SARTRE Y EL VITALISMO DE LA RESPONSABILIDAD La conferencia de Sartre “El existencialismo es un humanismo”, plantea una interesante posición, que, según el autor, engloba esta corriente de pensamiento; el duro optimismo. Sin embargo, esta corriente se ve duramente criticada de anarquista y de pesimista, lo cual será el asunto primordial de dicha conferencia: una respuesta al rechazo del existencialismo como modalidad de vida. Partiendo de una ontología de la existencia en la que la esencialidad, entendida como características que definen al ente, es posterior a la existencia misma del ente, Sartre inaugura un modo de pensar único. El desarrollo ulterior de esta posición ontológica se llevará, a lo largo de la conferencia, como la columna vertebral del existencialismo. En suma, si la existencia es primero que la esencia, ello indica que las características del ente (entendido esto como la composición de su esencia) no viene de factum con la creación misma del ente. Así, se concibe una marcada diferenciación en lo que es la mera existencia, “limpia”, por así decirlo, y su posterior categorización, es decir, su esencialidad. Las implicaciones de esto, se ven intrínsecamente relacionadas cuando se trata de analizar el ente más importante de todos según Sartre: el humano. Al irrumpir en la máxima Sartreana de “la existencia precede la esencia” y ubicarlo en el ente humano, se vislumbra un hecho único: el humano se encuentra en primer lugar, “limpio” con su mera existencia, y debe por tanto añadir aquellas características de su ente, lo que compondrá su esencialidad. En suma, esto suscita que el humano se vea definido no por su existencia, sino con lo él, el sujeto humano concreto, hará de su propia existencia; justamente en esto radicará su esencia, en la acción que lo determina. En otras palabras, para el existencialismo Sartreano, el que un individuo haya existido en determinada posición económica, país, religión, o familia, no determinan al ente concreto. Primero es la existencia misma, aislada de ese ente que está arrojado en dichas condiciones, y ya posteriormente es la esencia de ese individuo lo que vendrá a formarse a través de las determinaciones que ese individuo irrumpa a lo largo de su existencia. En efecto, que la existencia preceda a la esencia en el humano significa inexorablemente la libertad absoluta del humano. Dado el hecho inexorable de la libertad humana al necesariamente, según lo expuesto por Sartre, tener que autodefinirse en la acción y así “crear” su esencialidad, naturalmente el humano se ve condenado a la angustia. El hecho de no poder huir al: “soy responsable de mi propia existencia”, naturalmente genera angustia. Según Sartre, si no nos hacemos responsables de nosotros mismos, sino adoptamos la posición ferviente de que es sólo nosotros y nadie más quien puede determinar nuestra misma esencia, nuestros propios actos al estar inexorablemente condenados a la libertad, entonces estamos pecando por mala fe. Excusarnos de nuestra propia conducta porque nuestra existencia fue de determinada manera es mala fe. Decir que: “es que no tuve oportunidades” es mala fe. Valerse por la imposición externa de algún movimiento, ideología, pensamiento, para así justificar nuestra conducta es mala fe. La mala fe rompe con la ontología sartreana, porque si afirmamos que nuestra existencia está determinada por algo fuera de nosotros mismos, es entonces afirmar que la esencia está atada a la existencia, y según lo que Sartre nos dice, esto no es así. Que la existencia preceda a la esencia da como resultado que nada puede determinarnos sino nuestra propia libertad, nuestras acciones en la vida. Es ahí donde el existencialismo se ve vetado de pesimismo, pues, claramente, el que seamos nosotros responsables de nuestra propia existencia sin la posibilidad de excusarse en algo fuera de nosotros, aturde a quien está acostumbrado a la mala fe, a los que están siempre huyendo de la responsabilidad de sí mismos. Por tanto, tildar de pesimismo al existencialismo, ya es una mala fe. ¿Qué nos dice nuestro autor ante esto? Que el existencialismo, si bien genera la angustia de sabernos eterna e inexorablemente incapaces de huir de la responsabilidad de nuestras vidas, esto no viene siendo sino un duro optimismo. El individuo, que se sabe superarse ante las adversidades de sus condiciones de vida, al tomar responsabilidad de lo que hicieron de él en las condiciones de existencia en las que fue concebido, tiene la total esperanza en su accionar. Es la vitalidad la que persigue al existencialismo, pues, de la misma forma como Nietzsche decidió darle un si a la vida ante el infinito sufrimiento expuesto por Schopenhauer, Sartre recobra una vitalidad a través de la responsabilidad que tiene el sujeto por definirse. Una esencia hermética, que no acepta otras determinaciones sino las que el propio individuo, en su libertad, ostenta. BIBLIOGRAFÍA: