UNIVERSIDAD NACIONAL Facultad de Filosofía y Letras Escuela Ecuménica de Ciencias de la Religión Cursos: Dinámica de Aula Pedagogía Crítica Investigación Cualitativa Seminario en Educación Religiosa Informe de Lecturas 24 de mayo Estudiante: Juan Diego Mora Fonseca I Ciclo, 2014 -¡Los ciegos ven el camino con los ojos de los perros!... –concluye don Chepe. -¡Las alas son cadenas que nos atan al cielo!... –concluye la niña Tina. Y se corta la conversación. (“Ahora que me acuerdo”, Asturias, 2000: 19) En la búsqueda por explicar nuestra situación actual es ineludible volver la vista hacia atrás, al mismo tiempo que se recurre a múltiples disciplinas que trabajan en conjunto para construir el conocimiento sobre nosotros mismos, sobre el ser humano, esto desde el punto de vista individual como colectivo. Cuando se hacen estas indagaciones salen a la luz una serie de hechos que antes estaban ocultos, o bien, nunca se les dio la importancia requerida. Uno de los aspectos muy importantes es darle la significancia demandada a las diferencias entre pueblos, sociedades o contextos. El ser humano es uno solo, todos somos homo sapiens (las demás especies de homínidos no lograron adaptarse al cambio desde el punto de vista de Darwin), sin embargo, según la zona geográfica y procedencia étnica hay muchas disimilitudes profundizadas por el devenir histórico. Hablando propiamente dentro del contexto latinoamericano, tenemos una serie de características únicas frente al resto del mundo, se habla de que nuestra historia es reciente (poco más de 500 años), lo cual no es del todo cierto, ya que para llegar a conocernos hay que remitirse a la historia olvidada por la historiografía tradicional, o sea, a nuestros antepasados indoamericanos, a nuestra procedencia indígena. La historia la escriben los vencedores (los conquistadores españoles en este caso), es así como nos han llegado solo pocos fragmentos de una rica tradición ancestral. La recuperación de estos espacios es vital para explicar nuestra realidad latinoamericana. Un ámbito por recuperar es la relación con la naturaleza. El vínculo entre nuestros antepasados con la tierra ha sido muy fuerte (basta ver el lugar que tenían los cultivos dentro de los pueblos indígenas, como lo fue el maíz para los mayas). Garcez aporta reflexiones hacia una educación ecológica que recupere la relación primigenia con la tierra como fuente de vida, esto está dentro de nuestro propio contexto latinoamericano, por ende, la importancia que adquiere tal acción educativa. Helio Gallardo llama la atención sobre la irrupción en América de la figura de un poder conquistador que portaba la figura de un Dios aniquilador. A partir de la Conquista, nuestros pueblos autóctonos experimentaron la imposición de espiritualidades ajenas a las propias, donde se les obligaba a abandonar sus creencias y rituales, ya que eran vistos por parte de los “evangelizadores” como portadores de la llama del Infierno, había que civilizar a los “bárbaros indios”. Tal choque cultural y religioso de Europa con el cristianismo sigue vivo en la memoria colectiva de Latinoamérica. Pese a que la mayoría de las personas en el subcontinente se declaran cristianas, se tiene la noción que hay algo que los separa de los europeos; por tanto, se aboga a una religiosidad particular que respete la idiosincrasia propia. Lo anterior explica el por qué de la buena aceptación de la Teología de la Liberación Latinoamericana o la Educación Popular. Esto mismo se puede ver también en propuestas como la de Raúl Mejía (2011) con sus 4 saberes latinoamericanos. Tal cristianismo latinoamericano puede verse como muy rico en experiencias, ya que en algunos aspectos ha tenido sincretismos importantes con las culturas autóctonas (como en el pasado lo tuvo el judaísmo con las civilizaciones sumerias, acadias, griegas, egipcias, y el mismo cristianismo primitivo con creencias paganas). Tal sincretismo no es malo, más bien apunta hacia que el cristianismo se ha nutrido de otras creencias en provecho propio, con lo que indirectamente se ha aceptado la noción de que Dios ha estado presente en todos los pueblos del mundo a lo largo de la historia. Por tanto, la cuestión de Dios en América Latina debe tratarse a la luz de estas nociones, en las cuales hay una diferenciación importante en la concepción o imagen divina. El aprovechamiento de la diversidad debe ser un derrotero a seguir con sumo ahínco, donde se sigan rescatando las visiones de los pueblos indígenas y se respete la religiosidad popular, nadie debe auto-asumir el derecho de indicar cuál es la forma correcta de acercamiento a Dios, ya que nadie la conoce a ciencia cierta, o mejor dicho, todas las formas son caminos válidos para el mismo fin. En palabras de Gallado, existe una dominación hacia las masas, esto no es nuevo, siempre se ha dado, a nivel religioso se recurre a la envergadura artificial de querer ostentar el monopolio de la razón por parte del cristianismo. Es así como la religión tradicional cristiana fragmenta a los pueblos latinoamericanos, ya que se exige seguir una única visión de Dios, la pregunta de Gallardo de ¿En cuál Dios crees? Invita a la reflexión. La pregunta acerca de en cuál Dios crees se abre de esta manera hacia dos nuevos frentes. Dios, siendo uno, puede manifestarse en pueblos diversos con culturas diversas y también diferenciadamente en distintos sectores de una misma formación social. …Vivir la religiosidad no puede ser socialmente solo una experiencia en los templos bajo autoridad clerical; puede incluir funciones clericales, pero no exclusivamente ni tampoco unilateralmente autoritarias. (Gallardo, S.f.: 35) Donde no comparto con Gallardo es cuando menciona que “nadie evangeliza a nadie” (S.f.: 37), anteriormente exprese esto en un foro, donde el concepto de evangelizar no debe ser asociado con proselitismo, más bien, dos personas con dos religiones distintas pueden “evangelizarse” mutuamente, esto es, iluminarse entre sí mediante el testimonio con las acciones de su religión; no sería otra cosa que participar en la construcción de un mundo mejor sin remitir directamente a los dogmas propios de fe, pero si compartiendo sus motivaciones surgidas en su fe en Dios, y a su vez, entender las de los demás gracias a este intercambio recíproco. Romper con el etnocentrismo no es tarea fácil, más cuando un sistema político ejerce influencias tan directas dentro del modelo educativo imperante, donde se extienden las ideologías deseadas en las nuevas generaciones. Es tarea formativa, la pedagogía crítica tiene mucho que ofrecer para incorporar nuevos espacios generadores de vida. Vanpouille hace un llamado a incorporar prácticas interculturales en las aulas “Vivir la diferencia como una riqueza…simplemente” (S.f.: 179) Solo aprenderemos a vivir juntos cuando se respete y comprenda (no se busque tolerar) a la otredad, y esto se logra solo mediante la aprehensión de conocimiento. Vivir la interculturalidad requiere transformaciones en el pensamiento dominador, en el paradigma opresor. No hay una sociedad multicultural posible sin el recurso a un principio universalista que permita la comunicación entre individuos y grupos sociales culturalmente diferentes. Pero tampoco la hay si ese principio universalista gobierna una concepción de la organización social y la vida personal considerada normal y superior a las demás (Touraine, 2000: 174) Ese ha sido un error histórico del cristianismo oficialista. Se debe aprender del pasado, ese es el ideal, por lo menos ya se ha reconocido ampliamente, ahora lo que resta es focalizarse en el cambio, como mencioné anteriormente esto se gesta por antonomasia en las aulas. Telleschi cataloga a la educación como una fuerza mediadora, esto es particularmente cierto, dado el efecto multiplicador que puede generar el desarrollo de una visión multicultural en los niños y adolescentes. La educación inclusiva va por la misma línea, al promover la aceptación de la diversidad, incluso su estímulo como fuente de riqueza. Garcez menciona que “es importante discutir y proporcionar a las personas estudiantes la vivencia de actividades éticamente solidarias y respetadoras de la vida en diversidad” (S.f.: 45) El docente se vuelve así en agente de cambio, en mediador, en guía para que los alumnos descubran la realidad opresora y actúen, el cuerpo materializa el proceso cognitivo y reflexivo en pro de una acción concreta, Álvarez lo sintetiza de muy buena manera: La formación del maestro debe contribuir a la orientación de su función en la sociedad: transformar críticamente las condiciones de existencia de los alumnos y las suyas propias, a través de una práctica ética y política que contribuya a la creación de un lenguaje potenciador y emancipador. (2003: 8) Garcez es del mismo criterio, en cuanto a la importancia del cuerpo dentro de la educación, ya que en el mismo nacen los sentidos y deseos, a su vez “el conocimiento es un producto corporal y debe aportar algo en un área significativa de la vida personal y social” (S.f.: 24) En nuestro país se ha dicho muchas veces que nuestro ejército son los educadores, esto en contraposición a otros países armados, tal posicionamiento va enfocado hacia el modelo de paz relativa que tenemos, sin embargo, esto tiene otro trasfondo: en verdad que los docentes son una fuerza parecida a un ejército, pueden provocar cambios sociales de gran envergadura, no inmediatos pero sí llegaran, esto por la formación de las futuras generaciones. Como se ve, el potencial de lograr transformaciones sociales es grande, sin embargo se necesita algo más que la buena fe de algunos educadores para que el cambio sea efectivo a modo general y no solo específico, se necesita así, cambiar el sistema burocrático actual. María Eugenia Paniagua establece una serie de desafíos por salvar, los cuáles requieren una buena dosis de acción política. Pese a ello, si el sistema no cambia por sí solo, el cambio hará que cambie (esto es similar a la máxima: “el que no cambia con el cambio, el cambio lo cambia”). Por tanto, cada educador debe actuar convencido de que su accionar individual dará frutos a nivel general en el futuro, y en el corto plazo tiene como satisfacción la formación de sus alumnos dentro de un pensamiento crítico, inclusivo, diverso, ético y humano. Finalmente, cabe señalar la contribución de la interculturalidad hacia la paz. Cuando se desechan esquemas etnocentristas dentro de los cuáles yo tengo la verdad absoluta y el otro está en un error, se logran progresos manifiestos. Los estudios antropológicos demuestran que la tendencia de todas las sociedades a situarse en el centro del cosmos, evaluando y clasificando a los restantes pueblos en función de sí mismas, niega con mucha frecuencia a los demás la condición de humanidad plena que reserva para sí (Zanfrini, 2007: 67-68) Cuando se ve por ejemplo a todas las religiones como portadoras de verdades, donde una no se posiciona por encima de la otra, se promueve una convivencia más humana. Fornett-Betancourt menciona que El desafío radica, por consiguiente, en aprender a caminar con y desde lo que nuestras tradiciones nos ofrecen o transmiten como fundamento nuestro, para asumir como un proceso normal la experiencia de su transformación en y por el encuentro con los que hacen su camino desde otros lugares de partida o procedencia diferentes. (S.f.: 4) Tal encuentro con el otro debe ser con plena apertura a la escucha, entendiendo que cada intercambio refuerza el propio bagaje cultural y se logra un mejor conocimiento de la realidad, de la Verdad, de Dios. Este llamado por la paz mediante el conocimiento de la otredad y el respeto interreligioso fue el mismo hecho por Gandhi: “Si un hombre llega al corazón de su propia religión, se encuentra por eso mismo en el corazón de las demás religiones” (2002: 93) A su vez, la Declaración de Viena del 2013 recoge el mismo espíritu en uno de sus fundamentos: “La Paz es central a nuestras respectivas religiones, y nuestras diversas creencias nos obligan a trabajar juntos para construirla” (2013: 1), las religiones ofrecen posibilidades inmensas en tal construcción por la paz en las sociedades, esto lo afirma la UNESCO, según Mayor, Carrascosa y Ortega: Para lograr un objetivo de esta magnitud [la paz], ha de contar con numerosos agentes, entre los que destaca a las grandes tradiciones religiosas del mundo, por la extraordinaria capacidad de convocatoria que poseen y por la fuerza interior de los mensajes que proclaman. (2006: 651) Como síntesis cabe citar la excelsa frase de Gandhi: “No hay camino para la paz, la paz es el camino” Y este caminar inicia en las aulas. Referencias Asturias, M. (2000). Cuentos y leyendas. ALLCA XX: Madrid, España. Álvarez, J. (2003). La formación del cuerpo: una mirada desde la pedagogía crítica. UNI-PLURI/VERSIDAD, vol. 3, núm. 2. [Versión electrónica] Declaración de Viena (2013). Religions for peace. 9na Asamblea Mundial de Religiones por la paz. Fornet-Betancourt, R. (S.f.) La interculturalidad como alternativa a la violencia. [Versión electrónica] Fundación CIDOB. Interculturalidad y confianza. Pierre Etienne Vanpouille. Revista CIDOB D’AFERS INTERNACIONALS 61-62 [versión electrónica] Gallardo, H. (S.f.) La cuestión de Dios en América Latina. Revista de Teología SIWO. [Versión electrónica] Gandhi, M. (2002). Todos los hombres son hermanos. Ediciones Sígueme: Salamanca, España. Garcez, M. (S.f.) Seminario de desafíos didácticos. Descubriendo caminos hacia una educación para la vida. UNA: Heredia, Costa Rica. Mayor, F., Carrascosa, M. & Ortega, J. (2006). La enseñanza de las religiones y su posible contribución al desarrollo de la paz. Bordón 58. Paniagua, M. (2004). La formación y la actualización de los docentes: Herramientas para el cambio en educación. [Versión electrónica] Sandoval, C. (1996) Investigación cualitativa. Instituto Colombiano para el Fomento de la Educación Superior. Telleschi, T. (2013). Inter-culturalidad, poder y cambio social: El desafío del mediador escolar. Ra Ximahi, vol. 9, núm. 2, mayo-agosto, 2013, pp. 205-234. Universidad Autónoma Indígena de México. [Versión electrónica] Touraine, A. (2000). ¿Podremos vivir juntos? Fondo de cultura económica: México. Zanfrini, L. (2007). La convivencia interétnica. Alianza Editorial: Madrid, España: