Cinismo versus Hipocresía

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Cinismo versus Hipocresía
(Actualizado)
Los conceptos de cinismo e hipocresía se suelen confundir, ya que
ambos tienen en común el beneficio propio, por sobre cualquier otra
consideración. Pero tras observarlos, creo que tienen diferencias
bastante profundas. El cínico posee técnicas, como la desfachatez, la
sorpresa o la extorsión, entre las cuales también está el fingimiento
consciente, que –definitivamente- no es su favorito. El hipócrita, en
cambio, sólo posee los personajes que habitan en su interior, que podrían
ser, por ejemplo, un hombre de bien o un admirador incondicional del que
tiene enfrente. En cualquier caso, el hipócrita no finge: es lo que su
personaje de turno.
Todos adolecemos de algún grado de hipocresía, es decir, habita en
nosotros más de una personalidad. Cuando cada una ignora por completo
la existencia de las otras, el mal traspondría la línea de la cordura,
pasando a llamarse “trastorno de identidad disociativo”, en el cual se ha
perdido todo centro. En el hipócrita hay aún una personalidad central que
tiene escasa memoria, y es la que elige al personaje más idóneo según la
ocasión, y en el cual delega el control total de la conducta. En otras
palabras, antes de engañar a los demás, el hipócrita se engaña a sí mismo.
La naturaleza, en algún momento, captó que esa “flexibilidad
operacional”, por llamarla de algún modo, lo libera de traicionarse, y le
otorga una enorme credibilidad, es decir, lo hace más apto, desde el
punto de vista evolutivo. Mientras el cínico sabe que lo es, y no le
importa que se lo digan, el hipócrita niega rotundamente toda falta de
coherencia, y se ofende si alguien se lo echa en cara.
Al revés del hipócrita, el cínico, cuando paga los impuestos, no se
siente ciudadano ejemplar, ni leal, cuando adula. Es directo, pasa la
tarjeta bip! en el captador de la micro y luego de que se enciende la luz
roja y suena la alarma, mira al chofer como diciendo ¿ve que no tengo
plata? A veces espera una fracción de segundo, a que le contesten algo
como “pase”. Pero si no, no se ofende: simplemente pasa y se sienta en la
única butaca desocupada -exclusiva para discapacitados y embarazadasy no le importa si sube una de ellas, o un tipo con muletas. Está
consciente de que los demás deploran su actitud, pero le da lo mismo.
Ese, claro, es el llamado cínico del Transantiago (único lugar del
mundo donde el despojo se puede practicar abiertamente), uno de los
órdenes más básicos de la clase en cuestión. Otros, jamás han tomado
una micro y ejercen su vocación en ambientes como oficinas públicas,
juzgados y municipalidades -todos ellos, sitios aptos para hacerse de
interesantes comisiones, y a veces, incluso, es ese espécimen -hoy en
franco retroceso- que antaño seducía mujeres sin proponérselo.
Aparte de esos detalles, el cínico es el único personaje al que, si se
le pide una opinión -y también si no se le pide- entrega su verdad sin
vergüenza ni malicia, y sin importarle que -a ojos de los demás- resulte
socialmente perjudicado él o algún pariente suyo, como -por ejemplo- su
mamá. En realidad, no capta muy bien a qué se refiere eso de “salir
socialmente perjudicado”. Tiene muy claro su objetivo y sabe que la ética
no es una aliada de su causa. El cinismo, recordémoslo, es una forma de
vida, y una respetable filosofía que propone abdicar de todo paradigma o
superstición social, aunque la frugalidad que practicaban antiguamente,
ya no se considera imprescindible
El hipócrita -aunque también, si es necesario, se cuela en las micros,
e incluso lo hace con mayor soltura que el cínico- no se motiva
mayormente con la idea de viajar gratis. Contraviene normas y leyes en
forma solapada, pero si ve a alguien en actitud de violar alguna, olvida
automáticamente sus faltas y levanta su voz acusadora esgrimiendo los
eslóganes que difunden los canales, sobre el respeto hacia los demás, la
pillería impune o la indecencia. No ejerce dos personalidades en un mismo
escenario, a menos, claro, que deje de ser favorable, y su ganancia
principal es una imagen de honradez, pureza y principios valóricos
intransables, que le abre muchas puertas.
Hay otras diferencias de forma. El hipócrita llama ética a hacer lo
correcto si teme ser descubierto. El cínico hace lo mismo, pero no lo
llama ética. Mientras el cínico es proactivo, es decir, fabrica los
escenarios que le son favorables, el hipócrita surge como respuesta a
éstos.
Obviamente, ninguno de los dos
fenotipos existe en estado
químicamente puro. De hecho, se suelen fundir en uno al que he
bautizado “hipocínico”, muy frecuente en Chile, cuya característica, como
el nombre lo indica, es el “hipocinismo”, esto es, una filosofía vivencial
que logra convincentes líneas argumentales combinando características
de uno y otro. Las siguientes son las probables reacciones de cada uno en
temas que están o estuvieron alguna vez, en boga.
Divorcio:
Hipocresía: La familia es sagrada. Para defenderla, hay que impedir que
se legalice el divorcio.
Cinismo: Para qué queremos divorcio cuando tenemos la nulidad.
Hipocinismo: “Cierto. Además, es más simple y suena mucho mejor”.
Aborto:
Hipocresía. Hay que defender la vida prohibiendo por ley cualquier tipo
de aborto, incluso el de la píldora del día después.
Cinismo: Hay que permitir la píldora del día después, o si no, nos vamos a
llenar de rotos.
Hipocinismo: “Les tengo una gran noticia: ¡La píldora del día después NO
ES ABORTIVA!”
Pederastia
Hipocresía: La Iglesia es nuestra madre. No podemos estigmatizarla por
unos pocos casos aislados.
Cinismo: La ropa sucia se lava en casa.
Hipocinismo: “En los momentos difíciles hay que ser bien hombre. No
como esos mariquitas acusetes”.
Ley de tolerancia cero
Hipocresía: “Es inmoral manejar en estado de intemperancia. Hay que
prohibir hacerlo desde con una copa adentro”
Cinismo: “Me parece que hay un jarabe que neutraliza el aliento
alcohólico1”
Hipocinismo: “A veces uno tiene que manejar curado, ¡pero lo menos que
puede hacer, es tomarse el jarabe!”.
Después de todo, hay algo, que me inclina hacia los cínicos, y que
no puedo encontrar en los hipócritas. Tal vez sea que saben que no son
santos aunque a veces simulen serlo. Sus objetivos son pragmáticos. Si
tienen poder, lo ejercen sin miramientos, y si no, están dispuestos a
enfrentar la derrota con dignidad.
1
He sabido que también viene en comprimidos
Los hipócritas, en cambio, están constantemente evaluando la
reacción del interlocutor, se mueven en laberintos con recónditos
túneles de escape. Convocan a todos a una cruzada de honor, y se
pasan al enemigo, en el momento penúltimo, aquél en que aún pueden
esperar de éste, una pasable acogida.
De ellos, lo mejor que puedo decir es que difunden los principios
éticos vigentes, entre los dogmáticos de cualquier bando, los que, a su
vez, los transmiten a otros. Pero tal cosa que -con buena voluntadpodríamos admitir como punto a su favor, no los convierte en héroes.
Alejandro Covacevich
8 de septiembre de 2014
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