Iglesia, PUEBLO DE DIOS Y les dijo: Vayan por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a toda la humanidad. Mc. 16,15 PRESENTACIÓN Nos sabemos discípulos en seguimiento de Jesús convocados por el amor gratuito, fiel y compasivo del Padre que no ha querido salvarnos aisladamente sino constituyendo un pueblo. Nos sabemos Pueblo de Dios que peregrina en Cortés, guiados e iluminados por quien es Luz de los Pueblos: Cristo. Con la claridad de Cristo el Concilio Vaticano II respondió a la pregunta que en 1962 resonaba ante los obispos reunidos: Iglesia ¿qué dices de ti misma? Nos hacemos esa misma pregunta hoy en nuestra diócesis y respondemos, en primer lugar: Somos Pueblo de Dios que peregrina en Cortés y que hace discernimiento para que la claridad de Cristo disipe las sombras que deforman el rostro de la Iglesia. Se deforma ese rostro cuando la Iglesia aparece como una multinacional de servicios religiosos que tiene franquicias en todo el mundo. Por eso recordaremos que la Iglesia es misterio de comunión y que :”Reunida y alimentada por la Palabra y la Eucaristía, la Iglesia católica existe y se manifiesta en cada Iglesia particular, en comunión con el Obispo de Roma… “La Iglesia particular es totalmente Iglesia, pero no es toda la Iglesia. Es la realización concreta del misterio de la Iglesia Universal, en un determinado lugar y tiempo. Para eso, ella debe estar en comunión con las otras Iglesias particulares y bajo el pastoreo supremo del Papa, Obispo de Roma, que preside todas las Iglesias”. DA 165-166 Se deforma ese rostro cuando se reduce la Iglesia a unos “poderes sagrados” realizados por unos pocos. Por eso con el Concilio subrayaremos que la Iglesia es Pueblo de Dios, fraternidad ordenada, de iguales en dignidad y con diversidad de servicios. Se deforma su rostro cuando se reduce su santidad a las prácticas propias de algunos miembros. Por eso reconoceremos con Aparecida la vocación a la santidad de los discípulos misioneros. DA 120-153 En los dos temas siguientes ahondaremos en las actitudes, cauces y estructuras que nos permitan llegar a ser una Iglesia comunidad de comunidades, guiadas por el Espíritu en la comunión, en el servicio y en la misión. 1. ENCRUCIJADA (Mirar la realidad) 1- Luis estudia en un colegio católico aunque su familia apenas va a la iglesia. Es más, a veces, visitan una iglesia pentecostal. Tanto en el colegio como en la iglesia pentecostal le dicen que son iglesias fundadas por Cristo. Hablando con otros amigos, que acuden a otras iglesias, tambien le dicen que sus iglesias han sido fundadas por Cristo. Esto le tiene realmente confundido a Luis. ¿Cómo es posible que todas digan que son la única Iglesia fundada por Cristo? 2- Doña Toribia es Delegada de la Palabra de Dios. Siempre ha estado muy preocupada por su hijo Adán pues este se ha manifestado siempre como indiferente ante lo religioso. Ahora está muy contenta porque su hijo, después de estar un tiempo en el extranjero, ha regresado con bien. Además le ha contado que allí pertenecía a una comunidad que se reunía todas las semanas. Pero Doña Toribia, que siempre ha sido muy respetuosa con las autoridades en la Iglesia, esta muy confundida cuando le oye a su hijo decir que la verdadera Iglesia es el pueblo pobre y no la jerarquía y que el verdadero trabajo evangelizador es únicamente la lucha política. 3- Toni está bien enojado por lo que sucedió en la ultima reunión de su comunidad. Hacía ya tiempo que el problema estaba allí. Había dos bandos claros: uno en torno al Delegado de la Palabra y otro en torno a la responsable de los jóvenes. Pero él siempre pensó que al ser gente de Iglesia tarde o temprano se solucionarían los problemas pero la última reunión del consejo local fue terrible, allí se dijeron de todo. Toni, que ya no podía soportar más, se levantó y les dijo, enojado, que aquella no podía ser la Iglesia de Jesús y se marchó con la decisión firme de no regresar. 4- Martha está realmente preocupada porque su hijo, que estudia sociología en la universidad, está cambiando su postura respecto a la Iglesia. Antes participaba en un grupo de pastoral juvenil al que dejó de acudir desde que fue a la universidad. Cada vez que sale el tema de la Iglesia, él dice que es una institución en la que no cree, porque no ve lo divino por ningún lado. Solo mira hombres, y, a veces, peor portados que los que no están en la Iglesia. Dice que dentro de ella se dan las mismas ambiciones y mentiras que en otras instituciones. 5- El grupo de jóvenes de la parroquia se había reunido para hablar del tema de la Iglesia. En un momento del tema comenzaron a dialogar sobre los ministerios y entonces surgió la discusión. Todo fue porque alguien afirmó que la tarea de don Luis era un ministerio y otros pensaban que no. Don Luis se encargaba de mantener aseada la iglesia, de abrir las puertas, de tener listos todos los libros y los ornamentos, de tocar la campana y al terminar de cerrar todo. 6- Aquella reunión de la comunidad eclesial parecía fácil pero, de repente, todo se enredó. Hablando del compromiso de los laicos unos opinaban que el lugar del compromiso era la Iglesia, para otros el lugar del compromiso de los laicos era la familia, el trabajo, las relaciones sociales, la política… Dialoguemos 1. ¿Cuál de estas situaciones es más frecuente en nuestro entorno? 2. ¿Se dan otras situaciones semejantes entre nosotros? 3. Comentamos brevemente. 2. BRÚJULA Y MAPA (Juzgar: Conocer la enseñanza de la Iglesia) 1- La Iglesia de Jesús Al abordar la cuestión de si Jesús «fundó» la Iglesia y en qué sentido lo hizo, hay que evitar dos extremos (CIC 766): Decir que la existencia de la Iglesia no está presente en el querer de Jesús, sino que surge como algo imprevisto después de su muerte y resurrección, por pura iniciativa de sus seguidores. Afirmar que Jesús puso en marcha la Iglesia como quien funda una sociedad del todo reglada y estructurada, diseñando hasta los últimos detalles de su organización. Jesús fundamento de la Iglesia Desde el principio de su misión, Jesús llamó junto a sí a un grupo de discípulos para que vivieran la dicha de las bienaventuranzas, la buena nueva del Reinado de Dios que él vino a anunciar, y para que continuaran su obra. Esta comunidad de discípulos, que se reunía en torno a Jesús, era el germen de la futura Iglesia. Jesús mismo esbozó las señas de identidad de la Iglesia, predicando el evangelio del Reino y manifestándolo con signos de vida y de liberación; creando un estilo comunitario, precisamente mediante este grupo de discípulos -sobre todo, «los Doce»- y haciendo de esta comunidad que le acompaña la semilla que él siembra. Por la acción del Espíritu Santo, enviado por Jesús desde el Padre después de su resurrección, esta pequeña comunidad irá creciendo como Iglesia. El Espíritu la hará desarrollarse en las líneas fundamentales de su estructura para que sea una comunidad portadora del encargo de Jesús de anunciar y hacer presente en todos los pueblos el Evangelio. Mc 16,15. En resumen: no debemos entender la fundación de la Iglesia por Jesús como un acto “jurídico” que hubiera acontecido en un momento concreto. Jesús es el fundador de la Iglesia más bien en el sentido de que es su fundamento, en cuanto que la da consistencia, la hace su Cuerpo y la vivifica con su Espíritu. La Iglesia se expande después de la resurrección del Señor, con la fuerza del Espíritu Santo, para llevar adelante el encargo recibido de Jesús y para ser la servidora del Reino iniciado en él. 2- El misterio de la Iglesia La Iglesia entra dentro de los planes de Dios para anunciar y hacer presente en el mundo, a lo largo de toda la historia, su proyecto de amor y de salvación, realizado en Cristo. A esto lo llama la Escritura, especialmente san Pablo, el misterio de Dios. La palabra “misterio” no significa aquí algo impenetrable o que no se entiende , sino una realidad profunda que no nace de nosotros, que nos sobrepasa y a la que nunca podremos abarcar del todo. El gran misterio es, por tanto, Dios mismo y su plan o proyecto de salvación, que ha culminado en Cristo y del que ahora la Iglesia es su servidora, a fin de que pueda llegar a toda la humanidad. El misterio de la Trinidad es la fuente, el modelo y la meta del misterio de la Iglesia. DA. 155 El Concilio Vaticano II también habla de la Iglesia como misterio en este sentido: porque entra dentro de los planes de Dios para comunicar a la humanidad su voluntad, su plan, su proyecto, su “misterio” de salvación. Para acercarse a ese misterio el Concilio, LG 6,7,9, recuerda las muchas imágenes que encontramos en la Biblia: la Iglesia es redil cuya puerta es Cristo; es grey cuyo Buen Pastor y Príncipe de los Pastores es Cristo; es la labranza de Dios que planta su vid que es Cristo; es edificio de Dios, templo santo para reunir a su familia; Jerusalén de arriba, madre nuestra, esposa del Cordero Inmaculado; es Cuerpo místico de Cristo. De todas esta imágenes nos centramos en solo tres. 2.1- La Iglesia es Pueblo de Dios Afirma el Concilio: “Dios quiso santificar y salvar a los hombres no individualmente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo”. LG 9. Esta denominación de “Pueblo de Dios”, CIC n. 782, referida a la Iglesia tiene una consistencia especial. No es propiamente una imagen ni una comparación, sino su mismo ser. La Iglesia no es “como” un pueblo, sino que es el nuevo Pueblo de Dios en la nueva y definitiva Alianza. En el Antiguo Testamento, Dios se eligió un pueblo, al que dio principio con la llamada a Abrahán. Israel es un pueblo que encuentra su origen y su fundamento en la elección y en la alianza con Dios. A este pueblo se irá revelando Dios de una manera especial hasta que llegue la “plenitud de los tiempos”, Gál 4,4, de la venida de Cristo, el Hijo. En esta línea de la historia de la salvación, la primera comunidad cristiana se comprende a sí misma como el “nuevo” Israel, con el que Dios ha sellado su nueva y definitiva Alianza en la sangre, esto es, en el amor y en la entrega de la vida de Cristo. Este nuevo Pueblo de Dios está vivificado y guiado por el Espíritu Santo, que crea entre sus miembros y con la Trinidad una profunda comunión. La comunión de los fieles y de las Iglesias Particulares en el Pueblo de Dios se sustenta en la comunión con la Trinidad. DA 155. Pueblo, comunidad y comunión son palabras que expresan una misma realidad: los bautizados estamos llamados a vivir una íntima comunión de vida con Dios y entre nosotros. Es muy hermoso lo que nos dice el Concilio en LG 9: el pueblo mesiánico tiene por cabeza a Cristo; por condición, la dignidad y la libertad de los hijos de Dios; por ley, el nuevo precepto del amor como Cristo nos ha amado, y como meta, el Reino de Dios. El bautismo nos hace a todos los miembros de este Pueblo iguales en dignidad. El bautismo nos iguala a todos en la común vocación de vivir y comunicar el Evangelio de Jesús. La Iglesia es, pues, el entero pueblo de los bautizados. Dentro de él , y a su servicio, están los distintos ministérios, tanto los llamados ”ordenados”: obispos, presbíteros y diáconos, como los “laicales”. Un Pueblo de Profetas, Sacerdotes y Reyes A imagen de Cristo Profeta, Sacerdote y Rey, este Pueblo de Dios o Iglesia, es un pueblo: Profético: Es decir, todos en él estamos llamados a anunciar y testimoniar la fe que nos salva y el Evangelio de Jesucristo; a discernir lo que se opone a su Reino y lo que en cada momento y lugar nos acerca a él. Sacerdotal: Damos culto a Dios con la ofrenda de una vida vivida en Cristo, en el espíritu de su Evangelio. Les pido, hermanos, por la misericordia de Dios, que se ofrezcan como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Este ha de ser su auténtico culto. Rm 12,1. El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque diferentes esencialmente y no sólo en grado, se ordenan, sin embargo, el uno al otro, pues ambos participan a su manera del único sacerdocio de Cristo. LG 10 Real: Ejercemos nuestro “señorío” sobre la creación y sobre la historia cuando, como Cristo, los guiamos y dirigimos en los valores de la paz, la justicia, la fraternidad. La “realeza” del cristiano es servicio y compromiso por una sociedad justa y libre; de hermanos y no de esclavos. 2.2- La Iglesia es Cuerpo de Cristo La imagen del cuerpo aplicada a la Iglesia es una aportación original de san Pablo y expresa: Por un lado, la profunda comunión e interrelación que existe entre los bautizados, que, siendo diversos, forman un solo cuerpo en Cristo , CIC 790. En este cuerpo todos los miembros son necesarios, aunque no todos realicen las mismas tareas. El mismo Espíritu suscita una diversidad que enriquece y una comunión que unifica: 1 Cor 12,12-27. Por otro lado, el hecho de que es Cristo , la Cabeza, quien vivifica a todo el Cuerpo, la Iglesia, Ef 1,20-23. Sin Cristo y el vigor de su Espíritu, el cuerpo moriría. La Iglesia no subsiste por sí misma, sino en la medida en que se abre a la fuerza y a la vida de Cristo mediante su Espíritu. 2.3- La Iglesia, Templo del Espíritu Santo El Nuevo Testamento está lleno de referencias a la relación entre el Espíritu Santo y la Iglesia: 2 Co 6, 16; 1 Co 3, 16-17; Ef 2,21. El libro de los Hechos de los Apóstoles nos presenta la expansión evangelizadora de la Iglesia como obra del Espíritu: los apóstoles, guiados por el Espíritu, se lanzan a la tarea de anunciar a Jesucristo “en Jerusalén, en toda Judea, en Samaría y hasta los confines de la tierra, Hch 1,7. Ese templo es: “Morada del Señor”, por medio del Espíritu. Ef 2,19-22. Si de cada cristiano se afirma que es “templo del Espíritu Santo” ,1 Cor 6,19, no es impropio afirmarlo también del “cuerpo de los cristianos”, que es la comunidad de la Iglesia. Un edificio de “piedras vivas” cuya “piedra angular” es Cristo: 1 Pe 2,4s. Un edificio que se va construyendo armónicamente en sus diversos elementos porque el Espíritu Santo suscita en la Iglesia dones y servicios, para su edificación y crecimiento armónico. PARA DIALOGAR 1. ¿Qué nos ha llamado más la atención de estas tres imágenes que nos aproximan al misterio de la Iglesia? 2. ¿Hay algo que hayamos descubierto de nuevo o que quisiéramos comentar o pedir una aclaración? 3. ¿Qué significa para cada uno de nosotros personalmente y para nuestra comunidad cristiana esta reflexión sobre la Iglesia? 3- Una Iglesia de ministerios El término “ministerio” es uno de los más utilizados en la reflexión y la práctica eclesial actual. No está de más que comencemos acercándonos a su significado. 3.1.- ¿Qué significa “ministerio”? Ministerio y ministro es la traducción de los vocablos griegos “diakonía” y “diákonos”, que significan respectivamente “servicio” y “servidor”. Este término díakonía se va a convertir en el emblema de Cristo, que es diákonos, esto es, el servidor por excelencia del Padre y de los hombres: Mt 20,28; Mc 10,45; Lc 12,37; 22,26-27. El gesto de lavar los pies a los discípulos en la última cena lo expresa de manera clarísima : Jn 13,1-17. Apartir de ahí, se aplicará el término díakonía y “ministerio” para denominar la misión de los apóstoles y de sus colaboradores más inmediatos, Hch 1,17.25; 6,4; 20,24; Rom 11,13; 2 Cor 4,1; 5,18; 6,3; Col 1,7;1 Tim 1,12, para indicar que en la comunidad cristiana todos, y los que presiden con más razón, hemos de ser servidores unos de otros. 3.2.- ¿A qué funciones eclesiales podemos llamar “ministerio”? 3.2.1- El ministerio ordenado En primer lugar se aplica el término “ministerio” al encargo que algunos cristianos reciben por el sacramento del orden. Por eso se denomina ministerio ordenado. La ordenación capacita al cristiano que la recibe para presidir la comunidad cristiana en nombre y representación de Cristo, que es la verdadera Cabeza de la Iglesia ,que la preside, el Pastor, que la guía, y el Siervo, que se entrega para su bien y está pendiente de ella con solicitud. Los ministros ordenados son los obispos, presbíteros y diáconos. Para estas funciones se aplica el término “ministerio” en sentido fuerte y central: es el ministerio confiado por el sacramento del orden, un ministerio esencial para la vida y el crecimiento de la comunidad. El obispo ha recibido el ministerio de comunión por excelencia, ya que conecta a la Iglesia local o diócesis con los Apóstoles y con la acción salvadora de Cristo. Es factor de comunión en la diócesis y pone en comunión a la propia Iglesia local con las otras Iglesias locales en el mundo entero, presididas todas en la caridad por el obispo de Roma, el Papa. El presbítero participa en el ministerio de pastor del obispo. En comunión con el obispo y con el resto de presbíteros, tiene la misión de presidir la comunidad en torno a la Palabra, los sacramentos y la comunión de vida, ayudando a sus hermanos bautizados a vivir la fe y ser testigos del Resucitado. El diácono El Concilio Vaticano II ha restaurado el diaconado como ministerio permanente y no solo como etapa antes del presbiterado. El diácono, por la gracia de Cristo, hace presente a “aquel que está en medio de nosotros como el que sirve”: Lc 22,27 y recuerda a toda la comunidad que solo es cristiana cuando sirve. El ministerio ordenado, precisamente porque actúa en nombre de Cristo Cabeza, Pastor y Siervo, ha de estimular a los demás miembros del cuerpo eclesial a descubrir y ser fieles a la variedad de dones y servicios suscitados por el único Espíritu. Frente a la “tentación clerical” de acaparar y no dejar espacio a la corresponsabilidad en la acción, el correcto ejercicio del ministerio ordenado, según el Vaticano II, lleva a animar, dinamizar y ayudar a los demás miembros de la comunidad cristiana a descubrir y poner en práctica la multiplicidad de carismas y ministerios. 3.2.2.- Los ministerios laicales El ministerio ordenado es central en la vida de la Iglesia. Pero, en estrecha vinculación con él, existen otros ministerios en la comunidad confiados a los laicos, Aparecida recuerda lo afirmado en el Concilio Vaticano II: Los laicos también están llamados a participar en la acción pastoral de la Iglesia, primero con el testimonio de su vida y, en segundo lugar, con acciones en el campo de la evangelización, la vida litúrgica y otras formas de apostolado, según las necesidades locales bajo la guía de sus pastores. Ellos estarán dispuestos a abrirles espacios de participacion y a confiarles ministerios y responsabilidades en una Iglesia donde todos vivan de manera responsable su compromiso cristiano. DA 211. Podemos hablar, pues, de verdaderos ministerios ejercidos por laicos, los cuales nunca han de ser presentados como equivalentes o contrapuestos al ministerio ordenado. Pero para que se pueda hablar de “ministerio laical” en sentido estricto se han de dar los siguientes elementos: Que sea fruto de un don de Dios que habrá que descubrir y discernir; Que se trate de una función relevante en la vida de la Iglesia; Que se asuma con voluntad de estabilidad, y que no se trate de un servicio momentáneo; Que sea reconocido públicamente y confiado por la comunidad a través de quienes ejercen en ella la autoridad :obispo y presbítero; Que se otorgue en el marco de una celebración litúrgica. Estos ministerios se refieren al conjunto de la vida y de la acción de la Iglesia. Así, hay ministerios de la Palabra, por ejemplo, delegados y catequistas; de la celebración, por ejemplo, lectores, cantores..., de la caridad , atención a los pobres, promoción de la justicia, etc. Cuando no se dan las condiciones antes indicadas de importancia de la tarea, estabilidad, reconocimiento público, etc., se suele hablar de tareas, funciones o servicios concretos. La palabra “ministerio” tiene, en la tradición de la Iglesia, un sentido muy denso que no se debe aplicar a cualquier tarea. 3.2.3.- Delegados de la Palabra de Dios Entre nosotros, como fruto del Concilio comenzó en marzo de 1966 un “ministerio” impulsado por el obispo de Choluteca, Mons. Gerin, que recibió el nombre de Delegados de la Palabra de Dios. A lo largo de los años la Conferencia Episcopal de Honduras ha ido orientando la tarea de los delegados y el Papa Juan Pablo II en San Pedro Sula los animó y orientó en su misión. ¿Cuál es esa misión? Leemos en el Directorio del año 2003: “ Los Delegados de la Palabra son unos bautizados que han recibido el llamado de la Jerarquía de “cooperar con el Obispo y los presbíteros en el ejercicio del ministerio de la Palabra” (Código de Derecho Canónico 759) Ellos además de fermentar el mundo con la Palabra de Dios y con su apostolado, como todos los laicos, son llamados para ayudar de un modo especial a apacentar el pueblo de Dios , ejerciendo su ministerio profético, preparando y acompañando al pueblo a la vida sacramental y formando comunidades de fe, culto y amor (CDC 230.1) PARA DIALOGAR Revisemos ahora los servicios y ministerios de nuestras comunidades: 1. ¿Qué tareas, importantes, estables, confiadas por la comunidad presidida por el obispo y sus presbíteros en el marco de una celebración, están desempeñadas por laicos en nuestra comunidad? 2. ¿Faltan algunas? 3. ¿Qué propuestas conviene hacer? 4. Los laicos “Con el nombre de laicos - se designan aquí todos los fieles cristianos a excepción de los miembros del orden sagrado y los del estado religioso sancionado por la Iglesia; es decir, los fieles que, en cuanto incorporados a Cristo por el Bautismo, integrados al Pueblo de Dios y hechos partícipes a su modo del oficio sacerdotal, profético y real de Cristo, ejercen en la Iglesia y en el mundo la misión de todo el pueblo cristiano en la parte que a ellos les corresponde” LG 31. El texto del Concilio describe lo que entiende por laicos por negación: Los que no han recibido un ministerio ordenado y no han optado por un “estado religioso sancionado por la Iglesia”. 4.1. ¿Qué es un “estado religioso”? Comúnmente utilizamos la palabra “consagrado” para referirnos a las personas, varones o mujeres, que, mediante la práctica de los consejos evangélicos, hacen una total consagración de sí mismos a Dios, amado sobre todas las cosas de manera que se ordenan al servicio de Dios y su gloria, de un modo nuevo, especial y permanente a través de un cauce reconocido en la Iglesia. Por el bautismo todos hemos sido liberados del pecado y consagrados a Dios pero la profesión de los consejos evangélicos aparece como un símbolo que puede y debe atraer eficazmente a todos los miembros de la Iglesia a cumplir sin desfallecimiento los deberes de la vida cristiana. El laico no ha recibido un ministerio ordenado, el laico no ha optado por un estado religioso. Pero ¿qué es el laico? ¿Qué es lo propio suyo en la Iglesia? 4.2. Cristianos en el mundo Los fieles laicos son los cristianos que están incorporados a Cristo por el bautismo, que forman el pueblo de Dios y participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en la Iglesia y en el mundo . LG 11. DA 209. Con la común dignidad bautismal asume el fiel laico una modalidad que lo distingue, sin separarlo, del obispo, del presbítero, del diácono o del religioso y de la religiosa. El Concilio Vaticano II ha señalado esta modalidad en la índole secular. "El carácter secular es propio y peculiar de los laicos". Los fieles laicos "viven en el mundo, esto es, implicados en todas y cada una de las ocupaciones y trabajos del mundo y en las condiciones ordinarias de la vida familiar y social, de la que su existencia se. encuentra como entretejida". El ámbito propio de su actividad evangelizadora es el mismo mundo vasto y complejo de la política, de realidad social y de la economía, como también el de la cultura, de las ciencias y de las artes, de la vida internacional, de los 'mass media', y otras realidades abiertas a la evangelización, como son el amor, la familia, la educación de los niños y adolescentes, el trabajo profesional y el sufrimiento. EN 70; DA 210 De este modo, el ser y el actuar en el mundo son para los fieles laicos no sólo una realidad humana y social, sino también y, específicamente, un espacio donde descubrir a Dios y hacer presente su Reino . En efecto, Dios les manifiesta su designio en su situación en el mundo y les comunica la particular vocación de buscar el Reino de Dios tratando las realidades temporales y ordenándolas según Dios 4.3. Llamados a la santidad Los seguidores de Cristo, llamados por Dios no en razón de sus obras, sino en virtud del designio y gracia divinos y justificados en el Señor Jesús, han sido hechos por el bautismo, sacramento de la fe, verdaderos hijos de Dios y partícipes de la divina naturaleza, y, por lo mismo, realmente santos… Una misma es la santidad que cultivan, en los múltiples géneros de vida y ocupaciones, todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, y obedientes a la voz del Padre, adorándole en espíritu y verdad, siguen a Cristo pobre, humilde y cargado con la cruz, a fin de merecer ser hechos partícipes de su gloria. Pero cada uno debe caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que engendra la esperanza y obra por la caridad, según los dones y funciones que le son propios. LG 40, 41 4.4. Santificarse en el mundo La vocación de los fieles laicos a la santidad implica que la vida según el Espíritu se exprese particularmente en su inserción en las realidades temporales y en su participación en las actividades terrenas. La vocación a la santidad está ligada íntimamente a la misión y a la responsabilidad confiadas a los fieles laicos en la Iglesia y en el mundo. La dignidad cristiana, fuente de la igualdad de todos los miembros de la Iglesia, garantiza y promueve el espíritu de comunión y de fraternidad y, al mismo tiempo, se convierte en el secreto y la fuerza del dinamismo apostólico y misionero de los fieles laicos. Es una dignidad exigente; es la dignidad de los obreros llamados por el Señor a trabajar en su viña. 3. EN CAMINO (Actuar: Nuestras Propuestas) Las propuestas han de centrarse en algunos de estos aspectos o en otros que no estén aquí señalados siempre que hagan referencia a los modelos de Iglesia, a los ministerios o al lugar de los laicos en la Iglesia y en el mundo. Ministerio ordenado: estilos de vida, actitudes Ministerios laicales: estilos de vida, actitudes Laicado y consagración del mundo. Llamada a la santidad. DA 129-153 Presencia de laicos en la vida pública Vida religiosa y ministerios en la comunidad Diaconado y diaconía El Delegado, su tarea y su formación al servicio de la comunión. La formación para los diversos ministerios. Seminario y vida de la Diócesis Formación y conversión permanente del laico, del presbítero, del religioso. 4. ORACIÓN El Concilio nos recuerda que la Madre de Dios es tipo de la Iglesia en el orden de la fe, de la caridad y de la unión perfecta con Cristo, LG 63. Por eso, concluimos orando como María al igual que cada atardecer lo hace toda la Iglesia: (Proclaman todos juntos el cantico de la Vigen.) Lc 1, 46-45 Y se termina con: Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo. Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén