Subido por karina_juarezhuerta10

La educación prohibida

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Análisis
Alumna: Karina Lisset Juárez Huerta
Pedagogía
Documental: La educación prohibida
Después de ver La educación prohibida, me quedé reflexionando sobre muchas cosas que
damos por sentadas en la escuela y en la forma en que educamos a los niños y a los
estudiantes en general. El documental, más que criticar por criticar, trata de abrirnos los ojos
a todo lo que podríamos mejorar si simplemente viéramos a los alumnos como personas
completas, no como máquinas que tienen que memorizar cosas para aprobar un examen.
Uno de los temas que más me impactó es cómo el sistema educativo tradicional sigue igual,
aunque sabemos que no funciona del todo. A pesar de los avances y estudios sobre
pedagogía, seguimos con un modelo que prepara a los alumnos para ser obedientes, no
para que piensen por sí mismos. Por ejemplo, mencionan cómo la escuela se parece a una
fábrica: todos entran a la misma hora, usan el mismo uniforme, hacen las mismas
actividades y son evaluados de la misma forma, como si fueran piezas idénticas en una
línea de producción.
Algo que me hizo pensar mucho fue cuando hablan de los padres. A veces, sin querer, son
los que más limitan la creatividad de los niños. Hay una escena donde un papá le dice a su
hijo: “Tienes que estudiar para ser alguien en la vida”, y el alumno le contesta: “Pero ya soy
alguien”. Esa frase lo dice todo. ¿Por qué siempre vemos a los niños como futuros adultos y
no como personas que ya tienen valor por sí mismas? A veces, queremos que sean
exitosos según nuestra definición de éxito, pero no nos damos cuenta de que cada niño
tiene su propio camino.
También tocan el tema de cómo la escuela mata la creatividad. Mencionan que los niños
entran al sistema llenos de curiosidad y ganas de aprender, pero salen sin esa chispa
porque todo gira alrededor de memorizar, repetir y competir. Por ejemplo, en lugar de
enseñarles a experimentar o a resolver problemas, se les enseña a buscar la respuesta
correcta, y eso los hace sentir que equivocarse está mal.
El documental también habla de las inteligencias múltiples, algo que nunca se toma en
cuenta en la escuela. No todos aprenden igual, pero el sistema solo valora a los que son
buenos con las matemáticas o el lenguaje. ¿Qué pasa con los niños que son genios
dibujando, bailando o cuidando plantas? Ellos también tienen talentos, pero casi nunca se
les da la oportunidad de desarrollarlos. Es como si solo existieran un par de caminos válidos
para el éxito, y todos los demás se ignoraran.
Me gustó mucho cómo presentan modelos educativos alternativos, como Montessori o
Waldorf, donde dejan que los niños aprendan a su ritmo, a través del juego y la exploración.
Por ejemplo, mencionan que en estos modelos no hay calificaciones ni exámenes
tradicionales, sino que se evalúa el proceso de aprendizaje. Esto les permite a los niños
disfrutar lo que hacen y descubrir qué les apasiona.
Otra idea fuerte es que la educación debería ser un acto de amor. Parece obvio, pero no
siempre lo hacemos. Se trata de entender que cada niño es único y necesita sentirse
valorado para poder aprender de verdad. A veces, en lugar de exigir tanto, deberíamos
preguntarnos si estamos acompañándolos o si solo les estamos poniendo más presión. El
solo hecho de cambiar la pregunta de un ¿Cómo te fue hoy? a un ¿Cómo te sentiste hoy? y
ahí la diferencia
El mensaje final del documental es poderoso: si queremos cambiar la sociedad, primero
tenemos que cambiar cómo educamos. No se trata solo de modificar el sistema, sino de
cambiar nuestra forma de ver a los niños y sus capacidades. Al final, la educación no
debería ser una obligación, sino una experiencia que motive a los alumnos a ser lo mejor de
sí mismos.
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