PETRARCA Y EL CANCIONERO Por: Oscar Saavedra Francisco Petrarca (1304-1374) que junto a Dante y Boccaccio conformarían la tríada del Trecento italiano, escribe su cancionero en toscano y bajo formas poéticas populares, tomando como inspiración para estructurarlo la figura de su amada Laura. El libro se compone de canciones, baladas, madrigales y sextinas, pero principalmente de sonetos que van acercándonos a los ritmos y a las imágenes que Petrarca constituye casi como huellas mentales y que luego son expresadas poéticamente casi de manera arquitectónica. I Los que escucháis en rimas el desvelo del suspirar que al corazón nutriera al primer yerro de la edad primera, cuando era en parte otro del que hoy suelo; del vario estilo con que hablo y celo, entre el dolor y la esperanza huera, de aquel que, porque amó, de Amor supiera, no ya perdón, sino piedad anhelo. Mas ya del vulgo veo cómo en boca fábula fui gran tiempo en que a menudo de mí mismo conmigo me sonrojo; y que es el fruto que mi furia toca, vergüenza porque entiendo ya y no dudo que es breve sueño todo humano antojo. El anterior es el primer soneto del Canzoniere, pero no corresponde al primero en su cronología. Veamos entonces el primer soneto escrito por Petrarca para su colección de poemas. XXXIV Apolo, si el deseo ha perdurado que te inflamaba en la tesalia onda, y si a la amada cabellera blonda, tras tantos años, no la has olvidado, del perezoso hielo y tiempo airado, que durará mientras tu faz se esconda, defiende a la honorable y sacra fronda en que, después que tú, yo me he enredado; y por virtud de la esperanza amante que te hizo soportar la vida acerba, bórrale al aire los nubosos trazos; y admirados veremos al instante a nuestra dama estar sobre la hierba y hacerse sombra con sus propios brazos. Es claro que la decisión de Petrarca al escoger el primer soneto del Cancionero tiene la intención no sólo de abrir la obra a la expresión poética que el enamoramiento por Laura le ha inspirado, sino también al arrepentimiento que el poeta expresa en el Cancionero cuando siente que el arrobamiento por su amada lo ha alejado del camino de Dios; esto es, del camino de la verdad humana y divina. Con fines didácticos, la intención del presente texto es analizar tres características de la poética de Petrarca, presentes en su Cancionero, a saber: el soneto como forma poética, la figura de la mujer como objeto amoroso y la Naturaleza como representación. I. EL SONETO EN PETRARCA Para Dante, si tenemos en cuenta la canción, la balada y el soneto, es esta última forma poética la menos adecuada para expresar la poesía de altos vuelos. Según Fubini, en su Métrica y Poética (1969), el soneto nace en Italia, atribuyéndosele su origen a Giacomo da Lentini, quien es el poeta de la escuela siciliana que más sonetos compuso. El soneto consta de 14 versos endecasílabos distribuidos en dos cuartetos y dos tercetos, teniendo variaciones en las rimas y la acentuación. Los cuartetos inicialmente presentaban rima cruzada (ABAB), pero esto no permitía distinguir claramente los sonetos (ABABABAB), es así como luego predominó la rima abrazada (ABBA), pues cerraba de alguna manera los cuartetos, dándole unidad y permitiendo luego el contraste o la progresión que son particularidades del soneto. En cuanto a la rima de los tercetos esta puede variar (CDC-DCD), (CDE-CDE) y (CDE-EDC), lo que lo alejaría de las formas musicales populares. El soneto se convirtió para los poetas de la escuela siciliana en la posibilidad de expresar de manera breve, y tras un giro semántico, un pensamiento casi siempre de índole amoroso. CXLV Ponme do mata el sol flores y hierba o allí donde lo vencen hielo y nieve; ponme donde su carro es tibio y leve, do está quien nos lo da y nos lo conserva; Ponme en fortuna humilde o bien superba, donde el cielo está claro, donde llueve; ponme en la noche, en día largo y breve, en la edad más madura o en la acerba; Ponme en el cielo, en el abismo, en tierra, en alto cerro, en valle hondo y palustre, alma que es libre, o que su cuerpo encierra, ponme con fama oscura, o con ilustre: seré cual fui, proseguiré mi guerra, continuando el suspirar trílustre. Vemos en ese soneto del Cancionero, cómo Petrarca logra a base de progresismos en las ideas y aliteraciones en las formas, expresar pensamientos y deseos que adquieren autonomía expresiva en la unidad de las estrofas y que contribuyen a expresar intensamente su arrobamiento por Laura. De ser una forma despreciada por los poetas del It Still Nuovo, a partir de Petrarca se convertirá en la forma poética más importante de la lírica europea occidental. LXI Benditos sean el año, el mes, el día, la estación, la hora, el tiempo y el instante, y el país y el lugar en que delante de los ojos que me atan me veía; Y el dulce afán primero que sentía cuando me ataba Amor, y aquel tirante arco, y sus flechas, y, en mi pecho amante, las profundas heridas que me abría. Bendito sea el incesante acento que llamando a mi dama he difundido, y el llanto y el deseo y el lamento, y bendito el papel con que he solido ganarle fama y, ay, mi pensamiento, que parte en él tan sólo ella ha tenido. Si en el soneto anterior Petrarca juega con la autonomía de las estrofas y apuesta por efecto de progresión para expresar de manera hiperbólica su amor por Laura, en éste apuesta por el contraste, haciendo que el Amor por la amada sea dulce y deseoso, pero también causante de llantos y heridas. II. LA MUJER COMO OBJETO AMOROSO Tanto es gentil el porte de mi amada, tanto digna de amor cuando saluda, que toda lengua permanece muda y a todos avasalla su mirada. Rauda se aleja oyéndose ensalzada -humildad que la viste y que la escuda-, y es a la tierra cual celeste ayuda en humano prodigio transformada. Tanto embeleso el contemplarla inspira, que al corazón embriaga de ternura: lo siente y lo comprende quien la mira. Y en sus labios, cual signo de ventura, vagar parece un rizo de dulzura que al alma va diciéndole: ¡Suspira! Dante. A Vita Nuova. En este soneto de A Vita Nuova, Dante expresa pura adoración por la amada. No hay contraste sino una serie de progresiones que el poeta va articulando a partir de conjunciones. Comparémoslo ahora con uno de los sonetos del Cancionero. XC Al aura el pelo de oro vi esparcido, que en mil sedosos bucles lo volvía; la dulce luz sobremanera ardía de aquellos ojos que hoy tanta han perdido; el rostro de cortés color teñido, no sé si es cierto o falso, ver creía: si en mi pecho amorosa yesca había, ¿quién, porque ardió, se siente sorprendido? No era su caminar cosa mortal, sino de forma angélica; y sonaba su voz como no suena voz humana. A un celestial espíritu miraba, a un sol vivo; y si ya no fuese igual, porque distienda el arco no me sana. En Petrarca no es como en Dante pura adoración de la amada, aparecen los contrastes en el soneto entre el primer cuarteto aparición de la amada, y el segundo cuarteto, la posibilidad de que esa visión sea engañosa (algo impensable en Dante por la manera como el poeta hace de Beatrice sinónimo de virtud). Recordemos, en la poética del It Still Novo la mujer de alguna manera es liberada de la visión clásica y cristiana que la emparenta con la caída, el poeta hace de la mujer objeto amoroso, lugar de la virtud, y en ese sentido de la salvación, de ahí el trasfondo religioso que la acompaña, como se hace evidente en La Comedia del Dante, pero también en la poesía del Il still nuovista Guido Guinizelli: Al corazón gentil Al corazón gentil acude siempre Amor Como el pájaro de la selva a la verdura Ni hizo a Amor antes que a corazón gentil Ni a gentil corazón antes que a Amor, Natura. Que entonces como existió el Sol Así pronto fue el resplandor luciente Mas no antes que el Sol Toma Amor en la gentileza el sitio Tan propiamente en su claridad, el calor. (…) No hay que olvidar que para los It still nuovistas la gentileza del corazón, más que la condición social es aquello que ennoblece el alma humana y permite que el Amor anide en ella. A su vez la gentileza del corazón hace que el poeta busqué la unión con Dios, por mediación de la mujer amada (idealizada). No es que en Petrarca esa posibilidad de la mujer amada como camino de la salvación no exista, pero a diferencia de los poetas del It Still Nuovo, en Petrarca la mujer amada puede ser también la posibilidad del erro, del camino que en vez de la salvación lleva al infortunio. LXXX Quien ha resuelto conducir su vida sobre falaces olas y entre escollos, de la muerte apartado por un leño, no puede estar muy lejos de su fin, mas debería regresar al puerto mientras aún al timón cede la vela. (…) En esta famosa sextina del Cancionero se acentúa la idea del camino que se tomó erróneamente y de la intención de enderezar el rumbo: ¡con cuánto gusto volvería la vela, y anclaría después en algún puerto! Pero ardo igual que un incendiado leño: tan duro me es dejar la usual vida (…) Sin embargo, el poeta sabe de la imposibilidad de poder hacerlo, y se entrega al designio divino: (…) Oh, Señor de mi fin y de la vida, antes que estrelle el leño en los escollos, lleva a buen puerto la cansada vela. Nótese que a diferencia de las imágenes que Dante nos entrega de Beatrice, las imágenes que construye Petrarca de Laura, son ambiguas, de una complejidad psicológica que va del arrobamiento hasta el arrepentimiento y a veces a la desazón. No es siempre Laura virtud, también es ella causa de enajenamiento al ser amada por el poeta. LXXVI A ella Amor me ha devuelto lisonjeando y en la antigua prisión a estar me obliga, y las llaves le ha dado a esa enemiga que todavía me sigue enajenando. No me di cuenta, ¡triste!, sino cuando estuve en su poder; y con fatiga (¿quién lo creerá, aunque jure lo que diga?) vuelvo a la libertad, mas suspirando. Y, cual cuitado preso, totalmente de mis cadenas aún no me liberto, y hablan del corazón ojos y frente. Cuando hayas mis colores descubierto, dirás: «Si veo y juzgo rectamente, éste se halla muy cerca de estar muerto.» Finalmente, y planteando relaciones con Beatrice, muerta Laura, según Petrarca, la encontramos en el tercer círculo del cielo, o de Venus, según la escatología dantesca, el lugar de la templanza, de los espíritus amantes: CCCII Alzome el pensamiento donde estaba la que busco y no está sobre la tierra Y, entre aquellos que encierra el tercer cielo Más hermosa la vi, menos altiva Cogió mi mano y dijo – En esta esfera De nuevo me hallarás, si no me engaño Yo soy la que te dio tanta guerra Y cumplió su jornada antes de tiempo (…) Véase pues a Laura, “menos altiva”, “más hermosa”, ya no dando guerra (en el Amor), con las cualidades virtuosas que reconocemos en Beatrice, dada su condición no corpórea, espiritual. Laura coge la mano del poeta, y le dice, sin convicción (Beatrice en cambio es consciente de los designios divinos con respecto al Dante) que lo espera a él allí. Y continúa Petrarca en los tercetos. En el primero la voz de Laura: (…) Mi bien no cabe en una mente humana A ti sólo te espero y, lo que amaste Y allá abajo quedo, mi velo bello Ay ¿Por qué se calló y quitó la mano? Que al son de sus palabras tan piadosas Casi llego a quedarme allá en el cielo Obsérvese la paradoja existente en el tercer soneto, cuando Laura dice que su virtud (su Bien) no cabe en mente humana, muy a la usanza de los poetas Still Nuovista, pues lo divino sólo compete a lo divino, lejano es a la lógica del conocimiento humano (no hay que olvidar que el Dante adquiere clarividencia cuando accede a lo ultraterreno por gracia divina). Y sin embargo, Laura nos dice también que espera al poeta con “Lo que amaste/ y allá abajo quedó, mi velo bello”. ¿Aquello que amó? ¿Su cuerpo? ¿Qué hará lo corporal en el “terreno” de lo divino? En el último terceto, Petrarca se encuentra desconcertado, “¿por qué se calló y quitó su mano?”. Reconoce el ritmo en la palabra de un ser ya espiritual, lo que de alguna manera emparenta la poesía con lo divino, para finalmente decirnos con pena que no es el cielo su lugar todavía. Hay claramente idealización de la mujer amada en Petrarca como lo hay en Dante, sólo que Beatrice como ser de virtud, es apenas una mediación, una guía para alcanzar la divinidad, mientras que en Petrarca es Laura misma su búsqueda. En ese sentido, está Petrarca más cercano que Dante a la poesía trovadoresca, pues la añoranza es por la amada misma, pero mientras en los trovadores el amor es terrenal y su ausencia espacial, (…) Antes bien me someto y me entrego a ella: Puede inscribirme en la lista de sus siervos; Y por ebrio no me tengáis Si a mi buena señora amo Pues no puedo vivir sin ella Tan hambriento estoy de su amor (…) ¿Qué provecho obtendréis, noble señora, Si así vuestro amor me distancia? ¡Parece que quisierais meteros monja! sabed que os amo de tal modo Que temo que el dolor me hiera sino satisfacéis los tuertos que te reclamo. Guillermo de Poitiers. Haré una cancioncilla nueva. En Petrarca, la distancia es religiosa, de carácter espiritual. Veamos ahora la manera como la Natura se concibe en el Cancionero. III. LA NATURALEZA EN EL CANCIONERO “Hoy, llevado solo por el deseo de ver la extraordinaria altura del lugar, he subido al monte más alto de esta región”1. El 26 de abril de 1336, Petrarca sube el monte Ventoso (Ventoux) y corona su cima, lleva consigo Las Confesiones de San Agustín. Según sigue contando en la carta que le escribe a su amigo Francesco Dionisio da Burgo, Petrarca abrió la obra al azar y leyó: “Y fueron los hombres a admirar las cumbres de las montañas y el flujo enorme de los mares y los anchos cauces de los ríos y la inmensidad del océano y la órbita de las estrellas y olvidaron mirarse a sí mismos”. Con este ascenso al Ventoux, Petrarca inaugura una manera de entender el viaje como una búsqueda personal y subjetiva que propende por el conocimiento y la sabiduría. A diferencia de Filipo V (que en la misma carta Petrarca alude en relación al ascenso que hizo al Hemo, en Tesalia) no es su intención coronar el monte con fines prácticos. De alguna manera, la Naturaleza comienza desde Petrarca a constituirse en revelación de lo subjetivo, o dicho de mejor manera, el poeta logra por medio de la Naturaleza saber de lo absoluto en sí mismo. En ese sentido, cuando el poeta habla de la Naturaleza está también hablando de lo que ella impregna en el espíritu para conocer(nos). La imagen poética con respecto a la Natura es una suerte de revelación-creación del poeta. La actitud que al respecto revela Petrarca, será apenas una simiente de lo que más adelante los románticos radicalizarán negando la mimesis (imitatio) en el arte, y exaltando la originalidad como valor estético. XXXV Voy midiendo -abstraído, el paso tardo-, los campos más desiertos, lentamente; por si he de huir, mi vista es diligente: que ante una huella humana me acobardo. ' No sé hallar más defensa ni resguardo del claro darse cuenta de la gente, porque en el comportarme tristemente desde fuera se ve que por dentro ardo: tanto, que creo ya que monte y río, ribera y selva saben el talante de mi vida, pues no hay otro testigo. 1 Petrarca (2019) La ascensión al monte Ventoux. Ed. Línea de Horizonte. Pp. 61. Mas camino tan áspero y bravío no hallo en que Amor no sea mi acompañante: yo con él razonando, y él conmigo. Observemos cómo en este soneto la Natura (campos desérticos, monte, río, rivera, selva) entra en diálogo al mismo nivel del Amor y el yo. No es un panteísmo (todo es Dios), mas sí un hacerse vivo en el campo subjetivo del poeta. En ese sentido, la mímesis no es ya de la Naturaleza sino mimesis de la subjetividad. La imitatio se hace imagen interior. CLXXX Bien puedes tú llevar mi corteza con esa tuya fuerza poderosa, mas el alma que en ella posa la tuya ni otra fuerza no la apura; que a su deseo va por la segura las alas sin mudarse alguna cosa, por solo ver su planta gloriosa, contra agua, vela y remo con destreza. Rey de los otros y soberbio río que al sol encuentras al salir del día y en el poniente dejas luz más clara, tú llevas el mortal compuesto mío y mi alma de amorosa pluma rara vestida da la vuelta a su alegría. Vemos al poeta llevado por el bravo río Po (Italia), logra sin apurarse bandearlo con destreza, lo imagina en toda su extensión, para verse finalmente alegre en sus aguas. Imágenes que progresivamente van delineando una suerte de fusión entre el portentoso río y el poeta. CLXXV Cuando el tiempo y lugar me represento en donde me perdí, y el nudo amado con que Amor de tal forma me ha ligado que amargo es dulce, y llanto esparcimento, Soy mecha y yesca, y fuego dentro siento, pues siempre su sollozo delicado oigo, y gozo sintiéndome inflamado, y de ello vivo, a nada más atento. El solo sol que ante mi vista esplende aún me calienta con su lumbre cara en la tarde, como hace tanto tiempo; y me alumbra de lejos y me enciende tanto, que la memoria firme y clara me muestra el nudo aquel, y el sitio y tiempo. Amor, amada, Natura y memoria confluyen en la subjetividad de Petrarca, hay una vitalidad que la pasión despierta “soy mecha y yesca, y fuego dentro siento”, pero también la vivencia de la paradoja “amargo-dulce”, “llanto-esparcimiento” que aquel Amor trae, y que en la memoria se devela cuando en las tardes el sol viene a iluminarla, para que el poeta sea consciente del momento de su extravío. Finalmente, recordemos que el Cancionero, escrito en lengua vulgar, marca tanto al Renacimiento italiano como al siglo de Oro español. El petrarquismo se hace modelo de la poesía lírica moderna teniendo al soneto como forma poética predominante, a la amada como objeto poético a ser cantado, y al yo y la subjetividad del poeta lugar de revelación de la verdad divina. Dios, no olvidemos, sigue siendo fin último de la poesía de Petrarca. En ese sentido, al igual que Descartes en el campo filosófico, Petrarca tiene un pie en la Baja Edad Media y uno en la Modernidad. Si Descartes recurre nuevamente a Dios para asegurar la objetividad que había puesto en duda con su ego-cogito, Petrarca después de hacer de la vivencia subjetiva y del yo campo de la poesía, termina por hacerlo también lugar de la revelación divina. Sin embargo, desde Petrarca ese yo y la subjetividad se instaurarán de manera dominante en la poesía de Occidente.