¿Qué fue? La hiperinflación argentina de 1989 puede ser descripta superficialmente como un violento incremento de los precios, que sufrieron una creciente aceleración hasta el momento que en que se logró quebrar la tendencia. Empezó en febrero de 1989 y se extendió hasta el mes de julio de ese mismo año, cuando alcanzó su pico de 194% de inflación mensual. La hiperinflación no fue un fenómeno monetario. No ocurrió porque el gobierno radical emitía mucho dinero, a causa de que el déficit público era enorme y estaba descontrolado por las medidas demagógicas y distribucionistas de los políticos, como han señalado equivocadamente algunos historiadores de ideología liberal. La hiperinflación, en cambio, debe ser explicada observando la centralidad de la evolución del dólar en aquellos meses de 1989. En el dólar convergían las tensiones profundas de la estructura económica argentina y de sus vínculos comerciales y fundamentalmente financieros con los países centrales. Este elemento central traslada el análisis de la crisis desde un enfoque monetario desvinculado de la realidad estructural, a una explicación que da cuenta de los dilemas y problemas que enfrentaba la economía argentina a partir del grave cuadro legado por el régimen cívico-militar que precedió al gobierno democrático. ¿Cómo se frenó la hiperinflación? En el mes de julio de 1989 frenó la hiperinflación. Unas semanas antes ya había comenzado la desaceleración de la suba del dólar y había aparecido mayor oferta en la plaza local. El presidente Alfonsín debió renunciar en ese mes, para ceder su cargo al nuevo presidente electo, Carlos Menem, quien a su vez cedió el ministerio de Economía a una de los principales grupos exportadores de la Argentina, el conglomerado Bunge y Born. El proceso remarcatorio siguió intensamente en ese mes, casi triplicando los precios de fines de junio. El golpe inflacionario fue enorme sobre los bolsillos de la población, que comenzaron a recuperarse progresivamente en los meses subsiguientes. El gobierno radical logró evitar que un intento brusco de controlar la hiperinflación vía rígida restricción monetaria desembocara en quiebra generalizada de empresas y desempleo masivo, pero no pudo frenar la creciente violencia social y los saqueos que se iniciaron en las barriadas más pobres del país, lo que desembocó en la renuncia de Alfonsín. Ya en posesión de los principales resortes económicos, la elite empresaria local abandonó transitoriamente la estrategia desestabilizadora vía dólar/precios, aunque aún dos nuevos episodios, uno a fin de 1989 y otro a comienzos de 1991, tuvieran características similares aunque más breves.