Universidad Nacional de San Juan Facultad de Filosofía, Humanidades y Artes Departamento de Letras Literatura Hispanoamericana II De ganados y de hombres, de Ana Paula Maia: ¿qué queda entre la frontera y la marginalidad? Docente: Dr. Federico Cabrera Alumno: Gabriel Santiago 2022 De ganados y de hombres, de Ana Paula Maia: ¿qué queda entre la frontera y la marginalidad? A nivel de ecología, un rasgo particularmente positivo del presente siglo es la creciente toma de conciencia y de acción directa respecto a la contaminación ambiental. Pese a estos avances, el ambiente y las poblaciones latinoamericanas siguen afrontando los embates de las industrias, en el contexto de un modelo económico denominado capitalismo tardío. Una de estas poderosas industrias está constituida por los mataderos. Es precisamente en torno a uno de estos recintos –en donde los animales devienen en carne–, donde Ana Paula Maia centra su narración de la novela De ganados y de hombres (2017). La joven escritora y guionista brasileña, considerada además heredera del realismo brutalista de Rubem Fonseca (1925-2020), aporta una construcción simbólica indiscutiblemente cruda y denunciatoria de las prácticas que se ejercen en el matadero y cómo éste afecta a las poblaciones en las cuales se establece: un ejemplo paradigmático de las zonas marginales que la sociedad posmoderna porfía en ocultar. En la obra hay una cuidadosa delimitación de una frontera en la que la naturaleza es violada; el Estado está prácticamente ausente; y las personas frecuentemente no se diferencian de los animales. Touro do Milo: el lado “B” de la industria cárnica La trama de la novela, caracterizada por respetar una linealidad lógica de los hechos (con la excepción de breves analepsis mediante las que se reconstruye la vida pretérita de los personajes), sitúa a los lectores en una temporalidad difusa pero que no es difícil identificar con el presente. Lo primero que ofrece la lectura es al protagonista, Edgar Wilson, y en las líneas posteriores la espacialidad es súbitamente introducida, cuando se lee que “la oficina no es más que un cuartito incómodo al costado del área de despiece del matadero” (Maia, 2017, p.11). Esa incomodidad del despacho de Don Milo deja entrever apenas el inicio del espantoso recorrido a que se asistirá del matadero en las siguientes páginas. Es así que diversos pasajes, mediante el uso de una detallada descripción en tercera persona, focalizan en lo antihigiénico, lo nauseabundo y lo grotesco del proceso por el que transitan los animales para convertirse en carne. En una lectura realizada por Colombetti y Giuggia, ellas destacan que De ganados y de hombres invita al lector a atravesar las puertas del matadero y observar el sufrimiento de aquellas corporalidades que fueron elegidas para morir, producto de una economía que se sostiene sobre esas muertes (2020). A este respecto es que “Touro do Milo” –tal es el nombre de la institución ganadera– simbolizaría una materialización intencionada de aquello que la industria de la carne no exhibe a los consumidores, quienes a su vez no podrían soportar el peso de conciencia o al menos el horror de observar el proceso. Paradójicamente, se sabe que las masas humanas en general aumentan con los años su avidez del producto cárnico. Pues pese a los diversos problemas económicos que afrontan los países latinoamericanos y otras naciones devastadas como las africanas, organizaciones como la FAO y la OECD celebran que “en los últimos 50 años, la producción mundial de carne se ha cuadriplicado” (Redacción THE FOOD TECH, 2015). Frente a este panorama de impulso de la industria ganadera, Maia apuesta y apela a la sensibilidad humana, construyendo una de las escenas más violentas de la obra: Algunos decidieron recular cuando ya estaban entrando al área de sangría, después de imaginarse lo que tendrían que ver. Estar parado delante de vacas y bueyes que cuelgan boca abajo enganchados por las patas de atrás mientras del cuello brotan litros de sangre que llenan, mezclados con el vómito y los excrementos, unos cuantos barriles fétidos, no era algo que ninguno de ellos tuviera planeado hacer. (Maia, 2017, p.69) Este pasaje pertenece al momento en que una excursión de alumnos que fueron llevados a conocer las instalaciones y, en palabras de su profesor, “la manera en que la carne llega a nuestras mesas todos los días” (Maia, 2017, p.67). Desde luego, esto no resultó de la manera esperada: la mayoría de los estudiantes terminaron asqueados y otros tanto peor. Todo ese proceso es ajeno a la mayoría de las personas en la sociedad, quienes solo adquieren el producto final y sus derivados. Sin embargo, esto no es casual, debido a que las sociedades están atravesadas por todo un imaginario y hasta una educación especista que desvincula el animal del alimento, y que se produce con la cosificación de esos seres vivos (Joy, 2013, como se citó en Colombetti y Giuggia, 2020). Pero no solamente hay una cosificación de la vida animal, ya que en Touro do Milo las que son cosificadas a la par del ganado son las vidas de los trabajadores, todos hombres que han quedado al margen de la sociedad y de los ámbitos centrales que brindan derechos laborales. En efecto, el matadero es uno de los focos que aglutinan personajes que la sociedad rechaza, por ejemplo: Emeterio, un hombre que no encontraría empleo formal por su edad avanzada; Zeca, un chico que disfruta del maltrato hacia los animales, poseedor de una probable enfermedad psicológica; Bronco Gil, descendiente de aborígenes y ciego de un ojo; y el propio Edgar Wilson, un hombre por demás extraño pero que a fin de cuentas es capaz de comprender a los animales. La horrorosa violencia ejercida sobre los cuerpos de vacas y bueyes se conjuga en el matadero con la violencia laboral a que están sujetos hombres que tienen un salario muy bajo, trabajan horas extra en muchas ocasiones, y cuya falta en el proceso de producción es fácilmente sustituible. Hombres pasionales, animales racionales En De ganados y de hombres se construye un universo de ficción en el que hombres y animales conviven muy estrechamente. “Los hombres del ganado”, como los nombra Don Milo, no pueden escapar de sus vidas, que se resumen en cuidar y convivir con las bestias y encargarse posteriormente de matarlas. Puede conjeturarse sobre si esta actividad tan insensible es la que causa su “animalidad” o este rasgo es anterior a sus vidas en el matadero de Don Milo. Lo cierto es que se instaura un escenario en el cual se ha producido una animalización de estos personajes, todos hombres. En múltiples pasajes de la novela, la narradora hace alusión explícita a la relación estrecha entre el ganado y los hombres. Lo que semánticamente prevalece en una primera lectura es que “en el universo rural que construye Maia, los cuerpos habitan en la precariedad más absoluta, en espacios plagados de muerte” (Colombetti y Giuggia, 2020, p.46). Y si bien es cierto que tanto Edgar como sus compañeros soportan condiciones de trabajo deplorables, en este trabajo se intenta focalizar en las semejanzas mayormente psicológicas de los humanos con los animales que propone la obra. Es decir, los “hombres del ganado” –y otros personajes marginales como las personas desamparadas que consumen las sobras del matadero– se abandonan en actos pasionales, que no se corresponden con su capacidad de raciocinio. No razonan ni Edgar Wilson cuando asesina a Zeca y arroja su cadáver al Río de las Moscas, ni Santiago cuando trae al matadero una anguila y la deposita en un barril con agua, provocando accidentalmente la electrocución de Burunga, uno de sus compañeros de trabajo. No obstante, hay un curioso episodio en que es el modo en que está narrado lo que desdibuja la frontera entre humano y animal: –¿Qué mierda de animal es ese? –pregunta Helmuth con los ojos pegados a los binoculares. […] Un leve pavor asalta a los hombres, que no pueden distinguir ante qué animal están ni por su aspecto ni por los gruñidos que suelta. […] El animal pasa corriendo, desafiando el entendimiento de los hombres por el modo en que se mueve. Nunca habían visto cuernos tan altos ni movimientos tan veloces. (Maia, 2017, pp.81-82) Esa bestia resultó ser Santiago, el nuevo aturdidor. Mas, considerando a nivel sintáctico ciertas palabras como gruñidos o cuernos y la carga semántica del pasaje, se produce una construcción simbólica que se correlaciona con un animal, algo no-humano. Metafóricamente, hay una animalización de este hombre, que pierde el control de sus actos producto del consumo de hongos alucinógenos que crecían en el estiércol de los rumiantes. Pero este estrechamiento de la frontera entre el ser humano y el ser animal implica también el hecho de pensar a las vacas –otro personaje de la obra, esta vez colectivo– como seres humanos; en otras palabras, sufren una personificación. Edgar Wilson, un hombre atormentado por la culpa de matar animales que ni siquiera consume, es quien ve en la mirada profunda de ellos el miedo, la tristeza y el sufrimiento. No es casual que durante el ritual previo al “aturdimiento”, él “hace la señal de la cruz en la frente de la vaca” (Maia, 2017, p.46). Le está otorgando una bendición antes de matarla. Esta “adquisición de razón” continúa cuando uno de estos animales arremete contra una pared de concreto del matadero, acabando con su vida. La vaca indudablemente se suicidó, aunque casi ninguno de los trabajadores quisiera admitirlo. Esta situación alcanza el punto álgido cuando un grupo de ellas se suicida arrojándose a un acantilado que circundaba al Río de las Moscas. Colombetti y Giuggia consideran que “la novedad que introduce Maia en las escrituras sobre el matadero es brindarles a las vacas la capacidad de resistencia mediante la decisión sobre sus vidas y sus muertes, algo que históricamente les fue ajeno” (2020, p.48). Es un acto de revolución, de plena conciencia sobre no querer ser comida de humanos. De este modo podrían leerse los abortos que tienen algunas de las vacas: al igual que las mujeres de los partidos revolucionarios, no quieren parir seres que perpetúen su dominación. Maia animaliza a los humanos a la vez que humaniza a los animales. Este acto narrativo, a nivel pragmático, posee su correlación con la intención del texto de disminuir las distancias que las personas crean para con los animales, con el objetivo de percibirlos y pensarlos como una existencia y no una cosa, como un otro que siente, que sufre dolor y que es factible de tener voluntad y decisión. La pluma brutal de Ana Paula Maia La sublime crudeza y el alto nivel de realismo que caracterizan la narración de la autora producen que el lector entre en contacto con escenas probablemente no asociadas cognitivamente –o no recordadas– al consumo de carne o a la incidencia de muchas de estas industrias en el ambiente. En De ganados y de hombres hay un río que desemboca en el mar y al que van a parar los desechos de los múltiples mataderos de la localidad. Abismalmente contaminado, se llama Río de las Moscas: “[…] desde que los mataderos crecieron en la región, conocida como Valle de los Rumiantes, sus aguas limpias se inundaron de sangre. Todo tipo de cosas y de materias fueron depositándose en el fondo del río: materias orgánicas e inorgánicas” (Maia, 2017, p.37). En primer lugar, el nombre “Río de las Moscas” es una construcción metonímica que deduciblemente hace alusión a los enjambres de insectos que abundan en la superficie de las aguas podridas. En segundo lugar, lo leído en el anterior pasaje puede parecer una hipérbole, algo que no ocurre en la realidad, pero algunas investigaciones de hace algunos años sostienen que los mataderos –además de producir una evidente contaminación olfativa que afectaba a las poblaciones circundantes– arrojaban sus aguas contaminadas y la sangre a los ríos cercanos. Esto es muy grave, dado que la sangre residual resulta ser uno de los elementos más contaminantes de estas industrias (González Martínez, 1995). En la novela hay una focalización en lo violento y en lo marginal de la sociedad. Ya se vio en el espacio del matadero y en sus trabajadores, en cómo Maia construye además espacios precarios. Y se entiende la precariedad en tanto es esa “condición políticamente inducida en la que ciertas poblaciones adolecen de falta de redes de apoyo sociales y económicas y están diferencialmente expuestas a los daños, la violencia y la muerte” (Butler, 2010, como se citó en Colombetti y Giuggia, 2020, p.50). Precisamente hay otro personaje colectivo que merodea las fronteras del matadero y que sufre la precariedad extrema: son familias sin hogar y sin comida. Un pasaje que ilustra la brutalidad de la escritura de Maia para construir estas situaciones de un modo magistral es el que atañe a la deglución de los cuerpos de las vacas que se suicidaron: En poco tiempo se forma un grupo de cincuenta personas, todas cuarteando el ganado con hachas y cuchillos y llevándose los cortes en sus carretas, autos y bicicletas. Los desprovistos de vehículo envuelven sus pedazos de carne en una lona o en una bolsa de nylon y se los llevan arrastrándolos por el piso. Los buitres esperan su turno para devorar las vísceras, las sobras que los perros dejen. (Maia, 2017, 116-117) En cierto sentido, estas personas sufren una animalización en cuanto se ven forzados a alimentarse cual animales. Esta forma de narrar es denominada realismo brutalista, y el primer autor cuya estética de sus obras recibió este nombre fue Rubem Fonseca. Efectivamente, Maia comparte con él un modo narrativo que expone la violencia sin miramientos, con lo cual adopta una forma de escribir brutal (Aguilar Sosa, 2020). La construcción del escenario-matadero y los procesos de producción de la carne, el detalle de puntualizar cada uno de los elementos contaminantes producidos por las industrias cárnicas del “Valle de los Rumiantes”, la crudeza de las descripciones del abandono de las poblaciones de frontera o rurales por parte del Estado, hacen de Ana Paula Maia una escritora que denuncia los estragos aún presentes de las economías orientadas al mercado y a la industrialización. Reflexiones finales De ganados y de hombres es una novela que interpela o que debería interpelar al ser humano del siglo XXI. El texto funciona como una ventana a algunas de aquellas realidades más inhóspitas de Brasil y de Latinoamérica entera, un conglomerado de países que siguen sufriendo las iniquidades producidas por los sistemas económicos que no terminan de reconocer los derechos de los trabajadores y que perpetúan la agroindustria, pese a las múltiples consecuencias que hoy se estudian respecto a esta esfera de la civilización humana. El vínculo de los humanos y los animales se resignifica con Maia, porque tanto unos como otros son construidos como anexos o herramientas de un sistema muy poderoso como es el de la industria de la carne. Contaminación ambiental, violencia animal, violencia laboral, indigencia, en última instancia, es lo que queda entre la frontera y la marginalidad. El desencanto de esta obra probablemente seguirá reverberando en el lector en la forma de un adagio que la atraviesa: mientras exista una vaca en este mundo, siempre va a haber alguien que quiera matarla... y alguien que quiera comerla. Referencias Bibliográficas Aguilar Sosa, Y. (16 de abril de 2020). Adiós al revolucionario de la literatura brasileña. El Universal. https://www.eluniversal.com.mx/cultura/rubem-fonseca-adios-alrevolucionario-de-la-literatura-brasilena Colombetti, F., & Giuggia, A. (2020). "¿Quién es la bestia?": una relectura del vínculo humano/animal a partir de la literatura de Ana Paula Maia. Actas X Encuentro Interdisciplinario de Ciencias Sociales y Humanas. Las urgencias del presente: Desafíos actuales de las ciencias sociales y humanas (pp. 45-53). Córdoba: Editorial de la Facutad de Filosofía y Humanidades - UNC. González Martínez, A. (1995). Efectos contaminantes de industrias agroalimentarias: mataderos e industrias cárnicas. En A. González Martínez, Anales de la Real Academia de Ciencias Veterinarias de Andalucía Oriental (págs. 81-92). España: Real Academia de Ciencias Veterinarias. Redacción THE FOOD TECH. (octubre de 2015). Crece el consumo de carne a nivel mundial. THE FOOD TECH. https://thefoodtech.com/historico/crece-elconsumo-de-carne-a-nivel-mundial/