LA CREACIÓN DEL MERCADO COMÚN ESPAÑOL En el período que va desde 1837 a 1892, se produjo en España un proceso de unificación del sistema económico muy importante: la creación de un mercado único. Este proceso fue posible gracias a: La organización de redes comerciales y de transporte. El establecimiento de una nueva legislación mercantil. La unificación del sistema financiero. La unificación del sistema fiscal. LAS COMUNICACIONES A mediados del siglo XIX el principal reto, en lo referente a las comunicaciones dentro de la península, continuaba siendo el transporte masivo de mercancías, que hasta entonces sólo tenía una solución fácil en las ciudades costeras con puerto. La creación de las redes comerciales exigía disponer de facilidades para trasladar productos en cantidades importantes y con una cierta rapidez. Sólo así se podían unificar los precios de los productos, condición indispensable para hacer funcionar un amplio mercado. Así, durante el bienio progresista (1854-1856) se dio un impulso decisivo a la construcción del ferrocarril, con una legislación que permitió la entrada de capital para financiar la red ferroviaria. Esto comportó que entre 1854 y 1896, se construyera una red básica que superaba los 13.000 kilómetros de vía. Todo esto revolucionó el sistema de transporte peninsular, con lo cual se consiguió el transporte y la comercialización de los productos entre las principales zonas agrícolas e industriales españolas. UNA NUEVA LEGISLACIÓN MERCANTIL Al principio del siglo XIX, en España había una gran cantidad de normas comerciales, propias de cada territorio histórico, a las que había que añadir una gran diversidad de pesos y medidas. Pero para la creación de un mercado único era imprescindible regular de manera uniforme la legislación comercial y suprimir las aduanas interiores que todavía había en el país. Con relación a esto, los diferentes gobiernos del siglo XIX fueron legislando en esta línea de uniformidad. Así, la publicación del código penal de 1848, y del código civil en 1889, son de gran trascendencia en este sentido, ya que tanto el uno como el otro proporcionaban reglas generales sobre cuestiones mercantiles y delitos económicos que favorecieron la creación del mercado único. En lo relativo a las leyes de exportación y de importación, podemos observar dos períodos: El primero, que va des de 1841 a 1875, fue relativamente librecambista, ya que aunque protegía determinados productos españoles, se dejaba la puerta abierta a las importaciones. El bienio progresista (1854-1856) y el Sexenio revolucionario (1868-1874) fueron las etapas de mayor librecambismo. El segundo, coincidió con la primera fase de la Restauración (1875-1898), caracterizándose por un fuerte proteccionismo. Se protegió el textil catalán, la siderurgia vasca, el carbón asturiano y el trigo castellano. Los industriales y los latifundistas forzaron a los gobiernos a subir los aranceles y evitar así la competencia extranjera. LA UNIFICACIÓN DEL SISTEMA MONETARIO Durante la primera mitad del siglo XIX, en España había un auténtico caos monetario: convivían diferentes monedas y sistemas contables, junto con una alta circulación de monedas extranjera y de las antiguas colonias. Por lo tanto, para llegas a un sistema contable y homogeneizar el precio de los productos, era imprescindible modernizar el sistema y crear una moneda única que tuviese un equivalente en oro para poder determinar así el valor respecto a las monedas extranjeras. Después de diversos intentos fallidos, la reforma definitiva la llevó a cabo el catalán Laureà Figuerola, que en el año 1869, siendo ministro de Hacienda, instauró la peseta como moneda única con una equivalencia con el valor del oro y de la plata. Así cada peseta constaba de cuatro reales (25 céntimos). Seis años después, en 1874, otro ministro de Hacienda, José de Echegaray, estableció otra medida que ayudaría a la expansión del nuevo sistema monetario: la emisión en exclusiva por el Banco de España de billetes de papel moneda con la nueva unidad de cuenta, la peseta. LA UNIFICACIÓN DEL SISTEMA DE IMPUESTOS Otro de los problemas que presentaba la creación de un mercado único era la existencia de un sistema fiscal o de impuestos arcaico que no estaba controlado por el estado. Era evidente, por tanto, que esta situación afectaba negativamente a la buena marcha de la actividad comercial, y que era necesario modernizar el sistema de impuestos y organizarlo de una manera más funcional. Así, desde el año 1845, con la denominada reforma Mon, que toma en nombre del entonces ministro de Hacienda, Alejandro Mon, los políticos liberales fueron creando un nuevo tipo de sistema fiscal. Este nuevo sistema reducía la gran cantidad de impuestos que había a cinco grandes grupos: Inmuebles. Cultivos y ganado. Producción industrial y actividad comercial. Consumo. Alquileres e hipotecas.