Homilía del Excmo. y Revmo. Mons. Oscar Julio Vian Morales Arzobispo Metropolitano de Santiago de Guatemala Solemnidad de Santiago Apóstol 25de julio de 2015 Saludo cordialmente a los señores Obispos, a los sacerdotes, diáconos, seminaristas, religiosos y religiosas, a los distintos medios de comunicación y a todos los fieles aquí reunidos. Hoy nos reúne la alegría de celebrar a Santiago Apóstol, patrono de nuestra Arquidiócesis. Una felicitación a todos, pastores y fieles de esta Arquidiócesis de Santiago de Guatemala, porción del Pueblo de Dios, a quienes Él nos ha confiado la misión de evangelizar. El pasado jueves 23 de julio se cumplieron 155 años de la consagración de nuestra Catedral. Las reliquias del Apóstol Santiago fueron colocadas en el Altar Mayor de este bello templo, el 23 de julio de 1860, fecha de su consagración. Gozando así de todos los privilegios, gracias e indulgencias que tiene la Iglesia de Santiago de Compostela, España. Este privilegio consiste en que cada año que el 25 de julio festividad del apóstol Santiago, coincida en domingo, es Año Santo Jacobeo. En el contexto de la celebración del Bicentenario de esta bella Catedral Metropolitana, nos inspira hoy la figura del Apóstol Santiago, quien con su palabra y con su ejemplo, nos invita a continuar la tarea misionera, teniendo presente que la Iglesia es madre y maestra en la evangelización de nuestros pueblos. Para los habitantes de la ciudad de Guatemala, y para todos los que conformamos esta Arquidiócesis, esta Catedral ha sido durante 200 años, un lugar privilegiado de encuentro con Dios, un santuario de reconciliación, un centro de irradiación de la fe, desde donde se ha proclamado la Palabra de Dios, una palabra profética y de profunda esperanza. Él apóstol Santiago fue llamado, elegido, consagrado y enviado para continuar la misión que Jesús había iniciado. Pero antes de ser enviado tiene que purificar sus intenciones, tiene que configurar su vida con la del Maestro, tiene que comulgar en el sentir, en el pensar y en el obrar de Jesús. El Evangelio que hemos escuchado nos relata las pretensiones del apóstol y las enseñanzas que Jesús le da al respecto. La pretensión consiste en tener un “puesto privilegiado” a lado del Señor cuando llegue a su reino. Hermanos y hermanas, seguir a Jesús, no es para buscar privilegios en la Diócesis, en las parroquias, en los grupos o movimientos, sino para servir al prójimo. No para ser protagonistas autosuficientes que buscan las mejores “plazas”, los “puestos de honor”; por el contrario, así como el Apóstol Santiago aprendió de Jesús, a servir desinteresadamente al Reino, hasta dar la vida en el martirio, también hoy nosotros estamos llamados a imitar su ejemplo, sus virtudes, su fidelidad al Evangelio. Luego de que Jesús expone cual es la actitud que predomina en la sociedad: prepotencia, tiranía, abuso de poder, búsqueda del bien individual sobre el bien común, declara: “que no sea así entre ustedes”. No permitamos que entre los cristianos haya autoritarismo y autosuficiencia, como lo hay en la sociedad, donde muchos destruyen la dignidad de los demás por alcanzar sus fines, donde se asesina a los demás por un “puesto de honor” a los ojos del mundo. No. Los cristianos debemos imitar el ejemplo del mismo Jesús que se abajo hasta el extremo y no escatimo nada por amor a los hombres. Nuestra Iglesia arquidiocesana, como parte de la Iglesia universal, ha recibido el encargo de continuar en el mundo, -y hoy en nuestro contexto concreto con sus múltiples problemas sociales y políticos-, con el testimonio que los apóstoles nos dejaron. Hoy que celebramos al Apóstol Santiago, podemos preguntarnos sobre nuestras convicciones interiores al momento de predicar el Evangelio. La lección de Jesús a Santiago y a Juan, es muy válida también para nosotros, para los sacerdotes, religiosos, religiosas y laicos, porque todos estamos llamados a prolongar el Reino desde el servicio a todos los hombres. En aquel momento Santiago comprendió muy bien la enseñanza de Jesús, e hizo de su vida una perfecta oblación agradable a Dios; su autoridad fue de servicio que sello con su sangre. Al celebrar hoy al Apóstol Santiago, pidámosle su intercesión, para que en nuestra Arquidiócesis no falten apóstoles-profetas, que con su testimonio de servicio anuncien el Reino de Dios.