orla, a veces firmada y otras no, en la que aparece un retrato
del escritor responsable del texto7, unas viñetas con motivos
animales o vegetales y el nombre de los meses del año en el ca­
lendario republicano francés propuesto durante la Revolución.
Imagen 4. Orla de Galdós
Previo al prólogo de la obra se incluye un grabado que
representa a Mañé y Flaquer, avanza la estructura reiterada
en todo el libro y muestra a las claras esa vocación pictórico-literaria de la publicación. Asimismo, al texto de cada
mes suelen acompañarlo dos o tres grabados, litografías en
blanco y negro en las que se ilustra algún pasaje textual
Formalmente el libro Los Meses está emparentado con los almanaques
populares, en lo que se refiere por ejemplo a la aparición del retrato de los autores
de los textos, tal como sucedía en este tipo de obras (Botrel, 2003:3)
significativo y al menos una cromolitografía exenta de vivos
colores para cada uno de los meses, que suele tener menos
relación con el texto al que acompaña y que es, desde el
punto de vista estético, uno de los reclamos de la obra.
Imagen 5. Cromolitografía de Alejandro Ferrant
correspondiente a marzo.
La inclusión de estas cromolitografías fue determinante
en el elevado precio de la publicación, ya que en el proceso
de edición de estos dibujos con colores era necesario colo­
car una plancha para cada color y era preciso utilizar un tipo
de papel especial.
Imagen 6. Cromolitografía de Salvador Martínez Cubells
correspondiente a febrero.
Junto con el precio y el formato monumental, otros el
mentos de la obra señalan inequívocamente al lector culi
al que se dirige, como las referencias irónicas y despectiv;
a la prosa empleada en los otros almanaques, es decir, e
los populares, que hace Mañé en el prólogo: «tendrá qi
contarse con prosa, y mala prosa, no tan mala, no obstant
como los versos que suelen emplearse en aquellos prono
ticos de revoluciones atmosféricas» (p. 13).
En definitiva, se trata de una vuelta de tuerca de 1<
almanaques que acompañaron a la prensa periódica, de
evolución de un tipo de obras que comenzaron peñen
ciendo al acervo popular y que, por esa permeabilidad tí
reiterada entre la llamada literatura culta y la popular, ac
baron conviñiéndose en un producto cultural para las élite
para los bibliófilos eruditos y con alto poder adquisitivo.
Imagen 7. Cromolitografía de Mas y Fontdevila
correspondiente a noviembre
Esta breve cala en dos tipos tan diferentes de almana­
ques nos indica la existencia de un corpus de obras de estas
características que puede merecer la atención de la críti­
ca. Las investigaciones futuras podrían orientarse hacia el
análisis de lo que verdaderamente leía el público y no tanto
a la literatura del canon. Por otra parte, sería interesante es­
tudiar la relación entre los productos literarios que las élites
ilustradas consumían y los que ofrecían a las cada vez más
crecientes masas alfabetizadas, así como profundizar en el
estudio del trasvase de textos y formatos entre la literatura
popular y la culta y en la importancia del soporte y de de­
terminados elementos que acompañaron a lo literario, como
las imágenes.
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