Heródoto considera los tracios como una nación grandiosa y por

Anuncio
Heródoto considera los tracios como una nación grandiosa y por encima de muchas otras. Se
compone de diversos pueblos de nombres diversos y tenían muchas semejanzas, pero también algunas
costumbres eran particulares de cada uno de ellos, y Heródoto se refiere concretamente a los getas, los
trausos y los pueblos que se hallan sobre los crestoneos. En cuanto a los trausos, se puede hablar de la manera
curiosa en que actuaban ante los ritos de nacimiento y de muerte. Cuando nacía un nuevo miembro
acostumbraban lamentarse ante de él de los males y desventuras que la vida conlleva. En cambio, cuando
alguien fallecía, se despedían de él de manera alegre, entre bromas, debido a que ellos pensaban que después
de la muerte realmente lo que viene es una vida feliz.
Las tribus tracias son: Besos, Bisaltas, Bistones, Bitinios, Botieos, Brigios, Cicones, Crestoneos, Dacios,
Derseos, Díos, Dólopes, Droos, Edones, Getas, Mariandinos, Medos, Moesios, Odomantos, Paneos, Petos,
Sapeos, Satras, Tinios, Trausos,Tribalos, y, con menos certeza, Agatirsos (tribu escita mezcla de traco-escitas),
Dárdanos (mezcla de ilirios y probablemente y probablemente peonios) Escordiscos (o Escordistas).
*En rojo, las que son mencionadas por Heródoto en el texto.
Así pues, en estos fragmentos Heródoto nos habla de las costumbres de los tracios. En primer lugar
es interesante hablar sobre el hecho de que ellos pagaran una gran cantidad de dinero por ellas a sus padres,
a diferencia de otros muchos lugares; pues lo habitual era que la mujer entregara una dote al futuro esposo
para poder llegar al matrimonio. Este hecho nos permite observar, una vez más, como en la antigüedad la
mujer era un simple objeto que pasaba de unas manos a otras (del padre al marido), y como el sistema
androcéntrico era el único válido y dominante. Además, otro rasgo que también nos indica esto es el hecho
de que los hombres tracios sólo mantenían vírgenes a sus propias mujeres y no a las demás. Aquí observamos
ya a la mujer como una propiedad, pues pasa a ser automáticamente del hombre con el que ha perdido su
pureza. No obstante, hemos de decir que la razón que mueve a los tracios para quererlas vírgenes es diferente
a las razones que movían a la mayor parte de los demás griegos puesto que ellos, además de que eran quienes
mandaban en tal sistema androcéntrico, como ya hemos dicho anteriormente, pagaban por ellas y, por lo
tanto, con mayor motivo las querían saber, literalmente, propiedad suya.
Por otra parte, también es importante remarcar cómo los tracios actuaban movidos por el dinero, y
que el sentimiento no prevalecía ni siquiera para con sus hijos, a quienes vendían sin ningún tipo de reparo
precisamente con la finalidad de ganar dinero y acumular riquezas. Esta costumbre es totalmente diferente,
por ejemplo, a la que conocemos de los persas, quienes no conocen a sus hijos hasta los cinco años de edad
precisamente para no sufrir el dolor de perderlo en caso de muerte; y, si esto no sucedía, les enseñaban sus
valores y lo importante para la vida para formarlos a su imagen y semejanza precisamente por lo importante
que eran para ellos sus hijos, aunque únicamente fuera por la descendencia. Sin embargo, una vez más
podemos observar como el hombre es el centro de esta sociedad, pues esto ocurría sólo con los hijos varones,
y no con las hijas.
Además de esto, es interesante el tema que también hallamos en uno de estos fragmentos, donde
habla de la moralidad de los tracios, donde el tatuaje, al parecer, tiene un gran valor. En efecto, muchos
pueblos de la antigüedad utilizaban los tatuajes con motivos religiosos, sociales, etc…, entre estos pueblos
están los egipcios, los escitas, pueblos del norte de Europa. Los tracios, que son los que nos ocupa en el texto
de Heródoto, se tatuaban por diferencias de clase, los tatuados se diferenciaban de los esclavos como nobles,
era un signo de aristocracia, en Grecia la palabra tatuaje se designaba como stigma y así pasó al pueblo
romano, la palabra tatuaje es de origen polinesio "tattaw" introducida por el inglés James Cook. En Babilonia
también eran asiduos los tatuajes, como demuestran sus inscripciones, así como también era algo normal
entre los fenicios y semitas. Los antiguos hebreos se tatuaban en señal de luto hasta que la ley de Moisés se
lo prohibió. En el Wei Chih, crónicas chinas que datan del s. III d. C que los hombres japoneses llevaban un
tatuaje en la cara, aunque el confucianismo prohibía marcar o dañar el cuerpo. También entre los católicos el
tatuaje de carácter devocional no era desconocido a pesar de que la Biblia lo prohibía explícitamente y la
iglesia también lo condenaba. Costumbres de los tracios: Los que labran la tierra son los más infames que los
más ociosos que se dedicaban a la guerra y al pillaje, por lo que esto último era más honorable puesto que
era mejor saquear otros poblados y robarles lo suyo que arar lo propio.
Pero hemos de aclarar que la costumbre más androcéntrica que podemos observar entre éstas es el
hecho de que un hombre pueda tener una gran cantidad de mujeres como esposas, es decir, “a su disposición”,
y todas y cada una de ellas deben estar sometidas a él. Y además de esto, como bien nos cuenta aquí Heródoto,
cuando el hombre muere la vida para sus mujeres no tiene ningún sentido y, de hecho, lo mejor que les puede
ocurrir es morir junto a él. Por esta razón es por la que se produce la disputa entre todas de cuál era y cuál
no la más amada por el hombre, pues la elegida, que es la que es degollada para morir junto a él, es la más
afortunada ya que no debe continuar en una vida en la que no tiene un hombre que la subordine y se siente
un alma sin cuerpo, pues así es el sistema androcéntrico: la mujer sin un hombre es menos que nada.
Pero no sólo hallamos estas costumbres ya mencionadas, sino también de la religión, esencial para
los griegos. Esta vez se centra más en lo que a los ritos funerarios respecta, uno de los que más nos llama
la atención en sus costumbres. Para empezar, tenemos que decir que los tracios eran un pueblo con unas
creencias y un modo de vida un tanto peculiar, por ello seguramente Heródoto ha dedicado tantas páginas
de su obra. Esta civilización vivió desde el tres mil antes de cristo hasta el siglo tercero aproximadamente. Es
diferenciada del resto de culturas sobre todo por su cultura oral, hecha de leyendas y mitos, y por la creencia
en la inmortalidad, “el orfismo tracio” que es llamado, el cual está bastante bien explicado en la obra de
Heródoto. Así pues fueron muy escrupulosos en los entierros, mausoleos, y en general, en los tesoros que
acompañan al difunto.
Por lo que respecta a las tumbas, ya que eran caracterizados por ellas, podríamos decir que han sido
nuestra principal fuente de arqueología. En el texto, nos habla sobre la creación de un túmulo como parte del
rito. Los túmulos tracios eran una amplia construcción circular cubierta mediante una falsa cúpula. Podía
haber vestíbulo o no. La forma y métrica de la estructura presenta semejanzas con las tumbas de tholos
micénicos.
En cuanto a las divinidades de estos presentes en los ritos funerarios, como muy bien afirma el autor,
aparte de Ares, Dioniso y Artemisa, destaca en primer lugar Hermes, de quien los reyes decían que eran
descendencia. También lo era el culto a Orfeo.
Como conclusión, hemos de decir que una vez más Heródoto nos hace saber de las costumbres de
diferentes ciudades y, tal y como busca a lo largo de toda su obra, observamos qué se informa e intenta
basarse en fuentes que proporcionen la mayor veracidad posible.
Descargar