El ritual de la bendición y encendido del cirio comienza con los fieles, cada uno con una vela, reunidos en torno a una hoguera o Fuego Santo. La iglesia está a oscuras como representación de la oscuridad que reinaba en el sepulcro dónde estaba el cuerpo de Cristo después de haber sido crucificado. Después de bendecir el fuego, se marcan unas señales en el cirio: una cruz, las letras “Alfa” y “Omega” y las cifras del año en los ángulos de la cruz. La cruz es tradicionalmente el símbolo de Jesús. En un cirio de Pascua representa a Cristo y la luz eterna que nos da a todos nosotros, sirviéndonos de guía en las penumbras. La letra griega alfa (ubicada en la parte superior del Cirio) y la letra omega (ubicada en la parte inferior del Cirio), son, respectivamente, primera letra y la última del alfabeto griego. En un cirio pascual representan que Cristo es el comienzo y el fin de todas las cosas. También nos recuerdan que la palabra de Dios es eterna (Apocalipsis 1, 8: “Yo soy el Alfa y la Omega, dice el Señor, quien es, quien fue y quien ha de venir, el Todopoderoso”). Además nos hablan de que ahora y siempre Cristo está vivo en su Iglesia, y le da fuerza para afrontar una año más. El año es colocado en el Cirio Pascual como símbolo de la presencia de Dios aquí y ahora. Puede ser situado en cada uno de los huecos de los brazos de la Cruz o en la parte inferior del Cirio. El sacerdote dice: 1. Cristo ayer y hoy; se traza la raya vertical 2. Principio y fin; se traza la línea horizontal 3. Alfa; se traza la letra alfa sobre la línea vertical 4. Y Omega; se traza la letra omega abajo de la línea vertical 5. Suyo es el tiempo; se traza el primer número del año en curso, el el ángulo superior izquierdo de la cruz 6. Y la eternidad; se traza el segundo número del año en el ángulo superior derecho 7. A Él la gloria y el poder; se traza el tercer número del año en el ángulo inferior izquierdo 8. Por los siglos de los siglos. Amén; se traza el cuarto número del año en el ángulo inferior derecho (Aunque en muchos trazados artísticos, esta forma a veces cambia). A continuación se incrustan cinco granos de incienso en forma de cruz (primero el palo vertical, luego el horizontal), que simbolizan las cinco llagas de Cristo muerto y resucitado, mientras se dice: 1. Por sus llagas 2. santas y gloriosas 3. nos proteja 4. y nos guarde 5. Jesucristo nuestro señor. Amén Entonces se enciende el cirio con el fuego nuevo diciendo: Que la Luz de Cristo, que resucita glorioso, disipe las tinieblas del corazón y del espíritu. Si el encendido se ha realizado en el exterior de la iglesia, se lleva el cirio de Pascua en procesión al interior de la iglesia, que todavía en penumbras recibe Luz del Señor. La llama del cirio pascual, como representación de la resurrección de Cristo, es utilizada para encender las velas de todos los fieles. Una vez realizado este acto se coloca el cirio de Pascua en el presbiterio. Su luz presidirá la ceremonia litúrgica de la Vigilia Pascual, donde todos proclamaran la victoria de Cristo sobre la muerte con su resurrección. El cirio pascual es encendido todos los días hasta el día de la Ascensión. También se enciende durante bautismos, como signo de la promesa de Juan el Bautista del Espíritu Santo a los bautizados en Cristo. Sor Mª Trinitat Cabrero, osh – Monasterio de Santa Maria de Refet (España) https://www.youtube.com/watch?v=GxvctNM4QRo Texto en español Alégrense por fin los coros de los ángeles, Alégrense las jerarquías del cielo, y por la victoria de rey tan poderoso que las trompetas anuncien la salvación. Goce también la tierra, inundada de tanta claridad, y que, radiante con el fulgor del Rey eterno, se sienta libre de la tiniebla, que cubría el orbe entero. Alégrese también nuestra madre la Iglesia, revestida de luz tan brillante; resuene este recinto con las aclamaciones del pueblo. [Por eso, queridos hermanos, que asistís a la admirable claridad de esta luz santa, invocad conmigo la misericordia de Dios Omnipotente, para que aquel que, sin mérito mío, me agregó al número de los Diáconos, completen mi alabanza a este cirio, infundiendo el resplandor de su luz. El Señor esté con ustedes. Y con tu espíritu. Levantemos el corazón. Lo tenemos levantado hacia el Señor. Demos gracias al Señor, nuestro Dios. Es justo y necesario.] En verdad es justo y necesario aclamar con nuestras voces y con todo el afecto del corazón a Dios invisible, el Padre Todopoderoso, y a su único Hijo, Nuestro Señor Jesucristo. Porque Él ha pagado por nosotros al Eterno Padre la deuda de Adán y ha borrado con su Sangre inmaculada la condena del antiguo pecado. Porque éstas son las fiestas de Pascua en las que se inmola el verdadero Cordero, cuya Sangre consagra las puertas de los fieles. Esta es la noche en que sacaste de Egipto, a los israelitas, nuestros padres, y los hiciste pasar a pie sin mojarse el Mar Rojo. Esta es la noche en que la columna de fuego esclareció las tinieblas del pecado. Esta es la noche que a todos los que creen en Cristo en toda la tierra los arranca de los vicios del mundo y de la oscuridad del pecado, los restituye a la gracia y los agrega a los santos. Esta es la noche en que, rotas las cadenas de la muerte, Cristo asciende victorioso del abismo. ¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados? ¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo! Necesario fue el pecado de Adán, que ha sido borrado por la muerte de Cristo. ¡Feliz la culpa que mereció tal Redentor! ¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó del abismo. Esta es la noche de la que estaba escrito: «Será la noche clara como el día, la noche iluminada por mi gozo.» Y así, esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, doblega a los poderosos. En esta noche de gracia, acepta, Padre Santo, el sacrificio vespertino de alabanza, que la Santa Iglesia te ofrece en la solemne ofrenda de este cirio, obra de las abejas. Sabemos ya lo que anuncia esta columna de fuego, que arde en llama viva para la gloria de Dios. Y aunque distribuye su luz, no mengua al repartirla, porque se alimenta de cera fundida, que elaboró la abeja fecunda para hacer esta lámpara preciosa. ¡Qué noche tan dichosa en que se une el cielo con la tierra, lo humano con lo divino! Te rogamos, Señor, que este cirio, consagrado a tu nombre, para destruir la oscuridad de esta noche, arda sin apagarse y, aceptado como perfume, se asocie a las lumbreras del cielo. Que el lucero matinal lo encuentre ardiendo, Ese lucero que no conoce Jesucristo, tu Hijo tu Hijo resucitado, que volviendo del abismo, brilla sereno para el linaje humano, y vive y reina por los siglos de los siglos. Amén. Una lectura mistagógica del Pregón pascual o Exultet El lucernario de la noche de pascua ha sido el último rito en incorporarse a la vigilia pascual. En el s. III se incorpora la celebración del Bautismo y a finales del s. IV la bendición del fuego y del cirio pascual, sobre todo en el norte de Italia. En Milán, se compone el llamado pregón pascual y pronto es llevado a Roma, al menos en el año 378 lo consigna san Jerónimo en una carta al diácono Presidius. De su presencia en Roma da testimonio el papa Zósimo entre los años 417-418, quien lo autoriza para ser cantado por los diáconos en la noche de pascua. Este texto lo encontramos también, en el Missale Gothicum, Missale Galicanum vetus y Missale Bobbiense. Esta gran plegaria consecratoria de extraordinaria belleza y lirismo se divide en varias partes: a. Prólogo El pregón pascual se inicia con un prólogo exhortativo a toda la Iglesia de Dios a disponer los ánimos para recibir el anuncio de la noche pascual. Estas tres primeras estrofas presentan un esquema descendente: los ángeles–la tierra–la Iglesia. El anuncio va dirigido a la creación entera. Los coros angélicos han de expresar su exultación con las trompetas ya que su voz debe ser melodiosa para Dios. Subyace, también aquí, la teología de las dos Iglesias, la celeste o triunfante y la terrestre o militante. La celeste, representada por los ángeles que hacen resonar las trompetas en las moradas eternas; la terrestre, representada en la celebración misma, donde las voces de los fieles resuenan en los templos. b. Invitación La asamblea es exhortada a invocar la luz santa de Dios, la misma que agrega al diácono al ministerio, es decir, la gracia del Espíritu; y esta luz se hace físicamente visible ante los fieles por medio del cirio. Así pues, la luz adquiere tres valencias: luz de la divinidad, luz como gracia y luz ardiendo en el cirio. c. Memorial-anámnesis El pregón presenta el sacrificio expiatorio de Cristo y el valor de su sacerdocio sumo y eterno. Frente a la deuda de Adán (antiguo pecado) está el valor de la sangre de Cristo. El pregón establece otra sección de tres estrofas, encabezadas por la frase «esta es la noche». El texto pretende mostrar a los catecúmenos la importancia y significado de esta noche santa, adornada por tres prodigios: a) la salida de Egipto; b) el paso del mar rojo y c) la columna de fuego. El pregón manifiesta que la resurrección de Cristo fue, es y será un misterio para siempre. Solo la silenciosa noche fue testigo de aquel prodigio: «tiempo y hora» en que Jesús se levantó de entre los muertos. La anamnesis culmina con las consecuencias morales de la noche de Pascua, que son siete: 1. Ahuyenta los pecados; 2. Lava las culpas; 3. Devuelve la inocencia a los caídos; 4. Restituye la alegría a los tristes; 5. Expulsa el odio; 6. Trae la concordia; 7. Doblega a los poderosos. d. Epíclesis-consagración Tres datos nos indican que se trata de una verdadera consagración y no una simple bendición: 1. «Acepta, Padre Santo»: el verbo latino es suscipe. Generalmente la liturgia usa esta forma verbal en imperativo, exhortando a Dios a que preste atención a una necesidad o a una súplica. En el pregón pascual, este verbo expresa la súplica de la Iglesia dirigida al Padre Santo para que reciba la oblación de la luz. 2. «Sacrificio vespertino de alabanza»: Si en este texto el cirio es presentado como sacrificio vespertino, y este sacrificio vespertino (cf. Sal 140) no es otro que la muerte y resurrección del Señor; por medio del Espíritu Santo, el cirio es despojado de su significado, meramente natural o simbólico, y adquiere otro nuevo como Pascua del mismo Cristo: el cirio es la Pascua de Cristo, esto es, Cristo mismo. 3. «La Santa Iglesia te ofrece»: es la Iglesia la que devuelve a Dios lo que Él mismo nos ha dado: a Cristo–Luz. Esta es la lógica de la consagración. Se constata que es la Iglesia misma en culto público («por medio de sus ministros») hace la oblación de la luz al Padre: «la solemne ofrenda de este cirio». Por otra parte, la cósmica referencia a la cera de las abejas se ha visto como una alegoría del misterio de la concepción virginal de Jesucristo. e. Aitesis o súplica La Iglesia suplica la perennidad de la luz del cirio, esto es, que no se apague nunca la luz que Cristo nos ha dejado en su Pascua; y que esta luz brille con las luminarias celestes. Dicho de otro modo, la intención es que Dios asocie la luz del cirio pascual a la luz de los astros creados por Él desde el principio de los tiempos para que el resplandor de esta llama pascual no se apague nunca. Mientras haya estrellas en el cielo que brillen en la noche, seguirá habiendo Pascua porque será la luz del cirio la que proporcione la luz de aquellas. f. Doxología La última parte de la composición cierra la anáfora. El objeto de este párrafo es el «lucero matutino» que ha de encontrar encendido el cirio pascual. Al final del pregón, se nos descubre la gran verdad de la vida cristiana: Jesucristo es la luz que brilla en medio de la oscuridad de este mundo. Luz cuya intensidad no vacila, siempre está despejada. Es clara y distinta. Así es la luz pascual expresada en el cirio, una luz inmortal que se hará aún más plena cuando le veamos cara a cara en su reino eterno, por los siglos sin fin.