UNIVERSIDAD Y CIENCIA Grupo de estudio Universidad de Nariño __________________________________________________ NO TODOS SOMOS CONSTRUCTIVISTAS Por María Fernanda Gomajoa López Estudiante de Licenciatura en Matemáticas – UDENAR Pasto, 25 de agosto de 2010 En la actualidad las nuevas tendencias pedagógicas han tomado una fuerza importante, en especial entre los docentes de los países tercermundistas, como resultado de una auténtica campaña de lavado cerebral. Corrientes como el constructivismo han sido aceptadas en diversos colegios y universidades sin una reflexión seria, sin ningún estudio sobre los verdaderos efectos en el proceso de enseñanza-aprendizaje y sin ninguna resistencia por parte de los maestros, quienes se han ido acoplando a las políticas educativas oficiales que van en detrimento de la calidad académica. Lamentablemente las personas con frecuencia tienden a creer que todo lo nuevo es beneficioso y por lo tanto debe aceptarse, argumentando que si no lo utilizamos nos quedamos en el atraso (recordemos el “bienvenidos al futuro” de quienes nos inauguraron en la apertura neoliberal de los 90). Nada mas mentiroso que esto, ya que en pedagogía lo nuevo en Colombia es el constructivismo, modelo que en Europa fracasó hace cuarenta años, y países como Suecia y España han tenido que tomar correctivos en su sistema educativo después de detectar que el modelo traía mas conflictos al interior del aula y ni que decir de los mediocres conocimientos adquiridos por los estudiantes (ver estudios de Inger Enkvist). Todo se convirtió en una especie de anarquía pedagógica, cada quien hace lo que mejor le parezca, el dogma es respetar el “ritmo individual de aprendizaje” de cada estudiante. Un imposible práctico. De todas maneras, cada día la experiencia en las aulas de clase nos confirma lo resumido por la profesora Maruja Torres: “el buen maestro hace que el mal estudiante se convierta en bueno y el buen estudiante en superior”. Premisas como que en educación todo debe ser un juego y que el mundo es “complejo”, por lo tanto no vale la pena esforzarse para comprenderlo, han hecho que la trasmisión del conocimiento como labor fundamental del docente ya no sea importante. ¿Cómo creer que el conocimiento solose adquiere jugando tratando de que el estudiante descubra por sí solo algo que ya está descubierto? ¿No es esto más bien una pérdida de tiempo? ¿Por qué pensar que todo tiene que ser fácil y divertido en la escuela y ahora en las universidades? ¿Acaso los grandes descubrimientos no se dieron gracias a la perseverancia, el trabajo y la disciplina de los científicos, filósofos, artistas, etc.? Son preguntas que el actual modelo no responde, solo pretende ser novedoso, incluso esnobista, con un sustento teórico carente de demostración científica de su efectividad práctica. Estamos en la época en la que todo es valido, así sea falso; esto ha propiciado que los docentes se relajen a la hora de enseñar, además ha conducido a la acomodación en un sistema perverso de desfinanciación de la educación, con índices extremadamente bajos de calidad, y el adormecimiento de un sector amplio de la sociedad como es el magisterio. En este contexto, ¿para que estudiar una licenciatura en este país, y esforzarse en la actividad académico-investigativa, si ahora el maestro es tan solo un “guía” o un “acompañante”, como lo especifica el constructivismo? ¿En dónde quedó la importancia del maestro en la transformación de la sociedad como el que transmite conocimiento a las nuevas generaciones y ayuda a promover y crear uno nuevo como debería suceder en los colegios y universidades? Quizás es precisamente esto lo que pretenden las políticas neoliberales en educación: acabar, reducir o golpear una profesión tan importante como la de ser maestro. Hoy en día al profesor que no acoja al constructivismo se lo tilda detradicional, palabra que se ha vuelto un agravio. No es nada mas y nada menos que ser un arcaico en pedagogía. A lo mejor ese es el temor de muchos maestros, el de ser acusados de tradicionalistas; y quien se aplique a fondo en una actividad pedagógica seria, rigurosa y científica le caen encima con epítetos “anti-tradicionalistas” como dictador, antidemocrático, rígido, etc. Aunque obviamente debemos propugnar por un ambiente pedagógico democrático y abierto, defender al profesor tradicional significa estar a favor de la buena enseñanza, de devolverle el papel que hace décadas se le ha venido negando. Bien lo decía Simón Bolívar: “el objeto más noble que puede ocupar al hombre es ilustrar a sus semejantes”. A pesar de que esta corriente es oficial y parece imposible derrotarla, somos muchos en todo el país los que estamos bregando por la organización del magisterio no solo para reivindicaciones laborales, que son justas y que sin ellas tampoco es posible realizar bien nuestra tarea, pero creemos también que es necesario exigir que podamos acercarnos a lo más avanzado de las ciencias en nuestras instituciones educativas y darle la posibilidad a nuestros estudiantes de que aprendan con niveles de alta calidad, lo cual nos va a permitir que salgamos del atraso en el que nos encontramos. Levantados en una especie de rebeldía pedagógica hoy decimos orgullosamente: ¡no todos somos constructivistas!