Paloma Cabrera y Ricardo O lmos (Coords.) Sobre la Odisea Visiones desde el mito y la arqueología Ilustraclones de Sara Olmos Je Ediciones Polifemo Mad rid, 2003 1 124 D IReCCIONES DE INTERNeT http: Udevlab.cs,darrrnollt h ,ed u/history/brom e age En esta dhecc lón e l Da rtmouth College ofrece un c urso comp leco titulado "Prehiswric Archaeology 01 the Aegean", en e l que se inclu ~ yen tex[Qs relacionados con la arquitectura de época micénic a. j ~ .jJ ~;' 1. :',.. ~'Jti,;S"j \!.:,":.\::: '~.i:!-", ~- -' )' :;~."',}) ).rL' ·~ i'JL .~ I \ 1),F:!::::f • '1 ~. " (/' \\ ':->':)' . i,:·:.0 -S("-.5 "i,;" ;.-:.-L G http: //to me.c lassics. lsa. um ¡eh .ed u La Univ ersid ad d e C inc mnati presenta el "Pylos RegiolJal ATdla eo~ logical Project", un estudio basado en la prospección del entorno de Pilos que ha pcoporc ionado una extensa info rmacIón sobre la for ~ ma en la qu e el cc nceo se proyect a sobre su terrimr io regional. h ttp: //www. indmna .ed ,dclass ics/aevea n Info tmaci6n so bre las residenc ias micénicas. h to : l w.ph Ll . uni ~e r¡aneto .del Lavar con sangre la humillación: armas y valores del guerrero en la Odisea A cargo dellnst icuc (ü r klass isc he A rch aeologie de la Universidad de Erlange n -Nu re mberg. Se ofrecen las recons truccio nes clásicas del pal <lc io de Pilos rea lizadas a partir de los trab<ljos arqueológicos de Blegen . Fernando Quesada !f! 126 A UNQUE la Odisea y la Ilíada son poemas épicos de muy distinta naturaleza, no resulta difícil argumenta r que ambos comparten temas comunes. Uno de ellos, y ade más decisivo, es el de la hum illación o atimía que unos aristócratas guerreros impone n a o tros, causa de desastres y venganzas. En la Ilíada es el afrentado Aquiles quien furioso se rerira de la lucha, favoreciendo la desdicha de los aqueos; en la Odisea es U lises quien ha de tomar cumplida venganza sobre qu ienes están devorando su patrimonio y asediando a su esposa . En ambos casos es requisito para la cabal comprensión de los textos atender a la mentalidad del guerrero homérico , un "guerrero de status" en acertada definición de Hans Van Wees. El guerrero de la épica homérica es físicamente poderoso, agresivo e incluso brutat algo imprescindible en un medio en el que el combare es cuerpo a cuerpo y sangriento: Home ro no esconde nunca la descripción c ruda, cruel incluso, de las heridas que causan las armas blancas: uel ca..'ico, guarnecido de un penacho de crines de caballo , se quebró al recibir el go lpe de la gran lanza manejada par la robusta mano; el cerebro fluy ó sanguinolento por la herida, a lo largo del asta ... " (Il . 17,293 y ss. ). Los valo res de piedad y ternura , característicos de otras sociedades como la cristiana, le son ajenos; la arroganc ia y un orgullo a nues tros ojos desmedido, la astucia, incluso si impli ca la mentira, la capacidad de ejercer una violencia repentina y brutal son rasgos caracterlsticos de estos hombres, y cabe atgumentar que requisitos para su superviv encia. Un rasgo fundamental de su personalidad es la ex igencia de que los demás le muestren respeto y deferencia, r 128 ~ que su "hanoe' (timé) sea reconocido; cualqu ier agresión, real o percibida, a este principio de honor desatará una respuesta violenta. Los individuos se ordenan en el ranking social de acuerdo a su excelencia o aTeté. Es, sin duda, una cultura de "vergüenza" mucho más que una cultura de ((culpa", por usar la terminología en su momento acuñada por Ruth Benedict para estudiar la casta guerrera del Japón, y retomada por E. R. Dodds para la Grecia de la Edad Oscura. Entre los gustos principales del guerrero homérico destacan en primer lugar la guerra, lugar donde se realiza la prueba definitiva de la hombtía, la superación del miedo. La caza, actividad física violenta, es la adecuada preparación para el combate. El banquete, donde se consumen ingentes cantidades de carne y bebidas alcohólicas, es el lugar donde los guerreros, ligados por lazos de hospitalidad y de dependencia, pueden oír y narrar hazañas y sentirse a gusto, El guerrero homérico obtiene placer en la posesión de objetos hermosos: armas, carros, copas".) su avidez de botín y saqueo no tiene límite, pero no es tanto el atesoramienro como la ostena~ ción y la exhibición de riqueza como muestra de poder lo que le satisface. Todos estos son gustos comunes a la mayoría de las aristo~ cracias guerreras que en el mundo han sido) y cabría sostener que un guerrero noble homérlco estaría más cómodo com~ partiendo experiencias y francachelas con ~por ejmplo~ un noble visigodo apenas teñido de una superficial capa de cristianismo) que con un campesino de su propia época y lugar. Una apariencia física poderosa es importante: cuando Homero describe a Tersites, el peor de los villanos aqueos, se entretiene en su lamentable apariencia externa: era "el hom-bre más feo venido a Troya" (11. 2, 215 y ss.), mientras que los señores son por definición hermosos: un noble vestido como un pobre aun así destaca por su físico) "y Ulises al punto se ciñó 129 b Figura 1 a: Coraza de época Lnlcénica en lámina de bronce y casco de colmillos de jabalí, procedente de Dendra (Argólida). b: Coraza y casco de bronce del siglo VIII a.c. procedente de Argos (según Vic tor D. Hanson). r 130 II con los proPios harapos el vientre: quedaron a la vista sus muslos fomidos y grandes, sus hombros anchurosos , su pecho y sus brazos robustos .. ." (Od. 18, 67·69) . La Arqueologfa confirma estos datos: cuando se han estudiado restos humanos inhu· mados de príncipes guerreros de fin es de la Edad del Bronce O comienzos de la Edad del Hierro, por ejemplo en Europa Central, sistemáticamente corresponden a personajes de ele· vada estatura, superior a menudo a los 185 Cm y por tanto más elevada incluso que la media europea actuaL Es evidente que un brazo más largo y fu erte supone una considerable ventaja en combate con arma blanca: un vencedor o btendrá ventajas en honores, bocín y rango , 10 que a su vez implca~ rá un acceso preferencial a mejores alimen tos y a la elección de mujeres, con lo que se verá favorec ida la transmisión de sus rasgos genéticos y la creación de dinastías de poderosos combatientes. Co mo dice claramente Sarpedón de sí mismo, el guerrero h omé rico combate en primer lugar por conseguir y mantener la estima y deferencia de sus propios pares e inferio res (11. 12, 310·32 1): "Para qué, Glauco , a nosocros dos se nos honra más con asientos de honor y con más trozos de came y más copas en Licia' . . Por eso ahora debemos estar enere los primeros licios, resistienda a Pie firme y encarando la abrasadora lucha, para que uno de los licios, armados de sólidas corazas , diga: A fe que no sin gloria son caudillos en Lcia nuestros reyes , y comen pingüe ganado y beben selecto vioo , dulce como miel. También su fuerza es valiosa, porque luchan entre los primeros licios", pero tambi én por la gloria que le perpetuará (l f. 12,325 y ss.) y, por supuesto , botín o venganza, motivos ambos perfectamente respetables e incluso necesarios. En estas condiciones se entiende que debamos hablar de guerreros y no de soldados en H omero, pese a que el combate fllera probablemente más estructurado y organ izado de lo que 1: 13 1 ~ Figura Z Espadas y dagas micénicas de bronce con remaches de metal precíos.o y cachas de marfil (según Peter ConnoUy). '1 f! ~ 132 se podría deducir de una lec tura superficial de la Ilíada. Aunque ese poema ­yen mucha mena r medida también la Odisea, centran su atención en los combates singulares entre campeones, en sus mo ti vaciones y emociones, en sus armas y sus h eridas, de vez en cuando se escapa en la poesía homérica una alusión a la ex istencia de masas de guerreros que, os' curec idos por la propia lóg ica narrativa de la épica, sin embargo están ahí: "escudo apoyado en escudo, casco en casco, hombre en hombre. Los empenachados cascos se tocaban con los brillantes crestones al menear la cabeza: ¡can aPiñados unos con mms formaban'" (/l. 16, 215 ­2 18 ). Versos como estos, y la aparic ión hasta en treinta y siete ocasio nes de la palabra da, ve falan ge han llevado a joachim Latacz, lan Mo rris y o tros a sostener la existencia de una prim itiva fo rma de falange en Homero, no como una interpolación tardía, sino como base del propio sistema táctico de la guen'a homérica. y es ta cuestión sin duda nos lleva a o tra más amplia y compleja , en la raíz de todo: e! llamado "problema ho mér ico", que en esencia plantea la cues tión de la histoticidad de la épica, o e! de su grado de pOSib le aprovechamiento como fuente histórica. Si n entrar en mayo res profundidades, cabe recordar que las posturas han oscilado entre la negación absoluta de Hometo como fu ente histórica fiable, hasta una matizada aceptac ión . Si acep tamos la primera opción, ocioso es seguir; pero si nos inclin amos por la segunda, es preci, so aquilatar algo más. La estruc tura final de los poemas se fijó (a través de la figura de "Homero") en to rno a mediados dd siglo VIl!" a.e. ­aunque haya añadidos h asta en época pisistrátida­, pero lo que se narra, la guerra de Troya, son sucesos acaecidos mu~ cho antes, en época micénica y h acia el 1300­1200 a.e. Puesto que la transmisión de los poe mas fue oral durante todo ese tiempo, y de generació n en generación , se acepta genera lmente la introducció n suces iva de interpo laciones que hicieran comprensible y ace ptable el desarro llo de la histor ia a las suceS lvas generac io nes de oyentes, así como la pérdida de otros pasajes o bsoletos o incomprensibles. Para muchos investigadores modernos, hacia el 750 a.e. el caos de estratos narrativos e interpolacio nes sería ya tan in ex~ tricable que los poemas homéricos no reflejarían ninguna sociedad real o concreta: ni la micénica, ni la de los siglos oscuros, ni la existe.nte en época de Homero. Otros, como Finley, creían que la Grec ia teflejada sería básicamente la de los siglos oscuros entre el fin de Micenas y el llamado "Renacimiento" del siglo VIII a.e. Para otros estudiosos por fin ­y es una postura que pate.ce abrirse camino con fuerza en la inves ~ tigación reciente­, las pautas esenciales de la sociedad, costumbres y actitudes que aparecen en la Ilíada y la Odisea serían fu ndamentalmente las propias de la segunda mitad siglo VIII a.e. , esto es, de! período de definitiva configuración de los poemas. Los aedos q ue recitaban los versos trataban de halagar a sus oyentes, identificando sus linajes con los de aquellos antiguos héroes, o al menos h ac iendo que se iden tificaran con sus valores, viéndose reflejados en ellos como en espejos ideo lóg icos. Para ello era necesario que las pautas soc iales fueran compre nsibles, lo qu e implicaba un continuo ejercicio de adaptac ión. Por o tro lado, era necesario mantener el sabor heroico del relato, ambientado en el pasado. Po r eso los ve rsos mantienen siempre algunos rasgos arcaizantes que dorarían al recitado del adec uado sabor hero ico, aire que h aría ace prable el relato para unos oyentes que de este modo serían capaces de asumir como propias las costumbres e instituciones sociales descritas, pero a la vez de entenderlas como ambientadas en un lejano pasado representado por unos palacios, objetos yarmas siglos h a desaparecidos pero todavía comprensibles, como las annas fundidas en bronce en lugar de forjadas en hieno. 1 133 ~ ~ 134 Si esta reconstrucción es correcta -y a nuestro juicio lo es, los elementos asociados a la guerra y las armas en los poemas homéricos se comprenden mejor que con cualquiera otro de los modelos explicativos propuestos. Las formas de combate, basadas en una forma de lucha en formación oscurecida conscientemente para dar prioridad a la lucha de los campeones, reflejarían una tradición post­micénica e inmediatamente pre­hoplrtica. La aparición de armas de hierro sería la propia y normal en el siglo Vlll a.C, la época de Homero, mientras que la referencia ocasional a armas exóticas de bronce, a cascos de colmillos de jabalí, a escudos en fonna de torre y otros objetos arca icos documentados arqueológicamente en la Grecia micénica (pero siglos ha desaparecidos en época de Homero) sería perv ivencia de la antigua transmisió n orat mantenida por razones de verosimilitud narrativa que necesitaba ambientar la acc ión en un pasado lejano. Si en la lirada las descripciones de combates y armas son por la ptopia naturaleza de la narración parte central yese ncial de la rrama, la Odisea presenta mucho menos material de este tipo. Con todo, y aunque sin duda la Ilíada es más productiva en este sentido, hay suficientes ejemplos aislados en el relato dellatgo retomo de Od isea que nos remiten a la discusión recogida en los párrafos anteriores; así, por ejemplo, la traída y llevada cuestión del carro ligero de guerra tirado por dos caballos. En la Ilíada el carro es un vehículo de constante presencia, empleado por los héroes no como platafotma de combate, sino como adecuado y aristocrático Inedia de transporte hasta el campo de batall a, casi como un taxi que, guiado por un fiel auriga, lleva al héroe pesadamente armado hasta su cita con la gloria y quizá la muerte, y a menudo le recoge, agotado pero ve ncedot, para lava r en la tienda la sangre y el polvo y refrescarse con vino. La biga ligera de guerra fue un ~ m 135 [1 , '-lO ~-1'j l ¡ ( - - r, I I i~ I ¡ © \, r l:~ ~ v' ¡-'QfJI~) I \ J '" ¿ } ji Figura 3 "GeneracIones" de héroes homéricos según A. Sherratt, a partir de los datos de los poemas épicos contrasmdos co n la arqueología. De izquierda a derecha: guerre ro de época prepalacia l y paladal antigua (siglos XVI,XIV a.e.) (por ejemplo, Ayax); guerrero de época paladal (s iglos XY,XIII a.c.); guerrero de la Edad Oscu ra post­palada l (s iglos XIl a v m a.c.); guerrero de la segunda mirad del siglo VIU a.e. (época de Homero). vehículo creado hacia el siglo XVIII a.C en el Próximo Oriente , que se convirtió ensegu ida en el "anna decisiva" por excelenc ia en los ejércitos de las grandes potencias. Empleado en masas de cientos de unidades por los faraones, los príncipes mitanios o los reyes hititas, los carros fu eron en el Próximo Oriente sobre todo plataformas móviles de combate para soldados bien adiestrados armados con poderosos arcos compuestos. Desde estas regiones el catto se exrendió a la Grecia Micénica, ya en sus albores dutante el siglo XVI a.C, pero ensegu ida recibió allí un uso modesto como transporte del guerrero más que como plataforma de combate: ese es el empleo básico que siglos después tecogería Homero. }'"'" f 136 Y ese es el empleo, fundamentalmente civil, con que Néstor ofrece a Telémaco una biga para que marche de Pilos a Esparta acompañado de su hijo Pisístrato (Od. 3, 470 y ss.). El relato implica carreteras o caminos entre los palacios, algo que ­como la propia existencia de los palacios­ sin duda resulta más creíble en época micénica que en la Edad Oscura o en el tímido renacer del siglo VlII. Al igual que ocurre en la Ilíada, también en la Odisea se describen con cuidado armas desde hacía siglos inexistentes entre los griegos. Si la Ilíada describe por ejemplo con todo detalle y notable exactitud arqueológica el casco de Ulises, realizado con colmillos de jabalí sobre una base de fieltro y cuero (lO, 261­265), casco perfectamente conocido pot la arqueología micénica, también la Odisea nos muestra ejemplos paralelos. Es el caso del episodio en el que Alcínoo, rey de los Feacios, ordena a sus hombres que agasajen a Ulises, y a Euríalo que sea especialmente amable, pues antes había sido grosero (Od. 8, 400 y ss.); este último entrega a Odisea: "esta espada, toda ella de bronce y con puño tachonado de plata y su vaina en marfil aserrada poco ha que la guarda: en verdad rica prenda se lleva". La descripción del arma casa perfectamente con la de las ricas espadas brondneas de la Edad del Bronce, por ejemplo con las halladas en las tumbas del Círculo A de Micenas, y nada en cambio con las secas espadas férreas de la Edad Oscura o de época de Homero. En otros muchos momentos de la Odisea, sin embargo, queda claro que se conocen las armas y utensilios de hierro, material desconocido en la época de la guerra de Troya (Od. 16, 294; 19, 13; 21,1­10; 21,127, etc.). Es sin duda en los Cantos finales de la Odisea cuando las armas, al acercarse la venganza de Ulises, toman papel protagonista. Y aquí el ambiente descrito se acerca posiblemente al que podía presenciarse en una sala de banquetes del 1 137 Figura 4 Carros ligeros: a: Micénico (estela del círculo A, siglo XVI a.c.). b: Geométrico (pintura sobre vaso cerámico, siglo VIII a.c.) (según J. Crouwel). r 138 final de los siglos oscuros. En varias ocas iones queda claro que en la morada de Odisea las armas están colgadas de las paredes, donde se tiznan de humo del hogar: "recoge las armas de guerra de toda nuestra casa, no dejes ni una. En la cámara baja las irás a guardar bien al fonda y, si aquellos galanes las echaren de menos, tú diles con blandas palabras: Las he puesto a resguardo del humo , pues ya ni parecen ser las mismas que Ulises deJaba al salir para Ti'Oya" (Od. 16, 284­289). Idea y expres ión idénticas se repiten al comien zo del Canto 19. Y no sólo se cuelgan armas defensivas en público: junto a un pilar se sitúa un astillero donde se apilan numerosas lanzas (Od. 1, 125- 129). No todas las armas visibles en e! mégaron homérico son sin embargo modernas: en la sala de U lises cuelga, mohoso y con las capas de piel desprendidas, un viejo escudo propiedad de Lae rtes que tratará n en vano de usar los acorralados y desespe rados pretendientes (Od. 22, 182- 186 ). Los frescos de algunos palacios micénicos indican que probablemente la misma costumbre se daba en la Edad del Bronce, pero abundante documentac ión recogida recientemente por Van Wees nos prueba que en la Grec ia arca ica e incluso clásica se mantenía la cos tumbre de colgar armas y escudos, convenientemente protegidos en fundas, de las paredes de las salas nobles. Por tanto la descripción de la ubicación de las ar mas en el palacio de Ulises posiblemente fuera perfectamente comprendida po r los oyentes de! siglo VIll, al igual que la neces idad de ret irarlas con la excusa añadida de que una discusión agri ada por el abuso de vino pudiera devenir trágica si los contendientes recurrían al hierro "que tira del hombre" (Od. 19, 10 Yss.). Los héroes homéricos van armados no sólo en el campo de batalla de la Ilíado , sino que portan al menos espada y lanza durante sus viajes, y espada en todo momento: Telémaco, por ejemplo, apa rece siempre en público armado con lanza. En la Odisea, los héroes envainan espada desde que se levantan, como cuestión de rutina: "Al mostrarse la Aurora temprana de dedos de rosa, levantándase el hijo de Ulises del lecho , ciñóse sus vestidos, colgóse de! hombro la espado cortante y, calzando los cándidos pies con hermosas sandalias, de la alcoba salió ... " (Od. 2, 1-5). Telémaco no va a la guerra, sino a convocar una asamblea, y allí se presenta con espada y lanza de bronce, sin duda símbolos de estatus y rango. Pero las espadas se llevan en ocasiones aún menos públicas, como para recibir a un huésped en casa (Od. 4,306-310), o en el contexto de un banquete (Od. 21, 118 Y ss.), etc. Por supuesto, en época clásica la costumbre de llevar armas en público había desapa recido (Aristófanes se burla de quienes, como poseídos, se pasean por el ágo ra con armas, Lis(strata, 555-564). Po r lo tanto, en diversos pasajes de la Odisea se entiende que e n situac iones Hciviles ll la espada y -en público- la lanza son atributos ind ispensables del guerrero; pero en combate la panoplia requie re tamb ié n de, al me nos, casco y escudo. En el Canto 22 de la Odisea , la matanza de los pretendientes retoma descripciones que, po r Su c rudeza, nos remiten a las de la /liada: "Mas Ulises certera alcanzó su garganta y la punta traspasó el blando cuello y salió por detrás: el herido se rehundió en e! siMn, y la copo cayó desprendida de su mano; vertió su nariz grueso caño de sange, sangre humana en hervor" (Od. 22, 1519). Queda claro que los pretendientes llevan sus espadas en el banquete, tal y como h emos argumentado antes que era normal (Od. 22, 70 ss.); sin embargo también es ev idente para el poeta que sin esc udos ni lanzas los nobles están cas i inermes frente al arco pr tmero, y luego a la larga lanza de U lises y Telémaco . Aunque Eurírnaco propone emplea, las mesas como escudos improv isados , es evidente que no es una solución (Od. 22, 74 -75). En el momento álgido de la lucha, Ulises se recubre por fin de los atributos del héroe guerrero 1 139 r 140 tal y como se describe tan a menudo en la lIiada, "y él entonces dió descanso a Su arco dejándolo allá, junto al quicio de la só- lida escancia, apoyado en el muro birllante; protegióse los hombros con un gran escudo de cuatro recias pieles, la fuerte cabeza cumió con un yelmo de cimera de crin que ondeaba terrible en lo alto y empul'ió las dos lanzas robuscas con puntas de bronce" (Od. 22, 11 9­ 125). Es en ese mo mento cuando, por la ayuda del pastor Melantio , los pre tendientes consiguen armarse con doce panoplias de escudo , casco y lanza, antes es~ condidos por Telémaco (Od . 22, 142 y ss.), al héroe le tiemblan las piernas, pues todav ía la tarea ha de ser larga y dura. La matanza deriva en combate igualado, en el que sólo la ay uda de Atenea salvará a Ulises: las lanzas arrojadas por seis pretend ientes fallará n todas su blanco, mientras que las cuatro que lanzan Ulises y sus compañeros acabarán con sendos pretendientes. Pese a lo que hasta ahora venimos diciendo, hay algunas diferencias entre la /liada y la Odisea en lo conce rniente a la descripción de armas. Las descripciones de armas más clar~ mente arca icas son prop ias de la llfada, como el escudo en forma de torre de Ayax, herencia de una época micénica an~ tigua y obso leto incluso en la época de la guerra de Troya ( /l . 7,2 19-223; 7, 245­248; 11,485; 17 , 128); el casco de colm illos de jabalí (ll. 10,261­265), o la espada tacho nada de plata (11. 2, 45; 14,405). En cambio , la espada de tipo micénico sólo apa rece en la Odisea una vez, y en manos de los peculi ares Feacios, según se ha descrito ya (Od. 8,400 y ss.). A su vez, en la Odisea aparecen más frecuentemente descripciones de cascos apropiados para un contexto del siglo VllI a.c., como los doce cascos de bronce con penachos de crin de caballo (22, 144) O el casco con carrilleras de bronce (24, 525). Igualmente, la descripción de corazas de bronce como un vestido, "UnLl vez que visrierOl1 su piel COl1 el bronce brillante" (Od. 24, 468; 24, 500), parece referitse más bien a los primeros modelos de coraza de campana como el ha ll ado en una tumba de A rgos, que a los tipos de época micénica. Más llamativa es atta diferencia entre los dos poemas. Mientras que el atco es un tipo de arma claramente despreciado en la !liada, donde los héroes arqueros san escasos y su hombría dudosa (Paris, Pándaro), en la Odisea es el arma q ue primero emplea U lises con tta los pre tend ientes, más aún, es el núcleo del famoso certamen del Canto 21, el objeto simbólico que sólo Odiseo es capaz de tender. Precisamente por ello algunos autores han considerado buena parte de ese Canto 21 como una interpolación posterio r, en la que el arco habría perdido su estigma de arma innoble, e incluso Page llegó a proponer que el poeta de la Odisea no conocía la Ilíada. Sin embargo tales explicaciones son innecesarias: el propio poema explica po r qué UI ises no llevó el arco a Troya, era regalo de un huésped extranje ro, fllto, quien a su vez recibió de Odisea espada y lanza (Od. 21, 10 y ss.) . La O disea deja claro que se trata de un potente arco compuesto de tipo esc ita (se nos indica que tiene elementos de cuerno , y que se ha de usar sebo para ablandarlo, Od. 21,395), similar pues al descri to en la Ilíada (4,1 05 y ss .): "los cuernos medían dieciséis palmos desde la cabeza; un artesano pulidor de cuernos los había ensamblado con maña y, tras alisorlo biw , había montado en él un áureo gancho. Lo tensó curvándolo en el suelo y 10 depositó con tacto ... " Como en su momento señalara Lorimer: "Ninguno de los arqueros de la lIíada es un héroe de primera fIla (salvo que consideremos asi a Paris). Solo e/ licio Pándaro lucha sólo como arquero , y [Homero) ha de cualificarle para una sociedad heroica mediante la explicación de que por razones de prudencia había de ~ jada su corro en su tierra (/l . 5, 192 y ss. )". La explicación de por qué el arco riene en la Odisea un papel mucho más d igno 1: 141 f 142 q ue en la Ilíada es compleja y se sale de los lím ites de estas breves páginas, pero tie ne probable me n te much o que ver con el complejo proceso de transm isió n o ral de la poesía épica y con el aite much o más próx imo­oriental que d iversos in ves tigado res aprecian en la Odisea, trad ic ión c ultural e n la que el arco era un arma perfectamente noble. Res ulta así men os ch ocante la aparición de contradicc io nes tales como que, en la Ilíada, D iomedes insulte a Paris lla mándole "arquero" como sinón imo de "afeminado" (11 . I 1, 385 ) al tiempo que en otros versos se describe el arco compues to con el luj o de detalles asignado n ormalmente a las armas n obles como el casco de U lises o el escudo de Ayax. En último extremo , y como h a señalado lissatrague, el afe minado Pa ri s sólo as ume rango verdade ramente de h éroe c ua ndo descarta su arco y toma la coraza de licaón. Kirk ha recalcado la con tradicción entre un Odiseo que en la llíada apa rece como lan cero, y en la Odisea, como arque ro. Da la imp tesión de que el poe ta, en la mezcla de trad iciones micénicas y de re a ~ lidades de la Época Oscura, ha mezclado dos tradicio nes distintas, una de las cuales ­probablemente la más recientet iende a desprec iar el arco. BIBLIOGRAFíA La bibliografía referida al guerrero h omérico, sus armas y sus carros es ya ingenre. La "cuestión h omérica", fundamen to para compre nder todo lo demás, cuenta con algunos trabajos sintéticos rec ie ntes e n caste llano que tratan sus principales aspectos. En tre e llos destaca remos: A. Domínguez Monedero, La polis y la expansión colonial griega. Siglos VIlI­Vl. Madrid, Síneesis, 199 1, (especialmente pp. 28 Y ss ., insistiendo en el componem e del siglo Vlll , com emporán eo a Homero, con amplia bibliografra). .J. García Blanco y L M. Macía, "introducción" a H omero, llcada. Madrid, CSiC, 199 1, xi­cccv, (más polémico, insistiendo e n la fec ha pisistr árida para la forma final de los poemas). L. García Iglesias , Los orígenes del. pueblo griego. Madrid, Síntesis, 1997 , (espee. pp. 238 Yss. , con ampl ia y actualizada bibliografía específica; en fauza los aspectos Umicénicos" de la épica) . R. Osborne, La farmación de Grecia 1200­479 a.e. Barcelona, C rítica, 1998, (especialmente pp. 167 Y ss.). Menos fortuna hay en lo referente a la bibliografía específica sobre guerreros y armas: poco o nada puede en contrarse en cas(e~ llano. Entre la numerosa bIbliografía sobre la men talidad del guerrero homérico destacan los trabajos de: Hans Van Wees, Sratu5 warriors. War, violence and society in Homer and History. Arnsterdam, Gieben, 1992 . Hans Va n Wees, "Heroes, Knighrs and Nutters: Warrior menra liry in Horner". En A. B. Lloyd (ed.), Baule in Antiquity, 1­86. London, Duckworth, 1996. Nos h emos referido asim ismo a los estudios de: R. Benedicr, The Crysanthemum and the Sword, Boston, Houghton Mifflin, 1946. E. R. Dodds, Los griegos y lo irracional, Madrid, Alianza, 1960. 1 143 r 144 Más específica mente so bre armas y tác ticas, son muy útiles los trabaj os divu lgativos, esplénd id a y rigurosamente ilustrados, de: E. L.ffineur (ed.) , rolemos. Le con'exte gue,.,ier en Égée á l'Age du Bron,e. Liege, Aegaeum 19, 1999. P. Conno ll y, Los ejércitos griegos. Madrid, Espasa, 1981, (especialmente pp . 8 y ss. , con esplénd id as reconstrucciones). H. Lorimer, Homer and die Monuments . London, 1950. P. Connoll y, La leyendo de Ulises. Mad rid, Anaya, 1986, (compleme nta al ante rio r: s i "que! LT8t8 de recons[ruir guerreros micén~ cos, éste t.rata de refl ejar la vestimenta de los héroes homéricos). Más ge ne rales pero inte resan tes son las obras: P. Ducrey, Warfare in Ancient G reece. New York, Schocken Books , 1986 Viero r D . Hansan , The wars of (he Ancient Greeks . London , Cassell, 1999, (más rec iente, pero no mejo r) . Una se lección de bib liografía específica resulta tarea muy difí ~ c il. Las obras c itadas s610 pre tende n recoger una mu estra de las di, {erentes tendencias de inves tigac ió n, y cuentan a su vez co n amplísimas bibliografías: G. Ahlberg, Fighting on Land and Sea in Greek Geome tric An. Stoekholm, 1971. H. G. Bucho lz y J. Wi esner, Archaeologia Hcnnerica. Kriegswesen . Gbttingen, Vandenhoeek & Ruprech t., 1977. J. P. C rie1aard (ed .), Home,;c Questions. Essays in philology, anciem history and archaeology. Amsterd am, G ieben, 1995. J. H. Cro uwel, Charioc5 ond ocher wheeled vehides in han Age GTe~ ce. Amsterdam, Allard Pierso n seri es 9, 1992. E. Delebecque, Le cheva[ dons ['lliade. París, Libr. Klinckiseek, 195 1. R . Drews, The End o[ ,he Branze Age. Changes in War[are and the Catastrophe ca. 1200 BC. Prmceton UP, 1993. P. A. L. G reenhalgh , Early Greek war[are. Horsemen and chariots in ,he Homeric and Arclwic Ages . Cambrid ge, U niv. Press, 1973. J. Morris, "The use and abuse of Homer", Classical Antiquity 5. 1 (1986),81 ­138. 1. Monis, Burial and a.nde1lt society. The rúe oi che Greek cil y ~stae. Cambridge, 198 7, (especialmente pp. 198 Y ss., sobre la "falangel! en H omero , negand o una ¡'revolución" hoplita en el siglo VII a.c.). D. L. Page, History and ¡he Homeric lIiad. Berkeley, Univ. uf California Press, 1972 (ed. or., 1959). J. Shay, Achilles in Vietna.m . Combat trauma and the undoing oi Cha.~ raeter. New York , Touchstone, 1994. E. S. S herratt, IIRead in g the texts: archaeo logy and the Homeric qu estion". Antiquity 64 (1990), 807­824. A. Snodgrass, Early Greek armour and weapons [rom the etui o[ the Bronze Age to 600 BC. Edinburgh, Universlty Press , 1964. H . Van Wees, "Greeks bea ri ng arms . The state , the leisure class ::md the display o f weapons in archaic G reece" , en N. FIsher y 1­1. Va n Wees (eds.), Arcllaic Greece: Ncw approaches and new evidence, London , 1998,333­378. 1 145