RETIRO PARA COMUNIDADES SDB CURSO 13-14 MI ABSOLUTO Como religioso, como salesiano, ¿cuál es el centro, el eje de mi vida, mi absoluto? Seguramente tengo clara alguna respuesta a esta pregunta. En cualquier caso, seguro que tengo claro que lo importante es que la respuesta la dé con mi vida. Que este tiempo de retiro sirva para meditar mi respuesta, para profundizar en ella, y para disfrutar en la oración de la compañía del Señor, pidiéndole fidelidad y perdón, dándole gracias y poniendo en su presencia a los hermanos de la comunidad. 1. MOTIVACIÓN “Cada vez me convenzo más de aquella convicción honda que le oí en la Casa Generalicia al P. ARRUPE: “Nada puede importar más que encontrar a Dios. Es decir enamorarse de Él de una manera definitiva y absoluta. Aquello de lo que te enamoras atrapa tu imaginación, y acaba por ir dejando huella en todo. Será lo que decida qué es lo que te saca de la cama cada mañana. Qué haces con tus atardeceres, en qué empleas tus fines de semana, lo que lees, lo que conoces, lo que rompe tu corazón, y lo que te sobrecoge de alegría y gratitud. ¡Enamórate! ¡Permanece en el amor! Todo será de otra manera”. Y esto también es válido para vivir juntos la vida y misión a la que nos ha llamado. El es nuestra garantía, nuestra inspiración y camino. Restamos llamados a vivir “como amigos en el Señor” la misión que Él nos ha encomendado. Aquí está el secreto de todo. En medio de nuestros logros y aparentes derrotas en comunidad, de nuestras esperanzas, nuestros sueños y fracasos, debemos sentirnos afectivamente unidos a aquello que da sentido a nuestras luchas y trabajos, que es la persona de Jesús. Algunos piensan que la vida religiosa está vaciándose de su contenido humano y religioso y por ello, de toda significación. Se la considera como un fardo pesado de reglas, constituciones, tradiciones… Falta el hilo conductor y faltan las motivaciones clarificadoras a las variadas formas o expresiones concretas de la vivencia religiosa. Esta crisis tal vez radique en la ausencia de un ABSOLUTO en la vida o, al menos, que el ABSOLUTO (JESUCRISTO) sea cada vez menos absoluto. Sin ÉL en la existencia del religioso y en su experiencia concreta, la vida religiosa se convierte en un martirio sin gloria y una sucesión meramente ritualística de comportamientos y de palabras. La comunión fraterna no es una estrategia eficaz para una determinada misión, ni un arroparnos unos a otros para no caer en la tentación de la soledad. Es antes que eso, un espacio teologal donde se puede palpar, sentir y gozar la presencia mística del Señor Resucitado. A mayor unión de cada uno con Jesucristo, mayor unión se dará entre nosotros.” (“Hacia una comunidad refundada”, José Mª Guerrero sj) 2. ORACIÓN INICIAL SALMO 62 Con el salmo proclamamos que nuestra alma está sedienta de Dios, que está unida a Él. Que sea, de verdad, una realidad en nuestra vida. -Oh Dios, tú eres mi Dios, por ti madrugo, mi alma está sedienta de ti; mi carne tiene ansia de ti, como tierra reseca, agostada, sin agua. -¡Cómo te contemplaba en el santuario viendo tu fuerza y tu gloria! Tu gracia vale más que la vida, te alabarán mis labios. -Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote. Me saciaré como de enjundia y de manteca, y mis labios te alabarán jubilosos. -En el lecho me acuerdo de ti y velando medito en ti, porque fuiste mi auxilio, y a la sombra de tus alas canto con júbilo; mi alma está unida a ti, y tu diestra me sostiene. LECTURA BREVE (Col 2, 6-7) Por eso, así como aceptasteis al Señor Jesucristo, así también debéis vivir unidos a él, profundamente enraizados en él, firmemente fundados en él por la fe, como fuisteis enseñados, y dando siempre gracias a Dios. ACLAMACIÓN: No fijéis lo ojos en nadie más que en Él. ORACIÓN Haz, oh Cristo, que te conozcamos y que te amemos. Tú, que eres nuestro Señor y nuestro Maestro, háblanos, que queremos escuchar tu Palabra, meditarla y ponerla en práctica, porque creemos que en ella está la vida. Habla, Maestro y Señor, no queremos escuchar a nadie más. Y haz que nos dejemos transformar por tu Palabra, para que nuestra vida, nuestra comunidad y nuestra misión sean verdadero testimonio evangélico. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén. 3. ESTUDIO DE EVANGELIO A. LECTURA Del Evangelio según San Lucas (14, 25-35) 25En aquel tiempo, mucha gente acompañaba a Jesús; él se volvió y les dijo: 26 "Si alguno se viene conmigo y no pospone a su padre y a su madre, y a su mujer y a sus hijos, y a sus hermanos y a sus hermanas, e incluso a sí mismo, no puede ser discípulo mío. 27 Quien no lleve su cruz detrás de mí no puede ser discípulo mío. 28 Así, ¿quién de vosotros, si quiere construir una torre, no se sienta primero a calcular los gastos, a ver si tiene para terminarla? 29 No sea que, si echa los cimientos y no puede acabarla, se pongan a burlarse de él los que miran, 30 diciendo: "Este hombre empezó a construir y no ha sido capaz de acabar." 31 O si un rey tiene que ir a la guerra contra otro rey, ¿no se sentará primero a calcular si con diez mil soldados podrá hacer frente a quien va a atacarle con veinte mil? 32 Y si no puede hacerle frente, cuando el otro rey esté todavía lejos le enviará mensajeros a pedirle la paz. 33 Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío." 34 “La sal es buena; pero si deja de ser salada, ¿cómo volverá a ser útil? 35 No sirve ya ni para la tierra ni como abono. Simplemente se la tira. Los que tienen oídos, oigan.” B. NOTAS BÍBLICAS Nos hallamos en la sección del viaje a Jerusalén, que en el evangelio de Lucas tiene una consistencia específica (9, 51-19, 44): Jesús se dirige hacia Jerusalén, donde dará su vida por todos nosotros. Este camino se vuelve cada vez más dramático y suscita perplejidades a su alrededor. Las condiciones que Jesús pide a quienes quieren ser sus discípulos son cada vez más exigentes. El pasaje anterior a éste es la parábola de los invitados al banquete. Jesús afirma que el Reino está abierto a todos, pero son necesarias algunas condiciones de entrada. Mateo lo expresa uniendo a la parábola del banquete la del vestido de boda: se necesita un vestido adecuado (Mt 22 1-14). Lucas lo hace añadiendo a la parábola este pasaje con las condiciones del discipulado. El seguimiento de Jesús exige la renuncia y el despojo. Esta colección de dichos de Jesús está centrada en la dedicación total, necesaria para ser discípulo suyo. Ni las relaciones familiares (26) ni las posesiones (33) pueden ser un obstáculo en el compromiso total de seguimiento. El discípulo, además, tiene que estar preparado para el sufrimiento (27). Jesús es realista: no todos sirven; por eso previamente se necesita discernimiento personal sobre la capacidad para dar respuesta a las exigencias del seguimiento (28-32). La expresión llevar la propia cruz no quiere indicar un peso adicional a las dificultades de la vida, sino un estilo de vivir lo cotidiano según el ejemplo de Jesús, que se ha entregado a la misión hasta el punto de perder amigos... y la propia vida. C. OTRAS NOTAS PARA FIJARNOS EN JESÚS Y EL EVANGELIO El centro de este texto está en el versículo 33: “Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. Vemos que Jesús se dirige a los que ya son discípulos suyos y quieren seguir siéndolo. Algunos habían emprendido el camino con prontitud (Lc 5, 11.28). Y les dice que el auténtico discípulo tiene que compartir el desprendimiento que es característico de la manera de vivir del Maestro. Y, en cualquier caso, ningún criado puede servir a dos amos (Lc 16,13). Cuando dice renunciar a todos los bienes se refiere a los bienes materiales – justamente Jesús acaba de decir que en el Reino los que menos tienen son los primeros (Lc 14, 12-24)–. Más adelante Lucas concretará esta cuestión, como podemos ver en el caso del hombre rico: “vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. Así tendrás riquezas en el cielo. Luego ven y sígueme” (Lc 18, 22), o en el caso de Zaqueo (Lc 19,1-10). Y antes, al iniciar el camino hacia Jerusalén, ya había anunciado las condiciones del seguimiento (Lc 9,23-27.57-62). Pero Jesús habla también de otros bienes, como la familia y “uno mismo” (26). ¿Qué quiere decir Jesús, con estas condiciones para seguirle? Con frecuencia leemos las comparaciones en clave de bueno/malo o positivo/negativo. Si lo hacemos así para entender el significado de los versículos 26-27, nos equivocaremos. Amar “más” a Jesús que “al padre y a la madre...” (26) no quiere decir, de ninguna manera, que amar a Jesús sea bueno/positivo y amar a los miembros de la propia familia sea malo/negativo. Igualmente por lo que respecta a “sí mismo” (26). El mismo Jesús ratifica el mandamiento de la Ley que propone como inseparables el amor a Dios por encima de todo y el amor al prójimo. Y este segundo amor, dice la Ley, tiene la fuerza del amor “a sí mismo” (Lc 10,27). La clave, por tanto, posiblemente sólo la encontremos si cambiamos el punto de vista y nos lo miramos desde el otro lado. Es decir, las relaciones humanas, y lo que vivimos en ellas en cuanto a los afectos, en tanto que son buenas y nos ayudan a crecer humanamente, pueden ser aún mejores si las vivimos amando a Jesús y siguiéndole en todo. Igualmente por lo que respecta a “sí mismo”, a la propia vida: seguir a Jesús nos puede conducir a llevar, como él y con él, “la cruz” (27). Pero, como él, no para menosprecio de la vida, sino por amor. Se trata de dar la vida por amor. Dar, generosamente, lo que tienes en mucha estima, lo que tiene mucho valor, para que otros vivan. Dicho de otra manera: Seguir a Jesús es un acto de libertad, fruto de una decisión tomada con libertad. Pero no hay nada, ningún ámbito de la vida –desde las relaciones con cualquier persona hasta los rincones más profundos de la propia intimidad–, que se escape a las consecuencias que tiene el seguimiento de Jesús. Las dos parábolas con que Jesús ilustra estas enseñanzas (28-30 y 31-32) aconsejan tomar decisiones que no acaben en fracaso. Por eso insisten en la reflexión y el cálculo (28 y 31). ¿Qué tenemos que calcular? La carga que llevamos. Seguir a Jesús exige todas las fuerzas. No podemos pretender seguirlo cargados de “bienes”. Él va ligero de equipaje y seguirlo sólo es posible si vamos descargados: “¡Qué difícil les va a ser a los ricos entrar en el reino de Dios!” (Lc 18, 24). No hay que tener miedo, porque Dios puede hacer posible que nos descarguemos: “Lo que es imposible para los hombres es posible para Dios” (Lc 18, 27). Le tendremos que pedir que nos ayude. Y que no perdamos la esencia de discípulos, el sabor de nuestra sal, que tiene que condimentar de Reino nuestro alrededor. D. APUNTES PARA MEDITAR Y ORAR Si alguno se viene conmigo: antes ha escogido discípulos para estar con él. Como discípulos, no se trata de ir a ninguna parte, sino de ir a su persona, de amarlo a fondo, incluso de anteponer su persona en el amor. Una vez he descubierto el amor a Jesús, amo al padre, a la madre... y a la propia vida de otra manera. Ni los olvido ni los menosprecio. Los amo -y me amo- todavía más, profundamente. ¿Cómo es mi ir a Jesús, y mi estar con Él? ¿Se va convirtiendo en un absoluto para mí? Quien no lleve su cruz detrás de mí: ¿de qué se trata esta cruz que hay que llevar para seguirle, para ir detrás de Él? Él nos precede con su cruz. Él va delante cargando con toda su historia: una historia de amor, de entrega, de compromiso, de rupturas y de alianzas nuevas, de fuego ardiente y de soledades, de baños de multitud y de contemplación del Padre en el silencio de la noche, de cáliz difícil de beber y de alegrías, de avances y de dudas, de incomprensiones, de descalificaciones, de negaciones y traiciones, de vacío, de desolación, de abandono... y de esperanza. La cruz de Jesús, una cruz de amor. ¿Y la que tengo que llevar yo? Lo mismo vosotros: el que no renuncia a todos sus bienes no puede ser discípulo mío: la renuncia es consecuencia de haber descubierto el tesoro escondido, la perla fina... Uno hace la apuesta radical y arriesgada de desprenderse de lo que ama, pero que le supone un obstáculo para seguir adelante, y decide caminar libremente tras Jesucristo. ¿Tengo todavía lastre que me impide un seguimiento libre y liberador de Jesús? ¿De qué tengo que desprenderme todavía, a qué tengo que renunciar? ¿Vivo con alegría los consejos evangélicos? La sal es buena; pero si deja de ser salada, ¿cómo volverá a ser útil? La sal sirve para dar sabor a los alimentos y para conservarlos. Los discípulos, con su testimonio y anuncio del evangelio, han de procurar mantener el mundo orientado hacia Dios. No han de perder la fidelidad propia de quien sigue a Jesús. ¿Qué hago para mantener la fidelidad (el sabor), o para recuperarla cuando noto que la puedo perder? Para nosotros, como religiosos, hacer de Cristo el centro de nuestra vida, nuestro absoluto, es una tarea irrenunciable. ¿Cómo nos ayudamos, y cómo nos podemos ayudar más, -a ser una comunidad convencida de discípulos seguidores de Cristo? -a poner nuestras mejores energías a disposición de la misión entre los jóvenes? 4. PARA LA ORACIÓN PERSONAL La oración del padre del muchacho -Yo creo. ¡Ayúdame a creer más! (Mc 9, 24) La del ciego El ciego gritó: – ¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí! Cuando Jesús lo tuvo cerca le preguntó: – ¿Qué quieres que haga por ti? El ciego contestó: –Señor, quiero recobrar la vista. (Lc 18, 38-41) La de la cananea Pero la mujer fue a arrodillarse delante de él y le pidió: – ¡Señor, ayúdame! (Mt 15, 25) La del publicano - ¡Oh Dios, ten compasión de mí que soy pecador! (Lc 18, 13) La de Pedro –Señor, ¿a quién iremos? Tus palabras son palabras de vida eterna. Nosotros sí hemos creído, y sabemos que tú eres el Santo de Dios. (Jn 6, 68-69) La del joven Saulo -¿Qué debo hacer, Señor? (Ac 22, 10) 1. e da título a este texto.