Padre NICOLÁS GRONDONA TRAVI Nació en Italia el 5 Marzo 1875; profesó en Italia en 1901; sacerdote en Génova el 18 Junio 1899; llegó a Venezuela el 12 Diciembre 1926; regresó a Europa el 15 Agosto 1946; murió en Italia el 23 Diciembre 1947, a 72 años de edad, 46 de profesión y 48 de sacerdocio. Carta Mortuoria Sampierdarena, Génova, 4 de Febrero de 1948 Queridos Hermanos: Nuestra familia, la noche del 23 de diciembre p.p. fue probada con la muerte del Sacerdote NICOLÁS GRONDONA, de 72 años de edad. Prefirió el querido Hermano celebrar las Navidades en el Cielo uniendo su canto de oración y bondad al de los Ángeles. No hacía ni siquiera un año que había regresado de VENEZUELA, cansado y enfermo, para descansar de las fatigas de 45 años de vida activísima, en Méjico, primero, y después del vendaval revolucionario comunista, en Venezuela. Pasados pocos meses en Marina de Pisa, vino a esta Casa como Confesor, por cierto muy apreciado por su serena y amable bondad. Sufría de insuficiencia cardiaca muy acentuada y de arterioesclerosis progresiva. A pesar de esto, cumplía con escrupulosa regularidad su delicado cargo, también en algunas Comunidades de Hijas de María Auxiliadora y se prestaba con dócil sencillez al servicio de la Parroquia. Un primer ataque preocupante lo había ya sorprendido en el confesionario, su puesto de trabajo, en el mes de Septiembre. Últimamente los ataques de su cada vez siempre más débil corazón se habían hecho más frecuentes y fue obligado, contra su voluntad a guardar cama. Perfectamente consciente de la gravedad de su mal, se preparaba con fe segura y tranquila resignación al gran paso. Éste sobrevino hacia las 10:30 de la noche del 23 de Diciembre, casi improvisamente. Apenas notada su muerte, pudo aún ser confortado con aquellos actos de caridad que la fe y la religión ponen a nuestra disposición en aquellos últimos instantes. Era genovés. Nació el 5 de Marzo de 1875, hijo de Francisco Grondona y Francisca Travi de Grondona. Su infancia debió ser muy triste ya que apenas a cuatro años de edad quedó huérfano de mamá. Hizo la Primaria en el Colegio "Duquesa Galliera" dirigido por los Hermanos de la Salle. A los 13 años se le murió también el papá. Del Colegio de los Hermanos de La Salle pasó al de Prá, Génova, de los Hijos de la Inmaculada, fundado por el Siervo de Dios, Sac. José Frasinetti, tan amigo de Don Bosco. Allí hizo el primer año de Gimnasio. Al año siguiente pasó a la Casa Madre de la misma Obra, en el centro de Génova, donde continuó los otros cuatro años de Gimnasio. Se encariñó tanto con la vida y el espíritu de los Hijos de María Inmaculada, que ingresó en su Congregación: en efecto allí vistió el hábito clerical. Hizo sus estudios de Filosofía como alumno externo del Seminario Arzobispal. La Ordenación Sacerdotal la recibió de manos de Monseñor Tomás de los Marqueses Reggio, en la Catedral de Génova, el 18 de Junio de 1899. Se quedó por un año cono Sacerdote en la Obra de los Hijos de María Inmaculada, con Don Antonio Piccardo, Sucesor del Fundador. Al año siguiente, 1900, habiendo conocido a los Salesianos a través de la vocación de una hermana suya, Hija de María Auxiliadora, maduró el propósito de pasar entre los Hijos de Don Bosco. En agosto de ese mismo año fue a Turín y en Valsálice (Turín), obtuvo hacer los Ejercicios Espirituales con los Salesianos. Se acercó a Don Rúa, se confió con él y todo se arreg1ó para su inmediata admisión en el Noviciado de Ivrea, donde entró el 2 de Octubre de 1900. Ciertamente su vocación sacerdotal, su estudio y su preocupación por empaparse del espíritu de Don Bosco tuvieron que ser considerados como no comunes si ya en marzo de 1901 Don Rúa le propuso ir a Méjico como compañero y ayudante del Padre Inspector, Don Luis Grandis. La tarde del 19 de Marzo, en la Capilla del Cuarto de Don Bosco, hizo su profesión perpetua en manos de Don Rúa y al día siguiente partió de Génova para Méjico. En algunos escritos suyos, llenos de nostalgias y de afectuosas expresiones se descubren sus sentimientos y emoción al dejar a su querida Génova y a su Italia. Alma particularmente sensible y apegada a su tierra, sufrió muchísimo. Pero para él la palabra del Superior era una orden! Aunque no se había escogido libremente el campo de su apostolado, América, y sintiera pena al partir, sin embargo hizo el sacrificio de su voluntad -que va a renovar muchas veces a lo largo de su vida- y partió. En México estuvo 25 años. Hombre de una formación sacerdotal solida, fue activo e inteligente colaborador del Inspector. Ocupó rápidamente cargos de confianza. Su fama de óptimo salesiano bril1ó en la Dirección de la Casa de Guadalajara. Tan grande fue el afecto y la estimación que con su celo supo suscitar hacia Don Bosco y María Auxiliadora entre los Salesianos y toda clase de personas, que aún hoy es vivo el recuerdo del Padre Grondona. A título de información, el actual Inspector de Méjico, en unión de sus Hermanos reunidos para los Ejercicios Espirituales, le escribía al querido Padre Grog dona con ocasión de las Navidades: "Dura siempre entre nuestros Salesianos el recuerdo del trabajo que Usted ha realizado durante su permanencia en Méjico. Ahora nosotros estamos recogiendo el fruto del trabajo intenso y sacrificado de nuestros antiguos Hermanos, en una resurrección de obras nuestras después de la tormenta de la revolución y de la persecución". Y las horas de la revolución y de la persecución el Padre Grondona las vivió, por desgracia, todas. Con el corazón destrozado tuvo que ver, impotente, el desencadenarse sobre su trabajo de 25 años, todos los horrores y la barbarie sacrílega de aquellos enviados de Satanás. El mismo corrió grave peligro de su vida. Sólo su característica imperturbabilidad y su bondad tranquila lo salvaron de una mano asesina que lo sorprendió en el corazón de la noche mientras reposaba en su cama. Después de la orden del gobierno de dejar el territorio mejicano, con el alma adolorida y el temor de ser descubierto, disfrazado, iba por aquí y por allá, escondiéndose donde familias amigas, que valerosamente desafiaban los registros y las posibles represalias, con tal de salvar al sacerdote de Dios y al hijo de Don Bosco. Finalmente pudo embarcarse para Italia. Y en Italia se quedó por seis meses. En su alma, y se puede decir en su carne, vivo y presente permanecía aún el recuerdo del calvario padecido y la dolorosa visión de la ruina casi total del enorme trabajo que en sus años más bellos y fructíferos había llevado a cabo. Si bien un natural impulso del corazón lo llevaba a hablar de su querido Méjico al contar el bien hecho y las circunstancias trágicas vividas, no por esto él habría escogido volver a partir para el exterior. Deseaba permanecer en Italia. Pero las almas pasadas por el crisol del dolor y entrenadas en el sacrificio, además de ser predilectas de Dios, son las más aptas para cooperar con Jesús en la salvación de los demás. La experiencia del Padre Grondona, su alto espíritu de sacrificio, su celo, su amor a Don Bosco y su dominio del castellano, eran elementos demasiado providenciales y preciosos para no ser ulteriormente usados por la sabiduría de los Superiores para el bien de muchos y gloria de la Congregación. Don Rinaldi, pasado el período de reposo necesario para recuperarse totalmente, le propuso al Padre Grondona partir para VENEZUELA, con el Padre Inspector, Padre Enrique De Ferrari. Don Rinaldi sabía el sacrificio que le estaba pidiendo al Padre Grondona. Para hacérselo menos pesado, le prometió casi con seguridad que pasados algunos pocos años, lo habría vuelto a llamar. Así Venezuela fue el campo de trabajo del segundo período de la vida del Padre Grondona . Llegó a Caracas en Diciembre de 1926. Fue Párroco y contemporáneamente Vicario de Barcelona, cautivándose con su actividad y celo, la estimación de su Obispo, que lo distinguió con particular aprecio. Igual deferencia le manifestaron las autoridades civiles. De su trabajo, constantemente inspirado en el espíritu salesiano, se benefició no sólo la parroquia sino toda la ciudad. Después de seis años, cansado, ya sufriendo del corazón, pidió ser exonerado de su cargo. De Barcelona pasó a La Vega, Caracas, en calidad de Maestro de Novicios. Al año siguiente, ya recuperado en el espíritu y un poco también en la salud, fue nombrado Director de la misma Casa, cargo en el cual permaneció hasta 1935. Los Superiores, luego, contando con su excepcional capacidad de adaptación a la voluntad de Dios y su sólida virtud, le rogaron que aceptara interinamente, lo que hizo por un año, la dirección de la Casa de Sarría, Caracas, hasta la llegada del Director elegido por el Capítulo Superior. En 1937 fue mandado -en Septiembre- a dirigir la Escuela Agrícola de Naguanagua. El delicado y escrupuloso sentido de responsabilidad y su adhesión al espíritu de la Regla, fueron por todos admiradas y bendecidas. Los Superiores habrían querido aprovechar sus dotes y su segura experiencia en cargos de responsabilidad, pero su corazón no podía ya seguir lo que la voluntad le dictaba. Entonces lo enviaron como Confesor a la Casa de Sarría. Además de las confesiones de todos los días en la Casa, fue encargado de la Instrucción Catequística dominical de los muchachos. Su celo le hizo aceptar aún Cursos de Ejercicios Espirituales para los Salesianos y las Hermanas. Habían pasado 26 años desde el día en que Don Rinaldi le había pedido que partiera para Venezuela. Había gastado ya todas sus mejores energías. Para desarrollar su apostolado en condiciones ambientales con mayor provecho, bajo ruegos de Don Rinaldi, en 1931 había renunciado a la ciudadanía italiana por la venezolana. Para el Padre Grondona había sido un enorme sacrificio. Don Rinaldi, que lo conocía bien, para animarlo, le escribía así: "Tu espíritu me alegra mucho y le doy gracias a Dios que te ha concedido la fuerza para hacer también este sacrificio. Lo aprecio mucho. Pero te debe consolar mucho más el pensamiento de la hermosa perla que has añadido a tu corona. Con esto te has asegurado aún más la ciudadanía de la patria celestial, que es la que nos debe interesar más que todas las otras, que son accidentales y que en el cielo no dejarán señal. Ánimo, que estas sosteniendo una buena batalla. Dentro de poco llegará el tiempo en que podrás decir: "Terminé mi carrera. He conservado la fe". Y el Señor, que es fiel, te dará la justa merced prometida. Y el tiempo de la justa merced llegó! El Señor, en premio de tantos méritos adquiridos y por el trabajo realizado, dispuso las cosas para que él pudiera concluir su cansada carrera en Génova, siempre amada y suspirada. Si bien el querido Padre Grondona estaba preparado para el gran paso como mejor no se podía desear, sin embargo no escondía el temor de tener que presentarse ante el Juez Divino. El vínculo de caridad que nos une a Jesús y a Don Bosco me da la seguridad que le demostrareis vuestro cariño elevando una oración al Señor por su alma. Rezad también por los Hermanos y las necesidades de esta Casa. Sac. Luis Ulla Director