Subido por fernandatas

Aceprensa oct-2019 - Teorias Origen Universo. Situación actual

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Junto con Peebles, han recibido el
Nobel de Física los astrofísicos suizos
Michel Mayor (1942) y Didier Queloz
(1966). La Real Academia de las Ciencias de Suecia premia a los dos últimos
por el descubrimiento de los exoplanetas, y
al primero, por el desarrollo teórico que
evidencia la distribución de galaxias del
universo
observable. La
Academia
justificaba el premio a los tres por "sus
contribuciones para entender la evolución
del universo y el lugar que la Tierra
ocupa en el cosmos".
James Peebles (1935), estadounidense originario de Canadá, es investigador en la Universidad de Princeton y
emérito en la Cátedra de Ciencia Albert
Einstein de esa universidad. Estudió
durante veinte años cómo las pequeñas
fluctuaciones registradas por los científicos
Arno Penzias y Robert Wilson en forma
de radiación de fondo de microondas, con
la expansión del universo, dieron origen
a la heterogeneidad de la distribución de
materia actual de las galaxias. Penzias y
Wilson recibieron el Premio Nobel de Física
en 1978 por el descubrimiento
experimental de esa radiación de fondo;
ahora Peebles lo obtiene por el desarrollo
teórico que lo argumenta.
Además, Peebles sugirió la existencia de la materia oscura, incapaz de
interaccionar con el
resto de la
materia, salvo por sus efectos gravitatorios, y de la energía oscura, causante de la repulsión que hace que el
universo se expanda a un ritmo cada vez
mayor. Con esto daba respuesta a la
controvertida cuestión de la constante
cosmológica de las ecuaciones de campo
de la relatividad general; Einstein la
postuló, pero más tarde llegó a
repudiarla y la consideró su mayor error.
Por tanto, la contribución de Peebles
sugiere una confirmación teórica, desde
varias perspectivas, de la evolución del
universo a partir de un Big Bang.
Sin embargo, no todos los científicos
aceptan la teoría del Big Bang en todas
sus dimensiones.
VIAJE AL PASADO FÍSICO
El trabajo de los cosmólogos resulta un
tanto peculiar, en comparación con el de
otros científicos. Por ejemplo,
buena parte de la investigación técnica
actual persigue encontrar moléculas
específicas que consigan ciertos efectos
en algún proceso biológico. Así, la
búsqueda de
un
principio activo
farmacológico que pueda interrumpir la
reproducción de un microbio, se puede
convertir en el objetivo principal de un
laboratorio entero. Se trata de encontrar
una causa que produzca un efecto concreto.
En cambio, la investigación sobre el
origen del cosmos recorre el camino
inverso: a partir del universo conocido de
hoy, intenta deducir qué debió ocurrir para
traernos al punto donde estamos; es
decir, a partir de efectos conocidos
investigamos
las
causas que los
produjeron.
Si invertimos la flecha del tiempo
será posible acercarnos con mayor o
menor acierto a nuestros orígenes y
podremos formular teorías, que declararemos verdaderas con cierto grado de
certeza, si son capaces de explicar lo
acontecido a lo largo del tiempo. Se
trata, pues, de una investigación
retroactiva, propia de una ciencia forense, sobre todo porque muchos de
los fenómenos que suponemos que
ocurrieron miles de millones de años
atrás, ya no se producen en el universo
actual, al menos cerca de nosotros. Cabe
preguntarse: ¿qué produjo que el universo
hoy sea como es y no de otro modo? No
estuvimos allí para verlo, pero estamos en
condiciones de inves-tigarlo.
TEORÍAS RIVALES
Entre otras, dos han sido las hipótesis más
discutidas sobre el origen del universo. La
primera de ellas es la teoría del estado
estacionario: sostiene que el universo está
en continua expansión, pero su densidad
se mantiene constante, lo que exigiría la
existencia de materia en continua creación.
Esto explicaría por qué si observamos el
fondo del universo en cualquier dirección,
siempre vemos aproximadamente lo mismo.
El cosmólogo británico James Jeans
(1877-1946) fue el primero que en los años
30 conjeturó esta teoría, aunque luego fue
revisada en
1948 por Fred Hoyle
(1905-2001), Thomas Gold (1920-2004) y
Hermann Bondi (1919-2005), entre otros.
La otra gran teoría, con una pujanza significativamente superior, es la
teoría del Big Bang o de la Gran
Explosión, que afirma que el universo
estaba en un estado de muy alta densidad y
temperatura, y comenzó a expandirse a partir
de ese estado hasta cobrar las
dimensiones y características actuales. Las
primeras ideas en esta dirección fueron
propuestas por el sacerdote católico belga
Georges Lemafüe (1894-1966), quien, a
partir de la observación de un universo
en continua expansión, algo científicamente indudable, supuso que tuvo que
provenir
de
un
estado
anterior
remontándose hacia atrás hasta un
universo puntual: algo que la ciencia
denomina una singularidad y cuya física
desconocemos.
La experimentación observacional se
decanta abrumadoramente por la teoría del
Big Bang frente a la del estado
estacionario.
Es muy llamativo que la denominación
Big Bang no se la dio Lemaí'tre sino,
casi despectivamente, Fred Hoyle, uno de
sus detractores y máximo defensor de la
teoría rival del estado estacionario.
INFLACIÓN CÓSMICA
Pero ¿qué es exactamente lo que pudo
explotar y cuándo? El cuándo ha sido
científicamente
asequible.
Acmás
tualmente se estima que el Big Bang
ocurrió hace 13.800 millones de años. Sin
embargo, la teoría dice, en contra de su
propio nombre, que no hubo una explosión,
algo que implicaría una detonación violenta
de la materia en un espacio y a lo largo
de un tiempo que en ese principio aún
no existirían. Se trató más bien de una
expansión de esa singularidad inicial
masiva y caliente, origen de la materia y de
la energía, del mismo espacio y del tiempo.
No debió de ser, por tanto, una explosión,
sino una superinflación, que fue atravesando las distintas etapas que los físicos
describen como hipótesis probables y que
podrían explicar la historia que conocemos
del cosmos.
Esa expansión continua fue confirmada
experimentalmente por el estadounidense
Edwin Hubble (1889-1953) cuando descubrió
otras galaxias, más allá de la Vía Láctea
(que era la única que entonces se conocía),
que se alejaban de nosotros, y por el
ucraniano nacionalizado
estadounidense
George Gamow (1904-1968), que planteó
ese origen inicial como una explosión.
Gamow, junto con otros, predijo que, si
esto fue así, tendríamos que observar una
radiación de fondo, como si fuera un
ruido electromagnético, en la frecuencia de
microondas no visible al ojo humano,
correspondiente a una temperatura de algo
menos de 3 kelvin: sería algo así como el
rastro dejado por el Big Bang. Pocos años
después, Arno Penzias (1933) y Robert
Woodrow Wilson (1936), descubrieron esta
radiación de microondas distribuida casi
uniformemente en todas las direcciones de
observación, lo que acreditó significativamente la hipótesis de la Gran Explo-sión.
SEÑALES DE LOS ORÍGENES
Si no estuvimos allí, ¿cómo podemos
observar el pasado del cosmos? Contestar
esta pregunta no
parece ofrecer un
gran problema, al menos para la mayor
parte de la edad del universo.
Hay
dificultades
para conocer los primeros
momentos, pero no
para la
historia
posterior. Si aceptamos que el universo
está en continua expansión, una evidencia científica, veremos los lugares
Esquema de la evolución del universo, con una imagen de la sonda de WMAP (NASA), que
observa la radiación de fondo
más lejanos del universo con un gran
retraso temporal, puesto que lo que
captamos es la luz u otro tipo de
radiación que ha cubierto la enorme
distancia a una velocidad muy alta, pero no
infinita. Por tanto, mirar el fondo del cosmos
es como ver lo que pasaba allí hace
muchos, muchos milenios.
Además, cuando se habla de que el
universo se expande, no se quiere decir
que unos astros se alejen unos de otros
debido a su movimiento cinético o inercial
naturales, como si fueran unas bolas de billar
después de una carambola, sino que -sin
descartar este mismo efecto- la distancia
entre dos cualesquiera puntos del espacio
se dilata debido a esta expansión.
Un gran problema para la investigación cosmológica es que el estudio de
un universo tan masivo y a la vez tan
extraordinariamente pequeño, exige aplicar
dos teorías físicas que en el momento
actual no se llevan bien: la gravedad y
la mecánica cuántica. La gravedad afecta
a las masas y puede actuar a grandes
distancias, produciendo deformaciones del
espacio y del tiempo, mientras que la
cuántica actúa a distancias ínfimas,
típicamente atómicas y subatómicas, y sin el
determinismo científico con el que nos
sentimos tan cómodos en la física clásica.
Aún nos falta una teoría de unificación que
imbrique las cuatro grandes fuerzas de la
naturaleza: gravedad, electromagnética,
nuclear fuerte y nuclear débil, aunque hay
algunas propuestas integradoras como la
teoría de cuerdas.
CUANDO EL UNIVERSO NO ERA
TRANSPARENTE
La evolución del universo tras aquel inicio
inflacionario atravesó distintas etapas, cada
una con sus características propias. A los
pocos segundos del inicio se empezaron a
formar los primeros núcleos atómicos,
pero la densidad de materia era tan
grande que la radiación no podía escapar
de la materia, cualidad necesaria para
que el espacio se mostrara transparente.
Los radiotelescopios reciben imágenes
en forma de radiación electromagnética,
pero esa radiación
no les llega sino a partir de aquellos
momentos en que el universo se hizo
transparente,
lo
que ocurrió unos
cuatrocientos mil años después del Big
Bang. Esto quiere decir que hay unos
cientos de miles de años que nuestra
tecnología electromagnética no
está
capacitada
para
explorar.
Parece,
entonces, que nunca podremos confirmar
experimentalmente
las
predicciones
realizadas para aquel universo joven. Sin
embargo, las ondas gravitatorias vinieron en
nuestra ayuda.
LAS ONDAS GRAVITATORIAS
Dicen las estadísticas que las personas
con
déficit
auditivo
tienen
más
probabilidad de ser atropelladas por
vehículos en la vía pública. La razón se
torna evidente: cuando cruzamos la calle
recibimos información de la vista y del oído;
son informaciones que se complementan.
Cuando falta una de ellas, el riesgo se
eleva.
Algo parecido ocurre con las ondas
gravitatorias. Cuando exploramos el espacio
profundo (recuérdese que es equivalente a
explorar el estado del universo cuando era
joven, hace mucho tiempo), no tenemos
información procedente de la radiación
electromagnética, puesto que el universo
aún no se había vuelto transparente, por
lo que los radiotelescopios son poco útiles.
Sin embargo, las ondas gravitatorias,
producidas por la agitación violenta de
grandes masas, sí se dieron desde el
origen y pueden proporcionar información
sobre esos años oscuros. El problema es
que captar ondas gravitatorias es muy
difícil. Requiere tecnología muy avanzada
y, por si fuera poco, esperar a que nos
lleguen las huellas en forma de ondas
procedentes de algún cataclismo cósmico
producido muy lejos hace mucho tiempo.
LIGO
(Laser
lnterferometer Gravitational-Wave Observatory) es un doble
interferómetro de ondas gravi-tacionales
estadounidense situado en Hanford Site
(Washington) y Livingston (Luisiana). El
interferómetro es un dis-positivo que mide
distancias con una elevadísima precisión,
utilizando un láser. La teoría de la
relatividad general de Einstein, ampliamente
probada, sostiene que el espacio se
deforma (es elástico) en torno a las
masas. Un fenómeno violento y muy
masivo producirá ondas gravitacionales que
modificarán la distancia entre los brazos del
interferómetro. Son brazos de 4.000 metros
de largo en los que se ha hecho el
mayor vacío posible con la tecnología actual,
en concreto, ocho veces el vacío del
propio espacio, es decir, una billonésima de
la atmósfera terrestre.
Midiendo las deformaciones de la
distancia entre los brazos, podemos
detectar la onda gravitatoria que atraviesa
en ese momento el interferómetro. Y ello
nos proporciona ciertos datos de lo que
ocurrió en el cataclismo causante de las
ondas: explosión de una estrella, choque
de dos estrellas de neutrones, fusión de
dos agujeros negros, etc. Y si el evento
cósmico ocurrió en los primeros milenios
del universo, dará alguna información sobre
aquella fase del universo no transparente.
La presencia de ondas gravitato-rias
ha sido confirmada en estos últi-mos años,
primero por LIGO y después por otros
interferómetros con los que trabaja
conjuntamente: VIRGO (Pisa, Italia), TAMA
(cerca de Tokio, Japón) o GEO (Hannover,
Alemania).
La
observación
primera
confirmada se produjo el 14 de septiembre
de 2015, y se hizo pública al año
siguiente (ver Aceprensa, 1-04-2016). Ya
se han detectado varios de estos
cataclismos cósmicos, lo que abre una
nueva esperanza de conocer mejor ese
invisible origen del universo.
Desde
Galileo, pionero en el uso del telescopio,
ya teníamos los ojos abiertos a la radiación
luminosa; ahora hemos abierto los oídos a
la gravitación.
¿Y si no hubiera habido Big Bang?
Hay otras hipótesis para explicar el origen del
universo, aunque ninguna ha obtenido tanta aceptación entre
los científicos.
Pocas investigadores del espacio profundo cuestionan hoy día
la teoría del Big Bang. Aunque la Física fundamenta en la
experimentación las verdades que propone, la hipótesis teórica
del origen del universo, a partir de una gran explosión, ha sido
rodeada con una aura de credibilidad que algunos científicos se
han atrevido a poner en entredicho, como comenta Anna ljjas,
física investigadora en el Max Planck lnstitute far Gravitational
Physics, en New Scientist (17-08-2019). Su artículo se titula "¿Y
si no hubo Big Bang y viviéramos en un universo
cíclico?".
ljjas
Además
materia
Stephen
del
menciona una de las alter-nativas al Big Bang.
del universo estacionario, con continua creación de
(ver primera parte), hay otras. La defendida por
Hawking y James Hartle reformula la cuestión misma
origen del universo: según ellos, el universo no tuvo inicio,
porque no tiene límite (es finito, pero no limitado).
Una tercera alternativa, la de Latham Boyle y Neil Turok,
afirma la existencia un universo paralelo de antimateria, lo
que ya no nos parece de ciencia-ficción una vez que hemos
aprendido a utilizarla, al menos en parte. Si un radiólogo nos
hace un escáner de tipo PET (Positron-Emission Tomography,
tomografía de emisión de positrones), nos radiará con
positrones, que no son más que "antielectrones": las partículas
de antimateria correspondientes a los electrones, idénticos a ellos,
pero con carga eléctrica positiva. El choque de un electrón
con un positrón produce su mutua aniquilación material y genera
fotones (partículas de luz), que son los que se registran en las
placas fotográficas.
Pero estas teorías no superan al Big Bang en el intento de
explicar por qué la observación del universo es
aproximadamente isotrópica, semejante en
todas las
direcciones. Ahora bien, esta explicación exige una hipótesis
complicada de demostrar: sería necesario un período de
superinflación, en el que la materia se expan-diría incluso a una
velocidad mayor que la de la luz. Eso justificaría la uniformidad,
pero habría que demostrarlo.
UNIVERSO CÍCLICO
No sería necesaria esta hipótesis si la sustituimos por la
defendida por Anna ljjas en su artículo: el universo actual viene
de una compresión anterior en la que todo se hizo uniforme y
pequeño, seguida de una expansión en la que se conservó esa
uniformidad. Para justificar esta teoría, hay que echar mano de la
"parte oscura" del universo. Solo el 5% del universo está
compuesto de materia o energía conocida por nosotros, que
podemos ver o con la que podemos experimentar. Desconocemos
composición del 95% restante, que se repartiría entre lo que los
cosmólogos denominan materia y energía oscura. La energía
oscura sería la causante de la expansión, pues se
comporta como una fuerza repulsiva. Esta expansión se
revertiría cuando la gravedad de la materia, oscura o no,
superara en fuerza atractiva la acción expansiva de la energía
oscura.
Esto se repetiría cíclicamente, de modo que nuestro
universo sería una fase más de continuas expansiones y
compresiones (un big bang, seguido de un big crunch). El
tiempo necesitado por el universo para completar un ciclo
estaría en torno a los 100.000 millones de años, de modo
que, con una edad calculada para el universo actual por
debajo de los 14.000 millones de años, podemos suponer
que estamos casi al principio de uno de esos ciclos.
A veces se dice que la teoría del universo cíclico, o la de
Hawking, hacen superflua la cuestión de la creación. En
realidad, esas hipótesis, y también la del Big Bang o
cualquier otra, deja la cuestión intacta. La Física puede
llegar a un inicio en que ya existía algo, pero no alcanza el
origen absoluto, que es lo que se llama creación.
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