La psicología social da cuenta de la existencia de un hombre en situación, pues nadie puede ser entendido como un sujeto aislado sino en relación con las circunstancias históricas y que constituyen el contexto de sus determinaciones. Se aboca a la indagación de un sujeto productor y producido, que además puede participar activamente en la producción de tales circunstancias. La vida cotidiana es el espacio y el tiempo en que se manifiestan, en forma inmediata, las relaciones que los hombres establecen entre si y con la naturaleza en función de sus necesidades, configurándose así lo que hemos denominado condiciones concretas de existencia. La Psicología Social hace un análisis y una crítica de la vida cotidiana. Esto significa hacer un análisis objetivo, problematizar los hechos, desmitificar, romper con los mitos y las ilusiones. Estamos hablando del estudio de las leyes objetivas que rigen, en cada formación social y concreta, la emergencia y la decodificación de las necesidades humanas. Cuando hablamos de la crítica a la vida cotidiana hacemos referencia a un análisis de las formas de cada organización social concreta donde se da un interjuego entre necesidades y satisfacciones de los sujetos también las metas y las conductas sociales pautadas para estas necesidades. Se analiza lo vivencial, la experiencia de cada sujeto. Hoy, a comienzos del siglo XXI, vemos que los medios masivos de comunicación social, los medios están entrelazados unos con otros se conectan y se imitan de tal modo que no tiene sentido la clásica separación entre la Radio Televisión y prensa escrita. Es a partir de la década del 90 en que la filosofía de la información comienza a modificarse. El cambio se origina en el modo en que tiene la televisión de presentar la información. La televisión es el medio por excelencia que significa actualidad. Además es pertinente preguntarnos sobre lo que es verdad. Dice Ramonet “la verdad se define en el momento en que la prensa, la radio y la televisión dicen lo mismo respecto de un acontecimiento. Y sin embargo pueden decir lo mismo sin que sea verdad”. Observamos la supremacía de la televisión sobre los otros medios, basado no solo en lo que se puede transmitir en directo y en tiempo real, sino también en el hecho de que impone como gran información la información que tiene, esencialmente en su vertiente visible. Cuando un acontecimiento no ofrece un capital de imágenes se crea una especie de confusión difícil de desvelar. Prima la confusión de las imágenes. La nueva ideología de la información en continuo y tiempo directo, da a entender que hay cámaras de televisión en todo el mundo y que cualquier acontecimiento debe ser grabado; y si no se graba significa que no es importante. Impera la información del espectáculo. Sería ingenuo pensar que no existe la censura. Pero no se trata de la tradicional censura de las clásicas dictaduras, sino que actúa por acumulación, por asfixia, la información se oculta porque hay demasiada para consumir y por ende no se percibe lo que falta. Hoy predomina la información superabundante imposible de ser controlada. Esta abundancia actúa a la manera de un biombo: es un biombo opaco, que oculta, que hace dificultosa la búsqueda de la buena información. Esto quiere decir que estamos inmersos en un sistema donde se ha desaparecido la visibilidad de la censura, hace falta estar más advertido, reflexionar para encontrar los mecanismos ocultos de la censura. Desde los años 80 participamos de la revolución de los multimedia: la conjunción del teléfono celular, la televisión y las computadoras en una sola tecnología que permite la comunicación casi instantánea al transmitir imágenes, datos y voces. El siglo XXI ha amanecido con el poder de internet, máximo representante de la comunicación sin fronteras. Hoy impera la cultura cibernética: los acontecimientos se conocen al momento que surgen, no hay barreras en el acceso a la información. La cantidad excesiva de la información que proporcionan los medios de comunicación es un fenómeno que surge a partir de los avances tecnológicos, en el cual impide ver a veces la validez, llega a superarnos, nos satura y hasta rebasa nuestra capacidad de asimilarlo. Esto sucede porque la información está en línea y al alcance de todos. Un claro ejemplo de esto fue lo que ocurrió en tiempos de pandemia. Mucha información, falsa o engañosa se inventaban y difundían sin comprobar su veracidad ni calidad. Circulaba data inexacta sobre todos los aspectos del Covid 19, como el origen del virus, la causa, el tratamiento y como se propagaba. El hecho de no saber a ciencia cierta lo que ocurría en un principio no favoreció para nada a esta oleada de datos. La desinformación se difundía muy rápidamente e hizo que sea mucho más grave, perjudique y ponga en peligro a más personas. Algunos opinaban a favor o en contra de determinada cuestión, aparecían videos o historias de casos que habían pasado en otros lugares del mundo. Sumado a esto al ser internet libre, cualquier persona puede crear contenido y ponerlo a disposición de otros sin que haya ningún tipo de control. La avalancha de información surgida en los medios de comunicación y redes sociales generó gran confusión a raíz de datos contradictorios, poco confiables o centradas únicamente en aspectos negativos, llegando a ocasionar una especie de caos generalizado en la población, causando problemas de salud mental en las personas, de todo tipos de edades, como la depresión o la ansiedad. Hoy en día las noticias y las informaciones nos llegan de todas partes, siempre están al alcance de las manos, es algo que no podemos cambiar. Las famosas Fake news o noticias falsas y la propagación en redes sociales tampoco podemos controlar. Entonces ¿cuál sería la solución? ¿qué podemos hacer para que no nos afecte? A modo de sugerencia podríamos decir y decidir qué tipo de noticias vamos a consumir y confiar. También sería conveniente decidir qué tiempo le dedicamos y cuándo es suficiente. Podemos tratar de corroborar la información antes de ser compartida (siempre de organismos y fuentes oficiales) y si no sabemos o si estamos en duda mejor no hacerlo. Debemos ser selectos a la hora de informarnos, generar comportamientos preventivos y saludables para poder tener mayor “sensación de control” y así poder evitar el estrés, la angustia y/o ansiedad. La desinformación, información falsa o incorrecta puede afectar en gran medida nuestra vida y por supuesto nuestra salud mental. Seamos conscientes y tratemos de cuidarnos entre todos.