Subido por macorderom

LA HUMILDAD DEL AMOR-2

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EL APOSENTO ALTO
MIGUEL CORDERO
2023
LA HUMILDAD DEL AMOR (II)
Si no te lavo los pies…
La narrativa de Juan 13 nos da una de las perspectivas más interesantes
de la personalidad de Pedro que vemos en todas las Escrituras. Conforme
Jesús amorosamente pasaba de un discípulo a otro, finalmente llegó a
Pedro. Desde una perspectiva simplemente humana, Pedro podría haber
parecido el discípulo más importante. Tenía algunos de los atributos
naturales que a menudo asociamos con liderazgo, y los otros discípulos, a
menudo seguían su ejemplo.
Era Pedro quien hablaba “sin pelos en la lengua”. Además sobresalía como
vocero principal del grupo, aunque solo fuera porque era muy rápido para
hablar. Incluso parecía alardear con facilidad (Mateo 26:33,35). Pero su
normal grandilocuencia se desinfló cuando Jesús se arrodilló ante él para
lavar sus pies. Pedro dijo con remordimiento e incredulidad: ¿Tú me lavas
los pies a mí? (v.6), quizás retrocediendo ante Jesús.
En el verso 7 Jesús responde: Lo que hago ahora no lo entiendes, pero lo
comprenderás después. A estas alturas, Pedro todavía estaba pensando
que el reino estaba viniendo en toda su expresión terrenal, y que Jesús
sería rey. ¿Cómo podía permitir que el rey lavara sus pies? No fue sino
hasta después de la muerte, resurrección y ascensión de Jesús que Pedro
comprendió el significado de la humillación de Jesús.
Mientras Jesús se arrodillaba ante él, Pedro simplemente contestó: ¡Jamás
me lavarás los pies! (V.8). Aunque Pedro se imaginó que estaba actuando
humildemente al rehusarse a que Jesús lavara sus pies, esta no era una
expresión de modestia. Los versos 8 y 9 continúan con la historia. Pasar de
un extremo a otro era común en Pedro.
Hay un profundo significado en la respuesta de Jesús: “Si no te lavo los
pies no tienes parte conmigo”. Un esclavo que lavaba los pies no encajaba
en la típica noción judía de lo que sería el Mesías. Ellos visualizaban un
libertador, un vencedor ejecutando juicio divino e ira ardiente. O por lo
menos, un líder político que rompería las cadenas de Roma y gobernaría el
mundo desde un trono glorioso en Jerusalén. Jesús, ceñido con una toalla
y realizando la tarea de un esclavo en un oscuro aposento alto, parecía
estar lo más lejos posible de las expectativas mesiánicas de Pedro
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(Aunque al día siguiente Jesús se rebajó más, rompiendo los límites de la
humildad).
Jesús, en este acto, hacía énfasis en sus palabras de Mateo 20:28. Si
Pedro no podía someterse a que Jesús le lavase los pies, con toda
seguridad iba a tener problemas para aceptar lo que Jesús iba a hacer por
él en la cruz. Pero hay algo más profundo. Él ha pasado de la ilustración
física de lavar los pies sucios de alguien a la verdad espiritual de limpiar la
culpa al alma de un pecador. Jesús frecuentemente enseñaba verdades
espirituales por medio de expresiones e imágenes del mundo físico.
Jesús estaba hablando realmente de perdón de pecados. La única manera
de que alguien pueda estar sin mancha e íntegro espiritualmente se
registra en Tito 3:5. Nadie tiene una relación con Cristo a menos que esa
persona haya venido a Jesús para recibir perdón y limpieza de pecados.
Cuando una persona pone su fe en Jesucristo como Salvador, esta
persona está verdaderamente limpia de pecados.
El que ya ha sido lavado…
Pensando que el Señor estaba hablando de limpieza física, Pedro ofreció
sus manos, y cabeza, es decir todo. Él todavía no había entendido el
significado espiritual de las palabras de Jesús. El señor, aun hablando del
lavamiento espiritual le responde en el verso 10.
Hay una gran diferencia entre el lavamiento completo y el de pies. En la
cultura de ese entonces, una persona se lavaba completamente en la
mañana para estar totalmente limpio. Con el transcurrir del día, podría
necesitar lavarse los pies frecuentemente, especialmente si entraba y salía
de las casas de la gente. Pero no tenía que lavarse completamente de
forma continua. Un lavado de pies era suficiente para limpiar el polvo
acumulado mientras caminaba.
Jesús estaba diciendo: una vez el hombre interior se ha lavado con
redención, ya está limpio. Pero necesitas estar continuamente confesando
sus pecados y confiando en Cristo para mantenerte limpio y en comunión
con Dios. Ese proceso continuo es el equivalente espiritual al lavado de
pies.
Jesús sabía precisamente cuáles discípulos habían sido verdaderamente
limpiados. Además, Él sabía cuáles eran los planes de Judas para esa
noche (V. 11).
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Si Judas hubiera tenido una pizca de sensibilidad espiritual, eso hubiera
producido convicción en su corazón. Con toda seguridad, Judas entendió lo
que Jesús estaba diciendo. Sabía muy bien que no estaba espiritualmente
limpio. Debió haberle impactado y dejado aturdido, pero aun así no
reflexionó de su culpa. El hecho de que Jesús le levara los pies, constituía
una apelación sutil y delicada a Judas, dándole silenciosamente un motivo
poderoso para que reconsiderara lo que estaba planeando hacer. Sin
embargo, Judas no desistió de sus planes.
Los unos a los otros…
Los versos 12 al 17 registran lo que sucedió cuando Jesús terminó de lavar
los pies a los discípulos. Después de haber introducido esta hermosa
enseñanza, Jesús regresó al punto crucial que estaba enseñando a sus
discípulos: que debían de dejar de pelear acerca de quién era el de mayor
importancia y empezar a demostrar la humildad del amor auténtico en sus
relaciones mutuas.
Jesús estaba argumentando de mayor a menor. Si el Señor de la Gloria
estaba dispuesto a ceñirse con una toalla, asumir la forma de siervo,
adoptar el papel del esclavo más bajo y lavar los pies sucios de los
discípulos pecadores, era razonable que los discípulos estuvieran
dispuestos a lavarse los pies los unos a los otros. Ese ejemplo sería algo
que nunca olvidarían.
Él no estaba diciendo “hagan lo mismo que yo he hecho”, sino “trátense
mutuamente de la manera en que yo los he tratado”. En otras palabras, el
ejemplo que debemos seguir no es tanto el de lavarnos los pies, sino la
humildad ilustrada en el acto. Hacer del lavado de pies como el punto focal
de la enseñanza es minimizarlo a un simple rito ceremonial. La humildad
de Jesús es la lección verdadera, una humildad práctica que gobierna toda
área de la vida, todos los días de la vida, en cada experiencia de la vida.
Algunas personas creen que cuanto más uno se acerca a Dios más lejos
se debe estar de la humanidad, pero eso no es así. La proximidad genuina
a Dios está representada en el acto de servir a otra persona.
¿Por qué nosotros no ser así? Los versos 16 y 17 son realmente
impresionantes. Ese es el verdadero amor.
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