En el orden del estudio de las cinco ofrendas dadas en sacrificio nos quedan dos en atención de analizar. Levítico 4 y debe estudiarse en conexión con Levítico 6:23-30 • Ofrenda por el Pecado (chatta'ah) • Ofrenda por la culpa (asam) Catalogadas como de olor no grato por significar que ambas son por expiación de pecado del oferente, de acuerdo al motivo de su ofrecimiento y de acuerdo a la transgresión que se haya efectuado Por el significado que reviste siempre se ofrecerían primero estas dos cuando iban presentadas con las otras ofrendas. Estos sacrificios no son voluntarios, se debía presentar obligatoriamente en caso de haber pecado. La naturaleza del hombre es pecaminosa y no porque pecamos nos convertimos en pecadores, sino porque somos pecadores pecamos. El sacrificio por el pecado tiene que ver que el hombre es pecador en su naturaleza. Este sacrificio se proponía restablecer entre Dios y el hombre las relaciones de la alianza destruidas por el pecado El verso dos de Levítico capitulo cuatro indica que “cuando alguna persona pecare por yerro” muestra del original hebrero significa fallar, es decir quedarse corto del estándar de exigencia de Dios. En el nuevo Testamento la palabra para yerro es hamartía que significar errar en el blanco, errar. Yerro involuntario sin darse cuenta, el sentido es no sabía que era pecado y ahora me doy cuenta que era pecado, implica ignorancia, pasión propia y omisión. Probablemente significa que el pecado no se hizo voluntariamente, con rebelión o intención de desafiar. No había sacrificio para el pecado hecho a propósito; la pena de muerte tenía que ser exigida (Nm. 15:30). El equilibrio perfecto de la santidad con Dios permitía que hubiese comunión El y esa comunión se extendía todas las personas alrededor. Cuando una persona pecada se rompía este equilibrio provocando caos y la comunión con Dios quedaba quebrantada. El pecado era una violación de (voluntaria o involuntaria) de las relaciones de la alianza del pacto. Este sacrificio se proponía restablecer entre Dios y el hombre las relaciones de la alianza destruidas por el pecado. Las responsabilidades de Israel estaban claramente especificadas en la ley, y cualquier desvío perturbaba el recto orden de las cosas. La existencia o inexistencia de voluntariedad no alteraba la situación objetiva. La falta tenía que ser corregida, e incluso quien había faltado inconscientemente debía ofrecer un sacrificio de expiación. Se requería por tanto un medio para poder restablecer el estado de comunión y santidad. La persona que traía una ofrenda por el pecado estaba reconociendo que había pecado sin querer, por debilidad o negligencia. Buscaba perdón por sus pecados y limpieza ceremonial. Los sacrificios por el pecado eran el medio de propiciar ceremonialmente a Dios. Los sacrificios se hacían para obtener o recuperar esta comunión. Había diferentes niveles de expiación dependiendo de la persona que había pecado: • • • • El sacerdote Ungido La congregación o nacional Un Príncipe o gobernante Cualquier persona común Cuando el hombre se separa de Dios, pierden la comunión por el pecado, este que legalmente debe expiar porque Sin derramamiento de sangre no hay remisión de pecado La necesidad de expiación esta presente en todos los sacrificios todos estos rituales no fueron suficientes se requería un sacrificio especial para hacer realidad la verdad de la expiación. La ofrenda por el pecado tipifica el sacrificio de nuestro Señor Jesucristo en la cruz, como la gran ofrenda por el pecado de la humanidad, mediante la cual propició la ira de Dios y produjo expiación de pecados al hombre. Esto trajo consigo restablecer la reconciliación y comunión entre Dios y el Hombre. Y el medio eran las ofrendas de sacrificio, reconocer por medio del sacrificio de holocausto que el gran amor de Dios es al hombre que la iniciativa de parte de Dios es restaurar al hombre a su estado original por medio de la entrega voluntaria de su hijo. El sacrificio de cereales nos muestra que se requería una vida limpia y pura en todo sentido para que fuese acepta ante Dios, para luego el centro de todos los sacrificios poder tener restablecida la comunión celebrarla por medio de una cena, cabe hacer notar que el sacrifico de paz era porque el hombre ya disfrutaba ampliamente de la comunión con dios y sus pares y se el regocijo de ese esta de mostraba ante Dios por medio de ese sacrifico El modo del tratamiento de la sangre en el ritual de sacrificio por el pecado del sacerdote o congregacional. Estas dos ofrendas eran semejantes en sus ritos y ceremonias (comp. v. 3-12 con los v. 13-21). El resultado era el mismo, ya fuese el representante de la congregación, o la congregación misma, los que hubiesen pecado. En uno y otro caso, se comprendían tres cosas: • El santuario de Dios en medio del pueblo • La adoración de la congregación • La conciencia individual. Estas tres cosas dependían de la sangre, vemos que, en el primer grado de la expiación, se hacían tres cosas con la sangre. 1. Se hacía aspersión «siete veces delante de Jehová, hacia el velo del santuario» (v. 6). Esto garantizaba las relaciones de Jehová con el pueblo y su estancia en medio de ellos. 2. «Y el sacerdote pondrá de esa sangre sobre los cuernos del altar del incienso aromático, que está en el tabernáculo de reunión delante de Jehová» (v. 7). Esto garantizaba el culto de la congregación. Poniendo la sangre sobre «el altar de oro» (véase Éx. 30:1-5), la verdadera base del culto estaba amparada, de forma que la llama del incienso y su suave olor podrían subir continuamente. 3. «y echará el resto de la sangre del becerro al pie del altar del holocausto, que está a la puerta del tabernáculo de reunión» (v. 7). Aquí encontramos lo que responde plenamente a las exigencias de la conciencia individual, pues el altar de bronce era el lugar donde todos tenían acceso. Era el lugar donde Dios encontraba al pecador. El orden en que se roció la sangre es sublimemente hermoso, y perfectamente coherente con el camino de la salvación como se enseña en el Nuevo Testamento. Fue rociado: (1) Delante de Jehová. (2) Ante el velo. (3) En el altar del incienso. (4) Entonces todo lo que quedaba era derramado en el fondo del altar del holocausto. El sacerdote rociaba la sangre en su salida, no cuando estaba entrando en este caso, enseñándonos que se ha hecho un camino de Dios hacia los hombres pecadores. La salvación es del Señor. Pero en nuestro acercamiento a Dios nos encontramos con la sangre derramada, en primer lugar, en el altar, que hace expiación por el alma. Típico de Aquel quien derramó su alma hasta la muerte en la cruz del Calvario: A. En el altar de sacrificio tenemos expiación. B. Al altar del incienso tenemos intercesión. C. La sangre ante el velo habla de acceso. D. La sangre rociada siete veces ante Jehová indica una posición perfecta en su presencia. Así tenemos la confianza para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesús. Por tanto “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe” (Hebreos 10:19-22). No era la sangre como tal la que hacía la expiación, sino la sangre derramada y aplicada . No podía efectuarse expiación matándose al animal y derramando su sangre en el suelo. La sangre debía ser recogida en una vasija, tras lo cual el sacerdote la ministraba, rociándola y de otras formas. Era la sangre rociada la que efectuaba la expiación, no la parte sobrante que era vertida en el suelo. En todas las ofrendas rige el mismo principio. No basta traer la víctima y degollarla; la sangre debe ser aplicada. Luego de su ascensión, Cristo " "por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención" " (Heb. 9: 12), y allí como " "sumo sacerdote ... ministro del santuario, y de aquel verdadero tabernáculo" " (Heb. 8: 1-3), ministra en nuestro favor. El sumo sacerdote siendo el representante espiritual de la comunidad, si él pecaba, todos pecaban en él. Esto era el entendimiento judío de lo corporativo (Romanos 5:12-21). Por ser el representante religioso de la comunidad israelita, su pecado es particularmente grave, y por ello necesita una expiación especial, ya que en su persona la culpabilidad afecta a todo el pueblo. Por lo tanto, era la primera ofrenda que se debía representar para limpieza y purificación del sacerdote, pues no podía ejercer su oficio en esa condición y el también era incluido cuando el sacrifico era congregacional. La condición del pecado simbólicamente era traspasada al animal y debía morir como solo se quemaba en el altar de bronce las grosuras y los riñones y el cuerpo del sacrificio debía ser casado fuera del campamento. En este sacrificio, el oferente, lejos de estar movido de sentimientos de alegría, debe sentirse penitente y triste, y, además, no debe sacar provecho de una víctima ofrecida por sus pecados. Por otra parte, como las partes de la víctima no quemadas sobre el altar eran algo sagrado, no debían ser profanadas, y por ello se quemaban fuera en un lugar prescrito La lección que el apóstol da en Hebreos 13 de que Cristo «padeció fuera de la puerta» es profundamente significativa, «Así que salgamos a él, fuera del campamento, llevando su oprobio» (v. 12-13). Si los sufrimientos de Cristo nos han asegurado una entrada en el cielo, el lugar donde Él padeció representa nuestro rechazo de la tierra. Su muerte nos ha proporcionado una ciudad en lo alto, el lugar donde murió nos priva de una ciudad aquí abajo. [14] «Él padeció fuera de la puerta», y por eso dejó a un lado a Jerusalén, como centro de las operaciones divinas. Ahora ya no hay un lugar consagrado sobre la tierra. Cristo ocupó su lugar como víctima, fuera de los límites de la religión de este mundo, de su política y de todo lo que le pertenece. El mundo lo ha odiado y rechazado. Por esto dice la Escritura: «Salid» (2 Cor. 6:17). Esta es la divisa concerniente a todo lo que los hombres constituyen como «campamento», cualquiera que sea este lugar. Si los hombres erigen una “santa ciudad” debéis buscar un Cristo desechado «fuera de la puerta». Si los hombres forman un campamento religioso, cualquiera que sea el nombre que se le quiera dar, debéis «salir» de él a fin de encontrar un Cristo rechazado. Una ciega superstición puede excavar las ruinas de Jerusalén para buscar allí reliquias de Cristo. Ya lo ha hecho y lo hará todavía. Afectará haber descubierto y honrar el lugar donde estuvo su cruz y su sepulcro. La codicia natural aprovechándose de la superstición, ha hecho durante siglos un tráfico lucrativo con el astuto pretexto de honrar los llamados santos lugares de la antigüedad. Pero un solo rayo de luz de la lámpara divina de la Revelación bastará para haceros ver que es preciso «salir» de todo esto a fin de encontrar un Cristo desechado y de gozar la comunión con Él. Es de suma importancia comprender que ahora todos nosotros hemos sido constituidos sacerdotes del Dios altísimo y somos ministros de un nuevo pacto. Por tanto, si nuestra relación y comunión con Dios se quebranta, todo lo que está a nuestro alrededor esta fueran de la comunión don Dios, nuestro comportamiento afecta nuestras relaciones interpersonales y se produce un desequilibrio trayendo sombras de muerte, así con urgencia se deben restablecer esa comunión