Subido por ANGIE MERCEDES ORTEGA FARFAN

Impulsividad

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La impulsividad
Una oportunidad para canalizar emociones
Prof. Angie Ortega Farfán
La impulsividad en los niños y niñas pasa
necesariamente por considerar el conflicto propio
del niño que crece.
Su fuerza, su inquietud, sus posibilidades no se
pueden medir si no es en relación con los otros, esto
conlleva encontrar límites a estas nuevas capacidades
que se dan como conflictos que suceden
irremediablemente a través de encuentros y
desencuentros para sentirse más capaces y
competentes.
La impulsividad no suele ser muy bien recibida ni vista
en el ámbito pedagógico. Los actos impulsivos, el
movimiento inquieto y constante, la impaciencia, las
constantes interrupciones, la necesidad de ir de un lado a
otro y de reaccionar hasta agresivamente frente a otro
(un compañero o un adulto) suele interpretarse como
“agresividad”, “problemas de atención y concentración” e
incluso “dificultades neurológicas o psicológicas” cuando
en realidad son “actitudes impulsivas” que precisan
contención.
La impulsividad en los niños y niñas se
muestra como un gran reto que nos
confronta a reconocer en dichas formas de
ser de las niñas y de los niños los
indicadores necesarios para promover en la
pedagogía mayores alternativas y menos
limitaciones que lleven a los niños hacia su
maduración.
La educadora no debe “sufrir”
las agresiones del niño, no se
dirigen a ella, sino que las
acepta porque las comprende y
sabe encauzarlas, canalizarlas y
transformarlas en creación”.
Es general rechazar la impulsividad en los niños y
niñas, pero la misma es esencial para su equilibrio
afectivo; no se trata por tanto de reprimir esa
impulsividad, sino de saber contenerla, sostenerla y
canalizarla desde el movimiento y desde límites
claros, afectivos y firmes que promuevan el cambio
es decir, que promuevan la progresiva conquista de
poder decir con las palabras aquello que empiezan
“diciendo con el cuerpo”.
La impulsividad en la niña y el niño
también se manifiesta con mayor
intensidad a raíz de procesos de
adaptación inadecuados. El niño o niña al
percibir la separación como una amenaza
siente miedo y manifiesta agresivamente
su indignación, enojo, miedo o angustia.
Los procesos de adaptación deben ser un requisito
importante para el ingreso del niño al ambiente
pedagógico por tratarse de una inversión en la
seguridad afectiva y emocional del niño.
Los procesos de adaptación precisan un espacio y
un tiempo determinado para que los niños puedan
sentirse seguros y aceptar el tránsito entre el
acompañamiento de su referente familiar y el paso
hacia un adulto “extraño” que pueda identificar
como fiable, alguien en quien confiar y encontrar
abrigo y cuidado cuando lo precisa.
En paralelo, la niña y el niño, precisan de un
espacio motivador, cálido y adecuado, de objetos
con los que se puedan relacionar y de cuidadores
estables que lo acompañen afectivamente durante
la alimentación, higiene y sueño propiciando una
comunicación de calidad en todo momento.
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