Subido por Daniela Juárez Pérez

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RUSS HARRIS
Hazlo simple
Una guía de iniciación a los conceptos básicos
de la ACT (terapia de aceptación y de compromiso)
y muchas más cosas
Si este libro le ha interesado y desea que le mantengamos informado de
nuestras publicaciones, escríbanos indicándonos qué temas son de su interés
(Astrología, Autoayuda, Ciencias Ocultas, Artes Marciales, Naturismo,
Espiritualidad, Tradición...) y gustosamente le complaceremos.
Puede consultar nuestro catálogo en www.edicionesobelisco.com
Los editores no han comprobado la eficacia ni el resultado de las recetas,
productos, fórmulas técnicas, ejercicios o similares contenidos en este libro.
Instan a los lectores a consultar al médico o especialista de la salud ante
cualquier duda que surja. No asumen, por lo tanto, responsabilidad alguna
en cuanto a su utilización ni realizan asesoramiento al respecto.
Colección Psicología
HAZLO FÁCIL
Russ Harris
1.ª edición en versión digital: febrero de 2021
Título original: Título original: Act Made Simple: An Easy-to-Read Primer
on Acceptance and Commitment Therapy
Traducción: Manu Manzano
Maquetación: Juan Bejarano
Corrección: M.ª Jesús Rodríguez
Diseño de cubierta: Enrique Iborra
Maquetación ebook: leerendigital.com
© 2019, Russ Harris, New Harbinger Publications, Inc.
(Reservados todos los derechos)
© 2021, Ediciones Obelisco, S.L.
(Reservados los derechos para la presente edición)
Edita: Ediciones Obelisco S.L.
Collita, 23-25. Pol. Ind. Molí de la Bastida
08191 Rubí - Barcelona - España
Tel. 93 309 85 25 - Fax 93 309 85 23
E-mail: info@edicionesobelisco.com
ISBN EPUB: 978-84-9111-701-8
Reservados todos los derechos. Ninguna parte de esta publicación, incluido
el diseño de la cubierta, puede ser reproducida, almacenada, trasmitida o
utilizada en manera alguna por ningún medio, ya sea electrónico, químico,
mecánico, óptico, de grabación o electrográfico, sin el previo
consentimiento por escrito del editor.
Diríjase a CEDRO (Centro Español de Derechos Reprográficos,
www.cedro.org) si necesita fotocopiar o escanear algún fragmento de esta
obra.
Índice
Portada
Hazlo simple
Créditos
Nota del editor
Dedicatoria
Prefacio: Tu punto de elección
¿Qué hay de nuevo en esta segunda versión?
Cómo usar este libro
Parte 1: ¿Qué es la ACT?
Capítulo 1. El desafío humano
Capítulo 2. Engancharse
Capítulo 3. Mindfulness y otras palabras dudosas
Capítulo 4. Sé un geek
Parte 2: Empezando
Capítulo 5. Preparándose para el éxito
Capítulo 6. ¿Cuál es el problema?
Capítulo 7. ¿Dónde empiezo?
Parte 3: El meollo de la cuestión
Capítulo 8. ¿Creativa qué?
Capítulo 9. Dejar de luchar
Capítulo 10. Anclaje
Capítulo 11. Fijarse en ese pensamiento
Capítulo 12. Profundizando en la defusión
Capítulo 13. La defusión Smörgåsbord
Capítulo 14. Barreras a la defusión
Capítulo 15. Hojas, arroyos, nubes y cielo
Capítulo 16. Sobrecarga técnica y otros peligros
Capítulo 17. Estar presente
Capítulo 18. Abrázate amablemente
Capítulo 19. Saber lo que importa
Capítulo 20. ¿Qué pasa si nada importa?
Capítulo 21. Haz lo que sea necesario
Capítulo 22. Cincuenta sombras de aceptación
Capítulo 23. Las emociones como aliadas
Capítulo 24. ¿Qué te detiene?
Capítulo 25. El yo que se percata
Capítulo 26. La exposición flexible
Capítulo 27. Flexibilidad cognitiva
Capítulo 28. Vergüenza, ira y otras emociones problemáticas
Capítulo 29. Relaciones flexibles
Parte 4: Concluyendo
Capítulo 30. Tú y yo
Capítulo 31. Una guía rápida para despegar
Capítulo 32. El viaje del terapeuta de la ACT
Agradecimientos
Apéndice A: Recursos
Apéndice B: La formación continua
Apéndice C: Lecturas adicionales sobre la ACT y la RFT
Bibliografía
Nota biográfica
Nota del editor
Esta publicación está diseñada para proporcionar información precisa y
autorizada con respecto al tema cubierto. Se vende con el entendimiento de
que el editor no se dedica a prestar servicios psicológicos, financieros,
legales u otros servicios profesionales. Si se necesita asistencia o
asesoramiento de expertos, se deben buscar los servicios de un profesional
competente.
Dedicatoria
A mi hermano Genghis: por todo su amor, apoyo, inspiración y aliento a lo
largo de los años; por empujarme cuando necesitaba avanzar; por anclarme
cuando necesitaba estabilidad; por mostrarme el camino cuando me había
perdido; y por traer tanta luz, amor y risas a mi vida.
PREFACIO
Tu punto de elección
Comúnmente, se dice que la terapia de aceptación y compromiso (ACT) es
confusa. Este libro menciona un par de razones: la teoría básica de la
cognición en la que se basa es técnicamente precisa y sus métodos no son
lineales. Pero creo que hay otra razón: a la mente lógica no le gusta ser
destronada. Se resiste a cambiar la agenda mental de la resolución de
problemas a una existencia vital.
La ACT les pide a los clientes que experimenten el mundo de una manera
nueva y significativa. En este nuevo mundo, el núcleo de la vida se parece
más a apreciar una puesta de sol que a resolver un problema matemático. Y
aparece una lista completa de cosas extrañas:
Puedes virar hacia tu dolor y la vida se abrirá.
Puedes abrazar conscientemente pensamientos contradictorios sin
declarar un ganador y encontrar una gran coherencia y comprensión
como resultado.
Puedes considerar que no eres nada, y hallar una enorme tranquilidad y
propósito porque lo has hecho.
Encontrarás que lo que importa profundamente reside a la vista en el
interior de tu dolor, de tu alegría, de tu admiración, o de tu autenticidad.
Elegir es posible, incluso mientras tu mente trata constantemente de
convertir las opciones en silogismos lógicos.
Lo que hace posible este viaje es la vitalidad de la existencia que ofrece la
flexibilidad psicológica. Es un faro para clientes y terapeutas por igual, una
vez que puedas atravesar la maraña mental lo suficiente como para verlo.
Russ Harris ha reelaborado por completo esta nueva edición de Hazlo
simple en torno a una herramienta que ayuda de manera rápida y efectiva a
los terapeutas a hacer exactamente eso.
La herramienta clínica del punto de elección, que Russ, Joe Ciarrochi y
Ann Bailey desarrollaron hace unos años, profundiza rápidamente en el
núcleo esencial del modelo de flexibilidad psicológica. He usado la
herramienta muchas veces y me ha impresionado profundamente su
elegancia, simplicidad y poder. Al usarla, tanto los terapeutas como los
clientes pueden darse cuenta rápidamente de que alejarse del dolor no es
útil, que la funcionabilidad triunfa sobre los silogismos y que es posible
elegir. En manos de Russ, la herramienta del punto de elección se
simplifica, pero nunca es simplista; facilita la comprensión, pero no
subestimando al lector. No baja el nivel, sino que profundiza.
Russ tiene una habilidad de renombre mundial para limpiar la maleza. La
teoría detallada que se encuentra dentro de la ACT es importante, pero no
para todos desde el primer día. Si estás interesado en usar la ACT en la
práctica, es muy importante comenzar cuanto antes para dar inicio al
aprendizaje. Es fundamental encontrar ese faro. En este libro, Russ usa su
voz clara para animar a los principiantes.
He presenciado otros esfuerzos para simplificar la ACT que acaban
perdiendo el contacto con el trabajo, esperando que eventualmente los
profesionales lo resuelvan todo. En mi experiencia, eso nunca ha sucedido
con Russ. Sus metodologías y frases siempre suenan verdaderas. Están
llenas de sabiduría clínica, corazón y habilidad. Russ entiende el trabajo
profundamente, y lo aplica y lo extiende con integridad. En este libro, ha
aportado su considerable talento a una presentación y una formulación
claras del modelo ACT, y ha llevado su creatividad clínica a nuevos
métodos, herramientas y formas de llegar al núcleo de estos problemas con
los clientes. La segunda edición está llena de extensiones útiles en áreas que
en muchas ocasiones no han recibido la atención adecuada, como la ira,
cómo usar la exposición y la sabiduría que reside dentro de las emociones.
Este libro hace un trabajo magistral al abrir el modelo de la ACT para que
tú lo explores. Si has buscado los libros disponibles, sabes que la ACT
ahora cubre un vasto paisaje. Este hecho puede intimidar a los terapeutas
nuevos en el modelo, pero no te sientas solo, puede que te acabes de iniciar
en la ACT, pero ya la ha desarrollado una comunidad muy extensa, y
confieso que yo mismo a veces tengo una reacción similar.
No importa, hay un camino simple hacia delante. Lo tienes en tus manos.
Tú mismo estás en un punto de elección en este momento. Has elegido
este libro porque has sentido que era hora de comenzar a aprender la ACT.
Estoy de acuerdo contigo, y todo lo que necesitas hacer es pasar la página y
empezar.
STEVEN C. HAYES, PhD Universidad de Nevada
¿Qué hay de nuevo en esta segunda versión?
Si ya compraste la primera edición de Hazlo simple (Harris, 2009a),
probablemente te estarás preguntando: «¿Realmente vale la pena gastarme
el dinero en la segunda edición?». Bueno, si me lo preguntaras a mí, mi
respuesta sería: «Sí, absolutamente. Su valor y utilidad supera con creces el
dinero que pueda costarte y probablemente será la compra más inteligente
que harás este año». Por supuesto, puedo tener una opinión un poco
sesgada, así que, para ayudarte a tomar esta difícil decisión, aquí tienes un
resumen rápido de las principales diferencias entre la primera edición y la
segunda:
A. Una gran cantidad de material nuevo, que incluye temas sobre
exposición, problemas de relación, pensamiento flexible,
aprovechamiento del poder de las emociones, autocompasión,
vergüenza, superación de la desesperanza y mucho, mucho más. De
hecho, más del 60 % del libro es nuevo, y el resto ha sido reescrito
significativamente. En los diez años transcurridos desde que salió la
primera edición, he cambiado radicalmente la forma en que llevo a
cabo la ACT y la manera en que la enseño. (De hecho, quería escribir
un nuevo libro desde cero, titulado ACT Made Even Simpler, pero los
editores me convencieron). Así pues, en AS 2 (Hazlo simple, segunda
edición) encontrarás muchos ejercicios, metáforas y herramientas
nuevas, técnicas, transcripciones de sesiones de terapia, chistes malos,
etc. (así como abreviaturas geniales como «AS 2»).
B. El punto de elección: ésta es la herramienta más simple, fácil e
impactante que conozco para ayudar a las personas a aprender y aplicar
la ACT de manera rápida y efectiva. Desde 2015, se ha convertido en la
herramienta central en todos mis talleres presenciales y cursos de
capacitación en línea, y actualmente estoy reescribiendo todos mis
libros para centrarme en ello. Así, si aún no la conoces, confío en que
pronto verás cuán efectiva es. Y si la conoces, confío en que aprenderás
mucho más sobre cómo usarla para obtener el máximo impacto. Dicho
esto, no es una herramienta esencial; odiaría que alguien pensara que
tiene que usar el punto de elección para realizar la ACT bien. Así que,
si bien aparece en bastantes capítulos, también te daré muchas, muchas
alternativas.
Entonces, ¿estás dentro? Si es que no, que así sea. Lo he hecho lo mejor que
he podido. Pero si es que sí…, como decimos en Australia, «¡Bien por ti!».
Estoy seguro de que no te arrepentirás.
Cómo usar este libro
Si eres nuevo en la ACT, te recomiendo que leas este libro completo de
principio a fin antes de comenzar a utilizar lo que se explica en él. Esto se
debe a que los seis procesos centrales de la ACT son interdependientes, por
lo que, a menos que tengas un buen sentido del modelo completo y la forma
en que se entrelazan estos diferentes hilos, es posible que te confundas y
vayas en una dirección equivocada.
Cuando estés listo para comenzar a usar la ACT con tus clientes, puedes
emplear este libro para guiarte libremente, o tal vez prefieras utilizar un
libro sobre la ACT basado en un protocolo que te guiará detalladamente,
sesión por sesión. Sin embargo, si ya estás utilizando la ACT, aplica cada
capítulo a medida que avances para mejorar lo que ya estás haciendo en tus
sesiones.
Los «Bits extra»
La parte más difícil de escribir este libro fue decidir qué dejar fuera. De
hecho, cuando terminé de escribir la segunda edición, había excedido mi
límite en 40.000 palabras. Pero, en lugar de desecharlas, las he compilado
en un libro electrónico gratuito titulado ACT Made Simple: The Extra Bits.
Puedes descargarlo, sin coste alguno, desde la página de «Free Stuff» en
www.actmindfully.com.au.[01] Allí encontrarás todos los «Bits extra» que
quería poner en cada capítulo, pero que no tenía espacio para hacerlo:
preguntas y respuestas, dificultades y consejos, guiones adicionales para
ejercicios y metáforas, y grabaciones de audio descargables. También
incluye todas las hojas de trabajo mencionadas o presentadas en este libro.
En la mayoría de los capítulos de esta obra, encontrarás un cuadro de
texto titulado «Bits extra» hacia el final, que te informarán sobre todos los
ítems que puedes encontrar en la versión electrónica.
Secciones de «Habilidades»
Las secciones «Habilidades» te sugieren cosas que debes hacer para
desarrollar tus habilidades de ACT. Leer sólo este libro no te acerca lo
suficiente como para aprenderla por completo; también deberás practicar
activamente los ejercicios a medida que avances. Después de todo, no
puedes aprender a conducir leyendo sobre ello; tienes que subirte a un
automóvil, poner las manos en el volante y dar una vuelta. Así que te
animaré repetidamente a practicar de manera activa nuevas habilidades, en
casa y en las sesiones. Encontrarás estas secciones en muchos, aunque no
en todos los capítulos; pero incluso cuando no se incluyan explícitamente,
espero que practiques alguna combinación para completar las hojas de
trabajo, revisar los guiones, ensayar intervenciones con un cliente
imaginario, probar técnicas en ti mismo y luego hacerlo todo de verdad, en
la sesión.
Secciones «Para llevar»
Al final de cada capítulo, encontrarás una sección titulada «Para llevar»,
que es un breve resumen de los puntos o mensajes clave.
Cómo está estructurado este libro
Este libro se compone de cuatro secciones. En la parte 1, «¿Qué es la
ACT?» (capítulos del 1 al 4), veremos una descripción general del modelo
de la ACT y la teoría subyacente. Luego, en la parte 2, titulada
«Empezando» (capítulos 5-7), cubriremos los conceptos básicos para
comenzar, incluyendo cómo hacer terapia experiencial, obtener el
consentimiento informado y estructurar tus sesiones en curso.
En la parte 3, «El meollo de la cuestión» (capítulos 8-29), veremos paso a
paso los seis procesos centrales de la ACT y cómo aplicarlos a una amplia
gama de problemas clínicos. El énfasis en cada capítulo estará en la
simplicidad y practicidad para que puedas comenzar a utilizar este enfoque
de manera inmediata. (Pero ten en cuenta que los recién llegados primero
deben leer el libro completo, de principio a fin, antes de aplicar sus
contenidos). En la parte 4, «Concluyendo» (capítulos 30-32), cubriremos
una amplia gama de temas importantes, incluidos la mejora de la relación
cliente-terapeuta, las dificultades comunes del terapeuta, la superación de
las barreras al cambio, bailando alrededor de los seis procesos centrales y
guiándote en tu viaje como terapeuta de la ACT.
Adaptarlo y modificarlo todo
Debo explicar que cometí un gran error en mis primeros días con la ACT:
intenté aplicarla palabra por palabra, exactamente como está escrito en los
libros. Esto no me funcionó demasiado bien porque la manera en que hablo
naturalmente es muy diferente a los guiones que encontré en los libros.
Luego asistí a un taller con Steve Hayes, el fundador de la ACT, y cometí
otro gran error: estaba tan impresionado con su estilo único de hacer terapia
que comencé a tratar de copiarlo. Esto tampoco me funcionó muy bien. El
problema era que no estaba siendo auténtico; estaba haciendo una mala
imitación de Steve.
Entonces, un día, escuché esta cita de Oscar Wilde: «Sé tú mismo, el resto
de los papeles ya están cogidos». Y fue entonces cuando se encendió la
bombilla. Me alejé de los guiones, dejé de suplantar a los gurús de la ACT y
encontré mi propia manera de implementar la ACT. Desarrollé mi propio
estilo y mi propia forma de hablar, una manera que se evidenciara natural y
que también se adaptara a los clientes con los que trabajo. Fue entonces
cuando la ACT cobró realmente vida para mí. Así que te animo a que hagas
lo mismo. Sé tú mismo. A medida que vayas leyendo este libro, utiliza tu
creatividad. Siéntete libre de adaptar, modificar y reinventar las
herramientas y técnicas que encontrarás en estas páginas (siempre que
permanezcas fiel al modelo de la ACT) para adaptarte a tu propio estilo
personal. Cuando presentes metáforas, guiones, hojas de trabajo o
ejercicios, cambia las palabras para adaptarlas a tu manera de hablar. Y si
tienes metáforas o ejercicios mejores o diferentes que logran los mismos
fines, utilízalos en lugar de los de este libro. Hay un enorme espacio para la
creatividad y la innovación dentro del modelo de la ACT, así que
aprovéchalo al máximo.
[01]. Página web en inglés.
CAPÍTULO 1
El desafío humano
Cuando estés atravesando el infierno, ¡sigue caminando!
—WINSTON CHURCHILL—
No es fácil ser feliz
La vida es a la vez asombrosa y terrible. Si vivimos lo suficiente,
experimentaremos un éxito alegre y un fracaso espectacular, un gran amor y
una pérdida devastadora, momentos de maravilla y felicidad y de oscuridad
y desesperación. La verdad incómoda es que casi todo lo que hace que
nuestra vida sea rica, plena y significativa tiene un doloroso inconveniente.
Y desafortunadamente, lo que esto significa es que es difícil ser feliz
durante mucho tiempo. Diablos, es difícil ser feliz, para abreviar. El hecho
es que la vida es dura y reparte mucho dolor a cada uno de nosotros. Y una
de las principales razones de esto (como pronto exploraremos) es que la
mente humana ha evolucionado de tal forma que, de manera natural, crea
sufrimiento psicológico. Básicamente, si vivimos lo suficiente, todos vamos
a experimentar mucho dolor.
Vaya, creo que éste no es el principio más optimista para un libro. ¿Es
realmente tan sombrío? ¿No hay nada que podamos hacer con este
miserable estado de las cosas? ¿Deberíamos renunciar a la vida y arrojarnos
a un pozo de desesperación nihilista?
Bueno, como probablemente hayas adivinado, la respuesta a todas estas
preguntas es «no». Afortunadamente para nosotros, tenemos la terapia de
aceptación y compromiso (ACT) para mostrarnos un camino a seguir frente
a las muchas dificultades de la vida. La ACT recibe tal nombre porque nos
enseña cómo reducir el impacto y la influencia de los pensamientos y
sentimientos dolorosos (aceptación) al mismo tiempo que tomamos
medidas para construir una vida rica, plena y significativa (compromiso). Y
en las páginas que siguen, tengo un objetivo principal: tomar la compleja
teoría y práctica de la ACT y hacerla simple, accesible y agradable.
¿Qué es la ACT?
Oficialmente pronunciamos «ACT» como la palabra, no como las iniciales.
Y hay una buena razón para esto. En esencia, la ACT es una terapia
conductual: se trata de llevar a cabo un acto, una acción. Pero no cualquier
acción, sino una acción guiada por tus valores fundamentales: comportarte
como el tipo de persona que quieres ser. ¿Qué quieres representar en la
vida? ¿Qué es lo que realmente te importa en lo más hondo de tu corazón?
¿Cómo quieres tratarte a ti mismo, a los demás y al mundo que te rodea?
¿Por qué cosas quieres que te recuerden en tu funeral? La ACT te pone en
contacto con lo que realmente importa en el panorama general: los deseos
más profundos de tu corazón sobre cómo quieres comportarte y lo que
quieres hacer durante tu breve tiempo en este planeta. Luego utilizas estos
valores para guiar, motivar e inspirar lo que haces.
Y también se trata de la acción «consciente»: acción que realizas
conscientemente, con plena conciencia, abierta a tu experiencia y
participando en lo que sea que estés haciendo. El objetivo de la ACT es
aumentar la capacidad de acción consciente y guiada por valores. El
nombre técnico de esta habilidad es flexibilidad psicológica. Exploraremos
este término con mayor profundidad más adelante, pero primero veamos el
objetivo de la ACT en términos simples.
¿De dónde surge la ACT?
La ACT fue creada por el profesor Steven C. Hayes a mediados de la
década de 1980. Los colegas de Steve, Kelly Wilson y Kirk Strosahl, lo
desarrollaron aún más. Evolucionó de un campo de la psicología llamado
análisis del comportamiento y se basa en una teoría conductual de la
cognición conocida como teoría del marco relacional (RFT). No sé para ti,
pero para mí, cuando descubrí la ACT no podía creer que un modelo tan
humanista y espiritual surgiera del conductismo. Pensaba que los
conductistas trataban a los humanos como a robots o a ratas, que no tenían
interés en los pensamientos y en los sentimientos. ¡Qué equivocado estaba!
Pronto descubrí que hay bastantes escuelas diferentes de conductismo, y la
ACT proviene de una conocida como contextualismo funcional.
(Simplemente parece un trabalenguas, ¿no es así?). Y en el contextualismo
funcional (intenta decirlo diez veces muy rápido), ¡estamos
extremadamente interesados en los pensamientos y sentimientos de las
personas!
La ACT es parte de la llamada «tercera ola» de las terapias conductuales,
junto con la terapia dialéctica conductual (DBT), la terapia cognitiva basada
en la mindfulness (MBCT), la terapia centrada en la compasión (CFT), la
psicoterapia analítica funcional (FAP) y varias otras, todas las cuales ponen
un énfasis importante en la aceptación, la mindfulness o atención plena y la
compasión, además de las intervenciones conductuales tradicionales.
¿Cuál es el objetivo de la ACT?
En términos simples, el objetivo de la ACT es maximizar el potencial
humano para alcanzar una vida rica y significativa, mientras se maneja el
dolor que inevitablemente conlleva.
Tal vez te preguntes: ¿la vida implica dolor inevitablemente? En la ACT,
asumimos que sí. No importa cuán maravillosa sea, todos
experimentaremos mucha frustración, desilusión, rechazo, pérdida y
fracaso. Y si vivimos lo suficiente, tendremos enfermedades, sufriremos
lesiones y envejeceremos. Eventualmente, tendremos que enfrentarnos a
nuestra propia muerte y, antes de que llegue ese día, presenciaremos la
muerte de muchos seres queridos. Y como si todo eso no fuera suficiente, el
hecho es que muchas emociones humanas básicas, sentimientos normales
que todos y cada uno de nosotros experimentaremos a lo largo de nuestras
vidas, son inherentemente dolorosas: miedo, tristeza, culpa, ira, conmoción,
asco…
Pero la cosa no se detiene ahí. Porque, además de todo eso, cada uno de
nosotros tiene una mente que puede evocar dolor en cualquier momento.
Donde quiera que vayamos, hagamos lo que hagamos, podemos
experimentar dolor al instante. En cualquier instante, podemos revivir un
recuerdo doloroso o perdernos en una predicción temerosa del futuro. O
bien quedar atrapados en comparaciones desfavorables («su trabajo es
mejor que el mío») o en juicios negativos («estoy demasiado gordo», «no
soy lo suficientemente inteligente», etc.).
Gracias a nuestras mentes, incluso podemos experimentar dolor en los
días más felices de nuestras vidas. Por ejemplo, supongamos que es el día
de la boda de Susan, y todos sus amigos y familiares se reúnen para honrar
su nueva y alegre unión. Ella es realmente feliz. Y entonces es asaltada por
la idea de que desearía que su padre estuviera allí, y recuerda cómo se
suicidó cuando ella sólo tenía dieciséis años. Ahora, en uno de los días más
felices de su vida, siente dolor.
Y todos estamos en el mismo barco que Susan. No importa cuán buena
sea nuestra calidad de vida, cuán privilegiada sea nuestra situación, todo lo
que necesitamos hacer es recordar un momento en que sucedió algo malo, o
imaginar un futuro en el que suceda algo malo, o juzgarnos con dureza, o
comparar nuestra vida con la de otra persona… Eso otro parece mejor y, al
instante, nos duele.
Por lo tanto, gracias a la sofisticación de la mente humana, incluso las
vidas más privilegiadas padecen mucho dolor. Y desafortunadamente, la
mayoría de nosotros no manejamos el dolor de manera muy efectiva. Con
demasiada frecuencia, cuando experimentamos pensamientos, sentimientos
y sensaciones dolorosas, respondemos de maneras que son autodestructivas
inmediatamente o a largo plazo.
En resumen, los grandes desafíos a los que todos debemos enfrentarnos en
la vida son:
A. La vida es difícil.
B. Una vida humana plena viene con toda la gama de emociones, tanto
placenteras como dolorosas.
C. Una mente humana normal amplifica naturalmente el sufrimiento
psicológico.
Entonces, ¿cómo puede ayudar la ACT?
La ACT tiene como objetivo maximizar el potencial humano para conseguir
una vida rica y significativa mediante:
Ayudarnos a aclarar lo que es realmente importante y fundamental para
nosotros; es decir, a clarificar nuestros valores y utilizar ese
conocimiento para guiarnos, inspirarnos y motivarnos a hacer esas
cosas que van a enriquecer y mejorar nuestra vida.
Enseñarnos habilidades psicológicas (habilidades «mindfulness») que
nos permiten manejar pensamientos y sentimientos difíciles de manera
efectiva, participar plenamente en lo que estamos haciendo y apreciar y
saborear los aspectos gratificantes de la vida.
¿Por qué la ACT tiene mala reputación?
¿Alguna vez te han acusado de algo de lo que no eras culpable? Esto le
sucede a la ACT todo el tiempo. He escuchado a muchas personas decir que
la ACT es compleja y confusa, e incluso que necesitas un alto coeficiente
intelectual para entenderla. Bueno, si fuera el abogado defensor del modelo
de la ACT, diría: «¡No culpable, su señoría!». Creo que hay dos razones
principales por las que la ACT se ha ganado esta desafortunada reputación.
Una se debe a la teoría que subyace a la ACT: la teoría del marco relacional
(RFT). No cubriremos la RFT en este libro porque es bastante técnica y
requiere bastante trabajo para entenderla, cuando el objetivo de este libro es
darte la bienvenida a la ACT, simplificar los conceptos principales y
ayudarte a comenzar rápidamente.
La buena noticia es que puedes ser un terapeuta de la ACT eficaz sin
saber nada sobre la RFT. Si la ACT es como conducir tu coche, la RFT es
como saber cómo funciona el motor: puedes ser un excelente conductor sin
saber nada sobre mecánica. (Dicho esto, muchos terapeutas de la ACT
dicen que cuando comprenden la RFT, su efectividad clínica mejora. Por lo
tanto, si estás interesado, el Apéndice C te dirá a dónde ir para obtener más
información).
La otra gran razón por la cual las personas ven la ACT como algo muy
complejo es que es un modelo de terapia no lineal. Se basa en seis procesos
principales, y puedes trabajar con cualquiera de ellos en cualquier
momento, en cualquier sesión y con cualquier cliente. Y si alguna vez
llegas a un obstáculo en un proceso, puedes cambiar a otro proceso. Esto
hace que la ACT sea muy diferente de los modelos lineales de terapia,
donde sigues una secuencia establecida: primero das el paso A, luego el B,
luego el C, y así sucesivamente.
La no linealidad de la ACT tiene una gran ventaja: te brinda una
flexibilidad increíble como terapeuta. Si te quedas atascado en un punto,
puedes pasar a otro proceso; después, cuando crees que es el momento
adecuado, puedes regresar a donde lo dejaste. La desventaja de esta no
linealidad es que hace que la ACT sea más difícil de aprender inicialmente
que los modelos de «seguir los pasos».
¡Pero no desesperes! En los últimos años, esta tarea se ha vuelto mucho
más fácil gracias a una herramienta simple pero poderosa llamada punto de
elección, que presentaré pronto. Primero, sin embargo, pasemos
rápidamente por los seis procesos principales.
Los seis procesos terapéuticos fundamentales de la
ACT
Los seis procesos terapéuticos fundamentales de la ACT están en contacto
con el momento presente, la defusión, la aceptación, el yo como contexto,
los valores y la acción comprometida. Antes de examinarlos uno por uno,
echa un vistazo al siguiente diagrama, que se conoce alegremente como el
«hexaflex» de la ACT.
Echemos un vistazo ahora a cada uno de los seis procesos centrales de la
ACT:
Contacto con el momento presente (estar aquí y ahora). Ponerse en
contacto con el momento presente significa prestar atención de manera
flexible a nuestra experiencia en este momento: reducir, ampliar, cambiar
o mantener el enfoque, dependiendo de lo que sea más útil. Esto puede
implicar prestar atención consciente al mundo físico que nos rodea o al
mundo psicológico dentro de nosotros mismos, o a ambos al mismo
tiempo, conectarnos y participar plenamente de nuestra experiencia.
Defusión (observa tu pensamiento). Defusión significa «aprender a dar un
paso atrás» y separarnos de nuestros pensamientos, imágenes y recuerdos.
El término técnico completo es «defusión cognitiva», pero generalmente
lo llamamos defusión, a secas. Retrocedemos y observamos nuestro
pensamiento en lugar de enredarnos en él. Vemos nuestros pensamientos
por lo que son: nada más ni menos que palabras o imágenes. Los
sostenemos ligeramente en lugar de agarrarlos con fuerza. Permitimos que
nos guíen, pero no que nos dominen.
Aceptación (abrirse). La aceptación significa abrirse y hacer espacio para
experiencias privadas no deseadas: pensamientos, sentimientos,
emociones, recuerdos, impulsos, imágenes, impulsos y sensaciones. En
lugar de luchar contra ellos, resistirse a dichas experiencias, huir de ellas,
nos abrimos y les damos espacio. Permitimos que fluyan libremente a
través de nosotros, que vengan y se queden y se vayan cuando quieran, en
su propio período de tiempo (si esto nos ayuda a actuar con eficacia y a
mejorar nuestra vida).
El yo como contexto (el yo que se percata). En el lenguaje cotidiano, hay
dos elementos distintos en la mente: una parte que piensa y una que nota.
Por lo general, cuando hablamos de la «mente», nos referimos a esa parte
de nosotros que está pensando, generando pensamientos, creencias,
recuerdos, juicios, fantasías, planes, etc. Usualmente no queremos decir
«la parte que se da cuenta»: ese aspecto de nosotros que es consciente de
lo que sea que estemos pensando, sintiendo o haciendo en cualquier
momento. En la ACT, el término técnico para esto es «el yo como
contexto». A menudo no hablamos explícitamente del yo como contexto
con los clientes, pero si lo hacemos, generalmente lo llamamos «el yo que
se percata» o utilizamos la expresión «observarse a uno mismo» o
simplemente «la parte de ti que se da cuenta». (Nota: Con menos
frecuencia, el yo como contexto también puede referirse a un proceso
llamado «toma de perspectiva flexible». No te preocupes por eso por
ahora; lo veremos más adelante).
TERMINOLOGÍA COMPLEJA
La defusión, la aceptación, el yo como contexto y el contacto con el momento presente (también
llamado «atención flexible») son los cuatro procesos centrales de mindfulness de la ACT. Así
pues, cada vez que encuentres el término «mindfulness» en la ACT, podría referirse a cualquiera
o a todos estos procesos, en cualquier combinación.
Valores (saber lo que importa). ¿Qué quieres representar en la vida? ¿Qué
quieres hacer con tu breve tiempo en este planeta? ¿Cómo quieres tratarte
a ti mismo, a los demás y al mundo que te rodea? Los valores son
cualidades deseadas de la acción física o psicológica. En otras palabras,
describen cómo queremos comportarnos de manera continua. A menudo
los comparamos con una brújula porque nos dan la dirección y guían el
viaje de nuestra vida.
Acción comprometida (hacer lo que sea necesario). La acción
comprometida significa realizar una acción efectiva, guiada por nuestros
valores. Esto incluye tanto la acción física (lo que hacemos con nuestro
cuerpo físico) como la acción psicológica (lo que hacemos en nuestro
mundo interior). Está muy bien conocer nuestros valores, pero sólo a
través de su puesta en práctica la vida se vuelve rica, plena y significativa.
Y a medida que realicemos esta acción, aparecerá una amplia gama de
pensamientos y sentimientos, algunos de ellos placenteros y otros muy
dolorosos. Por lo tanto, una acción comprometida significa «hacer lo que
sea necesario» para vivir según nuestros valores, incluso cuando eso
genera pensamientos y sentimientos difíciles. La acción comprometida
implica el establecimiento de objetivos, la planificación de acciones, la
resolución de problemas, el entrenamiento de habilidades, la activación
conductual y la exposición. También puede incluir el aprendizaje y la
aplicación de cualquier habilidad que mejore y enriquezca la vida, desde
las habilidades de negociación, de comunicación y asertividad, hasta las
habilidades de autoalivio, enfrentamiento a las crisis y mindfulness.
Flexibilidad psicológica: Un diamante de seis caras
Los seis procesos centrales de la ACT no están separados. Son como seis
caras de un mismo diamante, y el diamante en sí es la flexibilidad
psicológica: la capacidad de actuar con atención, guiados por nuestros
valores. Cuanto mayor sea nuestra flexibilidad psicológica (nuestra
capacidad para ser plenamente conscientes, abrirnos a nuestra experiencia y
actuar guiados por nuestros valores), mayor será nuestra calidad de vida.
¿Por qué es así? Porque podemos responder de manera mucho más
efectiva a los problemas y desafíos que la vida nos depara inevitablemente.
Además, cuando nos involucramos de pleno en la vida y permitimos que
nuestros valores nos guíen, desarrollamos un sentido profundo de
significado y propósito, y experimentamos una sensación de vitalidad.
Usamos mucho la palabra «vitalidad» en la ACT, y es importante
reconocer que la vitalidad no es un sentimiento; es la sensación de estar
completamente vivo y abrazar el aquí y el ahora, independientemente de
cómo podamos sentirnos en ese momento. Incluso podemos experimentar
vitalidad en nuestro lecho de muerte o durante el dolor extremo porque
«Hay tanto que vivir en un momento de dolor como en un momento de
alegría» (Strosahl, Hayes, Wilson y Gifford, 2004, p. 43).
El triflex de la ACT
Los seis procesos centrales se pueden agrupar en lo que yo llamo el triflex
(porque suena más impresionante que triángulo). El triflex comprende tres
unidades funcionales, como se muestra en la figura de abajo.
El yo como contexto (también conocido como percatarse de uno mismo)
y ponerse en contacto con el momento presente implican prestar atención de
manera flexible y participar en tu experiencia del aquí y el ahora (en otras
palabras, «estar presente»).
La defusión y la aceptación consisten en separarse de los pensamientos y
sentimientos, verlos como realmente son, dejarles espacio y permitirles ir y
venir por su propia cuenta (en otras palabras, «abrirse»).
Los valores y la acción comprometida implican iniciar y mantener
acciones que mejoren la vida (es decir, «hacer lo que importa»).
Por lo tanto, podemos describir la flexibilidad psicológica como la
capacidad de «estar presente, abrirse y hacer lo que importa».
Ahora que tienes una idea de los seis procesos centrales y cómo podemos
agruparlos en tres unidades más grandes, quiero presentar mi herramienta
de la ACT favorita de todos los tiempos, que los reúne a todos de una
manera fácil de entender y en un formato fácil de utilizar.
Bienvenido al punto de elección
Cuando escribí la primera edición de este libro en 2009, el punto de
elección no existía. Fue en 2013 cuando cocreé esta herramienta con mis
colegas Joe Ciarrochi y Ann Bailey (para el libro que estábamos
escribiendo sobre un enfoque de la ACT para la pérdida de peso: The
Weight Escape [Ciarrochi, Bailey y Harris, 2014]). Desde entonces, me he
enamorado del punto de elección y ahora lo utilizo como herramienta
central de todo mi entrenamiento. ¿Por qué? Porque te brinda a ti y a tus
clientes un mapa simple a seguir, al tiempo que conserva la gran
flexibilidad del modelo de la ACT.
A lo largo de este libro verás que hay muchas maneras en que podemos
usar el punto de elección, pero por ahora solo quiero darte una breve
introducción. Una de las bellezas del punto de elección es que proporciona
una visión general clara del modelo de la ACT. (Nota: El punto de elección
tiene similitudes, pero también diferencias significativas con respecto a una
herramienta de la ACT muy popular llamada matriz [Polk & Schoendorff,
2014]; véanse los «Bits extra» para obtener una explicación). A medida que
te lo explique, utilizaré el mismo lenguaje no técnico que uso con los
clientes porque quiero lograr dos cosas al mismo tiempo: (a) simplemente
explicarte el modelo de la ACT y (b) demostrar cómo puedes explicar la
ACT a tus clientes.
El punto de elección es una herramienta que identifica rápidamente los
problemas, reconoce las fuentes de sufrimiento y formula un enfoque de la
ACT para manejarlos. Podemos incorporarlo en cualquier etapa de la
terapia y utilizarlo para muchos propósitos diferentes. A menudo lo
presento por primera vez aproximadamente a la mitad de mi primera sesión
con un nuevo cliente, como parte del consentimiento informado (capítulo
5). Por lo general, sería algo parecido a lo siguiente:
Terapeuta: ¿Te importaría si me tomo unos minutos para dibujar algo? Es
una especie de hoja de ruta para ayudarnos a trabajar juntos de manera
efectiva. (El terapeuta saca un bolígrafo y una hoja de papel). Tanto tú
como yo, y como todos los demás en el planeta, siempre estamos
haciendo cosas. Estamos comiendo, bebiendo, caminando, hablando,
durmiendo, jugando, siempre haciendo algo. Aunque sólo estemos
mirando la pared, eso sigue siendo hacer algo, ¿verdad? Y algunas de
estas cosas que hacemos son bastante útiles, nos ayudan a avanzar hacia
una vida mejor. Así que las llamo «movimientos hacia adelante». Los
movimientos hacia adelante son básicamente las cosas que deseas
comenzar o hacer más, si nuestro trabajo aquí es exitoso.
Mientras dice esto, el terapeuta dibuja una flecha y escribe:
El terapeuta continúa: Entonces, cuando estamos realizando movimientos
hacia adelante, eso significa que estamos actuando de manera efectiva,
comportándonos como el tipo de persona que queremos ser, haciendo
cosas que probablemente lograrán que nuestra vida sea más significativa y
satisfactoria. El problema es que eso no es todo lo que hacemos. Hay otras
cosas que hacemos que tienen el efecto contrario: nos alejan de la vida
que realmente queremos construir. Así que me gusta llamar a estos
«movimientos hacia atrás». Cuando hacemos movimientos hacia atrás,
eso significa que estamos actuando de manera ineficaz, comportándonos
de manera diferente al tipo de persona que queremos ser, haciendo cosas
que tienden a empeorar la vida a largo plazo. Básicamente, los
movimientos hacia atrás son algo que dejarás de hacer o harás menos si
nuestro trabajo aquí es exitoso.
Mientras dice esto, el terapeuta dibuja una segunda flecha y escribe:
El terapeuta continúa: Y esto se aplica a todos nosotros, ¿verdad? Durante
todo el día, todos estamos haciendo movimientos hacia adelante y hacia
atrás, y cambiamos de un momento a otro. Y cuando la vida no es
demasiado difícil, cuando las cosas van bien, cuando obtenemos lo que
queremos, es mucho más fácil elegir los movimientos hacia adelante. Pero
como sabes, la vida no es así muchas veces. La vida es dura, y en muchas
ocasiones no conseguimos lo que queremos. Así que, a lo largo del día,
nos encontraremos con todo tipo de situaciones difíciles, y aparecerán
pensamientos y sentimientos complejos.
En la parte inferior del diagrama, el terapeuta ahora escribe: «Situación(es),
pensamientos y sentimientos» (Nota: A lo largo de este libro, el término
«pensamientos y sentimientos» se utilizará como abreviatura de
pensamientos, sentimientos, emociones, recuerdos, impulsos, imágenes y
sensaciones. Cualquiera o todas estas experiencias privadas pueden
mencionarse o escribirse en el punto de elección).
El terapeuta continúa: El problema es que la configuración predeterminada
para la mayoría de nosotros es que cuando aparecen estos pensamientos y
sentimientos difíciles, tendemos a «engancharnos» a ellos. Nos
enganchan, nos atrapan, nos sacuden y nos lanzan por todas partes. ¿Sabes
a lo que me refiero? Pueden engancharnos físicamente, por lo que
comenzamos a actuar de diversas maneras con nuestros brazos, piernas y
boca. O pueden llamar nuestra atención, así que en lugar de centrarnos en
lo que estamos haciendo, nos perdemos en nuestro mundo interior. Y
cuanto más fuertemente estamos enganchados… más hacemos esos
movimientos hacia atrás, ¿verdad?
El terapeuta ahora escribe «Enganchado» junto a la flecha «Atrás».
El terapeuta continúa: Entonces, hasta cierto punto, todo el mundo hace
eso. Es normal. Nadie es perfecto. Pero si este tipo de cosas sucede mucho,
crea grandes problemas. De hecho, casi todos los problemas psicológicos
que conocemos, la ansiedad, la depresión, la adicción, lo que sea, se
reducen a este proceso básico: nos enganchamos con pensamientos y
sentimientos difíciles y comenzamos a alejarnos. ¿Tiene sentido?
Sin embargo, hay momentos en los que somos capaces de
desengancharnos de esos pensamientos y sentimientos difíciles y, en su
lugar, hacer algunos movimientos hacia adelante. Y cuanto mejores
seamos haciendo esto… bueno, mejor será nuestra vida.
Mientras dice esto, el terapeuta escribe «Desenganchado» junto a la flecha
«Adelante».
El terapeuta ahora dibuja un pequeño círculo en el punto donde
convergen las flechas. (Si lo deseas, puedes escribir las palabras «punto de
elección» o las iniciales «PE»). Mientras hace esto, continúa: Así, cuando
estamos en estas situaciones desafiantes, y aparecen estos pensamientos y
sentimientos difíciles, debemos hacer una elección: ¿cómo vamos a
responder a esto? Cuanto más nos enganchemos, más probable es que
hagamos movimientos hacia atrás. Pero cuanto más podamos
desengancharnos, más fácil será que hagamos movimientos hacia adelante.
El terapeuta continúa: De este modo, si queremos ser buenos haciendo esto
(señala la flecha «Adelante»), debemos hacer dos cosas: necesitamos
aprender algunas habilidades de desenganche. Y tenemos que tener claro
qué movimientos hacia adelante queremos hacer. Una vez hecho esto,
tenemos muchas más opciones sobre cómo vamos a responder a todas
estas cosas difíciles que la vida nos depara. Y de eso trata básicamente
este tipo de terapia: aprender a desengancharse de estas cosas (apunta
hacia «Pensamientos y sentimientos»), reducir estas cosas (apunta a
movimientos hacia «Atrás») y ayudarte a mejorar en hacer esto cosas
(señala movimientos hacia «Adelante»).
TERMINOLOGÍA COMPLEJA
Algunos profesionales de la ACT utilizan el término «enganchado» para referirse únicamente a
la fusión cognitiva. El punto de elección emplea el término en un sentido más amplio para
referirse tanto a la fusión cognitiva como a la evitación experiencial. Exploraremos esto más a
fondo en el capítulo 2.
El punto de elección básico
Lo que acabas de leer es un resumen «básico» del punto de elección: una
descripción genérica sin detalles específicos. Idealmente, querrás poner
mucha carne en ese esqueleto: hacerlo personal para el cliente, con
ejemplos específicos de sus pensamientos y sentimientos complejos, las
situaciones difíciles a las que se enfrenta, sus movimientos hacia atrás y
hacia adelante. A medida que avances en el libro, te mostraré cómo
desarrollar este diagrama. Por ahora, solo quiero marcar tres puntos
importantes:
1. El punto de elección incluye la conducta abierta y la encubierta.
En la ACT, definimos el comportamiento como «todo lo que hace un
ser completo». Sí, lo has leído correctamente: todo lo que hace un ser
completo es su comportamiento. Esto incluye conductas manifiestas
como comer, beber, caminar, hablar, mirar Juego de tronos, etc. El
comportamiento abierto básicamente es el comportamiento físico:
acciones que realizas con los brazos, las piernas, las manos y los pies;
las expresiones faciales, todo lo que dices, cantas, gritas o susurras;
cómo te mueves, comes, bebes, respiras; la postura de tu cuerpo y así
sucesivamente. Sin embargo, el término «comportamiento» también se
refiere al comportamiento encubierto, que básicamente significa
comportamiento psicológico, como pensar, concentrarse, visualizar,
estar atento, imaginar y recordar. (Este comportamiento psicológico
interno nunca puede ser observado directamente por otros, por lo que a
menudo se le llama «comportamiento privado» en lugar de
«comportamiento encubierto»).
Hay una manera simple de distinguir el comportamiento abierto del
encubierto. Supongamos que una cámara de vídeo aparece
mágicamente de la nada mientras se está dando el comportamiento.
¿Podría esa cámara grabar el comportamiento? Si es así, entonces es un
comportamiento abierto. Si no, es un comportamiento encubierto.
Como verás en capítulos posteriores, cuando completamos el punto
de elección con un cliente, incluimos tanto el comportamiento abierto
como el encubierto. Por ejemplo, los movimientos hacia atrás
encubiertos pueden incluir reflexionar, preocuparse, desconectarse,
perder el enfoque y obsesionarse, y los movimientos encubiertos hacia
adelante pueden incluir desactivarse, aceptar, reenfocar la atención,
participar, crear estrategias y planificar.
2. El cliente define qué es un movimiento hacia atrás. El punto de
elección siempre traza las cosas desde la perspectiva del cliente. En
otras palabras, es el cliente quien define qué comportamiento es hacia
atrás, no el terapeuta. Al principio de la terapia, un cliente puede ver el
comportamiento contraproducente o autodestructivo como un
movimiento hacia adelante. Por ejemplo, un cliente con una adicción al
alcohol o al juego inicialmente puede clasificar la bebida y el juego
como movimientos hacia adelante.
Si es así, no comenzaríamos a discutir esto con el cliente.
Simplemente nos tomaríamos un momento para proponer una
aclaración: «¿Puedo verificar que estamos usando estos términos de la
misma manera? Los movimientos hacia atrás son cualquier cosa que
desees detener o hacer menos si nuestro trabajo aquí es exitoso, y los
movimientos hacia adelante son las cosas que deseas comenzar o hacer
más si nuestro trabajo es exitoso».
Si el cliente todavía etiqueta el comportamiento autodestructivo como
hacia «adelante», entonces lo reconocemos y lo escribimos junto a la
flecha «Adelante». ¿Por qué? Porque ésta es una instantánea de la vida
del cliente tal como la ve actualmente, no como la ve el terapeuta.
Nuestro objetivo es tener una idea de la visión del mundo del cliente, su
nivel de autoconciencia: lo que el cliente ve como problemas y lo que
no. Entonces, si desafiamos al cliente en este punto, intentando que
cambie de opinión y vea este comportamiento destructivo o
autodestructivo como un movimiento hacia atrás, es probable que
obtengamos una discusión sin resultado alguno. Por ahora, lo ponemos
como un movimiento hacia adelante, y escribimos una nota para
abordar esto en sesiones posteriores.
Inicialmente, queremos encontrar objetivos terapéuticos que
construyan la alianza terapéutica, en lugar de forzarla. Así descubrimos
lo que el cliente ve como movimiento hacia atrás, y utilizamos la ACT
para trabajar con él en esos comportamientos. Luego, más avanzada la
terapia, una vez que el cliente tenga un mayor nivel de flexibilidad
psicológica, podemos volver al comportamiento y reevaluarlo:
«Cuando viniste a verme por primera vez, clasificaste el juego como un
movimiento hacia adelante; ¿todavía lo ves así?». Por lo general, a
medida que avanza la terapia y se desarrolla la flexibilidad psicológica
del cliente, éste cambiará de opinión y clasificará su comportamiento
como autodestructivo, especialmente cuando se dé cuenta de que se
está interponiendo en el camino de otras metas vitales importantes.
3. Cualquier actividad puede ser hacia atrás o hacia adelante, según
el contexto. Cuando miro la televisión principalmente para evitar ir al
gimnasio o para postergar alguna otra tarea importante, o cuando me
como una tableta de chocolate sin pensar para escapar del aburrimiento
o de la ansiedad, clasifico esos comportamientos como movimientos
hacia atrás. Pero cuando veo la televisión como una elección consciente
y guiada por los valores que enriquecen mi vida (por ejemplo, ver el
último episodio de The Walking Dead) o cuando como chocolate
conscientemente, saboreándolo como parte de una celebración con
amigos, clasifico ese comportamiento como un movimiento hacia
adelante. Así, no se trata de la actividad que estamos haciendo, sino de
los efectos que tiene dicha actividad.
En contextos donde una actividad nos lleva hacia la vida que
queremos, comportarnos como la persona que queremos ser es un
movimiento hacia adelante; y en contextos donde esa actividad nos
aleja de la vida que queremos, comportándonos de manera diferente a
la persona que queremos ser, ese movimiento es hacia atrás. Si estamos
escribiendo ejemplos como éstos en un punto de elección, incluiremos
información para especificar cuándo es hacia adelante y cuándo hacia
atrás. Por ejemplo, en mi flecha hacia atrás escribiría «ver la televisión
para evitar tareas importantes» y en mi flecha hacia adelante «ver la
televisión como una opción de estilo de vida equilibrada».
El punto de elección, el hexaflex y el triflex
Veamos ahora cómo los procesos hexaflex y triflex se asignan al punto de
elección.
Las habilidades para desengancharse se refieren a los cuatro procesos de
la mindfulness de la ACT fundamentales: defusión, aceptación, el yo como
contexto y ponerse en contacto con el momento presente. Podemos usar
cualquier combinación de estos procesos para «desengancharnos» de
pensamientos y sentimientos difíciles, reduciendo su impacto e influencia
sobre el comportamiento abierto y encubierto.
Los movimientos hacia adelante se refieren a la acción comprometida,
física y psicológica, guiada por nuestros valores.
Enganchado se refiere a dos procesos centrales, la fusión cognitiva y la
evitación experiencial, que la ACT considera responsables de la mayor
parte de nuestro sufrimiento psicológico. La fusión cognitiva básicamente
significa que estamos «dominados» por nuestras cogniciones. Y la evitación
experiencial es la lucha continua para evitar o deshacerse de los
pensamientos y sentimientos no deseados. Exploraré estos términos en
profundidad en el próximo capítulo.
BITS EXTRA
Descárgate el PDF titulado ACT Made Simple: The Extra Bits de la página «Free Stuff» en
www.actmindfully.com.au y lee el capítulo 1. Allí encontrarás: (a) versiones imprimibles del
hexaflex, el tríptico y el punto de elección y (b) una explicación de las principales diferencias
entre el punto de elección y la matriz.
Habilidades
Leer sólo este libro no te dará habilidades de la ACT, al igual que leer un
libro de cocina no te dará habilidades de cocina. Si quieres aprender a
cocinar bien, tienes que practicar, practicar y practicar esas habilidades, y lo
mismo ocurre con la ACT. Así, al final de la mayoría de los capítulos, te
pediré que hagas algo para desarrollar tus habilidades de la ACT. Aquí te
expongo algunas sugerencias para comenzar:
Recorre el punto de elección con un cliente imaginario como si fueras
un actor ensayando para una obra de teatro. Actúa en voz alta, si estás
dispuesto a hacerlo; pero si no, hazlo en tu cabeza. Idealmente,
prolóngalo mientras lo ensayas.
Una vez que hayas ensayado el punto de elección en privado, revísalo
con un amigo o con un colega para ver si puedes resumir de qué se trata
la ACT.
Después, pruébalo de verdad con algunos de tus clientes.
Puedes ser un poco reacio a hacer esto; puedes pensar que es una tontería,
que no tiene mucha importancia, o simplemente que no es tu estilo. Sin
embargo, aunque nunca lo hagas con un cliente real, ensayarlo te ayudará a
comprender el modelo de la ACT. (Además, también te ayudará
enormemente si alguna vez quieres explicar la ACT a los amigos, los
colegas, los parientes o a los invitados curiosos de tu próxima cena).
Para llevar
La ACT es una terapia conductual que utiliza creativamente valores y
habilidades de mindfulness para ayudar a las personas a construir vidas ricas
y significativas. Se basa en seis procesos centrales: valores, acción
comprometida y los cuatro procesos de mindfulness de defusión, de
aceptación, del yo como contexto y de contacto con el momento presente.
Podemos agruparlos en tres procesos más grandes: estar presente, abrirse y
hacer lo que importa. En términos técnicos, el objetivo de la ACT es ayudar
a las personas a desarrollar flexibilidad psicológica: la capacidad de
concentrarse y participar en lo que estamos haciendo, de abrirnos y dejar
espacio a nuestros pensamientos y sentimientos, y de actuar de manera
efectiva, guiados por nuestros valores.
CAPÍTULO 2
Engancharse
¿Qué es la mente?
Esto es muy difícil. No puedo hacer esto. Desearía que hubiera aquí un
terapeuta de verdad para decirme qué hacer. Tal vez no estoy hecho para
este tipo de trabajo. Soy tan torpe…
¿Alguna vez tu mente te ha dicho cosas como éstas? La mía ciertamente
lo hace, igual que la mente de todos los terapeutas que he conocido. ¿Y qué
otras cosas inútiles hace tu mente? ¿Alguna vez te compara
desfavorablemente con los demás, o critica tus esfuerzos o te dice que no
puedes hacer lo que quieres hacer? ¿Alguna vez desentierra recuerdos
desagradables? ¿Encuentra fallos en tu vida tal como es hoy y evoca vidas
alternativas en las que serías mucho más feliz? ¿Alguna vez te arrastra a
escenarios de miedo sobre el futuro y te advierte sobre todas las cosas que
podrían salir mal?
Si es así, eso significa que tu mente es normal. No, eso no es un error
tipográfico. En la ACT, suponemos que los procesos psicológicos normales
de una mente humana normal se vuelven destructivos y crean sufrimiento
psicológico para todos nosotros. Y la ACT especula que la raíz de este
sufrimiento es el mismo lenguaje humano.
El lenguaje y la mente
El lenguaje humano es un sistema de símbolos altamente complejo que
incluye palabras, imágenes, sonidos, expresiones faciales y gestos físicos.
Los humanos usan el lenguaje en dos dominios: abierto y encubierto. El
lenguaje abierto incluye hablar, imitar, gesticular, escribir, pintar, esculpir,
cantar, bailar, actuar, etc. El lenguaje encubierto incluye pensar, imaginar,
soñar despierto, planificar, visualizar, analizar, preocuparse, fantasear, etc.
La palabra «mente» se refiere a un conjunto increíblemente complejo de
procesos cognitivos interactivos, que incluye analizar, comparar, evaluar,
planificar, recordar, visualizar, etc. Y todos estos procesos complejos se
basan en el sofisticado sistema de símbolos que llamamos lenguaje humano.
Por lo tanto, en la ACT, cuando utilizamos la palabra «mente», la estamos
usando como una metáfora de «lenguaje humano».
La mente es una espada de doble filo
La mente humana es una espada de doble filo. En el lado positivo, nos
ayuda a hacer mapas y modelos del mundo, predecir y planificar el futuro,
compartir conocimientos, aprender del pasado, imaginar y crear cosas que
nunca existieron, desarrollar reglas que guíen nuestro comportamiento de
manera efectiva y nos ayuden a prosperar como comunidad, a
comunicarnos con personas que están lejos y a aprender de personas que ya
no están vivas.
Por el lado oscuro, la usamos para mentir, manipular y engañar; difundir
difamaciones, calumnias e ignorancia; para incitar al odio, a los prejuicios y
a la violencia; para hacer armas de destrucción masiva e industrias de
contaminación masiva; para detenernos y «revivir» eventos dolorosos del
pasado; para asustarnos imaginando futuros desagradables; para comparar,
juzgar, criticar y condenar tanto a los demás como a nosotros mismos; y
para crearnos reglas que a menudo pueden ser restrictivas o destructivas.
Este «lado oscuro» de la mente es completamente normal y natural, y una
fuente de sufrimiento para casi todos. Y si nos atrevemos a explorar el lado
oscuro (¿dirías que soy un fan de Star Wars?), pronto nos encontraremos
con los hermanos subrepticios del sufrimiento psicológico: la fusión
cognitiva y la evitación experiencial.
Fusión cognitiva
La fusión cognitiva, generalmente abreviada a fusión, básicamente significa
que nuestras cogniciones dominan nuestro comportamiento (abierto o
encubierto) de una manera autodestructiva o problemática. En otras
palabras, nuestras cogniciones tienen una influencia negativa en nuestras
acciones y nuestra conciencia.
TERMINOLOGÍA COMPLEJA
En la ACT, el término «cognición» se refiere a todas y cada una de las categorías de
pensamiento, incluidas creencias, ideas, actitudes, suposiciones, fantasías, recuerdos, imágenes y
esquemas, así como aspectos de sentimientos y emociones. Muchos modelos de terapia
establecen una distinción artificial entre cognición y emoción, como si fueran entidades
separadas. Pero, si exploramos cualquier emoción (tristeza, ira, culpa, miedo, amor, alegría, lo
que sea), encontraremos la experiencia «saturada» en la cognición; habrá una gran cantidad de
imágenes, pensamientos, ideas, significados, impresiones o recuerdos «mezclados» con todos
los impulsos físicos, deseos y sensaciones en el cuerpo. Por eso a menudo me oirás hablar de
fusión con «pensamientos y sentimientos».
Con los clientes sólo uso el término «fusión» si ya lo conocen antes de la
terapia. Sobre todo, hablo de «engancharse», un término útil que cubre
tanto la fusión como la evitación experiencial. Podemos hablar sobre cómo
nuestros pensamientos y sentimientos nos «enganchan»: enganchan nuestra
atención, nos atraen, nos sacuden y nos sacan de la pista.
Dos formas principales en que aparece la fusión
La fusión cognitiva se manifiesta de dos maneras principales:
1. Nuestras cogniciones dominan nuestras acciones físicas de maneras
problemáticas. En respuesta a nuestras cogniciones, decimos y hacemos
cosas que no son efectivas para construir la vida que queremos. Por
ejemplo, en respuesta al pensamiento: «No le gusto a nadie», cancelo
mi asistencia a un evento social importante.
2. Nuestras cogniciones dominan nuestra conciencia de maneras
problemáticas. En otras palabras, nos «arrastramos» en nuestras
cogniciones o nos «perdemos» en ellas para que nuestra conciencia se
reduzca y ya no prestemos atención de manera efectiva. Por ejemplo,
estoy tan «atrapado» en la preocupación o en la reflexión que no puedo
mantener mi atención en las tareas importantes que necesito hacer en el
trabajo y empiezo a cometer muchos errores.
Existe un consenso general en la ACT de que el término «fusión» sólo debe
utilizarse si el proceso da lugar a un comportamiento problemático y
autodestructivo. En otras palabras, si en respuesta a nuestras cogniciones,
nuestro comportamiento abierto o encubierto se volviera estrecho, rígido e
inflexible en un grado que es ineficaz y autodestructivo (por ejemplo,
empeora la vida a largo plazo, perjudica la salud y el bienestar, nos aleja de
nuestros valores), entonces, usaríamos el término «fusión». Pero si no, no lo
haríamos.
Por ejemplo, si estoy «perdido en mis pensamientos» de una manera que
mejora la vida, como soñar despierto mientras estoy tumbado en la playa de
vacaciones o ensayando mentalmente un discurso importante en el
momento adecuado, lo llamaríamos «absorción» en lugar de fusión.
Ahora te presentaré una de mis metáforas favoritas para transmitir
brevemente los conceptos de fusión y defusión. Voy a hacer que hagas el
ejercicio parte por parte para que puedas experimentarlo por ti mismo.
Las manos como metáfora de pensamientos y sentimientos
[Nota para el lector: Lee este primer párrafo y luego deja el libro para que
puedas usar ambas manos. Practica el ejercicio como si fueras el cliente
siguiendo las instrucciones del terapeuta].
Terapeuta: Imagina por un momento que tus manos son tus pensamientos y
sentimientos. Mira a tu alrededor e imagina que lo que ves representa todo
lo que es importante en tu vida. Luego, mantén las manos juntas, con las
palmas abiertas, como si fueran las páginas de un libro abierto. Después,
lenta y constantemente, tómate unos cinco segundos para hacer esto,
levanta las manos hacia la cara. Sigue hasta que te cubran los ojos. Luego
tómate unos segundos para mirar una vez más a tu alrededor (a través de
los espacios entre los dedos) y observa cómo esto afecta a tu visión del
mundo.
[Haz esta parte ahora, antes de seguir leyendo].
***
Terapeuta: Así, ¿cómo sería andar todo el día con las manos cubriéndote
los ojos de esta manera? ¿Cuánto te limitaría? ¿Cuánto te perderías?
¿Cómo reduciría tu capacidad de responder al mundo que te rodea? Esto
es lo que quiero decir con «engancharnos»: estamos tan atrapados en
nuestros pensamientos y sentimientos que nos perdemos la vida y no
podemos actuar con eficacia.
[Ahora, una vez más, cuando llegues al final de este párrafo, haz la
siguiente parte del ejercicio].
Terapeuta: Tápate los ojos con las manos nuevamente, pero esta vez bájalos
de la cara muy, muy lentamente. Y a medida que aumentas la distancia
entre tus manos y tu rostro, observa cuán fácil te resulta conectarte con el
mundo que te rodea.
[Haz esto ahora, antes de seguir leyendo].
Terapeuta: Esto es lo que yo llamo «desenganche». ¿Cuánto más fácil es
ahora tomar medidas efectivas? ¿Cuánta más información puedes recibir?
¿Cuánto más conectado estás con el mundo que te rodea?
***
Esta metáfora (Harris, 2009a) demuestra los dos propósitos principales de la
defusión: participar plenamente en nuestra experiencia y facilitar una acción
efectiva. (Una nota rápida: el objetivo de la defusión no es deshacerse de
los pensamientos y sentimientos no deseados o hacernos sentir mejor. Esto
a menudo sucede como resultado de la defusión, pero como exploraremos
más adelante, en la ACT, consideramos esto un bono o un subproducto, no
la intención principal).
Resumen rápido de la fusión versus la defusión
Cuando nos fusionamos con una cognición, puede parecer:
Algo a lo que tenemos que obedecer, ante lo que debemos ceder, o
actuar sobre ello.
Una amenaza que debemos evitar o eliminar.
Algo muy importante que requiere toda nuestra atención.
Cuando desactivamos esa cognición, podemos ver lo que es: un grupo de
palabras o imágenes «dentro de nuestra cabeza». Podemos reconocer que:
No es algo a lo que tengamos que obedecer, ni ante lo que debamos
ceder o actuar.
Ya no es definitivamente una amenaza para nosotros.
Puede o no ser importante, tenemos la opción de decidir la cantidad de
atención que prestamos.
Funcionabilidad
Todo el modelo de la ACT se basa en un concepto clave: la funcionabilidad.
Grábate esa palabra, funcionabilidad, en la corteza cerebral, porque sustenta
cada intervención que hacemos. Para determinar la viabilidad, nos
preguntamos: «¿Lo que estoy haciendo está trabajando para darme el tipo
de vida que deseo a largo plazo?». Si la respuesta es sí, entonces decimos
que es «viable», por lo que no es necesario cambiarlo. Y si la respuesta es
no, entonces decimos que es «inviable», en cuyo caso, podemos considerar
alternativas que funcionen mejor.
Por lo tanto, en la ACT, no nos enfocamos en si un pensamiento es
verdadero o falso, sino en si es viable. En otras palabras, queremos saber si
un pensamiento ayuda a un cliente a avanzar hacia una vida más rica, plena
y significativa. Para determinar esto, podemos hacer preguntas como: «Si
dejas que este pensamiento guíe tu comportamiento, ¿eso te ayudará a crear
una vida más rica, más plena y más significativa?». «Si te aferras
firmemente a este pensamiento, ¿te ayuda a ser la persona que quieres ser y
a hacer lo que quieres hacer?».
Explorando la funcionabilidad en la sesión
He aquí una transcripción que ejemplifica este enfoque:
Cliente: Pero es verdad. Realmente estoy gordo. Mírame. (El cliente agarra
dos grandes michelines de grasa alrededor de su abdomen y los aprieta
para enfatizar la acción).
Terapeuta: Bien, ¿puedo compartir contigo algo muy importante? En esta
sala, nunca vamos a discutir si tus pensamientos son verdaderos o falsos.
Lo que nos interesa aquí es si son útiles o provechosos, si te ayudan a
vivir una vida mejor. Entonces, cuando tu mente comienza a decirte que
estás gordo, esos pensamientos realmente te enganchan, ¿verdad? Y una
vez que estás enganchado, ¿qué pasa después?
Cliente: Me siento disgustado conmigo mismo.
Terapeuta: De acuerdo. ¿Y entonces, qué?
Cliente: Entonces me deprimo.
Terapeuta: Y se hace una bola de nieve rápidamente. Te aparecen todos
estos pensamientos y sentimientos difíciles: depresión, asco, «estoy
gordo», etc. Y cuando todo eso te engancha, ¿qué haces?
Cliente: ¿Qué quieres decir?
Terapeuta: Bueno, si estuviera viendo un vídeo de ti en tu casa cuando te
enganchan todos esos pensamientos y sentimientos difíciles, ¿qué vería?
¿Qué te vería u oiría hacer en ese vídeo que me mostrarías que me
indicara que estás realmente enganchado a esas cosas?
Cliente: Probablemente estaría sentado frente al televisor y comiendo
chocolate o pizza.
Terapeuta: ¿Y eso no es lo que quieres hacer?
Cliente: ¡Por supuesto que no! ¡Estoy tratando de perder peso! Mira esto.
(Se golpea el abdomen). Es asqueroso.
Terapeuta: Entonces, cuando te enganchas con: «Estoy gordo», ¿haces
cosas que te alejan del tipo de vida que quieres?
Cliente: Sí, ¡pero es verdad! ¡Estoy gordo!
Terapeuta: Bueno, como te he dicho, en este tipo de terapia, no entramos en
si un pensamiento es verdadero o falso. Lo que queremos saber es, ¿te
ayuda a avanzar hacia la vida que deseas? En otras palabras, cuando te
enganchas con estos pensamientos, ¿eso te ayuda a hacer ejercicio, a
comer bien o a pasar el tiempo haciendo las cosas que ayudan a que la
vida sea rica y gratificante?
Cliente: No. Por supuesto que no. ¡Pero no puedo evitarlo!
Terapeuta: Eso es correcto. En ese momento, no puedes evitarlo. Esos
pensamientos y sentimientos aparecen y te enganchan al instante, incluso
antes de que te des cuenta. ¿Y si pudiéramos hacer algo para cambiar eso?
¿Te gustaría aprender una nueva habilidad, una habilidad de
«desenganche», para que la próxima vez que tu mente empiece a
golpearte con «Estoy gordo» puedas desengancharte?
***
Cuando usamos el marco básico de la funcionabilidad, nunca necesitamos
juzgar el comportamiento de un cliente como «bueno» o «malo»,
«correcto» o «incorrecto»; en cambio, podemos preguntar, sin prejuicios y
con compasión, «¿Está funcionando para darte la vida que deseas?». Del
mismo modo, nunca necesitamos juzgar los pensamientos como
irracionales, disfuncionales o negativos, o debatir si son verdaderos o
falsos. En cambio, podemos hacer preguntas como:
¿Cómo funciona a largo plazo, si dejas que esa creencia/idea/regla
dirija tu vida/dicte lo que haces/guíe tus acciones?
Si todos esos pensamientos te atrapan/enganchan, ¿eso te ayuda a hacer
las cosas que quieres?
Si dejas que esos pensamientos te guíen, ¿eso te ayuda a ser la persona
que quieres ser?
Ten en cuenta que, en la transcripción anterior, el terapeuta no intenta
cambiar el contenido de los pensamientos. En la ACT, el contenido de un
pensamiento rara vez se considera problemático. Por lo general, la fusión
con el pensamiento crea el problema. En muchos libros de psicología,
descubrirás esta cita de William Shakespeare: «No existe nada bueno ni
malo, es el pensamiento humano el que lo hace aparecer así». La postura de
la ACT sería fundamentalmente diferente: «Pensar no hace nada bueno ni
malo, pero la fusión con tu pensamiento crea problemas».
En una nota aparte, ¿te has fijado cómo ha respondido el terapeuta cuando
el cliente le ha dicho: «¡Pero no puedo evitarlo!»? Nuestros clientes suelen
decir cosas como ésta, especialmente cuando se trata de comportamientos
impulsivos, adictivos o agresivos. Y cuando lo hacen, queremos validarlo y
decir algo como, «Eso es correcto. En este momento, no puedes evitarlo.
Estos pensamientos y sentimientos te enganchan instantáneamente y te
sacuden como un títere en una cuerda». Luego podemos preguntar:
«¿Entonces te gustaría cambiar eso?». Si el cliente responde que sí,
podemos invitarlo a aprender algunas habilidades nuevas, como al final de
la transcripción anterior. («Eso es correcto», te escucho decir, «pero ¿qué
pasa si el cliente responde que no, o simplemente dice: “Eso no es
posible”?». Exploraremos esas preguntas en capítulos posteriores).
Funcionabilidad y punto de elección
Como sabes (a menos que te saltes el capítulo 1, en cuyo caso nuestros
perros rastreadores especialmente entrenados te localizarán y luego te harán
cosquillas sin piedad hasta que prometas no volver a saltarte un capítulo),
soy un gran admirador del punto de elección, y una de las razones de esto es
que facilita el uso del concepto de la funcionabilidad con los clientes.
Volvamos a la sesión anterior y veamos cómo sería si el terapeuta la
mapeara en un punto de elección. Asumiremos que el terapeuta ya ha
introducido el punto de elección como se explica en el capítulo 1, y
comenzaremos aproximadamente a la mitad de la transcripción anterior.
Cliente: Entonces me deprimo.
Terapeuta: De acuerdo. Pues parece que se trata de una bola de nieve. ¿Te
parece bien que escriba algo de esto, para que podamos manejarlo mejor?
(El terapeuta puede escribir en su punto de elección dibujado a mano o, si
lo prefiere, puede usar una hoja de trabajo nueva y preimpresa, como en
las siguientes figuras). De modo que aparecen todos estos pensamientos y
sentimientos difíciles: «Estoy gordo», asco, depresión, etc. (Mientras dice
esto, el terapeuta escribe las palabras clave en la parte inferior del punto
de elección, como se muestra a continuación).
Terapeuta: Y esto te engancha de inmediato, ¿verdad?
Cliente: ¡Puedes apostar a que sí!
Terapeuta: Entonces, si estuviera viendo un vídeo de ti en tu casa, ¿qué te
vería u oiría hacer que me mostrarías que me indicara que estás realmente
enganchado a esas cosas?
Cliente: Probablemente estaría sentado frente al televisor y comiendo
chocolate o pizza.
Terapeuta: De acuerdo. ¿Y eso sería un movimiento hacia adelante o un
movimiento hacia atrás?
Cliente: Vaya, recuérdame de nuevo qué significan esas palabras.
Terapeuta: Claro. Los movimientos hacia adelante son cosas que hacemos
que nos ayudan a construir el tipo de vida que queremos: hacer cosas que
sean efectivas, mejorar la vida, actuar como el tipo de persona que
realmente queremos ser. Cosas que comenzarás o harás más si nuestro
trabajo aquí es exitoso. Y los movimientos hacia atrás son lo opuesto:
todo aquello que hacemos que nos aleja de la vida que queremos, nos
mantiene atascados o empeora nuestros problemas: que dejarás de hacer o
harás menos si nuestro trabajo aquí es exitoso.
Cliente: Ya lo pillo. ¡Definitivamente, es un movimiento hacia atrás!
Terapeuta: Bien, entonces escribiré eso. (El terapeuta escribe esto en el
diagrama, como se muestra a continuación).
Terapeuta: Entonces, cuando te enganchas a estos pensamientos y
sentimientos (señala la parte inferior del diagrama), ¿éste es el tipo de
cosas (señala los movimientos de distancia) que tiendes a hacer?
El resto de la transcripción sería muy similar a la original, derivando en la
invitación a aprender habilidades de desenganche (es decir, habilidades
basadas en cualquiera de los cuatro procesos de mindfulness de la ACT:
aceptación, defusión, atención flexible, yo como contexto). Ten en cuenta
que en cada una de las transcripciones anteriores las palabras pronunciadas
por el terapeuta son casi idénticas. La principal diferencia entre ellas no es
el lenguaje del terapeuta sino su uso del punto de elección como referencia
visual, para aclarar y reforzar los puntos principales de la conversación. Ten
en cuenta también que la funcionabilidad está «incorporada» en el punto de
elección; los movimientos hacia atrás son comportamientos inviables, y los
movimientos hacia adelante son viables.
Los pensamientos y los sentimientos no son el problema
¿Te has fijado que en las transcripciones anteriores el terapeuta nunca
describe los pensamientos y los sentimientos como un problema? La
postura de la ACT es que éstos no son problemáticos en sí mismos; sólo
cuando respondemos a ellos de manera rígida e inflexible, como la fusión y
la evitación, tienen efectos problemáticos.
En un contexto de fusión y evitación experiencial (excesiva), los
pensamientos y los sentimientos se vuelven patológicos o distorsionan la
vida. Pero si respondemos a ellos de manera flexible, con defusión,
aceptación, atención flexible o con el yo como contexto, entonces en este
nuevo contexto de mindfulness, esos mismos pensamientos y sentimientos
funcionan de manera diferente. Sin duda, aún pueden ser dolorosos o
desagradables, pero ya no funcionan de una manera que perjudica el
bienestar o la calidad de vida.
El terapeuta allana suavemente el camino para que el cliente descubra este
punto de vista radicalmente nuevo a través del uso constructivo de la
palabra «enganchado»: entonces, cuando te enganchas a estos pensamientos
y sentimientos, comienzas a hacer XYZ». Esta manera de hablar establece
una buena base para el trabajo posterior: en sesiones ulteriores, el cliente
podrá experimentar que puede tener esos pensamientos y sentimientos
difíciles, pero responder a ellos conscientemente, reduciendo así su impacto
e influencia sin tratar de evitar o deshacerse de ellos.
Seis amplias categorías de fusión
Si realmente quisiéramos, podríamos crear una amplia gama de diferentes
categorías de fusión. Pero, bueno, la vida es corta y todos tenemos cosas
más importantes que hacer con nuestro tiempo. Por lo tanto, para
simplificar, hay seis categorías principales de fusión para buscar
clínicamente: fusión con el pasado, con el futuro, con el autoconcepto, con
los motivos, con las reglas y con los juicios. (Ten en cuenta que éstas no son
categorías separadas, todas se superponen e interconectan).
Fusión con el pasado. Se refiere a todos los tipos de cognición orientada al
pasado, que incluyen:
Reflexión, arrepentimiento y detenerse en los recuerdos dolorosos (por
ejemplo, fracaso, dolor y pérdida).
Culpa y el resentimiento por eventos pasados.
Idealizar el pasado: «Mi vida era maravillosa antes de que pasara
XYZ».
Fusión con el futuro. Se refiere a todos los tipos de cognición orientada
hacia el futuro, que incluyen:
Preocupación, catastrofismo.
Predicción de lo peor, desesperación.
Falta de estímulo, rechazo, dolor, pérdida, etc.
Fusión con el autoconcepto. Se refiere a todos los tipos de cognición
autodescriptiva y autoevaluada, que incluyen:
Autojuicios negativos: soy malo, antipático, inútil, sucio, dañado, no
soy nada, estoy roto.
Autojuicios positivos: siempre tengo la razón, soy mejor que tú.
Sobreidentificarse con una etiqueta: estoy al límite, soy depresivo, soy
alcohólico.
Fusión con los motivos. Los humanos son excelentes para «dar motivos»:
encontrar razones por las cuales no podemos cambiar, no cambiaremos, o
incluso no deberíamos cambiar. Esta categoría incluye todos los motivos.
No puedo hacer X (acción importante) porque…
Soy demasiado Y (Y = deprimido, cansado, ansioso, etc.).
Puede suceder Z (Z = malos resultados como fracaso, rechazo, hacer el
ridículo).
No tiene sentido, es demasiado difícil, da miedo.
Soy B (B = incapaz, tímido, perdedor u otros conceptos de uno mismo).
C dice que no debería (C = padres, religión, ley, creencias culturales,
lugar de trabajo, etc.).
Fusión con las reglas. Esta categoría incluye todas las «reglas» a las que
me suscribo sobre cómo debería ser yo, los demás o el mundo. Las reglas
generalmente se pueden identificar con palabras como «debería», «tendría
que», «correcto», «incorrecto», «justo» o «injusto». Y a menudo
especifican condiciones como: «No puedo hasta que…», «No debería a
menos que…», «No debo porque…», «X debe hacer esto para…», «No
toleraré…», «No puedo permitir que…».
Aquí hay unos ejemplos:
No debo cometer errores.
Ella necesita cambiar antes que yo.
No puedo ir a trabajar cuando me siento así.
Fusión con los juicios. Esta categoría se refiere a cualquier tipo de juicio o
evaluación, ya sea positiva o negativa, incluidos los juicios sobre:
El pasado y el futuro.
Uno mismo y los otros.
Nuestros propios pensamientos y sentimientos.
Nuestro cuerpo, nuestro comportamiento, nuestra vida.
El mundo, lugares, personas, objetos, eventos y casi cualquier cosa.
Estas seis categorías de fusión se superponen y se entrelazan fácilmente en
narraciones complejas como ésta: debido a que me han sucedido cosas
malas (pasadas), estoy dañado (autoconcepto, juicio), lo que significa que
no puedo hacer X (motivo), por eso nunca podré tener Y (futuro). Ten en
cuenta que estas seis categorías no cubren todo el espectro de fusión, pero sí
representan los repertorios más comunes que encontramos en la práctica
clínica.
Evitación experiencial
Veamos ahora el otro proceso central que engancha a las personas: la
evitación experiencial. Este término se refiere a nuestro deseo de evitar o
deshacernos de las «experiencias privadas» no deseadas y cualquier cosa
que hagamos para intentar que eso suceda.
TERMINOLOGÍA COMPLEJA
Una experiencia privada significa cualquier experiencia que hayas vivido y que nadie más
conozca (a menos que se la hayas contado a alguien): pensamientos, sentimientos, recuerdos,
imágenes, emociones, impulsos, deseos, sensaciones…
Todos los humanos son experiencialmente evasivos hasta cierto punto.
¿Por qué es así? Bueno, aquí hay una metáfora clásica de la ACT que
podemos usar para explicarlo a los clientes.
La máquina para resolver problemas
Terapeuta: Si tuviéramos que elegir una habilidad de la mente humana que
nos haya permitido ser tan exitosos como especie, tendría que ser la
resolución de problemas, que básicamente se reduce a esto:
Un problema es algo no deseado. Y una solución significa que lo
evitamos o nos deshacemos de él. Ahora en el mundo físico, la resolución
de problemas a menudo funciona muy bien. ¿Tienes un lobo al otro lado
de tu puerta? Te deshaces de él: le arrojas piedras o lanzas. O le disparas.
¿Nieve, lluvia, granizo? Bueno, no puedes deshacerte de esas cosas, pero
puedes evitarlas escondiéndote en una cueva, construyendo un refugio o
usando ropa protectora. ¿Tierra seca y árida? Puedes deshacerte de ella
mediante el riego y la fertilización, o puedes evitarla si te trasladas a una
ubicación mejor.
Entonces, la mente humana es como una máquina de resolución de
problemas, y es muy buena en su trabajo. Y dado que la resolución de
problemas funciona tan bien en el mundo material, es natural que nuestra
mente intente hacer lo mismo con nuestro mundo interior: el mundo de los
pensamientos, los sentimientos, los recuerdos, las sensaciones y los
impulsos. Pero, desafortunadamente, cuando tratamos de evitar o
deshacernos de pensamientos o sentimientos no deseados, a menudo no
funciona, o si lo hace, terminamos creando muchos problemas nuevos que
nos hacen la vida aún más difícil.
Cómo la evitación experiencial aumenta el sufrimiento
Volveremos a la metáfora de la máquina para resolver problemas en
capítulos posteriores. Por ahora, consideremos cómo la evitación
experiencial aumenta el sufrimiento. Las adicciones proporcionan un
ejemplo obvio. Muchas adicciones comienzan como un intento de evitar o
deshacerse de pensamientos y sentimientos no deseados como el
aburrimiento, la soledad, la ansiedad, la culpa, la ira y la tristeza. A corto
plazo, el juego, las drogas, el alcohol y los cigarrillos a menudo ayudarán a
las personas a evitar o a deshacerse de esos sentimientos temporalmente,
pero con el tiempo se produce una gran cantidad de dolor y sufrimiento.
Cuanto más tiempo y energía gastemos tratando de evitar o deshacernos
de experiencias privadas no deseadas, más probable es que suframos
psicológicamente a largo plazo. Los trastornos de ansiedad proporcionan
otro buen ejemplo. No es la presencia de la ansiedad lo que crea un
trastorno de ansiedad. Después de todo, la ansiedad es una emoción humana
normal que todos experimentamos. En el centro de cualquier trastorno de
ansiedad se encuentra la evitación experiencial excesiva: una vida
dominada por esforzarse mucho por evitar o deshacerse de la ansiedad. Por
ejemplo, supongamos que me siento ansioso en situaciones sociales, y para
evitar esos sentimientos de ansiedad, dejo de socializar. Mi ansiedad
aumenta y se agudiza, y ahora tengo «fobia social». Hay un beneficio obvio
a corto plazo al evitar situaciones sociales (puedo rehuir algunos
pensamientos y sentimientos ansiosos), pero el coste a largo plazo es
enorme: me vuelvo una persona aislada, mi vida «se hace más pequeña» y
me encuentro atrapado en un círculo vicioso.
Alternativamente, puedo tratar de reducir mi ansiedad en situaciones
sociales desempeñando el papel de «buen oyente». Me vuelvo muy
empático y cariñoso con los demás, y descubro mucha información sobre
los pensamientos, sentimientos y deseos de las personas con las que hablo,
pero revelo poco o nada de mí mismo. Esto ayuda a corto plazo a reducir mi
miedo a ser juzgado o rechazado, pero a la larga significa que mis
relaciones carecen de intimidad, apertura y autenticidad.
Ahora supongamos que tomo Valium, o alguna otra sustancia que altera el
estado de ánimo, para reducir mi ansiedad. Nuevamente, el beneficio a
corto plazo es obvio: menos ansiedad. Pero los costes a largo plazo de
depender de las benzodiacepinas, los antidepresivos, la marihuana o el
alcohol para reducir mi ansiedad podrían incluir: (a) dependencia
psicológica de la sustancia, (b) adicción física, (c) efectos secundarios
físicos y emocionales, (d) costes financieros, y (e) no obtener respuestas
más efectivas a la ansiedad, lo que, por lo tanto, mantiene o exacerba el
problema.
Otra forma en que podría responder a la ansiedad social sería apretar los
dientes y socializar a pesar de mi ansiedad, es decir, tolerar los sentimientos
aunque esté angustiado por ellos. Desde la perspectiva de la ACT, esto
también sería evitación experiencial. ¿Por qué? Porque, aunque no estoy
evitando la situación, sigo luchando con mis sentimientos y esperando
desesperadamente que desaparezcan. Esto es tolerancia, no aceptación.
Hay una gran diferencia entre tolerancia y aceptación. ¿Te gustaría que las
personas que amas te tolerasen mientras estás presente, esperando que
pronto te fueras y verificando con frecuencia si ya te has ido? ¿O preferirías
que te aceptasen completa y totalmente como eres con todos tus defectos y
debilidades, y que estuvieran dispuestos a tenerte todo el tiempo que elijas
quedarte?
El coste de tolerar mi ansiedad social (es decir, apretar los dientes y
soportarla) es que requiere una gran cantidad de esfuerzo y energía, lo que
hace que sea difícil participar plenamente en la interacción social. Como
consecuencia, me pierdo gran parte del placer y de la satisfacción que
comúnmente acompaña a la socialización. Y esto a su vez aumenta mi
ansiedad sobre futuros eventos sociales porque: «No lo disfrutaré» o «Me
sentiré horrible» o «Supone demasiado esfuerzo».
Lamentablemente, cuanta más importancia le damos a evitar la ansiedad,
más desarrollamos ansiedad por nuestra ansiedad. Es un círculo vicioso,
que se encuentra en el centro de cualquier trastorno de ansiedad. (Después
de todo, ¿qué hay en el centro de un ataque de pánico, si no es ansiedad por
la ansiedad?) De hecho, los intentos de evitar pensamientos y sentimientos
no deseados a menudo pueden aumentarlos paradójicamente. Por ejemplo,
la investigación demuestra que la supresión de los pensamientos no
deseados puede conducir a un efecto de rebote: un aumento tanto en la
intensidad como en la frecuencia de los pensamientos no deseados
(Wenzlaff y Wegner, 2000). Otros estudios muestran que tratar de suprimir
un estado de ánimo, en realidad, puede intensificarlo en un ciclo
autoamplificador (Feldner, Zvolensky, Eifert y Spira, 2003; Wegner, Erber y
Zanakos, 1993).
Un amplio y creciente cuerpo de investigación muestra que una mayor
evitación experiencial se asocia a trastornos de ansiedad, preocupación
excesiva, depresión, peor desempeño laboral, niveles más altos de abuso de
sustancias, menor calidad de vida, comportamiento sexual de alto riesgo,
trastorno límite de la personalidad, mayor gravedad del trastorno de estrés
postraumático (TEPT), discapacidad a largo plazo y mayores grados de
psicopatología general (Hayes, Masuda, Bissett, Luoma y Guerrero, 2004).
No es sorprendente, entonces, que un componente central de la mayoría
de los protocolos de la ACT implique poner al cliente en contacto con los
costes y la inutilidad de la evitación experiencial. Éste es a menudo un
primer paso esencial para allanar el camino para una agenda radicalmente
diferente: la aceptación de la experiencia. Por supuesto, aunque queremos
facilitar una vida consciente y basada en valores, no queremos convertirnos
en…
Fascistas de la mindfulness
En la ACT no somos «fascistas de la mindfulness»; no insistimos en que las
personas siempre deben estar en el momento presente, siempre
desactivadas, siempre aceptando. Eso sería ridículo. La evitación
experiencial no es inherentemente «mala» o «patológica»; es normal. Sólo
la enfocamos cuando es excesiva, rígida o inapropiada hasta tal punto que
se interpone en el camino de una vida rica y significativa.
Entonces, en los libros de la ACT, cuando hablamos de la evitación
experiencial como problemática o patológica, no nos referimos a toda
evitación experiencial; nos referimos a la evitación experiencial excesiva,
rígida e inapropiada. En otras palabras, se trata de viabilidad. Si nos
tomamos una aspirina de vez en cuando para deshacernos de un dolor de
cabeza, eso es evitar la experiencia, pero es viable, es decir, mejora nuestra
calidad de vida a largo plazo.
Si tomamos un vaso de vino tinto por la noche principalmente para
eliminar la tensión y el estrés, eso también es evitar la experiencia, pero a
menos que tengamos ciertas condiciones médicas, no es probable que sea
dañino, tóxico o que distorsione nuestra vida. Sin embargo, si bebemos dos
botellas enteras de vino tinto cada noche, ésa es una historia diferente.
Un punto muy importante sobre la aceptación frente a la
evitación
En la ACT, no abogamos por la aceptación de todos los pensamientos y
sentimientos en todas las circunstancias. Eso sería no sólo muy rígido, sino
también bastante innecesario. La ACT defiende la aceptación experiencial
en dos circunstancias:
1. Cuando evitar pensamientos y sentimientos es limitado o imposible.
2. Cuando es posible evitar pensamientos y sentimientos, pero los
métodos utilizados empeoran la vida a largo plazo.
Si evitar la experiencia es posible y te ayuda a vivir según tus valores,
entonces, hazlo. Por favor, recuerda este punto. Muchos novatos de la ACT
tienen la impresión de que toda evitación experiencial es mala, o la
evitación experiencial es lo opuesto a vivir según los valores. ¡No es así!
Cómo la fusión da lugar a la evitación experiencial
Que la evitación experiencial se vuelva excesiva se debe en gran parte a la
fusión con dos categorías de pensamiento: los juicios y las reglas. Nuestra
mente juzga nuestros pensamientos y sentimientos difíciles como «malos» y
formula la regla: «¡Tengo que deshacerme de ellos!». A menudo esto
sucede más rápido que la velocidad del pensamiento consciente: tan pronto
como surgen pensamientos y sentimientos difíciles, instantáneamente
comenzamos a tratar de evitarlos o a deshacernos de ellos. (Por lo tanto,
podría ayudar pensar en la evitación experiencial excesiva como un
subproducto de la fusión con esta regla: «Estos pensamientos y
sentimientos son malos, así que tengo que deshacerme de ellos»).
En resumen, la fusión es el proceso patológico general en la ACT, y la
evitación experiencial es uno de los muchos problemas que puede causar la
fusión. Entonces, si alguna vez estás formulando un caso y tratando de
descubrir «¿es esto fusión o evitación?», la respuesta es generalmente: ¡son
ambas cosas! Por ejemplo, un cliente puede beber alcohol motivado tanto
por el deseo de evitar la ansiedad (evitación experiencial) como por la
fusión con: «Necesito una cerveza».
Esta superposición entre procesos es la razón por la que utilizo el término
«enganchado» para referirme tanto a la fusión como a la evitación. Para
desarrollar esto, a menudo me refiero a dos modos diferentes de estar
enganchado: modo automático y de evitación.
El modo automático significa que, en un estado de fusión, obedecemos
automáticamente a nuestros pensamientos y sentimientos; hacemos lo que
nuestras cogniciones nos dicen que hagamos. Nos fusionamos con nuestras
cogniciones enojadas, y actuamos agresivamente. Nos fusionamos con
nuestras cogniciones ansiosas, y actuamos con miedo. Nos fusionamos con
los elementos cognitivos de nuestros impulsos y antojos, y hacemos lo que
sea que nos insten a tomar: consumir drogas, fumar cigarrillos, comer en
exceso, etc.
El modo de evitación significa que, en un estado de fusión, hacemos todo
lo posible para evitar o deshacernos de los pensamientos y sentimientos no
deseados. Lo que domina nuestro comportamiento son los esfuerzos para
evitar o deshacerse de estas experiencias internas difíciles: en otras
palabras, la evitación experiencial.
Cuando estamos enganchados a pensamientos y sentimientos, podemos
pasar al modo automático, al de evitación o, comúnmente, a ambos a la vez.
Los seis procesos patológicos centrales de la
rigidez psicológica
Los procesos patológicos centrales de la ACT, como se muestra en la figura
de la página siguiente, son fusión, evitación experiencial, atención
inflexible, lejanía de los valores, acción inviable y fusión con el
autoconcepto. Cualquiera o todos estos procesos pueden dar lugar a rigidez
psicológica. Puedes pensar en éstos como los «aspectos negativos» de los
procesos terapéuticos centrales de la flexibilidad psicológica. A medida que
los analicemos, proporcionaré ejemplos de clientes con depresión clínica
para ilustrar cada proceso.
Fusión
Como ya sabes, la fusión significa que nuestros pensamientos dominan a
nuestras acciones físicas y a nuestra conciencia hasta un punto
problemático. En un estado de depresión, por ejemplo, los clientes pueden
fusionarse con todo tipo de pensamientos inútiles: soy malo, no merezco
nada mejor, no puedo cambiar, siempre he sido así, la vida apesta, es
demasiado duro, la terapia no funcionará, nunca mejoraré, no puedo
levantarme de la cama cuando me siento así, o estoy demasiado cansado
para hacer nada. También a menudo se fusionan con recuerdos dolorosos
de rechazo, desilusión, fracaso o abuso. (La fusión extrema con un
recuerdo, hasta el punto de que parece ser una realidad, que ocurre aquí y
ahora, se denomina comúnmente flashback). En la depresión clínica, la
fusión a menudo se manifiesta como preocupación, reflexión, tratar de
descubrir «por qué soy así», o con un comentario negativo en curso: Esta
fiesta apesta. Prefiero estar en la cama. ¿Cuál es el motivo de estar aquí?
Todos se lo están pasando muy bien menos yo. Realmente, nadie me quiere
aquí.
Evitación experiencial
La evitación experiencial, el intento continuo de deshacerse, evitar o
escapar de experiencias privadas no deseadas, como pensamientos,
sentimientos y recuerdos, es todo lo contrario a la aceptación. Los clientes
deprimidos suelen esforzarse mucho por evitar o por deshacerse de las
emociones y los sentimientos dolorosos, como la ansiedad, la tristeza, la
fatiga, la ira, la culpa, la soledad, el letargo, etc. Pongamos el ejemplo
común de retraimiento social. Tu cliente planea ir a la fiesta de cumpleaños
de su mejor amiga, pero a medida que se acerca el momento de ir, se
fusiona con pensamientos como soy aburrida, soy una carga, no tengo
nada que decir, no lo disfrutaré, estoy demasiado cansada o no puedo ser
molestada, además de recuerdos dolorosos de eventos sociales recientes que
no han ido bien. Tiene sentimientos de ansiedad, que se vuelven cada vez
más fuertes a medida que se acerca la hora, hasta que se siente consumida
por una sensación de temor. Entonces llama a su amiga y le dice que se
siente demasiado enferma para salir. Y en ese momento, siente un alivio
instantáneo: todos esos pensamientos y sentimientos difíciles desaparecen
al momento. El alivio no dura mucho, por supuesto. Poco tiempo después se
fusiona con el odio hacia sí misma: ¡Mira qué desastre soy! Ni siquiera
puedo ir a la fiesta de mi mejor amiga. Pero ese breve estallido de alivio,
ese breve escape de su temor, es muy reforzador: aumenta la posibilidad de
una futura retirada social.
La fusión y la evitación van de la mano. Nuestros clientes se fusionan con
todo tipo de cogniciones dolorosas (por ejemplo, la reflexión, la
preocupación, la autocrítica o los recuerdos de fracasos y decepciones) al
mismo tiempo que tratan de evitarlas o deshacerse de ellas (por ejemplo, a
través de las drogas, el alcohol, los cigarrillos, mirar la televisión, o dormir
en exceso).
Atención inflexible
Ponerse en contacto con el momento presente, o la atención flexible,
significa la capacidad de establecer un contacto completo y consciente con
tus mundos interno y externo y de estrechar, ampliar, cambiar o mantener tu
enfoque, dependiendo de lo que sea más útil. Tu atención inversa e
inflexible se refiere a una amplia gama de déficits de esta capacidad,
especialmente las «tres D»: distraibilidad, desvinculación y desconexión.
Distraibilidad
La distraibilidad se refiere a la dificultad para mantener la atención en la
tarea o en la actividad en cuestión: la atención cambia fácilmente a otros
estímulos que no son relevantes. Cuanto más distraídos estemos durante
cualquier tarea o actividad, peor nos desempeñaremos y menos satisfactoria
resultará.
Desvinculación
La desvinculación se refiere a las muchas maneras diferentes en que
perdemos interés o participación consciente en nuestra experiencia: hacer
cosas sin pensar, en piloto automático, o de manera aburrida, desinteresada
o distraída.
Desconexión
La desconexión es un término que uso para describir la falta de contacto
consciente con nuestros propios pensamientos y sentimientos. Si no somos
capaces de notar cómo estamos pensando o qué estamos sintiendo, entonces
nos falta autoconciencia, por lo que es mucho más difícil cambiar nuestro
comportamiento de manera adaptativa. Somos propensos a la desregulación
emocional y al comportamiento impulsivo, reactivo o sin sentido.
Comúnmente vemos las tres D –distraibilidad, desvinculación y
desconexión de los pensamientos y sentimientos– no solo en clientes con
depresión, sino en todo el espectro de problemas clínicos.
Lejanía de los valores
A medida que nuestro comportamiento se vuelve cada vez más impulsado
por la fusión y la evitación experiencial, nuestros valores a menudo se
pierden, se descuidan u olvidan. Y si no tenemos claros nuestros valores o
no podemos contactarlos, no podemos usarlos como una guía efectiva para
nuestras acciones. Como ejemplo, los clientes deprimidos a menudo pierden
el contacto con sus valores relacionados con el cuidado, la conexión y la
contribución; con ser productivo y servicial; con el autocuidado; la alegría;
la intimidad; la fiabilidad; y así sucesivamente.
Nuestro objetivo en la ACT es hacer que el comportamiento esté cada vez
más bajo la influencia de los valores en lugar de la fusión o la evitación.
Considera las diferencias entre ir a trabajar en estas tres condiciones:
Motivado por la fusión con creencias tales como «tengo que hacer este
trabajo. Es todo de lo que soy capaz».
Motivado por la evitación experiencial: para evitar la «sensación de ser
un perdedor» o para escapar de sentimientos desagradables debido a la
tensión en el hogar conyugal.
Motivado por valores como el cuidado, la conexión y la contribución.
¿Qué forma de motivación es probable que traiga el mayor sentido de
vitalidad, significado y propósito?
Acción inviable
El término «acción inviable» (o «movimientos hacia atrás») describe
patrones de comportamiento que nos alejan de la vida consciente basada en
los valores. Esto incluye acciones impulsivas, reactivas o automáticas (en
lugar de ser conscientes, consideradas o con un propósito); acciones
motivadas persistentemente por fusión o evitación experiencial (en lugar de
por valores); o inacción o dilación donde se requiere una acción efectiva.
Los ejemplos comunes de acción inviable en casos de depresión (y muchos
otros trastornos) incluyen el uso excesivo de drogas o alcohol; retirarse
socialmente; cesar las actividades que antes se disfrutaban; dormir, mirar
televisión o jugar en exceso; e intentar suicidarse.
Fusión con autoconcepto
Todos tenemos una historia sobre quiénes somos. Esta historia es compleja
y multicapa. Incluye hechos objetivos (por ejemplo, nombre, edad, sexo,
estado civil, ocupación), descripciones y evaluaciones de los roles que
desempeñamos, nuestras fortalezas y debilidades, nuestros gustos y
desagrados, y nuestras esperanzas, sueños y aspiraciones. Si abrazamos esta
historia fácilmente, puede ayudarnos a definir quiénes somos y qué
queremos en la vida.
Pero, cuando nos fusionamos con nuestro autoconcepto, parece que todos
esos pensamientos autodescriptivos son la esencia misma de quienes somos.
Perdemos la capacidad de dar un paso atrás y ver este autoconcepto como
nada más o menos que una construcción cognitiva compleja, un rico tapiz
de palabras e imágenes. (Muchos libros sobre la ACT se refieren a esa
fusión con el término algo confuso de «autocontenido»).
En la depresión, los clientes generalmente se fusionan con un concepto de
sí mismos muy negativo: Soy malo/inútil/desesperado/poco amable, etc.
Sin embargo, también puede obtener elementos «positivos», por ejemplo,
Soy una persona fuerte; No debería estar reaccionando así o Soy una
buena persona, ¿por qué me está pasando esto?
¿Para quién es adecuada la ACT?
Los terapeutas a menudo me preguntan: «¿Para quién es adecuada la
ACT?». Mi respuesta es: «¿Puedes pensar en alguien para quien no sea
adecuada?». ¿Quién no se beneficiaría de estar más presente
psicológicamente; más en contacto con sus valores; más capaz de dejar
espacio para el inevitable dolor de la vida; más capaz de desactivar los
pensamientos, las creencias y los recuerdos inútiles; más capaz de tomar
medidas efectivas frente a la incomodidad emocional; más capaz de
participar plenamente en lo que está haciendo; y más capaz de apreciar cada
momento de su vida, sin importar cómo se sienta? La flexibilidad
psicológica trae todos estos beneficios y más. La ACT, por lo tanto, parece
relevante para casi todo el mundo.
Por supuesto, si las personas tienen déficits significativos en su capacidad
de utilizar el lenguaje, como algunas personas con autismo grave, daño
cerebral adquirido u otras discapacidades, la ACT puede ser de utilización
limitada. Sin embargo, la RFT (teoría del marco relacional) tiene todo tipo
de aplicaciones útiles para estas poblaciones.
La ACT se ha estudiado científicamente, y se ha demostrado que es eficaz
con una amplia gama de afecciones que incluyen ansiedad, depresión,
trastorno obsesivo compulsivo, fobia social, trastorno de ansiedad
generalizada, esquizofrenia, trastorno límite de la personalidad, estrés
laboral, dolor crónico, uso de drogas, ajuste psicológico al cáncer, epilepsia,
control de peso, abandono del hábito de fumar y autocontrol de la diabetes
(Bach y Hayes, 2002; Bond y Bunce, 2000; Branstetter, Wilson,
Hildebrandt y Mutch, 2004; Brown et al., 2008; Dahl, Wilson, y Nilsson,
2004; Dalrymple y Herbert, 2007; Gaudiano y Herbert, 2006; Gifford et al.,
2004; Gratz y Gunderson, 2006; Gregg, Callaghan, Hayes, y Glenn
Lawson, 2007; Hayes, Bissett, et al., 2004; Hayes, Masuda, et al., 2004;
Lundgren, Dahl, Yardi, y Melin, 2008; Ossman, Wilson, Storaasli, y
McNeill, 2006; Tapper et al., 2009; Twohig, Hayes, y Masuda, 2006; Zettle,
2003).
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 2 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au) para obtener la hoja de trabajo de «Seis procesos
patológicos centrales», que puedes usar en la sección «Habilidades».
Habilidades
Para ayudarte a comenzar a pensar en términos de este modelo, hagamos un
ejercicio de conceptualización de casos:
Elige a uno de tus clientes y encuentra ejemplos de los seis procesos
patológicos centrales descritos en este capítulo, que verás que todos se
superponen entre sí. Utiliza la hoja de trabajo de Bits extra.
Si te quedas atascado en cualquier encabezado, no te preocupes por eso,
simplemente pasa al siguiente. Y ten en cuenta que hay una gran
superposición entre estos procesos, así que, si se te preguntas, ¿es esto
fusión o evitación?, entonces probablemente sea ambas, así que
escríbelo debajo de ambos encabezados. Este ejercicio es para
comenzar. Más adelante nos centraremos en la conceptualización del
caso con más detalle. Por ahora, sólo inténtalo y comprueba cómo te
va.
Mejor aún, realiza este ejercicio para dos o tres clientes porque (como
casi todo) con la práctica se vuelve más fácil.
Y aún mejor: si realmente quieres entender este enfoque de la
psicopatología humana, elige dos o tres trastornos en el DSM-5
(Manual de diagnóstico y estadística de los trastornos mentales, 5.ª
edición; Asociación Estadounidense de Psiquiatría, 2013) e identifica la
fusión, la evitación y la acción inviable que ocurre: ¿con qué tipo de
contenido cognitivo se fusionan las personas con estos trastornos (en
términos de pasado, futuro, autoconcepto, razones, reglas y juicios)?
¿Qué sentimientos, impulsos, sensaciones, pensamientos y recuerdos no
quieren tener o intentan evitar activamente? ¿Qué acciones inviables
suelen tomar? ¿Con qué valores centrales pierden contacto? ¿Qué tipo
de distracción, desvinculación y desconexión es común?
Por último, pero no menos importante: realiza este ejercicio contigo
mismo. Si quieres aprender la ACT, la mejor persona para practicar eres
tú. Así que tómate un tiempo para hacer esto en serio: identifica tus
propias áreas de fusión, evitación, atención inflexible, lejanía de los
valores y acción inviable. (Es posible que te sorprendas de lo que
descubres). Cuanto más apliquemos la ACT a nuestros propios
problemas, mejor podremos hacerlo con nuestros clientes. Y cuando
vemos que funciona en nuestra propia vida, nos dará no sólo confianza
en el modelo, sino también una sensación de autenticidad en la sala de
terapia.
Para llevar
El modelo de la ACT se basa en el concepto central de la funcionabilidad:
¿estás haciendo lo que haces para que tu vida sea más rica y plena? El
proceso patológico general en la ACT es la fusión cognitiva, de la cual hay
seis amplias categorías: pasado, futuro, autoconcepto, razones, reglas y
juicios. La fusión puede dar lugar a muchos problemas, y uno de los más
comunes es la evitación experiencial; así que, cuando utilizamos el término
«enganchado» en el punto de elección, se refiere tanto a la fusión como a la
evitación experiencial.
Los procesos patológicos centrales de la fusión cognitiva, la evitación
experiencial, la atención inflexible, la lejanía de los valores, la acción
inviable y la fusión con el autoconcepto se pueden encontrar hasta cierto
punto en todos los humanos, por lo que la ACT se ve a sí misma como un
modelo para la condición humana.
CAPÍTULO 3
«Mindfulness» y otras palabras dudosas
ACT y mindfulness
La ACT ha sido descrita como una terapia conductual, cognitiva,
existencial, humanista, transpersonal, de mindfulness centrada en el cliente.
Y creo que es una descripción justa porque la mayoría de los procesos
principales de la ACT se pueden encontrar, al menos en cierta medida, en
muchos otros modelos de terapia. Sin embargo, hay algunas grandes
diferencias entre la ACT y la mayor parte de los otros enfoques basados en
la mindfulness. Así que consideremos por un momento…
¿De dónde viene la «mindfulness»?
La mindfulness, o atención plena, es un concepto antiguo, que se encuentra
en una amplia gama de antiguas tradiciones espirituales y religiosas,
incluidas el budismo, el taoísmo, el hinduismo, el judaísmo, el islam y el
cristianismo, así como en prácticas como el tai chi y las artes marciales
como el kung fu y el aikido. Muchos libros y artículos atribuyen la
mindfulness al budismo, pero esto no es exacto. El budismo tiene 2600
años, mientras que las prácticas de mindfulness se remontan al menos 4000
años en las tradiciones yóguica, taoísta y judaica. (De hecho, las escrituras
budistas establecen claramente que Buda aprendió sus habilidades de
mindfulness de un yogui). Dicho esto, no hay duda de que la mayoría de los
enfoques occidentales fundamentados en la mindfulness se basan, derivan o
toman prestados conceptos en gran medida del budismo; la ACT es una
notable excepción.
Entonces, ¿qué es la mindfulness?
Si lees algunos libros sobre el tema, encontrarás una variedad de
definiciones de mindfulness; no existe una definición general acordada.
Pero si las pones todas juntas, todo se reduce a esto:
La mindfulness o atención plena es un conjunto de habilidades
psicológicas para llevar una vida efectiva que implican prestar atención con
apertura, curiosidad, amabilidad y flexibilidad.
Esta definición simple nos dice cinco cosas importantes.
En primer lugar, la mindfulness se refiere a un conjunto de habilidades
diversas. Éstas incluyen todo, desde aceptar sentimientos dolorosos
hasta saborear experiencias placenteras, desde observar mansamente tus
pensamientos hasta sentirte en medio de emociones abrumadoras.
(Como se ve al leer el capítulo 1, en la ACT, el término «mindfulness»
se refiere a cualquier combinación de defusión, aceptación, contacto
con el momento presente y el yo como contexto, y a cualquiera o todas
las habilidades, los métodos, las prácticas, las herramientas y las
técnicas utilizados para promover y reforzar cualquiera o todos estos
procesos).
En segundo lugar, la mindfulness es un proceso de atención, no de
pensamiento. Implica prestar atención a tu experiencia, en lugar de
estar atrapado en tus pensamientos.
En tercer lugar, la mindfulness implica una actitud particular: de
apertura y curiosidad. Incluso, si tu experiencia en este momento es
difícil, dolorosa o desagradable, puedes estar abierto a ella y sentir
curiosidad por ella en lugar de huir de ella o luchar contra ella.
En cuarto lugar, la mindfulness implica flexibilidad de atención: la
capacidad de ampliar conscientemente, reducir, mantener o redirigir tu
enfoque para que puedas asistir a los diferentes aspectos de tu
experiencia del aquí y ahora, según desees.
En quinto lugar, la atención consciente incluye la cualidad de la
amabilidad. No es como la atención fría, clínica y desapegada de un
científico diseccionando una rata, es como la atención cálida y cariñosa
que un padre amoroso le presta a un niño.
Podemos usar la mindfulness para «despertar», conectarnos con nosotros
mismos y apreciar la plenitud de cada momento de la vida. Podemos
utilizarla para mejorar nuestro autoconocimiento, para aprender más sobre
cómo nos sentimos, pensamos y reaccionamos. Podemos utilizarla para
conectarnos profunda e íntimamente con las personas que nos importan,
incluidos nosotros mismos. Y podemos utilizarla para influir
conscientemente en nuestro propio comportamiento y aumentar nuestra
gama de respuestas al mundo en que vivimos. Es el arte de vivir
conscientemente, una forma profunda de mejorar la resistencia psicológica
y aumentar la satisfacción con la vida.
Por supuesto, la ACT es mucho más que sólo mindfulness. También se
trata de alcanzar una vida basada en los valores: tomar medidas, de manera
continua, guiadas y alineadas con los valores fundamentales. De hecho,
enseñamos habilidades de atención plena en la ACT con el objetivo
principal de ayudar a las personas a vivir según sus valores.
La instrucción básica de mindfulness: «Fijarse en X»
Hay una instrucción básica que encontrarás en el núcleo de cada ejercicio
de mindfulness, desde en una técnica de la ACT de diez segundos hasta en
un retiro de meditación silencioso de diez días. Es «fijarse en X».
Las alternativas comunes a la palabra «fijarse» incluyen «observar»,
«prestar atención», «centrarse en», «tener en cuenta» o «tener conciencia
de». La «X» en que nos estamos fijando puede ser cualquier cosa que esté
aquí en este momento: un pensamiento o un sentimiento; una sensación,
impulso o recuerdo; una postura de nuestro cuerpo; nuestras acciones; y
cualquier cosa que podamos ver, oír, tocar, saborear u oler. X podría ser las
vistas desde una ventana, la expresión en la cara de un ser querido, las
sensaciones de una ducha caliente, el sabor de un trozo de chocolate, la
acción de atarnos los cordones de los zapatos, el movimiento de nuestros
pulmones o los sonidos que nos rodean en la sala en la que estamos.
A veces, es posible que queramos ampliar nuestro enfoque, por ejemplo,
si estamos caminando por el campo y queremos disfrutar de todas las vistas,
los sonidos y los olores. En otras ocasiones, es posible que queramos
reducir nuestra atención: si estamos conduciendo bajo una lluvia torrencial,
queremos estar absolutamente concentrados en la carretera, no en charlar
con los pasajeros o en mirar a nuestro alrededor para disfrutar del paisaje. A
veces, podemos querer dirigir nuestra atención hacia el mundo de los
pensamientos, los sentimientos y las sensaciones; en otros momentos, hacia
el mundo que nos rodea; y la mayor parte del tiempo, a ambos mundos a la
vez, cambiando libremente la atención de una cosa a otra, según lo exijan
las demandas de la situación. Un término útil para esta habilidad es
«atención flexible».
La técnica de «fijarse en X» es sin duda la técnica más flexible de toda la
ACT y, a medida que avances en el libro, verás cómo podemos utilizarla
para instigar y reforzar cada proceso central.
Mindfulness no es meditación
Un psicólogo me dijo que acababa de tener una primera sesión con un
cliente nuevo, y al principio de la sesión, le dijo al cliente que le gustaba
usar la «mindfulness» en su trabajo. El cliente arrugó la cara y dijo con voz
gruñona: «Sé lo que es la mindfulness, amigo. ¡Puedes cogerla y metértela
por el culo!». ¿Alguna vez has tenido reacciones negativas similares de los
clientes? La mindfulness, al menos en algunos sectores, tiene mala fama.
Parte del problema es que muchas personas, tanto clientes como
terapeutas, combinan las palabras «meditación» y «mindfulness». Así que
seamos claros: no son lo mismo. En primer lugar, la mindfulness no se
refiere necesariamente a la práctica meditativa formal, como observar la
respiración o escanear el cuerpo. A veces lo hace, sin duda, pero también se
refiere a una amplia gama de habilidades, herramientas y prácticas que se
parecen poco o nada a la meditación formal.
Ten en cuenta, asimismo, que hay muchos tipos diferentes de estilos y
prácticas de meditación, algunos de los cuales son extremadamente
diferentes de la meditación formal mindfulness. Por ejemplo, en algunos
tipos de meditación, el objetivo es «despejar la mente de todos los
pensamientos». Esto es todo lo contrario de la meditación mindfulness,
donde no tienes expectativas de que la «mente se despeje», y estás abierto e
interesado en los muchos pensamientos que aparecen continuamente. (Más
sobre esta distinción en un minuto).
En algunos protocolos de la ACT, como la Terapia de aceptación y
compromiso de Eifert y Forsyth (2005) para los trastornos de ansiedad, la
práctica formal de meditación mindfulness juega un papel importante. En
las últimas semanas de este protocolo, los clientes meditan hasta cuarenta
minutos al día (en dos sesiones de veinte minutos cada una). Sin embargo,
éste es un caso atípico en la ACT. La mayoría de los protocolos ponen
mucho menos énfasis en la meditación formal y, en cambio, enfatizan las
habilidades informales y rápidas de mindfulness que se pueden incorporar
fácilmente en la vida cotidiana, en cualquier momento, en cualquier lugar y
en cualquier actividad.
¿Por qué los protocolos de la ACT tienden a hacer esto? Es algo
puramente pragmático. Si quisiéramos hacer que la mayor cantidad de gente
posible hiciera más ejercicio, no insistiríamos diciéndoles: «¡Tenéis que ir
al gimnasio durante cuarenta minutos al día!». Si lo hiciéramos,
obtendríamos mucha resistencia y una alta caída de las tasas. En cambio,
podríamos sugerir cosas como: «Subid por las escaleras en lugar de en el
ascensor», «Aparcad a una manzana del supermercado», «Salid a caminar
diez minutos a la hora del almuerzo», y así sucesivamente. En la ACT,
adoptamos un enfoque similar para desarrollar habilidades de mindfulness;
nuestro objetivo es simplificar que las personas incluyan estas nuevas
prácticas de atención plena en su vida cotidiana, y de manera lo
suficientemente fácil como para que las personas estén dispuestas a hacerlo.
«Mindfulness» se está convirtiendo en una palabra poco fiable
Cuando escribí mi primer libro, The Happiness Trap, en 2006, la palabra
«mindfulness» era tan poco conocida que ni siquiera la mencioné hasta la
mitad del libro. Ahora, doce años después, parece que casi todos conocen el
término. Desafortunadamente, ahora hay tantas connotaciones diferentes
unidas a esta palabra, que a menudo es mejor no utilizarla. Ya he
mencionado que muchas personas combinan la mindfulness con el budismo
o con la meditación. Otras la confunden con los pensamientos positivos, la
relajación o la distracción, o piensan en ella como en una forma de
deshacerse de los pensamientos y sentimientos no deseados. Como ya
hemos visto, no significa ninguna de estas cosas (al menos tal como usamos
el término en la ACT). Por lo tanto, a lo largo de este libro, te alentaré a que
utilices otras palabras en su lugar: «desengancharse», «participar»,
«anclaje» (o «echar el ancla»), «atención centrada en la tarea»,
«expansión», etc. Y te alentaré a que seas muy claro con tus clientes sobre
la habilidad específica que estás enseñando (es decir, no la llames
vagamente «mindfulness») y cómo es probable que les ayude con sus
problemas.
Por ejemplo, si los clientes están enganchados a pensamientos difíciles, o
preocupaciones o reflexiones, podríamos hablar sobre ayudarlos a
«desengancharse» o a aprender algunas «habilidades de desenganche». O si
el hecho de liberar espacio para sentimientos difíciles puede ayudar a los
clientes a vivir sus valores y alcanzar sus metas, podemos hablar sobre
ayudarlos a «expandirse» o «abrirse y hacer espacio para» esos
sentimientos y luego podemos referirnos a «habilidades de expansión» o
«habilidades de apertura». Y si tienen dificultades para concentrarse en
tareas importantes, participar en la vida o estar presente con sus hijos,
entonces podemos ayudarlos a «enfocarse», «reenfocarse», «participar»,
«entrenar su atención» o «estar presente». Básicamente, como término,
«mindfulness» es a menudo simplemente demasiado abstracto, demasiado
embriagador, demasiado genérico y está demasiado alejado de los
problemas de los clientes.
Una cosa a tener en cuenta es la enorme diferencia que existe entre
«practicar la mindfulness» y «practicar la meditación de la mindfulness». De
nuevo, no son lo mismo. Hay miles de maneras de practicar la mindfulness
en la vida cotidiana, sin meditar ni una sola vez. El simple hecho es que la
mayoría de los clientes no entrarán mucho en la meditación, si es que lo
hacen. Y para muchos, incluso el pensamiento de la meditación será un
desvío. Si estás ejecutando un programa de meditación de mindfulness y
para eso viene la gente, genial. Pero en un contexto de terapia, si comienzas
a tratar de impulsar la meditación, a menudo te resultará difícil de vender.
La conclusión es que necesitamos vincular cada una de las cuatro
habilidades específicas de la mindfulness cubiertas por la ACT (defusión,
aceptación, contacto con el momento presente y el yo como contexto) con
los problemas específicos de los clientes y con tus objetivos de terapia.
Necesitamos asegurarnos de que no sólo vean por qué esto es relevante,
sino que también experimenten los beneficios durante la sesión real.
Pero, si utilizas la palabra «mindfulness» con un cliente y ésta provoca
una reacción negativa, entonces explora respetuosamente esa respuesta. ¿El
cliente lo ve como una práctica religiosa? ¿Ha escuchado cosas malas al
respecto? ¿Cuáles son sus experiencias pasadas con la mindfulness? ¿Qué
prácticas de mindfulness ha probado ya? ¿Qué esperaba que sucediera y qué
sucedió realmente?
Si exploras estas preguntas, encontrarás a menudo que tus clientes no han
experimentado el tipo flexible, práctico y no meditativo acercamiento a la
mindfulness que ofrece la ACT. En cambio, probablemente hayan
experimentado prácticas formales de meditación de mindfulness, que,
seamos sinceros, son difíciles y aburridas para muchas personas. En tales
casos, podríamos tranquilizarlos: «Ése es un enfoque de mindfulness muy
diferente al que tenemos en este modelo. Pero, dado que la palabra tiene
connotaciones negativas para ti, no la usaremos más. Sólo hablaremos de
habilidades de desenganche».
Además, a menudo encontrarás que los clientes realmente no entienden
cómo se supone que la mindfulness ayuda en la vida cotidiana. Con mucha
frecuencia, han entendido mal que es una técnica de relajación y esperan
que elimine su ansiedad u otros sentimientos difíciles, y están
decepcionados de que no lo haya hecho. En tales casos, necesitamos
proporcionar cierta psicoeducación sobre el propósito de la mindfulness en
la ACT.
Para llevar
«Mindfulness» es sólo una palabra dudosa en la ACT, pero hay bastantes
más,
incluyendo
«valores»,
«compromiso»,
«aceptación»
y
«autocompasión». Estas palabras tienen muchas connotaciones negativas;
están bien para ser utilizadas con algunos clientes, pero con otros pueden
provocar respuestas negativas. Entonces, cuando lleguemos a estos temas,
te daré una variedad de palabras que puedes utilizar en su lugar. Recuerda,
como dije en el capítulo 1 (y lo diré de nuevo más tarde), acomoda y
modifica todo en la ACT para adaptarlo a tu propio estilo y a los clientes
con los que trabajas. Si sospechas que una determinada palabra, metáfora,
herramienta o técnica no funcionará bien con tu cliente, cámbiala,
modifícala o adáptala. No te quedes con el guion; sé creativo e improvisa a
tu alrededor.
¡Ahora, basta de palabras dudosas! Es tiempo de…
CAPÍTULO 4
Sé un geek
¡Por favor, no omitas este capítulo!
Este capítulo, a diferencia del resto del libro, es un poco geek. De hecho,
contiene más jerga técnica que el resto del libro en su conjunto. Así que, si
lo tuyo es lo geek, te divertirás. Sin embargo, si no lo es, tampoco te saltes
este capítulo. Léelo por tres buenas razones:
(a) Enriquecerá tu comprensión de la ACT de maneras valiosas que te
harán un mejor terapeuta de la ACT.
(b) Más adelante nos referiremos a menudo de nuevo a los conceptos que
se incluyen en este capítulo, por lo que, si te lo saltas, te preguntarás de
qué demonios estamos hablando.
(c) Cuando hayas acabado de leerlo, todo lo demás te parecerá mucho más
simple en comparación. ¿Juegas? Bueno. Tu primera misión es
comprender el contextualismo funcional.
¿El qué funcional?
Contextualismo funcional. Vaya palabrejas, ¿no? El contextualismo
funcional es la filosofía de la ciencia que sustenta el modelo de la ACT.
Recibe su nombre porque analiza cómo funciona el comportamiento en
diferentes contextos. La palabra «función» es un término técnico (no uno
que utilizaría con los clientes) que encontrarás en la mayoría de los libros
sobre la ACT. Cuando preguntamos, «¿Cuál es la función de este
comportamiento?», queremos decir: «¿Qué efecto tiene este
comportamiento en esta situación? ¿Qué está logrando?». Para aclarar esto,
imagina cinco personas diferentes, en cinco situaciones diferentes, cada una
haciendo cortes en su antebrazo con un cuchillo afilado. Ahora trata de
encontrar cinco funciones posibles para tal comportamiento.
***
Aquí hay algunas posibilidades:
Llamar la atención.
Autocastigo.
Liberación de tensión.
Distracción de las emociones dolorosas.
Creación de arte corporal.
Sentir algo si se es «totalmente insensible».
Intento de suicidio.
Observa que, en todos estos escenarios, la forma del comportamiento es la
misma (cortarse el brazo con un cuchillo), pero la función del
comportamiento, o el efecto que está teniendo en esta situación, es
diferente. Ahora supongamos que tu amigo está perdido en sus
pensamientos y deseas llamar su atención. Piensa en cinco maneras
diferentes de comportamiento que podrían tener este efecto.
***
Aquí hay algunas ideas:
Lo saludas con la mano.
Le gritas: «Hola, ¿hay alguien allí?».
Viertes un vaso de agua sobre su cabeza.
Golpeas ruidosamente algunos muebles.
Dices: «¿Puedo llamar tu atención por un momento, por favor?».
En este ejemplo, puedes ver que muchas formas diferentes de
comportamiento tienen la misma función: todas tienen el efecto de llamar la
atención en esta situación. En el contextualismo funcional, estamos mucho
más interesados en la función de un comportamiento, en el efecto que tiene,
que en la forma del mismo. Cuando usamos el punto de elección, por
ejemplo, estamos analizando continuamente la función del comportamiento
del cliente en el contexto de la vida del cliente (más sobre lo que significa
«contexto» en un minuto). Preguntamos si funciona como un movimiento
hacia adelante o como un movimiento hacia atrás. Esto nos permite tener
una visión sin prejuicios del comportamiento del cliente; en lugar de
evaluar si es bueno o malo o correcto o incorrecto o positivo o negativo,
simplemente podemos verlo en términos de viabilidad. Recuerda: si su
comportamiento funciona de tal manera que lo ayuda a construir la vida que
desea, es viable; si funciona de la manera opuesta, es inviable.
TERMINOLOGÍA COMPLEJA
Un recordatorio rápido de que la palabra «comportamiento» significa todo lo que hace alguien.
El comportamiento abierto es el comportamiento físico: acciones que realiza con su cuerpo,
expresiones faciales, lo que dice, cómo se mueve, la postura de su cuerpo, etc. Comportamiento
encubierto significa acción psicológica, como pensar, enfocarse, desactivarse, aceptar y
recordar; comportamiento que llevas a cabo en tu mundo interior; comportamiento que una
cámara de vídeo, si está presente, nunca podría grabar.
Bien, ahora que tenemos claro qué significa «función», echemos un
vistazo a…
¡El contexto!
Todo comportamiento ocurre dentro de un contexto. Y el término técnico
«contexto» significa todo lo que influye en el comportamiento que estamos
analizando.
Esto puede incluir:
Emociones, sentimientos, estados de ánimo.
Eventos cognitivos (pensamientos, creencias, actitudes, suposiciones,
esquemas).
Procesos cognitivos (atención, recuerdos).
Factores interpersonales (quién más está presente, su historial de
relaciones pasadas con ellos).
Eventos sociales y culturales (días festivos, celebraciones tradicionales
y rituales).
El entorno físico (ubicación, mobiliario, clima, hora del día,
temperatura, olor).
Factores genéticos y epigenéticos.
Estados fisiológicos como sed, hambre, fatiga.
Consumo de drogas, alcohol, alimentos.
Salud física o enfermedad.
Estado social y cultural (clase social, posición y rango, grupos de
pares).
Historial de desarrollo y aprendizaje, incluido el estilo de apego.
Nuestro comportamiento ocurre en medio de una corriente de influencias
sin parar, vasta y siempre cambiante. Tan extensa y compleja es esta
corriente, que es imposible para nosotros saber todo lo que influye en
nuestro comportamiento en ese momento. Colectivamente, estas influencias
se conocen como el «contexto» en el que ocurre el comportamiento. Y
podemos dividir convenientemente cualquier contexto en dos grandes
categorías de influencia: antecedentes y consecuencias.
Los antecedentes son factores que desencadenan el comportamiento en
cuestión, es decir, lo preceden inmediatamente y señalan su ocurrencia.
Clínicamente, los antecedentes principales en los que nos enfocamos son
situaciones, pensamientos y sentimientos. Al utilizar el punto de elección,
los antecedentes siempre van al final, como se ilustra en la figura a
continuación. En este ejemplo, los movimientos hacia atrás son todos
formas de retiro social. Como lo ilustra el diagrama, hay muchos
antecedentes posibles para tales comportamientos.
En términos simples, podemos decir que cada comportamiento que
realizamos tiene beneficios (resultados que transmiten algún tipo de
beneficio o ganancia) y costes (resultados que son de alguna manera
perjudiciales).
Si los costes de un comportamiento hacen que éste se reduzca o se
detenga con el tiempo, entonces, en términos técnicos, los llamamos
consecuencias punitivas. Por ejemplo, si el cliente cancela un evento social
pero luego se siente intensamente solo y miserable por el resto de la noche,
y como resultado, comienza a cancelar eventos sociales con menos
frecuencia, técnicamente lo llamaríamos una consecuencia punitiva.
Si las recompensas de un comportamiento hacen que éste se mantenga o
aumente con el tiempo, entonces técnicamente las llamamos consecuencias
de refuerzo. Por ejemplo, si el cliente cancela un evento social y obtiene
una gran sensación de alivio al hacerlo, y esto lleva a que cancele aún más
en el futuro, entonces ésta es una consecuencia reforzadora.
A menudo es útil incluir los costes y los beneficios en el punto de
elección. Por ejemplo, en la siguiente figura, para ayudar al cliente a
comprender por qué sigue llevando a cabo su comportamiento problemático
(es decir, qué lo está reforzando), el terapeuta agrega los beneficios en la
parte superior del diagrama.
A menudo es muy útil mapear los antecedentes y las consecuencias de un
comportamiento de esta manera, especialmente cuando un cliente dice: «No
entiendo por qué sigo haciendo esto». El término técnico para dicho mapeo
es «análisis funcional», o también se le llama, de un modo más informal,
«detención de funciones». Cuando ejecutamos este proceso con un cliente,
éste puede aumentar rápidamente su conciencia y brindarle información
valiosa sobre su comportamiento: lo que lo desencadena (antecedentes) y lo
que lo mantiene en funcionamiento (consecuencias reforzadoras).
Al mismo tiempo, proporciona un gran trampolín para intervenciones
clínicas. Por ejemplo, en la figura anterior, podemos identificar fácilmente
los pensamientos para atacar con defusión, los sentimientos para atacar con
aceptación y las situaciones desafiantes para atacar con resolución de
problemas guiada por valores, establecimiento de objetivos y planificación
de acciones (que incluiría capacitación en habilidades sociales, si el cliente
tiene déficit en esta área).
Por supuesto, hay mucho más en el contextualismo funcional que esto,
pero hemos cubierto lo suficiente como para comenzar.
Para llevar
En la ACT, utilizamos continuamente todos los conceptos cubiertos en este
capítulo. Por ejemplo, utilizamos la mindfulness tanto para aumentar la
conciencia de los antecedentes (es decir, para fijarse en los pensamientos,
los sentimientos y las situaciones que desencadenan el comportamiento en
cuestión) como para rastrear las consecuencias del comportamiento (qué
efectos tiene, tanto a corto como a largo plazo). También utilizamos la
mindfulness y los valores para ayudar a las personas a cambiar la manera en
que responden a los antecedentes, de modo que esas mismas situaciones,
pensamientos y sentimientos que una vez desencadenaron movimientos
hacia atrás ahora se convierten en antecedentes para movimientos hacia
adelante. En capítulos posteriores, a medida que exploremos los procesos
principales de la ACT en profundidad, vincularé lo que estamos haciendo
una y otra vez con estos conceptos básicos de comportamiento. Pero por
ahora, el tiempo geek ha terminado.
conscientemente un suspiro de alivio).
(Ahora
puedes
respirar
CAPÍTULO 5
Preparándose para el éxito
Lo primero es lo primero
Aproximadamente la mitad de los problemas que encuentro en la
supervisión suceden porque los terapeutas se lanzan a la ACT sin establecer
efectivamente sus sesiones. Si nos tomamos el tiempo para configurar bien
nuestras sesiones, desde el primer momento, es probable que obtengamos
resultados mucho mejores. Así pues, en este capítulo y en el siguiente, te
daré un montón de sugerencias para hacerlo. (Y, por supuesto, como todo lo
que lees en este libro, acomoda y modifica cuanto desees para adaptarlo a tu
propia manera de trabajar).
La primera sesión
Los terapeutas llegan a la ACT desde una amplia gama de antecedentes y,
por lo tanto, a menudo tienen ideas muy diferentes sobre la primera sesión.
Por ejemplo, a muchos terapeutas les gusta hacer una «sesión de admisión»
o una «sesión de pretratamiento» antes de la primera sesión de terapia
«activa». Esto generalmente implica tomar un historial, completar
formularios de evaluación, realizar evaluaciones especializadas, como por
ejemplo un examen del estado mental, y acordar un contrato terapéutico.
Sin embargo, los profesionales con una breve orientación terapéutica
prefieren no hacer una sesión de pretratamiento; en su lugar, saltan a la
terapia activa en el primer encuentro con el cliente. Hay ventajas y
desventajas en ambos enfoques, y éste no es el lugar para discutirlas; así
que si la manera en que trabajas actualmente te está dando los resultados
que deseas, entonces quédate con ésa. A lo largo de este libro, trataré la
sesión número uno como el primer encuentro cliente-terapeuta (es decir,
supondré que no hay sesión de pretratamiento). Así, si no trabajas de esta
manera, modifica todas las sugerencias que siguen para incluir una sesión
de pretratamiento o para «estirar» la primera sesión hasta convertirla en
dos.
Idealmente, en la sesión número uno, nuestro objetivo es:
Establecer una relación.
Obtener el consentimiento informado.
Obtener un historial.
Establecer metas de comportamiento.
Si tenemos suficiente tiempo, también podemos:
Hacer un breve ejercicio experiencial.
Plantear alguna «tarea» sencilla.
Con clientes de alto funcionamiento o aquellos que tienen un problema muy
específico, a menudo podemos realizar todas las tareas anteriores en una
sola sesión. Sin embargo, para clientes de bajo funcionamiento o aquellos
con múltiples problemas e historias complejas, esto podría extenderse
fácilmente a dos sesiones o más.
También ten en cuenta que, si tu cliente tiene un largo historial de traumas
o experiencias repetidas de abuso y traición en las relaciones íntimas, puede
haber importantes problemas de confianza. Si es así, es posible que desees
pasar dos o tres sesiones principalmente obteniendo el historial y
construyendo una buena relación, yendo lentamente y tomándote tu tiempo
para establecer una relación de confianza.
En el capítulo 6 veremos cómo obtener un historial y establecer objetivos
de comportamiento, y en el capítulo 7 exploraremos ejercicios
experienciales breves y tareas simples que puedes llevar a cualquier sesión,
incluida la primera. En este capítulo, nos centraremos en construir una
buena relación y obtener el consentimiento informado.
Construyendo una relación y viendo el arcoíris
La relación terapéutica es de importancia central en la ACT. Y una de las
mejores maneras en que podemos fortalecerla es incorporar la ACT en la
sala de terapia. Cuando estamos totalmente presentes con nuestros clientes,
abiertos a cualquier contenido emocional que surja, desactivados de
nuestros propios juicios y actuando de acuerdo con nuestros valores
terapéuticos centrales de conexión, compasión, cuidado y ayuda, entonces
naturalmente facilitamos un trato cálido y amable, una relación abierta y
auténtica. De hecho, cuando prestamos toda nuestra atención a otro ser
humano con apertura, compasión y curiosidad, eso es terapéutico en sí
mismo.
Para cualquier cliente, es útil preguntarse: «¿Veo a esta persona como un
arcoíris o como un obstáculo?». Un arcoíris es un trabajo único y hermoso
de la naturaleza. No lo vemos como un problema o un obstáculo; más bien,
nos sentimos agradecidos y asombrados de estar en su presencia. Entonces,
¿podemos tener una actitud similar frente a nuestros clientes? ¿Podemos
realmente apreciar su singularidad y el don que se nos ha otorgado de
trabajar a un nivel tan profundo con nuestros semejantes?
Cuando los clientes están profundamente atrapados, es decir,
extremadamente fusionados y evasivos, la terapia a menudo se vuelve
extremadamente difícil o se detiene. No es sorprendente que los terapeutas
encuentren esto desafiante. Cuando trabajamos con clientes muy atascados,
y no estamos progresando, nuestras mentes suelen comenzar a juzgar
rápidamente. Y si nos enganchamos a esos juicios, comenzamos a ver a
nuestros clientes como obstáculos: se interponen en nuestro camino, evitan
que hagamos nuestro trabajo, son una molestia.
Por lo tanto, es esencial aplicar la ACT a nosotros mismos en estas
situaciones: desengancharnos de nuestros juicios y, en su lugar, prestar
atención a nuestros clientes con apertura, curiosidad y aprecio.
Una relación compasiva y respetuosa con nuestros clientes es esencial
para hacer una buena ACT; sin ella, nuestras intervenciones están casi
garantizadas para fallar, para ser contraproducentes o inválidas. Desarrollar
y mantener la relación terapéutica es un tema fundamental, por lo que en el
capítulo 30 lo exploraremos con más profundidad. Por ahora, sólo tengo un
punto más que destacar: la postura de la ACT de igualdad radical entre
clientes y terapeutas: la idea de que todos estamos en el mismo barco. Al
igual que nuestros clientes, los terapeutas nos enredamos fácilmente en
nuestras mentes, perdemos el presente y participamos en batallas inútiles
con nuestros propios pensamientos y sentimientos. Al igual que nuestros
clientes, perdemos contacto repetidamente con nuestros valores
fundamentales y actuamos de manera autodestructiva. Y al igual que
nuestros clientes, nos enfrentamos a muchos aspectos de una vida humana
plena: desilusión, rechazo, fracaso, traición, pérdida, soledad, conflicto,
enfermedad, lesiones, dolor, resentimiento, ansiedad, inseguridad y muerte.
Entonces, dado que los clientes y los terapeutas son compañeros en el
mismo viaje humano inspirador y doloroso, ambos podemos aprender
mucho el uno del otro.
La metáfora de las dos montañas (Hayes, Strosahl y Wilson, 1999) es una
buena manera de transmitir esta postura de igualdad. Muchos terapeutas la
comparten en la primera sesión.
Metáfora de las dos montañas
Terapeuta: Sabes, muchas personas acuden a la terapia creyendo que el
terapeuta es una especie de ser iluminado, que ha resuelto todos sus
problemas, que lo tiene todo arreglado, pero no es así. Es más como si
estuvieras escalando tu montaña ahí, y yo estoy escalando mi montaña
aquí. Y, desde donde estoy en mi montaña, puedo ver cosas en tu montaña
que no puedes ver, como si hubiera una avalancha a punto de suceder, o
un camino alternativo que podrías tomar, o si no estás usando tu pico con
eficacia.
Pero odiaría que pienses que he llegado a la cima de mi montaña, y
estoy sentado, tomándomelo con calma. El hecho es que todavía estoy
escalando, sigo cometiendo errores y aprendiendo de ellos. Y
básicamente, todos somos iguales. Todos estamos escalando nuestra
montaña hasta el día de nuestra muerte. Pero aquí está la cosa: puedes
mejorar cada vez más en la escalada, y mejorar cada vez más en aprender
a apreciar el viaje. Y de eso se trata el trabajo que hacemos aquí.
Obtención del consentimiento informado en la ACT
En algún momento de la primera sesión, necesitamos obtener el
consentimiento informado del cliente para realizar la ACT. Mi preferencia
personal es hacer esto antes de la mitad de la sesión. Podríamos decir algo
como: «Hay mucho más que quiero saber sobre lo que te está sucediendo,
contra qué estás luchando, y así sucesivamente, y volveremos a eso en
breve, pero podríamos tomarnos un par de minutos para hablar sobre el tipo
de terapia que hago, en qué consiste, cuánto tiempo lleva asegurarme de
que sea el enfoque adecuado para ti. ¿Te parece bien?».
Explicando qué es la ACT y lo que implica
Como mínimo, te recomiendo que incluyas los siguientes puntos al obtener
el consentimiento para realizar la ACT. (Y recuerda modificar el lenguaje
para adaptarlo a tu forma de hablar y la de tu clientela):
La ACT es una forma muy activa de terapia/entrenamiento. No es sólo
hablar de tus problemas y de tus sentimientos.
La idea es que trabajemos juntos como un equipo, para ayudarte a
construir el tipo de vida que deseas vivir.
Una gran parte de este enfoque implica aprender habilidades para
desengancharse de los pensamientos y sentimientos difíciles: aprender a
reducir su impacto y quitarles su poder, para que no puedan sacudirte,
detenerte o derribarte.
También implica aclarar tus valores: descubrir qué es lo que te importa,
qué quieres defender en la vida, qué fortalezas y cualidades deseas
desarrollar y cómo quieres tratarte a ti mismo y a los demás. Y tomar
medidas para resolver tus problemas, enfrentarte a tus desafíos y hacer
cosas que mejoren tu vida.
Quiero que después de cada sesión te vayas de aquí con un plan de
acción: algo práctico para utilizar para marcar una diferencia activa en
tu vida.
A veces te pediré que pruebes cosas nuevas que pueden sacarte de tu
zona de confort, como aprender nuevas habilidades para manejar
pensamientos y sentimientos difíciles, pero no estás obligado a
hacerlas. Siempre eres libre de decir no a cualquier cosa que te sugiera.
Una vez que haya cubierto estos puntos, las siguientes dos metáforas
pueden ser extremadamente útiles.
Metáfora de pulsar pause
La metáfora de pulsar pause no es esencial, pero la recomiendo, por razones
que explicaré en breve. Idealmente, preséntalo inmediatamente después del
consentimiento informado. Dice así:
Terapeuta: ¿Puedo tener permiso para pulsar pause de vez en cuando, de
modo que si veo que haces algo que parece que podría ser realmente útil,
en términos de lidiar con tus problemas y mejorar tu vida, puedo
disminuir el ritmo de la sesión y hacer que te des cuenta de lo que estás
haciendo?
Por ejemplo, puedo pedirte que hagas una pausa o disminuyas la
velocidad, respires profundamente un par de veces, te percates de lo que
estás pensando, sintiendo, diciendo o haciendo. De esa manera, podrás ver
más claramente lo que estás haciendo, y podremos ver maneras en que
puedes usarlo fuera de esta sala. ¿Te parece bien?
¿Y también puedo pulsar pause si veo que haces algo que parece que
puede estar contribuyendo a tus problemas o empeorándolos, para que
podamos abordarlo?
Y, por supuesto, esto va en ambos sentidos: tú también puedes pulsar
pause en cualquier momento que lo desees.
Con este acuerdo mutuo de «pulsar pause», ahora tienes una intervención
de mindfulness realmente simple que puedes realizar en cualquier momento
de la sesión, ya sea para interrumpir el comportamiento problemático o para
reforzar el comportamiento psicológicamente flexible a medida que surge
durante la sesión.
Por ejemplo, supongamos que el cliente levanta la voz y se vuelve
agresivo con sus palabras e intimida con su lenguaje corporal. El terapeuta
podría decir: «¿Recuerdas que dijiste que podía pulsar pause a veces? Creo
que ésta es una de esas veces en la que resultaría útil hacerlo. ¿Puedo
pedirte que te detengas por un momento; sólo respira un par de veces,
tómate un instante para fijarte en cómo estás hablando, tu tono de voz, las
cosas que estás diciendo, la manera en que aprietas los puños… ¿Puedo
pedirte que te fijes en ello y en lo que sientes ahora? Yo mismo lo estoy
haciendo y me doy cuenta de que me siento bastante intimidado». El
terapeuta ha interrumpido el comportamiento del cliente y ahora puede
intervenir de muchas maneras: trabajando en la conexión con la tierra y en
el centrado, o desviándolo de los pensamientos enojados, o explorando sus
sentimientos de ira, o practicando habilidades de asertividad, y así
sucesivamente.
El terapeuta también puede poner en práctica una táctica interpersonal:
«En este momento, no me parece que seamos un equipo. Siento que hay
mucha tensión entre nosotros. ¿Te parece bien si echamos un vistazo a lo
que está pasando aquí y veamos si podemos volver a trabajar en equipo
nuevamente?».
Ahora supón que tu cliente generalmente está distraído y desinteresado,
pero, de repente, te das cuenta de que está realmente comprometido: está
sentado erguido en lugar de encorvado, te mira a ti en lugar de al suelo, y
parece interesado en lugar de aburrido. Éste es un comportamiento
psicológicamente flexible que deseas reforzar. Si lo ignoras, lo das por
sentado o no lo comentas, estás perdiendo una oportunidad. Así, podrías
decir algo como: «¿Puedo pulsar pause por un momento? No puedo evitar
notar que estás haciendo algo muy diferente en este momento. Hace unos
minutos estabas encorvado y mirando al suelo… y ahora, ¿notas cómo te
sientas diferente y te muestras interesado? Tengo que decirte que es una
gran diferencia. Me siento mucho más conectado contigo, ahora siento que
realmente somos un equipo».
CONSEJO PRÁCTICO
Nunca podemos saber con certeza de antemano qué es lo que reforzará el comportamiento de un
cliente, pero sí hacer una buena suposición. Cuando ayudamos al cliente a fijarse en su
comportamiento y el efecto positivo que está teniendo, esto generalmente será una consecuencia
reforzadora; es decir, veremos aumentar el comportamiento. Pero supongamos que vemos que el
comportamiento en cuestión se reduce, por ejemplo, si el cliente se siente avergonzado o
cohibido y deja de hacerlo. Si es así, entonces lo que dijimos fue, en realidad, una consecuencia
punitiva, en cuyo caso, dejaríamos de hacerlo y probaríamos una estrategia diferente.
Después del discurso sobre pulsar pause de antes, puedes seguir probando
la metáfora de la guitarra, que viene a continuación.
Metáfora de la guitarra
Terapeuta: Hacer ACT es un poco como tocar la guitarra. No podemos
aprender a tocarla pensando, leyendo o hablando de ello; la única manera
en que podemos aprender es cogerla y comenzar a tocar las cuerdas. Así
que voy a llevarte a través de estas nuevas habilidades durante la sesión,
aquí conmigo, y eso será útil. Pero lo que marcará la diferencia es que las
practiques en casa. De nuevo, es como aprender a tocar la guitarra; si
quieres obtener algo bueno, tienes que practicar. Entonces, te pediré que te
lleves estas nuevas habilidades a casa y practiques entre sesiones.
Defusión desde la duda
Supongamos que tu cliente ahora expresa alguna duda o incertidumbre:
«No creo que esto me funcione». Tales pensamientos son perfectamente
naturales, y sólo son problemáticos si el cliente se fusiona con ellos.
Entonces aquí tenemos una oportunidad perfecta para establecer un
contexto de aceptación y defusión. Por ejemplo, podríamos decir: «Ése es
un pensamiento perfectamente natural. Muchas personas tienen dudas al
principio. Y la verdad es que no hay un tratamiento conocido que garantice
que funcione para todos. Así que no puedo prometer que esto funcionará en
tu caso. Podría decirte que ha funcionado en muchas otras personas, y
podría mostrarte todos los estudios publicados y los documentos de
investigación, etc., pero eso tampoco garantizaría que a ti te funcione. De
hecho, si alguna vez vas a ver a un profesional de la salud (médico, dentista,
psicólogo, terapeuta, lo que sea) y te garantiza, cien por cien, que tal o cual
cosa te funcionará, te recomiendo que cambies de profesional de la salud,
porque está mintiendo o está engañando».
En este punto, el cliente a menudo sonreirá o se reirá. Luego podemos
pasar a introducir una simple defusión de la siguiente manera:
Terapeuta: Por supuesto, espero que esto te ayude, de lo contrario no
seguiría trabajando contigo. Pero esto es lo que predigo. Tu mente va a
albergar dudas, al menos durante las primeras sesiones. Seguirá diciendo
cosas como: «Esto no funcionará». Y cada vez que surgen ese tipo de
pensamientos, hay que tomar una decisión: podemos darnos por vencidos
y detener la sesión porque tu mente te dice que no funcionará, o podemos
dejar que tu mente diga eso y continuar trabajando y poniéndole toda
nuestra energía.
Cliente: Lo entiendo.
Terapeuta: Entonces, aunque tu mente diga: «Esto no funcionará»,
¿podemos continuar?
Cliente: Claro.
Observa en la transcripción anterior que no estamos desafiando el
pensamiento del cliente. Más bien, lo estamos validando como natural y
normal. Y estamos estableciendo un contexto donde: (a) está bien que el
cliente tenga ese pensamiento (aceptación) y (b) el pensamiento está
presente pero no controla las acciones del cliente (defusión). En el capítulo
12, veremos cómo llevar esta simple intervención un paso más allá, cuando
los clientes se fusionan con la desesperanza.
Reducción del riesgo de deserción
Si sabes o sospechas que es probable que tu cliente abandone la terapia,
entonces es útil decir algo como esto: «A veces, la terapia puede ser un
poco como una montaña rusa. Pero tú y yo somos un equipo, y yo estaré en
la montaña rusa contigo. Y a veces puedes sentir la necesidad de abandonar
la terapia. Y eso es completamente normal, sobre todo si te enfrentas a un
problema o desafío muy importante. Entonces, si alguna vez comienzas a
sentirte así, ¿estarías dispuesto a compartirlo conmigo, por favor, para que
podamos trabajar con esos sentimientos durante nuestras sesiones? Porque
odiaría que abandones cuando estás a punto de hacer un gran avance».
Acuerdo con el número de sesiones
¿Cuántas sesiones de la ACT necesita un cliente? Bueno, es imposible
saberlo. ¡He visto cosas increíbles en una sola sesión de la ACT, y también
he tenido clientes con los que trabajé regularmente durante tres o cuatro
años! Como regla general, cuanto mayores sean los problemas de tus
clientes en número, duración, gravedad e impacto en su calidad de vida,
mayor será la duración de la terapia. Sin embargo, esto no es
necesariamente así.
La ACT se puede realizar en muchos formatos diferentes, incluidos éstos:
Terapia a largo plazo: Por ejemplo, un protocolo para la ACT para
clientes con trastorno límite de la personalidad dura cuarenta sesiones
grupales, cada una de dos horas (Brann, Gopold, Guymer, Morton y
Snowdon, 2007).
Terapia breve: Por ejemplo, un protocolo popular de la ACT para
clientes con trastornos de ansiedad se basa en doce sesiones de una hora
(Eifert y Forsyth, 2005), y un estudio publicado para la ACT con estrés
y dolor crónicos se basa en un protocolo de ocho horas (Dahl et al.,
2004).
Terapia muy breve: Por ejemplo, un estudio publicado sobre la ACT
para clientes con esquizofrenia crónica consistió en sólo tres o cuatro
sesiones de una hora. Esa intervención muy breve condujo a una
reducción de casi el 50 % en las tasas de reingreso hospitalario (Bach y
Hayes, 2002). (Obviamente, con estas breves intervenciones de la ACT,
no es como si el cliente abrazara plena y completamente la vida
consciente y basada en valores y nunca más tuviera problemas. Más
bien podemos ofrecer los elementos centrales de la ACT: estar presente,
abrirse, hacer lo que importa, bastante rápido y con beneficios
significativos. El cliente se convierte en su propio terapeuta de la ACT
y la vida presenta todo tipo de problemas y desafíos, que le brindan
oportunidades para desarrollar aún más sus habilidades).
Muchos libros sobre la ACT sugieren que programes doce sesiones
inicialmente, pero este número no tiene nada de mágico, por lo que puedes
ajustarlo para que se adapte a tu clientela. Por ejemplo, en Australia, el país
donde vivo y practico, no existe el mismo grado de apertura a la terapia que
en Estados Unidos; por lo tanto, normalmente programo sólo seis sesiones
inicialmente.
En esta coyuntura, le decimos al cliente que la terapia no es un viaje fácil,
sino que implica altibajos. Por ejemplo, podrías decirle: «Una cosa que
debo mencionar es que la terapia no siempre progresa sin problemas. A
veces das un gran salto hacia adelante, y a veces das un paso atrás. Por lo
tanto, por lo general, recomiendo seis sesiones inicialmente, y después de
eso podemos evaluar cómo va y ver si se necesitan más. Y tú serás quien
tome la decisión sobre eso, no yo. Juzgarás si estamos progresando o no. La
verdad es que algunas personas no necesitan las seis sesiones completas, y
otras terminan necesitando más. Realmente varía mucho. Entonces,
¿estarías dispuesto a comprometerte inicialmente con seis?».
¿Cuán directiva es la ACT?
Al hacer la ACT, podemos ser tan directivos o no directivos como lo
deseemos. Depende de las capacidades del cliente y las demandas de la
situación. Para los clientes de bajo funcionamiento, con muchos problemas
y déficits significativos en las habilidades de afrontamiento, generalmente
tendremos que ser bastante directivos: deberemos establecer una agenda
clara al comienzo de cada sesión y dirigir al cliente a ella con tanta
frecuencia como sea necesario para asegurarnos de que aprende
activamente nuevas habilidades, aclara valores, establece objetivos y crea
planes de acción durante la sesión. Pero con clientes de mayor
funcionamiento y automotivación, podemos ser mucho menos directivos.
Por lo tanto, podemos valorar cuán directivos somos en cualquier sesión
para satisfacer las necesidades del cliente único que tenemos frente a
nosotros. Sin embargo, es imposible ser completamente no directivo al
enseñar habilidades de mindfulness a las personas; necesitamos dar
instrucciones, sugerencias y comentarios a los clientes para asegurarnos de
que aprendan y apliquen sus nuevas habilidades.
Habilidades
Si eres como yo, tienes tendencia a leer ensayos y libros de texto y esperas
a que todo se «hunda» para que puedas llevarlo rápidamente a la sala de
terapia. No hay dos maneras de hacerlo: no aprenderás la ACT simplemente
leyendo un libro. Así que espero que hayas estado haciendo estas secciones
de Habilidades. Para este capítulo, tu desafío es simplemente hacer lo
siguiente:
Lee todos los diálogos del terapeuta anteriores. Léelos en voz alta,
como si fueras un actor ensayando el papel para una obra de teatro; o si
no estás dispuesto a hacerlo, al menos revísalos en tu cabeza.
Mientras lees cada guion, modifícalo: ponlo en tus propias palabras.
Idealmente, haz esto varias veces, hasta que te sepas cada frase, para que
puedas, si lo deseas, resumir rápidamente todos los puntos clave a colegas,
profesionales de la salud aliados o personas que conozcas en la gran final
del Campeonato Mundial de Ajedrez. No puedo exagerar la importancia de
esto: si no practicas esto fuera de las sesiones, es probable que no lo
recuerdes cuando estés en una sesión.
Para llevar
La conclusión principal de este capítulo es: configura tus sesiones de
manera efectiva. Es como sentar los cimientos de la casa que vas a
construir. Si los cimientos no se colocan correctamente, puedes esperar
muchos problemas durante el proceso de construcción. El consentimiento
informado es una parte esencial de estos cimientos; no puedes permitirte el
lujo de saltártelo. Y también lo es construir una alianza fuerte, ¡así que mira
a tus clientes como un arcoíris, no como obstáculos!
CAPÍTULO 6
¿Cuál es el problema?
Mirando con los ojos de la ACT
Una de las cosas que los novatos de la ACT a menudo encuentran difícil es
ver los problemas de un cliente a través de los seis procesos principales.
Para ayudarte a hacer esto, echemos otro vistazo rápido al punto de elección
que se muestra a continuación. Esto resume la esencia de la mayoría de los
problemas clínicos desde una perspectiva de la ACT.
Los lados inferior e izquierdo del diagrama resumen las características
principales de casi todos los problemas clínicos y trastornos psiquiátricos:
A. El cliente está lidiando con situaciones difíciles (que pueden incluir
todo tipo de problemas de salud, relaciones, financieros, legales,
médicos, domésticos, estilo de vida y ocupacionales) y experimenta una
variedad de pensamientos y sentimientos difíciles. (Recuerda:
«pensamientos y sentimientos» es la abreviatura de todas las
experiencias privadas, incluidas las emociones, los recuerdos, los
deseos, los impulsos y las sensaciones físicas).
B. Cuando el cliente responde inflexiblemente a sus pensamientos y
sentimientos, con fusión y/o evitación (se «engancha»), se comporta de
una manera incongruente y autodestructiva con valores que empeoran
su vida a largo plazo («movimientos hacia atrás»).
El lado derecho del diagrama nos recuerda que el resultado que queremos
de la ACT es la vida consciente («desenganchado»), basada en valores
(«movimientos hacia adelante»). En otras palabras, queremos desarrollar
«habilidades de desenganche» (defusión, aceptación, autocontrol, atención
flexible) y llevar a cabo una acción comprometida guiada por valores
(«movimientos hacia adelante») para crear una vida lo más rica, plena y
significativa posible.
Cuando recibimos un historial, a nuestros clientes generalmente les resulta
mucho más fácil describir su sufrimiento y sus luchas (flecha inferior e
izquierda) que describir lo que quieren hacer para construir una vida rica y
significativa (flecha derecha). Sin embargo, para que seamos efectivos
como terapeutas, necesitamos conocer ambos conjuntos de información.
Afortunadamente, hay todo tipo de herramientas y técnicas para ayudar a
las personas a aclarar sus valores y objetivos, como veremos en el capítulo
19.
Hay dos preguntas clave que nos permiten conceptualizar rápidamente
cualquier cuestión o problema desde la perspectiva de la ACT:
1. ¿En qué dirección valorada quiere moverse el cliente?
2. ¿Qué se interpone en el camino del cliente?
Miremos esto con más detalle.
¿En qué dirección valorada quiere moverse el cliente?
Aquí buscamos aclarar valores: ¿cómo quiere el cliente crecer y
desarrollarse? ¿Qué fortalezas o cualidades personales quiere cultivar?
¿Cómo quiere comportarse? ¿Cómo quiere tratarse a sí mismo? ¿Qué tipo
de relaciones quiere construir? ¿Cómo quiere tratar a los demás en esas
relaciones? ¿Qué quiere representar en la vida? ¿Qué quiere defender frente
a esta crisis o situación desafiante? ¿Qué dominios de la vida son más
importantes? ¿Qué objetivos congruentes con los valores tiene actualmente?
Una vez que podamos responder a la pregunta: «¿En qué dirección
valorada quiere avanzar el cliente?», podemos usar ese conocimiento para
establecer objetivos congruentes con los valores y para guiar, inspirar y
mantener una acción continua. Y si no podemos responder a esta pregunta,
eso nos indica que tendremos que trabajar un poco para aclarar los valores,
establecer las metas o generar los planes de acción.
¿Qué se interpone en el camino del cliente?
Esta pregunta se refiere a las barreras psicológicas: ¿qué impide que el
cliente actúe efectivamente frente a los desafíos de la vida? Las barreras
psicológicas pueden incluir cualquiera o todos de los seis procesos de
rigidez psicológica que cubrimos en el capítulo 2: fusión cognitiva,
evitación experiencial, atención inflexible, lejanía de los valores, acción
inviable y fusión con el autoconcepto. No todos estos procesos serán
relevantes para cada cliente, pero la mayoría sí, al menos en cierta medida,
en la mayoría de los clientes.
Cuando compilemos el historial de un cliente, gran parte de éste implicará
la recopilación de respuestas a las dos preguntas clave anteriores.
Compilar un historial
Compilar un historial rara vez es un proceso limpio, ordenado y lineal. Por
lo general, reunimos partes y piezas a medida que avanzamos, saltando
hacia atrás, hacia adelante y hacia los lados para completar progresivamente
la imagen de la vida actual del cliente, los problemas contra los que está
luchando y la historia pasada relevante. Afortunadamente, no necesitamos
reunir toda nuestra información en una sola sesión; siempre podemos reunir
más historial más tarde, según sea necesario. Para que la compilación del
historial sea más rápida y fácil, les pido a los clientes que completen un par
de hojas de trabajo antes de la primera sesión. (Le envío por correo o por
correo electrónico al cliente las hojas de trabajo o le pido que llegue veinte
minutos antes y las complete en la sala de espera). Dos hojas de trabajo que
he encontrado especialmente útiles para este propósito son «Diseccionar el
problema» y «Ojo de buey». Los encontrarás al final del capítulo (y para las
versiones imprimibles, ves a «Bits extra»). Échales un vistazo rápido ahora,
luego regresa a este punto.
Si queremos obtener rápidamente un sentido de los valores en diferentes
dominios de la vida, la hoja de trabajo más rápida y fácil que conozco es el
«Ojo de buey». Ésta divide la vida en cuatro dominios: trabajo/educación,
crecimiento personal/salud, relaciones y ocio. Cuando los clientes la
completan por primera vez, es probable que obtengas una gran mezcla de
valores, deseos, necesidades y objetivos: un excelente punto de partida para
una mayor exploración.
La hoja de trabajo «Disección del problema» divide el sufrimiento del
cliente en cuatro componentes clave: fusión con pensamientos, fusión con
sentimientos, evitación experiencial y acción inviable. Les pido a mis
clientes que completen estas hojas de trabajo lo mejor que puedan y que las
traigan a la primera sesión. Les explico que, aunque sólo escriban unas
pocas palabras, ya es un buen comienzo. Alternativamente, puedes
completar estas hojas de trabajo durante la sesión o darlas como «tarea»
para completar después de la sesión.
¿Cuánto historial compilamos?
Recopilar el historial de un cliente puede llevar desde unos minutos hasta
una hora, dependiendo de la situación. Por ejemplo, el libro ACT in
Practice (Bach & Moran, 2008) recomienda una sesión completa para
compilar un historial detallado y conceptualizar cuidadosamente los
problemas del cliente. Por otro lado, en entornos de atención primaria,
donde el terapeuta puede tener solo dos o tres sesiones de quince a treinta
minutos cada una, el historial debe ser muy breve (Robinson, 2008).
Entonces, una vez más, el mensaje es: adapta la ACT a tu propia manera
de trabajar, tu propio estilo y tu propia clientela. Y cuando recopiles el
historial, no dudes en utilizar las herramientas de evaluación estandarizadas
que desees. Sin embargo, una advertencia: muchas herramientas de
evaluación populares miden los cambios en el número, la frecuencia o la
gravedad de los síntomas (es decir, los cambios en la forma de los
síntomas), pero no los cambios en el impacto o la influencia de los síntomas
(es decir, los cambios en la función de los síntomas). Sin embargo, en la
ACT, nuestro interés está en cambiar la función de los síntomas en lugar de
la forma. Por lo tanto, aunque no es absolutamente necesario que utilices
herramientas de evaluación específicas de la ACT, como el AAQ-II
(Acceptance and Action Questionnaire, «Cuestionario de aceptación y
acción II»; Bond et al., 2011), pueden ser muy útiles. No hablaré de tales
herramientas en este libro, pero puedes descargar una amplia variedad en
www.contextualscience.org
Ahora, supongo que ya tienes un procedimiento para recopilar el historial,
por lo que a continuación encontrarás algunos consejos para ayudarte a
adaptar lo que ya hace la ACT.
Ocho áreas clave del historial
Al compilar una historia para preparar la implementación de la ACT, hay
ocho áreas clave para explorar:
1. La presentación de la(s) queja(s).
2. La evaluación inicial de los valores.
3. El contexto actual de vida.
4. El historial pasado relevante.
5. La rigidez psicológica.
6. Los factores motivacionales.
7. La flexibilidad psicológica.
8. Los recursos del cliente.
Sólo tocaré brevemente cada uno de ellos.
1. La presentación de la(s) queja(s)
Básicamente, a este respecto deseas recopilar la información que se
encuentra abajo y a la izquierda en el punto de elección: las situaciones
difíciles a las que se enfrenta el cliente, los pensamientos y sentimientos
que lo enganchan y sus comportamientos autodestructivos cuando se
engancha. (Y recuerda: nunca te sientas obligado a usar el punto de
elección; es una herramienta para tu conveniencia, para que la utilices
sólo si lo deseas).
2. La evaluación de los valores iniciales
Como parte del historial, queremos tener una idea de los valores del
cliente. A veces, es casi imposible obtener esta información por
adelantado, por lo que veremos cómo hacerlo en los capítulos 19 y 20.
Sin embargo, un buen punto de partida es el «Ojo de buey».
3. El contexto actual de la vida
El contexto actual de la vida incluye salud, medicamentos, trabajo,
finanzas, relaciones, situación social, familia, cultura, estilo de vida
(incluyendo dieta, ejercicio, tabaquismo, drogas y alcohol), problemas
legales o financieros, etc. Cuando exploramos el contexto actual de la
vida, descubrimos barreras externas (en oposición a las barreras
psicológicas) para construir una vida rica y plena como el desempleo, las
enfermedades y la pobreza. Esto requerirá una resolución de problemas
basada en valores y una planificación de la acción.
4. El historial pasado relevante
La ACT está muy centrada en el presente, pero es importante recopilar
el historial pasado cuando sea directamente relevante para los problemas
actuales. En particular, queremos conocer relaciones significativas
(pasadas y presentes) y cómo los clientes han resultado impactados por
ellas. Tal historial puede ser especialmente útil para desarrollar la
autoaceptación y la autocompasión.
5. La rigidez psicológica
Busca los seis procesos centrales de la rigidez psicológica que
describimos en el capítulo 2. Nuevamente, éstos son fusión (con
razones, reglas, juicios, pasados y futuros), evitación experiencial,
lejanía de valores, acción inviable, atención inflexible y fusión con
autoconcepto. No confíes únicamente en los informes de los clientes;
permanece atento a tales comportamientos, ya que surgen
espontáneamente durante la sesión.
6. Los factores motivacionales
Comienza a identificar factores motivacionales positivos como, por
ejemplo, metas, sueños, deseos, visiones y valores. Y también identifica
factores motivacionales negativos como, por ejemplo, la fusión con la
impotencia o las consecuencias reforzadoras de los comportamientos
problemáticos.
7. La flexibilidad psicológica
Busca evidencias de los seis procesos básicos de la flexibilidad
psicológica: los valores, la acción comprometida, la defusión, la
aceptación, la atención flexible (contacto con el momento presente), y el
yo como contexto. De nuevo, no confíes únicamente en los informes de
los clientes; permanece atento a tales comportamientos, ya que surgen
espontáneamente durante la sesión.
8. Los recursos del cliente
¿Qué fortalezas, habilidades y otros recursos personales tiene el cliente
que podrían utilizarse? ¿A qué recursos externos puede acceder el
cliente? ¿A quién puede recurrir para obtener ayuda, apoyo y aliento?
En capítulos posteriores, descubrirás muchas preguntas útiles que puedes
formular para desarrollar estas áreas clave del historial, pero, por ahora,
quiero pasar a un tema extremadamente importante.
Establecimiento de objetivos de comportamiento
para la terapia
Hagas lo que hagas, no te saltes ni pases por alto esta parte del capítulo. Es
muy importante. Numerosos problemas que encuentro en la supervisión se
deben a un error principal: el capacitador o el terapeuta no ha logrado
establecer objetivos de comportamiento para la terapia. Las metas de
comportamiento son metas de «hacer»: describen lo que quieres hacer.
(Recordatorio rápido: el comportamiento encubierto es una acción
psicológica: lo que hacemos en nuestro mundo interno y privado. El
comportamiento encubierto es una acción física: todas las cosas que
hacemos con nuestro cuerpo físico).
Para establecer objetivos de comportamiento, podemos preguntar:
Si el trabajo que hacemos aquí es exitoso, entonces…
¿Qué harás diferente?
¿Qué comenzarás a hacer/dejarás de hacer?
¿Qué harás más y qué harás menos?
¿Cómo te tratarás de manera diferente a ti mismo, a los demás, al
mundo?
¿Qué personas, lugares, eventos, actividades, desafíos abordarás, con
cuáles comenzarás, reanudarás o contactarás (en lugar de evitarlos,
retirarte, abandonar o mantenerte alejado)?
Las preguntas anteriores a menudo tienden a provocar objetivos de
comportamiento abiertos. Para establecer objetivos de comportamiento
encubiertos, podemos hacer preguntas como:
¿Hay alguna tarea o actividad en la que puedas enfocarte o participar
mejor?
¿Hay personas con las que estarás más atento o más presente?
¿Hay alguien o algo que puedas apreciar más?
Metas emocionales versus metas conductuales
Cuando establecemos objetivos terapéuticos en la ACT, debemos tener en
cuenta esta distinción crucial:
Metas emocionales = cómo quiero sentirme
Metas de comportamiento = lo que quiero hacer
¿Adivinas qué tipo de objetivos presentan casi siempre nuestros clientes?
¡Sí! Traen sus metas emocionales al despacho: cómo quiero sentirme
(«Quiero sentirme Y», por ejemplo, feliz, relajado) o no sentirme («Quiero
dejar de sentir X», por ejemplo, deprimido, ansioso).
Los objetivos emocionales comunes incluyen: recuperarse de la depresión
(u otro trastorno de salud mental), dejar de sentirse tan ansioso, aumentar la
autoestima, desarrollar la autoestima, superar lo que sucedió, recuperar el
antiguo yo, sentirse feliz, sentirse bien, dejar de sentirse como una mierda,
tener más confianza, dejar de dudar de uno mismo, sentirse más tranquilo,
reducir la ansiedad, dejar de enfadarse…
Estos objetivos básicamente se reducen a la misma agenda:
¡Quiero deshacerme de mis pensamientos y sentimientos no deseados!
¡Quiero sentirme bien!
Y, por supuesto, es completamente natural y se espera que los clientes
presenten objetivos emocionales. Todos queremos sentirnos bien, a nadie le
gusta sentirse mal. Lamentablemente, sin embargo, si estamos de acuerdo
con tales objetivos, no será posible realizar la ACT. ¿Por qué no? Porque
los objetivos emocionales refuerzan la agenda de la evitación experiencial:
el intento continuo de evitar y deshacerse de los pensamientos y
sentimientos no deseados. En la ACT, nuestro objetivo es socavar
activamente la evitación experiencial y abrir al cliente a una agenda
radicalmente diferente: la aceptación experiencial (que también se conoce
como «disposición»). Entonces, si estamos de acuerdo con las metas
emocionales, no podremos aplicar la ACT.
Sin embargo, no queremos confrontar activamente tales objetivos
emocionales (a menos que hagamos una intervención específica llamada
«desesperanza creativa», que abordamos en el capítulo 8). Lo que queremos
hacer es replantearlos suavemente como objetivos de comportamiento; con
éstos podemos trabajar.
Reconvertir los objetivos emocionales en objetivos
conductuales
¿Estás completamente despierto? Espero que sí, porque es muy importante
que recuerdes la siguiente frase: «Aprender una nueva habilidad» es un
objetivo de comportamiento.
Sí, es correcto. Y esto, por supuesto, incluye el aprendizaje de habilidades
psicológicas y físicas. Así, para muchos clientes, uno de los primeros
objetivos de comportamiento que acordamos es «aprender nuevas
habilidades para manejar estos pensamientos y sentimientos difíciles de
manera más efectiva». (Estoy seguro de que recordarás esto en parte del
proceso de consentimiento informado que analizamos en el capítulo 5). Así
que echemos un vistazo a algunos ejemplos de cómo podemos utilizar esta
idea de desarrollo de habilidades para replantear los objetivos emocionales
como objetivos conductuales.
Objetivo emocional # 1
Cliente: No quiero hacer nada diferente. Sólo quiero dejar de sentirme así.
Sólo
quiero
deshacerme
de
estos
pensamientos/sentimientos/emociones/recuerdos.
Reformulación del objetivo de comportamiento
Terapeuta: Por lo tanto, parece que gran parte de nuestro trabajo aquí tendrá
que ver con aprender nuevas habilidades para manejar estos
pensamientos/sentimientos/emociones/recuerdos difíciles de manera más
efectiva.
Objetivo emocional # 2
Cliente: Sólo quiero sentirme bien (o feliz, confiado, tranquilo, enamorado,
etc.).
Reformulación del objetivo de comportamiento
Terapeuta: Entonces no te sientes como querrías. ¿Puedes decirme qué tipo
de pensamientos y sentimientos difíciles te están agobiando? (El terapeuta
recopila esta información). Por lo tanto, parece que una gran parte de
nuestro trabajo aquí tendrá que consistir en aprender nuevas habilidades
para manejar estos pensamientos y sentimientos difíciles de manera más
efectiva.
Objetivo emocional # 3
Cliente: (En respuesta al replanteamiento anterior). No quiero manejarlos.
¡Sólo quiero deshacerme de ellos!
Reformulación del objetivo de comportamiento
Terapeuta: Por supuesto que sí. ¿Quién no lo haría? Son realmente
dolorosos y difíciles y están teniendo un gran impacto negativo en tu vida.
Así que haremos algo para mejorar esa situación lo más rápido posible.
¿Hay algo más que quieras sacar de nuestro trabajo juntos?
CONSEJO PRÁCTICO
Si esto es todo lo que el cliente desea, sentirse bien y deshacerse de los sentimientos no
deseados, y no está interesado en nada más, el terapeuta deberá pasar a la desesperanza creativa,
como se explica en el capítulo 8. Si el terapeuta se salta la desesperanza creativa con tales
clientes, no podrá seguir adelante con la ACT.
Objetivos emocionales disfrazados de objetivos conductuales
A veces, los clientes presentan lo que parecen ser objetivos de
comportamiento, pero en realidad son sólo objetivos emocionales
disfrazados. Esto es común con los comportamientos adictivos e
impulsivos, y generalmente toma la forma de «Quiero dejar de hacer esto».
Si excavamos debajo de la superficie, la agenda oculta es algo así como
«Quiero deshacerme de los pensamientos y sentimientos (o impulsos,
sensaciones, deseos, compulsiones, síntomas de abstinencia) que
desencadenan este comportamiento, porque si no se eliminan, no puedo
dejar de hacerlo». Así es como puede sonar.
Objetivo emocional disfrazado
Cliente: Quiero dejar de… (beber, fumar, apostar, comer en exceso,
gritarles a mis hijos, etc.).
Reformulación del objetivo de comportamiento
Terapeuta: Por supuesto. Entonces, parte de nuestro trabajo aquí es
identificar los pensamientos y los sentimientos (o recuerdos, impulsos,
deseos, obsesiones, compulsiones, etc.) que desencadenan este
comportamiento y aprender nuevas habilidades para manejarlos de
manera más efectiva para que dejen de molestarte llevándote de nuevo a
hacer estas cosas. Y otra parte del trabajo es explorar lo que quieres hacer,
así que, si alguna vez vuelves a estar en una situación similar, puedes
elegir hacer algo diferente que, con suerte, funcionará mejor.
Cuidado con los objetivos de las «personas muertas»
Como ya hemos comentado, a menudo los objetivos de tu cliente serán
dejar de sentir o de actuar de cierta manera, por ejemplo, «Quiero dejar de
tomar drogas», «Quiero dejar de posponer mis estudios», «No quiero tener
más ataques de pánico» o «No quiero sentirme deprimido». En la ACT,
éstos se llaman «objetivos de una persona muerta» (Lindsley, 1968). El
objetivo de una persona muerta es cualquier cosa que un cadáver pueda
hacer mejor que un ser humano vivo. Por ejemplo, un cadáver nunca tomará
drogas, nunca postergará, nunca tendrá un ataque de pánico y nunca se
sentirá deprimido.
En la ACT, queremos establecer objetivos de «persona viva», cosas que
un ser humano vivo puede hacer mejor que un cadáver. Para pasar del
objetivo de una persona muerta al objetivo de una viva puedes hacer
preguntas simples como éstas:
Entonces, si eso sucede, ¿qué harías diferente? ¿Qué comenzarías o
harías más? ¿Cómo te comportarías de manera diferente con amigos o
familiares?
Si no estuvieras tomando drogas, ¿qué estarías haciendo en su lugar?
Si no les gritaras a tus hijos, ¿cómo interactuarías con ellos?
Si no te sintieras deprimido o no tuvieras ataques de pánico, ¿qué harías
con tu vida de manera diferente?
Dos preguntas útiles para convertir los objetivos emocionales y los
objetivos de persona muerta en objetivos de comportamiento son la
pregunta de la varita mágica y la pregunta documental de los siete días.
Echemos un vistazo rápido a cada una de ellas.
La pregunta de la varita mágica
Ésta es una gran pregunta en cuestiones de evitación experiencial. (Ten en
cuenta que la frase «ya no es un problema para ti» es muy diferente a decir
«ha desaparecido todo»).
Terapeuta: Supongamos que tengo una varita mágica. Agito esta varita, y
todos los pensamientos y sentimientos contra los que has estado luchando
ya no son un problema para ti; son como agua resbalando por la espalda de
un pato. ¿Qué harías entonces diferente? ¿Qué tipo de cosas comenzarías a
hacer o quizás harías más? ¿Cómo te comportarías de manera distinta con
los demás? ¿Qué harías diferente en el trabajo, en casa, los fines de
semana?
La pregunta documental de los siete días
Ésta es una buena pregunta para ayudar al cliente a ser más específico sobre
los cambios que quiere hacer en su vida.
Terapeuta: Supongamos que te seguimos con un equipo de camarógrafos
durante una semana, filmamos todo lo que haces y lo editamos en un
documental. Y luego supongamos que hacemos lo mismo en algún
momento en el futuro, después de que nuestro trabajo juntos haya
terminado. ¿Qué veríamos o escucharíamos en el nuevo vídeo que
mostraría que la terapia ha sido útil? ¿Qué te veríamos haciendo o te
oiríamos decir? ¿Qué notaríamos de manera diferente sobre la forma en
que tratas a otras personas, la manera en que te tratas a ti mismo, la
manera en que tratas a tu cuerpo, la manera en que pasas tu tiempo?
Además de los objetivos emocionales y los de las personas muertas, existe
otra categoría de objetivos que queremos replantear suavemente: los
objetivos de resultados.
Objetivos de resultados vs. objetivos de comportamiento
Aquí está la fórmula para los objetivos de resultados:
Objetivo de resultado = lo que quiero obtener o tener
Muchos clientes acuden a la terapia con objetivos de resultados: lo que
quieren obtener o tener. Por ejemplo, un cliente puede querer encontrar una
pareja, tener un bebé, conseguir un trabajo, perder diez kilos, curarse una
enfermedad, recuperarse de una lesión, obtener un ascenso, comprar una
casa o «hacer que mis hijos me obedezcan». Queremos validar estos
objetivos de resultados; a menudo son útiles con fines motivacionales y son
un buen punto de partida para valores y acciones comprometidas. Al mismo
tiempo, queremos empoderar a nuestros clientes ayudándolos a enfocarse
en lo que está bajo su control. Todos tenemos mucho control sobre nuestro
propio comportamiento, especialmente sobre nuestro comportamiento
abierto (lo que decimos y hacemos). Y no tenemos control sobre cuál será
el resultado de nuestro comportamiento; nunca hay una garantía de que
obtendremos el resultado que esperamos. Entonces, tan pronto como sea
posible, convierte estos objetivos de resultados en objetivos de
comportamiento. Aquí están algunos ejemplos:
Objetivo de resultado # 1
Cliente: Quiero encontrar una pareja/conseguir un trabajo mejor.
Reformulación del objetivo de comportamiento
Terapeuta: Entonces, parte de nuestro trabajo es lograr que hagas las cosas
de manera diferente, que digas y hagas cosas que probablemente
aumenten tus posibilidades de encontrar una pareja/conseguir un trabajo
mejor.
Objetivo de resultado # 2
Cliente: Quiero que mis hijos me obedezcan o que mi esposo deje de beber.
Reformulación del objetivo de comportamiento
Terapeuta: Entonces, parte de nuestro trabajo es lograr que hagas las cosas
de manera diferente, que digas y hagas cosas que probablemente sean más
efectivas para influir en el comportamiento de tus hijos/esposo.
Meta de resultado # 3
Cliente: Quiero curarme esta enfermedad/recuperarme de esta lesión.
Reformulación del objetivo de comportamiento
Terapeuta: Entonces, nuestro trabajo tiene en este caso dos partes
importantes: una es conseguir que hagas todo lo posible para mejorar tu
salud, desde cooperar con tu equipo médico hasta cuidar tu dieta y hacer
ejercicio. Y la otra es lograr que hagas todo lo posible para que tu vida
mejore todo cuanto pueda en este momento, dadas todas las dificultades
impuestas por tu enfermedad/lesión.
Los objetivos de comprensión son un subconjunto de los objetivos de
resultado. En este caso, lo que el cliente quiere obtener o tener (su resultado
deseado) es una visión o autocomprensión. Los clientes pueden expresar
esto como: «Quiero entender por qué soy así», «Necesito entender por qué
sigo haciendo esto» o «Quiero descubrir quién soy realmente». Los
objetivos de terapia como éstos, principalmente dirigidos a desarrollar una
visión de la propia conducta, pueden conducir fácilmente a una «parálisis
del
análisis»:
sesión
tras
sesión
de
debates
intelectuales/teóricos/conceptuales y reflexiones interminables sobre el
pasado en lugar del desarrollo de nuevas habilidades para una vida
consciente y valorada.
Durante la ACT, los clientes desarrollarán una gran percepción y
comprensión de su propio comportamiento, de sus pensamientos,
sentimientos, hábitos, personalidad e identidad. En general, tendrán una
poderosa comprensión sobre quiénes son, cómo funciona su mente, qué es
lo que realmente quieren en la vida, cómo los ha influenciado el pasado y
por qué hacen las cosas que hacen. Pero desarrollarán esta visión a través
del trabajo experiencial, no a través de largas discusiones analíticas.
Además, esta idea no es un fin en sí misma: es simplemente algo que
sucede en el viaje hacia el resultado deseado de una vida consciente y
valorada.
Por lo tanto, para pasar a un objetivo terapéutico más útil, digo: «La cosa
es la siguiente. A medida que trabajemos juntos, comprenderás mejor quién
eres, cómo funciona tu mente, por qué haces las cosas que haces y qué
quieres realmente en la vida. Eso ya es un hecho; todo es parte del proceso.
Lo que tengo curiosidad por saber es que, una vez que tengas esa
comprensión, ¿qué quieres hacer de manera diferente? Si tuvieras ese
conocimiento, ¿qué harías que no estás haciendo ahora? ¿De qué manera
diferente te comportarías? ¿Qué notarían los demás que es distinto en ti, en
términos de lo que dices o haces o cómo interactúas con ellos?
En resumen, hay tres tipos de objetivos:
Objetivos de comportamiento = lo que quiero hacer.
Objetivos emocionales = cómo quiero sentirme.
Objetivos de resultados = lo que quiero obtener o tener.
Objetivos de comportamiento abiertos y encubiertos
Cuando utilizamos un punto de elección para trazar los problemas del
cliente y los objetivos de la terapia, las flechas Adelante y Atrás pueden
incluir comportamientos tanto abiertos como encubiertos. Por ejemplo, los
movimientos hacia adelante encubiertos podrían implicar enfoque,
participación,
autocompasión,
aceptación,
perdón,
apreciación,
planificación y estrategias efectivas, reflexión sobre los valores, ser
consciente, etc. Los movimientos hacia atrás encubiertos pueden implicar
desconectarse, prestar atención a los pensamientos y sentimientos en lugar
de la actividad actual (a menudo descrita como «distracción» o «falta de
concentración») y actividades cognitivas como preocuparse, reflexionar y
obsesionarse.
A veces, encontrarás clientes que están bastante contentos con su
comportamiento manifiesto; pasan por la vida haciendo todas las cosas que
quieren hacer (o al menos, eso es lo que dicen). El problema del que se
quejan es que no pueden disfrutar o apreciar lo que están haciendo porque
están consumidos por la preocupación (u otros procesos cognitivos, como el
hecho de reflexionar, fantasear, obsesionarse o detenerse en el pasado). En
el siguiente ejemplo, la cliente, que recientemente ha tenido cáncer, está
consumida por la preocupación de que ella o alguien al que ama se entere.
También le preocupan las situaciones sociales, tanto antes como durante el
evento (si le gustará a la gente, si aburrirá a las personas).
Su ansiedad no le impide hacer las cosas que le gustaría hacer: todavía ve
a sus amigas, pasa tiempo con sus hijos, va a trabajar, etc., pero tiene
dificultades para disfrutar de estas cosas. Llega a la terapia con una serie de
objetivos emocionales: dejar de preocuparse, dejar de pensar en
enfermedades, sentirse más feliz y menos ansiosa.
El terapeuta deduce que, si la terapia es exitosa, el comportamiento
manifiesto del cliente (es decir, sus acciones físicas) no cambiará, pero su
comportamiento encubierto (es decir, su comportamiento psicológico
interior) sí. Por ejemplo, aunque esta cliente actualmente asiste a eventos
sociales, está enganchada en sus preocupaciones, y eso la lleva a realizar
movimientos hacia atrás que son principalmente comportamientos
encubiertos, como desconectarse y enfocarse en sus pensamientos y
sentimientos en lugar de estar completamente presente con sus seres
queridos (con el cliente, llamaríamos a esto «distraerse»). En la siguiente
transcripción, el terapeuta articula cómo sería un resultado exitoso (es decir,
un cambio en el comportamiento encubierto).
Terapeuta: Parte de nuestro trabajo aquí es ayudarte a desarrollar algunas
habilidades nuevas para manejar todos estos pensamientos y sentimientos
de ansiedad de manera más efectiva, y especialmente para ayudarte a
concentrarte mejor cuando te encuentras en esas situaciones sociales para
que realmente puedas involucrarte en lo que estás haciendo y estés
completamente presente con tus seres queridos, para que puedas apreciar
estos eventos.
Cliente: Pero ¿qué hay de la preocupación? Realmente quiero dejar de
preocuparme por todo esto; no es bueno para mí.
Terapeuta: Por supuesto. Entonces, lo que significa «preocuparse»
básicamente es «engancharse a pensamientos que producen ansiedad».
Ahora no sé cómo evitar que tu mente tenga pensamientos sobre cosas
malas que podrían suceder; hasta cierto punto, todas las mentes hacen eso.
Pero, cuando nos enganchamos a esos pensamientos, y nos quedamos
atrapados en ellos, completamente perdidos en ellos, eso es lo que
queremos decir con «preocuparnos». Así que otra parte de nuestro trabajo
aquí es aprender cómo desengancharte de esos pensamientos ansiosos y
reenfocar tu atención en lo que estás haciendo; ése es el antídoto de
preocuparse.
***
¿Te has fijado cómo el terapeuta ha reformulado el objetivo de persona
muerta de «dejar de preocuparse» en un objetivo de persona viva de
«desengancharse de los pensamientos ansiosos y reenfocar la atención en la
actividad en cuestión»? Podemos usar un replanteamiento similar para otros
procesos cognitivos: reflexionar en exceso, vivir en el pasado, tener
fantasías de venganza, culparse, obsesionarse, etc. Podemos replantear estos
comportamientos encubiertos como «enganchados» al contenido cognitivo
en cuestión (por ejemplo, pensamientos sobre «por qué soy así», recuerdos
dolorosos, fantasías de venganza). El antídoto, entonces, es aprender cómo
desengancharse de dicho contenido cognitivo y reenfocar la atención a la
actividad en cuestión.
En un punto de elección, podríamos trazar el resumen del terapeuta
anterior de la siguiente manera. (Observa cómo los movimientos adelante y
atrás son comportamientos encubiertos).
Objetivos de la terapia: Dos ejemplos
Hay mucho que ver en este capítulo, así que para ayudarte a unirlo todo, te
pondré un par de ejemplos de objetivos de comportamiento para la terapia,
tal como los resumiría el terapeuta.
Objetivos de comportamiento para la depresión
En respuesta a la pregunta de la varita mágica, este cliente respondió que lo
que haría de manera diferente sería volver al trabajo, comenzar a hacer
ejercicio nuevamente y pasar más tiempo con sus amigos y familiares.
Terapeuta: Entonces, ¿podemos decirlo así? Parece que lo que quieres decir
con depresión es que estás enganchado a muchos pensamientos
desagradables: autoevaluaciones negativas, una sensación de
desesperanza, recuerdos sobre eventos dolorosos del pasado y
preocupaciones sobre el futuro. Y también te estás enganchando a algunos
sentimientos realmente dolorosos que incluyen culpa, tristeza, ansiedad y
cansancio físico. ¿Eso suena correcto? Y cuando te enganchas a estos
pensamientos y sentimientos, tus movimientos hacia atrás incluyen pasar
mucho tiempo en la cama, aislarte socialmente, quedarte en casa, evitar el
gimnasio, evitar ir al trabajo, mirar mucho la televisión, etc. ¿Voy por
buen camino? Así pues, lo que buscamos aquí es: (a) aprender algunas
habilidades nuevas para manejar todos esos pensamientos y sentimientos
difíciles, desengancharte de ellos para que ya no te depriman o te
detengan, y (b) recuperarte para hacer cosas que solían importarte, como
socializar, trabajar, hacer ejercicio y, en general, hacer cosas que te
satisfagan. ¿Es correcto?
Observa cómo el terapeuta divide el problema en dos elementos que se
correlacionan bien con el punto de elección: (1) engancharse (fusionar y
evitar) pensamientos y sentimientos, y (2) acciones inviables. Si lo desea, el
terapeuta podría trazar esto en un punto de elección mientras habla con el
cliente. Sería algo así:
Ten en cuenta que, desde el principio, podemos sentar sutilmente las bases
para dos ideas clave:
1. Nuestros pensamientos y sentimientos no son el problema principal;
estar enganchado a ellos (fusión y evitación) es lo que crea nuestros
problemas.
2. Nuestros pensamientos y sentimientos no tienen que controlar nuestro
comportamiento.
Esta segunda idea clave a menudo pilla a los terapeutas por sorpresa, así
que tomemos un momento para explorarla. Nuestros pensamientos y
sentimientos influyen en nuestro comportamiento, pero no necesariamente
lo controlan. Como exploramos en el capítulo 4, nuestro comportamiento en
cualquier momento está bajo la influencia de múltiples corrientes de
estímulos, que provienen tanto del mundo dentro de nuestra piel como del
mundo fuera de nosotros.
Entonces, ¿cuándo los pensamientos y sentimientos tienen más influencia
sobre el comportamiento? Lo has adivinado: en un contexto de fusión y
evitación. Sin embargo, en un contexto de defusión y aceptación (es decir,
de mindfulness), esos mismos pensamientos y sentimientos tienen mucha
menos influencia sobre nuestro comportamiento (es decir, nos
desenganchamos de ellos), lo que nos facilita actuar de acuerdo con
nuestros valores.
Lo que esto significa es que cuanto mayor sea nuestra flexibilidad
psicológica, mayor será nuestra capacidad para elegir nuestro
comportamiento, independientemente de los pensamientos y sentimientos
que tengamos. Con esto en mente, queremos hacer una distinción repetida
entre: (a) los pensamientos y sentimientos del cliente (antecedentes) y (b) lo
que el cliente hace cuando esos pensamientos y sentimientos aparecen
(comportamiento). En última instancia, queremos destruir la ilusión de que
el primero controla al segundo.
Ahora echemos un vistazo a otro ejemplo de buena fijación de objetivos
de comportamiento.
Objetivos de comportamiento para la adicción
Este cliente quería dejar de beber por dos razones: una, su esposa
amenazaba con dejarlo, y dos, en un chequeo médico reciente, su hígado
estaba en mal estado. En respuesta a la pregunta de la varita mágica, dijo
que quería ser un «mejor esposo» y «arreglarse» el hígado.
Terapeuta: Entonces, para resumir, cuando trataste de dejar de beber en el
pasado, nunca duraba mucho tiempo porque sufrías fuertes antojos o
sentimientos de ansiedad, y cuando te enganchas a estos sentimientos,
comienzas a beber de nuevo. Por lo tanto, nuestros objetivos son: (a)
aprender algunas habilidades nuevas para que puedas manejar estos
antojos y sentimientos de manera más efectiva, desengancharte de ellos
para que no sigan afectándote y obligándote a volver a beber, (b)
comenzar a decir y hacer cosas diferentes, para ayudar a construir una
mejor relación con tu esposa, y (c) comenzar a cuidar tu hígado, para
ayudarte a que seas lo más saludable posible. ¿Eso es correcto?
Nuevamente, si lo desea, el terapeuta podría trazar estos objetivos en un
punto de elección:
CONSEJO PRÁCTICO
Los diagramas de puntos de elección en este capítulo son todos «minimalistas»: sólo algunas
notas para resaltar los temas clave. Si lo deseas, tú o el cliente podéis describirlos con mucho
más detalle. También puedes hacer un punto de elección separado para cada problema en el que
te concentres. Por ejemplo, supón que, en una sesión posterior con el cliente anterior, te
concentras principalmente en mejorar su relación con su esposa; entonces, puedes hacer un
nuevo punto de elección puramente sobre los problemas de la relación.
Objetivo de comportamiento «multicontenido»
A veces, a pesar de todos tus mejores esfuerzos, tu cliente no podrá o no
querrá darle objetivos de comportamiento específicos. Es posible que siga
respondiendo: «No sé», «Nada importa», «Sólo quiero dejar de sentirme
así» o «Sólo quiero sentirme feliz». En tales casos, no intentes forzar el
punto. Por ahora, cumple con los objetivos genéricos inespecíficos de
comportamiento genérico que introdujiste en el proceso de consentimiento
informado:
Terapeuta: Entonces, ¿qué te parece lo siguiente? Parte de nuestro trabajo
implicará aprender algunas nuevas habilidades para desengancharte de tus
pensamientos y sentimientos para que no te molesten ni te impidan vivir
la vida que deseas. Y otra parte, a pesar de que en este momento no tienes
mucha idea de lo que quieres y sientes que nada importa, es hacer de éste
un lugar donde eso pueda cambiar. Podemos trabajar para descubrir lo que
es importante para ti y experimentar haciendo cosas de manera diferente
para mejorar tu vida.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 6 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás: (a) versiones imprimibles de
dos hojas de trabajo, «Disección del problema» y «Ojo de buey», y (b) más consejos para
establecer objetivos de comportamiento en casos difíciles.
Habilidades
Aquí hay algunos pasos que puedes seguir para practicar las habilidades que
acabamos de abordar:
Lee en voz alta y parafrasea los diálogos del terapeuta en las
transcripciones anteriores para acostumbrarte a hablar de la ACT y
encontrar tu propio estilo.
Elige dos clientes y escribe respuestas breves a estas preguntas clave:
¿en qué dirección valiosa desea avanzar el cliente? ¿Qué se interpone
en su camino?
Practica pensando en términos de objetivos de comportamiento. Elige
dos clientes e imagina cómo resumirías los objetivos de la terapia.
Si te gusta el punto de elección, completa un diagrama para uno de los
temas que has seleccionado en la segunda y tercera tarea de arriba.
A medida que realices estos ejercicios (y todos los demás de este libro), por
favor, date permiso para hacerlos mal. Estás aprendiendo un nuevo modelo
de terapia, así que permítete ser un principiante, un novato, un aprendiz.
Los principiantes cometen errores (al igual que los expertos). Es una parte
esencial del proceso de aprendizaje. Y si tu mente comienza a atacarte,
toma nota de lo que dice para que puedas trabajar con esos pensamientos en
el capítulo 12.
Para llevar
La conclusión general de este capítulo es que se deben establecer objetivos
de comportamiento lo antes posible, incluso si son sólo los vagos objetivos
genéricos cubiertos en el consentimiento informado. Es especialmente
importante hacer esto cuando los clientes presentan una pila de objetivos
emocionales. Esto puede necesitar un tiempo, pero hace que el resto de tu
terapia sea mucho más fácil.
Pensamientos que te enganchan
Acciones que drenan la vida:
¿En qué recuerdos, preocupaciones,
miedos,
autocríticas
u
otros
pensamientos inútiles te detienes o te
«atrapan» en relación con este tema?
¿Qué
pensamientos
tienden
a
engancharte, sacudirte, sacarte de tu
vida?
¿Qué estás haciendo actualmente que empeora tu
vida a largo plazo: te mantiene estancado; malgasta
tu tiempo o dinero; drena tu energía; restringe tu
vida; impacta negativamente en tu salud, trabajo o
relaciones; mantiene o empeora los problemas con
los que estás lidiando?
Sentimientos que te enganchan
Evitar situaciones desafiantes:
¿Qué emociones, sentimientos, ansias,
impulsos o sensaciones tienden a
engancharte y a afectarte o a llevarte a
acciones autodestructivas?
¿De qué situaciones, actividades, personas o lugares
te alejas o evitas? ¿De qué te has retirado, qué has
abandonado? ¿Qué sigues «posponiendo» hasta más
tarde?
Hoja de trabajo de disección del problema
TUS VALORES: ¿Qué quieres hacer con tu tiempo en este planeta? ¿Qué tipo de persona quieres
ser? ¿Qué fortalezas o cualidades personales quieres desarrollar? Escribe algunas palabras debajo
de cada encabezado a continuación.
Trabajo/educación: Incluye el lugar de trabajo, carrera, educación y desarrollo de habilidades.
Relaciones: Incluye a tu pareja, hijos, padres, parientes, amigos y compañeros de trabajo.
Crecimiento/salud personal: Puedes incluir religión, espiritualidad, creatividad, habilidades para la
vida, meditación, yoga, naturaleza; ejercicio, nutrición y/o abordar factores de riesgo para la salud.
Ocio: Cómo juegas, te relajas o te diviertes; actividades de descanso, recreación, diversión y
creatividad.
«OJO DE BUEY»: Marca con una X cada área de la diana de dardos para representar dónde estás
hoy.
Hoja de trabajo del «Ojo de buey»
CAPÍTULO 7
¿Dónde empiezo?
Comenzando bien
Una de las preguntas más comunes que me hacen en los talleres de la ACT
es: «Russ, ¿de dónde sacas tus increíbles camisas?», a lo que respondo: «Lo
siento, pero eso es un secreto comercial». Sin embargo, también suelen
hacerme mucho otras dos preguntas: «¿Dónde empiezo?» y «¿En qué
proceso me enfoco primero?». Y mi respuesta a ambas preguntas es
«Depende». Recuerda, la ACT es un modelo no lineal y puede trabajar con
cualquier proceso central en cualquier punto de cualquier sesión. Entonces
no hay una secuencia fija; donde comiences variará de un cliente a otro. Sin
embargo, puedo darte algunos consejos sobre: (a) los primeros pasos en la
terapia activa y (b) a dónde ir en las sesiones posteriores. (Y como de
costumbre, recuerda modificar y adaptarlo todo; lo que sigue son sólo
consejos y sugerencias, no los diez mandamientos).
Idealmente, comenzarás tu primera sesión de la ACT haciendo todas las
cosas que hemos visto en los dos capítulos anteriores:
Estableciendo una buena relación.
Obteniendo un historial.
Obteniendo un consentimiento informado.
Estableciendo objetivos de comportamiento.
Intervenciones iniciales
Si has logrado hacer todo eso en tu primera sesión (o dos) y todavía te
queda un poco de tiempo, entonces idealmente: (1) harás un breve ejercicio
experiencial y (2) establecerás una tarea simple. Echemos un vistazo rápido
a estas dos intervenciones.
Un breve ejercicio experiencial
A lo largo de este libro encontrarás una amplia gama de ejercicios
experienciales breves, muchos de los cuales requieren menos de cinco
minutos. Uno de los más simples es el ejercicio de anclaje, que cubrimos en
el capítulo 10. Otro es la técnica de defusión «Estoy pensando eso»,
descrita en el capítulo 12. Hay muchas más en otros capítulos, y puedes
reducir cualquier técnica de mindfulness (p. ej., observar la respiración o
una exploración del cuerpo) a una versión simple de tres o cuatro minutos.
Sin embargo, ten en cuenta que, si vas a presentar un ejercicio
experiencial, debes asegurarte de tener tiempo no sólo para completar el
ejercicio, sino también para informarlo después, para asegurarte de que el
cliente comprende el propósito y ve de qué manera es relevante para sus
objetivos de terapia.
También ten en cuenta lo que se explica en el último capítulo: si tu cliente
sólo está interesado en sentirse bien y deshacerse del dolor, y se resiste a sus
esfuerzos por establecer objetivos de comportamiento, tu primer trabajo
experiencial deberá ser una desesperanza creativa (capítulo 8).
Una tarea simple
Es una buena idea pedirles a tus clientes que hagan tareas entre sesiones.
Por ejemplo, si has tratado a tu cliente con un ejercicio de mindfulness en la
sesión, entonces, para la tarea, puedes pedirle que lo practique en casa.
Alternativamente, puedes pedirle que lleve un diario o complete una hoja de
trabajo, como las mencionadas al final de este capítulo.
CONSEJO PRÁCTICO
A muchos clientes no les gusta la palabra «tarea», por lo que te recomiendo que uses palabras
alternativas. Podría preguntar, por ejemplo, «¿Estarías dispuesto a jugar a esto (o a probar esto,
intentar esto, experimentar esto, practicar esto, completar esto, trabajar en esto, aplicar esto,
pasar algún tiempo haciendo esto)?».
Si has introducido el punto de elección, éste se presta fácilmente a la
realización de tareas simples. Aquí está mi favorita:
Percatarse de los movimientos hacia adelante y hacia atrás
Terapeuta: ¿Puedo pedirte que hagas un par de cosas entre esta sesión y la
siguiente? Primero, observa tus movimientos hacia adelante. ¿Cuándo y
dónde los haces? ¿En qué se diferencian? Comprueba si realmente puedes
apreciarlos mientras los haces.
En segundo lugar, observa tus movimientos hacia atrás. ¿Cuándo y
dónde los haces? Y observa especialmente si puedes darte cuenta: ¿cuáles
son los pensamientos y sentimientos que te enganchan y te empujan a
hacerlos?
***
Hay muchas formas de modificar esta tarea. Por ejemplo, puedes pedirle al
cliente que escriba sus observaciones en un diario. O puedes darle al cliente
un punto de elección en blanco para colocarlo en un lugar destacado como
recordatorio. También puedes pedirle que complete un punto de elección
entre sesiones, centrado en un tema específico (por ejemplo, un «mal
hábito» que está tratando de romper, como fumar o beber demasiado, o una
situación recurrente contra la que lucha, por ejemplo, cómo cuidar a sus tres
hijos pequeños) y traerlo de vuelta completado a la próxima sesión. Esta
tarea de punto de elección engañosamente simple sirve para varios
propósitos diferentes:
Aumenta la autoconciencia del cliente.
Proporciona información útil para la próxima sesión, que ayuda a
establecer una agenda y decidir a qué apuntar primero.
Es un buen primer paso para lograr que el cliente se fije en sus
pensamientos y sentimientos y se vuelva más consciente de su
comportamiento.
La información recopilada sobre los movimientos suele ser muy útil
para explorar valores, objetivos y acciones comprometidas.
CONSEJO PRÁCTICO
Si no estás interesado en el punto de elección, puedes configurar exactamente la misma tarea
que la de más arriba sin dibujarla o referirte a ella. El lenguaje y los conceptos (movimientos de
enganche, desenganche, adelante y atrás) son más poderosos para la mayoría de las personas
cuando se los ilustra visualmente, pero no es necesario.
Hojas de trabajo del cliente
Las hojas de trabajo a menudo son útiles porque actúan como un
recordatorio de la sesión, aumentan las posibilidades de que tu cliente
continúe y proporcionan un buen material para la siguiente sesión. Sin
embargo, si a los clientes no les gusta completar formularios (o si a ti como
terapeuta no te gusta), entonces, no tienes por qué utilizarlos. Son
simplemente ayudas para la ACT, no elementos esenciales.
Al final de la primera sesión, si no has obtenido mucha información sobre
los valores y no has logrado que el cliente completara una hoja de trabajo
con el «Ojo de buey» (capítulo 6), ahora puedes pedirle que lo haga para la
tarea. Por ejemplo, podrías decirle: «Hoy hemos hablado mucho sobre tus
problemas, los pensamientos y los sentimientos contra los que luchas y las
cosas que haces que empeoran tu vida, pero casi no hemos hablado sobre
qué tipo de vida quieres vivir, de lo que realmente te importa en el
panorama general. Así que me pregunto, entre ahora y la próxima sesión,
¿estarías dispuesto a completar esta hoja de trabajo, que te pide que pienses
en esas cosas?
Otras hojas de trabajo que puedes dar son el «Diario de vitalidad contra el
sufrimiento» o la hoja de trabajo «Problemas y valores» (consulta «Bits
extra»). Puedes explicar que estas hojas de trabajo ayudan a reunir más
información para guiar la terapia.
Después de la primera sesión, ¿qué sigue?
Esperamos que este capítulo y el anterior te hayan dado una idea
razonablemente clara sobre qué hacer en tu primera sesión (o en las dos
primeras). Y la pregunta candente ahora es «¿Qué sigue?». Y de nuevo, la
respuesta es «Depende». Así es: no hay una respuesta «correcta» a esta
pregunta, ni nada parecido a un siguiente paso «correcto» o «incorrecto».
Los seis procesos principales están interconectados y se superponen, y
puedes usar cualquiera de ellos en cualquier momento durante la terapia. Lo
que sigue son algunas ideas sobre dónde podrías ir después, pero eso variará
dependiendo de tu evaluación de las necesidades del cliente. Por lo tanto,
siéntete libre de tomar diferentes decisiones personalizadas para adaptarse a
tu cliente único.
Cuando los clientes se sienten abrumados por sus sentimientos,
extremadamente fusionados, disociados, emocionalmente desregulados
o muy impulsivos: comienza con ejercicios conscientes de conexión a
tierra, como el de anclaje (capítulo 10).
Cuando los clientes experimentan un gran dolor o pérdida: comienza
con la autocompasión (capítulo 18) y/o anclaje (capítulo 10).
Para los mal motivados o fusionados con la desesperanza: comienza
con los valores (capítulo 19) y la defusión desde la desesperanza
(capítulo 14).
Para clientes obsesionados con sentirse bien y deshacerse de los
sentimientos dolorosos: comienza con la desesperanza creativa
(capítulo 8).
(Los clientes que tienen el mandato o la coacción para obtener
asesoramiento están más allá del alcance de este libro, pero abordo este
tema en mi libro de nivel avanzado Getting Unstuck in ACT [Harris, 2013]).
Elegir qué camino seguir
En términos generales, después de la primera sesión, los protocolos de la
ACT tienden a seguir uno de dos caminos, que surgen de estas dos
preguntas:
A. ¿En qué dirección valiosa quiere moverse el cliente?
Si éste es el camino elegido, los pasos seguidos (no necesariamente en
este orden) suelen ser:
Aclaración de valores.
Establecimiento de objetivos.
Planificación de acciones.
Resolución de problemas.
Entrenamiento de habilidades.
Exposición.
Hablando en términos del punto de elección, cuando tomamos este
camino, nos enfocamos en aclarar y planificar los movimientos hacia
adelante.
B. ¿Qué se interpone en el camino del cliente?
Si éste es el camino elegido, los pasos seguidos (a menudo en este
orden, pero no necesariamente) suelen ser:
Enfocar la atención inflexible en el contacto con el momento presente.
Enfocar la fusión en la defusión.
Enfocar la evitación experiencial en la aceptación.
Enfocar la autocrítica, el odio a sí mismo y el abandono a sí mismo en
la autocompasión.
En el lenguaje del punto de elección, todo lo anterior son habilidades de
desenganche, elegidas para que coincidan con los movimientos hacia atrás
específicos del cliente.
Sea cual sea el camino que comiences, tarde o temprano te cruzarás con el
otro camino. Recuerda, todos los procesos centrales están interconectados.
Pero no te preocupes por esto ahora; a medida que avance el libro, veremos
cómo saltar de un camino a otro.
Determinar qué hacer en cada sesión
Recuerda que el objetivo de la ACT es cultivar la flexibilidad psicológica:
la capacidad de ser plenamente consciente y de estar abierto a la
experiencia mientras se actúa según los valores, o, dicho de manera más
simple, la capacidad de «estar presente, abrirse y hacer lo que importa». El
resultado que estamos buscando es una vida consciente, basada en valores:
hacer lo que es significativo al tiempo que se abarca cada momento de la
vida.
Los profesionales de la ACT necesitan aprender a hacer tres cosas
realmente bien:
1. Desarrollar la apertura de un cliente a sus propios pensamientos y
sentimientos.
2. Ayudar a que el cliente esté plenamente presente, comprometido con la
vida y centrado en lo que es importante.
3. Ayudar a que el cliente haga lo que importa, actuando efectivamente,
guiado por sus valores.
El tríptico de la ACT, que vimos por primera vez en el capítulo 1, muestra
cómo estas tareas se relacionan entre sí y con los procesos centrales:
En cualquier sesión, hacer alguna intervención, sin importar cuán breve o
larga sea, cuán simple o compleja, que ayude al cliente a estar presente,
abrirse o hacer lo que importa, es útil: ayuda a desarrollar la flexibilidad
psicológica.
TERMINOLOGÍA COMPLEJA
En muchos libros de la ACT, los términos «estar presente», «abrirse» y «hacer lo que importa»
se refieren, respectivamente, a «conciencia», «apertura» y «compromiso».
El triflex sirve como un mapa visual útil de lo que tendemos a hacer en
cada sesión, basado en nuestra evaluación de lo que el cliente necesita en
ese momento:
Si el cliente está abrumado, disociado o extremadamente fundido,
comenzamos a estar presentes: conectarse a la tierra y el anclaje.
Si queremos ayudar al cliente a moverse, cambiamos al lado derecho
del triflex: hacer lo que importa (valores y acción comprometida).
Aclaramos valores, establecemos objetivos, creamos planes de acción y
enseñamos habilidades.
Si el cliente está profundamente atascado, no avanza, paralizado por la
fusión y la evitación experiencial, cambiamos al lado izquierdo: abrirse
(defusión y aceptación).
Si nos topamos con barreras en el lado izquierdo o derecho (o en
ambos), volvemos al centro: estar presente (conectarse a la tierra, el
anclaje).
Si el cliente está haciendo con éxito lo que importa, volvemos a estar
presente: le ayudamos a participar plenamente en su experiencia y a
centrarse en lo que está haciendo. Y si está haciendo algo
potencialmente agradable, lo ayudamos a aprender a apreciarlo y
saborearlo.
Establecer una agenda
Cuanto más atascado, sin dirección o abrumado esté tu cliente, más
importante es establecer una agenda para la sesión. Esto se dobla cuando tu
cliente sigue «saltando problemas»: moviéndose rápidamente de un
problema a otro sin enfocarse en ninguno el tiempo suficiente para elaborar
un plan de acción o estrategia eficaz para abordarlo. Podrías preguntar:
«¿Podemos elegir un problema importante o un área de la vida en la que
enfocar la sesión para mejorarla?».
A menudo es bueno dar una justificación para esto, como: «La razón es
que hace que nuestro trabajo sea mucho más eficiente. Si estamos tratando
de lidiar con varios problemas diferentes a la vez, es muy difícil lidiar
efectivamente con cualquiera de ellos».
Alternativamente, puedes pedirle al cliente que designe un solo problema,
objetivo, relación u otro aspecto de la vida para enfocarse en la sesión de
hoy. Luego, acuerda con él trabajar en una habilidad de desenganche
específica o en un plan de acción para abordar el problema elegido.
Por supuesto, puedes usar el punto de elección para establecer una
agenda. Puedes presentarlo al cliente y decir: «Tenemos dos opciones
principales para la sesión de hoy. Podemos centrarnos en los movimientos
hacia adelante: echa un vistazo a lo que quieres hacer de manera diferente
para llevar tu vida en la dirección que deseas. O podemos centrarnos más en
desarrollar esas habilidades de desenganche, para ayudarte a manejar esos
pensamientos y sentimientos difíciles. ¿Cuál preferirías?».
Si tu cliente está obsesionado con sentirse bien o deshacerse de su dolor, y
eso es todo lo que quiere de la terapia, entonces céntrate en la desesperanza
creativa.
Si el cliente elige movimientos, comienza con aclarar valores o establecer
metas:
Si ya conoce sus valores, establece objetivos.
Si no conoce sus valores, clarifícalos. Luego utiliza esos valores para
establecer objetivos.
Una vez que el cliente tenga objetivos basados en valores, conviértelos
en planes de acción.
Si el cliente elige habilidades de desenganche, comienza con las más fáciles
primero: el anclaje y la defusión simple.
Una secuencia aproximada para enseñar habilidades de
desenganche
Cuando enseñamos habilidades de desenganche, no hay una secuencia en
particular que tengamos que seguir. Sin embargo, cuando creé mi propio
protocolo de la ACT para el público en general («The Happiness Trap
Online Program»; para obtener más información al respecto, consulta
https://thehappinesstrap.com), ésta es la secuencia que utilicé:
1. Anclaje/conectarse a la tierra conscientemente (capítulo 10).
2. Defusión simple (p. ej., fijarse y nombrar) (capítulo 11).
3. Defusión meditativa (p. ej., «Hojas en el arroyo») (capítulo 15).
4. Entrenamiento de atención y habilidades de concentración (p. ej.,
respiración consciente) (capítulo 17).
5. Habilidades para participar y saborear (p. ej., comer conscientemente,
beber, caminar, escuchar) (capítulo 17).
6. Autocompasión (capítulo 18).
7. Aceptación del dolor (capítulo 22).
8. Percatarse (capítulo 25).
Puedes usar esta secuencia como una guía general, que probablemente
funcionará bien con la mayoría de tus clientes. Sin embargo, no lo
consideres como algo que estés obligado a seguir. Varía según te resulte
necesario. Siempre queremos ser flexibles en la manera en que trabajamos y
adaptar lo que hacemos al cliente único que tenemos delante.
Estructurar tus sesiones
Ésta es una buena estructura general (nuevamente, adáptala según sea
necesario) para tus sesiones:
1. Ejercicio de mindfulness.
2. Revisión de la sesión anterior.
3. Agenda.
4. Intervenciones principales.
5. Tareas.
Echemos un vistazo rápido a cada uno de estos ítems.
Ejercicio de mindfulness. A menudo es útil comenzar cada sesión con un
breve ejercicio de mindfulness, como el del anclaje o el de la respiración
consciente. Esto no es esencial, pero lleva al cliente y al terapeuta a un
estado consciente y establece una expectativa para el trabajo experiencial.
Revisión de la sesión anterior. Revisa la sesión anterior, incluido el
contenido clave encubierto, los ejercicios practicados y cualquier
pensamiento o reacción que el cliente haya tenido desde entonces. Si
cumplió con su tarea, ¿qué pasó y qué diferencia marcó? Y si no, ¿qué se
interpuso en el camino?
Agenda. Acuerda una agenda para la sesión, como he descrito
anteriormente.
Intervenciones principales. Si sigue un protocolo, tendrás una buena idea
de antemano de lo que deseas lograr en la sesión. Sin embargo, es
importante ser flexible: responder a lo que sucede en la sesión. Permanece
dispuesto a abandonar todo lo que habías planeado, si es necesario.
(Siempre puedes volver a ello más tarde). Si no estás siguiendo un
protocolo, continúa desde donde lo dejaste en la sesión anterior o aborda
un nuevo problema en función de la agenda que acabas de establecer.
Tareas. Es importante enfatizar repetidamente a los clientes que lo que
hacen entre sesiones es lo que realmente marcará la diferencia en sus
vidas. Las nuevas habilidades requieren práctica. La acción valorada
requiere esfuerzo. Antes del final de cada sesión, debes acordar con el
cliente lo que va a practicar, hacer o experimentar entre sesiones. (Pero,
ten cuidado, no seas demasiado agresivo ni utilices valores
coercitivamente).
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 7 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás el «Diario de vitalidad contra el
sufrimiento» y la hoja de trabajo «Problemas y valores».
Para llevar
Después de haber compilado el historial, haber establecido una buena
relación, obtener el consentimiento informado y determinar objetivos de
comportamiento para la terapia, que es el trabajo principal de la primera
sesión (o de las dos primeras), pasa a la intervención activa, con énfasis en
el trabajo experiencial en la sesión y tarea entre sesiones.
Cuando inicies el trabajo experiencial, muévete alrededor de los tres
procesos generales representados en el tríptico de la ACT: estar presente,
abrirse, hacer lo que importa.
Hacer que el cliente se mueva: trabaja en valores y acciones
comprometidas (movimientos hacia adelante).
Cuando el cliente está atascado: trabaja en la defusión y en la
aceptación (habilidades de desenganche).
Y si está bloqueado a ambos lados: trabaja para que vuelva a estar
presente y anclado (más habilidades de desenganche).
CAPÍTULO 8
¿Creativa qué?
¡Sólo quiero ser feliz!
¿Alguna vez has tenido un cliente que sólo quería ser feliz? ¿Y eso es todo
lo que quería de la terapia? Por supuesto que sí. ¡Y estoy seguro de que
recuerdas bien lo desafiante que fue! Afortunadamente, a partir de ahora,
tendrás algo que te ayudará con estos clientes: la desesperanza creativa.
(Por favor, no dejes que el nombre te desanime).
LA DESESPERANZA CREATIVA EN POCAS PALABRAS
En lenguaje sencillo: La desesperanza creativa es un proceso en el que uno se da cuenta de que
esforzarse por evitar o deshacerse de los pensamientos y sentimientos no deseados tiende a
empeorar la vida en lugar de mejorarla. Esto lleva a una sensación de desesperanza en la agenda
de evitar los pensamientos y sentimientos difíciles, de los cuales puede surgir una actitud
creativa para encontrar nuevas y diferentes maneras de tratar con ellos.
Objetivo: Aumentar la conciencia del cliente sobre la agenda de control emocional (véase más
abajo) y los costes de evitar la experiencia excesiva; conocer y reconocer conscientemente que
apegarse firmemente a esta agenda es inviable.
Sinónimo: Afrontar la agenda.
Método: Observamos lo que el cliente ha hecho para evitar o deshacerse de los pensamientos y
sentimientos no deseados, examinamos cómo funcionan a corto y largo plazo, descubrimos
todos los costes de estas estrategias y exploramos si están mejorando la vida o empeorándola.
Cuándo utilizarla: Cuando sabemos o sospechamos que el cliente es excesivamente evitativo
desde el punto de vista de la experiencia, muy apegado a una agenda de control emocional:
«Debo sentirme bien», «Debo deshacerme de estos pensamientos y sentimientos no deseados».
La agenda del control emocional
La desesperanza creativa es una parte del modelo de la ACT que utilizamos
si sabemos con certeza o estamos bastante seguros de que el cliente se
aferra firmemente a la agenda del control emocional: «Tengo que controlar
cómo me siento»; «Tengo que deshacerme de los pensamientos,
sentimientos, emociones y recuerdos no deseados, desagradables y difíciles,
y reemplazarlos por otros buenos, agradables y deseables».
Hasta cierto punto, todos tenemos esta agenda. Recordarás que en el
capítulo 2 vimos que esto es normal y que la evitación experiencial con
moderación no es problemática. Pero cuando el cliente se aferra
desesperadamente a esta agenda, la evasión experiencial es alta y casi
siempre muy problemática. (Recuerda: los altos niveles de evitación
experiencial se correlacionan directamente con el riesgo de depresión, los
trastornos de ansiedad, la discapacidad a largo plazo, el bajo rendimiento
laboral, el trastorno de estrés postraumático, la adicción y muchos otros
trastornos psiquiátricos).
La desesperanza creativa recibe su nombre porque nuestro objetivo es
crear una sensación de desesperación en esta agenda de control de los
sentimientos. (No se trata de desesperanza en el futuro, en el sujeto mismo
o en su vida). Nuestro objetivo es socavar esta agenda para que podamos
abrir a nuestros clientes a una nueva: la agenda de aceptación. (Los libros
sobre la ACT a menudo se refieren a esta nueva agenda como «voluntad»:
es decir, la voluntad de tener sus pensamientos y sentimientos difíciles, en
lugar de luchar contra ellos o evitarlos).
La desesperanza creativa (CH, por sus siglas en inglés, de creative
hopelessness) rara vez es una intervención única. Por lo general, es algo que
se necesita volver a retomar sesión tras sesión. Pero generalmente cada vez
que se retoma, se vuelve más rápida y fácil de hacer. Ahora, antes de entrar
en el meollo de la cuestión de la CH, aclaremos el concepto de…
Estrategias de control emocional
Las estrategias de control emocional (ECS, por sus siglas en inglés, de
emotional control strategies) son todo lo que hacemos principalmente para
tratar de deshacernos de los pensamientos y sentimientos no deseados:
comportamiento abierto o encubierto que está predominantemente motivado
por la evitación experiencial. Las ECS pueden incluirlo todo, desde
ejercicio, oración y meditación hasta alcohol, heroína e intentos de suicidio.
(Nota: Si el ejercicio, la oración y la meditación están predominantemente
motivados por valores, no los llamaríamos ECS. Los llamaríamos ECS sólo
si la intención principal de tales actividades es evitar o eliminar los
sentimientos no deseados). En la CH le pedimos al cliente que mire
abiertamente y sin prejuicios todas las estrategias de control emocional que
está utilizando. Pero nunca juzgamos estas ECS como buenas o malas,
correctas o incorrectas, positivas o negativas; nuestro objetivo es simple y
llanamente ver cómo funcionan estas estrategias (o no) en términos de crear
una vida mejor.
¿Nos enfocamos en todas las estrategias de control emocional?
En una palabra: ¡Nooooooo! Recuerda que todo el modelo de la ACT se
basa en el concepto de viabilidad: ¿este comportamiento funciona para
ayudar a construir una vida rica y significativa? Entonces, si tus estrategias
de control emocional están trabajando para enriquecer y mejorar tu vida,
¡sigue con ellas! Sin embargo, la realidad es que la mayoría de los seres
humanos usan demasiadas ECS y, cuando se usan de manera excesiva,
rígida o inapropiada, la calidad de vida se ve afectada.
Comer chocolate, por ejemplo. Cuando comemos conscientemente un
trozo de chocolate de buena calidad, apreciándolo y saboreándolo, nos
sentimos bien (suponiendo que nos guste el chocolate). Si lo utilizamos
como una ECS, de manera flexible y moderada, enriquece nuestra vida: es
viable. Pero si lo hacemos en exceso, puede comenzar a tener costes para
nuestra salud, como un aumento de peso. Además, si tenemos un intenso
dolor emocional y comemos chocolate para tratar de distraernos de él, es
poco probable que funcione.
El ejercicio es otro ejemplo. Cuando hacemos ejercicio, a menudo nos
sentimos mejor (al menos después, si no en el momento). Y el ejercicio
también mejora nuestra calidad de vida. Por lo tanto, si usamos el ejercicio
como una ECS, y lo hacemos de manera flexible y moderada, generalmente
es factible. Pero si se vuelve excesivo, como el cliente con anorexia que
pasa tres horas en el gimnasio cada día para mantener su cuerpo en un
estado de delgadez desperdiciada, incluso algo tan positivo como el
ejercicio tendrá costes.
Además, la ACT postula que incluso las actividades que mejoran la vida
(como el ejercicio, la meditación y la alimentación saludable) serán más
satisfactorias y gratificantes cuando estén motivadas por valores (como el
autocuidado) en lugar de por la evitación experiencial (tratar de escapar de
sentimientos no deseados).
Por ejemplo, ¿alguna vez has comido alimentos deliciosos principalmente
para alejar sentimientos no deseados como el aburrimiento, el estrés o la
ansiedad? ¿Fue una experiencia profundamente satisfactoria? Compara eso
con las ocasiones en que tu alimentación estuvo motivada por valores
relacionados con saborear y apreciar la comida, o con conectarse y
compartir con tus seres queridos. ¿Cuál fue más gratificante? Del mismo
modo, si realizas un trabajo de caridad motivado por valores relacionados
con compartir, cuidar, dar y ayudar, es probable que lo encuentres mucho
más gratificante que si está motivado principalmente para tratar de evitar
sentimientos de culpa o de inutilidad.
Por lo tanto, nuestro objetivo es ayudar a los clientes a tomar medidas
guiadas por sus valores en lugar de por la evitación experiencial: queremos
que se muevan conscientemente hacia adelante, hacia lo que es significativo
en lugar de huir de lo que no desean.
Para entender este punto en casa, supón que te ejercitas principalmente
motivado por valores como el cuidado personal, o rezas motivado por
valores relacionados con la conexión con Dios. No los clasificaríamos como
ECS porque su objetivo principal no es controlar cómo te sientes, sino que
los clasificaríamos como ECS si su objetivo principal al hacerlos es
deshacerse de los pensamientos y sentimientos no deseados.
La CH es una intervención basada en la funcionabilidad. Le pedimos al
cliente que eche un vistazo bueno, largo y sincero a todas sus ECS y
permanezca atento a ellas y vea lo que le están costando. Queremos que se
conecte con la realidad de que sus ECS a menudo funcionan a corto plazo
para hacerlo sentir mejor, pero no a largo plazo para que su vida sea rica,
plena y significativa.
La CH ¿es necesaria para todos?
De nuevo, la respuesta es noooooooooo. (¡Me gusta esa palabra!) Si un
cliente está motivado para cambiar y no está profundamente apegado a una
agenda de control emocional, o si ya está familiarizado con la mindfulness o
la ACT y abierto al enfoque, entonces, no hay necesidad de la CH, y
podemos saltárnosla.
¿Cuánto tiempo se tarda?
Las intervenciones de la CH varían enormemente en su duración. En el
protocolo de muestra de Zettle (2007) para la depresión, la intervención de
la CH inicial dura veinte minutos. Pero también podemos aplicar la CH más
rápidamente, en el espacio de unos minutos (Strosahl, 2005). En el otro
extremo, algunos terapeutas pasan una sesión completa aplicando la CH.
Así que idealmente valoraremos la intervención para adaptarla a los
problemas de nuestros clientes. Tomemos, por ejemplo, un cliente de alto
funcionamiento con mucha conciencia de sí mismo y apertura a nuevas
ideas en comparación con un cliente con un historial de abuso de sustancias
de por vida que se aferra desesperadamente a la agenda de control
emocional. Este último necesitará una intervención de la CH mucho más
extensa que el primero.
¿Cómo facilitamos al cliente la introducción en la CH?
Cualquiera que sea la duración de la intervención de la CH, queremos guiar
suavemente al cliente a las aguas poco profundas de la desesperanza
creativa, y luego profundizar gradualmente; no queremos empujarlo de
cabeza al fondo. Puede ser algo parecido a esto:
Terapeuta: De acuerdo, parece que lo principal que deseas de nuestro
trabajo conjunto es deshacerte de estos pensamientos y sentimientos
difíciles, como… (El terapeuta resume los principales pensamientos,
sentimientos, emociones, recuerdos, impulsos, etc. que el cliente desea
evitar).
Cliente: Sí. Eso es correcto. Odio sentirme así. Sólo quiero ser feliz.
Terapeuta: Por supuesto que sí. ¿Quién no querría? Estos sentimientos son
realmente dolorosos y difíciles y tienen un gran impacto negativo en tu
vida. Por eso queremos cambiar esa situación lo más rápido posible. Pero
antes de probar algo nuevo, primero debemos aclarar todo lo que ya has
probado en el pasado: averiguar qué funcionó y qué no. Entonces, ¿te
parece bien si nos tomamos unos minutos para analizar lo que has
intentado en el pasado?
Ahora estás preparado para afrontar la agenda, haciéndole al cliente cinco
preguntas básicas.
Cinco preguntas básicas
Hay muchas maneras diferentes de aplicar la CH, pero todas se reducen a
estas preguntas:
1. ¿Qué has intentado?
2. ¿Cómo ha funcionado?
3. ¿Cuáles han sido los costes?
4. ¿Qué has sentido?
5. ¿Estás abierto a algo nuevo?
Ahora vamos a explorar estas preguntas en profundidad. Hay mucho que
asimilar, pero no te preocupes, puedes descargar mi hoja de trabajo Join the
DOTS, que resume todos los puntos clave (consulta Bits extra). También
puedes usar Join the DOTS (u otra hoja de trabajo o herramienta, o bien tu
bloc de notas) para registrar la valiosa información que tú y tu cliente
obtendréis de estas cinco preguntas.
Pregunta 1: ¿Qué has intentado?
La primera pregunta de la CH es: «¿Qué has intentado hacer hasta ahora
para evitar y deshacerte de esos pensamientos y sentimientos no
deseados?». Por lo general, necesitaremos despertar los recuerdos de
nuestros clientes, así que tengo un pequeño acrónimo (DOTS) que me
ayuda a recordar las indicaciones:
D = Distracción.
O = Optar por no participar.
T = Tácticas de pensamiento.
S = Sustancias y otras estrategias.
Veamos estos puntos uno por uno.
D = distracción
Les diré a los clientes: «¿Alguna vez has intentado distraerte de estos
sentimientos? ¿Qué has intentado? ¿Ver la televisión? ¿Escuchar música?
¿Salir de casa? ¿Ocuparte en tareas? ¿Videojuegos? ¿Has intentado
distraerte de alguna otra manera?».
O = optar por no participar
Éste es un término lego para el hecho de evitar abrirse, es decir, evitar cosas
fuera de mi piel: lugares con personas, situaciones, actividades, eventos.
Por lo tanto, podemos preguntarle al cliente: «¿Alguna vez has tratado de
optar por no participar, retirarte o mantenerte alejado de situaciones,
personas y actividades que tienden a provocar estos pensamientos y
sentimientos incómodos? ¿A qué tipo de cosas has renunciado?
La referencia más fácil para comenzar es usualmente la dilación, así que
les pregunto a los clientes: «¿Hay cosas importantes que estás
postergando?», «¿Hay tareas importantes que estás evitando?», «¿Hay
personas o lugares de los que te hayas alejado?», «¿Hay actividades
importantes que estás posponiendo?».
T = tácticas de pensamiento
La pregunta que hacemos aquí es: «¿Cómo has tratado de alejar tu dolor?».
Ejecuta algunas estrategias o tácticas de pensamiento comunes con tus
clientes: «¿Has intentado pensar en personas que están peor que tú?
¿Piensas en positivo? ¿Desafías a tus pensamientos o debates contigo
mismo? ¿Sacas los pensamientos de tu cabeza? ¿Los minimizas? ¿Te
criticas a ti mismo? ¿Te dices que debes salir o seguir con esa situación?».
S = sustancias y otras estrategias
Aquí preguntamos primero: «¿Qué tipo de sustancias has consumido para
tratar de eliminar el dolor? ¿Drogas? ¿Alcohol? ¿Medicamentos recetados?
¿Aspirinas? ¿Paracetamol? ¿Café? ¿Té? ¿Cigarrillos? ¿Pepsi? ¿Pizza?
¿Helados? ¿Tim Tams recubiertos con una doble capa de chocolate? (Los
Tim Tams son el mayor invento en la historia de Australia: una galleta
recubierta de chocolate que está buenísima y que se ha convertido en una
verdadera fuente de alimento básico para la mayoría de los australianos).
Y después de eso exploramos: «¿Hay alguna otra estrategia que uses para
tratar de escapar de estos sentimientos? ¿Has visto a médicos o a
terapeutas? ¿Lees libros de autoayuda? ¿Has intentado cosas como hacer
ejercicio, yoga, meditación, cambio de dieta? ¿Te autolesionas? ¿Has
intentado suicidarte? ¿Te arriesgas o haces cosas peligrosas? ¿Te metes en
peleas? ¿Te mantienes ocupado? ¿Planeas vacaciones? ¿Haces tareas
domésticas? ¿Rezas? ¿Te golpeas a ti mismo? ¿Renuncias a cosas?
¿Aprietas los dientes y te obligas a seguir adelante? ¿Te preguntas por qué
eres así?».
Aquí hay un ejemplo de cómo se desarrolla este proceso en una sesión:
Terapeuta: Cuando la mayoría de las personas llegan a la terapia, antes ya
han intentado hacer muchas cosas diferentes para sentirse mejor o no
sentirse tan mal, y algunas de ellas les han funcionado y otras no. Y
supongo que a ti te ha pasado lo mismo. Y una de las cosas que quiero
asegurar aquí es que no repitamos nada de lo que ya no te ha funcionado.
Entonces, ¿podríamos pasar un poco de tiempo recapitulando todas las
cosas que has hecho para tratar de evitar estos pensamientos y
sentimientos dolorosos o para o deshacerte de ellos?
Cliente: Para ser sincero, realmente no puedo pensar en nada.
Terapeuta: Bueno, déjame ayudarte con esto. Una de las cosas más
comunes que hacen las personas es tratar de distraerse para no pensar en
cómo se sienten. ¿Alguna vez has hecho eso?
Cliente: ¡Por supuesto!
Terapeuta: Yo también. Entonces, ¿qué tipo de cosas haces para distraerte?
Cliente: Veo la televisión. Escucho música. Leo. Fumo droga.
Terapeuta: ¿Ordenador?
Cliente: Sí, videojuegos. También navego por la red, paso mucho tiempo en
YouTube, sólo viendo basura.
Terapeuta: ¿Algo más?
Cliente: (Pausa, niega con la cabeza).
Terapeuta: Bueno, otra cosa que la gente suele hacer es comenzar a evitar
aquello que provoca sentimientos dolorosos. ¿Hay personas, lugares o
actividades importantes de los que te hayas retirado? ¿Algo importante
que estás posponiendo o alejando de tu entorno?
***
De esta manera, el terapeuta trabaja a través de DOTS, y tarda entre cinco y
quince minutos. Puede evocar dos o tres estrategias para cada categoría de
DOTS, o puede pasar por todas las diferentes estrategias que el cliente haya
utilizado alguna vez. Realmente depende de: (a) lo mucho o poco apegado
que esté el cliente a la agenda de control emocional y (b) cuánto tiempo
tienes tú en la sesión.
Pregunta 2: ¿Cómo ha funcionado?
La segunda pregunta que exploramos en la CH es «¿Cómo ha funcionado a
largo plazo?». Queremos validar que la mayoría de estas ECS funcionan a
corto plazo para aliviar el dolor del cliente, y luego queremos preguntar con
compasión y respeto: «¿Cómo funcionan a largo plazo? ¿Estos
pensamientos y sentimientos desaparecen permanentemente o vuelven?».
El propósito de esta pregunta es ayudar al cliente a unir los puntos: ha
tratado de deshacerse de ese dolor, y ha encontrado un montón de maneras
de lograrlo a corto plazo, pero a largo plazo ¡el dolor sigue regresando!
Hay dos maneras de pasar por la pregunta 2. Algunas personas presentan
la pregunta 2 como una segunda fase discreta de la CH. En la fase uno,
enumeran todos los ECS del cliente, y en la fase dos dicen algo como:
Terapeuta: Entonces, la mayoría de estas estrategias te brindan algo de
alivio a corto plazo, ¿verdad? (El cliente está de acuerdo). ¿Y alguna de
ellas ha eliminado permanentemente esos sentimientos?
Cliente: No lo sé. Quizás algunas.
Terapeuta: De acuerdo, pero la mayoría sigue volviendo, ¿verdad? De lo
contrario no estarías aquí, ¿no?
Cliente: Sí.
Otras personas prefieren entretejer las preguntas 1 y 2, en lugar de
abordarlas en fases separadas. Entonces, después de que el cliente identifica
una ECS (o una categoría de ECS), el terapeuta pregunta: «¿Te ha
funcionado eso a corto plazo? ¿Te ha proporcionado un poco de alivio?». El
cliente generalmente responderá «Sí» o «Al principio» o «Un poco» o «Al
principio ayudó un poco». El terapeuta responde: «¿Y qué pasa a largo
plazo?» o «¿Y cuánto duró eso?» o «¿Y cuánto tiempo pasó antes de que
volvieran los sentimientos?».
De cualquier manera, el terapeuta finaliza la pregunta 2 de la siguiente
forma: «Así que has probado muchas estrategias diferentes. Y a corto plazo,
la mayoría de estas estrategias han funcionado, te han proporcionado un
poco de alivio, pero a largo plazo, estos pensamientos y sentimientos
difíciles siguen volviendo».
También vale la pena preguntar: «¿Y dirías que, año tras año, tu
dolor/ansiedad/depresión se mantiene igual, mejora o empeora?». Casi
todos estos clientes informarán de que está empeorando.
Pregunta 3: ¿Cuáles han sido los costes?
Un poco de evitación experiencial rara vez es un problema para la mayoría
de nosotros, pero los niveles altos generalmente conllevan costes
significativos. Entonces, ahora le preguntamos al cliente: «¿Podemos
tomarnos unos minutos para explorar los costes de usar todas estas
estrategias para evitar molestias?». Una vez más, generalmente tendremos
que pedirles a nuestros clientes que nos ayuden a identificar los costes.
Afortunadamente, podemos usar de nuevo el acrónimo DOTS para
ayudarnos con este proceso. Podemos observar cada tipo de estrategia de
control emocional (distracción, exclusión, estrategias de pensamiento,
sustancias y otras estrategias) para descubrir los costes cuando el cliente
dependa demasiado de ello.
CONSEJO PRÁCTICO
Recuerda, en la ACT no somos «fascistas de la mindfulness», no nos oponemos a todos las ECS.
Por lo tanto, sé claro con tu cliente sobre esto, y dile algo así como: «Si alguna de estas
estrategias funciona a largo plazo para ayudarte a construir la vida que deseas vivir, ¡sigue
utilizándolas! No te estoy pidiendo que pares. Lo que me gustaría hacer, por favor, si estás de
acuerdo, es identificar los costes de estas estrategias cuando las utilizas en exceso».
Costes de distracción
La distracción, con moderación, utilizada de manera flexible, rara vez es un
problema y a veces es muy útil. Pero ¿cuáles son algunos de los costes de la
distracción excesiva? Queremos preguntarle al cliente: «¿Cuánto tiempo
pasas distrayéndote?». «¿Cuánto de ese tiempo te parece bien invertido y
cuánto crees que es tiempo perdido?», «¿Cuánto dinero gastas en eso?»,
«¿Estas cosas tienen algún coste para tu salud, tu trabajo o tus relaciones?
Costes de la no participación
A continuación, queremos explorar los costes de la exclusión excesiva
(evitación abierta). Para la mayoría de las personas, el mayor coste son las
oportunidades perdidas. Cuanto más comenzamos a evitar a personas,
lugares, situaciones, actividades y eventos importantes y significativos, más
pequeñas se vuelven nuestras vidas y más nos perdemos. Si tu cliente evita
pedirle al jefe un aumento de sueldo, ¿cuál es el coste financiero de eso? Si
evita tener una conversación difícil de corazón a corazón con su pareja,
¿cuáles son los costes de la intimidad para la relación? Si evita ir al médico
o al dentista o al gimnasio, ¿cuáles son los costes de la salud?
Costes de estrategias de pensamiento
Uno de los mayores costes de las estrategias de pensamiento es pasar el día
atrapado en los pensamientos, perdiéndose así la vida, desconectándose,
haciendo cosas en piloto automático o perderse en la «parálisis de análisis».
Por supuesto, cuando el dolor emocional es leve, cuando sólo hay un poco
de ansiedad, tristeza o culpa, a menudo es posible reducir el dolor mediante
estrategias de pensamiento, pero cuanto más desafiante es la situación y
mayor es el dolor emocional, más ineficaces son las estrategias de
pensamiento.
Otro coste para la mayoría de los clientes es el tiempo perdido: todo el
tiempo invertido en pensar en lugar de dedicarlo a la vida. Por lo general,
en este caso el terapeuta necesitará hacer preguntas importantes: «¿Cuánto
tiempo has pasado en tu cabeza, tratando de pensar en tu dolor? ¿Cuánto
tiempo has perdido?».
Costes de sustancias y otras estrategias
Los costes del uso excesivo de sustancias (en la salud, en el trabajo, en el
bienestar, en las finanzas y las relaciones) son a menudo los más fáciles de
identificar para los clientes. Los costes de «apretar los dientes y obligarse a
seguir adelante» son la insatisfacción y el agotamiento. Si se han
mencionado otras estrategias, también debemos explorar sus costes.
Completar la pregunta 3
Queremos completar la pregunta 3 validando que el cliente ha trabajado
duro y no es estúpido. Por ejemplo, podríamos decir: «Realmente has
trabajado duro en esto. Has intentado e intentado e intentado durante
mucho, mucho tiempo deshacerte de estos pensamientos y sentimientos
dolorosos. Nadie puede llamarte perezoso. Has puesto mucho esfuerzo en
esto. Y tampoco nadie puede llamarte estúpido, porque todo el mundo hace
estas cosas, todos intentamos distraernos, evitar tareas y situaciones
difíciles, o tratar de olvidar nuestro dolor o consumir sustancias para
sentirnos mejor. Todos lo hacemos, y nuestra cultura lo promueve. Este tipo
de estrategias son ampliamente recomendadas por amigos, familiares,
profesionales de la salud, revistas femeninas, libros de autoayuda, etc. Y,
por supuesto, estas cosas funcionan a corto plazo: te brindan esos dulces
momentos de alivio. Pero, a largo plazo, esos sentimientos siguen
volviendo, ¿verdad? Y lo que me pregunto es si estas estrategias realmente
te dan la vida que deseas y te ayudan a ser el tipo de persona que quieres
ser».
CONSEJO PRÁCTICO
Para que este trabajo sea efectivo, necesitamos venir de un espacio de compasión, igualdad y
respeto. Nuestro objetivo es validar la experiencia del cliente, que está trabajando muy duro y
que a largo plazo no está funcionando. Obviamente, si nos mostramos críticos, entonces, nuestro
cliente se sentirá invalidado. Por esta razoón es tan importante destacar que éstas son estrategias
que todos usamos en cierta medida, y que, a corto plazo, a menudo funcionan para hacernos
sentir mejor.
Pregunta 4: ¿Qué has sentido?
En este punto preguntamos, con gran compasión, cómo se siente el cliente.
Podríamos decir, por ejemplo, «Sabes, muchas personas en este punto
experimentan sentimientos bastante intensos…, como tristeza, enojo o
ansiedad…, y me pregunto, ¿qué has sentido hasta este momento?».
Muchos clientes tendrán una reacción emocional, a menudo una
combinación de tristeza, enojo, ansiedad o culpa, y queremos normalizar y
validar lo que sea. Al mismo tiempo, con frecuencia tienen una sensación
de alivio, porque estamos validando su experiencia: han estado utilizando
todas estas ECS y han recibido un poco de alivio a corto plazo pero, a largo
plazo, no está funcionando.
A veces, en este punto, el cliente se fusiona con un juicio negativo (por
ejemplo, «¡Soy un perdedor!»). Si es así, queremos reiterar que éstas son
estrategias comunes que todo el mundo utiliza, y nuestra cultura nos anima
a hacer estas cosas. Entonces, podemos pasar a una rápida defusión básica,
como en este ejemplo:
Terapeuta: Observa lo que hace tu mente al respecto. Aprecia lo rápido que
salta y empieza a afectarte. Y lo creas o no, lo que tu mente está tratando
de hacer aquí es ayudarte. Tiene una estrategia: «Si le doy vueltas en mi
cabeza y paso un rato lo suficientemente malo, eso me ayudará a seguir
con mi vida y que deje de hacerme daño». Así que es completamente
natural y normal que tu mente esté haciendo esto; pero no es nada útil.
Entonces, ¿qué tal si dejamos que tu mente diga algo, pero no nos
dejamos desviar por ello y podemos volver a lo que estamos tratando
aquí?
Esta respuesta permitirá que muchos clientes se desenganchen, pero si no es
así, es posible que tengamos que dedicar más tiempo a la defusión,
utilizando las estrategias de los capítulos 12-16. De manera similar, si el
cliente en este punto se siente abrumado por una emoción intensa,
podríamos pasar a conectarse a la tierra y al anclaje (capítulo 10). El punto
es que, sea cual sea la reacción del cliente, validemos, normalicemos y
respondamos con gran compasión y comprensión.
Pregunta 5: ¿Estás abierto a algo nuevo?
Una vez que sentimos que el cliente está en contacto con la inutilidad de
esforzarse mucho por controlar sus emociones, podemos preguntar: «¿Estás
abierto a algo nuevo?».
Esto puede sonar un poco así:
Terapeuta: Entonces, ¿puedo resumirlo rápidamente? Has estado
esforzándote durante mucho, mucho tiempo para deshacerte de tus
sentimientos no deseados. Has encontrado un montón de estrategias que te
brindan alivio a corto plazo, pero no funcionan o empeoran la vida a largo
plazo. Y eso ha significado grandes costes para ti. Vivir tu vida de esta
manera te ha pasado factura. Así que, dado todo eso, me pregunto, ¿estás
preparado para algo nuevo? ¿Una nueva manera de responder a los
pensamientos y sentimientos difíciles que es radicalmente diferente de
todo lo que has probado?
Mientras sigamos este proceso con apertura, curiosidad y compasión, los
clientes se sentirán validados, confirmando sin prejuicios su experiencia:
que han estado tratando de controlar sus sentimientos, pero que eso no está
funcionando a largo plazo, y la vida está empeorando, no mejorando.
¿Qué sigue ahora?
Las reacciones de los clientes varían enormemente en este punto. Pueden
mostrarse indiferentes («Ok»), emocionados («¡Hagámoslo!») o ansiosos
(«No sé. ¿Qué implica?»). Cualquiera que sea su reacción emocional,
queremos reconocerlo, validarlo y también hacer un juicio: ¿el cliente
realmente ha contactado la inviabilidad de la agenda de control emocional?
Si no, necesitaremos persistir con la CH un poco más. Pero, si es así, la
mayoría de los terapeutas ahora se dividirían en un grupo de intervenciones
llamadas «abandonar la lucha» (capítulo 9).
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 8 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás la hoja de trabajo «Join the
DOTS» (que creé para ayudarme a recordar todos los pasos de la CH). Puedes completar esta
hoja de trabajo con el cliente o dibujarla en una pizarra. También encontrarás otros dos
formularios útiles: el «Vitality vs. Suffering Diary» y la hoja de trabajo «Problems and
Values».
Habilidades
Hay bastantes pasos para realizar la CH, por lo que requiere práctica. Te
recomiendo que hagas lo siguiente:
Descarga la hoja de trabajo «Join the DOTS» e imprime dos copias.
Completa una sobre ti mismo (después de todo, la mejor persona para
practicar la ACT eres tú) y la otra en función de un cliente actual.
Después, ensaya los distintos pasos en voz alta (o al menos dentro de tu
cabeza) con un cliente imaginario, cambiando las palabras para
adaptarlas a tu propia manera de hablar.
Una vez que lo haya ensayado, pruébala en la sesión con un cliente
real.
Para llevar
La desesperanza creativa es una parte opcional del modelo de la ACT; no
tienes que implementarla con todos los clientes. Sin embargo, si tu cliente
tiene un alto nivel de evitación experiencial y sólo le interesa sentirse bien o
deshacerse de sus pensamientos y sentimientos difíciles, entonces debes
aplicar una desesperanza creativa; si la omites con dichos clientes, te
quedarás atascado.
Mientras la implementes con compasión y curiosidad, no con juicio,
condescendencia o sermoneando, los clientes descubrirán que valida con
fuerza su propia experiencia.
CAPÍTULO 9
Dejar de luchar
Si no se evita, ¿entonces, qué?
Si no evitamos nuestros pensamientos y sentimientos no deseados, ¿cuál es
la alternativa? En la terminología tradicional de la ACT, la alternativa es la
voluntad: es decir, la voluntad de tener nuestros pensamientos y
sentimientos en lugar de escapar de ellos o luchar contra ellos. La voluntad
puede involucrar cualquiera de las cuatro habilidades básicas de atención
plena, o cualquier combinación de las mismas: defusión, aceptación,
atención flexible (contacto con el momento presente) y autocontrol.
TERMINOLOGÍA COMPLEJA
El término «voluntad» tiene dos significados diferentes en la ACT: (a) es un sinónimo de
aceptación: tener voluntariamente o dejar espacio a los pensamientos y sentimientos (en lugar de
hacerlo de mala gana o sin entusiasmo, lo que llamaríamos «tolerancia») y (b) es una calidad de
acción: haces algo voluntariamente, en lugar de demostrar resentimiento o renuencia.
La configuración predeterminada para la mayoría de nosotros es que,
cuando aparecen pensamientos y sentimientos difíciles, luchamos contra
ellos: tratamos de suprimirlos o vencerlos, o huimos y nos escondemos de
ellos. Entonces, el primer paso en la disposición es simplemente abandonar
la lucha: dejar de pelear y no huir de nuestros propios pensamientos y
sentimientos.
En esta fase de la terapia entran dos tipos principales de intervención:
A. Nombrar la lucha como el problema.
B. Derrumbar la ilusión del control emocional.
Si después de la desesperanza creativa tu cliente te pregunta con
impaciencia: «Entonces, ¿qué debo hacer?», podrías responderle: «Buena
pregunta. Ya sabes que aquí aprenderemos algunas habilidades nuevas para
manejar pensamientos y sentimientos difíciles. Pero este enfoque es tan
diferente de todo lo que has intentado que, probablemente, resultaría
contraproducente si saltamos directamente a él. Así que, si estás dispuesto a
soportarme un poco más, lo que me gustaría hacer es sentar las bases para
lo que viene después. Tal vez podrías pensarlo de esta manera…
El terapeuta ahora utiliza una metáfora de su elección para transmitir que
la lucha es el problema (lo veremos en breve).
La lucha es el problema, no la solución
La frase anterior significa que mientras un cliente esté enganchado a la
agenda de tratar de controlar cómo se siente, permanecerá en un círculo
vicioso de sufrimiento creciente. En la mayoría de los libros sobre la ACT,
encontrarás una frase alternativa: «El control es el problema, no la
solución». No me gusta esa versión porque crea fácilmente confusión sobre
el tema del control. Déjame explicarlo.
Si nuestro objetivo es capacitar a las personas, debemos ayudarlas a
enfocarse en lo que está bajo su control. Por eso en la ACT ayudamos a las
personas a:
A. Identificar la diferencia entre lo que está y no está bajo su control.
B. Renunciar a tratar de controlar lo que no pueden controlar.
C. Ejercer activamente el control sobre lo que pueden controlar (si
hacerlo es útil).
A continuación, se muestra una tabla que aclara estas diferencias:
Ten en cuenta la palabra «potencialmente» al principio de la columna de
la derecha. Si el cliente está muy fusionado, operando en piloto automático
o disociativo, obviamente no tiene mucho control sobren estas áreas, pero a
medida que se desarrolla y aumenta la flexibilidad psicológica, su grado de
control aumenta con ella.
Esperemos que puedas ver que en la ACT alentamos mucho el control. De
hecho, a menudo les he dicho a los clientes: «Quiero ayudarte a tener
mucho más control sobre lo que dices y haces cuando la vida se pone difícil
y aparecen estos sentimientos difíciles».
Entonces, dada esta posible confusión con la terminología, en lugar de
hablar del «control» como problema, prefiero usar el término «lucha» o la
frase más larga «luchar contra nuestros pensamientos y sentimientos
difíciles y huir de ellos».
Intervención: Reconocer que la lucha es el problema
El primer tipo de intervención para abandonar la lucha es ayudar al cliente a
reconocer que la lucha contra los pensamientos y sentimientos difíciles, no
los pensamientos o sentimientos en sí, es el problema. Hay muchas
metáforas que podemos usar para transmitir cuán difícil es el problema. En
este capítulo, primero veremos mi favorita, el ejercicio de «Empujar el
papel», y luego dos alternativas populares, «Luchando en arenas
movedizas» y «Tira y afloja con el monstruo» (ambos de Hayes et al.,
1999).
Empujar el papel
Este ejercicio, que ha evolucionado desde mi anterior ejercicio
«Rechazando el portapapeles» (Harris, 2009a), es una metáfora de la
aceptación y la evitación experiencial. El texto que sigue es una versión
genérica, adecuada para casi cualquier persona. Es mucho más poderoso si
lo hacemos específico para cada cliente único, por lo que en lugar de decir
cosas como: «todas las personas que te importan», diríamos, por ejemplo,
«Tu esposo, Michael, y tu hija adolescente, Sarah».
Cuando hago esto, generalmente acerco mi silla al cliente y nos sentamos
uno al lado del otro, cada uno con una hoja de papel. Colocamos nuestras
espaldas apoyadas en la pared y ambos miramos hacia la habitación y
hacemos todas las acciones simultáneamente. No tienes que hacerlo de esta
manera, por supuesto; puedes modificarlo y adaptarlo libremente para que
se adapte a ti mismo. El ejercicio es más efectivo si primero escribimos en
el papel los pensamientos, sentimientos, emociones, recuerdos, impulsos,
antojos y sensaciones específicos que el cliente está tratando de evitar o de
los que intenta escapar.
Mientras lees el guion, a continuación, actúalo: toma una hoja de papel y
aléjala como se te indica e imagina que lo haces con tu cliente.
Algunas palabras de advertencia: ésta es una metáfora muy física, por lo
que, si tú o tu cliente tenéis problemas de cuello y hombros u otros
problemas que podrían provocaros dolor, no lo hagáis, siempre puedes usar
una metáfora puramente verbal como las que veremos en breve: «Luchando
en arenas movedizas» o «Tira y afloja con el monstruo».
***
Terapeuta: (sentado al lado del cliente, ambos mirando hacia la habitación)
Imagina que frente a ti (señalando el contenido de la habitación y la pared
del fondo) hay todo lo que realmente te importa en lo más hondo de tu
corazón; todo lo que hace que tu vida sea significativa (o que solía hacerlo
en el pasado); todas las personas, lugares y actividades que amas; todas
tus comidas y bebidas favoritas, tu música, libros y películas; todas las
cosas que te gusta hacer; y todas las personas que te importan y con las
que quieres pasar tu tiempo.
Pero eso no es todo. También están ahí todos los problemas y desafíos a
los que debes enfrentarte en tu vida de hoy en día, como… (el terapeuta
da algunos ejemplos basados en el historial del cliente, como «tu conflicto
con tu hijo», «tus problemas financieros», «tus problemas de salud», «tu
caso judicial», «tu búsqueda de empleo», «las sesiones de quimioterapia
para el cáncer»).
Y también están ahí todas las tareas que debes hacer regularmente para
que tu vida funcione: ir de compras, cocinar, limpiar, conducir, hacer la
declaración de la renta, etc.
Ahora, por favor, cópiame mientras hacemos este ejercicio. Imaginemos
que esta hoja de papel son todos esos pensamientos, sentimientos,
emociones y recuerdos difíciles de los que te gustaría deshacerte. Ahora
sostenlo firmemente por los bordes de esta manera, y empújalo lo más
lejos posible de ti. (El terapeuta sostiene el papel firmemente por los
bordes con ambas manos, y estira los brazos hacia adelante, empujando el
papel lo más lejos posible. El cliente copia sus movimientos). Esto es lo
que tu cultura te dice que hagas: alejar estos pensamientos y sentimientos
de ti. Los amigos te dicen que hagas esto, los médicos, los terapeutas, los
consejeros, las revistas femeninas; todo el mundo. ¿De acuerdo? Pero,
bueno (el terapeuta dice la siguiente parte con humor), parece que
realmente no estamos consiguiendo mucho de esta manera. Así que,
empujemos más fuerte. Empuja tan fuerte como puedas. Estira los codos,
relaja los hombros, llevemos estos pensamientos y sentimientos lo más
lejos posible. (El terapeuta y el cliente mantienen esa postura para la
siguiente sección del ejercicio: sosteniendo el papel firmemente por los
bordes, con los brazos rectos, manteniéndolo lo más lejos posible del
torso).
Ahora fíjate en tres cosas. En primer lugar, ¿es algo fatigoso o no? Sólo
llevamos menos de un minuto y ya es agotador. Imagínate hacer esto todo
el día, ¿cuánta energía consumiría?
En segundo lugar, observa lo muy molesto que es. Si la persona que
amas estuviera justo frente a ti, ¿te sería fácil prestarle toda tu atención?
Si tu película favorita se estuviera reproduciendo en una pantalla ahí
delante, ¿cuánto te perderías? Si estuvieras ante una tarea importante en
este momento o un problema o un desafío que debes abordar, ¿te sería
fácil o difícil concentrarte en ello?
En tercer lugar, observa, mientras todo tu esfuerzo y energía se dedican
a hacer esto, lo difícil que es actuar, hacer las cosas que hacen que tu vida
funcione, como (el terapeuta da algunos ejemplos basados en la historia
del cliente, como «hacer la cena», «conducir tu coche», «abrazar a tu
bebé», «escribir en tu ordenador»). Observe cuán difícil es la vida cuando
estamos luchando con pensamientos y sentimientos como éste. Estamos
distraídos, nos estamos perdiendo la vida, es difícil concentrarse, estamos
exhaustos y es muy difícil hacer las cosas que logran que la vida funcione.
Ahora, veamos qué sucede cuando abandonamos la lucha contra
nuestros pensamientos y sentimientos. (El terapeuta ahora relaja los
brazos, deja caer el papel en su regazo. El cliente copia sus acciones. Por
lo general, el cliente expresará un suspiro de alivio: «Ah, esto está
mejor»). Gran diferencia, ¿eh? ¿Cuánto menos cansado es esto? ¿Cuánta
más energía tienes ahora? ¿Cuánto más fácil es que te involucres y te
enfoques en lo que está frente a ti? Si tu persona favorita estuviera frente a
ti en este momento, ¿cuánto más conectado con ella estarías? Si hubiera
una tarea que necesitaras hacer o un problema que necesitaras abordar,
¿cuánto más fácil sería concentrarse en ello? Ahora mueve los brazos y
las manos (el terapeuta agita suavemente los brazos y las manos; el cliente
también). ¿Cuánto más fácil es ahora tomar medidas, conducir un coche,
abrazar a un bebé, cocinar la cena?
Ahora fíjate que estas cosas (el terapeuta indica el papel en su regazo)
no han desaparecido. No nos hemos librado de ellas. Todavía están aquí,
pero tenemos una nueva manera de responder al respecto. Las estamos
manejando de manera diferente.
Ya no nos detienen, ni nos derriban ni nos sacuden. Y si hay algo útil
que podamos hacer con ellas, podemos usarlas. Verás, incluso los
pensamientos y sentimientos realmente dolorosos a menudo tienen
información útil que puede ayudarnos, incluso si sólo nos señalan
problemas que debemos abordar o cosas que debemos hacer de manera
diferente, o simplemente nos recuerdan que debemos ser más amables con
nosotros mismos. Y si no hay nada útil que podamos hacer con ellas, las
dejamos ahí.
***
Ten muy en cuenta el párrafo final del ejercicio anterior; en la ACT no
descartamos ni ignoramos los sentimientos dolorosos, sino que los miramos
con apertura y curiosidad. Nuestras emociones son una gran fuente de
sabiduría, y no nos negamos a aceptarlas; las convertimos activamente en
aliadas, como veremos en el capítulo 23.
CONSEJO PRÁCTICO
Algunas veces un cliente dirá: «¿No puedo hacer esto?», y tirará el papel al suelo. El terapeuta
respondería resumiendo algunas de las principales estrategias de evitación identificadas en el
trabajo de desesperanza creativa, de la siguiente manera: «Sí, ya hemos establecido que conoces
muchas formas de hacerlo durante un corto período de tiempo: tomar algunos medicamentos,
evitar una situación difícil, distraerse con un juego de ordenador, pero ¿cuánto tiempo pasará
antes de que vuelva el dolor? No mucho, ¿verdad? Entonces, esto (hace el gesto de tirar el papel)
es básicamente lo mismo que esto (hace el gesto de empujar el papel). Estamos hablando de
hacer algo radicalmente diferente, como esto (hace el gesto de dejar caer el papel en su regazo).
A continuación, veremos dos metáforas más populares para abandonar la
lucha.
Metáfora de la lucha en arenas movedizas
Terapeuta: ¿Recuerdas esas viejas películas en las que el chico malo cae en
unas arenas movedizas, y cuanto más lucha más rápido lo absorben éstas?
En arenas movedizas, lo peor que puedes hacer es luchar. La manera de
sobrevivir es recostarse, extender los brazos y las piernas y flotar en la
superficie. Esto es muy complicado, porque cada instinto de tu cuerpo te
dice que luches. Pero, si haces lo que es natural e instintivo, te ahogarás.
Y observa que recostarse y flotar es psicológicamente complicado, no es
algo natural, pero supone mucho menos esfuerzo físico que luchar.
La metáfora del tira y afloja con el monstruo
Terapeuta: Imagina que estás en un tira y afloja con el enorme monstruo de
la ansiedad. (Modifica el nombre del monstruo para adaptarlo al
problema, por ejemplo, el monstruo de la depresión). Tú tiras de un
extremo de la cuerda y el monstruo tira del otro. Y entre los dos, hay un
gran pozo sin fondo. Y estás tirando hacia atrás lo más fuerte que puedes,
pero el monstruo sigue tirando de ti cada vez más, y cada vez te acerca
más al pozo. ¿Qué es lo mejor que se puede hacer en esa situación?
Cliente: Tirar más fuerte.
Terapeuta: Bueno, eso es lo que se le ocurre a uno naturalmente, pero
cuanto más tiras, más tira también el monstruo. Estas atrancado. ¿Qué es
lo que hay que hacer?
Cliente: ¿Dejar caer la cuerda?
Terapeuta: Eso es. Cuando sueltas la cuerda, el monstruo sigue ahí, pero ya
no estás atado en la lucha contra él. Ahora puedes hacer algo más útil.
Existen muchas otras metáforas que podrías usar para ilustrar que la lucha
en sí misma es el problema. Básicamente, puedes usar cualquier cosa que
transmita este mensaje: cuanto más hagas lo que viene natural e
instintivamente en esta situación problemática, peor será la situación. Los
ejemplos bien conocidos incluyen pisar los frenos cuando tu coche patina,
nadar contra una marea alta, tratar de salir de un agujero, rascarse una
erupción con picazón e inclinarse hacia atrás en los esquís cuando vas
demasiado rápido. Otra opción es la metáfora del interruptor de lucha
(Harris, 2007), que mostramos en el capítulo 22.
CONSEJO PRÁCTICO
Puedes volver a estas metáforas en sesiones posteriores cuando un cliente recaiga en estrategias
de control emocional autodestructivas. Por ejemplo, si tu cliente informa que estuvo de
borrachera tres días, puedes responderle compasiva y respetuosamente: «Luchando en las arenas
movedizas nuevamente. Es muy común. Es muy difícil para nosotros romper viejos hábitos» o
«Tres días haciendo eso (el terapeuta imita el papel), deben de haberte dejado exhausto».
Intervención: Derrumbando la ilusión del control emocional y
cognitivo
En este tipo de intervención, derrumbamos el mito o la ilusión de que los
humanos pueden controlar sus pensamientos y sentimientos. Podrías decir:
«Todos vamos por ahí tratando de controlar cómo nos sentimos, y
simplemente no funciona. No es que no tengamos ningún control, pero
tenemos mucho menos de lo que nos gustaría. Y lo que me gustaría hacer, si
estás de acuerdo, es que practiques unos simples ejercicios para que puedas
comprobarlo por ti mismo». Luego, podrías hacer que el cliente haga uno o
todos los ejercicios que siguen en cualquier combinación u orden. (Los dos
primeros son de Harris, 2007, y los otros son de Hayes et al., 1999).
Eliminar un recuerdo
Terapeuta: Tómate un momento para recordar cómo has llegado hoy aquí.
¿Ya está? Bien, ahora borra ese recuerdo. Sólo deshazte de él. (Pausa)
¿Cómo te ha ido?
Entumece tu pierna
Terapeuta: Ahora haz que tu pierna izquierda quede completamente
adormecida, tan insensible que podrías cortarla con una sierra y no
sentirías nada. (Pausa) ¿Cómo te ha ido?
No pienses en…
Terapeuta: Para el próximo ejercicio, no debes pensar en lo que digo. Ni
siquiera por un microsegundo. No pienses en… helados. No pienses en tu
sabor favorito. No pienses en cómo se derrite en la boca en un caluroso
día de verano. (Pausa) ¿Cómo te ha ido?
La metáfora del polígrafo
Terapeuta: Imagina que soy un científico loco y te he secuestrado para
hacer un experimento contigo. Y te he conectado a un polígrafo, un
detector de mentiras súper sensible. Esa máquina detectará la más mínima
señal de ansiedad en tu cuerpo. No puedes engañarla. Incluso el más
mínimo indicio de ansiedad y todas las alarmas sonarán. Y en este
experimento que voy a hacer contigo, no debes sentir ninguna ansiedad,
porque si lo haces, tiraré de esta palanca, que te electrocutará con un
millón de voltios. (Pausa) ¿Qué pasaría?
Cliente: Estaría frito.
Terapeuta: Correcto. Aunque tu vida dependa de ello, no puedes detener la
ansiedad.
Enamorarse
Terapeuta: Ahora supongamos que debo darte mil millones de dólares, mil
millones, si puedes hacer lo que te pido. Voy a traer a alguien a esta
habitación, a alguien que nunca has visto antes, y si puedes enamorarte al
instante de esa persona, entonces te daré el dinero. ¿Podrías hacerlo?
Clienta: Si fuera Brad Pitt, podría.
Terapeuta: Es un camionero sexista, racista y homofóbico, que no para de
gritar cosas profundamente ofensivas, y que no se ha bañado ni se ha
lavado los dientes durante un año.
Clienta: ¡En ese caso, no!
Terapeuta: ¿Ni siquiera por mil millones de dólares?
Clienta: Supongo que podría intentarlo.
Terapeuta: Claro. Podrías actuar. Podrías abrazarlo y besarlo y decirle: «¡Te
amo, te amo!» porque tienes mucho control sobre tus acciones, pero
¿podrías controlar tus sentimientos?
Clienta: No.
¿Qué es lo siguiente?
En este punto, es de esperar que el cliente esté preparado para comenzar a
aprender algunas habilidades nuevas. Si te queda tiempo suficiente en esta
sesión, puedes comenzar de inmediato. Para empezar, las habilidades más
fáciles para la mayoría de los clientes son el anclaje o una simple defusión
(no meditativa); las habilidades más desafiantes para comenzar son la
aceptación, la autocompasión y el autocontrol.
Sin embargo, si no tienes tiempo suficiente para comenzar a desarrollar
habilidades activamente, explícaselo al cliente y dile algo como esto: «En la
próxima sesión, si estás preparado, nuestro enfoque principal será aprender
algunas nuevas maneras de manejar estos pensamientos y sentimientos
difíciles. ¿Qué te parece?». En tales casos, es útil establecer una tarea
sencilla que se base en la metáfora de la lucha que has utilizado: pídele a tu
cliente que se fije cuándo está «empujando con fuerza» o «tirando de la
cuerda» o «luchando en arenas movedizas» y también que se fije cuándo, si
es que sucede alguna vez, deja de empujar, tirar o luchar, y qué diferencias
se dan.
Mejor aún, si está dispuesto, anímalo a llevar un diario: ¿Cuándo y dónde
ocurre la lucha? ¿Qué la desencadena? ¿Cuáles son las consecuencias?
¿Cuándo, si es que sucede alguna vez, abandona la lucha? ¿Qué diferencia
se da? Estas tareas pueden ser alternativas o adiciones a las tareas de CH
del capítulo anterior.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 9 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás: (a) la hoja de trabajo «Daily
Struggle», (b) cómo normalizar y validar las luchas de los clientes contra sus emociones y
ayudarlos a comprender por qué lo hacen, (c) cómo manejar reacciones poco comunes pero
difíciles con el ejercicio «Empujar el papel» y (d) enlaces a mi animación de YouTube de la
metáfora del polígrafo.
Habilidades
Probablemente puedas adivinar lo que voy a decir a continuación. Leer
estas cosas no es suficiente, tienes que practicar. Así que:
Lee en voz alta todos los ejercicios y metáforas, como si estuvieras
haciéndolos con un cliente. (O al menos ensáyalos mentalmente).
Observa tus propias tendencias a luchar contra tus pensamientos y
sentimientos. Mantén un diario: ¿cuándo y dónde ocurre la lucha? ¿Qué
la desencadena? ¿Cuáles son las consecuencias? ¿Cuándo, si es que
sucede alguna vez, abandonas la lucha? ¿Qué diferencia se da?
Para llevar
Las metáforas sobre abandonar la lucha proporcionan un buen paso hacia el
trabajo formal explícito sobre la aceptación. También facilitan un puente
útil entre la desesperanza creativa y la voluntad.
CAPÍTULO 10
Anclaje
Una herramienta de mindfulness multipropósito
El anclaje es una técnica simple pero poderosa para contactar con el
momento presente. El objetivo es ayudar a los clientes a estar «totalmente
presentes», a participar en lo que están haciendo, a recuperar el control
sobre sus acciones y a centrar su atención en lo que es más importante en el
aquí y ahora. Es tan efectivo para la mayoría de las personas y tan fácil de
enseñar en relación con otras técnicas de atención plena, que espero que lo
veamos mucho más ampliamente utilizado en los protocolos de la ACT de
lo que lo vemos en la actualidad.
Personalmente, te recomiendo que utilices el anclaje como la primera
habilidad de mindfulness que enseñes formalmente a los clientes con las
siguientes dificultades:
Desregulación emocional.
Hipoexcitación.
Hiperactivación.
Disociación.
Emociones abrumadoras.
Comportamiento impulsivo.
Comportamiento compulsivo.
Fusión extrema.
Flashbacks.
Ataques de pánico.
Además, es una buena primera habilidad que enseñar a cualquier cliente
que esté interesado en la mindfulness o que quiera mejorar para
desengancharse de los pensamientos y sentimientos difíciles. También es
una excelente opción como tu primer paso para desarrollar activamente la
disposición, después de la desesperanza creativa y el abandono de la lucha.
(¿Puedes decir que me gusta esta técnica?)
Presentar el ejercicio de anclaje
La metáfora de «La tormenta emocional» (Harris, 2007) es una buena
manera de presentar el ejercicio de anclaje a tus clientes.
La metáfora de la tormenta emocional
En la transcripción que sigue, el cliente está abrumado por la ansiedad. El
terapeuta acaba de preguntarle: «¿Dónde te sientes más?».
Cliente: ¡En todas partes! Todo se agita aquí (señalando su pecho y
abdomen).
Terapeuta: Entonces es más intenso en el pecho y la barriga. ¿Y cómo es
dentro de tu cabeza?
Cliente: Terrible. Todo gira en mi cabeza (gira su dedo al lado de la sien).
Terapeuta: Entonces, tienes todos estos pensamientos girando en tu cabeza,
todos estos sentimientos alrededor de tu cuerpo. Es como una tormenta
emocional que estalla dentro de ti. Y mientras la tormenta te arrastra, no
hay nada efectivo que puedas hacer. Estás a merced de los elementos,
¿verdad?
Cliente: ¡Exacto!
Terapeuta: Supongamos que tu barco navega hacia el puerto justo cuando
estalla una gran tormenta, ¿cuál es tu principal prioridad?
Cliente: Amarrarlo, supongo.
Terapeuta: Sí. Amarrarlo o echar el ancla lo más rápido posible. Y pasa lo
mismo con nosotros. Cuando las tormentas emocionales explotan, lo
primero que debemos hacer es echar el ancla. Y obviamente eso no hará
que la tormenta se vaya; las anclas no controlan el clima, pero nos
mantendrá firmes hasta que pase la tormenta.
CONSEJO PRÁCTICO
Es importante mencionar que el barco se acerca o ya está en el puerto. Un barco en el mar no
echaría el ancla durante una tormenta; intentaría remontar las olas.
En la ACT, queremos ser flexibles con nuestras metáforas y siempre
adecuarlas o cambiarlas para adaptarlas a nuestros clientes. En 2016, tuve el
privilegio de crear (ayudado por muchos otros) un protocolo de ACT para
la Organización Mundial de la Salud para su uso en campamentos de
refugiados en todo el mundo (Epping-Jordan et al., 2016). Suponiendo que
habría muchos trastornos relacionados con el trauma y la desregulación
emocional entre los refugiados, hice que el anclaje fuera el primer ejercicio
de mindfulness en el protocolo. Sin embargo, los primeros dos países
seleccionados fueron Siria y Uganda, ninguno de los cuales tiene fuertes
lazos culturales con los barcos y la navegación. Así que cambié la metáfora
a la de conectar a la tierra, como sigue:
Imagina que estás en la copa de un árbol, en las ramas más altas, cuando
de repente estalla una tormenta. Un fuerte viento te sacude y te aferras
desesperadamente a una rama para evitar caerte. Ahora, ¿qué necesitas
hacer? Obviamente, no quieres quedarte en la rama. Deseas bajar al suelo lo
más rápido posible. Y bajar al suelo no hará que la tormenta se detenga,
pero es el lugar más seguro para ti. Además, si te mantienes en lo alto de
ese árbol, no puedes hacer nada útil. Por ejemplo, si hay un niño pequeño
debajo del árbol, no puedes hacer nada para protegerlo o consolarlo
mientras tú estás en lo alto de las ramas. Pero tan pronto como estés en el
suelo, puedes abrazarlo y consolarlo hasta que pase la tormenta. Nuestro
objetivo es aprender cómo «conectarse a la tierra» de esta manera, cuando
las tormentas emocionales explotan dentro de nosotros. Independientemente
de la tormenta emocional, ira o tristeza, miedo, culpa o desesperanza,
cuanto antes podamos calmarnos, mejor.
Tres pasos para el anclaje
Todos los ejercicios de anclaje siguen una estructura repetitiva de tres
pasos, que se puede recordar por las siglas RVC:
R: Reconocer tu experiencia interior.
V: Volver a tu cuerpo.
C: Comprometerte con el mundo.
Veamos esta estructura.
R. Reconocer tu experiencia interior. El objetivo aquí es simplemente
reconocer los pensamientos, sentimientos, emociones, recuerdos,
sensaciones e impulsos presentes. A menudo es útil poner esto en palabras
(en silencio o en voz alta), por ejemplo, «Aquí está la tristeza», «Estoy
experimentando recuerdos dolorosos», «Tengo un sentimiento de ira».
V. Vuelve a tu cuerpo. El objetivo es recuperar un sentido de autocontrol al
enfocarse en lo que tiene más control cuando los pensamientos y
sentimientos difíciles están presentes: las acciones físicas. Moverse,
estirarse, cambiar de postura, sentarse erguido, ponerse de pie, caminar,
alterar la respiración, estirar la columna vertebral, apretar el suelo con los
pies, etc. Estas cosas ayudan a las personas a recuperar rápidamente el
control sobre su cuerpo físico: un gran primer paso hacia cualquier tipo de
acción física efectiva.
C. Comprométete con el mundo. El objetivo ahora es expandir la
conciencia: observar dónde se encuentra, qué está haciendo y qué puede
ver, oír, tocar, saborear y oler. Esto no es para distraerse de los
pensamientos y sentimientos, sino para darse cuenta de qué más hay
además de ellos.
¿Cuáles son las indicaciones para el anclaje?
Hay tres indicaciones principales para el anclaje:
1. El cliente quiere aprender una habilidad simple de mindfulness (que
puede servir como base para la defusión, la aceptación, el contacto con
el momento presente o el yo como contexto).
2. El cliente está tan fusionado que no puede involucrarse o participar en
la sesión.
3. El cliente está emocionalmente abrumado, actúa de manera impulsiva
o compulsiva, o se disocia.
Anclaje: ¿Por qué no deberías apegarte al guion?
Cuando realices estos ejercicios en ti mismo o con tus clientes, no te
adhieras al guion. Hay billones y trillones (y tal vez hasta gigallones) de
posibles variaciones en el siguiente guion, así que sé flexible y creativo. Por
ejemplo, si tu cliente tiene un dolor crónico que empeora si aprieta los pies
contra el suelo, ¡entonces no le pidas que lo haga! En cambio, pídele que
asienta suavemente con la cabeza, que mueva los dedos de los pies, que se
toque los codos o que se encoja de hombros.
Ejercicio de anclaje
Idealmente, antes de comenzar este ejercicio, el cliente ya te ha contado los
elementos de su tormenta emocional: los pensamientos, sentimientos,
emociones y recuerdos contra los que está luchando. Si es así, puedes
referirte a ellos específicamente, por ejemplo, «En este momento aparece
un recuerdo muy doloroso, y mucha tristeza y mucha ira». Pero si el cliente
está demasiado angustiado para hablar, o no puede o no quiere decir qué
pensamientos y sentimientos están presentes, puedes referirte a ellos con
términos inespecíficos como «dolor», «incomodidad», «algo difícil»,
«pensamientos y sentimientos difíciles» o incluso «tormenta emocional».
(He puesto en cursiva y en negrita esas frases a lo largo del guion porque
volveremos a ellas más adelante).
Espera unos diez segundos entre las instrucciones y brinda a tu voz una
cualidad amable y relajante. Debes modelar todas las acciones para el
cliente (por ejemplo, presionar los pies contra el suelo, presionar las yemas
de los dedos entre sí) para ayudar a reducir la autoconciencia del cliente y
crear una sensación de relación: estamos juntos en esto; somos un equipo.
Te recomiendo que leas este guion en voz alta de antemano y lo representes,
como si ensayaras tus frases y acciones para un papel en una obra de teatro.
Pero, si no puedes o no quieres hacerlo, al menos ensaya activamente en tu
mente.
En este momento te enfrentas a mucho dolor. Puedo ver cuánto te
cuesta, lo difícil que es para ti. Y realmente quiero ayudarte a manejarlo.
Para ello, ¿podrías seguir mis instrucciones? No tienes que decir nada si
no lo deseas, pero puedes hablar si quieres.
Bueno, primero, tómate un momento para reconocer que hay
pensamientos y sentimientos difíciles que se te presentan en este
momento.
Y al mismo tiempo, mira si puedes presionar los pies con fuerza contra
el suelo. Empújalos hacia abajo (el terapeuta empuja sus propios pies con
fuerza)… Eso es todo. Siente el suelo debajo de ti.
Ahora siéntate erguido en tu silla (el terapeuta hace estas acciones
mientras habla)… Siente la silla debajo de ti, nota tu espalda apoyada.
Ahora presiona lentamente las yemas de los dedos y, mientras lo haces,
mueve suavemente los codos y los hombros (el terapeuta realiza estas
acciones mientras habla).
Siente que tus brazos se mueven desde los dedos hasta los omóplatos.
Tómate un momento para reconocer que hay mucho dolor contra el que
estás luchando… No lo pediste…, pero aquí está… y es desafiante y es
difícil y quieres que desaparezca, y sin embargo no va a desaparecer…
En silencio reconoce qué tipo de dolor es… Por ejemplo, dite a ti
mismo: «Aquí hay tristeza» o «Aquí hay ansiedad» o «Aquí hay un
recuerdo doloroso». (Si el terapeuta sabe cuál es el dolor, puede
mencionarlo específicamente).
Ahora nota que tienes pensamientos y sentimientos dolorosos, y
también que hay un cuerpo alrededor de todo ese dolor, sosteniéndolo,
conteniéndolo. Y es un cuerpo que puedes mover y controlar. Endereza la
espalda nuevamente y observa todo tu cuerpo ahora: manos, pies, brazos,
piernas. (El terapeuta endereza la espalda). Muévelos suavemente y siente
cómo se mueven… Haz un buen estiramiento (el terapeuta estira los
brazos)… Observa cómo se estiran los músculos… Presiona con los pies
hacia abajo y siente el suelo (el terapeuta presiona con los pies hacia
abajo).
Ahora mira también alrededor de la habitación (arriba, abajo y de lado a
lado). (El terapeuta mira alrededor de la habitación) y observa cinco cosas
que puedes ver.
Y también observa tres o cuatro cosas que puedes escuchar: sonidos
provenientes de mí o de ti o de la habitación que te rodea.
Y también nota que tú y yo (el terapeuta hace gestos tanto para él como
para el cliente) estamos trabajando aquí juntos, como un equipo.
Así que fíjate, hay algunos pensamientos y sentimientos difíciles
contra los que estás luchando y, al mismo tiempo, mira si también puedes
notar tu cuerpo en la silla… y mueve suavemente ese cuerpo, estírate (el
terapeuta se mueve, se estira)… Eso es todo, toma el control de tus brazos
y piernas.
Y también observa la habitación a tu alrededor (el terapeuta mira a su
alrededor).
Y observa que tú y yo aquí (gestos del terapeuta hacia él y hacia el
cliente) trabajamos juntos como un equipo.
El terapeuta continúa realizando un ciclo del ejercicio (reconociendo la
experiencia interna, volviendo al cuerpo, interactuando con el mundo) hasta
que el cliente esté conectado a la tierra, lo que podría identificarse por
respuestas no verbales (por ejemplo, expresiones faciales, postura corporal,
contacto visual) o respuestas verbales (por ejemplo, hablar fácilmente,
hacer o responder preguntas, verbalizar pensamientos y sentimientos) que
transmiten compromiso. El terapeuta finaliza el ejercicio con preguntas
informativas simples como:
¿Notas alguna diferencia ahora? ¿Estás menos enganchado a esos
pensamientos y sentimientos difíciles? ¿Te sientes menos afectado o
agitado por ellos?
¿Te resulta más fácil involucrarte conmigo, estar presente, concentrarte
en lo que digo y en lo que estamos haciendo aquí?
¿Tienes más control sobre tus acciones, sobre tus brazos, piernas y
boca? Compruébalo, mueve los brazos y las piernas, estira (el terapeuta se
mueve y estira, animando al cliente a copiarlo). ¿Tienes ahora más control
sobre lo que haces?
CONSEJO PRÁCTICO
Ten en cuenta que, en todas estas preguntas informativas, el terapeuta nunca pregunta si el dolor
se ha reducido o si el cliente se «siente mejor». Hacer tales preguntas enviaría un mensaje
equivocado: que el objetivo del ejercicio es reducir o eliminar el dolor de las emociones. Por
supuesto, esto sucede a menudo; pero en la ACT eso es una ventaja, no el objetivo principal.
¿Te has fijado en todas las frases en negrita y en cursiva del guion
anterior? Éstas son todas las variantes de la instrucción «Observa tus
pensamientos y sentimientos dolorosos». Ésta es la gran (y muy importante)
diferencia entre los ejercicios de conectarse a la tierra en la ACT y casi
todos los demás modelos. En prácticamente todos los demás modelos de
terapia, no encontrarás estas instrucciones repetidas para fijarse y reconocer
experiencias personales dolorosas. ¿Y por qué esto es un problema? Porque
si el cliente no reconoce repetidamente la presencia del dolor, es muy
probable que estos ejercicios funcionen como técnicas de distracción en
lugar de técnicas de mindfulness; los clientes casi siempre las usarán para
escapar o evitar sus pensamientos y sentimientos dolorosos, a fin de sentirse
menos angustiados o ansiosos. (De hecho, en algunos modelos, éste es el
objetivo principal de tales técnicas de conexión a la tierra). Recuerda: la
distracción es lo opuesto a la mindfulness, la atención plena. Si has olvidado
la diferencia, vuelve al capítulo 3.
¿Cuánto dura el ejercicio de anclaje?
El objetivo de esta técnica es ayudar al cliente a estar «completamente
presente», participar en lo que está haciendo, recuperar el control de sus
acciones y reenfocar su atención en lo que es más importante en el aquí y
ahora. Por lo tanto, el ejercicio dura todo el tiempo que sea necesario para
lograrlo. Por lo general, de uno a tres minutos es suficiente, pero he tenido
clientes que estaban tan emocionalmente abrumados o disociados que
necesitamos hacer el ejercicio durante diez o quince minutos. En el otro
extremo, cuando los clientes sólo se desvían ligeramente, una versión de
diez segundos podría ser suficiente.
Unas palabras de advertencia: la utilización de esta técnica para evitar que
el cliente llore, para distraerlo de sus sentimientos o para cambiar de tema
porque se siente incómodo, todo ello significaría un abuso grave del
método.
Por supuesto, podemos repetir estos ejercicios tan a menudo como
creamos que será útil. Por ejemplo, cuando trabajamos con clientes que se
disocian o tienen flashbacks, podemos utilizar el ejercicio de anclaje
muchas veces en una sesión. Típicamente, de sesión en sesión, podremos
hacer estos ejercicios cada vez más cortos porque el cliente responderá más
rápido y de manera más efectiva. Por otro lado, podemos construir
progresivamente sobre estos ejercicios simples, extendiéndolos y aportando
otros procesos centrales. Por ejemplo, podemos extenderlos fácilmente en
ejercicios de autocompasión (consulta el capítulo 18).
¿Cómo ayudamos a los clientes a identificar los
beneficios?
Después de finalizar el ejercicio, es bueno ayudar a los clientes a descubrir
los beneficios que obtienen. Aquí hay algunas preguntas útiles para hacer:
¿Cómo podría ser útil esto fuera de esta sala?
¿Cuándo y dónde experimentas tormentas emocionales? ¿Cómo podría
ayudarte esto en esas situaciones?
¿Cuándo y dónde podrías aplicar esto? ¿Con quién, haciendo qué?
¿Cómo podría ayudarte esto con XYZ (donde XYZ = problemas del
cliente u objetivos de comportamiento)?
Una vez que el cliente ve cómo echar el ancla, esto puede resultarle útil
fuera de la sala de terapia y puede ser relevante para sus objetivos de
comportamiento (consulta el capítulo 6), podemos preguntar: «¿Estarías
dispuesto a practicar esto entre sesiones?». Si la respuesta es sí, entonces
puedes pasar a «¿Cuándo y dónde practicarás?». «¿Durante cuánto
tiempo?», «¿Con qué frecuencia?», y así sucesivamente.
CONSEJO PRÁCTICO
Supón que le preguntas a un cliente cómo puede resultarle útil el ejercicio, y él responde algo
como «Me relaja», «Me reduce la ansiedad» o «Me distrae de mis sentimientos». Si es así,
podríamos decir: «Bueno, eso es una buena ventaja cuando sucede, así que disfrútala cuando
ocurra, pero ése no es realmente el objetivo del ejercicio. ¿Podemos tomarnos un momento para
aclarar el objetivo real de esto?». Luego repite el ejercicio de «Empujar el papel» (capítulo 9).
¿Cuándo y cómo aplicamos esto?
El anclaje es una de las habilidades más versátiles en la ACT. ¿Y te has
fijado en cómo la fórmula RVC se asigna perfectamente al triflex?
Reconocer su experiencia interna es un primer paso útil para aprender a
abrirse. Volver a su cuerpo es un primer paso útil para prepararse para hacer
lo que importa. Comprometerse con el mundo es aprender a estar presente.
Entonces, con este simple ejercicio, se están sentando las bases para todos
los procesos principales de la ACT. Esto hace que el anclaje sea una gran
intervención en muchos tipos de problemas. Echemos un vistazo rápido a
algunas de sus muchas aplicaciones.
El anclaje cuando hace buen tiempo
Puedes practicar el ejercicio de anclaje en cualquier momento, en cualquier
lugar, en cualquier actividad, incluso cuando el clima emocional es
maravilloso. Después de todo, incluso en un día cálido y soleado, un barco
saldrá del puerto si no lo anclas. Y todos nosotros, a lo largo del día,
repetidamente nos desviamos: a medida que nos vemos atrapados en
nuestros pensamientos, nuestra atención se desvía de lo que estamos
haciendo. Entonces, para la tarea, anima a tus clientes a practicar el
ejercicio de anclaje durante todo el día. Puedes expresarlo de la siguiente
manera:
Terapeuta: A lo largo del día, cada vez que te des cuenta de que te has
«quedado frito», ya sabes, que te has quedado atrapado en tus
pensamientos y sentimientos y no estás realmente concentrado o
comprometido en lo que estás haciendo, echa el ancla. Haz una versión de
diez segundos de lo que hemos practicado aquí: reconoce los
pensamientos y sentimientos que han capturado tu atención, luego regresa
a tu cuerpo y toma su control, después observa el mundo que te rodea,
dónde estás, qué estás haciendo. Y luego vuelve a centrar tu atención en
aquello que necesitas hacer.
(El terapeuta le explica esto al cliente brevemente, luego le hace una
recomendación adicional, tal como sigue).
Terapeuta: También es bueno practicar esto en todas esas situaciones
difíciles, pero no demasiado desafiantes que siguen apareciendo durante
todo el día, ya sabes, cuando estás atrapado en una cola o en un atasco de
tráfico, o llegas tarde a una cita, o tus hijos tardan una eternidad en
prepararse, o acabas de cometer un estúpido error que juraste que nunca
volverías a cometer, o alguien acaba de decir descuidadamente algo que te
ha molestado. Si practicas mucho cuando estés ligeramente ansioso,
enojado o molesto, estarás mucho mejor preparado para cuando estallen
esas grandes tormentas emocionales. Y, a la inversa, si no lo practicas
regularmente, no podrás hacerlo cuando más lo necesites.
Ser creativo
El primer paso para echar el ancla es reconocer los pensamientos y
sentimientos que están presentes, ya sean extremadamente dolorosos,
moderadamente incómodos, algo neutros, bastante agradables o incluso una
sensación de entumecimiento.
Después, el cielo es el límite para los próximos dos pasos. Para ayudar al
cliente a recuperar el control de su cuerpo, puedes invitarlo a beber
conscientemente un vaso de agua, a ponerse de pie y caminar por la
habitación, a comer un refrigerio, a estirarse, a cambiar de postura, a girar
los pulgares, a asentir con la cabeza, a coger un objeto (por ejemplo, un
libro, un bolígrafo, un adorno) y explorar la superficie con los dedos, a
tocar la silla en la que está sentado, a colocar suavemente una mano sobre
su corazón (que puede convertirse en un hermoso ejercicio de
autocompasión, como veremos en el capítulo 18), a pasar la lengua por
encima de los dientes, y así sucesivamente.
Y para ayudarlo a relacionarse con el mundo, puedes pedirle que se fije en
cualquier cosa que pueda escuchar, ver, tocar, saborear y oler; cómo está
respirando; cómo está sentado; la sensación de lágrimas en sus ojos o
corriendo por su mejilla; el aire contra su cara; la rectitud de su columna
vertebral; la posición de su cuerpo; el sonido del aire acondicionado;
etcétera.
Así que sé creativo. Improvisa para deleite de tu corazón, siempre y
cuando vuelvas, una y otra y otra vez, a reconocer los pensamientos y
sentimientos que están presentes. ¿Por qué es esto tan importante? Porque
queremos que el cliente aprenda que puede responder con flexibilidad
incluso a los pensamientos y sentimientos más difíciles, que puede
reconocer conscientemente su presencia, tomar el control de sus acciones y
enfocar su atención donde más importa.
Entonces, ¿qué debo hacer después de haber
echado el ancla?
A veces los clientes te harán una versión de la pregunta anterior.
Responderías algo como lo que sigue a continuación:
Terapeuta: Ésa es una buena pregunta. La idea es que, una vez que te hayas
anclado, ve y haz algo efectivo, algo que mejore tu vida. Pregúntate,
¿estoy haciendo un movimiento hacia adelante? Si la respuesta es no, deja
de hacer lo que estés haciendo y haz un movimiento hacia adelante. Si la
respuesta es sí, estás haciendo un movimiento hacia adelante, entonces
presta toda tu atención, participa en lo que haces.
Cliente: ¿Qué pasa si no puedo pensar en ningún movimiento?
Terapeuta: Bueno, en las próximas sesiones, vamos a dedicar un poco de
tiempo a eso: a averiguar el tipo de persona que quieres ser y cómo
quieres vivir tu vida, por lo que no debería ser un problema pensar en los
movimientos; y si es así, lo abordaremos.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 10 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás enlaces de descarga de cuatro
grabaciones gratuitas de ejercicios de anclaje, que varían en duración de uno a once minutos.
También hallarás preguntas y respuestas para: (a) cuándo «sentarse» con sentimientos, (b)
cómo echar el ancla en la cama, (c) qué hacer si el cliente dice que no está funcionando o
«No lo entiendo; ¿qué propósito tiene esto?», (d) cómo usar el anclaje con la disociación y
los flashbacks, y (e) cómo puede ayudar la aplicación de teléfono inteligente ACT
Companion.
Habilidades
Te animo a que escuches los ejercicios de anclaje que se mencionan en la
sección «Extra bits» y los practiques activamente con la mayor frecuencia
posible. Si haces el esfuerzo de desarrollar esta habilidad, no sólo podrás
enseñarla mejor a tus clientes, sino que también te será muy útil en esos
momentos difíciles de una sesión de terapia cuando tú mismo estés
fusionado o abrumado. Además, ¿por qué no probar algunos o todos de los
siguientes ejercicios?
Lee todos los guiones de este capítulo (idealmente en voz alta),
modificando el lenguaje según lo desees, como si lo estuvieras
haciendo con tus clientes.
Crea tus propios ejercicios de anclaje, escríbelos y ensáyalos.
Practica echar el ancla durante todo el día, tanto en momentos en que tu
clima emocional sea templado como en los momentos en que haya
tormenta.
Tan pronto como sea posible, comienza a hacer estos ejercicios
activamente en la sesión.
Para llevar
Todos los ejercicios de anclaje siguen una estructura repetitiva de tres
pasos:
R. Reconocer tu experiencia interior.
V. Volver a tu cuerpo.
C. Comprometerte con el mundo.
Alrededor de esta estructura, puedes improvisar, literalmente, cientos de
ejercicios diferentes. Esta práctica apaga el piloto automático, ayuda a
desengancharse o a dejar espacio para pensamientos y sentimientos
difíciles, aumenta la conciencia y da control consciente sobre las acciones,
lo que la convierte en una habilidad muy útil para: (a) «romper el circuito»
impulsivo, compulsivo, agresivo, adictivo o autolesivo; (b) interrumpir
procesos cognitivos tales como las preocupaciones y el exceso de reflexión;
y (c) responder eficazmente a sentimientos abrumadores, fusión extrema y
disociación.
CAPÍTULO 11
Fijarse en ese pensamiento
El gran problema
Desde la perspectiva de la ACT, ¿cuál es el mayor problema contra el que
luchan los clientes? (Sí, sé que ya lo sabes; sólo parecía una buena pregunta
para comenzar el capítulo). La fusión cognitiva es el problema clínico
general. (Muchos novatos tienen la falsa idea de que la evitación
experiencial es el problema número uno en la ACT, por lo que quiero
recordarles: la evitación experiencial es a menudo, pero no siempre, un
problema, y rara vez, si es que lo es, el único problema).
Defusión en pocas palabras
En lenguaje sencillo: Fusión significa que tus cogniciones dominan tu comportamiento. Ellas
dominan tus acciones (comportamiento abierto) o tu atención (comportamiento encubierto) o
ambas cosas. Defusión significa responder de manera flexible a tus cogniciones para que puedan
influir, pero no dominar tu comportamiento.
Objetivos: Ver la verdadera naturaleza de las cogniciones, que no son ni más ni menos que
construcciones de palabras e imágenes. Para responder a las cogniciones de manera más flexible,
en términos de viabilidad en lugar de literalidad (es decir, en términos de cuán útiles son en
lugar de cuán verdaderos o falsos o positivos o negativos son).
Sinónimos: Desliteralización (este término ahora se usa raramente); distanciamiento.
Método: Prestamos atención a nuestras cogniciones con:
• Curiosidad: Ver la propia verdadera naturaleza como construcciones de palabras e imágenes.
• Apertura: Explorar si son útiles o no.
• Flexibilidad: Si nuestras cogniciones son útiles, dejamos que nos guíen; si no, las dejamos
ser.
Cuándo usarla: Cuando las cogniciones dominan el comportamiento (abierto o encubierto)
hasta el punto de obstaculizar una vida efectiva basada en valores.
La defusión implica aprender a:
Salir del contenido de las cogniciones (no se trata de
verdadero/falso/positivo/negativo).
Dejar de luchar contra las cogniciones o tratar de evitarlas (no son
amenazas u obstáculos).
Dejar de obedecer a las cogniciones (no son órdenes o leyes que
debemos obedecer).
Dejar de aferrarnos firmemente a las cogniciones (no son algo a lo que
nos tengamos que aferrar).
Dejar de prestar toda la atención a las cogniciones (son sólo un aspecto
de la experiencia del aquí y ahora).
Recuerda estos dos puntos importantes sobre la cognición:
1. Cuando utilizamos la palabra «pensamiento» en la ACT, nos referimos
a cualquier tipo de cognición: creencias, actitudes, suposiciones,
esquemas, fantasías, recuerdos, imágenes, significados y deseos, así
como los aspectos cognitivos de los impulsos, antojos, sentimientos,
emociones, etc.
2. La cognición es un elemento integral de toda emoción, no existe algo
como la emoción sin cognición. (Por eso a menudo hablo de «fusión
con pensamientos y sentimientos»).
¿Cómo comenzamos con la defusión?
Si queremos centrarnos explícitamente en la defusión en una sesión,
podemos conducirla de muchas maneras. Por ejemplo, supongamos que
elegimos iniciar la terapia enfocándonos en los movimientos: identificamos
valores y establecemos algunas metas, pero el cliente no toma medidas.
Entonces podríamos hacerle preguntas como: «¿Qué se interpone en tu
camino?», «¿Cómo es que tu mente te está sacando de esto?», «¿Qué te
impide actuar de acuerdo con estos valores/lograr estos objetivos/ser la
persona que quieres ser/construir relaciones que quieres?», «¿Qué te está
diciendo tu mente que te frena/te mantiene atascado/te dificulta esto?».
Alternativamente, supongamos que elegimos comenzar la terapia con un
enfoque en el aprendizaje de «habilidades de desenganche». Entonces,
podríamos introducir técnicas de defusión simples, como las de este
capítulo, como las primeras habilidades que enseñamos activamente. (Sin
embargo, en mi experiencia, los ejercicios de anclaje son más fáciles de
aprender para la mayoría de las personas, por lo que prefiero comenzar con
ellos). Y otra opción es conducir a la defusión después de la desesperanza
creativa y el abandono de la lucha: desarrollar la voluntad de tener
pensamientos difíciles, en lugar de luchar contra ellos o huir de ellos.
Ahora, lo primero que debemos saber cuando comenzamos activamente
con la defusión es…
¿Qué es lo que te engancha?
Plantamos las semillas para la defusión desde la primera sesión,
simplemente a través de las preguntas que hacemos cuando compilamos un
historial. Por ejemplo, una de mis preguntas estándar es: «Si yo pudiera
escuchar tu mente cuando te está golpeando, diciéndote todas las cosas que
no son lo suficientemente buenas sobre ti o sobre tu vida, ¿cuáles serían las
más malas, las más desagradables o la mayoría de las cosas críticas que le
oiría decir?».
Espero que puedas ver la defusión implícita en este tipo de preguntas:
ideas como «escuchar» a la mente y darse cuenta de lo que «está diciendo»
(e incluso simplemente hablar de «la mente» o de «tu mente») pueden
facilitar un poco de defusión. Por lo general, esta forma de hablar ayuda a
los clientes a atender sus cogniciones de una manera nueva, con más
curiosidad y apertura. Y podemos variar estas preguntas enormemente. Por
ejemplo, si la ansiedad es un problema, podríamos preguntar: «¿Qué dice tu
mente cuando quiere ponerte ansioso?». O si la agresión es un problema,
«¿Qué dice tu mente para enojarte?». O para la depresión, «Si pudiera
escuchar tu mente cuando está haciendo todo lo posible para hacerte sentir
desesperado, ¿cuáles son las cosas más desalentadoras que le oiría decir?».
Este tipo de preguntas nos ayudan a identificar las principales categorías
de cognición con las que el cliente se está fusionando. (¿Recuerdas los seis
patrones generales de fusión, pasado, futuro, autoconcepto, razones, reglas,
juicios? Si no, vuelve al capítulo 2). Además, si escuchamos con atención,
oiremos al cliente revelar gran parte de su fusión mientras se critica a sí
mismo (autoconcepto), o te dice que no quiere sentirse ansioso (evitación
emocional), o revela lo que le preocupa (futuro), o explica por qué no puede
hacer lo que quiere (dar motivos), o te dice lo que piensa sobre los demás
(juicio), o sale con ideas perfeccionistas (reglas), o detalla todas las veces
que ha fallado (pasado), y así sucesivamente.
Y, por supuesto, si tu cliente ha completado una tarea como la que se
encuentra al final del capítulo 7, donde se ha fijado activamente en los
pensamientos y sentimientos que lo enganchan y en los «movimientos hacia
atrás» que resultan, entonces tendrás una gran cantidad de información
valiosa para trabajar.
Además de todo lo anterior, en cualquier momento de cualquier sesión
podemos hacer preguntas como las siguientes:
«Entonces, ¿qué te está diciendo ahora mismo?».
«¿Y qué piensa tu mente sobre eso?».
«¿Puedes notar lo que estás pensando ahora?».
«Si yo pudiera escuchar tu mente en este momento, ¿qué oiría?».
Todas las preguntas que hemos respondido hasta ahora son útiles para
identificar el contenido de las cogniciones. Pero mucho más importante es
el siguiente paso: identificar la función de las cogniciones (es decir, los
efectos que tienen sobre el comportamiento abierto o encubierto).
Juguetonamente llamo al siguiente paso…
Realizar el enlace
Queremos ayudar a los clientes a «establecer el vínculo» entre la fusión con
las cogniciones y la manera en que esto cambia su comportamiento. En
otras palabras, queremos identificar qué sucede realmente cuando las
cogniciones en cuestión dominan el comportamiento: ¿qué cambios
problemáticos en el comportamiento (manifiesto o encubierto) resultan? Si
omites este paso, es casi seguro que te atascarás. ¿Por qué? Porque si tu
cliente no ve cómo la fusión afecta negativamente a su comportamiento, es
probable que no le interese aprender habilidades de defusión.
Las preguntas para establecer el vínculo entre la fusión y el
comportamiento abierto (acciones) pueden ser la siguientes:
Cuando te enganchas a esos pensamientos, ¿qué pasa después? (¿Qué
haces o dejas de hacer? ¿Cómo cambia tu comportamiento? ¿Qué dices
y haces de manera diferente?).
Si un equipo de filmación te siguiera, filmándote las 24 horas del día,
los 7 días de la semana, y yo pudiera ver el vídeo más tarde, ¿qué vería
o escucharía que hicieras que me mostrase que esos pensamientos te
han enganchado?
Cuando estos pensamientos te afectan/te sacuden/se apoderan de tu
vida/toman decisiones, ¿qué haces de manera diferente? ¿Qué
comienzas, dejas de hacer o haces más o menos?
Cuando te quedas atrapado/enredado/perdido en esos pensamientos,
¿qué sucede después? ¿Qué haces? ¿Qué dejas de hacer o qué pospones
hasta más tarde?
Cuando actúas de acuerdo con esos pensamientos y dejas que guíen lo
que dices y haces, ¿qué sueles hacer? ¿Cómo se vería o sonaría eso en
un vídeo?
¿De
qué
manera
eres
diferente
con
tu
pareja/hijos/amigos/padres/empleador/empleados/compañeros
de
trabajo cuando esas ideas te enganchan? ¿Qué dices y haces diferente?
Por lo general, es más difícil identificar cambios en el comportamiento
encubierto (por ejemplo, desconectarse, enfocarse en sus pensamientos y
sentimientos en lugar de en lo que está haciendo, estar desatento o distraído
con sus seres queridos, hacer cosas en piloto automático), por lo que a
menudo tendremos que hacer «preguntas principales», tales como:
Cuando te enganchas a esos pensamientos y sentimientos…
¿De quién (o de qué) te desconectas/te desvinculas?
¿En qué (o quién) es difícil concentrarse?
¿Con quién es difícil estar presente/participar?
¿Qué cosas importantes tiendes a hacer mal o de qué te distraes
fácilmente?
Ten en cuenta que todas las preguntas anteriores se mapean fácilmente en
un diagrama de puntos de elección. Las cogniciones difíciles van al fondo y,
cuando uno se fusiona con ellas (flecha de Enganchado), hay cambios
problemáticos en el comportamiento abierto y encubierto (movimientos
hacia atrás).
CONSEJO PRÁCTICO
Todas las preguntas anteriores mencionan el «pensamientos», pero puedes sustituirlo por
palabras como «preocupaciones», «juicios», «miedos», «predicciones», «historias no lo
suficientemente buenas», «fantasías de venganza», «escenarios de pesimismo», «pensamientos
de enojo», «pensamientos ansiosos», y así sucesivamente. También puedes hacer las mismas
preguntas sobre «sentimientos», «impulsos», «antojos», «emociones», «imágenes» y
«recuerdos».
Después de descubrir «lo que te engancha» y «realizar el enlace»,
podemos continuar con…
Ofrecer una nueva habilidad
Una y otra y otra vez (y otra y otra), los novatos de la ACT me hacen
alguna
versión
de
esta
pregunta:
«¿Cómo
vendo
la
mindfulness/defusión/aceptación/autocompasión al cliente?». Y mi
respuesta es siempre: «No lo hagas». No intentes «vender» estas cosas a tus
clientes; en su lugar, «ofréceselas». Primero, descubra cuáles son los
problemas de tu cliente y luego vuelve a enmarcarlos en una formulación de
la ACT. Después, ofrece al cliente habilidades que él pueda ver con claridad
que sean directamente relevantes y útiles para sus problemas específicos.
No se requiere «vender» cuando hacemos esto.
Por ejemplo, si un cliente está deprimido y un terapeuta le dice que la
mindfulness puede ayudar, el ajuste entre el problema (depresión) y la
solución (mindfulness) es tan vago que es poco probable que interese al
cliente. Pero supongamos que el terapeuta dice algo como:
Terapeuta: Entonces, ¿puedo resumirlo de esta manera? Hay varios
aspectos diferentes en tu depresión, y queremos abordarlos todos, pero
creo que quizá el mejor para comenzar es la manera en que tu mente sigue
afectándote, diciéndote que eres un perdedor, que la vida es una
desesperación, que todos te odian, que no tiene sentido seguir adelante, y
que básicamente no hay futuro. Parece que, cuando te enganchas a esos
pensamientos, tiendes a hacer cosas que no llevan tu vida en la dirección
que deseas, tiendes a beber y a fumar droga y a quedarte en tu habitación
y a evitar a las personas y a renunciar a hacer las cosas con las que solías
disfrutar. ¿Es correcto?
Cliente: Sí, más o menos.
Terapeuta: (Compasivamente). Eso suena muy duro. Has sufrido mucho
durante mucho tiempo.
Cliente: Por eso estoy aquí.
Terapeuta: Bueno, mientras sigas enganchado a esos pensamientos, ese
sufrimiento continuará. Así que me pregunto si estarías interesado en
aprender algunas habilidades nuevas que te ayudarían a desengancharte de
estos pensamientos difíciles. Para quitarles el poder, para que no te sigan
afectando y hundiendo y reteniendo.
***
Lee la transcripción nuevamente y observa cómo el terapeuta:
A. Resume brevemente el contenido principal de la fusión (a lo que está
enganchado).
B. Identifica la relación entre la fusión y el comportamiento problemático
(realiza el enlace).
C. Ofrece la posibilidad de aprender una nueva habilidad específica como
un antídoto para la fusión (sin tener que utilizar el término
«mindfulness»).
Sin este tipo de claridad, podemos esperar confusión, incertidumbre, falta
de entusiasmo o incluso resistencia directa de muchos clientes.
En la siguiente transcripción, el terapeuta sigue los mismos tres pasos,
pero en este caso el cambio de comportamiento es predominantemente
encubierto:
Terapeuta: ¿Puedo intentar resumir esto? Obviamente, preocuparse es un
gran problema para ti.
Cliente: Lo ha entendido bien.
Terapeuta: Y cuando te enganchas a todos esos pensamientos ansiosos, te
resulta muy difícil involucrarte en lo que estás haciendo, o concentrarte en
la tarea en cuestión, o apreciar lo que está sucediendo, o estar presente
con tus seres queridos. Y esto está teniendo un gran impacto en ti, estás
sufriendo.
Cliente: Lo estoy.
Terapeuta: Por supuesto. Y mientras sigas enganchado a esos pensamientos
ansiosos, esto seguirá sucediendo. Así que me pregunto si estarías abierto
a aprender una nueva habilidad.
Cliente: ¿Qué quieres decir?
Terapeuta: Quiero decir, aprender a desengancharte de todos esos
pensamientos ansiosos, por lo que, en lugar de quedarte atrapado en ellos,
puedes aprender a dejarlos ir, a participar en la vida, a concentrarte mejor
y a estar más presente con las personas que amas. ¿Qué te parece?
***
¿Te has fijado en cómo el terapeuta replantea la preocupación como
«engancharte a los pensamientos ansiosos»? Éste es un replanteamiento
muy útil de preocuparse, ser catastrofista, predecir lo peor, etc. Después de
todo, la ansiedad y la preocupación no son lo mismo. La ansiedad es una
emoción, y preocuparse es fusionarse con cogniciones sobre cosas malas
que podrían suceder. No podemos evitar que surja la ansiedad, pero sí
aprender a calmarnos de los pensamientos ansiosos, dejar espacio para los
sentimientos ansiosos y reenfocar nuestra atención en lo que estamos
haciendo, éste es el antídoto para la preocupación.
En este punto, es de esperar que el cliente esté abierto e interesado en
aprender habilidades de defusión. Pero ¿y si no lo está? ¿Qué pasa si el
cliente dice que no funcionará, o que lo intentó antes y fracasó, o si
simplemente quiere deshacerse de los pensamientos, o está demasiado
deprimido para aprender nuevas habilidades, o eso no es para lo que vino
aquí, o quiere pensar positivamente, o todo lo que quiere es dejar de sentirse
mal? Responderemos a todas estas preguntas (y más) en el capítulo 14:
«Barreras a la defusión». Por ahora, sin embargo, supongamos que el
cliente está listo y dispuesto. Por lo general, las siguientes etapas
involucrarán:
A. Una metáfora para la defusión.
B. Practicar habilidades de defusión.
C. Establecer la tarea de defusión.
Entraremos en B y C en los próximos dos capítulos, y veremos A en breve
en este capítulo, pero primero consideremos brevemente una práctica muy
importante. Esto es algo que comienza en la primera sesión, continúa en
todas las sesiones posteriores y desempeña un enorme «rol de fondo» para
alentar la defusión.
Normalizar y validar pensamientos
Cuando normalizamos y validamos pensamientos difíciles, esto facilita
tanto la aceptación como la defusión. Los clientes están más dispuestos a
tener sus pensamientos y tienen menos intenciones de deshacerse de ellos.
Y a menudo sienten una gran sensación de alivio, sólo sabiendo que son
«normales». Hay muchas maneras en que podemos hacer esto, en cualquier
sesión, y una de mis favoritas es decir cosas (sinceramente) como:
Tu mente se parece mucho a la mía
Terapeuta: Sabes, tu mente se parece mucho a la mía.
Cliente: (Sorprendido). ¿En serio?
Terapeuta: Sí, todas estas cosas que tu mente te dice: que no eres lo
suficientemente bueno, que te equivocaste, que otras personas no te
quieren…, mi mente también me dice cosas así.
Cliente: Eso me sorprende.
Terapeuta: ¿Por qué?
Cliente: Bueno, pensaba que…, ya sabes, eres un terapeuta, estás entrenado
en esto…
Terapeuta: Claro, y mi mente ha evolucionado exactamente de la misma
manera que la tuya.
Si el terapeuta ya ha explorado cómo ha evolucionado la mente humana, es
posible que desee resumir brevemente los aspectos más destacados. Si aún
no ha presentado ese tema, ahora es un buen momento. Encontrarás muchas
versiones diferentes de esta espiral evolutiva en la ACT. Me refiero
colectivamente a todas ellas como…
Metáforas de hombres de las cavernas
(Lo siento, sé que no es políticamente correcto. Debería llamarlas metáforas
de «hombre de las cavernas y mujeres de las cavernas», o metáforas de
«personas de las cavernas», pero de alguna manera esos términos
simplemente no tienen el mismo tono directo. Espero que me perdones).
Podemos usar versiones de esta narrativa para normalizar prácticamente
cualquier patrón difícil de cognición. Aquí hay un ejemplo:
Terapeuta: Me has contado algunos de los pensamientos difíciles que
tienden a detenerte o a dificultarte la vida cuando te enganchas a ellos. Y
si tu mente es como la mía, entonces no hay escasez de tales cosas, las
genera todo el tiempo.
Cliente: (Asintiendo). ¡Oh, sí!
Terapeuta: En realidad, hay una buena razón para eso. ¿Te parece bien que
nos tomamos un momento para hablar de ello?
Cliente: Claro.
Terapeuta: Bueno, tiene que ver con la manera en que la mente humana ha
evolucionado. Mira, nuestros ancestros primitivos vivían en un mundo de
peligros constantes: grandes bichos con dientes enormes acechaban detrás
de cada árbol. Así, en ese entonces, tu mente tenía que estar
constantemente al acecho del peligro, anticipando cualquier cosa que
pudiera dañarte de alguna manera: había que ir con mucho cuidado.
Podría haber un oso en esa cueva. Podría haber un lobo tras esos arbustos.
¿Es esa persona en la distancia un amigo o un enemigo? Si fueras un
hombre de las cavernas y tu mente no hiciera bien este trabajo, pronto
estarías muerto. Y eso es lo que hemos heredado de nuestros antepasados;
nuestra mente moderna es básicamente una máquina de «no te lastimes».
Trata constantemente de advertirte de cualquier cosa que pueda lastimarte
de alguna manera: engordarás, suspenderás el examen, esa persona
podría rechazarte. Eso es normal. Todas las mentes hacen eso. Y eso es
que la mente sólo trata de hacer su trabajo número uno: protegernos y
mantenernos vivos.
***
Estamos enviando un poderoso mensaje con esta metáfora: «Tu mente no es
disfuncional, sólo hace lo que hacen todas las mentes. Nuestras mentes han
evolucionado para juzgar y evaluar, detenerse en el pasado, preocuparse por
el futuro, encontrar problemas, compararnos con los demás. Tu mente no es
defectuosa, sólo está haciendo su trabajo».
CONSEJO PRÁCTICO
No todo el mundo cree en la evolución. Si tu cliente no cree en ella, modifica la metáfora, deja
de lado la evolución/hombre de las cavernas/aspectos prehistóricos y, simplemente, di cosas
como: «el objetivo más importante de tu mente es mantenerte a salvo, protegerte, impedir que te
hagas daño».
Otra versión de la charla de la «mente cavernícola» analiza la
inevitabilidad de la comparación. Está escrito a continuación, y podríamos
decírsela a los clientes, excepto que en la vida real nos detendríamos de vez
en cuando y nos comunicáramos con el cliente: «¿Te suena esto un poco
como tu mente?».
Cómo evolucionó tu mente para compararte con los demás
Terapeuta: Ya hemos hablado un poco sobre cómo ha evolucionado nuestra
mente, pero hay más. Verás, en tiempos prehistóricos, algo absolutamente
esencial para la supervivencia era pertenecer al grupo. Si el grupo te
echaba, no pasaba mucho tiempo antes de que los lobos te devoraran.
Entonces, ¿cómo evita la mente que eso suceda? Te compara con cada
miembro de la tribu: «¿Estoy encajando?», «¿Estoy haciendo lo
correcto?», «¿Lo estoy haciendo lo suficientemente bien?», «¿Estoy
haciendo algo para que puedan echarme?». Como resultado, nuestra
mente moderna siempre nos compara con los demás. Pero, ahora, no hay
sólo un pequeño grupo o una tribu, sino que podemos compararnos con
todos los habitantes del planeta: los ricos, famosos y hermosos; las
estrellas de cine; los mejores atletas; incluso con los superhéroes ficticios.
Y no tenemos que buscar mucho antes de encontrar a alguien que sea
«mejor» que nosotros de alguna manera: más rico, más alto, más viejo,
más joven, con más cabello, con mejor piel, con más estatus, con mejor
ropa, con automóvil más grande, etc. Como resultado de todas estas
comparaciones, todos vivimos con alguna versión de la historia: «No soy
lo suficientemente bueno». Para la mayoría de nosotros, comienza en la
infancia. Para algunas personas, no comienza hasta la adolescencia. Y es
el secreto mejor guardado del planeta. Todos tienen varias versiones de
esta
historia:
«Soy
demasiado
viejo/gordo/estúpido/aburrido/falso/desagradable/perezoso/incompetente,
bla, bla, bla», o «No soy lo suficientemente inteligente/lo suficientemente
rico/lo suficientemente delgado», y así sucesivamente. Todos tenemos
esta historia, pero casi nadie habla de ella.
Introducir una metáfora para la defusión
Antes de comenzar a practicar activamente las habilidades de defusión, es
útil presentar una metáfora que transmita los costes de la fusión y los
beneficios de la defusión. Esto ayuda al cliente a comprender el propósito
de la defusión y cómo el aprendizaje de habilidades de defusión puede
ayudarlo. Mi metáfora favorita para este propósito es el ejercicio «Manos
como pensamientos y sentimientos». Te he mostrado una versión ultrabreve
de esto en el capítulo 2. Lo que sigue es una versión más larga y más
detallada. Por lo general, ésta necesitaría alrededor de cuatro minutos con
un cliente. Te animo a que la leas en voz alta y la actúes como si lo hicieras
con un cliente.
Las manos como metáfora de pensamientos y sentimientos:
Versión extendida
Este ejercicio es predominantemente una metáfora de fusión y defusión.
Evolucionó a partir de mi anterior ejercicio «Manos como pensamientos»
(Harris, 2009a), y las instrucciones se superponen mucho a las del ejercicio
de «Empujar el papel» detallado en el capítulo 9. El guion que sigue es una
versión genérica, adecuada para casi cualquier persona. Es mucho más
poderoso si lo hacemos específico para cada cliente único, por lo que en
lugar de decir cosas como «todas las personas que te importan», diríamos,
por ejemplo, «tu esposo Michael, y tu hija adolescente Sarah».
Cuando hago esto, generalmente, acerco mi silla al cliente, y nos
sentamos uno al lado del otro, de espaldas a la pared, frente a la habitación,
y ambos hacemos todas las acciones simultáneamente. No tienes que
hacerlo de esta manera, por supuesto; al igual que cualquier ejercicio de la
ACT, puedes modificarlo y adecuarlo libremente para adaptarse a ti, porque
así resultará mucho más efectivo.
También me gusta practicar dos encantadoras variantes de este ejercicio.
Una opción es escribir algunos pensamientos y sentimientos relevantes en
una hoja de papel, y utilizarla en lugar de las manos. Otra opción es
escribirlos con un rotulador indeleble en toda la superficie en algo delgado,
flexible y transparente, como plástico de burbujas, acetato, celofán o un
protector de plástico transparente para páginas.
Terapeuta: (Sentado al lado del cliente, ambos mirando hacia la habitación)
Imagina que frente a ti (señalando el contenido de la habitación y la pared
del fondo) hay todo lo que realmente te importa en lo más hondo de tu
corazón; todo lo que hace que tu vida tenga significado (o que solía
hacerlo en el pasado); todas las personas, lugares y actividades que amas;
todas tus comidas y bebidas, música, libros y películas favoritas; todas las
cosas que te gusta hacer; y todas las personas que te importan y con las
que quieres pasar tu tiempo.
Pero eso no es todo. También hay todos los problemas y desafíos a los
que debes enfrentarte en tu vida hoy en día, como… (el terapeuta da
algunos ejemplos basados en el historial del cliente, como «tu conflicto
con tu hijo», «tus problemas financieros», «tus problemas de salud», «tu
caso judicial», «tu búsqueda de empleo», «tu quimioterapia para el
cáncer»).
Y también están ahí todas las tareas que debes hacer regularmente para
que tu vida funcione: ir de compras, cocinar, limpiar, conducir, hacer la
declaración de la renta, etc.
Ahora, por favor, copia mis movimientos mientras hacemos este
ejercicio. Imaginemos que nuestras manos son nuestros pensamientos y
sentimientos, y juntémoslas así. (El terapeuta coloca sus manos juntas,
una al lado de la otra, con las palmas hacia arriba, como si fueran las
páginas de un libro. El cliente lo copia). Ahora, veamos qué sucede
cuando nos enganchamos a nuestros pensamientos. (El terapeuta levanta
lentamente las manos hacia la cara, hasta que le cubren los ojos. El cliente
lo copia. Ambos mantienen las manos sobre los ojos a medida que se
desarrolla la siguiente sección del ejercicio).
Ahora, fíjate en tres cosas. En primer lugar, ¿cuánto te estás perdiendo
en este momento? ¿Qué tan desconectado y desvinculado estás de las
personas y las cosas que importan? Si la persona a la que amas estuviera
justo frente a ti, ¿estarías conectado a ella o desconectado? Si tu película
favorita se estuviera reproduciendo en una pantalla ahí, ¿cuánto te
perderías?
En segundo lugar, observa lo difícil que es enfocar tu atención en lo que
necesitas hacer. Si hay una tarea importante frente a ti en este momento,
¿te resulta difícil concentrarte en ella? Si hay un problema que necesitas
abordar o un desafío que debes enfrentar, ¿te resulta difícil prestarle toda
tu atención?
En tercer lugar, observa lo difícil que es, de este modo, tomar medidas,
hacer las cosas que consiguen que tu vida funcione, como… (el terapeuta
pone algunos ejemplos basados en el historial del cliente, «cocinar la
cena», «conducir tu coche», «abrazar a tu bebé», «escribir en tu
ordenador», «abrazar a la persona que amas»). Observa lo difícil que es la
vida cuando estamos enganchados. Nos estamos perdiendo, estamos
desconectados y desvinculados, nos resulta muy difícil concentrarnos y
hacer las cosas que logran que la vida funcione.
Ahora, veamos qué sucede cuando nos desenganchamos de nuestros
pensamientos y sentimientos. (El terapeuta retira lentamente las manos de
su rostro y las baja hasta reposar en su regazo. El cliente lo imita). Así que
observa lo que sucede cuando nos desenganchamos. ¿Cómo ves ahora la
habitación? ¿Te resultaría más fácil participar y conectarte? Si tu persona
favorita estuviera frente a ti en este momento, ¿cuánto más conectado
estarías? Si hubiera una tarea que necesitaras hacer o un problema que
tuvieras que abordar, ¿te resultaría fácil enfocarte en ello de esta manera?
Ahora, mueve los brazos y las manos (el terapeuta agita suavemente los
brazos y las manos; el cliente lo imita). ¿Ahora te resultaría más fácil
tomar medidas como conducir un coche, abrazar a un bebé, preparar la
cena, escribir en un ordenador, abrazar a la persona a la que amas? (El
terapeuta imita estas actividades mientras las enumera; el cliente
generalmente no imitará esta parte, pero eso no importa).
A continuación, fíjate que estas cosas (el terapeuta indica sus manos,
ahora una vez más descansando en su regazo) no han desaparecido. No
nos las hemos cortado y eliminado. Todavía están aquí. Y hay algo útil
que podemos hacer con ellas: podemos usarlas. Verás, incluso los
pensamientos y sentimientos realmente dolorosos a menudo contienen una
información útil que puede ayudarnos, aunque sólo nos señalen problemas
que debemos abordar o cosas que debemos afrontar de manera diferente, o
simplemente nos recuerden que debemos ser más amables con nosotros
mismos. Y si no hay nada útil que podamos hacer con ellos, simplemente
les dejamos allí.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 11 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás secciones sobre: (a) reacciones
delicadas a la metáfora «Manos como pensamientos y sentimientos» y cómo manejarlas, (b)
cómo «realizar el enlace» cuando ves que la fusión aparece en tu cliente durante la sesión, y
(c) cómo destruir la ilusión de que nuestros pensamientos nos controlan.
Habilidades
Ahora que conoces los entresijos de esa forma de defusión, ya estás listo
para comenzar. Así que aquí está tu misión:
Practica todos los guiones y diálogos de este capítulo, adaptando y
modificando el lenguaje.
Utiliza la metáfora de las manos como pensamientos y sentimientos al
menos dos veces; tiene tantas partes y piezas que requiere práctica.
Elige dos o tres preguntas que realmente te gusten de la sección
«Realizar el enlace» y memorízalas o propón tus propias alternativas.
Ensáyalas en voz alta o mentalmente varias veces, y luego pruébalas en
una sesión lo antes posible.
Piensa en dos o tres clientes. Imagina cómo podrías: (a) resumir
brevemente con qué se están fusionando, (b) describir los cambios de
comportamiento problemáticos (abiertos y encubiertos) que resultan de
la fusión, y (c) presentar la idea de una nueva habilidad específica que
podría servir de ayuda. Una vez que hayas ensayado esto varias veces
(en voz alta o mentalmente), pruébalo de verdad con tus clientes.
Para llevar
Para «preparar la escena» para la defusión, hay cinco pasos básicos: (1)
averiguar «¿A qué se engancha?» (identificar el contenido cognitivo con el
que el cliente se está fusionando); (2) realizar el enlace (hacer la conexión
entre la fusión y los comportamientos problemáticos); (3) ofrecer una nueva
habilidad (ofrecer defusión como solución a los problemas identificados
anteriormente); (4) normalizar y validar pensamientos difíciles; y (5)
presentar una metáfora para resumir los problemas de fusión y los
beneficios de la defusión.
CAPÍTULO 12
Profundizando en la defusión
Un tesoro oculto te espera
Una vez tienes permiso del cliente para hacer un ejercicio experiencial, hay
un tesoro oculto de opciones para la defusión. (De hecho, hay tantas que
pueden ser abrumadoras; consulta el capítulo 16: La «sobrecarga técnica» y
otros peligros). En el próximo capítulo, veremos las transcripciones de las
sesiones de terapia, pero en este quiero que practiques la defusión en ti
mismo (siempre la mejor persona para practicar la ACT).
A medida que sigas leyendo y hagas estos ejercicios, ten esto en cuenta:
existe un peligro potencial al referirse a los pensamientos del cliente como
«historias» o al hacer técnicas de defusión juguetonas como cantar
pensamientos. Si hacemos este trabajo descuidadamente, puede parecer
fácilmente invalidante, indiferente, trivial o degradante.
Por lo tanto, es importante que nos unamos compasivamente al cliente:
nos conectamos con su sufrimiento y validamos cuánto dolor ha
experimentado. Desde una postura de empatía, amabilidad, igualdad y
respeto, formamos una alianza; trabajamos juntos como un equipo para
encontrar una nueva manera de responder a estos pensamientos y
desarrollar una nueva actitud que permita una vida consciente y basada en
valores.
Una muestra de defusión
Ahora voy a conducirte a través de varias técnicas de defusión, que
normalmente es lo que hago a continuación con mis clientes después del
trabajo descrito en el capítulo anterior. Así que coge una hoja de papel y
escribe dos o tres pensamientos negativos y autocríticos que tu mente te
lance de vez en cuando para darte una buena paliza. Los necesitarás para
trabajar durante los ejercicios.
¿Lo has hecho? Bien, ahora elige el pensamiento que más te moleste y
utilízalo para realizar los siguientes ejercicios. (Al comienzo de cada uno de
ellos, te pediré que te fusiones con tu pensamiento durante diez segundos.
¡Por lo general, no necesitarás pedirles a tus clientes que lo hagan ya que ya
estarán fusionados!)
Haz esto como un experimento
Cuando hacemos este tipo de ejercicios con nuestros clientes, es útil decir:
«¿Podemos hacer esto como un experimento? Espero que sea útil, pero
nunca se sabe con certeza qué sucederá». Esto ayuda tanto al cliente como
al terapeuta a aprovechar una actitud de apertura y curiosidad. Y lo mismo
se aplica a ti mientras pruebas los ejercicios que siguen; considéralos como
experimentos y permanece abierto a resultados inesperados. Algunos no
tendrán ningún efecto; tu nivel de fusión no se alterará. Otros pueden dar
lugar a un poco de defusión; otros a una cantidad masiva. Algunos incluso
pueden crear un poco de fusión, aumentarlo un poco. Así que sé curioso;
mira qué pasa.
Ahora para algunas técnicas
Comencemos con la primera técnica de defusión que generalmente enseño
después de sentar las bases en el capítulo anterior.
Tengo el pensamiento de que…
Éste es un ejercicio rápido y simple (adaptado de Hayes et al., 1999) que
brinda una experiencia de defusión para casi todo el mundo. Dice así:
Expresa tu juicio negativo en una oración corta, en la forma: «Soy X».
Por ejemplo, «Soy un perdedor o no soy lo suficientemente inteligente».
Ahora fusiónate con este pensamiento durante diez segundos. En otras
palabras, quédate atrapado en él y créetelo todo lo que puedas.
Luego repite en silencio el pensamiento con esta frase: «Tengo el
pensamiento de que…». Por ejemplo, «Tengo el pensamiento de que soy
un perdedor».
Ahora repítelo una vez más, pero esta vez agrega esta frase: «Me doy
cuenta de que estoy pensando que…». Por ejemplo, «Me doy cuenta de
que estoy pensando que soy un perdedor».
***
¿Qué ha pasado? ¿Has notado una sensación de separación o distancia del
pensamiento? De lo contrario, repite el ejercicio nuevamente con un
pensamiento diferente.
En una sesión de terapia, puedes hacer el siguiente seguimiento:
Terapeuta: Entonces, ¿qué ha pasado con el pensamiento?
Cliente: De alguna manera ha perdido parte de su fuerza.
Terapeuta: ¿Has tenido alguna sensación de separación o distancia?
Cliente: Sí. Ha retrocedido un poco.
Terapeuta: ¿Podrías mostrarme con tus manos y tus brazos hacia dónde
parecía moverse el pensamiento?
Cliente: Hacia afuera. (El cliente estira los brazos frente a su pecho).
Terapeuta: Eso es parte de lo que queremos decir con desenganchar.
Comienzas a separarte de tus pensamientos y les das un poco de espacio
para moverse.
También podrías hacer el seguimiento de otras maneras. Por ejemplo,
podrías preguntarle al cliente: «Me pregunto si estarías dispuesto a intentar
hablar de esta forma en nuestras sesiones. Supón que tienes algún tipo de
pensamiento angustiante, doloroso o inútil como: «Esto es demasiado
difícil». Cuando tengas un pensamiento como ése, podrías decirme: “Estoy
pensando que esto es demasiado difícil”».
Una vez establecida esta convención, puedes volver a ella una y otra vez y
jugar con ella como una breve intervención. Aquí hay dos ejemplos:
Cliente: No puedo manejar esto.
Terapeuta: Entonces, ¿estás pensando que no puedes manejar esto?
***
Terapeuta: ¿Podrías decir eso otra vez, pero esta vez, diciendo antes «Tengo
el pensamiento de que…»?
Cliente: Estoy pensando que soy un estúpido.
Terapeuta: ¿Notas alguna diferencia?
Cliente: Sí, la segunda vez no me ha molestado tanto.
CONSEJO PRÁCTICO
Puedes usar la técnica «Estoy teniendo un…» con emociones, impulsos, recuerdos, sensaciones,
etc.: «Tengo un sentimiento de ansiedad», o «Tengo ganas de salir corriendo». Una buena frase
alternativa es: «Estoy notando…», por ejemplo, «Estoy notando un mal recuerdo», o «Estoy
notando opresión en el pecho».
Cantar y voces tontas
Para estos dos ejercicios (de Hayes et al., 1999), utiliza el mismo juicio
negativo que usaste anteriormente, o prueba uno nuevo si el anterior ha
perdido su impacto:
Expresa tu juicio negativo en una oración corta, en la forma: «Yo soy X»,
y fusiónate con él durante diez segundos.
Ahora, dentro de tu cabeza, canta en silencio el pensamiento con la
melodía de «Feliz cumpleaños».
Luego, dentro de tu cabeza, escúchalo con la voz de un personaje de
dibujos animados, de un personaje de película o de un comentarista
deportivo.
***
¿Qué ha pasado esta vez? ¿Ha notado una sensación de separación o
distancia del pensamiento? De lo contrario, repite el ejercicio nuevamente
con un pensamiento diferente.
Las variaciones sobre el tema incluyen cantar los pensamientos en voz
alta, decirlos en voz alta con una voz tonta, o decirlos a cámara lenta
exagerada (por ejemplo, «Soooy estúpiiidooo»). Ten en cuenta que, en el
contexto correcto, las técnicas estrafalarias como éstas pueden ser muy
poderosas, pero en el incorrecto, pueden ser invalidantes o degradantes. Por
ejemplo, no le pedirías a un cliente con cáncer terminal que te cante tus
pensamientos acerca de morir con la melodía de «Feliz cumpleaños».
Pantalla de ordenador
Este ejercicio (Harris, 2007) es particularmente útil para las personas que
son buenas visualizando. El guion requiere la utilización de una pantalla de
ordenador imaginaria, pero también puedes hacerlo con un ordenador real
(escríbela en una presentación de PowerPoint o Keynote en un ordenador
portátil, tableta o iPad), en papel con bolígrafos de colores, o utilizando una
de las muchas aplicaciones de teléfonos inteligentes para dibujar, escribir o
pintar. Éstos son los pasos:
Fusiónate con tu juicio negativo durante diez segundos.
Ahora imagina una pantalla de ordenador e imagina tu pensamiento
escrito allí como un texto simple en negro.
En tu mente, juega con el formato. Espacia las palabras, pon grandes
espacios entre ellas; luego júntalas en una sola palabra sin espacios;
ponlas en vertical en la pantalla.
Ahora, en tu imaginación, juega con el color. Escribe en verde, luego en
azul, en amarillo.
A continuación, juega con la fuente. Ponla en cursiva, luego en una
tipografía elegante, después en una de esas grandes fuentes lúdicas que se
ven en las portadas de los libros para niños.
Ahora ponla de nuevo como texto negro y simple, y esta vez, anima las
palabras como esas caricaturas de Barrio Sésamo. Haz que las palabras
salten hacia arriba y hacia abajo, que se muevan como una oruga o que
giren en círculo.
Vuelve a ponerla en texto en negro y esta vez imagina una de esas bolas
de pantalla de karaoke rebotando de una palabra a otra. (Y si lo deseas, al
mismo tiempo, tararea en tu mente la melodía de «Feliz cumpleaños»).
***
¿Qué ha pasado? ¿Has tenido una sensación de distancia o desapego de los
pensamientos? ¿Han perdido parte de su impacto?
Una mirada más cercana a la defusión
Ahora que has probado la defusión, exploremos algunas reacciones
comunes, conceptos erróneos y distinciones.
¿Invalidación?
¿Alguno de esos ejercicios te ha parecido desdeñoso, trivial, burlón? Si es
así, mis sinceras disculpas. Ésa no era la intención en absoluto. Hay muchas
personas en el mundo que descartarán o trivializarán tus problemas, pero yo
no soy uno de ellas. Entonces, si ésa ha sido tu reacción, lo siento de
verdad, y eso significa que este ejercicio en particular no es adecuado para
ti.
El párrafo anterior reproduce más o menos cómo respondo a cualquier
cliente que reacciona negativamente a un ejercicio. Seamos rápidos para
disculparnos, aclarar la intención real y descartar la técnica particular que
ha resultado contraproducente (al menos por ahora).
¡Pero es verdad!
Cuando hiciste esos ejercicios, tu mente protestó: «¡Pero es verdad!
¿Realmente soy XYZ?». De vez en cuando, tus clientes se resistirán o
criticarán una técnica de defusión por estos mismos motivos. Por lo general,
responderías a esto en términos de viabilidad: «La cuestión es que, en este
enfoque, no se trata de si tus pensamientos son verdaderos o falsos, sino de
lo que sucede si dejas que estos pensamientos corran por tu vida. Si
mantienes firmemente este pensamiento, o dejas que dicte lo que haces,
¿eso te ayudará a vivir la vida que deseas? ¿Para lograr tus objetivos,
mejorar tus relaciones, actuar como la persona que quieres ser?
A continuación, se muestra un ejemplo de una sesión de terapia:
Clienta: Pero es verdad. Soy una mala madre.
Terapeuta: Bueno, una cosa que nunca pretendo hacer aquí es debatir
contigo sobre lo que es verdadero y lo que es falso. Lo que nos interesa
es: ¿sería útil dejar que este pensamiento te guíe? Sabes, cuando te atrapa,
¿te ayuda a ser el tipo de madre que te gustaría ser?
Clienta: A veces me pone en acción.
Terapeuta: A veces, sí. Sin embargo, la mayoría de las veces parece
arrastrarte a un poco, ¿no?
Clienta: Sí.
Terapeuta: Y una vez que te ha arrastrado a las profundidades, es cuando es
más probable que descuides a los niños, ¿verdad? Así, la mayoría de las
ocasiones, cuando este pensamiento te engancha, no te ayuda a ser la
madre que quieres ser.
Clienta: No.
Terapeuta: Entonces, ¿podemos dejar de lado la cuestión de si es cierto o no
y, en cambio, trabajar para aprender a desengancharte, para que puedas
poner tu energía en ser el tipo de madre que realmente quiere ser?
Fusión versus credibilidad
Fusión no es lo mismo que credibilidad. Puedes fusionarte con
pensamientos en los que no crees (por ejemplo, puedes quedar atrapado en
una convincente fantasía de venganza sin creer que realmente la vayas a
cumplir), y puedes desactivar los pensamientos en los que crees. En un
taller que di una vez, una de las asistentes, llamémosla Naomi, se acercó a
mí en la pausa del café de la mañana y me dijo que tenía un tumor cerebral
maligno. El tumor era incurable. Naomi había pasado por un tratamiento
médico y quirúrgico convencional, así como por una gama alucinante de
terapias y tratamientos alternativos, y nada había funcionado. En el mejor
de los casos le quedaban apenas unos meses de vida, posiblemente sólo
semanas. Venía al taller por razones personales: para poder lidiar con su
miedo y aceptar su muerte inminente. Naomi me dijo que le era difícil
mantenerse enfocada en el taller. Seguía pensando en la muerte: en perder a
sus seres queridos, en el tumor que se extendía por su cerebro, en el
inevitable deterioro de la parálisis, el coma y la muerte.
Ahora, claramente, si tienes una enfermedad terminal, hay un momento y
un lugar en los que es útil pensar en la muerte: si estás escribiendo un
testamento, planeando un funeral, haciendo arreglos de atención médica o
compartiendo tus miedos con un ser querido. Pero si asistes a un taller de
crecimiento personal, no es útil estar tan atrapado en tus pensamientos
sobre la muerte que te estés perdiendo el taller. Entonces, después de
escuchar con compasión y validar sus miedos, hablé con Naomi sobre
nombrar la historia, y ella eligió este título: «Historia de una muerte
aterradora».
Le pedí que practicara nombrar «Historia de una muerte aterradora»
durante todo el taller. A mitad del segundo día, se había separado
significativamente de esos pensamientos sobre la muerte. No habían
alterado la credibilidad, y no esperaríamos que lo hiciera porque eran 100 %
verdaderos, pero ahora podía dejarlos ir y venir sin quedarse atrapada en
ellos. Cuando nos distraemos de los pensamientos, a menudo reducen la
credibilidad, pero desde la perspectiva de la ACT, eso no es realmente
importante. Después de todo, creer un pensamiento simplemente significa
tomarlo como verdadero.
En la ACT, no nos interesa saber si un pensamiento es verdadero o falso,
sino si podemos usarlo como guía para actuar de manera efectiva y
construir la vida que queremos.
El poder del pensamiento flexible
Ten en cuenta que no sólo ayudamos a los clientes a desactivar los
repertorios cognitivos inútiles, sino que también los ayudamos a aprender a
pensar de manera más flexible. Esto se conoce como flexibilidad cognitiva.
Con mayor frecuencia, ayudamos a los clientes a desarrollar la flexibilidad
cognitiva a través de la resolución de problemas, la planificación de
acciones, la elaboración de estrategias, el replanteamiento, los experimentos
mentales y la toma de perspectiva. Hablaremos sobre diferentes aspectos de
la flexibilidad cognitiva en muchos capítulos, y cerca del final del libro hay
un capítulo completo (el 27) sobre este tema.
Conceptos erróneos comunes
Los clientes a menudo tienen ideas erróneas sobre la defusión, al igual que
muchos nuevos terapeutas de la ACT. Pueden pensar que el objetivo de la
defusión es deshacerse de los pensamientos, imágenes o recuerdos
dolorosos o reducir los sentimientos dolorosos asociados a ellos. Pero, por
favor, recuerda:
El objetivo de la defusión NO es sentirse mejor o deshacerse de los
pensamientos no deseados.
El objetivo de la defusión ES reducir el dominio problemático de las
cogniciones sobre el comportamiento y facilitar estar psicológicamente
presente y comprometido con la experiencia.
En otras palabras, el objetivo de la defusión es permitir una vida
consciente y basada en valores.
Los clientes a menudo encuentran que cuando se desactivan de un
pensamiento doloroso, desaparece, o se sienten mejor, o ambas cosas.
Cuando esto sucede, el terapeuta necesita aclarar que: (1) esto es
simplemente una bonificación, no el propósito principal, y (2) no siempre
sucederá, así que es mejor que no lo esperen. Si el terapeuta no hace esto,
los clientes comenzarán a utilizar la defusión para tratar de controlar sus
pensamientos y sentimientos. Y luego, por supuesto, ya no funciona como
una técnica de mindfulness, sino como una técnica de control emocional. Y,
además, es sólo cuestión de tiempo que el cliente se sienta frustrado o
decepcionado (y vuelva a decir: «No está funcionando»). Aquí hay dos
ejemplos de cómo el terapeuta puede manejar esto:
Cliente: Eso ha estado genial. El pensamiento simplemente se ha ido.
Terapeuta: Interesante. Ya sabes, a veces sucede eso y otras no. En
ocasiones, un pensamiento sigue dando vueltas. Nuestro objetivo no es
intentar que desaparezca, sino dejar de quedar atrapado en él, dejarle
espacio, permitir que esté allí sin problemas, de modo que, si se queda, no
te impida hacer lo que importa y participar plenamente en tu vida.
***
Cliente: Eso está bien. Ahora siento menos ansiedad.
Terapeuta: Interesante. Eso sucede con bastante frecuencia, pero
ciertamente no todas las veces. No pienses en esto como una manera de
controlar tus sentimientos. El objetivo es que te desenredes de tus
pensamientos para poder estar en el momento presente y hacer las cosas
que consideras importantes. Si te sientes mejor, disfrútalo. Pero, por favor,
considéralo un añadido, no la intención principal. Si comienzas a utilizar
estas técnicas para controlar cómo te sientes, te garantizo que pronto te
sentirás decepcionado.
***
Si tu cliente parece decepcionado o sorprendido cuando le dices eso,
significa que ha entendido mal el propósito de la defusión, en cuyo caso
deberás recapitular, y es posible que debas visitar (o revisitar) la
desesperanza creativa. Una forma de hacer una recapitulación rápida es
«reproducir» la metáfora de «Manos como pensamientos y sentimientos»
(capítulo 11) y resaltar la última sección sobre cómo los pensamientos y
sentimientos siguen ahí.
Desactivar no es descartar
Queremos responder a nuestras cogniciones con apertura y curiosidad, no
descartarlas. Incluso las cogniciones y los procesos cognitivos más difíciles
generalmente tienen algo útil que ofrecernos. Por ejemplo, nuestros
pensamientos ansiosos a menudo nos apuntan hacia cuestiones importantes
que debemos abordar, y los pensamientos autocríticos con frecuencia nos
señalan valores que estamos descuidando. En capítulos posteriores,
veremos cómo podemos «extraer lo bueno» de los pensamientos inútiles.
A veces, los terapeutas tienen la idea de que en la ACT no estamos
interesados en el contenido de los pensamientos. Nuevamente, éste es un
gran malentendido. No cuestionaremos ni discutiremos directamente el
contenido, ni juzgaremos si es positivo o negativo, pero estamos interesados
en él. Después de todo, para evaluar un pensamiento en términos de
viabilidad, primero necesitamos conocerlo.
Cuando la defusión fracasa
Ocasionalmente, conduciremos a un cliente a través de una técnica de
defusión, y tendrá el efecto contrario al que pretendíamos: nuestro cliente se
fusionará aún más que antes. Afortunadamente, esto no sucederá con
frecuencia, pero cuando sucede, no es un problema importante. Primero,
nos aplicamos la ACT a nosotros mismos: echamos el ancla, nos
desenganchamos de la historia de «Soy un pésimo terapeuta», dejamos un
espacio para nuestra ansiedad y nos reenfocamos en el cliente. Y luego nos
disculpamos y lo convertimos en una oportunidad para ayudar a nuestro
cliente a discriminar entre fusión y defusión. Por ejemplo:
Terapeuta: Lo siento. Eso no ha resultado como esperaba. Por lo general,
ese ejercicio ayuda a las personas a retroceder y a distanciarse de sus
pensamientos, pero en este caso parece haber tenido el efecto contrario.
Sin embargo, dado que ha sucedido esto, aprendamos de ello. Observa
cómo estás aún más atrapado que antes en ese pensamiento. Observa el
impacto que está teniendo en ti. Esto es lo que queremos decir con estar
«enganchado».
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 12 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás: (a) cómo saber cuándo tus
clientes se están desactivando y (b) una técnica popular de defusión llamada «Repetición de
Titchener».
Habilidades
¿Es éste el final de la defusión? De ninguna manera. En el próximo
capítulo, veremos una mezcla heterogénea de defusión, y en el capítulo
siguiente veremos las barreras comunes para la defusión. Pero, antes de
seguir leyendo, aquí tienes algunas sugerencias para desarrollar tus
habilidades:
Regresa y prueba cualquiera de las técnicas de defusión anteriores que
has omitido.
Lee todos los ejercicios en voz alta como si estuvieras conduciendo a
un cliente a través de ellos (o al menos, imagínate vívidamente que lo
estás haciendo).
Elige tu técnica favorita y utilízala durante la semana siguiente. Cuando
te des cuenta de que estás enganchado, echa el ancla y fíjate en el
pensamiento que te enganchó. Si todavía estás enredado en él después
de echar el ancla, utiliza la técnica elegida para jugar con él y observa
lo que sucede.
Para llevar
Hay millones de técnicas de defusión, así que las de este capítulo son sólo
algunas. Cuando las presente a los clientes, hazlo siempre con gran empatía
y respeto, y asegúrate de haber establecido primero una razón clara
(consulta «Realizar el enlace» en el capítulo 11) para evitar el riesgo de
confusión o invalidación.
Hazlo todo como un experimento, porque nunca sabes con certeza qué
sucederá. Y permanece atento a los conceptos erróneos comunes, como
pensar que el objetivo es sentirse bien o deshacerse de los pensamientos no
deseados.
CAPÍTULO 13
La defusión Smörgåsbord
¡Hay tantas opciones!
La sabiduría convencional dice que hay muchas maneras de despellejar a un
gato. No puedo responder personalmente por la verdad de esta afirmación,
ya que nunca he despellejado a un gato (ni pretendo hacerlo). Pero,
independientemente de la veracidad de este aforismo, es una práctica útil la
idea de que hay literalmente cientos de maneras diferentes de modelar,
instigar y reforzar la defusión en una sesión. No es sorprendente que
muchos novatos de la ACT se sientan abrumados por la amplia gama de
técnicas disponibles. Así que, veamos si puedo hacer las cosas un poco más
simples.
Las tres N de la defusión
No hay una secuencia fija (o número) de pasos para la defusión. Sin
embargo, todas las técnicas de defusión comienzan con «notar» o fijarse en
una cognición, y la mayoría de ellas combinan esto con «nombrar» la
cognición. Además, muchas técnicas de defusión también incluyen
«neutralizar» la cognición. Observemos las tres N de la defusión más de
cerca:
Notar o fijarse
El primer paso básico en cualquier tipo de intervención de defusión es notar
qué cogniciones están presentes. Para ayudar a los clientes a notar sus
cogniciones, el terapeuta podría decirle: «Fíjate en lo que estás pensando»,
«Observa lo que está haciendo su mente», «Observa qué pensamientos
están surgiendo», «¿Qué te está diciendo tu mente?», «¿Qué te engancha?»,
«¿Qué está haciendo tu mente?», y así sucesivamente.
Nombrar
Nombrar la cognición o el proceso cognitivo suele ser el segundo paso en la
defusión. La manera de referirnos a ello puede ser simple (por ejemplo,
puedes hablar de «pensar», de «preocuparse», del «autojuicio», de «pensar
en blanco y negro», de «predecir lo peor»). Puedes ser juguetón (por
ejemplo, «La historia que no es lo suficientemente buena», «Radio
pesimismo», «La cháchara mental», «Tu crítico interior vuelve a hablar»).
Puedes ser autorreferencial (por ejemplo, «Estoy pensando que…», o «Ahí
va mi mente»). Y puedes incluir palabras o frases que reconocen su
recurrencia, como «¡Vaya, aquí está de nuevo!», o «Sé que está ahí».
Neutralizar
La mayoría de las técnicas de defusión incluyen un paso que llamo
«neutralizador». (Éste no es un término oficial de la ACT, pero lo encuentro
útil para entrenar a los terapeutas). Este término significa que tú pones tus
cogniciones en un nuevo contexto que neutraliza su influencia, que los
desarma. La manera más sencilla de neutralizar una cognición es verla en
términos de viabilidad: «Si actúas sobre este pensamiento/dejas que te
guíe/que te aconseje/si te detienes en él/si lo aceptas/si te quedas atrapado
en él/si lo obedeces/si lo mantienes con firmeza/si dejas que dicte tus
elecciones… ¿te llevará acercará o te alejará de la vida que quieres vivir/te
ayudará a ser el tipo de persona que quieres ser/te ayudará a actuar de
manera efectiva?».
Además de la viabilidad, la neutralización también puede implicar
cualquier combinación de las siguientes estrategias (muchas de las cuales se
superponen entre sí):
Observa el pensamiento como si fuera un objeto. Observa las palabras o
las imágenes de las que se compone el pensamiento; observa su tamaño y
ubicación; observa cómo van y vienen, su movimiento, velocidad,
dirección.
Describe el pensamiento. Describe la naturaleza o propiedades del
pensamiento en términos de las palabras o de las imágenes que contiene;
su tamaño, ubicación, movimiento, velocidad o dirección; y otras
propiedades simbólicas (por ejemplo, «pensamientos cálidos»,
«pensamientos pesados», «pensamientos pegajosos», «pensamientos
enganchados»).
Juega con las propiedades del pensamiento. Juega un poco con sus:
Propiedades: forma, tamaño, color, textura, solidez, brillo.
Propiedades de sonido: volumen, ritmo, voz, tono; cántalo, dilo lenta o
rápidamente o con diferentes voces, agrégale música.
Propiedades kinestésicas, movimiento, dirección, velocidad, ubicación.
Representa el pensamiento. Escríbelo, dibújalo, píntalo, escúlpelo, báilalo,
represéntalo, cántalo, imítalo, representarlo a través de la fotografía o del
collage.
Transpón el pensamiento. Imagina que colocas tus pensamientos sobre
otros objetos (por ejemplo, hojas en un arroyo, maletas en una cinta
transportadora, nubes flotando en el cielo, etiquetas en artículos en un
escaparate); imagina que los colocas en objetos que haya en la habitación
(por ejemplo, en una silla o en una estantería, o proyéctalos en la pared); o
transponlos a otro medio (por ejemplo, como subtítulos en un televisor o
mensajes de texto en un teléfono móvil; o escucharlos como transmisiones
de una radio).
Dale un carácter al proceso cognitivo. Por ejemplo, caracteriza un patrón
de autojuicio duro como el «crítico interior» o un patrón de preocupación,
catastrofismo y predicción de lo peor como «radio pesimismo».
Defusión: Transcripción de una sesión de terapia
La transcripción que sigue ilustra una pequeña cantidad de las diferentes
formas de ayudar a los clientes a desactivarse. La cliente es una
quiropráctica soltera de veinticuatro años. Ella y su terapeuta tienen
aproximadamente veinte minutos en la sesión dos, luego de: (a) un breve
ejercicio de anclaje para comenzar la sesión, (b) una revisión rápida de la
sesión anterior (explorando cuánto ha practicado la clienta el ejercicio de
echar el ancla y sus beneficios), y (c) una charla rápida de cómo evolucionó
la mente humana.
Presentar la defusión: Parte 1
Terapeuta: Entonces, una cosa que identificamos la semana pasada, una
gran parte del problema, es que a menudo te enganchas a la idea de que
eres inútil o prescindible.
Clienta: Sí, lo hago. Siento que soy una pérdida de espacio. Ni siquiera sé
por qué estás perdiendo el tiempo conmigo.
Terapeuta: Y me doy cuenta de que al decir eso te estás desplomando, casi
como si te hundieras en la silla. Tengo la sensación de que estos
pensamientos realmente te arrastran hacia abajo. (La clienta asiente). Eso
debe doler. (La clienta asiente nuevamente y sus ojos se llenan de
lágrimas). ¿Qué estás sintiendo ahora?
Clienta: (Sacudiendo la cabeza). Es una tontería.
Terapeuta: ¿Qué es una tontería?
Clienta: Yo. Todo esto. (Secándose los ojos). No creo que puedas
ayudarme.
Terapeuta: Bueno, es un pensamiento perfectamente natural. Mucha gente
tiene pensamientos así, especialmente al comienzo de la terapia. Y la
verdad es que no puedo garantizarte que te ayudaré, pero sí que haré todo
lo posible para ayudarte a crear una vida mejor. ¿Qué tal si lo intentamos,
aunque pienses que no tienes remedio, y vemos qué sucede?
Clienta: De acuerdo.
Terapeuta: Muy bien. En la última sesión acordamos que uno de tus
objetivos aquí es aprender nuevas maneras de manejar los pensamientos y
sentimientos difíciles, para que no te molesten tanto. ¿Eso sigue siendo
importante para ti?
Clienta: Sí.
Terapeuta: De acuerdo. (Saca una tarjeta blanca). Bueno, lo que me gustaría
hacer, si te parece, es anotar algunos de tus pensamientos en esta tarjeta
para que tengamos algo con que trabajar. ¿Vale?
Clienta: Claro.
Terapeuta: Gracias. Cuando tu mente realmente te está golpeando, cuando
te atrapa diciéndote lo que haces mal y lo que está mal en tu vida, si yo
pudiera escucharla en esos momentos, si yo pudiera conectar con tu mente
y escuchar lo que te dice, ¿qué oiría?
Clienta: Sólo cosas realmente negativas, como, por ejemplo, eres estúpida,
eres vaga, no le gustas a nadie.
Terapeuta: De acuerdo. Déjame entenderlo. (Comienza a escribir los
pensamientos en la tarjeta). Tu mente dice: «Soy estúpida…», «Soy
vaga…», «No le gusto a nadie». ¿Qué más?
Clienta: No lo sé.
Terapeuta: Bueno, has dicho «estúpida» y «pérdida de espacio», e «inútil»
e «incapaz» la semana pasada. ¿Tu mente a menudo te llama así?
Clienta: Sí.
Terapeuta: (Escribiéndolo). Bien. Entonces tu mente te dice: «Soy
estúpida…», «No valgo nada…», «Soy inútil…», «Soy una pérdida de
espacio». ¿Qué más?
Clienta: (Se ríe). ¿No es suficiente?
Terapeuta: Sí, lo es, pero me preguntaba si tu mente te cuenta alguna
historia oscura o aterradora sobre el futuro. Ya sabes, cuando realmente
quiere hacerte sentir desesperada, ¿cuáles son las cosas más aterradoras
que te dice?
Clienta: Sólo que estoy mal, que no hay futuro, que la vida es una mierda y
luego te mueres.
Terapeuta: Bien, a tu mente le gusta maldecir un poco. Vamos a entender
eso. (Escribe las palabras mientras las pronuncia en voz alta). «Estoy
mal… no hay futuro… la vida es una mierda y luego te mueres!». Y ya sé
que hablamos de ello en la última sesión, pero sólo recuérdamelo: cuando
estas enganchada a pensamientos, ¿qué tipo de movimientos hacia atrás
haces?
Ahora, antes de continuar con este capítulo, lee nuevamente la transcripción
anterior e identifica las diversas maneras en que el terapeuta establece
sutilmente un contexto de defusión: normalizando y permitiendo los
pensamientos, tratando la mente como una «entidad separada», escuchando
la mente, escribiendo pensamientos, leyendo pensamientos en voz alta,
describiendo pensamientos como «historias» y «realizando el enlace».
Echemos un vistazo rápido a cada uno de estos ítems.
Normalizar y permitir pensamientos. Observa cómo responde el
terapeuta a: «No creo que puedas ayudarme» diciendo: «Bueno, es un
pensamiento perfectamente natural». Facilitamos la defusión cuando
describimos un pensamiento como normal, natural, típico o común y sin
intentar juzgarlo, discutirlo, corregirlo o deshacernos de él.
Tratar la mente como una «entidad separada». La defusión implica
separarse de los pensamientos, por lo que en la ACT a menudo nos resulta
útil hablar de la mente, juguetona y metafóricamente, como si fuera una
entidad separada. Por ejemplo, el terapeuta habla acerca de la mente que
«te atrapa», te «golpea» y que te «llama» tal o cual cosa, y también dice
con humor que «a tu mente le gusta maldecir».
Escuchar la mente. Muchas técnicas de defusión implican fijarse en o
jugar con las propiedades auditivas de los pensamientos. Aquí, el
terapeuta habla de escuchar la mente, y de escuchar lo que dice, y de
cómo suena.
Escribir pensamientos. Una de las maneras más simples de separarse de
los pensamientos es escribirlos. Esto te ayuda a dar un paso atrás y ver los
pensamientos como son: cadenas de palabras. El terapeuta puede escribir
y luego dárselo al cliente, o el cliente puede escribir los pensamientos.
Lectura de pensamientos en voz alta. El terapeuta lee los pensamientos
del cliente en voz alta (siempre precedidos por las palabras «Yo soy» y no
«tú eres»). Esto a menudo aumenta la sensación de separación, como si el
terapeuta estuviera leyendo sus propios pensamientos.
Describir pensamientos como historias. En la ACT, a menudo hablamos
de los pensamientos como «historias». Esto se relaciona muy bien con las
metáforas sobre la mente como narradora y con lo que se absorbe o se
pierde en la historia. El terapeuta pregunta específicamente sobre
cualquier «historia oscura o aterradora» sobre el futuro.
Realizar el enlace. Al final, el terapeuta se dirige a «realizar el enlace» con
la útil pregunta: «Cuando te enganchas a estos pensamientos, ¿qué tipo de
movimientos hacia atrás haces?».
Presentar la defusión: Parte 2
El terapeuta ahora pasa unos tres minutos «realizando el enlace»
rápidamente (capítulo 11). El terapeuta descubre que, cuando está
enganchada, la clienta se retira socialmente, mira compulsivamente
programas de televisión, fuma marihuana, se pone irritable con su familia,
se queda en la cama en exceso, llama para decir que está enferma en lugar
de ir a trabajar, se demora en solicitar un mejor trabajo y consume mucha
comida basura.
Después de recopilar esta información, el terapeuta ofrece una nueva
habilidad, de la siguiente manera:
Terapeuta: Cuando te enganchas en esos pensamientos y te empujan a hacer
todo tipo de cosas que sólo se suman a tus problemas, ¿empeoran tu vida?
Clienta: Sí. ¡Ya te lo dije, estoy mal!
Terapeuta: Te escuché decir eso, y lo he escrito aquí mismo. (Señalando la
tarjeta). Entonces, ¿te interesaría aprender a desengancharte de esas
cosas?
Clienta: Sí, pero no sé si puedo.
Terapeuta: Bueno, pronto lo descubriremos. (Entregando la tarjeta a la
clienta). ¿Entonces éste es el tipo de cosas que tu mente te dice cuando te
asalta?
Clienta: (Mirando la tarjeta). Sí.
El terapeuta ahora conduce a la clienta a través de la metáfora «Manos
como pensamientos y sentimientos» con un gran cambio con respecto a la
versión del capítulo 11: en lugar de pedirle que utilice sus manos, le pide
que use la tarjeta. La clienta levanta la tarjeta frente a sus ojos (para
representar la fusión) y luego la baja y la apoya en su regazo (para
representar la defusión).
Presentar la defusión: Parte 3
Esta transcripción continúa desde el final de la metáfora «Manos como
pensamientos y sentimientos». La tarjeta ahora descansa en el regazo de la
clienta, con la escritura hacia arriba para que los pensamientos transcritos
sean claramente visibles tanto para ella como para el terapeuta.
Terapeuta: Bien, ésa es la idea básica de desenganchar, y voy a pedirte que
hagas un par de experimentos ahora, para ayudarte a aprender cómo
hacerlo. Los llamo «experimentos» porque, aunque espero que sean útiles
para ti, nunca sé con certeza exactamente cómo funcionarán. La idea es
abordar esto con un sentido de curiosidad y ver cómo va.
Clienta: Ok.
Terapeuta: Bien, entonces (señalando la tarjeta), nota que esos
pensamientos no se han ido. Todavía están ahí, en tu regazo. Y si quieres,
puedes dejar que te enganchen. Compruébalo por ti misma. Mira la tarjeta
y préstale toda tu atención, y trata de que esos pensamientos te atraigan.
(La clienta mira la tarjeta en su regazo). Y observa cómo, cuando atraes
esos pensamientos, te olvidas de mí y pierdes contacto con el mundo que
te rodea. (La clienta asiente). ¿Puedes sentir cómo te chupan la vida? (La
clienta asiente). Ahora mírame. (La clienta mira al terapeuta). Así que
fíjate, aquí estamos tú y yo, trabajando juntos. Y ahora regresa a tu
cuerpo, empuja con los pies en el suelo, estira y endereza la espalda. Y
observa la habitación a tu alrededor, observa lo que puedes ver y escuchar.
(La clienta mira alrededor de la habitación). Hay un montón de
pensamientos difíciles ahí, y tienes un cuerpo alrededor de esos
pensamientos, y una habitación alrededor de tu cuerpo, y tú y yo estamos
aquí, haciendo este trabajo. Ahora, ¿qué prefieres, dejarte atrapar por tus
pensamientos (señala los pensamientos en su regazo) o estar aquí en el
mundo interactuando conmigo?
Clienta: (Sonriendo). Prefiero esto.
Terapeuta: Yo también.
Clienta: Pero sigo queriendo mirar la tarjeta.
Terapeuta: Por supuesto que sí. Nuestras mentes nos entrenan para creer
que todo lo que nos dicen es muy importante y debemos prestarle nuestra
atención. Pero la cuestión es que en esa tarjeta no hay nada escrito que sea
nuevo, ¿verdad? Quiero decir, que has tenido esos pensamientos, ¿qué,
cientos, miles de veces?
Clienta: Prueba con millones.
Terapeuta: Entonces, ten en cuenta que tienes una opción. Puedes mirar
hacia abajo y engancharte a esas cosas, o puedes dejar que se queden ahí y
te involucres con el mundo que te rodea. La decisión es tuya. ¿Qué eliges?
Clienta: Umm… (Parece insegura. Mira la tarjeta).
Terapeuta: (Con calidez, con humor). Oh, te he perdido. (La clienta mira de
nuevo al terapeuta). Ah, has vuelto otra vez. ¿Ves con qué facilidad te
enganchan esos pensamientos?
Clienta: Sí. Lo sé. Me pasa todo el tiempo.
Terapeuta: Sí, a ti, a mí y a todos los habitantes del planeta. A eso nos
enfrentamos. Eso es lo que hacen las mentes. Te enganchan. Pero una
forma de desengancharse es con el ejercicio de echar el ancla, aunque
también hay muchas otras maneras. Lo que ahora me gustaría hacer, si
estás dispuesta, es conducirte a través de algunas de estas otras técnicas, y
nuevamente, son experimentos, y ver cómo funcionan para ti. ¿Te parece
bien?
Clienta: De acuerdo.
Ahora observemos esto un poco más. Cuando escribimos pensamientos en
una tarjeta y luego la convertimos en una metáfora física, esa es una técnica
de defusión en sí misma. Aquí también hay algo de psicoeducación; el
ejercicio ayuda a la clienta a experimentar cómo la defusión le permite estar
presente y relacionarse con el terapeuta, mientras que la fusión interfiere en
esto. (El ejercicio es, por supuesto, una variante de soltar el ancla).
Al final de la transcripción, el terapeuta pregunta si la clienta estaría
dispuesta a pasar por otras técnicas, y ésta le responde: «Está bien». El
terapeuta ahora puede conducirla a través de las técnicas de defusión que
prefiera. Como regla general, es mejor comenzar con algunas rápidas y
fáciles en lugar de con las más largas y meditativas.
Pero supongamos que la clienta no está tan dispuesta. Supongamos que
ella dice que no quiere dejar que los pensamientos se queden ahí asentados,
¡quiere deshacerse de ellos! O bien supongamos que dice que está bien,
pero su tono de voz y su lenguaje corporal sugieren que realmente no le
gusta la idea. ¿Cuál podría ser una buena respuesta del terapeuta?
Ahí la tienes. En ambos casos, el terapeuta probablemente haría una
rápida intervención creativa de desesperanza: debes repasar todo lo que ella
ha intentado hacer para deshacerse de esos pensamientos, evaluar si le
funcionó o no a largo plazo y mirar lo que le ha costado; y a partir de ahí,
continuar preguntándole algo como: «Dado que has tratando de deshacerte
de esos pensamientos durante años, y claramente no te ha funcionado,
¿estás abierta a explorar un enfoque diferente?».
Presentar la defusión: Parte 4
La cuarta y última parte de esta transcripción comienza aproximadamente
quince minutos después del final de la parte 3. Mientras tanto, el terapeuta
ha conducido a la clienta a través de varias de las técnicas breves de
defusión que aparecen en el capítulo anterior, trabajando con pensamientos
específicos escritos en la tarjeta. Durante todo ese tiempo, el cliente ha
dejado la tarjeta en su regazo, una metáfora continua tanto para la defusión
como para la aceptación. De vez en cuando, miraba la tarjeta y el terapeuta
le preguntaba: «¿Enganchada?». La clienta volvía a mirar de inmediato,
momento en el cual el terapeuta hacía un comentario alegre como: «Ah, ya
estás aquí de nuevo».
Ahora, en la parte 4, el terapeuta une toda la sesión con otra técnica de
defusión llamada «Nombrar la historia» (Harris, 2007), que además se
utiliza como tarea.
Terapeuta: Volvamos a todos estos pensamientos escritos en la tarjeta. Voy
a preguntarte algo y puede parecerte un poco extraño.
Clienta: Me estoy acostumbrando.
Terapeuta: Hay muchos pensamientos, sentimientos, emociones y
recuerdos dolorosos relacionados con este problema que se remontan a tu
primera infancia, cuando tu madre se fue por primera vez de casa.
Supongamos que tomamos todos esos pensamientos, sentimientos y
recuerdos, y de alguna manera logramos incluirlos en un documental de tu
vida o en una autobiografía. Así que creamos un vídeo o un libro especial
que los contiene a todos, y es posible que nunca compartas con nadie, o
puedes compartirlo con algunas personas en las que realmente confías. Y
supón que les das un título que aparece en la portada, un título que lo
resume todo. Idealmente, uno corto. Entonces, ya sabes, el título general
podría ser la «Historia no lo suficientemente buena»; siempre es que
alguien o algo o algún aspecto de la vida no es, o no fue, o no será lo
suficientemente bueno. Así que podemos llamarlo la «Historia no lo
suficientemente buena», o puedes crear tu propio título, como, tal vez, la
«Historia sin valor» o la «Historia “¡Estoy mal!”».
Clienta: (Piensa).
Terapeuta: Tómate tu tiempo. Puede ser un título humorístico si lo deseas,
siempre que no lo trivialices ni le quites importancia.
Clienta: ¿Qué tal la «Historia de Jane la inútil»?
Terapeuta: De acuerdo. A mí me suena bien. ¿Estás segura de que el título
reconoce tu sufrimiento y no lo trivializa?
Clienta: Sí.
Terapeuta: Vale. ¿Me devuelves la tarjeta un momento? (El cliente se la
pasa). Voy a escribir algunas palabras aquí detrás. (El terapeuta le da la
vuelta a la tarjeta y comienza a escribir. Mientras escribe, lee las palabras,
lentamente). Esto es lo que estoy escribiendo: «¡Ajá! ¡Aquí está de nuevo!
¡La historia de Jane la inútil! Ésta me la sé».
Clienta: Ok.
Terapeuta: Y ahora viene el siguiente experimento. Si estás dispuesta a
hacer esto, te voy a pedir que leas todos estos pensamientos difíciles de
este lado y que realmente dejes que te enganchen. Y cuando se sientas
bien y verdaderamente enganchada, vuelve la tarjeta y lee lo que está
escrito en la parte posterior. Luego empuja con tus pies hacia el suelo,
echa el ancla y verifica conmigo, y dime qué ha pasado y si ha sido útil o
no. ¿Vale?
Clienta: ¿Te refieres a leerlo en voz alta?
Terapeuta: No. Sólo hazlo en tu cabeza. Y, sinceramente, no sé qué pasará.
Espero que sea útil, pero, recuerda, lo estamos haciendo como un
experimento, ¿de acuerdo?
Clienta: Claro. (El terapeuta le pasa la tarjeta a la clienta. Ella lee en
silencio todos los pensamientos negativos, con el ceño fruncido en el
rostro. Luego le da la vuelta a la tarjeta y lee en silencio las palabras del
reverso: «¡Ajá! ¡Aquí está de nuevo! ¡La historia de Jane la inútil! Ésta
me la sé». Luego sonríe y mira al terapeuta).
Terapeuta: Estás sonriendo. ¿Por qué?
Clienta: Porque es como has dicho. Puedo verlo como una historia. Eso es
lo que es. Es la historia de Jane la inútil.
Terapeuta: ¿Y esta historia te engancha?
Clienta: No. Es… Es la tarjeta la que la contiene.
Terapeuta: Muéstrame lo que ha sucedido durante este experimento. Si esto
(el terapeuta se tapa los ojos con las manos) te engancha totalmente, y
esto (el terapeuta descansa sus manos sobre el regazo) te desengancha
completamente, ¿cómo ha sido al principio y cómo es ahora?
Clienta: Supongo que cuando estaba realmente enganchada al principio, era
así (sostiene la tarjeta frente a sus ojos), y ahora es así (baja la tarjeta, por
lo que está a medio camino entre su cara y su regazo, aproximadamente al
mismo nivel inferior de su caja torácica).
Terapeuta: Genial. Entonces ha sido un experimento exitoso. No puedes
deshacerte de la historia, no sin una cirugía cerebral importante, de todos
modos puedes aprender a desengancharte.
Clienta: Bueno, puedo hacerlo aquí. Pero afuera, no lo sé
Terapeuta: Me alegra que hayas dicho eso, porque ésta es una habilidad y
necesita práctica. Como te dije la última vez, si quieres convertirte en una
buena guitarrista, debes practicar entre tus clases de guitarra. Si quieres
mejorar haciendo esto, ¿estarías dispuesta a practicar un par de cosas entre
esta sesión y la próxima?
Clienta: ¿Como qué?
Terapeuta: Bueno, lo primero es practicar nombrar la historia. Cada vez que
aparece un pensamiento, sentimiento o recuerdo relacionado con esa
historia, en el momento en que lo notas, dite a ti misma, «¡Ajá! Existe la
historia de Jane la inútil» o algo así. Eso es todo lo que tienes que hacer.
Sólo nómbrala. A veces te engancharás antes de que te des cuenta. Es
normal. Lo esperamos. Pero tan pronto como te des cuenta de que sucede,
dite a ti misma, «Oh, acabo de engancharme a la historia de Jane la
inútil». Luego echa el ancla; interactúa con el mundo que te rodea. ¿Suena
factible?
Clienta: Sí. Voy a darle una oportunidad.
Terapeuta: También hay otra cosa. Y esto puede parecer un poco extraño,
así que siéntete libre de decir que no si no quieres hacerlo.
Clienta: Ok.
Terapeuta: De acuerdo. ¿Puedes devolverme la tarjeta? (Coge la tarjeta y la
dobla en cuatro). ¿Estarías dispuesta a meter esta tarjeta en tu bolso y
llevarla contigo, donde quiera que vayas, hagas lo que hagas, digamos,
durante el próximo mes? ¿Y sacarla al menos tres o cuatro veces al día,
desplegarla y leer todos estos pensamientos difíciles, y luego darle la
vuelta y leer lo que está escrito en la parte posterior?
Clienta: Espero que nadie me mire el bolso.
Terapeuta: (Se ríe). Sólo quiero ser claro contigo sobre el propósito de esto.
Primero, esto te recuerda que puedes llevar estos pensamientos y
sentimientos contigo, pero no tiene por qué impedirte vivir tu vida y hacer
las cosas que importan. Segundo, al sacarla y leer todos esos
pensamientos, te recuerda que puedes, y que lo harás, engancharte
repetidamente; pero, cuando lo pliegas, te recuerda que puedes
desengancharte. Y cuando lo vuelves a meter en el bolso, te recuerda que
desengancharte no es una forma de deshacerte de ellos; sino de quitarles
el poder. Así que, ¿estarías dispuesta a hacer eso? Está bien si no quieres.
Hay muchas otras cosas que puedo sugerirte.
Clienta: No. Eso está bien.
Terapeuta: Genial.
Ahora, antes de terminar, revisemos esto una vez más. Aquí hay algunas
cosas que debes considerar:
1. No siempre sale tan bien. Esta clienta abrazó fácilmente la defusión. A
algunas personas les puede resultar difícil o pueden no entenderlo.
Otras pueden volver a la agenda de tratar de deshacerse de los
pensamientos; si es así, tu mejor opción es volver a la desesperanza
creativa.
2. El terapeuta puede usar cualquier cantidad de técnicas de defusión en
una sesión como ésta. No hay nada esencial sobre escribir
pensamientos en una tarjeta o nombrar la historia. Sin embargo, como
probablemente hayas adivinado, el terapeuta soy yo, y este doble
combo es mi favorito personal. Particularmente me gusta usar una
tarjeta (o una hoja de papel) porque: (a) proporciona una gran metáfora
física para trabajar en la sesión; (b) cuando el cliente se la lleva, le
recuerda la sesión y la tarea; y (c) llevarse la tarjeta (o el papel) en un
bolso o billetera es una metáfora continua para la defusión y la
aceptación.
3. Supón que la clienta fuera reacia a aceptar la tarjeta. Supongamos que
dice: «No, no la quiero. Eso podría empeorarlo». Esto indicaría tanto la
fusión como la evitación experiencial, por lo que yo diría: «Bien, creo
que, en ese caso, esto no sería bueno para ti, después de todo. Así que
intentemos otra cosa». Luego, establecería una tarea diferente,
guardaría la tarjeta en el archivo y la sacaría nuevamente en la siguiente
sesión.
Técnicas en abundancia
Existen más de un centenar de técnicas de defusión diferentes
documentadas en los libros de la ACT y en los de autoayuda, y hay muchas
oportunidades para que tú o tus clientes creéis otras nuevas. Puedes hacer
cualquier cosa que coloque el pensamiento en un nuevo contexto, donde
puedas verlo tal como es: una cadena de palabras e imágenes; nada contra
lo que tengas que luchar, de lo que huir, o a lo que debas aferrarte u
obedecer.
Por ejemplo, puedes visualizar el pensamiento como un título en una
tarjeta de felicitación, escrito en un glaseado en un pastel de cumpleaños o
apareciendo dentro del globo de diálogo de un personaje de cómic. O
puedes imaginar el pensamiento proveniente de una radio o de un teléfono
móvil, o escucharlo con la voz de un conocido político o comentarista
deportivo. O podrías imaginarte bailando con el pensamiento, caminando de
la mano con él por la calle, o haciéndolo botar como una pelota. Puedes
dibujar o pintar el pensamiento, escribirlo en diferentes colores o esculpirlo
en arcilla. Puedes visualizarlo en la camiseta de un corredor, imaginarlo
como un mensaje de texto en tu teléfono móvil o verlo como una ventana
emergente en la pantalla de tu ordenador. Puedes cantarlo con diferentes
estilos musicales (por ejemplo, ópera, jazz, rock), decirlo con un
escandaloso acento extranjero o hacer que un títere lo diga en voz alta. Las
opciones son infinitas. Así que, antes de seguir leyendo, comprueba si
puedes pensar algunas técnicas propias. Y diviértete con eso. (¿Con qué
frecuencia escuchas eso en un libro?).
A continuación, se presenta un resumen de muchas (pero ni de lejos
todas) técnicas de defusión comunes. Cubriremos la mayoría de estas
técnicas en este libro; puedes encontrar las pocos que no tenemos en Bits
extra.
Metáforas en abundancia
También podemos usar todo tipo de metáforas para ayudar a la defusión.
Podemos comparar la mente con:
Una máquina de hacer palabras: Fabrica un flujo interminable de
palabras.
«Radio pesimismo»: Le gusta transmitir mucha tristeza sobre el pasado,
mucha fatalidad sobre el futuro y mucha insatisfacción con el presente.
Un mocoso malcriado: Pide todo tipo de cosas y pilla un berrinche si no
se sale con la suya.
Una máquina que da razones: Produce una lista interminable de razones
por las que no puedes o no debes cambiar.
Un dictador fascista: Constantemente te ordena y te dice lo que puedes
y no puedes hacer.
Una fábrica de juicios: Se pasa todo el día haciendo juicios.
Etcétera, etcétera. Una vez que hayas utilizado estas metáforas con un
cliente, puedes volver a ellas una y otra vez en sesiones posteriores como
breves intervenciones de defusión. Por ejemplo, en respuesta a un cliente
que emite toda una serie de juicios negativos, podría decir: «Ahí está la
fábrica de juicios nuevamente; hoy los está fabricando con ganas». O en
respuesta a un cliente que sigue diciendo: «¡Debería hacer X, tengo que
hacer Y!», podrías decir: «¡Vaya! Parece que ese pequeño dictador fascista
que está dentro de tu cabeza está realmente dictando las reglas hoy».
Probablemente ya conozcas algunas metáforas para la mente: por ejemplo,
la «cháchara» y el «crítico interior» son de uso muy común. Antes de seguir
leyendo, ¿por qué no te tomas unos minutos para ver si puedes encontrar
una metáfora o dos propias?
Mantener la defusión simple
Como hemos visto, hay todo tipo de técnicas de defusión, y ciertamente
puedes divertirte mucho inventando la tuya e implementándola con tus
clientes. Sin embargo, hay muchas ocasiones en que, por una razón u otra,
me gusta que todo sea muy simple. Así que aquí están algunas de las
intervenciones de defusión más sencillas que conozco:
«Observa lo que tu mente te está diciendo en este momento». Esta frase
simple, o la versión más corta, «Fíjate en ese pensamiento»,
generalmente, se desactiva al instante. De inmediato hace que tu cliente se
fije en sus pensamientos en lugar de verse atrapado en ellos. Claro, puede
que no le dé un gran grado de defusión, pero crea rápidamente una
pequeña distancia de sus pensamientos. Esto se puede aumentar
agregando cualquier cantidad de técnicas breves de defusión. Por ejemplo,
puedes hacer preguntas como: «Si dejas que este pensamiento te guíe, ¿a
dónde te llevará? ¿Te ayudará?», «¿Es muy vieja esta historia?», «¿Qué
pasaría si te permites quedarte atrapado en este pensamiento?, ¿Sería un
buen uso de tu tiempo y de tu energía?».
Observar la forma. Puedes pedirle a tu cliente que se fije en la forma del
pensamiento: «¿Está formado por palabras, sonidos o imágenes? ¿Lo ves
o escuchas o bien lo percibes?». Puedes elegir enfocarte en el sonido:
«¿Cómo suena ese pensamiento en tu cabeza? ¿Es tu propia voz o la de
alguien más? ¿Es fuerte o suave? ¿Qué emoción puedes sentir al escuchar
esa voz?». O puedes enfocarte en la ubicación y el movimiento: «Sólo
cierra los ojos por un momento y observa dónde parece estar ese
pensamiento: ¿está frente a ti, encima de ti, detrás de ti, dentro de tu
cabeza, dentro de tu cuerpo? ¿Se está moviendo o está quieto? Si se
mueve, ¿en qué dirección y a qué velocidad?».
«Ése es un pensamiento interesante». Esto es lo que digo cuando estoy un
poco sorprendido o desconcertado. Cuando un cliente dice algo que me
sorprende, que desencadena una reacción fuerte o me inquieta la mente
tratando de descubrir cómo responder, esta pequeña frase me impide
apresurarme y quedar atrapado en el contenido. Es una frase simple que
nos recuerda a mí y al cliente que no importa lo que él haya dicho, lo que
estamos tratando es un pensamiento. Y nos invita a ambos a detenernos y
mirar el pensamiento en lugar de saltar directamente a su contenido. Por
lo general, sigo esta declaración con una pausa larga (al menos de diez
segundos), lo que me permite centrarme para poder responder de manera
efectiva y consciente.
Dale las gracias a tu mente. Anima a tu cliente a agradecerle a su mente
sus aportaciones (Hayes et al., 1999). Esto debe hacerse de manera
juguetona, con sentido del humor. Podrías decir: «Sea lo que sea lo que tu
mente te diga, no importa cuán desagradable o aterrador, mira si puedes
responderle con sentido del humor, “¡Oh, gracias, mente! Gracias por
compartir eso conmigo”». (Si utilizas este método con un cliente,
asegúrate de enfatizar la necesidad de diversión y humor; especifícale que
«la idea es ayudarte a no tomarte la idea tan en serio»).
Frases cortas. Cuando tu cliente expresa un pensamiento particularmente
negativo, crítico o inútil, puede decirle: «¡Qué agradable!», en tono
despreocupado y humorístico. O puedes usar otras palabras como
«encantador», «sugestivo», «hermoso» o «muy creativo». Una vez que el
cliente «capta» el concepto, el propósito y la experiencia de la defusión, y
siempre que haya una buena relación terapéutica para que no se dé la
posibilidad de que el cliente se sienta invalidado o menospreciado,
entonces puedes decir estas palabras en respuesta a una gran variedad de
críticas duras, juicios, pensamientos catastróficos u otras historias
desagradables. Acompañar con una mueca compasiva, diciendo: «¡Ay!»,
también puede funcionar bien.
No te olvides del cliente
Cuando era nuevo en la ACT, hubo momentos en que me quedé tan
atrapado jugando con todas estas nuevas y maravillosas técnicas de
defusión que me olvidé del ser humano que tenía frente a mí. Así que
debemos recordar: realizamos técnicas para los clientes, no con los clientes.
E implementar la ACT no quiere decir ofrecer técnicas, sino construir una
vida vital y significativa.
Por lo tanto, en todo este trabajo, es esencial tener una conexión
consciente y sintonizada con el cliente. Necesitamos estar atentos a nuestros
clientes, respetar dónde se encuentran y estar abiertos a sus respuestas. Y si
estamos tan atrapados en la entrega de técnicas que descuidamos la
relación, tan pronto como nos demos cuenta, debemos disculparnos:
«¡Vaya! Lo siento mucho. Me acabo de dar cuenta de lo que he estado
haciendo. Me he quedado tan atrapado en mi propio entusiasmo que he
perdido el contacto contigo. ¿Podemos detenernos y retroceder un poco,
antes de que empezara a bombardearte con todo esto?».
Este tipo de interacciones no sólo construyen una relación abierta y de
confianza, sino que también nos permiten modelar la autoconciencia y la
autoaceptación. Y demuestran que estamos en el mismo barco que nuestros
clientes: que también podemos quedarnos atrapados en nuestras cabezas y
perder el contacto con el momento presente, ¡y que podemos regresar al
presente y actuar con eficacia!
La tarea y la siguiente sesión
La tarea es esencial. La defusión, como cualquier habilidad, requiere
práctica. La tarea podría implicar una técnica rápida para practicar de
manera intermitente durante todo el día, como nombrar la historia.
Alternativamente, si conduces al cliente a través del ejercicio de las hojas
en el arroyo (capítulo 15) o de un ejercicio meditativo similar, puedes
pedirle que lo practique todos los días, o varias veces a la semana. Otro tipo
de tarea consiste en pedirles a los clientes que completen una hoja de
trabajo, como la hoja de trabajo «Cómo engancharse» (consulta Bits extra).
Para una tarea más informal, podríamos decir algo como:
Terapeuta: Me pregunto si estarías dispuesto a practicar algunas cosas.
Primero, a aprender más sobre cómo te engancha tu mente. ¿En qué
situaciones sucede? ¿Qué tipo de cosas te dice? Y tan pronto como te des
cuenta de que estás enganchado, simplemente reconócelo: «¡Vaya!
Enganchado de nuevo». Segundo, ¿estarías dispuesto a jugar con una de
esas técnicas de defusión que ya hemos probado? (Selecciona una o pídale
al cliente que elija una). Tan pronto como te des cuenta de que estás
enganchado, identifica el pensamiento que te ha enganchado y prueba la
técnica. Y tercero, observa las veces que tu mente trata de engancharte,
pero tú no muerdes el anzuelo.
En la siguiente sesión, revisamos la tarea y descubrimos qué sucedió. Es
posible que necesitemos trabajar más en torno a la defusión, o si el cliente
ha caído en la agenda de control emocional, puede que tengamos que pasar
a la desesperanza creativa. Con la mayoría de mis clientes, si ya han echado
el ancla y están haciendo un buen progreso con la defusión, tiendo a pasar a
los valores siguientes; sin embargo, puedes pasar a cualquier otra parte del
hexaflex.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 13 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás: (a) una versión imprimible del
«Summary of Common Defusion Techniques», (Resumen de técnicas comunes de defusión),
con descripciones de los pocos métodos que no abordamos en el libro principal, (b) una
descripción de fusión en lenguaje cotidiano, (c) la hoja de trabajo «Getting Hooked»
(Engancharse), y (d) cómo usar la aplicación ACT Companion (Compañera ACT) para la
defusión.
Habilidades
Para ponerte al día con las técnicas de defusión:
Piensa en dos o tres clientes actuales y considera qué técnica(s) de este
capítulo podrías usar con ellos.
Lee todos los ejercicios y metáforas en voz alta, o si no, al menos
ensáyalos mentalmente.
Repasa la intervención de pensamientos en tarjetas (ilustrada en las
transcripciones de este capítulo) con un cliente imaginario; actúala o
imagínala vívidamente. Luego pruébala de verdad en una sesión.
Para llevar
Después de haber allanado el camino para comenzar a trabajar
explícitamente en las habilidades de defusión con los clientes (utilizando
los principios desarrollados en el capítulo 11), los siguientes pasos son: (a)
practicar activamente las habilidades en la sesión, (b) informar cada
ejercicio y preguntar cómo podría ser útil con los problemas del cliente y
(c) asignar más prácticas a las tareas.
Cuando se trata de aprender habilidades de defusión, aquí hay algunas
reglas generales:
Comienza con técnicas rápidas y fáciles antes de pasar a ejercicios de
meditación más desafiantes, como los del capítulo 15.
Permanece atento a la posibilidad de invalidación, de equivocarte por el
lado de la precaución con las técnicas que utilizas.
Recuerda, la defusión es un proceso, no una técnica. Existen quinientos
millones de técnicas para instigar y reforzar este proceso, y el objetivo
es encontrar las que se adapten tanto a ti como a tus clientes.
CAPÍTULO 14
Barreras a la defusión
Cualquier cosa que pueda salir mal…
Los novatos de la ACT a menudo me hacen preguntas como: «Cuando
haces eso (técnica de defusión), ¿es posible que el cliente se sienta
ofendido/avergonzado/enojado/estúpido/molesto/invalidado?».
Mi
respuesta siempre es rotunda: «Sí». Ésta es la única respuesta válida a
cualquier pregunta del tipo «¿Podría el cliente pensar, sentir, decir o hacer
X?». Como dice el viejo proverbio, «¡Cualquier cosa que pueda salir mal,
saldrá mal!», y tarde o temprano, incluso tus mejores intervenciones de
defusión favoritas de todos los tiempos, probadas, verificadas y fiables,
fracasarán de maneras que nunca imaginaste.
Así, en este capítulo, veremos las barreras comunes para la defusión. (Por
supuesto, probablemente lo hayas adivinado ya por el título, pero bueno,
nunca está de más repetir un punto clave). Mientras trabajas en este
capítulo, ten en cuenta que muchas de las barreras para la defusión también
obstruyen otros procesos centrales, y la mayoría de las estrategias que
revisamos aquí también se pueden usar fácilmente en esas situaciones.
Comenzaremos con un tema muy importante: la invalidación.
Invalidación
Como ya dijimos en el capítulo 5 (y exploraremos más a fondo en el
capítulo 30), para implementar una buena ACT es fundamental una relación
terapéutica fuerte. Entonces, si un terapeuta dice y hace cosas que hacen
que el cliente se sienta invalidado, eso evitará un trabajo terapéutico
efectivo (de cualquier tipo, no sólo la defusión). Por eso es una buena
idea…
Primero baila en la oscuridad, luego conduce hacia la luz
En ACT Questions and Answers (Harris, 2018), acuñé la frase: «Primero
baila en la oscuridad, luego conduce hacia la luz» para transmitir la
importancia de un enfoque tranquilo, paciente y empático para ayudar a los
clientes muy fusionados a desactivarse suavemente. Cuando nuestros
clientes se topan con una niebla espesa, negra e impenetrable de fusión,
naturalmente sentimos la necesidad de encender las altas luces de la
defusión e iluminar un camino que los lleve lejos de la oscuridad. El
problema es que, si nos apresuramos a implementar las técnicas de defusión
sin primero tomarnos el tiempo necesario para empatizar realmente, para
ver las cosas desde la perspectiva del cliente y validar su dolor y
sufrimiento, entonces no es probable que resulte. Más bien, es probable que
invalide al cliente y aumente su fusión. Y esto es especialmente probable si
utilizamos técnicas lúdicas que sean inapropiadas para tales situaciones
(como cantar pensamientos o darle las gracias a la mente).
Por ejemplo, supón que tu cliente dice: «No puedo soportarlo más. Mi jefa
siempre me está molestando. Ella siempre mira por encima de mi hombro,
vigilándome. Nunca me felicita por lo que hago. E incluso me roba las ideas
y le dice a la gente que son suyas. Y cada vez que me equivoco o algo no es
completamente perfecto, ella me ataca. Estoy tan harto de eso. Sigo
esperando que le pase algo realmente malo, como un accidente de tráfico,
un cáncer o algo así. Sé que eso suena muy mal, pero es que la odio».
Imagínate lo que sucedería si el terapeuta ahora sonriera y le dijera
alegremente: «Vaya, ahí está la historia de la jefa mala» o «Dale las gracias
a tu mente por esos pensamientos» o «Intentemos cantar “Mi trabajo
apesta” con la melodía de “Feliz cumpleaños”». No obtendrías una buena
reacción, ¿verdad?
Si un cliente está muy fusionado, primero «bailemos en la oscuridad»
durante un rato y luego suave y respetuosamente «guiémoslo hacia la luz».
En otras palabras, reconozcamos y permitamos la fusión por un tiempo;
demostremos compasión en lugar de apresurarnos a dispersarla.
Tomémonos un poco de tiempo para hacernos una idea de lo que el cliente
está experimentando, para ver las cosas desde su perspectiva, para
empatizar con su situación y reconocer lo doloroso que le resulta. Bailar en
la oscuridad implicaría:
A. Escuchar con franqueza y curiosidad.
B. Ver las cosas desde la perspectiva del cliente.
C. Empatizar, normalizar y validar.
Por ejemplo, podríamos decir algo como «Eso es realmente duro. Yo
también me sentiría enojado. Es especialmente doloroso dado lo duro que
trabajas y cuánto pones en ello. Y lo de robar tus ideas: si alguien me
hiciera eso, ¡yo también estaría furioso! Y sabes, cuando las personas me
dificultan la vida, también deseo que se lastimen de alguna manera, que
prueben su propia medicina. Casi todo el mundo lo hace. Así es cómo
funcionan nuestras mentes: la configuración predeterminada es, si alguien
nos lastima, queremos que ellos también resulten lastimados».
No hace falta decir que mientras hacemos esto, no queremos sacar a
relucir alguna declaración empática formulada. Queremos responder
genuinamente, desde el corazón, hablándole al cliente con nuestra auténtica
voz. Y tomarnos el tiempo necesario para ayudarlo a sentirse escuchado,
comprendido y validado. ¿Cuánto se tarda en hacer esto? No mucho. Si
escuchamos atentamente y validamos con compasión, por lo general, no
tardaremos más que unos pocos minutos. (Así que, si pasas la mayor parte
de la sesión haciendo este tipo de trabajo, corres el riesgo de alejarte de la
ACT para recibir asesoramiento de apoyo, y existe un riesgo real de
reforzar la fusión del cliente).
Una vez que hayamos bailado en la oscuridad el tiempo suficiente para
que el cliente se sienta comprendido y validado y confíe en nosotros como
pareja de baile, queremos guiarlo suavemente hacia la luz. En otras
palabras, queremos introducir con suavidad cualquiera de los seis procesos
centrales para ayudarlo a trasladarse a un lugar psicológicamente más
flexible.
Por ejemplo, a menudo podemos desenterrar valores importantes que
quedaron enterrados debajo de la avalancha de fusión. En este cliente, por
ejemplo, debajo de su ira, furia y sensación de injusticia, es probable que
encontremos valores importantes como la equidad, la justicia y el respeto.
Por otro lado, podemos bailar hacia una acción comprometida. Podemos
explorar qué acción quiere tomar el cliente: ser más asertivo, presentar una
queja formal o buscar un trabajo diferente.
Por otra parte, podríamos explorar la aceptación y la autocompasión:
ayudarlo a fijarse en sus emociones y a nombrarlas, a reconocer su
sufrimiento y a responderse a sí mismo con amabilidad.
O podríamos pasar a echar el ancla: practicar mantenerse en la tierra
cuando surjan emociones intensas. Y, por último, pero no menos
importante, podemos ir directamente a la defusión. Por ejemplo, podríamos
comenzar con un reconocimiento compasivo de lo que está haciendo la
mente: «Sabes, tu mente se parece mucho a la mía. Cuando la vida es dura y
luchamos contra sentimientos realmente difíciles, nuestras mentes a
menudo nos dicen cosas que en realidad no nos ayudan a lidiar con eso muy
bien, cosas que, ya sabes, a menudo sólo nos lo ponen más difícil de lo que
ya era. Entonces, ¿te parece bien que analicemos lo que tu mente te dice
sobre todo esto, y vemos qué es lo que resulta útil, y también quizás lo que
no resulta tan útil?
Así, cada vez que trabajes con un cliente altamente fusionado y descubras
que su fusión se está espesando en lugar de dispersarse, tómate un momento
para reflexionar: ¿has empezado la defusión demasiado rápido? Si es así,
retrocede suavemente a la oscuridad con tu cliente. Y baila allí con él un
rato más. Luego, con amabilidad, calma y paciencia, llévalo, paso a paso,
hacia la luz.
Muchas maneras de invalidar
Existen numerosas maneras de que un terapeuta pueda invalidar
involuntariamente la experiencia de un cliente. El mejor antídoto contra la
invalidación involuntaria es incorporar la ACT en la sesión; vive tus valores
de compasión, respeto, apertura y autenticidad, y aprecia atentamente a tu
cliente: míralo como a un arcoíris, no como a un obstáculo. Y mantente
alerta para detectar las siguientes trampas comunes.
«Historia»
La palabra «historia», si se usa sabia y apropiadamente, con compasión,
empatía y respeto, es muy útil para la defusión con la mayoría de los
clientes. Sin embargo, si la usamos con ligereza, o sin una verdadera
empatía o compasión, puede parecer despectiva o trivial. Si sospechas que
tu cliente podría no responder bien a la palabra, no la utilices; usa términos
como «pensamientos», «cogniciones», «preocupaciones», etc.
Si alguna vez utilizas la palabra «historia» y tu cliente se siente molesto u
ofendido («¡No es una historia!»), pide disculpas de inmediato. Di algo
como: «Lo siento mucho. No he querido ofenderte. Con “historia” no he
querido decir que sea inventada o no sea cierta. Sólo he querido decir que es
una cadena de palabras que se unen para transmitir información o contar
una narración. Utilizo la frase simplemente porque la mayoría de las
personas consideran que les ayuda a desengancharse. Si lo prefieres, puedo
utilizar la palabra “cognición” o “pensamiento” en su lugar. ¿Sería mejor?».
Técnicas de defusión juguetonas
En el contexto correcto, las técnicas de defusión juguetonas, como cantar
tus pensamientos, dar gracias a tu mente y decir pensamientos con voces
tontas, son muy poderosas (y muy divertidas). En un contexto equivocado,
son completamente invalidantes. Por ejemplo, imagina que un cliente llega
con un dolor abrumador porque la persona que más ama acaba de morir, y
el terapeuta le pide que cante sus pensamientos con la melodía de «Feliz
cumpleaños»; o imagina que un cliente revela algunos recuerdos horribles
de abuso sexual infantil, y el terapeuta le dice: «Agradécele a tu mente esos
pensamientos». Podemos ver cuán insensibles e inapropiadas son estas
intervenciones, aunque todos lo haremos en algún momento, sin darnos
cuenta, y a pesar de nuestras mejores intenciones, y diremos algo que
invalide a un cliente. Cuando esto sucede, la ACT aboga inmediatamente
por asumir la responsabilidad: reconocerlo, disculparse y repararlo.
(Exploramos esto con más profundidad en el capítulo 16).
Falta de empatía
La fusión crea mucho sufrimiento. Si el terapeuta no logra empatizar con la
gran cantidad de dolor, dificultad y sufrimiento que ha causado la fusión,
entonces las intervenciones de defusión pueden parecer despectivas o
triviales. Esto a menudo desencadena una respuesta del cliente como: «¡No
lo entiendes» o «¡No sabes lo que significa para mí!». Esto ocurre
comúnmente cuando un terapeuta dice: «Sólo es un pensamiento», porque
casi siempre se verá como trivializar el pensamiento. Puede ser «sólo un
pensamiento» para el terapeuta, pero no es así como lo siente el cliente en
ese momento, por lo que este tipo de comentario transmite una falta de
empatía. (Por otro lado, cuando un cliente dice espontáneamente, sobre su
propia cognición, «es sólo un pensamiento», esto generalmente indica
defusión).
Desatender los sentimientos
Supón que comienzas a trabajar con la defusión y surgen emociones
dolorosas. Por lo general, querrás poner la defusión en espera y trabajar con
las emociones: echar el ancla, aceptación, autocompasión. Si sigues dejando
a un lado la defusión e ignorando el enorme dolor emocional que sufre el
cliente, no sólo es probable que esto sea ineficaz, sino que también puede
parecer indiferente o invalidante.
Falta de claridad
Es crucial preparar el terreno para aprender activamente las habilidades de
defusión al: (a) establecer el vínculo entre la fusión y el comportamiento
inviable, (b) aclarar el propósito de la defusión, y (c) descubrir cómo esta
habilidad será útil y relevante para los objetivos de la terapia del cliente.
Los terapeutas a menudo fallan en algo o en todo lo anterior antes de pasar
al trabajo activo en la defusión, y los clientes, naturalmente, se confunden o
se molestan. Y a veces el motivo de tal fracaso es en realidad la fusión del
terapeuta, como veremos a continuación.
Barreras del terapeuta a la defusión
Comencemos echando un vistazo a nuestra propia fusión. (Recuerda: la
mejor persona para practicar la ACT eres tú mismo).
Fusión con autodudas y miedo al fracaso
Cuando somos nuevos en la ACT, casi todos nos enganchamos a nuestras
propias historias inútiles: no puedo hacer esto, lo estropearé, saldrá mal, no
funcionará, molestará al cliente, será contraproducente, destruirá la
relación, y así sucesivamente. Y, por supuesto, estos pensamientos son
completamente normales y naturales; es nuestra «mente cavernícola», que
es demasiado servicial, tratando de protegernos del daño. Y no queremos
descartar totalmente estos pensamientos: pueden ser recordatorios útiles de
la necesidad de practicar activamente nuestras nuevas habilidades
terapéuticas para que podamos hacerlo de manera competente; de la
necesidad de estar en sintonía con nuestros clientes, de manera compasiva y
respetuosa, en lugar de empujarlos a la ACT cuando aún no están
preparados; y de la necesidad de tener siempre claro el propósito de las
habilidades que estamos incorporando y cómo pueden ser útiles
específicamente para los problemas del cliente. Pero si bien queremos
«extraer la sabiduría» de nuestros miedos y dudas, no queremos fusionarnos
con ellos. Porque, si lo hacemos, nos mantendremos en nuestra zona de
confort y nos apegaremos a lo que nos hace sentir seguros: escuchar con
empatía, ser solidario, hablar con compasión sobre los problemas y
sentimientos de los clientes, y evitar activamente hacer el trabajo
experiencial de desarrollar nuevas habilidades. En otras palabras,
terminamos…
Hablar de la ACT en lugar de implementar la ACT
Éste es el error más común cometido por los novatos de la ACT (un error
que yo he cometido muchas veces). Es fácil hablar de la ACT porque hay
muchas metáforas geniales y teorías interesantes de psicoeducación. Es
mucho más difícil implementar la ACT activamente: iniciar y practicar
nuevas habilidades de la ACT en la sesión. Sé cuándo mis supervisados han
estado hablando en lugar de implementar la ACT porque dicen cosas como:
«Hablamos de la defusión» o «Hicimos el ejercicio de las manos como
metáfora de pensamientos y sentimientos». Está bien discutir qué es la
defusión y cómo puede ayudar, e ilustrar lo que implica por medio de una
metáfora, pero esto no es lo mismo que practicar activamente las
habilidades de defusión, como: «Tengo el pensamiento de que…», las hojas
en el arroyo, nombrar la historia, cantar los pensamientos o darle las gracias
a tu mente.
¿Demasiadas metáforas?
Cuando los terapeutas se quedan atrapados en el modo «hablar sobre la
ACT», a menudo hacen algo que llamamos humorísticamente «abuso de
metáforas». Esto es cuando un cliente entra en terapia y el terapeuta
(enganchado en la duda, la ansiedad y la incertidumbre) se va a su
estantería y saca una enorme lata llena de metáforas. Quita la tapa y
comienza a sacar metáforas a puñados y a arrojárselas al cliente, una tras
otra, con la esperanza de que una o dos de ellas calen. Al final de la sesión,
el cliente abandona la sala de terapia goteando metáforas.
Las principales razones por las que usamos metáforas en la ACT son: (a)
transmiten mucha información en poco tiempo, (b) los clientes tienden a
aceptarlas porque son obvias, y (c) los clientes tienden a recordarlas
después de una sesión. Sin embargo, podemos usarlas en exceso fácilmente,
y es muy probable que lo hagamos cuando no comprendamos del todo su
propósito o evitemos desarrollar habilidades activas en la sesión.
Así que… ¡desconecta, menos hablar y más acción!
El mensaje final es el siguiente: reconoce cuándo te has enganchado a tus
propios miedos y dudas (estamos en el mismo barco que nuestros clientes,
¿verdad?) y practica la defusión en ti mismo. Observa y nombra esa historia
de miedo que te está frenando; desengánchate de ella. Reduce el consumo
de «hablar sobre» la defusión y aumenta la practica activa en la sesión.
Barreras del cliente a la defusión
Aprender a reconocer y desengancharnos de nuestras propias barreras para
la defusión es sólo la mitad de la batalla; la otra mitad implica vigilar y
desmantelar suavemente las barreras de nuestros clientes. Éstas son algunas
de las más comunes.
¡Tengo que deshacerme de estos pensamientos!
Muy a menudo, los clientes se esforzarán por evitar o deshacerse de sus
pensamientos, especialmente de los desagradables, como los juicios duros
de sí mismos, los recuerdos dolorosos de sufrimiento y fracaso, y las
preocupaciones sobre el futuro. Esta tendencia hacia la evitación
experiencial generalmente se debe a que ven estos pensamientos como
malos (por ejemplo, signos de enfermedad mental, de deficiencia de
carácter, de tener una mente débil o de ser una mala persona), peligrosos
(por ejemplo, una amenaza para la salud o para la cordura), o simplemente
anormales (nadie más tiene estos pensamientos). Además, pueden creer que
sus pensamientos controlan su comportamiento, por lo que para cambiar lo
que hacen (por ejemplo, detener una adicción, romper un mal hábito),
deben deshacerse de estos pensamientos. (Recordatorio rápido: la evitación
experiencial excesiva se debe a: (a) fusión con juicios (estos pensamientos y
sentimientos son malos; y (b) fusión con reglas: tengo que deshacerme de
ellos, no puedo tener una buena vida hasta que no hayan desparecido).
Como ya has leído en el capítulo 11, abordamos estos problemas al
normalizar y validar los pensamientos difíciles del cliente (por ejemplo:
sinceramiento, metáforas mentales cavernícolas) y destruyendo la ilusión de
que los pensamientos controlan las acciones. Pero si tu cliente sigue
obsesionado con evitar sus pensamientos, es poco probable que le interese
una auténtica defusión, lo que quizás hará es una seudodefusión.
La seudodefusión (no es un término oficial de la ACT) se refiere a un
escenario común en el que un cliente hace un mal uso de una técnica de
defusión para tratar de evitar o deshacerse de sus pensamientos no deseados
(generalmente con la esperanza de que esto lo haga sentir mejor). Si esto
sucede, pronto lo sabrás, porque tu cliente dirá: «¡No está funcionando!». Y
entonces tú le preguntarás: «¿Qué quieres decir cuando dices que no está
funcionando?», y él te responderá algo como: «No siento ninguna mejora»
o «Estos pensamientos no van a desaparecer».
Cuando los clientes tienen la intención de evitar o de deshacerse de los
pensamientos no deseados, deberás hacer algo de desesperanza creativa
(capítulo 8); o preséntalo por primera vez o vuelve a retomarlo si ya lo has
hecho antes. Revisa todas las maneras en que ha tratado de deshacerse de
estos pensamientos; explora cómo funcionó y lo que le ha costado; sé
extremadamente compasivo ante las reacciones; y luego mira si está
interesado en aprender una nueva forma. Si es así, vuelve a pasar por la
metáfora de las manos como pensamientos y sentimientos y enfatiza mucho
la parte final, cuando las manos todavía están descansando en el regazo.
¡Pero tengo problemas reales!
A veces, cuando presentamos la defusión, un cliente puede tener una idea
equivocada. Puede pensar que le estás diciendo que todo está en su mente.
Entonces es probable que proteste: «No son sólo mis pensamientos. ¡Tengo
problemas reales!». Casi siempre, esto sucede porque el terapeuta: (a) no ha
validado los problemas y las dificultades muy reales a los que se enfrenta el
cliente y (b) no ha aclarado cómo la fusión empeora estos problemas en
lugar de mejorarlos. La metáfora de las manos como pensamientos y
sentimientos (versión extendida) es la mejor manera que conozco de evitar
tales malentendidos porque:
Reconoce y nombra claramente los problemas y desafíos del cliente:
«Frente a ti están todos los problemas que necesitas abordar, todos los
desafíos a los que debes enfrentarte, como (el terapeuta nombra los
problemas más importantes del cliente, por ejemplo, de salud,
relaciones, sociales, laborales, financieros)».
Separa los problemas del cliente de sus pensamientos y sentimientos
acerca de los problemas.
Deja en claro que, ante éstos, el cliente puede fusionarse con sus
pensamientos y sentimientos o desactivarlos.
Aclara que cuando se desactiva, es mucho más fácil lidiar con estos
problemas.
(Llegados a este punto, te recomiendo que dejes de leer y retomes y ensayes
nuevamente la metáfora extendida de las manos como pensamientos y
sentimientos del capítulo 11, asegurándote de haber incluido todos estos
elementos clave. Alternativamente, si no te gusta este ejercicio, ensaya tu
propia manera de implementar estos puntos clave sin ella).
Si, a pesar de tus mejores esfuerzos, ocurre este tipo de reacción del
cliente (es decir, «Pero tengo problemas reales»), tu mejor opción es
disculparte de inmediato y aclarar tus intenciones: «Lo siento mucho. Eso
no es lo que he querido decir. Tienes problemas muy reales, como…
(nombra los problemas principales del cliente y, si están escritos en un
punto de elección, señálalos simultáneamente). Lo que espero hacer aquí es
ayudarte a tomar medidas para abordarlos. Para la mayoría de nosotros es
muy difícil hacer eso cuando estamos enganchados a pensamientos
difíciles, así que pensé que sería útil trabajar en habilidades de
desenganche. Pero no tenemos que hacerlo. Si lo prefieres, podemos
trabajar en la resolución de problemas y tomar medidas para abordarlos». Si
esto es lo que el cliente prefiere, puedes pasar a «hacer lo que importa»
(valores, objetivos, planificación de acciones y capacitación), y luego
volver a la defusión más tarde, cuando la fusión aparece como una barrera
para los valores o para la acción comprometida.
No estoy completamente desenganchado
Los clientes y los terapeutas a menudo tienen la idea de que hay que estar
totalmente desenganchado (100 % desactivado) para poder realizar
movimientos hacia adelante. ¡No es así! Incluso un poco de desenganche es
suficiente para ayudarlo a moverse. Si puedes apagar el piloto automático,
tomar un poco más de conciencia de dónde estás, qué estás haciendo y a
qué te has enganchado hasta ese momento, eso a menudo es suficiente para
que comiences. Con esa mayor conciencia, puedes elegir movimientos y
lanzarte a ellos y, a medida que te concentres más en tu nueva actividad
guiada por los valores, te desengancharás progresivamente de tus
pensamientos y sentimientos difíciles.
A veces, los clientes (y los terapeutas) tienen la idea de que sólo se
desactiva un pensamiento cuando ya no lo crees o ya no te molesta.
Ninguna de esas ideas es correcta. A menudo, la defusión reduce la
credibilidad del pensamiento o la incomodidad emocional frente a él, pero
no siempre. Tales resultados son añadidos o subproductos; por supuesto que
los apreciarás cuando sucedan, pero no los busques ni los esperes. El
objetivo de la defusión es reducir el dominio de las cogniciones sobre el
comportamiento abierto o encubierto, y esto puede suceder incluso cuando
todavía crees en el pensamiento o estás molesto por él.
Siete estrategias para la desesperanza y para dar
razones
Muchos clientes, especialmente aquellos que sufren de depresión, entran en
terapia sintiéndose desesperanzados. Por lo general, se fusionan con todo
tipo de razones por las cuales la terapia no funcionará. Y este razonamiento
con frecuencia se superpone a muchas otras categorías de fusión: el pasado
(lo he intentado antes y he fallado), el futuro (nunca funcionará), el
autoconcepto (soy un caso desesperado; no merezco mejorar; siempre he
sido así; así es como soy; estoy demasiado deprimido; estoy demasiado
ansioso; soy un adicto; no tengo fuerza de voluntad/disciplina/motivación;
me han diagnosticado X; me han dañado permanentemente), juicios (es
demasiado difícil; esto es una mierda, mi vida es Y; otras personas son Z;
soy demasiado A; no soy suficiente B; la terapia es inútil) y las reglas (no
puedo hacer nada difícil cuando me siento tan mal; tengo que sentirme bien
antes de poder tomar medidas; debería poder hacerlo solo).
Cuando este tipo de fusión aparece al comienzo de la terapia, a menudo
pone en dificultades a los terapeutas. Después de todo, sólo estás
recopilando un historial y estableciendo una buena relación con el cliente,
entonces, ¿cómo se supone que debes ayudarlo a calmarse? Bueno, lo
esencial es que puedes introducir la defusión incluso en esa etapa temprana,
sin necesidad de ser explícito al respecto. Aquí hay algunas ideas sobre
cómo podríamos hacer esto. Puedes usar algunas o todas las siguientes siete
estrategias, en cualquier combinación u orden, y modificarlas de muchas
maneras diferentes, según tus necesidades,
Estrategia 1: Fijarse y nombrar
Afortunadamente, en la ACT, no nos ponemos a cuestionar el contenido o la
validez de las cogniciones (es decir, evaluar si son verdaderas o falsas,
válidas o inválidas, positivas o negativas, correctas o incorrectas,
apropiadas o inapropiadas, justificadas o injustificadas). Si tuviéramos que
tratar de convencer a los clientes de que sus dudas sobre la terapia son
falsas, inválidas o injustificadas, ¡tendríamos verdaderos problemas!
Las dudas sobre la terapia son perfectamente naturales, y hay que
esperarlas. Sin embargo, si los clientes (o sus terapeutas) se fusionan con
estas dudas, esto se interpondrá en el trabajo efectivo. Por lo tanto, tales
cogniciones son buenas candidatas para la defusión, desde el primer
momento. Nuestro objetivo es crear, lo más rápido posible, un contexto de
defusión: un espacio en el que podamos permitir que las cogniciones
inútiles estén presentes y verlas tal como son. También queremos facilitar
un contexto de aceptación, en el que no se luche contra los pensamientos,
no se intente invalidarlos o deshacerse de ellos.
Un buen primer paso es la estrategia simple pero efectiva de fijarse y
nombrar: notar la presencia de cogniciones y nombrarlas sin prejuicios. Por
ejemplo, podrías decir: «Puedo ver que en este momento te asaltan muchos
pensamientos sobre por qué esto no va a funcionar para ti». (Recuerda
modificar el lenguaje para satisfacer tus necesidades y las de tus clientes.
En lugar de pensamientos, puede hablar de inquietudes, preocupaciones,
dudas, miedos, objeciones, etc.).
Estrategia 2: Validar y normalizar
Como terapeutas, es vital que validemos tales cogniciones. Son comunes:
tanto entre los clientes que son nuevos en la terapia como entre aquellos que
la han experimentado mucho. Y son pensamientos completamente normales
y naturales. Así que yo tiendo a decir algo como: «Esos pensamientos (o
inquietudes, preocupaciones, dudas, miedos, objeciones, etc.) son muy
comunes. Muchos de mis clientes tienen pensamientos similares cuando
comenzamos a trabajar. Es perfectamente natural. Y para ser sincero, espero
que surjan una y otra vez».
Una gran parte de la defusión y de la aceptación en la ACT consiste en
ayudar a los clientes a comprender que su mente no es irracional, extraña o
defectuosa; básicamente sólo está tratando de ayudar. Esto es normalizar y
validar a los clientes. Puedes decir algo como: «Esos pensamientos son sólo
tu mente tratando de cuidarte, de hacerte un favor. Básicamente, trata de
salvarte de algo que puede fallar o salir mal o ser desagradable. Lo que tu
mente dice es: «Oye, ¿estás seguro de que quieres hacer esto? Puede que
sólo estés perdiendo tu tiempo, tu dinero y tu energía. Esto incluso podría
empeorar las cosas para ti». Y sabes, la verdad es que probablemente no
hay nada que yo pueda decir que impida que tu mente haga eso. Sólo está
haciendo su trabajo, sólo trata de protegerte».
Observa cómo estas palabras plantan semillas para las metáforas de la
mente de los hombres de las cavernas que pueden venir después.
Estrategia 3: Declarar que no hay garantías
Podrías decir algo como:
«Sabes, hay una parte de mí que realmente quiere tranquilizarte; decir:
“¡Oye! ¡Esto va a funcionar!”, pero la verdad es que no puedo garantizarte
que funcione. Y, si alguna vez acudes a algún tipo de profesional de la salud
que te garantice «¡Esto funcionará!», mi consejo es que no vuelvas, porque
está mintiendo o está engañado. Porque nadie puede garantizar eso.
»Quiero decir, claro, podría mostrarte toda la investigación. Hay más de
mil artículos publicados sobre el modelo de la ACT; ha ayudado a cientos
de miles de personas en todo el mundo. Pero eso no garantizaría que a ti te
funcione. Y podría hablarte de todos mis clientes a los que ha ayudado, pero
de nuevo eso no garantizará que a ti te funcione. Sin embargo, hay dos
cosas que si voy a garantizarte. Primera: haré todo lo posible para ayudarte.
Y segunda, si nos rendimos porque tu mente tiene dudas, no llegaremos a
ningún lado. Así que, aunque tu mente seguirá pensando en las razones por
las cuales esto no puede funcionar para ti, ¿podemos seguir adelante de
todos modos?».
En este punto, muchos clientes se desengancharán de sus dudas,
inquietudes, objeciones y otras barreras a la terapia. Pero ¿y si eso no
sucede? ¿Qué pasa si el cliente continúa insistiendo en que la terapia no
puede ayudarlo? Exploraremos eso en breve, pero primero, dos
precauciones importantes a tener en cuenta:
Primero, como para cualquier tipo de intervención en cualquier modelo
de terapia, el terapeuta debe ser compasivo, respetuoso y ha de haber
validado la experiencia del cliente. Si las técnicas que siguen se
realizan de manera despectiva, impaciente, indiferente o invalidante,
esto, obviamente, ofenderá o molestará al cliente.
Segundo, no hay ninguna intervención de ningún modelo de terapia que
funcione de manera predecible y favorable para todos los clientes.
Entonces, si aplicas alguna de este libro (o de cualquier otro libro o
manual de capacitación de la ACT) y no tiene el efecto deseado, sé
flexible. Considera lo siguiente: ¿necesitas modificar de alguna manera
lo que estás haciendo, o es mejor dejar de hacerlo y empezar otra cosa?
Estrategia 4: Escribir los pensamientos
Si las estrategias mencionadas anteriormente no ayudan al cliente a
desengancharse de sus objeciones, dudas, inquietudes u otras cogniciones
que actúan como barreras para la terapia, un buen siguiente paso es escribir
esos pensamientos. Generalmente, esto hará que sea mucho más fácil para
cualquiera de nosotros «dar un paso atrás» y «mirar» nuestros
pensamientos, en lugar de «quedar atrapados» en ellos.
Te recomiendo que solicites permiso para escribir los pensamientos:
«Tienes algunas preocupaciones reales y válidas sobre si esto funcionará
para ti. Y creo que tenemos que abordar estas preocupaciones en este
momento, o no vamos a llegar a ninguna parte. ¿Te parece bien si, como
primer paso, los apunto rápidamente para poder asegurarme de que los
abordamos todos?
El terapeuta ahora escribe los pensamientos: cada objeción o
preocupación que tiene el cliente sobre por qué esto no funcionará: lo he
intentado antes, no puedo hacerlo, y así sucesivamente.
Mientras el terapeuta hace esto, debería repetir algunos de sus
comentarios anteriores: «Sólo quiero reiterar, todos estos pensamientos son
muy comunes… Muchos de mis clientes tienen pensamientos similares
cuando comenzamos a trabajar… Es perfectamente natural: tu mente está
tratando de ayudarte, para salvarte de algo que podría ser desagradable…
Así que, realmente, podemos esperar que este tipo de pensamientos sigan
apareciendo, una y otra vez».
Estrategia 5: Rehusar convencer
A menudo es útil decir algo como: «Sabes, no creo que pueda convencerte
de que este enfoque es el adecuado para ti. De hecho, supongo que cuanto
más intente convencerte, más aparecerán esos pensamientos. ¿Qué piensas
al respecto?».
En este punto, la mayoría de los clientes responderán en la línea de: «Sí,
supongo que tienes razón». A menudo hay un toque de diversión en esta
respuesta, que generalmente indica cierta confusión. La puerta ahora está
abierta para introducir el concepto de viabilidad: el cliente tiene opciones
sobre cómo responder a estos pensamientos, y algunas de ellas son más
viables que otras.
Estrategia 6: La estrategia de las «Tres opciones»
El terapeuta ahora podría decir algo como:
«Estos pensamientos (señalando los que ha escrito en el papel) aparecerán
una y otra vez a medida que hagamos este trabajo juntos. No tengo ni idea
de cómo evitar que esto suceda. Y cada vez que ocurra, tenemos que elegir
cómo responderles. Una opción es: nos rendimos. Dejamos que tu mente
tome las decisiones. Tu mente dice que esto no funcionará, así que lo
aceptamos y abandonamos.
»Una segunda opción es: nos metemos en un debate. Intento convencer a
tu mente de que deje de pensar de esta manera; intento demostrar que tus
pensamientos son falsos y convencerte de que este enfoque funcionará. El
problema es que ese tipo de debate consumirá nuestro valioso tiempo de
sesión, y puedo garantizarte que tu mente ganará la discusión de todos
modos, por lo que no estaremos mejor.
»Una tercera opción es: podemos dejar que tu mente diga estas cosas, y
seguir aquí trabajando juntos como un equipo para ayudarte a construir una
vida mejor y, aunque tu mente siga diciendo todo esto (señalando los
pensamientos en el papel), seguimos trabajando».
Finalmente, el terapeuta pregunta: «Entonces, ¿cuál de estas opciones
preferirías?».
Si el cliente ahora está de acuerdo con la opción tres, bueno, eso es
defusión: los pensamientos están presentes, pero ya no dominan su
comportamiento de manera autodestructiva. Y el cliente también permite
conscientemente que los pensamientos estén presentes: un pequeño primer
paso hacia la aceptación. Si más tarde presenta más objeciones, podemos
agregarlas a la lista y luego repetir las mismas tres opciones.
Si nuestro cliente intenta debatir, podemos hacer que se fije y que nombre:
«Parece que quieres que debata esto contigo. Pero no tiene sentido. No voy
a ganar. No convenceré a tu mente. No podré hacer desaparecer tus dudas o
preocupaciones. Realmente tenemos solo dos opciones aquí: o nos damos
por vencidos y abandonamos porque tu mente dice que no funcionará, o
dejamos que tu mente diga todo eso y seguimos trabajando». Si el cliente
ahora acepta la opción tres: de nuevo, ¡eso es defusión!
En mi caso, sólo dos clientes eligieron la opción uno. En ambas
ocasiones, respondí: «Está bien. Entiendo que ésa es la elección que te
gustaría hacer. Pero, dado que ya estás aquí, parece una pena renunciar
ahora. ¿Podemos al menos terminar esta sesión, ya que has venido? Y para
esta sesión, ¿podemos no entrar en un debate sobre esos pensamientos?
¿Podemos dejar que tu mente diga esas cosas y continuar?». En ambas
ocasiones, el cliente estuvo de acuerdo. (Obviamente, esta estrategia puede
no funcionar con un cliente obligatorio, pero ése es un tema diferente que
está más allá del alcance de este libro. Explico cómo trabajar con clientes
obligatorios en mi libro de nivel avanzado: Getting Unstuck in ACT [Harris,
2013]).
Estrategia 7: Reconocer los pensamientos recurrentes
El terapeuta ahora puede utilizar los métodos anteriores para las continuas
defusión y aceptación durante toda la sesión. Por ejemplo, cuando se den
nuevas objeciones, el terapeuta puede escribirlas y nuevamente pedirle al
cliente que elija cómo responder. Pero, cuando se repita una objeción
previamente señalada, el terapeuta puede reconocerla respetuosa y
compasivamente y señalar el papel: «Ésa ya la tenemos aquí. Así que, de
nuevo, hay que tomar una decisión…».
Alternativamente (y más eficaz, en mi opinión), le entregas la hoja y un
bolígrafo al cliente y le pides que marque cada pensamiento a medida que
se repita. El terapeuta puede reconocerlo respetuosa y compasivamente
cada vez: «Sigue apareciendo. Entonces, ¿nos damos por vencidos, o
perdemos el tiempo debatiendo, o reconocemos que el pensamiento ha
aparecido de nuevo y continúa?».
Si estás utilizando esta estrategia, a menudo es útil que conserves el
documento y, en la siguiente sesión, presentárselo al cliente: «Espero que
todo vuelva a aparecer hoy. ¿Alguno de ellos ha aparecido ahora? ¿La
mayoría? Vale. ¿Podemos dejarlos allí y continuar? Excelente. Y veamos si
a tu mente se le ocurren hoy otros nuevos».
Ten en cuenta cuánto hemos cubierto aquí en términos de defusión. Ahora
tenemos una gran cantidad de estrategias para recurrir repetidamente y
desarrollarnos más en sesiones posteriores. Y todas estas estrategias
implican una combinación de las «tres N»: notar o fijarse, nombrar y
neutralizar. (Recuerda, el paso más fácil para neutralizar es valorar los
pensamientos en términos de viabilidad: si dejas que este pensamiento dicte
lo que haces, ¿a dónde te lleva?). Ten en cuenta también que todo esto
podría hacerse en la primera sesión si es necesario, sí, incluso a medida que
conocemos al cliente y compilamos el historial inicial.
Los terapeutas con frecuencia ven la fusión con la desesperanza y el
razonamiento como una barrera para la terapia. Espero que ahora lo
reformules: no es una barrera para la terapia, sino una oportunidad de oro
para llevar a cabo activamente la terapia. Nos da la oportunidad de
desarrollar habilidades de defusión en la sesión (en lugar de sólo hablar de
ellas).
Adaptar estas estrategias a otros procesos
cognitivos
Con un poco de imaginación, puedes adaptar fácilmente las estrategias 1, 2,
4 y 7 descritas anteriormente para tratar casi cualquier proceso cognitivo
problemático que interfiera en el progreso durante una sesión: culpa, exceso
de reflexión, obsesión, fantasía de venganza, preocupación, pensar de
manera catastrofista, y así sucesivamente.
Por ejemplo, supongamos que un cliente sigue culpando a todos los demás
por sus problemas. La estrategia 1 consiste en notar y nombrar, por lo que
podríamos decir: «¿Te das cuenta de lo que tu mente está haciendo? Hay
muchas personas en tu vida que no se comportan de la manera que tú
deseas, lo cual es realmente molesto para ti, y tu mente sigue recordándote
eso». (Observa cómo esta forma de hablar evita utilizar el término «culpar»,
ya que esto podría ser invalidante).
La estrategia 2 consiste en validar y normalizar, por lo que podríamos
decir: «Y esto es perfectamente natural. Cuando suceden cosas que nos
molestan en nuestras vidas, nuestra mente nos las recuerda porque quiere
que hagamos algo al respecto. El trabajo de tu mente es cuidarte, mejorar tu
vida, por lo que te alerta sobre los problemas con los que debes lidiar».
Después de esto, estableceríamos (o restableceríamos) objetivos de
comportamiento (capítulo 6). Podríamos decir: «Dado que tu mente quiere
que hagas algo al respecto, ¿podemos tomarnos un momento para aclarar lo
que quieres de nuestras sesiones? ¿Quieres ver cómo lidiar con tus
sentimientos cuando los demás se comportan de esa manera? ¿O quieres ver
cómo puedes influir en tu comportamiento de forma constructiva para que
te ayude a construir relaciones saludables? ¿O quieres aprender a
desengancharte y reenfocarte cuando tu mente te empuja a pensar en esas
cosas?».
Si el cliente quiere aprender a manejar mejor sus pensamientos y
sentimientos, podemos ver qué sucede cuando su mente comienza a
culparlo y ayudarle a aprender a desengancharse. Como parte de este
trabajo, podría ser muy útil incorporar la estrategia 4: escribir los
pensamientos. Podríamos escribir todos sus pensamientos de «culpa» (sin
utilizar nunca la palabra «culpa») y explorar: «¿Qué sucede cuando te
enganchas a estos pensamientos? ¿Qué dices? ¿Qué haces? ¿A dónde va tu
atención? ¿Eso te ayuda a ser la persona que quieres ser o a influenciar a
otros de manera efectiva?».
Si el cliente quiere aprender cómo influir en otros de manera más efectiva,
ahora podemos ver cómo hacerlo a través de habilidades de asertividad y de
comunicación, de refuerzo positivo y de comportamiento de conformación
(véase el capítulo 29: «Relaciones flexibles»). También podemos introducir
la estrategia 7: reconocer los pensamientos recurrentes. Cada vez que
aparezca la culpa en la sesión, podemos decir: «Así que aquí está tu mente
recordándote una vez más todas esas relaciones difíciles en tu vida». La
estrategia de reconocer pensamientos generalmente funcionará muy bien en
este momento. Después de marcar un pensamiento recurrente, el terapeuta
puede preguntar: «Entonces, ¿continuamos con XYZ (donde XYZ son los
objetivos de comportamiento recién establecidos), o dejamos que este
pensamiento nos desvíe?».
CONSEJO PRÁCTICO
Para que la estrategia 7 funcione, debes establecer claramente los objetivos de comportamiento
para la terapia. Si no lo haces, el cliente no tendrá motivación para desengancharse. El cliente
sólo estará interesado en desengancharse si puede ver que engancharse interfiere en sus
objetivos de comportamiento.
Habilidades
Tiempo para otro recordatorio para practicar, practicar y practicar. ¿Eres
capaz de «establecer el vínculo» entre la fusión y el comportamiento
problemático? ¿Eres capaz de aclarar el propósito de la defusión? Lee los
guiones y ensaya las siete estrategias para trabajar con la desesperanza y el
razonamiento:
Notar y nombrar.
Validar y normalizar.
Declarar que no hay garantías.
Escribir los pensamientos.
Rehusar convencer.
La estrategia de las «tres opciones».
Reconocer los pensamientos recurrentes.
Practica en tu cabeza o en voz alta con clientes imaginarios, amigos,
colegas, compañeros de trabajo u otros miembros de un grupo de interés
sobre la ACT para aumentar tus niveles de habilidad.
Para llevar
Espero y confío en que ahora tengas muchas ideas para superar las barreras
a la defusión. Hay cuatro mensajes principales para llevar a casa: primero,
practica la defusión en ti mismo: desengánchate de tus propios miedos y
dudas, y comienza a implementar la ACT activamente, no sólo hablando de
ella. Segundo, modela la ACT para tus clientes. Vive tus valores y sé
consciente en cada sesión. Realiza tu trabajo con empatía, respeto y
compasión. Y mira a tus clientes como a arcoíris, no como a obstáculos.
Tercero, baila en la oscuridad antes de guiar a la luz. ¡Y, finalmente, valida,
valida y valida! Si crees que una determinada intervención puede ser
invalidante, entonces, no la hagas; siempre hay muchas alternativas. Y si
alguna vez invalidas accidentalmente a un cliente, de inmediato pídele
disculpas y aclara cuáles fueron tus intenciones reales.
CAPÍTULO 15
Hojas, arroyos, nubes y cielo
Defusión meditativa
«¡No me des esa mierda hippie!» ¿Alguna vez has tenido un cliente que te
haya dicho algo así? Yo sí, en varias ocasiones, y siempre en respuesta a la
palabra «meditación». El problema es que «meditación» es un término muy
denostado, evoca imágenes de hippies cantando «Om», varitas de incienso
y velas encendidas, gurús y monjes budistas. O está fuertemente
relacionado con otras palabras como «aburrida» y «difícil». Por eso ahora
hablo de «habilidades de desenganche» en lugar de «meditación de
mindfulness».
Como explicamos en el capítulo 3, desde la perspectiva de la ACT, la
meditación formal es sólo una de las cientos de formas de aprendizaje de las
habilidades básicas de la mindfulness: defusión, aceptación, atención
flexible y del yo como contexto. Si los clientes quieren practicar la
meditación u otras prácticas formales de mindfulness como el yoga o el tai
chi, eso es genial, porque cuando se trata de aprender nuevas habilidades,
cuantas más practiquen mejor, pero definitivamente no es algo que
esperamos o solicitemos.
Dicho esto, algunas técnicas de defusión son claramente de naturaleza
meditativa. Son ejercicios más largos, en los que nos fijamos en nuestros
pensamientos con apertura y curiosidad; nos damos cuenta de que vienen y
se quedan y se van a su debido tiempo, sin juzgarlos, aferrarnos a ellos o
alejarlos. La defusión al estilo de la meditación es mucho más difícil para la
mayoría de las personas que las breves intervenciones que hemos revisado
hasta ahora, así que, si queremos que los clientes la practiquen, necesitamos
aclarar…
¿Cómo ayudará esto?
¿Cómo ayudan estos ejercicios meditativos más largos y desafiantes a
nuestros clientes con los problemas que los llevaron a la terapia? Ésta es la
manera en que tiendo a explicarlo:
Terapeuta: Pasas mucho tiempo perdido en tu cabeza preocupándote (o
reflexionando en exceso, obsesionado, viviendo en el pasado, o los
procesos cognitivos contra los que esté luchando el cliente). Y parece que
tan pronto como aparecen estos pensamientos, te enganchan
instantáneamente. Te pierdes en ellos. Te quedas tan atrapado que ya no
puedes prestarle atención a GHI o involucrarte en JKL o enfocarte en
MNO. (GHI, JKL y MNO son actividades específicas en las que el cliente
tiene dificultades para participar o enfocarse cuando se preocupa,
reflexiona, obsesiona, etc., como estar presente con los niños o
concentrarse en una tarea en el trabajo). ¿Podría llegar a un punto en el
que estos pensamientos aparezcan y tú puedas dejarlos flotar, en lugar de
dejarte atrapar por o aferrarte a ellos, para que puedas prestar toda tu
atención a GHI y JKL?
Cliente: Eso estaría bien.
Terapeuta: Bueno, el objetivo de este ejercicio es ayudarte a hacer
exactamente eso: aprender a dar un paso atrás y notar tus pensamientos, y
verlos ir y venir, sin dejarte llevar ni aferrarte a ellos.
Cliente: Bien, eso tiene sentido.
Terapeuta: Esto también desarrolla las otras habilidades de desenganche en
las que hemos trabajado, las hace más efectivas y más fáciles de llevar a
cabo. Es un poco como hacer ejercicio en el gimnasio. Los ejercicios que
hemos hecho hasta ahora son como las pesas ligeras que levantas para
calentar los músculos; y éste es el trabajo pesado.
Plantar semillas para el yo como contexto
El yo como contexto, mejor conocido como autoobservación, está
íntimamente relacionado con la defusión. El primer paso en la defusión es
siempre fijarte en tus pensamientos; entonces, ¿cuál es ese aspecto de ti que
hace que te fijes? Esa «parte que se da cuenta» está implícita en todos los
ejercicios de atención plena, no sólo en la defusión, porque todos, en
esencia, implican darse cuenta. Por lo tanto, podemos comenzar a plantar
las semillas para el trabajo explícito del yo como contexto (SAC, por sus
siglas en inglés, de self-as-context) desde el principio de la terapia, sin darle
demasiada importancia. Luego podemos regar estas semillas en sesiones
posteriores si queremos que broten.
Una manera de plantar estas semillas temprano es mencionar el SAC en
forma de comentario pasajero, como parte de alguna otra intervención. Por
ejemplo, mientras estoy haciendo el primer ejercicio de echar el ancla con
un cliente, después de pedirle que «fíjate en X, fíjate en Y, fíjate en Z»,
mencionaré casualmente: «Entonces hay una parte de ti que puede fijarse en
todo».
A menudo agrego: «Y vamos a utilizar esa parte a lo largo de nuestro
trabajo juntos… para ayudarte de varias maneras».
El cliente generalmente asiente, acepta. En ocasiones, puede parecer en
blanco o confundido, pero no me importa; en este punto, no quiero explorar
el SAC, sólo estoy plantando las semillas para un trabajo posterior.
Entonces, a menos que el cliente proteste, «¡No sé a qué te refieres!» o algo
así, no intentaré aclararlo; continuaré con cualquier ejercicio que estemos
haciendo.
Podemos plantar fácilmente las semillas del SAC mientras hacemos
cualquier tipo de ejercicio de atención plena, ya sea defusión, aceptación o
contacto con el momento presente, usando frases como éstas:
«Al notar X, ten en cuenta que te estás fijando en ello».
«Pasa X y hay una parte de ti que se fija en X».
Volveremos a este tema más adelante en el libro. Por ahora, sólo te pediré
que tomes nota de estas «semillas para el SAC» a medida que las
encuentres «plantadas» en muchos de los guiones que siguen en este
capítulo y en los próximos.
Configurar las hojas en el arroyo
El ejercicio de las hojas en el arroyo a menudo parece simple a primera
vista. Visualizas una corriente que fluye suavemente con hojas en la
superficie del agua, y colocas tus pensamientos sobre ellas y dejas que
floten. Sin embargo, es fácil tener problemas con este ejercicio, por lo que
quiero darte algunos consejos para que sea más efectivo.
Ofrece opciones no visuales
Primero, dado que el ejercicio involucra visualización, es una buena idea
preguntar a tus clientes si es algo que pueden hacer fácilmente. Alrededor
de una de cada diez personas encuentra la visualización extremadamente
difícil, si no imposible (yo mismo estoy en ese grupo), en cuyo caso,
debemos ofrecer una alternativa no visual. Una buena opción es cerrar los
ojos y, en lugar de tratar de imaginar una corriente y hojas, utilizar el
espacio negro detrás de los párpados. (Otra opción es hacer el ejercicio de
escuchar tus pensamientos en su lugar, expuesto más adelante en este
capítulo).
Deja que venga, que se quede y que se vaya
La expresión «déjalos ir» es a menudo malentendida (por los clientes y los
terapeutas) como «deja que pasen de largo»; se da la suposición de que el
pensamiento pasará, desaparecerá. Y sí, eso sucede a menudo, la mayoría
de los pensamientos van y vienen bastante rápido. Pero, a veces, los
pensamientos rondan durante bastante tiempo. La defusión no significa que
desaparezcan, sino que no nos están dominando. Por esta razón, recomiendo
que, en lugar de usar la expresión «déjalos ir», digas cosas como: «Deja que
tus pensamientos vengan y se queden y se vayan, a su debido tiempo, como
les plazca».
Recuerda, el objetivo del ejercicio es aprender a dar un paso atrás y
observar el flujo de tus pensamientos, no hacer que se vayan. Si el cliente
comienza a acelerar el flujo, tratando de eliminar los pensamientos, este
ejercicio pasa de la mindfulness a la evitación experiencial. Por eso me
gusta agregar comentarios como: «No pasa nada si las hojas se juntan y se
amontonan, o si el río deja de fluir; sólo sigue mirando».
Incluir lo positivo y lo negativo
Haz hincapié en que, durante este ejercicio, el objetivo es poner todos
nuestros pensamientos en las hojas o en el espacio negro: positivo y
negativo, optimista y pesimista, feliz y triste. Podrías decirle al cliente: «La
habilidad que estamos aprendiendo es cómo observar la corriente de
nuestros pensamientos sin dejarnos llevar por ella, cómo verlos entrar y
salir sin aferrarnos a ellos. Si aparece un pensamiento positivo o feliz y tú
dices: “Oh, no voy a poner eso en una hoja, no quiero que se vaya
flotando”, entonces no estás realmente aprendiendo la habilidad de mirar
tus pensamientos».
Invitar a la creatividad
Invita a los clientes a modificar creativamente el ejercicio: pueden preferir
usar maletas en una cinta transportadora, nubes en el cielo, platos en un tren
de sushi o vagones en un tren. Uno de mis clientes era fanático de Star
Wars, y ¿sabes cómo flotan las letras en la pantalla en los créditos iniciales
de esas películas? Bueno, eso es lo que hizo con sus pensamientos. Otro
tenía tantos pensamientos corriendo por su cabeza que no podía manejarlos
con las hojas, ¡así que las cambió por troncos de árboles flotando en un
arroyo!
¡No hagas esto en una reunión de negocios!
Con cualquier ejercicio que incluya la meditación, es aconsejable decir algo
como: «Por supuesto, esto no se resolvería bien en medio de una reunión de
negocios, un evento social o una situación desafiante en el trabajo o en el
hogar. Esto es algo que practicas fuera de esas situaciones difíciles, para
desarrollar tus habilidades de desenganche. Cuando estás en esas
situaciones, la idea es que te desenganches, te plantes en el suelo y
reenfoques rápidamente en la tarea en cuestión. Eso será mucho más fácil
de hacer si practicas estas habilidades fuera de esas situaciones».
Considerar echar el ancla y plantar semillas
Podemos superar y seguir fácilmente cualquier ejercicio meditativo formal
con el ejercicio de echar el ancla y, al mismo tiempo, de plantar semillas
para el yo como contexto. Esto es opcional, por supuesto, pero te animo a
que lo pruebes y veas qué sucede. A continuación, encontrarás un ejemplo
de cómo hacerlo, y luego pasaremos al ejercicio principal. Cuando vea
puntos suspensivos (…), esto indica una pausa de tres a cinco segundos; las
pausas más largas se indican con el tiempo entre paréntesis. (Nota: Todos
los tiempos son meras indicaciones aproximadas. La idea es ser flexible:
acortar o alargar las pausas según sea necesario).
Terapeuta: Te invito a que te sientes erguido… y dejes caer los hombros…
y endereces la columna… y te sientes un poco hacia adelante en la silla,
apoyando la espalda… y cierres los ojos o los fijes en un lugar frente a
ti… y sientas curiosidad… como si fueras un niño curioso haciendo algo
que nunca has hecho antes, embarcándote en una aventura y
preguntándote qué descubrirás…
Y con ese sentido de la curiosidad, tómate un momento para fijarte en
qué pensamientos y sentimientos están presentes… y simplemente
reconoce que están presentes, sin tratar de cambiarlos de ninguna
manera… y, nuevamente, con curiosidad, fíjate y nota cómo estás
sentado… conéctate con tu cuerpo… nota dónde están tus pies… y tus
manos… y tus hombros… y tu cuello… nota tu columna vertebral, y si
está recta o no… y si tus ojos están abiertos o cerrados y nota lo que
puedes ver… y nota qué puedes escuchar… y fíjate en lo que puedes
saborear y oler, o en las sensaciones en tu nariz y en tu boca… y nota
dónde están tus manos y lo que están tocando… y nota lo que está
haciendo tu mente… ¿está en silencio o parlotea?… y nota lo que
sientes… y lo que estás haciendo…
(Plantar semillas para el yo como contexto). Así que hay una parte de ti
que lo nota todo… todo lo que ves, oyes, tocas, saboreas, hueles, piensas,
sientes y haces en cualquier momento… y vas a utilizar esa parte de ti en
este ejercicio, para dar un paso atrás y observar tu mente en acción… para
ver tus pensamientos venir y quedarse… y para ayudarte a hacer eso, te
invito a imaginar una corriente que fluye suavemente…
***
Si no deseas plantar semillas para el SAC, puedes dejar de lado esa parte.
Ahora el mismo ejercicio… (y uno alternativo)
Tanto si utilizas como si no usas la introducción anterior, el ejercicio
principal es el siguiente.
Ejercicio de las hojas en un arroyo
1. Encuentra una posición cómoda y cierra los ojos o fíjalos en un lugar.
2. Imagina que estás sentado al lado de una corriente que fluye
suavemente, y hay hojas que pasan por su superficie. Imagínatelo como
quieras, es tu imaginación. (Pausa de 10 segundos).
3. Ahora, durante los próximos minutos, observa cada uno de tus
pensamientos a medida que aparecen en tu cabeza…, luego coloca cada
uno sobre una hoja y permite que vengan y se queden y se vayan a su
debido tiempo. No trates de hacer que se alejen flotando, sólo observa
lo que hacen. Pueden flotar rápidamente, o pueden ir muy lentamente, o
pueden quedarse… Hazlo sin importar si los pensamientos son
positivos o negativos, placenteros o dolorosos, incluso si son los
pensamientos más maravillosos, ponlos en una hoja, y permite que
vengan y se vayan, a su debido tiempo… Pueden flotar rápida o
lentamente, o pueden quedarse… Simplemente observa lo que sucede,
sin tratar de alterarlo. (Pausa de 10 segundos).
4. Si tus pensamientos se detienen, sólo mira la corriente. Tarde o
temprano, tus pensamientos comenzarán de nuevo a moverse. (Pausa de
20 segundos).
5. Permite que la corriente fluya a su propio ritmo. No la aceleres. No
estás tratando de alejar las hojas, estás permitiendo que vayan y vengan
a su debido tiempo. (Pausa 20 segundos).
6. Si tu mente dice: «Esto es estúpido» o «No puedo hacerlo», pon
también esos pensamientos en una hoja. (Pausa 20 segundos).
7. Si una hoja se atasca, déjala flotar ahí. No la fuerces a moverse. (Pausa
20 segundos).
8. (Un complemento opcional: introducción de aceptación). Si surge un
sentimiento difícil, como de aburrimiento o de impaciencia, acéptalo.
Dite a ti mismo: «Aquí hay un sentimiento de aburrimiento» o «Aquí
hay un sentimiento de impaciencia». Luego coloca esas palabras en una
hoja.
9. De vez en cuando, te engancharás a tus pensamientos y te sacarán del
ejercicio, por lo que perderás la noción de lo que estás haciendo. Eso es
normal y natural, y seguirá sucediendo. Tan pronto como te des cuenta
de que ha ocurrido, reconócelo tranquilamente y luego comienza el
ejercicio de nuevo.
Después de la instrucción 9, continúa el ejercicio durante varios minutos
más o menos, puntuando periódicamente el silencio con este recordatorio:
«Una y otra vez, tus pensamientos te engancharán. Esto es normal. Tan
pronto como te des cuenta, comienza el ejercicio nuevamente».
Puedes finalizar el ejercicio con otra ronda de ejercicios de anclaje o con
una simple instrucción como ésta: «Y ahora, termina el ejercicio… y
siéntate erguido en tu silla… y abre los ojos. Mira alrededor de la
habitación… y observa lo que puedes ver y oír… y estírate. ¡Bienvenido de
nuevo!».
***
Después de hacer el ejercicio de las hojas en el arroyo, analízalo con el
cliente: ¿a qué tipo de pensamientos se ha enganchado? ¿Cómo ha sido
dejar que los pensamientos vinieran, se quedaran y se fueran sin oponer
resistencia? ¿Ha sido difícil desengancharse de algún pensamiento en
particular? ¿Ha acelerado la corriente, tratando de alejar los pensamientos?
(Si es así, necesitamos aclarar: no estamos tratando de hacer que esos
pensamientos desaparezcan; sólo estamos observando lo que hacen). ¿El
cliente repara en cómo esto es lo opuesto a la reflexión excesiva, a la
preocupación y a la obsesión y cómo puede, por lo tanto, ser útil para
interrumpir esos hábitos?
Una alternativa más corta y sencilla a las hojas en el arroyo es
simplemente…
Observa tus pensamientos
Este ejercicio comienza con una breve ronda de ejercicios de anclaje y la
curiosa metáfora infantil, como se indicó anteriormente (y, si lo deseas, con
una instrucción similar a la del ejercicio de plantar semillas). Una vez que
el cliente está conectado a la tierra y presta atención con curiosidad, las
siguientes instrucciones son:
1. Ahora lleva esa atención curiosa a tus pensamientos y trata de fijarte
en: ¿dónde están tus pensamientos?… ¿Dónde parecen estar ubicados
en el espacio? (Pausa de 10 segundos). Si tus pensamientos son como
una voz, ¿dónde se encuentra esa voz?… ¿Está en el centro de tu
cabeza o arriba o abajo o a un lado? (Pausa de 10 segundos).
2. Observa la forma de tus pensamientos: ¿se parecen más a imágenes, a
palabras, a sonidos? (Pausa de 10 segundos).
3. ¿Tus pensamientos se mueven o permanecen quietos?… Si se mueven,
¿a qué velocidad y en qué dirección? Si están quietos, ¿dónde están
flotando?
4. ¿Qué hay encima y debajo de tus pensamientos? ¿Hay alguna brecha
entre ellos?
5. Durante los próximos minutos, observa tus pensamientos yendo y
viniendo como si fueras un niño curioso que nunca antes ha visto algo
así.
***
El resto de las instrucciones, y el informe posterior, son más o menos
iguales que para el ejercicio de las hojas en el arroyo.
Creatividad con ejercicios
En cualquier ejercicio o práctica meditativa, podemos acentuar cualquier
proceso central de mindfulness que deseemos enfatizar: la defusión, la
aceptación, el contacto con el momento presente o el darse cuenta de uno
mismo. Podemos acentuar la defusión en cualquier ejercicio de
mindfulness: (a) agregando comentarios como: «Observa cómo tu mente te
engancha», o «Tan pronto como te des cuenta de que te has enganchado,
reconócelo, desengánchate y vuelve a enfocarte», y (b) agregando
metáforas sobre «dejar que tus pensamientos vengan y se queden», como en
los ejemplos que siguen a continuación.
Permite que tus pensamientos vengan y se queden libremente, como:
Coches que pasan por delante de tu casa.
Nubes a la deriva en el cielo.
Personas caminando por la acera de enfrente.
Olas alejándose suavemente de la playa.
Pájaros volando por el cielo.
Trenes entrando y saliendo de la estación.
¿Cuánto tiempo duran los ejercicios de meditación?
Trata de que tus ejercicios de la ACT sean tan cortos o largos como sea
necesario para: (a) satisfacer las demandas de la situación y (b) acomodar
las capacidades del cliente. Si no tienes una idea de cómo va a reaccionar el
cliente, empieza con una versión de cuatro o cinco minutos como prueba, y
posteriormente modifica el tiempo en función de la respuesta del cliente.
Pero si sospechas que tu cliente tendrá problemas con un ejercicio durante
tanto tiempo, hazlo más corto, y si crees que puede manejar un ejercicio
más largo, entonces, puedes extenderlo. Todos los ejercicios de meditación
de la ACT pueden acortarse dos o tres minutos o expandirse a veinte o
treinta minutos.
BITS EXTRA
Si tú o tus clientes tenéis dificultades para «visualizar» o «ver» los pensamientos, una
alternativa es practicar «escucharlos»: se pueden notar como si se escuchara la voz de alguien
y se prestara atención curiosa a las cualidades auditivas como el volumen, el tono, el ritmo y
el componente emocional. Consulta el capítulo 15 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en
la página www.actmindfully.com.au), donde encontrarás un enlace para descargar una
grabación de audio gratuita del ejercicio de observar tus pensamientos.
Habilidades
De nuevo, es momento para una nueva tarea para ti. Antes de hacer estos
ejercicios con los clientes, es importante que los conozca a fondo. Tu
misión, si eliges aceptarla, es:
Ensaya estos guiones (por lo menos mentalmente, pero lo ideal sería en
voz alta) para que puedas familiarizarte con el lenguaje, y modifícalos
para que se adapten a tu estilo.
Prueba estas prácticas en ti mismo, para que sepas qué implican, porque
cualquier dificultad que tengas con estos ejercicios es muy probable
que sea similar a las de tus clientes.
Para llevar
A menudo es útil proponer a los clientes ejercicios de meditación que
impliquen «observar el pensamiento» (o «escuchar el pensamiento») como
un antídoto contra el exceso de reflexión, la preocupación y cosas similares.
Pero siempre debemos tener claro el propósito: ¿cómo ayudará
específicamente al cliente con sus problemas? Y siempre debemos adaptar
el ejercicio al cliente: hacerlo más corto o más largo, cambiar la metáfora o
el énfasis de ver pensamientos a escuchar pensamientos. Después siempre
deberemos analizar el ejercicio cuidadosamente y asegurarnos de que el
cliente pueda vincularlo a sus problemas. Y, finalmente, suponiendo que el
cliente vea los beneficios potenciales del ejercicio, lo alentaremos a
practicarlo entre sesiones. (Veremos cómo hacer esto en el próximo
capítulo).
CAPÍTULO 16
Sobrecarga técnica y otros peligros
Demasiado bueno
¿Alguna vez has experimentado una «sobrecarga técnica»? Es una
experiencia bastante abrumadora. Estás en medio de una sesión y parece
que tienes un millón de técnicas flotando en tu cabeza, y no sabes cuál usar.
Tu sesión se vuelve cada vez más pesada, y tu mente comienza a decir,
«Soy un pésimo terapeuta», «No sé lo que estoy haciendo», «Lo estoy
desbaratando todo». Llegados a este punto, muchos terapeutas abandonan la
ACT y recurren a la orientación de apoyo u otros modelos de terapia que les
resultan más fáciles.
Comenzaremos este capítulo analizando una excelente manera de evitar la
sobrecarga técnica. Luego repasaremos una gran cantidad de consejos
prácticos que se aplican a todos los ejercicios experienciales y prácticas de
mindfulness. Si agregara estos consejos a cada capítulo, este libro se
volvería muy repetitivo y bastante grueso (un poco como yo, podrían decir
algunos). Así que voy a agruparlos a todos en este capítulo.
En primer lugar, abordemos la sobrecarga técnica. Aquí hay un gran
consejo que tomé de Kirk Strosahl, uno de los pioneros originales de la
ACT. Para cada uno de los seis procesos centrales, elige tres técnicas
principales: herramientas, hojas de trabajo, ejercicios, metáforas, prácticas,
preguntas, etc., y utilízalas una y otra vez hasta que estés realmente
familiarizado con ellas. Esto te dará un conjunto básico de dieciocho
intervenciones que pueden incorporarse, combinarse y adaptarse a una
miríada de temas diferentes. (Con un poco de imaginación, la mayoría de
las técnicas se pueden utilizar en varios procesos diferentes). Estas
dieciocho intervenciones se convertirán en tu propio kit de herramientas de
la ACT personalizado.
A continuación, expongo mi kit de herramientas personales, no para
proclamar que es el «correcto» o «mejor» que el de cualquier otra persona,
sino simplemente para poner un ejemplo. (En este punto del libro, sólo
hemos revisado algunas de estas técnicas, pero no te preocupes, al final, las
conocerás todas).
Te recomiendo que crees tu propia versión de la tabla anterior y que la
completes mientras trabajas en el libro: identifica tus metáforas, hojas de
trabajo y ejercicios favoritos para los seis procesos centrales. Te
recomiendo que lo hagas en un ordenador en lugar de en papel porque
probablemente cambies de opinión varias veces. (Hay una versión
imprimible en «Extra bits»). Durante al menos unas semanas, trata de
limitar en gran medida tu práctica a jugar con estas dieciocho
intervenciones, hasta que te sean tan familiares que te resulten naturales y
fluidas.
Una vez que haya hecho esto, siéntete libre de agregar nuevas técnicas a
tu repertorio, de una en una, y observa cómo funcionan y si te gustan. Lo
bueno de la ACT es que no hay necesidad de aburrirse con ninguna
herramienta o técnica, ya que hay innumerables alternativas disponibles.
Consejos prácticos para ejercicios experienciales
Lo que sigue a continuación son consejos prácticos relevantes para casi
todos los ejercicios experienciales que realices. Espero que vuelvas a este
capítulo repetidamente, tan pronto como tengas problemas con el trabajo
experiencial.
Consulta a tus clientes
Si estás haciendo ejercicios de uno en uno con tus clientes, verifícalos
periódicamente (sobre todo con prácticas más largas): «¿Cómo te va con
esto? ¿Qué aparece en tu mente? ¿Tu mente te ayuda o interfiere? ¿Estás
bien para continuar?». Si tu cliente tiene dificultades, haz una pausa en el
ejercicio y explora su reacción, como se explica a continuación en «Cuando
las cosas van mal».
Ves lentamente
Cuando realizas un ejercicio con tus clientes, es fácil ir demasiado rápido
pero casi imposible ir demasiado lento. Así que ve más despacio de lo que
crees que necesitas. Y si tienes dudas, pregúntale a tu cliente: «¿Voy
demasiado rápido o demasiado lento para ti, o está bien así?».
Juega, adáptate, crea
A medida que aprendas todas estas nuevas habilidades de la ACT,
realmente espero que te diviertas un poco con ellas. La idea es que
«juegues» con estas técnicas, que las adaptes, modifiques, reinventes.
Cambia las palabras, las imágenes, los objetos utilizados. Si no te gusta
concentrarte conscientemente en la respiración, hay otras 10 000 cosas en
las que podrías enfocarte. Me enamoré del modelo de la ACT al instante,
pero no me enamoré de muchas de las técnicas clásicas (es decir, las
utilizadas en los primeros protocolos de la ACT). Por ejemplo, como novato
en la ACT, dejé de usar rápidamente clásicos como «Hombre en el agujero»
y «Pasajeros del autobús» por el simple motivo de que estas metáforas eran
demasiado largas y complejas para mi gusto. Pero eso me ha ocurrido a mí;
el mundo de la ACT está lleno de personas que adoran estos clásicos, y los
encontrarás en la gran mayoría de los libros y protocolos, por lo que cada
uno de nosotros debe encontrar lo que nos funciona bien. En cambio,
comencé a crear mis propias técnicas, modificando las existentes y tomando
las de otros modelos, pero adaptándolas para que fueran congruentes con la
ACT. Lo adapté todo para que encajara en mi propia manera de hablar y en
mi propio estilo de trabajo. Y de verdad, de verdad, de verdad, te animo a
que hagas lo mismo (¡sí, de verdad!).
(Por cierto, en realidad utilicé «Pasajeros del autobús» en la primera
edición de mi primer libro, The Happiness Trap. Eso es porque como lo
dividí en partes pequeñas y lo espacié a lo largo de todo un libro, no me
pareció ni largo ni complejo. Pero incluso entonces, lo cambié a «Demonios
en el barco», sólo por la diversión de ser creativo. Del mismo modo, la idea
de ver a los clientes como «arcoíris, no obstáculos» es mi versión de la
metáfora clásica de la psicóloga Kelly Wilson sobre ver a nuestros clientes
como «puestas de sol, no problemas matemáticos». Así que, por favor,
adapta y modifica para deleite de tu corazón.
Improvisa
Todos los libros sobre la ACT contienen guiones para ejercicios. Por favor,
NO leas palabra por palabra el guion; te sonará rígido, extraño o artificial.
Improvisa el guion, utilízalo como referencia, pero ponlo todo en tus
propias palabras. Si tienes términos, frases, imágenes o metáforas que te
parecen mejores o más naturales que las del guion, utilízalas en su lugar.
Mezcla y combina
Puedes tomar partes de un ejercicio o técnica y agregarlos a otro. Por
ejemplo, al realizar ejercicios de anclaje, después de una instrucción como
«Notar A y B y C y D y E», podrías agregar «Entonces, hay una parte de ti
que lo nota todo», que planta semillas para el trabajo futuro sobre el yo
como contexto. Del mismo modo, a menudo es útil finalizar los ejercicios
de mindfulness más largos con un poco de anclaje o una breve conexión con
los valores.
Graba tus ejercicios
Puedes encontrar fácilmente una gran cantidad de ejercicios grabados de
mindfulness y valores para compartir con tus clientes. (Por ejemplo, tengo
bastantes gratuitos que puedes escuchar en la aplicación para teléfonos
móviles ACT Companion y muchos más que puedes comprar como MP3 en
www.actmindfully.com.au. Sin embargo, es mucho mejor que grabes tus
propios ejercicios y que se los des a tus clientes porque generalmente
tendrán una conexión mucho más profunda con tu voz que con la de alguien
a quien no conocen. Puedes grabar ejercicios fuera de las sesiones, o
mientras los realizáis en la sesión. Puedes hacerlo fácilmente en casi
cualquier móvil, tableta u ordenador portátil. Simplemente busca en Google
«grabar audio» seguido del nombre del dispositivo que utilizas, y
descubrirás cómo hacerlo. Luego puedes enviárselo a tu cliente por correo
electrónico, mensaje de texto o dispositivo flash (no dudes en utilizar
cualquiera de los guiones de este libro o de ACT Made Simple: The Extra
Bits como base para tus grabaciones).
Garantiza claridad
Es posible que hayas notado que sigo insistiendo en la importancia de la
claridad. Hago esto porque es un gran problema entre los novatos de la
ACT, pero también entre los veteranos. Con demasiada frecuencia, los
terapeutas piden a los clientes que hagan ejercicios inusuales (que a menudo
son difíciles y desafiantes) sin una justificación clara. Vale la pena tomarse
el tiempo para vincular claramente estas intervenciones con los problemas
específicos del cliente para asegurarse de que comprenda por qué esto es
relevante y útil para resolver sus problemas y lograr sus objetivos de
terapia.
Para cualquier técnica que pretendas utilizar, verifica: ¿tienes claro su
propósito? ¿A qué objetivos específicos del cliente es probable que esto
ayude y de qué manera? ¿Serías capaz de responder estas preguntas si te las
hiciera el cliente? Si no, tienes una tarea que hacer: no deberías usar estas
técnicas hasta que tú mismo las tengas claras.
La misma precaución se aplica a las metáforas: ¿qué perspectiva
específica esperas que logre el cliente y cómo se relaciona eso con sus
objetivos terapéuticos? Ten cuidado con una trampa en la que comúnmente
cae el terapeuta que se llama juguetonamente «abuso de metáforas»: es
cuando el terapeuta, que no tiene muy claro lo que pretende lograr, lanza
metáfora tras metáfora a los clientes, esperando que alguna le llegue. Esto
rara vez lleva a algo útil. Utiliza tus metáforas con moderación y precisión,
alineadas con los objetivos terapéuticos de los clientes.
Informa el ejercicio
Es muy importante informar los ejercicios experienciales una vez que hayan
terminado. Las preguntas útiles para hacer incluyen:
¿Qué te ha parecido?
¿Qué te ha pasado?
¿Qué sentimientos han surgido? ¿Has luchado contra ellos? ¿Te has
enganchado a ellos?
¿Qué ha hecho tu mente? ¿Qué te ha dicho? ¿Ha sido útil o ha sido un
obstáculo?
¿Te has enganchado en algún momento? ¿Por qué? ¿Y qué ha pasado
entonces? ¿Has conseguido desengancharte de nuevo? ¿Cómo lo has
hecho?
¿Qué te ha resultado útil de todo esto?
¿Ves algún vínculo entre esto y ABC? (ABC = un asunto del cliente, un
problema o una meta terapéutica especificada previamente).
¿Cómo podría ayudarte esto con ABC?
La pregunta anterior: «¿Cómo podría ayudarte esto con… (tema específico,
problema u objetivo de la terapia)?» es muy importante. Si el cliente dice:
«¡No lo sé!», entonces debes tomarte el tiempo para dejarlo claro.
Convierte un ejercicio en tarea
Recordatorio: no utilices la palabra «tarea» con los clientes; a casi nadie le
gusta. Utiliza palabras como «práctica», «prueba», «experimento», «juego».
Ahora, como sabes, después de haber realizado ejercicios experienciales en
sesión, informamos y preguntamos: «¿Cómo puede ayudarte con ABC?». Si
el cliente te da una buena respuesta que demuestra que comprende el
objetivo del ejercicio y su potencial para ayudarlo con sus objetivos de
terapia, entonces a menudo podemos establecer este ejercicio, o algo
similar, como una tarea. Por ejemplo, si el ejercicio consistió en respirar
conscientemente o en hacer un escaneo corporal o fue el de las hojas en el
arroyo, podemos preguntar:
«Dado que esto podría ayudarte con ABC, ¿estarías dispuesto a
practicarlo fuera de estas sesiones?» Si la respuesta es sí, podemos
continuar explorando: «¿Cuándo lo harás? ¿Dónde lo vas a hacer? ¿Durante
cuánto tiempo? ¿Con qué frecuencia?», y así sucesivamente. Y si el cliente
está dispuesto, es una buena idea hacer que registre su práctica en una hoja
de trabajo o en su diario.
Crea un contexto para los experimentos y la curiosidad
Cuando se introducen ejercicios experienciales, es bueno remarcar la idea
de «experimento» y lo que implica. La realidad es que nunca sabemos con
certeza cuál será el resultado de ningún ejercicio, técnica o práctica, así que
seamos sinceros con nuestros clientes. Podríamos decir, antes de un
ejercicio: «Te pido que pruebes esto porque creo que será útil con ABC. Sin
embargo, no hay manera de saber con certeza qué sucederá, siempre es un
experimento. ¿Podemos probarlo a ver qué sucede?». Esto facilita una
mentalidad abierta y curiosa (tanto en el cliente como en el terapeuta). Si
utilizamos libremente la idea de «experimentos», es mucho más fácil
manejar esas situaciones desafortunadas.
Cuando las cosas van mal
Tarde o temprano, estarás haciendo algún tipo de trabajo con defusión,
aceptación o atención flexible, y tu cliente se quejará de que un ejercicio no
está funcionando; o peor aún, tu intervención será completamente
contraproducente. Pero no te preocupes, puedes utilizar estos momentos
como oportunidades para aprender y luego volver a encaminarte
rápidamente. Contemplemos cada uno de estos escenarios más de cerca.
Cuando no funciona
Cuando un cliente se queja de que «Esto no está funcionando», siempre
queremos responder con apertura y curiosidad (lo que generalmente
significa que tendremos que echar el ancla, dejar espacio para nuestra
propia ansiedad y desengancharnos de nuestros propios pensamientos
inútiles). Podríamos decir algo como: «Oh, lamento escuchar eso. ¿Puedes
decirme qué está pasando?».
El cliente generalmente dará una respuesta que revele la agenda de control
emocional: «No me siento mejor», «Los pensamientos no van a
desaparecer», «Mi ansiedad está empeorando», «Todavía me siento
enfadado», «El recuerdo sigue ahí», «No me estoy relajando», «Aún estoy
muy inquieto».
Luego, el terapeuta puede preguntar amablemente: «Entonces, si lo
entiendo bien, ¿esperabas que este ejercicio eliminara ese
recuerdo/pensamiento/sentimiento/sensación?». El cliente generalmente
responderá que sí (a menudo con un poco de irritación o frustración). El
terapeuta puede responder: «Lo siento mucho. Obviamente no tenías claro
el propósito de esto. No es una manera de deshacerte de los pensamientos y
sentimientos no deseados/controlar cómo te sientes/relajarte/hacerte sentir
bien». Luego, el terapeuta recapitula el propósito del ejercicio. Para las
técnicas de defusión y atención flexible, la mejor manera de hacerlo es con
la metáfora de las manos como pensamientos y sentimientos (capítulo 11), y
para la aceptación y la autocompasión, con el ejercicio de empujar el papel
(capítulo 9) o con la metáfora del interruptor de lucha (que veremos en el
capítulo 22). Destacamos especialmente, al recapitular estas metáforas, que
el pensamiento/sentimiento/recuerdo no desaparece; en cambio,
aprendemos una nueva manera de responder que nos libera para participar
en la vida e invertir energía en hacer cosas significativas.
También podríamos decir: «Habrá ocasiones en que, al hacer estos
ejercicios, esos pensamientos/sentimientos cambien, se reduzcan o
desaparezcan rápidamente. Por supuesto, cuando eso ocurra, disfrútalo,
pero por favor no lo esperes. Es un añadido agradable, pero no es el
objetivo principal. Si conviertes esta técnica en una manera de controlar
cómo te sientes o de deshacerte de los pensamientos y sentimientos no
deseados, volverás enseguida diciéndome: “No está funcionando”».
Obviamente, si el cliente tiene una reacción negativa a esto, tendremos
que volver a visitar la desesperanza creativa (o implementarla ahora si la
omitimos anteriormente).
Cuando las cosas van horriblemente mal
Pero ¿qué hacemos si un ejercicio falla o fracasa? Sin duda, podemos
reducir el riesgo proporcionando claridad sobre el propósito del ejercicio
(vinculándolo con los objetivos de la terapia) y configurándolo como un
experimento. Pero, tarde o temprano, no importa cuán experimentados y
hábiles podamos ser, nuestras intervenciones saldrán mal.
Llegados a este punto, te daré algunos consejos: cuando algo falle en una
sesión de terapia, cuando salga mal, ¡mantén la calma! No nos sentiremos
tranquilos, por supuesto. Pero podemos actuar con calma. Podemos
sentirnos ansiosos, tristes, frustrados, culpables, temerosos o enojados. Es
posible que tengamos todo tipo de pensamientos inútiles sobre nosotros
mismos, sobre el cliente, acerca del ejercicio o el modelo de la ACT en sí.
Pero, incluso con todos esos pensamientos y sentimientos presentes, aún
podemos actuar con calma.
En otras palabras, utilicemos la ACT en nosotros mismos en estas
situaciones: disuadámonos de nuestros pensamientos sobre desbaratarlo
todo, demos espacio a nuestros sentimientos de ansiedad (capítulo 22),
echemos el ancla y estemos completamente presentes. Y a pesar de que no
nos sintamos tranquilos, podemos modelar la calidad de la calma a través de
nuestra voz, nuestras palabras, nuestra postura corporal y nuestras acciones.
Y así, no sólo debemos anclarnos nosotros, sino que hemos de ayudar a
nuestros clientes a hacer lo mismo. Si el cliente está molesto o fusionado o
lucha de alguna manera (o está triste, enojado, asustado, abatido,
decepcionado, frustrado, disociado, abrumado), podemos ayudarlo a echar
el ancla. (Si aún no hemos introducido este ejercicio, ahora es un buen
momento para hacerlo). Después de la conexión a la tierra, podemos
modelar la apertura y la curiosidad a medida que exploramos lo que acaba
de suceder. Si lo hemos configurado como un experimento, ahora podemos
decir: «Bueno, este experimento no ha salido como creía. Lo siento. Parece
que has tenido una mala reacción, no es lo que esperaba».
Después de esto, querremos explorar lo que realmente sucedió, con el
objetivo de encontrar algo útil en la experiencia: ya sea algo directamente
relevante para los objetivos de terapia del cliente o algo más generalmente
útil para desarrollar flexibilidad psicológica. Las siguientes preguntas
podrían resultarte útiles:
¿Qué ha pasado?
¿Qué pensamientos, sentimientos, recuerdos han aparecido?
¿A qué te ha enganchado tu mente?
¿Qué sentimientos te están apareciendo ahora?
¿Qué te dice ahora?
También querremos considerar si una disculpa está justificada. Si es así,
seamos rápidos y genuinos. Por ejemplo, podríamos decir: «Lo siento. No
esperaba que sucediera esto. Puedo ver que estás molesto. Espero que esto
no haya interferido demasiado en nuestro trabajo».
En este momento, generalmente, es útil recordarle al cliente la
justificación del ejercicio. Podríamos decir, por ejemplo, «Lo siento. Como
te dije antes de comenzar el ejercicio, esperaba que te ayudara a
desengancharte de tus pensamientos difíciles, pero, desafortunadamente,
parece que has acabado más enganchado que antes». O: «Lo siento.
Confiaba en que el ejercicio te ayudara a dejar de luchar contra tus
sentimientos difíciles, pero parece que realmente has acabado luchando aún
más que antes».
Después de todo eso, ahora podemos decir algo como: «No quería ni
esperaba que esto sucediera, pero dado que ha sucedido, ¿podemos verlo
como una oportunidad de aprendizaje?».
Entre otras cosas, podemos aprender:
Más maneras en que tu mente puede engancharte.
Más maneras en que puedes dejarte implicar en una lucha contra
pensamientos y sentimientos.
Cómo nuestra mente trata de facilitarnos la vida, y cómo puede
interferir en cualquier cosa que tratamos de hacer. Veamos un ejemplo
de cómo poner esto en práctica.
Mark, de treinta y cuatro años y veterano del ejército, tiene TEPT (trastorno
de estrés postraumático) relacionado con eventos de guerra. A menudo se
engancha a la autocrítica dura, y mientras trabajaba en la defusión en la
sesión número dos, calificó este patrón de pensamiento como «el dictador».
En las sesiones una a tres, participó repetidamente en ejercicios de anclaje
con buenos resultados, y él también los ha practicado entre sesiones. Esta
transcripción tiene lugar cerca del inicio de la sesión número cuatro. El
terapeuta ha terminado un ejercicio de anclaje de tres minutos y ahora está a
punto de analizarlo.
Terapeuta: Entonces, ¿cómo te ha ido?
Cliente: (Pausa larga, luego se ríe cínicamente). Ha sido bastante estúpido.
Terapeuta: (Sorprendido). ¿Estúpido?
Cliente: Sí.
Terapeuta: De acuerdo. ¿Algo más, aparte de estúpido?
Cliente: Irritante.
Terapeuta: ¿Irritante?
Cliente: Para ser sincero, realmente me ha irritado bastante.
Terapeuta: (Aceptando sus propias reacciones de ansiedad y decepción, y
permaneciendo abierto y curioso). Está bien. Entonces ha sido irritante y
estúpido.
Cliente: Sí.
Terapeuta: De acuerdo. ¿Puedo preguntarte…, esa parte de ti que juzga el
ejercicio como irritante y estúpido es la misma parte de ti que llamamos
«el dictador»?
Cliente: Quizá. Sí, quizá. Está sentado por algún rincón aquí dentro
(golpecitos en la sien derecha). Supongo que es el mismo tipo.
Terapeuta: Bien, ¿entonces el dictador ha hablado y ha empezado a
llamarlo irritante y estúpido?
Cliente: Sí, se podría decir así.
Terapeuta: Bueno, eso era de esperar, ¿verdad? Quiero decir, ya sabemos
que esa parte de tu mente se interpondrá e interferirá a lo largo de cada
sesión. Recuerda cuántas veces sucedió la semana pasada.
Cliente: Es verdad.
Terapeuta: Y me pregunto si durante el servicio activo, cuando hubo
momentos en que se dispararon armas o hubo explosiones, y aunque fuera
todo estruendo a tu alrededor, ¿fuiste capaz de concentrarte en las tareas
que tenías que hacer?
Cliente: (Asintiendo pensativo). Sí, claro. Para eso fuimos entrenados.
Terapeuta: Por lo tanto, tienes capacitación en esas cosas: puedes
concentrarte en la tarea y no distraerte. Y aquí es un poco lo mismo. A
medida que tú y yo trabajemos juntos, tu mente contribuirá con todos esos
juicios y comentarios, y el desafío es tratarlos de la misma manera que
todas esas distracciones cuando estabas en el campo de batalla. No dejes
que esos pensamientos te enganchen. Y si lo hacen, desengánchate y
vuelve a lo que estemos haciendo.
Cliente: (Ahora participando en la sesión, asintiendo). Entendido.
Terapeuta: ¿Y recuerdas la última vez que hablamos de tu parte cariñosa?
¿La parte de ti que se preocupa lo suficiente como para empujarte hasta
aquí para verme, incluso cuando tu dictador hace todo lo posible para
convencerte de que no vengas?
Cliente: Sí.
Terapeuta: Entonces, veamos si podemos fijarnos bien cómo se desarrollan
esas dos partes en la sesión de hoy. Espero que sigan luchando por
dominar la cabeza. En este momento, ¿cuál está ganando?
Cliente: Creo que la parte cariñosa está aumentando.
Terapeuta: Interesante. ¿Qué está haciendo el dictador?
Cliente: Todavía está ahí diciendo que esto es una mierda. Pero, sí, está un
poco más tranquilo.
Terapeuta: Genial. ¿Ha habido algo en particular que he dicho o hecho en
ese ejercicio que haya provocado su reacción?
***
Algunas cosas a destacar en la transcripción anterior:
1. El terapeuta se siente ansioso y decepcionado por la reacción negativa
del cliente. Desactiva sus propias preocupaciones y autojuicios, acepta
su ansiedad y decepción, se conecta a la tierra y accede a una sensación
de apertura y curiosidad (por lo tanto, es necesario practicar la ACT en
nosotros mismos si queremos hacerlo bien con nuestros clientes).
2. El cliente obviamente está fusionado, por lo que el terapeuta cambia el
proceso de atención flexible (echar el ancla) a defusión (notar y
nombrar las cogniciones).
3. El terapeuta valida la respuesta negativa del cliente como natural y
normal, y anticipa que seguirá sucediendo. Más adelante en la sesión, si
se produce una reacción similar, el terapeuta podría decir con humor
algo así: «Vaya. Ahí está el dictador otra vez. Sabía que no estaría
callado mucho tiempo».
4. Ahora el cliente se está desactivando, instalando y participando en la
sesión, por lo que en este punto el terapeuta debe explorar, con sincera
apertura y curiosidad, si ha habido algo que ha dicho o hecho que haya
desencadenado específicamente esta reacción.
Es inevitable que a veces las cosas salgan mal. Sin embargo, si podemos
desactivar, aceptar, conectarnos a la tierra y permanecer abiertos y curiosos,
generalmente podemos convertir estos eventos en experiencias de
aprendizaje útiles.
Técnica versus proceso
Una técnica es algo que dices y haces con tus clientes en una sesión. Esto
podría incluir pedirle a tu clienta que se dé cuenta de en qué parte de su
cuerpo siente lo que le ocurre, o invitarla a beber un vaso de agua
conscientemente o preguntarle qué tipo de madre quiere ser, en lo más
profundo de su corazón, etc. Un proceso es el mecanismo de cambio
subyacente que se espera obtener con estas técnicas. Por ejemplo:
Técnica: Estoy pensando que… (capítulo 12).
Proceso: Defusión.
Técnica: Prestar atención plena a tu mano (capítulo 17).
Proceso: Atención flexible (contactar con el momento presente).
Técnica: El ejercicio de los diez años a partir de ahora, mirando hacia atrás
(capítulo 19).
Proceso: Valores.
Como ya sabes, la ACT tiene seis procesos centrales, que en conjunto
conforman la flexibilidad psicológica. Y tenemos una gran cantidad de
técnicas a nuestra disposición, incluidas las metáforas, las hojas de trabajo,
las preguntas, los ejercicios experienciales, las prácticas de mindfulness,
etc., que podemos utilizar para provocar y reforzar cualquier proceso
central. Debido a esto, bastantes coach de la ACT hablan sobre los peligros
de «confiar en la técnica» y enfatizan la mayor importancia de «trabajar con
el proceso». Sin embargo, esta manera de hablar me parece potencialmente
confusa porque la única forma de «trabajar con el proceso» es a través del
uso de técnicas.
Ahora, claramente, algunas técnicas son mucho más flexibles que otras.
Por ejemplo, considera la técnica de «notar X» (capítulos 3, 10, 17). Esta
técnica simple, común a todas las terapias basadas en la mindfulness, es
exactamente lo que parece: el terapeuta alienta al cliente a notar X (con
apertura y curiosidad). X podrían ser pensamientos, si el proceso deseado es
la defusión. X podrían ser emociones dolorosas, si el proceso deseado es la
aceptación. X podrían ser lo que se puede ver y escuchar, tocar, saborear y
oler, si el proceso deseado se relaciona con el mundo alrededor. Hasta
ahora, en cada transcripción, demostración y vídeo que he visto en el que se
describe cómo «trabajar con el proceso», el terapeuta se basa en gran
medida en la técnica de «notar X»: «Nota lo que sientes», «Nota lo que
estás pensando», «¿Notas lo que estás haciendo?», «¿Notas lo que acabas
de hacer?», «¿Podemos reducir la velocidad por un momento, y pedirte que
compruebes y notes lo que aparece en tu mente?», «Nota lo que dice tu
mente», «¿Te has fijado en cómo has omitido mi pregunta y cambiado de
tema?». «Nota X» es una técnica muy flexible (y al final del libro verás que
puedes utilizarla efectivamente para los seis procesos principales). Por otro
lado, las técnicas como cantar tus pensamientos con la melodía de «Feliz
cumpleaños» o darle las gracias a tu mente son mucho menos flexibles. Son
útiles para el proceso de defusión, pero no para cualquier otro proceso
central. E incluso con la defusión, debes limitar cuidadosamente cuándo y
dónde utilizas esas intervenciones, para asegurarte de no invalidar al
cliente. Del mismo modo, algunas metáforas son útiles para varios procesos
diferentes (por ejemplo, la metáfora del escenario de la vida (capítulo 25) se
presta fácilmente a la defusión, la aceptación, la atención flexible y al yo
como contexto), mientras que otras se limitan en gran medida a un solo
proceso.
Si continúas haciendo un entrenamiento avanzado en la ACT (como
espero que hagas), es probable que escuches mucho la frase «técnica versus
proceso». Si es así, ten en cuenta que no hay manera de promover ningún
proceso central sin usar algún tipo de técnica. El verdadero problema no es
«técnica versus proceso», sino la «flexibilidad con la técnica». Las
preguntas más destacadas son:
¿Podemos ser lo suficientemente flexibles con las técnicas que
utilizamos para fomentar con éxito los procesos centrales deseados?
¿Podemos elegir una técnica que sea apropiada, en este punto de la
sesión, con este cliente único, para fomentar los procesos que
deseamos?
¿Podemos modificar o adaptar una técnica sobre la marcha,
improvisando o ajustándola para que se adapte mejor al cliente, de
modo que sea eficaz para fomentar el proceso o procesos deseados?
¿Podemos cambiar a otras técnicas si la que hemos elegido no funciona,
para fomentar el proceso o procesos deseados?
La flexibilidad con la técnica es más difícil de lo que parece. Todos
encontraremos nuestras técnicas favoritas, y es fácil utilizarlas en exceso.
Pero ninguna técnica (en ningún modelo de terapia) funciona siempre como
se desea, por lo que necesitamos ser flexibles. Para ayudarte en este
esfuerzo, cuando completes tu kit de herramientas, incluye al menos
algunas técnicas muy flexibles (es decir, las que puedes utilizar fácilmente
para fomentar dos o tres procesos diferentes, como «notar X»).
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 16 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au), donde encontrarás un documento para crear tu
propio kit de herramientas de la ACT.
Habilidades
Hemos dado una gran cantidad de consejos en este capítulo. Son muchos
consejos para asimilar, así que, por favor, revísalos y practícalos
regularmente para perfeccionar tus habilidades. En particular, intenta hacer
lo siguiente:
Crea tu propio kit de herramientas para la ACT como se describe
anteriormente.
Comienza a jugar con la idea de experimento en las sesiones con tus
clientes. Presenta cada nuevo ejercicio explícitamente como un
experimento y aprovecha ese sentido de la curiosidad.
Para llevar
Sé creativo con tus técnicas. Mezcla y combina, adapta y modifica, y si
quieres divertirte, inventa la tuya. Cuanto más inusual o desafiante es la
técnica, más importante es tener claro su propósito; vincularlo
explícitamente con los problemas del cliente o los objetivos de la terapia.
Recuerda informar cada ejercicio después y preguntar al cliente de qué
manera es relevante para sus problemas o útil para sus objetivos
terapéuticos. Si el cliente lo ha encontrado útil y ve su relevancia, trata de
convertirlo en una tarea.
Finalmente, sé flexible con tus técnicas. Antes de lanzarte a ellas,
considera estas preguntas: ¿qué proceso central espero fomentar? ¿Parece
probable que esta técnica ayude a este cliente en concreto, en este punto de
la sesión, a experimentar el proceso deseado? Deja de usar o adapta y
modifica una técnica si no ayuda a fomentar el proceso que deseas.
CAPÍTULO 17
Estar presente
El único momento es ahora
Lev Tolstoi, el gran autor ruso, escribió: «Sólo hay un momento importante:
¡AHORA! Es el momento más importante porque es el único momento en
el que tenemos poder». La famosa cita de Tolstoi nos recuerda que la vida
sucede ahora, en este momento. El pasado y el futuro sólo existen como
pensamientos que ocurren en el presente. Podemos planificar o predecir el
futuro, pero esa planificación y predicción ocurren aquí y ahora. Podemos
reflexionar y aprender del pasado, pero esa reflexión ocurre en el presente.
Este momento es todo lo que tenemos.
Contactando con el momento presente en pocas palabras
En lenguaje sencillo: Ponerse en contacto con el momento presente es la capacidad de notar de
manera flexible tu experiencia del aquí y ahora y de reducir, ampliar, mantener o redirigir tu
enfoque, según lo desees.
Objetivos: Mejorar la conciencia para que podamos percibir con mayor precisión lo que está
sucediendo y recopilar información importante sobre si cambiar o persistir en el
comportamiento. Para participar plenamente en lo que sea que estemos haciendo para mayor
satisfacción. Para entrenar la atención para que podamos desempeñarnos mejor o actuar de
manera más efectiva
Sinónimos: Atención flexible, presencia, conexión, conciencia, concentración, participación,
fijarse o notar, observación.
Método: Observa, con curiosidad y apertura, lo que está sucediendo aquí y ahora; aprende a
discriminar entre notar directamente tu experiencia y pensar en tu experiencia; presta atención
flexible al mundo psicológico interno y al mundo material externo.
Cuándo usarlo: Cuando los clientes están desvinculados, desconectados de sus propios
pensamientos y sentimientos, se distraen fácilmente, carecen de conciencia de sí mismos,
necesitan conectar con la tierra, se desconectan o se pierden aspectos importantes de la
experiencia o se fusionan con cualquier tipo de contenido cognitivo. Es un primer paso esencial
y un «componente central» de los otros tres procesos de mindfulness: defusión, aceptación y
autocontrol.
Prestar atención, con apertura, curiosidad y flexibilidad, se encuentra en el
corazón de toda mindfulness. Es el punto de partida para todas las técnicas
de defusión, aceptación y del yo como contexto. Y juega un papel
importante en la vida basada en los valores. Si estás actuando según tus
valores, pero no estás completamente involucrado en lo que estás haciendo,
entonces te estás perdiendo. Estar presente agrega riqueza y plenitud a tu
experiencia. También permite una acción efectiva: es difícil hacer algo con
eficacia cuando no prestas atención a lo que estás haciendo. Al hacer un
trabajo de valores, muchos clientes mencionarán algo como «vivir el
momento», «apreciar lo que tengo» o «parar y oler las rosas», y casi todos
hablarán sobre el deseo de cultivar relaciones amorosas o afectuosas. Todas
estas actividades requieren que estemos presentes. Y, por supuesto, si
queremos saber si vivimos o no de acuerdo con nuestros valores, y si
nuestro comportamiento es viable o no, debemos ser conscientes de lo que
estamos haciendo y notar las consecuencias de nuestras acciones.
La atención flexible también es esencial para la autoconciencia y el
autoconocimiento. Cuanto más en contacto estemos con nuestros propios
pensamientos y sentimientos, mejor podremos regular nuestro
comportamiento y tomar decisiones sabias que dirijan la vida en la
dirección que queremos ir.
Los costes de la atención inflexible
¿De qué sirve aprender a prestar atención de manera flexible? ¿Cómo
ayudará a tu cliente a resolver sus conflictos, tratar sus problemas y
alcanzar sus objetivos terapéuticos? Si deseas que tu cliente practique estas
nuevas habilidades en las sesiones y entre ellas, deberás asegurarte de tener
las respuestas a estas preguntas. Para ayudar a aclarar esto, a menudo es útil
hablar de lo que sucede cuando nos faltan (o no utilizamos) estas
habilidades. Hay tres consecuencias adversas principales: nos separamos,
nos perdemos cosas y lo hacemos mal.
Separarse. Nos «separamos» de las personas con las que estamos
interactuando; estamos hablando y escuchando, pero no estamos
completamente presentes; no les estamos prestando toda nuestra atención
con genuina apertura y curiosidad. Debido a esto, no hay un sentido real
de conexión; parece que estamos pasando de largo.
Perderse. Nos «perdemos» aspectos importantes de nuestra experiencia; no
saboreamos ni apreciamos elementos importantes o agradables de lo que
estamos haciendo, por lo que el trabajo se vuelve decepcionante o
insatisfactorio. Es un poco como tratar de ver tu película favorita mientras
llevas gafas de sol oscuras, o recibir un masaje mientras llevas puesto un
traje de neopreno, o comer algo delicioso mientras tienes la lengua aún
entumecida por tu visita al dentista.
Hacer las cosas mal. Si deseas realizar bien cualquier actividad, desde
tocar la guitarra hasta conducir un coche, hacer el amor, cocinar la cena o
leer un libro, debes mantenerte concentrado en lo que estás haciendo.
Cuanto más distraído o desenfocado estés, peor harás lo que sea que estés
haciendo.
Puedes enfatizar fácilmente estos problemas superpuestos e interconectados
con la metáfora de las manos como pensamientos y sentimientos (capítulo
11). Cualquier categoría de fusión cognitiva (pasado, futuro, autoconcepto,
razones, reglas, juicios) puede resultar en separarse, perderse las cosas o
hacerlas mal. La evitación experiencial también puede dar lugar a
cualquiera de estas cosas o a todas ellas, y puedes resaltar esto con el
ejercicio de empujar el papel. En pocas palabras, cuando tus pensamientos y
sentimientos te enganchan (es decir, cuando respondes a ellos con fusión o
evitación), alejan su atención del resto de tu vida.
Es posible que tu cliente no se vea reflejado en los tres problemas ya
mencionados, pero seguramente se conectará con al menos uno o dos de
ellos. La transcripción que sigue muestra cómo puedes introducir estos
conceptos. En este caso, la clienta, dice que todavía está socializando
activamente, sin evadirse, y para todos los demás parece normal, pero ya no
lo disfruta; ella simplemente «hace los movimientos», se siente ansiosa y
deprimida.
Terapeuta: Mientras hablas con tu amiga, ¿qué te dice tu mente?
Clienta: Sabes, no estoy disfrutando esto. ¿Qué pasa conmigo? Soy
aburrida. O, ya sabes, sólo pienso en todos mis demás problemas.
Terapeuta: Y cuando estás enganchada a esos pensamientos, supongo que
es difícil enfocarte en tu amiga.
Clienta: Todavía puedo concentrarme.
Terapeuta: Por «enfocarte» no me refiero sólo a mirar, escuchar y
responder. Quiero decir, ¿estás prestando atención con genuina
curiosidad? ¿Estás realmente interesada en lo que tiene que decirte?
¿Estás involucrada en la conversación?
Clienta: No. (Parece triste). No, yo solía ser así.
Terapeuta: Es muy difícil hacerlo cuando estás enganchada a todos esos
pensamientos.
Clienta: Pero no son sólo mis pensamientos. Me siento como una mierda.
Me siento deprimida.
Terapeuta: Sí, y eso lo hace aún más difícil, ¿verdad? Porque tu atención se
dirige hacia adentro, hacia todos esos sentimientos desagradables que hay
en tu cuerpo. Es difícil que te concentres en tu amiga cuando te concentras
en lo mal que te sientes.
Clienta: ¿Qué estás diciendo? ¿Que ignore cómo me siento?
Terapeuta: En absoluto. ¿Alguna vez has tratado de ignorar una voz alta en
un restaurante o una radio que suena de fondo? (La clienta asiente). ¿Y
qué pasó?
Clienta: Me molestó aún más.
Terapeuta: Ya has intentado ignorar estos sentimientos. Y de distraerte. Y si
recuerdo correctamente, has tratado de deshacerte de mil y una otras cosas
más. (El terapeuta se refiere a una intervención de desesperanza creativa
anterior).
Clienta: Entonces, ¿qué se supone que debo hacer? ¿Sólo aguantar y
continuar?
Terapeuta: También has intentado hacer eso muchas veces. Y es agotador,
¿no? Creo que no quieres pasar de nuevo por ello.
Clienta: ¿Y qué más puedo hacer?
Terapeuta: Buena pregunta. Tal como estás ahora, estos pensamientos y
sentimientos siguen apareciendo… y generalmente, cuando lo hacen, te
enganchas a ellos y te sacan de lo que sea que estés haciendo, por lo que
no puedes involucrarte en lo que haces. Cuando estás con tus amigos y
familiares es como si estuvieras desconectada: estás tan enganchada a lo
que sucede dentro de ti que no puedes implicarte en lo que sucede a tu
alrededor.
Clienta: (Asintiendo). Es horrible.
Terapeuta: ¿Qué crees que pasaría si pudieras aprender a participar
realmente en las cosas, en lugar de engancharte?
Clienta: ¿Y cómo hago eso?
Terapeuta: Bueno, eso implica aprender algo que llamamos «habilidades
atractivas».
***
Ten en cuenta el suave reenmarcado que se realiza a lo largo de la
transcripción anterior. El punto de vista de la clienta es: «Mis pensamientos
y sentimientos son el problema». Desde esta perspectiva, la solución
siempre será: «Deshacerme de esos pensamientos y sentimientos». El
terapeuta puede replantear esto: «Cuando estás enganchada a tus
pensamientos y sentimientos, no puedes comprometerte o conectarte con
los demás». La solución que la ACT ofrece a este problema es
desengancharse de estos pensamientos y sentimientos y comprometerse
activamente con los demás en lugar de separarse de ellos.
Del mismo modo, cuando «perderse» es un impedimento importante para
el cliente, el terapeuta puede replantear el problema de la siguiente manera:
cuando estamos enganchados a nuestros pensamientos y sentimientos, nos
perdemos aspectos agradables, placenteros o satisfactorios de la
experiencia, y así se vuelve decepcionante o insatisfactoria.
Y si el problema es «hacer las cosas mal», el terapeuta puede replantearlo
de la siguiente manera: «Cuando estamos enganchados a nuestros
pensamientos y sentimientos, no podemos concentrarnos adecuadamente en
lo que estamos haciendo; nos distraemos, nuestra atención se desvía y no
hacemos las cosas bien».
Fomentar la atención flexible
Una vez que hayas introducido estos conceptos y hayas ayudado al cliente a
ver los costes de la atención inflexible, la esperanza es que esté más abierto
a las habilidades que revisaremos a continuación.
Involucrar, saborear y enfocar
Los tres antídotos contra separarse, perderse y hacer las cosas mal son
interesantes, sabrosos y centrados. Me resulta útil pensar en esto como tres
amplias clases de habilidades:
Habilidades atractivas. El objetivo de estas habilidades es participar
plenamente en tu actividad actual y conectarte de verdad con quien sea o
lo que sea que estés involucrado.
Habilidades para saborear. El objetivo es saborear, disfrutar y apreciar tu
actividad actual (si es algo potencialmente placentero o agradable).
Habilidades de enfoque. El objetivo es enfocarse en cualquier aspecto de
tu actividad actual que sea importante (para hacerlo bien) mientras
reduces, amplías, mantienes o reenfocas tu atención según sea necesario.
Obviamente, estas categorías se superponen y son algo intercambiables, y la
mayoría de los ejercicios formales fomentan al menos dos, si no las tres. Si
clasificas una habilidad particular como atractiva, sabrosa o enfocada,
dependerá en gran medida de: (a) lo que enfatizas durante el ejercicio y (b)
cómo lo vinculas a los problemas del cliente.
Sin embargo, ten en cuenta que las habilidades para saborear sólo se
aplican a actividades que son potencialmente placenteras: beber una taza de
té, comer un refrigerio, escuchar música, oler flores, mirar hermosos
paisajes u objetos… En marcado contraste, podemos involucrarnos y
concentrarnos incluso cuando no hay nada remotamente placentero acerca
de la actividad actual, como cuando tomamos medidas en situaciones
desafiantes y estresantes o hacemos una exposición formal a estímulos que
nos provocan miedo.
Cuando se trata de enseñar habilidades para saborear, me gusta comerme
conscientemente una pasa o beber agua, y para las habilidades de
concentración, a menudo utilizo el ejercicio de respiración clásico de
mindfulness o un escaneo corporal. Para los guiones y explicaciones de
estos ejercicios, consulta «Bits extra». Para enseñar habilidades
interesantes, mi ejercicio favorito es el de notar la mano, explicado en
detalle a continuación.
Enseñanza de competencias: Nota tu mano
Los clientes usan muchas expresiones diferentes para transmitir que la vida
no es satisfactoria. Pueden hablar de aburrimiento, trabajo pesado, tedio,
pasar de largo por las cosas, etc. A menudo, estas quejas se centran en la
interacción social con amigos, familiares y compañeros de trabajo. Por lo
tanto, queremos ayudar al cliente a participar plenamente en su experiencia
y a conectarse de manera genuina con las otras personas. (Por supuesto, no
siempre se trata de personas, puede tratarse de conectarse con la naturaleza
o con un perro, un gato o un canguro). Un ejercicio ideal para este propósito
es el notar la mano. Aunque una mano no es una persona, las preguntas
informativas relacionan claramente este ejercicio con el compromiso social
y allanan el camino para experimentos sociales útiles fuera de la sesión.
El ejercicio de notar la mano
Este ejercicio me lo inspiró mi hijo, cuando tenía unos diez meses y se
estaba descubriendo sus manos. Levantaba una manita frente a su rostro y
movía sus pequeños dedos, completamente fascinado por sus movimientos.
Y pensé, «Vaya, esto sería un gran ejercicio de mindfulness». Es imposible
apreciar la belleza y la simplicidad de este ejercicio simplemente leyendo el
guion, así que descárgate y escucha la grabación gratuita en «Extra bits».
Terapeuta: En un momento voy a pedirte que notes tu mano. Y quiero decir
que la notes realmente, que te fijes en ella como si nunca hubieras visto
una mano antes. Y voy a pedirte que la mires durante cinco minutos. Pero
antes de hacer eso, me gustaría saber qué piensa tu mente sobre los
próximos cinco minutos.
Cliente: Parece mucho tiempo.
Terapeuta: Sí. Y, sólo aventuro, ¿está tu mente prediciendo que va a ser
aburrido, tedioso, difícil, o algo así?
Cliente: (Risas). Sí, suena bastante aburrido.
Terapeuta: De acuerdo. Echemos un vistazo y veamos si ése es el caso. A
veces nuestra mente acierta al predecir cosas. Lo hace absolutamente bien.
Pero, muy a menudo, sus predicciones están un poco fuera de lugar.
Veamos qué sucede: comprueba si realmente es algo lento, tedioso y
aburrido.
(En el resto de esta transcripción, los puntos suspensivos indican pausas de
aproximadamente cinco segundos).
Terapeuta: Te invito a que te pongas en una posición cómoda. Y
simplemente vuelve una de tus manos con la palma hacia arriba y
mantenla a una distancia cómoda de tu cara. Y aporta tu sentido de la
curiosidad. Durante los próximos minutos, el objetivo es que observes tu
mano como si fueras un niño curioso que nunca ha visto una antes.
Comencemos con su forma. Traza mentalmente el contorno de tu mano,
comenzando en la base del pulgar, y resiguiendo una línea alrededor de
todos los dedos… y nota las formas de los espacios entre los dedos… y
nota dónde se estrecha la mano en la muñeca.
Y ahora, nota el color de su piel… nota que no es sólo un color… hay
diferentes tonos y sombras, y áreas moteadas… y, muy lentamente, estira
los dedos y empújalos hacia atrás a medida que avanzan, y nota cómo
cambia el color en su piel… y luego libera poco a poco la tensión, y nota
cómo vuelve el color… y haz esto una vez más, muy despacio, notando
que el color desaparece… y luego regresa…
Y ahora, nota las líneas grandes en tu palma… nota las formas que
adoptan donde se juntan o divergen o se cruzan… y amplía una de esas
líneas y nota cómo hay muchas líneas más pequeñas que se alimentan y se
ramifican hacia afuera…
Y ahora traslada tu atención a una de las puntas de los dedos… y nota el
patrón en espiral que hay ahí… el patrón que siempre ves en las huellas
digitales… y nota cómo el patrón no se detiene en la punta del dedo…
fíjate en que baja por el dedo… y síguelo directamente hacia abajo y nota
cómo continúa en la palma…
Y ahora, muy lentamente, acerca el dedo meñique hacia el pulgar… y
nota cómo la carne de la palma se contrae… y ahora sepáralos
lentamente… y nota que la carne recobra sus contornos normales…
Y ahora coloca la mano en una posición de golpe de karate… y observe
la diferencia entre la piel en la palma y la piel del reverso… y mira el
dedo índice, y nota que hay una especie de línea divisoria, donde esos dos
tipos de piel se encuentran…
Y, muy lentamente, vuelve la mano… y nota la piel del reverso… y nota
cualquier crítica o juicio que haga tu mente… nota las cicatrices, manchas
solares, pecas… y nota los diferentes colores de la piel… donde hay una
vena… o los nudillos…
Y, muy despacio, cierra la mano en un puño suave… y nota cómo
cambia la textura de la piel… y nota cualquier comentario que tu mente
haga sobre eso… y concéntrate en los nudillos… y gira el puño
suavemente y nota los contornos y valles de los nudillos…
Y ahora aprieta el puño y nota lo que les sucede a los nudillos… a su
color y a su relieve… y luego, lentamente, abre la mano, estira los dedos y
nota cómo los nudillos desaparecen…
Y ahora presta atención a una de las uñas… y nota la textura de la uña…
y los diferentes tonos de color… y nota dónde desaparece debajo de la
piel… y la cutícula que la sella… y ahora, muy lentamente, muy
suavemente, mueve los dedos hacia arriba y hacia abajo… y nota los
tendones moviéndose debajo de la piel… bombeando hacia arriba y hacia
abajo como pistones y bielas…
Y eso nos lleva a poco más de cinco minutos.
Cliente: (Asombrado). ¡Estás bromeando! ¿Esto han sido cinco minutos?
Terapeuta: Claro que sí. ¿Y ha sido lento, tedioso, aburrido?
Cliente: No. Ha sido realmente interesante.
Analicemos el ejercicio de notar la mano
Casi todos los que hacen ese ejercicio se sorprenden no sólo de lo rápido
que pasa el tiempo, parece que todo pasa en un abrir y cerrar de ojos, sino
también de lo fascinante que es su mano. Analicemos el ejercicio. Aquí son
especialmente útiles cuatro líneas de preguntas:
1. ¿Qué has descubierto sobre tu mano que era nuevo o interesante?
2. ¿Tu actitud hacia tu mano ha cambiado de alguna manera positiva?
3. ¿Te has enganchado a algún juicio negativo sobre tu mano? Si es así,
¿cómo ha afectado eso a tu actitud?
4. ¿Este ejercicio es relevante, y de qué manera si lo es, para tus
relaciones con otras personas?
En respuesta a la pregunta 1, muchos clientes informan que nunca se habían
fijado en la línea divisoria a lo largo del dedo índice, o la forma en que la
huella digital de la punta del dedo baja por todo el dedo, o la manera en que
la mano cambia de color todo el tiempo, y así sucesivamente.
En respuesta a la pregunta 2, muchos clientes informan cambios positivos
hacia la mano: les parece interesante, en lugar de «darla por algo sentado»,
y a menudo experimentan una sensación de aprecio o gratitud. Algunas
personas expresan interés en la mecánica compleja de la misma, mientras
que otras pueden sentir que quieren cuidarse la mano: ponerse un poco de
crema hidratante. Por lo general, pregunto: «¿Te sientes más conectado con
ella?». Y el cliente generalmente dice que sí, a lo que yo respondo en
broma: «¿Tu otra mano se ha sentido celosa?».
En respuesta a la pregunta 3, la mayoría de los clientes informa que, en
algún momento, se ha enganchado a juicios negativos: mi mano es gorda,
vieja, fea, un poco extraña, lo que lleva a una sensación de desconexión o
insatisfacción con la mano.
Todas estas líneas de consulta allanan el camino para la pregunta 4, en
respuesta a la cual los clientes a menudo comparten ideas sobre:
Con cuánta facilidad damos a los demás por sentado, perdemos el
interés por ellos, dejamos de prestarles atención, o de apreciar lo que
aportan a nuestras vidas.
Con cuánta facilidad nos enganchamos a los juicios de los demás, y
cómo eso afecta a nuestras relaciones.
El sentido de conexión que desarrollamos y la gran diferencia positiva
que resulta de prestar atención realmente y con verdadera curiosidad a
las personas.
A menudo es útil extrapolar estas reflexiones a la vida en general: cómo
todos damos por sentado las cosas y no las apreciamos, y cómo, cuando
realmente prestamos atención, la vida es mucho más interesante y
satisfactoria.
Para convertir este ejercicio en una actividad de tarea, podríamos
preguntar: «¿Qué podría pasar en tus relaciones más cercanas si prestaras
atención a tus seres queridos de la misma manera que lo has hecho con tu
mano? ¿Estarías dispuesto a intentarlo?». O, «La próxima vez que te sientas
aburrido, estresado, ansioso o atrapado en tu cabeza, ¿estarías dispuesto a
involucrarte en lo que sea que estés haciendo, como acabas de hacer con tu
mano y notar lo que sucede?». Entonces podemos entrar en detalles sobre
cuándo y dónde y con quién harán eso.
CONSEJO PRÁCTICO
La curiosidad es una cualidad clave de la mindfulness, por lo que es una buena idea explicitarla.
Las siguientes metáforas son útiles al respecto: «Observar como un niño curioso», «Observar
como un científico curioso», y «Observar como si nunca antes hubiera visto algo así».
Notar los sentimientos
Estar presente también implica notar nuestros sentimientos, emociones,
sensaciones, deseos e impulsos, que es un primer paso esencial hacia la
aceptación. Todavía nos faltan algunos capítulos para explorar cómo aceptar
el dolor y la incomodidad, y la razón por la que estamos tardando tanto en
llegar es que eso es algo muy difícil para la mayoría de las personas. Por lo
general, será mucho más fácil si primero revisamos el anclaje, la defusión,
los valores y la acción comprometida.
Sin embargo, podemos sentar las bases para la aceptación por adelantado,
a través de breves intervenciones de atención flexible, basadas en la
instrucción «Notar X». Una y otra vez durante nuestras sesiones, podemos
hacer preguntas como: «¿Notas lo que está sucediendo en tu cuerpo ahora
mismo?», «¿Qué sientes?», «¿Dónde sientes eso?», «¿Cómo es?», «¿Dónde
está el sentimiento más intenso?», «¿Cuál es la forma y el tamaño?», «¿Está
en la superficie o dentro de ti?», y así sucesivamente. De esta manera,
alentamos al cliente a que note sus sentimientos con franqueza y curiosidad:
un pequeño pero significativo paso hacia la aceptación.
Por supuesto, algunos clientes no están dispuestos a fijarse en sus
sentimientos. Esto generalmente indica altos niveles de evitación
experiencial: si quieres evitar tus sentimientos, ¡no quieres notarlos! Otros
clientes no pueden notar sus sentimientos debido a la disociación. Pero si
tus clientes pueden notar sus emociones, el siguiente paso es nombrarlas.
Podríamos preguntar: «¿Qué es esta emoción?», «¿Cómo llamarías a ese
sentimiento?», o «¿Hay algún otro sentimiento mezclado con ése?», y si los
clientes no pueden nombrar sus emociones, un déficit de habilidad
técnicamente llamado «alexitimia», tendremos que enseñarles cómo
hacerlo.
¿Enfoque estrecho o enfoque amplio?
Otro aspecto del desarrollo de una atención flexible es la ampliación y la
reducción del enfoque. Por ejemplo, si los clientes son propensos a
preocuparse y a reflexionar en exceso, es posible que desees alentar un
enfoque más limitado: hacer que participen en alguna actividad valiosa y
centren su atención principalmente en esa actividad. Pueden dejar que los
pensamientos vayan y vengan en la conciencia periférica mientras que
vuelven repetidamente su atención a la actividad misma. Por el contrario, si
el problema es el dolor crónico, es posible que desees alentar un enfoque
más amplio. Si bien el dolor se reconoce y se acepta, la conciencia se
amplía para abarcar los cinco sentidos, el entorno y la actividad actual. De
esa manera, el dolor se convierte en sólo un aspecto de una experiencia
mucho más amplia.
En la sesión, a menudo les pedimos a los clientes que se centren
principalmente en un aspecto de su experiencia privada, por ejemplo, en sus
pensamientos o en las sensaciones físicas de su cuerpo. Es importante que
se den cuenta de que esto simplemente es para enseñarles una habilidad. En
la vida cotidiana, la idea es que cuando surgen pensamientos y sentimientos
angustiosos, pueden ser aceptados como sólo un aspecto de la conciencia
(un actor entre muchos en un escenario bien iluminado) en lugar de
dominar completamente la conciencia (un artista que está de pie bajo un
foco que lo ilumina en un escenario oscuro).
Mantener presentes a los clientes
Cuando trabajamos con personas que tienen un alto nivel de evitación
experiencial o se disocian fácilmente (por ejemplo, muchos clientes con
problemas relacionados con traumas), es mejor comenzar con ejercicios que
se centren en el mundo externo. Pedimos a los clientes que noten, con
curiosidad y apertura, lo que pueden ver, escuchar y tocar en el mundo que
los rodea. Si el cliente está muy apático o se disocia fácilmente, anímalo a
que mantenga los ojos abiertos y reduce el tiempo del ejercicio.
Si nuestro cliente «se va» en una sesión, lo traemos de regreso: «Parece
que te he perdido. ¿Dónde estás?», o «Puedo equivocarme, pero tengo la
sensación de que no estás completamente presente en este momento.
Pareces un poco distante o preocupado», o «¿Puedo hablar contigo un
momento? Me doy cuenta de que estás mirando al suelo y creo que te has
quedado atrapado en una historia. ¿Estoy en lo cierto?». Una vez que
nuestro cliente está presente de nuevo, podríamos preguntarle: «¿A dónde te
ha llevado tu mente en ese momento?», o «Entonces, ¿cómo te has
enganchado?». Podemos aprovechar estas oportunidades para señalar,
compasiva y respetuosamente, con qué facilidad la mente nos saca de
nuestra experiencia.
Cuando nuestro cliente sigue a la deriva hacia el pasado o el futuro,
volviendo a contar una historia o repitiendo preocupaciones que ya hemos
escuchado muchas veces, podemos señalar respetuosamente lo que está
sucediendo e interrumpirlo. Si permanecemos sentados, no decimos nada y
permitimos que continúe, no lo estamos ayudando a él ni a nosotros
mismos; está inútilmente fusionado con sus preocupaciones o recuerdos, y
se está perdiendo el presente y, mientras tanto, nos aburrimos o nos
frustramos y perdemos la oportunidad de ayudarlo a desarrollar una
habilidad útil. Aquí hay un ejemplo de cómo podríamos hacer esto
utilizando la metáfora de pulsar pause (capítulo 5):
Cliente: ¡Esa perra! Aún no puedo creerlo. No puedo creerlo, diez años, ahí
estoy yo trabajando como un perro, mañana, mediodía y noche, mientras
ella está en casa follándose al vecino de al lado. Y luego, encima tiene las
pelotas de pedir la mitad de la casa.
Terapeuta: ¿Puedo pulsar pause aquí, por favor? Lamento interrumpirte.
Puedo ver que eso es muy doloroso para ti, y no puedo casi no comenzar a
imaginarme cómo debe de ser algo así. Al mismo tiempo, me pregunto si
has notado lo que está sucediendo aquí. Ya me has hablado de eso varias
veces con bastante detalle. ¿Hay algo útil en repasarlo nuevamente?
Cliente: (Pausa larga). En realidad, no. No.
Terapeuta: ¿Puedes notar cómo tu mente sigue enganchándote a eso?
¿Llevándote de regreso al pasado, de vuelta a todo ese dolor? ¿Es donde
quieres estar ahora?
Cliente: No. Pero no puedo dejar de pensar en ello.
Terapeuta: No me sorprende. Es algo muy doloroso para ti. No es que
puedas simplemente poner una cara feliz y pretender que no ha sucedido.
Cliente: Eso es correcto. Mis amigos dicen que debería superarlo, pero me
gustaría verlos intentarlo.
Terapeuta: Entonces, en lugar de tratar de detener los pensamientos, ¿qué
tal si practicamos para que te desenganches de ellos?
Creatividad
Te animo a ser creativo con los ejercicios que practiques en la sesión. No te
limites a los mismos ejercicios clásicos de mindfulness (como el escaneo
corporal, la respiración y comer uvas pasas). Estos ejercicios tradicionales
ya tienen su espacio seguro; sin embargo, hay muchas otras maneras de
enseñar estas habilidades. Así que sé juguetón e imaginativo; piensa fuera
de la caja. Por ejemplo, en plena sesión, he tenido a clientes que se
masajeaban cuidadosamente la piel de las manos con crema hidratante,
haciendo estallar una envoltura de burbujas, explorando atentamente un
libro (el sonido de las páginas, el olor del papel, las diferentes texturas de la
portada del libro y las páginas), escuchando atentamente una cortadora de
césped afuera de la habitación o el aire acondicionado dentro, oliendo flores
y examinando pétalos, escuchando atentamente su música favorita y
rastreando varios instrumentos, caminando conscientemente conmigo
afuera del edificio, estirándose plenamente conscientes… y eso es sólo para
empezar.
Así que inventa algunas prácticas de mindfulness propias. Dedica unos
minutos a pensar en esto: ¿qué tienes en tu sala de terapia (incluido todo lo
que el cliente trae con él) que podría convertirse en una «X» en la que
fijarse?
Tarea para los clientes
Para la tarea, pídeles a tus clientes que practiquen estar presentes. Pídeles
que realicen cualquier actividad conscientemente: lavar los platos, jugar con
los niños, conducir, arreglar el jardín, hacer ejercicio en el gimnasio,
ducharse, hacer una presentación en el trabajo, cepillarse los dientes, etc.
Puedes enfatizar la participación, el disfrute o el enfoque, o cualquier
combinación de los mismos, para que coincida con los principales
problemas de tu cliente.
Además, puedes sugerir una práctica formal de meditación de
mindfulness, como la respiración consciente o un escaneo corporal
consciente. Y no olvides que también puedes recurrir a todas las otras
técnicas que hemos desarrollado en capítulos anteriores, desde el punto de
elección hasta el anclaje. Por último, pero no menos importante, también
puedes darles a tus clientes una copia de la hoja de trabajo «Involucrar,
saborear y enfocar», que les brinda muchas ideas para convertir las
actividades cotidianas en oportunidades de capacitación de mindfulness
(consulta «Bits extra»).
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 17 de ACT Made Simple: The Extra Bits (descargable desde la página de
«Free Stuff» en www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás: (a) guiones para la respiración
consciente, para el escaneo corporal consciente y para beber agua conscientemente; (b) un
enlace para descargar una grabación del ejercicio de notar la mano; (c) la hoja de trabajo
«Involucrar, saborear y enfocar»; (d) una explicación sobre «El terapeuta consciente»; (e)
algunos consejos sobre cómo aplicar todo esto a clientes con bajo estado de ánimo que
reflexionan en exceso y se preocupan; y (f) cómo usar la aplicación ACT Companion para
fomentar este proceso.
Habilidades
Bien, ya conoces el ejercicio: basta de charla entonces, e invierte el tiempo
en practicar:
Lee todos los ejercicios, metáforas y otras intervenciones en voz alta
como si estuvieras en la sesión con el cliente (o al menos ensáyalos
mentalmente).
Revisa los casos de dos de tus clientes e identifica cuándo y cómo
pierden el contacto con el momento presente: se preocupan, reflexionan
en exceso, se disocian, se «escapan» mediante drogas o alcohol, etc.
Reflexiona sobre ti mismo: ¿cuándo y dónde te separas, te pierdes o
haces las cosas mal? ¿Cómo te dejas llevar durante tus sesiones de
terapia? (como hacemos todos a veces). ¿Cómo aleja tu mente su
atención de tu cliente? ¿Con qué frecuencia quedas atrapado pensando
qué hacer a continuación o juzgándote a ti mismo y, por lo tanto,
desconectado de él?
Practica las actividades descritas en la hoja de trabajo «Involucrar,
saborear y enfocar» y observa lo que sucede.
Planifica algunas prácticas creativas de mindfulness para realizarlas en
las sesiones con tus clientes.
Para llevar
Ponerse en contacto con el momento presente (atención flexible) juega un
papel importante en cada sesión de ACT. Para facilitar una atención
flexible, la instrucción básica es «Notar X», donde X es cualquier cosa que
esté aquí en este momento. Éste es el primer paso tanto de la defusión como
de la aceptación: notar a lo que estás fusionado o lo que estás evitando. Los
principales costes de la atención inflexible son separarse, perderse las cosas
y hacerlo mal, y las habilidades para revertir esto son aquellas que hemos
llamado «atractivas», «para saborear» y «enfocadas». Es muy gratificante
ayudar a nuestros clientes a hacer este cambio, así que fíjate cuando sucede
y disfrútalo.
CAPÍTULO 18
Abrázate amablemente
El arte de la autocompasión
La vida es dura. La incómoda verdad es que, si vivimos lo suficiente,
experimentaremos una gran cantidad de dolor. El dolor nos visita
repetidamente, vestido con ropas diferentes; pero no importa lo que lleve
puesto, una cosa es segura: siempre hace daño. Y la mayoría de nosotros no
manejamos bien nuestro dolor. Casi siempre, nuestra configuración
predeterminada es: (a) luchar contra el dolor o evitarlo, (b) permitir que nos
domine o derrotarlo, (c) tratar de negarlo o descartarlo, o (d) culparnos,
juzgarnos y criticarnos a nosotros mismos. Una respuesta que no es natural
para la mayoría de nosotros es reconocer nuestro dolor y tratarnos con
genuina amabilidad y cuidado. El nombre de esta manera de responder es
«autocompasión».
Sin embargo, la ACT no te dice cuáles deberían ser tus valores o qué
valores son correctos o son los mejores; más bien, te ayuda a identificar tus
propios valores centrales desde lo más profundo. Al mismo tiempo, hay un
valor que infunde todos los aspectos del modelo de la ACT: la compasión.
La compasión es un concepto enorme, complejo y de múltiples capas, y (al
igual que para la mindfulness) no existe una definición universalmente
aceptada del término. Sin embargo, si queremos simplificar las cosas,
podemos definirlo en sólo siete palabras: «reconocer el dolor y responder
con amabilidad».
En otras palabras, la compasión significa que reconocemos el dolor y el
sufrimiento de los demás y respondemos con genuina amabilidad y afecto.
Estas respuestas pueden incluir un comportamiento abierto (decir y hacer
cosas físicamente para ser activamente amables, cariñosos y para servirles
de apoyo a las personas que sufren dolor) o un comportamiento encubierto,
como rezar, hacer una meditación de bondad amorosa o empatizar y pensar
amablemente sobre ellos. Y la autocompasión significa respondernos de
esta manera a nosotros mismos. (Pero ten en cuenta que la autocompasión
es mucho más que simplemente «ser amable contigo mismo». A menudo es
muy desafiante: un gran acto de coraje).
En mi experiencia, un buen número de clientes reacciona negativamente
al término «autocompasión», al menos inicialmente. El término puede traer
connotaciones relacionadas con la religión, el budismo, el misticismo o
simplemente sonar «no científico». Puede desencadenar pensamientos de
juicio relacionados con el Flower power, la New age, el «tacto sensible» o
directamente con la «mierda hippie». Puede juzgarse como un signo de
debilidad o de ser afeminado. Por lo tanto, para ir a lo seguro, a menudo no
utilizo el término hasta que los clientes hayan aprendido cómo hacerlo. En
cambio, con frecuencia presento el concepto con la metáfora de los dos
amigos.
La metáfora de los dos amigos
Terapeuta: Supón que estás pasando por un mal momento, uno realmente
difícil. Tienes todo tipo de problemas y dificultades, y casi todo lo que
puede salir mal te sale mal. En otras palabras, la vida es una mierda.
Ahora que estás pasando por esto, ¿qué tipo de amigo te gustaría tener a
tu lado?
¿Te gustaría el tipo de amigo que dice: «Ah, cállate. Deja de quejarte.
No quiero escuchar nada más sobre eso. ¿Qué demonios te pasa para
quejarte tanto? Hay gente mucho peor que tú. Eres sólo un niño grande y
débil. Aguántate y sigue adelante»?
¿O te gustaría el tipo de amigo que dice: «Eso es realmente duro. Con lo
que estás pasando en este momento, cualquiera lo estaría pasando mal.
Así que quiero que sepas que estoy aquí para lo que quieras. Te apoyo.
Estamos en esto juntos. Estoy contigo en cada paso del camino»?
En mi experiencia, los clientes siempre eligen al segundo amigo en vez de
al primero. Así que podemos decir: «Por supuesto que preferirías al
segundo. Entonces la pregunta es, ¿qué tipo de amigo eres para ti mismo
cuando pasas por esto? ¿Eres más como el primero o como el segundo?».
Esta simple metáfora proporciona fácilmente el significado de la
autocompasión, sin usar nunca el término mismo. Probablemente puedas
pensar en muchas maneras de empezar desde aquí; la vía que tomo a
menudo es la siguiente: «¿Podemos tomarnos unos minutos para hablar del
tipo de cosas que sueles decir y hacerte a ti mismo cuando sientes dolor, y
ver en qué categoría de amigo te encuentras: amable y solidario, o duro e
indiferente?».
Para muchos clientes, hay poco o nada que caiga en la categoría de amigo
amable y solidario. Casi todo lo que hacen cae en la categoría de amigo
duro e indiferente. De vez en cuando, puedes encontrar cierta confusión en
torno a esto, como el cliente que piensa que emborracharse o drogarse es
una forma de amabilidad porque le alivia el dolor. Si tu cliente dice algo de
ese estilo, deberás validar que esas conductas alivian el dolor, pero no son
buenas maneras de tratar su cuerpo; un amigo verdaderamente amable y
afectuoso le ofrecerá un apoyo que no comprometa su salud y bienestar.
Luego podemos continuar explorando: «¿Cuáles son las cualidades de un
buen amigo, de un verdadero amigo que te apoya en los momentos difíciles
al tiempo que reconoce lo difíciles que son las cosas para ti?».
Con esta línea de investigación amable, generalmente llegamos enseguida
a los valores de apoyo, cuidado y amabilidad, así como a otras cualidades
de un «buen amigo». El siguiente paso es ayudar al cliente a poner en
práctica estos valores: convertirse en un buen amigo para uno mismo en su
momento de necesidad.
Los seis bloques de construcción de la autocompasión
Kristin Neff, la investigadora más importante del mundo en el tema,
deconstruye la autocompasión en tres elementos principales: mindfulness,
amabilidad y «humanidad común», que es el reconocimiento de que nuestro
sufrimiento es algo que compartimos con todos los humanos (Neff, 2003).
Cuando intenté trazar por primera vez la autocompasión en los términos de
la ACT, me quedé con la tríada de Neff, pero, a lo largo de los años, la he
expandido de tres a seis elementos, que podemos considerar como los
«bloques de construcción» de la compasión. En cualquier sesión, podemos
jugar con solo un bloque, o bien apilar varios (o incluso todos) juntos. No
hay una secuencia fija que debamos seguir, y el potencial para diferentes
combinaciones es enorme.
1. Reconoce la herida.
Tomémonos el tiempo necesario para reconocer que estamos sufriendo:
para notar y nombrar nuestros pensamientos y sentimientos difíciles y
las situaciones que los desencadenan. Éste es un aspecto importante de
la atención flexible. Con demasiada frecuencia, pasamos
instantáneamente al modo de evitación: nos distraemos, nos
insensibilizamos o intentamos escapar de nuestro dolor de manera
desadaptativa.
2. Sé humano.
Validemos nuestro dolor como una parte natural y normal del ser
humano. Nuestros pensamientos y sentimientos dolorosos no son un
signo de debilidad, defecto o enfermedad mental. Son recordatorios de
que somos humanos y nos importa. Esto es lo que siente un ser humano
vivo y afectuoso cuando encuentra dificultades en la vida.
3. Desarma al crítico.
Cuando fallamos, somos rechazados o cometemos errores; cuando nos
encontramos actuando de maneras que no aprobamos; cuando creemos
que hemos contribuido a nuestra brecha de realidad, la tendencia natural
de nuestra mente es golpearnos. A la mente le gusta sacar un palo grande
y golpearnos cuando ya estamos deprimidos. Puede decirnos que no
estamos siendo lo suficientemente fuertes, o que deberíamos estar
manejando mejor las cosas, o que otros están mucho peor que nosotros,
por lo que realmente no tenemos nada de qué quejarnos. Puede decirnos
que nos controlemos o que pongamos en orden nuestras cosas. Incluso
puede decirnos que somos patéticos o que no podemos hacer otra cosa
que culparnos de lo que ha sucedido. Así que utilicemos nuestras
habilidades de defusión para quitarle el poder a toda esa dura autocrítica.
4. Abrázate amablemente.
En el núcleo de la autocompasión está el valor de la bondad. Cuando la
vida es difícil, cuando estamos sufriendo mucho, necesitamos más
apoyo y amabilidad que nunca. Entonces hablemos amablemente con
nosotros mismos; démonos mensajes amables de apoyo y comprensión.
Y cuidemos de nosotros mismos con genuina amabilidad, con gestos
sabios y acciones que nos ayuden a superar estos tiempos difíciles, al
mismo tiempo que cuidamos nuestra salud y bienestar.
5. Haz espacio para tu dolor.
Cuando practicamos la apertura y hacemos espacio para nuestro dolor
(como en el capítulo 22), éste es un acto de bondad en sí mismo. Libera
nuestro tiempo y energía para que podamos invertirlos en actividades
que mejoren la vida, en lugar de en luchas inútiles contra nuestro dolor.
(Y es mucho más amable que muchas de las cosas autodestructivas que
hacemos cuando tratamos de escapar de nuestro dolor).
6. Mírate en los demás.
Si miramos a nuestro alrededor con los ojos abiertos, descubriremos que,
en todas partes, las personas están luchando y sufriendo de manera muy
similar a la nuestra. Si podemos reconocer su dolor y empatizar con él, y
reconocer que es parte del hecho de ser humano y darnos cuenta de que
la vida hiere a todo el mundo (no importa cuán privilegiados puedan
ser), entonces podemos desarrollar un sentido de «humanidad común»,
es decir, una sensación de que no estamos solos en nuestro sufrimiento,
una sensación de que somos parte de algo mucho más grande.
Muchos caminos hacia la autocompasión
Debido a que la autocompasión se relaciona con todos los aspectos de la
ACT, encontrarás uno o más de los seis bloques de construcción en medio
de muchas de las herramientas y técnicas en la mayoría de los capítulos. Y
más tarde, cuando veamos las diferentes maneras de trabajar con la
aceptación, verás que muchas de ellas implican autocompasión. Existen
muchas técnicas diferentes para desarrollar la autocompasión, y todas nos
envían el mismo mensaje básico: veo que estás sufriendo, me preocupo por
ti y quiero ayudarte. A continuación, te presentaré mi práctica de
autocompasión favorita de todos los tiempos, el ejercicio de la mano
amable, y luego te daré algunos consejos para crear tus propios ejercicios.
El ejercicio de la mano amable
El siguiente guion es para que lo utilices tú mismo, así que no sólo debes
leerlo sino realizarlo activamente.
Un recordatorio rápido: adapta cada ejercicio a tus clientes. Algunas
personas pueden preferir colocar las dos manos sobre el cuerpo: una sobre
el corazón y la otra sobre el abdomen. Algunas podrían preferir envolverse
en sus brazos, abrazarse a sí mismas. Es posible que algunos clientes no
deseen tocar su cuerpo, especialmente si están fusionados con juicios duros
al respecto o si el hecho de tocarse les provoque sentimientos dolorosos
(por ejemplo, asco) o recuerdos (por ejemplo, abusos sexuales). En estos
casos, podrían descansar las manos en el regazo, o hacer que se ciernan
sobre el cuerpo, imaginando una energía cálida y amable que se irradia
desde las palmas hacia el corazón, y desde allí, extendiéndose por todo el
cuerpo a las áreas del dolor o del entumecimiento.
***
Terapeuta: Te invito ahora a encontrar una posición cómoda en la que estés
conectado a la tierra y alerta. Por ejemplo, si estás sentado en una silla,
puedes inclinarte ligeramente hacia adelante, enderezar la espalda, dejar
caer los hombros y presionar suavemente los pies contra el suelo.
Ahora recuerda un problema contra el que estés luchando.
Tómate unos minutos para reflexionar sobre la naturaleza de ese
problema: recuerda lo que sucedió, considera cómo te está afectando y
piensa en cómo podría afectar a tu futuro.
Y mientras haces esto, observa qué pensamientos y sentimientos
difíciles surgen. Aproveche la curiosidad y nota en qué parte de tu cuerpo
sientes ese dolor. (¿Está en la cabeza, en el cuello, en los hombros, en la
garganta, en el pecho, en el abdomen, en los brazos, en las piernas?).
Observa como si fueras un niño curioso que descubre algo totalmente
nuevo y fascinante: ¿dónde está exactamente y cómo es?
Ahora elige una de tus manos, vuelve la palma hacia arriba y tómate un
momento para conectarte con las veces que has usado esa mano de
manera amable. Tal vez has sostenido la mano de un ser querido que
sufría; o le frotaste la espalda, o le diste un abrazo de apoyo. O tal vez has
abrazado y mecido a un bebé que lloraba. O tal vez has usado esta mano
para ayudar a un amigo con alguna tarea difícil.
Ve si puedes llenar la mano ahora con el mismo sentido de cuidado,
apoyo y amabilidad. Imagínatela llenándose de energía cálida y amable.
Ahora coloca la mano, lenta y suavemente, en la parte de tu cuerpo que
más te duela. (¿Quizá sientes el mayor dolor en el pecho o en la cabeza,
en el cuello o en el estómago?) Donde el dolor sea más intenso, coloca allí
la mano.
(Si estás entumecido, coloca la mano sobre la parte que sientes más
adormecida. Y si no sientes dolor ni entumecimiento, entonces apoya
suavemente la mano en el corazón).
Deja que la mano descanse allí, ligera y suavemente; siéntela contra tu
piel o contra tu ropa. Y siente el calor que fluye de tu palma hacia tu
cuerpo y se extiende en todas las direcciones, de arriba abajo.
Y donde sea que encuentres un área de dolor u opresión o tensión, deje
que esa energía cálida y amable actúe, e imagina que esa incomodidad de
tu cuerpo se ablanda: se afloja, se relaja y abre mucho espacio. Si estás
entumecido, entonces ablanda y afloja la zona de ese entumecimiento.
(Y si no sientes ni dolor ni entumecimiento, entonces imagínatelo como
quieras. Puedes imaginar que, en un sentido mágico, tu corazón se está
abriendo, por ejemplo).
Mantén su dolor o entumecimiento muy suavemente. Sostenlo como si
fuera un bebé que llora, o un cachorro que gime, o una obra de arte frágil
y de valor incalculable.
Infunde esta acción con cuidado y calidez, como si estuvieras
contactando con alguien que te importa.
Deja que la amabilidad fluya de tus dedos hacia tu cuerpo.
Ahora usa ambas manos en un gesto amable. Coloca una mano sobre el
pecho y la otra sobre el estómago. Deja que ambas descansen suavemente
y abrázate con amabilidad.
Y mientras descansas en ese espacio de calidez y amabilidad, tómate un
momento para considerar que ese dolor (o entumecimiento) es parte de ser
humano. No es una señal de que algo va mal en ti, sino de que eres un ser
humano vivo y afectuoso. Esto es lo que sienten los humanos que se
preocupan cuando la vida es difícil; nos duele (o nos encerramos en
nosotros mismos y nos quedamos entumecidos). Esto es algo que tienes
en común con todos los seres humanos del planeta. Es una parte de quien
eres, una parte de ser humano y de tener un corazón.
Tómate el tiempo que desees para estar así, conectado contigo mismo,
cuidándote, aportando comodidad y apoyo. Continúa durante el tiempo
que desees: cinco segundos o cinco minutos, no importa. Es el espíritu de
amabilidad lo que cuenta cuando haces este gesto, no la duración del
mismo.
***
Personalmente, me encanta este ejercicio. Lo uso con frecuencia en mí
mismo y, a lo largo de los años, lo he practicado con casi todos mis clientes,
tarde o temprano. (¡Y si alguna vez vienes a uno de mis talleres, lo haré
contigo también!) Una vez que hayas practicado el ejercicio anterior en ti
mismo (por favor, no lo omitas), te recomiendo que lo leas de nuevo, y
observes cómo incorpora los seis bloques de construcción.
Por supuesto, este ejercicio no funciona para todos; ninguna herramienta o
técnica lo hace nunca. Si tu cliente, por una razón u otra, no logra generar
una sensación de amabilidad, es probable que te mire con una expresión
nada impresionada y te pregunte: «¿Se supone que debo sentir algo?». Si
esto sucede, generalmente indica que la autocompasión es un concepto
extraño para esa persona, y tendrás que trabajar en ello poco a poco a través
de intervenciones breves y suaves como se describe en la siguiente sección.
Crear tus propios ejercicios de autocompasión
Los ejercicios de autocompasión pueden ser muy breves. No tienen que
incluir intervenciones meditativas largas y formales. Pueden centrarse en
cualquiera o en los seis bloques de construcción. Utiliza las siguientes
sugerencias para que tu creatividad fluya y veas si puedes llegar a tus
propias intervenciones de autocompasión.
Reconoce el dolor amablemente. Reconoce, con palabras amables y un
tono cálido y afectuoso en tu voz interior: «Esto es realmente doloroso», o
«Esto es realmente difícil», o «Esto duele», o «Noto tristeza», o «Tengo
un sentimiento de vergüenza», o «Éste es un momento de sufrimiento».
Ésta es probablemente la más rápida y sencilla de todas las técnicas de
autocompasión. Sé creativo con ella. Puedes usar cualquier expresión que
te guste para reconocer sin prejuicios la presencia del dolor. Después de
este reconocimiento, el siguiente paso es decir algo que facilite la
amabilidad contigo mismo: ya sea una frase como: «Voy a ser amable
conmigo mismo», o «Puedo tratarme amablemente», o una sola palabra
como «Amable» o «Bondad».
Añade un gesto amable. Es fácil agregar un gesto amable a la intervención
anterior, por ejemplo, colocando una mano suave y amablemente sobre el
dolor o el entumecimiento; o descansando la mano de manera suave sobre
el pecho, el abdomen o la frente; o masajeando un área de tensión en el
cuello, los hombros o las sienes.
Añade aceptación. Alternativamente, es fácil agregar un simple
movimiento de aceptación, como respirar dentro y alrededor del dolor, o
echar el ancla y expandir la conciencia, notando qué más está presente
además del dolor (sin distraerse de él).
Añade defusión. Del mismo modo, es fácil agregar un movimiento de
defusión simple, como notar y nombrar: «Aquí está mi mente
golpeándome de nuevo. Y, aun así, voy a ser amable conmigo mismo», o:
«Vaya, aquí hay una historia que no es lo suficientemente buena», o:
«Estoy pensando que soy un perdedor».
Añade imágenes amables. Hay muchos ejercicios de autocompasión que
incluyen imágenes amables:
Imagina una cálida luz curativa entrando en las partes de tu cuerpo
donde más le duele, para aliviarlas y curarlas.
Imagina que alguien que es una fuente de amor y bondad (por ejemplo,
un amigo, un pariente, una figura histórica como Gandhi o Mandela, un
personaje de ficción, o una figura espiritual/religiosa) que llega a ti con
palabras o gestos compasivos.
Varias formas de imaginería acerca del «niño interior» (consulta «Bits
extra»).
Añade un sentido de «humanidad común». Por último, pero no menos
importante, es fácil agregar un movimiento simple que ayude a la
conexión con los demás: «Esto es algo que tengo en común con todos los
demás. Todo el mundo siente dolor a veces», o «Esto demuestra que soy
humano. Todos nos equivocamos y cometemos errores/somos
rechazados/fallamos en las cosas/experimentamos desilusión», o «Es
difícil ser humano a veces. ¡Muchas personas en el planeta se han sentido
así a veces!», o «Esto demuestra que soy humano. Todos los humanos
sienten dolor cuando la vida es dura».
Barreras a la autocompasión
Como cualquier aspecto del modelo de la ACT, encontraremos barreras
para la autocompasión. Como se mencionó anteriormente, una de estas
barreras a menudo son las reacciones negativas a la palabra misma.
Podemos lidiar con eso con bastante facilidad evitando el término
«autocompasión» y haciendo un buen uso de la metáfora de los dos amigos.
Otra barrera es la falta de claridad. El cliente se pregunta: «¿Cómo me va
a ayudar esto?». Una vez más, nos ocupamos de este problema siendo
claros desde el principio sobre el propósito y los beneficios potenciales, y
vinculándolos a los objetivos terapéuticos del cliente. El punto de elección
realmente puede ayudar con esto, de la siguiente manera:
Terapeuta: Entonces, cuando te tratas a ti mismo como lo haría un amigo
duro e indiferente, ¿eso es un movimiento hacia adelante o hacia atrás?
Cliente: Hacia atrás. Pero no puedo evitarlo.
Terapeuta: Sí, ahora mismo, no puedes evitarlo. Es una respuesta
automática que has estado dándote durante años. Sucede
instantáneamente, antes de que te des cuenta. Así que me pregunto si tal
vez te gustaría cambiar eso. Aprender otra manera. Me pregunto, si
pudiéramos hacer un trabajo para aprender a tratarte más como lo haría un
amigo amable y afectuoso, ¿te sería útil?
Cliente: No lo sé. ¿Cómo me ayudaría eso?
Terapeuta: Buena pregunta. Veamos tu experiencia. Algunas de las cosas
principales que deseas obtener de nuestro trabajo juntos son XYZ (el
terapeuta recapitula los objetivos de comportamiento del cliente para la
terapia). Ahora, cuando te tratas como lo haría un amigo duro e
indiferente, ¿eso te ayuda a hacer estas cosas?
Cliente: Generalmente no.
Terapeuta: Entonces, si intentas un enfoque diferente, es decir, tratarte
como lo haría un amigo amable y afectuoso, ¿te resultaría más fácil hacer
esas cosas?
Cliente: No estoy seguro.
Terapeuta: Yo tampoco, para ser sincero. Como sigo diciendo, lo que
hacemos aquí es un experimento. Nunca sé con certeza qué sucederá.
Quiero decir, puedo decirte que hay mucha investigación científica que
demuestra que muchas personas obtienen enormes beneficios de aprender
a tratarse a sí mismas de esta manera; se vuelven más resistentes, soportan
mejor el estrés y tienen una mayor sensación de bienestar. Y al mismo
tiempo, no puedo garantizar que eso te suceda a ti. Espero que lo haga;
creo que lo hará; y siempre es un experimento. ¿Estás dispuesto a
intentarlo, aunque tu mente siga diciéndote que no puedes hacerlo y que
no funcionará?
***
A veces, un cliente insiste en que ser duro consigo mismo es una buena
manera de motivarse y le preocupa que si es amable consigo mismo pueda
caer en patrones autodestructivos. Una respuesta útil a esto es la clásica
metáfora de…
Burros, zanahorias y palos
Terapeuta: (Con humor, juguetón). Supongamos que tienes un burro como
mascota, ¿de acuerdo? Y cada semana lleva tus mercancías al mercado.
Existen dos maneras de motivar al burro. Una opción es golpearle con un
palo. Esto funciona bien. Garantizado para mover cualquier burro. Pero
otra opción es motivar al burro con zanahorias. Lleva la carga por un
tiempo, recibe una zanahoria. La lleva un poco más, consigue otra. Y esto
funciona tan bien como el palo. Pero, con el tiempo, si utilizas mucho ese
palo, acabas con un burro bastante miserable. Por otro lado, si motivas al
burro con zanahorias, terminas con un burro feliz y saludable (y con muy
buena visión nocturna).
Ahora, obviamente, los humanos no son burros. Pero a menudo tratamos
de motivarnos a base de palos. Y eso es realmente lo que estás haciendo,
¿no? Ser duro contigo mismo, golpearte. Eso seguro que te motiva. Pero
¿a veces no te sientes un poco como ese burro maltratado y magullado?
La buena noticia es que, cuando se trata de motivación, los humanos
tienen algo mucho más efectivo que las zanahorias; tenemos algo llamado
«valores».
***
Como puedes ver, esta metáfora se convierte fácilmente en trabajo sobre
valores y acciones comprometidas. La mayoría de las demás barreras a la
autocompasión se encuentran bajo los encabezados de fusión y evitación:
Fusión. Los intentos de fomentar la autocompasión a veces pueden
desencadenar la fusión, especialmente en clientes con un odio a sí mismos
profundamente arraigado. Esto a menudo se muestra como un aumento en
el duro autojuicio o en comentarios como: «No soy digno», o «No
merezco amabilidad».
Evitación experiencial. La autocompasión a menudo desencadena
emociones dolorosas, especialmente ansiedad, tristeza, culpa o vergüenza.
(Y a los clientes con un intenso odio a sí mismos, con frecuencia les
provoca niveles extremadamente altos de miedo y ansiedad). Los clientes
desean evitar estas emociones dolorosas, por lo que, para hacerlo, evitan
la autocompasión en sí.
Los principales antídotos para estas barreras, al menos al principio de la
terapia, generalmente son el anclaje y la defusión. Por supuesto, más
adelante en la terapia, cualquier proceso de la ACT puede utilizarse para
abordar estas barreras, según corresponda.
BITS EXTRA
Dirígete al capítulo 18 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au) para disponer de: (a) guiones para ejercicios adicionales de
autocompasión, (b) cómo manejar las reacciones difíciles de los clientes, (c) cómo puede
ayudar la aplicación ACT Companion, (d) imaginario del niño interior y (e) una mirada al
perdón.
Habilidades
La compasión es un gran tema, por lo que, si deseas saber más al respecto,
te recomiendo el libro The ACT Practitioner’s Guide to the Science of
Compassion de Dennis Tirch, Benjamin Schoendorff y Laura R. Silberstein
(2014). También es posible que desees leer The Reality Slap (Harris, 2012),
mi libro de autoayuda sobre el enfoque de la ACT para el dolor y la
pérdida, que se centra principalmente en la autocompasión.
Asimismo, te animo a:
Desarrollar tu propio ejercicio breve de autocompasión, incorporando
algunos o los seis componentes básicos, y a practicarlo a diario.
Tomarte un breve «descanso de autocompasión»: cuando hayas tenido
una de esas sesiones de terapia realmente estresantes o molestas (que
todos tenemos a veces), antes de volver al trabajo (hacer esas llamadas,
escribir esas notas, ver al siguiente cliente), tómate dos o tres minutos
para llevar a cabo una versión breve de tu ejercicio y observar las
mejoras que ello implica.
Para llevar
La compasión reside en todos los aspectos de la ACT, y la autocompasión
es una parte vital de la terapia. Podemos pensar en la autocompasión como
en seis componentes básicos y podemos trabajar con cualquier número de
ellos, en cualquier combinación, para ayudar a los clientes a desarrollar esa
poderosa habilidad. Como terapeutas, nuestro trabajo a menudo es
desafiante y doloroso, especialmente cuando nuestros clientes no responden
a nuestros mejores esfuerzos: cuando permanecen estancados, o empeoran,
de una sesión a otra. Así que asegurémonos de practicar la autocompasión
en nosotros mismos y ayudar a nuestros clientes a desarrollarla.
CAPÍTULO 19
Saber lo que importa
El lecho de roca de la ACT
Todo el modelo de la ACT tiene un objetivo principal: desarrollar la
capacidad de acción consciente y guiada por valores, técnicamente
conocida como «flexibilidad psicológica». Cuanto más desarrollamos esta
capacidad, mayor es nuestro potencial para vivir una vida rica y
significativa. Y este resultado deseado es el que motiva todo lo que
hacemos en la ACT. No queremos que nadie acepte el dolor, practique la
defusión o se exponga a situaciones desafiantes a menos que sirva para
hacer que su vida sea más rica y plena. Entonces, ¿qué son, de hecho, los
valores?
Los valores en pocas palabras
En lenguaje sencillo: Los valores son palabras que describen cómo queremos comportarnos en
este momento y de manera continua. En otras palabras, los valores son los deseos más profundos
de tu corazón sobre cómo quieres comportarte, cómo quieres tratarte a ti mismo, a los demás y al
mundo que te rodea.
Objetivo: Aclarar nuestros valores para que podamos utilizarlos como una guía continua, tanto
para el comportamiento abierto como para el encubierto. Podemos utilizarlos como inspiración,
motivación y orientación para ayudarnos a hacer las cosas que les dan a nuestras vidas un
sentido de significado o propósito.
Sinónimos: Direcciones de vida elegidas; lo que quieres defender; cualidades personales
deseadas..
Método: Distinguir valores de objetivos; ayudar a los clientes a conectarse y a aclarar sus
valores para que puedan utilizarlos para inspirar, motivar y guiar el comportamiento continuo.
Cuándo usarlo: Cuando se busca orientación desde adentro; cuando falta motivación para la
acción; como guía para establecer metas y planes de acción; para facilitar la aceptación; para
agregar riqueza, satisfacción y significado a la vida.
Algunos protocolos de la ACT no funcionan explícitamente en los valores
hasta que cubren la defusión, la aceptación, el momento presente y el yo
como contexto. Sin embargo, otros comienzan con valores clarificadores
por adelantado. Hay ventajas y desventajas de ambos enfoques. Por un lado,
la solución de valores a menudo desencadena la fusión y la evitación; por lo
tanto, algunos clientes no podrán o no estarán dispuestos a explorar valores
en profundidad hasta que primero desarrollen habilidades de aceptación y
defusión. Por otro lado, algunos clientes no estarán motivados para hacer el
trabajo duro de la terapia a menos que primero se pongan en contacto con
sus valores.
Para tener una idea del primer enfoque, puedes leer mi libro de autoayuda
The Happiness Trap (Harris, 2007), que lleva al lector paso a paso por el
camino más tradicional de la desesperanza creativa primero, seguido de las
habilidades de mindfulness y luego de valores y acción. Para tener una idea
del segundo enfoque, es posible que desees consultar ACT with Love
(Harris, 2009b), mi libro de autoayuda para problemas de relaciones
personales.
En este capítulo, exploraremos varias maneras de llegar a los valores y
trabajar con ellos y, a medida que leas, tu mente puede imaginar muchas
maneras diferentes en las que los clientes podrían responder negativamente.
La verdad es que casi cualquier cosa que puedas imaginar podría salir
mal… ¡Tarde o temprano, probablemente, lo hará! Entonces, en el próximo
capítulo, «¿Qué pasa si nada importa?», veremos las barreras comunes que
entorpecen el trabajo con los valores y cómo superarlas.
Tres aspectos importantes de los valores
Cuando describo los valores a mis clientes, les digo algo como: «Los
valores son los deseos más profundos de nuestro corazón sobre cómo
queremos comportarnos; cómo queremos tratarnos a nosotros mismos, a
otras personas y al mundo que nos rodea. Describen lo que queremos
defender en la vida, cómo queremos actuar, qué tipo de persona queremos
ser, qué tipo de fortalezas y cualidades queremos desarrollar». A menudo
describimos los valores como una brújula interna: nos dan orientación, nos
ayudan a encontrar una dirección, a mantener el rumbo y a encontrar
nuestro camino nuevamente cuando nos salimos de él.
A medida que leas más libros sobre la ACT, hallarás varias definiciones
diferentes de valores, y algunas de las técnicas son bastante complejas. Ésta
es la que creo que es más fácil de manejar: los valores son «cualidades
globales deseadas de la acción en curso» (Hayes, Bond, Barnes-Holmes y
Austin, 2006, p. 16). Vamos a dividir eso en tres componentes:
1. Acción en curso. Los valores se refieren a una «acción continua»:
cómo quieres comportarte, abierta o encubiertamente, de manera
continua. Por ejemplo, ¿cómo quieres comportarte en tus relaciones con
tus seres queridos? Si tu respuesta es que quieres ser amoroso y
afectuoso, o justo y sincero, o abierto y auténtico, o atento y
compasivo, entonces diríamos que estas cualidades deseadas son tus
valores. Y, presumiblemente, querrías comportarte con estas cualidades
de manera continua; no querrás dejar de actuar de esta forma mañana,
la próxima semana o el próximo mes.
2. Cualidades globales. Los valores se refieren a las «cualidades
globales» de la acción en curso. Para ilustrarlo, supongamos que
quieres jugar a béisbol. Ahora, claramente, jugar a béisbol es algo que
puedes hacer de manera continua: es una acción continua, pero no es
una cualidad de la acción. Para aclarar esto, aquí hay cuatro posibles
cualidades de esa acción en particular: jugar a béisbol con habilidad,
jugar a béisbol con entusiasmo, jugar a béisbol apasionadamente, jugar
a béisbol sin entusiasmo. Entonces, ¿qué queremos decir con una
cualidad global? Nos referimos a una cualidad que «une» muchos
patrones diferentes de acción. Por ejemplo, si tu valor es «ser solidario»
con los demás jugadores de tu equipo, entonces hay muchas acciones
diferentes que podrías realizar con la cualidad de «apoyo». Y si tu valor
es «ser justo», hay muchas acciones que podrías realizar con la cualidad
de «justicia».
Para llegar a tus valores en torno al béisbol, yo podría hacerte
preguntas del estilo: «¿Cómo quieres jugar a béisbol?», «¿Qué
cualidades o fortalezas personales deseas modelar o demostrar durante
el juego?», «¿Cómo quieres comportarte en tus relaciones con los
demás jugadores, tanto de tu equipo como del contrario?». Estas
preguntas pueden descubrir valores como estar enfocado, ser
competitivo, aplicarte completamente, ser respetuoso, cooperar con tus
compañeros de equipo, ser justo, dar lo mejor de ti, desafiarte a ti
mismo, y así sucesivamente.
Ten en cuenta que estas cualidades de acción están disponibles para ti
en cualquier momento. Incluso si te quedas paralizado de la cintura
para abajo y no puedes volver a jugar a béisbol, puedes estar
concentrado, ser competitivo, respetuoso, cooperativo, justo; aún
puedes aplicarte por completo a lo que sea que estés haciendo y dar lo
mejor de ti; aún puedes actuar de maneras que te desafíen.
3. Deseados. Los valores son «deseados». Son declaraciones sobre cómo
deseas comportarte, cómo deseas actuar. No se trata de lo que deberías
hacer, o qué es lo correcto. (En muchos libros sobre la ACT,
encontrarás la palabra «elegido» en lugar de la palabra «deseado»; esto
es para enfatizar que no sólo deseas estas cualidades en tus acciones,
sino que también eliges conscientemente utilizarlas).
Valores versus objetivos
La mayoría de nuestros clientes no tienen clara la diferencia entre objetivos
y valores. Así que casi siempre tendremos que hacer una breve acción de
psicoeducación sobre la diferencia. Necesitamos explicarles que los
objetivos son cosas que buscan en el futuro: cosas que desean obtener, tener
o lograr. Por el contrario, los valores son cómo desean comportarse en este
momento y de manera continua durante el resto de su vida, y cómo desean
comportarse en cada paso del camino hacia el logro de sus objetivos, los
logren o no.
Para ayudar a los clientes a comprender esta distinción, es útil darles un
par de ejemplos. Uno de mis favoritos es «casarse» versus «ser amoroso»
(Hayes et al., 1999). Si quieres ser amoroso y afectuoso, es un valor, es
continuo, nunca se completa; quieres comportarte de esa manera durante el
resto de tu vida. Y en cualquier momento tienes la opción de actuar según
ese valor o de no hacerlo. Pero si quieres casarte, eso es un objetivo. Es
algo que puede (potencialmente) completarse, lograrse, «tacharse de la
lista». Y puedes lograr el objetivo del matrimonio incluso si descuidas por
completo tus valores de ser amoroso y afectuoso. (Por supuesto, tu
matrimonio podría no durar demasiado).
Los valores siempre están disponibles para nosotros. En cualquier
momento, podemos actuar según ellos o descuidarlos, la elección es
nuestra. No es así con los objetivos. No podemos garantizar que
alcanzaremos el objetivo que estamos persiguiendo. Obviamente podemos
hacer cosas que aumenten nuestras posibilidades de éxito, pero nunca
podemos garantizar el resultado. Por ejemplo, si queremos casarnos, no
podemos garantizar al cien por ciento que sucederá, pero en cualquier
momento, podemos actuar de acuerdo con nuestros valores de ser amorosos
y atentos. Podemos hacer esto incluso si no tenemos pareja; podemos ser
amorosos y afectuosos con nosotros mismos, nuestros amigos, nuestros
vecinos, nuestra familia, nuestro entorno, nuestro gato, nuestro canguro, etc.
Aquí hay otro ejemplo que a menudo doy: si quieres un buen trabajo, eso
es un objetivo. Una vez que lo tienes: misión cumplida. Pero si quieres ser
útil, fiable y honesto, esos son valores: cualidades deseadas de acción
continua. Y en cualquier momento, puedes actuar sobre esos valores,
incluso si tu trabajo apesta o si actualmente estás en el paro.
Seis puntos clave sobre los valores
Hay al menos seis puntos clave sobre los valores a mostrar en la terapia:
1. Los valores están aquí y ahora; los objetivos están en el futuro.
2. Los valores nunca necesitan ser justificados.
3. Los valores a menudo necesitan ser priorizados.
4. Los valores se mantienen mejor ligeramente.
5. Los valores se eligen libremente.
6. Los valores incluyen a uno mismo y a los demás.
Echémosles un vistazo rápido.
Los valores están aquí y ahora; los objetivos, en el futuro
En cualquier momento, puedes elegir actuar según los valores o
descuidarlos. Incluso si has descuidado totalmente un valor central durante
años o décadas, ahora mismo puedes actuar según su dictado. En contraste,
los objetivos siempre están en el futuro: un objetivo es algo a lo que
apuntas, por lo que luchas, por lo que trabajas. Y en el momento en que lo
logras, ya no es un objetivo.
Debido a esto, las personas que llevan una vida muy centrada en objetivos
a menudo descubren que les conduce a una sensación de falta crónica o de
frustración. ¿Por qué? La causa es que siempre están mirando hacia el
futuro y se esfuerzan continuamente por lograr el próximo objetivo con la
ilusión de que les proporcionará felicidad o satisfacción duraderas. En la
vida centrada en los valores, todavía tenemos objetivos, pero el énfasis está
en vivir según nuestros valores en cada momento. Este enfoque conduce a
una sensación de satisfacción, ya que nuestros valores siempre están
disponibles. La metáfora de los dos niños en el automóvil lo expone muy
bien (Harris, 2007). (Puedes encontrar una buena animación de esto en
YouTube, simplemente, escribe «Russ Harris Values Goals» (Objetivos de
valores de Russ Harris).
La metáfora de los dos niños en el coche
Terapeuta: Imagina que hay un niño y una niña en el asiento trasero de un
coche, y que mamá está conduciendo a Disneylandia. Es un viaje de tres
horas. El niño está totalmente centrado en sus objetivos: cada cinco
minutos pregunta: «¿Ya llegamos? ¿Ya llegamos? ¿Ya llegamos?». Para él
es un viaje en el que siente pura frustración (y también insoportablemente
agobiante para su madre). Por su parte, la niña tiene el mismo objetivo:
quiere llegar a Disneylandia. Pero también está en contacto con sus
valores de juego, curiosidad, exploración y diversión. Así que se pasa el
rato mirando por la ventanilla, saludando a los otros coches, observando a
todos los animales que ve en los campos, cantando y tarareando las
canciones que suenan en la radio… Así que, en realidad, está teniendo un
viaje satisfactorio.
Ambos llegan a Disneylandia al mismo tiempo, y ambos se alegran
mucho cuando llegan allí. Ambos se sienten bien porque han logrado su
gran objetivo. Pero la niña también ha tenido un viaje gratificante. ¿Por
qué? Porque no sólo estaba enfocada en la meta; también estaba viviendo
sus valores. Y de camino a casa, el niño pregunta: «¿Ya llegamos a casa,
ya llegamos en casa, ya llegamos a casa?», mientras que la niña disfruta
de nuevo del viaje: mira por la ventana y aprecia lo diferente que se ve
todo por la noche.
Los valores nunca necesitan ser justificados
Los valores son un poco como nuestros gustos en cuestión de helados. No
necesitamos justificar por qué nos gusta la fresa, el chocolate o el jarabe de
arce. (De hecho, nos resultaría casi imposible hacerlo si lo intentáramos;
¿quién sabe por qué nuestras papilas gustativas responden tan positivamente
a ese sabor en particular?) De manera similar, nunca necesitamos justificar
nuestros valores; son simplemente declaraciones sobre cómo queremos
comportarnos. Sin embargo, es posible que necesitemos justificar nuestras
acciones. Si, por ejemplo, tu valor es la conexión con la naturaleza, no
tienes que justificarlo, pero si deseas trasladar a tu familia de la ciudad al
campo, es posible que tengas que dar muchas explicaciones.
Los valores a menudo necesitan ser priorizados
A mis clientes les explico que nuestros valores son como los continentes en
un globo terráqueo. No importa cuán rápido gires el globo, nunca podrás
ver todos los continentes al mismo tiempo; algunos siempre quedan detrás,
otros delante. Así pues, a lo largo del día, las posiciones de tus valores
cambian: a medida que cambian los roles y se mueven a diferentes
situaciones, algunos valores pasarán a primer plano, mientras que otros
retrocederán al fondo.
Esto significa que a menudo tendremos que priorizar algunos valores al
actuar en una situación dada. Por ejemplo, podemos actuar según el valor
del amor y el cariño hacia nuestros padres, pero si son continuamente
hostiles y abusivos con nosotros, podemos cortar todo contacto con ellos
porque nuestros valores en torno a la autoprotección y el autocuidado tienen
prioridad. Pero nuestros valores en cuanto a ser amorosos y afectuosos no
han desaparecido; acabamos de trasladarlos a la parte posterior del globo
terráqueo en estas relaciones específicas. Mientras tanto, en otras
relaciones, como con nuestra pareja o hijos o buenos amigos, ser cariñosos
y afectuosos permanecerá en la parte de delante del globo terráqueo.
Los valores se mantienen mejor ligeramente
En la ACT decimos: «Persigue tus valores vigorosamente, pero mantenlos
ligeramente». Queremos ser conscientes de nuestros valores y usarlos como
guía, pero no fusionarnos con ellos. Si nos fusionamos con los valores, se
convertirán en opresivos y restrictivos, como mandamientos que debemos
obedecer. En otras palabras, cambian y se convierten en reglas rígidas: debo
hacerlo, es una obligación, ésta es la manera correcta, ésa es la manera
incorrecta, ¡hazlo perfectamente o no lo hagas! Para usar la metáfora de la
brújula, cuando vas de viaje, no agarras la brújula firmemente a cada paso
del camino; quieres llevarla en tu mochila, sacarla cuando la necesites para
encontrar el camino y luego guardarla de nuevo.
Los valores se eligen libremente
Elegimos conscientemente aplicar estas cualidades deseadas a nuestras
acciones. No tenemos que actuar de esta manera; elegimos actuar de esta
manera porque nos importa.
Los valores incluyen a uno mismo y a los demás
Supongamos que una clienta identifica valores tales como la justicia, la
honestidad, la amabilidad y el amor. Queremos explorar cómo puede actuar
sobre estos valores tanto en su relación consigo misma como en sus
relaciones con los demás. En otras palabras, queremos saber qué puede
hacer para ser justa, honesta, amable y amorosa consigo misma, y qué
puede hacer para ser justa, honesta, amable y amorosa con los demás.
Dar vida a los valores
Las conversaciones efectivas sobre valores tienen un sentido de apertura,
vitalidad y libertad. Cuando un cliente realmente se conecta con sus valores,
experimenta una sensación de liberación y expansión; se da cuenta de que,
incluso en situaciones desesperadas, tiene opciones, que puede abrir su vida
y vivirla de maneras significativas.
Durante estas conversaciones, tu cliente estará muy presente: participará
contigo, compartirá contigo, te dejará entrar. Lo verás «cobrar vida» frente
a tus ojos. La sesión será intensa, atractiva y satisfactoria, y a menudo
surgirán emociones intensas que abarcarán toda la gama, desde la alegría y
el amor hasta la tristeza y el miedo. A menudo experimentarás una fuerte
sensación de conexión al ver profundamente en el corazón de un ser
humano y ser testigo del dolor y del amor que reside en su interior.
CONSEJO PRÁCTICO
A algunos clientes no les gusta la palabra «valores», así que asegúrate de tener algunos términos
alternativos o expresiones bajo la manga: ser tú mismo, ser fiel a ti mismo, vivir la vida a tu
manera, comportarte como el tipo de persona que deseas ser, los deseos más profundos de tú
corazón acerca de cómo quieres comportarte, las cualidades personales y fortalezas con las que
deseas actuar/vivir/poner en juego, las cualidades que deseas tener como
modelo/mostrar/demostrar/inspirar/con las que alentar a otros.
Cómo aclarar y contactar con los valores
En esta sección, revisaremos sólo algunas de mis técnicas favoritas para
identificar los valores (encontrarás muchas más en «Extra bits»). Pero,
recuerda, son sólo un medio para un fin: ayudar a nuestros clientes a
conectarse con su propia humanidad y descubrir qué tipo de persona
quieren ser realmente, para que puedan vivir sus vidas con un sentido de
significado y propósito. Podemos implementar estas técnicas de manera
conversacional, o convertirlas en ejercicios formales de experiencia. Si
adoptamos este último enfoque, podríamos comenzar con un breve ejercicio
de mindfulness (por ejemplo, dos o tres minutos de anclaje) y luego pedirle
a nuestro cliente que cierre los ojos y reflexione en silencio sobre la
pregunta o que imagine la escena. A continuación, encontrarás tres
ejercicios que utilizo con frecuencia.
Después de diez años a partir de ahora, mira hacia atrás
Imagina que estás en el futuro, dentro de diez años, y que estás recordando
tu vida tal como es hoy. Completa estas tres oraciones:
—Pasé demasiado tiempo preocupándome por…
—No pasé suficiente tiempo haciendo cosas como…
—Si pudiera retroceder en el tiempo, lo que haría de manera diferente
sería…
El vídeo de tu funeral celebrado erróneamente
Imagina que eres un poco como el personaje de Tom Hanks en la película
Náufrago. Viajas en un avión que se estrella en el océano, y resultas
completamente ileso, pero te quedas atrapado en una isla desierta en medio
del mar. Mientras tanto, en casa, todos piensan que estás muerto y celebran
tu funeral. Unas semanas más tarde, te rescatan y vuelas a casa para una
feliz reunión. Algún tiempo después, puedes ver un vídeo de ese funeral. Y
al verlo, ves a alguien a quien quieres mucho (tal vez tu padre, tu pareja, tu
hijo, o tu mejor amigo) que se dirige hasta el micrófono en el estrado de la
sala de la funeraria y empieza a hablar de ti. ¿Qué te gustaría escuchar a esa
persona decir sobre?:
—El tipo de persona que eras.
—Tus mayores fortalezas y cualidades.
—La forma en que la trataste.
Dentro de un año
Imagina que, dentro de un año, estás recordando la dificultad a la que te
enfrentas hoy. Imagina que la has gestionado de la mejor manera posible,
comportándote como la persona que realmente quiere ser en el fondo de tu
corazón. Desde esa perspectiva, responde a estas preguntas:
—¿Qué cualidades o fortalezas (por ejemplo, coraje, amabilidad,
compasión, persistencia, honestidad, cuidado, apoyo, sinceridad,
integridad, amor, compromiso) viviste o demostraste frente a esto?
—¿Cómo te trataste al lidiar con esto?
—¿Cómo trataste a quienes te importan?
Trabajando con los valores
En esta próxima sección, cubriremos las intervenciones, los formularios y
las hojas de trabajo, y las preguntas útiles para aclarar valores.
Comencemos con lo que me gusta llamar…
Los valores de Smörgåsbord
Hay un millón de maneras de clarificar los valores, y la figura que sigue
ilustra muchos de ellos, pero ni siquiera se acerca a todos. Cubriremos
muchos de éstos en este libro, y puedes leer sobre los otros en «Extra Bits».
Si bien algunos clientes pueden identificar y hablar sobre sus valores con
facilidad, con muchos necesitamos hacer un poco de trabajo para
descubrirlos, como verás en la transcripción que sigue. La clienta es una
mujer soltera de mediana edad que lucha por hacer frente al
comportamiento de su hijo. Éste, de veintitrés años, tiene una adicción a la
heroína, y cada pocos días llega a casa para pedirle dinero. Si ella no se lo
da, él se pone agresivo; a menudo le grita y le chilla abusivamente, la culpa
de arruinar su infancia, la acusa de ser fría e indiferente, o insiste en que
ella no lo ama. Esto sucede desde hace más de dos años. Ella se preocupa
constantemente por él, y después de sus visitas se siente desesperada,
culpable y arrepentida. Dice que sabe que darle dinero es «incorrecto»
porque «sólo alimenta su hábito», pero le resulta «demasiado difícil decirle
que no».
Clienta: Para ser sincera, a veces creo que sería más fácil si él
simplemente… muriera. (Estalla en lágrimas).
Terapeuta: (Pausa). Puedo ver que ahora mismo estás sufriendo mucho… y
me pregunto si, sólo por un momento, podemos pulsar pause… y echar un
buen vistazo a lo que está pasando aquí… Me pregunto si podrías usar esa
parte de ti misma para dar un paso atrás y darte cuenta de lo que está
sucediendo aquí… nota cómo estás sentada en la silla, la posición de tu
cuerpo… y nota los sentimientos que aparecen en tu interior… en qué
parte de tu cuerpo están… y también nota los pensamientos zumbando en
tu cabeza. (Pausa). ¿Y qué te está diciendo ahora?
Clienta: (Secándose los ojos) Soy un monstruo. Quiero decir, ¿qué clase de
madre soy? ¿Cómo podría pensar algo así?
Terapeuta: ¿Entonces tu mente te dice que eres una especie de monstruo
porque piensa que la vida sería más fácil si tu hijo estuviera muerto?
Clienta: Sí. Quiero decir, es mi hijo. ¡Él es mi hijo! ¿Cómo puedo pensar
así?
Terapeuta: (Pausa). ¿Recuerdas que hablamos de cómo tu mente es como
una especie de máquina de resolución de problemas?
Clienta: Sí.
Terapeuta: Bueno, ahora tienes un gran problema, ¿no? Quiero decir, un
problema muy grande y muy doloroso. ¿Es cierto? Así que, naturalmente,
la máquina de resolución de problemas entra en acción. Comienza a
producir soluciones. Y seamos sinceros: una solución para cualquier
relación realmente difícil o problemática es hacer que la otra persona
desaparezca. Así que ese pensamiento sobre la desaparición de tu hijo es
sólo tu mente haciendo su trabajo: buscando soluciones a tus problemas.
¿Y sabes qué? No hay manera de evitar que haga eso.
Clienta: Pero quizá David tiene razón. Tal vez no lo amo.
Terapeuta: Bueno, ése es un pensamiento interesante. (Pausa). Apuesto a
que a tu mente le encanta atormentarte con eso.
Clienta: Sí. Todo el tiempo.
Terapeuta: ¿Puedo preguntarte qué sientes en tu cuerpo en este momento?
Clienta: Me siento mal. Muy, muy enferma.
Terapeuta: ¿Y en qué parte de tu cuerpo lo sientes con mayor intensidad?
Clienta: Justo aquí. (Se coloca una mano sobre su estómago).
Terapeuta: De acuerdo. Nota ese sentimiento por un momento… observa
dónde está… y qué está haciendo. (Pausa). ¿Cómo llamarías a esa
emoción?
Clienta: Oh, es culpa. La odio. La siento todo el tiempo.
Terapeuta: De acuerdo. Ahora nota esa culpa durante un momento…
Nótala… Respira… Cierra los ojos si lo deseas… y respira… y trata, de
alguna manera, de abrirte simplemente… de darle un poco de espacio… Y
al mismo tiempo, mira si puedes sintonizarla en tu corazón… Sólo tómate
un momento para ponerte en contacto con lo que tu hijo significa para ti…
(Pausa). ¿Qué te dice este sentimiento sobre tu hijo, sobre lo que él
significa para ti?
Clienta: (Llorando). Sólo quiero que sea feliz.
Terapeuta: (Pausa). Tu mente dice: «Tal vez realmente no lo amo». ¿Qué
dice tu corazón?
Clienta: ¡Que por supuesto que sí!
Terapeuta: Tú lo has dicho. Quiero decir, si no te preocuparas por él, no
sentirías culpa, ¿verdad?
Clienta: (Llorosa pero aliviada). Sí.
Terapeuta: Dime, si realmente te preocupas por David, entonces, ¿qué tipo
de madre quieres ser para él?
Clienta: Sólo quiero que sea feliz.
Terapeuta: De acuerdo. Supongamos que agito una varita mágica y David
está feliz para siempre. Entonces, ¿qué tipo de madre te gustaría ser?
Clienta: No lo sé. Sólo quiero ser una buena madre.
Terapeuta: De acuerdo. Si quisieras ganarte ese título, el de ser una buena
madre, ¿cómo serías con David? ¿Qué tipo de cualidades te gustaría tener
como madre?
Clienta: No lo sé.
Terapeuta: Bueno, supongamos que ocurre un milagro, y David ordena su
vida, y dentro de unos años lo entrevistamos en la televisión nacional y le
preguntamos: «David, ¿cómo era tu madre cuando estabas pasando por lo
peor de lo peor de esa adicción a la heroína?». En el mundo ideal, ¿qué te
gustaría que dijera?
Clienta: Supongo que me gustaría que dijera que era… cariñosa… y
amable… y… solidaria.
Terapeuta: ¿Algo más?
Clienta: Que estaba allí cuando me necesitaba.
Terapeuta: Entonces, ser cariñosa, amable, solidaria… ¿Eso es lo que
quieres representar como madre?
Clienta: Sí.
Terapeuta: De acuerdo. Quédate con eso por un momento. Ser amorosa,
amable y solidaria: eso es lo que te importa como madre.
Clienta: Sí. (Se sienta erguida, asintiendo lentamente con la cabeza). Quiero
hacer lo mejor para él. Quiero hacer lo correcto. Y sé que darle dinero no
lo es.
Terapeuta: De acuerdo. (Pausa). Entonces, la próxima vez que venga tu
hijo, parece que tendrás que tomar una decisión. Por un lado, puedes dejar
que tu mente te intimide, te ataque y te diga qué hacer. Y sabes
exactamente lo que tu mente te va a decir: que tienes que darle el dinero y,
que si no lo haces, eres una mala madre. Y decir que no es muy estresante
y doloroso, es más fácil darle el dinero, y entonces te dejará en paz. Ésa es
una opción. Por otro lado, puedes elegir dejar que tu mente diga lo que
quiera, pero, en lugar de hacerle caso, puedes ser el tipo de madre que
realmente quieres ser: amorosa, amable, solidaria y hacer lo mejor para
David a largo plazo. ¿Cuál elegirás?
Clienta: Bueno, yo quiero ser amorosa y solidaria. Quiero ayudarlo.
Terapeuta: Si realmente actuaras según esos valores en lugar de estar
presionada por la historia de «no puedo decir que no», ¿cómo
responderías a las solicitudes de dinero de David?
Clienta: (Sonríe ligeramente). Le diría que no.
Terapeuta: ¿Le dirías que no?
Clienta: (Asiente) Sí.
Terapeuta: ¿Qué sientes ahora, cuando dices eso?
Clienta: Estoy realmente nerviosa. Estoy temblando.
Terapeuta: Puedo verlo, y estoy seguro de que me sentiría de la misma
manera si estuviera en tu lugar. La pregunta es, ¿estás dispuesta a dejar
espacio a esos sentimientos de nerviosismo y a esos temblores si eso es lo
que necesitas para ser el tipo de madre que realmente quieres ser?
Clienta: Sí.
***
Darle dinero a su hijo para «alimentar su hábito» era realmente
incongruente con los valores centrales de esta clienta. La acción era
motivada por la evitación (tratar de deshacerse de la culpa y de la ansiedad)
y por la fusión (con pensamientos como: «Es demasiado difícil decir que
no», o «No puedo soportar verlo así», o «Soy una mala madre si no lo
ayudo»), no por los valores. Después de la intervención anterior, la
conversación se centró en las diferentes maneras en que podía actuar de
acuerdo con sus valores: cómo podía ser amorosa, amable y apoyar a David
de otras maneras sin darle dinero (o cosas que él podría vender por dinero
en efectivo).
Puedes ver en esa transcripción la superposición y la interacción entre
defusión, aceptación y valores. A esto lo llamamos «bailar alrededor del
hexaflex», moverse de manera flexible y fluida de un proceso a otro según
sea necesario.
Formularios y hojas de trabajo
Existen varios formularios y hojas de trabajo que pueden ayudar a tus
clientes a identificar valores. Destacan el «Ojo de buey» (capítulo 6) y la
«Lista de verificación de valores comunes», que puedes encontrar al final
de este capítulo. La «Lista de verificación de valores comunes» es
especialmente útil cuando los clientes no tienen ni idea de cuáles son sus
valores a pesar de todos sus mejores esfuerzos; pueden leer la lista y
seleccionar aquellos con los que se relacionan.
Cambiar de objetivos a valores: Preguntas útiles
La mayoría de las veces, cuando le preguntamos por primera vez a un
cliente acerca de los valores, nos dará objetivos. Puede describir la pareja,
el trabajo o el cuerpo que quiere tener o las cosas que quiere obtener de los
demás, como el amor, la amistad o el perdón. O puede decir que quiere
fama, riqueza, estatus, respeto, belleza, un cuerpo delgado o éxito. O puede
darnos una meta emocional: sentirse feliz, tener más confianza en sí mismo
o dejar de sentirse deprimido. O puede darnos el objetivo de una persona
muerta: no consumir heroína, no tener ataques de pánico, no perder los
estribos o no sentirse cohibida.
Para llegar a los valores subyacentes a un objetivo, podemos hacerle una
de las siguientes preguntas o también todas:
Supongamos que logras ese objetivo. Si es así…
¿Cómo te tratarías de manera diferente a ti mismo, a los demás, al
mundo que te rodea?
¿Cómo te comportarías de manera diferente en tus relaciones, vida
laboral, social, familiar, etc.?
Alcanzar ese objetivo ¿qué cualidades o fortalezas personales te
permitiría demostrar?
Si las personas a las que amas supieran esto, ¿qué cualidades y
fortalezas te gustaría que les inspirase?
Alcanzar este objetivo ¿qué demostraría que apoyas (o rechazas)?
Por ejemplo, podríamos preguntar: «Supongamos que tienes una alta
autoestima, o te sientes feliz, o tienes un coche grande/un gran cuerpo/un
trabajo fantástico/fama/poder/éxito/belleza/respeto… entonces, ¿de qué
manera diferente actuarías? ¿Qué dirías y harías distinto en relación a la
manera en que tratas a tu cuerpo, a ti mismo, a tu pareja, a tus amigos, a tu
familia, a tu perro, a tu gato, a tu casa, a tus vecinos, a tu trabajo, a tus
pasatiempos, etc.?
CONSEJO PRÁCTICO
Si los clientes nos dicen algo que ya no quieren hacer, a menudo podemos llegar a los valores
preguntando: «¿Qué quieres hacer en su lugar?». Por ejemplo, si el cliente dice: «Quiero dejar
de pelearme con mi madre», podemos preguntarle, «¿Qué te gustaría hacer en su lugar? ¿Cómo
te gustaría tratar a tu madre cuando pasas tiempo con ella? ¿Cómo te gustaría tratarla cuando
hace algo que te molesta o te hace enfadar?».
Tarea y próxima sesión
La tarea puede implicar escribir sobre valores, pensar en valores, meditar
sobre valores, hablar de valores con seres queridos o completar las hojas de
trabajo mencionadas anteriormente. Una tarea simple es preguntar: «Entre
ahora y la próxima sesión, ¿estarías dispuesto a hacer dos cosas? Una,
observar cuándo estás actuando de acuerdo con tus valores, y dos, observar
cómo es hacerlo, qué diferencia hay». Si estás utilizando el punto de
elección, podrías expresar esto como «Observar cuando estás haciendo
movimientos hacia adelante y notar cómo es eso; qué diferencia hay».
A menudo animo a los clientes a experimentar con «Condimentar y
saborear» (Harris, 2018). El guion dice algo parecido a esto:
Terapeuta: Cada mañana, antes de levantarte de la cama, elige uno o dos
valores que quieras poner en juego al día siguiente. Por ejemplo, puedes
elegir, «amar» y «ser amable». Puedes elegir nuevos cada día, o puedes
elegir los mismos todos los días; tú decides. Luego, a lo largo del día,
busca oportunidades para «espolvorear» esos valores en lo que sea que
estés diciendo y haciendo, para que le dé a tu comportamiento el sabor de
los valores elegidos. Y a medida que lo condimentas, saboréalo, nota los
efectos de vivir esos valores, aprecia la diferencia que hay.
***
Si en una sesión no llegamos muy lejos con los valores, en la siguiente
podemos continuar explorándolos con más profundidad. Pero en esa sesión
si conseguimos abordar con éxito los valores centrales, en la próxima
podemos pasar a la fijación de objetivos basados en valores, la resolución
de problemas y la planificación de acciones. Sin embargo, si las barreras
internas, como la fusión y la evitación experiencial, se interponen en el
camino de vivir los valores de uno, entonces, probablemente nos
enfocaríamos en la defusión y la aceptación para superarlos.
De vez en cuando, nos encontraremos con un cliente que ya vive según
sus valores y hace todas las cosas que le importan: ir a trabajar, cuidar a los
niños, mantenerse en forma, etc., pero al mismo tiempo está profundamente
insatisfecho. Casi siempre, la razón de su falta de satisfacción es que,
aunque está actuando según sus valores, no está psicológicamente presente.
En cambio, está atrapado en su cabeza: perdido en pensamientos sobre
todas las entradas de su lista de «cosas por hacer», o fusionado con el
perfeccionismo, o inmerso en un comentario continuo sobre que no es lo
suficientemente bueno, o consumido por la preocupación y el exceso de
reflexión. Con estos clientes, trabajaríamos para «estar presentes»:
involucrar, saborear y enfocar.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 19 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí descubrirás: (a) descripciones de técnicas de valores
adicionales; (b) la Lista de verificación de valores comunes, y algunas otras hojas de trabajo
útiles; (c) la cuestión de los valores destructivos; (d) cómo distinguir los valores de los
deseos, las necesidades, los sentimientos, las virtudes, la moral y la ética; (e) cómo aportar
valores en sesiones posteriores; (f) más ejemplos de objetivos versus valores; y (g) cómo usar
la aplicación ACT Companion para el trabajo de valores.
Habilidades
En este capítulo, no hay tarea para ti. ¡No, sólo estoy bromeando! En
realidad, hay muchas tareas. Si aún no has completado los formularios de
valores antes mencionados, descárgatelos y hazlo. Luego:
Lee todas las intervenciones de valores en voz alta, como si estuvieras
realizándolas con tus clientes.
Piensa en otras preguntas que puedas hacer. ¿Hay algún otro ejercicio
que conozcas, o ideas que tengas, sobre maneras de poner a los clientes
en contacto con los valores?
Elige dos o tres clientes e identifica con qué valores no están en
contacto. Considera qué ejercicios podrías hacer para ayudarlos a
volver a conectarse con sus valores.
Reflexiona sobre tus propios valores como terapeuta: ¿qué te importa,
en el fondo de tu corazón, en relación a hacer este trabajo? ¿Qué
quieres representar como terapeuta? ¿Qué fortalezas y cualidades
personales quieres aportar a la sala de terapia?
Durante la próxima semana, practica «condimentar y saborear». Elige
uno o dos valores cada día, busca maneras de utilizarlos para
condimentar tus acciones y saborear activamente la diferencia que
imprimen a tu vida.
Para llevar
Técnicamente, los valores son cualidades deseadas de acción continua.
Poéticamente, son los deseos más profundos de nuestro corazón sobre cómo
queremos tratarnos a nosotros mismos, a los demás y al mundo que nos
rodea durante nuestro breve tiempo en este planeta. Metafóricamente, son
como una brújula: nos dan la dirección, cuando nos perdemos nos ayudan a
encontrar nuestro camino y nos mantienen en él.
Ayudar a nuestros clientes a ponerse en contacto con sus valores puede ser
difícil. A menudo nos encontramos con todo tipo de conceptos erróneos y
malentendidos, más comúnmente en torno a la diferencia entre valores y
objetivos. Además, con frecuencia nos toparemos con barreras en forma de
fusión y evitación (como veremos en el próximo capítulo). Sin embargo,
con paciencia, amabilidad y persistencia, generalmente podemos ayudar a
nuestros clientes a «conectarse con sus corazones», y cuando vemos que
eso sucede, es realmente mágico.
LISTA DE VERIFICACIÓN DE VALORES COMUNES
A continuación, se presentan algunos valores comunes. (No son los
«correctos» o los «mejores», sólo los comunes). Lee la lista y escribe una
letra al lado de cada valor, según lo importante que sea para ti: M = muy
importante, B = bastante importante, y N = no tan importante. Por supuesto,
algunos valores serán más importantes en un área de la vida (por ejemplo,
la crianza de los hijos) que en otra área (por ejemplo, el trabajo), por lo que
esto es sólo para tener una idea general. Si lo deseas, puedes completar una
de estas listas de verificación para cada área principal de tu vida (por
ejemplo, una para el trabajo, otra para las relaciones, etc.).
—Aceptación/autoaceptación: aceptarme a mí mismo, a los demás, a la
vida, etc.
—Amabilidad: ser amable, amigable o agradable con los demás.
—Amabilidad: ser amable, considerado, cariñoso o cuidadoso conmigo
mismo o con los demás.
—Amor: actuar con amor o cariño hacia mí mismo o hacia otros.
—Apoyo: ser solidario, útil y estar disponible para mí o para los demás.
—Asertividad: defender respetuosamente mis derechos y solicitar lo que
quiero.
—Autenticidad: ser auténtico, genuino y real; ser fiel a mí mismo.
—Aventura: ser aventurero, explorar activamente experiencias novedosas o
estimulantes.
—Compasión/autocompasión: actuar amablemente conmigo mismo y con
quienes sufren dolor.
—Compromiso: participar plenamente en lo que estoy haciendo.
—Conexión: participar plenamente en lo que sea que esté haciendo y estar
completamente presente con los demás.
—Confianza: ser leal, fiel, sincero y fiable.
—Contribución y generosidad: contribuir, dar, ayudar, apoyar o compartir.
—Cooperación: ser cooperativo y colaborativo con los demás.
—Creatividad: ser creativo o innovador.
—Cuidado/autocuidado: ser cuidadoso conmigo mismo, con los demás, con
el medio ambiente, etc.
—Curiosidad: ser curioso, de mente abierta e interesado; explorar y
descubrir.
—Destreza: practicar y mejorar continuamente mis habilidades y aplicarme
por completo.
—Diligencia: ser industrioso, trabajador y dedicado.
—Diversión y humor: ser amante de la diversión; buscar, crear y participar
en actividades llenas de diversión.
—Equidad y justicia: ser justo conmigo mismo o con los demás.
—Estado físico: mantener o mejorar o cuidar mi salud física y mental.
—Flexibilidad: ajustarme y adaptarme fácilmente a las circunstancias
cambiantes.
—Fomento: alentar y recompensar el comportamiento que valoro en mí
mismo o en los demás.
—Gratitud: agradecerme y apreciarme a mí mismo, a los demás y a la vida.
—Honestidad: ser honesto y sincero conmigo mismo y con los demás.
—Intimidad: abrirme, revelarme y compartirme, emocional o físicamente.
—Libertad e independencia: elegir cómo vivir y ayudar a otros a hacer lo
mismo.
—Mindfulness: estar abierto, involucrado y curioso sobre el momento
presente.
—Orden: ser ordenado y organizado.
—Perdón/autoperdón: ser indulgente conmigo mismo o con los demás.
—Persistencia y compromiso: continuar con resolución, a pesar de los
problemas o dificultades.
—Respeto/autoestima: tratarme a mí mismo y a los demás con cuidado y
consideración.
—Responsabilidad: ser responsable de mis acciones.
—Seguridad y protección: asegurar, proteger o garantizar mi propia
seguridad o la de los demás.
—Sensualidad y placer: crear experiencias placenteras y sensuales o
disfrutar de ellas.
—Sexualidad: explorar o expresar mi sexualidad.
—Valor: ser valiente; persistir ante el miedo, la amenaza o la dificultad.
—Otros:
—Otros:
CAPÍTULO 20
¿Qué pasa si nada importa?
Barreras a los valores
Es maravilloso ver a nuestros clientes conectarse con sus valores. Es algo
que hay que ver: es inspirador, reconfortante y, a veces, profundamente
conmovedor. Sin embargo, la realidad es que a menudo se necesita un poco
de trabajo para «llegar a ello». En este capítulo, veremos las barreras
comunes a los valores y cómo superarlas.
Evitación experiencial
Como regla general, es más fácil hacer que los valores funcionen con
clientes de alto funcionamiento o con problemas emocionales que con
clientes de bajo funcionamiento o aquellos con altos niveles de evitación
experiencial. Esto se debe a que, cuanto más nos impulsa la fusión y la
evitación experiencial, más nos desconectamos de nuestros valores. En la
terapia, a menudo vemos ejemplos dramáticos de esto en clientes con
trastorno límite de la personalidad o con adicciones a las drogas, el alcohol
o el juego. A menudo, estos clientes, impulsados por la fusión y la
evitación, actúan repetidamente de maneras muy alejadas de sus valores
fundamentales: lastiman, abusan de su cuerpo o lo descuidan, y hacen lo
mismo con sus amigos, sus familias, sus parejas, etc. Y si realmente se
detienen para reconocer este comportamiento destructivo, y reconocen cuán
alejado está de sus propios valores, seguramente experimentarán mucho
dolor emocional: ansiedad, culpa, tristeza, vergüenza, etc. No es
sorprendente que, para evitar ese dolor, estos clientes se resistan o bloqueen
el trabajo con valores. De hecho, muchas de las barreras mencionadas en
este capítulo funcionan principalmente como evitación experiencial: «No
sé», «Nada importa», «No tengo ningún valor», «No le veo el qué», «No
merezco tener una vida», «Esto es muy cursi», y así sucesivamente. Si
sabemos o sospechamos que la evitación experiencial es la barrera
principal, respondemos con el anclaje, la defusión, la autocompasión y la
aceptación. Esto podría resultar más o menos así:
Cliente: (En respuesta a preguntas sobre valores). No lo sé. ¿Por qué
preguntas esas cosas? No tengo ningún valor.
Terapeuta: De acuerdo. ¿Te parece bien si pulso pause durante un
momento?
Cliente: Si debes hacerlo…
Terapeuta: Bueno, mira, no tengo que hacerlo, si realmente no quieres que
lo haga. Podemos continuar con la sesión e ignorar lo que está
sucediendo. Pero preferiría no hacerlo, porque tengo la sensación de que
ambos estamos un poco atascados. Tengo la sensación de que te estoy
presionando y que tú te estás resistiendo. ¿Sientes lo mismo que yo?
Cliente: Sí, me siento un poco arrinconado.
Terapeuta: Sí, eso no es propio de un buen equipo, ¿verdad? ¿Qué tal si
retrocedo y te doy algo de espacio, y sólo pulsamos pause por un
momento?
Cliente: (Sonriendo). Bien.
Terapeuta: Genial. Y gracias por dejarme saber que te has sentido
acorralado, realmente aprecio la retroalimentación. Avísame si vuelvo a
hacerlo. A veces puedo entusiasmarme demasiado con estas cosas, y me
pongo un poco avasallador.
Cliente: No te preocupes.
Terapeuta: Ahora, reconozcamos la situación. Ésta es una parte bastante
desafiante de la terapia. Estoy aquí haciéndote preguntas difíciles que
muchas personas rechazan. Y a la mayoría esto les provoca algunos
pensamientos y sentimientos bastante complejos. ¿A ti te está pasando
eso?
(El terapeuta ahora facilita que el cliente haga una revisión consciente.
Éste identifica sentimientos de ansiedad y pensamientos tales como: «Esto
es demasiado difícil»).
Terapeuta: Bueno, esos son pensamientos y sentimientos perfectamente
naturales en una situación desafiante como ésta. (Nota: El terapeuta
podría, si lo desea, escribir la situación, los pensamientos y los
sentimientos al final de un punto de elección). Y recuerda, tu mente es
una máquina de resolver problemas. Y el problema aquí es que te estoy
haciendo preguntas difíciles que te provocan sentimientos dolorosos. Y la
solución que se te ocurre para salir de esto es decir que no lo sabes, que
nada importa, que sigamos adelante y cambiemos de tema.
Cliente: No pensé eso.
Terapeuta: No. No pensaste eso conscientemente. Lo que digo es que ése es
el tipo de proceso de resolución de problemas por el que ha pasado tu
mente fuera de tu conciencia. ¿Y si seguimos con eso? ¿Supongamos que
dejamos de hacer este trabajo de valores y pasamos a otra cosa? ¿Cuánto
te puede costar eso?
Cliente: No estoy seguro.
Terapeuta: Bueno, ¿cuánto te ha costado hasta ahora pasar por la vida sin
una brújula interna, sin ningún sentido de lo que realmente te importa?
Cliente: Creo que sigo cagándola.
Terapeuta: Bueno, es una manera de decirlo. En una escala de 0 a 10,
¿cuánto sentido de significado, propósito y realización dirías que tienes en
tu vida? Cero significa que la vida está vacía, es aburrida y no tiene
sentido. Diez, que la vida es rica, plena y significativa.
Cliente: Alrededor de dos.
Terapeuta: Uno de nuestros principales objetivos de este trabajo que
estamos haciendo hoy es elevar esa puntuación mucho más. Otra es
ayudarte a desarrollar un sentido de orientación interior, como una brújula
interna que te lleve en la dirección correcta, para que puedas hacer todo
tipo de cosas que te ayudarán a construir una vida mejor.
Cliente: De acuerdo. Eso tiene sentido.
Terapeuta: Claro. Tiene sentido lógicamente. Pero eso no impedirá que tu
mente diga cosas como «No tengo valores».
Cliente: Sí, bueno, eso es porque es verdad.
Terapeuta: Sí, es cierto en este momento. Pero ¿te gustaría cambiar eso?
Cliente: ¿Qué quieres decir?
Terapeuta: Bueno, hay un punto de elección aquí. Podemos renunciar a
hacer este trabajo en torno a los valores y dejar que sigas viviendo como
hasta ahora. O podemos persistir con esto, a pesar de que tu mente
insistirá en que no tiene sentido, es inútil y no funcionará, y podemos
seguir adelante con esto, como un experimento, y ver si podemos llegar a
algo útil. ¿Qué opción eliges?
Cliente: Bueno, si lo pones así, ¿qué opción tengo?
Terapeuta: La elección que te guste. Tú decides. Si renunciamos a este
trabajo sobre valores, hay dos grandes beneficios para ti: puedes escapar
de estos sentimientos incómodos y acabar con esta conversación
incómoda. Sin embargo, hay también un gran coste: tu vida no cambia;
sin esa brújula interna para guiarte hacia adelante, seguirás haciendo lo
que hasta ahora. Por otro lado, si eliges seguir trabajando conmigo en
esto, los grandes beneficios son que estás intentando algo nuevo y
llevando tu vida hacia adelante. Y los costes son que esos sentimientos
incómodos continuarán. Así que la elección es tuya, realmente depende de
ti, no de mí. No quiero que intentes complacerme, y tampoco obligarte a
hacer algo si no estás dispuesto a ello. Es tu decisión.
Cliente: Bien, intentémoslo.
Terapeuta: Gracias. Realmente aprecio tu buena disposición a hacer este
trabajo desafiante conmigo. Puedo intuir lo difícil que es para ti que tu
mente haga eso, y significa mucho para mí que estés dispuesto a
continuar.
(El terapeuta ahora pasa a nuevas estrategias de clarificación de valores
diferentes, como se describe en la sección titulada «No sé»).
***
Ahora lee la transcripción anterior por segunda vez y observa todos los
procesos de la ACT que estén implicados. Deberías poder identificar la
defusión, la aceptación, la atención flexible, la acción comprometida, la
viabilidad y la disposición. Los procesos de la ACT entran en juego
continuamente a lo largo de cada sesión, incluso cuando se abordan barreras
a otros procesos. Y si estás preparado para un desafío adicional, imagina
cómo sería todo el episodio anterior si el terapeuta decidiera escribirlo en
un punto de elección. ¿Qué escribiría y dónde? (Puedes encontrar la
respuesta en «Bits extra»).
Fusión
Muchas barreras comunes para conectarse con valores se deben a la fusión
con:
Motivos: No puedo hacer nada diferente hasta que deje de sentir
ansiedad/encuentre trabajo/recupere a mis hijos/me recupere de esta
lesión/recupere a mi pareja/me sienta mejor, y así sucesivamente.
Juicios: Esto es una mierda. Una pérdida de tiempo. ¿Qué sentido tiene
todo esto cuando mi vida es tan horrible?
Autoconcepto: ¿Por qué dedicamos tiempo a esto? Soy una mala
persona. ¡No merezco una vida mejor!
Pasado y futuro: ¡No tiene sentido! ¡No funcionará! ¡Ya he intentado
antes este tipo de cosas!
Cuando surge tal fusión, bailamos a través del hexaflex desde los valores
hasta la atención flexible y la defusión. Reconocemos la difícil situación –
validamos que el trabajo es duro y desafiante– y notamos, nombramos y
verificamos los pensamientos y sentimientos difíciles que aparecen.
Entonces podemos usar cualquier combinación de las estrategias de
defusión descritas en los capítulos 11-14, y una vez que el cliente está un
tanto desenganchado, podemos volver a los valores.
«¡Nada importa!»
Algunos clientes insistirán en que nada es importante, en que no tienen
valores, en que no les importa nada. Si esto se debe a que están fusionados
con la desesperanza, el primer paso sería desactivarla, como hemos visto en
el capítulo 14. Si no, una manera simple de responder es con este tipo de
frases: «Tengo curiosidad. Por un lado, te escucho decir “nada importa” y,
por otro lado, te veo sentado aquí frente a mí. Así que me pregunto, ¿qué es
lo suficientemente importante como para que hayas venido a terapia?».
Algunos clientes responderán que vinieron por su pareja, hijos, padres o
amigos. Si es así, podemos explorar estas relaciones y descubrir qué le
importa al cliente y qué valores tiene al respecto. Como mínimo, podemos
descubrir el valor de «cuidar a los demás».
Otros pueden decir que han venido porque están cansados de sentirse
deprimidos o quieren sentirse felices o dejar de sentirse ansiosos. En este
caso, podemos reformular esto de la siguiente manera: «Entonces, tu salud
mental y tu bienestar son importantes para ti», y pasar a etiquetar esto como
el valor de «autocuidado». Sin embargo, otros clientes pueden decir que han
venido porque su médico se lo ha dicho, en cuyo caso podemos replantearlo
de la siguiente manera: «Así que te preocupas lo suficiente por tu salud
como para escuchar a tu médico». Y nuevamente, podemos etiquetar esto
como el valor de «autocuidado».
En este punto hay una manera diferente, pero a menudo muy útil, de
seguir, cuando el cliente insiste en: «No tengo valores» o «No me importa
nada»:
Terapeuta: Sí, ahora mismo, así es más o menos como te sientes. No tienes
la sensación de que haya nada que te guíe desde lo más profundo de tu
corazón, no tienes la sensación de tener esta brújula interna que he estado
llamando «valores». ¿Te gustaría cambiar eso?
Si el cliente dice que no, entonces podemos volver a sus objetivos de
terapia (capítulo 6) y explorar la idea de que sin valores para guiarlo o
motivarlo, es probable que siga haciendo lo mismo que antes de asistir a la
terapia: es poco probable que su vida cambie mucho. Sin embargo, si el
cliente dice que sí, podemos continuar con la disposición, como se describe
en la sección anterior sobre evitación experiencial. Una vez que esté
dispuesto, podemos pasar a realizar ejercicios activos de aclaración de
valores, como se describe en la siguiente sección.
«No lo sé»
En respuesta a preguntas sobre valores, algunos clientes se encogerán de
hombros y dirán: «No lo sé». Y esto puede ser una simple declaración de
hechos. A veces el cliente simplemente no tiene ni idea de qué son los
«valores». Les parece algo de otro planeta. También puede ser una solicitud
de ayuda: el cliente básicamente dice: «Me estás haciendo todas estas
preguntas difíciles, y no sé ni por dónde empezar. Ayúdame. Dame una
pista».
Si éste es el caso, entonces hacemos una breve psicoeducación (valores
como brújula, un ejemplo de valores versus objetivos) y pasamos a
ejercicios experienciales como en el capítulo anterior. Sin embargo, en lugar
de hacer preguntas, podemos convertir estas intervenciones en ejercicios
formales: haz que el cliente haga dos o tres minutos de anclaje o de otra
práctica de mindfulness, y luego aliéntalo a imaginar o visualizar la escena
o a reflexionar sobre la(s) pregunta(s).
Otro enfoque es pedirle que se «sitúe con la pregunta» de la siguiente
manera:
Terapeuta: La primera respuesta de tu mente es: «No lo sé». Y eso es
normal. Sin embargo, lo que a menudo encontramos es… si te sitúas con
la pregunta un poco más, cierras los ojos y no dices nada, sólo reflexionas
en silencio sobre la pregunta, piensas en ello… lo que encontramos es
que, muy a menudo, tu mente comienza a encontrar respuestas. ¿Estarías
dispuesto a hacer esto durante un minuto o dos?
A menudo (no siempre), cuando el cliente lo hace, obtendrá buenas
respuestas a la pregunta original.
También podemos extraer un paquete de tarjetas de valores (consulta el
Apéndice A), imprimir la «Lista de verificación de valores comunes»
(capítulo 19) o desplazarte por la lista de valores en la aplicación para
móviles ACT Companion. Estas herramientas permiten al cliente ver
ejemplos de muchos valores diferentes, y luego pueden seleccionar los que
encajan con ellos. Cualquiera de estas herramientas es una excelente opción
alternativa cuando todo lo demás falla, así como un inmejorable punto de
partida si sospechas que tu cliente tendrá problemas con los valores.
Ahora, habiendo dicho todo esto, la realidad es que muchas veces, la
función de «No lo sé» es la evitación experiencial. En este caso,
respondemos como en la sección anterior sobre ese tema.
«Debería» y «Tengo que»
Cuando nos fusionamos con reglas rígidas: debería hacer esto, tengo que
hacerlo de esta manera, tengo que hacerlo bien, así está mal, perdemos el
contacto con nuestros valores. Veremos esto en nuestros clientes (y en
nosotros mismos) repetidamente. Así que estate atento a los indicadores de
tal fusión en tus clientes: una sensación de pesadez o carga, de vergüenza o
culpa inapropiada, ideas perfeccionistas o una sensación de obligación.
Busca signos de resentimiento en lugar de voluntad, cumplimiento en lugar
de compromiso, restricción en lugar de libertad.
Acostúmbrate a preguntar: «¿Qué piensas sobre esto?». Y busca las
palabras clave en la respuesta de tu cliente, como «debería», «tengo que»,
«debo», «correcto», «incorrecto», «obligación», «una buena persona hace
X», «una mala persona hace Y», «perfecto», «sin errores» o «sin fallar».
Cuando identificamos la fusión, por supuesto, queremos ayudar al cliente a
desactivarla. Podríamos decir algo como:
Terapeuta: ¿Puedes notar qué ocurre cuando ese pensamiento te engancha?
¿Puedes sentir que te constriñe como una camisa de fuerza? ¿Es hora de
sacar tus habilidades de desenganche, tal vez? Tu mente dice que tienes
que hacer esto, pero tú y yo sabemos que, en realidad, no tienes que
hacerlo. Tienes una opción. La pregunta es, ¿estás dispuesto a hacerlo?
¿Es lo suficientemente importante para ti que estés dispuesto a hacerlo,
aunque sea incómodo?
Estar dispuesto versus querer
En la misma línea, a menudo ayudamos a los clientes a discriminar entre
estar dispuesto y querer. Por ejemplo:
Terapeuta: Con frecuencia no queremos hacer cosas difíciles que son
realmente importantes. Eso es de esperar. Y está absolutamente bien. Si
no quieres hacerlo, reconócelo. No quieres y no tienes que hacerlo. La
pregunta es ¿estás dispuesto a hacerlo, aunque no quieras y no debas?
Deseo de aprobación
Algunos clientes están tan concentrados en obtener la aprobación de otros o
están tan acostumbrados a obedecer las reglas de sus padres, la religión o la
cultura que se desconectan de sus propios valores fundamentales. Para
ayudar a reconectarlos, aquí tienes una pregunta útil: «Supongamos que
tengo una varita mágica, y la agito, y ocurre la magia, y ahora tienes
automáticamente el amor y la aprobación de todos aquellos cuya opinión te
importa, para que, hagas lo que hagas a partir de ahora, te aprueban
totalmente y te aman, tanto si te conviertes en un santo como si te vuelves
un asesino en serie, una estrella de cine o un estafador, un multimillonario o
una persona sin hogar que duerme en las calles. Así, de ahora en adelante,
nunca tendrás que impresionar ni complacer a nadie nunca más; hagas lo
que hagas, estarán encantados contigo. En ese caso, ¿qué harías con tu
vida? ¿Seguirías adelante y harías esto?
¿Son éstos mis valores reales?
A veces, un cliente pregunta: «¿Cómo sé que éstos son mis verdaderos
valores?». Si no tenemos cuidado, podemos entrar fácilmente en una larga
discusión intelectual sobre el tema, lo que resulta en una «parálisis del
análisis». Una respuesta útil podría ser algo parecido a:
Terapeuta: La sabiduría popular dice que sólo puedes juzgar la calidad de
algo después de haberlo probado. Si hay un bizcocho o un pastel en la
mesa, no sabremos si es bueno pensando en él o hablando de él. Sólo lo
sabremos si nos lo comemos. Es lo mismo cuando se trata de valores.
Podríamos pasar horas discutiendo si ésos son realmente tus verdaderos
valores, pero no importa cuánto tiempo hablemos de ello, aún no lo
sabrás. Si no estás seguro, la única manera de saberlo es salir, comenzar a
vivir activamente según esos valores y observar cuidadosamente lo que
sucede. ¿Tienes una sensación de vitalidad, significado o propósito? ¿O
una sensación de que te comportas más como el tipo de persona que
quieres ser? ¿Una sensación de vivir la vida a tu manera? ¿De ser fiel a ti
mismo? ¿Te mueves en la dirección que quieres ir? Si es así, eso tiende a
indicar que esos valores son auténticos.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 20 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás: (a) cómo manejar otros problemas difíciles
como conflictos de valores, deseo de poder y dilemas complejos y (b) un ejemplo de cómo
usar el punto de elección en el escenario descrito bajo el encabezado «Evitación
experiencial». También puedes volver a la «Lista de verificación de valores comunes» del
capítulo 19; es útil para imprimir y usar con clientes que realmente tiene muchas dificultades
al respecto.
Habilidades
Igual que en cualquier otra parte del modelo de la ACT, si los clientes no
tienen claro el propósito y los objetivos –si no ven cómo conocer sus
valores puede ayudarlos con sus objetivos de terapia–, podemos esperar
confusión y resistencia. Además, los clientes (como los terapeutas) a
menudo se confunden acerca de la diferencia entre valores y objetivos.
Entonces, si dejaste de lado la importante psicoeducación sobre este tema
que desarrollamos en el último capítulo (o si lo hiciste, pero el cliente lo
olvidó), entonces es absolutamente esencial revisarlo (o volver a analizarlo
nuevamente).
Con esto en mente, una vez más te animo a que:
Practiques con clientes imaginarios, en voz alta o en tu cabeza, hasta
que puedas aclarar rápidamente estas cosas.
Practiques con los amigos, los padres, la pareja, los hijos, el perro, el
gato, los invitados a la fiesta… Ya te haces una idea.
Para llevar
Es común que los clientes luchen un poco contra los valores, pero si
persistimos suavemente y seguimos siendo flexibles, por lo general
podremos llegar a buen puerto. Si la fusión o la evitación experiencial
bloquean el camino, podemos desviarnos para trabajar con defusión y
aceptación, y luego volver a los valores más tarde.
CAPÍTULO 21
Haz lo que sea necesario
¿Qué es la acción comprometida?
La acción comprometida, que incluye tanto el comportamiento abierto
como el encubierto, ocurre en cada sesión. Durante nuestra sesión, cada vez
que nuestros clientes hacen un ejercicio de autocompasión, aceptan un
sentimiento doloroso, se ponen en contacto con sus valores, establecen
objetivos, interpretan una situación difícil, practican una nueva habilidad,
hablan voluntariamente de un tema doloroso o participan en una exposición
formal, eso es acción comprometida. Y fuera de las sesiones, cuando los
clientes hacen cualquier tipo de tarea de ACT, desde practicar habilidades
de mindfulness hasta completar tareas desafiantes, eso es una acción
comprometida. En otras palabras, ya sea una acción abierta (por ejemplo, lo
que haces con tu cuerpo, cara y voz) o una acción encubierta (por ejemplo,
mindfulness o autocompasión), si es flexible y está guiada por valores, lo
clasificaríamos como acción comprometida.
Acción comprometida en pocas palabras
En lenguaje sencillo: La acción comprometida es realizar un acto efectivo, guiado y motivado
por valores. Esto incluye la acción física (conducta abierta) y la acción psicológica (conducta
encubierta).
La acción comprometida implica una acción flexible: Adaptarse fácilmente a los desafíos de
la situación y persistir o cambiar el comportamiento según sea necesario. En otras palabras,
hacer lo que corresponde para vivir de manera efectiva según los propios valores.
Objetivo: Traducir los valores en patrones continuos, evolutivos, efectivos y dinámicos de
conducta abierta y encubierta.
Sinónimos: Acción efectiva, acción flexible, movimiento hacia adelante, comportamiento
viable.
Método: Traducir los valores en patrones efectivos de acción física y psicológica mediante el
uso de establecimiento de objetivos, planificación de acciones, resolución de problemas,
capacitación de habilidades, juegos de rol, exposición, activación conductual y otras
intervenciones conductuales con apoyo empírico.
Cuándo utilizar: Cuando un cliente necesita ayuda para traducir los valores en acciones
efectivas o superar las barreras para iniciar o mantener dicha acción.
Entrenamiento de habilidades para la acción
comprometida
Bajo el título de acción comprometida, podemos incorporar todas y cada
una de las intervenciones conductuales tradicionales: capacitación de
habilidades, juegos de rol, programación y monitorización, prevención de
exposición y respuesta, reversión de hábitos, activación conductual, etc.
Entonces, por ejemplo, si trabajamos en problemas de relación, a menudo
enseñaremos habilidades de asertividad, de comunicación, de negociación,
de resolución de conflictos, de autoalivio y de intimidad.
En este capítulo nos centraremos en cuáles son probablemente las tres
habilidades más comunes que enseñamos: la resolución de problemas, el
establecimiento de objetivos y la planificación de acciones.
Solución de problemas consciente y basada en valores
La resolución de problemas es una habilidad cognitiva esencial para todo el
mundo. Y muchos procesos cognitivos inútiles, como el exceso de
reflexión, la preocupación, la obsesión, la «parálisis del análisis» y la
ideación suicida son básicamente formas de «resolución de problemas
enloquecida». Desafortunadamente, muchos de nuestros clientes carecen de
habilidades para resolver problemas o no las utilizan adecuadamente. Si es
así, necesitamos enseñar activamente estas habilidades o alentar su uso
apropiado.
Supongo que ya conoces los pasos de la resolución básica de problemas:
identifica y define el problema, haz una lluvia de ideas sobre una variedad
de soluciones, evalúa los pros y los contras de cada opción, genera un plan
de acción, impleméntela, observa los resultados y modifica el plan como
sea necesario. (Si no conoces estos pasos, apréndelos; es una información
básica esencial para cualquier profesional de la salud mental y juega un
papel importante en el tratamiento de muchos trastornos).
Los pasos reales de la resolución de problemas son los mismos en la ACT
que en otros modelos; la gran diferencia es que a menudo precedemos estos
pasos con mindfulness y valores. Por ejemplo, si un cliente está fusionado,
luchando contra las emociones y abrumado, no saltaremos a la resolución
de problemas; primero lo ayudaremos a echar el ancla y a desengancharse
de los pensamientos inútiles. Y, dependiendo de su estado emocional y de
los procesos que hemos cubierto hasta ahora en la terapia, también podemos
utilizar la aceptación y la autocompasión. A continuación, lo ayudamos a
conectarse con sus valores: ¿qué quiere defender frente a este problema?
¿Según qué valores quiere vivir mientras lidia con él?
Una vez que el cliente está conectado a la tierra, en contacto con sus
valores, y al menos un poco desactivado, podemos llevarlo a través de los
aspectos básicos de la resolución de problemas. Una herramienta que utilizo
a menudo en este proceso es algo que llamo «la fórmula del desafío».
La fórmula del desafío: Tres opciones para cualquier situación
Ésta es una manera simple pero poderosa de ayudar a las personas a darse cuenta de que no
importa lo difícil que sea su situación, porque todavía tienen opciones. (Para obtener una versión
imprimible para tus clientes, consulta «Bits extra»). Para cualquier situación difícil a las que nos
enfrentemos, tenemos tres opciones:
1. Marcharnos.
2. Quedarnos y vivir según los propios valores: cambiar todo lo que podamos para mejorar la
situación y dejar espacio para el dolor que conlleva.
3. Quedarnos y dejar de actuar de manera efectiva: hacer cosas que no marquen la diferencia o
que la empeoren.
Por supuesto, la opción 1, marcharnos, no siempre está disponible. Por
ejemplo, si estás en prisión, no puedes marcharte. Pero si salir de la
situación es una opción, considérela seriamente. Si estás en una relación de
alto conflicto, un trabajo sin sentido, un vecindario indeseable o un país
devastado por la guerra, ¿es probable que tu vida sea más rica, más plena y
más significativa si abandonas la situación en lugar de quedarte?
Si no puedes irte, o no quieres, o no lo ves como la mejor opción
disponible, entonces tiene que valorar las opciones 2 y 3. Les digo a los
clientes que la opción 3 es algo natural para todos nosotros; en situaciones
desafiantes, nos enganchamos fácilmente a pensamientos y sentimientos
difíciles y nos alejamos de movimientos que nos mantienen atascados o
empeoran las cosas. Así pues, el camino hacia una vida mejor se encuentra
en la opción 2.
En el capítulo 10, he mencionado un protocolo de la ACT que escribí
(ayudado por muchos otros) para la Organización Mundial de la Salud para
su uso en campamentos de refugiados de todo el mundo. La fórmula del
desafío es un pilar central de este protocolo. Obviamente, los refugiados no
pueden abandonar su campamento, por lo que la opción 1 no está disponible
para ellos. Pero la opción 2 sí. Dentro del campamento, un refugiado tiene
opciones: puede salir de su tienda o quedarse dentro de ella. Si sale, puede
ser amable y atento con sus vecinos. O puede ignorarlos o ser hostil. Puede
unirse a actividades comunitarias como cantar y orar. O puede evitarlas. Y
si decide quedarse dentro de su tienda, puede ser amable y sociable con las
otras personas que están con él. O puede mostrarse indiferente y retraído.
Por lo tanto, las muchas pequeñas decisiones que toma durante el día
tendrán un impacto significativo en su vida dentro del campamento. Y, por
supuesto, cualquier persona que vive en un campo de refugiados tendrá
muchos pensamientos, sentimientos y recuerdos dolorosos. Por lo tanto, la
segunda mitad de la opción 2, hacer espacio para el inevitable dolor, es muy
relevante. Hacer espacio incluye echar el ancla, la defusión, la aceptación y
la autocompasión.
Las situaciones de nuestros clientes rara vez son tan malas como las de las
personas que están en un campo de refugiados, pero, aun así, esta fórmula
es relevante. Podemos utilizarla para capacitar a nuestros clientes en
cualquier tipo de situación desafiante: para ayudarlos a ver que tienen
opciones.
Establecimiento de objetivos
Hay dos amplias clases de establecimiento de objetivos en la ACT; voy a
llamarlas formal e informal. La principal diferencia es que el
establecimiento formal de objetivos sigue pasos específicos, que resumiré a
continuación, mientras que el establecimiento informal de objetivos, no.
Configuración informal de objetivos
Pienso que es bueno establecer objetivos de comportamiento al principio de
la terapia (capítulo 6) y alentar a los clientes a hacer cosas fuera de la
sesión, como «condimentar y saborear» (capítulo 19), que note sus
movimientos hacia adelante, o que practique una habilidad de mindfulness
como el establecimiento «informal» de objetivos. ¿Por qué? Porque, aunque
se trata de establecer objetivos, no incluye todos los pasos del proceso
«formal» que se describe a continuación.
Configuración formal de objetivos
La mayoría de las personas no se da cuenta de cuánto se involucra en la
configuración efectiva de objetivos. Es una habilidad compleja. Y como la
mayoría de las habilidades nuevas, lleva un tiempo dominarla. Para
aprender cómo hacerlo, te recomiendo que practiques en ti ahora mismo.
Por lo tanto, sigue cuidadosamente los tres pasos que se exponen a
continuación y completa cada sección, en secuencia. (¡Y no te atrevas a
saltarte ninguno, o escribiré tu nombre en la lista de los listillos! Si no
quieres escribir en las páginas de este libro encantador, puedes encontrar
una versión imprimible de la hoja de trabajo «SMART Goal-Setting» en
Extra Bits).
1. Elige un dominio.
Elige SÓLO UN dominio de la vida a trabajar: Salud, trabajo,
educación, ocio, crecimiento personal, espiritualidad, crianza de los
hijos, amigos, familia, relaciones íntimas, otros.
Dominio:
__________________________________________________________
_____________________________
2. Elige tus valores.
Elige uno o dos valores (máximo tres) que quieras poner en juego en el
dominio de tu vida elegido. Estos valores motivarán e inspirarán las
acciones que realices para alcanzar el objetivo.
Valores:
__________________________________________________________
_____________________________
3. Establece un objetivo inteligente de comportamiento.
– Específico: No establezcas un objetivo vago o mal definido como «Seré
más cariñoso». En cambio, sé específico: «Daré a mi pareja un abrazo
largo y entrañable cuando llegue a casa del trabajo». En otras palabras,
especifica el comportamiento abierto o encubierto que llevarás a cabo.
¿Qué acciones psicológicas o físicas específicas realizarás?
– Motivado por los valores: Verifica que este objetivo esté alineado con
los valores del paso 2.
– Adaptativo: «Adaptivo» es una manera elegante de decir «sabio». ¿Es
éste un objetivo sabio que perseguir? Por lo que puedes decir, ¿es
probable que mejore tu vida?
– Realista: Asegúrate de que el objetivo sea realista para los recursos que
tienes disponibles. Los recursos necesarios pueden incluir tiempo,
dinero, salud física, apoyo social, conocimiento y habilidades. Si estos
recursos no están disponibles, deberás cambiar tu objetivo a uno más
realista. El nuevo objetivo, en realidad, podría ser encontrar los
recursos que te faltan: ahorrar dinero, o desarrollar habilidades, o
construir una red social, o mejorar la salud, etc.).
– Enmarcado en el tiempo: Establece un marco de tiempo específico para
el objetivo (especifica el día, la fecha y la hora, con la mayor precisión
posible) en el que tomarás las acciones propuestas.
Escribe tu objetivo inteligente de comportamiento aquí:
_____________________________________________
_____________________________________________
***
Puede llevar un tiempo superar esto, así que, afortunadamente, la
configuración «informa» de objetivos a menudo funciona bien. Sí, has oído
bien; a menudo no tenemos que establecer objetivos formales inteligentes.
La mayoría de nosotros superamos la vida razonablemente bien la mayor
parte del tiempo sin establecer objetivos formales inteligentes. El
establecimiento de objetivos formales es más útil cuando tratamos de lograr
algo muy específico y muy desafiante, y seguimos sin lograr avanzar en
ello. Si tus clientes no están dispuestos a establecer objetivos inteligentes, o
no ven el beneficio de hacerlo, puede ser mejor apartar la idea, al menos por
el momento, y en su lugar centrarse en la fijación informal de objetivos.
Evaluar la meta
Tanto si es un objetivo formal como si es informal, debemos considerar las
siguientes preguntas para asegurarnos de que sea un objetivo efectivo.
¿Es el objetivo de una persona viva? El «objetivo de una persona muerta»
es cualquier meta que un cadáver pueda alcanzar mejor que tú. Si un
cadáver puede lograr tu objetivo mejor que tú, ¡no es un gran objetivo!
Aquí hay un ejemplo clásico: «No voy a gritarles a los niños esta
semana». Un cadáver nunca les gritará a los niños, bajo ninguna
circunstancia; tú no puedes garantizar lo mismo. Un «objetivo de persona
viva» es algo que puedes hacer mejor que un cadáver, por ejemplo:
«Cuando los niños me presionen demasiado esta semana, voy a echar el
ancla, respirar en mi ira, conectarme con mis valores de estar tranquilo y
paciente, y hablarles con calma y asertividad».
Cualquier objetivo que describa lo que no harás es el objetivo de una
persona muerta. Las metas de comportamiento describen lo que harás, no
lo que no harás. Si un cliente alguna vez dice: «No voy a hacer X», o
«Voy a dejar de hacer Y» podemos preguntarle: «¿Qué harás en su
lugar?».
Digamos que el cliente dice: «¡Voy a dejar de fumar!». Éste es el
objetivo de una persona muerta: un cadáver nunca fumará (a menos que lo
incineren). Así que, podríamos preguntar: «Cuando aparezca el deseo de
fumar, ¿qué harás?». A partir de eso, podemos generar el objetivo de una
persona viva como «Cuando me entren ganas de fumarme un cigarrillo,
echaré el ancla, reconoceré el impulso y le daré espacio, y haré algunos
estiramientos conscientes o beberé un poco de agua fría conscientemente,
en lugar de fumarme un cigarrillo».
¿Es un objetivo realista? Es muy importante que verifiquemos con el
cliente cualquier tipo de tarea, sin importar si es formal o informal, para
asegurarnos de que sea realista. (Éste es un consejo fantástico que extraje
originalmente de un taller con Kirk Strosahl, uno de los pioneros de la
ACT). Cada vez que un cliente acepta hacer algo entre sesiones, por
pequeño y simple que parezca, le recomiendo que se pregunte: «En una
escala de 0 a 10, donde 10 es igual a “esto es completamente realista,
definitivamente lo haré, pase lo que pase” y 0 es igual a “esto es
totalmente irreal, nunca lo haré”, ¿cuán realista es lo que vas a hacer?».
Si nuestro cliente obtiene una puntuación menor a 7, entonces debemos
modificar el objetivo. Necesitamos hacerlo más pequeño, más simple y
más fácil hasta que el cliente pueda anotar al menos 7. En ocasiones, es
posible que necesitemos cambiar el objetivo por completo.
¿Cuáles son los beneficios? Podemos mejorar la motivación de los clientes
destacando los posibles «beneficios» para su nuevo comportamiento: en
otras palabras, destacamos los valores subyacentes y consideramos los
posibles beneficios. Podemos hacer preguntas como:
¿Esto parece un movimiento hacia adelante?
¿Estás saliendo de tu zona de confort? ¿Intentando algo nuevo? ¿Ser
más como la persona que quieres ser?
¿Qué valores vivirás con cada pequeño paso que des?
No podemos saber con certeza qué sucederá, esto es un experimento,
pero ¿cuáles son algunos de los posibles beneficios de seguir adelante
con esto? ¿Qué cosas positivas podrías ganar, lograr o sacar de ello?
CONSEJO PRÁCTICO
Es útil hacer que los clientes consideren posibles resultados positivos, como en la pregunta
anterior. Sin embargo, también queremos advertirles: «Podrían darse resultados positivos, y
espero que sea así. Pero, por favor, no empieces a fantasear con lo maravillosa que será la vida
después de lograr tu objetivo; la investigación demuestra que fantasear con esto va a reducir tus
posibilidades de seguir adelante».
¿Qué es el plan B? Como dijo Robert Burns en su poema «A un ratón»,
«Hasta el mejor plan se trunca entre hombre y roedor». Tarde o temprano,
surgirán obstáculos que se interpondrán en el camino de las metas
planificadas. Si su cliente es lo suficientemente ingenioso como para
sortear tales obstáculos, genial. Pero, si no es así, dedica algún tiempo a
generar un plan B. Pregunta: «Si por una razón u otra no puedes hacer
esto, ¿cuáles son las alternativas? ¿Qué otros movimientos hacia adelante
podrías hacer? ¿De qué otra manera podrías actuar sobre estos valores?».
Prepárate para afrontar obstáculos externos
A menudo es útil anticipar y prepararse para posibles obstáculos. Y es
esencial con los clientes que regresan sesión tras sesión e informan que no
lo han hecho porque se han interpuesto en su camino problemas
inesperados. Podemos preguntar: «¿Puedes pensar en algo que pueda
impedirte hacer esto? ¿Hay obstáculos, problemas o dificultades que
puedan interponerse?».
Una vez que identificamos las posibles barreras para la acción, podemos
hacer una lluvia de ideas sobre maneras de tratarlas si se producen. Y es
posible que necesitemos avisar al cliente si podemos prever dificultades que
él no puede. Por ejemplo, podemos decir: «La semana pasada, algunas
cosas se interpusieron en tu camino: A, B y C. Me pregunto si algunas
podrían surgir nuevamente. Si es así, ¿cómo podrías lidiar con ellas?
Saber lo que está bajo nuestro control y lo que no
Cuanto más nos centramos en las cosas que queremos cambiar que NO
están bajo nuestro control, más impotentes y molestos nos sentiremos. Esto
puede manifestarse como impotencia, desesperanza, ira, ansiedad, culpa,
tristeza, rabia, desesperación, etc. Por lo tanto, es importante que
aprendamos a centrarnos en lo que está bajo nuestro control y a canalizar
nuestra energía y tiempo hacia esas cosas. Esto está en el núcleo del
autoempoderamiento. Para ayudar a nuestros clientes a entenderlo,
podemos ejecutar una versión de…
La metáfora del arma apuntando a tu cabeza
Terapeuta: Cuando la vida es difícil, tenemos mucho más control sobre
nuestras acciones físicas (lo que hacemos con nuestros brazos y piernas, y
lo que decimos y cómo lo decimos) que el que tenemos sobre nuestros
pensamientos y sentimientos. Por ejemplo, si apunto un arma a tu cabeza
y te digo: «No tengas miedo ni sientas ansiedad; no pienses en las cosas
malas que podrían suceder», ¿podrías conseguirlo? Por supuesto que no.
Nadie puede. Pero si apunto un arma a tu cabeza y exijo: «Baila como un
pingüino y canta “Feliz cumpleaños”, ¿podrías hacerlo? Seguro que
podrías».
***
Después de utilizar la metáfora anterior, queremos retomar compasivamente
un mensaje principal de la ACT: «El hecho es que, cuando la vida es difícil,
aparecen pensamientos y sentimientos difíciles. No hay manera de
impedirlo. Es inevitable. Pero lo que podemos hacer es tomar el control de
nuestras acciones y hacer cosas para que nuestra vida sea lo mejor posible.
Para hacerlo, necesitamos desengancharnos de esos pensamientos y
sentimientos y tener claro lo que queremos hacer frente a ese desafío, para
que podamos comportarnos como el tipo de persona que queremos ser».
Cuando el objetivo es cambiar a otros
Muchos clientes tienen objetivos sobre lo que quieren obtener de los demás
o cómo quieren que otros se comporten. Aquí hay algunos ejemplos:
«Quiero que mi esposa/esposo/madre/jefe/ colega/hijo sea más
alegre/cooperativo/servicial/amigable/amoroso/ordenado/afectuoso», o «sea
menos abusivo/perezoso/egoísta/desordenado», o «me obedezca/me
respete/me escuche/me ayude/muestre interés en mí», o «deje de
beber/fumar/gritar/salir hasta tarde/insultarme/jugar tanto en el
ordenador/trabajar tantas horas». Como puedes ver, todos son objetivos de
resultados (describen los resultados que desea el cliente), por lo que
debemos convertirlos en objetivos de comportamiento: lo que el cliente
quiere hacer (para aumentar las posibilidades de estos resultados).
En estos casos, podríamos revisar lo que está bajo su control y lo que no
lo está, como se describió anteriormente, y luego decir: «No puedes
controlar a otras personas. Aunque los apuntes a la cabeza con una pistola,
todavía tienen la opción de obedecerte o no. Nuestros libros de historia
están llenos de héroes que decidieron morir de un tiro en la cabeza en lugar
de revelar secretos al enemigo. No puedes controlar a otras personas; sólo
puedes influenciarlas. Y puedes influir en ellas de manera efectiva, de
manera que la ayudes a obtener más de lo que desea mientras construyes
una relación saludable, o puedes influir en ella de manera ineficaz, ya sea
de maneras que no funcionan o que te dan lo que quieres pero que dañan la
relación. Así que, ¿podemos echar un vistazo a lo que has intentado hacer
hasta ahora? Si estás haciendo algo efectivo, podemos ver cómo puedes
seguir haciéndolo. Pero si estás haciendo algo ineficaz, ¿podemos ver lo
que puedes comenzar a hacer de manera diferente?
A partir de aquí, pasamos al cambio de comportamiento 101: habilidades
de efectividad interpersonal.
Enseñamos los principios de asertividad (en lugar de ser pasivo,
agresivo o pasivo-agresivo) y comunicación efectiva: cómo hacer
solicitudes claras y específicas; cómo establecer límites claros; cómo
pedir lo que quiere y decir no a lo que no quiere, de manera que respete
tanto sus propios derechos como los de los demás.
Enseñamos al cliente cómo influir en el comportamiento de los demás
de forma saludable para la relación, especialmente cómo notar
atentamente los comportamientos que le gustan y reforzarlos cuando
ocurren. (A veces, esto puede ser tan simple como sonreír o decir
gracias). Al mismo tiempo, alentamos al cliente a que deje de intentar
castigar los comportamientos que no le gustan. Hacemos hincapié en la
proporción mágica: al menos cinco veces más refuerzo (del
comportamiento que desea aumentar) que castigo (del comportamiento
que desea disminuir).
Ayudamos al cliente a fijarse en estrategias que pueden funcionar a
corto plazo para satisfacer sus necesidades (por ejemplo, gritar, llorar,
culpar, mentir, engañar, actuar agresivamente, ser pasivo, permanecer
en silencio, amenazar, coaccionar), pero que a largo plazo tienen
efectos adversos sobre la relación.
Ayudamos al cliente a ver a los demás desde la perspectiva de ellos, a
comprender cómo ven el mundo, a empatizar con sus necesidades y
problemas, a ver las cosas desde su punto de vista.
Supongo que cualquier consejero, coach o terapeuta que lea este libro de
texto ya sabrá cómo hacer todo lo anterior. Es un conocimiento esencial
para cualquiera que trabaje en tales roles porque muchos problemas se
derivan o empeoran por la falta de habilidades interpersonales efectivas. Si
no sabes o estás un poco oxidado en cuanto a asertividad, comunicación,
negociación, empatía y habilidades de toma de perspectiva, ponte al día
rápidamente. (Una manera simple de hacerlo es leer mi libro de autoayuda
sobre la ACT y los problemas de relación: ACT with Love [Harris, 2009b]).
A muchos terapeutas de la ACT les gusta enseñar estas habilidades
interpersonales en la sesión mediante juegos de rol. (Esto no es esencial,
pero es una forma de enseñanza muy efectiva y atractiva). Durante estos
juegos, el terapeuta generalmente alienta al cliente a experimentar con
diferentes formas de comunicación: el tono y el volumen de voz, la postura
corporal, la expresión facial, las palabras reales utilizadas, y le da
retroalimentación auténtica sobre su impacto.
Además de lo anterior, al enseñar habilidades interpersonales:
Volvemos repetidamente a la cuestión del control. El cliente sólo puede
influir en los demás, no puede controlarlos. Pero puede tomar el control
de sus propias acciones, y cuanto más efectivamente lo haga, mejor
podrá influir en los demás. Así que echemos un vistazo a lo que está
diciendo y haciendo para influir en los demás y evaluar si es efectivo o
no; y si no es así, veamos qué puede hacer de manera diferente.
Ayudamos al cliente a aceptar la realidad de que no importa cuán bueno
sea para influir en los demás, habrá momentos en que no podrá obtener
lo que quiere; entonces, ¿cómo quiere lidiar con esas situaciones? ¿Qué
tipo de movimientos hacia adelante podría hacer cuando sucede eso?
Volvemos repetidamente a los valores. ¿Qué valores quiere vivir el
cliente mientras intenta alcanzar sus objetivos para esta relación?
¿Según qué valores quiere vivir: (a) si tiene éxito y (b) si no lo tiene?
Y, por supuesto, siempre podemos utilizar el punto de elección: dibujarlo o
simplemente referirnos a él de manera conversacional. La situación es
establecer los objetivos en la terapia; los pensamientos y sentimientos son
desesperanza, ansiedad, «es muy difícil»; y las opciones son rendirse o
continuar.
Cuando el objetivo es imposible
A veces, los clientes tendrán objetivos imposibles, como en este ejemplo de
Alex, un extrabajador social de cuarenta y dos años que recibe beneficios
por discapacidad a largo plazo. Fue derivado con antecedentes de TEPT
crónico, depresión grave y síndrome de dolor crónico. Sus problemas
habían comenzado quince años antes, cuando había sido asaltado
horriblemente, lo que resultó en lesiones graves en la espalda y en el cuello
que requirieron múltiples intervenciones quirúrgicas.
Antes del asalto, Alex había sido un apasionado jugador de fútbol
aficionado, ahora apenas podía moverse con un bastón. Cuando
comenzamos a trabajar en valores y objetivos, Alex seguía hablando de
cómo quería volver a jugar al fútbol, a pesar de que muchos cirujanos le
habían dicho que era imposible. Le dije: «Bueno, aquí está la cosa, Alex.
No es mi cometido decirte lo que es posible y lo que no. ¿Pero podemos
estar de acuerdo en que hoy, en este momento, en las próximas veinticuatro
horas, no es posible jugar al fútbol?
Alex estuvo de acuerdo con eso, entonces exploramos sus valores
subyacentes al objetivo de jugar a fútbol nuevamente. Al principio se le
ocurrió lo siguiente: ganar contra otros equipos, obtener respeto, tener una
vida social. Nada de eso son valores. No son cualidades deseadas de acción
continua. Entonces le pregunté: «Supongamos que agito una varita mágica
para que puedas alcanzar todos esos objetivos al instante: juegas al fútbol
otra vez, ganas todos los partidos, obtienes mucho respeto y tienes una gran
vida social». Entonces, ¿cómo actuarías de manera diferente, con respecto a
ti mismo, tu cuerpo y otras personas? Como jugador, ¿qué tipo de
cualidades personales te gustaría tener? ¿Cómo te gustaría comportarte con
las personas con las que socializas?
Con una mayor exploración en este sentido, pudimos llegar a algunos
valores fundamentales: ser activo, cuidar su salud, contribuir, cooperar, ser
sociable, ser competitivo, ser un «buen amigo» y conectarse con los demás.
Luego señalé que tenía muchas maneras diferentes de actuar sobre estos
valores, a pesar de que actualmente no pudiera jugar a fútbol, a lo que Alex
protestó: «Pero eso no es lo mismo».
Considera por un momento, antes de seguir leyendo: ¿cómo habrías
respondido tú al comentario de Alex?
***
Lo que estamos tratando aquí es una gran «brecha de realidad»: una gran
brecha entre la realidad actual y la deseada. Y cuanto mayor sea esa brecha,
más dolorosos serán los sentimientos que surgirán. Naturalmente, nuestro
objetivo es validar y normalizar esos sentimientos, reconocer lo dolorosos
que son y ayudar a nuestro cliente a aceptarlos y ser compasivos. Por lo
tanto, mi respuesta a Alex fue:
Terapeuta: Absolutamente. No es lo mismo. No es lo mismo en absoluto.
Ni siquiera se acerca. Y cuando hay una gran brecha entre lo que quieres
y lo que tienes, eso duele. Puedo ver lo molesto que estás ahora, y sólo
puedo empezar a imaginarme cuánto estás sufriendo. (Pausa). Y en mi
experiencia, cuando las personas están sufriendo de la misma manera que
tú ahora, es porque están en contacto con algo realmente importante.
(Pausa). Supongamos que puedo darte una opción al respecto. Una opción
es que aprendas cómo darles espacio a estos sentimientos dolorosos y
cómo abandonar la lucha contra ellos para que puedas poner tu energía en
hacer algo que sea importante, algo que realmente te importe en lo más
profundo de tu corazón, para que puedas tolerar esa realidad dolorosa. La
otra opción es empantanarte con esos sentimientos dolorosos y
simplemente dejar de intentarlo y poner tu vida en espera. ¿Qué opción
quieres elegir?
En ese momento, Alex experimentó una gran ola de tristeza, resentimiento
y miedo, por lo que trabajamos en la aceptación, la confusión y la
autocompasión. Alex aprendió a aceptar los sentimientos dolorosos
relacionados con sus pérdidas y a desactivar los pensamientos que lo
arrastraban a la amargura y la desesperanza: nunca podré tener la vida que
quiero, no es justo, no tiene sentido continuar.
Más tarde, volvimos a los valores de Alex y comenzamos a establecer
pequeños objetivos realistas. Por ejemplo, dos de sus valores fundamentales
eran «contribuir» y «ser sociable». En lugar de un equipo deportivo, Alex
comenzó a contribuir a un equipo de salud: las enfermeras del asilo de
ancianos local. Comenzó a ir de manera voluntaria para socializar con los
residentes mayores. Les hacía tazas de té, charlaba sobre las noticias e
incluso jugaba al ajedrez con ellos (actuando sobre su valor de ser
competitivo). Lo encontró muy satisfactorio, a pesar de que estaba a un
millón de kilómetros de jugar a fútbol.
Para resumir, esto es lo que debes hacer cuando un objetivo es imposible
o está muy lejos:
1. Valida el dolor que surge de la gran «brecha de realidad».
2. Responde al dolor con aceptación, defusión y autocompasión.
3. Encuentra los valores subyacentes al objetivo.
4. Establece nuevas metas basadas en los valores subyacentes, realistas
para la situación actual de la vida.
Planificación de la acción
Después de establecer un objetivo guiado por valores, algunos clientes son
muy buenos tomando medidas para lograrlo. Pero otros necesitarán ayuda
para dividirlo en un plan de acción paso a paso. Una pregunta muy útil es:
«¿Cuál es el paso más pequeño, simple y fácil que puedes dar en las
próximas veinticuatro horas que te llevará un poco más en esa dirección?».
Aprender a dar pequeños pasos es importante. Cuando los clientes se
concentran demasiado en grandes objetivos a largo plazo, dejan de vivir en
el presente; quedan atrapados en la mentalidad de: «Seré feliz una vez que
haya logrado ese objetivo». Y, por supuesto, es posible que nunca lo logren,
o que tarden mucho más de lo esperado, o que no los haga felices aunque lo
logren.
Así que me gusta recordar a los clientes el famoso dicho del Tao Te
Ching: «Un viaje de mil kilómetros comienza con un paso». Vivir nuestros
valores es un viaje sin fin, continúa hasta el momento de nuestro último
aliento. Y cada pequeño paso que damos, por pequeño que sea, es una parte
válida y significativa de ese viaje. (También me gusta citar una frase muy
común de la sabiduría popular: «Quien la sigue la consigue»).
Para mostrar cómo los valores, los objetivos y las acciones se unen,
consideremos el caso de Sarah, una enfermera de treinta y ocho años, sin
pareja desde su divorcio, cuatro años antes. Sarah tenía muchas ganas de
encontrar una nueva pareja, casarse y tener hijos, y le preocupaba que
pronto sería demasiado mayor para quedarse embarazada. Por supuesto,
casarse y tener hijos son objetivos (pueden, potencialmente, ser tachados de
la lista, logrados, conseguidos), pero no son valores. Entonces, utilizando la
hoja de trabajo «Configuración inteligente de objetivos», Sarah identificó
dos dominios de la vida como sus prioridades: «pareja íntima» y «crianza
de los hijos». Luego observamos sus valores en cada dominio.
Inicialmente, Sarah dijo que lo que quería era ser amada y apreciada.
Éstos son objetivos comunes: todos queremos obtener el amor y el aprecio
de los demás. Pero no son valores. Los valores se refieren a cómo queremos
comportarnos, no a lo que queremos obtener. Con una exploración más
profunda (y un montón de trabajo para aceptar la tristeza intensa que
surgió), Sarah identificó sus valores en el dominio de «pareja íntima» como
conectarse, ser cariñosa, amorosa, solidaria, amable, estar presente, ser
emocionalmente íntima y ser sexualmente expresiva. Bajo «crianza de los
hijos», sus valores eran casi idénticos (excepto «ser sexualmente
expresiva»).
Sarah reconoció que el matrimonio y los niños no eran realistas como
objetivos inmediatos (próximas veinticuatro horas) u objetivos a corto plazo
(en los próximos días y semanas), por lo que los escribió como objetivos a
medio o largo plazo.
A continuación, consideró los objetivos a corto plazo. En el dominio de
«pareja íntima», estableció objetivos para: (a) usar una aplicación de citas
para teléfonos móviles y tener algunas citas y (b) asistir a algunas clases de
baile latino de sexo mixto. En el ámbito de la «crianza de los hijos», sus
objetivos eran: (a) llevar a su sobrina adolescente a una excursión de un día
y (b) visitar a un par de amigos que tenían niños pequeños.
En términos de objetivos inmediatos, Sarah estaba perpleja. Así es como
fue la sesión:
Terapeuta: Has identificado bastantes valores importantes. ¿Cuál te parece
el más relevante?
Sarah: Creo, sobre todo, que conectar y lograr intimidad.
Terapeuta: Bien, entonces, ¿qué es algo pequeño, simple y fácil que podrías
hacer en las próximas veinticuatro horas, en línea con esos valores?
Sarah: No lo sé.
Terapeuta: ¿No tienes ni idea?
Sarah: No.
Terapeuta: Bueno, la clave aquí es pensar fuera de la caja. Si la conexión es
importante para ti, hay cientos de maneras diferentes de hacerlo: puedes
conectarte con animales, plantas, personas, con tu cuerpo, tu religión. Y lo
mismo para obtener intimidad: hay todo tipo de formas diferentes de
hacerlo, incluida la intimidad contigo misma.
Sarah: Nunca lo había pensado de esa manera.
Después de una conversación a ese respecto, Sarah identificó el objetivo
inmediato de darse un baño largo, caliente y relajante; ésa era una manera
de tener intimidad consigo misma y de conectarse con su cuerpo.
La acción comprometida a menudo provoca
molestias
A veces, es fácil traducir nuestros valores en acciones. Cuando la vida va
bien, sin grandes dificultades u obstáculos, y realmente no estamos bajo
presión, a menudo no es tan difícil comportarse como el tipo de persona que
queremos ser y actuar de manera efectiva, guiados por nuestros valores. Sin
embargo, en otras ocasiones, es increíblemente difícil hacerlo. Cuando
salimos de nuestra zona de confort para enfrentarnos a nuestros miedos,
para enfrentarnos a problemas de los que preferimos escondernos, para
aprender nuevas habilidades difíciles que no surgen naturalmente y nos
enfrentamos a situaciones desafiantes con un resultado incierto, esto
generalmente da lugar a algunos pensamientos y sentimientos muy
incómodos, y más comúnmente a la ansiedad. Y si no estamos dispuestos a
dejar espacio para la incomodidad que acompaña al crecimiento personal,
entonces no haremos lo que sea necesario para crecer. Y por eso el próximo
capítulo trata de la aceptación.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 21 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás: (a) una descripción de los problemas que
surgen de un enfoque excesivo en el resultado, (b) cómo manejar la fusión que surge mientras
se establece el objetivo, (c) una versión imprimible de la fórmula del desafío con un texto
explicativo para dar a los clientes, (d) una hoja de trabajo imprimible de la configuración
inteligente de objetivos, y (e) cómo usar la aplicación ACT Companion para establecer
objetivos y planificar acciones.
Habilidades
Aquí hay algunas sugerencias para ti:
Utiliza el proceso formal de la configuración inteligente de objetivos
descrito anteriormente en ti mismo. Hazlo al menos tres o cuatro veces
para dominarlo; luego pruébalo con un cliente en la sesión.
Ensaya los guiones anteriores, especialmente la fórmula de desafío y la
metáfora de la pistola apuntando a la cabeza.
Ensaya la pregunta del «paso más pequeño» varias veces; luego
comienza a preguntarlo regularmente en la sesión.
Para llevar
La acción comprometida es vivir de acuerdo con nuestros valores y actuar
de manera efectiva, abierta o encubierta, para lograr nuestros objetivos
congruentes con los valores. Puede implicar el establecimiento informal de
objetivos, como «condimentar y saborear», o la configuración formal de
objetivos. Algunos de nuestros clientes tendrán muy pocas barreras
psicológicas para la acción; simplemente, si los ayudamos a ponerse en
contacto con sus valores y les preguntamos acerca de objetivos congruentes
con los valores será suficiente para que avancen. Sin embargo, la mayoría
de nuestros clientes tendrá al menos algunas barreras, y veremos cuáles son
y cómo superarlas en los capítulos 22-24.
CAPÍTULO 22
Cincuenta sombras de aceptación
¿Aceptación de qué?
Como ya hemos dicho anteriormente, aceptación es la abreviatura de
«aceptación experiencial». Se trata de aceptar activamente nuestras
experiencias privadas: pensamientos, sentimientos, recuerdos, etc. No se
trata de aceptar pasivamente nuestra situación de vida. La ACT aboga por
tomar medidas para mejorar nuestra situación tanto como sea posible:
¡aceptación y compromiso! Por ejemplo, si tienes una relación íntima difícil,
la ACT recomienda que practiques la autocompasión y dejes espacio para
todos tus pensamientos y sentimientos dolorosos (en lugar de hacer cosas
autodestructivas como beber, fumar, comer en exceso, reflexionar y
preocuparte), y al mismo tiempo tomar medidas, guiado por tus valores, para
mejorar la relación (o, si es necesario, abandonarla).
Además, lamento seguir insistiendo en esto, pero es muy importante, y
muchos practicantes nuevos tienen una idea equivocada: no abogamos por la
aceptación de cada pensamiento y sentimiento no deseado. Abogamos por la
aceptación siempre y cuando la evitación experiencial se interponga en el
camino de una vida efectiva basada en valores.
Aceptación en pocas palabras
En lenguaje sencillo: Aceptación significa abrirse a nuestras experiencias internas
(pensamientos, imágenes, recuerdos, sentimientos, emociones, deseos, impulsos, sensaciones) y
permitir que sean como son, independientemente de si son agradables o dolorosas. Nos abrimos y
les damos espacio, abandonamos la lucha contra ellos y les permitimos ir y venir libremente, a su
debido tiempo.
Objetivo: Abrirnos a experiencias internas no deseadas nos permite actuar de acuerdo con
nuestros valores.
Sinónimos: Voluntad, expansión, abandonar la lucha, abrirse, dar espacio.
Método: Establecer un contacto psicológico completo, abierto y no a la defensiva, con
experiencias internas no deseadas.
Cuándo utilizarla: Cuando la evitación experiencial se convierte en una barrera para una vida
efectiva basada en valores.
El lenguaje de la aceptación
Los clientes a menudo no entienden lo que queremos decir con
«aceptación». Por lo general piensan que aceptar algo significa resignarse a
ello, tolerarlo, o incluso disfrutarlo, desearlo o aprobarlo. Por lo tanto, al
principio de la terapia, tiendo a evitar la palabra. «Voluntad» es un término
alternativo popular: la voluntad de tener tus pensamientos y sentimientos
como son, en este momento. Otro término que puedes usar es «expansión»,
que encaja muy bien con la charla metafórica de abrirse y dar espacio. Aquí
hay algunas otras expresiones:
Permitir que estén allí.
Abrirse y hacer espacio para ello.
Expandir tu entorno.
Asentarse con ello.
Abandonar la lucha.
Dejar de enfrentarte a ello.
Hacer las paces con ello.
Darle algo de espacio.
Suavizar tu alrededor.
Dejarlo ser.
Respirar en ello.
Sostenlo suavemente/ligeramente/amablemente.
Apóyate en ello.
Llegar a la aceptación
En muchos protocolos de la ACT, la aceptación sigue a la desesperanza
creativa (capítulo 8) y al abandono de la lucha (capítulo 9). Si ése es el
camino que estás tomando, el ejercicio de empujar el papel (capítulo 9) se
presta bien a esta transición, como veremos a continuación.
Terapeuta: Hagamos un resumen rápido. (El terapeuta recapitula el ejercicio
de empujar el papel y hace que el cliente lo empuje). Así que estás
empujando y empujando y empujando, y eso te está quitando todo tu
tiempo y energía. Tus hombros están cansados, y te sientes confinado, y no
puedes hacer nada útil como conducir o cocinar la cena o abrazar a alguien
a quien amas mientras haces eso. Ahora déjalo reposar en tu regazo. (El
cliente pone el papel en su regazo). ¿Qué te parce? ¿No es mucho menos el
esfuerzo que haces?
Cliente: Bueno… sí. Es menos esfuerzo. Pero sigue ahí.
Terapeuta: Absolutamente. No sólo sigue ahí, sino que está aún más cerca
de ti que antes. Pero nota la diferencia: ahora eres libre de hacer las cosas
que hacen que tu vida funcione. Puedes abrazar a alguien a quien amas,
preparar la cena o conducir. No te agota, ni te cansa, ni te ata, ni te
encierra. Obviamente, eso es sólo una hoja de papel, pero ¿y si pudieras
aprender cómo hacer lo mismo con tus sentimientos reales?
Recuerda, no hay una secuencia establecida que debas seguir con los
procesos centrales de la ACT, por lo que hay muchas otras rutas para llegar a
la aceptación. Aquí hay ejemplos de lo que podríamos decir para introducir
la aceptación desde otros procesos de la ACT:
Desde la defusión: «Así que hemos visto cómo desengancharte de tus
pensamientos, pero ¿qué pasa con tus sentimientos?». O: «Tu mente dice
que este sentimiento es horrible e insoportable. ¿Qué tal si lo
comprobamos y vemos si es realmente así?».
Desde los valores: «Cuando hablas de estos valores, ¿qué sentimientos
aparecen en ti?».
Desde una acción comprometida: «¿Qué sentimientos es probable que
aparezcan cuando lleves a cabo esta acción?». O: «Mientras piensas en
hacer esto, ¿qué sientes?». O: «¿Qué sentimientos necesitarás para dejar
espacio para hacer esto?».
Desde el yo como contexto: «Utilizando esa parte de ti que se da cuenta,
echemos un vistazo a algunos de estos sentimientos contra los que has
estado luchando».
Por supuesto, cuanto más propensos a evitar las experiencias sean nuestros
clientes, más renuentes se mostrarán a aceptar experiencias internas no
deseadas, por lo que tendremos que ir más despacio y con más cuidado.
Deberemos trabajar más en torno a la desesperanza creativa, y es posible que
tengamos que hacerlo repetidamente.
Trabajar con los valores también es muy importante en este caso.
Necesitamos establecer un vínculo claro entre la aceptación y la mejora de la
vida. El cliente debe reconocer que aceptar ese malestar está al servicio de
algo importante, significativo y que mejora la vida. La pregunta de la varita
mágica a menudo es útil: «Si yo agitara una varita mágica para que estos
sentimientos difíciles no pudieran detenerte de ninguna manera, ¿qué harías
de forma diferente en tu vida?». Una vez que sepamos la respuesta, podemos
decir: «Bueno. Si eso es lo que quieres hacer con tu vida, hagámoslo posible.
No tengo una varita mágica, pero podemos aprender nuevas maneras de
lidiar con esos sentimientos para que ya no te detengan».
Naturalmente, debemos asegurarnos de que este trabajo sea seguro.
Queremos tener en cuenta que no damos conferencias ni coaccionamos a
nuestros clientes; siempre pedimos permiso, siempre les damos una opción,
siempre les hacemos saber que pueden detenerse en cualquier momento.
Las tres fases de la aceptación
Me resulta útil pensar en la aceptación en tres fases: reconocer, admitir y
acomodar. (No son términos oficiales de la ACT). Podemos considerarlas
como etapas entrelazadas y superpuestas, que fluyen dentro y fuera unas de
las otras, en lugar de etapas separadas y bien delineadas.
Reconocer. La primera fase en la aceptación a menudo implica el simple
reconocimiento de una experiencia interna difícil: notarla con curiosidad y
nombrarla sin juzgarla. (Como sabes, éste también es el primer paso de la
defusión y un aspecto importante de cualquier ejercicio de anclaje).
Admitir. La siguiente fase, después de reconocer la presencia de la
experiencia no deseada, es admitirla, darle permiso para quedarse, dejarla
ser. Un poco de diálogo interior a menudo resulta útil para esto (por
ejemplo, No me gusta este sentimiento, pero lo permitiré, o No quiero este
sentimiento, pero lo dejaré ser).
Acomodar. La siguiente fase, y la más desafiante, es acomodar la
experiencia. Piensa en un visitante inesperado que llega a tu casa: algún
familiar que conozcas que es completamente inofensivo, pero que no te
agrada demasiado. Cuando abres la puerta, lo reconoces. Entonces, puedes
decidir dejarlo entrar o no. Si lo dejas entrar, ¿irás un paso más allá y lo
acomodarás? ¿Le ofrecerás un asiento y una taza de café?
«Acomodar» tiene tres acepciones, todas ellas relevantes: (a)
proporcionar suficiente espacio, (b) encajar y (c) adaptar. Cuando
acomodamos pensamientos, sentimientos, impulsos, sensaciones o
recuerdos no deseados, activamente hacemos espacio para esas
experiencias, les damos suficiente espacio, nos «encajamos» en ellas, les
dejamos quedarse todo el tiempo que quieran, y nos adaptamos a que vivan
con nosotros.
CONSEJO PRÁCTICO
En este capítulo, el énfasis está en aceptar las emociones. Sin embargo, los mismos principios se
aplican a la aceptación de cualquier experiencia interior no deseada: pensamientos, recuerdos,
impulsos, sensaciones, etc.
La aceptación Smörgåsbord
Hay una gran variedad de formas de trabajar con la aceptación, y la siguiente
figura ilustra muchas de ellas (pero no todas). Algunas ocupan sólo diez
segundos y otras hasta diez minutos. Revisaremos muchas de ellas en este
libro; las otras podrás encontrarlas en «Bits extra».
Un kit de herramientas de aceptación
Estoy a punto de presentar un ejercicio de aceptación muuuuy largo, que en
realidad es un kit de herramientas completo, así que siento la necesidad de
hacerte un recordatorio amable (lo siento): la aceptación es un proceso, no
una técnica. Las herramientas y técnicas se utilizan para ayudar a tus clientes
y a ti mismo a conocer los entresijos del proceso.
Este ejercicio, en realidad, se construye a partir de trece técnicas diferentes
combinadas: enlace a valores y objetivos, observar como un niño curioso, la
parte que nota, radio mente, notar, nombrar, respirar, expandir, permitir,
materializar, normalizar, ser autocompasivo y expandir la conciencia. Sí, son
muchas, pero no te preocupes, las abordaremos poco a poco.
Debido a que el ejercicio es tan largo, en las primeras etapas de la terapia
puede resultar demasiado difícil para muchos clientes. Sin embargo, puedes
acortarlo fácilmente para que sea más cómodo de usar. Puedes utilizar sólo
una o dos técnicas y hacer un ejercicio mucho más breve. (Más adelante
veremos versiones ultrabreves de todos estos métodos). También puedes
mezclar y armonizar estas técnicas en cualquier combinación y orden (junto
con cualquier otra técnica de aceptación que desees), y desecha la que no te
guste, para que puedas crear fácilmente tus propios ejercicios breves (o
largos).
Un recordatorio rápido: a algunos clientes no les gusta ningún ejercicio que
se centre en la respiración, y una de las técnicas implica «respirar» un
sentimiento. Para la mayoría de las personas esto es muy útil para la
aceptación, pero si tienes un cliente al que no le gusta, simplemente, no la
utilices. (El mismo consejo se aplica a cualquier herramienta o técnica en
cualquier proceso de la ACT; ninguna de ellas es esencial).
CONSEJO PRÁCTICO
Cuando realizamos estos ejercicios en un entorno cara a cara, no tenemos al cliente sentado en
silencio mientras le hablamos. Es un diálogo, no un monólogo. Seguimos consultando con el
cliente, preguntándole cómo va, obteniendo comentarios y modificando lo que hacemos según sea
necesario.
El ejercicio de aceptación de las emociones
Como de costumbre, te animo a leer este guion en voz alta, como si hablaras
con un cliente. Los puntos suspensivos indican breves pausas de dos a cuatro
segundos.
Enlace a valores y objetivos
Terapeuta: Estamos a punto de hacer un ejercicio que implica aprender una
nueva forma de responder a los sentimientos difíciles… y esto será un
desafío… así que tómate un momento para aclarar tu motivación en esto…
¿Cuáles son los valores que vives en este trabajo?… ¿Y de qué te
sirven?… ¿En qué te van a ayudar?… ¿Qué te permitirá hacerlo de manera
diferente?
Observar como un niño curioso
Terapeuta: Te invito a sentarte en su silla con la espalda recta y los pies
apoyados en el suelo. La mayoría de las personas notan que se sienten más
alertas y despiertas sentadas de esta manera, así que comprueba si te
sucede lo mismo. Y cierra los ojos o fija la mirada en el lugar que
prefieras.
Y tómate un momento para acceder a un sentido de curiosidad, como si
fueras un niño curioso que descubre algo completamente nuevo, y con ese
sentido de la curiosidad genuina nota cómo estás sentado… nota tus pies
en el suelo… la posición de tu espalda… dónde están tus manos y qué
están tocando… y si tus ojos están abiertos o cerrados… nota lo que
puedes ver… y nota lo que puedes oír… y oler… y degustar… y nota lo
que estás pensando… y sintiendo… y haciendo.
La parte que nota
Terapeuta: Hay una parte de ti que lo nota todo… siempre está ahí, siempre
notándolo todo. Y en este ejercicio, utilizarás esa parte para dar un paso
atrás y notar tus sentimientos difíciles, sin dejarte atrapar ni arrastrar por
ellos.
Radio mente
Terapeuta: Deja que tu mente suene como una radio que suena de fondo… y
mantén tu atención en el sentimiento… y en cualquier momento, si tus
pensamientos te enganchan y te sacan del ejercicio, en el instante en que te
des cuenta, reconócelo, desengánchate y reenfócate…
Notar
Terapeuta: Nota dónde comienza y dónde se detiene… Aprende sobre ello
tanto como puedas…
Si dibujaras un contorno a su alrededor, ¿qué forma tendría?… ¿Es en 2D
o en 3D? ¿Está en la superficie de tu cuerpo o dentro de ti, o en ambos?…
¿Hasta dónde llega?… ¿Dónde es más intenso?… ¿Dónde es más débil?
(Pausa de 5 segundos).
Y si en algún momento te das cuenta de que estás enganchado,
simplemente desengánchate y vuelve a concentrarte en la sensación…
Obsérvala con curiosidad… ¿Es diferente en el centro que alrededor de
los bordes? ¿Hay alguna pulsación o vibración dentro de ella?… ¿Es ligera
o pesada?… ¿Está en movimiento o quieta?… ¿Cuál es su temperatura?…
¿Hay puntos calientes o fríos?…
Nota los diferentes elementos dentro del sentimiento… Nota que no es
sólo una sensación, hay sensaciones dentro de las sensaciones… Nota las
diferentes capas. (Pausa de 5 segundos).
Nombrar
Terapeuta: Tómate un momento para nombrar este sentimiento… ¿Cómo lo
llamarías?… Bien, dite en silencio: «Noto una sensación de X… (X = el
nombre que el cliente le ha dado, por ejemplo, Ansiedad).
Respirar
Terapeuta: Y mientras notas ese sentimiento, respira… Imagina que tu
respiración fluye dentro y alrededor de ese sentimiento… Respirando
dentro y alrededor…
Expandir
Terapeuta: Y es como si, de una manera mágica, todo ese espacio se abriera
dentro de ti… Te abres alrededor de ese sentimiento… Haz espacio para
él… expándete alrededor… Entiendes que esa idea está bien… Respira…
ábrete… expándete a su alrededor…
Permitir
Terapeuta: Y ve si puedes permitir que ese sentimiento esté ahí. No tienes
que desearlo… sólo permitir que esté ahí… Deja que ocurra… Nota que
respiras en él, que te abres a su alrededor, y que permites que sea como es.
(Pausa de 10 segundos). Puedes sentir una fuerte necesidad de luchar
contra él o alejarlo. Si es así, sólo reconoce el impulso que existe sin actuar
en consecuencia. Y sigue notando la sensación. (Pausa de 5 segundos). No
intentes deshacerte de ella ni de alterarla. Si cambia por sí misma, está
bien. Si no cambia, también está bien.
Cambiar la sensación o deshacerte de ella no es el objetivo. Tu objetivo
es simplemente permitirla… dejarla ser. (Pausa de 5 segundos).
Materializar
Terapeuta: Imagina que este sentimiento es un objeto físico… Como objeto,
¿qué forma tiene?… ¿Es líquido, sólido o gaseoso?… ¿Se está moviendo o
está quieto?… ¿De qué color es?… ¿Es transparente u opaco?…
Si pudieras tocar la superficie, ¿cómo sería?… ¿Mojada o seca?…
¿Áspera o suave?… ¿Caliente o fría?… ¿Blanda o dura? (Pausa de 10
segundos).
Observa este objeto con curiosidad, respira en él y ábrelo a tu
alrededor… No tiene que gustarte ni tienes que desearlo. Sólo permítelo…
y nota que eres más grande que este objeto… no importa cuán grande se
vuelva, nunca puede ser más grande que tú. (Pausa de 10 segundos).
Normalizar
Terapeuta: Este sentimiento te brinda información valiosa… Te dice que
eres un ser humano normal con un corazón… Te dice que te importan las
cosas… que hay cosas en la vida que te importan… y esto es lo que los
seres humanos sentimos cuando hay una brecha entre lo que queremos y lo
que tenemos… Cuanto más grande sea la brecha, mayor será la sensación.
(Pausa de 5 segundos).
Ser autocompasivo
Terapeuta: Coloca una de tus manos en esa parte de tu cuerpo… e imagina
que es una mano curativa… la mano de un amigo o padre o enfermera
cariñosa… y siente el calor que fluye de su mano al interior de tu cuerpo…
no para deshacerte de la sensación, sino para dejarle espacio… para
suavizarte y relajarte a su alrededor. (Pausa de 10 segundos).
Sostenla suavemente, como si fuera un bebé que llora o un cachorro
asustado. (Pausa de 10 segundos).
Y siéntete libre de dejar la mano ahí, o descansarla en tu regazo, lo que
prefieras.
Expandir la conciencia
Terapeuta: La vida es como un espectáculo en el escenario… y en ese
escenario están todos tus pensamientos y todos tus sentimientos, y todo lo
que puedes ver, oír, tocar, saborear y oler…
Y lo que hemos estado haciendo aquí es atenuar las luces del escenario y
destacar ese sentimiento… y ahora es el momento de ocuparnos del resto
de las luces…
Así que mantén ese sentimiento en el centro de la atención y, al mismo
tiempo, enciende las luces de tu cuerpo… nota tus brazos y piernas y
cabeza y cuello… y nota que tienes el control de tus brazos y piernas,
independientemente de lo que estés sintiendo… Sólo muévelos un poco
para comprobarlo por ti mismo… y ahora haz un estiramiento y nota que
estás estirando…
Y también nota las luces de la habitación donde te encuentras… Abre los
ojos, mira a tu alrededor y nota lo que puedes ver… y nota lo que puedes
oír… y nota que no hay sólo un sentimiento; hay un sentimiento dentro de
un cuerpo, dentro de una habitación, donde tú y yo estamos trabajando
juntos en algo muy importante… ¡y bienvenido de nuevo!
En el guion anterior, nos enfocamos en una sola sensación, la más intensa. A
menudo esto es suficiente para que la aceptación «se extienda» por todo el
cuerpo. Pero a veces puede haber otras sensaciones fuertes en diferentes
partes del cuerpo, en cuyo caso podemos repetir el procedimiento con cada
una. Y si el cliente se fusiona o se abruma en algún momento, podemos
echar el ancla y utilizar la defusión, y luego volver a la aceptación.
CONSEJO PRÁCTICO
Podemos trabajar con la insensibilidad de la misma manera que trabajamos con otros
sentimientos. Encuentra el área de mayor insensibilidad, obsérvala, nómbrala, descríbela, ábrete a
ella, hazle espacio, etc. A menudo, cuando hacemos esto, se disipa la insensibilidad y otros
sentimientos «enterrados» u «ocultos» suben a la superficie.
A medida que guiemos al cliente a través de este tipo de ejercicios,
sucederá una de dos cosas: o sus sentimientos cambiarán o no. No importa
de ninguna manera. El objetivo no es cambiar o reducir los sentimientos,
sino aceptarlos, reconocerlos, permitirlos y acomodarlos. ¿Por qué? Porque
cuando no estamos invirtiendo tanto tiempo, energía y esfuerzo en tratar de
controlar cómo nos sentimos, podemos invertirlo en actuar según nuestros
valores.
Nuestros clientes a menudo descubren que cuando aceptan una emoción o
una sensación dolorosa, ésta se reduce significativamente y, a veces,
desaparece. Cuando esto suceda, debemos aclarar que: (1) es una
bonificación, no el objetivo, y (2) no siempre sucederá, así que no debe
esperarlo. Podríamos decir: «Bueno, ¿no es interesante? Muy a menudo,
cuando nos abrimos y hacemos espacio para nuestros sentimientos, se
reducen en intensidad. A veces incluso desaparecen. Pero realmente no hay
manera de predecirlo. A veces lo harán; a veces no. Entonces, cuando
sucede, hay que disfrutarlo. Pero ten en cuenta que es una ventaja, no el
punto principal. Si comienzas a usar estas técnicas para tratar de hacer que
los sentimientos desaparezcan, pronto volverás aquí diciéndome “No está
funcionando”». Si el cliente parece confundido o decepcionado por esto,
entonces es aconsejable repetir el ejercicio de empujar el papel o la metáfora
del interruptor de lucha (que encontrarás más adelante en este capítulo) para
que le quede realmente claro. Debo enfatizar mucho la importancia de esto.
Si no abordamos explícitamente este problema, entonces, del mismo modo
que ocurre con la defusión, nuestros clientes comenzarán a hacer
«pseudoaceptación», es decir, utilizar técnicas de «aceptación» para tratar de
evitar o de deshacerse de experiencias interiores no deseadas. Y, por
supuesto, eso pronto fracasará, y el cliente decepcionado regresará y se
quejará: «No está funcionando». Respondemos a esto como explicamos en el
capítulo 16.
Ejercicio de aceptación de emociones
Ahora te daré algunos consejos sobre estas técnicas. También te daré una
versión de diez segundos de cada una.
Enlace a valores y objetivos
Recuerda, en la ACT nunca alentaríamos a nadie a aceptar el dolor o la
incomodidad a menos que esté al servicio de los valores vivos y persiga
objetivos congruentes con los valores. Así que tenemos que volver a esto,
una y otra vez. Sin tal motivación, muchos clientes se resistirán a la
aceptación.
La versión de diez segundos
Terapeuta: Recuérdame por qué estamos haciendo esto. ¿Qué te va a ayudar
esto a hacer de manera diferente?
Observar como un niño curioso; darse cuenta; nombrar
La primera etapa para aceptar una experiencia interior difícil es notarla;
reconocer que está ahí, ahora mismo. (Aquí es donde la atención flexible se
superpone a la aceptación). La metáfora de «observar como un niño curioso»
ayuda a fomentar la apertura y la curiosidad hacia el sentimiento: en otras
palabras, a enfocar en lugar de evitar.
También queremos nombrar el sentimiento (con el que los clientes a
menudo necesitan ayuda, como veremos en el próximo capítulo). En el
lenguaje cotidiano, cuando nombramos nuestras emociones, a menudo
decimos cosas como: «Estoy triste», lo que hace que suene como: «Soy la
emoción». Entonces, en mindfulness, decimos cosas como: «Estoy notando
ansiedad», «Tengo un sentimiento de tristeza», «Tengo un sentimiento de
ira». Cuando mencionas una emoción de esta manera, te ayuda a ver que no
se trata de quién eres sino de una experiencia que te atraviesa.
La versión de diez segundos
Terapeuta: Nota ese sentimiento. Fíjate dónde está. Nota dónde es más
intenso.
La parte que nota
Como en cualquier ejercicio de mindfulness, podemos plantar semillas para
el yo como contexto. Más tarde, podemos regarlas, como en el capítulo 25.
«Darse cuenta de uno mismo» facilita la aceptación porque ofrece un «lugar
seguro» o un «punto de vista seguro» desde el cual observar.
La versión de diez segundos
Terapeuta: Utiliza esa parte de ti para notar esto realmente.
Radio mente
Esperamos que surjan todo tipo de pensamientos inútiles cuando se realiza la
aceptación. Si ya hemos trabajado con la defusión (lo cual recomiendo),
podemos traerla aquí. Soy un gran admirador de la simple metáfora: «Deja
que tu mente suene como una radio de fondo».
La versión de diez segundos
Terapeuta: Cada vez que tu mente te enganche, acéptalo, desengánchate y
vuelva a enfocarte.
Respirar
Muchos clientes, pero no todos, encuentran que respirar en un sentimiento
les permite hacer espacio. La respiración diafragmática lenta y suave parece
muy útil para muchas personas (sin embargo, también hace que una pequeña
minoría se sienta mareada, aturdida o ansiosa, en cuyo caso hay que
omitirla).
La versión de diez segundos
Terapeuta: Nota esa sensación y respira suavemente.
Expandir
A menudo es útil hablar metafóricamente acerca de hacer espacio, crear
espacio, abrirse o expandirse. Esto nos lleva de los reinos del «reconocer» y
del «permitir» al de «acomodar».
La versión de diez segundos
Terapeuta: Trata de abrirte alrededor del sentimiento, de hacerle algo de
espacio.
Permitir
Una y otra vez, les recordamos a nuestros clientes que la aceptación no
significa que les guste, o que quieran o aprueben un pensamiento o un
sentimiento; significa permitirlo o dejarlo ser.
La versión de diez segundos
Terapeuta: Sé que no quieres ese sentimiento, pero mira si puedes dejarlo
reposar ahí por un momento. No tiene que gustarte, sólo déjalo ahí.
Materializar (u cosificar)
Muy a menudo, nuestros clientes, especialmente aquellos que son muy
visuales, lo harán espontáneamente cuando les pedimos que observen sus
sentimientos. Cuando imaginamos un sentimiento como un objeto físico, nos
ayuda a experimentar que ese sentimiento no es más grande que nosotros;
tenemos mucho espacio para ello.
En algunos modelos de terapia, se puede intentar disolver el objeto con luz
blanca o reducirlo de varias maneras. En la ACT no lo haríamos así, ya que
eso reforzaría la agenda del control emocional. Sin embargo, como sucede,
el objeto casi siempre cambia espontáneamente. Por lo general, se vuelve
más pequeño o más blando, pero a veces se hace más grande. Si ocurre esto
último, podríamos decir: «No importa cuán grande sea ese sentimiento, no
puede ser más grande que tú. Así que obsérvalo, respira y dale más espacio».
La cuestión es que no necesitamos reducir o eliminar el objeto; sólo
hacerle espacio. En trabajos sobre el duelo agudo, a menudo tengo clientes
que salen de mi consulta con una pesada roca negra dentro del estómago o
una gruesa tabla de madera en el pecho. Eso es de esperar. Las pérdidas
importantes dan lugar a sentimientos dolorosos. Ayudemos a nuestros
clientes a llevarlos de buena gana, en lugar de atascarse en una lucha contra
ellos, para que puedan participar plenamente de la vida y hacer lo que les
importe.
La versión de diez segundos
Terapeuta: Si este sentimiento fuera un objeto, ¿cómo sería?
Normalizar
Si podemos reconocer que es normal y natural tener sentimientos dolorosos,
que es una parte inevitable de ser humano, es más probable que los
aceptemos.
La versión de diez segundos
Terapeuta: Es completamente natural y normal que te sientas así.
Ser autocompasivo
La autocompasión, ser amable y preocuparse por uno mismo, aporta un
elemento adicional a la aceptación. Presumiblemente, las sensaciones cálidas
de la mano y la rica metáfora de las manos curativas contribuyen a la
efectividad.
La versión de diez segundos
Terapeuta: Pon una mano donde sientas eso más intensamente y trata de
mantenerla ahí suavemente.
Expandir la conciencia
A veces, es posible que deseemos concentrarnos en nuestras emociones,
como cuando estamos aprendiendo una habilidad de mindfulness o llorando
por un ser querido. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, enfocarnos
demasiado intensamente en nuestros sentimientos se interpondrá en el
camino de vivir la vida. En ocasiones, los clientes abandonarán su sesión con
sensaciones fuertes o desagradables en su cuerpo. Esto es muy probable
cuando se trabaja con clientes con síndrome de dolor crónico, dolor agudo
debido a una pérdida repentina o ansiedad por alguna crisis o desafío mayor
inminente. Queremos que los clientes puedan hacer espacio para sus
sentimientos y ampliar la conciencia para comprometerse con el mundo que
los rodea, para que así puedan hacer lo que sea necesario para que su vida
funcione.
Esta expansión de la conciencia es, por supuesto, un gran componente de
todos los ejercicios de anclaje, por lo que podemos elegir mencionar
explícitamente esa metáfora. Si no, la metáfora del espectáculo escénico es
una buena alternativa, y deja claro que eso no es una distracción. El
sentimiento permanece en el escenario pero, a medida que el escenario se
ilumina, podemos ver todo el espectáculo, y el sentimiento como sólo una
parte de él. Esto en sí mismo facilita la aceptación: cuando es sólo «una
parte de todo el espectáculo», el sentimiento ya no parece tan grande y
amenazador.
La versión de diez segundos
Terapeuta: Nota el sentimiento, y tu cuerpo, y la habitación a tu alrededor, y
a ti y a mí trabajando aquí juntos. Están pasando muchas cosas.
Desenmascarar conceptos erróneos
Dos conceptos erróneos comunes sobre la aceptación son: (a) es todo o nada
y (b) está dirigida a ignorar o descartar las emociones. Todo lo contrario.
La aceptación no es todo o nada
Algunos libros sobre la ACT afirman que la aceptación es un estado de todo
o nada: tú aceptas o no; es negro o blanco, sin tonos de gris. Me parece una
afirmación extraña. Mi propia experiencia me dice que hay muchos tonos de
aceptación. Por ejemplo, cuando aparece la ansiedad, podemos reconocerla,
permitirla, sentarnos con ella, dejarla, inclinarnos o abrazarla. Para mí, estos
términos transmiten diferentes grados de aceptación: me resulta mucho más
fácil reconocer la ansiedad que aceptarla. ¿Opinas de una manera similar?
Creo que a menudo es útil clínicamente hablar de aceptación en términos
de una escala de 0-10. Sin embargo, a los clientes generalmente les resulta
más fácil evaluar su grado de lucha que el de aceptación, por lo que me gusta
usar la metáfora que sigue.
El interruptor de lucha
La metáfora del interruptor de lucha (Harris, 2007) es una poderosa
herramienta interactiva para el trabajo de aceptación. Si los clientes no
pueden hacer el ejercicio de empujar el papel (capítulo 9) debido a
problemas físicos, entonces, el del interruptor de lucha es mi alternativa.
(Puse una animación de esta metáfora en YouTube; para encontrarla, escribe
«Russ Harris Struggle Switch». Puedes mostrársela a los clientes como una
alternativa a desarrollarla tú mismo).
Terapeuta: Imagina que en el fondo de nuestra mente hay un interruptor de
lucha. Cuando está encendido, significa que vamos a luchar contra
cualquier dolor físico o emocional que se nos presente. Ante cualquier
molestia que aparezca, haremos todo lo posible para deshacernos de ella o
evitarla.
Supongamos que lo que aparece es ansiedad. (Adaptamos esto al
problema del cliente: ira, tristeza, recuerdos dolorosos, ganas de beber,
etc.). Si mi lucha está activada, ¡entonces tengo que deshacerme de ese
sentimiento! Es como, ¡Oh, no! Aquí está de nuevo ese sentimiento
horrible. ¿Por qué sigue volviendo? ¿Cómo me deshago de él? Así que
ahora tengo ansiedad por mi ansiedad.
En otras palabras, mi ansiedad ha empeorado. ¡Oh no! ¡Se está poniendo
peor! ¿Porque me pasa esto? Ahora estoy aún más ansioso. Entonces,
podría enojarme por mi ansiedad: No es justo. ¿Por qué me sigue
sucediendo? O podría deprimirme por mi ansiedad: Otra vez no. ¿Por qué
siempre me siento así? Y todas estas emociones secundarias son inútiles,
desagradables y agotan mi energía y vitalidad. Y entonces, ¿adivinas qué?
¡Estoy ansioso o deprimido por eso! ¿Ves el círculo vicioso?
Pero ahora supongamos que mi interruptor de lucha está apagado. En ese
caso, ante cualquier sentimiento que aparezca, no importa cuán
desagradable sea, no lucho contra él. Aparece la ansiedad, pero esta vez no
lucho contra ella. Es como, bueno, tengo un nudo en el estómago, una
opresión en mi pecho, me sudan las palmas de las manos y me tiemblan las
piernas, y mi mente está contándome un montón de historias de miedo. Y
no es que me guste o lo quiera. Sigue siendo desagradable. Pero no voy a
perder mi tiempo y energía luchando contra eso. En cambio, tomaré el
control de mis brazos y piernas, y pondré mi energía en hacer algo que sea
significativo y que mejore mi vida.
Con la lucha desconectada, nuestro nivel de ansiedad es libre de subir y
bajar según lo dicte la situación. A veces será alto, a veces bajo; a veces
pasará muy rápido y a veces se quedará. Pero lo mejor es que no estaremos
desperdiciando nuestro tiempo y energía luchando contra ello. Así
podremos invertir nuestra energía en hacer otras cosas que hagan que
nuestras vidas tengan sentido.
Pero si está encendido es como un amplificador emocional: podemos
sentir enojo por nuestro enojo, ansiedad por nuestra ansiedad, depresión
por nuestra depresión o culpa por nuestra culpa. (En este punto, verifica
con el cliente: «¿Te ves reflejado en esto?»).
Sin lucha, obtenemos un nivel natural de incomodidad, que depende de
quiénes somos y de qué estamos haciendo. Pero, una vez que comenzamos
a luchar, nuestros niveles de incomodidad aumentan rápidamente. Nuestras
emociones se vuelven más grandes, más pegajosas y más desordenadas,
permanecen más tiempo y tienen más influencia negativa sobre nosotros.
Si podemos aprender cómo apagar ese interruptor de lucha, eso marca una
gran diferencia. Y lo que me gustaría hacer a continuación, si estás
dispuesto, es mostrarte cómo hacerlo.
***
Con la metáfora anterior, presentamos una manera simple de medir los
grados de aceptación (en lugar de tratarla como un concepto de todo o nada).
Un 0 en la escala de lucha se correlaciona con la aceptación máxima,
mientras que un 10 significa la evitación máxima. Un 5 es el punto medio
que llamamos «tolerable». El siguiente paso es trabajar con una emoción
dolorosa y practicar activamente la reducción del interruptor de lucha. (Es
posible que no podamos reducirla a cero, pero incluso bajarla un poco es un
buen comienzo). La siguiente transcripción ilustra esto.
El terapeuta acaba de pedirle al cliente que escanee su cuerpo e identifique
dónde siente su ansiedad más intensamente.
Terapeuta: (Resumiendo). Bien, entonces tienes un nudo en la garganta,
sientes opresión en el pecho y agitación en el estómago. Y de todo ello,
¿qué es lo que más te molesta?
Cliente: Esto. (El cliente se toca la garganta).
Terapeuta: De acuerdo. Entonces, ¿recuerdas ese interruptor de lucha del
que hablamos? (El cliente asiente). Bueno, ¿en este momento dirías que
está encendido o apagado?
Cliente: ¡Encendido!
Terapeuta: De acuerdo. Supongamos que lo convertimos en una escala de 0
a 10. 10 estás lleno de lucha: tengo que deshacerme de este sentimiento sin
importar qué; 0 no es una lucha en absoluto: no me gusta este sentimiento,
pero no voy a luchar contra él; y 5 es el punto medio, que podríamos
llamar «tolerable» o «soportable». En esa escala, ¿cuánto estás luchando
contra ese sentimiento en este momento?
Cliente: Alrededor de un 9.
Terapeuta: De acuerdo. Entonces, en este momento estás luchando mucho.
Veamos si podemos reducirlo un par de puntos. Podemos o no ser capaces
de hacerlo, pero vamos a intentarlo.
(El terapeuta ahora guía al cliente a través de varias partes del ejercicio
de aceptación de emociones descrito anteriormente: observar como un niño
curioso, respirar, notar y nombrar, expandirse a su alrededor. Luego habla
con el cliente para ver qué está sucediendo).
Terapeuta: Entonces, ¿qué está pasando ahora con el interruptor de lucha?
Cliente: Bueno, me siento menos ansioso.
Terapeuta: De acuerdo, llegaremos a eso en un momento. Lo que me
interesa ahora es la lucha. En una escala de 0 a 10, ¿cuánto estás luchando
contra este sentimiento?
Cliente: Oh, sobre un 3.
Terapeuta: Sobre un 3. Bien. Ahora has dicho que tu ansiedad es menor.
Cliente: Sí, ha bajado un poco.
Terapeuta: Interesante. Bueno, disfruta de ello cuando sucede; a veces,
cuando abandonas la lucha contra la ansiedad, ésta se reduce. Pero eso no
es lo que estamos tratando de lograr aquí. Nuestro objetivo es abandonar la
lucha. ¿Estarías dispuesto a seguir? ¿Comprobamos si podemos hacer que
la lucha baje uno o dos puntos más?
¡Las emociones son importantes!, ¡no las expulsamos ni las
ignoramos!
Un error común, tanto entre los terapeutas como entre los clientes, es que
descartamos o ignoramos las emociones. ¡No debe ser así! Son una valiosa
fuente de información y orientación, por lo que queremos hacer un buen uso
de ellas. El problema es que no podemos acceder a esa valiosa información y
orientación desde nuestras emociones mientras estamos ocupados luchando
contra ellas o evitándolas. Primero debemos abandonar la lucha y dejarles
espacio. Después de eso, podemos aprovechar su «sabiduría» y usarlas como
guía. En el próximo capítulo, «Las emociones como aliadas», veremos cómo
hacerlo.
Análisis de los ejercicios de aceptación
Cuando informamos estos ejercicios, a menudo es bueno comenzar con
preguntas abiertas como: «¿Qué te parece? ¿Notas alguna diferencia?».
Con
frecuencia
obtendremos
respuestas
como:
«Es
calmante/relajante/tranquilizador/reconfortante/requiere menos esfuerzo/es
más fácil». A veces recibimos una respuesta como «es extraño» o «raro», en
cuyo caso, validamos: «Sí, a la mayoría de las personas les parece extraño o
raro al principio; no es la manera habitual en que respondemos a los
sentimientos difíciles». A veces recibimos una respuesta como: «¡Está bien,
el sentimiento se ha ido!», en cuyo caso debemos explicar que eso es un
extra, no el objetivo. Y a veces escucharemos: «No funciona»; abordamos
esto como se describe en el capítulo 16.
Después de estas preguntas abiertas, podemos continuar haciendo más
preguntas principales, como lo hacemos al analizar el anclaje:
¿Notas alguna diferencia ahora? ¿Estás menos enganchado a esos
sentimientos? ¿Te afectan menos? ¿Tienes más autocontrol sobre tus
acciones ahora? ¿Tienes el control de tu cuerpo y de tus palabras?
¿Estás luchando menos contra esos sentimientos? ¿Qué diferencia has
notado? ¿Es menos agotador, menos fatigoso?
¿Es más fácil para ti implicarte conmigo, estar presente, concentrarte en
lo que digo y en lo que estamos haciendo aquí?
Y, por supuesto, como parte de la reunión informativa, siempre querremos
preguntar: «¿Cómo podría ser útil para ti con respecto a XYZ?», donde XYZ
son los objetivos de comportamiento del cliente para la terapia.
Trampas comunes para los terapeutas
Del mismo modo que ocurre con la defusión, cuando trabajes con la
aceptación, mantente atento a varias trampas comunes: demasiada
conversación, acción insuficiente; evitar el refuerzo; insensibilidad; no
vincular la aceptación a los valores; y ser demasiado agresivo. Echemos un
vistazo rápido a cada una de ellas.
Demasiada conversación, acción insuficiente. Intentar explicar
didácticamente la defusión y la aceptación es en gran medida una pérdida
de tiempo, así que hazlo experiencialmente. Podemos alimentar fácilmente
la fusión y la evitación entrando en la «parálisis de análisis», es decir,
hablando, analizando e intelectualizando en lugar de hacer un trabajo
experiencial.
Evitar el refuerzo. Como ya se ha mencionado, si nos emocionamos cuando
los sentimientos dolorosos se reducen y los pensamientos desaparecen,
entonces, reforzamos la evitación (o fomentamos la «pseudoaceptación»).
Insensibilidad. Si no validamos a nuestros clientes y empatizamos con
ellos, si nos apresuramos insensiblemente en el uso de todas nuestras
herramientas y técnicas inteligentes, dañaremos la relación terapéutica.
No vincular la aceptación a los valores. Si no podemos establecer la
conexión entre la vida regida por los valores y la aceptación, es probable
que nuestros clientes se resistan.
Ser demasiado agresivo. Si empujamos a nuestros clientes a realizar
intensos ejercicios experienciales antes de que estén listos, les estamos
haciendo un gran daño y pueden abandonar la terapia.
Deberes
Una posible tarea es hacer que los clientes practiquen formalmente un
ejercicio de mindfulness centrado en la aceptación de las emociones. Esto es
particularmente útil para los trastornos de ansiedad y el trabajo sobre el
duelo. Es ideal hacer tales ejercicios en la sesión y grabarlos a medida que se
avanza, y luego darle a tu cliente la grabación para que se la lleve a casa. O
puedes darle al cliente un CD o MP3 grabado en un pendrive para practicar.
(Mi MP3 «Mindfulness Skills: Volume 1» tiene una grabación (la pista 3)
muy similar al ejercicio de aceptación de emociones de este capítulo, y hay
otras parecidas en la aplicación de móviles ACT Companion).
También puedes sugerir a tu cliente: «Entre ahora y la próxima sesión, me
pregunto si estarías dispuesto a practicar para dejar espacio a tus
sentimientos, como lo hemos hecho hoy. Tan pronto como te des cuenta de
que estás luchando, realiza el ejercicio». Luego, para que no se olvide,
escribe los pasos clave que quieres que practique, por ejemplo, «observa,
respira, expande» o «crea en un objeto y respira en él».
Una tercera opción es ésta: «Durante la próxima semana, observa cuándo
luchas contra tus sentimientos, y cuándo te abres y les das espacio. Y
observa qué efectos tiene cuando respondes de cada manera». También
puedes usar una copia de la hoja de trabajo «Struggling vs. Opening Up»
(luchar versus apertura) (véase «Bits extra») y pedirle al cliente que la
complete.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 22 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página www.actmind‐
fully.com.au). Allí encontrarás: (a) cómo mejorar el elemento de aceptación de cualquier
ejercicio de mindfulness, (b) la hoja de trabajo «Struggling vs. Opening Up» mencionada
anteriormente, (c) ejercicios y metáforas adicionales para la aceptación, incluyendo el surf
emocional y el surf del impulso, (d) cómo nuestra programación infantil nos prepara para
luchar contra nuestros sentimientos, (e) cómo abordar la creencia de que nuestras emociones
controlan nuestras acciones, y (f) cómo valorar la aceptación para que los clientes no se
sientan abrumados.
Habilidades
Prueba estas técnicas en ti mismo. Practica abrirte y dejar espacio para esos
sentimientos, especialmente durante y después de una sesión de terapia
difícil, porque una de las habilidades de un buen terapeuta es poder aceptar
sus propias reacciones emocionales. Adicionalmente:
Lee todos los ejercicios, metáforas y otras intervenciones en voz alta,
como si estuvieras conduciendo a un cliente a través de ello.
Revisa los casos de dos o tres clientes e identifica las experiencias
interiores contra las que luchan o que intentan evitar. Luego considera
qué técnicas de aceptación podría utilizar con ellas.
Para llevar
La aceptación es el proceso de hacer espacio activamente a experiencias
privadas no deseadas. En este capítulo, nos hemos centrado en las
emociones, pero podemos usar las mismas técnicas (o ligeramente
modificadas) para aceptar pensamientos, imágenes, recuerdos, sentimientos,
impulsos, deseos y sensaciones. La aceptación y la defusión van de la mano:
en la aceptación, a medida que tomamos contacto experiencial directo con
nuestras experiencias privadas, desactivamos nuestros pensamientos sobre
ellas. Por el contrario, cuando desactivamos y permitimos que nuestros
pensamientos sean como son (sin tratar de cambiarlos o evitarlos), éste es un
acto de aceptación. Juntos podemos pensar en la defusión y la aceptación
como en «apertura». Esperemos que ahora empieces a ver lo que quise decir
cuando dije que las diferentes partes del hexaflex están interconectadas,
como seis facetas de un diamante.
CAPÍTULO 23
Las emociones como aliadas
Las emociones importan
De vez en cuando me encuentro con personas que dicen: «La ACT es
demasiado cognitiva, no trata las emociones». Por lo general, los miro
horrorizado y les pregunto: «¿Qué libro has leído? ¿A qué taller has ido?».
Sin duda, podrías implementar la ACT de una manera muy cognitiva,
concentrándote únicamente en los pensamientos y saltándote los
sentimientos, pero te perderías grandes partes del modelo.
Hay dos temas principales que veremos en este capítulo: (a) la
psicoeducación sobre la naturaleza y el propósito de las emociones y (b)
cómo usar activamente nuestras emociones.
Emociones contra acciones físicas
Los científicos tienen dificultades para llegar a un consenso sobre qué son
realmente las emociones. Si buscas una buena definición en la que todos
puedan estar de acuerdo… bueno, buena suerte. Sin embargo, la mayoría de
los expertos en el campo de las emociones tienden a ponerse de acuerdo en
dos cosas:
1. En el centro de cualquier emoción hay una serie compleja de cambios
neurológicos, cardiovasculares, musculoesqueléticos y hormonales en
todo el organismo.
2. Estos cambios físicos nos preparan para tomar medidas.
Notamos estos cambios físicos como sensaciones, como «mariposas» en el
estómago, como un nudo en la garganta, como ojos llorosos o manos
húmedas. También los notamos como impulsos para actuar de maneras
particulares: llorar, reír, gritar u esconderse, por ejemplo. La probabilidad
de que actuemos de una manera u otra cuando experimentamos una
emoción concreta a menudo se denomina «tendencia de acción». Pero
observa la palabra clave aquí: «tendencia». Tendencia significa que tenemos
la inclinación a hacer algo; no que tengamos que hacerlo, que no tengamos
otra opción. No significa que estemos obligados a comportarnos de una
manera particular y que no podamos hacer nada más, sólo significa que
tendemos a actuar de esa manera.
Entonces, por ejemplo, cuando estás ansioso por llegar tarde, puedes tener
la tendencia de conducir por encima del límite de velocidad, pero aún
puedes elegir conducir legalmente y con seguridad si así lo deseas. O
cuando te sientes enojado con alguien, puedes sentir la necesidad, el
impulso, el deseo o la inclinación de gritarle, pero también puedes elegir
hablar con calma si así lo deseas.
En otras palabras, aún podemos controlar nuestro comportamiento
manifiesto, nuestras acciones físicas, en momentos en que no podemos
controlar cómo nos sentimos. Una y otra vez, en la ACT, hacemos un buen
uso de esta habilidad. Ayudamos a las personas a separar sus acciones
físicas de sus emociones. Si un cliente acude a nosotros para «manejar la
ira», podemos ayudarle a aprender cómo abrirse y dejar espacio para sus
sentimientos de ira y calmar sus pensamientos de enojo y, al mismo tiempo,
ejercer control sobre su voz, expresión facial, postura corporal y acciones
físicas, para que pueda actuar con calma, incluso mientras se siente furioso.
Del mismo modo, si un cliente tiene un trastorno de ansiedad, podemos
ayudarlo a abrirse y dejar espacio para los sentimientos de ansiedad y, al
mismo tiempo, tomar el control de su voz, rostro, postura corporal y
acciones físicas para actuar de manera efectiva en las situaciones que lo
asustan, para que pueda actuar con valentía incluso mientras se siente
asustado.
Nuestra capacidad de separar las acciones físicas de las emociones es
increíblemente útil. Si podemos controlar nuestra postura, rostro, voz y
acciones al sentir una emoción fuerte en particular, eso puede permitirnos
actuar de maneras que obtengamos mejores resultados.
Por ejemplo, si me siento furioso con mi hijo (sí, sucede) y puedo hablar
con voz suave y paciente, con los brazos a los lados y las manos abiertas, y
explicarle con firmeza y paciencia cuál es el problema y qué me gustaría
que hiciera, eso es mucho más saludable para nuestra relación que cuando
me siento furioso y le grito (sí, sucede). Como cualquier padre sabe, gritar a
menudo funciona a corto plazo para satisfacer nuestras necesidades, pero a
la larga no funciona bien para una relación saludable (ni es un buen modelo
a seguir).
CONSEJO PRÁCTICO
A veces, cuando ayudo a los clientes a hacer esto, dicen: «¡Oh! Quieres decir, ¡fingir hasta que
lo hagas!». Mi respuesta a esto es: «¡No! No se trata de ser “falso”. No se trata de pretender ser
algo que no eres. El objetivo es ser fieles a nosotros mismos, reconocer honestamente lo que
estamos sintiendo y aceptar verdaderamente esos sentimientos, y al mismo tiempo,
comportarnos como el tipo de persona que queremos ser. ¡No hay falsificaciones implicadas!».
¿Para qué sirven nuestras emociones?
Muchos clientes tienen poco conocimiento de los propósitos de nuestras
emociones: por qué han evolucionado y cómo nos ayudan a adaptarnos al
mundo en que vivimos. Pero no queremos convertir nuestras sesiones en
largos seminarios didácticos sobre estos temas, y un poco de
psicoeducación puede ser muy útil para ayudarlos a responder de manera
más flexible a sus emociones. Si entienden cómo y por qué evolucionaron
nuestras emociones dolorosas, podrían aceptarlas mejor y ser más
autocompasivos. Y si aprenden a sintonizar y utilizar sus emociones, su
inteligencia emocional aumentará, lo que les conferirá una amplia gama de
beneficios. Así pues, si queremos simplificar, podemos decir que nuestras
emociones pueden tener tres propósitos principales: comunicar, motivar,
iluminar.
Las emociones comunican
Cuando experimentamos una emoción concreta, tendemos a hacer ciertas
acciones físicas. Estas acciones a menudo comunican a los demás lo que
sentimos, sin que tengamos que decirles nada. En muchas situaciones
sociales, esto es beneficioso: si veo lágrimas en tus ojos, y tu cabeza
inclinada, y una expresión abatida en tu rostro, puedo deducir que estás
triste; y si tenemos una buena relación, y soy una persona amable y
cariñosa, es probable que te responda de una manera amable y solidaria.
Por supuesto, técnicamente hablando, no son las emociones las que se
comunican. Las emociones son una experiencia interior privada que nadie
más puede conocer directamente. Lo que se comunica a los demás son sus
acciones físicas: expresión facial, postura corporal, movimiento físico,
patrón de respiración y vocalizaciones (así como cambios físicos
involuntarios como lágrimas, palidez o enrojecimiento). Estas acciones
físicas son lo que queremos decir cuando hablamos de «expresar los
sentimientos»; la cara, la postura corporal, el movimiento y la voz
«expresan» a los demás la emoción que se tiene dentro.
La mayoría de nosotros aprendemos desde una edad temprana a modificar
tales acciones físicas: cómo cambiar nuestra expresión facial, postura
corporal, movimiento físico, patrón de respiración y vocalizaciones, para
que podamos «ocultar nuestros verdaderos sentimientos» a los demás. Y es
bueno que podamos hacerlo, porque hay muchas situaciones en las que eso
es extremadamente útil y adaptativo.
Sin embargo, hay una desventaja en esta habilidad. En algunas
situaciones, cuando «ocultamos nuestros sentimientos» en lugar de
«expresarlos» adecuadamente, esto es contraproducente. ¿Por qué? Porque
hace que sea más difícil para los demás intuir lo que estamos sintiendo, y si
lo malinterpretan, es posible que no respondan de la manera que
desearíamos. Por ejemplo, si te sientes muy triste pero «pones una cara
feliz» y expresas que «la vida es genial», es posible que no obtengas la
respuesta de apoyo y cariño de otros que, en el fondo, realmente deseas.
Del mismo modo, supón que te sientes triste, pero tu lucha continúa y
reaccionas a la tristeza con ira, y luego expresas esa ira a los demás a través
de tu rostro, tu voz y tu postura corporal. Si es así, en lugar de que otros te
respondan con amabilidad y cuidado (como lo harían si expresaras tristeza),
hay bastantes probabilidades de que retrocedan y se mantengan alejados de
ti, o entren en conflicto contigo.
En tales situaciones, podemos ayudar al cliente a aprender cómo
«expresar» adecuadamente la emoción que siente, a través de su expresión
facial, lenguaje corporal y palabras. Al mismo tiempo, podemos ayudarlo a
desarrollar una mayor conciencia de cuándo y dónde y con quién es útil
expresar sus emociones. Por ejemplo, la respuesta que obtienes de otros si
expresas tu tristeza dependerá de quiénes son, cuál es la situación, qué tipo
de relación tienes con ellos, etc. Por lo tanto, si sabes que es probable que
otras personas sean hostiles y agresivas si expresas tu tristeza, ¡entonces
generalmente es mejor no expresarla!
Cuando expresamos físicamente nuestras emociones de manera apropiada
para cuidar a los demás en situaciones adecuadas, esto es lo que es probable
que comuniquemos:
El miedo comunica: «Cuidado» ¡Hay peligro!», o «Te encuentro
amenazador».
La ira comunica: «Esto no es justo o correcto», o «Estás invadiendo mi
territorio», o «Estoy defendiendo lo que es mío».
La tristeza comunica: «He perdido algo importante».
La culpa comunica: «He hecho algo mal y quiero corregirlo».
El amor comunica: «Te aprecio», o «Quiero que te quedes cerca de
mí».
Las emociones motivan
Las palabras «emoción», «motivar», «movimiento» y «moverse» tienen su
origen en la palabra latina movere, que significa ‘mover’. Las emociones
nos preparan para mover nuestro cuerpo de maneras particulares. Han
evolucionado durante incontables eones para prepararnos para la acción en
respuesta a estímulos específicos, nos predisponen a hacer ciertos
movimientos que, probablemente, sean adaptativos y mejoren la vida.
La primitiva respuesta de lucha o huida evolucionó originalmente en los
peces para ayudarlos a luchar o huir de las amenazas. En los humanos
modernos, nuestra respuesta de lucha o huida da lugar a muchas emociones
poderosas: frustración, irritación, ira y rabia (lucha); y preocupación,
ansiedad, miedo y pánico (huida). (Nota: Técnicamente, es la respuesta
«pelear, huir o congelarse», pero esta terminología puede ser confusa
porque hay varios significados diferentes del término «congelar». Está más
allá del alcance de este libro explicarlos, pero puedes ir a YouTube y mirar
mi animación «The Three Meanings of Freeze»). En contraste, las
emociones sociales, como la culpa y la vergüenza, evolucionaron mucho
más tarde y se encuentran sólo en los mamíferos; provienen del centro
límbico del cerebro, que muchas personas llaman el «cerebro de los
mamíferos». Todas las emociones que experimentamos hoy nos inclinan a
actuar de ciertas maneras y a hacer cosas que han sido adaptativas en
nuestro pasado evolutivo:
El miedo nos motiva a escapar o a escondernos.
La ira nos motiva a mantenernos firmes, a luchar.
La tristeza nos motiva a reducir la velocidad, retirarnos y descansar.
La culpa nos motiva a hacer las paces, a reparar el daño social.
El amor nos motiva a ser amorosos, cariñosos y amistosos.
Las emociones iluminan
Nuestras emociones iluminan lo que es importante. Nos alertan de que está
sucediendo algo importante, algo que debemos atender. «Iluminan»
nuestras necesidades y deseos más profundos, de la siguiente manera:
El miedo ilumina la importancia de la seguridad y la protección.
La ira ilumina la importancia de defender nuestro territorio, proteger un
límite o levantarse y luchar por lo que es nuestro.
La tristeza ilumina la importancia del descanso y la recuperación
después de una pérdida.
La culpa ilumina la importancia de cómo tratamos a los demás y la
necesidad de reparar los lazos sociales.
El amor ilumina la importancia de la conexión, la intimidad, el vínculo,
el cuidado y el intercambio.
En otras palabras, nuestras emociones son mensajeros que vienen con
regalos. Entre otras cosas, pueden ayudarnos a comunicarnos de manera
efectiva con los demás, a cuidarnos a nosotros mismos y a nuestros seres
queridos, y a reconocer y atender lo que es importante. Entonces, cuanto
más nos desconectamos o desvinculemos de nuestras emociones, más
beneficios perdemos.
Cómo obtener la sabiduría de las emociones
Como se ha mencionado ya en el capítulo 22, muchos terapeutas y clientes
parecen tener la idea errónea de que en la ACT descartamos o ignoramos
las emociones. Y como sabes, ése no es el caso. Cerca del final del ejercicio
de empujar el papel y de la metáfora de las manos como pensamientos y
sentimientos, hay una línea que dice aproximadamente lo siguiente: si hay
algo útil que puedas hacer con ellos, entonces utilízalos, incluso los
pensamientos y sentimientos más dolorosos, desagradables y no deseados
generalmente tienen algo útil que decirnos. La idea es que no sólo
aceptamos nuestras emociones; seguimos sintonizándolas, utilizándolas.
Esta idea subyace en el clásico eslogan de la ACT: «Tu dolor es tu aliado»
(Hayes et al., 1999).
Aquí hay algunas preguntas sobre las que podemos pedirles a los clientes
que reflexionen una vez que hayan aceptado una emoción difícil:
¿Qué te recuerda esa emoción que debes hacer en términos de cuidarte
a ti mismo o a los demás?
Si esa emoción pudiera darte algunos consejos, ¿qué diría?
Si sigues ese consejo, ¿te conducirá hacia movimientos hacia adelante o
hacia atrás?
Si expresas esa emoción a los demás adecuadamente, ¿qué podría
indicar?
¿Cómo responderías a esa señal de maneras que podrían ser útiles para
ti?
¿Qué te dice esa emoción…
… que te importa?
… acerca de lo que realmente te importa?
… sobre el tipo de persona que quieres ser?
… acerca de lo que realmente quieres?
… que necesitas abordar o tratar o centrarte o hacer frente?
… que necesitas hacer más, menos o de manera diferente?
… que tienes que hacer de manera distinta en la forma en que te tratas a
ti mismo o a los demás?
A menudo, estas exploraciones arrojan valores, metas, necesidades y deseos
importantes, que luego podemos ayudar al cliente a traducir en
movimientos.
Aprovechar la energía de las emociones
Algunas emociones son extremadamente energizantes, muy obviamente el
miedo y la ira. Si podemos desactivar los pensamientos inútiles, hacer
espacio para los sentimientos y conectarnos a la tierra, a menudo podemos
aprovechar la energía de esas emociones para tomar medidas
comprometidas. Un ejemplo común es la ansiedad por el desempeño que
los actores y músicos profesionales sienten universalmente antes de salir al
escenario frente a una audiencia. Esto puede ser útilmente aprovechado y
canalizado en una actuación. En lugar de describir su experiencia interna
como ansiedad, muchos artistas se refieren a ella como «amplificación»,
«aceleración», «agitación» o «descarga de adrenalina». (Para una mirada
más profunda sobre este tema, consulta mi libro The Confidence Gap
[Harris, 2011]).
¿Qué pasa con la disociación?
¿Qué pasa si los clientes no pueden acceder a sus emociones? Algunos
están tan desconectados de sus emociones que nos dicen que «no sienten
nada». Técnicamente, esto se conoce como disociación y se correlaciona
con altos niveles de evitación experiencial. De hecho, estos clientes sienten
algo: una sensación de entumecimiento desagradable, que a menudo
describen como vacío, hueco o sensación de muerte. En la ACT podemos
ayudar mucho con este problema; no tengo espacio para escribir sobre esto
aquí, pero lo he desarrollado en «Bits extra».
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 23 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí descubrirás: (a) cómo trabajar con la disociación, (b) cómo
ayudar a los clientes a descubrir cuándo es útil concentrarse en sus emociones, y cuándo no lo
es, (c) enlaces a varias animaciones de YouTube que he creado sobre la neurociencia de la
emoción y (d) la regulación emocional en la ACT.
Para llevar
Las emociones ofrecen una rica fuente de sabiduría y orientación a la que
no podemos acceder si estamos ocupados evitándolas. Cuando en la ACT
trabajamos con emociones, no se trata sólo de notarlas, nombrarlas y
aceptarlas, sino de hacer un uso activo de ellas. Recuerda el clásico eslogan
de la ACT: tu dolor es tu aliado.
CAPÍTULO 24
¿Qué te detiene?
Cambiar no es fácil
¿Alguna vez ha tenido un cliente que abandona tu consulta todo
enfervorizado, lleno de entusiasmo y diciendo: «Voy a hacer esto y aquello
y lo otro»? ¿Y luego viene a la siguiente sesión y no ha hecho nada? Por
supuesto que sí. Pero sólo unas pocas miles de veces, ¿verdad? Cuando mis
clientes dicen tales cosas, inmediatamente respondo: «¡Te pareces a mí!».
(Deberías ver la expresión de sorpresa en sus caras). «Sí», continúo, y
añado: «¿Sabes con qué frecuencia digo que voy a hacer algo, pero en
realidad no lo hago?».
Por lo general, el cliente, aturdido, dice: «Oh, vaya, no pensé que…».
«Con estas cosas todos estamos en el mismo barco», digo. «Y si tu mente
es como la mía, probablemente te esté atacando en este momento,
contándote esa historia “no lo suficientemente buena”». Ante esto, el cliente
generalmente asiente con la cabeza, por lo que trabajamos un poco para
desengancharlo de la autocrítica, haciendo espacio para la ansiedad y la
culpa, y practicando la autocompasión.
Después de eso digo: «Ahora, antes de hacer algo más en esta sesión,
¿podemos pasar algún tiempo identificando lo que te detuvo? Porque lo que
se interpuso la última vez también es probable que se interponga esta vez y
la próxima. Entonces, ¿te parece bien si descubrimos cuáles son las barreras
y elaboramos un plan para abordarlas?
Superar barreras
Existen muchas barreras posibles contra el cambio, y a menudo los
terapeutas las refuerzan involuntariamente omitiendo aspectos importantes
del capítulo 21, como establecer objetivos inteligentes y ayudar a los
clientes a planificar y prepararse para posibles obstáculos. Así que, verifica:
tú y tu cliente, ¿tenéis claro el objetivo? ¿Es inteligente, es decir, específico,
motivado por los valores, adaptativo, realista, enmarcado en el tiempo?
¿Has identificado posibles obstáculos y has planeado estrategias para
enfrentarte a ellos? ¿Se te ocurrió un plan B? ¿Has implementado todas las
otras cosas del capítulo 21?
Aparte de tales omisiones, las cuatro barreras más comunes para cambiar
son:
—Engancharse.
—Evitar molestias.
—Lejanía de los valores.
—Objetivos dudosos.
Lo que sigue es una simple hoja de trabajo del cliente que explica los
encabezados anteriores y proporciona los «antídotos». También encontrarás
una copia descargable en «Extra bits».
¿QUÉ TE DETIENE?
El objetivo de esta hoja de trabajo es aclarar tus propias barreras internas al
cambio: identificar lo que te impide salir de tu zona de confort, probar cosas
nuevas, enfrentarte a tus miedos, afrontar tus grandes desafíos, alcanzar tus
metas, practicar nuevas habilidades, tomar medidas para resolver
problemas, etc.
Hay dos maneras de completar esta hoja de trabajo. Una opción es hacerlo
para un dominio específico de la vida (por ejemplo, trabajo, educación,
amigos, pareja, paternidad, espiritualidad, pasatiempos, salud) o para un
comportamiento específico que deseas comenzar a hacer (por ejemplo,
practicar ejercicio, cocinar, jugar con tus hijos, estudiar). La otra opción es
completarla como una visión de la vida en general.
Engancharse
¿Qué razones se te ocurren por las que no puedes o ni siquiera deberías
tomar medidas? ¿Qué cosas malas te dirá tu mente que sucederán si tomas
medidas? Por favor, escríbelas a continuación.
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El antídoto: Si te enganchas a estos pensamientos, probablemente no
tomarás medidas. Así que utiliza tus habilidades de desenganche. No
puedes evitar que tu mente diga esas cosas, pero sí desengancharte de ellas.
Evitar molestias
El crecimiento personal y el cambio significativo significa salir de tu zona
de confort. Esto inevitablemente trae molestias. Y si no estás dispuesto a
dejarle espacio a esas molestias, no harás las cosas que realmente te
importan. Escribe a continuación todos los pensamientos, sentimientos,
sensaciones, emociones, recuerdos e impulsos difíciles que no estás
dispuesto a tener.
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El antídoto: Utiliza tus habilidades de «expansión»; practica abrirte y hacer
espacio a tus molestias. Antes de comenzar a hacer las cosas desafiantes
que te importan, piensa en el futuro: ¿qué tipo de molestia es probable que
aparezca y estás dispuesto a hacerle espacio?
Lejanía de los valores
¿Qué valores ignoras, descuidas, olvidas, dejas atrás o no sigues cuando
optas por no hacer esas cosas importantes?
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El antídoto: Conéctate con tus valores. ¿Por qué molestarse en hacer esas
cosas desafiantes si no es importante? Si es importante, conéctate con lo
que lo hace significativo. ¿Qué valores vivirás con cada paso que des?
Objetivos dudosos
En una escala de 0 a 10, ¿cuán realistas te parecen tus objetivos? (10 =
totalmente realista, definitivamente lo haré, pase lo que pase. 0 =
completamente irreal, nunca lo haré). Si tus objetivos puntúan menos de 7,
es dudoso que los cumplas. ¿Son tus objetivos excesivos? ¿Tratas de hacer
demasiado? ¿Tratas de hacerlo demasiado rápido? ¿Tratas de hacerlo a la
perfección? ¿Tratas de hacer cosas para las que te faltan los recursos (como
tiempo, dinero, energía, salud, apoyo social o las habilidades necesarias)?
Escribe tus objetivos a continuación y puntúalos en la escala del 0-10 en
términos de cuán realistas parecen.
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El antídoto: Establece objetivos más realistas. Hazlos más pequeños, más
simples, más fáciles, adaptados a tus recursos, hasta que puedas obtener al
menos un 7 en términos de cuán realistas son.
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La idea es atravesar estas barreras comunes con el cliente, ver cuáles son
relevantes y elaborar planes para abordarlas. Si el cliente aún no tiene las
habilidades necesarias de defusión o aceptación, las colocamos en la agenda
de esta sesión y trabajamos activamente en ellas. (Por supuesto, no tenemos
que usar la hoja de trabajo anterior; podemos hacer todo esto a través de la
conversación, sin escribir nada, pero la hoja de trabajo es muy útil).
Motivación: Viabilidad y disposición
Hay muchas herramientas útiles que podemos usar para ayudar a la
motivación. Y mi favorita (como habrás adivinado) es el punto de elección.
Supongamos que tenemos un cliente que reconoce un patrón de
comportamiento como autodestructivo y, sin embargo, es ambivalente o
duda sobre cambiarlo. ¿Te suena familiar? Exploremos cómo podemos
ayudar.
Una opción es observar el comportamiento problemático en términos
de…
Funcionabilidad
Para explorar la viabilidad de un comportamiento, básicamente
identificamos y validamos sus beneficios (resultados que el cliente quiere) y
los comparamos compasiva y respetuosamente con los costes (resultados
que el cliente no quiere). Podemos destacar los beneficios de cualquier
comportamiento dado haciendo preguntas como:
¿Qué sucede cuando haces eso o inmediatamente después?
¿Te sientes bien o mejor de alguna manera: aliviado, más tranquilo,
menos dolido, frío, relajado, más fuerte, correcto, asertivo, seguro,
poderoso?
¿Puedes escapar de algo que no quieres, como una persona difícil, un
lugar, un evento, una situación, una interacción, una tarea, un deber,
una responsabilidad, un desafío o algunos pensamientos, sentimientos o
recuerdos difíciles?
¿Obtienes acceso a algo que deseas? ¿Satisface tus necesidades de
alguna manera?
CONSEJO PRÁCTICO
Recuerda, «beneficios» no significa lo mismo que «consecuencias de refuerzo». Todo
comportamiento tiene beneficios: ventajas, ganancias, recompensas o resultados de
comportamiento deseables. Sólo si esos beneficios son lo suficientemente grandes como para
mantener ese comportamiento a lo largo del tiempo, diríamos que son consecuencias de refuerzo
(véase capítulo 4).
Para el comportamiento inviable, nuestro objetivo es hacer que los
beneficios sean menos gratificantes para que ya no funcionen como
consecuencias de refuerzo para el comportamiento. Los comportamientos
inviables pueden tener muchas consecuencias de refuerzo diferentes, pero
todas se reducen a una combinación de estas dos:
Alejarse de algo que no se quiere.
Obtener acceso a algo que sí se desea.
Éstas son algunas de las consecuencias de refuerzo comunes del
comportamiento inviable:
Escapar/evitar personas, lugares, situaciones y eventos (evitación
abierta).
Escapar/evitar pensamientos y sentimientos no deseados (evitación
experiencial).
Sentirse bien.
Satisfacer las necesidades.
Ganar atención.
Tener buen aspecto (ante los otros o ante uno mismo).
Sentir que se tiene la razón.
Sentir que se está obteniendo lo que se merece.
Dar sentido (por ejemplo, a la vida, al mundo, a uno mismo, a otros).
Veamos un ejemplo de validación de beneficios y de señalización de los
costes del comportamiento inviable de un cliente. Usando el punto de
elección, el terapeuta primero identifica y valida los beneficios de la
conducta.
Validar los beneficios
La clienta, una niña de diecinueve años con síntomas relacionados con un
trauma, se queja de que se siente entumecida, vacía y «muerta por dentro».
Este sentimiento es mayor cuando está sola por la noche. A medida que se
intensifica, siente una ansiedad creciente. Éstos son los antecedentes del
comportamiento, por lo que van al final del punto de elección. En respuesta
a estos antecedentes, se hace cortes superficiales en sus antebrazos con una
cuchilla de afeitar. Este comportamiento tiene beneficios significativos: el
dolor, la visión de la sangre y la liberación de la adrenalina se combinan
para hacerla «sentirse más viva» y distraerla del entumecimiento y el vacío.
El terapeuta valida estos beneficios mientras los anota. (Recordatorio
rápido: el punto de elección es una herramienta visual útil, pero no estás
obligado a usarla; estas mismas intervenciones pueden ocurrir de una
manera conversacional sin dibujar ni escribir). Después de esto, el terapeuta
explora los costes con compasión y respeto. (Recuerda del capítulo 4 que
todo comportamiento tiene costes: pérdidas, daños, déficits, gastos de
energía o resultados indeseables del comportamiento. Si esos costes son lo
suficientemente grandes como para que el comportamiento se reduzca con
el tiempo, técnicamente diríamos que son consecuencias castigadoras).
Luego, el terapeuta aborda los costes de la conducta.
Costes destacados
Éstas son algunas preguntas útiles para obtener los costes de un
comportamiento:
¿Qué es lo que te pierdes?
¿Cuánto te cuesta esto a largo plazo?
¿Qué sucede como resultado de esto que no quieres?
¿De qué valores/objetivos te aleja esto?
¿Qué arriesgas cuando haces esto?
¿Qué pensamientos, sentimientos y recuerdos difíciles genera esto?
El terapeuta luego escribe los costes por encima de los beneficios:
Lo que pretendemos hacer aquí es disminuir la influencia de los
beneficios al vincularlos en todos los costes que lo acompañan. El terapeuta
resume esto, con gran respeto y compasión, de la siguiente manera: «Es
muy importante reconocer que al hacer eso obtienes algunos beneficios
reales. Cuando te cortas, te distraes de esa sensación de vacío interior y te
hace sentir más viva, y esto te resulta útil. No es sorprendente que tenga
sentimientos encontrados acerca de parar de hacerlo. Y si no quieres dejar
de hacerlo, no te presionaré; nuestro trabajo aquí es sobre lo que quieres
para tu vida, no lo que creo que deberías o no deberías hacer. Pero lo que
me estás diciendo es que, aunque obtienes algunos beneficios importantes,
también hay algunos costes bastante significativos: cicatrices en los brazos,
sentir vergüenza, taparte los brazos, preocupar a tu madre y alejarte de uno
de los principales valores que has identificado aquí: el autocuidado».
Al mismo tiempo que destacamos la inviabilidad de la conducta actual,
queremos mejorar la disposición para la nueva conducta más viable.
Disponibilidad
Las intervenciones de disposición son prácticamente la otra cara de las
intervenciones de funcionabilidad. Primero identificamos (a través del
trabajo con valores y objetivos) lo que el cliente quiere hacer de manera
diferente. No es suficiente que diga: «Quiero detener este
comportamiento»; necesitamos aclarar «¿Qué harás en su lugar?». En otras
palabras, la próxima vez que haya antecedentes similares, ¿cómo quiere el
cliente responder de manera diferente en términos de una acción efectiva y
guiada por valores?
En este caso, el cliente, entrenado por el terapeuta, presenta dos
comportamientos preferibles: (a) masajear con crema la piel de su antebrazo
y (b) practicar el ejercicio de autocompasión de la mano amable (capítulo
18). Sin embargo, como era de esperar, ella duda un poco. Para aumentar la
disposición de un cliente a llevar a cabo nuevos comportamientos más
viables, queremos resaltar los beneficios del nuevo comportamiento, al
tiempo que reconocemos compasivamente los costes de hacerlo. Primero
echemos un vistazo a los beneficios.
Beneficios destacados
Para identificar los beneficios de participar en un comportamiento más
viable, debemos explorar:
A. Los beneficios inmediatos (es decir, las recompensas instantáneas de
vivir los valores de uno).
B. Los beneficios posibles (es decir, las probables recompensas que
tendrá alcanzar las metas). Las siguientes preguntas resultarán útiles:
¿Hacer esto te acercaría más a la persona que quieres ser?
¿Esto parece moverse en la dirección en la que quieres ir?
¿Qué valores estarías viviendo con cada pequeño paso que das?
¿Es esto un movimiento hacia adelante?
¿Qué estarías representando?
¿Qué diría esto sobre ti?
¿Sería esto vivir la vida a tu manera?
Si logras esto con éxito, ¿cuáles son los beneficios que es probable que
obtengas?
Después de resaltar los beneficios, podemos explorar y validar compasiva y
respetuosamente los costes implicados.
Validar los costes
Estas preguntas resultan útiles:
¿Qué pensamientos, sentimientos o recuerdos difíciles pueden surgir?
¿Qué estás arriesgando?
¿Qué podrías perder, o necesitar renunciar?
Volvamos a nuestra clienta del ejemplo. Después de obtener sus respuestas,
el terapeuta traza esta información en el otro lado del punto de elección,
como se muestra a continuación:
Ahora el terapeuta puede explorar la disposición: «Entonces, la próxima
vez que estés sola por la noche, sintiéndote insensible y ansiosa, tendrás la
oportunidad de elegir. Puedes hacer lo que sueles hacer o bien algo
diferente, y la elección es tuya. Si eliges ponerte crema en el antebrazo y
practicar el ejercicio de la mano amable, obtendrás muchos beneficios,
como (el terapeuta resume los principales). Y también habrá algunas cosas
difíciles que los acompañarán, como (el terapeuta resume los costes). Así
pues, la gran pregunta es: ¿estás dispuesta a dejar espacio a todas esas cosas
difíciles, a fin de seguir adelante con estos movimientos?». (Esta pregunta
captura la esencia de la disposición).
Por supuesto, si la clienta dice que no podrá manejar la ansiedad o las
ganas de cortarse o la sensación de entumecimiento, el terapeuta debe
tomarse eso al pie de la letra y dedicar la sesión a trabajar activamente en
las habilidades de desenganche: defusión, aceptación, anclaje,
autocompasión, etc.
El terapeuta también puede querer cambiar la situación antecedente. Si la
clienta pasa mucho tiempo sola y quiere cambiar eso, entonces la
interacción social y salir de casa se convertirán en el foco de más acciones
comprometidas. (Recuerda, no aceptamos pasivamente situaciones difíciles
como el aislamiento social; nos comprometemos a tomar medidas para
mejorarlas).
Romper compromisos
Todos rompemos nuestros compromisos a veces. Esto es parte de ser
humano. A menudo, nuestro cliente planteará rápidamente el problema del
fracaso: «¿Qué pasa si fallo?», «He intentado hacer esto antes, pero nunca
lo consigo». Y si no plantea este problema, entonces tendremos que
exponerlo nosotros mismos. Aquí hay un ejemplo:
Terapeuta: Es un hecho que a veces no vas a seguir con esto. ¿Sabes por
qué?
Cliente: ¿Por qué?
Terapeuta: Porque eres un verdadero ser humano. No eres un superhéroe de
los cómics de Marvel. Nadie es perfecto. Ninguno de nosotros vivimos
siempre de acuerdo a nuestros valores ni cumplimos siempre las cosas que
decimos que haremos. Podemos mejorar, seguro. Sin embargo, nunca
seremos perfectos.
Estas conversaciones con nuestros clientes son importantes para ayudarlos a
desengancharse de los «tengo que» o los «debería», de las expectativas
poco realistas y las ideas perfeccionistas. La realidad es que podemos
mejorar manteniendo el rumbo, recuperarnos más rápido cuando nos
salimos del camino y volver a encaminarnos mejor de nuevo. Y, al mismo
tiempo, somos seres humanos imperfectos y falibles, y hay momentos
(muchas veces) en que volveremos a caer en viejos patrones. Cuando nos
salimos del camino, lo que ayuda es ser compasivos con nosotros mismos:
ser amables, atentos y aceptarnos. Y a partir de ahí, podemos volver a
conectarnos con nuestros valores y movernos. Lo que no ayuda es atacarnos
a nosotros mismos. Me gusta decir a los clientes: «Si atacarse a uno mismo
fuera una buena manera de cambiar tu comportamiento, ¿no sería perfecto
ahora?». Y luego agrego: «No sé cómo evitar que tu mente te ataque, pero
lo que puedes hacer es notarlo y nombrarlo y desengancharte cuando
comience».
También es útil hablar con los clientes sobre los dos patrones principales
de compromiso:
Patrón 1: Establecer un compromiso, romper un compromiso, rendirse.
Patrón 2: Establecer un compromiso, romper un compromiso, lamerse
las heridas, recuperarse, aprender de la experiencia, retomar el camino,
establecer otro compromiso.
El primer patrón lleva a atascarse. El segundo conduce a un crecimiento
continuo. Puedes pedirles a los clientes que identifiquen su patrón y, si es el
patrón 1, pedirles que lo evalúen sinceramente en términos de viabilidad.
Básicamente, queremos que nuestro cliente construya patrones cada vez
más grandes de acciones regidas por valores, extendiéndose a cada área de
su vida. Y en el proceso, queremos que se convierta en su propio terapeuta
de la ACT: identificando sus propias barreras y respondiendo con los
procesos de la ACT centrales.
Si todo lo demás falla…
Si nada de esto ayuda, y el cliente permanece estancado, entonces podemos
alentarlo a:
A. Reconocer que actualmente nada lo está ayudando. En el futuro, esto
puede cambiar; ahora mismo ésta es la realidad.
B. Reconocer sus pensamientos y sentimientos difíciles y practicar la
autocompasión.
C. Reconocer que su vida es mucho más grande que ese problema y
cambiar el enfoque a otros aspectos de la vida en los que pueda vivir
sus valores, elegir movimientos y participar en lo que la vida tiene para
ofrecer.
Tarea y próxima sesión
Para la tarea, esperamos que el cliente lleve a cabo la acción a la que se
comprometió en la sesión. En la siguiente sesión, revisamos cómo
resultaron las cosas. ¿El cliente siguió sus objetivos (o su plan B)? Si es así,
¿cómo fue? ¿Qué diferencia ha significado en su vida? ¿Y cuál es el
siguiente paso en esa valiosa dirección? Si no cumplió con sus objetivos,
exploramos lo que lo detuvo y damos los pasos necesarios, como se cubre
en este capítulo, para que avance de nuevo.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 24 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás la hoja de trabajo «Hard Barriers» (barreras
difíciles).
Habilidades
Algunas sugerencias:
Completa una hoja de trabajo de «Hard Barriers» sobre ti mismo.
Identifica dónde te atascas en un área importante de tu vida y aclara qué
puedes hacer para moverte de nuevo. Piensa en un pequeño paso que
puedas dar en una dirección valiosa y establece un compromiso público
(por ejemplo, con un amigo, con un colega o con tu pareja) para
seguirlo.
Si cumples con tu compromiso, hazlo atentamente y observa la
diferencia que aporta a tu vida. Si no lo sigues, identifica qué te ha
detenido con la hoja de trabajo «¿Qué te detiene?».
Elige dos casos en los que el cliente esté atascado e identifica sus
posibles barreras con la hoja de trabajo «Qué te detiene?». Luego,
escribe algunas ideas sobre cómo puedes hacer que avance de nuevo.
Elige dos o tres casos en los que el cliente esté atascado y marca el
problema en un diagrama de puntos de elección, incluidos los costes y
los beneficios.
Para llevar
Nuestros clientes, al igual que nosotros, a menudo no logran hacer cosas
que mejorarán su vida. Queremos normalizar y validar eso, identificar lo
que se interpone en el camino y crear estrategias efectivas para superar las
barreras. Tener presentes las fases «engancharse», «evitar molestias»,
«lejanía de los valores» y «objetivos dudosos», es una buena manera para
que tú y tus clientes recordéis e identifiquéis barreras comunes para la
acción.
CAPÍTULO 25
El yo que se percata
Advertencia: Conceptos difíciles por delante
El yo como contexto, también conocido como el yo que se percata, es sin
duda la parte de la ACT más complicada y difícil de aprender (y de
escribir). Mi mente dice: «¡No puedes hacerlo! Es algo muy complejo. De
ninguna manera vas a hacer que suene simple. Sólo vas a confundirlos a
todos». Bueno, ¡gracias, mente! Ahora, analicemos esto.
El yo como contexto en pocas palabras
En lenguaje sencillo: El yo como contexto es la parte de ti que se da cuenta de todo.
Metafóricamente, es: (a) un «lugar seguro» dentro de ti, donde puedes «abrirte» y «dejar
espacio» para pensamientos y sentimientos difíciles, y (b) una «perspectiva» o «punto de vista»
desde el cual «dar un paso atrás» y observar tus pensamientos y sentimientos. Accedemos a este
«espacio psicológico» notando activamente que estamos notando, o, en otras palabras, llevando
deliberadamente la conciencia a nuestra propia conciencia.
Objetivos: Mejorar la defusión, especialmente desde el yo conceptualizado. Mejorar la
aceptación, mediante el acceso a un punto de vista seguro y constante desde el cual observar
experiencias internas difíciles. Mejorar el contacto flexible con el momento presente.
Experimentar un sentido estable de uno mismo en medio del cambio continuo. Experimentar un
sentido transcendente de uno mismo: que hay más para ti que sólo tu cuerpo y tu mente.
Sinónimos: El yo como perspectiva, el yo que se percata, el yo observador, el yo que nota, el yo
silencioso, el yo transcendente, la conciencia pura, el yo continuo, la parte de ti que nota.
Método: Cualquier práctica de mindfulness en general conduce a una experiencia del yo como
contexto, tarde o temprano. Podemos mejorar esto a través de ejercicios que implican notar
activamente y metáforas que simbolizan el yo que se percata.
Cuándo utilizarlo: Para facilitar la aceptación, especialmente cuando el cliente tiene miedo a
resultar dañado por sus propias experiencias interiores. Para facilitar la defusión, especialmente
cuando el cliente está fusionado con el autoconcepto. Para facilitar un sentido estable de uno
mismo, especialmente cuando la vida es caótica o implica cambios importantes. Para facilitar un
sentido transcendente de uno mismo en respuesta a eventos traumáticos o como un aspecto del
crecimiento espiritual.
Bienvenido a la tierra de la confusión
¿Por qué el yo como contexto es la parte más confusa del modelo de la
ACT para casi todo el mundo? Bueno, al menos una de las principales
razones es que el término en sí tiene dos significados diferentes, ambos
interconectados, pero también significativamente distintos entre sí. La
mayoría de las veces, los libros de la ACT utilizan el término «yo como
contexto» para referirse al yo que se percata (u observador): ese aspecto
transcendente del ser humano que nota conscientemente el mundo interior y
exterior. Podrías llamar a esta experiencia «metaconciencia» o «conciencia
pura». Esta experiencia surge de la conciencia de la propia conciencia, o de
la percepción de la propia percepción. (Nota: Llamarlo «yo» o una «parte»
o un «aspecto» es hablar metafóricamente; desde el punto de vista técnico,
es un repertorio de comportamiento encubierto).
Con menos frecuencia, los libros utilizan el término «yo como contexto»
(SAC por sus siglas en inglés, de self-as-context) para referirse al proceso
de toma de perspectiva flexible. La toma de perspectiva flexible subyace en
muchas habilidades de la ACT, incluida la defusión, la aceptación, el
contacto con el momento presente, la autoconciencia, la autorreflexión, la
empatía, la compasión, la teoría de la mente y la proyección mental hacia el
futuro o el pasado. He explorado este significado menos común del SAC en
mi libro avanzado Getting Unstuck in ACT (Harris, 2013). En este libro,
para simplificarlo, me limitaré principalmente al uso más tradicional y
generalizado del término: el yo que observa o el que observa; sin embargo,
hablaré sobre el significado alternativo de SAC (toma de perspectiva
flexible) en el capítulo 27.
Para añadir confusión, muchos libros también hablan de algo llamado «el
yo como proceso». Este término, asimismo, tiene dos significados:
A. Describe el proceso continuo de notar conscientemente tus
pensamientos, sentimientos, acciones y todo lo que ves, oyes, tocas,
saboreas y hueles; podría decirse que un mejor término para esto sería
«autoconciencia».
B. Describe el sentido del yo que surge del proceso descrito antes.
Desafortunadamente, cuando el término se usa de esta manera, a
muchos terapeutas les resulta difícil, si no imposible, distinguirlo del yo
como contexto.
Debido a tal confusión, no voy a usar el término «autoproceso»
nuevamente. (Siéntete libre de soltar un suspiro de alivio).
Pero, espera, todavía no estamos fuera de Villa Confusión. También
necesitamos hablar sobre el yo conceptualizado o el autoconcepto. Esto es
todas las creencias, pensamientos, ideas, hechos, juicios, narraciones,
recuerdos, etc. que se entrelazan para formar tu autoconcepto o tu
autoimagen: para describir «quién eres tú» como persona, cómo llegaste a
lo que eres, cuáles son tus cualidades, qué eres (y no eres) capaz de hacer,
etc. La fusión con el autoconcepto aparece en la terapia en una miríada de
formas diferentes: «Estoy roto», «Soy defectuoso», «No valgo nada», «Soy
un adicto», «Soy superior», «Soy inferior», «Soy un inútil», y así
sucesivamente. (Para añadir más confusión a la terminología, muchos libros
se refieren a la experiencia de fusión con el autoconcepto con términos
como «el yo como historia» o «el yo como contenido»).
En resumen, el yo como contexto es el lugar desde donde ocurre la
percatación, la perspectiva o el punto de vista desde el cual ocurre la
percatación, el aspecto de ti que nota lo que sea que estés notando.
En la mayoría de los libros y capacitaciones, encontrarás tres amplias
clases de intervención que se incluyen en esta parte del hexaflex:
A. Metáforas para el yo que se percata.
B. Ejercicios experienciales que implican notar lo que sea que estés
notando.
C. Ejercicios para desactivar el autoconcepto.
Exploraremos todo esto en breve.
El yo que se percata está implícito en toda la
mindfulness
La instrucción básica de mindfulness «nota X» implica que hay un lugar
geométrico o una perspectiva desde la cual se nota X. Y este lugar o
perspectiva nunca cambia. Noto mis pensamientos, noto mis sentimientos,
noto mi cuerpo, noto el mundo fuera de mi cuerpo, e incluso puedo notar
cómo noto. Lo que estoy notando cambia continuamente. Pero el lugar o la
perspectiva desde la cual noto nunca cambia: a lo largo de la vida, todo se
nota desde un lugar o una perspectiva de yo/aquí/ahora. Y este lugar
inmutable desde el que notamos todo es lo que en la ACT llamamos el yo
como contexto.
Si te cuesta encontrarle sentido a esto, no es sorprendente, porque el yo
que se percata es una experiencia más allá de todas las palabras.
Cualesquiera que sean las palabras que usemos para describirlo, las
imágenes que creamos de él, las creencias o conceptos que formulamos al
respecto, ¡no lo son! Es el aspecto no verbal de nosotros que nota u observa
todas esas palabras, imágenes, creencias y conceptos que usamos para tratar
de describirlo. Lo más cerca que podemos llegar a esta experiencia no
verbal en el lenguaje es a través de metáforas, como las que siguen a
continuación. (Nota: Cuando estudies la teoría del marco relacional,
descubrirás que no es realmente una experiencia no verbal, pero para
nuestros propósitos, podemos pensar de esa manera).
Llegando al yo como contexto
Al igual que con los seis procesos centrales, podemos incorporar el yo
como contexto en cualquier sesión. En los capítulos 10 y 15, hablé sobre
«plantar semillas» del SAC a lo largo de nuestras sesiones. Si hemos hecho
esto, en cualquier momento de la terapia donde parezca útil, podemos optar
por «regar» activamente esas semillas, utilizando los métodos de este
capítulo.
En la mayoría de los protocolos de la ACT, el yo como contexto aparece
después de varias sesiones enfocadas en la defusión, la aceptación y la
atención flexible. Podríamos decir: «Has estado haciendo todo esto que
implica notar: notar pensamientos, notar sentimientos, notar tu respiración,
notar tus movimientos hacia adelante y hacia atrás, y así sucesivamente. Y
lo extraño es que esta parte de nosotros lo nota todo, bueno, en realidad, no
tenemos un nombre para eso en el lenguaje cotidiano. Las palabras más
cercanas que tenemos son «conciencia» o «percatación», pero no lo logran.
Personalmente, suelo llamarlo «el yo que se percata» o «la parte de ti que
nota». Y es que estás usando esta parte de ti todo el tiempo, en todas las
diferentes habilidades de desenganche que has aprendido. Es algo
importante. ¿Te parece bien si nos tomáramos un poco de tiempo para
explorarlo?
Si el cliente está de acuerdo, generalmente exploraríamos el SAC
introduciendo primero una metáfora para «darle sentido» al SAC, y
segundo, introduciendo un ejercicio de mindfulness para experimentarlo
realmente.
Metáforas del SAC
Hay muchas metáforas para el SAC, pero la metáfora del espectáculo
escénico que sigue es la más simple que he encontrado para darles a los
clientes una idea de este concepto tan complejo.
La metáfora del espectáculo escénico
Terapeuta: ¿Puedo compartir una idea contigo?
Cliente: Claro.
Terapeuta: Bueno, a veces creo que es útil ver la vida como si fuera un gran
espectáculo sobre un escenario. Y es un gran escenario en el que pasan
muchas cosas. Allí tienes todos tus pensamientos y todos tus sentimientos,
y todo lo que puedes ver, oír, tocar, saborear y oler, y todas las cosas
físicas que haces con tu cuerpo. Y este espectáculo está cambiando todo el
tiempo, de un momento a otro. Y, ya sabes, a veces lo que hay allá arriba
en el escenario es bastante sorprendente, pero otras veces es bastante
terrible, ¿verdad?
Cliente: Sí.
Terapeuta: Y hay una parte de ti que puede dar un paso atrás y ver el
espectáculo. Siempre ahí, siempre mirando. Puede acercarse cualquier
parte del espectáculo y disfrutar de los detalles, o alejarse y disfrutar de la
imagen general.
(Nota: Considero que la mayoría de los clientes entienden fácilmente esta
metáfora, y a menudo me detengo en este punto. Sin embargo, si deseamos
descubrir otras cualidades transcendentes del SAC, como su continuidad, su
presencia inmutable, podríamos proceder de la siguiente manera).
Terapeuta: Y la cuestión es que ese espectáculo está cambiando todo el
tiempo, de un momento a otro. Pero la parte de ti que lo mira no cambia.
Siempre está ahí, siempre notando, no importa lo que suceda en el
escenario, no importa si el espectáculo es genial u horrible.
***
Podemos vincular esta metáfora a un trabajo anterior de defusión y
aceptación: los pensamientos y los sentimientos son como los artistas del
espectáculo, que hacen todo lo posible para llamar tu atención y, si no tienes
cuidado, te agarran y te suben al escenario (fusión). La defusión y la
aceptación implican retroceder del escenario, para que puedas ver a los
artistas más claramente y disfrutar más del espectáculo.
Otras dos metáforas populares son la metáfora del tablero de ajedrez
(Hayes et al., 1999) y la metáfora del cielo y el clima. Éstas transmiten
algunas cualidades espaciales más del SAC: la sensación de que es un
«lugar seguro» dentro de ti, o un espacio o contenedor para tus
pensamientos y sentimientos. Esto las hace especialmente útiles para
mejorar la aceptación. La metáfora del cielo y del clima sigue a
continuación, y encontrarás el tablero de ajedrez en «Bits extra».
Metáfora del cielo y del clima
Esta excelente metáfora (que se encuentra en el hinduismo, el budismo y el
taoísmo) compara el yo observador con el cielo. Podemos usar esta
metáfora conversacionalmente con nuestros clientes. Sin embargo, a
menudo prefiero contarla al final de un ejercicio formal de mindfulness,
como sigue:
Terapeuta: Tu yo que se percata es como el cielo. Los pensamientos y
sentimientos son como el clima. El clima cambia continuamente, pero no
importa lo mal que se ponga, no puede dañar el cielo de ninguna manera.
La tempestad más poderosa, el huracán más turbulento, la tormenta de
nieve más severa del invierno no pueden dañar el cielo. Y no importa
cuán malo sea el clima, el cielo siempre tiene espacio para él, y tarde o
temprano el clima siempre cambia.
Ahora, a veces olvidamos que el cielo está ahí, pero todavía está ahí. Y a
veces no podemos ver el cielo porque está oscurecido por las nubes. Pero
si nos elevamos lo suficiente por encima de esas nubes, incluso por
encima de las nubes de tormenta más densas y oscuras, tarde o temprano
llegaremos a un cielo despejado, que se extiende en todas las direcciones,
ilimitado y puro. Cada vez más, puedes aprender a acceder a esa parte de
ti: un espacio seguro dentro del cual puedes abrirte y dejar espacio para
los pensamientos y los sentimientos difíciles; un punto de vista seguro
desde el cual puedes dar un paso atrás y observarlos.
Ejercicios experienciales: Notar lo que notas
Casi nadie experimentará directamente el yo como contexto a partir de las
metáforas mencionadas anteriormente. Estas metáforas nos ayudan a
conceptualizar el yo que se percata y a tener una idea de sus cualidades,
pero no nos darán la experiencia real, para eso necesitamos hacer ejercicios
experienciales.
Una manera simple de incorporar el yo como contexto en cualquier
ejercicio de mindfulness es introducir una instrucción como «Y al notar X
(tu respiración/tus pensamientos/esa sensación en tu pecho/el sabor de la
uva en tu lengua), nota que lo estás notando. Hay X, y hay una parte de ti
que nota X».
Una variante de esto podría ser «Reconoce que hay un “tú” ahí, un “tú”
detrás de tus ojos que nota todo esto».
El siguiente ejercicio ilustra este tipo de instrucciones.
Ahí van tus pensamientos…
Terapeuta: Ponte en una posición cómoda y cierra los ojos. Ahora nota:
¿dónde están tus pensamientos?… ¿Dónde parecen estar ubicados?
¿Encima de ti, detrás de ti, frente a ti, a un lado? (Pausa de 10 segundos).
Y nota la forma de esos pensamientos: ¿son imágenes, palabras o
sonidos? (Pausa de 10 segundos). Y nota: ¿se están moviendo o están
quietos?… Y si se mueven, ¿a qué velocidad y en qué dirección? (Pausa
de 10 segundos). Nota que hay dos procesos separados: hay un proceso de
pensamiento, tu mente te está lanzando todo tipo de palabras e imágenes,
y el proceso de darte cuenta de ello, hay una parte de ti que nota todos
esos pensamientos. (Pausa de 10 segundos). Esto hace que tu mente gire,
debata y analice, así que hagámoslo de nuevo.
Nota dónde se encuentran tus pensamientos… ¿Son imágenes o
palabras? ¿Están en movimiento o quietos? (Pausa de 10 segundos). Ahí
están tus pensamientos, y hay una parte de ti capaz de notarlos yendo y
viniendo. Tus pensamientos siguen cambiando. Pero el «tú» que los nota
no cambia.
Una vez más, esto hace que tu mente gire, debata y analice, así que
hagamos eso por última vez. Nota dónde están tus pensamientos… ¿Son
imágenes o palabras? ¿Están en movimiento o quietos? … (Pausa de 10
segundos). Ahí van tus pensamientos, y ahí estás «tú», observándolos. Tus
pensamientos cambian; el tú que los nota no lo hace.
CONSEJO PRÁCTICO
Hay muchas variantes posibles para las instrucciones de estos ejercicios. Podríamos decir: «Hay
una parte de ti que nota», o «Ahí estás notando», o «Nota quién está notando», o «Ahí hay una
parte de ti notando». Experimenta y encuentra lo que funciona mejor para tus clientes y para ti.
Hablar y escuchar
Aquí hay otro ejercicio ultrarrápido.
Terapeuta: Durante los siguientes treinta segundos, escucha en silencio lo
que te dice tu mente. Y si tus pensamientos se detienen, sigue escuchando
hasta que comiencen de nuevo. (Pausa de 30 segundos). Así que ahí lo
tienes: hay una parte de tu mente que habla, la parte pensante, y una parte
de tu mente que escucha, la que nota.
El tú continuo
Lo que sigue es una versión muy abreviada del clásico ejercicio del yo
observador de Hayes et al. (1999), a menudo conocido como el ejercicio del
tú continuo. El ejercicio parece complejo, pero básicamente comprende
cinco instrucciones repetitivas:
1. Nota X.
2. Hay X, y hay una parte de ti que nota X.
3. Si puedes notar X, no puedes ser X.
4. X es parte de ti; y tienes muchas más cosas que sólo X.
5. X cambia; la parte de ti que nota que X no cambia.
X puede ser una o varias de las siguientes cosas: tu respiración, tus
pensamientos, tus sentimientos, tu cuerpo físico, los roles que desempeñas.
Con la mayoría de los clientes, desarrollo todo el ejercicio de una vez, lo
que significa unos quince minutos, pero puedes dividirlo en secciones más
pequeñas y analizar cada uno a medida que avanzas. Por lo general,
concluyo este ejercicio con la metáfora del cielo y del clima, que tiene un
fuerte impacto.
Terapeuta: Te invito a que te sientes erguido, con los pies apoyados en el
suelo, y fijes los ojos en un lugar o los cierres… Nota la respiración
fluyendo dentro y fuera de tus pulmones… nota que entra por las fosas
nasales… hacia los pulmones… y que luego sale de nuevo… Y mientras
haces eso, nota que estás notando… ahí se te corta la respiración… y ahí
te das cuenta. (Pausa de 5 segundos). Si puedes notar tu respiración, no
puedes ser tu respiración. (Pausa de 5 segundos). Tu respiración cambia
continuamente… a veces es superficial, a veces profunda… a veces
rápida, a veces lenta… pero la parte de ti que nota tu respiración no
cambia. (Pausa de 5 segundos). Y cuando eras un niño, tus pulmones eran
mucho más pequeños… pero quien podía notar tu respiración de niño es
el mismo que puede notarla de adulto.
Ahora eso hace que tu mente gire, analice, filosofe, debata… Así que,
retrocede y observa, ¿dónde están tus pensamientos?… ¿Dónde parecen
estar ubicados?… ¿Se están moviendo o están quietos?… ¿Son imágenes
o palabras? (Pausa de 5 segundos). Y cuando notes tus pensamientos, nota
que los estás notando… ahí están tus pensamientos… y ahí los estás
notando. (Pausa de 5 segundos). Si puedes notar tus pensamientos, no
puedes ser tus pensamientos. (Pausa de 5 segundos). Esos pensamientos
son parte de ti; y tienes muchas más cosas que sólo esos pensamientos.
Tus pensamientos cambian continuamente… a veces son ciertos, a veces
falsos… a veces positivos, a veces negativos… a veces felices, a veces
tristes… pero la parte de ti que nota tus pensamientos no cambia. (Pausa
de 5 segundos). Y cuando eras un niño, tus pensamientos eran muy
diferentes de lo que son hoy… pero el que notaba tus pensamientos de
niño es el mismo que los nota de adulto. (Pausa de 5 segundos).
Ahora, no espero que tu mente esté de acuerdo con esto. De hecho,
espero que, durante el resto de este ejercicio, tu mente debata, analice,
ataque o intelectualice lo que yo diga, así que trata de dejar que esos
pensamientos vayan y vengan como coches que pasan, y participes en el
ejercicio sin importar lo difícil que te lo está poniendo tu mente. (Pausa de
5 segundos).
Ahora nota tu cuerpo en la silla… (Pausa de 5 segundos). Y mientras lo
haces, nota que estás notando… ahí está tu cuerpo… y ahí lo estás
notando. (Pausa de 5 segundos). No es el mismo cuerpo que tenías cuando
eras bebé, cuando eras niño o adolescente… Tu cuerpo ha cambiado…
Tiene cicatrices y arrugas, lunares, pecas y manchas solares… no es la
misma piel que tenías en tu juventud, eso es seguro… Pero la parte de ti
que nota tu cuerpo nunca cambia. (Pausa de 5 segundos). Cuando eras
niño, cuando te mirabas en el espejo, tu reflejo era muy diferente al que es
hoy… pero el que pudo notar tu reflejo en ese momento es el mismo que
nota tu reflejo hoy. (Pausa de 5 segundos).
Ahora escanea rápidamente tu cuerpo de pies a cabeza, y observa los
diferentes sentimientos… y amplía un sentimiento que capte tu interés…
y obsérvalo con curiosidad… notando dónde comienza y dónde se
detiene… y a qué profundidad está… y cuál es su forma… y su
temperatura… Y a medida que notas esta sensación… sólo nota que la
estás notando… está la sensación… y ahí estás tú notándola. (Pausa de 5
segundos). Si puedes notar estos sentimientos, no puedes ser estos
sentimientos. (Pausa de 5 segundos). Estos sentimientos son parte de ti, y
tienes muchas más cosas que sólo estos sentimientos. Tus sentimientos y
sensaciones cambian continuamente… a veces te sientes feliz, a veces te
sientes triste… a veces te sientes saludable, a veces te sientes enfermo… a
veces te sientes estresado, a veces relajado… pero la parte de ti que nota
tus sentimientos no cambia. (Pausa de 5 segundos). Y cuando estás
asustado, enojado o triste… aquel que puede notar esos sentimientos es el
mismo que podía notar tus sentimientos cuando eras niño.
Ahora nota el papel que desempeñas en este momento… y al hacerlo,
nota que estás notándolo… En este momento, estás desempeñando el
papel de un cliente… pero tus roles cambian continuamente… a veces,
estás en el papel de madre/padre, hijo/hija, hermano/hermana, amigo,
enemigo, vecino, rival, estudiante, maestro, ciudadano, cliente, trabajador,
empleador, empleado, etc.
(Pausa de 5 segundos). Y, por supuesto, hay algunos roles que nunca
volverás a desempeñar… como el papel de un niño pequeño… y el papel
de un adolescente confundido (Pausa de 5 segundos). Nota que tus roles
no cambian… Es el mismo tú que podía notar tus roles, y todas las cosas
que dices y haces en ellos, incluso cuando eras muy joven.
No tenemos un buen nombre en el lenguaje cotidiano para esta parte de
ti… Voy a llamarlo «el yo que se percata», pero no tienes que llamarlo
así… puedes llamarlo como quieras… y éste yo que se percata es como el
cielo. (Termina el ejercicio con la metáfora del cielo y del clima).
Las versiones más largas del ejercicio llevan al cliente a través de varios
recuerdos de diferentes períodos de su vida y le hacen reconocer que, en
cada caso, el yo que se percata estaba presente cuando el recuerdo fue
«grabado».
Muchos clientes consideran que este ejercicio es una experiencia
espiritual profundamente conmovedora. Sin embargo, es mejor no
analizarlo después o se corre el riesgo de intelectualizarlo.
Una vez que hayas introducido el yo que se percata, puedes llevarlo a las
sesiones como una intervención breve para mejorar la defusión y la
aceptación: «Trata de dar un paso atrás y mirar este
pensamiento/sentimiento desde el yo que se percata». Puedes ver cómo se
desarrolla esto en la siguiente transcripción, de una cuarta sesión, después
del trabajo sobre defusión, aceptación y yo como contexto. La clienta, una
mujer de mediana edad, quiere decirle a su hijo de veintiséis años que se
mude de su casa.
Clienta: (Pálida, tensa, agitada y ansiosa). No sé si puedo hacerlo. Quiero,
quiero decirle, quiero que se vaya… Ya he tenido bastante… pero… me
siento tan… bueno, soy su madre, ¿no? Oh, Dios. No puedo soportar este
sentimiento.
Terapeuta: Da un paso atrás por un momento y trata de usar esa parte de ti
que nota… Nota todos esos pensamientos zumbando en tu cabeza… y
todos esos sentimientos girando en tu cuerpo… y nota tu cuerpo sentado
en la silla… y nota la habitación a tu alrededor… lo que puedes ver y
escuchar… incluido yo, sentado aquí… Hay un espectáculo escénico
aquí… y hay una parte de ti ahí que puede retroceder y notar el
espectáculo… Usando esa parte de ti, nota esta sensación en tu cuerpo…
y reconoce que es una parte de un espectáculo mucho, mucho más
grande… y que en ese escenario están sucediendo muchas otras cosas
también. Tu mente te dice que no puedes soportar ese sentimiento, pero
cuando usas tu yo que se percata para dar un paso atrás y observar, ¿es
realmente así?
Clienta: No. Cuando lo veo así, es un poco más fácil.
Terapeuta: ¿Es más fácil dejarle espacio?
Clienta: Sí.
La sesión ahora se convierte en una exploración de los valores de la madre.
Esto revela que pedirle a su hijo que se vaya de casa sirve para alentar su
independencia, ayudarlo a «crecer» y a crear un ambiente hogareño que
conduzca a una mayor intimidad con su esposo. Unos diez minutos más
tarde, el terapeuta vuelve al yo que se percata.
Terapeuta: Sólo por un momento, ¿puedo ponerte nuevamente en contacto
con esa parte? (La clienta asiente con la cabeza). Está bien, así que, una
vez más, solo nota los pensamientos que pasan por tu mente… y nota los
sentimientos que surgen en tu cuerpo… y observa que el espectáculo ha
cambiado desde hace unos minutos… pero la parte de ti que nota el
espectáculo no ha cambiado.
El terapeuta realiza este breve ejercicio una vez más cerca del final de la
sesión, y luego procede de la siguiente manera.
Terapeuta: Me pregunto si estarías dispuesta a hacer este ejercicio dos o
tres veces al día; sólo tómate un momento para retroceder y ver el
espectáculo en el escenario. Nota que cambia todo el tiempo: hay una
procesión interminable de nuevos pensamientos y sentimientos
pavoneándose encima del escenario. Y mientras haces eso, conéctate con
la parte de ti que está notando; trata de hacerte una idea de que siempre
está ahí, disponible, para ayudarte a acercarte y a alejarte del espectáculo
según sea necesario.
Ejercicios de defusión desde el autoconcepto
Los clientes a menudo dicen: «No tengo autoestima», o «Quiero más
autoestima». Si bien existen diferentes constructos de autoestima, la
mayoría de ellas se reducen a esto: autoestima = construir una autoimagen
positiva. La mayoría de los programas de autoestima ponen gran énfasis en
evaluarse positivamente, enfocarse en los puntos fuertes y tratar de reducir
o eliminar los juicios negativos. Sin embargo, desde la perspectiva de la
ACT, fusionarse con la propia autoimagen puede crear problemas, ya sea
positiva o negativa. La siguiente transcripción de un ejercicio de defusión lo
deja claro (espero).
Ejercicio del yo bueno/yo malo
Éste es un ejercicio simple pero poderoso para la defusión del
autoconcepto. Necesitarás un papel y un bolígrafo para hacerlo.
Clienta: Pero la alta autoestima es buena, ¿no?
Terapeuta: Bueno, tienes tres hijos pequeños, ¿verdad?
Clienta: Sí.
Terapeuta: Supongamos que tu mente te dice: «Soy una madre maravillosa.
Hago un trabajo brillante». Ahora, si te aferras firmemente a ese
pensamiento, no hay duda de que te dará una gran autoestima. Pero ¿qué
sucede si te enganchas a ese pensamiento por completo? ¿Te pasas el día
convencida de que eres una madre maravillosa, que hace un trabajo
brillante sin necesidad de mejorar?
Clienta: (Se ríe). Bueno, para empezar, eso no es cierto.
Terapeuta: Bien, uno de los costes es que pierdes el contacto con la
realidad. ¿Qué más? ¿Qué podría pasar en la relación con tus hijos si
creyeras al 100 % que todo lo que haces es maravilloso?
Clienta: Creo que no me daría cuenta de cuándo estaría haciendo las cosas
mal.
Terapeuta: Claro. Carecerías de autoconciencia y, probablemente, te
volverías insensible. Y luego no crecerías y no te convertirías en una
mejor madre porque eso sólo sucede cuando puedes ver tus errores y
aprender de ellos. Ahora déjame preguntarte: supongamos que de alguna
manera mágica pudieras estar presente en tu propio funeral, eres un ángel
o un fantasma amistoso o estás contemplándolo desde el cielo, ¿cuál de
estas cosas querría que dijeran tus hijos, «Mamá estaba realmente allí para
mí cuando la necesitaba» o «Mamá tenía una opinión muy alta de sí
misma»?
Clienta: (Se ríe). La primera. (Confundida). ¿Pero la autoestima no puede
ayudarme a ser una mejor madre?
Terapeuta: Buena pregunta. ¿Estarías dispuesta a hacer un pequeño
ejercicio conmigo para encontrar la respuesta?
Clienta: Claro.
Terapeuta: Genial. (El terapeuta saca una hoja de papel en blanco).
Entonces, cuando tu mente quiere atacarte, ¿cuáles son las cosas más
desagradables que te dice?
Clienta: (Suspira). Lo mismo de siempre, que estoy gorda y que soy tonta.
Terapeuta: De acuerdo. Así que ése es el «yo malo»: «estoy gorda» y «soy
tonta». ¿Algo más? (El terapeuta provoca algunos juicios negativos más y
los escribe a un lado del papel. Luego da la vuelta al papel). Ahora, en
esas raras ocasiones en las que tu mente es amable contigo, ¿cuáles son
las cosas buenas que dice de ti?
Clienta: Que soy buena persona, que soy amable con los demás.
Terapeuta: De acuerdo. Así que ése es el «yo bueno». «Soy una buena
persona» y «Soy amable con los demás». ¿Algo más? (El terapeuta
provoca algunos juicios positivos más y escribe todo esto en la otra cara
del papel). Esto es un poco como ese ejercicio que hicimos hace un par de
sesiones. Así que, si estás dispuesta, sostén el papel frente a tu cara para
que puedas leer todas las cosas negativas. Eso es todo, sostenlo justo
frente a ti para que lo puedas ver bien. (La clienta sostiene el papel frente
a su cara, interponiéndolo entre ella y el terapeuta, sin poder ver nada más
que el papel). Sujétalo con fuerza. Quedarte atrapada en tu «yo malo» es
una señal de que tienes muy baja autoestima, ¿no?
Clienta: Sí.
Terapeuta: E imagina que directamente frente a ti está todo lo que es
importante en tu vida; todas las personas y lugares y cosas y actividades
que te importan. Entonces, mientras estás atrapada en esas historias sobre
ti, ¿qué pasa con el resto de tu vida?
Clienta: Que desaparece.
Terapeuta: ¿Te sientes comprometida, conectada con las personas que amas
y las cosas que importan?
Clienta: No. No puedo verlas.
Terapeuta: De acuerdo. Ahora dale la vuelta al papel, para que veas todos
los pensamientos positivos sobre ti. Mantenlo ahí justo en frente de tu
cara. (La clienta da vuelta al papel y continúa sosteniéndolo frente a su
cara). Ahora estás atrapada en tu «buen yo». Sujétalo con fuerza, déjate
enganchar por todos esos encantadores pensamientos positivos. Y ahora
tienes una autoestima muy alta. Pero ¿qué está pasando con el resto de tu
vida? ¿Te sientes comprometida, conectada con las personas que amas y
con las cosas que importan?
Clienta: (Riéndose). No.
Terapeuta: De acuerdo. Ahora deja el papel sobre tu regazo. (La clienta lo
hace). Ahora, ¿notas alguna diferencia?
Clienta: (La clienta mira al terapeuta. Ambos sonríen). Mucho mejor.
Terapeuta: ¿Te resulta más fácil involucrarte y conectarte con lo que
importa?
Clienta: Sí.
Terapeuta: Y ten en cuenta que, siempre que lo dejes reposar en tu regazo,
no importa en qué dirección se encuentre el papel (de cara al yo bueno o
al, no importa) si no estás absorta en él, no te impide hacer lo que quieres
hacer. Entonces, en términos de ser el tipo de madre que quieres ser, ¿qué
es más importante? ¿Aferrarte firmemente a todos esos pensamientos
sobre lo buena que eres y alejarte de los negativos, o involucrarte y
conectarte con tus hijos y realmente estar ahí para ellos?
Clienta: Estar allí para mis hijos, por supuesto.
¿Quién soy?
A veces, un cliente pregunta: «Bueno, ¿quién soy yo entonces? Si no soy
esta historia en mi cabeza, ¿quién soy?». Si no tenemos cuidado, es fácil
quedarnos empantanados en discusiones filosóficas profundas en este
punto, y para nuestros propósitos de la ACT, no deseamos hacer eso. Somos
coach y terapeutas, no filósofos y gurús. Por lo tanto, generalmente
respondo de esta manera: «Ésa es una gran pregunta. Hay muchas maneras
diferentes en que podemos hablar del “yo”, pero en el lenguaje cotidiano
tendemos a hablar de ello de dos maneras: el yo físico, nuestro cuerpo, y el
yo pensante, nuestra mente. Pero aquí hay un tercer sentido del yo que casi
nunca se menciona: ese “yo que se percata de sí mismo”, que podemos usar
para notar tanto nuestra mente como nuestro cuerpo. Y tú eres todas estas
cosas: mente, cuerpo y yo que se percata de sí mismo, todo en uno.
Entonces, cuando hablamos de estos diferentes “yo” o “partes” de ti, es sólo
una manera conveniente de hablar. La realidad es que eres un ser humano
completo. No hay partes separadas de ti. Nadie ha encontrado una mente
separada de un cuerpo, o un yo que se percate de sí mismo separado de un
yo pensante. Son sólo metáforas, maneras de hablar sobre diferentes
aspectos de ser humano».
¿Tenemos que hacer explícito el yo como
contexto?
La respuesta a esta pregunta es no. En la práctica, muchos terapeutas de la
ACT le dan al SAC el asiento trasero priorizando los otros cinco procesos
centrales y rara vez lo mencionan explícitamente en la terapia. Una razón
para esto es que el SAC siempre está implícito en cualquier tipo de práctica
de mindfulness, por lo que siempre que trabajemos activamente con la
defusión, la aceptación y la atención flexible, estamos fomentando el yo
como contexto como un «efecto secundario» o «subproducto». Incluso
cuando hacen explícito el SAC, la mayoría de los terapeutas de la ACT no
usan los términos «observarse a uno mismo» o «notarse a uno mismo»; son
mucho más propensos a hablar sobre esa «parte de ti que nota», o del «yo
que se percata», o del «tú que nota». Hay cinco indicaciones básicas para
trabajar explícitamente con el SAC:
1. Mejorar la defusión, especialmente desde el yo conceptualizado.
2. Mejorar la aceptación de las experiencias privadas temidas.
3. Mejorar el contacto flexible con el momento presente.
4. Acceder a un sentido estable de uno mismo.
5. Acceder a un sentido transcendente de uno mismo.
Si bien puede ser útil hacer el SAC explícito para lograr los primeros cuatro
objetivos, está lejos de ser esencial. Todos estos resultados se pueden lograr
con facilidad al trabajar directamente en habilidades de defusión,
aceptación y atención flexible. Sin embargo, si nuestro objetivo es lograr el
resultado 5, generalmente es necesario un trabajo explícito de SAC.
Tarea y la próxima sesión
Hay dos ideas para la tarea de este capítulo: la primera implica ponerse en
contacto con el yo como contexto, y la otra, la defusión del autoconcepto.
Y, por supuesto, podemos hacer que el ejercicio del yo bueno/yo malo sea
más específico: podría ser buena madre/mala madre, buen terapeuta/mal
terapeuta, o también buen policía/mal policía.
Aquí hay otra opción simple: sugerimos que nuestro cliente continúe con
cualquier práctica previa de mindfulness y agregamos la instrucción: «De
ahora en adelante, mientras lo haces, de vez en cuando verifica si puedes
notar que está notándolo».
También podría pedirles a los clientes que practiquen ejercicios de
mindfulness que estén explícitamente orientados hacia el yo como contexto.
Esto es más efectivo si has grabado los ejercicios en la sesión o si tu cliente
tiene una grabación comercial en un CD, en MP3 o en una aplicación del
móvil.
Por lo general, ahora pasaríamos a trabajar más con valores y acciones
comprometidas, introduciéndonos en el yo como contexto cuando sea
necesario.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 25 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en www.actmindfully.com.au).
Allí descubrirás: (a) un guion para la metáfora del tablero de ajedrez y un enlace a mi
animación de YouTube, (b) una discusión sobre terapia versus misticismo, (c) qué hacer si los
clientes preguntan: «¿Esto es el alma?», y (d) qué hacer si los clientes no pueden acceder al
yo que se percata.
Habilidades
No digas que no te lo advertí: ¡esto es complicado! Pero la buena noticia es
que practicar ayuda, así que:
Lee todos estos ejercicios y metáforas en voz alta, y practícalos como si
estuvieras trabajando con un cliente.
Elige dos o tres clientes, y de cada uno identifica pensamientos,
creencias, juicios y otras autodescripciones que componen el yo
conceptualizado. Considera cómo podrías introducir el trabajo del yo
como contexto con estos clientes, tanto en intervenciones breves como
más largas.
Prueba estos ejercicios contigo mismo. En particular, haz el ejercicio
del yo bueno/yo malo escribiéndolo en una tarjeta y llévala contigo
durante una semana.
Si es posible, haz que un amigo o un colega te guíe a través del
ejercicio del yo continuo, o grábalo tú mismo y luego escúchalo (o
escucha mi grabación en la aplicación ACT Companion).
Para llevar
El yo como contexto tiene dos significados: la toma de perspectiva flexible
(véase capítulo 27) y el yo que se percata de sí mismo. Implícito en toda
mindfulness, el yo que se percata de sí mismo no es realmente un «yo» en
absoluto; más bien, es el lugar o la perspectiva desde donde observamos o
notamos todo lo demás. Muchos modelos de terapia basados en la
mindfulness nunca hacen explícito el yo como contexto; confían en el
autodescubrimiento a través de la meditación continua de mindfulness. Sin
embargo, en la ACT a menudo nos gusta hacer explícito el yo como
contexto para mejorar la defusión, la aceptación y el contacto con el
momento presente, o para fomentar un sentido estable o transcendente de
uno mismo. Hacemos esto a través de tres tipos de intervención
superpuestos: metáforas para percatarse de uno mismo, ejercicios
experienciales que implican notar lo que se está notando y ejercicios para
desactivar el autoconcepto.
CAPÍTULO 26
La exposición flexible
La exposición: Una ciencia cambiante
La ACT es un modelo basado en la exposición. Si tienes un título en
psicología, o te has entrenado en modelos como desensibilización y
reprocesamiento del movimiento ocular, terapia cognitivo conductual,
terapia dialéctica conductual, exposición prolongada y análisis del
comportamiento, entonces estarás familiarizado con el concepto de
exposición. Si no tienes esos antecedentes, el concepto puede ser
completamente nuevo para ti. De cualquier manera, es importante saber que
la exposición es el núcleo de la ACT, la hacemos todo el tiempo. Sin
embargo, la exposición en la ACT tiene diferencias significativas con
respecto a la de la mayoría de los otros modelos.
¿Qué es la exposición?
No existe una definición de exposición universalmente acordada. Sin
embargo, la mayoría de los modelos de terapia que la incluyen tienden a
definir la exposición de una manera similar a ésta: «Contacto organizado
con estímulos que provocan temor con el propósito de habituarse».
(Habituación, en el lenguaje cotidiano, significa «acostumbrarse» al
estímulo para que sea menos angustiante). Los estímulos que evocan el
miedo pueden ser externos (por ejemplo, situaciones sociales en el trastorno
de ansiedad social, lugares confinados en la claustrofobia, arañas en la
aracnofobia) o internos (por ejemplo, sensaciones físicas en el cuerpo en el
trastorno de pánico, recuerdos traumáticos en el TEPT).
La exposición a la «vieja escuela»
La exposición a la «vieja escuela», la más comúnmente utilizada en el
tratamiento de los trastornos de ansiedad, alienta al cliente a mantenerse en
contacto con estos estímulos angustiantes hasta que su nivel de angustia
caiga. Típicamente, tales protocolos enfatizan la necesidad de «exposición
gradual» a través de una «jerarquía de exposición». Esto implica crear un
plan paso a paso para aumentar progresivamente el grado de desafío en el
trabajo de exposición. Por ejemplo, supongamos que el problema es una
fobia a las arañas. Una jerarquía de exposición de la vieja escuela podría ser
la siguiente:
Paso 1: Hablar de arañas.
Paso 2: Imaginar arañas.
Paso 3: Mirar dibujos de arañas.
Paso 4: Mirar fotos de arañas.
Paso 5: Mirar vídeos de arañas.
Paso 6: Observar arañas muertas reales en frascos de vidrio.
Paso 7: Observar arañas vivas reales en frascos de vidrio.
Paso 8: Mirar una araña real quieta en el suelo o en el techo.
Paso 9: Mirar una araña real que se mueve por el suelo o por el techo.
Mientras está en contacto con los estímulos que evocan el miedo, el cliente
califica su nivel de angustia mediante el uso de unidades subjetivas de
escala de angustia, o SUDS. Por lo general, el SUDS es una escala de 0 a
10, donde 10 significa extremadamente angustiado, ansioso o abrumado y 0
significa calmado, relajado, sin ansiedad ni angustia. El terapeuta ayuda al
cliente a mantenerse en contacto con los estímulos que evocan el miedo
hasta que su puntuación SUDS caiga.
La mayoría de los protocolos de tratamiento consideran que la exposición
es exitosa si la puntuación SUDS cae en un 50 % (por ejemplo, de un 8 de
10 a un 4 de 10). En otras palabras, el objetivo principal de la exposición en
tales protocolos es reducir la angustia emocional (o el nivel de ansiedad). Si
ese resultado ocurre, la exposición se considera exitosa. Y si los niveles de
angustia o ansiedad no disminuyen significativamente, la exposición se
considera infructuosa.
Sin embargo, investigaciones recientes basadas en la teoría del
aprendizaje inhibitorio (Arch y Craske, 2011; Craske et al., 2008, Craske,
Treanor, Conway, Zbozinek y Vervliet, 2014) muestran que no existe una
correlación entre la disminución de la angustia o la ansiedad durante la
exposición y los cambios positivos de comportamiento que resultan. En
otras palabras, los clientes no pueden tener una caída en los niveles de
angustia o ansiedad durante la exposición, pero pueden tener significativos
cambios de comportamiento positivos como resultado. Por el contrario, los
clientes pueden tener grandes caídas en los niveles de angustia o ansiedad
durante la exposición, pero no tienen un cambio de comportamiento
positivo como resultado. Si esto te sorprende, lee los documentos citados
anteriormente sobre la teoría del aprendizaje inhibitorio (que se está
convirtiendo rápidamente en el nuevo modelo de exposición en muchos
tipos de terapia cognitiva conductual).
¿Qué es la exposición a la «nueva escuela»?
En la ACT, definimos la exposición de manera algo diferente a la mayoría
de los otros modelos: «Contacto organizado con estímulos de reducción del
repertorio con el propósito de aumentar la flexibilidad de respuesta».
«Reducción del repertorio» básicamente significa que el comportamiento
se vuelve rígido, inflexible y limitado, reduciéndose a un pequeño rango de
respuestas de comportamiento ineficaces. (En el punto de elección, la
mayoría, si no todos los movimientos hacia atrás encajarían en esta
categoría).
Nuestros repertorios conductuales pueden verse reducidos por todo tipo
de estímulos, no sólo por aquellos que evocan miedo, sino también por los
que evocan tristeza, ira, culpa, vergüenza, dolor físico, soledad, asco,
envidia, celos, lujuria, codicia, etc. Los estímulos difíciles o desafiantes en
la parte inferior del punto de elección (situaciones, pensamientos y
sentimientos), casi siempre, reducen significativamente el repertorio.
Por lo tanto, el objetivo de la exposición en la ACT no es reducir la
angustia (aunque esto ocurre con frecuencia como un subproducto). El
objetivo es aumentar nuestra capacidad de responder de manera más
flexible al estímulo de reducción del repertorio. Esta flexibilidad de
respuesta incluye flexibilidad emocional, flexibilidad cognitiva y
flexibilidad conductual. (En el punto de elección, estas nuevas respuestas
flexibles se llaman «movimientos hacia adelante»).
Yo llamo a esto exposición de la «nueva escuela» porque es totalmente
coherente con el modelo de exposición de vanguardia que mencioné
anteriormente: la teoría del aprendizaje inhibitorio. (Me encantaría contarte
más cosas sobre esta teoría y sobre la investigación que la respalda, pero no
tengo espacio aquí, por lo que te recomiendo que leas las referencias que he
mencionado anteriormente).
Exposición consciente, guiada por valores
En la ACT, practicamos la exposición consciente guiada por valores. Al
servicio de nuestros valores, tomamos medidas, exponiéndonos a personas,
lugares, situaciones, actividades y eventos previamente evitados o
descuidados. En otras palabras, nos exponemos a estímulos que reducen el
repertorio «fuera de nuestra piel».
También practicamos exponernos a estímulos que reducen el repertorio
«dentro de nuestra piel», como pensamientos, recuerdos, sentimientos,
emociones y sensaciones difíciles. Podemos utilizar uno o los cuatro
procesos de mindfulness (defusión, aceptación, atención flexible y el yo
como contexto) para facilitar esto. En otras palabras, cuando consciente y
deliberadamente nos volvemos hacia pensamientos y sentimientos difíciles
(estímulos que reducen el repertorio) con apertura, curiosidad y flexibilidad
(en lugar de un repertorio conductual estrecho y rígido), eso es exposición.
(Sí, ¡aceptación es exposición!)
Hay dos tipos de exposición que practicamos en la ACT: informal y
formal.
Exposición informal. La exposición informal ocurre a lo largo de cada
sesión de la ACT para cada tipo de trastorno. Por informal, me refiero a la
exposición espontánea o no planificada a los estímulos que reducen el
repertorio (pensamientos, sentimientos, situaciones difíciles) que aparecen
cuando actuamos con cualquiera y con todos. Casi todas las
intervenciones que has leído en este libro implican una exposición
informal. (Las únicas excepciones son aquellas cosas que haces en
momentos en que la vida es fácil y no hay estímulos para reducir el
repertorio).
Exposición formal. La exposición formal son rutinas de exposición
planificadas y estructuradas, diseñadas para enfocarse en estímulos
específicos de reducción del repertorio (por ejemplo, recuerdos
traumáticos en el TEPT, obsesiones en el trastorno obsesivo compulsivo,
sensaciones físicas de ansiedad en el trastorno de pánico, situaciones
sociales en el trastorno de ansiedad social y emociones dolorosas como
vergüenza, culpa, miedo o enojo en muchos tipos de problemas clínicos).
Justificación de la exposición formal
La justificación de la exposición a la vieja escuela es ayudar a los clientes a
reducir sus niveles de ansiedad. Obviamente, esta justificación no encajaría
en la exposición al estilo de la ACT porque nuestro objetivo en la ACT es
aumentar la flexibilidad psicológica, no evitar sentimientos no deseados.
(Por supuesto, los niveles de ansiedad disminuyen significativamente con la
ACT, pero esto es una ventaja, no el objetivo principal. Si has olvidado el
objetivo principal, vuelva a realizar el ejercicio de empujar el papel del
capítulo 22).
La justificación de la exposición en la ACT es siempre ayudar a los
clientes a vivir sus valores y actuar de manera efectiva. Un diagrama de
puntos de elección puede transmitir esto muy rápidamente. En la parte
inferior del punto de elección, escribimos los estímulos que reducen el
repertorio: personas, lugares, objetos, actividades, pensamientos,
sentimientos, sensaciones, recuerdos. Luego identificamos los movimientos
hacia atrás (repertorios de comportamiento estrechos y autodestructivos
actuales) y los deseados movimientos hacia adelante (comportamientos
abiertos y encubiertos guiados por valores que al cliente le gustaría hacer en
su lugar).
Luego podemos resumir: «En este momento, cuando te encuentras con
XYZ (estímulos de reducción de repertorio), tiendes a hacer ABC
(movimientos hacia atrás). Por lo tanto, nuestro objetivo aquí es aprender
una nueva manera de responder a XYZ, de modo que cuando te lo
encuentres en el futuro, éste no pueda afectarte/influir en tu
vida/detenerte/derribarte/evitar que hagas lo que importa. Esto significa que
tendremos que pasar un poco de tiempo contactando/haciendo/estando en
presencia de XYZ, para aprender esa nueva manera de responder».
¡Adiós, SUDS!
En la exposición de la vieja escuela, el énfasis en reducir la angustia o la
ansiedad (a través de la medición de las caídas en las puntuaciones SUDS)
refuerza fácilmente la agenda de evitación experiencial. Además, como se
mencionó anteriormente, no existe una correlación entre una caída en las
puntaciones SUDS o en los niveles de ansiedad y un resultado de un cambio
de comportamiento efectivo. Por lo tanto, en la ACT, no mediríamos las
puntuaciones SUDS ni calificaríamos los niveles de ansiedad durante la
exposición.
En cambio, podemos crear escalas simples de 0 a 10 para medir aspectos
de la flexibilidad de respuesta, como el grado de aceptación o evitación, el
grado de fusión o defusión, el grado de presencia/compromiso, el grado de
control sobre las acciones físicas y el grado de conexión con los valores. En
la página anterior, te presento un diagrama que resume tales medidas. (Sin
embargo, hablando por mí mismo como clínico, lo primero que quiero ver
en mis clientes no es un cambio en los números en una escala de medición,
sino que el cliente viva activamente sus valores y participe en la vida).
Entonces, si deseas combinar modelos como la desensibilización y el
reprocesamiento del movimiento ocular, o la exposición prolongada con la
ACT, ciertamente podrías hacerlo, pero necesitarías dejar la medición
SUDS y comenzar a medir la flexibilidad de la respuesta.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 26 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí encontrará: (a) una copia imprimible de «Medición de la
flexibilidad de la respuesta en la exposición» (Measuring Response Flexibility in Exposure), (b)
más materiales sobre cómo hacer una exposición formal en la ACT y (c) recursos para aprender
más sobre la exposición.
Para llevar
Debido a la manera en que definimos la exposición en la ACT, podemos ser
increíblemente flexibles con la forma en que lo hacemos, posiblemente
mucho más que cualquier otro modelo basado en la exposición. Espero que
comiences a reconocer las formas en que ya has estado haciendo una
exposición informal sin siquiera darte cuenta. Y espero que aprendas más
sobre esto en entrenamientos y libros de nivel avanzado.
CAPÍTULO 27
Flexibilidad cognitiva
¡Sí, la ACT cambia tu manera de pensar!
Una de las mayores ideas erróneas sobre la ACT es que «no cambia tu
manera de pensar». Espero y confío en que puedas ver que ése no es el
caso. Cuando los clientes (y los terapeutas) se adentran en la ACT, por lo
general cambian drásticamente la manera en que piensan sobre una amplia
gama de temas y cuestiones, incluida la naturaleza y el propósito de sus
propios pensamientos y emociones, la manera en que quieren comportarse,
la manera en que quieren tratarse a sí mismos y a los demás, lo que quieren
que sean sus vidas, las formas efectivas de vivir y actuar y lidiar con sus
problemas, qué los motiva, por qué hacen las cosas que hacen, etc.
Sin embargo, la ACT no logra esto desafiando, disputando, refutando o
invalidando pensamientos; ni ayuda a las personas a evitar, reprimir,
distraer, descartar o «reescribir» sus pensamientos o tratar de convertir los
pensamientos «negativos» en «positivos». La ACT ayuda a las personas a
cambiar su pensamiento de la siguiente manera: (a) desactivando
cogniciones inútiles y procesos cognitivos y (b) desarrollando maneras de
pensar nuevas, más flexibles y efectivas, además de sus otros patrones
cognitivos.
¿Por qué he puesto en cursiva la palabra «además»? Porque no podemos
eliminar repertorios cognitivos inútiles. Como dice el dicho de la ACT, «No
hay un botón de eliminación en el cerebro». Podemos desarrollar nuevas
formas de pensar, pero eso no elimina las antiguas. Como les digo a los
clientes: «Si aprendes a hablar húngaro, eso no eliminará el inglés de tu
vocabulario». Así pues, una y otra vez, debemos enfatizar este punto
importante a nuestros clientes de muchas maneras diferentes. Por ejemplo:
«Lógica y racionalmente, sabes que estos pensamientos no son ciertos, pero
eso no impedirá que vuelvan a aparecer». O, «Sí, puedes ver claramente que
este patrón de pensamiento no es útil, pero eso no impedirá que tu mente lo
haga». O, «Entonces, sabes que esta historia te engancha y te lleva a
movimientos hacia atrás. Y sabes que eso no eliminará la historia; seguirá
regresando».
Éstas son algunas de las principales maneras en que la ACT fomenta
activamente el pensamiento flexible:
Reencuadre.
Toma de perspectiva flexible.
Compasión y autocompasión.
Establecimiento de objetivos flexibles, resolución de problemas,
planificación y estrategias.
Concepción de tu mente como guía, coach o amiga.
Reencuadre
Hay una gran cantidad de reencuadre en el modelo de la ACT, que
obviamente se normaliza y valida. Una y otra vez ayudamos a los clientes a
replantear sus pensamientos y sentimientos difíciles y no deseados como
«normales» en lugar de «anormales», «válidos» en lugar de «no válidos».
(Muchos modelos de terapia hacen esto, por supuesto, pero la ACT va más
allá). Las metáforas mentales del hombre de las cavernas replantean
procesos cognitivos inútiles como normales, válidos y con un propósito.
Las técnicas de defusión replantean los pensamientos y las instantáneas
como algo así como «palabras e imágenes». Las técnicas del capítulo 23
replantean las emociones como aliadas con recursos valiosos en lugar de
enemigas a evitar a toda costa. Y la vida basada en valores replantea
poderosamente muchas nociones populares de éxito y felicidad.
Toma de perspectiva flexible
Recuerda que en la ACT hay dos significados del término «yo como
contexto» (SAC). Con mayor frecuencia, el SAC se refiere a la experiencia
de notarse a uno mismo. Con menos frecuencia, el término se refiere a una
amplia gama de comportamientos conocidos colectivamente como toma de
perspectiva flexible (TPF).
Podemos dividir las intervenciones de la TPF en dos clases amplias (pero
interconectadas y superpuestas). Una clase incluye todas las habilidades de
mindfulness: defusión, aceptación, autoconocimiento, anclaje, etc. Todas
estas habilidades implican cambiar de manera flexible tu perspectiva: lo que
notas y cómo lo notas.
La otra clase de intervenciones de la TPF incluye habilidades de
pensamiento que desarrollan nuestra capacidad de percibir eventos y
comprender conceptos desde puntos de vista alternativos, en el lenguaje
cotidiano, «de ver las cosas de manera diferente». Por ejemplo, algunos
ejercicios invitan al cliente a imaginarse a sí mismo en el futuro mirando
hacia atrás hasta su vida actual, y desde esa perspectiva, debe reflexionar
sobre su comportamiento actual. Otros implican el trabajo del «niño
interior», en el que el cliente imagina que su adulto actual retrocede en el
tiempo para consolar y cuidar e instruir o apoyar a una versión infantil o
adolescente de sí mismo.
Sin embargo, otras intervenciones alientan a los clientes a tomar el punto
de vista de los demás:
Si vuestros roles se invirtieran, ¿cómo te sentirías?
Si vuestros roles se invirtieran, ¿cómo te gustaría que te tratara?
Si estuvieras en su lugar, ¿qué pensarías y sentirías?
Si le sucediera lo mismo a alguien que amas, ¿qué le dirías?
¿Qué crees que la otra persona podría sentir/pensar/desear/esperar?
A veces podemos pedirle a un cliente que tome la perspectiva de su ser
guiado por valores. Por ejemplo: «En este momento, estás haciendo muchos
comentarios muy críticos sobre tu pareja. Y eso es completamente
comprensible, dadas todas las dificultades que has tenido. El problema es
que, cuando te enganchas a estos pensamientos, tiendes a hacer cosas que
empeoran la relación, como gritar, despreciar, culpar e insultar. Entonces,
me pregunto, ya dijiste antes que quieres ser más amorosa, paciente y
amable, así que me pregunto si realmente podrías ser el tipo de pareja
amorosa, paciente y amable que quieres ser. ¿Cómo podrías pensar sobre
esto de manera diferente? ¿Hay otra forma de ver esta situación que pueda
ayudarte a manejarla mejor, de una manera más saludable para la relación?
Incluso podemos pedirle al cliente que tome la perspectiva de partes de sí
mismo: «Si esta emoción pudiera hablar, ¿qué te diría que hicieras?».
Compasión y autocompasión
La ACT pone gran énfasis tanto en la autocompasión como en la compasión
por los demás. Para muchas personas, éstas son formas de pensamiento
radicalmente nuevas. Reconocer conscientemente el sufrimiento (el nuestro
o el de los demás) y permanecer abierto a él y sentir curiosidad por él en
lugar de ignorarlo, rechazarlo o alejarse de él, y luego responder con
amabilidad (en lugar de juzgar, mostrarse hostil o cualquier otra reacción no
compasiva): no es natural o fácil para la mayoría de nosotros. Supongamos
que sentimos dolor y nos decimos a nosotros mismos: «Éste es un momento
de sufrimiento. La vida es dura en este momento. Veamos qué puedo hacer
para cuidarme». Obviamente, ésta es una forma de pensar extremadamente
diferente de reflexionar («¿Por qué me siento tan mal? ¿Qué me pasa?»), o
de hacer autocrítica («Debería ser más fuerte de lo que soy. Soy un perdedor
tan patético»). Por lo general, necesitamos practicar deliberada, activa y
regularmente nuevos patrones de pensamiento para desarrollar nuestra
capacidad de compasión, un esfuerzo difícil al que muchos clientes se
resistirán activamente.
Establecimiento de objetivos flexibles, resolución de problemas,
planificación y estrategias
Como vimos en el capítulo 21, la acción comprometida requiere mucho
pensamiento flexible en torno al establecimiento de objetivos, la resolución
de problemas, la planificación de acciones y la elaboración de estrategias.
Éstas, en sí mismas, son nuevas habilidades de pensamiento para muchos
clientes.
Cuando se trata de prepararse para la acción, podemos pedirles a los
clientes que consideren:
¿Qué es lo peor que puede pasar? Si pasa, ¿cómo te enfrentarás a ello?
¿Qué puedes hacer para reducir la probabilidad de que ocurra?
¿Cuál es tu plan B, si el plan A falla?
¿Qué es lo mejor que puede pasar? ¿Qué puedes hacer para aumentar
las posibilidades de que pase eso?
¿Qué es más probable que suceda? Si sucede, ¿qué ocurrirá después? Si
no sucede, ¿qué pasa después?
¿Qué estrategia vas a utilizar aquí? ¿Qué requerirá eso?
¿Existe otra manera de pensar sobre ello que pueda ayudarte a
manejarlo mejor?
Concepción de tu mente como guía, coach o amiga
Por último, pero no menos importante, la ACT a menudo utiliza metáforas
que comparan nuestra mente con una guía, coach o amiga. Podemos jugar
con estas metáforas de muchas maneras para fomentar el pensamiento
flexible. Aquí hay algunos ejemplos:
Guía sabia/guía imprudente
Terapeuta: A veces nuestra mente es una guía sabia, nos da buenos
consejos para ayudarnos a progresar en la vida. Otras, es una guía
imprudente: nos anima a tomar riesgos inoportunos o a ponernos en
peligro. En este momento, ¿qué guía te está hablando?
Cliente: La imprudente.
Terapeuta: De acuerdo. Entonces, ¿qué consejo puede darte la guía sabia?
Amiga excesivamente servicial/amiga genuinamente útil
Terapeuta: ¿Recuerdas que hablamos sobre cómo nuestra mente a veces
puede ser una «amiga excesivamente servicial»? ¿Crees que eso es lo que
está haciendo ahora? Supongamos que tu mente quisiera ser realmente
útil, en lugar de ser demasiado servicial, ¿qué podría decir sobre esto?
Entrenador duro/entrenador amable
Terapeuta: Sabes, hay dos tipos de entrenadores en los deportes escolares.
Hay entrenadores duros, que les gritan a los niños, los llaman por sus
nombres, critican cada error, juzgan, comparan y critican constantemente.
Y hay entrenadores amables, que los alientan, desarrollan sus fortalezas y
brindan comentarios genuinos sobre los errores de una manera amable y
afectuosa. La buena noticia es que la de los entrenadores duros es una raza
que desaparece rápidamente. ¿Sabes por qué?
Cliente: ¿Por qué?
Terapeuta: Porque los entrenadores amables obtienen resultados mucho
mejores. En este momento, según la manera en que tu mente te está
hablando: ¿es un entrenador duro o un entrenador amable?
Cliente: Es un entrenador duro.
Terapeuta: Entonces, ¿qué te diría un entrenador amable?
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 27 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás una explicación sobre el pensamiento positivo y la
reestructuración cognitiva y sus similitudes y diferencias con la ACT.
Habilidades
Hay muchas variaciones sobre el tema de la mente como guía, coach o
amiga. Podemos comparar la mente con una asesora, mentora, ayudante o
asistente, y podemos contrastar diferentes cualidades: cautelosa versus
descuidada, atenta versus desatenta, amable versus dura, aceptable versus
crítica, sabia versus imprudente, útil versus inútil, etc. Así pues, para
practicar:
Juega con estas ideas y trata de encontrar algunas versiones propias.
Luego piensa en algunos clientes con los que podrías usarlas y
pruébalas en la sesión.
Para llevar
Espero que puedas ver que la ACT suele cambiar tu manera de pensar
significativamente. Sin embargo, no lo hace desafiando, disputando,
ignorando, descartando pensamientos difíciles o inútiles o distrayéndote de
ellos. Lo hace de la siguiente manera: (a) desactivando esos pensamientos,
(b) aceptando que seguirán siendo recurrentes, y (c) al mismo tiempo,
cultivando activamente nuevas maneras de pensar, más flexibles y efectivas.
CAPÍTULO 28
Vergüenza, ira y otras emociones problemáticas
¿Qué hace que una emoción sea «problemática»?
Los terapeutas a menudo me preguntan cómo trabajar con emociones
específicas, más comúnmente con la vergüenza, la culpa y la ira. En este
capítulo me centraré sobre todo en la vergüenza (simplemente porque es el
tema sobre el que más se pregunta), pero los principios que cubrimos se
aplican a cualquier emoción.
Cuando trabajamos con cualquier emoción difícil, necesitamos saber
específicamente de qué manera esa emoción es problemática para ese
cliente. Recuerda, en la ACT, ninguna emoción es inherentemente
problemática. Una emoción sólo se vuelve problemática o difícil cuando
interfiere con una vida rica y significativa; y esto sólo ocurre en un contexto
específico de fusión, evitación y acción inviable.
Por lo tanto, debemos hacer preguntas para conocer los movimientos
hacia atrás y hacia adelante del cliente:
A. Movimientos hacia atrás: ¿Qué sucede generalmente cuando esta
emoción te engancha y te sacude? ¿Qué sueles hacer que te aleja o te
saca de la vida que deseas? ¿Captura tu atención y la quita de las cosas
más importantes? ¿Te desconectas, pierdes el foco, te distraes?
B. Movimientos hacia adelante: Si esta emoción ya no pudiera
engancharte y afectarte, ¿qué dejarías de hacer más (o menos) o
comenzarías a hacer más (o menos)? ¿Cómo te tratarías a ti mismo, a
los demás, a la vida, al mundo, de manera diferente? ¿Qué objetivos
perseguirías? ¿Qué actividades comenzarías o reanudarías? ¿A qué
personas, lugares, eventos, desafíos, abordarías, te enfrentarías,
manejarías mejor? ¿En qué serías más capaz de concentrarte o
participar? ¿Con quién estarías más presente, centrado o atento?
Podemos, si lo deseamos, traer a nuestro viejo amigo el punto de elección
como una ayuda visual, y colocar la emoción en la parte inferior.
(Recuerda: podemos hacer esto escribiendo todas las respuestas en el
diagrama o sin escribirlas).
CONSEJO PRÁCTICO
A menudo necesitamos explicar a nuestros clientes que la «depresión» no es una emoción. Una
manera simple de hacerlo es con el punto de elección. En la parte inferior, dejamos los
pensamientos (por ejemplo, «No soy lo suficientemente bueno») y las emociones (por ejemplo,
la ansiedad, la tristeza, la culpa, la vergüenza, la ira). Y luego verificamos todos los
movimientos hacia atrás. Explicamos que los movimientos hacia atrás son lo que queremos decir
con «depresión», no los pensamientos y sentimientos que los desencadenan.
Cambiar el contexto
En un contexto de fusión y evitación, cualquier emoción es problemática.
Esto es válido tanto para las emociones dolorosas como la vergüenza, la
culpa, la ira, la ansiedad y la tristeza, como para las placenteras como el
amor y la alegría. En la ACT, nuestro objetivo es cambiar ese contexto a
uno de defusión, aceptación y acción guiada por valores. En este nuevo
contexto, donde el cliente puede responder con flexibilidad a la emoción
(desengancharse y realizar movimientos hacia adelante), la emoción ya no
es «problemática».
Para ayudarnos en este trabajo, a menudo es útil deconstruir el contexto
problemático en tres elementos, con los que luego podemos trabajar uno por
uno. Ten en cuenta que no lo hacemos en ningún orden específico:
trabajamos de manera flexible, momento a momento, dependiendo de lo
que parezca más relevante, útil o probable para ese cliente. En un contexto
donde cualquier emoción se ha vuelto problemática, podemos esperar
encontrar los siguientes elementos:
1. Fusión.
2. Evitación experiencial.
3. Acción inviable.
Veamos cómo se desarrolla esto en términos de vergüenza.
Fusión y vergüenza
Cuando trabajamos con la vergüenza, esperamos encontrar fusión con:
El pasado: especialmente el exceso de reflexión y la recuperación de
recuerdos dolorosos.
El futuro: especialmente la ansiedad por la posibilidad de una
evaluación negativa/hostilidad/rechazo por parte de otros (en concreto,
si estos otros descubrieran la «verdad» sobre el «pasado vergonzoso»
del cliente).
El autoconcepto: autoevaluación negativa severa: soy malo/estoy
roto/soy repugnante/indigno/no tengo esperanza/no merezco la
felicidad.
El razonamiento: todas las razones por las que no puedo ni debería
intentar cambiar. Porque en el pasado sucedieron estas cosas
vergonzosas, no puedo cambiar/estoy roto/no puedo tener relaciones/no
merezco una vida mejor.
Por supuesto, también podemos encontrar muchos otros tipos de fusión,
pero éstos son los que tienden a predominar en la vergüenza. Con otras
emociones, como la ira y la tristeza, el contenido cognitivo será diferente,
pero es probable que la mayoría de las seis categorías centrales de fusión
(razones, reglas, juicios, pasado, futuro, autoconcepto) estén involucradas.
Evitación experiencial y vergüenza
Cuando trabajes con la vergüenza, ten en cuenta que la mayoría de los
clientes desean evitar o deshacerse de:
Sensaciones desagradables o sentimientos de vergüenza en el cuerpo.
A menudo son muy similares o se combinan con
sensaciones/sentimientos de ansiedad o temor (por ejemplo, pecho
oprimido, estómago revuelto o, en clientes disociativos,
«entumecimiento»).
Cogniciones desagradables, especialmente autojuicios severos,
recuerdos que evocan vergüenza y ansiedades sobre la evaluación
negativa o el rechazo de otros.
Impulsos incómodos a cometer acciones autodestructivas (por
ejemplo, consumir drogas o alcohol, autolesionarse, aislarse
socialmente).
Otras cogniciones, sentimientos y sensaciones relacionadas con otros
tipos de fusión. Por ejemplo, si se fusionan con la inutilidad, los
clientes pueden notar sentimientos de letargo, pesadez o cansancio.
Nuevamente, como con cualquier otra «emoción problemática», es probable
que encontremos que los clientes tratan de evitar sensaciones, sentimientos,
cogniciones e impulsos.
Acción inviable y vergüenza
Las acciones inviables provocadas por la vergüenza pueden variar en gran
medida. Especialmente comunes son:
Evitar o alejarse de personas importantes o significativas, lugares,
eventos, actividades y situaciones que provocan vergüenza.
Los «sospechosos habituales»: comportamientos que los humanos
suelen hacer para evitar, escapar o deshacerse del dolor (por ejemplo,
consumir drogas, alcohol, cigarrillos o alimentos; comportamientos
adictivos; distracciones).
Conflicto, crítica, agresividad o vergüenza hacia los demás.
Cambios inconscientes en el lenguaje corporal (bajar la mirada, evitar
el contacto visual).
Comportamientos encubiertos como reflexionar, preocuparse y
desconectarse.
Para cualquier emoción «problemática», queremos sonsacar patrones tanto
abiertos como encubiertos de acción inviable. Éstos pueden variar bastante
para diferentes emociones. Por ejemplo, en relación con la ira,
generalmente vemos muchos comportamientos agresivos, mientras que en
relación con la culpa a menudo vemos disculpas excesivas.
Recordatorio importante: en la ACT, un comportamiento sólo se considera
«inviable» en un contexto en el que interfiera con la creación de una vida
rica y significativa. Utilizadas de manera moderada, flexible y sabia, la
mayoría de las estrategias anteriores no son inviables, pero cuando se usan
de manera excesiva, rígida o inapropiada, se vuelven problemáticas.
Vergüenza versus culpa
La culpa generalmente se refiere a una emoción incómoda que
experimentamos cuando sentimos que hacemos algo malo, alejándonos de
nuestros valores centrales, actuando de manera diferente al tipo de persona
que queremos ser. La vergüenza se suele referir a una emoción incómoda
que experimentamos cuando sentimos que no sólo hemos hecho algo malo,
sino que somos malos; así que incluye mucha fusión con un fuerte
autojuicio negativo: soy una mala persona.
Simplificando:
Culpabilidad = He HECHO algo malo.
Vergüenza = SOY malo.
Muchos de nosotros aprendemos durante el entrenamiento que «la culpa es
motivadora», que ayuda a las personas a identificar lo que han hecho mal y
las motiva a expiar, enmendar o volver a ponerse en contacto con sus
valores y comportarse de manera más congruente. Al mismo tiempo,
aprendemos que la vergüenza es desmotivadora: hace que las personas se
«apaguen» y eviten tratar eficazmente sus problemas.
Bueno, hay alguna base para esto, pero es una simplificación excesiva.
Después de todo, una de las ideas clave de la ACT es que ninguna emoción
es buena o mala en sí misma; siempre depende del contexto. En un contexto
de fusión/evitación, cualquier emoción puede ser inútil, dañina, tóxica o
distorsionar la vida; y en un contexto de mindfulness y valores, cualquier
emoción puede ser útil o mejorar la vida.
La culpa y la vergüenza no son excepciones. La culpa puede ser
desmotivadora, y la vergüenza, motivadora; cómo funcionará la emoción
dependerá del contexto. (Volvemos a las cosas del contextualismo
funcional). Si respondemos a la vergüenza con atención y exploramos los
valores que se esconden debajo, puede ser muy motivadora.
Historial de aprendizaje y vergüenza
Podemos ayudar a fomentar la defusión, la autoaceptación y la
autocompasión al observar el historial de aprendizaje del cliente y tratar de
descubrir que generó tanta vergüenza. Por ejemplo, ¿los cuidadores del
cliente, o los abusadores o asaltantes, dijeron cosas que alimentaron la
vergüenza (por ejemplo, «Te lo mereces», «Eres una puta», «Te lo has
buscado tú solo», «Deberías avergonzarte de ti mismo»)?
En los casos de abuso infantil por parte de un cuidador, podríamos pensar
en lo siguiente: un niño inconscientemente necesita mantener una visión
positiva de sus cuidadores, sin importar lo que hagan mal, porque son su
sistema de soporte vital. Reconocer conscientemente que su «soporte vital»
es una fuente de amenaza y peligro es aterrador para el niño. Por lo tanto,
cuando los cuidadores son abusadores, la mente del niño a menudo culpará
a éste de manera automática e inconsciente: es culpa mía. Eso ayuda a
proteger al niño de la realidad aterradora y dolorosa en relación a su(s)
cuidador(es).
Después de tal trabajo, podemos referirnos a la narrativa de «Soy MALO»
como «programación vieja» y alentar la defusión diciendo: «Aquí está
apareciendo alguna programación vieja».
Funciones de la vergüenza en el pasado
Puede ser útil observar cómo ha funcionado la vergüenza en el pasado de
maneras al menos algo útiles o protectoras para el cliente (más
técnicamente, para examinar las consecuencias reforzadoras de la
vergüenza). Éstas pueden incluir:
Reducir el castigo o la hostilidad: Si te muestras avergonzado frente a los
demás, en algunos contextos, esto disminuirá su castigo, hostilidad,
agresión, crítica o juicio.
Obtener apoyo o amabilidad: Si otros saben que te sientes avergonzado, en
algunos contextos, esto provocará su simpatía, amabilidad, apoyo o
perdón.
Evitar el dolor: A menudo, en medio de la vergüenza, las personas evitan
personas, lugares, situaciones, eventos y actividades que desencadenan
pensamientos, sentimientos y recuerdos difíciles. Entonces, a corto plazo,
la vergüenza les ayuda a escapar o evitar el dolor. Por poner un ejemplo
común, la mirada al suelo de vergüenza ayuda a muchos clientes a evitar
la ansiedad que produce el contacto visual con los demás, ansiedad
generalmente alimentada por el miedo a la evaluación negativa, el rechazo
o la hostilidad.
Crear sentido: La vergüenza ayuda a las personas a «dar sentido» a su
experiencia: estas cosas sucedieron porque soy malo. Esto puede permitir
que algunos niños den sentido al abuso de una manera que los libere de la
terrible realidad de sus cuidadores.
Este tipo de psicoeducación puede desempeñar un papel útil en la
normalización y validación de la vergüenza, lo que a su vez promueve la
aceptación y ayuda a fomentar la autocompasión. (Nota: no tenemos que
explorar las funciones de la vergüenza en el pasado; son las funciones
presentes las que importan. Sin embargo, puede ser útil hacerlo al servicio
de la aceptación y la autocompasión).
Funciones actuales de la vergüenza
Si hemos analizado las funciones pasadas de la vergüenza (para normalizar
y validar la experiencia), es importante resaltar las funciones actuales. Si
bien la vergüenza a menudo tendrá algunos de los beneficios que tuvo en el
pasado, claramente ahora también tiene algunos costes significativos.
Aparte de lo obvio, es un sentimiento muy desagradable, las otras funciones
perjudiciales de la vergüenza son generalmente fáciles de obtener a través
de la investigación sobre los movimientos hacia atrás.
Una vez que tengamos esta información, podríamos decir algo como «En
el pasado, la vergüenza realmente te ayudó de alguna manera, como XYZ,
pero en el presente se interpone en el camino de ser la persona que quieres
ser y hacer las cosas que quieres hacer, como ABC. Entonces, ¿estarías
dispuesto a aprender algunas habilidades nuevas para que puedas manejar la
vergüenza de manera más efectiva, reducir su impacto en tu vida, quitarle
su poder, para que puedas comenzar a hacer ABC nuevamente?».
Una vez establecida esta justificación y motivación para aprender las
habilidades de la ACT, podemos referirnos a ella con frecuencia,
especialmente cuando el trabajo se vuelve desafiante o el cliente carece de
motivación.
Trabajar con la vergüenza (y otras emociones
«problemáticas»)
Existen numerosos enfoques para trabajar con la vergüenza (o la ira, la
tristeza, el miedo, la culpa, la ansiedad, etc.). A continuación, hablaré
brevemente de muchos de ellos.
Postura corporal y vergüenza
La vergüenza suele ir acompañada (pero no siempre) de cambios
característicos en la postura corporal. (Para obtener consejos sobre cómo
trabajar con la postura, consulta «Bits extra»). Estos cambios posturales
pueden incluir:
Cabeza gacha.
Contacto visual limitado (por ejemplo, mirar al suelo o por la ventana
en lugar de al terapeuta).
Expresión facial abatida o decaída.
Postura caída: hombros y brazos caídos, columna doblada.
Agitarse incómodamente cuando habla o piensa sobre cualquier cosa
relacionada con la vergüenza.
Taparse los ojos con una mano o agarrarse la cabeza con las manos.
Nota: En algunos clientes, la vergüenza a veces desencadenará un
comportamiento agresivo, en cuyo caso probablemente veremos los
cambios en la postura corporal que generalmente acompañan a la agresión.
Defusión y vergüenza
Para ayudar a un cliente a evitar el autojuicio, la autoculpa, los recuerdos
dolorosos, el miedo a la evaluación negativa o el rechazo de otros, y así
sucesivamente, recuerda los dos primeros pasos simples para la mayoría de
las defusiones: notar y nombrar. Podemos pedirle al cliente que note lo que
su mente está diciendo, cómo su mente lo está atacando, cómo su mente lo
está juzgando y culpando, o cómo su mente es muy rápida en asumir que
otras personas lo juzgarán, criticarán o rechazarán.
También podemos pedirle que nombre sin prejuicios sus pensamientos y
sentimientos (por ejemplo, aquí está la vergüenza; aquí está mi esquema de
«soy malo»; tengo el pensamiento de que soy malo; noto el autojuicio;
pienso que los demás me juzgarán; aquí está mi mente tratando de
asustarme; tengo un sentimiento de vergüenza; noto un sentimiento de
vergüenza; o, tengo un recuerdo vergonzoso).
Si hemos analizado las funciones de la vergüenza en el pasado y en el
presente, podemos usar esta información para la defusión. El cliente podría
intentar notar y nombrar su vergüenza, en este sentido: «Vaya. Aquí estás de
nuevo, lástima. Sé que estás tratando de ayudarme o protegerme, como lo
has hecho en el pasado. Pero ya no necesito ese tipo de ayuda. Ahora tengo
mis valores para ayudarme». O una variante: «Vaya. Aquí estás de nuevo,
lástima. Gracias por recordarme que practique la autocompasión».
Idealmente, entonces, el cliente se reconectaría conscientemente con sus
valores mientras se desactivaba de los pensamientos/recuerdos y aceptaba
los sentimientos/sensaciones de vergüenza.
Si pasamos de notar y nombrar la aceptación, el énfasis está en permitir y
dejar espacio para cualquier sentimiento y sensación que el cliente haya
notado y nombrado. Sin embargo, si seguimos más hacia la defusión, el
énfasis está en las cogniciones, y el objetivo es que el cliente «vea más
claramente» qué son las cogniciones: cadenas de palabras e imágenes.
Nota: Cuando se trabaja con la vergüenza, es aconsejable evitar técnicas
de defusión alocadas como «agradecerle a la mente» o «cantar tus
pensamientos», al menos en las primeras sesiones, porque pueden resultar
contraproducentes e invalidar al cliente.
Imaginería del «niño interior» y vergüenza
En la ACT, el trabajo del «niño interior» generalmente toma la forma de
ejercicios experienciales interactivos. Típicamente, el terapeuta guía al
cliente para que se imagine vívidamente a sí mismo, tal como es hoy,
viajando en el tiempo para consolar y cuidar a una versión infantil de sí
mismo que está sufriendo. A menudo, esto está relacionado con un recuerdo
explícito de trauma, abuso o negligencia infantil. El terapeuta entrena al
cliente, el yo adulto, para actuar compasivamente con el niño, ofreciendo
consuelo, alivio, amabilidad, apoyo y sabiduría, y para decirle al niño la
verdad sobre la situación en la que se encuentra (por ejemplo, una situación
abusiva), para que entienda que él (el niño) no ha hecho nada malo; son los
adultos los que tienen la culpa. El cliente le dice al niño todo lo necesario
para que comprenda la situación y vea que no tiene la culpa de lo que
sucedió.
Los ejercicios generalmente terminan con el adulto abrazado
compasivamente al niño y/o llevándolo a un lugar seguro. (Por cierto, nunca
usaría el término «trabajo del niño interior» con un cliente porque tiene
connotaciones negativas para muchas personas, especialmente los veteranos
de la terapia. Simplemente diría: «¿Querrías hacer un ejercicio conmigo
para ayudarte con este problema?»). Puedes encontrar un guion para este
tipo de ejercicio en «Extra bits».
Aceptación y vergüenza
Como sabes, la aceptación a menudo comienza con la validación y la
normalización. En este caso, reconocemos que la vergüenza es una
respuesta común y natural (especialmente para los sobrevivientes de
traumas) y que la narrativa «Soy malo» es universal. A partir de ahí, es fácil
pasar a «notar, nombrar y permitir» los diversos pensamientos,
sentimientos, sensaciones y recuerdos que conforman la vergüenza.
Entonces podemos utilizar cualquier combinación de técnicas de aceptación
que prefiramos. A menudo, echar el ancla también es útil, no para distraerse
de la vergüenza, sino para descubrir que hay muchas otras cosas aquí y en
este momento además de la vergüenza.
La vergüenza como aliada
Siempre que respondamos con atención, podemos hacer un buen uso de la
vergüenza. Podemos usar cualquiera o todas las intervenciones y principios
del capítulo 23 para convertir la vergüenza en una aliada.
Contactar con el momento presente y la vergüenza
Ponerse en contacto con el momento presente juega un papel importante en
el trabajo con la vergüenza, que incluye:
Conexión a la tierra y el anclaje: habilidades esenciales para desarrollar
temprano en cualquier cliente abrumado por la vergüenza o cualquier
emoción.
Fomentar el compromiso, la conexión y la conciencia expansiva.
Notar la postura corporal y sus efectos, y experimentar con los cambios
en la postura corporal para promover el compromiso, el centrado, la
conexión a la tierra, la conexión, la comunicación y la vitalidad.
Notar inicialmente y reconocer pensamientos, sentimientos y recuerdos
que allanan el camino para la defusión o la aceptación.
Autocompasión y vergüenza
Como con cualquier emoción dolorosa, podemos responder a la vergüenza
con cualquiera de los seis (o con todos) componentes básicos de la
autocompasión que abordamos en el capítulo 18:
1. Reconocer la herida (es decir, notar el dolor).
2. Ser humano (es decir, validar el dolor).
3. Desarmar al crítico (es decir, desactivarlo de la dura autocrítica).
4. Mantenerte amable (en pensamientos, palabras y acciones).
5. Hacer espacio para tu dolor (es decir, aceptar el dolor).
6. Mírate en los demás (es decir, la humanidad común).
Si lo deseamos, podemos reformular la «vergüenza» como un recordatorio
para practicar la autocompasión.
Yo como contexto y vergüenza
Puedes utilizar la «parte de ti que nota» para retroceder y observar los
diversos elementos de la vergüenza, incluidos los pensamientos, los
sentimientos, las sensaciones y los recuerdos. Puedes notar que la
vergüenza no es la esencia de quién eres; hay mucho más para ti que sólo
esos pensamientos, sentimientos, sensaciones y recuerdos.
Podemos ayudar a los clientes a notar cómo los pensamientos,
sentimientos, sensaciones y recuerdos que juntos componen la vergüenza
cambian continuamente con el tiempo, mientras que la «parte de ti que
nota» no cambia.
Valores y vergüenza
A medida que los clientes se vuelven más flexibles en presencia de la
vergüenza, a través de la defusión, la aceptación, la autocompasión, etc., se
hace posible, y a menudo muy fructífero, utilizar su vergüenza para
explorar valores. Podríamos preguntar:
¿Cómo tratarías y/o qué consejo le darías a un ser querido que hubiera
pasado por eventos similares y se sintiera de la misma manera que tú?
¿Qué te dice esta vergüenza que te importa realmente, que debes
abordar, afrontar y tomar medidas?
¿Qué te recuerda la vergüenza sobre la manera en que idealmente
quieres tratarte a ti mismo/a los demás?
¿Qué te dice la vergüenza que has perdido/debes tener cuidado
con/quieres defender/quieres tomar una posición en contra/te preocupas
profundamente/tienes que lidiar?
¿Qué te dice la vergüenza sobre cómo te gustaría que fuera el
mundo/tú/otros/la vida? ¿Qué puedes hacer para ayudar a que eso
suceda?
De los valores podemos pasar fácilmente a la acción comprometida.
Acción comprometida y vergüenza
La acción comprometida implica instigar y reforzar nuevos repertorios de
comportamiento congruentes con los valores (movimientos hacia adelante)
como alternativas a los viejos repertorios «impulsados por la vergüenza»
(movimientos hacia atrás). Esto puede incluir cualquiera de los siguientes
ítems o todos ellos:
Resolución de problemas guiada por valores.
Establecimiento de objetivos guiados por valores y planificación de
acciones.
Capacitación, práctica y aplicación de habilidades de mindfulness (por
ejemplo, defusión, aceptación, conciencia, autocompasión, habilidades
de autocontrol) al servicio de valores específicos y objetivos
congruentes con los valores.
Otras habilidades relevantes de capacitación al servicio de valores
específicos y objetivos congruentes con los valores, especialmente
capacitación en habilidades de relación (por ejemplo, habilidades de
comunicación, asertividad, intimidad y empatía).
Exposición y vergüenza
Muchos clientes experimentan un estrechamiento problemático de
repertorios conductuales en presencia de la vergüenza. En particular, el
comportamiento de muchos clientes se organiza en torno a tratar de:
A. Evitar pensamientos, sentimientos y recuerdos que componen la
vergüenza (evitación experiencial).
B. Evitar situaciones, personas, lugares, eventos y actividades que
provocan vergüenza (evitación manifiesta).
Espero que puedas ver que casi todas las intervenciones descritas
anteriormente implican exposición. (De lo contrario, relee el capítulo 26).
Actuar flexiblemente con la vergüenza
Es importante que el cliente comprenda que puede actuar con flexibilidad,
guiado por los valores, en presencia de cualquier pensamiento, sentimiento,
sensación, emoción, impulso, imagen o recuerdo. No tiene que esperar
hasta que haya desaparecido. Tampoco necesita dejar que controle sus
acciones.
Esta realización suele ser más poderosa cuando se lleva a cabo como
trabajo experiencial, y menos efectiva cuando se expone de manera
intelectual o didáctica (pues a menudo termina con el cliente insistiendo en
que no es posible o que no está de acuerdo intelectualmente con el
concepto, pero sin ninguna idea de cómo hacerlo). Un ejercicio experiencial
simple es hacer que el cliente actúe físicamente (por ejemplo, tomar el
control de sus brazos y piernas: estirarse conscientemente, cambiar de
posición conscientemente o cambiar de postura, caminar conscientemente,
comer conscientemente, beber conscientemente, tocarse amablemente)
mientras experimenta vergüenza en la sesión. Entonces, el cliente realmente
experimenta que, incluso con la vergüenza presente, todavía puede ejercer
control sobre sus acciones.
Surfear el impulso y la vergüenza
Los clientes que se enfrentan a la vergüenza a menudo experimentan deseos
de:
Consumir drogas o alcohol.
Autolesionarse.
Retirarse socialmente.
Huir de situaciones importantes pero desafiantes.
Participar en cualquier número de comportamientos autodestructivos
que permiten escapar a corto plazo del dolor.
El ejercicio de mindfulness conocido como «surfear el impulso» (que
incorpora aceptación, defusión y contacto con el momento presente) es muy
útil para este tipo de trabajo. Podemos enseñar esto a los clientes para
ayudarlos a surfear sus impulsos, sin actuar en consecuencia. Aprenden a
dejar que un impulso suba y baje, como una ola, sin ser arrastrado por él.
(Puedes descargar un guion para surfear el impulso en «Extra Bits»).
***
Podemos trabajar con la culpa, la ira, la ansiedad, el miedo, la tristeza, la
envidia, los celos, el asco, la soledad, etc., de la misma manera que
trabajamos con la vergüenza. En cada caso, identificaremos la fusión, la
evitación y la acción inviable, y las enfocaremos con los procesos
terapéuticos relevantes. Los pensamientos, los sentimientos, los recuerdos,
las sensaciones, los impulsos, las imágenes, las posturas corporales y las
acciones inviables específicas variarán de una emoción a otra, pero los
procesos de la ACT principales que usamos para trabajar con todo ello
siempre serán los mismos.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 28 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí descubrirás: (a) un guion para surfear el impulso, (b)
consejos para trabajar con el enojo, (c) un guion para un ejercicio de visualización del niño
interior, (d) «Cómo trabajar con la disociación» (How to Work with Dissociation), y (e)
consejos para trabajar con la postura corporal.
Habilidades
Por supuesto, trabajar con emociones fuertes requiere práctica:
Piensa en dos o tres clientes que lidian con una emoción fuerte, como la
vergüenza o la ira.
Utiliza las ideas de este capítulo para generar al menos cuatro o cinco
maneras diferentes en que puedes ayudarlos a mejorar.
Para llevar
Nuestro objetivo en la ACT no es cambiar directamente la emoción en sí,
sino cambiar el contexto en el que surge. Cuando el contexto cambia de
fusión y evitación a atención plena y valores, la emoción funciona de
manera diferente. Por supuesto, la emoción aún puede ser muy incómoda o
dolorosa, pero ya no funciona de una manera tóxica, distorsionadora o
autodestructiva.
CAPÍTULO 29
Relaciones flexibles
Vivir bien con los demás
El gran filósofo Jean-Paul Sartre dijo: «El infierno son los demás». Sin
embargo, sólo tenía razón en parte. Los demás también son el cielo. En
otras palabras, nuestras relaciones con los demás son mixtas: nos deparan
asombro y temor, alegría y miedo, felicidad y miseria. Cuando van bien, las
relaciones enriquecen y mejoran nuestras vidas de muchas maneras. Y
cuando van mal, el dolor es inmenso.
No sorprende que gran parte de la ACT se centre en las relaciones:
enriquecerlas y mejorarlas, lidiar con las dificultades y hacer lo que
funcione para construir conexiones ricas y significativas. Y recuerda, no es
una terapia de aceptación pasiva; ayudaremos a los clientes a terminar y
abandonar sus relaciones, si ése es el curso de acción más efectivo para
mejorar su vida.
En casi todos los clientes que he visto, con cualquier tipo de problema o
trastorno, desde trauma y adicción hasta depresión y ansiedad, los
problemas de relación desempeñaron un papel importante. Esto tiene
sentido. ¿Por qué?, porque es probable que cualquier trastorno tenga un
impacto negativo en las relaciones cercanas importantes, y los problemas
que resultan, generalmente, amplifican el sufrimiento. Y al mismo tiempo,
casi cualquier cliente puede ayudarse significativamente a sí mismo a través
de su relación con otros que los apoyan y los cuidan.
Dado todo esto, creo que es esencial que todo coach o terapeuta sepa
cómo enseñar habilidades interpersonales básicas. Como mínimo, esto
incluiría habilidades de asertividad, de comunicación, de negociación y de
resolución de conflictos. Si los clientes carecen de estas habilidades
interpersonales esenciales, el terapeuta de la ACT idealmente se las
enseñaría en la sesión. (Personalmente, me gusta hacer esto a través del
juego de roles). En el hexaflex, dicha capacitación de habilidades se
incluiría bajo el título de «acción comprometida». (Por lo tanto, si no estás
al tanto de alguno o de todos estos fundamentos de entrenamiento y terapia,
por favor, repásalos lo antes posible; los necesitas, al igual que tus clientes).
En este capítulo, te daré algunos consejos para aplicar la ACT a una
amplia gama de problemas interpersonales comunes. Por conveniencia, me
enfocaré en las parejas íntimas. Sin embargo, los principios que
desarrollaremos se aplican a cualquier relación: amigos, familiares,
compañeros de trabajo, compañeros de equipo, compañeros de estudios,
colegas, empleadores y empleados, padres e hijos, trabajadores y jefes, etc.
(Naturalmente, algunas de las preguntas y algunos de los ejercicios tendrán
que modificarse o adaptarse a las diferentes relaciones).
Explorar las relaciones
Entonces, ¿qué información necesitamos recopilar para ayudar a nuestros
clientes a mejorar sus relaciones? Veamos algunas líneas básicas de
investigación.
¿Quién importa?
En el capítulo 6, cuando analizamos el historial, cubrimos preguntas de
rutina como «¿Quiénes son las personas más importantes en tu vida?»,
«¿Cómo son esas relaciones?», «¿Qué tipo de vida social tienes?», «¿Quién
está ahí para ti cuando estás pasando por un momento difícil?», y «Si este
trabajo pudiera marcar la diferencia en una sola relación, ¿cuál sería y qué
harías de manera diferente como resultado?». Mediante estas preguntas
podemos hacernos una idea rápida de las relaciones más importantes del
cliente y de la calidad de las mismas. Éste es un gran punto de partida.
¿Qué es bueno y qué es malo?
Si nuestro cliente quiere trabajar en una relación particular, queremos saber
qué es bueno y qué es malo en esa relación. Las preguntas útiles incluyen:
Lo bueno
—¿Qué te gusta de tu pareja?
—¿Qué ves como fortalezas en tu pareja? ¿Cuáles son sus buenas
cualidades?
—¿Qué cosas positivas dice y hace tu pareja en vuestra relación y fuera
de ella?
—¿Hay momentos en que la relación va bien (o no tan mal)? ¿Cuándo?
¿Dónde? ¿Haciendo qué?
—¿Qué cosas os gusta hacer juntos? ¿Qué os ayuda a llevaros mejor?
—Si pudieras verte a ti y a tu pareja en esos momentos, ¿cuáles son las
cosas más útiles que verías a cada uno de vosotros decir y hacer?
Lo malo
—¿Qué es lo que no te gusta de tu pareja?
—¿Qué ves como debilidades o malas cualidades de tu pareja?
—¿Qué cosas negativas dice y hace tu pareja en vuestra relación y fuera
de ella?
—¿Cuándo es la relación más desafiante? ¿Qué ocurre? ¿Qué lo
desencadena?
—Si pudieras verte a ti y a tu pareja en esos momentos, ¿cuáles son las
cosas más inútiles que verías a cada uno de vosotros decir y hacer?
¿Qué deseas?
Cuando nos enfocamos en cualquier relación, hay dos cosas importantes a
considerar:
A. ¿Qué quieres dar?
B. ¿Qué quieres recibir?
La primera pregunta conduce a los valores: cómo deseas comportarte y
tratar a tu pareja y qué deseas aportar a la relación. La segunda pregunta
lleva a deseos y necesidades: lo que quieres obtener de tu pareja y cómo
quieres que te trate.
Queremos tener una idea del tipo de relación que el cliente quiere
construir y de lo que ha intentado hacer hasta ahora para tratar de que eso
suceda. Las siguientes preguntas pueden resultar muy útiles:
Si nuestro trabajo aquí tiene éxito, ¿cómo cambiará tu relación?
¿Qué harás diferente?
¿Qué hará tu pareja de manera diferente?
¿Qué harás menos y más?
¿Qué hará tu pareja menos y más?
¿Cómo te tratará tu pareja de manera diferente?
¿Cómo tratarás a tu pareja de manera diferente?
Algunos clientes estarán muy centrados en lo que quieren dar a la relación y
cómo quieren cambiar; estarán dispuestos a trabajar duro para vivir sus
valores y comportarse más como el tipo de pareja que quieren ser. Otros
estarán mucho más centrados en lo que quieren recibir. A menudo se
mostrarán insatisfechos con la relación, verán a su pareja como el problema
principal y serán reacios a considerar su propio papel en los diversos
problemas en curso. No hace falta decir que el trabajo de relación suele ser
mucho más simple y fácil con el primer escenario que con el segundo.
¿Qué has probado y cómo ha funcionado?
Queremos explorar las diferentes estrategias con las que el cliente ya ha
tratado de mejorar la relación o hacer frente a las dificultades e identificar
cuáles han funcionado y cuáles no. A menudo necesitamos incitar al cliente
haciéndole preguntas importantes como: «¿Has intentado pelear, gritar,
quejarte, criticar, exigir, culpar, juzgar, insultar, amenazar? ¿Has intentado
retirarte, calmarte, quedarte en silencio?».
Si identificamos estrategias viables, es decir, cosas que el cliente dice y
hace que ayudan a construir una relación más saludable a largo plazo,
entonces debemos explorar cómo el cliente puede mantenerlas en marcha y
tal vez incluso utilizarlas más.
Desafortunadamente, en la mayoría de los casos, descubrimos estrategias
mucho más inviables que prácticas. Por lo tanto, queremos resolverlo de la
misma manera que lo hacemos con la desesperanza creativa. Ayudamos a
los clientes a reconocer que muchas estrategias que funcionan a corto plazo
para satisfacer sus necesidades no funcionan a largo plazo para construir
una relación saludable. Podríamos decir, por ejemplo, «Cuando le gritas
enojado a tu pareja y le exiges que haga lo que quieres, es muy probable
que lo haga a corto plazo, pero a la larga sólo fomenta la mala voluntad y el
resentimiento.
Obviamente, realizamos esta exploración con el máximo respeto, empatía
y compasión, normalizando las estrategias de los clientes y validando sus
pensamientos y sentimientos dolorosos. A medida que los clientes
reconocen que han intentado mejorar la relación, aunque muchas de sus
estrategias simplemente la empeoran a largo plazo, esperamos que se
muestren abiertos a probar algo nuevo y muy diferente.
La fórmula del desafío
Llegados a este punto, generalmente es útil incorporar la fórmula del
desafío (capítulo 21). Básicamente hay tres opciones para lidiar con la
relación:
1. Marcharse.
2. Quedarse y vivir según los propios valores: cambiar todo lo que se
pueda para mejorar la situación y dejar espacio para el dolor que
conlleva.
3. Quedarse y dejar de actuar de manera efectiva: hacer cosas que no
marquen la diferencia o que empeoren la relación.
Debemos explorar estas opciones con el cliente. A veces marcharse es la
mejor opción, por ejemplo, en el caso de una pareja abusiva o narcisista. Si
es así, la terapia se centrará en las acciones necesarias para marcharse y
cómo superar las barreras interiores y exteriores para hacerlo.
Pero si el cliente no puede marcharse, no quiere, o es ambivalente a la
hora de irse, eso deja sólo las opciones 2 y 3. La mayoría de los clientes, en
este punto, verán fácilmente que ya han probado la opción 3 y preferirían la
opción 2.
Funcionabilidad
Si tu cliente dice algo como: «Todo es culpa suya. Ella es el problema. Es
ella quien necesita cambiar, no yo», podemos validar sus sentimientos
dolorosos, normalizar sus pensamientos y luego, compasivamente,
introducir el concepto de viabilidad: «Si te aferras firmemente a esos
pensamientos, ¿en qué dirección te llevarán? ¿Te ayudarán a probar algo
nuevo y diferente que pueda mejorar la relación, o te mantendrán haciendo
más de eso mismo que no funciona?»
Influencia versus control
Si el cliente está abierto a la opción 2, es una buena idea abordar el tema de
la influencia versus el control.
Terapeuta: Sabes, todos nos metemos en problemas en las relaciones
porque olvidamos la gran diferencia entre influencia y control.
Clienta: No lo pillo.
Terapeuta: Bueno, podemos influir en otras personas, pero en realidad no
podemos controlarlas. Ya sabes, incluso si apuntas con un arma a la
cabeza de alguien, no tienes control total sobre él. Nuestros libros de
historia están llenos de héroes de guerra que optaron por morir en lugar de
revelar secretos al enemigo.
Clienta: Ok.
Terapeuta: Y, básicamente, la manera en que influimos en otras personas es
a través de lo que decimos y hacemos. Podemos influir mintiendo y
engañando o amenazando y acosando o siendo amables, justos, asertivos y
honestos, y ya sabes, hay muchas maneras diferentes en que podemos
influir en otras personas. La pregunta es, ¿queremos tener una buena
relación con la otra persona? Si es así, entonces debemos enfocarnos en
maneras de influenciar a esa persona que sean saludables para la relación.
Clienta: ¿Estás diciendo que todo depende de mí?
Terapeuta: Espero que no. En el mejor de los mundos posibles, ambos
miembros de la pareja trabajan activamente para mejorar la relación. La
cosa es que ahora sólo estás tú aquí. Entonces, ya sabes, si tu pareja quiere
venir y trabajar conmigo, o con otro terapeuta, sería genial. Pero hasta
entonces, todo lo que podemos hacer es ver qué puedes hacer de manera
diferente para influir en tu pareja.
Clienta: ¡Pero no es culpa mía!
Terapeuta: Por supuesto que no es culpa tuya. Y por favor, avísame de
inmediato si alguna vez digo algo que te haga pensar que te estoy
culpando. Lo que digo es que, si quieres mejorar la relación, la manera
más efectiva y poderosa de hacerlo es concentrarte en aquello sobre lo que
tienes más control, que son tus palabras, tus acciones, las cosas que dices
y haces.
Clienta: (Insegura). Entonces, ¿qué estás sugiriendo?
Terapeuta: Sugiero que busquemos formas más efectivas de influir en tu
pareja, nuevas formas de decir y hacer cosas que podrían funcionar mejor
tanto para ti como para él.
A este respecto, algunos clientes soltarán muchas razones de por qué no
pueden o no deberían cambiar: No es culpa mía, es suya; ella debería ser la
que cambie; no funcionará. Ya lo he intentado antes; no puedo hacer ese
esfuerzo; ya no tengo energías, y así sucesivamente. Si es así, podemos usar
el mismo método descrito en el capítulo 12 para la defusión de las barreras
a la terapia.
Exploración adicional
Suponiendo que nuestro cliente haya optado por permanecer en la relación,
las líneas de investigación importantes incluyen: (a) cómo ve el cliente a su
pareja y (b) qué tipo de pareja quiere ser el cliente.
¿Cómo ves a tu pareja?
En algún momento, más temprano que tarde, deberemos explorar qué
sucede cuando el cliente critica, juzga o culpa repetidamente a la otra
persona. Debemos validar que es normal y natural hacerlo, todos tenemos
tendencia a ello, y luego mirarlo en términos de viabilidad.
Terapeuta: ¿Ves a tu pareja como un arcoíris o como un obstáculo?
Clienta: ¿Qué quieres decir?
Terapeuta: Bueno, la mayoría de las veces, ¿ves a tu pareja como un
arcoíris? Ya sabes, un trabajo de la naturaleza único y magnífico que
puedes apreciar, que enriquece tu vida, o tiendes a verlo más como un
obstáculo: un obstáculo que se interpone en tu camino y te impide obtener
lo que quieres en la vida.
Clienta: Supongo que tiendo a verlo como un obstáculo. ¡Pero eso es
porque siempre es tan egoísta!
Terapeuta: Mira, no estoy tratando de aclarar la cuestión contigo, sólo
quiero que pienses en el efecto que esto podría tener. Sé que, cuando la
gente me ve como un obstáculo, no se siente bien. ¿Alguien te ha mirado
de esa manera? ¿Como si fueras un problema, un obstáculo, una barrera
que se interpone en su camino?
Clienta: Seguro.
Terapeuta: ¿Y cómo fue?
Clienta: No fue bien.
Terapeuta: Entonces, ya sabes, dijiste que querías construir una relación
saludable, y me pregunto, si sigues mirando a Tony como si fuera un
obstáculo, ¿cómo va a funcionar?
Clienta: ¿Se supone entonces que debo ignorar todos sus defectos y
adorarlo?
Terapeuta: En absoluto. Deseas enfrentarte a todos esos problemas, pero
utiliza tus nuevas habilidades de influencia para abordarlos de una manera
que probablemente haga que obtengas mejores resultados. Y, además de
eso, me pregunto si podría serte útil aprender a desengancharte de algunos
de esos juicios y críticas a Tony, para que no lo veas constantemente como
un obstáculo.
Clienta: ¡Pero esos juicios son ciertos!
Terapeuta: Te escucho fuerte y claro. Y recuerda, lo que nos interesa aquí
es la viabilidad; si te enganchas a esos pensamientos, ¿qué pasa? ¿Te
empujan hacia movimientos que te ayudan a construir la relación?
Clienta: No, me lleva a movimientos hacia atrás.
Desde aquí podemos pasar a la defusión de la culpa, el juicio y la crítica.
¿Qué tipo de pareja quieres ser?
Tan pronto como sea posible, tendremos que trabajar en torno a los valores,
para explorar: «¿Qué tipo de pareja quieres ser?». Podemos utilizar
cualquier tipo de ejercicio de clarificación de valores para este propósito. El
ejercicio de conectar y reflexionar (Harris, 2018) me parece particularmente
útil. Le pedimos al cliente que recuerde específicamente un momento en
que la relación era buena y ella y su pareja estaban haciendo algo agradable,
placentero y significativo. Luego hacemos que se mire a sí misma en ese
recuerdo e identifique las cualidades que está aportando a la relación.
Una vez que conocemos los valores del cliente como pareja, podemos
usarlos como motivación para cambiar el comportamiento y como
trampolín para aprender habilidades, establecer objetivos y crear planes de
acción para construir una mejor relación.
Influenciando en el comportamiento 101: ACTúa
con amor
En este punto, las sesiones pueden derivar a una acción comprometida, con
un fuerte énfasis en aprender y practicar habilidades de negociación,
comunicación y asertividad: cómo defender sus derechos, pedir claramente
lo que quiere, decir no a lo que no desee, establecer límites, negociar con
eficacia, y así sucesivamente. Idealmente, el terapeuta interpretará estas
habilidades con el cliente en la sesión, para que pueda practicar un poco
antes de probarlas en casa con su pareja.
El terapeuta también proporciona psicoeducación esencial sobre formas
efectivas de influir en el comportamiento de los demás: cómo darle forma
gradualmente con el tiempo, con un refuerzo positivo de cada paso que se
mueve en la dirección correcta (incluso si no es exactamente lo que quería).
Por ejemplo, si hemos usado la metáfora del burro, la zanahoria y el palo
del capítulo 18, podríamos decir:
Terapeuta: Cuando tratas de influir en el comportamiento de Tony, ¿cuánto
estás usando el palo y cuánto estás usando la zanahoria?
Clienta: Principalmente uso el palo. Pero se lo merece.
Terapeuta: Bueno, no voy a discutir eso contigo. ¿Puedo pedirte que notes
ese pensamiento y consideres a dónde te llevará si te aferras a él?
Podemos continuar explicando que, si queremos una relación saludable,
necesitamos una proporción de al menos cinco veces más zanahorias que
palos. Las zanahorias pueden ser cualquier cosa que digamos o hagamos
que influya constructivamente en el comportamiento de la otra persona de
una manera saludable para la relación. A veces esto puede ser tan simple y
básico como decir «por favor» en lugar de exigir, y «gracias» en lugar de
dar las cosas por sentado.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 29 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au). Allí encontrarás algunas hojas de trabajo útiles para ayudar a
identificar problemas comunes de las relaciones y a conceptualizar cómo trabajar con ellas
dentro del marco de la ACT.
Habilidades
Los problemas de relación afectan a todos nuestros clientes, y hay muchas
maneras en que podemos usar la ACT para ayudarles, incluida la
psicoeducación y el entrenamiento en habilidades. Aquí hay algunas
habilidades importantes para tener en tu repertorio:
Si no conoces las cuatro habilidades interpersonales clásicas:
asertividad, comunicación, negociación y resolución de conflictos,
prioriza de inmediato su aprendizaje.
Otras habilidades de relación que querrás repasar son cómo «pelear de
manera justa», hacer «intentos de reparación» efectivos después del
conflicto, ver las cosas desde la perspectiva de tu pareja, construir
intimidad, dar y recibir comentarios constructivos (tanto positivos
como negativos) y desarrollar autocompasión y compasión por tu
pareja.
Está más allá del alcance de este libro cubrir todos estos temas importantes,
pero puedes encontrarlos en mi libro de autoayuda sobre temas de
relaciones comunes: ACT with Love (Harris, 2006).
Para llevar
Cuando trabajamos con la ACT nos encontramos con problemas de relación
todo el tiempo, especialmente cuando comenzamos a explorar valores. Los
seis procesos centrales juegan un papel importante en este trabajo, y
algunos clientes requerirán capacitación activa en habilidades
interpersonales para construir relaciones más saludables.
CAPÍTULO 30
Tú y yo
La relación terapéutica
Como terapeutas o coach, nuestro objetivo es incorporar todo el modelo de
la ACT en la sesión: ser conscientes, sin prejuicios, respetuosos,
compasivos, centrados, abiertos, receptivos, comprometidos, cálidos y
genuinos. Consideramos al cliente como a un igual: un ser humano que,
como nosotros, se engancha fácilmente a sus pensamientos y sentimientos y
termina luchando contra la vida. En este capítulo, cubriremos las maneras
clave de crear relaciones terapéuticas óptimas.
Sé consciente
Uno de los mejores regalos que podemos dar a otros seres humanos es
convertirlos en el centro de nuestra atención en una atmósfera de apertura,
curiosidad y compasión. Por eso, escuchamos a nuestros clientes con
cuidado, amabilidad, genuinamente, con un corazón y una mente abiertos.
Escuchamos compasivamente sus luchas. Notamos y validamos su dolor.
Reconocemos cómo han sufrido. Les pedimos que sean voluntariamente
vulnerables. Y creamos un espacio compasivo y sin prejuicios donde todo
esto es posible. A través de esta interacción atenta y consciente, forjamos
una relación fuerte, de confianza y abierta.
En todas y cada una de las sesiones, tenemos la oportunidad de dar
testimonio del dolor y el sufrimiento de nuestro cliente de una manera que
quizá nadie más haya hecho nunca. Nos tomamos el tiempo para escuchar
por completo, con cuidado y con la mente abierta; para notar el lenguaje
corporal y las expresiones faciales de nuestro cliente; para responder
sincera y empáticamente; y para validar su experiencia en el proceso. Si nos
damos cuenta de que estamos «desconectados», sin prestar atención total o
atrapados en nuestros pensamientos, en el mismo momento en que nos
demos cuenta, podemos reconocerlo tranquilamente y devolver nuestra
atención a nuestro prójimo. De esta manera, cada sesión se convierte en una
práctica de mindfulness en sí misma.
Pide permiso
«¿Te parece bien si…?», «¿Podría pedirte que…?», «¿Estarías dispuesto a
…?», son formas útiles de pedir permiso al cliente. Es un ingrediente clave
para construir y mantener una buena relación, especialmente cuando les
pedimos a nuestros clientes que hagan ejercicios que puedan provocar
pensamientos y sentimientos dolorosos. Cuanto más dolorosa sea la
experiencia, más esencial es saber que tenemos un permiso genuino, y no
sólo un «sí» como respuesta automática.
Di: «lo siento»
Cuando nos equivocamos, cometemos un error u ofendemos, molestamos o
invalidamos a un cliente, en el momento en que nos demos cuenta, debemos
actuar: reconocer el error, admitirlo y ofrecer una disculpa sincera. Estamos
modelando algo muy útil cada vez que hacemos esto. ¡En muchas
relaciones íntimas, hay una notable escasez de disculpas!
Podríamos decir algo como: «Lo siento mucho. Me acabo de dar cuenta
de lo que he estado haciendo aquí. He tratado de convencerte de algo. No
vienes aquí para que yo te imponga mis sistemas de creencias. ¿Podemos
rebobinar y volver al punto antes de que empezara a intentar convencerte, y
comenzar de nuevo desde allí?
Sé juguetón
Hay un antiguo dicho zen: «El primer signo de salud mental es reírte de ti
mismo». Así que aportemos algo de diversión a nuestras sesiones. La
alegría, la irreverencia y el humor a menudo mejorarán la relación, y
cuando la risa surge de manera espontánea en la sesión, generalmente es
una buena señal. (Por supuesto, debemos estar atentos a la insensibilidad y
la invalidación. Cuando un cliente está en crisis o comparte una historia
desgarradora de dolor y sufrimiento, la diversión sería totalmente
inapropiada).
Sincérate apropiada y sabiamente
No tenemos que sincerarnos con nuestros clientes, pero la ACT está muy a
favor de ello. La ACT aboga por un sinceramiento apropiado y sabio, si es
probable que sea beneficioso para el cliente: normalizar y validar la
experiencia del cliente, facilitar la autoaceptación, modelar la ACT para el
cliente o fortalecer la relación terapéutica. Cuando nuestros clientes entran
en terapia, están en una posición vulnerable, lo que hace que la relación sea
muy desigual. Sin embargo, si nosotros, como terapeutas, compartimos
deliberada y abiertamente nuestros propios valores y vulnerabilidades, eso
nos ayuda a establecer un vínculo poderoso con ellos.
Obviamente, eso no significa que «nos volquemos sobre ellos» o que les
digamos: «¡Oye, tú que te crees que tienes problemas, escucha los míos!».
Usamos la revelación de manera prudente, cuando es probable que
normalice y valide la experiencia de un cliente, profundice la alianza
terapéutica, o modele algo útil. Aquí hay algunas maneras de sinceramiento
que podrían ser útiles en el contexto correcto.
«Tengo que confesarte que eso me ha afectado…»: Cuando tu cliente ha
dicho algo que te ha afectado, te ha sorprendido o te ha derrumbado, a
menudo es útil admitirlo. Entonces puedes sugerir realizar un breve
ejercicio de anclaje para que ambos podáis conectaros a la tierra y
centraros.
«Me siento desconectado de ti», «Siento que te estoy perdiendo» o «Me
parece que no estás completamente aquí en este momento»: Si sientes
que tu cliente se disocia, se desconecta, se retira, se separa o deambula en
el interior de su propia mente, a menudo es útil llamar la atención, y
resaltar lo que sucede con tu relación con el cliente durante estos
momentos.
«No siento que seamos un equipo»: Si hay discordia o tensión en la
relación, podemos llamar la atención de manera respetuosa y
compasivamente, y luego especificar lo que estamos notando. Por
ejemplo, dependiendo de cuál sea esta tensión, podemos decir cosas
como: «Siento que me he convertido en un obstáculo y estás tratando de
evitarme», o «Siento que te estoy presionando y te estás resistiendo», o
«Podría equivocarme, pero me da la sensación de que te he molestado u
ofendido, o que tú guardas resentimientos por algo». Luego podemos
explorar la fuente de la discordia o la tensión y tomar medidas para
remediar cualquier problema y reparar la relación.
«Noto que mi mente me empuja en dos direcciones diferentes. Por un
lado, me está diciendo ABC; por otro lado, me está diciendo DEF.
¿Cuál es tu opinión sobre cada uno de esos pensamientos?»: A veces,
tendremos opiniones contradictorias sobre un tema o una situación dada.
Nuevamente, en el contexto correcto, compartir estas opiniones puede
resultar útil.
Nota y comenta el comportamiento problemático a medida que
ocurre
De vez en cuando, todos los terapeutas tenemos clientes que se comportan
«problemáticamente» durante la sesión; por ejemplo, pueden volver a
contar sin parar la misma vieja historia o culpar continuamente a los demás
por sus problemas sin siquiera considerar su propio papel. Cuando esto
sucede, la mayoría de nosotros tenemos la tendencia a apretar los dientes y
tratar de soportarlo en lugar de abordarlo abiertamente.
¿Por qué lo hacemos? Por lo general, porque nos fusionamos con
pensamientos como Sería grosero de mi parte interrumpirla o Ella se
enojaría conmigo, o aparecen sentimientos de ansiedad que no estamos
dispuestos a tener. En estos momentos, es muy útil modelar explícitamente
la ACT. Podríamos decir algo como: «Noto que aquí está pasando algo, y
quiero llamar tu atención. Mi mente me dice que te vas a enfadar u ofender
por lo que diga, y noto bastante ansiedad en mi cuerpo, y una fuerte
necesidad de quedarme aquí sentado y no decir nada. Sin embargo, me he
comprometido a ayudarte a crear la mejor vida que puedas tener. Y si me
siento aquí y no digo nada, estaré descuidando esos valores. Así que voy a
hacer lo que importa, a pesar de que mi corazón se acelere: te diré lo que
estoy notando».
Fíjate en que, al hacer esto, hemos modelado explícitamente cinco de los
seis procesos principales de la ACT: defusión, aceptación, valores, acción y
contacto con el momento presente. Y ahora, ¡tendremos toda la atención de
nuestros clientes! Luego, con una actitud de apertura y curiosidad,
desactivado de cualquier juicio o crítica, describimos el comportamiento
que estamos notando y señalamos el hecho de que está impidiendo un
trabajo útil en la sesión. A partir de ahí, podemos explorar el propósito del
comportamiento o si se desarrolla en otras relaciones y, de ser así, cuáles
son las consecuencias. También podemos preguntar sobre los pensamientos
y sentimientos del cliente en respuesta a nuestra observación, y hacer un
trabajo en torno a la aceptación y la defusión si es necesario.
Aquí hay una versión más corta: «Quiero hablar sobre algo que creo que
está sucediendo, y mi mente me dice que voy a parecer grosero o
insensible… Sin embargo, no quiero dejar que mi mente me disuada porque
creo que es realmente importante… ¿Te perece bien que comparta contigo
lo que creo que puede estar pasando aquí?
Declara tus valores
La ACT aboga por declarar nuestros valores a nuestros clientes. Por
ejemplo, podríamos decir algo como: «Tengo un objetivo principal en esta
sala: ayudar a las personas a construir una vida mejor», o «La idea es que tú
y yo somos un equipo trabajando juntos. Y mi objetivo es ayudarte, como
pueda, a cambiar tu vida y mejorarla». Declarar nuestros valores
genuinamente es un mensaje poderoso que une al terapeuta y al cliente en
una causa común.
Reduce la velocidad y recuéstate en la silla
«Reduce la velocidad y recuéstate» es una frase que aprendí en un taller de
la psicóloga Robyn Walser. Cuando nos estresamos en respuesta a lo que
sucede en la sesión, la mayoría de nosotros tiende a acelerarse (hablar más,
hablar más alto, dar consejos, pontificar, etc.) o damos un paso atrás: nos
desconectamos, nos desvinculamos, nos desimplicamos. Obviamente, esto
no es útil para la relación terapéutica. Así que intenta hacer todo lo
contrario: ¡reduce la velocidad y recuéstate en la silla! Observa tus
pensamientos y sentimientos, observa tu tendencia a acelerar y da un paso
atrás. Conéctate con sus valores y luego recuéstate (tanto literal como
metafóricamente) y disminuya la velocidad. Habla menos, habla más
despacio, pregunta más, escucha más y haz pausas con frecuencia.
Desactívate de tus propios juicios
Por supuesto, todos aspiramos a no juzgar, y podemos lograrlo, por un
tiempo. Pero tarde o temprano, los juicios sucederán. Nuestra mente es una
máquina de juicio bien engrasada; no dejará de juzgar por mucho tiempo.
Así que, cuando surgen nuestros juicios sobre nuestros clientes, el desafío
es reconocerlos y desactivarlos, y dejarlos ir y venir sin quedar atrapados en
ellos. Si nos damos cuenta de que un juicio nos ha enganchado, podemos
decir silenciosamente su nombre: «¡Aquí está el juicio!».
Revélate como un novato
Cuando se trata de implementar la ACT, ¿alguna vez sientes que tu corazón
se acelera o un nudo en el estómago? ¿Alguna vez has pensado: «No sé si
puedo hacer esto», o «¿Qué pasa si mi cliente se asusta?». O tal vez hayas
pensado: «No encuentro las palabras», «Lo estropearé todo», «Esto es
demasiado difícil», o «Lo haré mal». Si es así, bien. Esto demuestra que
eres normal. Los humanos normales generalmente se sienten ansiosos cada
vez que salen de su zona de confort. Sin embargo, si te fusionas con la idea
de que tienes que hacerlo perfectamente desde el primer momento o tus
clientes reaccionarán negativamente, te complicarás mucho la vida.
Entonces, si eres un novato total de la ACT, ¿por qué no te quitas la presión
y lo admites?
Cuando comencé a trabajar con la ACT, le dije a cada cliente: «¿Puedo ser
totalmente sincero contigo? Estoy un poco nervioso por decirte esto; mi
mente me dice que podrías perder algo de confianza en mí. La verdad es
que soy un novato en estas cosas de la ACT. Realmente me gusta el modelo,
lo he encontrado muy útil en mi vida, y obviamente creo que te será útil, o
no te lo recomendaría. Sin embargo, como soy un novato, de vez en cuando
podría tropezar o quedarme un poco parado. Y para algunos de los
ejercicios más largos, es posible que incluso necesite sacar un libro y leer
los guiones. ¿Estarías de acuerdo con eso?».
Hasta donde puedo recordar, ningún cliente ha reaccionado negativamente
a esas palabras. Ahora, obviamente, no estás obligado a revelar que eres un
novato, pero a muchos terapeutas les resulta útil hacerlo: nos damos
permiso para ser imperfectos, tropezar un poco, leer un guion si es
necesario. Y, además, estamos modelando apertura, autenticidad, voluntad,
autoaceptación y congruencia.
Para llevar
Espero que puedas ver que todo en este capítulo se sigue de forma natural al
aplicar la ACT a ti mismo como terapeuta o coach. Y obviamente esto es
cierto para cada relación en tu vida: cuanto más actúes desde un espacio de
atención plena y valores, más saludables serán sus relaciones. Por lo tanto,
no limites la ACT a la sala de terapia. Dedica algún tiempo a reflexionar
sobre tus relaciones más significativas y piensa en cómo los principios de la
ACT pueden enriquecerlas y mejorarlas. Y luego ponlo en práctica y
comprueba cómo funciona. ¡Te sorprenderás!
CAPÍTULO 31
Una guía rápida para despegar
La superación ocurre
Ésta es mi garantía para ti: a medida que trabajes con la ACT, tanto tú como
tus clientes os quedaréis estancados. Repetidamente. ¡Te garantizo que esto
sucederá o te devolveremos tu dinero! Afortunadamente, la ACT nos
proporciona una herramienta increíblemente poderosa para despegar: la
funcionabilidad. Kirk Strosahl, uno de los pioneros de la ACT, lo dice de
esta manera: «Cuando implementamos la ACT, la funcionabilidad es
nuestra mejor amiga».
Desde una posición de funcionabilidad, no necesitamos juzgar, criticar o
atacar los comportamientos autodestructivos de un cliente; ni necesitamos
convencerlo o persuadirlo para que pare. En cambio, lo alentamos a que
mire sincera y abiertamente su comportamiento y evalúe si es un
movimiento hacia adelante o hacia atrás. En otras palabras, ¿le está
ayudando a ser el tipo de persona que quiere ser y actuar de manera efectiva
para construir la vida que desea?
Siempre queremos validar las consecuencias reforzadoras del
comportamiento. Por ejemplo, podríamos decir: «Lo que estás haciendo
claramente tiene algunos beneficios. Por ejemplo, te ayuda a ABC, GHI y
PQR. Entonces, a corto plazo, lo que estás haciendo es útil. Tiene
beneficios reales». Después de esto, continuaríamos haciendo, con
compasión y respeto, preguntas como:
¿Funciona a la larga para enriquecer tu vida?
¿Te acerca a la vida que realmente quieres?
¿Te ayuda a ser la persona que deseas ser?
¿Es un movimiento hacia adelante o hacia atrás?
¿Te acerca o te aleja del «Ojo de buey»?
No hace falta decir que debemos tener cuidado: es fácil que comencemos a
«intimidar» a nuestros clientes. La intimidación básicamente significa que
ya hemos decidido qué funcionará para el cliente y qué no funcionará
(Strosahl, 2004). Cuando nos fusionamos con nuestras propias ideas sobre
lo que es mejor o conveniente para nuestro cliente, impondremos nuestra
propia agenda. Nuestro cliente puede comenzar a decir el tipo de cosas que
queremos escuchar para complacernos o apaciguarnos. Si esto sucede, el
ejercicio está vacío porque el cliente no se responsabiliza genuinamente de
su propia vida.
Uso de la funcionabilidad para despegar
Strosahl nos advierte: «Para utilizar la estrategia de funcionabilidad, tienes
que ser implacablemente pragmático y no tener prejuicios y decirlo
realmente en serio. Esto no es un juego, un truco o una manera de
manipulación terapéutica» (Strosahl, 2004, p. 226). Teniendo esto en
cuenta, veamos algunas de las muchas formas en que la funcionabilidad
puede ayudarnos.
Ayudándonos con la defusión
La funcionabilidad permite una rápida defusión, y es particularmente útil
cuando un cliente insiste en que un pensamiento es verdadero. Podemos
decir: «Lo último que quiero hacer contigo es discutir si este pensamiento
es verdadero o no. ¿Está bien si en cambio echamos un vistazo a lo que
sucede cuando este pensamiento te engancha?». Entonces, podemos
preguntar: «Si dejas que este pensamiento te enganche y te arrastre, ¿a
dónde te lleva? ¿Qué le sucede a tu vida a la larga?», o «Cuando te
enganchas a ese pensamiento, ¿actúas como la persona que quieres ser?», o
«Si sigues el consejo de ese pensamiento, ¿te ayudará a hacer las cosas que
quieres hacer?».
Esto también es útil cuando nuestros clientes comienzan a insistir en que
el cambio es imposible. Por ejemplo, un cliente con una adicción puede
decir: «Sé que esto no funcionará. Lo he intentado antes. No tengo control
sobre eso». Podemos responder: «Está bien, así que tu mente dice: “Esto no
funcionará. No tengo control”». Está bien. Ése es el tipo de cosas que dicen
las mentes. No lo discutiré. Sólo quiero que consideres algo. Si aceptamos
eso, si dejamos que tu mente dicte lo que sucede en esta sala, ¿a dónde
llegaremos desde aquí? ¿Paramos la sesión y nos damos por vencidos?».
Luego podríamos continuar diciendo: «Espero que tu mente siga diciéndole
que esta terapia no funcionará y que tú no tienes el control. No conozco
ninguna forma, aparte de una cirugía cerebral importante, para evitar que
eso suceda. Entonces, ¿podemos dejar que tu mente diga lo que quiera y
probarlo de todos modos?».
Esta estrategia también funciona bien cuando los clientes insisten en que
los juicios negativos son ciertos («Pero es cierto. Soy gordo/feo/estúpido/un
perdedor»). Podemos decir: «No sé cómo evitar que tu mente diga esas
cosas. Mi mente dice cosas similares sobre mí. La cuestión es que, si te
aferras firmemente a estos pensamientos, quedas atrapado en ellos, ¿eso te
ayuda? ¿Te ayuda a ser la persona que quieres ser o a hacer las cosas que
quieres hacer? Si no, ¿qué tal si practicamos para aprender a
desengancharte de esos pensamientos?
Ayudándonos con clientes que están progresando
A veces, un cliente se atasca porque, aunque ha comenzado a hacer algo
diferente, los beneficios de este nuevo comportamiento no son suficientes
para mantenerlo en funcionamiento. Para disminuir este riesgo, si el cliente
comienza a hacer algo «viable», nuestro objetivo es amplificar las
consecuencias reforzadoras de este nuevo comportamiento destacando su
propia capacidad de funcionabilidad. Por ejemplo, podríamos hacer
preguntas como:
¿Cómo es cuando actúas de esta manera?
¿Qué le sucede a tu vida cuando haces eso?
¿Qué valores estás viviendo cuando haces eso?
¿Ése es un movimiento hacia adelante o hacia atrás?
¿Te acercas o te alejas del «Ojo de buey»?
¿Qué le sucede a tu sensación de vitalidad cuando haces eso? ¿Estás
más vivo o menos vivo?
¿Parece que esto está alineado con ABC? (ABC = objetivos de
comportamiento del cliente para la terapia).
Entonces, ésta es una manera diferente de tratar con DEF. ¿Te parece
mejor o peor que lo que estabas haciendo antes? (DEF = desafíos,
dificultades, problemas, dilemas del cliente).
También puede ser útil preguntar: «¿Cómo lo has hecho? ¿Cómo has hecho
que eso sucediera? ¿Qué has hecho diferente? ¿A qué pensamientos y
sentimientos difíciles necesitabas hacer espacio? ¿Tu mente ha tratado de
interferir? ¿Cómo te has desenganchado? ¿Qué te dice esto sobre lo que
funciona en tu vida?».
Ayudándonos a atraparnos
Como somos seres humanos falibles, es inevitable que a veces intentemos
persuadir, convencer, debatir o discutir con nuestros clientes. En esos
momentos, obviamente no estamos haciendo la ACT. Así que, cada vez que
me encuentro haciendo eso, me disculpo de inmediato. Digo: «Lo siento
mucho. Me acabo de dar cuenta de lo que he estado haciendo. He estado
tratando de convencerte/empujarte a algo, y ése no es mi papel aquí. No es
mi trabajo imponerte mis creencias/decirte qué hacer con tu vida. Se supone
que debemos ser un equipo, trabajar juntos, para descubrir lo que funciona
en tu vida. Entonces, ¿podemos rebobinar hasta antes de comenzar a debatir
contigo?». Los clientes casi siempre responden muy positivamente a tal
apertura.
Luego podemos preguntar algo como: «¿Podemos volver a ti y a tu
experiencia en lugar de hablar de lo que pienso yo? ¿Puedo pedirte que
consideres esta pregunta? Independientemente de lo que piensen los demás,
incluyéndome a mí, si sigues haciendo lo que estás haciendo, ¿eso funciona
a largo plazo para mejorar tu vida? Si es así, entonces sigue haciéndolo, y
concentrémonos en otra cosa que sea un problema para ti. Pero si no es así,
¿qué tal si le echamos otro vistazo, pero esta vez sin que yo intente
convencerte de nada?».
Ayudándonos a encontrar nuestro equilibrio
Cuando estamos perdidos en una sesión o nos preguntamos cómo avanzar
en la terapia, siempre podemos volver a la funcionabilidad. Podemos
preguntar: «En una escala de 0 a 10, ¿cómo de bien está funcionando tu
vida? Si es 10 significa que cada día te comportas como el tipo de persona
que quieres ser, haciendo las cosas que hacen que tu vida tenga sentido, y si
es 0 significa que cada día te comportas de manera muy diferente a la
persona que quieres ser, haciendo cosas que hacen que tu vida sea peor.
¿Dónde estás en esa escala?
Si un cliente obtiene una puntuación alta, un 8 o un 9, entonces es hora de
empezar a hablar de acabar las sesiones de terapia. Pero si tiene una
puntuación baja, por ejemplo, un 3 o un 4, podríamos preguntar: «¿Qué
tendría que pasar para llegar a un 5? ¿Qué necesitarías hacer de manera
diferente? ¿Qué te impide hacerlo?». La respuesta del cliente nos dará
información sobre objetivos adicionales o revelará algo sobre sus barreras
psicológicas.
Ayudándonos para: «¡No tengo elección!»
A menudo, nuestros clientes más desafiantes nos dirán que no tienen otra
opción o ningún control sobre sus acciones. Insistirán en que cuando
aparezcan fuertes deseos de suicidarse, beber alcohol, consumir drogas,
etc., no tienen más remedio que ceder. Otros clientes pueden insistir en que
se sienten impotentes, desesperanzados o creen que son incapaces de
cambiar, o pueden decir cosas como: «Cada vez que trato de mejorar mi
vida, siempre me sale mal; siempre fallo o me lastimo». Primero
validaríamos cuánto ha sufrido: «Claramente, este problema ha creado
mucho dolor y dificultad para ti. Y lo has intentado mucho, y hasta ahora
nada ha funcionado». Después diríamos: «Y ahora tienes que tomar una
decisión. Una opción es dejar de probar algo nuevo y seguir viviendo como
eres. La otra opción es intentar hacer algo nuevo y diferente, aunque tu
mente diga que no tiene sentido y que no tienes remedio. La primera opción
viene con una garantía: está 100 % garantizado que tu vida seguirá como
está. La segunda no tiene garantía. Es un experimento. No sabemos con
certeza qué sucederá. Pero al menos intentarás algo nuevo y diferente.
Tendrás la oportunidad de mejorar tu vida. Así pues, ¿qué vas a elegir?».
Ayudándonos para: «¡Pero funciona!»
Algunos clientes insistirán en que su comportamiento autodestructivo les
funciona a largo plazo. Aquí hay dos ejemplos clásicos: «Preocuparme me
ayuda a prepararme para lo peor», y «Me gusta drogarme». Es la única
manera en que puedo relajarme». Necesitamos validar que, sí, de hecho,
hay algunos beneficios reales derivados de esas estrategias y, al mismo
tiempo, comunicar que hay otras formas de obtener esos beneficios que
serían mucho más viables. Para transmitir esto, uso la siguiente metáfora.
La metáfora de la bicicleta desvencijada
Terapeuta: Puedes ir desde Nueva York a México en una bicicleta vieja y
desvencijada con una suspensión defectuosa y un asiento desgastado, y
eventualmente te llevará hasta allí. Pero ¿en qué condiciones estarás
cuando llegues? Hay muchas maneras más efectivas de hacer ese viaje: en
automóvil, autobús, tren, avión, o incluso en una bicicleta realmente
buena. Entonces, cuando estás… (aquí nombra el comportamiento del
cliente, por ejemplo, drogarse, preocuparse por todo esto), es muy
parecido a ir en una bicicleta desvencijada. ¿Te gustaría aprender una
alternativa que te lleve a tu destino en mejores condiciones?
Después de usar la metáfora de la bicicleta desvencijada, enseñamos las
habilidades necesarias (o ayudamos al cliente a acceder a recursos para
aprenderlas). Por ejemplo, si quiere «prepararse para lo peor», podemos
enseñarle planificación estratégica y resolución de problemas. Si quiere
relajarse, y consumir marihuana es la única manera en que sabe hacerlo,
podemos enseñarle habilidades de relajación (a la vez que le aclaramos lo
radicalmente diferentes que son de las habilidades de mindfulness).
Pero espera… atascarse tiene otra gran categoría: la RESISTENCIA.
Superar la resistencia
En el contexto correcto, cualquiera sería resistente a la terapia. Supongamos
que te trata un curandero tradicional en algún país extranjero. Si él te dijera
que tienes un espíritu maligno en tu cuerpo y la única manera de deshacerte
de él es comer un puñado de escarabajos vivos, tres veces al día, ¿te
resistirías?
La resistencia a la terapia generalmente se reduce a unos pocos factores
clave: el desajuste del tratamiento, las consecuencias de refuerzo, la
relación terapéutica y las barreras internas a las que se hace referencia en el
capítulo 24. Echemos un vistazo a cada uno de ellos y veamos cómo
prevenirlos o superarlos.
Tratamiento no coincidente
¿Obtuviste adecuadamente el consentimiento informado de tu cliente para
la ACT? ¿Le explicaste lo que implica? ¿Esperabas un «paseo fácil»? ¿El
cliente sólo quería que alguien le escuchara sin esperar hacer mucho
trabajo? ¿El cliente esperaba algo muy diferente, como el largo
psicoanálisis? ¿Estableciste claramente objetivos de comportamiento para la
terapia? No todo el mundo está abierto a la ACT, y es posible que
necesitemos consultar a los clientes o trabajar con un modelo diferente.
Podemos evitar en gran medida este problema de la siguiente manera: (a)
dando información adecuada sobre la ACT como parte del consentimiento
informado (capítulo 5), y (b) estableciendo claramente objetivos de
comportamiento para la terapia (capítulo 6).
Consecuencias de refuerzo
Cada comportamiento problemático tiene consecuencias reforzadoras que lo
mantienen. (Y como ya sabes, con los clientes comúnmente los llamamos
«beneficios»). ¿Cuáles son las ganancias o beneficios para este cliente
(conscientes o inconscientes, intencionados o no) si continúa «atascado» (es
decir, si sigue realizando sus conductas problemáticas)? Por ejemplo,
¿obtiene ingresos de un acuerdo legal? ¿O el pago de beneficios por
discapacidad, o cuidados, o apoyo y atención de otros mientras él
desempeña el papel de enfermo? ¿Puede evitar lidiar con sus desafíos y la
ansiedad inevitable que los acompaña?
Para abordar el problema de las consecuencias reforzadoras, necesitamos
llevarlo compasivamente a la conciencia del cliente y explorarlo amable y
respetuosamente, como vimos en el capítulo 24. (El punto de elección a
menudo resulta muy útil en estos casos). Por ejemplo, podríamos decir: «Si
sigues haciendo esto, tiene beneficios para ti, como X, Y y Z. Pero ¿a la
larga funciona para construir la vida que deseas? ¿Cuánto te cuesta seguir
haciendo esto?», o «Podría estar muy equivocado sobre esto, pero ¿te
parece bien que te diga cómo lo veo? Parece que, si no realizas ningún
cambio, tendrás algunos beneficios genuinos a corto plazo, como A, B y C.
Al mismo tiempo, también tendrás algunos costes reales a largo plazo,
como como X, Y y Z. Entonces, ¿puedo preguntarte qué ves cuando
sopesas los beneficios y los costes?
Relación terapéutica
Una fuerte relación terapéutica es esencial para una terapia efectiva. Así
que, ¿hay margen de mejora? La mejor manera de construir y fortalecer la
relación terapéutica es que incorporemos la ACT durante nuestras sesiones
(consulta el capítulo 30), y veamos a nuestros clientes como arcoíris en
lugar de obstáculos.
Las barreras al cambio
En el capítulo 24, hablamos de las barreras para el cambio: engancharse,
evitar molestias, lejanía de los valores, objetivos dudosos. Cualquiera de
estos factores, juntos o por separado, juegan un papel importante en la
resistencia. La clave es identificarlos y luego dirigirlos a los procesos de la
ACT relevantes: defusión, aceptación, valores y objetivos inteligentes.
Y, por supuesto, esto también se aplica a nosotros como terapeutas. A
menudo evitamos implementar aspectos y elementos importantes de la ACT
debido a nuestras propias barreras: nos enganchamos al no podré hacerlo,
no funcionará, el cliente reaccionará negativamente, no es importante, y
así sucesivamente. Evitamos la incomodidad de experimentar con nuevas
herramientas, técnicas, procedimientos y procesos. Nos alejamos de
nuestros valores como terapeutas y, por lo tanto, no estamos dispuestos a
abandonar nuestra zona de confort y probar cosas nuevas. Y nos fijamos
objetivos dudosos sobre cuándo, dónde y cuánto llevaremos la ACT a
nuestro trabajo. Una vez más, un recordatorio: debemos aplicarnos la ACT
a nosotros mismos si deseamos hacerlo bien con los demás.
La resistencia es tierra fértil
Cuando nuestros clientes se resisten a hacer cambios de comportamiento, la
mayoría tendemos a frustrarnos o a irritarnos, a dudar de nuestras propias
habilidades, a culpar al cliente, a culparnos a nosotros mismos o a culpar al
modelo de la ACT. Si bien esto es normal, no es particularmente útil. Una
mejor alternativa es aplicar la ACT a este problema en sí.
En otras palabras, cada vez que un cliente parece estancado, nuestro
primer paso es mirar atentamente lo que está sucediendo, con apertura y
curiosidad, y notar los pensamientos y sentimientos que aparecen.
Podríamos decir algo como: «¿Te parece bien que pulsemos pause por un
momento? ¿Damos un paso atrás y notamos lo que está sucediendo?».
Entonces podremos explorar sin prejuicios los factores involucrados, las
barreras contra el cambio.
BITS EXTRA
Consulta el capítulo 31 de ACT Made Simple: The Extra Bits (en la página
www.actmindfully.com.au) para obtener la hoja de trabajo sobre despegar («Getting
Unstuck»).
Habilidades
Hora de practicar un poco:
Jugar con el concepto de funcionabilidad. Mantenlo en el fondo de la
mente y úsalo como un recurso para la innovación en tu trabajo.
Experimenta con diferentes maneras de hablar al respecto.
Observa tu propio comportamiento a través de la lente de la
funcionabilidad y comprueba qué efecto tiene. En concreto, mira lo que
haces en tus relaciones más cercanas. En lugar de quedarte atrapado en
lo correcto/incorrecto o lo que deberías/no deberías (como hacemos
todos a veces), empieza a mirar de una manera desactivada y aceptando
cuán factible es tu comportamiento y si hay alguna manera de
mejorarlo.
Piensa en uno o dos clientes que parecen estancados o que se resisten.
Identifica los factores que pueden estar contribuyendo a esto y haz una
lluvia de ideas sobre las formas en que podrías responder. Utiliza la
hoja de trabajo «Getting Unstuck» de Extra bits para ayudarte.
Para llevar
Siempre que tus clientes parezcan estancados, demuestren resistencia o
estén desmotivados, busca las barreras al cambio y las consecuencias
reforzadoras que mantienen el comportamiento problemático, y responde
con los procesos principales de la ACT. Considera también la posibilidad de
que haya desajuste o tensión del tratamiento en la relación terapéutica. Y
ten en cuenta que todo el modelo de la ACT se basa en el concepto de
funcionabilidad. Cuando confiamos en la capacidad de trabajo para
motivarnos, nunca tenemos que obligar, persuadir o convencer a nuestros
clientes para que cambien; simplemente abrimos los ojos a las
consecuencias de sus acciones y les permitimos elegir su propia dirección.
CAPÍTULO 32
El viaje del terapeuta de la ACT
De basta y torpe a fluida y flexible
Cuando somos nuevos en esto, casi todos hacemos una «ACT basta».
Cortamos el modelo en seis procesos separados y centramos cada sesión en
un «fragmento» del mismo. Por ejemplo, hacemos una sesión donde nos
enfocamos principalmente en la defusión, luego otra enfocados sobre todo
en los valores, y así sucesivamente. Eso es del todo natural, y una manera
perfectamente razonable de comenzar nuestro viaje por la ACT. Sin
embargo, a medida que nos familiarizamos más con el modelo y llegamos a
experimentar cómo los seis procesos centrales se interconectan y
complementan entre sí, nuestra terapia se vuelve menos «basta» y más
«combinada». Aprendemos a «bailar alrededor del hexaflex»: para trabajar
explícitamente con varios o todos los procesos en cada sesión. Nuestra
terapia se vuelve más fluida, más flexible, más creativa. Aprendemos a
modificar y a adaptar nuestras herramientas, técnicas y metáforas, y a crear
nuevas propias (o a pedírselas prestadas a nuestros clientes).
Espero que ya hayas comenzado a apreciar la interconexión de este
modelo. Para tener una mejor idea, pasa un tiempo estudiando el diagrama
hexaflex de la ACT (consulta el capítulo 1) e identifica cómo cada uno de
los seis componentes interactúa con todos los demás. Además, al volver a
leer este libro o pasar a otros libros sobre la ACT, observa cómo
prácticamente cada intervención contiene varios procesos centrales
superpuestos. Por ejemplo, supongamos que le preguntamos a un cliente:
«Aunque tu mente diga que lo odias, ¿puedes hacer un experimento? Trata
de que, aunque sólo sea durante un breve momento, asentarte con ese
sentimiento… nota dónde está y cómo es… y trata de utilizar tu yo que se
percata para dar un paso atrás y observar con curiosidad». Aquí tienes
cuatro procesos explícitos en una breve intervención: defusión, el yo como
contexto, atención flexible y aceptación. Y si observas más detenidamente,
verás que esta intervención también incluye valores y acciones
comprometidas, aunque son implícitas, en lugar de explícitas. ¿Puedes
verlas? Primero, en la ACT, la aceptación siempre está al servicio de una
vida basada en valores, por lo que este ejercicio de alguna manera se
vincula a los valores del cliente. Segundo, hacer el ejercicio es (como
cualquier ejercicio) una forma de acción comprometida.
El viaje de la ACT «basta y torpe» a la ACT «fluida y flexible» requiere
tiempo, práctica, paciencia, persistencia y la voluntad de dejar espacio para
muchos pensamientos y sentimientos incómodos, especialmente a la
ansiedad y al miedo al fracaso. Y la realidad es que vamos a cometer
errores. A menudo y repetidamente. Así que recuerda las palabras de sir
Winston Churchill: «El éxito es la capacidad de ir de un fracaso a otro sin
perder el entusiasmo». Sin duda, haremos las cosas mal. Seguro, lo
estropearemos. Así es como aprendemos.
Piensa en cualquier habilidad que des por sentada hoy: leer, escribir,
caminar, hablar, abrir puertas, usar un cuchillo y un tenedor. Cualquiera que
sea la habilidad que elijas, el hecho es que tuviste que cometer muchos
errores para aprenderla. Y la ACT no es diferente. Es un hecho que
cometerás errores, así que sé entusiasta al respecto; conviértalos en
oportunidades de aprendizaje. Agradece a tu mente que te diga: «Soy un
pésimo terapeuta», practica la autocompasión y luego reflexiona sobre la
sesión con una actitud de apertura y curiosidad. Pregúntate: ¿qué he hecho
que ha funcionado bien?, ¿qué he hecho que no ha funcionado?, ¿qué me
he perdido?, ¿con qué me he fusionado?, ¿qué podría hacer más, menos o
diferente la próxima vez? Así es como aprendemos la ACT.
¿Qué es lo siguiente?
Cuanto antes comiences a implementar la ACT, mejor. Después de todo, la
única manera de aprenderlo es hacerlo. Y espero que te ocurra, como me
pasó a mí, que inmediatamente obtendrás resultados positivos en tu trabajo.
Al mismo tiempo, espero que seas realista. La ACT es un gran modelo.
Permíteme reformular eso: la ACT es un modelo increíble. Hay capas
dentro de capas dentro de capas en este enfoque, y la mayoría de los
terapeutas descubren que se necesita al menos un año de práctica dedicada,
lectura y aprendizaje para obtener un manejo completo de la teoría de la
ACT y para implementarla de manera fluida y flexible con los clientes. Así
que tómate tu tiempo, disfruta del viaje, no te apresures. Y recuerda el
dicho: «Quien la sigue la consigue».
En términos de aprendizaje adicional, te recomiendo que tan pronto como
te sea posible asistas a un taller presencial de la ACT o realices alguna
capacitación on-line. Es muy valioso leer libros y escuchar grabaciones de
audio, pero no es comparable a asistir a talleres presenciales o a participar
en capacitación on-line. En los apéndices A y C te recomendaré una
variedad de recursos que pueden llevarte más lejos, y en el B hablaré sobre
dónde puedes encontrar capacitación y supervisión.
Unas palabras de despedida
Con gran renuencia, te voy a dejar ahora con algunas palabras de despedida.
Sé tú mismo
Si intentas hacer la ACT repitiendo como un loro palabra por palabra de un
libro, es probable que suene bastante rígido. Así que no te quedes con el
guion. Modifícalo y adáptalo, improvisa, utiliza tus propias palabras y tu
propio estilo, sé creativo e innovador si lo deseas. Y MUY IMPORTANTE:
si algo que sugiero en este libro no se adapta a tu forma de trabajar,
modifícalo o descártalo. Si lees algunos libros sobre la ACT de diferentes
autores, o asistes a algunos talleres con diferentes coach, verás formas muy
diferentes de implementar la ACT, con muchas herramientas, técnicas y
métodos diferentes. Nuevamente, esto se debe a que la ACT es un modelo
basado en el proceso, no en la técnica, por lo que la manera en que lo hagas
tú es probable que sea algo diferente de la manera en que lo hacen los
demás. (¿No es genial que todos podamos ser individuos?).
Práctica, práctica, práctica
¡Quien dijo: «La práctica hace la perfección» se equivocaba! Pero la
práctica conduce a la mejora. Así que, si no has hecho ninguna tarea de este
libro, échale un vistazo a qué te detiene. ¿Te has fusionado con
pensamientos como: «Demasiado difícil», «Demasiado exigente», «Lo haré
más tarde»? ¿O tratas de evitar los inevitables sentimientos de ansiedad que
surgen cuando asumes riesgos, te enfrentas a desafíos o experimentas con
nuevos comportamientos? Echa un vistazo a tus barreras contra el cambio y
responde con los procesos de la ACT relevantes. Recuerda, cuanto más te
apliques la ACT a ti mismo, mejor podrás hacerlo con los demás. (Lo
contrario también es cierto: si no la utilizas en ti mismo, no lo harás bien
con los demás).
Cometer errores
Lo dije antes y lo diré de nuevo: cometerás errores y te equivocarás. Ésta es
una parte inevitable del aprendizaje. Y cuando suceda, practica la ACT en ti
mismo. Desengánchate del duro autojuicio. Ábrete y déjale espacio a la
frustración, la ansiedad y la decepción. Abrázate amablemente. Luego
reflexiona sobre lo que has hecho y aprenda de ello, para que tú y otros
podáis beneficiaros de la experiencia.
Regresa a tus valores
Una y otra y otra vez, vuelva a tus valores. Conéctate con el motivo por el
que te metiste en esta profesión en primer lugar: tu deseo de ayudar a los
demás, tu deseo de marcar la diferencia, tu deseo de hacer del mundo un
lugar mejor. Y tómate el tiempo que necesites para apreciar el privilegio de
tu trabajo: la oportunidad única que tienes de ver profundamente en los
corazones y las almas de los demás y ayudarlos a conectarse con las fuerzas
curativas que hay dentro de ellos.
Agradecimientos
Comenzaré con un agradecimiento del tamaño de Godzilla a mi compañera,
Natasha, por todo su amor y apoyo y por alentarme a seguir adelante
cuando me fusioné (repetidamente) con: «Esto es un asco. Es muy difícil.
No puedo hacerlo».
Y, como de costumbre, me gustaría arrojar un millón de camiones de
gratitud sobre Steve Hayes, el creador de la ACT, y esa gratitud también se
extiende a Kelly Wilson, Kirk Strosahl, Robyn Walser y Hank Robb, todos
ellos fuente de inspiración para mí. También le estoy muy agradecido a toda
la comunidad de la ACT, que es muy solidaria e inspiradora; muchas ideas
de estas páginas han surgido de debates en el ACT Listserv mundial y en
los foros de todos mis cursos on-line.
A continuación, me gustaría darle las gracias a mi agente, Sammie
Justesen, por su gran trabajo; y un gran agradecimiento a todo el equipo de
New Harbinger, incluidos Clancy Drake, Catherine Meyer, Jesse Burson,
Michele Waters y Matt McKay, por todo el trabajo duro, el cuidado y la
atención que han invertido en este libro. Los editores son los héroes
anónimos de los libros exitosos, por lo que me gustaría agradecer sus
esfuerzos heroicos en ambas ediciones de este libro. A Jean Blomquist
realmente le tocó realizar un duro trabajo con la primera edición de este
libro, y Rona Bernstein ha hecho un trabajo excelente en la configuración y
racionalización de la segunda edición.
Gracias también a todos aquellos amigos y colegas que me ayudaron con
la primera edición: Julian McNally, Georg Eifert, Hank Robb, Ros
Lethbridge y Carmel Harris; y también muchas gracias a Joe Ciarrochi y a
Ann Bailey, mis cocreadores de la primera versión del punto de elección.
Además, una porción verdaderamente enorme de agradecimiento a Michael
Brekelmans, quien en los últimos cuatro años realmente me ha empujado a
avanzar en nuevas direcciones y me ha brindado en el camino una enorme
cantidad de orientación de un valor incalculable.
Por último, pero no menos importante, quiero darle las gracias a mi hijo,
Max. Si bien es demasiado joven para ayudarme con el libro directamente,
sí me ha ayudado de una manera más indirecta, simplemente por estar en mi
vida y llenarla con tanto amor.
APÉNDICE A
Recursos
Recursos gratuitos
Además de ACT Made Simple: The Extra Bits, hay un enorme tesoro de
materiales gratuitos, que incluyen grabaciones de audio, libros electrónicos,
folletos y hojas de trabajo, vídeos de YouTube, capítulos de libros,
artículos, blogs y estudios publicados, disponibles en «Free Stuff» en la web
www.actmindfully.com.au. Ahí también puedes suscribirte a mi boletín
trimestral, que distribuye nuevos recursos gratuitos a medida que los creo.
Libros de Russ Harris
La trampa de la felicidad, Booket, Barcelona, 2017. El libro de autoayuda
de la ACT más vendido, dirigido a todos y a cualquiera. Más de medio
millón de ejemplares vendidos; publicado en 30 idiomas.
The Reality Slap, Exisle Publishing, Wollombi, NSW, Australia, 2012). Un
libro de autoayuda basado en la ACT para el dolor, la pérdida, la crisis y
el trauma, con un gran énfasis en la autocompasión.
The Confidence Gap, Exisle Publishing, Sídney, NSW, Australia, 2011. Un
libro de autoayuda que analiza la confianza, el éxito y el rendimiento
desde la perspectiva de la ACT. Especialmente adecuado para la vida y el
coaching ejecutivo y el rendimiento deportivo y empresarial.
ACT with Love, New Harbinger, Oakland, CA, 2009. Un popular libro de
autoayuda sobre el uso de la ACT para problemas comunes de relación.
Por cierto, es posible que hayas notado que mis otros tres libros de
autoayuda tienen títulos que riman: The Happiness Trap, The Reality Slap,
The Confidence Gap, pero éste no. Quería titularlo The Relationship
Crap, pero los editores no me dejaron.
Getting Unstuck in ACT, New Harbinger, Oakland, CA, 2013. El primer
libro de nivel avanzado sobre la ACT. Éste no cubre lo básico; se supone
que el lector ya lo conoce. En cambio, se centra en puntos de conflicto
comunes tanto para clientes como para terapeutas.
ACT Questions & Answers, New Harbinger, Oakland, CA, 2018. ¡Todo lo
que querías saber sobre la ACT pero no te atrevías a preguntar! Éste es
otro libro de nivel avanzado, en un formato de preguntas y respuestas fácil
de leer. Desarrolla todas las preguntas difíciles e incómodas que otros
libros dejan de lado.
Libros escritos en coautoría
Ciarrochi, J., Bailey, A., y Harris R., The Weight Escape, Shambhala
Publications, Boston, MA, 2014. Un libro de autoayuda sobre el enfoque
de la ACT para el acondicionamiento físico y la pérdida de peso.
Harris, R., y Aisbett, B.: The Illustrated Happiness Trap, Shambhala
Publications, Boston, MA, 2014. Una versión del original divertida y en
formato de cómic, especialmente para adolescentes y adultos que no están
interesados en la lectura. (También se titula The Happiness Trap
Pocketbook en el Reino Unido y Australia).
Capacitación on-line: Público y profesional
The Happiness Trap Online: Programa de 8 semanas de crecimiento
personal para el bienestar y la vitalidad, inspirado y adaptado del libro
The Happiness Trap. Es un curso on-line bellamente filmado y muy
entretenido, desarrollado para el público en general, adecuado para casi
todos. También hemos diseñado una versión del programa que los
terapeutas pueden usar con los clientes como complemento de sus
sesiones de terapia. Obtén más información en la página web
www.TheHappinessTrap.com
I’m Learning Act: Cursos on-line. En caso de que no llegues al Apéndice B,
quiero mencionar esto aquí: he creado una gama de cursos de capacitación
de la ACT on-line, desde nivel principiante hasta nivel avanzado, que lo
cubre todo, desde el trauma a los adolescentes. Están disponibles en
www.ImLearningACT.com
MP3
Tengo tres álbumes de MP3 que puedes comprar en
www.actmindfully.com.au: Mindfulness Skills Volumen 1, Mindfulness
Skills Volumen 2 y Exercises and Meditations from The Reality Slap (un
compañero del libro del mismo título). Lo siento, pero los CD ya no están
disponibles porque ya no hay muchas personas que los utilicen en la
actualidad; ¡esto es tecnología moderna para ti!
ACT Companion: Aplicación para teléfonos
móviles
El psicólogo australiano Anthony Berrick creó esta aplicación para
utilizarla como complemento de la terapia. Está cargada de herramientas de
la ACT geniales, incluido el punto de elección, y contiene más de dos horas
de grabaciones de audio (algunas con mi voz, otras con la de Anthony).
Tarjetas de valores
He creado un paquete de tarjetas de valores a todo color que contienen
descripciones simples de valores acompañadas de deliciosas caricaturas.
Más específicamente, son tarjetas de «valores, objetivos y barreras»;
contienen tarjetas adicionales para establecer objetivos, planificar acciones
y lidiar con barreras como conflictos de valores, fusión, etc. Puedes
comprarlas en www.actmindfully.com.au
Grupo de Facebook
El grupo de Facebook «ACT Made Simple» es una comunidad on-line
donde puedes compartir recursos, hacer preguntas, debatir éxitos y fracasos,
obtener las últimas actualizaciones y los nuevos materiales gratuitos por mi
parte, y mucho más. Simplemente, entra en Facebook y busca «ACT Made
Simple».
APÉNDICE B
La formación continua
Talleres presenciales
Dirijo montones de talleres presenciales por toda Australia y durante todo el
año. (Desafortunadamente, rara vez lo hago en el extranjero, debido a los
largos tiempos de viaje y al horrendo desfase horario, pero puedes asistir a
mis capacitaciones on-line, descritos a continuación). Mis talleres incluyen
ACT para principiantes, ACT para trastornos de depresión y ansiedad,
ACT para trauma y ACT para las relaciones. Puedes encontrar detalles en
www.actmindfully.com.au
Cursos on-line
Ofrezco una gran variedad de cursos on-line sobre la ACT, donde puedes
interactuar conmigo a través de un foro, ver vídeos de sesiones de terapia y
acceder a abundantes materiales de capacitación tanto en forma de texto,
como de audio o audiovisual. El alcance se expande continuamente; en el
momento de escribir este libro incluye los siguientes cursos de seis
semanas:
ACT para principiantes.
ACT para los trastornos de depresión y ansiedad
ACT para el trauma.
ACT para los adolescentes.
Para obtener más información, visita www.ImLearningACT.com
Sitio web de ACBS
La organización nodriza de la ACT y de la RFT (teoría del marco relacional
por sus siglas en inglés) es la ACBS: la Association for Contextual
Behavioral Science. El sitio web es realmente vasto y, además de muchos
recursos gratuitos, en él puedes encontrar detalles sobre capacitaciones,
talleres, cursos y conferencias sobre la ACT en todo el mundo. También
puedes unirte a numerosos foros y grupos de intereses especiales, encontrar
un supervisor de la ACT, encontrar un terapeuta de la ACT y mucho,
mucho más. Ves a www.contextualscience.org
APÉNDICE C
Lecturas adicionales sobre la ACT y la RFT
Ahora existen numerosos ensayos y estudios y libros de texto y de
autoayuda sobre la ACT, la mayoría de ellos publicados por New
Harbinger. Visita el sitio web de New Harbinger en www.newharbinger.com
para tener una idea del alcance. Los libros cubren la aplicación de la ACT a
una amplia gama de problemas y afecciones, desde dolor crónico y psicosis
hasta depresión y trastornos de ansiedad. Como ya he enumerado mis
propios libros en el Apéndice A, no los incluiré aquí. En cambio,
mencionaré dos libros que se destacan en términos de desarrollo de
habilidades clínicas:
Hayes, S., Strosahl, K., y Wilson, K.: Acceptance and Commitment
Therapy: An Experiential Approach to Behavior Change, Guilford Press,
Nueva York, 1999. Éste es el innovador texto teórico y filosófico que
presentó la ACT al mundo. Lo encontrarás ampliamente citado en
cualquier otro libro sobre la ACT.
Luoma, J., Hayes, S., y Walser, R.: Learning ACT, Context Press–New
Harbinger, Oakland, CA, 2017. Este manual de capacitación de
habilidades paso a paso para terapeutas de la ACT está a la altura de su
descripción como «la guía más completa para utilizar la ACT en tu
práctica clínica».
Otros dos libros son particularmente útiles para aprender más sobre la teoría
del marco relacional (RFT) y otros fundamentos teóricos de la ACT:
Ramnerö, J., y Törneke, N.: The ABCs of Human Behavior: Behavioral
Principles for the Practicing Clinician, New Harbinger, Oakland, CA,
2008. Éste es un excelente libro sobre la ciencia, la teoría y la filosofía del
contextualismo funcional, el análisis del comportamiento y la RFT.
Törneke, Niklas: Aprendiendo TMR: Una introducción a la teoría del
marco relacional y sus aplicaciones clínicas, Didacbook, 2016. Si deseas
conocer los aspectos básicos de la RFT y cómo sustenta a la ACT, éste es
un excelente libro para comenzar.
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commitment therapy, New Harbinger, Oakland, CA, 2009a.
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your relationship with acceptance and commitment therapy, New
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—: The reality slap: Finding peace and fulfillment when life hurts, Exisle
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obstacles in acceptance and commitment therapy, New Harbinger,
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sticking points in acceptance and commitment therapy, New Harbinger.
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Zettle, R. D.: ACT for depression, New Harbinger, Oakland, CA, 2007.
Nota biográfica
Russ Harris es un coach de la terapia de la aceptación y el compromiso
(ACT) aclamado internacionalmente y autor del exitoso libro de autoayuda
basado en la ACT The Happiness Trap, que ha vendido más de 600 000
ejemplares y ha sido publicado en treinta idiomas. Es ampliamente
reconocido por su habilidad para enseñar la ACT de una manera simple,
clara y divertida, pero extremadamente práctica.
El autor del prefacio es el escritor Steven C. Hayes, PhD, Foundation
Professor of Psychology de la Universidad de Nevada, Reno, y el creador
de la ACT. Es autor de docenas de libros y artículos científicos, incluido el
exitoso libro ACT Sal de tu mente, entra en tu vida: la nueva terapia de
aceptación y compromiso.
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