Eliminación de la Procuraduría General de la Nación, ¿Inconveniente o necesidad? Pues bien, la medida de eliminar la Procuraduría General de la Nación ha traído distintas opiniones tanto en la palestra pública, como dentro de los círculos de discusión constitucional, jurídica y de administración pública. Para ampliar dicho debate, es pertinente mencionar que la procuraduría tiene entre sus funciones principales, la de la protección de derechos fundamentales en la sociedad, aplicar el régimen disciplinario a los servidores públicos cuando estos trasgredan las normas a conveniencia propia, atenten contra la conveniencia general o que bajo sus funciones generen detrimento a las finanzas, bienes o intereses del Estado, así como ser órgano sancionatorio administrativo para con los servidores públicos; mismamente, la competencia de esta última función es el punto de inflexión entre decidir la pertinencia o no de la institución dentro del Estado colombiano. El debate no es nuevo, pero es claro que el momento más álgido se dio, alrededor del incidente de la destitución de Gustavo Petro como alcalde electo de Bogotá en 2013 y la posterior sentencia de la CIDH que condenó al Estado colombiano y determinó que a su vez, no solamente debía reversar la decisión y restituir al funcionario en mención sino que además, deberá modificar el órgano de control, toda vez que, una entidad administrativa no debería tener la potestad de destituir funcionarios públicos de elección popular, ya que dicha función debe recaer en manos de un organismo penal. Justamente, ese argumento alrededor de la no potestad sancionatoria es la que pone en vilo la necesidad real del organismo de control, ya que, si no está bajo su tutela destituir funcionarios de elección popular, ¿Sus otras tareas y funciones ameritan una institución tan grande como la Procuraduría General de la nación?, siendo que, por su tamaño, es un aparato burocrático significativo y con un peso fiscal importante para la nación. Continuando el hilo argumentativo anterior, entones la procuraduría general de la nación debe desaparecer porque principalmente ya no tiene funciones dentro del sistema penal acusatorio en los procesos penales, la labor de defender los derechos fundamentales de la población ya está encomendado a los jueces penales de garantías, los cuales la cumplen a cabalidad. Además, no tiene facultad legal para separar de sus cargos ni temporal ni definitivamente a funcionarios públicos de elección popular, ni siquiera aun cuando se modificó el código disciplinario con ese propósito, modificación que seguramente será declarada inexequible por la corte constitucional y en tercer lugar debe desaparecer porque las funciones disciplinarias pueden llevarse a cabo por una entidad más pequeña que la procuraduría. Siendo que sumado a todo lo anterior, los índices de desempeño recientes de la entidad en materia de resultados contra la corrupción no son alentadores. Ahora bien, la contraparte que defiende a la institución argumenta desde la preocupación por el trabajo que conllevaría el traslado de la procuraduría a la rama judicial (tal como sugiere la CIDH) bajo un ala de la fiscalía general de la nación a cargo de penalizar a los servidores públicos en busca de una lucha contra la corrupción más eficaz y certera. Si bien es cierto, esta modificación parece ser la más ecuánime y ajusta al fallo de la CIDH, según algunos detractores de la medida, tiene buenas intenciones, pero no es del todo clara en cuanto a cómo se articulará con la fiscalía, ni mucho menos cuál será el método de transición de funciones. Pues es sabido, que, dentro de los órganos sancionatorios del Estado, bien sea penales o administrativos en cuanto a castigar la corrupción, existen duplicidad de funciones entre la fiscalía, procuraduría e incluso contraloría, lo que muchas veces permite campos grisáceos en los trámites y condenas o sanciones. Un argumento más, que se suma a la preocupación de esta medida, es que la reducción de la procuraduría y posterior traslado a la fiscalía, recargaría aún más el trabajo ya de por si acumulado de la rama judicial, es bien sabido que existe en el país hace años una crisis en la justicia por cuenta del congestionamiento general de toda la rama judicial, que, con un traslado de la procuraduría a su cobijo, según algunos, agudizaría la crisis, lo que resultaría en demoras aún más profundas en los procesos represados en los juzgados del país. Ahora bien, el debate sobre esta medida es, o sería, un paso importante en la búsqueda de un estado austero y eficiente, promesa recurrente en las campañas presidenciales. Pero más allá de la necesidad o no de la supresión total o parcial con traslado de la procuraduría, también la discusión sobre la medida se aborda desde ya en el campo jurídico constitucional, es claro que llevar a la realidad esta acción, es una modificación a la estructura del Estado, que está consagrada en la constitución del 91, por tanto, requerirá de una reforma de esta, pero ¿Cómo se abordará esta reforma? Se habla de un acto legislativo que pasaría por debate y aprobación del Congreso, o incluso se ha ido más allá estableciendo que más que una modificación es una sustitución constitucional, por lo cual requeriría de una aprobación popular amplia, bien sea mediante referendo o asamblea constituyente. Debate que se aclarará en los próximos meses o años.