(…) Nuestra tarea prioritaria es que la gente de nuestro país vuelva a trabajar. Esto no es un problema insoluble si lo afrontamos con prudencia. Puede realizarse, en parte, mediante una contratación directa por el gobierno, pero al mismo tiempo llevando a cabo a través de esa contratación los trabajos más necesarios para estimular y reorganizar el uso de nuestros recursos naturales (…) Es posible facilitar la realización de este objetivo aumentando el precio de los productos agrícolas y, con éstos, la capacidad adquisitiva de los agricultores. Podemos facilitarlo insistiendo para que el Gobierno federal, el de los Estados y los gobiernos locales, se pongan a trabajar inmediatamente para reducir de una forma draconiana sus costes de funcionamiento. Podemos facilitarlo unificando las ayudas a las víctimas de la crisis (…) podemos facilitarlo planificando y supervisando a nivel nacional todas las formas de transporte, de comunicaciones y de servicios que tienen claramente un carácter de interés público (…). Finalmente, en nuestro camino hacia la plena ocupación, necesitaremos llevar a cabo tres medidas destinadas a prevenir un retorno a los malos tiempos pasados: tendrá que haber una estricta vigilancia de todas las actividades bancarias, financieras y de inversiones; habrá que limitar las actividades de los que especulan con el dinero de los demás; habrá que asegurarse de que nuestra divisa sea a un tiempo adecuada y saneada. (…) Nuestras relaciones comerciales internacionales, aunque tienen mucha importancia, son, hoy, secundarias respecto a la necesidad de establecer una política nacional saneada. F. D. Roosevelt Discurso inaugural, 4 de marzo de 1933. “Convencidos de que la pureza de la sangre alemana es condición para el progreso del pueblo alemán y poseídos de la voluntad inquebrantable de otorgar a la nación alemana la necesaria seguridad para el futuro, el Reichstag ha aprobado por unanimidad la ley que se detalla seguidamente: Primero. Quedan prohibidos los matrimonios entre judíos y ciudadanos de sangre alemana. Los matrimonios celebrados a pesar de ello se considerarán nulos, aunque se efectúen en el extranjero con la finalidad de soslayar la presente ley. Tan sólo el fiscal podrá levantar esta nulidad. Segundo. Queda prohibido el trato extraconyugal entre judíos y ciudadanos de sangre alemana”. (Ley para la defensa de la sangre y el honor alemanes, 1936). “Siendo antiindividualista, el sistema de vida fascista pone de relieve la importancia del Estado y reconoce al individuo sólo en la medida en que sus intereses coinciden con los del Estado. Se opone al liberalismo clásico que surgió como reacción al absolutismo y agotó su función histórica cuando el Estado se convirtió en la expresión de la conciencia y la voluntad del pueblo. El liberalismo negó al Estado en nombre del individuo; el fascismo reafirma los derechos del Estado como la expresión de la verdadera esencia de lo individual. La concepción fascista del Estado lo abarca todo; fuera de él no pueden existir, y menos aún valer, valores humanos y espirituales. Entendido de esta manera, el fascismo es totalitarismo, y el Estado fascista, como síntesis y unidad que incluye todos los valores, interpreta, desarrolla y otorga poder adicional a la vida entera de un pueblo (...). El fascismo, en suma, no es sólo un legislador y fundador de instituciones, sino un educador y un promotor de la vida espiritual. No intenta meramente remodelar las formas de vida, sino también su contenido, su carácter y su fe. Para lograr ese propósito impone la disciplina y hace uso de su autoridad, impregnando la mente y rigiendo con imperio indiscutible (...). El fascismo niega que el número, por el simple hecho de ser número, pueda dirigir las sociedades humanas; niega también que este número pueda gobernar mediante una consulta periódica; afirma la desigualdad irremediable, fecunda y beneficiosa de los hombres, que no se puede nivelar mediante un hecho mecánico y extrínseco como es el sufragio universal. Se puede definir como regímenes democráticos aquellos en los que, de tanto en cuando, se da al pueblo la ilusión de ser soberano, pero la verdadera y efectiva soberanía reside en otras fuerzas (…). El fascismo no cree en la posibilidad ni en la utilidad de la paz perpetua. Rechaza, pues, el pacifismo (…) Sólo la guerra puede elevar todas las energías humanas al máximo de tensión e imprime un sello de nobleza a los pueblos que tienen la virtud de afrontarla (…). Por tanto, la nuestra es una doctrina que se basa en el postulado previamente establecido de que la paz es ajena al fascismo (…). El fascismo transporta este espíritu antipacifista incluso a la vida de los individuos (…), es un nuevo estilo de vida italiano (…)”.