01 MiltonMoultonAltamiranda

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ASPECTOS EXTERNOS DE LA VIDA
RELIGIOSA Y CARMELITANA EN EL
CONTEXTO DE AMÉRICA LATINA Y EL
CARIBE.
P. Milton Moulthon Altamiranda, ocd.
Cuestiones preliminares.-. Nuestro Padre
General me ha pedido que comparta con ustedes la siguiente reflexión, que no deja de ser
muy amplia y por lo mismo, me centraré en
algunos aspectos que considero importante
resaltar.
La realidad de la vida religiosa y carmelitana
en América Latina, actualmente es una y múltiple o variada simultáneamente. De acuerdo a
los diferentes contextos eclesiales y socio culturales, encontramos una gran diversidad.
Como religiosos carmelitas asistimos a un
cambio de época, que también adquiere características distintas en los diversos países:
modernidad y postmodernidad en algunos
países; creciente marginación y exclusión en
otros; subjetivismo e ideologías en crisis, en
otros más. Cambio de época que favorece la
subjetividad individual, la profunda afirmación
de los derechos individuales y subjetivos. La
ciencia y la técnica se ponen al servicio del
mercado que continúa manejando los criterios
de la eficacia, la rentabilidad y de lo funcional.
Tiende a imponerse una colonización de culturas externas que desprecian las locales. La
Iglesia y dentro de ella la vida religiosa, sigue
siendo interpelada por los cambios constantes
de un mundo o una sociedad que crece vertiginosamente. Cultura en constante cambio,
que hay que saber interpretar y analizar, de tal
manera que nuestro estilo de vida tenga sentido y significación al interior de nuestros
pueblos.
En América Latina y El Caribe existen fenómenos como la secularización (que conlleva una
transformación de la relación del ser humano
con la naturaleza, con los demás y con Dios);
la liberación (que trae consigo una fuerza inherente para que las personas, grupos,
comunidades, pueblos y culturas tiendan a ser
protagonistas en la búsqueda de una situación
de igualdad, responsabilidad, participación y
comunión; la globalización tecnológica, económica, política y cultural (que favorece la
comunicación y acorta las distancias, pero que
reduce al ser humano a consumidor, incrementa la brecha entre ricos y pobres y busca
eliminar la diversidad cultural)i. Se ha incrementado la dependencia de los países más
poderosos y de los organismos financieros
internacionales y de empresas multinacionales
(A 68-69).
En nuestros pueblos latinoamericanos y caribeños se va dando una creciente conciencia
del valor de la persona y de sus derechos fundamentales y la búsqueda de una nueva
armonía entre el ser humano y la naturaleza;
una fuerte sensibilidad frente al problema de
la vida, de la justicia y de la paz.
Y finalmente, resalto que para entender los
aspectos externos de la vida religiosa y carmelitana en el contexto de América Latina y El
Caribe, debemos partir de una realidad o hecho: no es la misma en todos los países que
componen esta porción del mundo, aunque
hay ciertos aspectos comunes. América Latina
y El Caribe no es una realidad monolítica ni
una realidad homogénea o uniforme. Se trata
de un continente, expresado en una rica variedad, que no propiamente es una babel, sino
“todo un inmenso jardín… eso es América”.
1. Relaciones con el contexto social y eclesial.-. A la luz de los grandes documentos de
la Iglesia que peregrina en América Latina y El
Caribe, señalaré algunos de los desafíos y retos que como religiosos carmelitas, debemos
tener muy en cuenta para que nuestra presencia y acción evangelizadora sea más
encarnada y más significativa. Solamente los
mencionaré, pero dejaré la referencia o cita
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para una confrontación personal y directa en
cada uno de los documentos. Encontramos
desafíos a nivel de la realidad social, eclesial,
de la misma vida religiosa y del momento actual.
1.1.
Desafíos de la realidad social.-. Resaltamos los siguientes:
 Progresivo incremento de la injusticia
en la globalización económica y de los
medios de comunicación (Documento
de Puebla (P) 28; Documento de Santo
Domingo (SD) 23).
 No obstante las aparentes democracias
de nuestros pueblos, no se supera la
violación de los derechos humanos (SD
183-185).
 La amenaza de un desastre ecológico (P
139; SD 169-170).
 La solidaridad como camino ineludible
que conduce a la paz y al desarrollo de
nuestros pueblos (SD 178-181; 157.
296).
 La defensa de los valores, de los derechos humanos y de la diversidad de las
culturas (SD 30. 243-245). Hay una gran
riqueza y diversidad cultural; están presentes
“culturas
indígenas,
afroamericanas, mestizas, campesinas,
urbanas y suburbanas” (A 56) con sus
características peculiares.
 La reivindicación de la mujer (P 419.
847-848.1219; SD 105), ya que ella se
encuentra en una situación precaria.
Efectivamente, algunas mujeres “desde
niñas y adolescentes, son sometidas a
múltiples formas de violencia dentro y
fuera de casa: tráfico, violación, servidumbre y acoso sexual; desigualdades
en la esfera del trabajo, de la política y
de la economía;, explotación publicitaria
por parte de muchos medios de comunicación social, que las tratan como objeto
de lucro” (A 48).
 La sociedad pluralista (P 1206. 1210).
1.2.
Desafíos de la realidad eclesial.-.
Resaltamos:
La tensión de la unidad en el pluralismo (P
90.376; SD 68).
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La tensión de diversos proyectos para
recuperar la identidad eclesial.
Los diversos modelos de Iglesia.
La opción preferencial por los pobres (P
643; SD 92.200).
Una nueva evangelización (SD 26-30).
El regreso de la Biblia al pueblo (SD 38)
y la renovación litúrgica.
La Teología y la Espiritualidad de la liberación (SD 45).
El creciente protagonismo de los laicos
(hombres y mujeres) en la evangelización (SD 97-110).
1.3.
Desafíos en la realidad de la misma
vida religiosa.-. Enumeramos algunos:
 El grito profético de Medellín (1968).
Vida consagrada en Medellín, subraya
su misión profética y su testimonio escatológico. Invita a una renovación y a
un empeño apostólico en las iglesias
locales a partir de una toma de conciencia de los graves problemas
sociales.
 Puebla (1979) es una serena afirmación
de Medellín. En el documento final se
habló de las tendencias de la vida consagrada en América Latina: experiencia
de Dios, comunidades más sencillas,
fraternas y cercanas al pueblo, opción
preferencial por los pobres e inserción
en la Iglesia local (721-757).
 Santo Domingo (1992) en continuidad
con Medellín y Puebla. Medellín la liberación, Puebla la opción preferencial
por los pobres, Santo Domingo la participación. Vida consagrada en Santo
Domingo, pone de relieve el testimonio
muchas veces heroico de las personas
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consagradas en el campo de la evangelización. El documento final, le propone
a la vida consagrada los siguientes retos:
seguir
en
la
vanguardia
evangelizadora a partir de una profunda experiencia de Dios; mantener vivos
los carismas de los fundadores y fundadoras; evangelizar en colaboración
con los obispos, sacerdotes y laicos y
estar en la vanguardia de la evangelización de las culturas y responder a la
necesidad de evangelizar más allá de
nuestras fronteras (85-91).
El documento de Aparecida (2007), habla de la vida consagrada en el
contexto del gran tema “Discípulos y
misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos en Él tengan vida”. Dentro
de la lista de discípulos y misioneros,
aparecemos en el último lugar (216224), después de hablar de los obispos,
los presbíteros, los párrocos, los diáconos permanentes, los fieles laicos y
laicas.
Los religiosos, como “discípulos misioneros de Jesús Testigo del Padre”, son un
don de Dios por medio del Espíritu a la
Iglesia; dan testimonio de vida. “En la
actualidad de América Latina y El Caribe, la vida consagrada está llamada a
ser una vida discipular, apasionada por
Jesús-camino al Padre misericordioso,
por lo mismo, de carácter profundamente místico y comunitario. Está llamada a
ser una vida misionera, apasionada por
el anuncio de Jesús-verdad del Padre,
por lo mismo, radicalmente profética,
capaz de mostrar a la luz de Cristo las
sombras del mundo actual y los senderos de vida nueva, para lo que se
requiere un profetismo que aspire hasta
la entrega de la vida, en continuidad con
la tradición de santidad y martirio de
tantas y tantos consagrados a lo largo
de la historia del Continente. Y al servicio del mundo, apasionada por Jesús-
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vida del Padre, que se hace presente en
los más pequeños y en los últimos a
quienes sirve desde el propio carisma y
espiritualidad” (A 220).
No obstante, se constatan sombras y se
lamenta “la ausencia de una auténtica
obediencia y de ejercicio evangélico de
la autoridad, las infidelidades a la doctrina, a la moral y a la comunión,
nuestras débiles vivencias de la opción
preferencial por los pobres, no pocas recaídas secularizantes en la vida
consagrada influida por una antropología meramente sociológica y no
evangélica” (A 100 b).
La vida consagrada tiene sentido en la
medida en que es un camino de radical
y especial seguimiento de Jesús, por
medio de una vida pobre, obediente y
virginal, como la de él mismo. Dichos
consejos evangélicos convierten a los
religiosos en testigos de libertad frente
a los bienes (pobreza), frente a la fuerte
ola de erotización y superficialidad de
las relaciones (castidad) y frente a una
realidad que fácilmente relativiza el
querer de Dios (obediencia). La vida
consagrada, en la Iglesia y en la sociedad, está llamada a ser testimonio vivo
del primado de Dios y de la realización
de su Reino (A 216), en contraste con
las tendencias de secularización existentes en nuestro continente (A 219).
En el contexto eclesial y social, al interior y al exterior de la Iglesia, “desde su
ser, la vida consagrada está llamada a
ser experta en comunión… Su vida y su
misión deben estar insertas en la Iglesia
particular y en comunión con el Obispo.
Para ello, es necesario crear cauces comunes e iniciativas de colaboración, que
lleven a un conocimiento y valoración
mutuos y a un compartir la misión con
todos los llamados a seguir a Jesús” (A
218). Sin duda que a través de la CLAR
y de las múltiples Conferencias Nacio-
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nales de Religiosos, se notan grandes
esfuerzos y acercamientos con las diversas Conferencias Episcopales, que
van favoreciendo un diálogo fecundo,
sereno y amistoso. Crece la comunión
con los Pastores.
1.4. Desafíos del momento actual.-. Persisten en el momento actual, iguales desafíos
que en otros tiempos y aparecen otros nuevos
en nuestro contexto eclesial, social y de la
misma vida religiosa y carmelitana. Enumeramos algunos.
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Los nuevos pobres del continente, la
gran mayoría de ellos, salidos de los
campos. Las estadísticas hablan del
85% y 90% de la población de América
Latina y El Caribe, que vive en las ciudades. Se encuentran en el lugar
equivocado, por cuanto que lo que sabían hacer en el campo, no tiene cabida
en las ciudades y no están debidamente preparados para asumir o ejercer un
trabajo en la urbe. Además de pobres y
campesinos, no se encuentran cualificados y viven en medio de una
sociedad que pide mayor cualificación
cada vez más.
Cultura mercantilizada, que necesariamente, lleva a una pobreza cultural, ya
que todo se mide y está en función de
la publicidad, lo eficaz y lo productivo.
Todo es mercadería. Estas situaciones
de desplazamiento, de exclusión y de
situaciones de pobreza, aumentan en
los últimos años, como una gran consecuencia del proceso de globalización.
Ello afecta la realidad social, eclesial y
de la misma vida religiosa.
Profunda crisis de valores éticos y morales, que van siendo desplazados por
la corrupción, la violencia, el narcotráfico. Existen crisis de las grandes utopías
sociales, acompañadas de profundos
sentimientos de impotencia y ausencia
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de alternativas de cara al dolor de los
más necesitados en el pueblo.
No obstante, hay fuertes voces y movimientos que proclaman que otro
mundo u otra sociedad es posible.
Grandes semillas de resistencias ante la
realidad contradictoria y sufriente.
Al interno de la realidad eclesial, se
percibe un olvido, por parte de grandes
sectores de la Iglesia, de las líneas que
inspiraron el Concilio Vaticano II y posteriores documentos de la Iglesia del
continente Latinoamericano (Medellín,
Puebla, Santo Domingo). Por ejemplo:
Iglesia como pueblo de Dios, la existencia de la pluralidad de los carismas en
la Iglesia de Dios, la opción preferencial
por los pobres, Iglesia servidora de la
sociedad en la que vive, como sal de la
tierra y luz del mundo, levadura en la
masa, fuerza evangélica para transformar el corazón y las estructuras de la
humanidad.
Eclesialmente, también se constata, que
crece la indiferencia religiosa, sobre todo
en
los
sectores
juveniles,
profesionales y políticos. Crecimiento o
aumento de nuevos movimientos religiosos o sectas. En Brasil que es el país
que nos acoge, por ejemplo, en el año
2000, el 74% de la población se declaraba católica. Ahora es el 67%; es decir,
que se perdió del catolicismo el 7% de
dicha población: cerca de doce millones
y medio de católicos.
Finalmente, en la vida consagrada, se
dice que se encuentra en una encrucijada fundamental o decisiva. Su figura
tradicional se manifiesta agotada y llegando al ocaso. Sus signos externos
tradicionales (hábito, tradiciones internas, discurso o lenguaje que utiliza), en
el mejor de los casos, son cuestionados.
Se arrastran, de manera rutinaria, ciertos signos anacrónicos. Se experimenta
mayor temor o miedo a ser pocos que
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ser significativos. Mayor preocupación
por la supervivencia de la vida consagrada que por extender el Reinado de
Dios. El consumismo, la instalación y
aburguesamiento, se meten abiertamente por las puertas y ventanas de
nuestros conventos y casas religiosas,
con una fuerte tendencia a mundanizarnos (No pocos religiosos se glorían
cuando sus amistades les dicen: “son
como nosotros”). Infiltración del espíritu
del mundo. Con relativa facilidad se
pierde el horizonte de la utopía del
Reinado de Dios. Fácil acomodación al
sistema, corriendo el peligro del cansancio y debilitamiento motivacional y
vocacional bastante generalizado. A veces prima más la búsqueda de la
realización personal de los religiosos
que la búsqueda decidida, apasionada
y valiente del Reino de Dios. Reina en
algunos la desilusión, el desencanto, el
arrastre de una vida aburrida y la inercia, que oscurecen la motivación
profunda, el entusiasmo y la pasión con
que hicieron su opción de vida a través
de la profesión de los votos religiosos.
Se cuela un profundo activismo que relativiza el tiempo para la oración, el
cultivo de la vida espiritual, lo cual va
enfriando las vías afectivas por la ausencia de un constante encuentro
personal y revitalizador con el Señor,
quien nos ha llamado. Se relativiza
igualmente la vida comunitaria. Clericalización y parroquializaciónii de la vida
religiosa masculina. La vida consagrada
es apreciada en cuanto es “útil y sirve”
para la pastoral (particularmente en las
parroquias). Tiende a debilitarse su
fuerza profética y carismática. Y cuando
se oye su voz, se puede entender como
un atentado contra la unidad y comunión eclesial o magisterio paralelo.
En no pocos casos se nos cuela el individualismo protagónico e invasor que
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desplaza el trabajo en equipo, dentro
de una sociedad plural.
No obstante, hablar de crisis, de dificultades, realidades negativas y sombras,
no es pensar que todo está acabado ni
para caer en la angustia, ya que la crisis
es oportunidad de juicio, decisión, purificación, acrisolamiento. No hay que
pensar que todo está oscuro y sin ningún horizonte de salida. No cae mal
implementar una auditoría evangélica y
carismática. Efectivamente, se viven
tiempos de mucha incertidumbre, pero
también de mucha esperanza; no son
pocos los signos de vitalidad de la vida
consagrada en nuestro continente, que
van dando unas respuestas con lucidez
y valentía.
Coexistencia de los distintos estilos de
vida consagrada: comunidades insertas
en instituciones de educación, salud,
asistencia social, promoción social, defensa de los derechos humanos e
insertas también en lugares de marginación y periferia. Presencia de la vida
consagrada en los espacios donde están los más excluidos y marginados de
nuestra sociedad. Religiosos y religiosas
en el variopinto trabajo pastoral y también hay presencia de la vida
contemplativa.
Se perciben fuertes deseos para vivir
una entrega más fiel y radical. Tendencia a vivir una radicalidad evangélica y
carismática.
Búsqueda incansable de comunión interinstitucional. Fructífera y responsable
independencia en profunda comunión.
También en las relaciones con los Obispos y el Clero diocesano, hay muchos
signos de cercanía, comunión y colaboración fraternas. La vida religiosa, en
medio del continente plural, está urgida
para ser manifestación de la fraternidad
en la Iglesia
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Crece la conciencia y el sentido de pertenencia a la Iglesia local, unido a un
sereno y sano espíritu crítico.
Aunque se percibe una disminución de
las vocaciones, en algunos lugares, hay
una mayor preocupación por una mejor
y más cualificada formación (inicial y
permanente) de los religiosos.
Se van simplificando algunas estructuras y se van entregando algunas obras
tradicionales, para asumir otras y crear
nuevas presencias.
Búsqueda de una vida espiritual y comunitaria más intensa y de una pastoral
más íntimamente unida con el carisma
fundacional.
“Pasión por Cristo, pasión por la Humanidad”, que recoge el Documento del
Congreso Internacional de Roma, en el
año 2004, anima y vocaciona a no pocos consagrados.
Centralidad de la persona de Jesucristo
y recuperación del ejercicio de la Lectio
Divina, para que en todo, seamos iluminados por la Palabra revelada.
Recuperación del Evangelio de Jesús
como norma normativa no normada.
No deja de resonar hondamente, como
aldabonazos en la conciencia de los religiosos, la bella y retadora expresión,
que alienta y renueva la esperanza: “Ustedes no solamente tienen una historia
gloriosa para recordar y contar sino una
gran historia que construir. Pongan los
ojos en el futuro, hacia el que el Espíritu
impulsa para seguir haciendo con ustedes grandes cosas” (VC 110).
Jesucristo. ¿Este objetivo esencial cayó en
desuso para que tengamos que hablar de
nuevas tendencias, expresiones o formas de
vida para una manera de ser en la Iglesia?
¿Por qué queremos algo nuevo y en qué consiste esa novedad? ¿Podremos encontrar algo
mejor que aquel objetivo primordial?
2. Nuevas tendencias y expresiones de vida
religiosa en América Latina y El Caribe.-.
Los invito para que nos hagamos unas preguntas generales, antes de abordar este ítem.
La vida religiosa, desde siglos atrás, desde sus
mismos orígenes, ha tenido claro que su objetivo fundamental o central es la vivencia, en
comunidad, del Evangelio de nuestro Señor
Necesidad de una vida espiritual intensa y
profunda que influya en lo cotidiano de la
existencia, en las olas externas de la misma
vida. La gran condición de posibilidad de unas
nuevas tendencias en la vida religiosa solamente están garantizadas por la vuelta a lo
fundamental de nuestra vida como consagrados al Señor. Este terremoto espiritual es el
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Se tiende a buscar algo nuevo, porque lo que
se tiene en la actualidad no satisface plenamente y porque las formas o expresiones han
perdido sentido y razón de ser y no logran ser
lo que deberían ser. El continente necesita
tener presencia cualificada de grupos alternativos o de contraste, que encarnan formas de
vida según el querer de Dios, realizado en la
persona de su Hijo Jesús. Urge recuperar la
calidad del testimonio de vida como seguidores de Jesús, el Señor. Grupos alternativos con
una fascinación y pasión renovadas por Cristo
y por la humanidad, que viven con entusiasmo, alegría, sencillez y modestia el ideal
propuesto.
Se trata de nuevas tendencias que revelen una
profunda vitalidad evangélica y carismática;
vuelta a la raíz, a lo fundamental, a la fuente
primordial, que nos hace consistentes ante
Dios y ante los hombres del mundo actual y
que no nos hace vivir de modas pasajeras.
Nuevas tendencias que nos lanzan seriamente
a la búsqueda y conquista de una profunda
transformación personal e institucional. Mociones frescas del Espíritu Santo en lo más
íntimo de la vida religiosa, que nos toque y
que nos ponga en sintonía espiritual con la
revelación neotestamentaria y con la herencia
más pura de nuestros santos fundadores.
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que puede capacitarnos para vivir las cuatro
fidelidades: a Cristo, a la Iglesia, al propios
Instituto y al hombre y la mujer de nuestro
tiempo, que nos ha recordado Vita Consecrata
110.
Estos fundamentos es lo invisible, que es lo
fundamental (y vale la repetición) y ello requiere la relatividad de lo visible, de lo
concreto. Desde el misterio de la Encarnación
hemos entendido que el Dios invisible se manifiesta y se hace visible en la historia. En otras
palaras, la vuelta a lo fundamental se va concretizando
en
nuevas
tendencias
y
expresiones. Señalo algunas de ellas.
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Comunidades pequeñas. Ha pasado la
hora de las grandes comunidades. Comunidades pequeñas, como espacios
privilegiados para vivir la confianza, para aprender a vivir la fraternidad y en
donde, a través de un largo proceso y
de una interminable tarea nos vamos
acercando, comunicando, conociendo,
respetando, valorando y amando los
unos a los otros. Donde todos se van
integrando como “piedras vivas”, como
miembros integrales y donde todos son
servidores. En medio de un mundo roto
por el egoísmo y la falta de solidaridad,
las comunidades de religiosos son verdadera alternativa, entendidas dichas
comunidades como espacios donde se
cultivan unas relaciones humanizadoras; comunidades cálidas, abiertas,
llenas de comprensión, de perdón, de
acogida, de tolerancia amorosa, de
amistad, lealtad y franqueza. Espacio
donde cada miembro es reconocido
como templo del Espíritu; donde existe
la mutua corrección, el ministerio de la
animación evangélica y la superación
del egoísmo y de la rivalidad: “Nada
hagáis por rivalidad, ni por vanagloria,
sino con humildad, considerando cada
cual a los demás como superiores a sí
mismo, buscando cada cual no su propio
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interés sino el de los demás. Tened entre
vosotros los mismos sentimientos que
Cristo” (Filipenses 2,3-5). Comunidades
que dan testimonio alegre viviendo una
vida modesta, sencilla y solidaria que se
contenta con lo necesario y deja lo superfluo.
Comunidades orantes. No se puede ser
místicos con los ojos abiertos sin ser
también místicos con los ojos cerrados.
Entiendo la intensidad de nuestra vida
apostólica, pero nunca debe desplazar
ni ir en detrimento de la vida de oración y comunitaria. El encuentro con el
Señor afecta la vida, reordena nuestros
afectos y desenmascara nuestras falacias, defensas y autojustificaciones. La
vida abierta a Jesús y los movimientos
de su Santo Espíritu, es provocativa,
cautivante y contagiosa.
Comunidades en misión. Además de
construir la comunión se va fortaleciendo nuestra identidad cristiana y
carismática fundacional.
La intercongregacionalidad. Cada comunidad no puede ya entenderse
encerrada o encorvada en sí misma,
como una isla y sin comunicaciones.
Compartir la misión con otros religiosos
y otras comunidades es un testimonio
significativo en el contexto de América
Latina y El Caribe. Nos unimos y compartimos nuestros carismas para ser
una presencia testimonial de unidad en
la diversidad y no para ser un poder
paralelo. Presencia profética que va
mostrando los signos del Reino de
Dios. Es una manera de redescubrir la
dimensión profética de la vida religiosa
(VC 84-85). La vida fraterna desde la diversidad o pluralidad es una profunda
alternativa en el presente y futuro de
nuestro continente (Aparecida 82).
Comunión con los laicos y mayor inserción en el pueblo de Dios. La vida
religiosa es laical y no clerical ni jerár-
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quica en la Iglesia. Comunión y cercanía
que manifiesta el servicio que construye la Iglesia como unidad familiar.
Iglesia, familia humana, que reconoce a
los laicos como miembros importantes
y sujetos o protagonistas de la nueva
evangelización. Acogerlos como compañeros de misión y no como simples
colaboradores y sin complejos de superioridad humillante ni manipulación.
Vida religiosa también abierta a otras
religiones y a otras culturas (indígenas,
afroamericanas, etc.).
Vida religiosa que se compromete con
el anuncio de la Buena Nueva y la defensa de los derechos inalienables de
todo ser humano, dando prioridad a los
más pobres y marginados.
daciones y el número de cartas que escribe),
sentido del humor, etc.
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3. Comunidad nueva.-. Aunque algo hemos
dicho, quiero ahora, completar con algunos
aportes tomados de las intuiciones carismáticas de nuestra santa madre Teresa de Jesús, ya
que la fuerte acentuación comunitaria es característica esencial de la espiritualidad
teresiana.
Los rasgos del carácter de santa Teresa nos la
muestran como una mujer para la comunión.
Sus escritos la muestran abierta al diálogo,
capacitada para vivir en comunión y crearla a
su alrededor. Sus relaciones nos muestran el
índice de su madurez humana y espiritual. No
conoce fronteras y hasta supera los prejuicios
de su ambiente y se pone en relación con todos, incluyendo a las clases más marginadas.
Realiza un movimiento que nace de su corazón.
Líder que contagia a los demás y los envuelve
en sus planes, que son los de Dios (su hermano Rodrigo y Juan de la Cruz, por ejemplo).
Dotada de muchas cualidades: amistad, simpatía, sentido de adaptación a las demás
personas y a las circunstancias, conversadora
que hasta engolosina a sus interlocutores (cfr.
la serie de personas que desfilan por sus fun-
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El relato del Cura de Becedas (Vida 5,37) manifiesta su capacidad de amistad
que sana una situación perdida.
Construye comunidad enseñando a
orar -sus monjas y su padre-, a pesar
que ha abandonado la oración (Vida
7,10-13).
Influye positivamente para sanar un
ambiente pesado de vida comunitaria
(Vida 6,3).
Leer Vida 7,20-22: “El grito de la soledad”. Paradójicamente, Teresa de Jesús
vive en la Encarnación con más de 130
monjas y experimenta una enorme soledad espiritual, que no la logra superar
en el locutorio donde estaba rodeada
de caballeros y personas de Ávila. La
gran paradoja para santa Teresa es tener compañía y apoyo para el pecado y
sentirse sola para iniciar su proceso de
conversión. De la soledad espiritual
surgió luego una comunión espiritual
renovada y purificada: comunidad pequeña y heterogénea, pero con un
excelente programa de vida: Vida 16,67.
Con una base de amor y de verdad:
“Desengáñeme con verdad” dice al padre García de Toledo; Vida 16, 6; y el fin
de reunirse con los cinco que se aman
en Cristo es para “desengañar unos a
otros” (Vida 16,7).
Con base en un pacto de fidelidad.
Programa de corrección fraterna y
promoción espiritual.
“Amor y cuidado de aprovecharnos”.
Comunidad pequeña y altamente heterogénea los famosos “cinco que al
presente nos amamos en Cristo” (Vida
16,7).
En este pequeño grupo, Teresa de Jesús ejerce
un liderazgo espiritual indiscutible. Todo va
llevando a la santa a un nuevo concepto de
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vida comunitaria, de crear fraternidad. Básicamente son dos conceptos con caracteres
humanos y evangélicos.
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Familia o Hermandad: tiene el carácter
de hogar la nueva comunidad teresiana. Habla la santa de nuestro “estilo de
hermandad y recreación que tenemos”
(F 13,5). Relaciones en la nueva comunidad que son el estilo de una familia
sobrenatural donde el amor fraterno
marca las nuevas relaciones.
Es un grupo enteramente cristocéntrico:
Cristo en medio de la comunidad.
Grupo evangélico: acepta el evangelio
como norma suprema: “Seguir los consejos evangélicos con toda la perfección
que yo pudiese, y procurar estas poquitas que están aquí hiciesen lo mismo,
confiada yo en la gran bondad de Dios
que nunca falta de ayudar a quien por El
se determina a dejarlo todo” (CE 1,2).
Grupo apostólico: dedicado al servicio
del Señor y de la Iglesia con la oración
y la santidad de vida.
Colegio de Cristo: así se define el pequeño grupo teresiano (CE 20,1). Se
pretende ser como el grupo de los discípulos, seguidores de Jesús que viven
intensamente con el Maestro y gozan
de su profunda y cercana intimidad. El
acento cristológico que Teresa pide para sus comunidades es evidente. Quiere
una comunidad donde Cristo siempre
esté presente; confesión de Cristo como eje y fundamento de la comunidad,
ya que su presencia da consistencia, altura, anchura y profundidad espiritual:
Cristo es la norma de vida comunitaria.
Presencia que cumple la promesa hecha por el mismo Señor Jesús: “que
Cristo andaría con nosotras” (Vida
32,11). Además, sus comunidades deberían ser “que era esta casa paraíso de
su deleite”, “este rinconcito de Dios”,
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“morada en que Su Majestad se deleita”
(Vida 35,12).
Como la Casa de Betania, la casa de
Martha y María, donde se hospedó el
huésped divino y que Martha atendió
incansablemente (CV 17,5-6). Concepto
de vida comunitaria con énfasis en el
amor y servicio al huésped divino. Esta
presencia es oscurecida por la falta de
amor que puede llevar a la desunión.
Ello trae la ausencia del huésped divino,
el cual es votado de la casa (Ibid. 7,10).
Presencia permanente en la Eucaristía.
En torno a ella, la santa construía Iglesia
como respuesta a los luteranos (Fundaciones 18,5).
Presencia de Cristo como Señor y
Maestro: “Dejad hacer al Señor de la casa; sabio es, poderoso es, entiende lo que
os conviene y lo que le conviene a El
también” (CV 17,7). Cristo es quien “nos
juntó en esta casa” (Ibid. 3,1). Maestro,
porque se anda en su compañía para
aprender las palabras de vida eterna;
para aprender lo que Jesús enseña, para aprender las palabras pronunciadas
por esa boca divina. Las deja “salir
buenas discípulas” (Ibid. 26,10; cfr.
24,5). La doctrina de santa Teresa de Jesús sobre la vida comunitaria es muy
rica y actual. El acento es cristológico
concretado en la vivencia de la comunión. Efectivamente propone un nuevo
estilo de vida con unas características
muy concretas:
Con la raíz o fundamento en el amor.
Cuatro razones para ello: CE 6,7-8; CV
4,10-11.
1. Gran contradicción y brutalidad vivir
juntos sin amarse.
2.
amada”.
“La virtud siempre convida a ser
3. El mismo círculo de amor (Dios nos
ama y nosotros a él).
10
4. Es el testamento dejado por Jesús.
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Vida de oración: “y acostumbrarse a soledad es gran cosa para la oración; y
pues éste ha de ser el cimiento de esta
casa”: CV 4,9.
La autoridad como servicio en el amor.
Regla de oro para el gobierno: la priora
“procure ser amada para que sea obedecida” Constituciones 34. Cfr. “Algunos
avisos para las prioras, importantes”
(Fundaciones 18).
Trabajo y servicio: comunidad solidaria
que todo lo pone en común: Constituciones 9-10. 24.
Comunidad alegre y con recreación.
Valor humanista: “aquí todas han de ser
amigas, todas se han de amar, todas se
han de querer, todas se han de ayudar”
(CV 4,7).
Valor carmelitano: familiares de la Virgen.
Comunidades pequeñas: “Que esto es
siempre lo que han de pretender, y solas
con El solo; y no ser más de trece; porque esto tengo por muchos pareceres
sabido que conviene” (Vida 36,29).
4. La formación, la teología y centros de
estudio.-. Antes de hablar de los centros de
estudios, pincelo un breve perfil del formador.
4.1. La formación y el formador.-. Cada vez
más, las comunidades se toman en serio la
formación de sus miembros, tanto la inicial
como la permanente. Efectivamente, Dios es el
principal agente de formación, es el gran formador, el protagonista por excelencia y por lo
mismo, el formando (como segundo responsable de la formación), debe responsabilizarse
de su propio proceso de formación, de crecimiento, de maduración, secundando la acción
de Dios en su vida, hasta configurarse con Jesús, quien le llama y a quien se dispone a
seguirle: “La formación es una participación en
la acción del Padre que, mediante el Espíritu,
infunde en el corazón de los jóvenes y de las
jóvenes los sentimientos del Hijo” (Vita Consecrata 66). En tercer lugar, el formador por
supuesto, como hombre de Dios y que progresivamente se va identificando con el Señor
Jesús, enseña a sus formandos, formándolos al
estilo de Jesús, el Maestro, quien no se impone a la fuerza sino que sabe esperar y confiar
aún en medio de las fallas; prepara la hora de
Dios y pacientemente va proponiendo el ideal
en todo el proceso de formación.
Para todo este proceso de formación se necesita que el formador, como mediador humano
de la acción de Dios en el formando, debe ser
una persona que ame profundamente a la
Iglesia aún con sus sombras y pecados. Que
valore como una gran riqueza la intercongregacionalidad (normalmente a los centros de
estudios de América Latina y El Caribe, asisten
formandos de varias congregaciones religiosas). El formador debe conocer y amar
profundamente el Instituto religioso al que
pertenece. Debe ser una persona constructora
de comunidad y que humana y psicológicamente sea madura, integrada y con capacidad
para acompañar y ayudar a madurar y hacer
crecer a otros, con todas sus virtualidades internas. Formador dotado de cualidades como
la empatía, el amor y la comprensión hacia las
nuevas vocaciones o jóvenes de hoy, con actitud continua de escucha y acogida sencilla;
sabiendo conjugar la comprensión sin permisivismos y la exigencia evangélica.
Formadores capaces de ayudar a discernir,
confirmar y fortalecer la vocación de los jóvenes; formadores que sean “personas expertas
en los caminos que llevan a Dios, para poder
ser así capaces de acompañar a otros en ese
recorrido” (Vita Consecrata 66).
Finalmente, dentro de este global perfil del
formador hoy, se debe tener en cuenta, que le
debe interesar más que las estructuras exteriores (que son necesarias), que sea la persona la
que se estructura interiormente, que el formando
vaya
asumiendo
libre
y
11
responsablemente las actitudes profundas del
corazón, los criterios y valores del Evangelio y
los elementos fundamentales del carisma fundacional. Importante que el responsable
directo de la formación no esté solo, sino
siempre acompañado y apoyado por una comunidad formadora, un pequeño equipo
formativo, que es fundamental en la actualidad.
4.2. Centros de estudios.-. No tengo el dato
estadístico preciso, pero me atrevo a decir,
que en América Latina y El Caribe, son varios
los centros de estudio o de formación con los
que contamos. Con variedad de ofertas en
cuanto a formación y mentalidades teológicas,
pasando por universidades pontificias, universidades católicas y propiedad de comunidades
religiosas, institutos y centros de estudios teológicos y religiosos, centros de estudios que
ofrecen las diversas conferencias nacionales
de religiosos, casas de religiosos para formar a
sus propios miembros y que también abren a
otros institutos religiosos, seminarios conciliares,
etc.
Junto con
estos espacios
“institucionales”, encontramos también en
muchos países, variedad y frecuentes “cursos
de formación para formadores”, que ayudan a
prepararlos de manera adecuada y cuidadosa.
El documento de Aparecida nos ha dejado un
número bien interesante, referente al tema y
metiéndolo dentro del contexto general de
discipulado y misión: “Las casas y centros de
formación de la Vida religiosa son también espacios privilegiados de discipulado y formación
de los misioneros y misioneras, según el carisma propio de cada instituto religioso”
(Aparecida 327).
La variedad de los centros de estudios buscan
como objetivo general el ayudar a todos los
formandos a descubrir, madurar, fortalecer y
llevar a plenitud su vocación religiosa y/o
presbiteral, dentro del instituto al que pertenece y en comunión eclesial, siguiendo las
orientaciones de la Legislación propia y el Plan
de formación, para vivir fielmente el seguimiento del Señor Jesucristo, en las peculiares
circunstancias culturales, sociales y eclesiales.
Es fundamental el dato que he venido recordando. Solamente el Señor Jesús es quien
capacita “al hombre y a la mujer para vivir de
manera divina; es decir, para pensar, querer y
actuar según el Evangelio, haciendo de las bienaventuranzas la norma de su vida…, ya que
los principios evangélicos se convierten para
ella en normas educativas, motivaciones interiores y, al mismo tiempo, en metas finales. Éste
es el carácter específicamente católico de la
educación. Jesucristo, pues, eleva y ennoblece a
la persona humana, da valor a su existencia y
constituye el perfecto ejemplo de vida. Es la
mejor noticia, propuesta a los jóvenes por los
centros de formación católica” (A 335)iii.
Puestos los ojos en ese fundamento, la vida
religiosa está llamada a formarse como se
forman los jóvenes que luchan y se esfuerzan
por salir a delante; los jóvenes “del común”,
que buscan la integración de su vida espiritual,
académica, laboral y apostólica. En nuestras
parroquias existen muchos jóvenes que estudian, trabajan, son miembros activos en sus
familias y se comprometen con la pastoral.
Hay que cuidar que los centros de estudios,
garanticen para nuestras nuevas generaciones
y las formen en los siguientes ejes fundamentales: en la vivencia de la Palabra de Dios, en la
asimilación progresiva del carisma fundacional, la espiritualidad y apostolado específico
de la Orden o Instituto religioso y en la lectura
crítica del tiempo y de la realidad en la que se
vive. Ello ayudará sin duda, a profundizar en la
necesidad de la vuelta a lo fundamental y a
irse desprendiendo de lo accesorio. Formación
en un discernimiento sereno y constante de
las diversas situaciones que se van presentando en el caminar de la Vida religiosa y dentro
de ella, la vida carmelitana.
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Concluyo afirmando que las universidades y
centros superiores de educación católica, son
lugares importantes para la formación, y la
vida consagrada está siempre llamada a participar y dar importancia a su formación
universitaria o superior, inicial y permanente.
El Documento de Aparecida, al hacer el análisis de la
realidad, lo hace dentro del fenómeno de la globalización, la cual está “impactando la cultura, la economía, la
política, las ciencias, la educación, el deporte, las artes y
también, naturalmente, la religión. Como pastores de la
Iglesia, nos interesa cómo este fenómeno afecta la vida
de nuestros pueblos y el sentido religioso y ético de nuestros hermanos que buscan infatigablemente el rostro de
Dios” (35). El cambio de época ha sido influenciado por
la globalización y las políticas neoliberales, que han
causado un fuerte y alarmante aumento de la pobreza,
un deterioro del ecosistema y de nuestra biodiversidad
(Aparecida 83-87).
i
Clericalización y parroquialización, entendidas como
proceso y ejercicio práctico y espiritual en el que un
religioso se convierte en un ministro asimilable al clero
diocesano. No es juicio peyorativo sobre dicho clero. En
este proceso se puede ir perdiendo la referencia carismática, espiritual, limitaciones para asimilar de manera
sana y serena la vida comunitaria. Proceso en el que las
actividades parroquiales riñen con las expresiones carismáticas. Proceso en el que los religiosos se van
convirtiendo en buenos párrocos, vicarios parroquiales,
pero en pésimos religiosos. Proceso práctico en el que
se van perdiendo el interés por lo comunitario, lo carismático, la historia y la tradición de la Orden o
Instituto religioso.
ii
Lo que dicho documento de Aparecida, afirma de los
centros de formación católica, bien sea primaria, secundaria y universitaria, vale perfectamente para los
centros específicos de formación filosófica, teológica,
pastoral, religiosa, sacerdotal. El fundamento es el mismo: Jesucristo, el Señor.
iii
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