Curso de Iniciación Teológica I Heraldos del Evangelio Dios se hace hombre Esquema de la reunión Dios se hace hombre. La Encarnación (Dios Hijo) 1.- La infancia de Jesús: San José y la Virgen. Los Reyes Magos. 2.- Comienzo de la vida pública: El bautismo de Jesús, las bodas de Caná y el anuncio del Reino 3.- Vida pública II: Pasajes de la vida pública hasta el Domingo de Ramos. Anuncios escatológicos. 4.- Ultima Cena. Condena a muerte. 5.-Muerte. Resurrección. Ascensión Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 2 Dios se hace hombre Ficha nº 1 Él te aplastará la cabeza (Gn., 3, 14-15) Y el Señor Dios dijo a la serpiente: «Por haber hecho esto, maldita seas entre todos los animales domésticos y entre todos los animales del campo. Te arrastrarás sobre tu vientre, y comerás polvo todos los días de tu vida. 15 Pondré enemistad entre ti y la mujer, entre tu linaje y el suyo. Él te aplastará la cabeza y tú le acecharás el talón». Ficha nº 2 Jesucristo, su único Hijo, Nuestro Señor (C.I.C. nº 430-451) J esús quiere decir en hebreo: "Dios salva". En el momento de la anunciación, el ángel Gabriel le dio como nombre propio el nombre de Jesús que expresa a la vez su identidad y su misión (cf.Lc 1, 31). Ya que "¿quién puede perdonar pecados, sino sólo Dios?"(Mc 2, 7), es Él quien, en Jesús, su Hijo eterno hecho hombre "salvará a su pueblo de sus pecados" (Mt 1, 21). En Jesús, Dios recapitula así toda la historia de la salvación en favor de los hombres. 431 En la historia de la salvación, Dios no se ha contentado con librar a Israel de "la casa de servidumbre" (Dt 5, 6) haciéndole salir de Egipto. Él lo salva además de su pecado. Puesto que el pecado es siempre una ofensa hecha a Dios (cf. Sal 51, 6), sólo Él es quien puede absolverlo (cf.Sal 51, 12). Por eso es por lo que Israel, tomando cada vez más conciencia de la universalidad del pecado, ya no podrá buscar la salvación más que en la invocación del nombre de Dios Redentor (cf. Sal 79, 9). 432 El nombre de Jesús significa que el Nombre mismo de Dios está presente en la Persona de su Hijo (cf. Hch 5, 41; 3 Jn 7) hecho hombre para la Redención universal y definitiva de los pecados. Él es el Nombre divino, el único que trae la salvación (cf. Jn 3, 18; Hch 2, 21) y de ahora en adelante puede ser invocado por todos porque se ha unido a todos los hombres por la Encarnación (cf. Rm 10, 6-13) de tal forma que "no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos" (Hch 4, 12; cf. Hch 9, 14; St 2, 7). 433 El Nombre de Dios Salvador era invocado una sola vez al año por el sumo sacerdote para la expiación de los pecados de Israel, cuando había asperjado el propiciatorio del Santo de los Santos con la sangre del sacrificio (cf. Lv 16, 15-16; Si 50, 20; Hb 9, 7). El propiciatorio era el lugar de la presencia de Dios (cf. Ex 25, 22; Lv 16, 2; Nm 7, 89; Hb 9, 5). Cuando san Pablo dice de Jesús que "Dios lo exhibió como instrumento de propiciación por su propia sangre" (Rm 3, 25) significa que en su humanidad "estaba Dios Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 3 Dios se hace hombre reconciliando al mundo consigo" (2 Co 5, 19). 434 La Resurrección de Jesús glorifica el Nombre de Dios "Salvador" (cf. Jn 12, 28) porque de ahora en adelante, el Nombre de Jesús es el que manifiesta en plenitud el poder soberano del "Nombre que está sobre todo nombre" (Flp 2, 9). Los espíritus malignos temen su Nombre (cf.Hch 16, 16-18; 19, 13-16) y en su nombre los discípulos de Jesús hacen milagros (cf. Mc 16, 17) porque todo lo que piden al Padre en su Nombre, Él se lo concede (Jn 15, 16). 435 El Nombre de Jesús está en el corazón de la plegaria cristiana. Todas las oraciones litúrgicas se acaban con la fórmula Per Dominum nostrum Jesum Christum... ("Por nuestro Señor Jesucristo..."). El "Avemaría" culmina en "y bendito es el fruto de tu vientre, Jesús". La oración del corazón, en uso en Oriente, llamada "oración a Jesús" dice: "Señor Jesucristo, Hijo de Dios, ten piedad de mí pecador". Numerosos cristianos mueren, como santa Juana de Arco, teniendo en sus labios una única palabra: "Jesús". Cristo 436 Cristo viene de la traducción griega del término hebreo "Mesías" que quiere decir "ungido". Pasa a ser nombre propio de Jesús porque Él cumple perfectamente la misión divina que esa palabra significa. En efecto, en Israel eran ungidos en el nombre de Dios los que le eran consagrados para una misión que habían recibido de Él. Este era el caso de los reyes (cf. 1 S 9, 16; 10, 1; 16, 1. 12-13; 1 R 1, 39), de los sacerdotes (cf. Ex 29, 7; Lv 8, 12) y, excepcionalmente, de los profetas (cf. 1 R 19, 16). Este debía ser por excelencia el caso del Mesías que Dios enviaría para instaurar definitivamente su Reino (cf. Sal 2, 2; Hch 4, 26-27). El Mesías debía ser ungido por el Espíritu del Señor (cf. Is 11, 2) a la vez como rey y sacerdote (cf. Za 4, 14; 6, 13) pero también como profeta (cf. Is 61, 1; Lc 4, 16-21). Jesús cumplió la esperanza mesiánica de Israel en su triple función de sacerdote, profeta y rey. 437 El ángel anunció a los pastores el nacimiento de Jesús como el del Mesías prometido a Israel: "Os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un salvador, que es el Cristo Señor" (Lc 2, 11). Desde el principio él es "a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo"(Jn 10, 36), concebido como "santo" (Lc 1, 35) en el seno virginal de María. José fue llamado por Dios para "tomar consigo a María su esposa" encinta "del que fue engendrado en ella por el Espíritu Santo" (Mt 1, 20) para que Jesús "llamado Cristo" nazca de la esposa de José en la descendencia mesiánica de David (Mt 1, 16; cf. Rm 1, 3; 2 Tm 2, 8; Ap 22, 16). 438 La consagración mesiánica de Jesús manifiesta su misión divina. "Por otra parte eso es lo que significa su mismo Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 4 Dios se hace hombre nombre, porque en el nombre de Cristo está sobreentendido Él que ha ungido, Él que ha sido ungido y la Unción misma con la que ha sido ungido: Él que ha ungido, es el Padre. Él que ha sido ungido, es el Hijo, y lo ha sido en el Espíritu que es la Unción" (San Ireneo de Lyon, Adversus haereses, 3, 18, 3). Su eterna consagración mesiánica fue revelada en el tiempo de su vida terrena, en el momento de su bautismo, por Juan cuando "Dios le ungió con el Espíritu Santo y con poder" (Hch 10, 38) "para que él fuese manifestado a Israel" (Jn 1, 31) como su Mesías. Sus obras y sus palabras lo dieron a conocer como "el santo de Dios" (Mc 1, 24; Jn 6, 69; Hch 3, 14). 439 Numerosos judíos e incluso ciertos paganos que compartían su esperanza reconocieron en Jesús los rasgos fundamentales del mesiánico "hijo de David" prometido por Dios a Israel (cf. Mt 2, 2; 9, 27; 12, 23; 15, 22; 20, 30; 21, 9. 15). Jesús aceptó el título de Mesías al cual tenía derecho (cf. Jn 4, 25-26;11, 27), pero no sin reservas porque una parte de sus contemporáneos lo comprendían según una concepción demasiado humana (cf. Mt 22, 41-46), esencialmente política (cf. Jn 6, 15; Lc 24, 21). 440 Jesús acogió la confesión de fe de Pedro que le reconocía como el Mesías anunciándole la próxima pasión del Hijo del Hombre (cf. Mt 16, 23). Reveló el auténtico contenido de su realeza mesiánica en la identidad transcendente del Hijo del Hombre "que ha bajado del cielo" (Jn 3, 13; cf. Jn 6, 62; Dn 7, 13), a la vez que en su misión redentora como Siervo sufriente: "el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida como rescate por muchos" (Mt 20, 28; cf. Is 53, 10-12). Por esta razón, el verdadero sentido de su realeza no se ha manifestado más que desde lo alto de la Cruz (cf. Jn 19, 1922; Lc 23, 39-43). Solamente después de su resurrección su realeza mesiánica podrá ser proclamada por Pedro ante el pueblo de Dios: "Sepa, pues, con certeza toda la casa de Israel que Dios ha constituido Señor y Cristo a este Jesús a quien vosotros habéis crucificado" (Hch 2, 36). Hijo único de Dios 441 Hijo de Dios, en el Antiguo Testamento, es un título dado a los ángeles (cf. Dt 32, 8; Jb 1, 6), al pueblo elegido (cf. Ex 4, 22;Os 11, 1; Jr 3, 19; Si 36, 11; Sb 18, 13), a los hijos de Israel (cf.Dt 14, 1; Os 2, 1) y a sus reyes (cf. 2 S 7, 14; Sal 82, 6). Significa entonces una filiación adoptiva que establece entre Dios y su criatura unas relaciones de una intimidad particular. Cuando el Rey-Mesías prometido es llamado "hijo de Dios" (cf. 1 Cro 17, 13; Sal 2, 7), no implica necesariamente, según el sentido literal de esos textos, que sea más que humano. Los que designaron así a Jesús en cuanto Mesías de Israel (cf. Mt 27, 54), quizá no quisieron decir nada más (cf. Lc 23, 47). 442 No ocurre así con Pedro cuando confiesa a Jesús como "el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt16, 16) porque Jesús le responde con solemnidad "no te ha revelado esto ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos" (Mt 16, 17). Paralelamente Pablo dirá a propósito de su conversión en el camino de Damasco: "Cuando Aquel que me separó desde el seno de mi madre y me llamó por su gracia, tuvo a bien revelar en mí a su Hijo para que le anunciase entre los gentiles..." (Ga 1,15-16). "Y en seguida se puso a predicar a Jesús en las sinagogas: que él era el Hijo de Dios" (Hch 9, 20). Este será, desde el principio (cf. 1 Ts 1, 10), el centro de la fe apostólica (cf. Jn 20, 31) profesada en primer lugar por Pedro como cimiento de la Iglesia (cf. Mt16, 18). Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 5 Dios se hace hombre 443 Si Pedro pudo reconocer el carácter transcendente de la filiación divina de Jesús Mesías es porque éste lo dejó entender claramente. Ante el Sanedrín, a la pregunta de sus acusadores: "Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?", Jesús ha respondido: "Vosotros lo decís: yo soy" (Lc 22, 70; cf. Mt 26, 64; Mc 14, 61). Ya mucho antes, Él se designó como el "Hijo" que conoce al Padre (cf.Mt 11, 27; 21, 37-38), que es distinto de los "siervos" que Dios envió antes a su pueblo (cf. Mt 21, 34-36), superior a los propios ángeles (cf. Mt 24, 36). Distinguió su filiación de la de sus discípulos, no diciendo jamás "nuestro Padre" (cf. Mt 5, 48; 6, 8; 7, 21; Lc 11, 13) salvo para ordenarles "vosotros, pues, orad así: Padre Nuestro" (Mt 6, 9); y subrayó esta distinción: "Mi Padre y vuestro Padre" (Jn 20, 17). 444 Los evangelios narran en dos momentos solemnes, el Bautismo y la Transfiguración de Cristo, que la voz del Padre lo designa como su "Hijo amado" (Mt 3, 17; 17, 5). Jesús se designa a sí mismo como "el Hijo Único de Dios" (Jn 3, 16) y afirma mediante este título su preexistencia eterna (cf. Jn 10, 36). Pide la fe en "el Nombre del Hijo Único de Dios" (Jn 3, 18). Esta confesión cristiana aparece ya en la exclamación del centurión delante de Jesús en la cruz: "Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios" (Mc 15, 39), porque es solamente en el misterio pascual donde el creyente puede alcanzar el sentido pleno del título "Hijo de Dios". 445 Después de su Resurrección, su filiación divina aparece en el poder de su humanidad glorificada: "Constituido Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por su Resurrección de entre los muertos" (Rm 1, 4; cf. Hch 13, 33). Los apóstoles podrán confesar "Hemos visto su gloria, gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad "(Jn 1, 14). Señor 446 En la traducción griega de los libros del Antiguo Testamento, el nombre inefable con el cual Dios se reveló a Moisés (cf. Ex 3, 14), YHWH, es traducido por Kyrios ["Señor"]. Señor se convierte desde entonces en el nombre más habitual para designar la divinidad misma del Dios de Israel. El Nuevo Testamento utiliza en este sentido fuerte el título "Señor" para el Padre, pero lo emplea también, y aquí está la novedad, para Jesús reconociéndolo como Dios (cf. 1 Co 2,8). 447 El mismo Jesús se atribuye de forma velada este título cuando discute con los fariseos sobre el sentido del Salmo 109 (cf. Mt 22, 41-46; cf. también Hch 2, 34-36; Hb 1, 13), pero también de manera explícita al dirigirse a sus Apóstoles (cf. Jn 13, 13). A lo largo de toda su vida pública sus actos de dominio sobre la naturaleza, sobre las enfermedades, sobre los demonios, sobre la muerte y el pecado, demostraban su soberanía divina. 448 Con mucha frecuencia, en los evangelios, hay personas que se dirigen a Jesús llamándole "Señor". Este título expresa el respeto y la confianza de los que se acercan a Jesús y esperan de Él socorro y curación (cf. Mt 8, 2; 14, 30; 15, 22, etc.). Bajo la moción del Espíritu Santo, expresa el reconocimiento del misterio divino de Jesús (cf. Lc 1, 43; 2, 11). En el encuentro con Jesús resucitado, se convierte en adoración: "Señor mío y Dios mío" (Jn 20, 28). Entonces toma una connotación de amor y de afecto que quedará como propio de la tradición cristiana: "¡Es el Señor!" (Jn 21, 7). 449 Atribuyendo a Jesús el título divino de Señor, las primeras confesiones de fe de la Iglesia afirman desde el principio Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 6 Dios se hace hombre (cf. Hch 2, 34-36) que el poder, el honor y la gloria debidos a Dios Padre convienen también a Jesús (cf. Rm 9, 5; Tt 2, 13; Ap 5, 13) porque Él es de "condición divina" (Flp 2, 6) y porque el Padre manifestó esta soberanía de Jesús resucitándolo de entre los muertos y exaltándolo a su gloria (cf. Rm 10, 9;1 Co 12, 3; Flp 2,11). 450 Desde el comienzo de la historia cristiana, la afirmación del señorío de Jesús sobre el mundo y sobre la historia (cf. Ap 11, 15) significa también reconocer que el hombre no debe someter su libertad personal, de modo absoluto, a ningún poder terrenal sino sólo a Dios Padre y al Señor Jesucristo: César no es el "Señor" (cf. Mc 12, 17; Hch 5, 29). "La Iglesia cree que la clave, el centro y el fin de toda historia humana se encuentra en su Señor y Maestro" (GS 10, 2; cf. 45, 2). 451 La oración cristiana está marcada por el título "Señor", ya sea en la invitación a la oración "el Señor esté con vosotros", o en su conclusión "por Jesucristo nuestro Señor" o incluso en la exclamación llena de confianza y de esperanza: Maranatha ("¡el Señor viene!") o Maranatha("¡Ven, Señor!") (1 Co 16, 22): "¡Amén! ¡Ven, Señor Jesús!" (Ap 22, 20). Ficha nº 3 El Verbo de Dios en la Sagrada Escritura (Fray Antonio Royo Marín, Dios y su Obra, p.304, nº 289) V amos a recoger los datos de la Sagrada Escritura referentes al Verbo en el Antiguo y Nuevo Testamento. a) Antiguo Testamento Ya en el Antiguo Testamento aparece de algún modo la persona del Verbo, aunque no con la claridad y distinción con que nos la presenta el Nuevo. He aquí los principales textos1; a) En el libro de Job aparece una Sabiduría que preexiste a la creación (Iob 15,7-8; 28,12-28). b) El profeta Baruc se hace eco de Job y presenta a la Sabiduría como algo divino, impalpable, pero que desciende hasta los hombres y conversa con ellos (Bar 3,9ss). c) En los Proverbios (c.8 y 9), en el Eclesiástico (c.24) y, sobre todo, en el 1 Cf. Iniciación teológica (Barcelona 1957) t.i P.417SS. libro de la Sabiduría (7,21-11,3) se desarrolla en forma sublime y poética el tema de la Sabiduría en su doble aspecto de la Sabiduría en Dios y su misión entre el pueblo escogido. En el libro de su nombre, se nos muestra la Sabiduría como una persona distinta de Dios y sujeto de acciones conscientes. Esta Sabiduría fue engendrada por Yahvé desde toda la eternidad, al comienzo de sus empresas, antes de sus obras más antiguas (Prov 8,22-29; Eccli 24,8), y existe eternamente (Eccli 24,9). Ha salido de la boca del Altísimo (Eccli 24,3), es el soplo del poder de Dios, una emanación de la gloria del Omnipotente, el resplandor de la luz eterna, el espejo sin mancha de la actividad de Dios y la imagen de su bondad (Sap 7,25-26). Convive con Dios (Sap 8,3), se solaza ante la majestad de Dios (Prov 8,30; Eccli 24,2) y, siendo más hermosa que el sol y las estrellas (Sap 7,29), el Señor Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 7 Dios se hace hombre de todas las cosas la ama (Sap 8,3). Artífice de todas las cosas (Sap 7,22),está con Yahvé como arquitecto (Prov 8,30). Todo lo sabe, todo lo penetra, todo lo puede, todo lo renueva (Sap 7,21-24 y 27) y dispone de todo con suavidad (Sap 8,1). Se recrea en el orbe de la tierra (Prov 8,31), recorre el cielo, la tierra y el mar (Eccli 24,5-6),y tiene todas las cosas sometidas a su mando (Eccli 24,6). San Pablo citará más tarde muchos de estos pasajes viéndolos cumplidos en la persona de Cristo. b) Nuevo Testamento En el prólogo del evangelio de San Juan aparece el Verbo de Dios subsistiendo eternamente en el seno del Padre, en todo igual a Él, Dios como El, por quien fueron hechas todas las cosas, vida y luz de los hombres, luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo; el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros; es el Unigénito del Padre lleno de gracia y de verdad, de cuya plenitud hemos recibido todos gracia sobre gracia (lo 1,1-18). En el Apocalipsis aparece de nuevo Cristo como «Verbo de Dios» empapado en sangre (Ap. 19,13).San Pablo desarrolla una verdadera teología trinitaria tomando como base el tema de la Sabiduría. Ensalza la persona de Cristo con términos tomados de los libros sapienciales (Col 1,15-17;Hebr 1,2-3) y canta apasionadamente la Sabiduría de Dios, contenida y manifestada en el misterio de Cristo (1 Cor 2,6-8; Eph 3,8-11; Col 2,3; Rom 11,33; 1 Cor 1,24). Ficha nº 4 El Verbo encarnado (Fray Antonio Royo Marín, Dios y su Obra, p.308-310, nº 293) H e aquí, en brevísimo resumen, algunas de las cuestiones fundamentales de la teología del Verbo encarnado que estudiamos allí por extenso, siguiendo paso a paso a Santo Tomás de Aquino en la tercera parte de su maravillosa Suma Teológica2. 1. Fue convenientísima la encarnación del Verbo; y en el supuesto de que Dios exigiera una reparación condigna a la humanidad pecadora, era absolutamente necesario que un Dios-Hombre tomase a su cargo la colosal empresa (1,1-2): 2El motivo de la encarnación fue la 2 Para no multiplicar las citas, indicaremos entre paréntesis la cuestión, y el artículo correspondientes a esa tercera parte de la Suma, sin hacer referencia a esta última, que se supone en todas ellas. redención del hombre(1,3-4).3- La encarnación consiste esencialmente en la unión substancial e indisoluble de las naturalezas divina y humana en una sola persona divina, la segunda de la Santísima Trinidad, conservando cada naturaleza todas sus prioridades (2,16).4- Aunque hubiera podido encarnarse cualquiera de las tres personas divinas, o dos de ellas, o las tres, fue conveniente que se encarnara únicamente. La persona del Hijo con preferencia a la del Padre o del Espíritu Santo. La expresión «el Verbo se hizo, carne» significa que asumió y se apropió nuestra naturaleza humana, concreta, individual tal como se encuentra en los descendientes del primer hombre, después del pecado, Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 8 Dios se hace hombre para incorporarla a la persona divina (4,1-6). se comunica a los que de Él dependen, recibe el nombre de gracia capital. 6. El Verbo de .Dios asumió un cuerpo humano con todos sus sentidos y un alma humana con todas sus facultades (5,1-4). 10. Por su gracia capital, Jesucristo es Cabeza de todos los hombres; principalísimamente de los que están en gracia, pero también de los mismos pecadores, herejes y paganos; pues mientras vivan en este mundo tienen capacidad para ser miembros suyos por el bautismo y la caridad. Esta capitalidad se extiende a las almas del purgatorio, a los bienaventurado s del cielo y a los mismos ángeles. Cristo es Cabeza de la Iglesia por su alma y por su cuerpo, ya que el alma y cuerpo de Cristo son instrumentos de la divinidad para distribuir los bienes sobrenaturales no sólo a las almas, sino incluso a los cuerpos; aquí en la tierra, para que el cuerpo auxilie al alma en la práctica de la virtud, y en el cielo, para recibir la parte de gloria e inmortalidad que le corresponde (8,1-6). 7- El Hijo de Dios se incorporó simultáneamente todos los elementos integrantes de la naturaleza humana, pero con cierto orden; porque tomó el cuerpo mediante el alma, y el alma y sus potencias mediante el espíritu 12, y el cuerpo, alma y espíritu mediante la naturaleza humana por ellos formada (6,1-5). 8. Cristo poseyó en la esencia del alma la plenitud de la gracia habitual o santificante, y en sus potencias todas las virtudes infusas (excepto la fe y la esperanza, incompatibles con la visión y posesión de la divina esencia) y los dones del Espíritu Santo con sus gracias carismáticas. La gracia habitual de Cristo es infinita, de suerte que no pudo aumentar, y se relaciona con la gracia de unión como efecto suyo proporcional a ella (7,1-13). 9. La gracia habitual que santifica el alma de Cristo y la gracia capital como Cabeza de la Iglesia son esencialmente la misma gracia, pero recibe nombres distintos por la doble función que desempeña: en cuanto perfecciona la naturaleza humana del Hijode Dios, se llama habitual o personal, y en cuanto 11. En la inteligencia de Cristo había cuatro clases de ciencia: la natural o adquirida (como la nuestra), la infusa (como la angélica o de los dones del Espíritu Santo), la beatífica (como la de los bienaventurados) y la divina, como Verbo de Dios (9,1-4). 12. El alma humana de Cristo no era omnipotente por sí misma, ya que ninguna criatura puede serlo; pero, como instrumento del Verbo, tenía a su Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 9 Dios se hace hombre disposición el poder mismo de Dios para producir efectos sobrenaturales y obrar toda clase de milagros (13,1-4). 13. El Verbo de Dios asumió voluntariamente; al encarnarse, los defectos inherentes a la naturaleza humana caída (debilidad, dolor, hambre, sed, muerte, etc.), a excepción del' pecado y de todo: cuanto dice relación a él (v.gr. la inclinación al mal, la ignorancia, etc.) (14 y 15). 14. En Cristo, Verbo encarnado, se da la llamada comunicación de idiomas, en virtud de la cual lo que se dice personalmente de Cristo puede decirse indistintamente de cualquiera de sus dos naturalezas, ya que las dos están unidas en la persona única del Verbo (v.gr., puede decirse: «en Cristo, Dios es Hombre, y el Hombre es Dios»). En cambio, no podemos atribuir a la divinidad (en abstracto) los predicados de la humanidad, ni a ésta los de aquélla, porque en la persona del Hijo de Dios encarnado permanecen inconfusas las dos naturalezas, conservando cada una sus propiedades; y así, v.gr., sería falso decir que «la humanidad de Cristo es eterna» o que «su divinidad nació en Belén» (16,112). 15. Cristo es un solo ser, una sola persona; pero en él hay dos voluntades, divina y humana, en perfecta subordinación de ésta a aquélla. Y gozó del más perfecto albedrío, aunque en íntima identificación con la voluntad de su Padre celestial (17 y 18). 16. Las operaciones de Cristo son teándricas, o sea propias de un DiosHombre; por eso son infinitamente meritorias. Una palabra, una simple sonrisa de Cristo, tenían un valor infinito y eran suficientes para redimir millones de mundos (19,1-4). 17. El Verbo encarnado estuvo en cuanto hombre sujeto al Padre con la más filial obediencia. Oró al Padre por sí mismo y por nosotros y fue escuchado siempre que pidió alguna cosa con voluntad deliberada y firme (20 y 21). 18. Jesucristo fue sacerdote y víctima a la vez. Como sacerdote, continúa en el cielo intercediendo por nosotros y distribuyendo a los hombres los dones celestiales. Su sacerdocio es eterno, y eternamente durará su efecto, que es la gloria consumada de los santos purificados en virtud de su sacrificio (22,1-6). 19. Cristo, en cuanto hombre, fue predestinado para ser Hijo de Dios; y su predestinación es modelo y causa de la nuestra, ya que nuestra predestinación consiste en que seamos por gracia y adopción lo que Cristo es por naturaleza, y que Cristo sea el autor de nuestra glorificación, pues por sus merecimientos hemos de alcanzarla vida eterna (24,1-4). 20. En virtud de la unión hipostática de las dos naturalezas en la persona del Verbo, Cristo es adorable con adoración de latría, incluso a través de las imágenes que lo representan y de la santa cruz. Por su especialísima afinidad con El, hemos de venerara la Santísima Virgen con un culto especial, que recibe el nombre de hiperdulia; y a los santos, en cuanto miembros de Cristo, con culto de dulía (25,1-6). 21. Cristo, en cuanto hombre, es el único perfecto mediador entre Dios y los hombres; no sólo porque con su muerte reconcilió con Dios a todo el género humano, sino porque su humanidad santísima ocupa un lugar intermedio entre Dios y los hombres y le corresponde, por consiguiente, unir a los hombres con Dios, comunicándoles sus mandatos y sus dones, e interceder por los hombres ante Dios, rogando y satisfaciendo por ellos (26,1-2). Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 10 Dios se hace hombre Ficha nº 5 Una venida en la humildad, la otra en la gloria (Mons. Joâo Clá Días, Las tres venidas del Señor, Lo inédito sobre los Evangelios, vol. V, p. 23) En la primera venida, que ya ocurrió, el Niño Dios apareció pobre, humilde, sin manifestación de grandeza: “Revestido de nuestra fragilidad, vino la primera vez a realizar su eterno designio de amor y abrirnos el camino de la salvación”. La segunda sucederá de manera muy diferente, al final de los tiempos, cuando Nuestro Señor venga a juzgar a los vivos y los muertos: “Revestido de su gloria, Cristo vendrá una segunda vez para traernos la plenitud de los bienes prometidos, los que hoy, vigilantes, esperamos”. El gran Bossuet muestra que Dios quiso asumir la naturaleza humana en las condiciones más modestas, humillándose hasta lo inconcebible: “Él parece caer del seno de su Padre al de una mujer mortal, de ahí a un establo, y desde ahí baja sucesivos peldaños de anonadamiento hasta la infamia de la Cruz, hasta la oscuridad de la tumba. Reconozco que no era posible caer más bajo”. Ficha nº 6 Jesús proclama una doctrina innovadora (Mons. Joâo Clá Días, Radical cambio de patrones en las relaciones divina y humana, Revista “Heraldos del Evangelio - Salvadme Reina”, Nº 90 - Enero 2011) L a majestuosa figura del Mesías y su sorprendente doctrina intrigaban, infundían respeto y atraían a un mismo tiempo. De su profunda y serena mirada dimanaba una bondad ilimitada. Atendía a todas las peticiones, curaba a todos los enfermos. Incluso aquellos que tocaban el borde de su manto o que únicamente eran acariciados por su sombra, se veían favorecidos por su benéfica omnipotencia. Los afligidos recibían de Él un consuelo inefable. Los milagros se hacían más numerosos y una multitud cada vez más grande le seguía con creciente admiración: “Todo el pueblo le escuchaba y estaba pendiente de sus palabras” (Lc 19, 48). Jamás se había visto en Israel un profeta semejante. Igualmente cautivados estaban los Apóstoles que desde hacía tiempo acompañaban a este taumaturgo dotado de tan extraordinario poder: por actuación suya, los ciegos veían, los cojos andaban, los sordos oían, los leprosos quedaban limpios y los posesos eran liberados. Pero sus discípulos, en consonancia con la generalidad del pueblo, juzgaban erróneamente que Él había venido a establecer el predominio de Israel sobre las demás naciones de la Tierra. Desconocían aún el verdadero rostro del Reino predicado por el divino Maestro y las reglas que deberían gobernarlo, puesto que, como afirma Fillion, “hasta entonces había anunciado Jesús a sus compatriotas el advenimiento del Reino de Dios e instándoles a entrar en él; pero no había descrito aun circunstancialmente las Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 11 Dios se hace hombre cualidades morales que debían adquirir para ser dignos de pertenecer a él”. Momento oportuno para explicitar la nueva doctrina El pasaje del Evangelio que comentamos aquí corresponde al momento en que Cristo comienza a explicitar su innovadora doctrina, transcurrido algunos meses desde el inicio de su vida pública. Ahora se hallaba en los alrededores de Cafarnaúm, junto al Mar de Tiberíades, adonde “una gran muchedumbre había llegado de toda la Judea, de Jerusalén y de la región costera de Tiro y Sidón, para escucharlo y hacerse curar de sus enfermedades” (Lc 6,17-18). Jesús acababa de escoger no hacía mucho a doce de entre sus discípulos, a quienes les había dado el nombre de Apóstoles (cf. Lc 6, 13-16), preparando así la fundación de su Iglesia. Esta ocasión era muy propicia para presentar públicamente una suma de las enseñanzas que la Esposa de Cristo, a través de los siglos, habría de guardar, defender y anunciar a todos los pueblos. Esto es lo que hará Nuestro Señor en el Sermón de la Montaña, verdadera síntesis del Evangelio y ápice de perfección de la Nueva Ley. Las ocho bienaventuranzas le sirven de exordio, como magnífico portal de un palacio incomparable. En este sermón el Mesías, “a título de fundador y legislador de la Nueva Alianza declara a sus súbditos lo que de ellos pide y lo que de ellos espera si quieren servirle con fidelidad”. Violenta ruptura con antiguas costumbres y prejuicios Hoy en día, dos milenios después, nos es difícil comprender la novedad radical contenida en esas palabras del divino Maestro, las cuales trajeron al mundo una suavidad en las relaciones de los hombres —entre sí y con Dios— que era desconocida para el Antiguo Testamento y, a fortiori, para las religiones de los pueblos paganos. Al respecto dice el Cardenal Gomá: “No estamos hoy en condiciones de apreciar la trascendencia de este discurso de Jesús, por respirar en la atmósfera cristiana que aquellas divinas enseñanzas produjeron en el mundo […]. Es preciso remontarnos a los tiempos de los groseros errores del paganismo, que respiraban los mismos oyentes de Jesús en aquella ocasión […] para hacernos cargo del profundo contraste entre las enseñanzas de Jesús y la cultura y sensibilidad de sus oyentes”. En efecto, las palabras de Nuestro Señor provocarán una transformación completa de las costumbres de la época, marcadas por el egoísmo, por la dureza de trato y hasta por la crueldad. También estas palabras son apropiadas para determinar una violenta ruptura con “los prejuicios que sobre el reino mesiánico y sobre el mismo Mesías tenían los contemporáneos de Jesús — ya que le esperaban fuerte y poderoso en el orden temporal, formidable guerrero que debía sojuzgar a las naciones y ponerlas bajo la férula de Judá, con la capitalidad gloriosa de Jerusalén—”. La felicidad no está en el pecado El elocuente Bossuet afirma: “Si el Sermón de la Montaña es el resumen de toda la doctrina cristiana, las ocho bienaventuranzas son el resumen del Sermón de la Montaña”. Ellas sintetizan de hecho todas las enseñanzas morales dadas por el Redentor al mundo, y establecen los fundamentos para la Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 12 Dios se hace hombre forma de relacionarse que ha de prevalecer en su Reino. Al llevarlas a la práctica, el hombre encuentra la verdadera felicidad que busca sin cesar en esta vida y que jamás podrá hallar en el pecado. Pues quien viola la ley de Dios en el afán de satisfacer sus pasiones desordenadas se hunde cada vez más en el vicio hasta éste volverse insaciable. “Todo el que peca es esclavo del pecado” (Jn 8, 34), advierte Jesús. Las almas puras e inocentes, en cambio, gozan ya en esta tierra de una extraordinaria alegría de alma, incluso en medio de sufrimientos o pruebas. Vayamos ahora al análisis de las ocho bienaventuranzas, vibrantes verdades cuyo enunciado se sucede en majestuosa cadencia, con un ritmo elevado, digno, imponente, propio de la Persona Divina que las proclamaba: “Bienaventurados, bienaventurados, bienaventurados…” Ficha nº 7 De las dos naturalezas de Cristo (Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1963, p. 82, nº 148) CONCILIO DE CALCEDONIA, 451 IV ecuménico (contra los monofisitas) Definición de las dos naturalezas de Cristo (1) S iguiendo, pues, a los Santos Padres, todos a una voz enseñamos que ha de confesarse a uno solo y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo, el mismo perfecto en la divinidad y el mismo perfecto en la humanidad, Dios verdaderamente, y el mismo verdaderamente hombre de alma racional y de cuerpo, consustancial con el Padre en cuanto a la divinidad, y el mismo consustancial con nosotros en cuanto a la humanidad, semejante en todo a nosotros, menos en el Pecado [Hebr. 4, 15]; engendrado del Padre antes de los siglos en cuanto a la divinidad, y el mismo, en los últimos días, por nosotros y por nuestra salvación, engendrado de María Virgen, madre de Dios, en cuanto a la humanidad; que se ha de reconocer a uno solo y el mismo Cristo Hijo Señor unigénito en dos naturalezas (2), sin confusión, sin cambio, sin división, sin separación, en modo alguno borrada la diferencia de naturalezas por causa de la unión, sino conservando, más bien, cada naturaleza su propiedad y concurriendo en una sola persona y en una sola hipóstasis, no partido o dividido en dos personas, sino uno solo y el mismo Hijo unigénito, Dios Verbo Señor Jesucristo, como de antiguo acerca de Él nos enseñaron los profetas, y el mismo Jesucristo, y nos lo ha trasmitido el Símbolo de los Padres [v. 54 y 86]. Así, pues, después que con toda exactitud y cuidado en todos sus aspectos fue por nosotros redactada esta fórmula, definió el santo y ecuménico Concilio que a nadie será licito profesar otra fe, ni siquiera escribirla o Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 13 Dios se hace hombre componerla, ni sentirla, ni enseñarla a los demás. Ficha nº 8 De dos voluntades y operaciones en Cristo (Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1963, p. 128-129, nn. 251-252) HONORIO I, 625-638 [De la Carta 1 Scripta fraternitatis vestrae a Sergio, patriarca de Constantinopla, del año 634] S i Dios nos guía, llegaremos hasta la medida de la recta fe, que los Apóstoles extendieron con la cuerda de la verdad de las Santas Escrituras: Confesando al Señor Jesucristo, mediador de Dios y de los hombres [1 Tim. 2, 8], que obra lo divino mediante la humanidad, naturalmente [griego: hipostáticamente] unida al Verbo de Dios, y que el mismo obró lo humano, por la carne inefable y singularmente asumida, quedando íntegra la divinidad de modo inseparable, inconfuso e inconvertible...; es decir, que permaneciendo, por modo estupendo y maravilloso, las diferencias de ambas naturalezas, se reconozca que la carne pasible está unida a la divinidad... De ahí que también confesamos una sola voluntad de nuestro Señor Jesucristo, pues ciertamente fué asumida por la divinidad nuestra naturaleza, no nuestra culpa; aquella ciertamente que fué creada antes del pecado, no la que quedó viciada después de la prevaricación. Porque Cristo, sin pecado concebido por obra del Espíritu Santo, sin pecado nació de la sana e inmaculada Virgen madre de Dios, sin experimentar contagio alguno de la naturaleza viciada... Porque no tuvo el Salvador otra ley en los miembros o voluntad diversa o contraria, como quiera que nació por encima de la ley de la condición humana... Llenas están las Sagradas Letras de pruebas luminosas de que el Señor Jesucristo, Hijo y Verbo de Dios, por quien han sido hechas todas las cosas [Ioh. 1, 3], es un solo operador de divinidad y de humanidad. Ahora bien, si por las obras de la divinidad y la humanidad deben citarse o entenderse una o dos operaciones derivadas, es cuestión que no debe preocuparnos a nosotros, y hay que dejarla a los dramáticos que suelen vender a los niños exquisitos nombres derivados. Porque nosotros no hemos percibido por las Sagradas Letras que el Señor Jesucristo y su Santo Espíritu hayan obrado una sola operación o dos, sino que sabemos que obró de modo multiforme. [De la Carta 2 Scripta dilectissimi filii, al mismo Sergio] D-252 Por lo que toca al dogma eclesiástico, lo que debemos mantener y predicar en razón de la sencillez de los hombres y para cortar los enredos de las cuestiones inextricables, no es definir una o dos operaciones en el mediador de Dios y de los hombres, sino que debemos confesar que las dos Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 14 Dios se hace hombre naturalezas unidas en un solo Cristo por unidad natural operan y son eficaces con comunicación de la una a la otra, y que la naturaleza divina obra lo que es de Dios, y la humana ejecuta lo que es de la carne, no enseñando que dividida ni confusa ni convertiblemente la naturaleza de Dios se convirtió en el hombre ni que la naturaleza humana se convirtiera en Dios, sino confesando íntegras las diferencias de las dos naturalezas... Quitando, pues, el escándalo de la nueva invención, no es menester que nosotros proclamemos, definiéndolas, tina o dos operaciones; sino que en vez de la única operación que algunos dicen, es menester que nosotros confesemos con toda verdad a un solo operador Cristo Señor, en las dos naturalezas; y en lugar de las dos operaciones, quitado el vocablo de la doble operación, más bien proclamar que las dos naturalezas, es decir, la de la divinidad y la de la carne asumida, obran en una sola persona, la del Unigénito de Dios Padre, inconfusa, indivisible e inconvertiblemente, lo que les es propio. [Más de esta carta en Kch 1065-1069.] Ficha nº 9 Sobre Cristo, Hijo de Dios, natural, no adoptivo (Enrique Denzinger, El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1963, p. 158-159, nn. 311-314) CONCILIO DE FRANCFORT, 794 (2) [De la Carta sinodal de los obispos de Francia a los españoles] H allamos, efectivamente, escrito al comienzo de vuestro memorial lo que vosotros pusisteis: «Confesamos y creemos que Dios Hijo de Dios fue engendrado del Padre antes de todos los tiempos sin comienzo, coeterno y consustancial, no por adopción, sino por su origen.» Igualmente, poco después, se leía en el mismo lugar: «Confesamos y creemos que, hecho de mujer, hecho bajo la ley [Gal. 4, 4], no es hijo de Dios por su origen, sino por adopción, no por naturaleza, sino por gracia». He aquí la serpiente escondida bajo los árboles frutales del paraíso, a fin de engañar a los incautos... D-312 Lo que también añadisteis en lo siguiente [v. 295], no lo hallamos dicho en el Símbolo de Nicea, que en Cristo hay dos naturalezas y tres sustancias [cf. 295] y que es «hombre deificado y Dios humanado». ¿Qué es la naturaleza del hombre, sino su alma y su cuerpo? ¿O qué diferencia hay entre naturaleza y sustancia, para que tengamos que decir tres sustancias y no, más sencillamente, como dijeron los Santos Padres, confesar a Nuestro Señor Jesucristo Dios verdadero y hombre verdadero en una sola persona? Permaneció, empero, la persona del Hijo en la Santa Trinidad y a esta persona se unió la naturaleza humana, para ser una sola persona, Dios y hombre, no un hombre deificado y un Dios humanado, sino Dios hombre y Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 15 Dios se hace hombre hombre Dios: por la unidad de la persona, un solo Hijo de Dios, y el mismo, Hijo del hombre, perfecto Dios, perfecto hombre... La costumbre de la Iglesia suele hablar de dos sustancias en Cristo, a saber, la de Dios y la del hombre... D-313 Si, pues, es Dios verdadero el que nació de la Virgen, ¿cómo puede entonces ser adoptivo o siervo? Porque a Dios, no os atrevéis en modo alguno a confesarle por siervo o adoptivo; y si el profeta le ha llamado siervo, no es, sin embargo, por condición de servidumbre, sino por obediencia de humildad, por la que se hizo obediente al Padre hasta la muerte [Phil. 2, 8]. [Del Capitular] D-314 (1)... En el principio de los capítulos se empieza por la impía y nefanda herejía de Elipando, obispo de la sede de Toledo y de Félix, de la de Urgel, y de sus secuaces, los cuales afirmaban, sintiendo mal, la adopción en el Hijo de Dios; la que todos los Santísimos Padres sobredichos rechazaron y contradijeron, y estatuyeron que esta herejía fuera arrancada de raíz. Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 16 Dios se hace hombre Bibliografía La Biblia, http://www.vatican.va/archive/ESL0506/_INDEX.HTM (consultada el 30/01/2014) Catecismo de la Iglesia Católica, http://www.vatican.va/archive/catechism_sp/index_sp.html (consultada el 30/01/2014) Antonio Royo MarínO.P. Dios y su Obra, BAC, Madrid, 1963. Enrique Denzinger El Magisterio de la Iglesia, Barcelona, Editorial Herder, 1963, Plinio Corrêa de Oliveira Revolución y Contra-Revolución, Madrid, 1992. Sociedad de Vida Apostólica de Derecho Pontificio Virgo FlosCarmeli Deus... Quem é Ele?, Sao Paulo, 2012. A Vida Íntima de Deus Uno e Trino, Sao Paulo, 2013. Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 17 Dios se hace hombre Curso de Iniciación Teológica I Heraldos del Evangelio Alumno: Fecha Después de leer las fichas, conteste brevemente a las siguientes preguntas: ¿Qué dos cosas expresa el nombre de Jesús? Jesús cumple la esperanza mesiánica de Israel en una triple función. ¿Cuáles son? La consagración mesiánica de Jesús, ¿qué manifiesta? En los evangelios hay personas que se dirigen a Jesús llamándole “Señor”. Este título expresa: La encarnación, consiste esencialmente en ……… ¿Qué significa que en Cristo se da la llamada comunicación de idiomas? Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 18 Dios se hace hombre Curso de Iniciación Teológica I –Heraldos del Evangelio Página 19